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Escuela Superior de Conducción Política

    del Movimiento Nacional Justicialista

             Decano: General JUAN D. PERON



                        EL ESTADO NACIONAL

                              JUSTICIALISTA




                                                               BUENOS AIRES 1972




I - Introducción



LA ESCUELA SUPERIOR de Conducción Política del Movimiento Nacional
Justicialista, conteste que las circunstancias políticas actuales nos llevan
inexorablemente a la gran decisión de la toma del poder político –cualquiera sea su
método-; que, frente a la intencionalidad de las fuerzas antinacionales –liberales y
marxistas- encuadradas en la sinarquía, tantas veces denunciadas por el General Perón,
de soslayar los intereses supremos del país, en aras a las cosmocracia, cree firmemente
que el Movimiento no sólo debe poner en juego todos sus hombres, sino también su
programática política general que inspire la Conducción en ésta lucha definitiva por la
liberación real del pueblo argentino y la grandeza de la Patria.
En su querer redimir la Patria, el Movimiento Nacional Justicialista, se afirma en
tres sentidos inconmovibles: cristiano auténtico, nacional y revolucionario. La fe
cristiana es su valor espiritual más elevado; el nacionalismo su expresión política más
legítima y relevante y, su sentido revolucionario su aptitud más decidida y que lo lleva
más allá del perimido demoliberalismo y de su lógica consecuencia, el marxismo, falaz
panacea de la “liberación de los pueblos.



        El Justicialismo, como versión vernácula del Socialismo Nacional, rompe con su
idea revolucionaria el esquema vicioso y desnaturalizante del Capitalismo tanto liberal
como en su faz marxistizante, y los enfrenta como enemigo de la Patria.



        En la lucha por una Patria grande, libre y soberana, AYER, fueron San Martín,
Rosas, Facundo o el Chacho; los granaderos, los federales y las montoneras. HOY es
Perón, son los peronistas, SOMOS NOSOTROS.



II – El Estado Nacional Justicialista



1. ENFOQUE PRELIMINAR



LOS TRABAJOS de la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento
Nacional Justicialista contemplan la formulación de las tesis fundamentales sobre las
que deberá asentarse el nuevo orden de nuestra Comunidad Nacional, en procura de
bosquejar el futuro Estado Nacional Justicialista.



        Su realidad será posible, no sólo en la medida en que el Estado burgués continúe
su autodescomposición, la cual ya estamos presenciando, sino también en la medida en
que estemos animados por una resolución revolucionaria de vertebrar las estructuras y
jerarquías del futuro Estado Nacional Justicialista. Esta denominación: Estado Nacional
Justicialista, responde a la convicción de que el Justicialismo, por su configuración
mental, sentimental e ideológica, será el principal artífice de la grandeza nacional.



       Esta creencia, esta fe, está avalada por la rica experiencia peronista de antes y de
ahora y, por el hecho de que este Movimiento, al mismo tiempo de ser una legítima
expresión telúrica sin aditamentos ideológicos extranjerizantes, guarda en su seno
tendenciales predisposiciones revolucionarias aptas para la elaboración de las nuevas
estructuras políticas, económicas y sociales que van empujando al pueblo hacia una
Justicia Social concreta. Es decir, el Movimiento Nacional Justicialista es el que auna la
fidelidad de la autenticidad nacional y la posibilidad de la revolución social en el marco
nacional socialista, pues en él confluyen lo nacional y social, en él se dan la mano la
expresión nacional y la expresión social en la lucha por la liberación.



               Una comunidad naturalmente funcionalizada implica la abolición del
Capitalismo, la eliminación de un régimen que se basa en la explotación del hombre por
el hombre o del hombre por el Estado en cualquiera de sus matices, como en el caso del
comunismo. No habrá entonces ni explotados ni explotadores, es decir, no habrá clases
sociales económicas. Habrá desaparecido el salario, o sea el régimen del hombre-
mercancía que vende miserablemente su destreza y su esfuerzo.



         Habrá, por el contrario, grupos sociales dedicados a la producción que posean
sus instrumentos de trabajo, como habrá otros grupos organizados según otras
actividades (profesionales, universitarias, culturales, etc.) donde el hombre nacional
pueda realizarse.



         “Nosotros vamos hacia el Estado Sindicalista (esto no quiere decir un gobierno
de sindicatos), viejo sueño de la comunidad humana. Y entonces todos estarán
representados en la legislación y el gobierno por sus propios hombres. Yo mantengo
todavía las formas políticas porque estamos a caballo de la evolución, pero ya llegará el
día en que todo se haga por el sindicalismo” (PERON, 1952).



Capitalismo y democracia



          Durante los siglos XVI, XVII y XVIII fueron creciendo fuerzas económicas
desconocidas por su magnitud, las que desencadenaron una serie de dinamismos que
tendían a romper los delimitados marcos impuestos por una sociedad simple.
Gigantescos poderes económicos nacieron por la creación de los bancos, el comercio
con el Levante, los descubrimientos de nuevos continentes, las nuevas vías de
comunicaciones, la técnica y la revolución industrial. Sin embargo, esas fuerzas
económicas carecían de poder político y, por lo tanto, la afirmación y expansión de la
burguesía siguió siendo controlada por el viejo Estado tradicional.



A estas fuerzas económicas les era necesario entonces alcanzar la ciudadela política, es
decir, el Estado, para lograr su plenitud e institucionalización. Y es la revolución
francesa la que marca ese tránsito y la legalización del sistema capitalista. La burguesía
ocupa el Estado y proclama las hipócritas consignas de "libertad, igualdad y
fraternidad". La verdad sería muy otra. Pues la Comunidad, ocupado su órgano de
conducción, termina sometida por las fuerzas económicas y la Historia conoció no sólo
la nueva tiranía del dinero, sino también una nueva esclavitud, la del asalariado.



         No hay duda que la armazón del viejo Estado Jerárquico no era bastante sólida
para resistir los vertiginosos cambios que introduce el fabuloso desenvolvimiento
industrial y financiero con sus embates consiguientes. De ahí que sea quimérico pensar
que el mantenimiento de las antiguas estructuras hubiera bastado para detener el ascenso
de la burguesía al poder político. Quizás la permanencia de los antiguos moldes hubiera
opuesto al dominio económico de una clase un freno eficaz, pero sólo eso, porque el
enfrentamiento hubiera continuado, postergándose por un momento el triunfo de los
nuevos instrumentos económicos aparecidos. Finalmente, éstos triunfaron sobre el
Estado jerárquico y lo ocuparon. La burguesía ya dueña del poder político, destruye las
organizaciones intermedias de la comunidad, con el propósito de facilitar la expansión
de las nuevas fuerzas económicas. La Ley de Chapelier, continuadora del Decreto de
Turgot, elimina definitivamente las corporaciones gremiales, que eran organismos
profesionales de oficios que acondicionaban lo económico y lo jurídico en función
social.



           El nuevo Estado burgués proclama el “laisser faire, laisser passer” que es la
orden de mando para la acumulación indiscriminada de la riqueza por el régimen
capitalista, como asimismo, para la apropiación individualista, por el empresario, de los
instrumentos de producción. El Estado termina así siendo cancerbero de los intereses de
una clase, y la comunidad pasa a depender de los dueños del dinero. Es precisamente en
estos momentos cuando se proclama la era de la democracia y nacen los partidos
políticos como elementos divisorios de la comunidad, o mejor aún, como elementos
atomizadores de la unidad nacional.



        El Estado burgués, débil a fuer de de patológico, además de dividido, trataba así,
no sin éxito, aplastar la nación atomizándola.



        Adviértase que las nuevas formas institucionales y el sufragio son proclamados
un instante después que los ciudadanos han caído bajo la dependencia de los
detentadores del poder económico.



         Mediante el sufragio censal, el voto es reservado a sólo los burgueses, a los que
tienen renta o aportan con impuestos directos. La gran masa de la población, ahora
proletaria, no vota. Posteriormente va extendiéndose este procedimiento electoral, pero
cuando al pueblo se lo ha adoctrinado en los mitos liberales gracias al monopolio que el
nuevo Estado ejerce sobre los medios de difusión, escuela y prensa, domesticando
cultural e ideológicamente a todos los miembros de la comunidad.



        Si una elección daba, a pesar de todo, resultados no satisfactorios, siempre se la
podía anular.



         Estructurado en función de lo económico, el régimen capitalista, convierte el
dinero en fuente exclusiva de poder y en suprema valoración humana, consolidado
teológicamente por el protestantismo en especial, es decir, un fin en sí mismo.



            La legalización del préstamo a interés, o sea la usura; el código civil, la
consolidación de la propiedad individualista abusiva e irrestricta, operan como soportes
del nuevo orden burgués.



            Se abren manufacturas de todo orden, y el artesano de antaño se convierte
forzosamente en asalariado tras un impresionante descenso social. No es más dueño de
sus herramientas ni del producto de su labor. Se limita a vender su trabajo al capitalista,
quien fija arbitrariamente el precio de su esfuerzo en función de la supuesta ley de la
oferta y de la demanda.



        Se perfecciona y generaliza el régimen de salarios en todo el ámbito productivo,
o sea la explotación del hombre pobre por el hombre rico. Nacen así las nuevas clases
sociales económicas. Por un lado, los detentadores de los medios de producción
-máquinas, técnica, herramientas, talleres-, es decir, la burguesía capitalista; por otro
lado, los asalariados o proletariados que deben entregar a los primeros el fruto de sus
esfuerzos creadores.



           El hombre convertido así en un número, sin la corporación gremial, sin los
fueros profesionales, sin la protección y representatividad de su estamento, de la que
disfrutaba el artesano, termina en el partido político, estructura afuncional que sirve
para llevar al ciudadano por caminos trazados de antemano por la burguesía en el poder
y servidora de los intereses extracomunitarios.



         Pero, además, de ser un instrumento de la burguesía, el partido político, carece
de función natural y no representa necesidades orgánicas. Efectivamente, el hombre, no
es un esquema abstracto, un número. Por el contrario, el hombre, es un ente espiritual y
material que forma parte de una familia, que como estructura, es un este espiritual y
material que forma parte de una familia, que tiene actividades de carácter laboral,
profesional, intelectual, artístico, religioso y, por lo tanto, es integrante de un primer
grupo biológico social (familia), y de otro grupo socio-económico (empresa), de otros
grupos y organizaciones profesionales o de comunidades intermedias en donde se
desarrolla su personalidad y sus esfuerzos creadores; también integra la primera
comunidad política: el municipio, y es parte de la máxima comunidad política: la
Nación. El hombre se desenvuelve y juega en distintos planos diferenciales y
funcionales. Además, dentro de cada una de estar organizaciones naturales que, aquí en
nuestro país, sólo la Constitución Nacional de 1949 y las constituciones provinciales del
Chaco y La Pampa, comenzaron a reconocer, se realiza todo un proceso de
diferenciación y multiplicidad.



          En efecto, en nuestro movimiento está incubada la síntesis ideal sin la cual no
habrá posibilidad alguna de realizar la gran Revolución Nacional Social pendiente en
nuestra Patria. Es claro que la conciencia de esta síntesis surge en su primera etapa,
aunque intuitiva, vaga e imprecisa, pero que el esclarecimiento paulatino y seguro de
sus cuadros y la precipitación de los acontecimientos lo harán madurar, ORIGINANDO
LA RESOLUCION REVOLUCIONARIA que sepa, además de liquidar al Estado
liberal capitalista, crear las nuevas estructuras dinamizadas por un Estado con capacidad
de conducción y de mando. Aquellos que han buscado prolijamente en el pensamiento
del Jefe del Movimiento Nacional Justicialista, General Juan Perón, habrán encontrado
en el meollo de sus discursos, libros y escritos, la imagen clara de los fundamentos
ideológicos sobre los que estará asentado en el nuevo ordenamiento nacional.



           El primer aporte del jefe de nuestro Movimiento, titulado “Una Comunidad
Organizada”, fue el inicio de otros trabajos que, con la “Doctrina Peronista” (que indica
la forma de ejecución de los lineamientos ideológicos), y su libro “Conducción Política”
(estableciendo principios sobre la acción orgánica funcional del Estado), constituyeron
las primeras bases de irradiación doctrinaria cultural y puntos de partida de un
esclarecimiento ideológico doctrinario al que la Escuela Superior de Conducción
Política del Movimiento Nacional Justicialista, se dedica con exclusividad. Este
esclarecimiento ideológico que incluye indudablemente una actualización permanente,
teniendo en cuenta las necesidades históricas de los tiempos, será el presupuesto y la
garantía de la transformación de nuestra Comunidad. Esta transformación, ¿será
violenta? o ¿será pacífica? Esta es una circunstancia que no debe preocuparnos, lo
importante es estar resueltos a llevarla a cabo. Por otra parte, en mucho dependerá de la
actitud que adopten nuestros enemigos, que lo son, por supuesto, de la Patria misma,
porque en el peor de los casos, si, agotadas las instancias pacíficas, la salvación de la
Patria y la liberación del pueblo frente a la tendenciosidad liberal-marxista lo exigen, no
quedará otro remedio que hacerlo a sangre y fuego.



2. TEORIA
UNA ARGENTINA políticamente soberana, económicamente independiente y
socialmente justa, supone un Estado liberado de las fuerzas que lo ocupan y lo
distorsionan. Supone un Estado al cual se le ha devuelto su natural condición de órgano
de mando y de conducción de toda la Comunidad Nacional.



        El Estado es un órgano eminentemente político porque debe conducir a toda la
Nación y no puede ser expresión de predominio de una clase sobre otra. Las distintas y
múltiples fuerzas que proceden de la comunidad, necesitan indudablemente de un
órgano especializado –el Estado-, que sepa interpretar y dirigir el haz de fuerzas que
provienen del conjunto nacional, pudiendo así proyectar la intención histórica de la
Nación.



          No se nos escapa que para poner orden a las desorbitadas fuerzas económicas
que hoy ejercen un despotismo inapelable sobre el Pueblo y el País, será necesario, por
lo menos, en una primera etapa de la Revolución Nacional, ejercer el poder a través de
una dictadura nacional popular, ante los riesgos que supone la conjuración internacional
y local de las fuerzas subversivas financieras extranjeras y cipayos.



         Tampoco se nos escapa la necesidad de la presencia de un Movimiento único
que actúe como celoso custodio del proceso revolucionario hasta que la comunidad
nacional se organice sobre las bases de funcionabilidad natural.



         El Movimiento Nacional Justicialista nada tendrá que ver con el partido político
del sistema liberal que desconoce la realidad estructural de la Nación, y desvincula al
hombre de sus naturales actividades y funciones, vocaciones y jerarquías,
convirtiéndolo, dentro de una suma de individuos indiferenciados, en un esquema
abstracto y vacío.



            La Nación es multiplicidad dinámica de grupos y comunidades intermedias.
Eliminada la distorsión provocada por el democapitalismo individualista, el Estado
tendrá que ser órgano de síntesis de todas las fuerzas internas del Cuerpo Social,
representadas ante él del modo orgánico. La Nación no es una suma de individuos o
personas. Tampoco la suma de partidos políticos que puedan arrogarse la identificación
total de la misma.



3. FISONOMIA DEL ESTADO NACIONAL JUSTICIALISTA
A.


1.


Libre de toda tutela o compromiso de intereses que no sean nacionales y al servicio de
la comunidad, y de intereses foráneos; de pactos o alianzas que comprometan la
libertad, la seguridad y la felicidad política del pueblo argentino y de sus comunidades
intermedias.



2.


Absoluta independencia de sus decisiones, tanto en el orden interno, como en los
problemas y relaciones internacionales.



B.


SUS CARACTERISTICAS FUNDAMENTALES




1.


Organo de conducción, es decir de mando.




2.


Organo soberano, o sea que nada hay sobre él políticamente.
3.


Estado de plena autoridad, siempre que desempeñe de modo satisfactorio sus funciones
propias y solamente éstas.




4.


Estado legítimo en cuanto está al servicio de toda la Nación, sin distingos sobre sus
ciudadanos honestos; en cuanto respeta al hombre en todos sus atributos, derechos y
trascendencia metafísica; en cuanto provee con auxilio al bien particular de los
individuos, los grupos y las comunidades intermedias y al bien común nacional.



C.


ESTADO FUERTE




1.


Para llevar a cabo la Revolución Nacional.




2.


Para coadyuvar a la liberación de todos los pueblos de Latinoamérica, evitar las
intervenciones extrañas, y constituir con el tiempo la gran Nación Latinoamericana a
través de la Confederación de todos los pueblos hermanos de este hemisferio, y donde
cada uno conservará sus características propias.



D.


ESTADO ACTIVO




1.


Para preservar la seguridad social de las personas y de los grupos que componen nuestra
totalidad social.




2.


Para imponer los intereses superiores de la Comunidad por sobre los intereses de unos
pocos que pueden constituir entidades de dominio en el propio seno nacional.




3.


