El documento resume el libro "El hombre más rico de Babilonia" de George Clason. Narra las historias de Arkad, el hombre más rico de Babilonia, y cómo compartió sus secretos para la riqueza con amigos como Bansir. Arkad enseñó la importancia de ahorrar parte de los ingresos, invertirlos sabiamente y pasar estas enseñanzas a otros. El libro utiliza estas historias para enseñar lecciones sobre el trabajo, el ahorro y la administración financiera.

1. PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR
FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y CONTABLES
CARRERA DE ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS
COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA
Alejandro Javier Montalvo Miranda
Primer Nivel Paralelo 5
Quito, 29 de agosto de 2013
EL HOMBRE MÁS RICO DE BABILONIA
1. Resumen
“Esta verdad había ayudado a muchos hombres a superar las dificultades y a llegar al éxito, y
seguiría haciéndolo a todos los que comprendieran su fuerza mágica. Cualquiera que lea estas
líneas la poseerá.” (Clason, 1979)
El libro escrito por George Samuel Clason en 1979, utiliza una serie de narraciones históricas,
basadas en la antigua Babilonia, para exponer distintas enseñanzas que tienen que ver con los
valores del trabajo, el ahorro y la administración del dinero.
En su capítulo inicial “El hombre que deseaba oro”, el primer nombre que aparece es el de Bansir,
un Babilonio fabricante de carros que se encuentra afligido y que a pesar de los recordatorios de
su mujer, aún tiene pendiente una unidad por terminar. Al poco tiempo aparece Kobi el músico, su
mejor amigo, él le saluda calurosamente y aprovecha la oportunidad para pedirle prestados a
Bansir dos shekels. Bansir amargamente le responde que no puede hacerlo puesto que su bolsa
se encuentra vacía. Kobi absorto le pregunta cómo puede estar sentado mientras podría estar
trabajando en el carro para saciar su hambre. Inmediatamente Bansir le cuenta la razón de sus
penurias, y es que todo surgió a partir de un sueño en el que se vio junto a su esposa lleno de
monedas de oro, gastando con libertad y al despertarse y encontrarse con la realidad de su bolsa
vacía, se pregunta por qué no puede conseguir una parte de las cosas abundantes que tienen los
que poseen todo el oro. En ese momento, Kobi sugiere que sería muy simple aprender el secreto
de cómo conseguir el oro, averiguándolo de quienes lo conocen y precisamente menciona a su
viejo amigo Arkad, el hombre más rico de Babilonia, y sugiere acudir a él con la esperanza de que
les transmita algo de su sabiduría. Entonces Kobi y Bansir, en conjunto con otros desdichados
amigos de su infancia, acuerdan visitar a Arkad.
“El hombre más rico de Babilonia” es el segundo capítulo del libro, mismo que se centra en Arkad,
un hombre muy rico que por su inmensa fortuna y prodigalidad era admirado en todo el mundo y a
pesar de que gastaba mucho en sí mismo y en su familia, su fortuna seguía acrecentándose cada
año. El día en que unos amigos de la infancia lo fueron a ver para preguntarle por qué a pesar de
que ellos trabajaban tan arduamente como él, no pueden gozar de sus mismos privilegios.
Entonces Arkad decide contarles la historia de su vida. “La Fortuna Caprichosa es una diosa

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malvada que no favorece siempre a las mismas personas”, comienza diciéndoles, luego les cuenta
cómo en su juventud él miraba a su alrededor y se fijaba en todas las cosas buenas que le podían
dar felicidad y en cómo la riqueza era un poder que hacía posible muchas cosas. Además, cuenta
Arkad, cómo en sus inicios se dedicó al oficio de escriba y que a pesar de que trabajaba
arduamente semana tras semana y mes tras mes, no le quedaba nada de lo que ganaba; sin
embargo, conservaba la firme decisión de querer alcanzar las cosas buenas de la vida. Un día,
conoció a Algamish, un prestamista de la ciudad que le encargó unas largas copias sobre tablillas
de barro y le ofreció dos monedas de cobre si el trabajo estaba listo en dos días. Arkad trabajó
duro, pero no logró completar la copia. A su regreso Algamish estaba furioso, pero Arkad no tuvo
miedo y le dijo: “Algamish, eres un hombre rico. Dime cómo puedo hacerme rico también y
trabajaré toda la noche escribiendo en las tablillas para que cuando el sol se levante la ley esté ya
grabada”. Algamish aceptó el trato y Arkad logró cumplir con su parte y pudo, en recompensa,
acceder al secreto de Algamish. “Encontré el camino de la riqueza cuando decidí que una parte de
todo lo que ganaba me tenía pertenecer. Lo mismo será verdad para ti.”, le dijo Algamish y luego
le explicó cómo podía hacer que su dinero trabaje para él, comenzando con dejar de pagar a todos
menos a él mismo; conservando al menos una décima parte de sus ingresos agrandaría su bolsa.
