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CosmocápsulaRevista Colombiana de Ciencia-Ficción
NNoovv.. 22000099 -- EEnn.. 22001100
NNºº 11
www.cosmocapsula.com
ISSN 2145-3640
René Rebetez
Décimo aniversario
Fundadores/Editores:
Antonio Mora Vélez, Dixon Acosta, David Pérez.
Comité editorial para este número:
Tamara Gutiérrez, Antonio Mora Vélez, Dixon Acosta,
Juan Diego Gómez Vélez, David Pérez Marulanda.
Agradecimientos especiales:
Corporación Universitaria del Caribe CECAR
Diseño y diagramación:
David Pérez Marulanda.
Ilustración de portada:
"René Rebetez: Aún hay más."
por Dixon Acosta
CosmocápsulaRevista Colombiana de Ciencia-Ficción NNoovv.. 22000099 -- EEnn.. 22001100
NNºº 11
www. cosmocapsula.com
Colombia. 2009
Nota importante:
COSMOCÁPSULA no se responsabiliza de las opiniones emitidas en esta
publicación. Lo expresado en cada texto o imagen es responsabilidad única de
su respectivo autor.
El logotipo de Cosmocápsula es de © David Pérez.
Se permite la redistribución de esta revista siempre y cuando se haga de forma
íntegra y sin modificar su contenido, y no se obtenga beneficio económico
alguno.
ISSN 2145-3640
Editorial "El Legado de Rebetez"
Antonio Mora Vélez
René Rebetez, el hijo del relojero
Dixon Acosta
Fea Costumbre
Arturo Poveda Becerra
En Torno al Fuego
Juan Ignacio Muñoz Zapata
Dentro de la lluvia, la granizada de Bogotá
Fernando Galindo Gordillo
Sara
David Ricardo García
Caliwood Park
Diego Darío López Mera
Empatía/Entropía
Rodrigo Bastidas Pérez
Fragmentos del Futuro
Tito Contreras
La Agonía de Dios
Mario D. Martín
Abducción de una Venus Desorientada
Aymer Waldir Zuluaga
La Voz de Quaremyr
Laura Ponce
Néstor Darío Figueiras
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Índice
Ir
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Ir
El Espíritu Humano va más allá de sus
Errores
Julián David Cortés Sánchez
La Ciudad
J. Javier Arnau Moreno
El Factor Samsa
Juan Manuel Valitutti
El Elegido
Carlos Enrique Saldívar
Vocación
César Mauricio Heredia Quecan
Reseña: Cosmocápsula no. 0
Robert Corpus Sanzo
Reseña: "Las Ucronías"
Antonio Mora Vélez
Ocho apuntes desordenados tras leer el
número cero de Cosmocápsula
Campo Ricardo Burgos
Reseña: Calien
David Pérez Marulanda
Novedades Editoriales
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Ir
4
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
René Rebetez nació en Bogotá en 1933 y
murió en Isla Providencia el 30 de diciembre
de 1999, a pocas horas de iniciarse el siglo XXI.
Pocos días antes de morir le había confesado a su
compañera sentimental Luisa Canencia Britton:
“Sólo me falta terminar un libro de ajedrez, dar
unas conferencias en España y luego prepararme
para morir, porque no tengo más nada que hacer en
este mundo”. Pero no le alcanzó el tiempo ni para
el libro ni para las conferencias ni para los nuevos
proyectos cinematográficos que empezó a acariciar
desde su isla paradisíaca.
Su mente prodigiosa produjo cuentos, poemas,
ensayos, crónicas, artículos, guiones
cinematográficos como La magia, documental
sobre las culturas mágicas de América, y al menos
una antología, la mayoría de los cuales en la línea
de la ciencia-ficción de la cual fue uno de los
precursores en Colombia, el primero en ser
considerado como escritor del género por su
variada producción y el primero en haber merecido
figurar en una antología internacional. Libros de
cuentos como Los ojos de la clepsidra, La nueva
prehistoria y Ellos lo llaman amanecer y otros
relatos y densos ensayos como Ciencia-ficción: la
cuarta dimensión de la literatura y El mito de la
ciencia-ficción, lo consagran, sin duda, como uno
de los grandes escritores y pensadores de la ciencia-
ficción colombiana.
Pero no fue sólo un narrador de ficciones
fantásticas fue también un filósofo. Su obra
cumbre en este campo, La odisea de la Luz, trata
de la relación entre la filosofía sufi con las ciencias
modernas. Para él: “este encuentro entre la
sabiduría de ayer y la ciencia de hoy constituye el
acontecimiento crucial de nuestra era porque de él
se desprenden las posibilidades del mañana”. En
este libro, que trata obviamente de la Luz, Rebetez
afirma, del mismo modo que Giordano Bruno
frente a Galileo Galilei en la taberna veneciana de
Andrea Morozini, que “Dios es el universo y la
energía en estado puro”. El libro es, en lo esencial,
una reflexión sobre la naturaleza humana y una
propuesta basada en los criterios sufíes,
encaminada a lograr el perfecto equilibrio entre la
inteligencia, la emoción y el cuerpo físico
humanos.
Los escritores colombianos de ciencia-ficción
le debemos el haber desbrozado el camino con sus
obras y haber sido el autor de la primera antología
colombiana del género, la que tituló con el bello
nombre de Contemporáneos del porvenir, que
tomó de un ensayo del escritor Carlos Monsiváis
aparecido en la revista mejicana Crononauta,
fundada por él durante su exilio en tierras aztecas,
y de una frase de R.H. Moreno Durán en su obra
De la barbarie a la imaginación y en la que este
autor “registra como característica propia de la
utopía de los narradores hispanoamericanos el
sueño de los poetas alemanes de llegar a ser
“contemporáneos del porvenir”. En el prólogo de
esta obra, René afirma: “La ciencia-ficción no es
más que la búsqueda de respuestas a las preguntas
perennes ¿por qué? ¿dónde? ¿cómo? A pesar de su
nombre es la menos precisa de todas las
literaturas”. La ciencia en ella –dice-- a menudo
“queda reducida a un simple pretexto para
desarrollar el eterno drama humano” reafirmando
de ese modo que el objetivo de esta fascinante
literatura es, en últimas, el hombre con sus
problemas, sus temores y sus esperanzas. En ese
mismo prólogo sostiene una tesis discutible: “Es
conveniente subrayar que actualmente no existe
diferencia alguna posible entre la literatura
fantástica y la Ciencia Ficción, que es en sí misma
la literatura fantástica contemporánea”. Tesis que
sostuvo en ensayos, foros, conferencias,
entrevistas y en las reuniones de los jurados de
El Legado de
Rebetez
Antonio Mora Vélez
Editorial
5
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
concursos de los cuales hizo parte. Para él la
ciencia-ficción no se inició con el Frankenstein de
Mary Schelley ni con Verne ni con Wells. Su
origen está mucho más atrás en el tiempo. El
Ramayana, el Mahabarata, Luciano de Samosata,
el Ezequiel de la Biblia, Plutarco, Kepler y
Voltaire, son algunos de los nombres que mencionó
en sus escritos para sustentar la afirmación.