Para proteger el derecho natural de la propiedad, de tal modo que el individuo, el grupo
social, la comunidad intermedia, y la Comunidad Nacional disponga libremente, dentro
de las disponibilidades existentes, de los bienes que necesitan para cumplir con sus
respectivas funciones y afirmarse plenamente. Es decir, preservar la propiedad privada
como derecho natural, pero en función social y sin que ella constituya un poder dentro
del Estado ni sea motivo de explotación sobre los argentinos ni prevalezca sobre los
intereses supremos de la comunidad nacional.




4.
Para realizar la Justicia Social y con ello concretar la concordancia nacional y la
felicidad del Pueblo.




5.


Para promover y estimular el enriquecimiento argentino por el trabajo fecundo; el
acrecentamiento de la producción y de los bienes materiales como medios para alcanzar
los bienes espirituales que hacen a la perfección del hombre.



             El poder y la autoridad del Estado Nacional Justicialista emergen de su
representatividad profunda de las comunidades reales que componen la Nación, y de las
cuales es síntesis, como asimismo, de la voluntad y fuerzas nacionales del pueblo
argentino en su anhelo de querer realizar sus destinos, de acuerdo a su estirpe, historia y
cultura.



                En su conformación general, el Estado Nacional Justicialista, guarda
estrictamente la Tercera Posición frente a las superpotencias que bipolarizan el mundo
actual, o sea frente al Estado liberal capitalista inocuo y ausente del suceso social
fundamental, y el Estado marxista absorbente, tiránico y extrema segregación del
sistema Capitalista que aherroja al hombre. El Estado Nacional Justicialista expresa y
proyecta la intención histórica de ser argentino en su afán de realizar su destino.



AFIRMACION DEL ESTADO NACIONAL JUSTICIALISTA



         Conforme a los postulados fundamentales de la Doctrina Nacional Justicialista,
sintetizada por el Jefe Supremo del Movimiento, General JUAN PERON, en aquellos
invariables principios: UNA NACION POLITICAMENTE SOBERANA,
ECONOMICAMENTE INDEPENDIENTE Y SOCIALMENTE JUSTA, el Estado
Nacional Justicialista, para lograr la felicidad política del Pueblo Nacional y concretar
los grandes destinos de la Patria, debe asegurar:



1.


ECONOMIA. Una economía en función social, donde los intereses supremos de la
Comunidad estén por encima de los intereses de unos pocos privilegiados, y que tienda:
a)


A fortalecer los núcleos económicos débiles;




b)


A proteger la industria nacional en todos sus escalones –pequeña, media y pesada-,
creando sus bases y otorgando los medios necesarios para su gran desarrollo, junto con
el acceso a la ciencia y a la técnica;




c)


Movilizar racional, pero totalmente, los recursos del país a los efectos de alcanzar, hasta
donde sea posible, una autarquía que dibuje una nación económicamente independiente;




d)


Nacionalizar los bancos y ejercer el control de la política económico-financiera cuyo
poder debe ser canalizado prioritariamente a favor de la satisfacción de las necesidades
del pueblo;
e)


A desarrollar una política crediticia a largos plazos y bajos ingresos a favor de la
industria y el campo argentinos en aquellos sectores carentes de los medios necesarios;




f)


A reafirmar el Artículo 40 de la Constitución Nacional de 1949;




g)


A nacionalizar todas aquellas empresas extranjeras que no colaboren en la grandeza
nacional y en la aplicación de la Justicia Social y que constituyan un poder dentro del
Estado;




h)


A asegurar la prevalencia en sus áreas específicas de las grandes empresas del Estado
Argentino, tales como YPF, YCF, Agua y Energía, Gas del Estado, Reaseguros,
Comunicaciones, Transportes, Marina Mercante, Aerolíneas, etcétera.



2.


GREMIOS. Asegurar a las organizaciones gremiales el papel protagónico que les
corresponde por constituir grupos sociales fundamentales y vertebrales de la comunidad
nacional. Asimismo su paulatina transformación en federaciones de las empresas de una
misma rama de la producción, de tal suerte que se conviertan en comunidades
intermedias económico-sociales y desempeñen en su campo el papel que les
corresponde dentro de la Nación. Esto durante el período de transición necesario para
transformar la empresa capitalista actual en una asociación de productores jerarquizados
y mancomunados que dispongan de sus medios de producción, su parasitismo de
ninguna especie.



3.


Dentro del Estado Nacional Justicialista, los trabajadores (productores) siempre
recibirán una remuneración que comporte medios aptos para adquirir una suficiencia de
vida acorde con las exigencias de la dignidad del hombre, para ellos y sus familias.



4.


POBLACION. Una política demográfica destinada:




a)


A poblar el gran territorio nacional, proveyendo las medidas necesarias que hagan fácil
y llevadera la constitución de grandes familias aún en las más remotas zonas del país;




b)


Proveer todos los medios pertinentes para el perfeccionamiento del hombre argentino;




c)
Atraer corrientes migratorias afines con nuestra estirpe, las que se tamizarán y
orientarán conforme al interés nacional.




d)


Hacer que los niños, como lo quiso Eva Perón, sean los únicos privilegiados y objeto de
especial protección por el Estado Nacional Justicialista, como el capital más preciado de
la Nación.



5.


CULTURA. Asegurar la enseñanza gratuita en todos los niveles; la formación
universitaria con sentido y responsabilidad nacional; las Universidades al servicio de los
altos intereses del País; la multiplicación de los centros culturales que hagan a la
formación nacional y moral, como asimismo, a la responsabilidad de los argentinos
como componentes de un país libre y soberano, líder natural en Latinoamérica.



6.


VIVIENDAS. Conforme a las exigencias de la dignidad humana cada familia argentina
debe tener su propio techo. A estos efectos, se hace necesaria la existencia de un
Ministerio de Vivienda, el que se encargará de la solución del grave problema de la
provisión de los créditos necesarios a largo plazo y bajos intereses. No deben existir las
llamadas “villas miseria”, testigos ominosos de la inoperancia social del sistema
capitalista.



III – Política de Socialización



“Sólo dos filosofías existen actualmente que pueden dar fundamento ideológico a un
reordenamiento social: la cristiana y la marxista. La primera nos está impulsando hacia
un socialismo nacional; la segunda, hacia una internacional dogmática marxista. El
mundo del futuro será socialista; los hombres dirán en cual de sus acepciones. El
Justicialismo no es sino un socialismo nacional cristiano; los que se oponen a ello
trabajan consciente o inconscientemente por el comunismo.” -PERON



1. SITUACION



DESEMBARAZADO el país del colonialismo capitalista internacional, previo análisis
de posibilidades, se procederá a modificar la estructura del área de producción,
distribución y comercialización. Para ello es necesario dejar sentadas las premisas en las
que se fundamenta el cambio que el Justicialismo propugna.



2. ENFOQUE PRELIMINAR



CUANDO la producción era artesanal, la propiedad de los medios de producción era
pequeña, familiar y circunscripta a la actividad, recursos, técnica y herramientas del
propio productor. Cuando la industria, superando lo artesanal, pasó a gran organización
en sentido moderno, la propiedad se agigantó con el esfuerzo mancomunado y técnico
de muchos productores, pero no llegó a concretarse en propiedad comunitaria –función
social-, pues la burguesía lo apropió y acaparó. Así, de la propiedad individual-familiar
se arribó a la propiedad individualista adquirida a través del acaparamiento del capital,
no respondiendo éste a las necesidades de los grupos sociales.



        El capitalismo que, en ascendente proceso y en virtud del pura poder financiero
y del aval de leyes represivas contra los productores (trabajadores), creó un deprimente
cuadro sociológico, apoderándose de los medios de producción y monopolizando la
técnica a la que pone al servicio de la explotación del hombre, crea de este modo una
nueva y lamentable clase social, el proletariado. Los ciclos de la distribución y
comercialización siguieron este camino. Hoy, la sociedad capitalista se hunde para dar
paso a su consecuencia: el marxismo, como última segregación del sistema, o a la
Revolución Socialista Nacional que acertadamente apunta nuestro Caudillo, el General
Perón, y cuya versión aquí y en América Latina es el Justicialismo.



3. LA EMPRESA INDUSTRIAL



EN LA EMPRESA industrial, que es la resultante del esfuerzo solidario y jerarquizado
de todos los trabajadores que la realizan con su aporte físico e intelectual –obreros y
técnicos-, las estructuras basadas en la propiedad individualista no tienen sentido. El
Estado Nacional Justicialista, a través de sus órganos competentes, estudiará y analizará
la cuestión, procurando rescatar los medios de producción para restituirlos a los
trabajadores a través de los correspondientes grupos de producción. De esta manera, la
propiedad dejará de ser un motivo de conflicto social y una fuente de poder patológico.



4. LA EMPRESA AGRARIA



LA TIERRA no es un bien de uso y consumo, sino un instrumento de producción social.
Por lo tanto, legítimamente no puede ser propiedad individualista. A ello se opone el
principio justicialista: “la tierra debe ser de quienes la trabajan”. No se trata de dividir
los latifundios ni las estancias en minifundios, sino de reconocer las unidades
económicas agropecuarias, existentes o a crear, como entes jurídicos, dueños de sus
instrumentos de producción y, en primer lugar, de la tierra. Así los trabajadores del
campo, cualquiera sea su jerarquía, dispondrán, en forma mancomunada, de los bienes
que les son imprescindibles para producir libremente, dentro de las exigencias de la
planificación nacional, y disponer del fruto de su esfuerzo.



IV – La Nueva Constitución Nacional Justicialista



LA NUEVA Constitución Nacional Justicialista garantizará una auténtica
representación popular a través de todas las comunidades intermedias y Cuerpos
constituidos de la Nación real. Por encima de esta verdadera representación y presencia
del Pueblo nacional en todas las actividades y energía de la comunidad entera, estará el
Jefe del Estado encarnando la intención directriz de la Nación. Esto supone la supresión
del Capitalismo y del sistema partidocrático que constituyen los instrumentos del
engaño demoliberal. Pues ni la comunidad está hecha orgánicamente de partidos
políticos, ni de una parte de la Nación que está en pugna con las demás, puede expresar
válidamente la intención histórica, unitaria y compleja a la vez. Sólo el Estado
soberano, liberado de la ocupación clasista y partidaria, podrá conducir a la comunidad
con vistas a su cada vez mayor afirmación.



       El único Movimiento que podrá transformar en este sentido a nuestra Patria es el
Movimiento Nacional Justicialista. Pues sólo él tiene la vocación nacional, la
representatividad popular y las aptitudes revolucionarias para el cambio.



         Efectivamente, el Movimiento Nacional Justicialista es la expresión de aquellas
corrientes político-históricas que nacen con la nacionalidad misma y se mantiene filiado
por los lazos culturales, espirituales y hasta raciales con la Argentina de ayer, de hoy y
de siempre. Es, por lo tanto, la expresión más fiel de la Argentina histórica, con sus
sombras, pero también con su hermosa carga de grandezas que imponen una misión
histórica que cumplir.



             Y es por esta razón, por su autenticidad y conciencia histórica, que el
Movimiento Nacional Justicialista tiene aptitud revolucionaria para transformar las
estructuras socio-económicas y culturales, sin acudir a remedios o esquemas
estereotipados. Es decir, que lo nacional y social concluyen naturalmente en el
Movimiento Nacional Justicialista.



          Cuando esta poderosa síntesis llegue a su madurez y se ponga en marcha, el
triunfo será inevitable y estaremos por encima del Capitalismo y del Comunismo. El
Estado Nacional Justicialista levantando los guiones revolucionarios creados por
nuestro Caudillo, el General Perón, dejará atrás un pasado de miserias y oprobios.



El Hombre



“En medio de un mundo cuyas doctrinas opuestas sumergen al hombre en la chata
horizontalidad del materialismo, que es para ellos un fin y un objetivo supremo, nuestra
doctrina levanta para el hombre la verticalidad de sus objetivos espirituales, y el hombre
adquiere –por nosotros y entre nosotros- la estatura que Dios le ha asignado en el
concierto universal, y puede sentir de nuevo el optimismo de su eternidad. Nuestra
finalidad es el hombre, pero no el hombre aislado, puesto al término de nuestros afanes,
sino el hombre que vive plenamente en la comunidad.” -PERON



EL HOMBRE es una unidad sustancial de alma y cuerpo. Entre las criaturas visibles, es
la única que posee la independencia y la dignidad propia de la persona. Es un verdadero
microcosmos, como decían los antiguos, un pequeño mundo que excede en valor a todo
el mundo inanimado. Y siendo la persona humana lo más perfecto de toda la naturaleza,
el destino del hombre no puede ser, por consiguiente, sólo del tiempo, sino de la
eternidad, constituyendo, por lo tanto, una unidad trascendente. Pues su dimensión
metafísica así lo indica y lo exige. Creado a imagen y semejanza de Dios, es debido a
Dios. Pero esta unidad trascendente es por naturaleza un ser social: nace de una familia
(hombre y mujer) primer grupo social básico que constituyen sus padres y de los meros
cuidados imprescindibles, sin los cuales no podrían subsistir. Se desarrolla en el seno de
una comunidad más amplia que se fue constituyendo a lo largo de los siglos y, por lo
tanto, le proporciona el bagage y la impronta de una civilización y de una cultura
histórica. Se desenvuelve en algunas comunidades intermedias productivas, culturales,
profesionales, etc.
Por lo tanto, el hombre está orientado y ligado a la sociedad por una exigencia
esencial para vivir y poder alcanzar plenitud de realización humana y, por eso, al
depender de la sociedad que le da vida y medios de aprovecharla totalmente, tiene la
obligación de aportar a la comunidad todo lo que es capaz de darle y eventualmente de
sacrificarse por ella. En ella debe encontrar la posibilidad de ejercer sus vocaciones,
habilidades y destrezas; de desempeñar las funciones que su capacidad y virtud le
asignan desde las más encumbradas, como las de mando y conducción, hasta las más
elementales y subordinadas para afirmarse en grado máximo, pero nunca aceptando
posivamente la existencia.



           La comunidad no es un rebaño. Para progresar en la medida de lo posible,
necesita que todos los miembros, cada uno en el lugar que capacidad y función le
destine, luchen constantemente. No se transforma la naturaleza con gozadores, no se
vencen los obstáculos con cobardes. El heroísmo es la primera virtud del hombre. Vivir
peligrosamente es vivir como ser humano; vivir tranquilamente, sin dinamismo ni
acción, es meramente subsistir. Los hombres y las comunidades heroicas hacen fuertes a
sus pueblos. Y sólo los pueblos fuertes hacen la historia, son libres y soberanos.



        La filosofía del individualismo y el iluminismo asentada en la estructura política
del liberalismo, concibió al hombre desvinculado del espíritu nacional y del espacio
histórico. El hombre abstracto reemplazó al hombre concreto de carne y hueso. Por eso,
el hombre argentino, además de los valores trascendentes del espíritu, debe estar
indisolublemente comprometido con el destino nacional. Es ésta la tónica del
Movimiento Nacional Justicialista.



La Comunidad



“La senda hegeliana condujo a ciertos grupos al desvarío de subordinar tan por entero la
individualidad a la organización ideal que, auténticamente, el concepto de comunidad
quedaba reducido a una palabra vacía: la omnipotencia del Estado sobre una infinita
suma de ceros. La manera de entender al hombre o divisarle mejor en el marco de esa
comunidad que lo realiza, será en su propia jerarquía, atento a sus fines propios y
conciente de su participación en lo general.” -PERON



EL SER HUMANO es una substancia completa y distinta de las demás substancias de
la misma especie. Se trata de una substancia que tiene conciencia de ser, de darse cuenta
de sus actos y de sus estados, de apropiárselos como suyos; que puede decir “soy yo”.
Pero hemos visto que por sí solo el hombre es incompleto, precario y deficiente. Por eso
precisa suplir sus indigencias mediante su inserción en la sociedad, en la comunidad.
Así la naturaleza del hombre se proyecta por medio de su vida activa, cuyo fin es su
actitud vital en permanente afirmación que se corresponda con la mayor perfección
posible a la idea del hombre. Dentro de la Comunidad lo podrá lograr. Fuera de ella le
será imposible.



           La vida social que implica vivir en comunidad con sus semejantes, es una
necesidad que no proviene de un simple deseo, sino que radica y lo exige la propia
naturaleza humana que opera como causa eficiente de la sociedad, es decir, que su
naturaleza lo impulsa a la convivencia social. Esto hace evidente que la sociedad, la
comunidad es una forma intencional de vida para la persona.



          Comunidad la utilizamos aquí, no en un sentido general, impreciso, como un
indefinido modo de vivir, sino por el contrario en el sentido de formas sociales que tiene
connotaciones definidas y concretas.



        El hombre es miembro de una familia, de un taller, de una parroquia, de un club,
etc., fuera de los cuales no podría procrear, producir, ni rezar o divertirse. Estas
comunidades concretas responden a distintas necesidades y exigencias de la vida
humana. Las familias agrupadas en cierto territorio constituyen un grupo geosocial, el
municipio, que es la prolongación política o comunidad política de una familia. El
municipio es la reunión de muchas familias. Varios municipios constituyen las
provincias, la agrupación de provincias hacen la Nación o sea la Comunidad Nacional,
de la que el Estado, como sociedad política más perfecta, es su órgano de síntesis,
conciencia y mando para procurar el bien común o la felicidad política del pueblo.



