2. “¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera;
porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por
la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa
que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes” (Gálatas, 3: 21-22)
Tanto la ley como las promesas fueron dadas
por Dios y, por tanto, no pueden contradecirse.
Cada una tiene su parte en el plan divino.
El problema lo tenían aquellos que pensaban
que, a través de la justicia de la ley, podían
obtener vida espiritual.
Debido a la extensión del pecado y a las
limitaciones de la ley, la promesa de vida
eterna nos llega solo por medio de la fidelidad
de Cristo en nuestro favor.
3. “Pero antes que viniese la fe, estábamos
confinados bajo la ley, encerrados para
aquella fe que iba a ser revelada”
(Gálatas, 3: 23)
En sus epístolas, Pablo usa el término “bajo la
ley” con dos significados distintos:
1. “Bajo la ley” como un modo alternativo de
salvación (Gálatas, 4: 21). Es imposible
obtener la justicia que da vida por la
obediencia, porque si creemos que podemos
ser justificados por la obediencia a la ley,
rechazamos a Cristo.
2. “Bajo la ley” en el sentido de estar bajo su
condenación (Romanos, 6: 14-15). La ley nos
condena y no puede quitar el pecado. Esto
no anula la ley. Estar “bajo la ley” en este
sentido es positivo, porque nos lleva a buscar
la solución en Cristo, el único que nos puede
liberar de la condenación de la ley.
4. paidagogós
“De manera que la ley ha sido
nuestro ayo, para llevarnos a
Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe” (Gálatas, 3: 24)
La palabra traducida como ayo
(paidagogós), definía a un esclavo que
tenía autoridad sobre los hijos del amo.
No era un maestro (didáskalos) sino una
persona que se ocupaba del niño desde
los 6 años hasta su edad adulta.
Sus funciones eran varias: por un lado,
debía proteger, cuidar, enseñar virtudes
morales y preocuparse por todas las
necesidades de sus pupilos; por otro
lado, debía corregirlos y castigarlos
cuando fuese necesario.
5. “Se me pregunta acerca de la ley
en Gálatas. ¿Cuál ley es el ayo
para llevarnos a Cristo? Contesto:
Ambas, la ceremonial y el código
moral de los Diez Mandamientos”
E.G.W. (Mensajes Selectos, tomo 1, cp. 31, pg. 275)
Al igual que el ayo de la
antigüedad, la ley tiene una
doble función: señalar al pecado
y proveer instrucción; y
reprendernos y condenarnos
como pecadores.
De esta forma, el código moral
nos señala el pecado, nos
reprende y nos condena. Por su
parte, la ley ceremonial nos
provee la instrucción necesaria,
conduciéndonos al
arrepentimiento ante Dios y la fe
en nuestro Señor Jesucristo para
obtener perdón y paz.
6. “Pero venida la fe, ya no
estamos bajo ayo” (Gálatas, 3: 25)
“¿Y qué sucedió en realidad a los hijos de Dios -en lo que se refiere a la ley, que fue
nuestro ayo"- cuando vino Cristo? Las leyes ceremoniales cesaron porque Dios les
había señalado un límite, pues el sacrificio de Cristo ocupó el lugar de los sacrificios de
animales y por lo tanto terminaron las leyes que reglamentaban dichos sacrificios. En
cuanto a las leyes civiles, también perdieron su significado por la sencilla razón de que
Israel terminó como nación o Estado, y su lugar lo ocupó el Israel espiritual. En lo que
respecta a la ley moral, el Decálogo, ya no se destaca más sobre dos tablas de piedra,
como algo separado del hombre, sino que los que son "justificados por la fe" (vers. 24)
en Cristo se convierten en nuevas criaturas en él (2 Cor. 5: 17), y tienen la ley de Dios
escrita en su mente y corazón (Heb. 8: 10); de esa manera "la justicia” (o
"requerimientos") de la "ley" son "cumplidos" en ellos (Rom. 8: 4). Por esta razón
Pablo utiliza una figura muy adecuada cuando declara que ya no estamos "bajo ayo".