Hoy, cuando falta poco para cumplir diez años
de su reintegración a la energía del universo, le
rendimos este sencillo pero justo homenaje a su
legado y a su memoria. Con él murió no sólo el
escritor de ciencia-ficción sino uno de los grandes
pensadores de su generación, alguien que será
valorado mejor en el futuro, cuando los jóvenes de
la sociedad cibernética lean con asombro esas
ideas e historias suyas que florecieron en un medio
tan estéril y hostil.
Cosmocápsula, consecuente con el legado del
maestro, ofrece en este número algunos relatos en
donde no es fácil advertir la diferencia entre las
literaturas fantásticas y de ciencia-ficción, pero que
reflejan todos ellos, según lo quería Rebetez y lo
dejó como testamento en el prólogo citado, el
desarrollo de una nueva literatura que le suelta alas
al conocimiento y a la imaginación, tan importante
para los colombianos de hoy que necesitan
aprender que es posible un futuro diferente.
Antonio Mora Vélez
Montería, noviembre de 2009.
Editorial
ANTONIO MORA VÉLEZ (1942)
Escritor colombiano de ciencia-ficción.
Autor de los libros de cuentos Glitza, El
juicio de los dioses y Lorna es una mujer; de
los poemarios Los caminantes del cielo, El
fuego de los dioses y Los jinetes del
recuerdo; de la novela Los nuevos iniciados
y de los libros de ensayos y artículos de
Ciencia Ficción: el humanismo de hoy y La
estrategia de la solidaridad. Ha sido incluido
en varias antologías nacionales e
internacionales. Sus cuentos, artículos,
ensayos y poemas se publican en varias
revistas de Colombia y del exterior. Es
considerado uno de los pioneros de la
ciencia-ficción colombiana. Reside en
Montería y es actualmente miembro de la
Junta Directiva de la Corporación
Universitaria del Caribe (CECAR).
6
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
René Rebetez Cortéz podría ser conocido
como el hijo del relojero, así como Gabriel
García Márquez es llamado el hijo del telegrafista,
pero a diferencia del universal caribeño, no
muchos colombianos conocen al escritor nacido en
Subachoque, en inmediaciones de Bogotá en 1933
y muerto en la Isla de Providencia en el año 1999,
a pocos días del inicio del nuevo milenio, del
futuro que alcanzó a vislumbrar en sus relatos de
ciencia-ficción.
A diez años de la desaparición del escritor
colombiano más desconocido a pesar de su
trascendencia en diversos campos, sea el momento
oportuno para destacar su desarrollo vital. A pesar
de algunos esfuerzos por divulgar la vida y obra de
René Rebetez, la ignorancia sobre este autor, no
sólo es masiva sino “ilustrada”, revela la poca
importancia que en el mundo de la literatura, se le
confiere al género de ciencia-ficción, a pesar que
iniciativas como esta revista virtual, demuestra que
son muchos más los lectores y escritores de ciencia-
ficción de lo que suele suponerse.
Con motivo del próximo décimo aniversario del
fallecimiento de René Rebetez, sea el pretexto para
recordar nuevamente su destacada existencia.
Como se menciona al comienzo, Rebetez resultó
hijo de un relojero suizo, para mayor precisión.
Quizás esta connotación biográfica signó al futuro
escritor, estableciendo una relación estrecha con la
dimensión temporal.
A la muerte temprana del padre, René Rebetez
se radicó con su madre pintora en casa de su
abuelo materno, el escultor Dionisio Cortéz Mesa
en Bogotá, en donde sería testigo de sucesos como
el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el
consecuente “bogotazo”, la violencia política y el
nacimiento de los grupos subversivos. En medio
de esta vorágine de sucesos, conoció a figuras
claves como el sacerdote Camilo Torres Restrepo.
Viajó a Suiza en donde estudió economía, aunque
disfrutó mucho más la vida bohemia en París,
ciudad en la cual despertó su inquietud como
escritor, contagiado por un sitio pleno de artistas y
literatos, pues “escribir era parte del viaje”.
Al regreso a Colombia, estuvo oscilando entre
lo institucional y lo subversivo, llegó a ser gerente
de las influyentes revistas “Visión” y “Semana”,
relacionándose con lo más exclusivo de la élite
política, social y cultural de Bogotá. Sin embargo,
por influencia del padre Camilo Torres, se
inclinaría por las revoluciones políticas, llegando a
Cuba, en donde se vinculó de manera
comprometida con la revolución castrista, conoció
al Che Guevara y tuvo su primer contacto con la
santería, interesándose por este tipo de prácticas
cognitivas alternativas de lo científico. Para
algunos críticos, la obra literaria de Rebetez en
materia de ciencia-ficción, lo acercaría más a
fenómenos como la magia que a las ciencias
exactas.
Luego llegaría la experiencia mexicana, que
marcó su destino. En México comenzó su labor
como escritor y divulgador de la ciencia-ficción,
rodeándose de autores y artistas de vanguardia,
como el franco-chileno Alejandro Jodorowsky, con
quien editó la primera revista de ciencia-ficción en
América Latina, “Crononauta” (1965-1967),
publicaría obras como “Los ojos de la Clepsidra”,
además de su incursión en el cine, como actor en la
película de corte fantástico “Fando y Lis” (1967)
dirigida por Jodorowsky, participó en otras cintas
mexicanas como “Los amigos” y “La muerte es
puntual”, así como dirigió la cinta “La Magia”
(1971), un documental de corte antropológico que
se filmó en varios países de América Latina,
buscando las experiencias de grupos étnicos frente
René Rebetez,
el Hijo del
Relojero
Dixon Acosta
Artículos
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
a la adivinación, las medicinas alternativas, la
cosmogonía.
Una de las anécdotas más interesantes de
Rebetez en México, fue su participación en un
programa de televisión dedicado a la ciencia-
ficción que dirigió el poeta y novelista Álvaro
Mutis, en donde compartió con Theodore
Sturgeon, Italo Calvino y Jack Vance, allí René
Rebetez expuso su idea que la ciencia-ficción era
mucho más que un género literario, textualmente
manifestó que no era un género literario, pues
consideraba que debía ser una posición filosófica,
una praxis frente a la vida misma, un pensamiento
que revelara al presente y se convirtiera en profecía
del futuro.