Arkad siguió su consejo y guardó una moneda de cobre de cada diez que le pagaban y al cabo de
un año Algamish regresó para comprobar su progreso. Arkad había invertido sus ahorros en un
fabricante de ladrillos que pretendía comprar joyas raras con su dinero para luego venderlas y
compartir las ganancias. Algamish reprochó la acción de Arkad, le vaticinó que habría de perder
sus ahorros y aprovechó para enseñarle otra lección: “Quien pide consejo sobre sus ahorros a
alguien que no es entendido en la materia habrá de pagar con sus economías el precio de la
falsedad de los consejos.” Arkad aprendió la lección y luego de otro año de ahorros, invirtió el
dinero con un fabricante de escudos que si le produjo ganancias, pero las gastó en manjares y
ropas. Posteriormente, de la mano de Algamish, aprendió Arkad que en lugar de derrochar las
ganancias, debía invertirlas para que produzcan a su vez más ganancias para él. Al cabo de un
tiempo Algamish regresó a visitar a Arkad y al ver que había aprendido bien la lección, le invito a
que a Nipur donde le hizo su socio y administrador de sus negocios. Al final del capítulo, se cuenta
que Arkad siguió inculcándoles a sus amigos lo que Algamish le había enseñado gratuitamente y
durante muchos años.
El capítulo tercero, “Las siete maneras de llenar una bolsa vacía”, cuenta acerca de la vez en la
que el rey Sargón de Babilonia a su vuelta de largas batallas con los elamitas, se encontró con
una situación denigrante. El viejo esplendor de Babilonia se había ido apagando y en busca de
soluciones, el rey acude al hombre más rico de Babilonia para que instruya a un grupo de cien
estudiantes sobre sus saberes. Durante siete días, Arkad habla a sus estudiantes sobre las
maneras de llenar sus bolsas. Comienza estableciendo que la manera más fácil de empezar a
acumular riqueza, es precisamente ejerciendo sus profesiones, pero en lugar de gastar sus
ingresos, de cada diez monedas que ganen, deben gastar solo nueve. La siguiente manera de la
que habla Arkad, es el control de gastos, esto es establecer las prioridades y no confundir
necesidades con deseos, delimitando en una tablilla los gastos obligatorios que deben ajustarse a

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las nueve de diez de sus ingresos. La tercera manera consiste en lograr que el oro ahorrado
fructifiqué, es decir, haciendo que cada moneda se reproduzca como los rebaños en el campo. La
cuarta manera, trata de la seguridad con la que se deben tratar los ahorros, esto es,
protegiéndolos de las pérdidas invirtiendo únicamente donde el capital este seguro y pueda ser
reclamado cuando se desee. La quinta manera de Arkad tiene que ver con las propiedades, Arkad
incita a sus discípulos a invertir en una casa propia por los beneficios que esto acarrea; en lugar
de pagar un alquiler desmesurado, pagar a los prestamistas para la construcción, reduciendo el
coste de la vida y permitiendo los placeres y la satisfacción de deseos. La sexta manera está
relacionada con el hecho de que la vida de los hombres está limitada y para garantizar la
prosperidad y protección de sus familias, debían prever sus ingresos en base a los días venideros.
Por último, menciona Arkad que es importante la cultivación de las facultades intelectuales, el
estudio y la instrucción, pues se adquiere confianza para materializar los deseos. Termina Arkad
incitando a sus alumnos a practicar y predicar lo aprendido para su beneficio y el de Su Majestad.
