1. La energía de la vida. Guy Brown.
Drakontos, Edit. Crítica, 2002
Ejercicio, fatiga y estrés
¿C uáles son los límites de la energía corporal y qué sucede cuando intentamos sobrepasados? En
este capítulo se examinarán los límites del ejercicio físico y de la competición atlética, y cómo se han llevado
estos límites cada vez más lejos. Exploraremos la naturaleza del movimiento y de sus límites, y descubriremos
lo que sucede cuando se sobrepasan estos. Finalmente examinaremos los reguladores más importantes de la
energía corporal y cómo salvan la distancia entre la mente y el cuerpo para controlar las sensaciones cotidianas
de energía, estrés y fatiga.
EL LÍMITE DE LA VELOCIDAD
Supongamos que por equivocación, le han inscrito a usted en los Juegos Olímpicos, concretamente en la
final de los diez mil metros. ¡Prepárese! Al entrar en el estadio, la multitud ruge. Cuando usted se aproxima al
taco de salida, la adrenalina sube por sus venas. Su mente se acelera, su estómago y sus intestinos se contraen;
la sangre huye de su cara y su piel; los músculos se le crispan y congelan, está sin aliento y empieza a sudar.
Así es cómo se prepara para empezar la carrera. Se oye el disparo de salida: una serie de impulsos se transmite
en ondas a través de su sistema nervioso y una ola de neurotransmisores golpea sus músculos. Se abren canales
que recorren las paredes de los músculos, el calcio fluye al interior de estos y finalmente se contraen. Todo
esto sucede en una fracción de segundo. ¡Ya ha salido! La contracción de las fibras musculares produce una
utilización masiva de ATP suficiente para agotar todas las reservas en unos pocos segundos. Afortunadamente
el ATP puede renovarse a partir de una forma de almacenamiento la fosfocreatina pero desgraciadamente
esto sólo dura otros diez segundos, más o menos. Lo mejor es que empiece usted a descomponer el glucógeno
de sus músculos para obtener glucosa y utilizarla para fabricar más ATP. Ahora el desayuno rico en hidratos
de carbono que usted ha tomado, y que ha rellenado sus músculos de abundante glucógeno, le será de gran
ayuda.
Sin embargo, la descomposición del glucógeno y la glucosa para obtener lactato, con el fin de producir
ATP sin utilizar las mitocondrias, sólo suministra ATP para un minuto o dos. Afortunadamente, el hecho de
que la cantidad de sangre que va a los músculos se multiplica por veinte, proporciona oxígeno y combustible
2. suficientes para despertar a las mitocondrias. El consumo total de oxígeno del cuerpo, el rendimiento ener
gético y la producción de calor se multiplican por diez. Va usted como una flecha al frente del pelotón. Está
usted en un momento cumbre, sus venas están llenas de adrenalina y unas drogas parecidas al opio inundan su
cerebro. Todo su metabolismo ha dado una vuelta de campana: la adrenalina está alta y la insulina está baja,
haciendo que la grasa con preferencia sobre la glucosa salga de sus depósitos y se queme por todo el cuerpo,
mientras el hígado produce glucosa para el cerebro, utilizando el lactato y los aminoácidos que le suministran
los músculos. Pero, tenga cuidado, está empezando a cansarse. Sus músculos ya no van a trabajar a la misma
velocidad, están empezando a doler y el lactato que se está acumulando en todo su cuerpo ocasiona
«quemazón». Los demás corredores le están adelantando. La línea de llegada retrocede hasta convertirse en un
sueño imposible donde este dolor y esta fatiga podrían cesar finalmente. Llega usted el último y se desploma.
Se abandona a su cuerpo, que inmediatamente comienza la larga tarea de saldar las deudas metabólicas creadas
durante la carrera y de reparar los daños producidos.
¿Qué es lo que nos impide ir más rápido? ¿Por qué nos cansamos? ¿Cómo podemos superar estas barreras?