En la historia literaria colombiana, luego de
algunos antecedentes esporádicos, René Rebetez
aparece como el primer escritor colombiano de
ciencia-ficción, además de ser uno de los autores
latinoamericanos de este género, más reconocidos
en el mundo, gracias a obras como: “La Nueva
Prehistoria”, “Ellos lo Llaman Amanecer y otros
Relatos”, “Cuentos de Amor, Terror y Otros
Misterios”, entre otros. Los lectores más jóvenes,
quizás lo conozcan por ser el compilador de
“Contemporáneos del Porvenir: Primera Antología
Colombiana de Ciencia Ficción”, editada en el año
2000. En la introducción de esta obra, Rebetez
consignó su personal definición del género que nos
ocupa: “La Ciencia Ficción no es más que la
búsqueda de respuesta a las preguntas perennes:
¿por qué?, ¿dónde? ¿cómo? A pesar de su nombre,
es la menos precisa de todas las literaturas. Su
destino es errar de una pregunta a otra y a veces,
dar con la respuesta. Para acercarse a ella se
requiere la certeza de que un poema oscuro dice
mucho más que un discurso claro”.
Personalmente me queda una inquietud que sólo
podría resolverla una ucronía o quizás Cronos, dios
juguetón del tiempo. ¿Qué habría pasado si
Rebetez no se hubiera inclinado por lo
revolucionario, consolidándose en el
“establecimiento”? ¿Habría sido escritor de ciencia-
ficción? ¿Si eso hubiera pasado y con el apoyo
institucional, hoy la ciencia-ficción en Colombia,
sería un género respetado y no estaría tratando de
salir a la superficie desde el espacio subterráneo,
en donde la han condenado? No es posible saberlo,
por el momento aceptemos la historia como nos ha
tocado o no los la han contado.
René Rebetez, el escritor colombiano de
ciencia-ficción más conocido en el mundo, más
desconocido en su propia patria, no sólo fue el hijo
del relojero, fue hijo de su tiempo, fiel exponente
de una época de revoluciones y también de
frustraciones.
Dixon Acosta
Bogotá, septiembre de 2009
DIXON ACOSTA (1967)
Bogotano, felizmente casado con Patricia.
Fragmento de Ingeniero Forestal (cuatro
semestres que sirvieron para hacer un
poema), Sociólogo (Universidad Nacional de
Colombia) y Diplomático de Carrera
(Academia Diplomática de San Carlos).
Integrante del Taller de Escritores de la
Universidad Central (TEUC), Bogotá, en
1993. Finalista en varios concursos de
poesía, cuento y ensayo. Participante I
Festival Internacional de Poesía de Granada,
Nicaragua. Artículos, ensayos, poesías y
cuentos publicados en libros, periódicos y
revistas. Colaborador de las publicaciones
especializadas en ciencia-ficción, Quinta
Dimensión (Argentina), Alfa Eridiani y El
Sitio (España).
Publicaciones en libros colectivos: Cuentos
breves en “Cuentogotas” (2003), poemas
incluidos en “Letras Derramadas” (2002) y
“Entresiglos” (2003).
Artículos
8
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
“Vas por la selva, y continuamente te preguntas
cosas.”
LUIS BRITTO GARCÍA, Cacería
El meteorito había acabado de golpear la nave.
La compuerta estaba realmente averiada y la
parte del casco alrededor de ella presentaba graves
fisuras.
El golpe nos había dejado aturdidos por varios
minutos y la disminución de oxígeno en la nave a
causa de las grietas, incrementaba aún más la
sensación de desorientación. Fue un esfuerzo
sobrehumano llegar hasta los trajes espaciales y
otro divino, meterse en ellos. Luego de estar un
poco más calmados y con los niveles de oxígeno
restablecidos, empezamos a evaluar los daños
sufridos por Cityani, nombre con que se había
bautizado la nave. No fue difícil sopesar lo
deteriorado que se hallaba nuestro vehículo pero
fue avasalladora nuestra angustia cuando
descubrimos la fragilidad en la que se encontraban
nuestras vidas.
-Debemos arreglar inmediatamente los tanques
de oxígeno –ordenó con voz serena el Capitán
Hermes mientras miraba la pantalla donde aparecía
la alerta de daño que informaba sobre el escape del
gas. –No podremos llegar ni siquiera a la próxima
estación en esta condición: los trajes no están
cargados con tanto oxígeno como para sobrevivir.
-De nada servirá arreglar los tanques si la
compuerta no se compone también –respondió
Aldiss, otro de los tripulantes –y por lo que
muestra la computadora, prácticamente tendremos
que reconstruirla. Viajar así significaría una muerte
segura.
El tiempo se acababa y parecía acortarse más,
consumido por la aflicción que seguro causaría la
decisión que nos aproximábamos a tomar.
Al fin hablé para dar una idea de la que me
arrepentiría pronto, y sólo para mí, por mucho
tiempo. Las palabras que pronuncié salieron de mí
como inspiradas por el Ordenador del Universo, un
Ordenador en el que yo no podía creer pero que
mis compañeros intuían desde sus nacimientos.
-Uno de nosotros tendrá que salir y cubrir las
grietas –dije.
-Pero no podrá volver a entrar –sentenció Fobo,
el último de los tripulantes que faltaba por hablar.
Todos enmudecimos todavía más, personalmente
lo hice hasta asegurarme de que mi propio corazón
tampoco hablaba. Sin embargo, ante tal revelación
no había sorpresa. Era tal el daño y tan poco el
tiempo, que lo máximo que podíamos hacer era
sellar la puerta desde afuera con una gran placa de
reparación de las que siempre llevábamos en caso
de choques. La maldición recaía en que nunca se
pensó posible un accidente semejante y en que
para colisiones en la puerta, nunca se formularon
soluciones efectivas. Quien hiciera el trabajo
debería quedar encerrado en el universo, mientras
los otros, libres en el trasbordador.
No había más opciones. Varados como
estábamos, sólo existía una manera de conjurar la
condenación. Algo que debí haber previsto pero mi
ingenuidad no me lo permitió.
-No creo que ninguno de nosotros se pelee el
título de mártir, ¿verdad? –interrogó
maliciosamente Fobo. –Eso sólo nos deja con el
designio de la mala suerte-. Y como si todo
hubiera sido parte del protocolo de emergencia:
Aquí –dijo alzando el brazo –hay cuatro varitas.
Una de ellas tiene el extremo oculto en mi puño,
pintado de rojo. Quien la saque, sale.
Fea Costumbre
Arturo Poveda Becerra
Ilustración de Juan Diego Gómez Vélez
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Un juego milenario según los datos recopilados
por los historiadores de la Tierra. Milenario y
vulgar que cuesta creer que sobreviviera a tantos
cambios como si hubiese sido planeado para
cumplir un rol importante en la historia de la
humanidad. Un juego liberador.
Luego de unos segundos trastornadores,
interrumpió el Capitán: -Si no hay voluntarios,
deberá hacerse así. Debemos actuar
ahora mismo y esta charla ya es
lo suficientemente dañina pues
nos está haciendo perder
tiempo y oxígeno.
Con la autorización de
nuestro líder, Fobo estiró
la mano ofreciéndome
el destino primero a mí.