“La diosa de la fortuna”, es el capítulo cuarto, en él los babilonios se preguntan si existe algún
modo de atraer a la suerte y dado que no existían escuelas, un grupo abierto de personas se
reunían en el Templo del Conocimiento para discutir sus inquietudes. Una vez más Arkad es el
protagonista de la conversación, una serie de asistentes a la charla le plantean su inquietud.
Comienzan discutiendo sobre los intereses de la diosa de la fortuna, dejan en claro que a ella no le
interesan las salas de juego ni las carreras de caballo, donde más es lo que se pierde que lo que
se gana, sino que al contrario, ella acompaña al cultivador, al honrado que realiza un esfuerzo.
Posteriormente Arkad pide que los asistentes cuenten sobre sus experiencias con la suerte, se
habla de empresas desperdiciadas, de oportunidades perdidas por culpa del hábito de los
hombres de contemporizar, de tardar en cumplir con las cosas que les convienen. Y Arkad en
conjunto con los asistentes, concluyen en base a sus experiencias, que aquellos que están
impacientes por aprovechar al máximo las ocasiones que se les presenten, atraen la atención de
la buena diosa. “A los hombres de acción les sonríe la diosa de la fortuna.”
En el quinto capítulo, “Las cinco leyes de oro”, el viejo Kalabab, decide por la confianza y buen
servicio de sus cuidadores, contarles una historia y empieza por preguntarles si escogerían un
saco lleno de oro, frente a una tablilla de arcilla llena de palabras de sabiduría. Luego prosigue e
introduce al hijo de Arkad, Nomasir, quien para responder por las herencias de su padre, primero
debía partir con un saco de oro y una tablilla de arcilla donde estaban grabadas las cinco leyes de
oro, durante diez años y regresar para dar cuenta de sus actos. Entonces Nomasir en el relato de
Arkad, cuenta cuáles fueron todas las penurias por las que tuvo que pasar y cómo al final, las
cinco leyes de oro no solo salvaron su vida, sino que además le habían permitido regresar con la
bolsa de monedas que oro con la que había partido y dos adicionales. Las leyes eran las
siguientes: “1. El oro acude fácilmente, en cantidades siempre más importantes, al hombre que
reserva no menos de una décima parte de sus ganancias para crear un bien en previsión de su
futuro y el de su familiar. 2. El oro trabaja con diligencia y de forma rentable para el poseedor sabio
que le encuentra un uso provechoso, multiplicándose incluso como los rebaños en los campos. 3.
El oro permanece bajo la protección del poseedor prudente que lo invierte según los consejos de

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hombres sabios. 4. El oro escapa al hombre de invierte sin fin alguno en empresas que no le son
familiares o que no son aprobadas por aquellos que conocen la forma de utilizar el oro. 5. El oro
huye del hombre que lo fuerza en ganancias imposibles, que sigue el seductor consejo de
defraudadores y estafadores o que seña de su propia inexperiencia y de sus románticas
intenciones de inversión.” Se cierra el capítulo, cuando Kalabab, al finalizar su narración, les
recomienda a sus oyentes que sigan el ejemplo de Nomasir, se basen en las leyes de oro y con la
fuerza de sus deseos guíen el poder mágico que contienen y conquisten su parte de los tesoros de
Babilonia.
El sexto capítulo “El prestamista de oro de Babilonia”, comienza con un dilema que tenía el
fabricante de lanzas, Rodán, que acababa de recibir cincuenta monedas de oro directamente de
parte del rey, en agradecimiento por los excelentes acabados que hizo en su trabajo. El dilema del
fabricante de lanzas consistía en que su hermana le había pedido esas cincuenta monedas para
una empresa que tenía en mente su joven marido. Entonces Rodán acude al prestamista de oro
de Babilonia, Maton, para pedirle un consejo. Maton se sorprende de que alguien pueda entrar al
puesto de un prestamista para pedir consejos y no monedas, así que invita a Rodán a comer y le
cuenta la serie de antecedentes que lo condujeron a convertirse en prestamista. Rodán aprende
que tanto el prestamista como el que pide prestado deben ser precavidos en sus acciones , no
prestando nada que no pueda ser devuelto y no pidiendo nada que no pueda ser pagado. “Vale
más prevenir que curar”.
