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El sermón del
     Monte



(Serie de Artículos de La Atalaya del 15 de Jun 78 a 1 Jun de 79 y otros)
                                                                   otros)
                  información:
        Fuente de información: Publicaciones Watchtower

                        (Compilado por Ángel PINILLA)
*** ct cap. 9 pág. 152 ***

El líder hindú M.Gandhi dijo que cuando sigamos las enseñanzas de este
sermón “habremos resuelto los problemas [...] del mundo entero”.
El afamado antropólogo Ashley Montagu escribió que los hallazgos modernos
sobre la importancia psicológica del amor son “una confirmación” del
mencionado sermón.
Gandhi también dijo que “la enseñanza del Sermón es aplicable a todos los
seres humanos”.
El profesor Hans Dieter Betz observó hace poco: “La influencia del Sermón
del Monte por lo general trasciende con mucho los límites del judaísmo y
del cristianismo, o hasta de la cultura occidental”. Añadió que este sermón
tiene “un atractivo excepcionalmente universal”.

*** cf cap. 5 pág. 46 y 120 párr. 6***

El Sermón del Monte consta de 107 versículos en el relato que se halla en el
Evangelio de Mateo (Mateo 5:3–7:27).Se calcula que dicho sermón contiene
más de cincuenta figuras retóricas. Si lo leemos en voz alta, tardamos unos
veinte minutos, lo que implica leer una figura cada veinte segundos como
promedio

 Se halla en los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo y en Lucas 6:20-49.

Estas son algunas de las cuestiones principales que se tratan en este gran
sermón:

Cómo ser feliz: Mateo 5:3-12; Lucas 6:20-23.

Cómo conservar la autoestima: Mateo 5:14-16, 37; 6:2-4, 16-18; Lucas 6:43-45.

Cómo mejorar las relaciones interpersonales: Mateo 5:22-26, 38-48; 7:1-5, 12;
Lucas 6:27-38, 41, 42.

Cómo reducir los problemas en el matrimonio: Mateo 5:27-32.

Cómo enfrentarse a la ansiedad: Mateo 6:25-34.

Cómo reconocer el engaño religioso: Mateo 6:5-8, 16-18; 7:15-23.
Cómo hallar el sentido de la vida: Mateo 6:9-13, 19-24, 33; 7:7-11, 13, 14, 24-
27; Lucas 6:46-49.


                             El Sermón del Monte

Sus antecedentes y marco de circunstancias

EL Sermón del Monte es el más famoso sermón que se ha predicado. Frases
de él se hallan en el corazón y en los labios de centenares de millones de
personas por toda la Tierra. ¿Tiene este discurso de Jesucristo, que se
presentó hace casi 2.000 años, un mensaje para la gente de hoy?
Bueno, ¿se está esforzando todavía la gente por hallar felicidad? ¿Necesitan
todavía los seres humanos principios rectos como guía para saber comportarse
unos con otros? ¿Hay hoy día personas que deseen saber lo que Dios requiere
en el sentido de adoración aceptable?
Los individuos que desean información verídica sobre estos asuntos abundan
más que nunca. Puesto que éstas son las mismísimas cosas que se
consideraron en el Sermón del Monte, el sermón está tan al día en el siglo
veinte como lo estuvo cuando se pronunció. Por lo tanto, será provechoso para
nosotros examinar lo que Jesús dijo en ese famoso sermón.
Pero antes de que hagamos eso, demos un vistazo a los antecedentes y el
marco de circunstancias de este gran discurso.

                            Dos relatos armoniosos
Parece que el Sermón del Monte se presenta en dos relatos del Evangelio.
(Mateo, capítulos 5-7; Lucas 6:20-49) El relato del sermón por Lucas equivale
en tamaño a una cuarta parte del tamaño del relato que da Mateo. Solo cinco
versículos y medio de la presentación de Lucas no aparecen en la de Mateo.
Cuando los dos relatos corren paralelos, a menudo difieren considerablemente
en cuanto a fraseología. ¿Debería hacer esto que surgieran dudas en cuanto a
la autenticidad del sermón según aparece en nuestras Biblias?
Tocante a una objeción que surge del hecho de que Lucas omite grandes
porciones del sermón según aparece en Mateo, A. T. Robertson escribe en A
Harmony of the Gospels for Students of the Life of Christ (Una armonía de los
Evangelios para estudiantes de la vida de Cristo): “Esto deja fuera de
consideración a las varias porciones grandes del mismo asunto que Lucas ha
colocado en otras partes, o que Jesús repitió en otras ocasiones ([compare]
Mat. 6:9-13 con Luc. 11:2-4; Mat. 6:25-34 con Luc. 12:22-31). A menudo Jesús
repitió sus dichos en otras ocasiones como lo hacen y deberían hacer todos los
maestros. . . . Tampoco debe sorprendernos el que Lucas, escribiendo por lo
general para todos los cristianos, omita porciones grandes de a principios del
sermón que eran especialmente para judíos (vea Mat. 5:17-27; 6:1-18).”
Luego agrega Robertson:
“Además, para contrarrestar estas variaciones, que pueden ser explicadas, se
debe recordar que los dos discursos principian del mismo modo y terminan del
mismo modo, que tienen una similitud general en el orden de las diferentes
partes, y que muestran una semejanza general y a menudo absoluta identidad
de expresión.”
¿Cuándo y en qué ubicación?
¿Cuándo, durante su ministerio terrestre, presentó este sermón el Hijo de Dios?
Las Escrituras informan que Jesús interrumpió su primera gira de Galilea para
observar “una fiesta de los judíos” (probablemente la Pascua de 31 E.C.) en
Jerusalén. (Juan 4:46-5:1) Lucas relata que Jesús, después de regresar a
Galilea, fue reprendido por los fariseos por haber sanado en el día de descanso
a un hombre que tenía una mano seca. (Luc. 6:6-11) Poco después de eso él
“salió a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Mas cuando
se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los
cuales también dio el nombre de apóstoles.”—Luc. 6:12, 13.
Después de esto, Jesús “bajó con ellos y se estacionó en un lugar llano, y había
una grande muchedumbre de sus discípulos, y una grande multitud del pueblo
de toda Judea y de Jerusalén y del país marítimo de Tiro y Sidón, que vinieron
a oírle y a ser sanados de sus dolencias. Hasta los que eran molestados de
espíritus inmundos fueron curados. Y toda la muchedumbre procuraba tocarle,
porque salía poder de él y sanaba a todos. Y alzó los ojos sobre sus discípulos”
y pronunció el Sermón del Monte.—Luc. 6:17-20.
Por lo tanto, el Sermón del Monte se dio poco después de haber escogido
Jesús a sus 12 apóstoles. Esto evidentemente fue en 31 E.C.,
aproximadamente a la mitad de su ministerio terrestre que duró tres años y
medio. Aunque “una grande multitud del pueblo” de toda Palestina oyó el
sermón, el registro bíblico indica que Jesús habló principalmente para provecho
de sus discípulos.—Mat. 5:1, 2; Luc. 6:17, 20.
¿En qué sitio pronunció Jesús su discurso? Ha habido muchas conjeturas
acerca de esto. Algunos han sugerido una montaña alta en Galilea, como el
monte Tabor. Otros favorecen un sitio que se llamaba “los cuernos de Hattin,”
que está entre el monte Tabor y Capernaum. Sin embargo, las Escrituras no
especifican el sitio exacto del Sermón del Monte. Tocante a esto, A Dictionary
of the Bible (Un diccionario de la Biblia), que editó James Hastings, indica lo
siguiente:
“El Sermón se dio en Galilea, escena del ministerio principal de Jesús. (cf. Mat.
423-25, Luc. 617). Si hay una indicación en Mat. 85, Luc. 71 de que el lugar del
acontecimiento fue cerca de Capernaum, ni siquiera se podría definir entonces
el sitio exacto. . . . La montaña a la que se alude en Mat. 51, 81; Luc. 612 no se
nombra y no se puede identificar. Sin embargo, podemos suponer que la
escena del Sermón fue en la región al oeste del lago, no muy lejos de la costa
densamente poblada.”
El método de enseñar de Jesús
¿Ha notado usted cómo el método de enseñanza que se encuentra en el
Sermón del Monte es diferente de la manera en que los intelectuales mundanos
suministran instrucción? La misma obra de consulta de Hastings dice del
método de enseñar de Jesús:
“Al enseñar a las multitudes, en sus sinagogas, en los caminos, en la playa y en
las faldas de las montañas de Galilea, puso Sus verdades religiosas y principios
éticos en dichos populares concretos, contrastando de muchas maneras
sencillas Su ideal de vida con las nociones y prácticas convencionales e
ilustrando Su enseñanza con las ocupaciones, experiencias y ambiente
comunes de Sus oyentes. Enteramente libre del escolasticismo y el
intelectualismo, . . . no enseñaba estos temas a la manera de las escuelas
antiguas ni modernas. Ponía Sus ideas de tal manera que Su conocimiento se
hiciera universal. Hablaba con una simplicidad, discernimiento y fervor que
atraía a todos los oyentes serios.”
¿Cuán familiarizado está usted con las verdades que contiene el Sermón del
Monte? Usted probablemente esté familiarizado con algunas de sus máximas,
como la Oración Modelo, o el “padrenuestro,” y la declaración que ha llegado a
conocerse como la “regla áurea,” en que Jesús dijo: “Por lo tanto, todas las
cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual
manera tienen que hacérselas a ellos.” (Mat. 6:9-13; 7:12) Pero ¿qué hay del
resto de la presentación de Jesús? ¿Le gustaría considerarla en más detalles?

                        Las tres primeras “felicidades”
JESÚS abrió su Sermón del Monte con una serie de nueve declaraciones que
describen a las personas que son verdaderamente felices. En la primera de
estas “felicidades,” Jesús dijo: “Felices son los que están conscientes de su
necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos.”—Mat.
5:3, NM; Versión Popular.
“Los que están conscientes de su necesidad espiritual” son, según el griego
literal de Mateo, personas “pobres [en cuanto] al espíritu.” El relato paralelo de
Lucas informa que Jesús dijo: “Felices son ustedes, los pobres, porque de
ustedes es el reino de Dios.” (Luc. 6:20) Jesús señaló que una razón importante
para su venida como Mesías era “declarar buenas nuevas a los pobres.” (Luc.
4:18) Esto no indica ningún mérito especial en ser pobre o que los pobres
tengan automáticamente el favor de Dios. Pero los que siguieron a Jesús,
personas a quienes se había dado la esperanza de participar en las
bendiciones del reino de Dios, fueron principalmente sacados de entre la gente
pobre o común. (1 Cor. 1:26-29; Sant. 2:5) Estas personas oprimidas se
reconocían como pobres “en cuanto al espíritu” (espiritualmente) también. En
vez de sucumbir a la amargura debido a las circunstancias exteriores, llegaron
a estar “conscientes de su necesidad espiritual,” más cabalmente al tanto del
hecho de que dependían de Dios.
En contraste, Jesús declaró: “Mas ay de ustedes los ricos, porque ya disfrutan
de su consolación completa.” (Luc. 6:24) Muchas veces la riqueza material
embota el sentido de necesidad espiritual. Un ejemplo de esto se puede ver en
las palabras de reprensión de Jesús a ciertos cristianos de Laodicea, Asia
Menor: “Dices: ‘Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito absolutamente
nada,’ mas no sabes [es decir, no estás consciente de que espiritualmente] eres
desdichado y lastimoso y pobre y ciego y desnudo.”—Rev. 3:17.
La razón por la cual deben sentirse felices los que están conscientes de su
necesidad espiritual es que “a ellos pertenece el reino de los cielos.” Ellos
aceptaron a Jesús como el Mesías, y esto les presentó oportunidades de
gobernar con él en el reino celestial de Dios por medio de Cristo. (Luc. 22:30;
Juan 14:1-4) ¡Cómo debió haber alentado el corazón de la humilde “gente
común” aprender que podían estar encaminados hacia el reino de Dios,
mientras que las personas ricas y bien educadas que confiaban en su riqueza y
que consideraban a la gente común como ‘maldita’ no lo estaban! (Juan 7:49)
Por supuesto, personas acaudaladas pudieran manifestar el mismo espíritu de
humildad y aprecio espiritual que les haría obtener felicidad también.—1 Tim.
6:17-19; Sant. 1:9, 10.
Mat 5:3

(BAD) «Dichosos los pobres en espíritu,porque el reino de los cielos les
pertenece.

(BL95) Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino
de los Cielos.

(BLS) "Dios bendice a los que confían
totalmente en él,
pues ellos forman parte de su reino.

(DHH) "Dichosos los que tienen espíritu
de pobres, [2]
porque de ellos es el reino de los cielos.

(JER) «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de
los Cielos.

(LBLA) Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los
cielos.

(N-C) Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los
cielos.
(Nuevo Mundo (Los TJ)) “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad
espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos.

(NVI) "Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les
pertenece.

(PDT) "Afortunados los que reconocen su necesidad espiritual, porque el reino
de Dios les pertenece.

(RV2000) Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el Reino
de los cielos.

(RV60) Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos.

(RV95) [3]
 "Bienaventurados los pobres en espíritu,[4] porque de ellos es el reino de los
cielos.[5]


(RVA) "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos.

(RV60+) Bienaventurados 3107 JNPM los 3588 DNPM pobres 4434 JNPM en espíritu,
3588 4151 DDSN NDSN
                    porque 3754 C de ellos 846 RP-GPM es 2076 VP-I3S el 3588 DNSF reino
932 NNSF
          de los 3588 DGPM cielos. 3772 NGPM

(Scío) "Bienaventurados los pobres de espíritu(c),porque de ellos es el reino de
los cielos.

(Septuaginta) «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos.

(SSE) Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el Reino de
los cielos.

Mateo 5:3 (W.Barclay)

   Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los
cielos.

  Antes de estudiar en detalle cada una de las bienaventuranzas hay dos
Hechos generales que debemos apuntar.
(i) En la primera parte de cada bienaventuranza no hay ningún verbo. Se
podría esperar son después de la primera palabra, como aparece en las biblias
inglesas, en cursiva para indicar que se ha añadido. ¿Por qué es así? Jesús no
dijo las bienaventuranzas en griego; Él hablaba arameo, una lengua
emparentada con el hebreo. Estas dos tienen una forma de expresión muy
corriente, que es en realidad una exclamación y que quiere decir: «¡Oh la
bienaventuranza de...!" Esa expresión (ashré en hebreo) es muy corriente en el
Antiguo Testamento. Por ejemplo, el primer Salmo empieza en hebreo: " ¡Oh la
bienaventuranza del hombre que no anda en el consejo de los impíos!»
(Psa_1:1 ), que es la forma que uso Jesús en las bienaventuranzas. Es decir,
que las bienaventuranzas no son simplemente afirmaciones, sino
exclamaciones: " ¡Oh la bienaventuranza de los pobres en espíritu!"
   Esto tiene mucha importancia, porque quiere decir que las bienaventuranzas
no son piadosas esperanzas de algo que puede ser; no son luminosas pero
irreales profecías de alguna futura bienaventuranza; son felicitaciones de algo
que ya se es. La bienaventuranza que pertenece al cristiano no se pospone a
algún futuro reino de gloria; es una bienaventuranza que existe aquí y ahora.
No es algo en lo que el cristiano entrará; es algo donde ya ha entrado.
   Es verdad que alcanzará su plenitud y su consumación en la presencia de
Dios; pero a pesar de eso es una realidad presente que se disfruta aquí y
ahora. Las bienaventuranzas dicen en efecto: " ¡Oh la bendición de ser
cristiano! ¡Oh el gozo de seguir a Cristo! ¡Oh la diáfana felicidad de conocer a
Jesucristo como Maestro, Salvador y Señor!» La misma forma gramatical de las
bienaventuranzas es una afirmación de la emoción jubilosa y la radiante dicha
de la vida cristiana. Ante la realidad de las bienaventuranzas, un cristianismo
triste y tenebroso es inconcebible.
   (ii) La palabra bienaventurado que se usa en cada una de las
bienaventuranzas es una palabra muy especial. Es la palabra griega makarios.
Makarios es un término que se aplica especialmente a los dioses. En el
Cristianismo se participa de la alegría de Dios.
   El sentido de makarios se puede comprender mejor por un uso particular de
esta palabra. Los griegos siempre llamaban a la isla de Chipre hé makaria (la
forma femenina del adjetivo), que quiere decir La Isla Feliz, porque creían que
Chipre era tan preciosa, tan rica, y tan fértil que no habría necesidad de buscar
más allá de sus costas para encontrar la vida perfectamente feliz. Tenía tal
clima, tales flores y frutos y árboles, tales minerales, tales recursos naturales
que contenía todos los materiales necesarios para la perfecta felicidad.
   Makarios, pues, describe ese gozo que tiene su secreto en sí mismo, ese
gozo que es sereno e inalterable y autosuficiente, ese gozo que es
completamente independiente de todos los azares y avatares de la vida. La
palabra española bienaventuranza delata su origen. Contiene la palabra
ventura, que indica que es algo que depende de las circunstancias cambiantes
de la vida, algo que la vida puede dar pero puede igualmente destruir. La
bendición cristiana es totalmente inexpugnable e indestructible. «Nadie -dijo
Jesús- os quitará vuestro gozo" (Joh_16:22 ). Las bienaventuranzas nos hablan
de ese gozo que nos busca a través del dolor, ese gozo que la tristeza y la
pérdida, el dolor y la angustia, no pueden afectar, ese gozo que brilla a través
de las lágrimas, y que nada en la vida o en la muerte puede arrebatar.
   El mundo puede ganar sus goces, y los puede igualmente perder. Los
cambios de la fortuna, el colapso de la salud, el fracaso de un plan, la
desilusión de una ambición, hasta un cambio atmosférico pueden llevarse el
gozo frágil que el mundo puede dar. Pero el cristiano tiene el gozo sereno e
inalterable que viene de caminar para siempre en la compañía y en la presencia
de Jesucristo.
   La grandeza de las bienaventuranzas es que no son vislumbres imaginadas
de alguna futura belleza; no son promesas doradas de alguna gloria distante;
son gritos triunfantes de bendición por un gozo permanente que nada en el
mundo puede arrebatar.

(conclusión)
   Parece una manera sorprendente de empezar a hablar acerca de la felicidad
el decir: «¡Benditos los pobres en espíritu!» Hay dos enfoques para llegar al
sentido de la palabra pobre.
   Como aparece en las bienaventuranzas en griego, la palabra que se usa para
pobre es la palabra ptójos. Está la palabra pénes. Pénes describe a la persona
que tiene que trabajar para ganarse la vida; la definían los griegos como la
palabra que describe a un hombre como autodiákonos, es decir, el hombre que
subviene sus propias necesidades con sus propias manos. Pénes describe al
trabajador, que no tiene nada superfluo, que no es rico pero tampoco es un
indigente. Pero, como ya hemos visto, no es pénes la palabra que se usa en
esta bienaventuranza sino ptójos, que describe la pobreza absoluta y abyecta.
Está conectada con la raíz ptóssein, que quiere decir encogerse o acobardarse;
y describe la pobreza que golpea hasta poner de rodillas. Como se ha dicho,
pénes describe al hombre que no tiene nada superfluo; ptójos describe al
hombre que no tiene absolutamente nada. Eso hace esta bienaventuranza aún
más sorprendente. Bendito el hombre que está aquejado por una pobreza
abyecta y absoluta. Bendito es el hombre que está absolutamente indigente.
   Como ya hemos visto también, las bienaventuranzas no se dijeron
originalmente en griego, sino en arameo. Ahora bien, los judíos tenían una
manera especial de usar la palabra pobre. En hebreo la palabra es `aní o
ebyón. estas palabras experimentaron en hebreo un desarrollo de cuatro etapas
en su significado. (i) Empezaron significando simplemente pobre. (ii) Pasaron a
significar, porque pobre, por tanto no teniendo influencia o poder o ayuda, o
prestigio. (iii) Pasaron a significar, por no tener influencia, por tanto avasallados
y oprimidos por los hombres. (iv) Por último pasaron a describir al hombre que,
porque no tiene absolutamente ningunos recursos terrenales, pone toda su
confianza en Dios.
Así es que en hebreo la palabra pobre se usaba para describir a la persona
humilde e indigente que pone toda su con fianza en Dios. Es así como usa la
palabra el salmista cuando escribe: " Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y le
libró de todos sus temores» (Psa_34:6 ). De hecho es cierto que en los Salmos
el pobre, en este sentido del término, es el hombre bueno al que Dios ama. «La
esperanza de los pobres no perecerá perpetuamente» (Psa_9:18 ). Dios libra a
los pobres (Psa_35:10 ). «Por tu bondad, Dios, has provisto para el pobre"
(Psa_68:10 ). " Defenderá la causa de los pobres del pueblo" (Psa_72:4 ).
«Levanta de la miseria al pobre y hace multiplicar sus familias como a rebaños
de ovejas" (Psa_107:41 ). " A sus pobres saciaré de pan" (Psa_132:1 132:15).
En todos estos casos, el pobre es el humilde, la persona indefensa que ha
puesto su confianza en Dios.
   Ahora tomemos los dos lados, el griego y el arameo, y juntémoslos. Ptójos
describe al hombre totalmente indigente, que no tiene absolutamente nada; `aní
y ebyón describe al pobre, humilde e indefenso que ha puesto toda su
confianza en Dios. Por tanto, " benditos los pobres en espíritu» quiere decir:

  ¡Bendita la persona que es consciente de su total indefensión, y que pone
toda su confianza en Dios!

   Si una persona es consciente de su total destitución y ha puesto toda su
confianza en Dios, entrarán en su vida dos cosas que son como las dos caras
de la misma realidad. Estará totalmente desligado de las cosas, porque sabrá
que las cosas no tienen la capacidad de dar felicidad o seguridad; dependerá
totalmente de Dios, porque sabrá que sólo Dios puede darle ayuda, y
esperanza, y fuerza. La persona que es pobre en espíritu se ha dado cuenta de
que las cosas no quieren decir nada, y Dios quiere decir todo.
   Debemos tener cuidado con pensar que esta bienaventuranza considera una
cosa buena la actual pobreza material. La pobreza no es nada bueno. Jesús no
habría llamado nunca bendito a un estado en que las personas viven en
chabolas y no tienen suficiente de comer, y en que la salud se deteriora porque
todo está en su contra. Esa clase de pobreza es un mal que el Evangelio trata
de eliminar. Tampoco se refiere a ser pobres de espíritu en el sentido corriente
de ser faltos de carácter. La pobreza que es bendita es la pobreza en espíritu,
cuando la persona se da cuenta de su absoluta falta de recursos para
enfrentarse con la vida, y encuentra su ayuda y fuerza solamente en Dios.
   Jesús dice que a tal pobreza pertenece el Reino del Cielo. ¿Por qué había de
ser así? Si tomamos las dos peticiones de la Oración Dominical y las ponemos
juntas:

  Venga Tu Reino.
  Hágase Tu voluntad en la Tierra como en el Cielo, obtenemos la definición: El
Reino de Dios es una sociedad en la que la voluntad de Dios se realiza tan
perfectamente en la Tierra como en el Cielo. Eso quiere decir que sólo el que
hace la voluntad de Dios es ciudadano del Reino; y sólo podemos hacer la
voluntad de Dios cuando somos conscientes de nuestra absoluta indefensión,
ignorancia e incapacidad para enfrentarnos con la vida, y cuando ponemos toda
nuestra confianza en Dios. La obediencia se funda siempre en la confianza. El
Reino de Dios es la posesión de los pobres en espíritu, porque son ellos los que
se han dado cuenta de su absoluta incapacidad aparte de Dios, y han
aprendido a confiar y a obedecer.
   Así pues, esta bienaventuranza quiere decir:

  ¡AH, LA BIENAVENTURANZA DEL QUE ES CONSCIENTE DE SU PROPIA
Y TOTAL INDEFENSIÓN, Y QUE HA PUESTO TODA SU CONFIANZA EN
DIOSA PORQUE SÓLO ASÍ PUEDE RENDIR A DIOS AQUELLA PERFECTA
OBEDIENCIA QUE LE HARÁ CIUDADANO DEL REINO DEL CIELO

         ¿Quienes son los que se lamentan que serán consolados?
La segunda “felicidad” que Jesús declaró fue: “Felices son los que se lamentan,
puesto que ellos serán consolados.” (Mat. 5:4) El relato paralelo por Lucas dice:
“Felices son ustedes los que lloran ahora, porque reirán.”—Luc. 6:21.
“Los que se lamentan” no son todas las personas que expresan tristeza. Más
bien, éstos pertenecen a la misma clase de personas que “los que están
conscientes de su necesidad espiritual” a las cuales se menciona en la
declaración anterior de Jesús. Su lamentación es una “tristeza de manera
piadosa” debido a su propio estado pecaminoso y las circunstancias aflictivas.
que han sido el resultado de la pecaminosidad humana. (1 Cor. 5:2; 2 Cor.
7:10) Ellos escuchan el consejo del escritor bíblico Santiago: “Acérquense a
Dios, y él se acercará a ustedes. Límpiense las manos, pecadores, y purifiquen
su corazón, indecisos. Sientan la desdicha y laméntense y lloren.”—Sant. 4:8,
9.
Estos lamentadores piadosos “serán consolados.” (Compare con Lucas 2:25.)
Entre los consuelos que vienen por medio de Jesucristo están el perdón de
pecados y la vida eterna.
A los lamentadores a quienes se refirió Jesús se les puede llamar “felices” tanto
ahora como en el futuro. Porque ejercen fe en Jesús, disfrutan del bienestar
que proviene de una relación favorable con Jehová Dios. (Juan 3:36) En cuanto
a la felicidad futura, los que ahora se lamentan debido a la injusticia de la
humanidad pueden esperar ‘alivio al tiempo de la revelación del Señor Jesús
desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él
venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las
buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.’—2 Tes. 1:7, 8.
En contraste con la felicidad que se pronuncia sobre los que se lamentan,
Jesús declaró: “Ay, ustedes que ríen ahora, porque se lamentarán y llorarán.”
(Luc. 6:25) Esto no condena la risa ni el divertirse. Obviamente Jesús se estaba
refiriendo a los buscadores de placeres cuyas vidas están dedicadas a sus
propias comodidades. Estos ni se lamentan por su condición pecaminosa
heredada ni se conduelen por el sufrimiento de sus congéneres. Esos
individuos buscan sus propias “comodidades” en una vida en que buscan su
propia satisfacción y los placeres pasajeros que esa vida puede ofrecer.
Jesús dio énfasis a que la risa frívola de éstos está limitada solo a “ahora.” Esos
individuos “se lamentarán y llorarán” cuando Dios ponga fin al sistema de cosas
actual que ha suministrado las ocasiones para la hilaridad y la alegría de ellos.
(Mat. 13:42, 50; 22:13; 24:51; 25:30) En armonía con las palabras de Jesús,
Santiago amonesta: “Que su risa se torne en lamento, y su gozo en desaliento.
Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará.”—Sant. 4:9, 10; 5:1-6.