La vara entre mis
dedos parecía no existir
y aún así mis ojos me
decían que la estaba
tocando. El guante del
traje me castraba
cualquier posibilidad de
percibirla como
cualquier humano en
tierra sí podría hacerlo,
y en medio de la
angustiosa situación me
preguntaba si acaso la
vara no era como la vida artificial que me había
tocado vivir: inasible y sesgada hasta el último
momento por barreras externas a mi entendimiento.
Extraje la vara lentamente mientras la mirada de
quien la sostenía se posaba en mí. Sentí que me
quería decir algo pero sólo vi sus terribles y
humanos ojos acechándome. Luego el rojo
apareció ante ambos. Nos miramos unos a los otros
pero era Fobo el único que revelaba satisfacción.
Mis otros dos compañeros seguían tan alterados
como yo.
-En realidad –dijo él satisfecho –sólo quería que
el destino hiciera justicia también. Al principio
ninguno entendió estas palabras.
-Sé que mis compañeros no se han dado cuenta
pues andan muy ocupados con los asuntos de la
nave –continuó Fobo –pero como Oficial de
recursos y asuntos internos, me he percatado que la
comida no nos ha faltado nunca y de hecho a veces
nos sobra. De no haber sido por la fuga que
tenemos en este momento de oxígeno, llegaríamos
a Plutón con reservas de ese gas aun cuando la
carga estaba precisamente calculada
para cuatro personas. Tú, amigo y
salvador mío, no eres como nosotros.
¿Hace cuánto te escapaste de tu fábrica
de producción?
Para Hermes al fin tomó sentido lo
que decía su subalterno.
Inmediatamente llevó la mano a
su cinturón donde estaba
enfundada su pistola de iones.
Obviamente yo no iba a responder.
¿Para qué hacerlo? Si aprendí algo
directamente de los humanos fue la
resignación con que asumen lo inevitable:
un desamor, una pérdida, una muerte, un
crimen.
¿Que por qué no opuse resistencia? La
diferencia entre ellos y yo no estaba en la
fuerza. Lo único extraordinario sobre mí
es que puedo vivir más que los humanos y que no
consumo ningún tipo de recurso renovable o no
renovable. Así que no podía ni iba a pelear contra
ellos. Eran tres y esos eran suficientes para
inmovilizarme. Sólo di media vuelta y salí de la
nave. Esperé a que mis ex compañeros me
alcanzaran todas las herramientas para reparar el
daño y bajé mi visor antirradiación… Una
costumbre humana, a mí las estrellas no pueden
hacerme daño con su luz.
Mientras soldaba la placa a la coraza de la nave
pude darme cuenta de que no importó cuánto me
alejara del lugar donde me crearon y me
Cápsulas Literarias
10
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
instruyeron… otra frase humana, quiero decir,
donde me programaron. Siempre terminé
cumpliendo esas leyes de antaño formuladas para
“gente” como yo, o debería decir “cosas”. Alguien
tenía que hacérmelas cumplir por designio del
destino.
Definitivamente no soy mejor que ellos pues de
lo contrario usaría al menos un dispositivo especial
de mi cuerpo para evitar quedarme estancado en
medio del espacio, en medio de la nada. Pero a lo
largo de todo este tiempo ya me había convencido
que tampoco era peor.
La nave bramó ensordecedoramente junto a mí
y emprendió su camino, al fin reparada. Recuerdo,
antes de salir de ella, haber visto en las manos de
Fobo las otras tres varitas igualmente escarlatas en
la punta. Habría sido estúpido pelear pero… ¿para
qué hacer ese maldito juego cuando con su sola
declaración me habría podido mandar a retirar? La
crueldad acompañada de la pasión por vivir,
supongo. Otra costumbre humana.
ARTURO POVEDA BECERRA
Nacido en Bogotá, Colombia. Tengo 27 años
y soy licenciado en Humanidades y Lengua
Castellana de la Universidad Distrital
Francisco José de Caldas.
arturopovedab@hotmail.com
Cápsulas Literarias
JUAN DIEGO GÓMEZ VÉLEZ (1965)
Contrariando los planes de sus padres, nació
en Bogotá un mes antes de lo previsto. Casi
toda su vida la ha pasado en Medellín, donde
se suponía nacería. Además tiene genes
paisas y cartageneros, por lo que se define
simplemente como colombiano. Asiduo
lector de ciencia ficción desde que tuvo uso
de razón, apenas a principios de 2009
decidió compartir por escrito su pasión.
También ha sido dibujante y animador y en
un futuro, a lo mejor, escritor. Su alter ego es
ingeniero electricista con especialización en
organización industrial y regulación
económica y, de momento, se gana la vida
como director de proyectos.
Blog personal:
www.cienciaficcion-
sciencefiction.blogspot.com
11
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Una sonrisa adornó la cara de Willy el
vaquero. Según él, el potro ya había
terminado de dorar. El que tenía más hambre era
como siempre el gordo Geo. Hacía girar con
paciencia y devoción las barras que atravesaban el
animal de punta a punta. Lucy, sentada en un
tronco, limpiaba las patatas y se preguntaba si
habría bastantes para todo el mundo.
“En el mundo de la Kókora solo corren libres
los caballos ciegos, acechan los mini-lobos, vuelan
las palomas mutantes, y crecen tubérculos
putrefactos”, dijo Jeremy a Justina, como si esta
última no lo supiera. Claro que lo sabía: si desde
hacía “eternos quince años” (solía referirse así a su
edad), vivía en ese desierto cavernoso que no sabía
quién había bautizado como “el mundo de la
Kókora”. Jeremy es un tonto, solía repetir en su
mente.
El que sí creía en Jeremy era el pequeño Tony.
El niño admiraba a aquel hombre porque conocía
las respuestas a un sinnúmero de interrogantes:
“Jeremy, ¿por qué los caballos nacen ciegos?...
Jeremy, ¿por qué hace frío todo el tiempo?... ¿por
qué no podemos dejar apagar este fuego?...
Jeremy, dime, ¿qué hay más allá del negro cielo?”
Jeremy se levantó y comenzó a caminar en
círculos, acariciándose el vientre: “más allá del
negro cielo, que es más bien una densa nube negra,
digámoslo así, se encuentran apuntando hacia
nuestras cabezas las cimas de las montañas de
Maurice”.
Willy el vaquero y el gordo Geo soltaron una
carcajada dividida en silbidos. Justina, indignada,
se levantó a su turno elevando un hueso de potro:
“¿Cómo lo que está a unos cuantos caminares y
dormires de aquí, puede estar por encima de
nosotros?... Es como si pudieras arrojar este hueso
desde allí para que caiga en la cabeza de Lucy”.
Lucy le lanzó una mirada cargada de odio. Las dos
no eran muy buenas amigas. Ambas pretendían el
amor de Luke, el ahuyentador de mini-lobos, quien
ya roncaba con la barriga llena y soñaba con una
especie de dinosaurio volador.