“Las murallas de Babilonia”, es como se titula el séptimo capítulo y cuenta la historia del viejo
Banzar, un guerrero feroz de antaño que hacía de guardia en las murallas de Babilonia y durante
los asedios era el encargado de comunicar lo que ocurría con los soldados que defendían el
acceso a las murallas a los centenares de miles de habitantes que dependían de ellos para su
supervivencia. En distintas ocasiones se acercaron a él mujeres temerosas y hombres agobiados,
temerosos de su porvenir y a todos ellos Banzar los escuchó y brindo aliento. Finalmente cuando
todo terminó y Babilonia sobrevivió de pie a los ataques de sus enemigos, se resuelve que las
murallas ilustran las necesidades del hombre de estar protegido, de tener sus cuentas y sus
inversiones fiables para protegerse de tragedias inesperadas, puesto que no se puede vivir sin
estar protegido de manera adecuada.
En “El tratante de camellos de Babilonia”, octava parte del libro, nos encontramos con la historia
de Tarkad y Dabasir; el primero un joven hambriento con muchas deudas y el segundo un tratante
de camellos. Resulta que justamente era Dabasir una de las personas a las que Tarkad debía un
par de monedas y tuvo la casualidad de encontrárselo por las calles. Dabasir le exigió el pago a
Tarkad, pero él completamente incapaz de cumplir con sus obligaciones, no pudo más que pedir
disculpas. Dabasir con la intención de decirle un par de cosas al chico, lo lleva a un lugar de
comida, donde ordena únicamente para él y comienza un relato, al que gran parte de los
presentes acude presuroso a escuchar. Dabasir cuenta la historia de cómo a causa de sus
deudas, su mujer lo dejó y cayó una serie de desdichas que lo llevaron finalmente a ser esclavo.
Luego explica como su espíritu de hombre libre y sus habilidades con los camellos, lo guiaron a
dejar el sendero de la muerte y regresar a su ciudad a recuperar a su mujer y a hacer frente a sus

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responsabilidades con determinación. El joven Tarkad, inspirado por su relato se inclina a sus
pies, pide disculpas y se compromete a seguir su ejemplo hasta saldar todas sus obligaciones. Al
final del capítulo se revela una verdad descubierta y aplicada por Dabasir: “Cuando se está
determinado, se encuentran los medios”.
“Las tablillas de barro de Babilonia”, el noveno capítulo del libro, cuentan a partir de una serie de
cartas firmadas por Alfred H. Shrewsbury, cómo el descubrimiento arqueológico de las tablillas de
barro de Babilonia, cambia la vida de Shrewsbury. Las tablillas son cinco y a modo de diario,
narran la historia de Dabasir desde su punto de vista. A partir de ella, y siguiendo sus prácticas,
Shrewsbury y su esposa logran demostrar la vigencia de las prácticas de administración financiera
de Dabasir liberándose, al igual que él, de las deudas que los asfixiaban.
El capítulo diez “El babilonio más favorecido por la suerte”, trata de Sharru Nada, el príncipe
mercader de Babilonia, Arad Gula y su nieto Hadan Gala; de cómo un esclavo que no tiene más
que lo que lleva puesto, a través de la iniciativa, la perseverancia, la buena voluntad, el amor por
el trabajo y la humildad es capaz de emprender el camino hacia su liberación.
El último capítulo del libro “Un resumen histórico de Babilonia”, logra sintetizar de manera efectiva
la verdadera esencia de la ciudad más prospera y atractiva que se ha dado. Comenzando con el
ejemplo de cómo los hombres, a pesar de no tener todo lo necesario a su alcance, fueron capaces
de modificar el terreno, dándole vida y usándolo posteriormente a su favor para la irrigación, la
producción y el comercio. Babilonia se levantó sobre una llanura árida, las mentes de sus
arquitectos concibieron una imagen y la hicieron realidad. Los vestigios de los templos, de las
calles, de los jardines colgantes devueltos al desierto por la acción del desierto son el legado
histórico de su civilización; los vientos habrán reducido a polvo las paredes, pero su sabiduría aún
pervive.