                    Felicidades para los de “genio apacible”
Después Jesús dijo: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos
heredarán la tierra.” (Mat. 5:5) ¿A qué clase de personas se refirió?
En las Escrituras el término para ‘apacibilidad de genio,’ o “mansedumbre,” no
sugiere cobardía, debilidad ni un disfraz de delicadeza condescendiente,
hipócrita. Al contrario, la mansedumbre es una cualidad interior de apacibilidad
y sosiego que la gente ejerce ante todo en su relación con Dios, en su
respuesta a Su voluntad y guía. Los individuos realmente mansos, en vez de
amargarse ante la extensa opresión e injusticia que hay en la Tierra, disciernen
que estos ayes se deben en gran medida a la imperfección humana. Para con
Dios no sienten amargura, sino un sentido intenso de dependencia. Esta
disposición mental, a su vez, se refleja en comportarse para con sus
congéneres en armonía con este consejo: “No devuelvan mal por mal a nadie. .
. . Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los
hombres.”—Rom. 12:17-19; Tito 3:1, 2.
La felicidad de estas personas de genio apacible se debe a que “heredarán la
tierra.” ¿Cómo se realiza eso? Jesús, quien en sentido perfecto era “de genio
apacible y humilde de corazón,” es el principal Heredero de la Tierra. (Sal. 2:8;
Mat. 11:29; 28:18; Heb. 1:2; 2:5-9) Las Escrituras Hebreas predijeron que el
“hijo del hombre” tendría quienes estuvieran asociados con él en la gobernación
en su reino celestial. (Dan. 7:13, 14, 22, 27) Como “coherederos con Cristo,” los
de genio apacible participarán en la herencia de la Tierra perteneciente a Jesús.
(Rom. 8:17) Además, en la región o esfera terrestre del reino de Jesús muchas
otras personas que por sus cualidades son ‘como ovejas’ entrarán en la vida
eterna. (Mat. 25:33, 34, 46) ¡Ciertamente una expectativa de felicidad!

                            Las felicidades 4 y 5
COMO cuarta ‘felicidad’ de su Sermón del Monte, Jesús declaró: “Felices son
los que tienen hambre y sed de justicia, puesto que ellos serán saciados.” (Mat.
5:6) El relato que Lucas da de esta declaración dice: “Felices son ustedes los
que tienen hambre ahora, porque serán saciados.”—Luc. 6:21.
Si uno considerara solamente el Evangelio de Lucas pudiera pensar que Jesús
habló exclusivamente de personas que tenían hambre de alimento material. Sin
embargo, Mateo muestra claramente que él se refería a los que tenían un
intenso deseo de justicia. Sin embargo, estos dos pensamientos armonizan.
Con frecuencia las personas que carecen de alimento y bebida literales están
más intensamente al tanto de la extensa injusticia que hay en el sistema de
cosas actual. Por eso, su hambre o deseo de ver que reine la justicia puede ser,
a ese grado, más apremiante.
La “justicia” de la cual Jesús habló significa la calidad de corrección que está en
plena conformidad con la voluntad y los mandamientos de Dios. El salmista,
expresando un pensamiento similar al de Jesús, dijo que él estaba ‘aplastado
de ansiar’ las rectas decisiones judiciales de Dios.—Sal. 119:20; compare con
Isaías 26:9, 10.
En contraste con esta declaración formal de felicidad, Jesús declaró: “Ay de
ustedes los que están saciados ahora, porque padecerán hambre.” (Luc. 6:25)
Los que ahora están “saciados” se sienten satisfechos con lo que este mundo
ofrece. Aunque quizás aleguen que creen en Dios, ni reconocen la gran
necesidad que tienen de él ni ansían sus normas de justicia. (Rev. 3:17) Sin
embargo, es posible que tiempos de calamidad despierten momentáneamente
tal hambre de guía divina. Esto será especialmente cierto cuando Dios ponga
fin al sistema de cosas actual en la venidera “grande tribulación.” (Mat. 24:21;
Rev. 7:14) Esas personas que anteriormente se han sentido complacidas
“padecerán hambre” entonces. No se prestará atención a sus gritos
desesperados a Dios para que les dé ayuda y dirección. (Compare con 1
Samuel 28:4-6; Salmo 18:41; Proverbios 1:28-32.) En cuanto a escuchar la
palabra de Jehová, en aquel tiempo experimentarán ‘hambre y sed’ sin
esperanza.—Amós 8:11, 12.
Pero Jesús declara “felices” a los que tienen hambre y sed de justicia ahora.
¿Por qué? Porque “serán saciados,” es decir, plenamente satisfechos. Jesús
mismo contribuyó mucho a esto. Mientras denunciaba la hipocresía de la falsa
piedad de los líderes religiosos “que confiaban en sí mismos de que eran
justos,” Jesús enseñó que todos los que admitían su estado pecaminoso y con
arrepentimiento buscaban perdón podían alcanzar una posición de justos
delante de Dios.—Luc. 18:9-14; compare con Mateo 5:20; 23:23, 24.
Más satisfacción del hambre y la sed de justicia se hizo posible por la muerte y
resurrección de Jesús. Acerca de esto leemos: “Porque todos han pecado y no
alcanzan a la gloria de Dios, y es como don gratuito que por su bondad
inmerecida se les está declarando justos mediante la liberación por el rescate
pagado por Cristo Jesús.”—Rom. 3:23, 24; compare con Isaías 53:11; Daniel
9:24-27; Revelación 7:9, 14.
Se hizo posible ‘saciar’ más esta hambre y sed vital después del Pentecostés
de 33 E.C., porque entonces el espíritu santo empezó a ‘dar al mundo evidencia
convincente respecto a la justicia.’ (Juan 16:8) Esto se hizo realidad cuando el
espíritu de Dios fue responsable por la producción de las Escrituras Griegas
Cristianas, un instrumento indispensable “para disciplinar en justicia.” (2 Tim.
3:16) La misma fuerza activa de Dios permite a las personas ponerse la “nueva
personalidad,” que donde antes estaban las prácticas inicuas y la hipocresía
coloca la “verdadera justicia.” (Efe. 4:24) Se experimentará una satisfacción
final y completa del hambre y sed de justicia cuando los adoradores fieles de
Dios obtengan vida eterna bajo condiciones de justicia perfecta.—2 Ped. 3:13;
Rev. 21:1-5.

                      Misericordia a “los misericordiosos”
Después, en el Sermón del Monte, Jesús dijo: “Felices son los misericordiosos,
puesto que a ellos se les mostrará misericordia.”—Mat. 5:7.
La misericordia no es sencillamente un asunto de ejecutar actos caritativos,
puesto que uno pudiera hacer eso con hipocresía. (Mat. 6:1, 2) “Los
misericordiosos” son personas impulsadas por sentimientos genuinos de tierna
compasión y simpatía para con los desafortunados, y quienes por lo tanto obran
a favor de éstos. Jesús puso el ejemplo perfecto en este sentido.
Repetidamente declaran las Escrituras que, antes de ejecutar milagros para
aliviar el sufrimiento y la angustia, Jesús ‘se compadecía’ o ‘se enternecía.’—
Mat. 14:14; 15:32-38; 20:34; Mar. 1:40-42; Luc. 7:13-15.
La misericordia se manifiesta de dos maneras: (1) en sentido judicial cuando las
personas perdonan a los que transgreden contra ellas; (2) por hechos positivos
de bondad, consideración y compasión que traen alivio a personas que están
en desventaja.
A los cristianos se les dirige a ‘hacerse imitadores de Dios’ como Aquel que
más prominentemente perdona libremente a los pecadores que se arrepienten.
(Éxo. 34:6, 7; Sal. 103:10; Pro. 28:13; Efe. 4:31-5:2) De manera positiva, las
personas que desean agradar a Dios deben estar dispuestas a dar cuanta
ayuda puedan a las que sean víctimas de circunstancias desafortunadas. (Luc.
10:20-37) Una manera especialmente excelente de mostrar misericordia es por
medio de compartir con otros la verdad bíblica. Notamos que cuando una
muchedumbre de gente se encontró con Jesús cuando éste se disponía a
obtener algún descanso, él “se enterneció por ellos, porque eran como ovejas
sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas.”—Mar. 6:34.
Los misericordiosos son “felices” porque ‘se les muestra misericordia.’ En un
sentido experimentan esto en los tratos diarios con sus congéneres. El trato
misericordioso que dan a otros impulsa a éstos a responder de la misma
manera. (Luc. 6:38) Lo más importante es que Dios mostrará misericordia a los
misericordiosos. Respecto a esto, Santiago escribe: “Porque al que no practica
misericordia se le hará su juicio sin misericordia. La misericordia se alboroza
triunfalmente sobre el juicio.” (Sant. 2:13) Cuando Dios las someta a juicio, las
personas verdaderamente compasivas descubrirán que la misericordia que han
extendido a otras personas en realidad triunfará sobre cualquier juicio adverso
que Dios de otro modo pudiera traer contra ellas. (2 Tim. 1:16-18) Las
oportunidades de obtener perdón de pecados y vida eterna son solo para las
personas misericordiosas. “Si no perdonan a los hombres sus ofensas,” declaró
Jesús, “tampoco perdonará su Padre las ofensas de ustedes.”—Mat. 6:15;
18:35.
                               Las felicidades 6 a 9
JESÚS declaró la ‘felicidad’ número seis de su Sermón del Monte como sigue:
“Felices son los de corazón puro, puesto que ellos verán a Dios.”—Mat. 5:8.
“Los de corazón puro” son personas interiormente limpias. Su pureza es una
pureza de afectos, deseos, aprecio y motivos. Esto está en marcado contraste
con lo que es limpieza simplemente externa o ceremonial. (Mat. 23:25-28; Mar.
7:3, 4) En vez de dar realce a los despliegues externos de piedad, las
Escrituras animan a uno a desplegar “amor procedente de un corazón limpio y
de una buena conciencia y de fe sin hipocresía.”—1 Tim. 1:5.
Los de corazón puro disfrutan de felicidad especialmente porque “verán a Dios.”
Esto no significa necesariamente un ver literal con el ojo humano, porque
‘ningún hombre puede ver a Dios y todavía vivir.’ (Éxo. 33:20; Juan 1:18; 1 Juan
4:12) Pero hay otras maneras en las cuales los adoradores que tienen motivo
correcto en la Tierra pueden ‘ver a Dios’ en la actualidad. Por ejemplo, el
observar que Dios actúa a favor de uno debido a la integridad que uno
despliega es una manera de ‘contemplar a Dios.’ (Job 19:26; 42:5) Las visitas al
templo de Jerusalén para adorar se describen como ir a “ver el rostro de
Jehová,” o presentarse uno delante de él.—Éxo. 34:24; Deu. 31:11; Isa. 1:12.
La palabra griega que Mateo usa para ‘ver’ también significa “ver con la mente,
percibir, conocer.” Puesto que Jesús reflejaba perfectamente la personalidad de
Dios, podía decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también.” (Juan
14:7-9) Los de corazón puro que aceptaron a Jesús como Mesías y le
escucharon obtuvieron una profunda percepción de la personalidad de Dios. Al
ejercer fe en el sacrificio expiador de pecados de Jesús obtuvieron perdón de
pecados y una relación con Dios y pudieron rendir adoración aceptable delante
de su trono. (Efe. 1:7) El ver a Dios en este sentido alcanzará su culminación
para los cristianos ungidos por espíritu cuando lleguen al cielo, porque allí
realmente verán a Dios y Cristo.—1 Juan 3:2; 2 Cor. 1:21, 22.
Sin embargo, la oportunidad de ver a Dios por medio de conocimiento exacto y
adoración verdadera es solo para los de corazón puro. Las Escrituras muestran
que los que practican el pecado no han visto a Dios y su hijo ni llegan a
conocerlos. “El que hace el mal no ha visto a Dios.”—1 Juan 3:6; 3 Juan 11;
Sal. 24:3, 4.

                  “Los pacíficos” llegan a ser hijos de Dios
Jesús dio como la séptima felicidad del Sermón del Monte: “Felices son los
pacíficos, puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios.’”—Mat. 5:9.
“Los pacíficos” se manifiestan tanto por lo que evitan como por lo que practican.
Los individuos pacíficos no son agresivos o beligerantes; tampoco devuelven
mal por mal cuando se les perjudica. (Rom. 12:14-21) Pero también hay un
aspecto positivo con relación a la disposición de ellos.
La palabra griega para pacífico significa “pacificadores.” Ellos no solo se
comportan pacíficamente, sino que hacen esfuerzos extraordinarios por
establecer paz y concordia entre partes que contienden. Rehúsan participar en
lo que sirva para ‘separar a los que están familiarizados entre sí,’ y no toleran
tal cosa como si ellos voluntariamente se cegaran a ella. (Pro. 16:28; 17:9) Por
palabra y ejemplo estimulan la apacibilidad tanto dentro de la congregación
cristiana como fuera de ella.—Rom. 14:19; Heb. 12:14.
Los pacíficos son felices, “puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios.’”
Disfrutan de una relación íntima con Dios como hijos de él. Sin embargo, el
mantener esta relación exige imitar las cualidades de la personalidad de Dios,
entre las cuales está la apacibilidad. (2 Cor. 13:11; Fili. 4:9; 1 Tes. 5:23; Heb.
13:20; Sant. 3:17) Cualquiera que desamoradamente continúa en enemistad
con su congénere “no se origina de Dios.”—1 Juan 3:10.
En el día de Jesús los judíos creían que eran hijos de Dios por ser Sus criaturas
humanas. (Isa. 64:8) Pero Jesús mostró que esto no era cierto ni aunque eran
descendencia natural de Abrahán. (Juan 8:39, 41) De hecho, a algunos Jesús
declaró: “Ustedes proceden de su padre el Diablo.” (Juan 8:44) Puesto que de
Adán, quien fue creado como “hijo de Dios” terrestre, toda la humanidad heredó
el pecado, el estar en relación de hijo con Dios no ha llegado a ser cosa
automática.—Rom. 3:23; 5:12; Luc. 3:38.
Solo a los individuos pacíficos que aceptaron a Jesús como el Mesías y
portador de pecados se les dio “autoridad de venir a ser hijos de Dios, porque
ejercían fe en su nombre.” (Juan 1:12; Isa. 53:12; 1 Ped. 2:24) La “grande
muchedumbre” de “otras ovejas” pacíficas de Jesucristo el Pastor Excelente lo
tendrán como su “Padre Eterno” durante Su reinado milenario, pero al fin de
éste él los entregará a su propio Padre celestial para que lleguen a ser la prole
de Dios.—Rev. 7:9-17; Juan 10:14-16; Isa. 9:6; 1 Cor. 15:27, 28.

                         Perseguidos, pero felices
Como octava felicidad en esta serie, Jesús declaró: “Felices son los que han
sido perseguidos por causa de la justicia, puesto que a ellos pertenece el reino
de los cielos.” (Mat. 5:10) Ampliando esto, expresó una novena felicidad:
“Felices son ustedes cuando los vituperen y los persigan y mentirosamente
digan toda suerte de cosa inicua contra ustedes por mi causa. Regocíjense y
salten de gozo, puesto que grande es su galardón en los cielos; porque de esa
manera persiguieron a los profetas antes de ustedes.”—Mat. 5:11, 12; compare
con Lucas 6:22, 23.
“Los que han sido perseguidos” son cristianos que han experimentado oprobio,
calumnia y ostracismo “por causa de la justicia,” o “por causa del Hijo del
hombre.” Sus sufrimientos se deben a que adoran a Jehová y llevan el nombre
de Jesucristo y siguen cuidadosamente en sus pisadas.—1 Ped. 2:19-21.
La razón que hay para regocijarse en este caso es la misma que se da en la
primera felicidad, a saber, que “a ellos pertenece el reino de los cielos.”
(Compare con Mateo 5:3.) Aunque quizás signifique oprobio, ser expulsados de
sus comunidades y hasta muerte en algunos casos, los cristianos saben que
por el “gozo” de gobernar con Cristo en el reino celestial de Dios o el de
disfrutar de vida humana perfecta como súbditos terrestres de ese reino vale la
pena sufrir esas cosas.—Mat. 25:21, 23; Heb. 12:2; Rev. 21:1-5.
Este “galardón en los cielos” (es decir, procedente de Dios) no tiene el sentido
de salario que se ha ganado por alguna obra hecha. De ninguna manera
pueden criaturas humanas pecaminosas ganarse el favor de Dios y obligarlo a
bendecirlas. (Gál. 2:16; Sant. 2:10) El galardón de bendiciones del Reino es un
“indescriptible don gratuito,” una evidencia de la benevolencia y generosidad de
Dios. (2 Cor. 9:15; Sant. 1:16-18) Es un galardón que se paga a los cristianos
por aguantar fielmente oprobio, persecución y mentiras inicuas que se dicen
contra ellos debido a la inquebrantable devoción de ellos a Dios.
Jesús también presentó un contraste en estas dos felicidades finales, al decir:
“Ay, cuando todos los hombres hablen bien de ustedes, porque cosas como
éstas son las que los antepasados de ellos hicieron a los falsos profetas.” (Luc.
6:26) En vez de proclamar la verdad de Dios, los “falsos profetas” del Israel
antiguo hablaban lo que la gente quería oír; y la gente ‘así lo amaba.’ (Jer. 5:31)
Pero esa popularidad nunca ha sido una indicación del favor de Dios. La
aprobación de Jehová Dios solo está sobre las personas que hablan y obran en
armonía con su Palabra. (Sal. 15:1, 2) Sin embargo, los que hacen eso pueden
esperar persecución, porque Jesús dijo: “Si ellos me han perseguido a mí, a
ustedes también los perseguirán.”—Juan 15:20.

                      Los cristianos como “sal” y “luz”
DESPUÉS de las nueve ‘felicidades’ de su Sermón del Monte, Jesús hizo un
comentario en cuanto a cómo afectarían a la humanidad sus seguidores. Dijo:
“Ustedes son la sal de la tierra.”—Mat. 5:13, compare con Mar. 9:50; Luc.
14:34, 35.
La sal era cosa bien conocida a los que escuchaban a Jesús. Servía tanto para
dar mejor sabor al alimento como para preservarlo de corromperse.
Patentemente porque la sal representaba libertad de corrupción o decadencia,
Dios ordenó que la sal acompañara “toda ofrenda” que se hiciera sobre su altar.
(Lev. 2:13) En los días de Jesús los sacerdotes que desempeñaban sus
funciones en el templo de Jehová en Jerusalén salaban las ofrendas animales,
de grano y de incienso que se presentaban sobre el altar de la ofrenda
quemada. La historia judía dice que con este fin había un enorme montón de
sal cerca de la subida plana que conducía al altar. En la zona del templo había
un gran almacén, conocido como “la cámara de la sal,” para asegurar un
suministro amplio.
Los discípulos de Jesús habían de ser “la sal de la tierra.” Esto sería cierto tanto
en sus actividades de testificar a otros acerca del reino de Dios como en su
conducta personal. El testificar cristiano ha resultado en que muchas personas
acepten a Jesús como el Mesías prometido y ejerzan fe en su sacrificio que
hace expiación por los pecados. Esto ha presentado a esos creyentes la
oportunidad de ver sus vidas preservadas para la eternidad. (Juan 6:47; Rom.
10:13-15) Además, por influir en la gente y llevarla así a vivir según los
principios bíblicos, los seguidores de Jesús demoran el aumento de la
decadencia moral y espiritual en la sociedad humana.
Sin embargo, Jesús añadió una nota de advertencia, al decir: “Si la sal pierde
su fuerza, ¿cómo se le restaurará su salinidad? Ya no sirve para nada, sino
para echarla fuera para que los hombres la pisoteen.” El comentador bíblico
Albert Barnes hace notar que, a diferencia de la sal común de mesa (cloruro de
sodio), la sal con la cual estaban familiarizados Jesús y sus contemporáneos
“era impura, mezclada con sustancias vegetales y de la tierra; de modo que
pudiera perder toda su salinidad, y todavía quedar una cantidad considerable
de materia terrestre. Esto no servía para nada, excepto que se usaba, como se
dice, para colocarlo en sendas, o paseos, tal como nosotros usamos la grava.”
Los cristianos tienen que tener cuidado para no descontinuar sus esfuerzos de
compartir las “buenas nuevas” del reino de Dios con su prójimo. (Mar. 13:10)
Además, deben vigilar para no caer en patrones o modelos de conducta que no
armonicen con las pautas bíblicas. De otro modo, sufrirán deterioro en sentido
espiritual y llegarán a ser como sal dañada —insípida, sin sabor, sin gusto—
que ya no sirve para nada.—Compare con Hebreos 6:4-8; 10:26-29.
Luz que brilla para la gloria de Dios