Jeremy respondió que sólo había que tener la
fuerza suficiente para lanzar el hueso para que
cayera en la cabeza de Lucy o en la arena que
estaba debajo de su bota. El mundo de la Kókora,
prosiguió, es como el interior de una bola hueca de
piedra cuyo núcleo es una reunión de gases y
diminutas partículas luminosas que se dejan ver de
vez en cuando.
Justina, hastiada de la pedantería de Jeremy, de
que se creyera el único ser humano dotado de
iluminación, se acercó peligrosamente al fuego y
exigió al predicador que demostrara que era cierto
lo del hueso, lo de la piedra redonda y su teoría de
la nube negra. La sombra de la mujer huyó entre
las rocas como un reptil. La comunidad guardaba
silencio, esperando la réplica de Jeremy.
El hombre se sintió desposeído de argumentos.
Era una humillación eminente, sobre todo ante los
ojos inmensos del pequeño Tony. No encontraba
En Torno al
Fuego
Luis Ignacio Muñoz Zapata
Ilustraciones de Juan Diego Gómez Vélez
Cápsulas Literarias
12
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
fuerzas para responder a pesar de haber pasado
buena parte de su vida haciendo cálculos para
determinar cuál era la perpendicular del sitio en
donde se hallaban. Siempre tomó como punto de
referencia la gran fogata en donde comían y el
recuerdo de su primera visita a las montañas de
Maurice. Cuando tenía la edad del pequeño Tony,
Jeremy viajó allí con su padre. El camino
terminaba en una especie de domo en el que una
barra gigante apuntaba hacia el cielo. Su padre lo
invitó a observar por un agujero. Al principio,
creyó que era una especie de llama encerrada en el
aparato. Pero luego comenzó a comprender lo que
le quería decir su padre: “ése es el fuego donde
comemos, ésa es nuestra casa”.
Jeremy creció, enterró a su padre, quiso que
fueran verdad sus palabras. Viajó varias veces al
domo, observó la estrella difusa alrededor de la
cual debían estar reunidos sus amigos, su familia.
De regreso, se ponía a dibujar con un guijarro
afilado sobre las rocas. Enviaba palomas a dar la
vuelta al mundo. Algunas lo hacían. Pero las
palomas mutantes no eran siempre fiables, y
Jeremy se hizo viejo. Comenzó a tener problemas
digestivos, como lo que le ocurría en esos
momentos. El potro no tenía un buen punto de
cocción. Willy el vaquero y el gordo Geo se habían
apresurado a sacar la carne antes de tiempo. La
marea estomacal le impedía reflexionar.
Lucy quiso equilibrar la situación, desmoronar
el pedestal moral en el que se hallaba en aquel
momento Justina, dándole una mano a su aliado de
turno: “¿estás loca?... ¿Cómo vas a exigir una
prueba?... Jeremy no puede demostrarte que Dios
existe… y sin embargo, existe, ¿no?... es el Padre
de nuestros ancestros… Nuestros ancestros no
pudieron haberse equivocado… Hay estatuas y
ruinas de templos, cruces y libros con dibujos…
Dios existe y eso es todo. Si Jeremy habla de una
nube negra en el centro del mundo es porque allí
debe estar el escondite de Dios o algo así…”
Justina soltó el hueso que le servía de bastón, se
acercó a Lucy, infló el pecho en señal de combate
y, señalando hacia arriba con su índice derecho,
pronunció: “sólo tiene que lanzar un hueso desde
los montañas de Maurice para que caiga aquí…”.
Esto último lo ilustró bajando el índice y
colocándolo en la cabeza de Lucy. Los otros
echaron a reír.
Sintiéndose ridícula, Lucy dio unos cuantos
pasos atrás. Miró a Jeremy, quien parecía ausente,
y luego al pequeño Tony. En los ojos del niño se
reflejaban ruinas de templos y la soledad en la que
Dios había dejado a sus nietos. La oscuridad que
reina, murmuró una voz en el interior de Lucy, la
oscuridad no dejará ver el hueso que cae. Con
mayor alivio, se dirigió a Justina y al grupo: “un
hueso nunca será una prueba. En la oscuridad lo
único que alumbra es el fuego… necesitamos ver”.
Willy el vaquero y el gordo Geo se miraron.
Sabían de algo que podría funcionar. Hacía unos
cuantos días, habían descubierto unas cajas en un
viejo edificio del otro lado del valle, en la cuidad
antigua. Eran cajas de cilindros de cartón atados a
varillas de madera. Los dedos torpes de Geo
dejaron caer la antorcha sobre unos cuantos de
ellos. La tierra se movió. Geo y Willy bailaron sin
saber por qué. El recinto se iluminó y una cadena
de estallidos se extendió en las alturas. Echaron a
correr, no sin antes haber cogido algunos de
aquellos artefactos que todavía no habían entrado
en contacto con el fuego. Los ocultaron como si se
tratara del más preciado tesoro.
Geo estiró sus brazos, como preparándose para
hablar. Willy sopesaba la posibilidad de revelar a
la comunidad su secreto. Poco le importaba si la
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
teoría de Jeremy resultaba cierta o no. Era difícil
encontrar artefactos provenientes de los ancestros
que todavía funcionaran y desperdiciarlos en una
tonta discusión en torno al fuego era algo que el
vaquero no soportaría. El gordo le dirigió una
mirada inquieta. La tensión entre Lucy y Justina
aumentaba, y Jeremy parecía sumirse en un estado
agónico.
Luke abrió sus ojos anaranjados. Había
escuchado la última parte de la discusión. Todavía
tenía marcado en las retinas el dinosaurio volador
de su siesta, una mancha luminosa que se anchaba
como una paloma en las nubes y ponía fin al
imperio de la noche. Más que un sueño, era la
deformación de un recuerdo vago. Tenía el cuello
tenso por la posición que había elegido para
dormir. Giró su cabeza y en su periferia alcanzó a
ver los gestos delatores del vaquero y el gordo.
Conocía muy bien al par de bribones. En su
memoria se dibujó de repente aquella ciénaga de
titileos amarillos y rojos en el horizonte que lo
había distraído de su rutina de patrullaje contra los
mini-lobos, pero que le había permitido divisar,
desde la colina donde se encontraba, a Willy y Geo
correr y reír como locos. Llevaban algo en las
manos, algo que permanecía oscuro tanto en aquel
momento como en su recuerdo, pero que había que
sacar a la luz.
Se levantó y juzgó rápidamente la situación. Fue a
separar a las chicas y a darle una palmada en la
espalda a Jeremy. “Creo que podremos ver si tu
teoría es cierta o no, dijo Luke, el vaquero y el
gordo tienen algo que nos ayudará”.
El vaquero saltó con rapidez varios troncos y
rocas que se interponían en su camino. Geo se
limitó a girar lentamente en su órbita, sin saber qué
hacer. Todos exigieron ver aquellas máquinas de
luz voladora. Willy se montó en su bestia y huyó.