2. Crítica
El hombre más rico de Babilonia plantea de una manera diferente la posibilidad de acercarse a
una pregunta que muchos deben haberse hecho alguna vez en su vida. ¿Cómo es que los ricos
son ricos? ¿Existen normas o secretos de administración financiera que rigen solo para los
adinerados? George Clason sugiere de una manera atractiva un par de respuestas para estas
interrogantes. Su libro ambientado hace cinco mil años, presenta una Babilonia utópica,
resplandeciente y pura, en la que no es difícil imaginar a sus sembríos, sus murallas y sus jardines
colgantes. Un panorama así invita a creer en una sabiduría ancestral presente en todos sus
habitantes, pero a pesar de que hay orfebres, guerreros, agricultores, granjeos y forjadores de
escudos, todos parecen estar unidos por un deseo inherente al hombre, el de la acumulación de
capital, el del bienestar y los placeres materiales. En primera instancia, la calidez con la que
Clason presenta al primer personaje del libro, invita a sentirse familiarizado con él y hasta cierto
punto, dependiendo del caso, identificado. Pero, ¿por qué un hombre tan pleno y joven, en la
cuidad más próspera del mundo puede tener algo que lo agobie? Sencillamente porque desde que
existe el dinero, existen los ricos y los pobres, los que añoran y los que tienen. El hombre que

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deseaba el oro, se convierte en el desencadenante de la historia, el valiente que se atreve a
cuestionarse lo incuestionable, y es su afán por liberarse de la carga de su sueño de gloria y
grandeza lo que nos lleva a conocer a la figura patriarcal del libro, Arkad. Resulta un tanto
intrigante cómo al inicio se lo presenta como un hombre que, enardecido por sus riquezas, no es
cortés ni correspondido con un amigo de su infancia, pero después, se muestra compasivo y
caritativo. El libro toma las riendas de su propósito cuando se revela el secreto adquirido por Arkad
para la acumulación de riqueza, en ese punto, el lector confundido entre la literatura y la realidad
recibe el secreto como un sacudón. ¿Cómo es posible que algo tan aparentemente sencillo, sea la
clave para los añorados ideales de prosperidad económica? Y más allá de eso, ¿qué hombre en
su cordura lo transmitiría para su conocimiento universal? George Clason al parecer. De manera
que a partir de ese momento, el fondo literario se convierte en un plato de segunda mesa ante la
posibilidad de conocer el resto de los secretos para llenar una bolsa vacía, y mientras continúa el
cuestionamiento interno de si llevar o no a la práctica los secretos de Clason, casi sin darse
cuenta, se van revelando el resto de componentes de la fórmula mágica, hasta que en el capítulo
cinco, se tienen las manos llenas con cinco leyes de oro, para conseguir precisamente, oro. El
resto de capítulos afianzan lo que verdaderamente quiere transmitir el autor, la conciencia del
manejo económico, la constancia y perseverancia terminan rindiendo sus frutos a los
protagonistas, de forma que al virar la última página, la última pregunta sería: ¿y qué estoy
esperando para comenzar?
3. Aplicación
Verdaderamente me siento agradecido de haber tenido la oportunidad de leer este libro, más allá
de si el viejo Algamish hace cinco mil años en Babilonia le transmitió los secretos que ahora están
en mi poder a Arkad o no, siento que no estaría en capacidad de aprovecharlo de la misma
manera si hubiese terminado leyéndolo diez o quince años más adelante en mi vida. Ciertamente
el conocimiento es lo que nos hace ricos a los hombres. Lo que lamento, a pesar de que no tiene
sentido ya, es no haber sabido nada de esto hace algunos años, puesto que como dice Algamish:
"La riqueza, como el árbol, nace de una semilla. La primera moneda que ahorres será la semilla
que hará crecer el árbol de tu riqueza. Cuanto antes plantes tu semilla, antes crecerá el árbol,
cuanto más fielmente riegues y abones tu árbol, antes te refrescaras, satisfecho bajo su sombra".
De todas maneras, considero que nunca es tarde para comenzar una “cultura de administración”,
más aún cuando se es tan joven y se tienen muchas cosas por delante, entre ellas, por su puesto,
una bolsa llena y tintineante.