Son preguntas que han atormentado a los atletas durante miles de años, y han tenido perplejos a los científicos
durante siglos. Tal como Lavoisier y Séguin descubrieron, en el siglo dieciocho, el consumo de oxígeno del
cuerpo aumenta con la intensidad del ejercicio. Pero, si seguimos aumentando la intensidad o el trabajo
requeridos, finalmente llegaremos a un límite: el consumo máximo.
Ahora bien, ¿limita el corazón el ejercicio máximo? ¿Limita el corazón humano el récord olímpico de los
diez mil metros y nuestra capacidad para correr cien metros con el fin de coger el autobús? Se trata, en efecto,
de dos modos completamente distintos de hacer ejercicio (ejercicios de resistencia y de potencia), que utilizan
diferentes combustibles corporales y están limitados por distintos factores. Durante un ejercicio máximo en
deportes de resistencia, el corazón trabaja al noventa por ciento de su capacidad máxima. El límite de los
resultados humanos en deportes de resistencia está muy cerca del límite del corazón y parece ser el corazón el
que restringe dichos resultados. Para enfocar esta cuestión de otra manera, podemos examinar el efecto que
produce el ejercicio de las distintas extremidades en el consumo de oxígeno del organismo. Si se ejercita al
máximo una extremidad, por ejemplo, una pierna moviéndola en una bicicleta, el consumo de oxígeno del
individuo aumenta hasta aproximadamente dos litros por minuto. Si se ejercitan ambas piernas, la entrada de
oxígeno casi se duplica. Sin embargo, si se ejercitan al mismo tiempo las dos piernas y los dos brazos, no se
produce ningún aumento más en el consumo de oxígeno. Sigue siendo de cuatro litros por minuto, ya que
ejercitar las piernas y los brazos al mismo tiempo reduce la cantidad de trabajo que puede realizar cada
extremidad individualmente. Por lo tanto, si estamos pedaleando a velocidad máxima y empezamos a ejercitar
también los brazos, disminuirá la capacidad de las piernas para pedalear. Esto indica que, cuando se utilizan
dos o más extremidades, el consumo máximo de oxígeno y, en consecuencia, la utilización de energía, no se
ven limitados por los músculos, sino por otros procesos corporales, sobre todo con la máxima probabilidad
por la capacidad del corazón para hacer que circule la sangre.
No obstante, la capacidad de la sangre para transportar oxígeno a los músculos se vería mejorada si se
pudiera aumentar la cantidad de hemoglobina que contiene la sangre, porque es la hemoglobina la que
realmente transporta el oxígeno. Se ha descubierto que el incremento de hemoglobina puede aumentar la
producción máxima de energía del cuerpo en un cinco por ciento o más. Ésta es la base del «dopaje en sangre»
utilizado por algunos atletas: se le extrae al atleta un litro de sangre y durante las semanas siguientes el cuerpo
se adapta fabricando más hemoglobina. Entonces se le vuelve a introducir la sangre, de tal modo que, al menos
durante unas pocas semanas, tiene un nivel de hemoglobina superior al normal. Alternativamente, el atleta
puede tomar un tipo de hormona natural llamada «eritropoyetina» (o EPO), que estimula el cuerpo para que
3. fabrique más glóbulos rojos. Ésta fue la «droga» que alteró el desarrollo del Tour de Francia de 1998, cuando
fue descubierta en la furgoneta del equipo Festina. Resulta casi imposible detectar si los ciclistas están
tomando EPO, porque esta hormona se produce en el cuerpo de forma natural. Los atletas más resueltos
recurren actualmente a la cirugía para incrementar el suministro de sangre aumentando el tamaño de las
arterias principales y ensanchando las válvulas del corazón. La efectividad de todos estos tratamientos indica
que la velocidad a la que se puede suministrar oxígeno a los músculos determina y limita realmente la
producción máxima de energía.