Un caballo ciego es un buen guía en las tinieblas,
pero ese cobarde del vaquero regresará muerto de
hambre y frío, o huyendo de una jauría de mini-
lobos, tal era el consenso.
El gordo indicó en dónde estaban los artefactos
que darían brillo momentáneo al cielo. Después de
mucho discutir, se convino que Luke debería partir
con Justina y Lucy a las montañas de Maurice para
lanzarlos. Una supervisaría a la otra, mientras que
el chico, siendo el único capaz de controlarlas,
calmaría cualquier litigio. Jeremy dio las
instrucciones de cómo llegar al domo. Junto al
pequeño Tony y el resto de la comunidad, se
quedaría esperando que el fuego apareciera en el
firmamento.
El niño preguntó a Jeremy por qué no había
dicho nada cuando Justina lo atacaba. El hombre,
que ya se encontraba liberado de su malestar
intestinal, le dio una respuesta que lo dejó
asombrado. Era posible que, al fin y al cabo,
Justina tuviera razón. No se podría probar la teoría.
Aquellos cohetes se perderían en la espesura de la
negra nube, como ocurriría igualmente con Luke y
las dos chicas dentro de las numerosas galerías de
las montañas de Maurice. Se extraviarían en las
entrañas infinitas del mundo subterráneo, reposo
de los ancestros y de las palabras de su padre.
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
JUAN IGNACIO MUÑOZ ZAPATA
Nació en Pereira en 1979 y reside en Canadá
desde 1999. Acaba de terminar una tesis de
doctorado sobre el cyberpunk
latinoamericano y comienza un proyecto de
postdoctorado sobre la historia alternativa.
Ha publicado relatos de ficción en las
revistas Axxón, Crónicas de la Forja, Alfa
Eridiani y Revista digital miNatura.
Igualmente mantiene esporádicamente un
blog (http://tatama-mecha-
system.blogspot.com/) y, como lo anuncia
desde hace un buen rato, prepara un ciclo
novelesco de ciencia ficción.
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Estaba de nuevo en Colombia aunque a decir
verdad nunca se había ido del país. Concerté
la entrevista con Raúl Tasca, el dueño del famoso
circo cerca del estadio, con tigres, osos, payasos,
quizá pericos y uno que otro sapo sin duda. Ya
tenía los temas programados y las preguntas no
resultaban difíciles de sortear. Y así fue. Tasca me
contó del circo y de las nuevas atracciones, de su
especial cuidado con los animales y de su
propósito de recorrer el país programando
funciones día y tarde. El acento mexicano, no tardé
en advertir, había desaparecido del todo.
En los últimos años hemos sufrido varias bajas.
¿Si ve el nombre del circo? Sólo existe un hermano
Tasca, yo. Las viejas atracciones son cosa del
pasado, la gente de las motocicletas envejeció
rápido y llevar elefantes y tigres en trailer no es tan
fácil como la gente piensa. Y ¿qué me dice usted
de los payasos? El humor es otro, señor Galindo,
las películas de terror trocaron el payaso en un
psicópata que lanza cuchilladas. Ya nadie se
asombra viendo un oso montando cicla. Y los
niños, nuestro verdadero público e inspiración,
solo ríen cuando los trapecistas fallan.
Al detener la grabadora, Tasca me comentó
sobre los animales muertos esta última temporada,
la peor de todas a su parecer. Otros sentimientos
prevalecieron frente a mi curiosidad. No quise
preguntarle por la alimentación de los elefantes o
de los osos, me preguntaba y ustedes también se
preguntarán, cómo aplacar el hambre de un tigre
cuando no hay dinero, qué diablos hacer con un
canguro moribundo… Tasca advirtió mi inquietud.
Dispuso su voz para referir la vieja anécdota del
cirquero quebrado, del leopardo flaco entre los
barrotes. Estábamos detrás de la gran carpa. De
repente la temperatura bajó.
La lluvia comenzó a precipitarse en cortes de
navaja; las gotas, gruesas y rápidas anegaron el
césped. En el horizonte los relámpagos. Luego, el
granizo. Sobre el aluminio de las jaulas se
reventaban las perlas produciendo un ruido
ensordecedor. Raúl Tasca desapareció de mi lado,
el dueño del circo que tenía en su trailer
fotografías con tucanes, lobos y pericos, se
convirtió en un almirante dispuesto a luchar con
arrojo y valentía. Yo alcanzaba a oír las órdenes
entrecortadas por el ritmo de la tormenta. El
aullido de los animales parecía provenir de muy
lejos. En un trailer la escuadra de perros
amaestrados se organizó debajo del escritorio. Los
caballos en el establo semejaban esculturas de
piedra, una detrás de otra, sin relinchar. Ya
imaginaba a los acróbatas ensayando en sus
delgados trajes, a los domadores mirando el reloj,
a los payasos sin maquillaje cubriéndose la cara
ante el espejo. Otra función pérdida: ayuno para el
canguro boxeador y en la peor de las situaciones
para los tigres. La niña de la taquilla, lo supe
después, no abrió.
Tasca estaba emparamado. Se acercó a mí con
un paraguas, tuvo que gritarme al oído: necesitaba
mi ayuda, necesitaba mi auto, debíamos irnos.
Caminar así parecería un suicidio, pero llegamos a
mi auto con vida.
El número de los elefantes había pasado a la
historia, sin embargo todavía era fundamental para
el circo. El trailer que los llevaba se había varado
en el centro. Tasca me dio las indicaciones para ir
a cerciorarnos de que los animales estuvieran bien.
“Hay mucho en juego, usted no sabe señor Galindo
lo que cuesta uno de esos animales, usted no sabe
lo que cuesta entrenarlos, ¿puede creer que hace
uno años los tres que teníamos murieron? Son
animales muy nerviosos y no sé…” Íbamos por la
treinta y por sus indicaciones íbamos bien.
Dentro de la lluvia, la
granizada en Bogotá
Fernando Galindo Gordillo
Ilustraciones de Juan Diego Gómez Vélez
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Siempre he sido un conductor diestro y todo
aficionado de los autos gusta de los retos y si no
hay safari al menos están las congestiones y, en
ocasiones, el granizo. El alcantarillado no dio
abasto. A lado y lado de la calle los trozos de hielo
formaron barricadas, que gracias a las olas
producidas por los carros rebozaron al andén. El
césped quedó completamente cubierto. Debajo de
los puentes divisamos las tropas de motociclistas
arrinconados en las esquinas, arropados con los
chalecos, atrapando entre los dedos un cigarrillo,
cubiertos por el humo y el vaho. Mi concentración
al volante la envidiaría el jugador de ajedrez.
Estábamos en una rara competencia por la
supervivencia, pasábamos a los varados con cierta
alegría y al tiempo con temor.
