1. El ‘sele’ y el autorretrato
Se dice que el sele o autorretrato a través del móvil es signo de la actual adoración a la indivi-dualidad,
el culto al yo y pecados narcisistas por el estilo. Sin embargo, si el sele es complaciente
es solo un gozo muy menudo, una instantánea. ¿Qué pensar sin embargo de los autorretratos
que componen los pintores desde Durero a Picasso, desde Van Gogh a Frida Kahlo, desde Veláz-quez
y Goya a Bacon? Un sele es apenas una gota de amor a sí mismo en comparación con el
océano que conlleva pintarse ante un espejo. Prácticamente todos los artistas son exhibicionis-tas.
Prácticamente todos los artistas se aman incluso cuando se suicidan o precisamente por eso.
El sele es una broma pero un autorretrato de artista va completamente en serio. ¿Es un mani-
esto? ¿Es una exaltación? ¿Es un epitao? De todo hay y, en cada caso se trata de una declara-ción
del yo multiplicado por dos. ¿Yo y yo con el espejo? Mucha gente no soportaría mirarse
tanto tiempo y tan minuciosamente en esa lunática imagen de sí. Porque de hecho el autorretra-to
nace de redundar lo visto hasta hacer que rezume lo invisible. Es decir, dar arte a la parte que
no se ve y hacer que la que se ve se aparte de lo inmediato.
El sele no se pregunta qué aspecto retratar. La máquina lo hace todo. El sele no pretende
impresionar sino tan solo impresionarse. El pintor, sin embargo, de una u otra manera se presen-ta
con la pretensión de ser un objeto al que merece la pena observar y estudiar dentro de la obra
completa.
Muchos pintores a través del pentimento han corregido sus cuadros o los han terminado sobre
otros fracasados. El lienzo siempre es, en la mítica del ocio, un bien altamente apreciado. No
importa el presupuesto de que se disponga, un lienzo es sagrado y dedicarlo a la propia cara es
asimilar lo caro (querido) del soporte al valor del porte en un momento dado.
La propagación de la moda del sele ha llamado la atención de los que ven en ello un solipsismo
pero viene a ser casi lo contrario puesto que la Red donde se cuelga es una plaza donde los
individuos se presentan como multitud y la manada de caras hace juego. El autorretrato del
artista, por el contrario, lleva consigo ambiciones singularísimas. El pintor se ama o se odia de tal
manera, es decir, se considera de tanta importancia afectiva como para ocupar el único motivo
del cuadro.
¿Estudio psicológico del artista a través del autorretrato? Perderán el tiempo los analistas. El
pintor no se autorretrata para ofrecer una información cabal sino más bien aberrada.
Desde que el realismo ha dejado de interesar incluso a la realidad no hay ya realidad ni cción
interesantes. Una y otra se han centrifugado en una evolución en la que el conocimiento no se
puede conocer y la ciencia no sabe explicarlo.
El autorretrato recoge simbólicamente esta circunstancia del nuestro mundo físico y emocional.
En cada una de los autorretratos se abarrota tal cantidad de mentiras, delirios y agonías que la
historia lleva hasta el efímero expediente del sele. El sele sería así un documento personal sin
nalidad real o cticia porque mientras el autorretrato requiere intención, determinación, el
sele es el azar en concordancia con la restante incoherencia del mundo.