Por otra parte, las carreras se ganan, no tanto porque el ganador tenga una tasa metabólica máxima más
alta, sino porque tiene mayor resistencia es decir, se fatiga menos. El entrenamiento puede aumentar nuestra
tasa metabólica máxima entre un cinco y un veinticinco por ciento, pero puede aumentar nuestra resistencia el
tiempo durante el cual podemos mantener la tasa máxima sin fatigarnos en un quinientos por cien. Parece ser
que esto se debe a que, durante el entrenamiento, se logra un aumento de la cantidad de mitocondrias que hay
en los músculos. Las mitocondrias generan ATP con una eficiencia mucho mayor que la glucólisis de la
glucosa y el glucógeno, y hacen que el músculo sea capaz de generar energía a partir de la grasa, en vez de a
partir de los hidratos de carbono. El entrenamiento para conseguir resistencia produce cambios en la
utilización del combustible necesario para hacer ejercicio: la velocidad a la que se realiza la combustión de los
hidrato s de carbono disminuye y aumenta la cantidad de grasa que se quema. Esto hace posible que duren más
tiempo las reservas de hidratos de carbono, que tienen una importancia tan vital para el cerebro y los músculos.
Es el agotamiento de esas reservas de hidratos de carbono lo que hace que el individuo quede exhausto durante
la práctica de ejercicios de resistencia. Ésta es la razón por la que los atletas siguen una dieta rica en hidratos
de carbono antes de una competición agotadora, llenando así las reservas de los músculos y del hígado. Si se
sigue una dieta rica en grasas, el agotamiento de los hidratos de carbono puede producirse al cabo de nueve
minutos de estar corriendo, mientras que con una dieta alta en hidratos de carbono puede que esto no suceda
hasta pasadas cuatro horas. Los corredores de maratón se refieren al agotamiento de los hidratos de carbono
llamándolo «el muro», porque la sensación que tienen es la de chocar contra un muro: todos los músculos se
sienten extremadamente débiles y pesados, las piernas tiemblan y el cerebro se vuelve confuso.
La utilización de los músculos y, en general, el ejercicio físico, se potencia mediante la fosfocreatina y los
hidratos de carbono. Aunque cuando estamos en reposo el combustible principal de que disponemos es la
grasa, durante la realización de ejercicios de alta intensidad el noventa y cinco por ciento del combustible se
obtiene de los hidratos de carbono. Sólo volvemos a quemar grasa cuando las reservas de hidrato s de carbono
se acaban. Los hidratos de carbono se pueden utilizar para generar ATP y, de esta manera, producir energía, de
dos modos radicalmente diferentes. El primero consiste en quemarlos1en las mitocondrias. Esto produce
mucho ATP, aproximadamente treinta y seis moléculas de ATP por cada molécula de glucosa quemada. Pero
es un proceso relativamente lento y requiere una gran cantidad de oxígeno que ha de ser suministrado por la
sangre. La segunda manera es convertir la glucosa en ácido láctico. Este método, llamado «glucólisis
anaerobia», sólo produce dos moléculas de ATP por cada molécula de glucosa, pero es mucho más rápido y no
requiere oxígeno. Se trata de uno de los principales procedimientos utilizados para generar ATP durante la
realización de un ejercicio intenso. La glucosa se deriva del glucógeno contenido en el músculo, de tal manera
que, al principio, no se necesita tomar nada de la sangre para abastecer el consumo de energía, enormemente
incrementado, de un músculo que se contrae al máximo. Durante un esprint de cien metros, la cantidad de
energía que requiere el cuerpo puede multiplicarse por treinta, mientras el contenido total de ATP de los
músculos (alrededor de cincuenta gramos) se consume y tiene que ser repuesto cada segundo. Pero, el atleta
apenas respira en el breve lapso de tiempo que dura la carrera, por lo que es una ventaja que no se requiera una
4. cantidad extra de oxígeno; esto es así porque la mitad del ATP se repone a partir de la fosfocreatina y la otra
mitad por glucólisis anaerobia. El problema con este modo de generar energía es que no se puede mantener
durante mucho tiempo. El glucógeno se agota rápidamente y el ácido láctico producido aumenta también con
gran rapidez. Se trata realmente de un ácido, por lo que a altas concentraciones «quema», causando una
desagradable sensación de «punzada»que recorre el pecho de los corredores que no están en la debida forma
física. Este ácido es también una de las principales causas de fatiga.