Dando otra indicación del efecto beneficioso que tendrían sus seguidores en la
humanidad, Jesús dijo: “Ustedes son la luz del mundo.”—Mat. 5:14.
De la Palabra inspirada de Dios, especialmente de las enseñanzas y ejemplo
de Jesucristo, viene luz espiritual que ayuda a las personas a ver las cosas
como Dios las ve. (Pro. 6:23; Isa. 51:4; Mat. 4:16; Luc. 1:79; 2:32; Juan 1:4-9;
3:19-21; 8:12; 9:5) Por sus actividades de testificación pública, los discípulos de
Jesús iluminan a la gente con relación a la condición pecaminosa de la
humanidad, el propósito de Dios de remover el pecado por medio de Jesucristo,
y su arreglo del Reino para bendecir con vida eterna a todos los que ejercen fe
en Jesús.—Juan 3:16, 36; Rom. 3:23, 24.
Pero el ser “la luz del mundo” envuelve más que eso. El apóstol Pablo escribe:
“Sigan andando como hijos de luz, porque el fruto de la luz consiste en toda
clase de bondad y justicia y verdad.” (Efe. 5:3-9) Los cristianos deben ser
ejemplos brillantes de conducta que concuerde con los principios bíblicos.
Respecto a sus discípulos como portadores de luz, Jesús declaró además: “No
se puede esconder una ciudad cuando está situada sobre una montaña. No se
enciende una lámpara y se pone debajo de la cesta de medir, sino sobre el
candelero, y alumbra a todos los que están en la casa.”—Mat. 5:14, 15.
Una ‘ciudad situada sobre una montaña’ se vería con facilidad, hasta desde
considerable distancia. De manera similar, a las personas que imitan a
Jesucristo se les reconoce fácilmente como un pueblo “celoso de obras
excelentes.” (Tito 2:14) Sus esfuerzos por manifestar cualidades de devoción
piadosa tales como las de moderación, castidad, diligencia en el trabajo, habla
sana y unidad familiar impresionan favorablemente a otras personas. (Tito 2:1-
12) Ellos también están resueltos a ‘no ser parte del mundo,’ no participar en su
política, ni en su guerrear y modo inmoral de vivir. (Juan 15:19; 17:14-16) A
veces esto hace que otros se mofen de los cristianos concienzudos y los
persigan.—Mat. 24:9; 1 Ped. 4:4.
Con buena razón, por lo tanto, Jesús añade que la gente pone una lámpara, “no
debajo de la cesta de medir [griego, modios, con capacidad de dos galones],”
sino “sobre el candelero,” donde puede iluminar una habitación entera. Los
seguidores de Jesús no deben permitir que la oposición del mundo los lleve a
esconderse o a mantener para sí las verdades que han llegado a conocer
acerca de Dios. Tampoco pueden ellos adoptar la práctica de conducta que no
concuerde con los principios bíblicos, porque, aun si las personas que hicieran
eso continuaran proclamando celosamente la verdad bíblica, sus acciones
arrojarían sombra sobre el valor de ésta.—2 Ped. 2:2.
Con referencia a una lámpara que brillara sobre un candelero, Jesús después
declaró: “Así mismo resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres,
para que vean sus obras excelentes y den gloria a su Padre que está en los
cielos.” (Mat. 5:16) ¡Qué poderosa razón para continuar ‘resplandeciendo como
iluminadores en el mundo’! (Fili. 2:15) Al observar las “obras excelentes” del
cristiano, las personas pueden percibir la excelencia del Dios de ellos. Con
frecuencia, esos observadores se sienten movidos a ‘dar gloria’ a Dios por
medio de llegar a ser sus adoradores también. Por eso, el apóstol Pedro dio
esta amonestación: “Mantengan excelente su conducta entre las naciones, para
que, en la cosa en que hablen contra ustedes como de malhechores, ellos,
como resultado de las obras excelentes de ustedes de las cuales ellos son
testigos oculares, glorifiquen a Dios en el día para la inspección por él.”—1 Ped.
2:12.
                       “No vine a destruir, sino a cumplir”
EN EL Sermón del Monte, Jesús expresó profundo amor y respeto a la Palabra
escrita de Dios. Dijo: “No piensen que vine a destruir la Ley o los Profetas [es
decir, las Escrituras Hebreas en conjunto]. No vine a destruir, sino a cumplir.”—
Mat. 5:17.
Tanto en palabra como en hechos Jesús mostró que era diferente de los
maestros religiosos judíos de su día. Él habló de un tiempo en el cual la gente
ya no adoraría a Dios en el templo de Jerusalén. (Juan 4:21) Comparó su
enseñanza a “vino nuevo” al que no podrían contener “odres viejos.” (Luc. 5:37)
Jesús también comía con “recaudadores de impuestos y pecadores” y
ejecutaba milagros de curación en el día sabático semanal. (Mar. 2:13-17; 3:1-
5) Este comportamiento no violaba ninguna ley de Dios; pero sí iba en
oposición a tradiciones judías que se consideraban de mayor importancia que
las Escrituras Hebreas. Los fariseos y los seguidores de Herodes, puesto que
veían a Jesús como transgresor de la ley de Dios, habían proyectado matarlo
aun antes de que él pronunciara su famoso Sermón del Monte.—Mar. 3:6.
Sin embargo, el Hijo de Dios aseguró a los que le escuchaban que él no había
venido “a destruir” la Ley. Ni desobedecía sus mandamientos ni declaraba que
parte alguna de ella no fuera obligatoria para los israelitas. En vez de eso,
Jesús vino “a cumplir” aquella legislación divina. Como persona sin pecado, la
guardó perfectamente, “hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento.”
(Fili. 2:8; Heb. 4:15; 1 Ped. 2:22) Su muerte de sacrificio también cumplió tipos
proféticos que habían sido suministrados por el sistema de sacrificios animales
de la Ley.—Dan. 9:26, 27; Heb. 10:1-9.
Jesús cumplió, no solo la letra de la Ley, sino también el espíritu que había
detrás de aquella Ley. Mientras que la Ley prohibía actos pecaminosos, Jesús
denunció las actitudes que mueven a tales actos. Por ejemplo, el asesinato y el
adulterio eran violaciones de la ley de Dios; pero Jesús mostró que el continuar
enojado con alguien y mirar a una mujer con lascivia son las disposiciones
mentales que llevan a tales transgresiones. (Mat. 5:21, 22, 27, 28; Sant. 1:13-
15) Además, el que Jesús sacrificara voluntariamente su vida humana para el
beneficio de la humanidad fue un despliegue superlativo de amor, a lo que la
Biblia llama “el cumplimiento de la ley.”—Rom. 13:8-10; compare con Juan
15:13.
Después, en su sermón, Jesús declaró: “En verdad les digo que antes pasarían
el cielo y la tierra que pasar de modo alguno una letra diminuta o una pizca de
una letra de la Ley sin que sucedan todas las cosas.”—Mat. 5:18.
Como se muestra en The Kingdom Interlinear Translation, Jesús aquí usó la
palabra “Amén,” que significa “en verdad,” “así sea.” En su posición de Hijo
ungido de Dios, el Mesías prometido, él ciertamente podía dar seguridad de que
las cosas que decía eran verdad.—Compare con 2 Corintios 1:20; Revelación
3:14.
El cumplimiento de la ley de Dios llegaría hasta la “letra diminuta o una pizca de
una letra.” En el alfabeto hebreo entonces corriente, la letra diminuta era yod ( ).
Ciertas letras hebreas llevaban un trazo diminuto, o ápice o “tilde.” Los escribas
y fariseos consideraban muy significantes, no solo las palabras y letras de la ley
de Dios, sino también estos trazos o ‘pizcas diminutas.’ Una leyenda rabínica
pone en boca de Dios estas palabras: “Salomón y miles como él pasarán, pero
no permitiré que una tilde tuya (de la Tora [el Pentateuco]) sea erradicada.”
Tan remota era la posibilidad de que dejara de cumplirse siquiera el detalle más
minúsculo de la ley de Dios que “antes pasarían el cielo y la tierra.” Esto era
equivalente a decir “nunca,” porque las Escrituras indican que los cielos y la
Tierra literales permanecerán para siempre.—Sal. 78:69; 119:90.
Jesús dio más énfasis a lo mucho que estimaba la ley de Dios al decir:
“Cualquiera, pues, que quiebre uno de estos mandamientos más pequeños y
enseñe así a la humanidad, será llamado ‘más pequeño’ con relación al reino
de los cielos. En cuanto a cualquiera que los haga y los enseñe, éste será
llamado ‘grande’ con relación al reino de los cielos.”—Mat. 5:19.
Uno pudiera ‘quebrar’ uno de los mandamientos por medio de desobedecerlo
voluntariosamente. O pudiera hacer lo que se consideraba como peor que eso,
a saber, enseñar a compañeros judíos que estaban sujetos a la Ley que
algunos de sus mandamientos no eran obligatorios. Mientras el pacto de la Ley
estaba en vigor, era una expresión de la voluntad de Dios para su pueblo. La
transgresión o el enseñar cosas contrarias a los mandamientos que algunos
quizás hubieran considerado hasta ‘más pequeños’ en importancia sería
apostasía contra Dios.—Compare con Santiago 2:10, 11.
La Ley se dio para llevar a los israelitas al Mesías, quien sería el gobernante
principal en el reino de Dios. (Gál. 3:24; Isa. 11:1-5; Dan. 7:13, 14) Por eso, en
lo que se refiere a entrar en el reino de Dios, a las personas que quebraran los
mandamientos de Dios se les ‘llamaría “más pequeñas.”’ No entrarían de
ninguna manera en el reino.—Mat. 21:43; Luc. 13:28.
Por otra parte, a los que observaran la ley mosaica en la medida de su
capacidad se les ‘llamaría “grandes” con relación al reino de los cielos.’ Serían
como las personas que aceptaron a Jesús como el Mesías y a quienes con el
tiempo se llamó a participar en la gobernación con él en el Reino. (Luc. 22:28-
30; Rom. 8:16, 17) Es interesante el hecho de que las Escrituras llaman
“grandes” a los miembros de la realeza.—Pro. 25:6; Luc. 1:32.
Jesús después hace una declaración que puede haber sorprendido a los que le
oían: “Les digo a ustedes que si su justicia no abunda más que la de los
escribas y los fariseos, de ningún modo entrarán en el reino de los cielos.”—
Mat. 5:20.
Los “escribas” del día de Jesús eran una clase de hombres especialmente
instruidos en la Ley. Aunque algunos de ellos quizás hayan pertenecido al
grupo de los saduceos, muchos escribas eran de la “secta” de los fariseos,
cuyas exigencias con referencia a limpieza ceremonial, el pago de diezmos y
otros deberes religiosos iban más allá de los requisitos mosaicos.—Hech. 15:5.
Aquellos líderes religiosos tenían un punto de vista estrecho y legalista acerca
de la obtención de la justicia. Creían que ésta venía solamente de hechos que
literalmente se conformaran a la letra de la ley. Según la tradición judía, cada
vez que un individuo observaba un mandamiento ganaba “mérito.” Se creía que
toda transgresión incurría en “deuda.” Se entendía que un exceso de méritos
hacía que la persona fuera “justa,” mientras que una gran abundancia de
deudas la hacía “inicua.”
Sin embargo, ese punto de vista legalista quedaba muy lejos de la norma de lo
correcto de Dios. (Rom. 10:2, 3) Se daba poca atención al desarrollo de
cualidades como el amor, la justicia, la mansedumbre, la bondad y la fidelidad.
Sin embargo, Dios considera a éstas más importantes que la observación literal
de preceptos legales. (Deu. 6:5; Lev. 19:18; Miq. 6:8) Con buena razón exclamó
Jesús: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque dan el décimo de
la hierbabuena y del eneldo y del comino, pero han desatendido los asuntos de
más peso de la Ley, a saber, la justicia y la misericordia y la fidelidad.”—Mat.
23:23; compare con Luc. 11:42.
La justicia cristiana tendría que ‘abundar más que la de los escribas y fariseos.’
Según Jesús, todos los que desean ser adoradores verdaderos de Dios tienen
que ‘adorar al Padre con espíritu y con verdad.’ (Juan 4:23, 24) Su adoración
tiene que ser, no simplemente actos externos de piedad en armonía con un
código legal, sino “con espíritu,” motivada de corazones que estén llenos de fe y
amor.—Mat. 22:37-40; Gál. 2:16.
Nota: El código antiguo de la ley judía conocido como la Mishnah declara:
“Mayor rigor aplica a [la observancia de] las palabras de los Escribas que a [la
observancia] de las palabras de la Ley [escrita].”—Tratado Sanhedrin, 11:3,
traducido al inglés por Herbert Danby.

                   La cólera prolongada puede ser mortífera
DESPUÉS de declarar que había venido, no a destruir, sino a cumplir la ley de
Dios, Jesús enlazó la cólera prolongada con el asesinato. Empezó con estas
palabras: “Oyeron que se dijo a los de la antigüedad: ‘No debes asesinar; pero
quienquiera que cometa un asesinato será responsable al tribunal de
justicia.’”—Mat. 5:21.
La frase “Oyeron que se dijo” puede referirse tanto a cosas que se declararon
en las Escrituras Hebreas inspiradas como a enseñanzas de la tradición judía.
(Mat. 5:21, 27, 33, 38, 43; Juan 12:34) Una ley que describía el asesinato como
ofensa capital ciertamente era conocida “a los de la antigüedad,” es decir, a
personas de generaciones anteriores a la del día de Jesús. De hecho, una ley
de esa índole puede hallarse allá en el tiempo de Noé.—Gén. 9:5, 6; Éxo.
20:13; 21:12; Lev. 24:17.
El ser “responsable al tribunal de justicia” significaba ser sentenciado por uno
de “los tribunales locales” (griego, synedria, “Sanedrines Menores”) ubicados
por toda la tierra de Palestina. (Mat. 10:17; Deu. 16:18) La tradición judía dice
que la cantidad de jueces en estos tribunales era de 23 en ciudades en las
cuales había una población de varones adultos de 120 o más. Se imponía la
pena de muerte a las personas convictas de asesinato. Sin embargo, en el
tiempo de Jesús los tribunales judíos tenían que buscar autorización de los
oficiales romanos para imponer la pena capital.—Juan 18:31.
Jesús señaló que Dios puede ver a alguien como merecedor de pena capital,
aunque esa persona realmente no hubiera cometido un asesinato. Hablando
con autoridad como quien había sido enviado directamente por Dios, Jesús
declaró: “Sin embargo, yo les digo que todo el que continúe airado con su
hermano será responsable al tribunal de justicia.”—Mat. 5:22a.
“Todo el que continúe airado con su hermano,” según Jesús, es tan culpable
delante de Dios como el que ha sido convicto de asesinato. Esto se debe a que
el permitir que la cólera arda dentro de uno es realmente odiar al prójimo de
uno, y “todo el que odia a su hermano es homicida.” (1 Juan 3:15) Aunque
puede ser que a veces algunos individuos tengan razón para encolerizarse o
indignarse, la ira prolongada contra el hermano o congénere de uno puede ser
mortífera a ambos.—Mar. 3:5; Efe. 4:26; Sant. 1:19, 20.
“Quienquiera que se dirija a su hermano con una palabra execrable de desdén,”
continuó Jesús, “será responsable al Tribunal Supremo.” (Mat. 5:22b) “Una
palabra execrable de desdén” vierte la palabra griega raca, que se deriva del
hebreo y significa “seso hueco,” “cabeza vacía,” “bobalicón.” ¿Cómo ve Dios a
la persona que, no solo abriga odio y cólera asesinos en su corazón, sino que lo
expresa con habla de desdén?
Según Jesús, esa persona lleva una medida de culpa comparable a la del que
ha sido convicto y sentenciado a muerte por el “Tribunal Supremo” judío. Ese
era el Sanedrín principal que estaba en Jerusalén, compuesto de “los
principales sacerdotes [los que tenían la superintendencia de las funciones
sacerdotales en el templo] con los ancianos y los escribas.” (Mar. 15:1) Este
cuerpo legislativo, que, según informes, constaba de 71 jueces, se encargaba
solo de casos de gravedad o complejidad excepcionales y oía las apelaciones
que venían de los tribunales inferiores.
Jesús entonces fue un paso más allá, y dijo: “Quienquiera que diga:
‘¡Despreciable necio!’ estará expuesto al Gehena ardiente.” (Mat. 5:22c) La
palabra griega que se vierte “despreciable necio” es moré. Un término hebreo
de sonido similar (moreh) significa “rebelde,” “dado a motines.” Mientras que
raca sugiere estupidez intelectual, moré designa al que está desprovisto de
valor moral, un apóstata y rebelde contra Dios. En sus Hebrew and Talmudical
Exercitations, (Ensayos hebreos y talmúdicos), John Lightfoot señala: “‘Raca’
denota ciertamente ‘displicencia, y liviandad de costumbres y vida:’ pero ‘necio’
juzga enconadamente acerca del estado espiritual y eterno, y decreta al hombre
a destrucción segura.”
Las personas que denunciaron de esa manera a su compañero estarían
‘expuestas al Gehena ardiente.’ Aquí Jesús se refiere al valle de Hinón (hebreo:
Gei Hinnom) cerca de Jerusalén, que llegó a ser un basurero donde
continuamente ardían fuegos para consumir la basura y los cuerpos muertos
que se arrojaban en él. Según un diccionario griego por Liddell y Scott, en aquel
valle “se quemaban los cadáveres de los peores malhechores.” Si los fuegos
del Gehena no consumían totalmente aquellos cadáveres, los gusanos y cresas
que se criaban allí terminaban aquel trabajo.—Isa. 66:24; Mar. 9:47, 48.
Jesús usó el Gehena como símbolo apropiado de la destrucción eterna. Puesto
que la persona que quisiera condenar a su compañero como “despreciable
necio” digno del Gehena estaría deseando la destrucción eterna para esa
persona, desde el punto de vista de Dios el que pronuncia tal condenación se
trae esa severa sentencia a sí mismo.—Compare con Deuteronomio 19:17-19.

                    “Primero haz las paces con tu hermano”
Después de advertir a los que le escuchaban acerca de lo mortífero de la cólera
prolongada, Jesús dirigió los pensamientos de ellos hacia arrancar de raíces las
causas de la cólera. Dijo: Si, pues, traes tu don al altar y allí te acuerdas de que
tu hermano tiene algo contra ti, deja tu don allí enfrente del altar, y vete; primero
haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu don.”—
Mat. 5:23, 24.
“Don” en este caso quería decir cualquier ofrenda sacrificatoria que alguien
presentara en el templo de Jehová. Los sacrificios animales eran de
considerable importancia, pues Dios mandó que se hicieran como parte de la
adoración verdadera. Pero para el que quizás recordara ‘que su hermano tenía
algo contra él,’ había un asunto de mayor importancia todavía. “Deja tu don allí
enfrente del altar, y vete,” dijo Jesús. “Primero haz las paces con tu hermano, y
luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu don.”
Esto no tendría que haber sido tan difícil como parece, puesto que el tiempo en
que se solía traer aquellos sacrificios era durante las tres fiestas de temporada
de la Pascua, el Pentecostés y las Cabañas. (Deu. 16:16, 17) Probablemente el
hermano ofendido estaría entre los peregrinos que acudían en grandes
cantidades a Jerusalén para estas fiestas.
Uno aquí pudiera recordar el requisito mosaico acerca de las ofrendas de culpa.
En casos de robo, pérdida o engaño con relación a propiedad, la ley de Dios
exigía que el culpable arrepentido restaurara la cantidad completa junto con un
20 por ciento adicional antes de presentar su ofrenda. (Lev. 6:1-7) Sin embargo,
Jesús no limitó sus comentarios a las ofrendas de culpa y transgresiones
específicas. Según el Hijo de Dios, cualquier ofrenda debería posponerse si uno
recordaba que su hermano tenía, con razón, algo contra uno... algo que su
conciencia le dijera que, incorrectamente, uno hubiera hecho o dejado de hacer
para con su hermano; o pudiera ser que uno percibiera, por la actitud de su
hermano para con uno, que había algún sentimiento de ofensa. En tal caso, la
ofrenda se debería dejar viva “allí enfrente del altar,” a saber, el altar de las
ofrendas quemadas en el patio o atrio de los sacerdotes en el templo.
Desde el punto de vista de Dios la relación de uno con sus congéneres es una
parte clara, importante, de la adoración verdadera. Los sacrificios animales,
hasta el punto de “miles de carneros,” no tenían significado para Dios si los que
los ofrecían no trataban debidamente a su congénere. (Miq. 6:6-8) “Porque el
que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a
quien no ha visto.”—1 Juan 4:20.
Además, Jesús instó a los que le escuchaban a evitar las demoras en rectificar
agravios, al decir: “Ocúpate en arreglar prestamente los asuntos con el que se
queja contra ti en juicio, mientras estas con él en camino hacia allá.”—Mat.
5:25a.
‘Mientras estaba con el que tenía la queja en camino al tribunal’ el ofensor
debería hacer esfuerzos vigorosos por resolver el asunto fuera del tribunal. Si el
ofensor admitiera su error, expresara dolor e indicara un deseo de hacer la
restitución debida, probablemente el que se quejaba se inclinaría a mostrar
misericordia, y quizás hasta concordaría en términos con los cuales el ofensor
pudiera cumplir sin indebida penalidad.
Dando una razón práctica para tal arreglo rápido de los asuntos, Jesús declaró:
“No sea que el querellante te entregue al juez, y el juez al servidor del tribunal, y
seas echado en prisión.”—Mat. 5:25b.
Una vez que el caso llegaba al tribunal, si se probaba que el acusado era
culpable y no podía pagar su deuda, el juez pudiera entregarlo a un “servidor
del tribunal.” Este oficial, a su vez, metería en prisión al culpable. ¿Por cuánto
tiempo?
“Te digo en verdad,” declaró Jesús: “De seguro que no saldrás de allí hasta que
hayas pagado la última moneda de ínfimo valor.” (Mat. 5:26) Según el texto
griego de Mateo, el aprisionamiento continuaría hasta que se pagara el último
kodrantes, “cuadrante,” una moneda que valía la sexagésima cuarta parte del
salario que se acostumbraba pagar por día a los que trabajaban en la
agricultura. A menos que alguien viniera y pagara la deuda del prisionero, éste
pudiera permanecer en la cárcel por largo tiempo.
La adoración aceptable tiene que incluir el tratar debidamente al congénere de
uno. El apóstol Pablo aconseja a compañeros de creencia: “Hagan que esto
sea la decisión suya: el no poner delante de un hermano tropiezo ni causa para
dar un traspié.” (Rom. 14:13) Si surgiera tal causa de tropiezo, el cristiano
debería recordar las palabras de Jesús y ‘ocuparse en arreglar prestamente los
asuntos.’ (Mat. 5:25) “Porque en bondad amorosa me he deleitado,” dice
Jehová, “y no en sacrificio.”—Ose. 6:6.

Notas: Josefo declara que los tribunales locales solo tenían siete jueces, pero
cada juez tenía dos levitas como ayudantes.—Antiquities of the Jews, Libro IV.
capítulo VIII, sección 14.
El Theological Dictionary of the New Testament (Diccionario teológico del nuevo
testamento) dice lo siguiente acerca del Sanedrín principal de Jerusalén: “A la
cabeza de este cuerpo, que se reunía en la boule [cámara del concilio] . . .
estaba el sumo sacerdote. Él era el líder del pueblo judío; solamente él podía
presidir en el Sanedrín. Alrededor de él estaban los archiereis [sacerdotes
principales], la aristocracia sacerdotal, simpatizantes de los Saduceos. Por
virtud de su oficio los sacerdotes principales del templo tenían asiento y voz en
el Sanedrín y formaban una facción sólida. Los ancianos eran el segundo
grupo. Es verdad que originalmente a todos los miembros de la gerousia
[asamblea de hombres de más edad] se les llamaba ancianos. Gradualmente,
sin embargo, este término adquirió un sentido más restringido, de modo que
solo a líderes de las familias legas influyentes de Jerusalén se les llamaba
presbyteroi [ancianos]. Sin excepción, estos patricios eran, también, saduceos
por creencia. Los fariseos se las arreglaron para entrar en el Alto Consejo en
los días de la reina Alejandra [76-67 a. de la E.C.]. Desde entonces en adelante
el poder y la influencia de los grammateis [escribas] aumentó continuamente en
el Sanedrín. En el período romano los archiereis [sacerdotes principales]
todavía eran primeros en rango, pero de hecho no se podían tomar ni ejecutar
decisiones sin que concordaran en ellas los escribas farisaicos.”

                       Evitando el adulterio y el divorcio
DESPUÉS de considerar lo mortífero de la cólera prolongada, Jesús dirigió su
atención al séptimo de los Diez Mandamientos, y dijo: “Oyeron ustedes que se
dijo: ‘No debes cometer adulterio.’”—Mat. 5:27; Éxo. 20:14; Deu. 5:18.
Bajo la ley de Dios la pena que se imponía por el adulterio era grave... muerte
para las dos partes culpables. Esto aplicaba hasta a una mujer comprometida
que tuviera relaciones con un hombre que no fuera su prometido.—Deu. 22:22-
24.
Sin embargo, los comentarios de Jesús fueron más allá de solo prohibir el acto
de adulterio. “Yo les digo,” declaró él, “que todo el que [es decir, todo casado
que] sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha
cometido adulterio con ella en su corazón.” (Mat. 5:28) En otra ocasión,
también, Jesús relacionó el adulterio con los deseos inmorales del corazón de
la persona: “De dentro, del corazón de los hombres,” dijo él, “proceden
razonamientos perjudiciales: . . . adulterios.” (Mar. 7:21, 22) Esto se puede ver
por la experiencia de David, quien miró a la esposa de otro hombre y fue
afectado emocionalmente por esto, lo cual lo condujo a la comisión de
adulterio.—2 Sam. 11:2-4.
Jesús no está hablando aquí acerca de algún pensamiento inmoral que le
venga a veces a alguien y que sea despedido de la mente con rapidez por esa
persona. Más bien, está considerando la situación en que un hombre “sigue
mirando” a una mujer y cultiva un deseo lascivo por ella. Dios, quien “ve lo que
es el corazón,” sabe que un hombre casado que tiene el deseo pleno de
cometer adulterio lo hace si se le presenta la oportunidad. (1 Sam. 16:7) Dios
ve el acto como cometido ya “en su corazón,” el centro o asiento de los afectos,
deseos y la motivación.
¿Cómo puede protegerse un individuo de cometer adulterio? Usando lenguaje
ilustrativo, Jesús declaró: “Ahora bien, si ese ojo derecho tuyo te está haciendo
tropezar, arráncalo y échalo de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus
miembros se pierda y no que todo tu cuerpo sea arrojado al Gehena. También,
si tu mano derecha te está haciendo tropezar, córtala y échala de ti. Porque
más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu
cuerpo vaya a parar en el Gehena.”—Mat. 5:29, 30.
Las Escrituras se refieren al proceder justo como ‘andar con Dios.’ (Gén. 5:22;
6:9) ¿Qué hay si el “ojo derecho” (que aquí representa la facultad de
concentración visual de uno) o la “mano derecha” (que significa lo que uno
hace, como con las manos de uno) fuera a hacer que uno ‘tropezara,’ es decir,
cayera de la senda de la obediencia a Dios? En ese caso, uno tiene que tomar
acción similar a la de arrancarse el ojo o cortarse la mano. ¿Cómo?
Puesto que el ojo es un importante canal de comunicación a la mente, que
influye vigorosamente en las emociones y acciones, uno tiene que restringir sus
ojos de concentrarse en vistas impropias. (Pro. 4:25; Luc. 11:34) Job expresó el
punto de vista apropiado cuando declaró: “Un pacto he celebrado con mis ojos.
Por eso ¿cómo pudiera yo mostrarme atento a una virgen?”—Job 31:1.
De manera similar, es necesario estar alerta para que lo que uno hace con sus
manos u otros miembros corporales no viole las normas de moralidad de la
Biblia. A este respecto, el apóstol Pablo escribe: “Amortigüen, por lo tanto, los
miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en lo que toca a fornicación,
inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia.”—Col. 3:5.
Es común entre la gente el que un individuo esté dispuesto a perder
literalmente una extremidad con el fin de conservarse la vida. Más vital todavía
es, según Jesús, el figurativamente ‘echar’ de uno ojos y manos para evitar el
pensamiento y las acciones inmorales, porque solo de este modo pueden las
personas escapar la destrucción eterna simbolizada por el Gehena ardiente, “el
montón de basura” cerca de Jerusalén que ardía de día y de noche para
consumir su sucio contenido.—Mat. 5:29, 30, J. B. Phillips.
“Además se dijo,” continuó Jesús: “‘Cualquiera que se divorcie de su esposa,
déle un certificado de divorcio.’” (Mat. 5:31) La ley de Dios por medio de Moisés
le permitía al hombre divorciarse de su esposa si ‘no hallara favor a sus ojos
por haber hallado él algo indecente de parte de ella.’ (Deu. 24:1-4) “Algo
indecente” evidentemente significaba algo que no era adulterio, porque, como
ya se ha señalado, por ese crimen se imponía la pena de muerte bajo la ley
mosaica. Sin embargo, puesto que Dios ‘odiaba un divorciarse,’ es razonable
que las razones válidas para el divorcio tengan que haber sido serias, como la
de que una esposa mostrara crasa falta de respeto a su esposo o causara
vergüenza a la casa.—Mal. 2:16.