Es difícil entender cómo alguien alguna vez pudo llegar a la conclusión de que Pablo
está anunciando aquí la abolición del Decálogo, la gran ley moral de Dios. Mientras
perduren los corazones nuevos y las mentes nuevas de los Hijos de Dios, la ley divina
estará grabada en ellos con caracteres vivientes”
(CBA, sobre Gálatas, 3: 25)
7. “Porque el pecado no se enseñoreará de
vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo
la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no
estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En
ninguna manera” (Romanos, 6: 14-15)
Cuando nuestro ayo (la ley) nos ha llevado a Cristo,
ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia, es
decir, la gracia de Dios.
Esto es cierto en los dos sentidos que usa Pablo
cuando utiliza el término “bajo la ley”:
1. En cuanto a estar bajo la ley por haberla tomado como un medio de salvación,
Pablo nos dice: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la
gracia habéis caído” (Gálatas, 5: 4). Son dos estados incompatibles: el que piensa
que se salva por sus obras está bajo la ley y no puede estar bajo la gracia; el que
acepta la salvación por la fe en Jesucristo ya no está bajo la ley, sino bajo la
gracia.
2. En cuanto a estar bajo la ley porque la ley nos condena, al recibir el perdón de
los pecados y ser declarados hijos de Dios por la gracia divina, nuestros pecados
ya no existen. La ley ya no nos condena más (mientras no pequemos más)
8. La gracia bajo la cual estamos cuando
aceptamos a Jesús va más allá que el
mero perdón de los pecados.
Siendo que la Ley es la transcripción
del carácter de Dios y que Él escribe
esa Ley en nuestros corazones, somos
transformados a su semejanza.
Cuando Jesús habita en nosotros, su
Espíritu nos da el poder necesario para
obedecer su Ley (Romanos, 8: 4)
Al ponernos bajo la gracia, somos nuevas “Hijitos míos, estas cosas os
criaturas y “ninguna condenación hay escribo para que no pequéis; y si
para los que están en Cristo Jesús, los alguno hubiere pecado, abogado
que no andan conforme a la carne, sino tenemos para con el Padre, a
conforme al Espíritu” (Romanos, 8: 1) Jesucristo el justo” (1ª de Juan, 2: 1)
9. Al desobedecer los mandamientos de Dios, el hombre cayó bajo la
condenación de su ley. Para hacer frente a esta caída debió manifestarse la
gracia de Dios en favor de los pecadores. Nunca hubiéramos aprendido el
significado de esta palabra "gracia" si no hubiéramos caído. Dios ama a los
inmaculados ángeles, que están a su servicio y son obedientes a todos sus
mandamientos, pero no les otorga su gracia. Esos seres celestiales no tienen el
más mínimo conocimiento de la gracia, nunca la han necesitado, porque
nunca han pecado. La gracia es un atributo de Dios manifestado en favor de
seres humanos indignos. No la buscamos; fue enviada para que nos buscara.
Dios se goza en conceder su gracia a todo aquel que la anhela intensamente.
Se allega a todos en términos de misericordia, no porque seamos dignos, sino
porque somos totalmente indignos. Nuestra necesidad es el requisito que nos
asegura que recibiremos este don.
Pero Dios no usa su gracia para anular su ley o para reemplazarla… La
gracia de Dios y la ley de su reino están en perfecta armonía; caminan de la
mano. Su gracia nos capacita para acercarnos a él por fe. Al recibirla y al
permitir que obre en nuestras vidas, damos testimonio de la vigencia de la
ley; ensalzamos la ley y la honramos al practicar sus principios por medio
del poder de la gracia de Cristo; y al rendir una obediencia pura y de todo
corazón a la ley de Dios, damos testimonio del poder de la redención ante el
universo del cielo y frente a un mundo apóstata”
E.G.W. (La maravillosa gracia, 2 de enero)