La fatiga muscular que se produce durante el ejercicio o el trabajo tiene múltiples causas, dependiendo del
tipo de ejercicio que se realice. Es muy sorprendente ver que distintos tipos de ejercicio, como halterofilia,
fútbol, carrera de velocidad al esprint y carreras de maratón, utilizan distintos tipos de músculo, durante
distintos períodos de tiempo, y fuentes de energía diferentes, planteando al cuerpo unas exigencias de lo más
variables. Una causa corriente de fatiga es la falta de suministro de energía, debida o bien al agotamiento de las
reservas energéticas (fosfocreatina o glucógeno), o a la formación de productos finales del metabolismo (ácido
láctico o fosfato). Pero la fatiga puede estar originada también por la ausencia de señales que transmitan al
músculo la orden de contraerse. Esto puede ocurrir en el interior del músculo, cuando los productos finales del
metabolismo inhiben las señales transmitidas mediante el calcio que normalmente activan la contracción
muscular. O puede suceder en el exterior si el cerebro no envía los impulsos necesarios a los nervios de los
músculos: un fallo de la voluntad. La fatiga muscular es normalmente reversible, aunque la reposición de las
reservas de glucógeno en los músculos después de correr hasta el agotamiento, requieren normalmente al
menos cuarenta y ocho horas con una dieta rica en hidrato s de carbono. Sin embargo, la fatiga producida por
la contracción muscular constante cuando se ejerce fuerza contra un peso, como en la halterofilia o el
montañismo, puede ocasionar un ligero daño muscular que sólo es reversible en un proceso lento. Las lesiones
en los músculos, tendones y articulaciones son comunes a muchos deportes. La fatiga es ciertamente un
proceso complejo que aún no se comprende del todo.
Entonces, ¿cómo se pueden atravesar estas barreras para la consecución de buenos rendimientos
deportivos? ¿Cómo podemos superar los límites fisiológicos del cuerpo humano para alcanzar nuevos niveles
de éxito en el deporte y en la vida cotidiana? ¿ O son fijos e inamovibles los límites de las actuaciones físicas
de los seres humanos, y estamos destinados a luchar por fracciones de segundo en nuestro récords mundiales
durante el resto de la historia humana? Los atletas han estado durante miles de años sobrepasando los límites
de la tasa metabólica y de resistencia. Los antiguos griegos utilizaban un extracto de pezuñas de asno molidas
y hervidas en aceite con rosas. Los aztecas usaban extractos de cactus para soportar carreras que podían durar
hasta setenta y dos horas. Los incas recurrían a la coca (la planta de la que se extrae la cocaína) para
incrementar su vigor y resistencia. Como ya hemos dicho, los métodos modernos más utilizados para
incrementar los límites del rendimiento son el entrenamiento, el modo de vida y la dieta. El entrenamiento
aumenta la tasa metabólica máxima y la resistencia, ya que incrementa el tamaño del corazón, el número de
vasos sanguíneos, la masa muscular y la densidad de máquinas enzimáticas, y además la cantidad de
mitocondrias de los músculos. También el tipo de fibra muscular puede cambiar mediante el entrenamiento, así
como la clase de combustible utilizado. Hay dos tipos principales de fibra muscular: una que es rápida, pero se
fatiga también rápidamente, y otra que es lenta, pero tiene una alta resistencia. Un músculo que tenga
principalmente fibras rápidas es blanco (como la pechuga de pollo). Esto se debe a que contiene muy pocas
mitocondrias y pocos vasos sanguíneos, y se basa en la glucólisis anaerobia para producir ATP rápidamente
pero a un ritmo insostenible. En cambio, los músculos que contienen principalmente fibras lentas son rojos,