        Teniendo el hombre que vivir, necesita producir, de ahí que también pertenezca
a una estructura de producción: talles o empresa, fábrica, etc.



          Nosotros presentamos la Comunidad nacional como una pirámide compuesta
por una empresa, ésta unida a otras empresas constituyendo una federación de entidades
afines y de una misma actividad y naturaleza cada cual desempeñando su papel
particular y responsable en el seno de todo el organismo social: una empresa, una
federación de empresas, según sus ramas o actividades, una federación de federaciones
hasta llegar a la federación nacional, es decir, a la comunidad organizada. Estos grupos
intermedios que no son conglomerados automáticos o yuxtapuestos, sino dinámicos,
orgánicos y vitales con fines propios cuya conjunción general tiende a realizar el bien
común.
De ahí que los gobernantes que conduzcan la comunidad nacional han de aplicar
no sólo el arte de gobernar sino también la Ciencia Política como ciencia arquitectónica
que conjunta todos los fines particulares hacia el fin último, o sea el bien común de la
Nación, para nosotros los justicialistas, sintetizado en la soberanía política, en la
independencia económica y en la justicia social, base fundamental del socialismo
nacional que pone todos los bienes y todas las cosa en función social, esto es, para el
disfrute de todos y no de unos pocos privilegiados, o en manos del Estado para el goce
de la tecnoburocracia, como ocurre con el liberalismo y el marxismo respectivamente.



           El Estado Nacional Justicialista, como órgano de mando y conducción de la
comunidad nacional total, armonizará y sintetizará los dos con frecuencia antagónicos
intereses de las comunidades intermedias que componen la nación entera, bajo el signo
constante de la afirmación nacional.



         Pero esta imagen de comunidad organizada no podríamos lograrla, ni la Nación
tampoco dar lo mejor de sí para felicidad del pueblo, si los gobiernos sólo representan
fracciones y conducen para provecho propio y de intereses foráneos, soslayando el
interés supremo de la totalidad social nacional, como asimismo abstrayéndose de la
justicia social como principio formal de toda acción gubernativa.



NO HAY COMUNIDAD NACIONAL

SIN SOBERANIA POLITICA,

INDEPENDENCIA ECONOMICA,

NI JUSTICIA SOCIAL



La Libertad



“Yo creo que la antigua fórmula de ‘libertad, igualdad y fraternidad’, en nuestros días
tiene que ser cambiada por la de libertad, justicia y solidaridad de modo de poner al día
el concepto de esa ‘libertad’ conjugada al impulso de otros sentimientos que el egoísmo
y el individualismo. Esa libertad conjugada puede ser efectiva. De otra manera es un
engaño, y los pueblos engañados reaccionan tarde, pero violentamente. Lo que
queremos evitar a la República es que se vea frente a esa reacción tardía, pero violenta,
porque la destrucción de los valores no es lo que aconsejamos para la República.”
-PERON
LA REVOLUCIÓN FRANCESA llevó, en el frontispicio de su justificación histórica,
la célebre frase: “libertad, fraternidad e igualdad”.



           Muy pronto la realidad mostró su verdadero y sombrío rostro. Adueñados del
Estado, los grupos económicos hicieron de la “libertad” pregonada un valioso
justificativo para su incontrastable predominio sobre los grupos económicamente
débiles, especialmente sobre los trabajadores. La hipocresía del triple “slogan” se
manifestaba en que los trabajadores nada podían exigir al patrón para mejorar sus
condiciones de vida y de trabajo, porque “atentaban” contra la “libertad” individual del
explotador.



         La célebre frase de Julio Guesde, al referirse a dicho “slogan”: “la libertad del
zorro en el gallinero libre” interpreta con precisa claridad la instrumentación de esa
“libertad” pregonada por la revolución francesa, así como demuestra su evidente
escamoteo cuando se trataba de la verdadera libertad de los trabajadores.



          La igualdad individual, abstracción irreal que desconoce al hombre concreto
integrado en sus distintos grupos comunitarios se tradujo en la realidad existencial en
una nivelación no en derechos sino en la miseria, avasallado por una desigualdad
infame, real y concreta de las fuerzas económicas en triunfo.



          La Revolución francesa consagró política y legalmente la práctica del sistema
capitalista y su metodología de la explotación del hombre por el hombre, creando, a la
vez, su antítesis, la explotación del hombre por el Estado bajo el impulso del marxismo
años después. La lucha de clases fue la respuesta y con ella se hundió para siempre el
tercer término del “slogan” libertario: “la fraternidad”, pronunciado por la burguesía
vencedora y subversiva del orden social natural.



            Afirmamos que la libertad, como expresión genérica, es una abstracción
inasible, una entelequia tramposa, que sólo puede servir para encubrir viles
expoliaciones, lo mismo que las peores tiranías.



        No hay verdadera libertad si junto a ella no existe un contenido ético de la vida,
una axiología típica de la dignidad humana. Para el Justicialismo, ese contenido ético,
esa tabla de valores, sólo está dado por la Justicia. Luego, no habiendo justicia, como no
la había, la prédica liberal era falsa, como falsa la “libertad” que pregonaba.
Recién a partir de esta valoración, comenzamos a descubrir la libertad.



         Como primera condición de nuestra premisa –la Justicia-, los peronistas no
soportamos el avasallamiento de nuestra Nación por otra nación.



       El primer bien para nosotros es la libertad de la Patria. La libertad real y verídica
es la que permite a nuestro país, como comunidad histórica singular, tener y adoptar
decisiones propias y soberanas.



            Dice nuestro Caudillo: “No se puede suponer un hombre libre en un país
esclavo”.



             Ese mismo sentido ético de la justicia nos orienta hacia el hombre como
persona, es decir, con dignidad humana vinculada a los destinos nacionales. Y ese
hombre concreto, no el universal y abstracto del liberalismo y del marxismo, lo vemos
constituyendo una familia, produciendo bienes, soñando y perfeccionándose. De ahí que
es necesario, obligatorio, otorgarle todas las posibilidades reales para realizarse en sus
distintas esferas de acción y dentro de los distintos grupos sociales donde incursiona.



          Sin techo, sin pan, sin escuela y sin cultura, LA LIBERTAD NO EXISTE, la
libertad verdadera es una ilusión.



       PERON define magistralmente estos conceptos:



              “La libertad debe arrancar desde el punto en que haya sido afianzada
definitivamente la seguridad social, la familia y la defensa nacional. Una libertad sin
seguridad de vida, de trabajo, de educación y vivienda digna, ES UNA FALSA
LIBERTAD. Poseer la libertad para morirse de hambre, es un sofisma que constituye
materia de engaño para quienes trafiquen haciendo cortinas de humo para ocultar
intenciones. Recién después de obtener para los hombres de esta tierra la fe en los
destinos individuales y colectivos, una porción efectiva de bienestar material y una parte
real de justicia, se puede alcanzar la libertad. Esto no es restringir la libertad, sino,
justamente, imponerla y asegurarla para todos.”
A estos conceptos sólo nos resta agregar que no reconocemos la “libertad” que
se utiliza para atentan contra la libertad y la seguridad de la Patria y del hombre
argentino o para sustraerla el fruto legítimo de su trabajo.



Capital y Capitalismo



“Ni el dinero, ni la propiedad, ni el capital; ninguno de los bienes económicos, pueden
constituirse en un fin de la tarea humana. Son nada más que medios que el hombre
utiliza para realizar el afán de su destino.” -PERON



CUANDO EL HOMBRE acicateado por su egoísmo y ambición desmedida olvidó el
carácter instrumental de los bienes económicos y los convirtió en fines, apareció la
explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado. Esta distorsión se
llama Capitalismo, ya sea liberal individualista, ya sea colectivista estatal o comunismo.



         Se hace necesario revisar la verdadera naturaleza de los bienes económicos y
volver a otorgarles su carácter de medios instrumentales, colocándolos al servicio del
hombre.



         El dinero surge cuando las necesidades comerciales hicieron más complejo el
panorama de las transacciones mercantiles. El incremento del comercio, el movimiento
de grandes cantidades de productos y mercaderías y las relaciones con otros pueblos se
incrementaron, fue perdiendo vigencia el método del trueque como intercambio de
mercaderías o productos, mientras exigía mayor simplificación y uniformidad en los
cambios.



          Así surgió luego la moneda metálica, el dinero, reconocido por todos ya que
representaba el valor de las cosas para facilitar el intercambio mercantil.



           Pero bien pronto la avaricia y la ambición de algunos grupos determinó su
atesoramiento y, olvidándose de su carácter de medio instrumental, el dinero se
convirtió en un negocio de sí mismo. Aquellos que acumularon dinero sustrayéndolo al
circuito productivo creador, lo utilizaron para préstamo con intereses. Este
procedimiento y actitud podemos describirlos así: “Yo no trabajo más, presto mi dinero
atesorado a quienes trabajan y producen; yo recibo más de lo que presto, es decir,
gano…”



        El interés que se percibe es un plus. Pero, ¿de dónde sale ese plus o interés? Por
supuesto que del trabajo ajeno. Este es uno de los sistemas donde se asienta el
Capitalismo.



            Los parásitos que se van enriqueciendo a costa del trabajo ajeno terminan
finalmente por adquirir los medios de producción, consolidando su condición de
dominadores a través de la plusvalía y, por lo tanto, avasallando y subordinando las
estructuras tanto políticas, económicas como sociales a las exigencias de sus intereses
de clase.



           Este monopolio de la plusvalía, que se concreta por el despojo mediante la
propiedad individualista de los instrumentos de producción, es otro de los pilares donde
se asienta el sistema Capitalista.



         La Revolución francesa y el Código napoleónico marcan la institucionalización
del sistema. Luego, el atesoramiento capitalista se lanza a dominar los mercados
internacionales. Ahora estamos en presencia de las Finanzas Internacionales, de la
Banca Internacional, ya cual ya ha proletarizado el hombre dentro de sus fronteras de
origen, tiende ahora a hacer lo mismo con los hombres de otros países. Esto es otro pilar
del Capitalismo.



        Se dirá, como argumento efectista, que el lucro y la habilidad para sacar ventajas
de circunstancias económicas es tan antigua como la civilización y que es propio de la
natural diferenciación de la persona humana o de los hombres, donde el más “apto”
conquista el predominio, y que esa actitud es un derecho. Aceptamos que esta
explicación dice algo de verdad, pero no toda la verdad; de la misma o análoga manera
con que el instinto sexual está en la propia naturaleza humana, pero dicho instinto y
capacidad biológica está subordinada a las exigencias de la moral, de la ética. Dicho
instinto, por otra parte, sublimado en el amor, persigue un legítimo objetivo: la
preservación y continuidad del género humano a través del matrimonio. No obstante, la
existencia de este instinto sexual que está en la naturaleza humana, no legitima la
poligamia ni otra forma que por vicio puede llevar a la decadencia a la sociedad
simplemente por dar rienda suelta al instinto natural.
De la misma manera, la natural diferenciación cualitativa de la persona humana,
sus distintas maneras para progresar, su sentido oportuno para hacer provecho se
situaciones dadas, no justifican ni autorizan, ni legitiman el dominio, el monopolio que
ejercitan ni tampoco el privilegio de pocos frente a la miseria de muchos. El
apoderamiento de los bienes producidos por el esfuerzo de todos para disfrute de unos
pocos, es totalmente ilegítimo.



          Pero esto ha sucedido y los dueños de los dineros, los amos de las finanzas
instrumentaron estructuras antinaturales para construir un predominio en la sociedad
formada por todos que por injusto ya distorsionada y subvierte no sólo la paz social sino
también la propia actividad humana.



           Efectivamente, el predominio económico ha sido tan abrumador que se ha
logrado someter tanto los medios jurídicos, culturales, educativos y propagandísticos,
etc., que el despojo capitalista ha sido y sigue siendo considerado por la “opinión
pública” –que el liberalismo toma como pueblo-, como legítimo y normal. Asimismo,
tal predominio económico con la práctica de la “democracia” consiguió institucionalizar
y dar normas legales a tal sistema de despojo. Al mismo tiempo, a través de los medios
de difusión dominados por los señores del dinero consagraron terminantemente esta
patología social frente a los pueblos como una legítima actividad.



         La justicia, el trabajo, la virtud, la inteligencia, la condición humana, el hombre
mismo, fueron subordinados a la deidad crematística como si fuera el fin último a que
está sujeto el hombre.



        No es que por doctrina debemos aborrecer el dinero, ni la maquina, ni la finanza.
Pues sería absurdo abominar de algo que es inerte y que no tiene vida propia. Lo que se
repudia es su mal uso, tanto de la máquina como del dinero y de la finanza. Es por eso
que el Justicialismo lucha para que el dinero no sea factor de irritantes desajustes
sociales; ni la máquina, instrumento de sometimiento del hombre; o la finanza, recurso
de sometimiento de pueblos y naciones.



         El capital es un conjunto de bienes que solamente crea el trabajo fecundo y lo
multiplica, pero cuya finalidad fundamental es proveer al bienestar de la Comunidad
entera en armoniosa relación individual y comunitaria.



            El justicialismo reconoce el carácter instrumental y de medio que tiene
esencialmente el capital. Pero combate la tendencia y la práctica de servirse de él para
dominar al hombre. Esta tendencia tiene su nombre: Capitalismo, Imperialismo
económico en su desarrollo extrafronteras.



       Cuando logremos nuestra meta, una nueva edad se abrirá en la Historia de los
Hombres: su libertad será real.



El Capitalismo de Estado - Comunismo



Carlos Marx preveía a mediados del siglo XIX que el capitalismo se iría concentrando
en un número de manos cada vez más reducido. Y que la clase media sería absorbida
por el llamado proletariado.



TALES PREDICCIONES no se han cumplido en el mundo liberal capitalista. Por el
contrario, los dueños del capital se fueron multiplicando y las clases medias se
ampliaron al absorber importantes sectores de la clase obrera. Todo esto al margen de
los monopolios sustentados por las finanzas internacionales.



           La minoría burguesa que había sido capaz de conquista el poder político a
sangre y fuego allá por los decenios posteriores a 1789, evidentemente ya no era misma.
Dejaron brechas para que otros elementos adoradores del oro monopolizaran las
finanzas y las utilizaran para agredir naciones y montar insurrecciones o provocar
conflagraciones mundiales, explotar el hambre, el caos y las debilidades de las
postguerras para adueñarse del poder y someter pueblos. Esto comenzó en noviembre de
1917 en la Rusia de los Zares, donde el capitalismo apenas embrionario no había
logrado imponerse. Una minoría superjacobina financiada por el capitalismo
internacional se apoderó del Estado ruso al que convirtieron en único gran patrón, en el
detentador de todos los medios de producción, difusión y represión.



            A lo largo de los años esa minoría se fue transformando en una oligarquía
tecnoburocrática cerrada realizada de un capitalismo perfecto que jamás soñaron ver los
primitivos burgueses del siglo pasado, sometiendo al hombre a la miseria de un
proletariado indefenso, sin derechos y de rodillas al Estado patrón, y donde los
sindicatos pasaron a ser meros instrumentos de control por el Estado, de las reacciones
de los trabajadores.
Entre el capitalismo liberal y el capitalismo estatal o bolchevique no existía, ni
existe otra diferencia que la que procede de distintos grados, métodos y eficacia. Tal
diferencia era más marcada en los años prebélicos de 1939. Sin embargo, hoy el fracaso
del sistema comunista lo ha llevado a aflojar su dureza primitiva y hasta se ha
liberalizado tratando de introducir el lucro y la competencia. Lo contrario ocurre con el
capitalismo liberal –etapa previa del capitalismo marxista-, donde el Estado tiende a una
mayor gravitación en la conducción económica.



          En ambas formas del capitalismo –liberal o marxista-, el Estado es una mera
expresión de los factores económicos y ha sido puesto y es empleado como eficaz
custodio de los mismos. Es el cancerbero de los intereses de los dueños de las finanzas
internacionales. Emplea todo su poder para desintegrar la comunidad que rige y
convertirla en un simple hormiguero productor, sin grandezas y sin alegrías, donde el
hombre es un resorte, una herramienta, un número.



          Todo lo contrario es el Estado Nacional Justicialista que preserva la seguridad
de las personas y de los grupos que constituyen la totalidad social argentina; que
impone los intereses supremos de la comunidad sobre los intereses de unos pocos
privilegiados.



La Propiedad



“Conformar la propiedad a su justo límite, para que no sea escarnio, sino un bien que
permita que el que trabaje sea, por lo menos, dueño de aquello que él está explotando
para la grandeza y la felicidad de la Nación. Es el cambio de la propiedad inviolable por
la propiedad sometida al interés general, vale decir la propiedad social.” -PERON



EXISTEN VARIOS TIPOS de propiedad: la de bienes de uso y de consumo; bienes
muebles e inmuebles; instrumentos de producción; propiedad intelectual, etc.



