Erase una vez una familia de delfines, la madre se llamaba
Cristina, el padre Mariano, y sus dos hijos, Nemo y
Cristalina. Eran una familia muy unida, no había día en el
que Cristina no preparase su delicioso pastel de atunes y
corales, a Nemo y a Cristalina les encantaba.
Un día en el que Nemo y Cristalina estaban en el colegio,
Cristina y Mariano se fueron de paseo por la avenida del
mar, entonces escucharon un ruido tremendo, se asustaron
ya que nunca habían oído un ruido semejante, por eso
volvieron a casa. Pasaron dos horas y Mariano tenía que
recoger a sus hijos, mientras Cristina preparaba la comida.
Mariano fue a recoger a
sus hijos. Cuando
llegaron a casa, Cristina
estaba muy preocupada.
Le dijo a su marido que
se acercaba un barco
petrolero a su bonita
ciudad de las
profundidades marinas.
Él no se preocupó
demasiado, ya que creía
que los humanos eran
buenas personas, y que
nunca les harían daño.
A la mañana siguiente, era sábado y los niños no tenían colegio y
por eso dieron un paseo por los campos de medusas. Se
quedaron a comer y Cristina preparó de postre, una deliciosa
tarta de almejas salteadas. Fue entonces cuando llegó el barco
petrolero, ellos asombrados, intentaron escapar del humo que
echaba aquel barco petrolero.
No pudieron huir, por eso, Cristina y Nemo se fueron nadando
hacia a la derecha, mientras que Mariano y Cristalina se fueron
hacia la izquierda. Pasaron los días y aquella familia tan
maravillosa se había desvanecido por culpa de ese barco
petrolero que estaba echando humo por toda la ciudad. Pero
ellos no se dieron por vencidos y volvieron a la ciudad en busca
de alguien que les pudiera ayudar.
Primero llegaron Mariano y Cristalina a la ciudad, pero al parecer
se habían ido todos los delfines que vivían allí. Por eso se fueron
al desierto de los remolinos, ya que no había otra alternativa.
Cristina y Nemo se encontraban
en un sitio poco común. En aquel
sitio había peces extraños, con
cola de tiburón y cara de pez,
patas de rana y ojos de serpientes
marinas, y entre todos los peces
que se encontraban allí uno se
ofreció a ayudarles a volver con
su familia, se llamaba Gari. Gari
les contó que hace dos días pasó
un barco petrolero y soltó una
sustancia que convirtió a
aquellos peces en monstruos.
Nemo y Cristina estaban muy
asustados porque no sabían que
le había pasado a su familia.
Los dos grupos de familias
estaban separados por culpa de
un barco petrolero que había
soltado esa sustancia en el mar,
aunque ellos no se rindieron,
porque era su familia y nadie
podía hacer nada para
separarles, por eso Mariano y
Cristalina seguían buscando al
resto de su familia, mientras
Cristina y Nemo hacían lo
mismo.
Mariano y Cristalina tuvieron
que pasar por el tenebroso
desierto de los remolinos. Allí
las cosas eran un poco más
raras porque había agujeros en
la arena y humo por todas
partes. Aunque supieron
orientarse gracias al olor de los
peces que se encontraban al
otro lado.
Cuando ya habían recorrido el
desierto de los remolinos se
encontraron con un banco de
peces tan grande que parecía
que podían crear dibujos con
sus propios cuerpos, y así era,
ya que era su único medio
para poder comunicarse con
los demás peces. Ellos les
condujeron hacia los
acantilados de las
profundidades. Su nombre les
decía que iba a ser un sitio
peligroso, pero fue al revés,
aquel sitio era mucho más
bonito de lo que era su ciudad
antes de que pasara el barco
petrolero que les destrozó su
vida y les separó de su familia.
Por eso siguieron buscándolos
por el camino que les
indicaron esos peces. Mientras
tanto, Cristina y Nemo
seguían el camino que les dio
Gari, y vieron todo lo que
produjo el barco a su paso por
aquel mar.
Y para su sorpresa, llegaron
vivos a su ciudad, pero no
obtuvieron la recompensa que
se merecían por haber
recorrido aquel camino tan
peligroso e incansablemente
agotador, porque no
encontraron ni a Mariano ni a
Cristalina.
A Mariano y Cristalina, no les
sorprendió el camino que
hicieron, es decir, no les resultó
tan impactante como el viaje
que hicieron Cristina y Nemo,
pero claro, ellos no lo sabían.
Mariano y Cristalina
recorrieron su camino como les
dijeron esos pececitos tan
extraños, y también, para su
sorpresa, consiguieron alcanzar
su meta, que era llegar vivos a la
ciudad. Pero lo que ellos
querían de verdad era volver
ver a Cristina y a Nemo.
Que por cierto, lo consiguieron.
Todos estaban allí, como una gran familia que nunca jamás se iba a
volver separar. Todos se miraron mutuamente, como si hubiera algo
extraño en ellos.
Se dieron un abrazo
enorme, jamás visto en
toda la historia, pero
aquel abrazo les costó
la vida, ya que
estuvieron
abrazándose unos diez
años. Y diez años
después, seguían allí,
abrazados, pero no
vivos, los peces que
vivían en ese año les
esculpieron una
estatua como símbolo
del cariño y el amor
que hay en una familia
unida.