marrones o grises (como una pata de pollo), porque están llenos de mitocondrias y sangre. El entrenamiento
puede cambiar las proporciones de las distintas fibras en nuestros músculos. Un esprinter o un halterófilo
5. pueden tener un ochenta por ciento de fibras rápidas y un veinte por ciento de fibras lentas, mientras que un
corredor de maratón tiene la proporción contraria. Por consiguiente, es importante hacer el entrenamiento
correcto para no acabar teniendo el tipo de fibra que no nos conviene. En deportes que requieren una potencia
de alta intensidad es importante también la cantidad de músculo, ya que está relacionada directamente con la
fuerza que se puede desarrollar. Esto se puede lograr mediante entrenamientos de fuerza, una dieta rica en
proteínas e hidrato s de carbono, y además tomando esteroides anabolizantes. Los esteroides anabolizantes son
unos fármacos, relacionados con la testosterona, la hormona sexual masculina, que aumentan la masa
muscular. Están prohibidos en los deportes de competición, en parte por la ventaja competitiva que suponen,
pero también por sus efectos secundarios perjudiciales, entre los que figuran el acné, la impotencia y la
esterilidad. A Ben Johnson se le retiró su medalla de oro de los cien metros en los Juegos Olímpicos de 1988,
porque su test de orina dio positivo en cuanto a esteroides anabolizantes; estos fármacos son aún los
principales culpables del abuso de drogas en el deporte. Los esteroides anabolizantes se pueden detectar, pero
las hormonas naturales que aumentan la masa muscular, como la hormona humana del crecimiento, son mucho
más difíciles de controlar. Cuando la estrella del equipo chino de natación llegó a Australia para los
campeonatos del mundo de 1998, un funcionario de aduanas descubrió algo más que un bañador y un par de
gafas de buceo en su bolso. Tenía trece ampollas de hormona del crecimiento humano, lo suficiente para
proveer a todo el equipo chino de una hormona que habría sido imposible de distinguir de la que fabrica el
propio cuerpo. Sin embargo, aunque una gran cantidad de músculo es esencial para los deportes que requieren
fuerza, esto no es cierto en el caso de los deportes de resistencia, como evidencia el físico esbelto y ligero de
los corredores de larga distancia.
Aunque entrenarse para aumentar la fuerza, la potencia y la resistencia es importante, la técnica es
igualmente vital para obtener rendimiento. Cuando utilizamos los músculos para realizar una tarea tal como la
halterofilia o pedalear con la bicicleta subiendo una colina, sólo el veinticinco por ciento de la energía utilizada
para mover los músculos se convierte en trabajo, ya que el setenta y cinco por ciento se pierde en forma de
calor. Aumentando esta eficiencia, podemos incrementar el rendimiento. Si reflexionamos un poco, nos damos
cuenta de que correr es un extraño medio de locomoción, en el que se salta hacia arriba y hacia abajo, al
mismo tiempo que nos movemos hacia adelante. Para estos saltos ayuda la elasticidad del tendón de Aquiles
del tobillo, que actúa como una banda elástica: se estira cuando llevamos el pie hacia abajo y se recoge hasta
su longitud de posición relajada para impulsamos hacia arriba. Así se ahorra una cantidad considerable de
energía cuando corremos, con lo que la eficiencia energética asciende de un veinticinco a un cuarenta por
ciento o más. El entrenamiento aumenta la elasticidad del tendón, mientras que el envejecimiento la hace
disminuir, haciendo que la actividad de correr sea menos eficiente. Los canguros son los maestros consumados
de este efecto saltador, que les permite aumentar la velocidad de cinco kilómetros por hora a veinte sin utilizar
energía suplementaria, simplemente saltando más.