Pero hasta en esos casos serios las Escrituras ni mandaban ni estimulaban el
divorcio. Como factor disuasivo con relación a un apresuramiento para disolver
matrimonios, Dios decretó que el esposo que se divorciara de su esposa tenía
que darle un “certificado de divorcio.” Se exigía tiempo para preparar esto y
ponerlo en vigor legalmente. Aquello pudiera haber envuelto consultas con
individuos debidamente autorizados que primero tratarían de efectuar una
reconciliación.
Sin embargo, a medida que pasó el tiempo los esposos judíos empezaron a
‘tratar traidoramente’ con sus esposas por medio de divorciarse de ellas por
toda suerte de razones de poca importancia. (Mal. 2:13-16) En el día de Jesús
una opinión rabínica común sostenía que el hombre podía divorciarse de su
esposa “hasta si ella le echaba a perder un plato.” Según el comentario alemán
sobre la Biblia escrito por Strack y Billerbeck, muchas declaraciones que se
encuentran en escritos judíos antiguos muestran que “entre el pueblo judío del
período de La Mishna [que abarcaba el día de Jesús] no había matrimonio que
un hombre no pudiera disolver brevemente, de manera completamente legal,
por medio de entregar un certificado de divorcio.” Por eso, no debe sorprender
que los fariseos le preguntaran a Jesús si el divorcio era lícito “por toda suerte
de motivo.”—Mat. 19:3.
¿Cómo veía Jesús el divorcio? “Yo les digo,” continuó, “que todo el que se
divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, la expone al
adulterio, y cualquiera que se case con una divorciada comete adulterio.” (Mat.
5:32) Con plena autoridad como el Mesías e Hijo de Dios, Jesús mostró que su
Padre no se complacía en que los hombres se divorciaran de sus esposas ni
siquiera por lo “algo indecente” que se declaró en la Escritura. (Compare con
Mateo 19:8.) Más bien, el hombre que se divorciara de su esposa por razones
que no fueran la inmoralidad sexual de ella la expondría al adulterio si ella
tuviera ayuntamiento sexual con otro hombre, puesto que a los ojos de Dios el
matrimonio permanecería intacto. Jesús añadió que “cualquiera que se case
con una divorciada,” es decir, una de quien alguien se hubiera divorciado por
una razón que no fuera la inmoralidad sexual, “comete adulterio.”
Estas palabras de Jesús ciertamente son provechosas. El que él establezca la
inmoralidad sexual como la única base para el divorcio restringe de separarse
por muchísimas otras razones a las parejas que desean agradar a Dios. Y el
hecho de que él condene el pensamiento inmoral que conduce al adulterio sirve
para reducir todavía más los casos de desintegración del matrimonio. Para los
que escuchan su amonestación, el Sermón del Monte es una poderosa ayuda
para evitar el adulterio y el divorcio.

                         “No juren de ninguna manera”
DESPUÉS de considerar el adulterio y el divorcio, Jesús dirigió su Sermón del
Monte al tema de las declaraciones juradas. Dijo: “Otra vez oyeron ustedes que
se dijo a los de la antigüedad: ‘No debes jurar y no cumplir, sino que tienes que
pagar tus votos a Jehová.’”—Mat. 5:33.
Los judíos que oían a Jesús sabían que, por lo que decía la ley mosaica, sus
antepasados habían oído mucho acerca de hacer declaraciones juradas. A
veces, el jurar era obligatorio. (Éxo. 22:10, 11; Núm. 5:21, 22) Repetidamente la
Palabra de Dios da énfasis a la importancia de cumplir los votos hechos.—Núm.
30:2, 3; Deu. 23:21-23; Ecl. 5:4, 5.
“Sin embargo, yo les digo,” continuó Jesús: “No juren de ninguna manera, ni por
el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el escabel de sus
pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza debes
jurar, porque no puedes volver blanco o negro un solo cabello.”—Mat. 5:34-36.
¿Era la intención de Jesús abolir todos los juramentos y votos? No, porque la
ley de Dios que mandaba jurar en ciertas ocasiones todavía estaba en vigor.
(Gál. 4:4) Cuando estuvo siendo sometido a juicio delante del sumo sacerdote,
Jesús mismo no objetó a que se le pusiera bajo juramento. (Mat. 26:63, 64)
Cuando Jesús dijo que la gente ‘no debe jurar de ninguna manera,’ se estaba
refiriendo a un deterioro y perversión del hacer juramentos. ¿Por qué?
Las declaraciones juradas que se mencionan favorablemente en la Biblia
siempre tenían que ver con asuntos de gran importancia, como decisiones que
tenían que ver con la adoración verdadera, el hacer pactos y testificar en
audiencias judiciales. (Gén. 24:2-4, 9; 31:44, 50, 53; Éxo. 22:10, 11) Sin
embargo, con el transcurso del tiempo los judíos llegaron a acostumbrarse a
hacer votos respecto a una amplia variedad de asuntos cotidianos. Por ejemplo,
escritos rabínicos antiguos mencionan el hecho de que algunos individuos
hacían el voto de no dormir, no hablar, no andar y no tener relaciones sexuales
con sus esposas. Se hacían muchos votos por medio del uso de la palabra
“corbán,” que significaba “un don dedicado a Dios.” Se creía que por pronunciar
esta palabra la gente podía declarar ciertas cosas tan prohibidas para ella
misma u otras personas como los sacrificios del templo. Respecto a esto, Jesús
dijo a los fariseos:
“Diestramente ponen ustedes a un lado el mandamiento de Dios para retener
su tradición. Por ejemplo, Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre,’ y: ‘El que
injurie a padre o a madre termine en muerte.’ Pero ustedes dicen: ‘Si un hombre
le dice a su padre o a su madre: “Todo lo que tengo por lo cual pudieras sacar
provecho de mí es corbán, (es decir, un don dedicado a Dios,)”’... ya no lo dejan
hacer ni una sola cosa por su padre o su madre, y así invalidan la palabra de
Dios por la tradición suya que ustedes transmitieron.”—Mar. 7:9-13.
También se había corrompido el método de hacer votos. En vez de seguir los
ejemplos bíblicos de hacer declaraciones juradas en el nombre de Dios, se hizo
popular el jurar “por el cielo,” “por la tierra,” “por Jerusalén” y hasta por la
“cabeza” (o vida) de otro ser humano. (Deu. 6:13; Dan. 12:7) Entre las
autoridades judías había controversia en cuanto a la validez de muchos votos
que se hacían en el nombre de estas cosas creadas. Está claro que ciertas
personas pensaban que podían retirar las declaraciones juradas con
impunidad.—Compare con Mateo 23:16-22.
Sin embargo, Jesús mostró que, puesto que el cielo era “el trono de Dios,” la
tierra “el escabel de sus pies” y Jerusalén “la ciudad del gran Rey,” el jurar por
estas cosas era lo mismo que jurar en el nombre de Dios. (Isa. 66:1; Sal. 48:2)
De manera similar, el hacer un voto por la “cabeza,” o vida, de alguien era lo
mismo que hacer el voto en el nombre de Dios, puesto que él es el Autor y
Sustentador de la vida; y ningún ser humano controla su vida hasta el grado de
“volver blanco o negro un solo cabello.”—Sal. 36:9.
Después de desanimar el hacer juramentos promiscuamente, Jesús añadió:
“Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No; porque lo que está en
exceso de esto proviene del inicuo.”—Mat. 5:37.
El hacer juramentos con frecuencia para añadir credibilidad a lo que se decía se
hizo popular debido a lo mucho que se mentía y engañaba. Sin embargo, Jesús
mostró que en la vida cotidiana un simple Sí o No debería ser completamente
digno de confianza y no necesitar que se le reforzara adicionalmente con
declaraciones juradas. Las personas que se ven obligadas a ir “en exceso” de
esto por medio de estar continuamente ‘jurando’ lo que dicen, revelan que
fundamentalmente no son dignas de confianza. Manifiestan el espíritu del
“inicuo,” Satanás el Diablo, a quien la Biblia llama “el padre de la mentira.”—
Juan 8:44; Sant. 5:12.
“Siempre que le hagas un voto a Dios, no titubees en pagarlo, porque no hay
deleite en los estúpidos. Lo que prometes en voto, págalo. Mejor es que no
hagas voto que el que hagas voto y no pagues.”—Ecl. 5:4, 5.

Nota: En realidad, tal hombre estaría diciendo a sus padres: ‘En cuanto a
ustedes, mi propiedad es “corbán,” un don dedicado a Dios, y ustedes no
pueden usarla ni beneficiarse de ella de ninguna manera.’ Al decir la palabra
“corbán,” la persona no necesariamente dedicaba su propiedad a Dios. Por lo
general la palabra significaba que la persona simplemente estaba haciéndola
como un don dedicado a Dios, de modo que la persona o personas a quienes él
hablaba no la usaran. En Life and Times of Jesus the Messiah (La vida y
tiempos de Jesús el Mesías), Alfred Edersheim escribe: “No se puede negar
que aquellos votos, con relación a los padres, tendrían poder de obligar, y que
en realidad se hacían.”

                         “No resistan al que es inicuo”
DESPUÉS de considerar los juramentos y votos en su Sermón del Monte,
Jesús habló acerca de cómo tratar con las personas que quizás causen daño y
ofensa a otras. Empezó por medio de señalar a algo que los que le oían habían
aprendido de la ley mosaica: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente
por diente.’”—Mat. 5:38; compare con Éxodo 21:23-25; Levítico 24:19-21.
Hay quienes han criticado esta ley, diciendo que era dura. Sin embargo, esta
ley no hacía lícita la venganza personal como lo hace la notoria “vendetta” o
venganza de tiempos más cercanos a nosotros, porque las mismas Escrituras
Hebreas también declaran: “No digas: ‘Tal como me hizo a mí, así voy a hacerle
a él. Le pagaré a cada uno según su obrar.’” (Pro. 24:29) La ley de “ojo por ojo
y diente por diente” había de administrarse después que los individuos hubieran
sido sometidos a juicio “delante de Jehová, delante de los sacerdotes y los
jueces que estén en funciones en aquellos días.”—Deu. 19:15-21.
“Sin embargo, yo les digo,” continuó Jesús: “No resistan al que es inicuo.” (Mat.
5:39a) ¿Cómo debe entenderse esto? Jesús ayudó a los que le escuchaban por
medio de darles cuatro ilustraciones que les ayudarían a tratar debidamente
con el “que es inicuo,” es decir, la persona que les hiciera daño de alguna
manera.

1—Insulto o daño personal

Jesús primero explicó qué hacer cuando los que le escuchaban sufrieran insulto
o daño: “Al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la
otra.”—Mat. 5:39b.
Esto no significa que la persona a quien se abofeteara o golpeara debería ‘pedir
más’ por medio de rehusar defenderse. Jesús, cuando se le abofeteó en la cara
durante su juicio injusto delante del sumo sacerdote, objetó a aquel maltrato,
diciendo: “Si hablé mal, da testimonio respecto al mal; mas si bien, ¿por qué me
pegas?”—Juan 18:22, 23; compare con Hech. 23:3.
La referencia de Jesús a un abofetear “en la mejilla derecha” recordaría a los
que le oían, no tanto un golpe que causara dolor, como uno que insultara y
avergonzara. El comentario sobre Mateo por W. F. Albright y C. S. Mann
declara: “Jesús aquí habla de lo que todavía es realidad en el Cercano
Oriente... pues el más insultante de todos los golpes físicos es el de herir la
mejilla derecha con el revés de la mano.” La tradición judía fijaba la multa por
abofetear insultantemente con el revés de la mano en 400 zuz (igual a 400
denarios), lo cual era una cantidad que pasaba del salario de un año para un
obrero agrícola.
El relato del evangelio de Lucas, escrito principalmente para personas no
judías, da a las palabras de Jesús expresión más general: “Al que te hiera en
una mejilla, ofrécele también la otra.” (Luc. 6:29a) Esto no aplica simplemente a
un abofetear insultante, sino más bien a golpes dados con violencia. Fuera en
un caso o en el otro, el consejo de Jesús era ‘volver la otra mejilla.’ Él deseaba
que sus seguidores estuvieran dispuestos a aguantar insulto y daño personales
sin recurrir a la represalia. De esta manera podrían imitar a Jesús mismo, de
quien el apóstol Pedro escribe: “Cuando lo estaban injuriando, no se puso a
injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que
siguió encomendándose al que juzga con justicia.”—1 Ped. 2:23; compare con
Isaías 50:6.

2—Cuando alguien “quiere ir al tribunal”

Después, Jesús considera la manera en que debe responder uno cuando
alguien trata de privarlo de algo por medio de un procedimiento legal: “Y si
alguna persona quiere ir al tribunal contigo y hacerse dueño de tu prenda
interior de vestir, deja que se lleve también tu prenda exterior de vestir.”—Mat.
5:40.
En la antigüedad, la gente acostumbraba pedir una prenda de vestir como
fianza que garantizara el pago de una deuda. (Job 22:6) Si el deudor no podía
pagar, un tribunal podía otorgar aquella prenda de vestir al acreedor. (Pro.
13:13; 27:13) Sin embargo, la ley de Dios declaraba que un “manto” (prenda de
vestir exterior) que se diera como fianza no podía ser retenido durante toda una
noche, puesto que pudiera ser que el deudor lo necesitara para cubrirse al
dormir.—Éxo. 22:26, 27; Deu. 24:12, 13.
Jesús aconsejó a sus seguidores que cedieran espontáneamente la “prenda
interior” que un adversario jurídico quisiera obtener; y deberían hacer esto
sencillamente “si alguna persona quiere ir al tribunal,” antes de que de hecho
comenzaran los procedimientos de tribunal. Además, podían ir al doble de lo
exigido al dejar ‘que se lleve también la prenda exterior de vestir,’ aunque la ley
de Dios no exigía tal cosa.
En armonía con este consejo, el apóstol Pablo escribió a los cristianos de
Corinto: “En verdad, pues, significa del todo derrota para ustedes el que estén
teniendo litigios unos con otros. ¿Por qué no dejan más bien que les hagan
injusticias? ¿Por qué no dejan más bien que los defrauden?” (1 Cor. 6:7) Sí,
deberían haber estado dispuestos a sufrir pérdida personal en vez de ver la
reputación de la congregación perjudicada públicamente por alguna
controversia ante un tribunal.
El relato de Lucas acerca de las palabras de Jesús permite la aplicación de
éstas hasta en casos que no tengan que ver con procedimientos de tribunal: “Al
que te quite tu prenda exterior de vestir, no le retengas siquiera la prenda
interior de vestir.” (Luc. 6:29b) Es posible que Lucas haya estado pensando en
personas a quienes atacaran en la carretera unos asaltadores que quisieran
robarles sus prendas exteriores de vestir. En vez de pelear contra tal
confiscación de ropa que quizás fuera costosa, mejor sería que los discípulos
de Jesús llegaran hasta más allá de lo que se exigía y cedieran ‘hasta la prenda
interior de vestir.’ Esto pudiera salvarles la vida cuando estuvieran encarándose
a criminales peligrosos, o pudiera tener otros efectos beneficiosos.—Pro. 15:1;
Mat. 5:16.
Sin embargo, el Hijo de Dios no quiso decir que siempre la gente debería
rehusar envolverse en un litigio o que de otras maneras deberían dejar que
personas inicuas las redujeran a un estado de pobreza. Notamos que el apóstol
Pablo no entendió que Jesús quisiera decir eso, porque Pablo compareció
delante de funcionarios romanos en los esfuerzos que hizo por ‘defender y
establecer legalmente las buenas nuevas.’ (Fili. 1:7; compare con Hech. 25:8-
12.) Los cristianos pueden emprender acción legal contra hombres mundanos o
autoridades mundanas para reclamar lo que en derecho les pertenezca. Sin
embargo, al hacer eso no obrarían beligerantemente, sino, más bien,
apaciblemente. Pero en la vida cotidiana los cristianos deben desarrollar una
disposición de ceder.—Rom. 12:17-19.

3—Servicio obligatorio a un agente del gobierno seglar

Después, Jesús declaró: “Y si alguien bajo autoridad te obliga a una milla de
servicio, ve con él dos millas.”—Mat. 5:41.
La expresión ‘te obliga a servir’ es una traducción de la palabra griega
angareuo, que se adoptó del lenguaje persa. Originalmente, este término tenía
que ver con la actividad de los correos o mensajeros públicos autorizados por el
rey de Persia. Los correos tenían autoridad para obligar a rendir servicio a
hombres, caballos, barcos y cualquier otra cosa que pudiera apresurar el
negocio oficial. (Compare con Ester 3:13, 15; 8:10, 14.) Los romanos adoptaron
este sistema. Durante el ministerio terrestre de Jesús, los funcionarios
gubernamentales podían obligar a los judíos a llevar cargas o hacer trabajo
forzado de otra índole. (Mat. 27:32; Mar. 15:21) Para los judíos, este servicio
obligado a gentiles era algo que les disgustaba intensamente. Pero Jesús dio a
los que le escuchaban la advertencia de ejecutarlo alegremente. De hecho, si
se les obligaba a ir la distancia de una milla romana (aproximadamente 1,5
kilómetros), deberían ofrecerse voluntariamente para ir el doble de esa
distancia.

4—Al solicitarse ayuda material

Siguiendo, Jesús aconsejó mostrar generosidad al dar ayuda material: “Da al
que te pida, y no le vuelvas la espalda al que quiera pedirte prestado sin
interés.”—Mat. 5:42.
Los que escuchaban a Jesús recordarían que la ley de Dios les prohibía a los
israelitas pedir interés en los préstamos que hicieran a sus compañeros judíos.
(Éxo. 22:25; Lev. 25:37; Deu. 23:20) Además, aquella ley también decretaba:
“No debes endurecer tu corazón ni ser como un puño con tu hermano pobre.
Porque debes abrirle tu mano generosamente y sin falta prestarle sobre fianzas
cuanto necesite, de lo que esté necesitado.” (Deu. 15:7, 8) Como el Mesías y
“cumplidor” de la ley de Dios, Jesús fue hasta más allá al recomendar el espíritu
del dar generoso.—Mat. 5:17; Hech. 20:35.
Ciertamente el consejo de Jesús aquí es de gran valor. Las personas que optan
por desprenderse del orgullo personal y hasta de cosas valiosas más bien que
pelear por retenerlas, las que ejecutan asignaciones desagradables sin
quejarse y que alegremente dan de lo que tienen para ayudar a otros que se
encuentran en necesidad inmediata son tanto agradables a su congénere como
amadas por Dios.—2 Cor. 9:7.
‘Sea perfecto’: Ame a sus enemigos
DESPUÉS de declarar que los que le escuchaban ‘no deberían resistir al que
es inicuo,’ Jesús añadió: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Tienes que amar a tu
prójimo y odiar a tu enemigo.’”—Mat. 5:39, 43.
Los que estaban presentes en la ocasión del Sermón del Monte eran judíos que
habían ‘oído’ el mandato de Dios: “No debes tomar venganza ni tener inquina
contra los hijos de tu pueblo; y tienes que amar a tu prójimo como a ti
mismo.”—Lev. 19:18.
Sin embargo, los líderes religiosos de Israel daban énfasis al hecho de que las
expresiones “los hijos de tu pueblo” y “tu prójimo” se referían solo a los judíos.
También daban énfasis al hecho de que otros mandatos de la ley de Dios
exigían que los israelitas permanecieran separados de otros pueblos. (Deu. 7:1-
4) Aunque esto se refería a lo separado de Israel como nación respecto a otros
grupos nacionales, con el tiempo surgió el punto de vista de que todos los no
judíos eran ‘enemigos,’ que habían de ser odiados como individuos. Un ejemplo
de esta actitud se puede ver por la siguiente declaración de La Mishna:
“No se dejará ganado en los mesones de los gentiles, puesto que se sospecha
que cometen bestialidad; ni quedará una mujer a solas con ellos, puesto que
están bajo sospecha de lascivia; ni quedará un hombre a solas con ellos,
puesto que están bajo sospecha de derramar sangre. La hija de un israelita no
ayudará a una mujer gentil a dar a luz, puesto que estaría ayudando a dar a luz
una criatura para la idolatría, pero una gentil puede ayudar a la hija de un
israelita. La hija de un israelita no amamantará a la criatura de una gentil, pero
una gentil puede amamantar a la criatura de la hija de un israelita dentro del
dominio de éste.”—Tratado Abodah Zarah (“Idolatría”) 2:1.
“Sin embargo, yo les digo,” declaró Jesús haciendo un contraste refrescante:
“Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen.” (Mat.
5:44) Aquí vemos más evidencia de que el Hijo de Dios vino, ‘no a destruir, sino
a cumplir’ la Ley escrita de Dios, porque aquella Ley mandaba tratamiento
considerado, bondadoso, para los extranjeros.—Mat. 5:17; Éxo. 22:21; 23:4, 5;
Lev. 19:33, 34; Deu. 10:19.
Pero Jesús no tenía la intención de limitar este principio a enemigos gentiles de
Israel. Deseaba que sus seguidores obraran amorosamente para con toda
persona que les mostrara hostilidad. Escribiendo especialmente para los no
judíos, Lucas registra de la siguiente manera las palabras de Jesús: “Mas les
digo a ustedes que escuchan: Continúen amando a sus enemigos, haciendo
bien a los que los odian, bendiciendo a los que los maldicen, orando por los que
los insultan.”—Luc. 6:27, 28.
Según Jesús, los que estaban ‘escuchando,’ es decir, realmente tomando en
serio sus dichos, tenían que hacer frente a un aspecto triple del odio con una
correspondiente expresión triple de amor: (1) ‘Hacer bien a los que los odian,’
por medio de responder a los sentimientos de animosidad del enemigo con
obras bondadosas. (2) Si el odio estalla en insulto verbal, ‘bendecir a los que
los maldicen.’ En vez de devolver maldición por maldición, los seguidores de
Jesús deben hablar con bondad y consideración a los que se les oponen. (3) Si
la enemistad se extiende hasta más allá del abuso verbal y efectivamente es
‘persecución’ de los discípulos de Cristo por medio de violencia física u otro
tratamiento ‘insultante,’ deben ‘orar por’ los perseguidores, y suplicar
amorosamente a Dios que los opositores cambien de opinión y entren en el
favor de Dios.—Compare con Romanos 12:14-21; 1 Corintios 4:12; 1 Pedro 3:8,
9.
Jesús entonces dio una poderosa razón para mostrar amor a los enemigos de
uno: “Para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos.” (Mat.
5:45a) Para el beneficio de sus lectores gentiles, Lucas reemplaza la frase: “su
Padre que está en los cielos,” con “el Altísimo.”—Luc. 6:35a.
Las personas que prestan atención al consejo de Jesús llegan a ser “hijos” de
Dios en el sentido de que lo imitan por medio de reflejar su benevolencia
imparcial para con amigo y enemigo igualmente. (Compare con Mateo 5:9;
Efesios 4:31-5:2; 1 Juan 3:9-12.) Dios da el ejemplo perfecto porque “hace salir
su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” (Mat. 5:45b);
“es bondadoso para con los ingratos e inicuos.”—Luc. 6:35b.
Para dar énfasis a lo importante que sería el que sus oyentes ‘continuaran
amando a sus enemigos,’ Jesús añadió: “Porque si aman a los que los aman,
¿qué galardón tienen? ¿No hacen también la misma cosa los recaudadores de
impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué cosa extraordinaria
hacen? ¿No hace la misma cosa también la gente de las naciones?”—Mat.
5:46, 47.
Las personas que desean imitar a Dios no deben limitar sus expresiones de
amor a individuos que pagan de la misma manera. Esto no merecería ningún
“galardón” o favor especial ante Dios. Hasta los “recaudadores de impuestos”
estaban acostumbrados a desplegar amor a los que los amaban, aunque los
judíos consideraban a éstos como personas que estaban entre la gente más
despreciable.—Luc. 5:30; 7:34.
El saludo común entre los israelitas incluía la palabra shalom (“paz”), que daba
a entender un deseo de que la persona a quien se saludaba tuviera salud,
bienestar y prosperidad. El limitar tal saludo a personas a las que se
consideraba “hermanos” no sería “cosa extraordinaria,” porque algo similar
podía observarse entre “gente de las naciones,” a quienes los judíos
consideraban impíos, inmundos y personas a las cuales evitar.
El evangelio de Lucas, escrito con consideración para los que no eran judíos,
reemplaza las expresiones “recaudadores de impuestos” y “gente de las
naciones” (que en este contexto solo tendrían significado para judíos) con el
término más general “pecadores.” Leemos: “Y si ustedes aman a los que los
aman, ¿de qué mérito les es a ustedes? Porque hasta los pecadores aman a
los que los aman a ellos. Y si hacen bien a los que les hacen bien, realmente,
¿de qué mérito les es a ustedes? Hasta los pecadores hacen lo mismo.
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Recopilatorio: El sermon del monte