El “río” que pasa por la treinta corría a una
altura inverosímil. Allí dentro habría personas
escondidas dentro de los túneles, atrapados entre el
frío, sofocados por el agua. Cerca de los árboles
estaban regadas por el suelo varias hojas. Por
doquier había personas escampando en los puentes
peatonales, al frente de la portería de los edificios,
debajo de la entrada de las casas, mirando llover
desde la cafetería, o envueltas en plástico sobre la
acera junto a un mueble lleno de colombinas y
mentas. Llegar allí, indicó Tasca, sería imposible.
El trailer estaba varado en la Caracas con 26.
Después de lidiar durante años con la
congestión vehicular, el escenario ante mis ojos no
era extraño para mi profesión de periodista. Los
del gremio sabemos sortear las situaciones extrañas
no tanto para resolverlas como para registrar la
noticia. Tomé todos los atajos posibles y después
de superar kilómetros de carros estacionados uno
después del otro, llegamos a un punto alentador. La
lluvia había pasado. El granizo sacudió la capital a
las malas, esculcando cada una de sus esquinas
hasta limpiarla por completo. Pero ocurrió lo que
siempre pasa con las purgas, las auditorias y la
limpieza: la mugre mudó de puesto, las aguas
negras rebozaron y el alcantarillado sencillamente
no sirvió.
Los niños ya estaban ensamblando sus
muñequitos de “nieve” con granizo criollo.
Estamos en Colombia me dije, aquí celebramos
cualquier cosa, el 1 a 1, el 0 a 0… Ahora, la
tormenta. Unos tomaban fotos, otros conversaban
con los vecinos sacando el agua a baldazos; la
mayoría, arropados con bufandas, jugaban en los
parques, arrojándose al suelo, lanzándose granizo.
Después de estacionar el auto, tardamos veinte
minutos en llegar.
A ras de suelo flotaba una delgada neblina.
Sobre la baranda del centro internacional estaban
apiladas decenas de personas, no se alcanzaba a
divisar qué ocurría en la intersección con la
Caracas, debajo. Tasca se diluyó entre la multitud;
yo sentí en mis bolsillos el frío de las llaves, y no,
no era momento para fumar.
La tormenta inundó la avenida. Cada vez que
llueve en la Candelaria, el fuerte caudal trae de la
montaña palos y piedras que viajan de la carrera
segunda a la carrera décima en menos de un
minuto. La inclinación llevó el agua y el granizo al
punto más bajo de la carrera 26 formando un lago
glacial. Las carrocerías de los autos horadaban los
inmensos bloques de hielo, el agua entró dentro de
los colectivos atrapando a la tripulación, dejando
inerme a un capitán que sólo manejaba carros.
Todo resbalaba lentamente. Desde la Caracas las
personas se las arreglaron para enviar sogas:
subieron niñas disfrazadas, madres con carteras,
hombres emparamados. Abajo, el caudal
desorganizaba los autos y los arrojaba unos encima
de otros.
Desde donde estaba era imposible divisar el
trailer. Traté de bajar un poco para advertir en qué
situación había quedado. Me estrellé con un
remolino de personas imposible de franquear: no
alcancé a ver nada, sólo oía las perlas del granizo
removidas por los zapatos.
Un largo oh y ahh me dio una idea de lo que
estaba ocurriendo. La marea que me impedía ver
volvió sobre sus pasos: el pánico y el miedo; los
miembros entumecidos y un ruido inconfundible:
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
el barrito del elefante. Los tres animales escaparon.
No vi a Tasca, tampoco el trailer.
Son africanos, lo sé porque las orejas de los
elefantes africanos tienen una rara similitud con el
mapa de África. Y no lo va creer usted, que me
parece escéptico, las orejas del elefante de la india
tienen la forma de la india, en triángulo. Son
animales pacíficos, pero nerviosos… Aunque nadie
ha visto un elefante matar por comer, su dieta no
nos incluye, son comunes los accidentes por la
fuerza que tienen. Vi por televisión que crecen toda
la vida. Si ve como pegan las orejas a la cabeza, las
pegan como un seña inequívoca de que están de
mal genio y van atacar.
Bien lo dijo uno de mis maestros, en la
catástrofe el excéntrico se vuelve locutor. El viejo
era la única voz que oía, en una de sus manos noté
la explicación: llevaba una Biblia en un estuche
negro. Cuando derribaron el trailer, lo comentó con
cuidado, preguntando por la suerte del conductor;
cuando uno de los tres elefantes, el más grande,
sentó sus patas delanteras sobre uno de los
vehículos, añadió una
editorial: qué vano es el
hombre, qué débil frente
a la naturaleza, qué pobre
frente al Señor.
De los primeros gritos
al silencio, del silencio al
comentario de “por favor
señor no moleste” a “deje
de hacerlo, nadie quiere
su opinión”, ¿sí oye? Los
bomberos.
Y a lo lejos las
sirenas, los carros, el
equipo de rescate. Nadie
se perdía la función de
los elefantes en la 26. El
desconcierto de los
socorristas y los
bomberos era
comprensible. Una de las
pocas voces que se oían era la del conductor del
trailer y la de su patrón, Raúl Tasca.
Hubieran estado calmados o perplejos, el
escenario hubiese sido un espectáculo excepcional,
pero los animales se mostraban agresivos y no
permitían que las personas familiares se les
acercaran. Algo ocurría. Tenían un mirada
penetrante, como si los ojos estuvieran a punto de
desprenderse de las órbitas, disparar fuego y
derretir el hielo a su alrededor.
La granizada y la tormenta, que había
despeñado piedras y bloques de hielo a la 26, sin
duda quedarían registradas como un evento
singular, pero al parecer junto a los elefantes y al
desdichado de Tasca el ambiente encerraba un
misterio. Sin lluvia, comenzaron a pasar escuadras
de palomas y aves; volaban muy bajo; eran
decenas, cientos, miles; oscurecieron el cielo. Los
perros empezaron a aullar. Todos nos mirábamos
sin saber qué hacer, me detuve en el pastor que
atrapaba su Biblia sin musitar palabra o hacer seña.
Tropas de perros inundaron las calles, como si
estuvieran llamados a
dirigirse de manera
inexorable a un lugar. De
cerca, un poco temeroso,
advertí que estaban
recorriendo y marcando
el perímetro. Estaban
todas las razas: french
poodle, beagles,
labradores chocolates,
pastores alemanes,
gozques negros, gozques
amarillos…
En ese instante algo
me dijo que los elefantes
no serían doblegados.
Presa también del
pánico, me costó trabajo
divisar qué hacían los
demás. ¡Oía los ladridos,
veía los perros, sentía las
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
alas, pensaba en los elefantes! …El tiempo
demoraba cada minuto. Corrí con una destreza
insuperable, y cuidándome de no resbalar entré a
una librería que por descuido dejó las puertas
abiertas.
