1. Oración
“Nacer el sol de una estrella
sólo se vio en este día,
que nace Dios de María,
quedando Madre y doncella.
Que el Sol de justicia salga
donde lo podamos ver,
Y que sola una mujer
a tan gran efecto valga;
Extrañeza como ella
hoy sólo ver se podía,
que nace Dios de María,
quedando Madre y doncella.
Sólo de esta Virgen pura
esto se puede esperar,
que por humilde alcanzar
Mereció tan gran ventura.
Llegad con su Hijo a verla,
y allí veréis, alma mía,
que nace Dios de María,
Quedando Madre y doncella”.
ofszonafranciscanasangregorio.blogspot.com
¡Paz y Bien!
Boletín mensual de la Orden Franciscana Seglar
Fraternidad de Villarrubia de los Ojos – Ciudad Real
Nº 49 DICIEMBRE DE 2014
Editorial
Os traigo una buena noticia:
¡Os ha nacido un Salvador!
Con toda la Iglesia nos disponemos a celebrar la solemnidad del
Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Para nosotros, los franciscanos
seglares, que deseamos su venida, eran las palabras de la profecía:
“Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu Rey que viene,
el Santo, el Salvador del mundo”. Para nosotros son ahora las palabras del
Evangelio: “Os traigo la buena noticia: os ha nacido un Salvador”.
El Nacimiento del Hijo de Dios según la carne, la aparición
gloriosa de la gracia de Dios que trae al mundo la salvación, es misterio
que fundamenta la esperanza, ilumina la vida, y llena de paz el corazón.
Por eso los franciscanos seglares debemos unir nuestras voces en un canto
de alabanza al Padre, que nos ha dado a su Hijo y nos ha llamado a una
inefable comunión con él: En ese Hijo los pobres hemos sido ya
enaltecidos hasta el cielo, y, por ese Hijo, Dios se ha quedado para
siempre entre los pobres.
Hoy hemos visto a Dios desposado con la pobreza; hoy hemos
visto a la Virgen María que envolvía en pañales el cuerpo de la salvación;
hoy hemos visto la gracia de Dios envuelta en carne de pecado; hoy hemos
visto al Autor del universo rodeado por los brazos de una mujer y
amamantado a sus pechos.
Que nuestro canto celebre lo que hemos visto, que nuestra voz
confiese lo que creemos, y que en el corazón de los franciscanos seglares
entre para quedarse la alegría de la Navidad: “Alegrémonos todos en el
Señor, porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo. Hoy, desde el
cielo, ha descendido la paz sobre nosotros”.
2. NO DEJEMOS DE ADMIRAR ESTE MISTERIO
Con ese Niño cuyo nacimiento celebramos, ha entrado en el mundo
el sacramento del amor que Dios nos tiene, nos ha visitado la paz que Dios
nos ofrece, se ha encendido la luz con que Dios quiso iluminar a los que
habitaban en tierra y sombras de muerte.
Con el nacimiento de ese Niño, se desvanecen los miedos, se hace
cierta la esperanza, pierde su aguijón la muerte, y al hombre se le revela la
eternidad como futuro de su tiempo.
Con Jesús nacen las bienaventuranzas, que, antes de ser palabras
pronunciadas en el sermón de la montaña, son hechos de Dios en el
misterio que hoy contemplas. Ese Niño que hoy ha nacido, es el reino que
Dios ofrece a los pobres, es la tierra que Dios da en herencia a los no
violentos. En ese Niño que hoy ha nacido, reconoces el consuelo que viene
de Dios para los que lloran; ese Niño es el pan con que Dios sacia a los
hambrientos de justicia, es el sacramento de la misericordia que los
misericordiosos alcanzan de Dios; en ese Niño ven a Dios los limpios de
corazón, y en él ya son hijos de Dios los que trabajan por la paz.
Con Jesús que nace de María, nace el perdón para los pecadores, la
recompensa para los justos, la redención para todos. Con Jesús, nace el
hombre nuevo que traemos en su mano la llave con que ha de abrir para
una humanidad nueva las puertas del paraíso.
NO DEJEMOS DE CONTEMPLAR LO QUE ESTAMOS LLAMADOS A SER
En la noche santa de Navidad, con Jesús has nacido tú, su Iglesia,
pues eres también su cuerpo. Hablando de sí mismo, él dijo: “Tanto amó
Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en
él no perezca, sino que tenga vida eterna”.
Y tú sabes, Iglesia cuerpo de Cristo, que Dios te ha querido
sacramento de ese Unigénito suyo, que es la medida de su amor. Dios te
ha querido presencia real de su Hijo en los caminos del mundo. Sólo si
entras en el misterio de lo que eres por nacimiento, podrás discernir lo que
has de hacer por vocación.
Tú vienes de Dios, como Jesús; tú has nacido de la fuerza de su
Espíritu, como Jesús; tú, como Jesús, has sido ungida para llevar a los
pobres la buena noticia. No puedes dejar de volverte hacia aquél de quien
vienes, no puedes dejar de mirarte en aquél de quien eres sacramento, no
puedes dejar de ir a aquéllos a quienes has sido enviada. Eres de Dios para
escucharle, eres de Cristo para imitarlo, eres de los pobres para servirlos.
A Dios, que es nuestra fuente, nos volvemos, como Jesús, por la
escucha de su divina palabra, por la obediencia a lo escuchado, por el
amor en la obediencia, por la perseverancia en el amor. En el espejo, que
es Jesús, nos miramos para imitar su amor y su pobreza. A los pobres
vamos, como Jesús, a llevarles la buena noticia que de Dios hemos
recibido para ellos. Con Cristo, tú que eres su cuerpo, su Iglesia, has sido
ungida para evangelizarlos: Con tus manos, es Cristo quien los sirve; con
tus ojos, es Cristo quien los mira; con tus palabras, es Cristo quien les
habla; con tu corazón, es Cristo quien los ama; con tu vida, es Cristo quien
los evangeliza.
Cuando los pobres vengan a tus puertas, vendrán con su necesidad,
y esperarán recibir de ti lo que no tienen para vivir. Te buscarán por lo que
puedas ayudarles. Puede que sólo te busquen por encontrar esa ayuda.
Pero cuando tú hayas compartido con ellos lo que tienes, ellos se habrán
encontrado, no sólo con la ayuda que buscaban, sino también con Cristo
que los recibió y los ayudó.
Un día, Iglesia cuerpo de Cristo, los pobres celebrarán con cantos
lo que en ti han encontrado, confesarán lo que han visto, y se gozarán
contigo de haber conocido a Cristo porque tú los amaste: “¡Qué hermosos
son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae
la buena nueva… el Señor consuela a su pueblo!”
Franciscanos Seglares: nuestra vida, como el nacimiento de nuestro
Señor Jesucristo, es un milagro del amor de Dios. Por aquel nacimiento y
por nosotros, le debemos dar gracias a Dios de todo corazón. Que el Niño
Jesús nos guarde en su infinita caridad, que nos muestre su rostro y nos
conceda la paz.