El entrenamiento puede reconstruir el cuerpo, remodelándolo para las necesidades de una actividad
deportiva determinada. Uno de los mayores avances en la técnica de entrenamiento fue la introducción del
entrenamiento a intervalos. Éste consiste en alternar períodos repetidos de ejercicio y descanso. Para los
corredores de distancias medianas, este entrenamiento puede constar de diez segundos de esprint, y luego
veinte segundos de descanso, repitiendo esto durante un tiempo de entre una y dos horas. Es difícil entender
por qué así se mejora el rendimiento, pero lo cierto es que mejora. Fue el doctor Reindell, un cardiólogo
alemán, quien en la década de 1930 desarrolló esta técnica del entrenamiento a intervalos para fortalecer los
corazones de sus pacientes. Ensayó distintos procedimientos, realizando mediciones cardíacas precisas: sus
resultados demostraron que el método más efectivo consistía en correr repetidamente distancias cortas,
intercalando esto con breves períodos de descanso. Este procedimiento dio como resultado un aumento del
6. tamaño del corazón y de la cantidad de sangre bombeada en cada latido. Reindell descubrió también que se
producía un claro aumento del consumo total de oxígeno del cuerpo durante el ejercicio (la tasa metabólica
máxima), por lo que los cambios inducidos por el entrenamiento a intervalos no estaban restringidos al
corazón, sino que se producían por todo ei cuerpo. Se observó que los cambios más drásticos tenían lugar en el
músculo esquelético. Estos descubrimientos médicos se aplicaron rápidamente a los atletas de elite en la
Alemania nazi, con anterioridad a la guerra. Woldemar Gerschler fue el preparador más notable que aplicó
sistemáticamente el entrenamiento a intervalos, y Rudolf Harbig, su mejor discípulo, redujo en casi dos
segundos el récord mundial de los ochocientos metros en 1939, rompiendo además poco después el récord
mundial de los cuatrocientos metros. Harbig murió en la Segunda Guerra Mundial, pero el entrenamiento a
intervalos sobrevivió, difundiéndose pronto por todo el mundo.
Aunque el entrenamiento a intervalos funciona, no está tan claro por qué. En un ejercicio de intensidad y
duración variables, hay distintas partes del cuerpo que limitan el rendimiento, ya sean los pulmones, o el
corazón, o el aporte de sangre, o la cantidad y tipos de músculos o mitocondrias. Si en un tipo determinado de
ejercicio una parte del cuerpo es especialmente limitadora, entonces es sólo esa parte la que resulta forzada, y
se adapta a dicho ejercicio aumentando su tamaño o rendimiento. Por consiguiente, para aumentar la cantidad
y el rendimiento de las mitocondrias de los músculos, es importante hacer que las mitocondrias tengan el papel
limitador en ese ejercicio. Pero, por ejemplo, en la carrera a medias distancias, las mitocondrias sólo limitan
parcialmente el rendimiento, ya que el aporte de oxígeno y combustibles por parte del corazón y de los vasos
sanguíneos también actúan como frenos. Por lo tanto, entrenarse para carreras de media distancia corriendo
sólo medias distancias no podría tener más que un efecto moderado en la mejora de la cantidad y eficiencias de
las mitocondrias. Sin embargo, durante períodos muy breves de ejercicio, las mitocondrias de los músculos no
están limitadas por el aporte de oxígeno a través del corazón o del suministro de sangre, ya que dentro del
propio músculo hay una pequeña cantidad de oxígeno almacenada. Por lo tanto, durante un corto período al
principio del ejercicio (hasta que el oxígeno se agota), las mitocondrias trabajan a toda marcha y están forzadas
hasta un punto en el que las células del músculo se dan cuenta de que deben fabricar más mitocondrias. El
lactato u otras moléculas inductoras de la fatiga se fabrican durante las fases de ejercicio intenso, y el período
de descanso proporciona tiempo para que dichas moléculas sean expulsadas de los músculos, impidiendo así la
fatiga. Con diferentes períodos e intensidades de ejercicio a intervalos, se fuerzan distintas partes del cuerpo,
que de esta manera se entrenan con mayor efectividad.
La dieta y el rendimiento atlético han estado estrechamente relacionados desde los tiempos de la Grecia
antigua, pero a menudo se comprende poco de esta relación. Por ejemplo, muchos atletas modernos siguen
creyendo, como creían los de la Grecia antigua, que una dieta rica en proteínas es una preparación esencial
para la competición. Las investigaciones modernas han demostrado que, por el contrario, incluso aquellos que
requieren una gran masa muscular necesitan sólo niveles moderados de proteína; son más bien los alimentos
ricos en hidratos de carbono los que aportan el combustible esencial para ejercicios pesados y prolongados. El
mayor avance en los métodos dietéticos para el aumento del rendimiento en ejercicios de resistencia ha sido la
«acumulación de hidrato s de carbono», un método desarrollado por el escandinavo Eric Hultman, entre otros.