  • 1. El sermón del Monte (Serie de Artículos de La Atalaya del 15 de Jun 78 a 1 Jun de 79 y otros) otros) información: Fuente de información: Publicaciones Watchtower (Compilado por Ángel PINILLA)
  • 2. *** ct cap. 9 pág. 152 *** El líder hindú M.Gandhi dijo que cuando sigamos las enseñanzas de este sermón “habremos resuelto los problemas [...] del mundo entero”. El afamado antropólogo Ashley Montagu escribió que los hallazgos modernos sobre la importancia psicológica del amor son “una confirmación” del mencionado sermón. Gandhi también dijo que “la enseñanza del Sermón es aplicable a todos los seres humanos”. El profesor Hans Dieter Betz observó hace poco: “La influencia del Sermón del Monte por lo general trasciende con mucho los límites del judaísmo y del cristianismo, o hasta de la cultura occidental”. Añadió que este sermón tiene “un atractivo excepcionalmente universal”. *** cf cap. 5 pág. 46 y 120 párr. 6*** El Sermón del Monte consta de 107 versículos en el relato que se halla en el Evangelio de Mateo (Mateo 5:3–7:27).Se calcula que dicho sermón contiene más de cincuenta figuras retóricas. Si lo leemos en voz alta, tardamos unos veinte minutos, lo que implica leer una figura cada veinte segundos como promedio Se halla en los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo y en Lucas 6:20-49. Estas son algunas de las cuestiones principales que se tratan en este gran sermón: Cómo ser feliz: Mateo 5:3-12; Lucas 6:20-23. Cómo conservar la autoestima: Mateo 5:14-16, 37; 6:2-4, 16-18; Lucas 6:43-45. Cómo mejorar las relaciones interpersonales: Mateo 5:22-26, 38-48; 7:1-5, 12; Lucas 6:27-38, 41, 42. Cómo reducir los problemas en el matrimonio: Mateo 5:27-32. Cómo enfrentarse a la ansiedad: Mateo 6:25-34. Cómo reconocer el engaño religioso: Mateo 6:5-8, 16-18; 7:15-23.
  • 3. Cómo hallar el sentido de la vida: Mateo 6:9-13, 19-24, 33; 7:7-11, 13, 14, 24- 27; Lucas 6:46-49. El Sermón del Monte Sus antecedentes y marco de circunstancias EL Sermón del Monte es el más famoso sermón que se ha predicado. Frases de él se hallan en el corazón y en los labios de centenares de millones de personas por toda la Tierra. ¿Tiene este discurso de Jesucristo, que se presentó hace casi 2.000 años, un mensaje para la gente de hoy? Bueno, ¿se está esforzando todavía la gente por hallar felicidad? ¿Necesitan todavía los seres humanos principios rectos como guía para saber comportarse unos con otros? ¿Hay hoy día personas que deseen saber lo que Dios requiere en el sentido de adoración aceptable? Los individuos que desean información verídica sobre estos asuntos abundan más que nunca. Puesto que éstas son las mismísimas cosas que se consideraron en el Sermón del Monte, el sermón está tan al día en el siglo veinte como lo estuvo cuando se pronunció. Por lo tanto, será provechoso para nosotros examinar lo que Jesús dijo en ese famoso sermón. Pero antes de que hagamos eso, demos un vistazo a los antecedentes y el marco de circunstancias de este gran discurso. Dos relatos armoniosos Parece que el Sermón del Monte se presenta en dos relatos del Evangelio. (Mateo, capítulos 5-7; Lucas 6:20-49) El relato del sermón por Lucas equivale en tamaño a una cuarta parte del tamaño del relato que da Mateo. Solo cinco versículos y medio de la presentación de Lucas no aparecen en la de Mateo. Cuando los dos relatos corren paralelos, a menudo difieren considerablemente en cuanto a fraseología. ¿Debería hacer esto que surgieran dudas en cuanto a la autenticidad del sermón según aparece en nuestras Biblias? Tocante a una objeción que surge del hecho de que Lucas omite grandes porciones del sermón según aparece en Mateo, A. T. Robertson escribe en A Harmony of the Gospels for Students of the Life of Christ (Una armonía de los Evangelios para estudiantes de la vida de Cristo): “Esto deja fuera de consideración a las varias porciones grandes del mismo asunto que Lucas ha colocado en otras partes, o que Jesús repitió en otras ocasiones ([compare] Mat. 6:9-13 con Luc. 11:2-4; Mat. 6:25-34 con Luc. 12:22-31). A menudo Jesús repitió sus dichos en otras ocasiones como lo hacen y deberían hacer todos los maestros. . . . Tampoco debe sorprendernos el que Lucas, escribiendo por lo general para todos los cristianos, omita porciones grandes de a principios del sermón que eran especialmente para judíos (vea Mat. 5:17-27; 6:1-18).”
  • 4. Luego agrega Robertson: “Además, para contrarrestar estas variaciones, que pueden ser explicadas, se debe recordar que los dos discursos principian del mismo modo y terminan del mismo modo, que tienen una similitud general en el orden de las diferentes partes, y que muestran una semejanza general y a menudo absoluta identidad de expresión.” ¿Cuándo y en qué ubicación? ¿Cuándo, durante su ministerio terrestre, presentó este sermón el Hijo de Dios? Las Escrituras informan que Jesús interrumpió su primera gira de Galilea para observar “una fiesta de los judíos” (probablemente la Pascua de 31 E.C.) en Jerusalén. (Juan 4:46-5:1) Lucas relata que Jesús, después de regresar a Galilea, fue reprendido por los fariseos por haber sanado en el día de descanso a un hombre que tenía una mano seca. (Luc. 6:6-11) Poco después de eso él “salió a la montaña a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Mas cuando se hizo de día llamó a sí a sus discípulos y escogió doce de entre ellos, a los cuales también dio el nombre de apóstoles.”—Luc. 6:12, 13. Después de esto, Jesús “bajó con ellos y se estacionó en un lugar llano, y había una grande muchedumbre de sus discípulos, y una grande multitud del pueblo de toda Judea y de Jerusalén y del país marítimo de Tiro y Sidón, que vinieron a oírle y a ser sanados de sus dolencias. Hasta los que eran molestados de espíritus inmundos fueron curados. Y toda la muchedumbre procuraba tocarle, porque salía poder de él y sanaba a todos. Y alzó los ojos sobre sus discípulos” y pronunció el Sermón del Monte.—Luc. 6:17-20. Por lo tanto, el Sermón del Monte se dio poco después de haber escogido Jesús a sus 12 apóstoles. Esto evidentemente fue en 31 E.C., aproximadamente a la mitad de su ministerio terrestre que duró tres años y medio. Aunque “una grande multitud del pueblo” de toda Palestina oyó el sermón, el registro bíblico indica que Jesús habló principalmente para provecho de sus discípulos.—Mat. 5:1, 2; Luc. 6:17, 20. ¿En qué sitio pronunció Jesús su discurso? Ha habido muchas conjeturas acerca de esto. Algunos han sugerido una montaña alta en Galilea, como el monte Tabor. Otros favorecen un sitio que se llamaba “los cuernos de Hattin,” que está entre el monte Tabor y Capernaum. Sin embargo, las Escrituras no especifican el sitio exacto del Sermón del Monte. Tocante a esto, A Dictionary of the Bible (Un diccionario de la Biblia), que editó James Hastings, indica lo siguiente: “El Sermón se dio en Galilea, escena del ministerio principal de Jesús. (cf. Mat. 423-25, Luc. 617). Si hay una indicación en Mat. 85, Luc. 71 de que el lugar del acontecimiento fue cerca de Capernaum, ni siquiera se podría definir entonces el sitio exacto. . . . La montaña a la que se alude en Mat. 51, 81; Luc. 612 no se nombra y no se puede identificar. Sin embargo, podemos suponer que la escena del Sermón fue en la región al oeste del lago, no muy lejos de la costa densamente poblada.”
  • 5. El método de enseñar de Jesús ¿Ha notado usted cómo el método de enseñanza que se encuentra en el Sermón del Monte es diferente de la manera en que los intelectuales mundanos suministran instrucción? La misma obra de consulta de Hastings dice del método de enseñar de Jesús: “Al enseñar a las multitudes, en sus sinagogas, en los caminos, en la playa y en las faldas de las montañas de Galilea, puso Sus verdades religiosas y principios éticos en dichos populares concretos, contrastando de muchas maneras sencillas Su ideal de vida con las nociones y prácticas convencionales e ilustrando Su enseñanza con las ocupaciones, experiencias y ambiente comunes de Sus oyentes. Enteramente libre del escolasticismo y el intelectualismo, . . . no enseñaba estos temas a la manera de las escuelas antiguas ni modernas. Ponía Sus ideas de tal manera que Su conocimiento se hiciera universal. Hablaba con una simplicidad, discernimiento y fervor que atraía a todos los oyentes serios.” ¿Cuán familiarizado está usted con las verdades que contiene el Sermón del Monte? Usted probablemente esté familiarizado con algunas de sus máximas, como la Oración Modelo, o el “padrenuestro,” y la declaración que ha llegado a conocerse como la “regla áurea,” en que Jesús dijo: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.” (Mat. 6:9-13; 7:12) Pero ¿qué hay del resto de la presentación de Jesús? ¿Le gustaría considerarla en más detalles? Las tres primeras “felicidades” JESÚS abrió su Sermón del Monte con una serie de nueve declaraciones que describen a las personas que son verdaderamente felices. En la primera de estas “felicidades,” Jesús dijo: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos.”—Mat. 5:3, NM; Versión Popular. “Los que están conscientes de su necesidad espiritual” son, según el griego literal de Mateo, personas “pobres [en cuanto] al espíritu.” El relato paralelo de Lucas informa que Jesús dijo: “Felices son ustedes, los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios.” (Luc. 6:20) Jesús señaló que una razón importante para su venida como Mesías era “declarar buenas nuevas a los pobres.” (Luc. 4:18) Esto no indica ningún mérito especial en ser pobre o que los pobres tengan automáticamente el favor de Dios. Pero los que siguieron a Jesús, personas a quienes se había dado la esperanza de participar en las bendiciones del reino de Dios, fueron principalmente sacados de entre la gente pobre o común. (1 Cor. 1:26-29; Sant. 2:5) Estas personas oprimidas se reconocían como pobres “en cuanto al espíritu” (espiritualmente) también. En vez de sucumbir a la amargura debido a las circunstancias exteriores, llegaron a estar “conscientes de su necesidad espiritual,” más cabalmente al tanto del hecho de que dependían de Dios.
  • 6. En contraste, Jesús declaró: “Mas ay de ustedes los ricos, porque ya disfrutan de su consolación completa.” (Luc. 6:24) Muchas veces la riqueza material embota el sentido de necesidad espiritual. Un ejemplo de esto se puede ver en las palabras de reprensión de Jesús a ciertos cristianos de Laodicea, Asia Menor: “Dices: ‘Soy rico y he adquirido riquezas y no necesito absolutamente nada,’ mas no sabes [es decir, no estás consciente de que espiritualmente] eres desdichado y lastimoso y pobre y ciego y desnudo.”—Rev. 3:17. La razón por la cual deben sentirse felices los que están conscientes de su necesidad espiritual es que “a ellos pertenece el reino de los cielos.” Ellos aceptaron a Jesús como el Mesías, y esto les presentó oportunidades de gobernar con él en el reino celestial de Dios por medio de Cristo. (Luc. 22:30; Juan 14:1-4) ¡Cómo debió haber alentado el corazón de la humilde “gente común” aprender que podían estar encaminados hacia el reino de Dios, mientras que las personas ricas y bien educadas que confiaban en su riqueza y que consideraban a la gente común como ‘maldita’ no lo estaban! (Juan 7:49) Por supuesto, personas acaudaladas pudieran manifestar el mismo espíritu de humildad y aprecio espiritual que les haría obtener felicidad también.—1 Tim. 6:17-19; Sant. 1:9, 10. Mat 5:3 (BAD) «Dichosos los pobres en espíritu,porque el reino de los cielos les pertenece. (BL95) Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos. (BLS) "Dios bendice a los que confían totalmente en él, pues ellos forman parte de su reino. (DHH) "Dichosos los que tienen espíritu de pobres, [2] porque de ellos es el reino de los cielos. (JER) «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. (LBLA) Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. (N-C) Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los cielos.
  • 7. (Nuevo Mundo (Los TJ)) “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos. (NVI) "Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece. (PDT) "Afortunados los que reconocen su necesidad espiritual, porque el reino de Dios les pertenece. (RV2000) Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el Reino de los cielos. (RV60) Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (RV95) [3] "Bienaventurados los pobres en espíritu,[4] porque de ellos es el reino de los cielos.[5] (RVA) "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (RV60+) Bienaventurados 3107 JNPM los 3588 DNPM pobres 4434 JNPM en espíritu, 3588 4151 DDSN NDSN porque 3754 C de ellos 846 RP-GPM es 2076 VP-I3S el 3588 DNSF reino 932 NNSF de los 3588 DGPM cielos. 3772 NGPM (Scío) "Bienaventurados los pobres de espíritu(c),porque de ellos es el reino de los cielos. (Septuaginta) «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (SSE) Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el Reino de los cielos. Mateo 5:3 (W.Barclay) Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Antes de estudiar en detalle cada una de las bienaventuranzas hay dos Hechos generales que debemos apuntar.
  • 8. (i) En la primera parte de cada bienaventuranza no hay ningún verbo. Se podría esperar son después de la primera palabra, como aparece en las biblias inglesas, en cursiva para indicar que se ha añadido. ¿Por qué es así? Jesús no dijo las bienaventuranzas en griego; Él hablaba arameo, una lengua emparentada con el hebreo. Estas dos tienen una forma de expresión muy corriente, que es en realidad una exclamación y que quiere decir: «¡Oh la bienaventuranza de...!" Esa expresión (ashré en hebreo) es muy corriente en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el primer Salmo empieza en hebreo: " ¡Oh la bienaventuranza del hombre que no anda en el consejo de los impíos!» (Psa_1:1 ), que es la forma que uso Jesús en las bienaventuranzas. Es decir, que las bienaventuranzas no son simplemente afirmaciones, sino exclamaciones: " ¡Oh la bienaventuranza de los pobres en espíritu!" Esto tiene mucha importancia, porque quiere decir que las bienaventuranzas no son piadosas esperanzas de algo que puede ser; no son luminosas pero irreales profecías de alguna futura bienaventuranza; son felicitaciones de algo que ya se es. La bienaventuranza que pertenece al cristiano no se pospone a algún futuro reino de gloria; es una bienaventuranza que existe aquí y ahora. No es algo en lo que el cristiano entrará; es algo donde ya ha entrado. Es verdad que alcanzará su plenitud y su consumación en la presencia de Dios; pero a pesar de eso es una realidad presente que se disfruta aquí y ahora. Las bienaventuranzas dicen en efecto: " ¡Oh la bendición de ser cristiano! ¡Oh el gozo de seguir a Cristo! ¡Oh la diáfana felicidad de conocer a Jesucristo como Maestro, Salvador y Señor!» La misma forma gramatical de las bienaventuranzas es una afirmación de la emoción jubilosa y la radiante dicha de la vida cristiana. Ante la realidad de las bienaventuranzas, un cristianismo triste y tenebroso es inconcebible. (ii) La palabra bienaventurado que se usa en cada una de las bienaventuranzas es una palabra muy especial. Es la palabra griega makarios. Makarios es un término que se aplica especialmente a los dioses. En el Cristianismo se participa de la alegría de Dios. El sentido de makarios se puede comprender mejor por un uso particular de esta palabra. Los griegos siempre llamaban a la isla de Chipre hé makaria (la forma femenina del adjetivo), que quiere decir La Isla Feliz, porque creían que Chipre era tan preciosa, tan rica, y tan fértil que no habría necesidad de buscar más allá de sus costas para encontrar la vida perfectamente feliz. Tenía tal clima, tales flores y frutos y árboles, tales minerales, tales recursos naturales que contenía todos los materiales necesarios para la perfecta felicidad. Makarios, pues, describe ese gozo que tiene su secreto en sí mismo, ese gozo que es sereno e inalterable y autosuficiente, ese gozo que es completamente independiente de todos los azares y avatares de la vida. La palabra española bienaventuranza delata su origen. Contiene la palabra ventura, que indica que es algo que depende de las circunstancias cambiantes de la vida, algo que la vida puede dar pero puede igualmente destruir. La
  • 9. bendición cristiana es totalmente inexpugnable e indestructible. «Nadie -dijo Jesús- os quitará vuestro gozo" (Joh_16:22 ). Las bienaventuranzas nos hablan de ese gozo que nos busca a través del dolor, ese gozo que la tristeza y la pérdida, el dolor y la angustia, no pueden afectar, ese gozo que brilla a través de las lágrimas, y que nada en la vida o en la muerte puede arrebatar. El mundo puede ganar sus goces, y los puede igualmente perder. Los cambios de la fortuna, el colapso de la salud, el fracaso de un plan, la desilusión de una ambición, hasta un cambio atmosférico pueden llevarse el gozo frágil que el mundo puede dar. Pero el cristiano tiene el gozo sereno e inalterable que viene de caminar para siempre en la compañía y en la presencia de Jesucristo. La grandeza de las bienaventuranzas es que no son vislumbres imaginadas de alguna futura belleza; no son promesas doradas de alguna gloria distante; son gritos triunfantes de bendición por un gozo permanente que nada en el mundo puede arrebatar. (conclusión) Parece una manera sorprendente de empezar a hablar acerca de la felicidad el decir: «¡Benditos los pobres en espíritu!» Hay dos enfoques para llegar al sentido de la palabra pobre. Como aparece en las bienaventuranzas en griego, la palabra que se usa para pobre es la palabra ptójos. Está la palabra pénes. Pénes describe a la persona que tiene que trabajar para ganarse la vida; la definían los griegos como la palabra que describe a un hombre como autodiákonos, es decir, el hombre que subviene sus propias necesidades con sus propias manos. Pénes describe al trabajador, que no tiene nada superfluo, que no es rico pero tampoco es un indigente. Pero, como ya hemos visto, no es pénes la palabra que se usa en esta bienaventuranza sino ptójos, que describe la pobreza absoluta y abyecta. Está conectada con la raíz ptóssein, que quiere decir encogerse o acobardarse; y describe la pobreza que golpea hasta poner de rodillas. Como se ha dicho, pénes describe al hombre que no tiene nada superfluo; ptójos describe al hombre que no tiene absolutamente nada. Eso hace esta bienaventuranza aún más sorprendente. Bendito el hombre que está aquejado por una pobreza abyecta y absoluta. Bendito es el hombre que está absolutamente indigente. Como ya hemos visto también, las bienaventuranzas no se dijeron originalmente en griego, sino en arameo. Ahora bien, los judíos tenían una manera especial de usar la palabra pobre. En hebreo la palabra es `aní o ebyón. estas palabras experimentaron en hebreo un desarrollo de cuatro etapas en su significado. (i) Empezaron significando simplemente pobre. (ii) Pasaron a significar, porque pobre, por tanto no teniendo influencia o poder o ayuda, o prestigio. (iii) Pasaron a significar, por no tener influencia, por tanto avasallados y oprimidos por los hombres. (iv) Por último pasaron a describir al hombre que, porque no tiene absolutamente ningunos recursos terrenales, pone toda su
  • 10. confianza en Dios. Así es que en hebreo la palabra pobre se usaba para describir a la persona humilde e indigente que pone toda su con fianza en Dios. Es así como usa la palabra el salmista cuando escribe: " Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y le libró de todos sus temores» (Psa_34:6 ). De hecho es cierto que en los Salmos el pobre, en este sentido del término, es el hombre bueno al que Dios ama. «La esperanza de los pobres no perecerá perpetuamente» (Psa_9:18 ). Dios libra a los pobres (Psa_35:10 ). «Por tu bondad, Dios, has provisto para el pobre" (Psa_68:10 ). " Defenderá la causa de los pobres del pueblo" (Psa_72:4 ). «Levanta de la miseria al pobre y hace multiplicar sus familias como a rebaños de ovejas" (Psa_107:41 ). " A sus pobres saciaré de pan" (Psa_132:1 132:15). En todos estos casos, el pobre es el humilde, la persona indefensa que ha puesto su confianza en Dios. Ahora tomemos los dos lados, el griego y el arameo, y juntémoslos. Ptójos describe al hombre totalmente indigente, que no tiene absolutamente nada; `aní y ebyón describe al pobre, humilde e indefenso que ha puesto toda su confianza en Dios. Por tanto, " benditos los pobres en espíritu» quiere decir: ¡Bendita la persona que es consciente de su total indefensión, y que pone toda su confianza en Dios! Si una persona es consciente de su total destitución y ha puesto toda su confianza en Dios, entrarán en su vida dos cosas que son como las dos caras de la misma realidad. Estará totalmente desligado de las cosas, porque sabrá que las cosas no tienen la capacidad de dar felicidad o seguridad; dependerá totalmente de Dios, porque sabrá que sólo Dios puede darle ayuda, y esperanza, y fuerza. La persona que es pobre en espíritu se ha dado cuenta de que las cosas no quieren decir nada, y Dios quiere decir todo. Debemos tener cuidado con pensar que esta bienaventuranza considera una cosa buena la actual pobreza material. La pobreza no es nada bueno. Jesús no habría llamado nunca bendito a un estado en que las personas viven en chabolas y no tienen suficiente de comer, y en que la salud se deteriora porque todo está en su contra. Esa clase de pobreza es un mal que el Evangelio trata de eliminar. Tampoco se refiere a ser pobres de espíritu en el sentido corriente de ser faltos de carácter. La pobreza que es bendita es la pobreza en espíritu, cuando la persona se da cuenta de su absoluta falta de recursos para enfrentarse con la vida, y encuentra su ayuda y fuerza solamente en Dios. Jesús dice que a tal pobreza pertenece el Reino del Cielo. ¿Por qué había de ser así? Si tomamos las dos peticiones de la Oración Dominical y las ponemos juntas: Venga Tu Reino. Hágase Tu voluntad en la Tierra como en el Cielo, obtenemos la definición: El
  • 11. Reino de Dios es una sociedad en la que la voluntad de Dios se realiza tan perfectamente en la Tierra como en el Cielo. Eso quiere decir que sólo el que hace la voluntad de Dios es ciudadano del Reino; y sólo podemos hacer la voluntad de Dios cuando somos conscientes de nuestra absoluta indefensión, ignorancia e incapacidad para enfrentarnos con la vida, y cuando ponemos toda nuestra confianza en Dios. La obediencia se funda siempre en la confianza. El Reino de Dios es la posesión de los pobres en espíritu, porque son ellos los que se han dado cuenta de su absoluta incapacidad aparte de Dios, y han aprendido a confiar y a obedecer. Así pues, esta bienaventuranza quiere decir: ¡AH, LA BIENAVENTURANZA DEL QUE ES CONSCIENTE DE SU PROPIA Y TOTAL INDEFENSIÓN, Y QUE HA PUESTO TODA SU CONFIANZA EN DIOSA PORQUE SÓLO ASÍ PUEDE RENDIR A DIOS AQUELLA PERFECTA OBEDIENCIA QUE LE HARÁ CIUDADANO DEL REINO DEL CIELO ¿Quienes son los que se lamentan que serán consolados? La segunda “felicidad” que Jesús declaró fue: “Felices son los que se lamentan, puesto que ellos serán consolados.” (Mat. 5:4) El relato paralelo por Lucas dice: “Felices son ustedes los que lloran ahora, porque reirán.”—Luc. 6:21. “Los que se lamentan” no son todas las personas que expresan tristeza. Más bien, éstos pertenecen a la misma clase de personas que “los que están conscientes de su necesidad espiritual” a las cuales se menciona en la declaración anterior de Jesús. Su lamentación es una “tristeza de manera piadosa” debido a su propio estado pecaminoso y las circunstancias aflictivas. que han sido el resultado de la pecaminosidad humana. (1 Cor. 5:2; 2 Cor. 7:10) Ellos escuchan el consejo del escritor bíblico Santiago: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. Límpiense las manos, pecadores, y purifiquen su corazón, indecisos. Sientan la desdicha y laméntense y lloren.”—Sant. 4:8, 9. Estos lamentadores piadosos “serán consolados.” (Compare con Lucas 2:25.) Entre los consuelos que vienen por medio de Jesucristo están el perdón de pecados y la vida eterna. A los lamentadores a quienes se refirió Jesús se les puede llamar “felices” tanto ahora como en el futuro. Porque ejercen fe en Jesús, disfrutan del bienestar que proviene de una relación favorable con Jehová Dios. (Juan 3:36) En cuanto a la felicidad futura, los que ahora se lamentan debido a la injusticia de la humanidad pueden esperar ‘alivio al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.’—2 Tes. 1:7, 8. En contraste con la felicidad que se pronuncia sobre los que se lamentan, Jesús declaró: “Ay, ustedes que ríen ahora, porque se lamentarán y llorarán.”