         La distinta naturaleza de los bienes mencionados obliga a reflexionar sobre las
diversas relaciones que se establecen entre el hombre y los objetos que pueden ser
poseídos.
Nuestra afirmación doctrinaria que la propiedad es un derecho natural, pero en
función social, alumbra nuestro análisis y facilita nuestro entendimiento, orientándolo a
la aprehensión de la problemática aparentemente compleja y controvertida.



          El vestido que cubre, los alimentos que nutren, el libro que educa y forma; el
techo que cobija o la herramienta de trabajo, constituyen una propiedad individual
legítima e indiscutible, a la luz de la Doctrina de Perón, no pueden ser considerados
como expresión capitalista ni pueden tampoco ser colectivizadas. Ambos capitalismos
hacen imposible en la práctica el ejercicio de ese derecho natural del hombre que
dignifica la persona humana en su vivir decorosamente. Uno absorbe y monopoliza, el
otro colectiviza. Ambos la hacen imposible como elemento de adecuado vivir humano.



           Por ello, la doctrina Nacional Justicialista recrea el concepto de la propiedad
privada en cuanto hace al vivir decoroso del hombre y de la familia, a la luz de su
naturaleza, expresando que ella no se admite como bien de renta, sino como bien de
familia, rechazando cualquier plus en concepto de lucro.



         Es que la distorsión de las estructuras naturales sobrevino cuando la propiedad
individual y familiar fue siendo absorbida por la propiedad capitalista, tanto en la
actividad agropecuaria como en la industrial; distorsión que se consolida con la
irrupción del maquinismo y la revolución industrial.



              Las exigencias modernas de la producción requirieron la concentración
maquinaria, materia prima y hombres trabajando y produciendo en serie. Esto terminó
con el concepto de la propiedad individual y familiar sustentado en el taller artesanal. Y
asume el nuevo concepto individualista de la propiedad fundada en el “chantaje”
capitalista que se pinta así: “Yo tengo las máquinas por mi capacidad económica;
ustedes, los trabajadores, aportan con su inteligencia, con el esfuerzo físico, el
conocimiento, la técnica –elaboración de milenios-, ustedes aportan con todo lo
inherente al trabajo; sin vosotros no hay producción posible, pero yo les pago un salario
para que sobrevivan y no mueran de hambre. Sepan, además, que el único dueño de la
fábrica y de los instrumentos de su producción soy yo, el patrón. Y si no les gusta mi
propuesta, vayan a otra fábrica.” Allí también eran nuevamente chantajeados.



        Debemos observar que la nueva propiedad capitalista que surge está fecundada y
realizada por el esfuerzo conjunto de todos los productores técnicamente jerarquizados.
Sin embargo, esa propiedad y su consiguiente aprovechamiento está lejos de ser social,
pues es individualista y la disfruta el capitalista, que es el económicamente más
poderoso. Esta es la base de la organización empresaria e industrial de hoy y en ella se
fundamenta el robo capitalista a los hombres que constituyen la comunidad nacional en
estos tiempos contemporáneos.



          Así el capitalismo ha hecho de la empresa moderna su propiedad individual,
siendo aquélla una organización que necesariamente debe ser comunitaria. Sustrae la
plusvalía a todos los productores –técnicos y obreros- que conformar y hacen posible la
empresa.



             Pero no es solamente en este capitalismo el que niega la propiedad social
comunitaria; también el marxismo la desconoce, y esto es lógico, porque es la última
segregación del sistema capitalista, no admite que los productores de una fábrica tengan
acceso a la propiedad de la misma, pues le pertenece al Estado como último y gran
patrón. En la llamada sociedad comunista, la fábrica y la plusvalía pertenecen al estado,
por eso el trabajador soviético sigue siendo un asalariado aunque sea del estado.



          El Movimiento Nacional justicialista terminará con la empresa y la propiedad
capitalista de la misma, reemplazándola por la empresa comunitaria al servicio del
hombre, de la familia, de la Nación. De la misma manera que afirmamos que la tierra
debe ser del que la trabaje, sostenemos igualmente que las fabricas y las empresas
también serán de quienes las trabajen y las hagan producir integrando una comunidad
solidaria y organizada en base a la justicia social mas profunda posible.



          En cuanto a la propiedad estatal, el Justicialismo la considera legítima cuando
ella asegura la defensa nacional, la independencia económica, teniendo bajo su custodia
los resortes claves de la economía nacional, tales como las industrias bases, el comercio
exterior de la producción, la actividad bancaria, la riqueza del subsuelo y todo aquello
que implique interés d absorción y dominio por los intereses foráneos.



         El Nacional Justicialismo afirma la propiedad privada como derecho natural del
hombre. Pues frente al concepto marxista de la colectivización, y frente al concepto
liberal capitalista, abusivo e irrestricto de la misma, sostiene y ampara la propiedad
privada, pero ordenada a la función social, no sólo para evitar que se convierta en fuente
de poder y lucro, especulación y dominio entre los argentinos, sino también, para que
todos los miembros de la Comunidad nacional puedan disfrutar y ejercer de manera
concreta ese derecho natural. Cada argentino debe tener lo suyo, lo cual es todo aquello
que es necesario y exige la dignidad humana para llevar una vida decorosa y libre.



El Trabajo
“Por el trabajo y la virtud, el hombre se dignifica y se enaltece. En el Justicialismo son
los valores que más apreciamos. Barreremos a toda forma parasitaria y explotadora.” -
PERON



PARA EL JUSTICIALISMO el trabajo es una dignidad que enaltece al hombre
nacional y es actividad propia y ennoblecedora de la persona humana. Su esfuerzo ya
físico, ya intelectual lo eleva como creador y le suscita posibilidades de
perfeccionamiento material y moral tal como le compete a su calidad racional. Con su
trabajo contribuye al engrandecimiento de la Patria concretando sus más altos destinos.



         El conductor que orienta el destino nacional con la elaboración de directivas de
gobierno, el funcionario que sirve lealmente los intereses de la Nación, el investigador
que extrae a la vida, a la naturaleza parte de sus misterios; el médico que cura; el
maestro que enseña y educa; el minero que arranca a las entrañas de la tierra sus tesoros;
el artesano que modela la materia; el obrero que conduce un tractor, siembra un surco o
produce en la fábrica, se dignifica en su afán creador. Este es nuestro concepto del
trabajo, y rechazamos las connotaciones puramente productores y económicas que le
asignan a esta noble actividad humana el capitalismo ya liberal, ya marxista.



          Nuestro concepto de la dignidad del trabajo supone simultáneamente nuestro
repudio a la explotación del hombre por el hombre o por el estado que lo constriñe a ser
un elemento generador de energías despojado de sus dimensiones espirituales y
axiológicas.



        Para nosotros, el trabajo es dignidad y también obligatoriedad. La Patria es una
herencia de esfuerzos y trabajos pretéritos enlazados en la continuidad del presente y la
visión del futuro. La preservación de tan sagrado legado nos intima a la eliminación de
todo parasitismo y a la obligatoriedad del trabajo.



           En el ímpetu revolucionario del Justicialismo desaparecerán el parásito, el
saboteador y el dueño individualista de los medios de producción, como asimismo todas
aquellas ficciones jurídicas que lo reemplazan. Desaparecerá este último como
meramente capitalista, aunque no como persona humana, ya que podrá integrar la
empresa de producción en el rol de su especialidad técnica lo determine. Es decir, que
como capitalista no podrá funcionar más, pero sí como persona que aporta trabajo.
Para el Nacional Justicialismo, trabajador no es sinónimo de obrero manual.
Para nosotros, trabajador es todo aquel que realiza una tarea positiva –física o
intelectualmente-, en beneficio de la comunidad.



         En el Estado Justicialista habrá jerarquías profesionales porque hay calidades de
trabajo. Y desaparecerán las divisiones entre los que trabajan, o sea, entre los que viven
de su trabajo y los que viven del trabajo ajeno. No habrá entonces la explotación
capitalista.



         Para el Nacional Justicialismo, el trabajo es además un DERECHO. El hombre
tiene derecho a la vida, luego tiene derecho al trabajo, pues éste es el medio para
mantener la vida. El Estado Nacional Justicialista velará no sólo para que todos
trabajen, sino también para que todos tengan trabajo bajo el signo de la justicia social.



Soberanía Política

Independencia Económica

Justicia Social



“Nadie discutirá sobre los beneficios de la Independencia Económica, de la Justicia
Social y de la Soberanía de la Nación.” -PERON



SOBERANÍA POLÍTICA



SOBERANÍA POLÍTICA es el poder de autodeterminación de la Comunidad, ejercida
a través de su órgano especializado, el Estado; es la forma sustancial que hace a la
existencia de ese Estado, sin la cual no es Estado o no tiene naturaleza de Estado; es la
calidad fundamental que rechaza otro poder por encima de él, poder ya proveniente de
adentro o de afuera.



         La Doctrina Justicialista afirma el principio de la soberanía política como base
incondicional para la libertad de la Nación y del Pueblo argentino; como calidad
exteriorizante de la singularidad nacional que no puede ser limitada por otros poderes.
La soberanía política es un poder que excluye todo otro poder; es la expresión de
la Voluntad Nacional total, es decir, de la Patria, entidad eterna y continuadora de una
unidad totalizadora que enlaza el pasado, el presente y el futuro. Por eso, el
Justicialismo, considera que la soberanía política no es patrimonio ni está sujeta a
grupos o clases accidentales que fraccionan la unidad nacional, sean éstos clases
sociales o partidos políticos. Las clases sociales son expresiones patológicas de
diferenciaciones económicas típicas del sistema capitalista. Los partidos políticos, una
parte del todo y estructuras superficiales sin fundaciones orgánicas ni naturales dentro
del contexto social. Nadie nace dentro de ellos, ni produce en ellos, ni nadie se realiza
como persona dentro de ellos. Constituyen una mera suma de individuos
indiferenciados considerados como esquemas abstractos e irreales. En cambio la Nación
no es suma de partidos políticos, sino una multiplicidad dinámica de grupos intermedios
que responden a distintas naturalezas de función y realización. Las comunidades
intermedias son las que proyectan la legítima representación de la voluntad nacional
dentro del contexto comunitario total. “El partido político es una creación netamente
burguesa y tiene origen en la revolución francesa”, dice nuestro Caudillo, el General
Perón. Y agrega: “el hombre ya no puede ser considerado como un ente aislado, sino
como un elemento de los conjuntos”. “Esto explica que las viejas organizaciones
políticas van siendo reemplazadas por otras organizaciones más naturales”.



         Para el Nacional Justicialismo, la soberanía es absoluta y totalmente indivisible
y es propia de la totalidad nacional y ninguna fracción social o política puede arrogarse
su dispendio. Rechazamos, en consecuencia, el sistema que arroga facultades de esta
naturaleza a grupos accidentales, surgidos fuera del contexto comunitario natural, para
dirimir sobre la soberanía al margen de la voluntad del pueblo. Por eso, tanto el
marxismo, en cualesquiera de sus tonos, como el liberalismo son rechazados por la
Doctrina Nacional Justicialista, porque uno y otro, con la tendencia clasista o con la
partidocrática, fraccionan la unidad nacional y destruyen el ideal de una Patria grande,
libre y soberana.



INDEPENDENCIA ECONÓMICA



LA INDEPENDENCIA ECONÓMICA es otra de las bases fundamentales de la
Doctrina Nacional Justicialista, pues es una característica típica de los estados soberanos
donde los imperialismos encuentran dique a sus pretensiones de dominio y exanción. La
independencia económica implica la disposición de todos los bienes nacionales para
disfrute del Pueblo y la grandeza de la Nación. La nacionalización de todo lo nuestro es
parte de la gran tarea del Estado Nacional Justicialista que movilizará todas las energías
nacionales económicas para que el país surja libre de toda influencia foránea o
capitalista interna, teniendo en vista la disposición de nuestro poder económico-
financiero para satisfacer las necesidades de nuestro pueblo, concretar el bienestar del
hombre argentino en lo material y espiritual en armoniosa valorización.
LA JUSTICIA SOCIAL



LA AUTODETERMINACIÓN política y la independencia económica posibilitan la
aplicación de la Justicia Social que para el Justicialismo es un impulso ético y una
práctica solidaria de acuerdo a su propia filosofía. La Justicia Social era un hecho
político concreto durante los diez años de Gobierno Peronista. Se ha dicho que los
gobiernos anteriores al Peronismo capitalizaron al país. Sin embargo, esa supuesta
capitalización no fue empleada para liberar la nación ni implantar la justicia social. Por
el contrario, el país fue más colonia, más dependiente de los imperialismos y, el pueblo
sometido a más miseria traducida en el infraconsumo, en la pobreza, en el atraso
cultural y en un espectro de enfermedades angustioso y deprimente



           Dice nuestro Caudillo: “Nuestra Revolución tendría poca razón de ser sino
pudiésemos cumplir lo que nos propusimos al ponerla en marcha. Uno de los postulados
sobresale por su importancia de todo lo demás: la Justicia Social. Consideramos que los
mandatarios que en esta época no realizaran una acción de justicia social y se dedicaran
a la simple obra administrativa del gobierno, pasarían a la historia como algo
intrascendente e indigno de ser recordado”.



            La Justicia Social no significa invertir la tabla de explotación pasando los
explotadores de hoy a explotados de mañana. No es este nuestro camino. Los valores y
las funciones de una sociedad justa no proceden especialmente de la riqueza económica
sino del trabajo, siendo éste el único marco referencial de las jerarquías justicialistas en
la materia. De ahí que las funciones políticas, económicas, sociales y culturales, desde
las más elevadas a las más humildes, no se fundamentará en la riqueza económica como
en el actual sistema, sino en el trabajo intelectual o físico como suprema dignidad del
hombre vertido al servicio de la Patria y del Pueblo.



          Esto es revolucionario y por ello supone la finiquitación de la vigencia de las
estructuras capitalistas y de todas aquellas ficciones que el capitalismo ha montado para
encubrir la explotación del hombre.



          La vigencia de la Justicia Social que soñamos para nuestra Patria no traerá
solamente la mera redistribución de las riquezas en beneficio de todos los argentinos,
sino una nueva relación del trabajador como amo de la máquina consustanciado con su
poder creador y, como consecuencia, una transformación moral, una nueva escala de
valores, una reedición de la axiología típica del hombre obnubilada por el egoísmo y el
afán de lucro y dominio del capitalismo.



El Justicialismo y Latinoamérica



“El año 2000 nos encontrará unidos o sometidos.”

-PERON



LA FILOSOFÍA nacional justicialista, tal como se ha venido exponiendo, es el
resultado de una síntesis de elementos estrechamente vinculados a las grandes ideas
básicas que informan y describen el auténtico pensamiento cristiano, con las pautas
históricas, sociales, raciales y culturales que caracterizan o definen la personalidad
nacional del pueblo argentino.



          La formulación argentina se dio a través de la doctrina de nuestro Caudillo, el
General Perón, hace más de 25 años. Tal como él lo ha definido, es profundamente
nacionalista y tiende a la instauración de un Socialismo Nacional de cuño originalmente
cristiano.



        Se debe señalar enfáticamente que el nacionalismo inherente al Justicialismo no
se queda en la simple exaltación de la soberanía territorial y fronteriza, sino que plantea
la idea de lo nacional en un ámbito mucho mayor que vincula a todos los pueblos
latinoamericanos, herederos de una misma tradición, de una misma lengua, de una
misma creencia y de un mismo e irrenunciable acervo cultural.



        La unidad histórico espiritual de Latinoamérica, real unidad nacional subyacente
y anterior a las divisiones territoriales forzadas por el imperialismo anglosajón, y
preexistente a los enfrentamientos políticos, surge revitalizada hoy, al tomar los pueblos
conciencia de la alternativa que ha señalado el General Perón: “El año 2000 nos
encontrará unidos o sometidos”.



         Los cambios ocurridos en el ámbito de las relaciones internacionales, que han
transformado con extrema aceleración histórica, la estructura del poder militar, técnico,
económico y político del mundo, señalan claramente una encrucijada a los Pueblos
Latinoamericanos que sólo ellos deben, no sólo comprender sino afrontar, pues está en
juego su destino como pueblos libres e independientes.



                 Caracterizan hoy la realidad socio-económica de nuestro continente
latinoamericano, el sometimiento político y la dependencia económica, como asimismo,
el reinado de la injusticia social para los pueblos.



            Ningún esfuerzo aislado puede dar frutos positivos. Ya lo experimentó el
Justicialismo en su época de gobierno. Tuvo éxitos parciales, pero a nivel continental
quedó trunca su acción unitiva por la situación internacional adversa dominada por las
superpotencias surgidas de la II Guerra Mundial, la falta de esclarecimiento y
conciencia de su destino de los pueblos y gobiernos hermanos, y el frente interno
integrado a los intereses foráneos y antipopulares, compuesto por las oligarquías y los
marxistas en consumo.



          El año 2000 nos hallará unidos si en una acción mancomunada de pueblos y
gobiernos basada en una concepción, que respetando e incorporando todos aquellos
valores que definen la fisonomía nacional del hemisferio latinoamericano, propugne: la
Reconquista de la Soberanía Política, la Recuperación de la Independencia Económica y
la Realización de la Justicia Social, para sus pueblos.