Se trata de un régimen diseñado para proveer al cuerpo de la mayor cantidad posible de hidratos de carbono
antes de la competición, para incrementar la resistencia. Este régimen comienza una semana antes de la
competición, y consiste en descanso (sólo entrenamientos suaves) y una dieta rica en hidrato s de carbono (con
el setenta por ciento de las calorías procedentes de los hidratos de carbono). Esto aumenta la cantidad de
hidratos de carbono almacenada en los músculos (en forma de glucógeno) hasta en un cien por cien, lo cual
además de incrementar la velocidad máxima en la carrera, también incrementa, en alrededor de un cincuenta
por ciento, algo más importante: el tiempo durante el cual se puede mantener la velocidad máxima (la resis
7. tencia). Esto es fundamental en los deportes de resistencia, ya que cuando el glucógeno se ha agotado, aparece
rápidamente la fatiga. La acumulación de hidratos de carbono es uno de los pocos regímenes que actualmente
funcionan, aunque sólo para deportes de resistencia que duren más de una hora.
La deshidratación, como resultado de sudar en exceso, puede precipitar la fatiga más rápidamente que el
agotamiento de los hidrato s de carbono. Esto se debe a que reduce nuestra capacidad de sudar y esta
disminución en la pérdida de calor produce una subida insoportable de la temperatura corporal. Beber tiene
una importancia vital en los deportes de resistencia. Hoy en día las bebidas para deportistas tienen un
suplemento de hidrato s de carbono y sales, ya que se ha comprobado que estas sustancias aumentan la
resistencia más que el agua pura.
En tiempos recientes se ha utilizado ampliamente la «creatina» como suplemento, ya que el músculo la
absorbe y la convierte en la fosfocreatina, que actúa como una fuente rápida de ATP en los primeros diez
segundos de ejercicio de alta intensidad. La creatina es, después del método de acumulación de hidratos de
carbono, el descubrimiento más importante en cuanto a fortalecer la nutrición de los deportistas y está
ampliamente solicitada como panacea de la fatiga. El primer indicio de su utilidad llegó a través de Roger
Harris, un fisiólogo del Animal Health Trust de Newmarket. En 1984, este fisiólogo intentó suministrar
creatina a un caballo: como el caballo la rechazó, se tomó la dosis él mismo. Poco después encontró esa
creatina en su sangre, demostrando así que esta sustancia podía pasar del intestino a la sangre. Fue un
descubrimiento importante, ya que la mayoría de las sustancias complejas, como el ATP y las proteínas, se
descomponen en el intestino y nunca logran entrar intactas en la sangre. A continuación, Harris (y sus colegas
Hultman, Soderlund y Greenhaff) hicieron pruebas para ver si la creatina podía entrar en los músculos,
aumentando así los niveles normales. Se logró, una vez más, un importante avance científico, ya que las
células son altamente selectivas en cuanto a las sustancias que toman de la sangre, y regulan normalmente sus
contenidos de una forma muy estricta. Harris y sus colegas descubrieron que si se alimentaba a las .personas
con altas dosis (veinticinco gramos diarios) de creatina, se aumentaba los niveles de esta sustancia en los
músculos en un veinte por ciento, pero se obtuvieron niveles aún más altos cuando esto se combinaba con
entrenamientos de alta intensidad. Los niveles superiores de creatina permitían que subieran los niveles de
fosfocreatina de los músculos en reposo, pero, lo que era más importante, hacían posible que los niveles de
fosfocreatina se recuperaran más rápidamente después de haber quedado agotados tras el ejercicio. El
rendimiento en ejercicios intermitentes de alta intensidad aumentaba ligeramente, pero de una manera
constante, gracias al suplemento de creatina. Unas pruebas realizadas a diez corr dores de media distancia
entrenados, que realizaron cuatro carreras de trescientos o de mil metros con un período de descanso de tres o
cuatro' nutos entre una carrera y la siguiente, demostraron que los corredores que habían cibido el suplemento
de creatina conseguían en la última de las cuatro carreras unos resultados mejores que los de los corredores
que habían recibido el placebo. Los mejores tiempos en los trescientos y en los mil metros fueron menores (0,3
y 2,1 segundos respectivamente) en los corredores que tenían el suplemento de creatina. Posteriormente, otros
ensayos han demostrado que la creatina puede aumentar ligeramente los rendimientos de alta intensidad. El
único efecto secundario de estas enormes dosis de creatina que se conoce hasta ahora es el aumento de peso,
pero los efectos a largo plazo son todavía desconocidos.
