1. «El sueño del héroe, es ser grande en todas
partes y pequeño al lado de su padre».
Víctor Hugo
2. «Como es natural, las cosas no pueden encajar unas
con otras en la realidad como encajan las pruebas en
mi carta, la vida es algo más que un rompecabezas;
pero con la corrección que resulta de esa objeción,
una corrección que no puedo ni quiero exponer con
detalle, se ha llegado, a mi juicio, a algo tan cercano a
la verdad que nos puede dar a ambos un poco de
sosiego y hacernos más fáciles la vida y la muerte».
Carta al padre, 1919
3. Padre tus ojos dulces nada pueden,
como nada pudieron las estrellas
que me abrasan los ojos y las sienes.
Crepusculario , 1923
4. «De repente venía gente del pueblo, ya sea indios, cholos o blancos pobres. De a
diez, de a veinte o también en poblada llegaban. «Don Calixto, encabécenos para
hacer ese reclamo». Mi padre se llamaba Calixto. Oía de lo que se trataba, si le
parecía bien aceptaba y salía a la cabeza de la gente, que daba vivas y metía
harta bulla, para hacer el reclamo. Hablaba con buena palabra. A veces hacía
ganar a los reclamadores y otras perdía, pero el pueblo siempre le tenía
confianza. Abuso que se cometía, ahí estaba mi padre para reclamar al frente de
los perjudicados. Las autoridades y los ricos del pueblo, dueños de haciendas y
fundos, le tenían echado el ojo para partirlo en la primera ocasión. Consideraban
altanero a mi padre, quien no los dejaba tranquilos. Él ni se daba cuenta y vivía
como si nada le pudiera pasar. Había hecho un sillón grande, que ponía en el
corredor. Ahí solía sentarse, por las tardes, a conversar con los amigos. «Lo que
necesitamos es justicia», decía. «El día que el Perú tenga justicia, será grande».
Lázaro ,1973
5. (…) Por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos.
Vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio.
Y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías.
Y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre.
Botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides.
Por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas, hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre.
Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar.
Que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos.
Y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa.
Y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar.
Una cosa es morirse de dolor
y otra cosa es morirse de vergüenza.
Poemas de otros (1974)
Hombre preso que mira a su hijo
6. Mi padre
(…) La tropa se levantó rápida como un resorte. Y la sala se llenó con ruido de sables,
movimientos de pies y golpes de taco.
El viejecito, deslumbrado con los honores que le hacían a su hijo, sin acordarse del canasto
y de la gallina, con los brazos extendidos, salió a su encuentro. Sonreía con su cara de piel
quebrada como corteza de árbol viejo. Temblando de placer, gritó:
—¡Mañungo!, ¡Mañunguito…!
El oficial lo saludó fríamente.
Al campesino se le cayeron los brazos. Le palpitaban los músculos de la cara.
El teniente lo sacó con disimulo del cuartel. En la calle le sopló al oído:
— ¡Qué ocurrencia la suya…! ¡Venir a verme…! Tengo servicio… No puedo salir.
Y se entró bruscamente.
Yl campesino volvió a la guardia, desconcertado, tembloroso.
Hizo un esfuerzo, sacó la gallina del canasto y se la dio al sargento.
— Tome: para ustedes, para ustedes solos.
Dijo adiós y se fue arrastrando los pies, pesados por el desengaño. Pero desde la puerta se
volvió para agregar, con lágrimas en los ojos:
— Al niño le gusta mucho la pechuga. ¡Denle un pedacito…!
Nuevos cuentos militares , 1924
7. Mi padre, un zapatero
Tenía un gran taller. Era parte del orbe.
Entre cueros y sueños y gritos y zarpazos,
él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida.
(…) Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas
que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos,
luego creció y creció rodeado de zapatos que luego
fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció
con él. La casa y mi alcancía y esta humanidad.
Pero algo fue muriendo, lentamente al principio;
su fe o su valor, los frágiles trofeos, acaso su pasión,
algo se fue muriendo con esa gran constancia
del que mucho ha deseado.
Y se quedó un día, retorcido en mis brazos,
como una cosa usada, un zapato o un traje,
raíz inolvidable quedó solo y conmigo.
Nadie estaba a su lado. Nadie.
Más allá de la alcoba, amigos y familia,
qué sé yo, lo estrujaban.
Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él. "
Retorno a la creatura ,1957
PABLO GUEVARA MIRAVAL (1930 – 2006)