          La lucha que todos los pueblos latinoamericanos libran hoy por su liberación
debe estar marcada por integración de todos en una sola nación. La Confederación
Latinoamericana debe ser ya un hecho aprenhensible no sólo para el pueblo argentino
sino también para todos los pueblos hermanos que piensan en una común unidad de
destino frente al resto del mundo, no sólo en base a lo económico hoy, y lo político en el
tiempo, sino que previamente, la revolución y la integración común deben ser amasadas
por una misma doctrina liberadora, la Justicialista. Ella debe operar como principio
formal de la unidad latinoamericana, cuyos pueblos fueron divididos y explotados por el
imperialismo anglosajón. Tampoco hoy los liberarán las doctrinas eslavas o asiáticas,
pues ambos imperialismos convergen a un sólo objetivo: el dominio de nuestros
pueblos. Todo está dado para concurrir con nuestra Doctrina para esa liberación
auténtica y concretar esa nueva unidad de los pueblos latinoamericanos.

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Escuela Superior de Conducción Política

  • 1. Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Nacional Justicialista Decano: General JUAN D. PERON EL ESTADO NACIONAL JUSTICIALISTA BUENOS AIRES 1972 I - Introducción LA ESCUELA SUPERIOR de Conducción Política del Movimiento Nacional Justicialista, conteste que las circunstancias políticas actuales nos llevan inexorablemente a la gran decisión de la toma del poder político –cualquiera sea su método-; que, frente a la intencionalidad de las fuerzas antinacionales –liberales y marxistas- encuadradas en la sinarquía, tantas veces denunciadas por el General Perón, de soslayar los intereses supremos del país, en aras a las cosmocracia, cree firmemente que el Movimiento no sólo debe poner en juego todos sus hombres, sino también su programática política general que inspire la Conducción en ésta lucha definitiva por la liberación real del pueblo argentino y la grandeza de la Patria.
  • 2. En su querer redimir la Patria, el Movimiento Nacional Justicialista, se afirma en tres sentidos inconmovibles: cristiano auténtico, nacional y revolucionario. La fe cristiana es su valor espiritual más elevado; el nacionalismo su expresión política más legítima y relevante y, su sentido revolucionario su aptitud más decidida y que lo lleva más allá del perimido demoliberalismo y de su lógica consecuencia, el marxismo, falaz panacea de la “liberación de los pueblos. El Justicialismo, como versión vernácula del Socialismo Nacional, rompe con su idea revolucionaria el esquema vicioso y desnaturalizante del Capitalismo tanto liberal como en su faz marxistizante, y los enfrenta como enemigo de la Patria. En la lucha por una Patria grande, libre y soberana, AYER, fueron San Martín, Rosas, Facundo o el Chacho; los granaderos, los federales y las montoneras. HOY es Perón, son los peronistas, SOMOS NOSOTROS. II – El Estado Nacional Justicialista 1. ENFOQUE PRELIMINAR LOS TRABAJOS de la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Nacional Justicialista contemplan la formulación de las tesis fundamentales sobre las que deberá asentarse el nuevo orden de nuestra Comunidad Nacional, en procura de bosquejar el futuro Estado Nacional Justicialista. Su realidad será posible, no sólo en la medida en que el Estado burgués continúe su autodescomposición, la cual ya estamos presenciando, sino también en la medida en que estemos animados por una resolución revolucionaria de vertebrar las estructuras y jerarquías del futuro Estado Nacional Justicialista. Esta denominación: Estado Nacional Justicialista, responde a la convicción de que el Justicialismo, por su configuración mental, sentimental e ideológica, será el principal artífice de la grandeza nacional. Esta creencia, esta fe, está avalada por la rica experiencia peronista de antes y de ahora y, por el hecho de que este Movimiento, al mismo tiempo de ser una legítima expresión telúrica sin aditamentos ideológicos extranjerizantes, guarda en su seno tendenciales predisposiciones revolucionarias aptas para la elaboración de las nuevas
  • 3. estructuras políticas, económicas y sociales que van empujando al pueblo hacia una Justicia Social concreta. Es decir, el Movimiento Nacional Justicialista es el que auna la fidelidad de la autenticidad nacional y la posibilidad de la revolución social en el marco nacional socialista, pues en él confluyen lo nacional y social, en él se dan la mano la expresión nacional y la expresión social en la lucha por la liberación. Una comunidad naturalmente funcionalizada implica la abolición del Capitalismo, la eliminación de un régimen que se basa en la explotación del hombre por el hombre o del hombre por el Estado en cualquiera de sus matices, como en el caso del comunismo. No habrá entonces ni explotados ni explotadores, es decir, no habrá clases sociales económicas. Habrá desaparecido el salario, o sea el régimen del hombre- mercancía que vende miserablemente su destreza y su esfuerzo. Habrá, por el contrario, grupos sociales dedicados a la producción que posean sus instrumentos de trabajo, como habrá otros grupos organizados según otras actividades (profesionales, universitarias, culturales, etc.) donde el hombre nacional pueda realizarse. “Nosotros vamos hacia el Estado Sindicalista (esto no quiere decir un gobierno de sindicatos), viejo sueño de la comunidad humana. Y entonces todos estarán representados en la legislación y el gobierno por sus propios hombres. Yo mantengo todavía las formas políticas porque estamos a caballo de la evolución, pero ya llegará el día en que todo se haga por el sindicalismo” (PERON, 1952). Capitalismo y democracia Durante los siglos XVI, XVII y XVIII fueron creciendo fuerzas económicas desconocidas por su magnitud, las que desencadenaron una serie de dinamismos que tendían a romper los delimitados marcos impuestos por una sociedad simple. Gigantescos poderes económicos nacieron por la creación de los bancos, el comercio con el Levante, los descubrimientos de nuevos continentes, las nuevas vías de comunicaciones, la técnica y la revolución industrial. Sin embargo, esas fuerzas económicas carecían de poder político y, por lo tanto, la afirmación y expansión de la burguesía siguió siendo controlada por el viejo Estado tradicional. A estas fuerzas económicas les era necesario entonces alcanzar la ciudadela política, es decir, el Estado, para lograr su plenitud e institucionalización. Y es la revolución francesa la que marca ese tránsito y la legalización del sistema capitalista. La burguesía
  • 4. ocupa el Estado y proclama las hipócritas consignas de "libertad, igualdad y fraternidad". La verdad sería muy otra. Pues la Comunidad, ocupado su órgano de conducción, termina sometida por las fuerzas económicas y la Historia conoció no sólo la nueva tiranía del dinero, sino también una nueva esclavitud, la del asalariado. No hay duda que la armazón del viejo Estado Jerárquico no era bastante sólida para resistir los vertiginosos cambios que introduce el fabuloso desenvolvimiento industrial y financiero con sus embates consiguientes. De ahí que sea quimérico pensar que el mantenimiento de las antiguas estructuras hubiera bastado para detener el ascenso de la burguesía al poder político. Quizás la permanencia de los antiguos moldes hubiera opuesto al dominio económico de una clase un freno eficaz, pero sólo eso, porque el enfrentamiento hubiera continuado, postergándose por un momento el triunfo de los nuevos instrumentos económicos aparecidos. Finalmente, éstos triunfaron sobre el Estado jerárquico y lo ocuparon. La burguesía ya dueña del poder político, destruye las organizaciones intermedias de la comunidad, con el propósito de facilitar la expansión de las nuevas fuerzas económicas. La Ley de Chapelier, continuadora del Decreto de Turgot, elimina definitivamente las corporaciones gremiales, que eran organismos profesionales de oficios que acondicionaban lo económico y lo jurídico en función social. El nuevo Estado burgués proclama el “laisser faire, laisser passer” que es la orden de mando para la acumulación indiscriminada de la riqueza por el régimen capitalista, como asimismo, para la apropiación individualista, por el empresario, de los instrumentos de producción. El Estado termina así siendo cancerbero de los intereses de una clase, y la comunidad pasa a depender de los dueños del dinero. Es precisamente en estos momentos cuando se proclama la era de la democracia y nacen los partidos políticos como elementos divisorios de la comunidad, o mejor aún, como elementos atomizadores de la unidad nacional. El Estado burgués, débil a fuer de de patológico, además de dividido, trataba así, no sin éxito, aplastar la nación atomizándola. Adviértase que las nuevas formas institucionales y el sufragio son proclamados un instante después que los ciudadanos han caído bajo la dependencia de los detentadores del poder económico. Mediante el sufragio censal, el voto es reservado a sólo los burgueses, a los que tienen renta o aportan con impuestos directos. La gran masa de la población, ahora proletaria, no vota. Posteriormente va extendiéndose este procedimiento electoral, pero cuando al pueblo se lo ha adoctrinado en los mitos liberales gracias al monopolio que el
  • 5. nuevo Estado ejerce sobre los medios de difusión, escuela y prensa, domesticando cultural e ideológicamente a todos los miembros de la comunidad. Si una elección daba, a pesar de todo, resultados no satisfactorios, siempre se la podía anular. Estructurado en función de lo económico, el régimen capitalista, convierte el dinero en fuente exclusiva de poder y en suprema valoración humana, consolidado teológicamente por el protestantismo en especial, es decir, un fin en sí mismo. La legalización del préstamo a interés, o sea la usura; el código civil, la consolidación de la propiedad individualista abusiva e irrestricta, operan como soportes del nuevo orden burgués. Se abren manufacturas de todo orden, y el artesano de antaño se convierte forzosamente en asalariado tras un impresionante descenso social. No es más dueño de sus herramientas ni del producto de su labor. Se limita a vender su trabajo al capitalista, quien fija arbitrariamente el precio de su esfuerzo en función de la supuesta ley de la oferta y de la demanda. Se perfecciona y generaliza el régimen de salarios en todo el ámbito productivo, o sea la explotación del hombre pobre por el hombre rico. Nacen así las nuevas clases sociales económicas. Por un lado, los detentadores de los medios de producción -máquinas, técnica, herramientas, talleres-, es decir, la burguesía capitalista; por otro lado, los asalariados o proletariados que deben entregar a los primeros el fruto de sus esfuerzos creadores. El hombre convertido así en un número, sin la corporación gremial, sin los fueros profesionales, sin la protección y representatividad de su estamento, de la que disfrutaba el artesano, termina en el partido político, estructura afuncional que sirve para llevar al ciudadano por caminos trazados de antemano por la burguesía en el poder y servidora de los intereses extracomunitarios. Pero, además, de ser un instrumento de la burguesía, el partido político, carece de función natural y no representa necesidades orgánicas. Efectivamente, el hombre, no es un esquema abstracto, un número. Por el contrario, el hombre, es un ente espiritual y
  • 6. material que forma parte de una familia, que como estructura, es un este espiritual y material que forma parte de una familia, que tiene actividades de carácter laboral, profesional, intelectual, artístico, religioso y, por lo tanto, es integrante de un primer grupo biológico social (familia), y de otro grupo socio-económico (empresa), de otros grupos y organizaciones profesionales o de comunidades intermedias en donde se desarrolla su personalidad y sus esfuerzos creadores; también integra la primera comunidad política: el municipio, y es parte de la máxima comunidad política: la Nación. El hombre se desenvuelve y juega en distintos planos diferenciales y funcionales. Además, dentro de cada una de estar organizaciones naturales que, aquí en nuestro país, sólo la Constitución Nacional de 1949 y las constituciones provinciales del Chaco y La Pampa, comenzaron a reconocer, se realiza todo un proceso de diferenciación y multiplicidad. En efecto, en nuestro movimiento está incubada la síntesis ideal sin la cual no habrá posibilidad alguna de realizar la gran Revolución Nacional Social pendiente en nuestra Patria. Es claro que la conciencia de esta síntesis surge en su primera etapa, aunque intuitiva, vaga e imprecisa, pero que el esclarecimiento paulatino y seguro de sus cuadros y la precipitación de los acontecimientos lo harán madurar, ORIGINANDO LA RESOLUCION REVOLUCIONARIA que sepa, además de liquidar al Estado liberal capitalista, crear las nuevas estructuras dinamizadas por un Estado con capacidad de conducción y de mando. Aquellos que han buscado prolijamente en el pensamiento del Jefe del Movimiento Nacional Justicialista, General Juan Perón, habrán encontrado en el meollo de sus discursos, libros y escritos, la imagen clara de los fundamentos ideológicos sobre los que estará asentado en el nuevo ordenamiento nacional. El primer aporte del jefe de nuestro Movimiento, titulado “Una Comunidad Organizada”, fue el inicio de otros trabajos que, con la “Doctrina Peronista” (que indica la forma de ejecución de los lineamientos ideológicos), y su libro “Conducción Política” (estableciendo principios sobre la acción orgánica funcional del Estado), constituyeron las primeras bases de irradiación doctrinaria cultural y puntos de partida de un esclarecimiento ideológico doctrinario al que la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Nacional Justicialista, se dedica con exclusividad. Este esclarecimiento ideológico que incluye indudablemente una actualización permanente, teniendo en cuenta las necesidades históricas de los tiempos, será el presupuesto y la garantía de la transformación de nuestra Comunidad. Esta transformación, ¿será violenta? o ¿será pacífica? Esta es una circunstancia que no debe preocuparnos, lo importante es estar resueltos a llevarla a cabo. Por otra parte, en mucho dependerá de la actitud que adopten nuestros enemigos, que lo son, por supuesto, de la Patria misma, porque en el peor de los casos, si, agotadas las instancias pacíficas, la salvación de la Patria y la liberación del pueblo frente a la tendenciosidad liberal-marxista lo exigen, no quedará otro remedio que hacerlo a sangre y fuego. 2. TEORIA
  • 7. UNA ARGENTINA políticamente soberana, económicamente independiente y socialmente justa, supone un Estado liberado de las fuerzas que lo ocupan y lo distorsionan. Supone un Estado al cual se le ha devuelto su natural condición de órgano de mando y de conducción de toda la Comunidad Nacional. El Estado es un órgano eminentemente político porque debe conducir a toda la Nación y no puede ser expresión de predominio de una clase sobre otra. Las distintas y múltiples fuerzas que proceden de la comunidad, necesitan indudablemente de un órgano especializado –el Estado-, que sepa interpretar y dirigir el haz de fuerzas que provienen del conjunto nacional, pudiendo así proyectar la intención histórica de la Nación. No se nos escapa que para poner orden a las desorbitadas fuerzas económicas que hoy ejercen un despotismo inapelable sobre el Pueblo y el País, será necesario, por lo menos, en una primera etapa de la Revolución Nacional, ejercer el poder a través de una dictadura nacional popular, ante los riesgos que supone la conjuración internacional y local de las fuerzas subversivas financieras extranjeras y cipayos. Tampoco se nos escapa la necesidad de la presencia de un Movimiento único que actúe como celoso custodio del proceso revolucionario hasta que la comunidad nacional se organice sobre las bases de funcionabilidad natural. El Movimiento Nacional Justicialista nada tendrá que ver con el partido político del sistema liberal que desconoce la realidad estructural de la Nación, y desvincula al hombre de sus naturales actividades y funciones, vocaciones y jerarquías, convirtiéndolo, dentro de una suma de individuos indiferenciados, en un esquema abstracto y vacío. La Nación es multiplicidad dinámica de grupos y comunidades intermedias. Eliminada la distorsión provocada por el democapitalismo individualista, el Estado tendrá que ser órgano de síntesis de todas las fuerzas internas del Cuerpo Social, representadas ante él del modo orgánico. La Nación no es una suma de individuos o personas. Tampoco la suma de partidos políticos que puedan arrogarse la identificación total de la misma. 3. FISONOMIA DEL ESTADO NACIONAL JUSTICIALISTA
  • 8. A. 1. Libre de toda tutela o compromiso de intereses que no sean nacionales y al servicio de la comunidad, y de intereses foráneos; de pactos o alianzas que comprometan la libertad, la seguridad y la felicidad política del pueblo argentino y de sus comunidades intermedias. 2. Absoluta independencia de sus decisiones, tanto en el orden interno, como en los problemas y relaciones internacionales. B. SUS CARACTERISTICAS FUNDAMENTALES 1. Organo de conducción, es decir de mando. 2. Organo soberano, o sea que nada hay sobre él políticamente.
  • 9. 3. Estado de plena autoridad, siempre que desempeñe de modo satisfactorio sus funciones propias y solamente éstas. 4. Estado legítimo en cuanto está al servicio de toda la Nación, sin distingos sobre sus ciudadanos honestos; en cuanto respeta al hombre en todos sus atributos, derechos y trascendencia metafísica; en cuanto provee con auxilio al bien particular de los individuos, los grupos y las comunidades intermedias y al bien común nacional. C. ESTADO FUERTE 1. Para llevar a cabo la Revolución Nacional. 2. Para coadyuvar a la liberación de todos los pueblos de Latinoamérica, evitar las intervenciones extrañas, y constituir con el tiempo la gran Nación Latinoamericana a