Para mejorar el rendimiento se utilizan también varios fármacos estimulantes: generalmente actúan
reforzando el efecto de la adrenalina y la activación del sistema nervioso simpático. Las anfetaminas (o speed)
y la cocaína actúan en este sentido y pueden aumentar el rendimiento, pero son ilegales y tienen numerosos
efectos secundarios. La cafeína es una alternativa legal, utilizada hace ya tiempo por los atletas. Estudios
recientes sugieren que el equivalente a dos o tres tazas de café refuerza el ejercicio de alta intensidad y
8. aumenta la resistencia.
En resumen, todas las opciones disponibles para aumentar la resistencia humana tienen unos efectos más
bien reducidos. Pueden ser muy importantes para un individuo, en una carrera, pero no tienen unas
implicaciones importantes para los libros de récords. Los tiempos de los récords mundiales en carreras han ido
disminuyendo lentamente desde que se tiene constancia de ellos, y la velocidad media en las carreras ha ido
aumentando correspondientemente. Si hubiera un límite o un máximo fisiológico para la velocidad a la que
corre el ser humano, sería de esperar que, a medida que nos aproximamos a ese límite, las mejoras en los
tiempos y las velocidades se hicieran menos frecuentes y más reducidas, hasta que no hubiera ya ninguna
superación posible. Lo curioso es que no parece ser así; los récords mundiales en las carreras han aumentado
linealmente durante el último siglo, sin que haya disminuido la velocidad a la que mejoran. Por lo tanto, si
existe un límite, todavía no lo tenemos a la vista. También sucede que, más bien inesperadamente, los récords
mundiales femeninos están mejorando más rápido que los de los hombres. Este ritmo de superación fue
extrapolado por Brian Whipp y Susan Ward de la VCLA en un artículo en Nature, titulado «¿Adelantarán
pronto las mujeres a los hombres?» Pronosticaban que, si el ritmo de superación continúa como lo ha hecho
durante los últimos cincuenta años, para el año 2035 en la mayoría de las competiciones las mujeres
adelantarán a los hombres, y bastante antes en pruebas de resistencia tales como el maratón. Sin embargo, la
mayoría de los observadores creen que esos ritmos o velocidades de mejora del rendimiento, tanto en
categorías femeninas como masculinas, no se pueden mantener. Tendremos que esperar hasta el año 2035 para
salir de dudas.
Hacer ejercicio no es sólo cosa de atletas, tendría que afectar a todo el mundo. La disminución general del
ejercicio y de la buena forma física durante los últimos cincuenta años en el mundo desarrollado, debida a un
estilo de vida sedentario, ha contribuido a generar la actual epidemia de obesidad y enfermedades coronarias, y
posiblemente también la depresión y la ansiedad. El ejercicio puede ayudar a prevenir o invertir cada uno de
estos trastornos. Pero el Estudio Estadístico Nacional sobre Forma Física realizado en 1992 en el Reino Unido
(1992 UK National Fitness Survey) puso de manifiesto que siete de cada diez hombres, y ocho de cada diez
mujeres, no hacían el ejercicio suficiente para favorecer la salud. El ejercicio frecuente de entre media y alta
intensidad cambia el modo en que el cuerpo administra la grasa y los hidrato s de carbono, de tal modo que se
consigue eliminarlos más rápidamente del cuerpo, reduciendo así el riesgo de obesidad, diabetes y daños a los
vasos sanguíneos. El ejercicio también alivia la ansiedad y la depresión, probablemente porque cambia los
niveles de los neurotransmisores en el cerebro. El ejercicio es lo más parecido a la panacea que tenemos en el
mundo moderno, pero la rápida decadencia de la buena forma física en los tiempos actuales indica que el
ejercicio no tiene tanta aceptación como el pildorazo...