1. DDISCURSOISCURSO DELDEL MMINISTROINISTRO DELDEL IINTERIORNTERIOR 1883.1883.
Unidad: Chile en el cambio de siglo: la época parlamentaria en Chile
Contenido: El fin de una época: fin del parlamentarismo, surgimiento de populismos, gobiernos
militares, nuevos partidos políticos, nuevos actores sociales.
Fuente: El Ferrocarril, 23 de enero de 1883.
DOCUMENTO: DISCURSO DEL MINISTRO DEL INTERIOR EN LA
CEREMONIA DE DISTRIBUCION DE MEDALLAS A LOS CUERPOS DE
VALPARAISO.
CHILE:
SUS CIUDADANOS,
SUS SOLDADOS Y SUS HÉROES
Señores: el pueblo de Valparaíso representado por su Ilustre Municipalidad, ha querido
tributar homenajes públicos a sus distinguidos hijos, a aquellos que en la hora de peligro cambiaron
sus pacíficas labores por el campamento, a los buenos que en medio del combate se agruparon en
derredor de la bandera, emblema de esa existencia sagrada que todos los chilenos sentimos como
una vida superior a nuestra propia vida: la patria.
Esta actitud de una gran ciudad es noble y justa. Recompensa a sus guerreros con medallas
que valen un recuerdo imperecedero. Es una manifestación espléndida del sentimiento nacional,
pero sencilla, cual corresponde a nuestras prácticas democráticas y a la abnegación de los
ciudadanos que todo lo sacrificaron para morir o triunfar por la república.
Provocados de improviso y arrastrados a la guerra, emprendimos la contienda sin
vacilaciones y la ganamos con honor. La ganamos, señores, porque hemos batallado como
únicamente pueden hacerlo los pueblos con instituciones regulares, libres y organizadas.
Dos naciones populosas y relativamente fuertes, militarizadas y regidas por hombres de
espada, con facciones perennes y grandes intereses que proteger, han caído en nuestra presencia y
yacen confundidas a nuestros pies.
Han caído, porque no se pelea por afección a un caudillo con la fe que inspira la conciencia
del propio derecho, porque no se obedece al mandato de los facciosos con la energía que infunde la
noción moral del deber y, finalmente, porque los solos intereses materiales, por vastos y preciosos
que éstos sean, no engendran el sentimiento de la justicia que hace del ciudadano un soldado y del
soldado un héroe.
Nunca con más razón que en este instante podríamos afirmar que Chile es un pueblo de
ciudadanos. Los obreros que en 1879 invadían los talleres, las fábricas o las construcciones de esta
opulenta metrópoli comercial, empuñaron resueltamente la espada o el fusil, cruzaron el Pacífico, y
vencieron y aniquilaron al enemigo en jornadas cuya fama ha recorrido el universo entero.
2. Esos mismos gloriosos guerreros volvieron del campo de batalla a las tareas fecundas de
la paz. Y hoy, señores, vienen a recibir las medallas que les acuerda el municipio de Valparaíso, no
desde el cuartel en que se despierta al toque de diana o en que se forman pabellones con armas de
combate, sino desde el taller en que, a golpes de inteligencia y de martillo, se forjan los pabellones
de la industria y del trabajo, o desde el hogar en el cual la generación que se levanta recibe de los
labios y del ejemplo de sus padres una tradición de civismo inmortal.
La fiesta que presenciamos tiene un sentido histórico en la más profunda significación
política y social. Ella es la expresión de nuestra adaptabilidad a todas las grandes condiciones que
exige la vigorosa constitución de la nacionalidad en el mundo civilizado.
Concurrimos a un acto, señores, cuya importancia verdadera sólo podría compararse al
espectáculo que hoy ofrecen nuestros marinos y soldados, lejos de nuestros lares, cargados de
servicios y de victorias, sin los generosos anhelos de combates ya concluidos sobre los restos inertes
de pueblos desmoralizados, sufriendo las nostalgias y los rigores de la vida de mar o de cuartel,
siempre pacientes, resignados, con la voluntad puesta en la voluntad de sus ilustres jefes, la vida en
la bandera y los ojos fijos en este Chile a quien ellos han hecho invencible, grande, humano e
inexorable.
Podemos vivir tranquilos.
La república descansa sobre fundamentos que resistirán a las influencias del tiempo y a las
convulsiones de los hombres.
Nuestros honrados y varoniles ciudadanos han sido su baluarte exterior, y ellos serán,
dentro y fuera del territorio, el arca de la república en cuya presencia los conspiradores retrocederán
confundidos, de la misma manera que en las rocas de nuestras riberas se chocan y retroceden
anodadas las olas del océano que nos rodea.
¡Nuestro glorioso presente es una profunda revelación del porvenir!
Señores: fuertes en la paz y heroicos en la guerra, siempre bravos y ardorosos, los chilenos
han encadenado los mares y sometido el desierto. Y escalando a Pisagua y venciendo en Dolores, y
destrozando la alianza en Tacna y coronando las alturas de los fuertes de Arica, y señoreando las
breñas de los Ángeles como en las aguas del Callao y frente a sus fortalezas, y en Chorrillos y
Miraflores lo mismo que sobre el puente de la Esmeralda, al sumergirse en el seno de las aguas de
Iquique, la estrella del pabellón ha sido como para un famoso pueblo de otros tiempos, la columna
de fuego que ha dirigido y alumbrado a nuestros soldados en el camino de la gloria.
¡O vencer o morir! Ha sido la consigna nacional y muertos o vencedores, nuestros guerreros
han subido heroicamente las gradas de la inmortalidad.
Señores jefes, oficiales y soldados del Valparaíso y navales: vuestro valor, vuestra
moralidad y disciplina, vuestras nobles hazañas os han hecho acreedores a la gratitud del pueblo que
os contempla, al respeto y a la admiración de vuestros conciudadanos.
Recibid las medallas de esta culta ciudad como prenda irreprochable de la justicia de los
representantes de este pueblo, que ve en vosotros el triunfo del derecho, y en las recompensas que os
acuerdo, el derecho de vuestros triunfos.