  • 10. través de la Confederación de todos los pueblos hermanos de este hemisferio, y donde cada uno conservará sus características propias. D. ESTADO ACTIVO 1. Para preservar la seguridad social de las personas y de los grupos que componen nuestra totalidad social. 2. Para imponer los intereses superiores de la Comunidad por sobre los intereses de unos pocos que pueden constituir entidades de dominio en el propio seno nacional. 3. Para proteger el derecho natural de la propiedad, de tal modo que el individuo, el grupo social, la comunidad intermedia, y la Comunidad Nacional disponga libremente, dentro de las disponibilidades existentes, de los bienes que necesitan para cumplir con sus respectivas funciones y afirmarse plenamente. Es decir, preservar la propiedad privada como derecho natural, pero en función social y sin que ella constituya un poder dentro del Estado ni sea motivo de explotación sobre los argentinos ni prevalezca sobre los intereses supremos de la comunidad nacional. 4.
  • 11. Para realizar la Justicia Social y con ello concretar la concordancia nacional y la felicidad del Pueblo. 5. Para promover y estimular el enriquecimiento argentino por el trabajo fecundo; el acrecentamiento de la producción y de los bienes materiales como medios para alcanzar los bienes espirituales que hacen a la perfección del hombre. El poder y la autoridad del Estado Nacional Justicialista emergen de su representatividad profunda de las comunidades reales que componen la Nación, y de las cuales es síntesis, como asimismo, de la voluntad y fuerzas nacionales del pueblo argentino en su anhelo de querer realizar sus destinos, de acuerdo a su estirpe, historia y cultura. En su conformación general, el Estado Nacional Justicialista, guarda estrictamente la Tercera Posición frente a las superpotencias que bipolarizan el mundo actual, o sea frente al Estado liberal capitalista inocuo y ausente del suceso social fundamental, y el Estado marxista absorbente, tiránico y extrema segregación del sistema Capitalista que aherroja al hombre. El Estado Nacional Justicialista expresa y proyecta la intención histórica de ser argentino en su afán de realizar su destino. AFIRMACION DEL ESTADO NACIONAL JUSTICIALISTA Conforme a los postulados fundamentales de la Doctrina Nacional Justicialista, sintetizada por el Jefe Supremo del Movimiento, General JUAN PERON, en aquellos invariables principios: UNA NACION POLITICAMENTE SOBERANA, ECONOMICAMENTE INDEPENDIENTE Y SOCIALMENTE JUSTA, el Estado Nacional Justicialista, para lograr la felicidad política del Pueblo Nacional y concretar los grandes destinos de la Patria, debe asegurar: 1. ECONOMIA. Una economía en función social, donde los intereses supremos de la Comunidad estén por encima de los intereses de unos pocos privilegiados, y que tienda:
  • 12. a) A fortalecer los núcleos económicos débiles; b) A proteger la industria nacional en todos sus escalones –pequeña, media y pesada-, creando sus bases y otorgando los medios necesarios para su gran desarrollo, junto con el acceso a la ciencia y a la técnica; c) Movilizar racional, pero totalmente, los recursos del país a los efectos de alcanzar, hasta donde sea posible, una autarquía que dibuje una nación económicamente independiente; d) Nacionalizar los bancos y ejercer el control de la política económico-financiera cuyo poder debe ser canalizado prioritariamente a favor de la satisfacción de las necesidades del pueblo;
  • 13. e) A desarrollar una política crediticia a largos plazos y bajos ingresos a favor de la industria y el campo argentinos en aquellos sectores carentes de los medios necesarios; f) A reafirmar el Artículo 40 de la Constitución Nacional de 1949; g) A nacionalizar todas aquellas empresas extranjeras que no colaboren en la grandeza nacional y en la aplicación de la Justicia Social y que constituyan un poder dentro del Estado; h) A asegurar la prevalencia en sus áreas específicas de las grandes empresas del Estado Argentino, tales como YPF, YCF, Agua y Energía, Gas del Estado, Reaseguros, Comunicaciones, Transportes, Marina Mercante, Aerolíneas, etcétera. 2. GREMIOS. Asegurar a las organizaciones gremiales el papel protagónico que les corresponde por constituir grupos sociales fundamentales y vertebrales de la comunidad nacional. Asimismo su paulatina transformación en federaciones de las empresas de una misma rama de la producción, de tal suerte que se conviertan en comunidades
  • 14. intermedias económico-sociales y desempeñen en su campo el papel que les corresponde dentro de la Nación. Esto durante el período de transición necesario para transformar la empresa capitalista actual en una asociación de productores jerarquizados y mancomunados que dispongan de sus medios de producción, su parasitismo de ninguna especie. 3. Dentro del Estado Nacional Justicialista, los trabajadores (productores) siempre recibirán una remuneración que comporte medios aptos para adquirir una suficiencia de vida acorde con las exigencias de la dignidad del hombre, para ellos y sus familias. 4. POBLACION. Una política demográfica destinada: a) A poblar el gran territorio nacional, proveyendo las medidas necesarias que hagan fácil y llevadera la constitución de grandes familias aún en las más remotas zonas del país; b) Proveer todos los medios pertinentes para el perfeccionamiento del hombre argentino; c)
  • 15. Atraer corrientes migratorias afines con nuestra estirpe, las que se tamizarán y orientarán conforme al interés nacional. d) Hacer que los niños, como lo quiso Eva Perón, sean los únicos privilegiados y objeto de especial protección por el Estado Nacional Justicialista, como el capital más preciado de la Nación. 5. CULTURA. Asegurar la enseñanza gratuita en todos los niveles; la formación universitaria con sentido y responsabilidad nacional; las Universidades al servicio de los altos intereses del País; la multiplicación de los centros culturales que hagan a la formación nacional y moral, como asimismo, a la responsabilidad de los argentinos como componentes de un país libre y soberano, líder natural en Latinoamérica. 6. VIVIENDAS. Conforme a las exigencias de la dignidad humana cada familia argentina debe tener su propio techo. A estos efectos, se hace necesaria la existencia de un Ministerio de Vivienda, el que se encargará de la solución del grave problema de la provisión de los créditos necesarios a largo plazo y bajos intereses. No deben existir las llamadas “villas miseria”, testigos ominosos de la inoperancia social del sistema capitalista. III – Política de Socialización “Sólo dos filosofías existen actualmente que pueden dar fundamento ideológico a un reordenamiento social: la cristiana y la marxista. La primera nos está impulsando hacia un socialismo nacional; la segunda, hacia una internacional dogmática marxista. El mundo del futuro será socialista; los hombres dirán en cual de sus acepciones. El
  • 16. Justicialismo no es sino un socialismo nacional cristiano; los que se oponen a ello trabajan consciente o inconscientemente por el comunismo.” -PERON 1. SITUACION DESEMBARAZADO el país del colonialismo capitalista internacional, previo análisis de posibilidades, se procederá a modificar la estructura del área de producción, distribución y comercialización. Para ello es necesario dejar sentadas las premisas en las que se fundamenta el cambio que el Justicialismo propugna. 2. ENFOQUE PRELIMINAR CUANDO la producción era artesanal, la propiedad de los medios de producción era pequeña, familiar y circunscripta a la actividad, recursos, técnica y herramientas del propio productor. Cuando la industria, superando lo artesanal, pasó a gran organización en sentido moderno, la propiedad se agigantó con el esfuerzo mancomunado y técnico de muchos productores, pero no llegó a concretarse en propiedad comunitaria –función social-, pues la burguesía lo apropió y acaparó. Así, de la propiedad individual-familiar se arribó a la propiedad individualista adquirida a través del acaparamiento del capital, no respondiendo éste a las necesidades de los grupos sociales. El capitalismo que, en ascendente proceso y en virtud del pura poder financiero y del aval de leyes represivas contra los productores (trabajadores), creó un deprimente cuadro sociológico, apoderándose de los medios de producción y monopolizando la técnica a la que pone al servicio de la explotación del hombre, crea de este modo una nueva y lamentable clase social, el proletariado. Los ciclos de la distribución y comercialización siguieron este camino. Hoy, la sociedad capitalista se hunde para dar paso a su consecuencia: el marxismo, como última segregación del sistema, o a la Revolución Socialista Nacional que acertadamente apunta nuestro Caudillo, el General Perón, y cuya versión aquí y en América Latina es el Justicialismo. 3. LA EMPRESA INDUSTRIAL EN LA EMPRESA industrial, que es la resultante del esfuerzo solidario y jerarquizado de todos los trabajadores que la realizan con su aporte físico e intelectual –obreros y técnicos-, las estructuras basadas en la propiedad individualista no tienen sentido. El
  • 17. Estado Nacional Justicialista, a través de sus órganos competentes, estudiará y analizará la cuestión, procurando rescatar los medios de producción para restituirlos a los trabajadores a través de los correspondientes grupos de producción. De esta manera, la propiedad dejará de ser un motivo de conflicto social y una fuente de poder patológico. 4. LA EMPRESA AGRARIA LA TIERRA no es un bien de uso y consumo, sino un instrumento de producción social. Por lo tanto, legítimamente no puede ser propiedad individualista. A ello se opone el principio justicialista: “la tierra debe ser de quienes la trabajan”. No se trata de dividir los latifundios ni las estancias en minifundios, sino de reconocer las unidades económicas agropecuarias, existentes o a crear, como entes jurídicos, dueños de sus instrumentos de producción y, en primer lugar, de la tierra. Así los trabajadores del campo, cualquiera sea su jerarquía, dispondrán, en forma mancomunada, de los bienes que les son imprescindibles para producir libremente, dentro de las exigencias de la planificación nacional, y disponer del fruto de su esfuerzo. IV – La Nueva Constitución Nacional Justicialista LA NUEVA Constitución Nacional Justicialista garantizará una auténtica representación popular a través de todas las comunidades intermedias y Cuerpos constituidos de la Nación real. Por encima de esta verdadera representación y presencia del Pueblo nacional en todas las actividades y energía de la comunidad entera, estará el Jefe del Estado encarnando la intención directriz de la Nación. Esto supone la supresión del Capitalismo y del sistema partidocrático que constituyen los instrumentos del engaño demoliberal. Pues ni la comunidad está hecha orgánicamente de partidos políticos, ni de una parte de la Nación que está en pugna con las demás, puede expresar válidamente la intención histórica, unitaria y compleja a la vez. Sólo el Estado soberano, liberado de la ocupación clasista y partidaria, podrá conducir a la comunidad con vistas a su cada vez mayor afirmación. El único Movimiento que podrá transformar en este sentido a nuestra Patria es el Movimiento Nacional Justicialista. Pues sólo él tiene la vocación nacional, la representatividad popular y las aptitudes revolucionarias para el cambio. Efectivamente, el Movimiento Nacional Justicialista es la expresión de aquellas corrientes político-históricas que nacen con la nacionalidad misma y se mantiene filiado por los lazos culturales, espirituales y hasta raciales con la Argentina de ayer, de hoy y
  • 18. de siempre. Es, por lo tanto, la expresión más fiel de la Argentina histórica, con sus sombras, pero también con su hermosa carga de grandezas que imponen una misión histórica que cumplir. Y es por esta razón, por su autenticidad y conciencia histórica, que el Movimiento Nacional Justicialista tiene aptitud revolucionaria para transformar las estructuras socio-económicas y culturales, sin acudir a remedios o esquemas estereotipados. Es decir, que lo nacional y social concluyen naturalmente en el Movimiento Nacional Justicialista. Cuando esta poderosa síntesis llegue a su madurez y se ponga en marcha, el triunfo será inevitable y estaremos por encima del Capitalismo y del Comunismo. El Estado Nacional Justicialista levantando los guiones revolucionarios creados por nuestro Caudillo, el General Perón, dejará atrás un pasado de miserias y oprobios. El Hombre “En medio de un mundo cuyas doctrinas opuestas sumergen al hombre en la chata horizontalidad del materialismo, que es para ellos un fin y un objetivo supremo, nuestra doctrina levanta para el hombre la verticalidad de sus objetivos espirituales, y el hombre adquiere –por nosotros y entre nosotros- la estatura que Dios le ha asignado en el concierto universal, y puede sentir de nuevo el optimismo de su eternidad. Nuestra finalidad es el hombre, pero no el hombre aislado, puesto al término de nuestros afanes, sino el hombre que vive plenamente en la comunidad.” -PERON EL HOMBRE es una unidad sustancial de alma y cuerpo. Entre las criaturas visibles, es la única que posee la independencia y la dignidad propia de la persona. Es un verdadero microcosmos, como decían los antiguos, un pequeño mundo que excede en valor a todo el mundo inanimado. Y siendo la persona humana lo más perfecto de toda la naturaleza, el destino del hombre no puede ser, por consiguiente, sólo del tiempo, sino de la eternidad, constituyendo, por lo tanto, una unidad trascendente. Pues su dimensión metafísica así lo indica y lo exige. Creado a imagen y semejanza de Dios, es debido a Dios. Pero esta unidad trascendente es por naturaleza un ser social: nace de una familia (hombre y mujer) primer grupo social básico que constituyen sus padres y de los meros cuidados imprescindibles, sin los cuales no podrían subsistir. Se desarrolla en el seno de una comunidad más amplia que se fue constituyendo a lo largo de los siglos y, por lo tanto, le proporciona el bagage y la impronta de una civilización y de una cultura histórica. Se desenvuelve en algunas comunidades intermedias productivas, culturales, profesionales, etc.
  • 19. Por lo tanto, el hombre está orientado y ligado a la sociedad por una exigencia esencial para vivir y poder alcanzar plenitud de realización humana y, por eso, al depender de la sociedad que le da vida y medios de aprovecharla totalmente, tiene la obligación de aportar a la comunidad todo lo que es capaz de darle y eventualmente de sacrificarse por ella. En ella debe encontrar la posibilidad de ejercer sus vocaciones, habilidades y destrezas; de desempeñar las funciones que su capacidad y virtud le asignan desde las más encumbradas, como las de mando y conducción, hasta las más elementales y subordinadas para afirmarse en grado máximo, pero nunca aceptando posivamente la existencia. La comunidad no es un rebaño. Para progresar en la medida de lo posible, necesita que todos los miembros, cada uno en el lugar que capacidad y función le destine, luchen constantemente. No se transforma la naturaleza con gozadores, no se vencen los obstáculos con cobardes. El heroísmo es la primera virtud del hombre. Vivir peligrosamente es vivir como ser humano; vivir tranquilamente, sin dinamismo ni acción, es meramente subsistir. Los hombres y las comunidades heroicas hacen fuertes a sus pueblos. Y sólo los pueblos fuertes hacen la historia, son libres y soberanos. La filosofía del individualismo y el iluminismo asentada en la estructura política del liberalismo, concibió al hombre desvinculado del espíritu nacional y del espacio histórico. El hombre abstracto reemplazó al hombre concreto de carne y hueso. Por eso, el hombre argentino, además de los valores trascendentes del espíritu, debe estar indisolublemente comprometido con el destino nacional. Es ésta la tónica del Movimiento Nacional Justicialista. La Comunidad “La senda hegeliana condujo a ciertos grupos al desvarío de subordinar tan por entero la individualidad a la organización ideal que, auténticamente, el concepto de comunidad quedaba reducido a una palabra vacía: la omnipotencia del Estado sobre una infinita suma de ceros. La manera de entender al hombre o divisarle mejor en el marco de esa comunidad que lo realiza, será en su propia jerarquía, atento a sus fines propios y conciente de su participación en lo general.” -PERON EL SER HUMANO es una substancia completa y distinta de las demás substancias de la misma especie. Se trata de una substancia que tiene conciencia de ser, de darse cuenta de sus actos y de sus estados, de apropiárselos como suyos; que puede decir “soy yo”. Pero hemos visto que por sí solo el hombre es incompleto, precario y deficiente. Por eso
  • 20. precisa suplir sus indigencias mediante su inserción en la sociedad, en la comunidad. Así la naturaleza del hombre se proyecta por medio de su vida activa, cuyo fin es su actitud vital en permanente afirmación que se corresponda con la mayor perfección posible a la idea del hombre. Dentro de la Comunidad lo podrá lograr. Fuera de ella le será imposible. La vida social que implica vivir en comunidad con sus semejantes, es una necesidad que no proviene de un simple deseo, sino que radica y lo exige la propia naturaleza humana que opera como causa eficiente de la sociedad, es decir, que su naturaleza lo impulsa a la convivencia social. Esto hace evidente que la sociedad, la comunidad es una forma intencional de vida para la persona. Comunidad la utilizamos aquí, no en un sentido general, impreciso, como un indefinido modo de vivir, sino por el contrario en el sentido de formas sociales que tiene connotaciones definidas y concretas. El hombre es miembro de una familia, de un taller, de una parroquia, de un club, etc., fuera de los cuales no podría procrear, producir, ni rezar o divertirse. Estas comunidades concretas responden a distintas necesidades y exigencias de la vida humana. Las familias agrupadas en cierto territorio constituyen un grupo geosocial, el municipio, que es la prolongación política o comunidad política de una familia. El municipio es la reunión de muchas familias. Varios municipios constituyen las provincias, la agrupación de provincias hacen la Nación o sea la Comunidad Nacional, de la que el Estado, como sociedad política más perfecta, es su órgano de síntesis, conciencia y mando para procurar el bien común o la felicidad política del pueblo. Teniendo el hombre que vivir, necesita producir, de ahí que también pertenezca a una estructura de producción: talles o empresa, fábrica, etc. Nosotros presentamos la Comunidad nacional como una pirámide compuesta por una empresa, ésta unida a otras empresas constituyendo una federación de entidades afines y de una misma actividad y naturaleza cada cual desempeñando su papel particular y responsable en el seno de todo el organismo social: una empresa, una federación de empresas, según sus ramas o actividades, una federación de federaciones hasta llegar a la federación nacional, es decir, a la comunidad organizada. Estos grupos intermedios que no son conglomerados automáticos o yuxtapuestos, sino dinámicos, orgánicos y vitales con fines propios cuya conjunción general tiende a realizar el bien común.