  • 12. (Luc. 6:25) Esto no condena la risa ni el divertirse. Obviamente Jesús se estaba refiriendo a los buscadores de placeres cuyas vidas están dedicadas a sus propias comodidades. Estos ni se lamentan por su condición pecaminosa heredada ni se conduelen por el sufrimiento de sus congéneres. Esos individuos buscan sus propias “comodidades” en una vida en que buscan su propia satisfacción y los placeres pasajeros que esa vida puede ofrecer. Jesús dio énfasis a que la risa frívola de éstos está limitada solo a “ahora.” Esos individuos “se lamentarán y llorarán” cuando Dios ponga fin al sistema de cosas actual que ha suministrado las ocasiones para la hilaridad y la alegría de ellos. (Mat. 13:42, 50; 22:13; 24:51; 25:30) En armonía con las palabras de Jesús, Santiago amonesta: “Que su risa se torne en lamento, y su gozo en desaliento. Humíllense a los ojos de Jehová, y él los ensalzará.”—Sant. 4:9, 10; 5:1-6. Felicidades para los de “genio apacible” Después Jesús dijo: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra.” (Mat. 5:5) ¿A qué clase de personas se refirió? En las Escrituras el término para ‘apacibilidad de genio,’ o “mansedumbre,” no sugiere cobardía, debilidad ni un disfraz de delicadeza condescendiente, hipócrita. Al contrario, la mansedumbre es una cualidad interior de apacibilidad y sosiego que la gente ejerce ante todo en su relación con Dios, en su respuesta a Su voluntad y guía. Los individuos realmente mansos, en vez de amargarse ante la extensa opresión e injusticia que hay en la Tierra, disciernen que estos ayes se deben en gran medida a la imperfección humana. Para con Dios no sienten amargura, sino un sentido intenso de dependencia. Esta disposición mental, a su vez, se refleja en comportarse para con sus congéneres en armonía con este consejo: “No devuelvan mal por mal a nadie. . . . Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres.”—Rom. 12:17-19; Tito 3:1, 2. La felicidad de estas personas de genio apacible se debe a que “heredarán la tierra.” ¿Cómo se realiza eso? Jesús, quien en sentido perfecto era “de genio apacible y humilde de corazón,” es el principal Heredero de la Tierra. (Sal. 2:8; Mat. 11:29; 28:18; Heb. 1:2; 2:5-9) Las Escrituras Hebreas predijeron que el “hijo del hombre” tendría quienes estuvieran asociados con él en la gobernación en su reino celestial. (Dan. 7:13, 14, 22, 27) Como “coherederos con Cristo,” los de genio apacible participarán en la herencia de la Tierra perteneciente a Jesús. (Rom. 8:17) Además, en la región o esfera terrestre del reino de Jesús muchas otras personas que por sus cualidades son ‘como ovejas’ entrarán en la vida eterna. (Mat. 25:33, 34, 46) ¡Ciertamente una expectativa de felicidad! Las felicidades 4 y 5 COMO cuarta ‘felicidad’ de su Sermón del Monte, Jesús declaró: “Felices son los que tienen hambre y sed de justicia, puesto que ellos serán saciados.” (Mat.
  • 13. 5:6) El relato que Lucas da de esta declaración dice: “Felices son ustedes los que tienen hambre ahora, porque serán saciados.”—Luc. 6:21. Si uno considerara solamente el Evangelio de Lucas pudiera pensar que Jesús habló exclusivamente de personas que tenían hambre de alimento material. Sin embargo, Mateo muestra claramente que él se refería a los que tenían un intenso deseo de justicia. Sin embargo, estos dos pensamientos armonizan. Con frecuencia las personas que carecen de alimento y bebida literales están más intensamente al tanto de la extensa injusticia que hay en el sistema de cosas actual. Por eso, su hambre o deseo de ver que reine la justicia puede ser, a ese grado, más apremiante. La “justicia” de la cual Jesús habló significa la calidad de corrección que está en plena conformidad con la voluntad y los mandamientos de Dios. El salmista, expresando un pensamiento similar al de Jesús, dijo que él estaba ‘aplastado de ansiar’ las rectas decisiones judiciales de Dios.—Sal. 119:20; compare con Isaías 26:9, 10. En contraste con esta declaración formal de felicidad, Jesús declaró: “Ay de ustedes los que están saciados ahora, porque padecerán hambre.” (Luc. 6:25) Los que ahora están “saciados” se sienten satisfechos con lo que este mundo ofrece. Aunque quizás aleguen que creen en Dios, ni reconocen la gran necesidad que tienen de él ni ansían sus normas de justicia. (Rev. 3:17) Sin embargo, es posible que tiempos de calamidad despierten momentáneamente tal hambre de guía divina. Esto será especialmente cierto cuando Dios ponga fin al sistema de cosas actual en la venidera “grande tribulación.” (Mat. 24:21; Rev. 7:14) Esas personas que anteriormente se han sentido complacidas “padecerán hambre” entonces. No se prestará atención a sus gritos desesperados a Dios para que les dé ayuda y dirección. (Compare con 1 Samuel 28:4-6; Salmo 18:41; Proverbios 1:28-32.) En cuanto a escuchar la palabra de Jehová, en aquel tiempo experimentarán ‘hambre y sed’ sin esperanza.—Amós 8:11, 12. Pero Jesús declara “felices” a los que tienen hambre y sed de justicia ahora. ¿Por qué? Porque “serán saciados,” es decir, plenamente satisfechos. Jesús mismo contribuyó mucho a esto. Mientras denunciaba la hipocresía de la falsa piedad de los líderes religiosos “que confiaban en sí mismos de que eran justos,” Jesús enseñó que todos los que admitían su estado pecaminoso y con arrepentimiento buscaban perdón podían alcanzar una posición de justos delante de Dios.—Luc. 18:9-14; compare con Mateo 5:20; 23:23, 24. Más satisfacción del hambre y la sed de justicia se hizo posible por la muerte y resurrección de Jesús. Acerca de esto leemos: “Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios, y es como don gratuito que por su bondad inmerecida se les está declarando justos mediante la liberación por el rescate pagado por Cristo Jesús.”—Rom. 3:23, 24; compare con Isaías 53:11; Daniel 9:24-27; Revelación 7:9, 14.
  • 14. Se hizo posible ‘saciar’ más esta hambre y sed vital después del Pentecostés de 33 E.C., porque entonces el espíritu santo empezó a ‘dar al mundo evidencia convincente respecto a la justicia.’ (Juan 16:8) Esto se hizo realidad cuando el espíritu de Dios fue responsable por la producción de las Escrituras Griegas Cristianas, un instrumento indispensable “para disciplinar en justicia.” (2 Tim. 3:16) La misma fuerza activa de Dios permite a las personas ponerse la “nueva personalidad,” que donde antes estaban las prácticas inicuas y la hipocresía coloca la “verdadera justicia.” (Efe. 4:24) Se experimentará una satisfacción final y completa del hambre y sed de justicia cuando los adoradores fieles de Dios obtengan vida eterna bajo condiciones de justicia perfecta.—2 Ped. 3:13; Rev. 21:1-5. Misericordia a “los misericordiosos” Después, en el Sermón del Monte, Jesús dijo: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia.”—Mat. 5:7. La misericordia no es sencillamente un asunto de ejecutar actos caritativos, puesto que uno pudiera hacer eso con hipocresía. (Mat. 6:1, 2) “Los misericordiosos” son personas impulsadas por sentimientos genuinos de tierna compasión y simpatía para con los desafortunados, y quienes por lo tanto obran a favor de éstos. Jesús puso el ejemplo perfecto en este sentido. Repetidamente declaran las Escrituras que, antes de ejecutar milagros para aliviar el sufrimiento y la angustia, Jesús ‘se compadecía’ o ‘se enternecía.’— Mat. 14:14; 15:32-38; 20:34; Mar. 1:40-42; Luc. 7:13-15. La misericordia se manifiesta de dos maneras: (1) en sentido judicial cuando las personas perdonan a los que transgreden contra ellas; (2) por hechos positivos de bondad, consideración y compasión que traen alivio a personas que están en desventaja. A los cristianos se les dirige a ‘hacerse imitadores de Dios’ como Aquel que más prominentemente perdona libremente a los pecadores que se arrepienten. (Éxo. 34:6, 7; Sal. 103:10; Pro. 28:13; Efe. 4:31-5:2) De manera positiva, las personas que desean agradar a Dios deben estar dispuestas a dar cuanta ayuda puedan a las que sean víctimas de circunstancias desafortunadas. (Luc. 10:20-37) Una manera especialmente excelente de mostrar misericordia es por medio de compartir con otros la verdad bíblica. Notamos que cuando una muchedumbre de gente se encontró con Jesús cuando éste se disponía a obtener algún descanso, él “se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas.”—Mar. 6:34. Los misericordiosos son “felices” porque ‘se les muestra misericordia.’ En un sentido experimentan esto en los tratos diarios con sus congéneres. El trato misericordioso que dan a otros impulsa a éstos a responder de la misma manera. (Luc. 6:38) Lo más importante es que Dios mostrará misericordia a los misericordiosos. Respecto a esto, Santiago escribe: “Porque al que no practica misericordia se le hará su juicio sin misericordia. La misericordia se alboroza
  • 15. triunfalmente sobre el juicio.” (Sant. 2:13) Cuando Dios las someta a juicio, las personas verdaderamente compasivas descubrirán que la misericordia que han extendido a otras personas en realidad triunfará sobre cualquier juicio adverso que Dios de otro modo pudiera traer contra ellas. (2 Tim. 1:16-18) Las oportunidades de obtener perdón de pecados y vida eterna son solo para las personas misericordiosas. “Si no perdonan a los hombres sus ofensas,” declaró Jesús, “tampoco perdonará su Padre las ofensas de ustedes.”—Mat. 6:15; 18:35. Las felicidades 6 a 9 JESÚS declaró la ‘felicidad’ número seis de su Sermón del Monte como sigue: “Felices son los de corazón puro, puesto que ellos verán a Dios.”—Mat. 5:8. “Los de corazón puro” son personas interiormente limpias. Su pureza es una pureza de afectos, deseos, aprecio y motivos. Esto está en marcado contraste con lo que es limpieza simplemente externa o ceremonial. (Mat. 23:25-28; Mar. 7:3, 4) En vez de dar realce a los despliegues externos de piedad, las Escrituras animan a uno a desplegar “amor procedente de un corazón limpio y de una buena conciencia y de fe sin hipocresía.”—1 Tim. 1:5. Los de corazón puro disfrutan de felicidad especialmente porque “verán a Dios.” Esto no significa necesariamente un ver literal con el ojo humano, porque ‘ningún hombre puede ver a Dios y todavía vivir.’ (Éxo. 33:20; Juan 1:18; 1 Juan 4:12) Pero hay otras maneras en las cuales los adoradores que tienen motivo correcto en la Tierra pueden ‘ver a Dios’ en la actualidad. Por ejemplo, el observar que Dios actúa a favor de uno debido a la integridad que uno despliega es una manera de ‘contemplar a Dios.’ (Job 19:26; 42:5) Las visitas al templo de Jerusalén para adorar se describen como ir a “ver el rostro de Jehová,” o presentarse uno delante de él.—Éxo. 34:24; Deu. 31:11; Isa. 1:12. La palabra griega que Mateo usa para ‘ver’ también significa “ver con la mente, percibir, conocer.” Puesto que Jesús reflejaba perfectamente la personalidad de Dios, podía decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también.” (Juan 14:7-9) Los de corazón puro que aceptaron a Jesús como Mesías y le escucharon obtuvieron una profunda percepción de la personalidad de Dios. Al ejercer fe en el sacrificio expiador de pecados de Jesús obtuvieron perdón de pecados y una relación con Dios y pudieron rendir adoración aceptable delante de su trono. (Efe. 1:7) El ver a Dios en este sentido alcanzará su culminación para los cristianos ungidos por espíritu cuando lleguen al cielo, porque allí realmente verán a Dios y Cristo.—1 Juan 3:2; 2 Cor. 1:21, 22. Sin embargo, la oportunidad de ver a Dios por medio de conocimiento exacto y adoración verdadera es solo para los de corazón puro. Las Escrituras muestran que los que practican el pecado no han visto a Dios y su hijo ni llegan a conocerlos. “El que hace el mal no ha visto a Dios.”—1 Juan 3:6; 3 Juan 11; Sal. 24:3, 4. “Los pacíficos” llegan a ser hijos de Dios
  • 16. Jesús dio como la séptima felicidad del Sermón del Monte: “Felices son los pacíficos, puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios.’”—Mat. 5:9. “Los pacíficos” se manifiestan tanto por lo que evitan como por lo que practican. Los individuos pacíficos no son agresivos o beligerantes; tampoco devuelven mal por mal cuando se les perjudica. (Rom. 12:14-21) Pero también hay un aspecto positivo con relación a la disposición de ellos. La palabra griega para pacífico significa “pacificadores.” Ellos no solo se comportan pacíficamente, sino que hacen esfuerzos extraordinarios por establecer paz y concordia entre partes que contienden. Rehúsan participar en lo que sirva para ‘separar a los que están familiarizados entre sí,’ y no toleran tal cosa como si ellos voluntariamente se cegaran a ella. (Pro. 16:28; 17:9) Por palabra y ejemplo estimulan la apacibilidad tanto dentro de la congregación cristiana como fuera de ella.—Rom. 14:19; Heb. 12:14. Los pacíficos son felices, “puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios.’” Disfrutan de una relación íntima con Dios como hijos de él. Sin embargo, el mantener esta relación exige imitar las cualidades de la personalidad de Dios, entre las cuales está la apacibilidad. (2 Cor. 13:11; Fili. 4:9; 1 Tes. 5:23; Heb. 13:20; Sant. 3:17) Cualquiera que desamoradamente continúa en enemistad con su congénere “no se origina de Dios.”—1 Juan 3:10. En el día de Jesús los judíos creían que eran hijos de Dios por ser Sus criaturas humanas. (Isa. 64:8) Pero Jesús mostró que esto no era cierto ni aunque eran descendencia natural de Abrahán. (Juan 8:39, 41) De hecho, a algunos Jesús declaró: “Ustedes proceden de su padre el Diablo.” (Juan 8:44) Puesto que de Adán, quien fue creado como “hijo de Dios” terrestre, toda la humanidad heredó el pecado, el estar en relación de hijo con Dios no ha llegado a ser cosa automática.—Rom. 3:23; 5:12; Luc. 3:38. Solo a los individuos pacíficos que aceptaron a Jesús como el Mesías y portador de pecados se les dio “autoridad de venir a ser hijos de Dios, porque ejercían fe en su nombre.” (Juan 1:12; Isa. 53:12; 1 Ped. 2:24) La “grande muchedumbre” de “otras ovejas” pacíficas de Jesucristo el Pastor Excelente lo tendrán como su “Padre Eterno” durante Su reinado milenario, pero al fin de éste él los entregará a su propio Padre celestial para que lleguen a ser la prole de Dios.—Rev. 7:9-17; Juan 10:14-16; Isa. 9:6; 1 Cor. 15:27, 28. Perseguidos, pero felices Como octava felicidad en esta serie, Jesús declaró: “Felices son los que han sido perseguidos por causa de la justicia, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos.” (Mat. 5:10) Ampliando esto, expresó una novena felicidad: “Felices son ustedes cuando los vituperen y los persigan y mentirosamente digan toda suerte de cosa inicua contra ustedes por mi causa. Regocíjense y salten de gozo, puesto que grande es su galardón en los cielos; porque de esa manera persiguieron a los profetas antes de ustedes.”—Mat. 5:11, 12; compare con Lucas 6:22, 23.
  • 17. “Los que han sido perseguidos” son cristianos que han experimentado oprobio, calumnia y ostracismo “por causa de la justicia,” o “por causa del Hijo del hombre.” Sus sufrimientos se deben a que adoran a Jehová y llevan el nombre de Jesucristo y siguen cuidadosamente en sus pisadas.—1 Ped. 2:19-21. La razón que hay para regocijarse en este caso es la misma que se da en la primera felicidad, a saber, que “a ellos pertenece el reino de los cielos.” (Compare con Mateo 5:3.) Aunque quizás signifique oprobio, ser expulsados de sus comunidades y hasta muerte en algunos casos, los cristianos saben que por el “gozo” de gobernar con Cristo en el reino celestial de Dios o el de disfrutar de vida humana perfecta como súbditos terrestres de ese reino vale la pena sufrir esas cosas.—Mat. 25:21, 23; Heb. 12:2; Rev. 21:1-5. Este “galardón en los cielos” (es decir, procedente de Dios) no tiene el sentido de salario que se ha ganado por alguna obra hecha. De ninguna manera pueden criaturas humanas pecaminosas ganarse el favor de Dios y obligarlo a bendecirlas. (Gál. 2:16; Sant. 2:10) El galardón de bendiciones del Reino es un “indescriptible don gratuito,” una evidencia de la benevolencia y generosidad de Dios. (2 Cor. 9:15; Sant. 1:16-18) Es un galardón que se paga a los cristianos por aguantar fielmente oprobio, persecución y mentiras inicuas que se dicen contra ellos debido a la inquebrantable devoción de ellos a Dios. Jesús también presentó un contraste en estas dos felicidades finales, al decir: “Ay, cuando todos los hombres hablen bien de ustedes, porque cosas como éstas son las que los antepasados de ellos hicieron a los falsos profetas.” (Luc. 6:26) En vez de proclamar la verdad de Dios, los “falsos profetas” del Israel antiguo hablaban lo que la gente quería oír; y la gente ‘así lo amaba.’ (Jer. 5:31) Pero esa popularidad nunca ha sido una indicación del favor de Dios. La aprobación de Jehová Dios solo está sobre las personas que hablan y obran en armonía con su Palabra. (Sal. 15:1, 2) Sin embargo, los que hacen eso pueden esperar persecución, porque Jesús dijo: “Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán.”—Juan 15:20. Los cristianos como “sal” y “luz” DESPUÉS de las nueve ‘felicidades’ de su Sermón del Monte, Jesús hizo un comentario en cuanto a cómo afectarían a la humanidad sus seguidores. Dijo: “Ustedes son la sal de la tierra.”—Mat. 5:13, compare con Mar. 9:50; Luc. 14:34, 35. La sal era cosa bien conocida a los que escuchaban a Jesús. Servía tanto para dar mejor sabor al alimento como para preservarlo de corromperse. Patentemente porque la sal representaba libertad de corrupción o decadencia, Dios ordenó que la sal acompañara “toda ofrenda” que se hiciera sobre su altar. (Lev. 2:13) En los días de Jesús los sacerdotes que desempeñaban sus funciones en el templo de Jehová en Jerusalén salaban las ofrendas animales, de grano y de incienso que se presentaban sobre el altar de la ofrenda quemada. La historia judía dice que con este fin había un enorme montón de
  • 18. sal cerca de la subida plana que conducía al altar. En la zona del templo había un gran almacén, conocido como “la cámara de la sal,” para asegurar un suministro amplio. Los discípulos de Jesús habían de ser “la sal de la tierra.” Esto sería cierto tanto en sus actividades de testificar a otros acerca del reino de Dios como en su conducta personal. El testificar cristiano ha resultado en que muchas personas acepten a Jesús como el Mesías prometido y ejerzan fe en su sacrificio que hace expiación por los pecados. Esto ha presentado a esos creyentes la oportunidad de ver sus vidas preservadas para la eternidad. (Juan 6:47; Rom. 10:13-15) Además, por influir en la gente y llevarla así a vivir según los principios bíblicos, los seguidores de Jesús demoran el aumento de la decadencia moral y espiritual en la sociedad humana. Sin embargo, Jesús añadió una nota de advertencia, al decir: “Si la sal pierde su fuerza, ¿cómo se le restaurará su salinidad? Ya no sirve para nada, sino para echarla fuera para que los hombres la pisoteen.” El comentador bíblico Albert Barnes hace notar que, a diferencia de la sal común de mesa (cloruro de sodio), la sal con la cual estaban familiarizados Jesús y sus contemporáneos “era impura, mezclada con sustancias vegetales y de la tierra; de modo que pudiera perder toda su salinidad, y todavía quedar una cantidad considerable de materia terrestre. Esto no servía para nada, excepto que se usaba, como se dice, para colocarlo en sendas, o paseos, tal como nosotros usamos la grava.” Los cristianos tienen que tener cuidado para no descontinuar sus esfuerzos de compartir las “buenas nuevas” del reino de Dios con su prójimo. (Mar. 13:10) Además, deben vigilar para no caer en patrones o modelos de conducta que no armonicen con las pautas bíblicas. De otro modo, sufrirán deterioro en sentido espiritual y llegarán a ser como sal dañada —insípida, sin sabor, sin gusto— que ya no sirve para nada.—Compare con Hebreos 6:4-8; 10:26-29. Luz que brilla para la gloria de Dios Dando otra indicación del efecto beneficioso que tendrían sus seguidores en la humanidad, Jesús dijo: “Ustedes son la luz del mundo.”—Mat. 5:14. De la Palabra inspirada de Dios, especialmente de las enseñanzas y ejemplo de Jesucristo, viene luz espiritual que ayuda a las personas a ver las cosas como Dios las ve. (Pro. 6:23; Isa. 51:4; Mat. 4:16; Luc. 1:79; 2:32; Juan 1:4-9; 3:19-21; 8:12; 9:5) Por sus actividades de testificación pública, los discípulos de Jesús iluminan a la gente con relación a la condición pecaminosa de la humanidad, el propósito de Dios de remover el pecado por medio de Jesucristo, y su arreglo del Reino para bendecir con vida eterna a todos los que ejercen fe en Jesús.—Juan 3:16, 36; Rom. 3:23, 24. Pero el ser “la luz del mundo” envuelve más que eso. El apóstol Pablo escribe: “Sigan andando como hijos de luz, porque el fruto de la luz consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad.” (Efe. 5:3-9) Los cristianos deben ser ejemplos brillantes de conducta que concuerde con los principios bíblicos.
  • 19. Respecto a sus discípulos como portadores de luz, Jesús declaró además: “No se puede esconder una ciudad cuando está situada sobre una montaña. No se enciende una lámpara y se pone debajo de la cesta de medir, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa.”—Mat. 5:14, 15. Una ‘ciudad situada sobre una montaña’ se vería con facilidad, hasta desde considerable distancia. De manera similar, a las personas que imitan a Jesucristo se les reconoce fácilmente como un pueblo “celoso de obras excelentes.” (Tito 2:14) Sus esfuerzos por manifestar cualidades de devoción piadosa tales como las de moderación, castidad, diligencia en el trabajo, habla sana y unidad familiar impresionan favorablemente a otras personas. (Tito 2:1- 12) Ellos también están resueltos a ‘no ser parte del mundo,’ no participar en su política, ni en su guerrear y modo inmoral de vivir. (Juan 15:19; 17:14-16) A veces esto hace que otros se mofen de los cristianos concienzudos y los persigan.—Mat. 24:9; 1 Ped. 4:4. Con buena razón, por lo tanto, Jesús añade que la gente pone una lámpara, “no debajo de la cesta de medir [griego, modios, con capacidad de dos galones],” sino “sobre el candelero,” donde puede iluminar una habitación entera. Los seguidores de Jesús no deben permitir que la oposición del mundo los lleve a esconderse o a mantener para sí las verdades que han llegado a conocer acerca de Dios. Tampoco pueden ellos adoptar la práctica de conducta que no concuerde con los principios bíblicos, porque, aun si las personas que hicieran eso continuaran proclamando celosamente la verdad bíblica, sus acciones arrojarían sombra sobre el valor de ésta.—2 Ped. 2:2. Con referencia a una lámpara que brillara sobre un candelero, Jesús después declaró: “Así mismo resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus obras excelentes y den gloria a su Padre que está en los cielos.” (Mat. 5:16) ¡Qué poderosa razón para continuar ‘resplandeciendo como iluminadores en el mundo’! (Fili. 2:15) Al observar las “obras excelentes” del cristiano, las personas pueden percibir la excelencia del Dios de ellos. Con frecuencia, esos observadores se sienten movidos a ‘dar gloria’ a Dios por medio de llegar a ser sus adoradores también. Por eso, el apóstol Pedro dio esta amonestación: “Mantengan excelente su conducta entre las naciones, para que, en la cosa en que hablen contra ustedes como de malhechores, ellos, como resultado de las obras excelentes de ustedes de las cuales ellos son testigos oculares, glorifiquen a Dios en el día para la inspección por él.”—1 Ped. 2:12. “No vine a destruir, sino a cumplir” EN EL Sermón del Monte, Jesús expresó profundo amor y respeto a la Palabra escrita de Dios. Dijo: “No piensen que vine a destruir la Ley o los Profetas [es decir, las Escrituras Hebreas en conjunto]. No vine a destruir, sino a cumplir.”— Mat. 5:17. Tanto en palabra como en hechos Jesús mostró que era diferente de los maestros religiosos judíos de su día. Él habló de un tiempo en el cual la gente