  • 21. De ahí que los gobernantes que conduzcan la comunidad nacional han de aplicar no sólo el arte de gobernar sino también la Ciencia Política como ciencia arquitectónica que conjunta todos los fines particulares hacia el fin último, o sea el bien común de la Nación, para nosotros los justicialistas, sintetizado en la soberanía política, en la independencia económica y en la justicia social, base fundamental del socialismo nacional que pone todos los bienes y todas las cosa en función social, esto es, para el disfrute de todos y no de unos pocos privilegiados, o en manos del Estado para el goce de la tecnoburocracia, como ocurre con el liberalismo y el marxismo respectivamente. El Estado Nacional Justicialista, como órgano de mando y conducción de la comunidad nacional total, armonizará y sintetizará los dos con frecuencia antagónicos intereses de las comunidades intermedias que componen la nación entera, bajo el signo constante de la afirmación nacional. Pero esta imagen de comunidad organizada no podríamos lograrla, ni la Nación tampoco dar lo mejor de sí para felicidad del pueblo, si los gobiernos sólo representan fracciones y conducen para provecho propio y de intereses foráneos, soslayando el interés supremo de la totalidad social nacional, como asimismo abstrayéndose de la justicia social como principio formal de toda acción gubernativa. NO HAY COMUNIDAD NACIONAL SIN SOBERANIA POLITICA, INDEPENDENCIA ECONOMICA, NI JUSTICIA SOCIAL La Libertad “Yo creo que la antigua fórmula de ‘libertad, igualdad y fraternidad’, en nuestros días tiene que ser cambiada por la de libertad, justicia y solidaridad de modo de poner al día el concepto de esa ‘libertad’ conjugada al impulso de otros sentimientos que el egoísmo y el individualismo. Esa libertad conjugada puede ser efectiva. De otra manera es un engaño, y los pueblos engañados reaccionan tarde, pero violentamente. Lo que queremos evitar a la República es que se vea frente a esa reacción tardía, pero violenta, porque la destrucción de los valores no es lo que aconsejamos para la República.” -PERON
  • 22. LA REVOLUCIÓN FRANCESA llevó, en el frontispicio de su justificación histórica, la célebre frase: “libertad, fraternidad e igualdad”. Muy pronto la realidad mostró su verdadero y sombrío rostro. Adueñados del Estado, los grupos económicos hicieron de la “libertad” pregonada un valioso justificativo para su incontrastable predominio sobre los grupos económicamente débiles, especialmente sobre los trabajadores. La hipocresía del triple “slogan” se manifestaba en que los trabajadores nada podían exigir al patrón para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, porque “atentaban” contra la “libertad” individual del explotador. La célebre frase de Julio Guesde, al referirse a dicho “slogan”: “la libertad del zorro en el gallinero libre” interpreta con precisa claridad la instrumentación de esa “libertad” pregonada por la revolución francesa, así como demuestra su evidente escamoteo cuando se trataba de la verdadera libertad de los trabajadores. La igualdad individual, abstracción irreal que desconoce al hombre concreto integrado en sus distintos grupos comunitarios se tradujo en la realidad existencial en una nivelación no en derechos sino en la miseria, avasallado por una desigualdad infame, real y concreta de las fuerzas económicas en triunfo. La Revolución francesa consagró política y legalmente la práctica del sistema capitalista y su metodología de la explotación del hombre por el hombre, creando, a la vez, su antítesis, la explotación del hombre por el Estado bajo el impulso del marxismo años después. La lucha de clases fue la respuesta y con ella se hundió para siempre el tercer término del “slogan” libertario: “la fraternidad”, pronunciado por la burguesía vencedora y subversiva del orden social natural. Afirmamos que la libertad, como expresión genérica, es una abstracción inasible, una entelequia tramposa, que sólo puede servir para encubrir viles expoliaciones, lo mismo que las peores tiranías. No hay verdadera libertad si junto a ella no existe un contenido ético de la vida, una axiología típica de la dignidad humana. Para el Justicialismo, ese contenido ético, esa tabla de valores, sólo está dado por la Justicia. Luego, no habiendo justicia, como no la había, la prédica liberal era falsa, como falsa la “libertad” que pregonaba.
  • 23. Recién a partir de esta valoración, comenzamos a descubrir la libertad. Como primera condición de nuestra premisa –la Justicia-, los peronistas no soportamos el avasallamiento de nuestra Nación por otra nación. El primer bien para nosotros es la libertad de la Patria. La libertad real y verídica es la que permite a nuestro país, como comunidad histórica singular, tener y adoptar decisiones propias y soberanas. Dice nuestro Caudillo: “No se puede suponer un hombre libre en un país esclavo”. Ese mismo sentido ético de la justicia nos orienta hacia el hombre como persona, es decir, con dignidad humana vinculada a los destinos nacionales. Y ese hombre concreto, no el universal y abstracto del liberalismo y del marxismo, lo vemos constituyendo una familia, produciendo bienes, soñando y perfeccionándose. De ahí que es necesario, obligatorio, otorgarle todas las posibilidades reales para realizarse en sus distintas esferas de acción y dentro de los distintos grupos sociales donde incursiona. Sin techo, sin pan, sin escuela y sin cultura, LA LIBERTAD NO EXISTE, la libertad verdadera es una ilusión. PERON define magistralmente estos conceptos: “La libertad debe arrancar desde el punto en que haya sido afianzada definitivamente la seguridad social, la familia y la defensa nacional. Una libertad sin seguridad de vida, de trabajo, de educación y vivienda digna, ES UNA FALSA LIBERTAD. Poseer la libertad para morirse de hambre, es un sofisma que constituye materia de engaño para quienes trafiquen haciendo cortinas de humo para ocultar intenciones. Recién después de obtener para los hombres de esta tierra la fe en los destinos individuales y colectivos, una porción efectiva de bienestar material y una parte real de justicia, se puede alcanzar la libertad. Esto no es restringir la libertad, sino, justamente, imponerla y asegurarla para todos.”
  • 24. A estos conceptos sólo nos resta agregar que no reconocemos la “libertad” que se utiliza para atentan contra la libertad y la seguridad de la Patria y del hombre argentino o para sustraerla el fruto legítimo de su trabajo. Capital y Capitalismo “Ni el dinero, ni la propiedad, ni el capital; ninguno de los bienes económicos, pueden constituirse en un fin de la tarea humana. Son nada más que medios que el hombre utiliza para realizar el afán de su destino.” -PERON CUANDO EL HOMBRE acicateado por su egoísmo y ambición desmedida olvidó el carácter instrumental de los bienes económicos y los convirtió en fines, apareció la explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado. Esta distorsión se llama Capitalismo, ya sea liberal individualista, ya sea colectivista estatal o comunismo. Se hace necesario revisar la verdadera naturaleza de los bienes económicos y volver a otorgarles su carácter de medios instrumentales, colocándolos al servicio del hombre. El dinero surge cuando las necesidades comerciales hicieron más complejo el panorama de las transacciones mercantiles. El incremento del comercio, el movimiento de grandes cantidades de productos y mercaderías y las relaciones con otros pueblos se incrementaron, fue perdiendo vigencia el método del trueque como intercambio de mercaderías o productos, mientras exigía mayor simplificación y uniformidad en los cambios. Así surgió luego la moneda metálica, el dinero, reconocido por todos ya que representaba el valor de las cosas para facilitar el intercambio mercantil. Pero bien pronto la avaricia y la ambición de algunos grupos determinó su atesoramiento y, olvidándose de su carácter de medio instrumental, el dinero se convirtió en un negocio de sí mismo. Aquellos que acumularon dinero sustrayéndolo al circuito productivo creador, lo utilizaron para préstamo con intereses. Este
  • 25. procedimiento y actitud podemos describirlos así: “Yo no trabajo más, presto mi dinero atesorado a quienes trabajan y producen; yo recibo más de lo que presto, es decir, gano…” El interés que se percibe es un plus. Pero, ¿de dónde sale ese plus o interés? Por supuesto que del trabajo ajeno. Este es uno de los sistemas donde se asienta el Capitalismo. Los parásitos que se van enriqueciendo a costa del trabajo ajeno terminan finalmente por adquirir los medios de producción, consolidando su condición de dominadores a través de la plusvalía y, por lo tanto, avasallando y subordinando las estructuras tanto políticas, económicas como sociales a las exigencias de sus intereses de clase. Este monopolio de la plusvalía, que se concreta por el despojo mediante la propiedad individualista de los instrumentos de producción, es otro de los pilares donde se asienta el sistema Capitalista. La Revolución francesa y el Código napoleónico marcan la institucionalización del sistema. Luego, el atesoramiento capitalista se lanza a dominar los mercados internacionales. Ahora estamos en presencia de las Finanzas Internacionales, de la Banca Internacional, ya cual ya ha proletarizado el hombre dentro de sus fronteras de origen, tiende ahora a hacer lo mismo con los hombres de otros países. Esto es otro pilar del Capitalismo. Se dirá, como argumento efectista, que el lucro y la habilidad para sacar ventajas de circunstancias económicas es tan antigua como la civilización y que es propio de la natural diferenciación de la persona humana o de los hombres, donde el más “apto” conquista el predominio, y que esa actitud es un derecho. Aceptamos que esta explicación dice algo de verdad, pero no toda la verdad; de la misma o análoga manera con que el instinto sexual está en la propia naturaleza humana, pero dicho instinto y capacidad biológica está subordinada a las exigencias de la moral, de la ética. Dicho instinto, por otra parte, sublimado en el amor, persigue un legítimo objetivo: la preservación y continuidad del género humano a través del matrimonio. No obstante, la existencia de este instinto sexual que está en la naturaleza humana, no legitima la poligamia ni otra forma que por vicio puede llevar a la decadencia a la sociedad simplemente por dar rienda suelta al instinto natural.
  • 26. De la misma manera, la natural diferenciación cualitativa de la persona humana, sus distintas maneras para progresar, su sentido oportuno para hacer provecho se situaciones dadas, no justifican ni autorizan, ni legitiman el dominio, el monopolio que ejercitan ni tampoco el privilegio de pocos frente a la miseria de muchos. El apoderamiento de los bienes producidos por el esfuerzo de todos para disfrute de unos pocos, es totalmente ilegítimo. Pero esto ha sucedido y los dueños de los dineros, los amos de las finanzas instrumentaron estructuras antinaturales para construir un predominio en la sociedad formada por todos que por injusto ya distorsionada y subvierte no sólo la paz social sino también la propia actividad humana. Efectivamente, el predominio económico ha sido tan abrumador que se ha logrado someter tanto los medios jurídicos, culturales, educativos y propagandísticos, etc., que el despojo capitalista ha sido y sigue siendo considerado por la “opinión pública” –que el liberalismo toma como pueblo-, como legítimo y normal. Asimismo, tal predominio económico con la práctica de la “democracia” consiguió institucionalizar y dar normas legales a tal sistema de despojo. Al mismo tiempo, a través de los medios de difusión dominados por los señores del dinero consagraron terminantemente esta patología social frente a los pueblos como una legítima actividad. La justicia, el trabajo, la virtud, la inteligencia, la condición humana, el hombre mismo, fueron subordinados a la deidad crematística como si fuera el fin último a que está sujeto el hombre. No es que por doctrina debemos aborrecer el dinero, ni la maquina, ni la finanza. Pues sería absurdo abominar de algo que es inerte y que no tiene vida propia. Lo que se repudia es su mal uso, tanto de la máquina como del dinero y de la finanza. Es por eso que el Justicialismo lucha para que el dinero no sea factor de irritantes desajustes sociales; ni la máquina, instrumento de sometimiento del hombre; o la finanza, recurso de sometimiento de pueblos y naciones. El capital es un conjunto de bienes que solamente crea el trabajo fecundo y lo multiplica, pero cuya finalidad fundamental es proveer al bienestar de la Comunidad entera en armoniosa relación individual y comunitaria. El justicialismo reconoce el carácter instrumental y de medio que tiene esencialmente el capital. Pero combate la tendencia y la práctica de servirse de él para
  • 27. dominar al hombre. Esta tendencia tiene su nombre: Capitalismo, Imperialismo económico en su desarrollo extrafronteras. Cuando logremos nuestra meta, una nueva edad se abrirá en la Historia de los Hombres: su libertad será real. El Capitalismo de Estado - Comunismo Carlos Marx preveía a mediados del siglo XIX que el capitalismo se iría concentrando en un número de manos cada vez más reducido. Y que la clase media sería absorbida por el llamado proletariado. TALES PREDICCIONES no se han cumplido en el mundo liberal capitalista. Por el contrario, los dueños del capital se fueron multiplicando y las clases medias se ampliaron al absorber importantes sectores de la clase obrera. Todo esto al margen de los monopolios sustentados por las finanzas internacionales. La minoría burguesa que había sido capaz de conquista el poder político a sangre y fuego allá por los decenios posteriores a 1789, evidentemente ya no era misma. Dejaron brechas para que otros elementos adoradores del oro monopolizaran las finanzas y las utilizaran para agredir naciones y montar insurrecciones o provocar conflagraciones mundiales, explotar el hambre, el caos y las debilidades de las postguerras para adueñarse del poder y someter pueblos. Esto comenzó en noviembre de 1917 en la Rusia de los Zares, donde el capitalismo apenas embrionario no había logrado imponerse. Una minoría superjacobina financiada por el capitalismo internacional se apoderó del Estado ruso al que convirtieron en único gran patrón, en el detentador de todos los medios de producción, difusión y represión. A lo largo de los años esa minoría se fue transformando en una oligarquía tecnoburocrática cerrada realizada de un capitalismo perfecto que jamás soñaron ver los primitivos burgueses del siglo pasado, sometiendo al hombre a la miseria de un proletariado indefenso, sin derechos y de rodillas al Estado patrón, y donde los sindicatos pasaron a ser meros instrumentos de control por el Estado, de las reacciones de los trabajadores.
  • 28. Entre el capitalismo liberal y el capitalismo estatal o bolchevique no existía, ni existe otra diferencia que la que procede de distintos grados, métodos y eficacia. Tal diferencia era más marcada en los años prebélicos de 1939. Sin embargo, hoy el fracaso del sistema comunista lo ha llevado a aflojar su dureza primitiva y hasta se ha liberalizado tratando de introducir el lucro y la competencia. Lo contrario ocurre con el capitalismo liberal –etapa previa del capitalismo marxista-, donde el Estado tiende a una mayor gravitación en la conducción económica. En ambas formas del capitalismo –liberal o marxista-, el Estado es una mera expresión de los factores económicos y ha sido puesto y es empleado como eficaz custodio de los mismos. Es el cancerbero de los intereses de los dueños de las finanzas internacionales. Emplea todo su poder para desintegrar la comunidad que rige y convertirla en un simple hormiguero productor, sin grandezas y sin alegrías, donde el hombre es un resorte, una herramienta, un número. Todo lo contrario es el Estado Nacional Justicialista que preserva la seguridad de las personas y de los grupos que constituyen la totalidad social argentina; que impone los intereses supremos de la comunidad sobre los intereses de unos pocos privilegiados. La Propiedad “Conformar la propiedad a su justo límite, para que no sea escarnio, sino un bien que permita que el que trabaje sea, por lo menos, dueño de aquello que él está explotando para la grandeza y la felicidad de la Nación. Es el cambio de la propiedad inviolable por la propiedad sometida al interés general, vale decir la propiedad social.” -PERON EXISTEN VARIOS TIPOS de propiedad: la de bienes de uso y de consumo; bienes muebles e inmuebles; instrumentos de producción; propiedad intelectual, etc. La distinta naturaleza de los bienes mencionados obliga a reflexionar sobre las diversas relaciones que se establecen entre el hombre y los objetos que pueden ser poseídos.