  • 20. ya no adoraría a Dios en el templo de Jerusalén. (Juan 4:21) Comparó su enseñanza a “vino nuevo” al que no podrían contener “odres viejos.” (Luc. 5:37) Jesús también comía con “recaudadores de impuestos y pecadores” y ejecutaba milagros de curación en el día sabático semanal. (Mar. 2:13-17; 3:1- 5) Este comportamiento no violaba ninguna ley de Dios; pero sí iba en oposición a tradiciones judías que se consideraban de mayor importancia que las Escrituras Hebreas. Los fariseos y los seguidores de Herodes, puesto que veían a Jesús como transgresor de la ley de Dios, habían proyectado matarlo aun antes de que él pronunciara su famoso Sermón del Monte.—Mar. 3:6. Sin embargo, el Hijo de Dios aseguró a los que le escuchaban que él no había venido “a destruir” la Ley. Ni desobedecía sus mandamientos ni declaraba que parte alguna de ella no fuera obligatoria para los israelitas. En vez de eso, Jesús vino “a cumplir” aquella legislación divina. Como persona sin pecado, la guardó perfectamente, “hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento.” (Fili. 2:8; Heb. 4:15; 1 Ped. 2:22) Su muerte de sacrificio también cumplió tipos proféticos que habían sido suministrados por el sistema de sacrificios animales de la Ley.—Dan. 9:26, 27; Heb. 10:1-9. Jesús cumplió, no solo la letra de la Ley, sino también el espíritu que había detrás de aquella Ley. Mientras que la Ley prohibía actos pecaminosos, Jesús denunció las actitudes que mueven a tales actos. Por ejemplo, el asesinato y el adulterio eran violaciones de la ley de Dios; pero Jesús mostró que el continuar enojado con alguien y mirar a una mujer con lascivia son las disposiciones mentales que llevan a tales transgresiones. (Mat. 5:21, 22, 27, 28; Sant. 1:13- 15) Además, el que Jesús sacrificara voluntariamente su vida humana para el beneficio de la humanidad fue un despliegue superlativo de amor, a lo que la Biblia llama “el cumplimiento de la ley.”—Rom. 13:8-10; compare con Juan 15:13. Después, en su sermón, Jesús declaró: “En verdad les digo que antes pasarían el cielo y la tierra que pasar de modo alguno una letra diminuta o una pizca de una letra de la Ley sin que sucedan todas las cosas.”—Mat. 5:18. Como se muestra en The Kingdom Interlinear Translation, Jesús aquí usó la palabra “Amén,” que significa “en verdad,” “así sea.” En su posición de Hijo ungido de Dios, el Mesías prometido, él ciertamente podía dar seguridad de que las cosas que decía eran verdad.—Compare con 2 Corintios 1:20; Revelación 3:14. El cumplimiento de la ley de Dios llegaría hasta la “letra diminuta o una pizca de una letra.” En el alfabeto hebreo entonces corriente, la letra diminuta era yod ( ). Ciertas letras hebreas llevaban un trazo diminuto, o ápice o “tilde.” Los escribas y fariseos consideraban muy significantes, no solo las palabras y letras de la ley de Dios, sino también estos trazos o ‘pizcas diminutas.’ Una leyenda rabínica pone en boca de Dios estas palabras: “Salomón y miles como él pasarán, pero no permitiré que una tilde tuya (de la Tora [el Pentateuco]) sea erradicada.”
  • 21. Tan remota era la posibilidad de que dejara de cumplirse siquiera el detalle más minúsculo de la ley de Dios que “antes pasarían el cielo y la tierra.” Esto era equivalente a decir “nunca,” porque las Escrituras indican que los cielos y la Tierra literales permanecerán para siempre.—Sal. 78:69; 119:90. Jesús dio más énfasis a lo mucho que estimaba la ley de Dios al decir: “Cualquiera, pues, que quiebre uno de estos mandamientos más pequeños y enseñe así a la humanidad, será llamado ‘más pequeño’ con relación al reino de los cielos. En cuanto a cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado ‘grande’ con relación al reino de los cielos.”—Mat. 5:19. Uno pudiera ‘quebrar’ uno de los mandamientos por medio de desobedecerlo voluntariosamente. O pudiera hacer lo que se consideraba como peor que eso, a saber, enseñar a compañeros judíos que estaban sujetos a la Ley que algunos de sus mandamientos no eran obligatorios. Mientras el pacto de la Ley estaba en vigor, era una expresión de la voluntad de Dios para su pueblo. La transgresión o el enseñar cosas contrarias a los mandamientos que algunos quizás hubieran considerado hasta ‘más pequeños’ en importancia sería apostasía contra Dios.—Compare con Santiago 2:10, 11. La Ley se dio para llevar a los israelitas al Mesías, quien sería el gobernante principal en el reino de Dios. (Gál. 3:24; Isa. 11:1-5; Dan. 7:13, 14) Por eso, en lo que se refiere a entrar en el reino de Dios, a las personas que quebraran los mandamientos de Dios se les ‘llamaría “más pequeñas.”’ No entrarían de ninguna manera en el reino.—Mat. 21:43; Luc. 13:28. Por otra parte, a los que observaran la ley mosaica en la medida de su capacidad se les ‘llamaría “grandes” con relación al reino de los cielos.’ Serían como las personas que aceptaron a Jesús como el Mesías y a quienes con el tiempo se llamó a participar en la gobernación con él en el Reino. (Luc. 22:28- 30; Rom. 8:16, 17) Es interesante el hecho de que las Escrituras llaman “grandes” a los miembros de la realeza.—Pro. 25:6; Luc. 1:32. Jesús después hace una declaración que puede haber sorprendido a los que le oían: “Les digo a ustedes que si su justicia no abunda más que la de los escribas y los fariseos, de ningún modo entrarán en el reino de los cielos.”— Mat. 5:20. Los “escribas” del día de Jesús eran una clase de hombres especialmente instruidos en la Ley. Aunque algunos de ellos quizás hayan pertenecido al grupo de los saduceos, muchos escribas eran de la “secta” de los fariseos, cuyas exigencias con referencia a limpieza ceremonial, el pago de diezmos y otros deberes religiosos iban más allá de los requisitos mosaicos.—Hech. 15:5. Aquellos líderes religiosos tenían un punto de vista estrecho y legalista acerca de la obtención de la justicia. Creían que ésta venía solamente de hechos que literalmente se conformaran a la letra de la ley. Según la tradición judía, cada vez que un individuo observaba un mandamiento ganaba “mérito.” Se creía que toda transgresión incurría en “deuda.” Se entendía que un exceso de méritos
  • 22. hacía que la persona fuera “justa,” mientras que una gran abundancia de deudas la hacía “inicua.” Sin embargo, ese punto de vista legalista quedaba muy lejos de la norma de lo correcto de Dios. (Rom. 10:2, 3) Se daba poca atención al desarrollo de cualidades como el amor, la justicia, la mansedumbre, la bondad y la fidelidad. Sin embargo, Dios considera a éstas más importantes que la observación literal de preceptos legales. (Deu. 6:5; Lev. 19:18; Miq. 6:8) Con buena razón exclamó Jesús: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque dan el décimo de la hierbabuena y del eneldo y del comino, pero han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber, la justicia y la misericordia y la fidelidad.”—Mat. 23:23; compare con Luc. 11:42. La justicia cristiana tendría que ‘abundar más que la de los escribas y fariseos.’ Según Jesús, todos los que desean ser adoradores verdaderos de Dios tienen que ‘adorar al Padre con espíritu y con verdad.’ (Juan 4:23, 24) Su adoración tiene que ser, no simplemente actos externos de piedad en armonía con un código legal, sino “con espíritu,” motivada de corazones que estén llenos de fe y amor.—Mat. 22:37-40; Gál. 2:16. Nota: El código antiguo de la ley judía conocido como la Mishnah declara: “Mayor rigor aplica a [la observancia de] las palabras de los Escribas que a [la observancia] de las palabras de la Ley [escrita].”—Tratado Sanhedrin, 11:3, traducido al inglés por Herbert Danby. La cólera prolongada puede ser mortífera DESPUÉS de declarar que había venido, no a destruir, sino a cumplir la ley de Dios, Jesús enlazó la cólera prolongada con el asesinato. Empezó con estas palabras: “Oyeron que se dijo a los de la antigüedad: ‘No debes asesinar; pero quienquiera que cometa un asesinato será responsable al tribunal de justicia.’”—Mat. 5:21. La frase “Oyeron que se dijo” puede referirse tanto a cosas que se declararon en las Escrituras Hebreas inspiradas como a enseñanzas de la tradición judía. (Mat. 5:21, 27, 33, 38, 43; Juan 12:34) Una ley que describía el asesinato como ofensa capital ciertamente era conocida “a los de la antigüedad,” es decir, a personas de generaciones anteriores a la del día de Jesús. De hecho, una ley de esa índole puede hallarse allá en el tiempo de Noé.—Gén. 9:5, 6; Éxo. 20:13; 21:12; Lev. 24:17. El ser “responsable al tribunal de justicia” significaba ser sentenciado por uno de “los tribunales locales” (griego, synedria, “Sanedrines Menores”) ubicados por toda la tierra de Palestina. (Mat. 10:17; Deu. 16:18) La tradición judía dice que la cantidad de jueces en estos tribunales era de 23 en ciudades en las cuales había una población de varones adultos de 120 o más. Se imponía la pena de muerte a las personas convictas de asesinato. Sin embargo, en el tiempo de Jesús los tribunales judíos tenían que buscar autorización de los oficiales romanos para imponer la pena capital.—Juan 18:31.
  • 23. Jesús señaló que Dios puede ver a alguien como merecedor de pena capital, aunque esa persona realmente no hubiera cometido un asesinato. Hablando con autoridad como quien había sido enviado directamente por Dios, Jesús declaró: “Sin embargo, yo les digo que todo el que continúe airado con su hermano será responsable al tribunal de justicia.”—Mat. 5:22a. “Todo el que continúe airado con su hermano,” según Jesús, es tan culpable delante de Dios como el que ha sido convicto de asesinato. Esto se debe a que el permitir que la cólera arda dentro de uno es realmente odiar al prójimo de uno, y “todo el que odia a su hermano es homicida.” (1 Juan 3:15) Aunque puede ser que a veces algunos individuos tengan razón para encolerizarse o indignarse, la ira prolongada contra el hermano o congénere de uno puede ser mortífera a ambos.—Mar. 3:5; Efe. 4:26; Sant. 1:19, 20. “Quienquiera que se dirija a su hermano con una palabra execrable de desdén,” continuó Jesús, “será responsable al Tribunal Supremo.” (Mat. 5:22b) “Una palabra execrable de desdén” vierte la palabra griega raca, que se deriva del hebreo y significa “seso hueco,” “cabeza vacía,” “bobalicón.” ¿Cómo ve Dios a la persona que, no solo abriga odio y cólera asesinos en su corazón, sino que lo expresa con habla de desdén? Según Jesús, esa persona lleva una medida de culpa comparable a la del que ha sido convicto y sentenciado a muerte por el “Tribunal Supremo” judío. Ese era el Sanedrín principal que estaba en Jerusalén, compuesto de “los principales sacerdotes [los que tenían la superintendencia de las funciones sacerdotales en el templo] con los ancianos y los escribas.” (Mar. 15:1) Este cuerpo legislativo, que, según informes, constaba de 71 jueces, se encargaba solo de casos de gravedad o complejidad excepcionales y oía las apelaciones que venían de los tribunales inferiores. Jesús entonces fue un paso más allá, y dijo: “Quienquiera que diga: ‘¡Despreciable necio!’ estará expuesto al Gehena ardiente.” (Mat. 5:22c) La palabra griega que se vierte “despreciable necio” es moré. Un término hebreo de sonido similar (moreh) significa “rebelde,” “dado a motines.” Mientras que raca sugiere estupidez intelectual, moré designa al que está desprovisto de valor moral, un apóstata y rebelde contra Dios. En sus Hebrew and Talmudical Exercitations, (Ensayos hebreos y talmúdicos), John Lightfoot señala: “‘Raca’ denota ciertamente ‘displicencia, y liviandad de costumbres y vida:’ pero ‘necio’ juzga enconadamente acerca del estado espiritual y eterno, y decreta al hombre a destrucción segura.” Las personas que denunciaron de esa manera a su compañero estarían ‘expuestas al Gehena ardiente.’ Aquí Jesús se refiere al valle de Hinón (hebreo: Gei Hinnom) cerca de Jerusalén, que llegó a ser un basurero donde continuamente ardían fuegos para consumir la basura y los cuerpos muertos que se arrojaban en él. Según un diccionario griego por Liddell y Scott, en aquel valle “se quemaban los cadáveres de los peores malhechores.” Si los fuegos
  • 24. del Gehena no consumían totalmente aquellos cadáveres, los gusanos y cresas que se criaban allí terminaban aquel trabajo.—Isa. 66:24; Mar. 9:47, 48. Jesús usó el Gehena como símbolo apropiado de la destrucción eterna. Puesto que la persona que quisiera condenar a su compañero como “despreciable necio” digno del Gehena estaría deseando la destrucción eterna para esa persona, desde el punto de vista de Dios el que pronuncia tal condenación se trae esa severa sentencia a sí mismo.—Compare con Deuteronomio 19:17-19. “Primero haz las paces con tu hermano” Después de advertir a los que le escuchaban acerca de lo mortífero de la cólera prolongada, Jesús dirigió los pensamientos de ellos hacia arrancar de raíces las causas de la cólera. Dijo: Si, pues, traes tu don al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu don allí enfrente del altar, y vete; primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu don.”— Mat. 5:23, 24. “Don” en este caso quería decir cualquier ofrenda sacrificatoria que alguien presentara en el templo de Jehová. Los sacrificios animales eran de considerable importancia, pues Dios mandó que se hicieran como parte de la adoración verdadera. Pero para el que quizás recordara ‘que su hermano tenía algo contra él,’ había un asunto de mayor importancia todavía. “Deja tu don allí enfrente del altar, y vete,” dijo Jesús. “Primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu don.” Esto no tendría que haber sido tan difícil como parece, puesto que el tiempo en que se solía traer aquellos sacrificios era durante las tres fiestas de temporada de la Pascua, el Pentecostés y las Cabañas. (Deu. 16:16, 17) Probablemente el hermano ofendido estaría entre los peregrinos que acudían en grandes cantidades a Jerusalén para estas fiestas. Uno aquí pudiera recordar el requisito mosaico acerca de las ofrendas de culpa. En casos de robo, pérdida o engaño con relación a propiedad, la ley de Dios exigía que el culpable arrepentido restaurara la cantidad completa junto con un 20 por ciento adicional antes de presentar su ofrenda. (Lev. 6:1-7) Sin embargo, Jesús no limitó sus comentarios a las ofrendas de culpa y transgresiones específicas. Según el Hijo de Dios, cualquier ofrenda debería posponerse si uno recordaba que su hermano tenía, con razón, algo contra uno... algo que su conciencia le dijera que, incorrectamente, uno hubiera hecho o dejado de hacer para con su hermano; o pudiera ser que uno percibiera, por la actitud de su hermano para con uno, que había algún sentimiento de ofensa. En tal caso, la ofrenda se debería dejar viva “allí enfrente del altar,” a saber, el altar de las ofrendas quemadas en el patio o atrio de los sacerdotes en el templo. Desde el punto de vista de Dios la relación de uno con sus congéneres es una parte clara, importante, de la adoración verdadera. Los sacrificios animales, hasta el punto de “miles de carneros,” no tenían significado para Dios si los que los ofrecían no trataban debidamente a su congénere. (Miq. 6:6-8) “Porque el
  • 25. que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a quien no ha visto.”—1 Juan 4:20. Además, Jesús instó a los que le escuchaban a evitar las demoras en rectificar agravios, al decir: “Ocúpate en arreglar prestamente los asuntos con el que se queja contra ti en juicio, mientras estas con él en camino hacia allá.”—Mat. 5:25a. ‘Mientras estaba con el que tenía la queja en camino al tribunal’ el ofensor debería hacer esfuerzos vigorosos por resolver el asunto fuera del tribunal. Si el ofensor admitiera su error, expresara dolor e indicara un deseo de hacer la restitución debida, probablemente el que se quejaba se inclinaría a mostrar misericordia, y quizás hasta concordaría en términos con los cuales el ofensor pudiera cumplir sin indebida penalidad. Dando una razón práctica para tal arreglo rápido de los asuntos, Jesús declaró: “No sea que el querellante te entregue al juez, y el juez al servidor del tribunal, y seas echado en prisión.”—Mat. 5:25b. Una vez que el caso llegaba al tribunal, si se probaba que el acusado era culpable y no podía pagar su deuda, el juez pudiera entregarlo a un “servidor del tribunal.” Este oficial, a su vez, metería en prisión al culpable. ¿Por cuánto tiempo? “Te digo en verdad,” declaró Jesús: “De seguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última moneda de ínfimo valor.” (Mat. 5:26) Según el texto griego de Mateo, el aprisionamiento continuaría hasta que se pagara el último kodrantes, “cuadrante,” una moneda que valía la sexagésima cuarta parte del salario que se acostumbraba pagar por día a los que trabajaban en la agricultura. A menos que alguien viniera y pagara la deuda del prisionero, éste pudiera permanecer en la cárcel por largo tiempo. La adoración aceptable tiene que incluir el tratar debidamente al congénere de uno. El apóstol Pablo aconseja a compañeros de creencia: “Hagan que esto sea la decisión suya: el no poner delante de un hermano tropiezo ni causa para dar un traspié.” (Rom. 14:13) Si surgiera tal causa de tropiezo, el cristiano debería recordar las palabras de Jesús y ‘ocuparse en arreglar prestamente los asuntos.’ (Mat. 5:25) “Porque en bondad amorosa me he deleitado,” dice Jehová, “y no en sacrificio.”—Ose. 6:6. Notas: Josefo declara que los tribunales locales solo tenían siete jueces, pero cada juez tenía dos levitas como ayudantes.—Antiquities of the Jews, Libro IV. capítulo VIII, sección 14. El Theological Dictionary of the New Testament (Diccionario teológico del nuevo testamento) dice lo siguiente acerca del Sanedrín principal de Jerusalén: “A la cabeza de este cuerpo, que se reunía en la boule [cámara del concilio] . . . estaba el sumo sacerdote. Él era el líder del pueblo judío; solamente él podía presidir en el Sanedrín. Alrededor de él estaban los archiereis [sacerdotes principales], la aristocracia sacerdotal, simpatizantes de los Saduceos. Por
  • 26. virtud de su oficio los sacerdotes principales del templo tenían asiento y voz en el Sanedrín y formaban una facción sólida. Los ancianos eran el segundo grupo. Es verdad que originalmente a todos los miembros de la gerousia [asamblea de hombres de más edad] se les llamaba ancianos. Gradualmente, sin embargo, este término adquirió un sentido más restringido, de modo que solo a líderes de las familias legas influyentes de Jerusalén se les llamaba presbyteroi [ancianos]. Sin excepción, estos patricios eran, también, saduceos por creencia. Los fariseos se las arreglaron para entrar en el Alto Consejo en los días de la reina Alejandra [76-67 a. de la E.C.]. Desde entonces en adelante el poder y la influencia de los grammateis [escribas] aumentó continuamente en el Sanedrín. En el período romano los archiereis [sacerdotes principales] todavía eran primeros en rango, pero de hecho no se podían tomar ni ejecutar decisiones sin que concordaran en ellas los escribas farisaicos.” Evitando el adulterio y el divorcio DESPUÉS de considerar lo mortífero de la cólera prolongada, Jesús dirigió su atención al séptimo de los Diez Mandamientos, y dijo: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘No debes cometer adulterio.’”—Mat. 5:27; Éxo. 20:14; Deu. 5:18. Bajo la ley de Dios la pena que se imponía por el adulterio era grave... muerte para las dos partes culpables. Esto aplicaba hasta a una mujer comprometida que tuviera relaciones con un hombre que no fuera su prometido.—Deu. 22:22- 24. Sin embargo, los comentarios de Jesús fueron más allá de solo prohibir el acto de adulterio. “Yo les digo,” declaró él, “que todo el que [es decir, todo casado que] sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.” (Mat. 5:28) En otra ocasión, también, Jesús relacionó el adulterio con los deseos inmorales del corazón de la persona: “De dentro, del corazón de los hombres,” dijo él, “proceden razonamientos perjudiciales: . . . adulterios.” (Mar. 7:21, 22) Esto se puede ver por la experiencia de David, quien miró a la esposa de otro hombre y fue afectado emocionalmente por esto, lo cual lo condujo a la comisión de adulterio.—2 Sam. 11:2-4. Jesús no está hablando aquí acerca de algún pensamiento inmoral que le venga a veces a alguien y que sea despedido de la mente con rapidez por esa persona. Más bien, está considerando la situación en que un hombre “sigue mirando” a una mujer y cultiva un deseo lascivo por ella. Dios, quien “ve lo que es el corazón,” sabe que un hombre casado que tiene el deseo pleno de cometer adulterio lo hace si se le presenta la oportunidad. (1 Sam. 16:7) Dios ve el acto como cometido ya “en su corazón,” el centro o asiento de los afectos, deseos y la motivación. ¿Cómo puede protegerse un individuo de cometer adulterio? Usando lenguaje ilustrativo, Jesús declaró: “Ahora bien, si ese ojo derecho tuyo te está haciendo tropezar, arráncalo y échalo de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus
  • 27. miembros se pierda y no que todo tu cuerpo sea arrojado al Gehena. También, si tu mano derecha te está haciendo tropezar, córtala y échala de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo vaya a parar en el Gehena.”—Mat. 5:29, 30. Las Escrituras se refieren al proceder justo como ‘andar con Dios.’ (Gén. 5:22; 6:9) ¿Qué hay si el “ojo derecho” (que aquí representa la facultad de concentración visual de uno) o la “mano derecha” (que significa lo que uno hace, como con las manos de uno) fuera a hacer que uno ‘tropezara,’ es decir, cayera de la senda de la obediencia a Dios? En ese caso, uno tiene que tomar acción similar a la de arrancarse el ojo o cortarse la mano. ¿Cómo? Puesto que el ojo es un importante canal de comunicación a la mente, que influye vigorosamente en las emociones y acciones, uno tiene que restringir sus ojos de concentrarse en vistas impropias. (Pro. 4:25; Luc. 11:34) Job expresó el punto de vista apropiado cuando declaró: “Un pacto he celebrado con mis ojos. Por eso ¿cómo pudiera yo mostrarme atento a una virgen?”—Job 31:1. De manera similar, es necesario estar alerta para que lo que uno hace con sus manos u otros miembros corporales no viole las normas de moralidad de la Biblia. A este respecto, el apóstol Pablo escribe: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en lo que toca a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia.”—Col. 3:5. Es común entre la gente el que un individuo esté dispuesto a perder literalmente una extremidad con el fin de conservarse la vida. Más vital todavía es, según Jesús, el figurativamente ‘echar’ de uno ojos y manos para evitar el pensamiento y las acciones inmorales, porque solo de este modo pueden las personas escapar la destrucción eterna simbolizada por el Gehena ardiente, “el montón de basura” cerca de Jerusalén que ardía de día y de noche para consumir su sucio contenido.—Mat. 5:29, 30, J. B. Phillips. “Además se dijo,” continuó Jesús: “‘Cualquiera que se divorcie de su esposa, déle un certificado de divorcio.’” (Mat. 5:31) La ley de Dios por medio de Moisés le permitía al hombre divorciarse de su esposa si ‘no hallara favor a sus ojos por haber hallado él algo indecente de parte de ella.’ (Deu. 24:1-4) “Algo indecente” evidentemente significaba algo que no era adulterio, porque, como ya se ha señalado, por ese crimen se imponía la pena de muerte bajo la ley mosaica. Sin embargo, puesto que Dios ‘odiaba un divorciarse,’ es razonable que las razones válidas para el divorcio tengan que haber sido serias, como la de que una esposa mostrara crasa falta de respeto a su esposo o causara vergüenza a la casa.—Mal. 2:16. Pero hasta en esos casos serios las Escrituras ni mandaban ni estimulaban el divorcio. Como factor disuasivo con relación a un apresuramiento para disolver matrimonios, Dios decretó que el esposo que se divorciara de su esposa tenía que darle un “certificado de divorcio.” Se exigía tiempo para preparar esto y ponerlo en vigor legalmente. Aquello pudiera haber envuelto consultas con