  • 29. Nuestra afirmación doctrinaria que la propiedad es un derecho natural, pero en función social, alumbra nuestro análisis y facilita nuestro entendimiento, orientándolo a la aprehensión de la problemática aparentemente compleja y controvertida. El vestido que cubre, los alimentos que nutren, el libro que educa y forma; el techo que cobija o la herramienta de trabajo, constituyen una propiedad individual legítima e indiscutible, a la luz de la Doctrina de Perón, no pueden ser considerados como expresión capitalista ni pueden tampoco ser colectivizadas. Ambos capitalismos hacen imposible en la práctica el ejercicio de ese derecho natural del hombre que dignifica la persona humana en su vivir decorosamente. Uno absorbe y monopoliza, el otro colectiviza. Ambos la hacen imposible como elemento de adecuado vivir humano. Por ello, la doctrina Nacional Justicialista recrea el concepto de la propiedad privada en cuanto hace al vivir decoroso del hombre y de la familia, a la luz de su naturaleza, expresando que ella no se admite como bien de renta, sino como bien de familia, rechazando cualquier plus en concepto de lucro. Es que la distorsión de las estructuras naturales sobrevino cuando la propiedad individual y familiar fue siendo absorbida por la propiedad capitalista, tanto en la actividad agropecuaria como en la industrial; distorsión que se consolida con la irrupción del maquinismo y la revolución industrial. Las exigencias modernas de la producción requirieron la concentración maquinaria, materia prima y hombres trabajando y produciendo en serie. Esto terminó con el concepto de la propiedad individual y familiar sustentado en el taller artesanal. Y asume el nuevo concepto individualista de la propiedad fundada en el “chantaje” capitalista que se pinta así: “Yo tengo las máquinas por mi capacidad económica; ustedes, los trabajadores, aportan con su inteligencia, con el esfuerzo físico, el conocimiento, la técnica –elaboración de milenios-, ustedes aportan con todo lo inherente al trabajo; sin vosotros no hay producción posible, pero yo les pago un salario para que sobrevivan y no mueran de hambre. Sepan, además, que el único dueño de la fábrica y de los instrumentos de su producción soy yo, el patrón. Y si no les gusta mi propuesta, vayan a otra fábrica.” Allí también eran nuevamente chantajeados. Debemos observar que la nueva propiedad capitalista que surge está fecundada y realizada por el esfuerzo conjunto de todos los productores técnicamente jerarquizados. Sin embargo, esa propiedad y su consiguiente aprovechamiento está lejos de ser social, pues es individualista y la disfruta el capitalista, que es el económicamente más poderoso. Esta es la base de la organización empresaria e industrial de hoy y en ella se
  • 30. fundamenta el robo capitalista a los hombres que constituyen la comunidad nacional en estos tiempos contemporáneos. Así el capitalismo ha hecho de la empresa moderna su propiedad individual, siendo aquélla una organización que necesariamente debe ser comunitaria. Sustrae la plusvalía a todos los productores –técnicos y obreros- que conformar y hacen posible la empresa. Pero no es solamente en este capitalismo el que niega la propiedad social comunitaria; también el marxismo la desconoce, y esto es lógico, porque es la última segregación del sistema capitalista, no admite que los productores de una fábrica tengan acceso a la propiedad de la misma, pues le pertenece al Estado como último y gran patrón. En la llamada sociedad comunista, la fábrica y la plusvalía pertenecen al estado, por eso el trabajador soviético sigue siendo un asalariado aunque sea del estado. El Movimiento Nacional justicialista terminará con la empresa y la propiedad capitalista de la misma, reemplazándola por la empresa comunitaria al servicio del hombre, de la familia, de la Nación. De la misma manera que afirmamos que la tierra debe ser del que la trabaje, sostenemos igualmente que las fabricas y las empresas también serán de quienes las trabajen y las hagan producir integrando una comunidad solidaria y organizada en base a la justicia social mas profunda posible. En cuanto a la propiedad estatal, el Justicialismo la considera legítima cuando ella asegura la defensa nacional, la independencia económica, teniendo bajo su custodia los resortes claves de la economía nacional, tales como las industrias bases, el comercio exterior de la producción, la actividad bancaria, la riqueza del subsuelo y todo aquello que implique interés d absorción y dominio por los intereses foráneos. El Nacional Justicialismo afirma la propiedad privada como derecho natural del hombre. Pues frente al concepto marxista de la colectivización, y frente al concepto liberal capitalista, abusivo e irrestricto de la misma, sostiene y ampara la propiedad privada, pero ordenada a la función social, no sólo para evitar que se convierta en fuente de poder y lucro, especulación y dominio entre los argentinos, sino también, para que todos los miembros de la Comunidad nacional puedan disfrutar y ejercer de manera concreta ese derecho natural. Cada argentino debe tener lo suyo, lo cual es todo aquello que es necesario y exige la dignidad humana para llevar una vida decorosa y libre. El Trabajo
  • 31. “Por el trabajo y la virtud, el hombre se dignifica y se enaltece. En el Justicialismo son los valores que más apreciamos. Barreremos a toda forma parasitaria y explotadora.” - PERON PARA EL JUSTICIALISMO el trabajo es una dignidad que enaltece al hombre nacional y es actividad propia y ennoblecedora de la persona humana. Su esfuerzo ya físico, ya intelectual lo eleva como creador y le suscita posibilidades de perfeccionamiento material y moral tal como le compete a su calidad racional. Con su trabajo contribuye al engrandecimiento de la Patria concretando sus más altos destinos. El conductor que orienta el destino nacional con la elaboración de directivas de gobierno, el funcionario que sirve lealmente los intereses de la Nación, el investigador que extrae a la vida, a la naturaleza parte de sus misterios; el médico que cura; el maestro que enseña y educa; el minero que arranca a las entrañas de la tierra sus tesoros; el artesano que modela la materia; el obrero que conduce un tractor, siembra un surco o produce en la fábrica, se dignifica en su afán creador. Este es nuestro concepto del trabajo, y rechazamos las connotaciones puramente productores y económicas que le asignan a esta noble actividad humana el capitalismo ya liberal, ya marxista. Nuestro concepto de la dignidad del trabajo supone simultáneamente nuestro repudio a la explotación del hombre por el hombre o por el estado que lo constriñe a ser un elemento generador de energías despojado de sus dimensiones espirituales y axiológicas. Para nosotros, el trabajo es dignidad y también obligatoriedad. La Patria es una herencia de esfuerzos y trabajos pretéritos enlazados en la continuidad del presente y la visión del futuro. La preservación de tan sagrado legado nos intima a la eliminación de todo parasitismo y a la obligatoriedad del trabajo. En el ímpetu revolucionario del Justicialismo desaparecerán el parásito, el saboteador y el dueño individualista de los medios de producción, como asimismo todas aquellas ficciones jurídicas que lo reemplazan. Desaparecerá este último como meramente capitalista, aunque no como persona humana, ya que podrá integrar la empresa de producción en el rol de su especialidad técnica lo determine. Es decir, que como capitalista no podrá funcionar más, pero sí como persona que aporta trabajo.
  • 32. Para el Nacional Justicialismo, trabajador no es sinónimo de obrero manual. Para nosotros, trabajador es todo aquel que realiza una tarea positiva –física o intelectualmente-, en beneficio de la comunidad. En el Estado Justicialista habrá jerarquías profesionales porque hay calidades de trabajo. Y desaparecerán las divisiones entre los que trabajan, o sea, entre los que viven de su trabajo y los que viven del trabajo ajeno. No habrá entonces la explotación capitalista. Para el Nacional Justicialismo, el trabajo es además un DERECHO. El hombre tiene derecho a la vida, luego tiene derecho al trabajo, pues éste es el medio para mantener la vida. El Estado Nacional Justicialista velará no sólo para que todos trabajen, sino también para que todos tengan trabajo bajo el signo de la justicia social. Soberanía Política Independencia Económica Justicia Social “Nadie discutirá sobre los beneficios de la Independencia Económica, de la Justicia Social y de la Soberanía de la Nación.” -PERON SOBERANÍA POLÍTICA SOBERANÍA POLÍTICA es el poder de autodeterminación de la Comunidad, ejercida a través de su órgano especializado, el Estado; es la forma sustancial que hace a la existencia de ese Estado, sin la cual no es Estado o no tiene naturaleza de Estado; es la calidad fundamental que rechaza otro poder por encima de él, poder ya proveniente de adentro o de afuera. La Doctrina Justicialista afirma el principio de la soberanía política como base incondicional para la libertad de la Nación y del Pueblo argentino; como calidad exteriorizante de la singularidad nacional que no puede ser limitada por otros poderes.
  • 33. La soberanía política es un poder que excluye todo otro poder; es la expresión de la Voluntad Nacional total, es decir, de la Patria, entidad eterna y continuadora de una unidad totalizadora que enlaza el pasado, el presente y el futuro. Por eso, el Justicialismo, considera que la soberanía política no es patrimonio ni está sujeta a grupos o clases accidentales que fraccionan la unidad nacional, sean éstos clases sociales o partidos políticos. Las clases sociales son expresiones patológicas de diferenciaciones económicas típicas del sistema capitalista. Los partidos políticos, una parte del todo y estructuras superficiales sin fundaciones orgánicas ni naturales dentro del contexto social. Nadie nace dentro de ellos, ni produce en ellos, ni nadie se realiza como persona dentro de ellos. Constituyen una mera suma de individuos indiferenciados considerados como esquemas abstractos e irreales. En cambio la Nación no es suma de partidos políticos, sino una multiplicidad dinámica de grupos intermedios que responden a distintas naturalezas de función y realización. Las comunidades intermedias son las que proyectan la legítima representación de la voluntad nacional dentro del contexto comunitario total. “El partido político es una creación netamente burguesa y tiene origen en la revolución francesa”, dice nuestro Caudillo, el General Perón. Y agrega: “el hombre ya no puede ser considerado como un ente aislado, sino como un elemento de los conjuntos”. “Esto explica que las viejas organizaciones políticas van siendo reemplazadas por otras organizaciones más naturales”. Para el Nacional Justicialismo, la soberanía es absoluta y totalmente indivisible y es propia de la totalidad nacional y ninguna fracción social o política puede arrogarse su dispendio. Rechazamos, en consecuencia, el sistema que arroga facultades de esta naturaleza a grupos accidentales, surgidos fuera del contexto comunitario natural, para dirimir sobre la soberanía al margen de la voluntad del pueblo. Por eso, tanto el marxismo, en cualesquiera de sus tonos, como el liberalismo son rechazados por la Doctrina Nacional Justicialista, porque uno y otro, con la tendencia clasista o con la partidocrática, fraccionan la unidad nacional y destruyen el ideal de una Patria grande, libre y soberana. INDEPENDENCIA ECONÓMICA LA INDEPENDENCIA ECONÓMICA es otra de las bases fundamentales de la Doctrina Nacional Justicialista, pues es una característica típica de los estados soberanos donde los imperialismos encuentran dique a sus pretensiones de dominio y exanción. La independencia económica implica la disposición de todos los bienes nacionales para disfrute del Pueblo y la grandeza de la Nación. La nacionalización de todo lo nuestro es parte de la gran tarea del Estado Nacional Justicialista que movilizará todas las energías nacionales económicas para que el país surja libre de toda influencia foránea o capitalista interna, teniendo en vista la disposición de nuestro poder económico- financiero para satisfacer las necesidades de nuestro pueblo, concretar el bienestar del hombre argentino en lo material y espiritual en armoniosa valorización.
  • 34. LA JUSTICIA SOCIAL LA AUTODETERMINACIÓN política y la independencia económica posibilitan la aplicación de la Justicia Social que para el Justicialismo es un impulso ético y una práctica solidaria de acuerdo a su propia filosofía. La Justicia Social era un hecho político concreto durante los diez años de Gobierno Peronista. Se ha dicho que los gobiernos anteriores al Peronismo capitalizaron al país. Sin embargo, esa supuesta capitalización no fue empleada para liberar la nación ni implantar la justicia social. Por el contrario, el país fue más colonia, más dependiente de los imperialismos y, el pueblo sometido a más miseria traducida en el infraconsumo, en la pobreza, en el atraso cultural y en un espectro de enfermedades angustioso y deprimente Dice nuestro Caudillo: “Nuestra Revolución tendría poca razón de ser sino pudiésemos cumplir lo que nos propusimos al ponerla en marcha. Uno de los postulados sobresale por su importancia de todo lo demás: la Justicia Social. Consideramos que los mandatarios que en esta época no realizaran una acción de justicia social y se dedicaran a la simple obra administrativa del gobierno, pasarían a la historia como algo intrascendente e indigno de ser recordado”. La Justicia Social no significa invertir la tabla de explotación pasando los explotadores de hoy a explotados de mañana. No es este nuestro camino. Los valores y las funciones de una sociedad justa no proceden especialmente de la riqueza económica sino del trabajo, siendo éste el único marco referencial de las jerarquías justicialistas en la materia. De ahí que las funciones políticas, económicas, sociales y culturales, desde las más elevadas a las más humildes, no se fundamentará en la riqueza económica como en el actual sistema, sino en el trabajo intelectual o físico como suprema dignidad del hombre vertido al servicio de la Patria y del Pueblo. Esto es revolucionario y por ello supone la finiquitación de la vigencia de las estructuras capitalistas y de todas aquellas ficciones que el capitalismo ha montado para encubrir la explotación del hombre. La vigencia de la Justicia Social que soñamos para nuestra Patria no traerá solamente la mera redistribución de las riquezas en beneficio de todos los argentinos, sino una nueva relación del trabajador como amo de la máquina consustanciado con su poder creador y, como consecuencia, una transformación moral, una nueva escala de
  • 35. valores, una reedición de la axiología típica del hombre obnubilada por el egoísmo y el afán de lucro y dominio del capitalismo. El Justicialismo y Latinoamérica “El año 2000 nos encontrará unidos o sometidos.” -PERON LA FILOSOFÍA nacional justicialista, tal como se ha venido exponiendo, es el resultado de una síntesis de elementos estrechamente vinculados a las grandes ideas básicas que informan y describen el auténtico pensamiento cristiano, con las pautas históricas, sociales, raciales y culturales que caracterizan o definen la personalidad nacional del pueblo argentino. La formulación argentina se dio a través de la doctrina de nuestro Caudillo, el General Perón, hace más de 25 años. Tal como él lo ha definido, es profundamente nacionalista y tiende a la instauración de un Socialismo Nacional de cuño originalmente cristiano. Se debe señalar enfáticamente que el nacionalismo inherente al Justicialismo no se queda en la simple exaltación de la soberanía territorial y fronteriza, sino que plantea la idea de lo nacional en un ámbito mucho mayor que vincula a todos los pueblos latinoamericanos, herederos de una misma tradición, de una misma lengua, de una misma creencia y de un mismo e irrenunciable acervo cultural. La unidad histórico espiritual de Latinoamérica, real unidad nacional subyacente y anterior a las divisiones territoriales forzadas por el imperialismo anglosajón, y preexistente a los enfrentamientos políticos, surge revitalizada hoy, al tomar los pueblos conciencia de la alternativa que ha señalado el General Perón: “El año 2000 nos encontrará unidos o sometidos”. Los cambios ocurridos en el ámbito de las relaciones internacionales, que han transformado con extrema aceleración histórica, la estructura del poder militar, técnico, económico y político del mundo, señalan claramente una encrucijada a los Pueblos
  • 36. Latinoamericanos que sólo ellos deben, no sólo comprender sino afrontar, pues está en juego su destino como pueblos libres e independientes. Caracterizan hoy la realidad socio-económica de nuestro continente latinoamericano, el sometimiento político y la dependencia económica, como asimismo, el reinado de la injusticia social para los pueblos. Ningún esfuerzo aislado puede dar frutos positivos. Ya lo experimentó el Justicialismo en su época de gobierno. Tuvo éxitos parciales, pero a nivel continental quedó trunca su acción unitiva por la situación internacional adversa dominada por las superpotencias surgidas de la II Guerra Mundial, la falta de esclarecimiento y conciencia de su destino de los pueblos y gobiernos hermanos, y el frente interno integrado a los intereses foráneos y antipopulares, compuesto por las oligarquías y los marxistas en consumo. El año 2000 nos hallará unidos si en una acción mancomunada de pueblos y gobiernos basada en una concepción, que respetando e incorporando todos aquellos valores que definen la fisonomía nacional del hemisferio latinoamericano, propugne: la Reconquista de la Soberanía Política, la Recuperación de la Independencia Económica y la Realización de la Justicia Social, para sus pueblos. La lucha que todos los pueblos latinoamericanos libran hoy por su liberación debe estar marcada por integración de todos en una sola nación. La Confederación Latinoamericana debe ser ya un hecho aprenhensible no sólo para el pueblo argentino sino también para todos los pueblos hermanos que piensan en una común unidad de destino frente al resto del mundo, no sólo en base a lo económico hoy, y lo político en el tiempo, sino que previamente, la revolución y la integración común deben ser amasadas por una misma doctrina liberadora, la Justicialista. Ella debe operar como principio formal de la unidad latinoamericana, cuyos pueblos fueron divididos y explotados por el imperialismo anglosajón. Tampoco hoy los liberarán las doctrinas eslavas o asiáticas, pues ambos imperialismos convergen a un sólo objetivo: el dominio de nuestros pueblos. Todo está dado para concurrir con nuestra Doctrina para esa liberación auténtica y concretar esa nueva unidad de los pueblos latinoamericanos.