  • 28. individuos debidamente autorizados que primero tratarían de efectuar una reconciliación. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo los esposos judíos empezaron a ‘tratar traidoramente’ con sus esposas por medio de divorciarse de ellas por toda suerte de razones de poca importancia. (Mal. 2:13-16) En el día de Jesús una opinión rabínica común sostenía que el hombre podía divorciarse de su esposa “hasta si ella le echaba a perder un plato.” Según el comentario alemán sobre la Biblia escrito por Strack y Billerbeck, muchas declaraciones que se encuentran en escritos judíos antiguos muestran que “entre el pueblo judío del período de La Mishna [que abarcaba el día de Jesús] no había matrimonio que un hombre no pudiera disolver brevemente, de manera completamente legal, por medio de entregar un certificado de divorcio.” Por eso, no debe sorprender que los fariseos le preguntaran a Jesús si el divorcio era lícito “por toda suerte de motivo.”—Mat. 19:3. ¿Cómo veía Jesús el divorcio? “Yo les digo,” continuó, “que todo el que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, la expone al adulterio, y cualquiera que se case con una divorciada comete adulterio.” (Mat. 5:32) Con plena autoridad como el Mesías e Hijo de Dios, Jesús mostró que su Padre no se complacía en que los hombres se divorciaran de sus esposas ni siquiera por lo “algo indecente” que se declaró en la Escritura. (Compare con Mateo 19:8.) Más bien, el hombre que se divorciara de su esposa por razones que no fueran la inmoralidad sexual de ella la expondría al adulterio si ella tuviera ayuntamiento sexual con otro hombre, puesto que a los ojos de Dios el matrimonio permanecería intacto. Jesús añadió que “cualquiera que se case con una divorciada,” es decir, una de quien alguien se hubiera divorciado por una razón que no fuera la inmoralidad sexual, “comete adulterio.” Estas palabras de Jesús ciertamente son provechosas. El que él establezca la inmoralidad sexual como la única base para el divorcio restringe de separarse por muchísimas otras razones a las parejas que desean agradar a Dios. Y el hecho de que él condene el pensamiento inmoral que conduce al adulterio sirve para reducir todavía más los casos de desintegración del matrimonio. Para los que escuchan su amonestación, el Sermón del Monte es una poderosa ayuda para evitar el adulterio y el divorcio. “No juren de ninguna manera” DESPUÉS de considerar el adulterio y el divorcio, Jesús dirigió su Sermón del Monte al tema de las declaraciones juradas. Dijo: “Otra vez oyeron ustedes que se dijo a los de la antigüedad: ‘No debes jurar y no cumplir, sino que tienes que pagar tus votos a Jehová.’”—Mat. 5:33. Los judíos que oían a Jesús sabían que, por lo que decía la ley mosaica, sus antepasados habían oído mucho acerca de hacer declaraciones juradas. A veces, el jurar era obligatorio. (Éxo. 22:10, 11; Núm. 5:21, 22) Repetidamente la
  • 29. Palabra de Dios da énfasis a la importancia de cumplir los votos hechos.—Núm. 30:2, 3; Deu. 23:21-23; Ecl. 5:4, 5. “Sin embargo, yo les digo,” continuó Jesús: “No juren de ninguna manera, ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza debes jurar, porque no puedes volver blanco o negro un solo cabello.”—Mat. 5:34-36. ¿Era la intención de Jesús abolir todos los juramentos y votos? No, porque la ley de Dios que mandaba jurar en ciertas ocasiones todavía estaba en vigor. (Gál. 4:4) Cuando estuvo siendo sometido a juicio delante del sumo sacerdote, Jesús mismo no objetó a que se le pusiera bajo juramento. (Mat. 26:63, 64) Cuando Jesús dijo que la gente ‘no debe jurar de ninguna manera,’ se estaba refiriendo a un deterioro y perversión del hacer juramentos. ¿Por qué? Las declaraciones juradas que se mencionan favorablemente en la Biblia siempre tenían que ver con asuntos de gran importancia, como decisiones que tenían que ver con la adoración verdadera, el hacer pactos y testificar en audiencias judiciales. (Gén. 24:2-4, 9; 31:44, 50, 53; Éxo. 22:10, 11) Sin embargo, con el transcurso del tiempo los judíos llegaron a acostumbrarse a hacer votos respecto a una amplia variedad de asuntos cotidianos. Por ejemplo, escritos rabínicos antiguos mencionan el hecho de que algunos individuos hacían el voto de no dormir, no hablar, no andar y no tener relaciones sexuales con sus esposas. Se hacían muchos votos por medio del uso de la palabra “corbán,” que significaba “un don dedicado a Dios.” Se creía que por pronunciar esta palabra la gente podía declarar ciertas cosas tan prohibidas para ella misma u otras personas como los sacrificios del templo. Respecto a esto, Jesús dijo a los fariseos: “Diestramente ponen ustedes a un lado el mandamiento de Dios para retener su tradición. Por ejemplo, Moisés dijo: ‘Honra a tu padre y a tu madre,’ y: ‘El que injurie a padre o a madre termine en muerte.’ Pero ustedes dicen: ‘Si un hombre le dice a su padre o a su madre: “Todo lo que tengo por lo cual pudieras sacar provecho de mí es corbán, (es decir, un don dedicado a Dios,)”’... ya no lo dejan hacer ni una sola cosa por su padre o su madre, y así invalidan la palabra de Dios por la tradición suya que ustedes transmitieron.”—Mar. 7:9-13. También se había corrompido el método de hacer votos. En vez de seguir los ejemplos bíblicos de hacer declaraciones juradas en el nombre de Dios, se hizo popular el jurar “por el cielo,” “por la tierra,” “por Jerusalén” y hasta por la “cabeza” (o vida) de otro ser humano. (Deu. 6:13; Dan. 12:7) Entre las autoridades judías había controversia en cuanto a la validez de muchos votos que se hacían en el nombre de estas cosas creadas. Está claro que ciertas personas pensaban que podían retirar las declaraciones juradas con impunidad.—Compare con Mateo 23:16-22. Sin embargo, Jesús mostró que, puesto que el cielo era “el trono de Dios,” la tierra “el escabel de sus pies” y Jerusalén “la ciudad del gran Rey,” el jurar por estas cosas era lo mismo que jurar en el nombre de Dios. (Isa. 66:1; Sal. 48:2)
  • 30. De manera similar, el hacer un voto por la “cabeza,” o vida, de alguien era lo mismo que hacer el voto en el nombre de Dios, puesto que él es el Autor y Sustentador de la vida; y ningún ser humano controla su vida hasta el grado de “volver blanco o negro un solo cabello.”—Sal. 36:9. Después de desanimar el hacer juramentos promiscuamente, Jesús añadió: “Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No; porque lo que está en exceso de esto proviene del inicuo.”—Mat. 5:37. El hacer juramentos con frecuencia para añadir credibilidad a lo que se decía se hizo popular debido a lo mucho que se mentía y engañaba. Sin embargo, Jesús mostró que en la vida cotidiana un simple Sí o No debería ser completamente digno de confianza y no necesitar que se le reforzara adicionalmente con declaraciones juradas. Las personas que se ven obligadas a ir “en exceso” de esto por medio de estar continuamente ‘jurando’ lo que dicen, revelan que fundamentalmente no son dignas de confianza. Manifiestan el espíritu del “inicuo,” Satanás el Diablo, a quien la Biblia llama “el padre de la mentira.”— Juan 8:44; Sant. 5:12. “Siempre que le hagas un voto a Dios, no titubees en pagarlo, porque no hay deleite en los estúpidos. Lo que prometes en voto, págalo. Mejor es que no hagas voto que el que hagas voto y no pagues.”—Ecl. 5:4, 5. Nota: En realidad, tal hombre estaría diciendo a sus padres: ‘En cuanto a ustedes, mi propiedad es “corbán,” un don dedicado a Dios, y ustedes no pueden usarla ni beneficiarse de ella de ninguna manera.’ Al decir la palabra “corbán,” la persona no necesariamente dedicaba su propiedad a Dios. Por lo general la palabra significaba que la persona simplemente estaba haciéndola como un don dedicado a Dios, de modo que la persona o personas a quienes él hablaba no la usaran. En Life and Times of Jesus the Messiah (La vida y tiempos de Jesús el Mesías), Alfred Edersheim escribe: “No se puede negar que aquellos votos, con relación a los padres, tendrían poder de obligar, y que en realidad se hacían.” “No resistan al que es inicuo” DESPUÉS de considerar los juramentos y votos en su Sermón del Monte, Jesús habló acerca de cómo tratar con las personas que quizás causen daño y ofensa a otras. Empezó por medio de señalar a algo que los que le oían habían aprendido de la ley mosaica: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’”—Mat. 5:38; compare con Éxodo 21:23-25; Levítico 24:19-21. Hay quienes han criticado esta ley, diciendo que era dura. Sin embargo, esta ley no hacía lícita la venganza personal como lo hace la notoria “vendetta” o venganza de tiempos más cercanos a nosotros, porque las mismas Escrituras Hebreas también declaran: “No digas: ‘Tal como me hizo a mí, así voy a hacerle a él. Le pagaré a cada uno según su obrar.’” (Pro. 24:29) La ley de “ojo por ojo y diente por diente” había de administrarse después que los individuos hubieran
  • 31. sido sometidos a juicio “delante de Jehová, delante de los sacerdotes y los jueces que estén en funciones en aquellos días.”—Deu. 19:15-21. “Sin embargo, yo les digo,” continuó Jesús: “No resistan al que es inicuo.” (Mat. 5:39a) ¿Cómo debe entenderse esto? Jesús ayudó a los que le escuchaban por medio de darles cuatro ilustraciones que les ayudarían a tratar debidamente con el “que es inicuo,” es decir, la persona que les hiciera daño de alguna manera. 1—Insulto o daño personal Jesús primero explicó qué hacer cuando los que le escuchaban sufrieran insulto o daño: “Al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.”—Mat. 5:39b. Esto no significa que la persona a quien se abofeteara o golpeara debería ‘pedir más’ por medio de rehusar defenderse. Jesús, cuando se le abofeteó en la cara durante su juicio injusto delante del sumo sacerdote, objetó a aquel maltrato, diciendo: “Si hablé mal, da testimonio respecto al mal; mas si bien, ¿por qué me pegas?”—Juan 18:22, 23; compare con Hech. 23:3. La referencia de Jesús a un abofetear “en la mejilla derecha” recordaría a los que le oían, no tanto un golpe que causara dolor, como uno que insultara y avergonzara. El comentario sobre Mateo por W. F. Albright y C. S. Mann declara: “Jesús aquí habla de lo que todavía es realidad en el Cercano Oriente... pues el más insultante de todos los golpes físicos es el de herir la mejilla derecha con el revés de la mano.” La tradición judía fijaba la multa por abofetear insultantemente con el revés de la mano en 400 zuz (igual a 400 denarios), lo cual era una cantidad que pasaba del salario de un año para un obrero agrícola. El relato del evangelio de Lucas, escrito principalmente para personas no judías, da a las palabras de Jesús expresión más general: “Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra.” (Luc. 6:29a) Esto no aplica simplemente a un abofetear insultante, sino más bien a golpes dados con violencia. Fuera en un caso o en el otro, el consejo de Jesús era ‘volver la otra mejilla.’ Él deseaba que sus seguidores estuvieran dispuestos a aguantar insulto y daño personales sin recurrir a la represalia. De esta manera podrían imitar a Jesús mismo, de quien el apóstol Pedro escribe: “Cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga con justicia.”—1 Ped. 2:23; compare con Isaías 50:6. 2—Cuando alguien “quiere ir al tribunal” Después, Jesús considera la manera en que debe responder uno cuando alguien trata de privarlo de algo por medio de un procedimiento legal: “Y si
  • 32. alguna persona quiere ir al tribunal contigo y hacerse dueño de tu prenda interior de vestir, deja que se lleve también tu prenda exterior de vestir.”—Mat. 5:40. En la antigüedad, la gente acostumbraba pedir una prenda de vestir como fianza que garantizara el pago de una deuda. (Job 22:6) Si el deudor no podía pagar, un tribunal podía otorgar aquella prenda de vestir al acreedor. (Pro. 13:13; 27:13) Sin embargo, la ley de Dios declaraba que un “manto” (prenda de vestir exterior) que se diera como fianza no podía ser retenido durante toda una noche, puesto que pudiera ser que el deudor lo necesitara para cubrirse al dormir.—Éxo. 22:26, 27; Deu. 24:12, 13. Jesús aconsejó a sus seguidores que cedieran espontáneamente la “prenda interior” que un adversario jurídico quisiera obtener; y deberían hacer esto sencillamente “si alguna persona quiere ir al tribunal,” antes de que de hecho comenzaran los procedimientos de tribunal. Además, podían ir al doble de lo exigido al dejar ‘que se lleve también la prenda exterior de vestir,’ aunque la ley de Dios no exigía tal cosa. En armonía con este consejo, el apóstol Pablo escribió a los cristianos de Corinto: “En verdad, pues, significa del todo derrota para ustedes el que estén teniendo litigios unos con otros. ¿Por qué no dejan más bien que les hagan injusticias? ¿Por qué no dejan más bien que los defrauden?” (1 Cor. 6:7) Sí, deberían haber estado dispuestos a sufrir pérdida personal en vez de ver la reputación de la congregación perjudicada públicamente por alguna controversia ante un tribunal. El relato de Lucas acerca de las palabras de Jesús permite la aplicación de éstas hasta en casos que no tengan que ver con procedimientos de tribunal: “Al que te quite tu prenda exterior de vestir, no le retengas siquiera la prenda interior de vestir.” (Luc. 6:29b) Es posible que Lucas haya estado pensando en personas a quienes atacaran en la carretera unos asaltadores que quisieran robarles sus prendas exteriores de vestir. En vez de pelear contra tal confiscación de ropa que quizás fuera costosa, mejor sería que los discípulos de Jesús llegaran hasta más allá de lo que se exigía y cedieran ‘hasta la prenda interior de vestir.’ Esto pudiera salvarles la vida cuando estuvieran encarándose a criminales peligrosos, o pudiera tener otros efectos beneficiosos.—Pro. 15:1; Mat. 5:16. Sin embargo, el Hijo de Dios no quiso decir que siempre la gente debería rehusar envolverse en un litigio o que de otras maneras deberían dejar que personas inicuas las redujeran a un estado de pobreza. Notamos que el apóstol Pablo no entendió que Jesús quisiera decir eso, porque Pablo compareció delante de funcionarios romanos en los esfuerzos que hizo por ‘defender y establecer legalmente las buenas nuevas.’ (Fili. 1:7; compare con Hech. 25:8- 12.) Los cristianos pueden emprender acción legal contra hombres mundanos o autoridades mundanas para reclamar lo que en derecho les pertenezca. Sin embargo, al hacer eso no obrarían beligerantemente, sino, más bien,
  • 33. apaciblemente. Pero en la vida cotidiana los cristianos deben desarrollar una disposición de ceder.—Rom. 12:17-19. 3—Servicio obligatorio a un agente del gobierno seglar Después, Jesús declaró: “Y si alguien bajo autoridad te obliga a una milla de servicio, ve con él dos millas.”—Mat. 5:41. La expresión ‘te obliga a servir’ es una traducción de la palabra griega angareuo, que se adoptó del lenguaje persa. Originalmente, este término tenía que ver con la actividad de los correos o mensajeros públicos autorizados por el rey de Persia. Los correos tenían autoridad para obligar a rendir servicio a hombres, caballos, barcos y cualquier otra cosa que pudiera apresurar el negocio oficial. (Compare con Ester 3:13, 15; 8:10, 14.) Los romanos adoptaron este sistema. Durante el ministerio terrestre de Jesús, los funcionarios gubernamentales podían obligar a los judíos a llevar cargas o hacer trabajo forzado de otra índole. (Mat. 27:32; Mar. 15:21) Para los judíos, este servicio obligado a gentiles era algo que les disgustaba intensamente. Pero Jesús dio a los que le escuchaban la advertencia de ejecutarlo alegremente. De hecho, si se les obligaba a ir la distancia de una milla romana (aproximadamente 1,5 kilómetros), deberían ofrecerse voluntariamente para ir el doble de esa distancia. 4—Al solicitarse ayuda material Siguiendo, Jesús aconsejó mostrar generosidad al dar ayuda material: “Da al que te pida, y no le vuelvas la espalda al que quiera pedirte prestado sin interés.”—Mat. 5:42. Los que escuchaban a Jesús recordarían que la ley de Dios les prohibía a los israelitas pedir interés en los préstamos que hicieran a sus compañeros judíos. (Éxo. 22:25; Lev. 25:37; Deu. 23:20) Además, aquella ley también decretaba: “No debes endurecer tu corazón ni ser como un puño con tu hermano pobre. Porque debes abrirle tu mano generosamente y sin falta prestarle sobre fianzas cuanto necesite, de lo que esté necesitado.” (Deu. 15:7, 8) Como el Mesías y “cumplidor” de la ley de Dios, Jesús fue hasta más allá al recomendar el espíritu del dar generoso.—Mat. 5:17; Hech. 20:35. Ciertamente el consejo de Jesús aquí es de gran valor. Las personas que optan por desprenderse del orgullo personal y hasta de cosas valiosas más bien que pelear por retenerlas, las que ejecutan asignaciones desagradables sin quejarse y que alegremente dan de lo que tienen para ayudar a otros que se encuentran en necesidad inmediata son tanto agradables a su congénere como amadas por Dios.—2 Cor. 9:7.
  • 34. ‘Sea perfecto’: Ame a sus enemigos DESPUÉS de declarar que los que le escuchaban ‘no deberían resistir al que es inicuo,’ Jesús añadió: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo.’”—Mat. 5:39, 43. Los que estaban presentes en la ocasión del Sermón del Monte eran judíos que habían ‘oído’ el mandato de Dios: “No debes tomar venganza ni tener inquina contra los hijos de tu pueblo; y tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.”—Lev. 19:18. Sin embargo, los líderes religiosos de Israel daban énfasis al hecho de que las expresiones “los hijos de tu pueblo” y “tu prójimo” se referían solo a los judíos. También daban énfasis al hecho de que otros mandatos de la ley de Dios exigían que los israelitas permanecieran separados de otros pueblos. (Deu. 7:1- 4) Aunque esto se refería a lo separado de Israel como nación respecto a otros grupos nacionales, con el tiempo surgió el punto de vista de que todos los no judíos eran ‘enemigos,’ que habían de ser odiados como individuos. Un ejemplo de esta actitud se puede ver por la siguiente declaración de La Mishna: “No se dejará ganado en los mesones de los gentiles, puesto que se sospecha que cometen bestialidad; ni quedará una mujer a solas con ellos, puesto que están bajo sospecha de lascivia; ni quedará un hombre a solas con ellos, puesto que están bajo sospecha de derramar sangre. La hija de un israelita no ayudará a una mujer gentil a dar a luz, puesto que estaría ayudando a dar a luz una criatura para la idolatría, pero una gentil puede ayudar a la hija de un israelita. La hija de un israelita no amamantará a la criatura de una gentil, pero una gentil puede amamantar a la criatura de la hija de un israelita dentro del dominio de éste.”—Tratado Abodah Zarah (“Idolatría”) 2:1. “Sin embargo, yo les digo,” declaró Jesús haciendo un contraste refrescante: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen.” (Mat. 5:44) Aquí vemos más evidencia de que el Hijo de Dios vino, ‘no a destruir, sino a cumplir’ la Ley escrita de Dios, porque aquella Ley mandaba tratamiento considerado, bondadoso, para los extranjeros.—Mat. 5:17; Éxo. 22:21; 23:4, 5; Lev. 19:33, 34; Deu. 10:19. Pero Jesús no tenía la intención de limitar este principio a enemigos gentiles de Israel. Deseaba que sus seguidores obraran amorosamente para con toda persona que les mostrara hostilidad. Escribiendo especialmente para los no judíos, Lucas registra de la siguiente manera las palabras de Jesús: “Mas les digo a ustedes que escuchan: Continúen amando a sus enemigos, haciendo bien a los que los odian, bendiciendo a los que los maldicen, orando por los que los insultan.”—Luc. 6:27, 28. Según Jesús, los que estaban ‘escuchando,’ es decir, realmente tomando en serio sus dichos, tenían que hacer frente a un aspecto triple del odio con una correspondiente expresión triple de amor: (1) ‘Hacer bien a los que los odian,’ por medio de responder a los sentimientos de animosidad del enemigo con obras bondadosas. (2) Si el odio estalla en insulto verbal, ‘bendecir a los que
  • 35. los maldicen.’ En vez de devolver maldición por maldición, los seguidores de Jesús deben hablar con bondad y consideración a los que se les oponen. (3) Si la enemistad se extiende hasta más allá del abuso verbal y efectivamente es ‘persecución’ de los discípulos de Cristo por medio de violencia física u otro tratamiento ‘insultante,’ deben ‘orar por’ los perseguidores, y suplicar amorosamente a Dios que los opositores cambien de opinión y entren en el favor de Dios.—Compare con Romanos 12:14-21; 1 Corintios 4:12; 1 Pedro 3:8, 9. Jesús entonces dio una poderosa razón para mostrar amor a los enemigos de uno: “Para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos.” (Mat. 5:45a) Para el beneficio de sus lectores gentiles, Lucas reemplaza la frase: “su Padre que está en los cielos,” con “el Altísimo.”—Luc. 6:35a. Las personas que prestan atención al consejo de Jesús llegan a ser “hijos” de Dios en el sentido de que lo imitan por medio de reflejar su benevolencia imparcial para con amigo y enemigo igualmente. (Compare con Mateo 5:9; Efesios 4:31-5:2; 1 Juan 3:9-12.) Dios da el ejemplo perfecto porque “hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” (Mat. 5:45b); “es bondadoso para con los ingratos e inicuos.”—Luc. 6:35b. Para dar énfasis a lo importante que sería el que sus oyentes ‘continuaran amando a sus enemigos,’ Jesús añadió: “Porque si aman a los que los aman, ¿qué galardón tienen? ¿No hacen también la misma cosa los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué cosa extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa también la gente de las naciones?”—Mat. 5:46, 47. Las personas que desean imitar a Dios no deben limitar sus expresiones de amor a individuos que pagan de la misma manera. Esto no merecería ningún “galardón” o favor especial ante Dios. Hasta los “recaudadores de impuestos” estaban acostumbrados a desplegar amor a los que los amaban, aunque los judíos consideraban a éstos como personas que estaban entre la gente más despreciable.—Luc. 5:30; 7:34. El saludo común entre los israelitas incluía la palabra shalom (“paz”), que daba a entender un deseo de que la persona a quien se saludaba tuviera salud, bienestar y prosperidad. El limitar tal saludo a personas a las que se consideraba “hermanos” no sería “cosa extraordinaria,” porque algo similar podía observarse entre “gente de las naciones,” a quienes los judíos consideraban impíos, inmundos y personas a las cuales evitar. El evangelio de Lucas, escrito con consideración para los que no eran judíos, reemplaza las expresiones “recaudadores de impuestos” y “gente de las naciones” (que en este contexto solo tendrían significado para judíos) con el término más general “pecadores.” Leemos: “Y si ustedes aman a los que los aman, ¿de qué mérito les es a ustedes? Porque hasta los pecadores aman a los que los aman a ellos. Y si hacen bien a los que les hacen bien, realmente, ¿de qué mérito les es a ustedes? Hasta los pecadores hacen lo mismo.