No sentí calor, tenía el cuerpo comprimido,
enjuto, me pasaba la lengua por los dientes. Por
entre las ventanas el espectáculo extrañamente no
despertaba mi atención. La habilidad y la destreza
la compartíamos todas las personas, incluso los
viejos. Los perros envolvían los autos, salían de las
esquinas, mordían las piernas. Yo sentí las
palabras; sin embargo, olvidé hablar.
Estaba ante un panorama insólito y descarnado,
cuya sola vista estremecería al más temerario de
los hombres. Recuerdo que mis movimientos eran
intempestivos, miraba a los demás con cierta
rareza, como si estuviera acostumbrado a
observarlos pero nunca a presenciarlos de esa
forma. La ropa me incomodaba, me picaban los
pies, los zapatos y las medias estaban
emparamados y pesaban. El ambiente familiar de
la librería me resultó extraño e inhóspito, estaba
intranquilo y molesto. He vivido momentos
dramáticos, catástrofes de toda índole, he visto el
dolor, el sufrimiento, las personas huyendo
restañando sus heridas con las manos. Esto era
diferente. La manera de razonar y guardar los
recuerdos estaba cambiando, lo que me parecía
simple lo veía como único y nuevo. Temía a las
personas, me extrañaba de los libros, me asustaba
mi reflejo. Los perros y las palomas y los caballos
y los elefantes no despertaron mi atención. Me
inquietaba, por el contrario, lo simple: el sonido de
los teléfonos, la luz de las bombillas, la humedad
de mi ropa.
Han pasado ya varios meses del incidente y con
el propósito de corroborar los datos, decidí visitar
la librería. No pudieron ofrecerme una respuesta a
lo que ocurrió después. Nunca sabré si alguien
abrió la ventana o la librería ya estaba llena de
insectos o en algún lugar del edificio, esto es más
común de lo que parece, un panal de abejas estaba
colgado en una esquina. Algunos libreros me
aseguraron que entraron por una ventana y aparte
de las palomas y los perros, las moscas, las abejas
y los zancudos estaban revoloteando por todas
partes, estrellándose como bolas de goma contra
las ventanas… El caso: hubo una fisura y por esa
fisura entraron. Las puertas del recinto estaban
cerradas. Uno de los libreros improvisó una
antorcha. Ante el fuego, quienes habíamos huido
de la tropa de perros y la bandada de palomas
entramos en pánico y escapamos. Mis recuerdos y
los recuerdos de los demás rinden versiones
distintas. Coincidimos en una cosa: la lluvia
empezó de nuevo. Cuando me llevé las cortadas de
la mano a la boca volví a hablar.
“Algunos especulan, señor Galindo. Y no le
voy a decir que yo no, que las mías, que las
observaciones de este trajinado magín son puras e
intachables. Le voy a decir lo que pienso, es
probable que nunca sepamos a ciencia cierta qué
ocurrió, pero pide usted la opinión de un erudito, la
tiene: quizá nuestra información genética no sólo
fije qué altura o el color de iris que tendremos,
quizá conservemos el miedo de nuestros
antepasados, su comportamiento y del mismo
modo que custodiamos un legado, estemos
formando otro. Acaso lo mismo le sucede a los
demás animales… Ya estoy entrando al reino de la
fantasía… ¿Qué ocurrió, me pregunta? Recibimos
un estímulo inusual y respondimos. Pero en otras
partes del mundo hay invierno y granizadas, es
cierto; pero yo le voy a pedir un favor: piense un
poco.
Mis temores se repartían entre el circo y el
trailer. Los elefantes son costosos, y yo ¿ya le
conté cuánto nos cuesta mantenerlos y entrenarlos?
Son animalitos agradecidos porque si uno los trata
con cuidado viven mucho y se enferman poco.
Como le decía, por un lado me preocupaban ellos;
por otro, el circo. Cuando regresamos recibí el
reporte. No pasó nada. La escuadra canina de
acróbatas regresó al cabo de unas cuantas horas.
Más allá de los daños esto es publicidad. Yo tengo
fe en el mundo del circo. Recuerde: reanudamos
labores el martes. Venga por la tarde, es a mitad de
precio, anímese.”
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
“¿Usted por acá? ¡Qué maravilla! Las vueltas
que da el mundo. Ya está confirmado: los elefantes
son africanos ¿recuerda las orejas? Conmigo
vinieron los de la parroquia... Despreocúpese,
nosotros lo acompañamos. Estamos en un circo, y
en la iglesia y en el circo uno hace hermanos.”
FERNANDO GALINDO
Colombiano.
Tengo 31 años, trabajé dictando un taller de
escritura de ciencia ficción en la
Universidad Nacional de Colombia.
Actualmente dicto conferencias sobre
literatura y escribo reseñas en una revista.
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
La última vez que la vi, antes de mi ingreso,
fue esa dolorosa mañana en 2004, al bajar del
taxi con el corazón destrozado y sin una lágrima
mas para derramar, todas las había vertido
suplicante desde la noche anterior hasta verla partir
indiferente y decidida, cuando después de tantos
años de entrega incondicional y de apasionada
compañía, decidió reemplazarme por un fulano del
que hoy, doscientos veintitrés años después, sólo
un lejano recuerdo sobrevive. Recuerdo que con
alguna frecuencia sale de las sombras y emerge a
mis pensamientos, uno en un millón, porque a mis
doscientos cincuenta y tres años, he vivido
incontables experiencias.
Siempre me pregunté lo mismo y nunca he
podido encontrar una respuesta, ¿Qué hubiera
pasado con mi vida de no haberse entrometido en
la felicidad que nos unía? Pero la especulación no
da lugar a la calma. Al preguntarlo,
inmediatamente sugiero que fue mi culpa, que no
fui lo suficientemente hombre para satisfacerla,
que fue culpa del fulano por ser más encantador de
lo que yo alcanzaba a ser, que ella fue la más
culpable de todos por permitirse llevar más allá un
gusto pasajero. En últimas, pienso que todos
fuimos culpables, de una y de otra manera todos
nos metimos en la vida de los demás, lo buscamos,
lo arruinamos, lo asumimos, pero yo nunca lo pude
superar.
Sin sentido y sin razón para vivir, frustrado y
deprimido, decidí asistir por presión de mi familia
a terapias sicológicas, pues luego de tres años, en
2007, nada me salía bien, no duraba en mis
empleos, me había convertido en una persona
irritable, conflictiva e insoportable, el alcohol era
mi mejor amigo y me encerraba a martirizarme
con el recuerdo de la felicidad junto a ella, la
gritaba, la deseaba, la extrañaba.
Fue durante la segunda terapia que decidí no
continuar con mi vida. Aún recuerdo los ojos de
mirada demente de la sicóloga que me atendía, se
levantó de su silla y se acercó para quitar el
cuchillo que yo sostenía con ambas manos
haciendo presión sobre mi cuello. Luego que ella
lo alejara suavemente controlando la situación,
lloré como nunca en esos últimos años.
Mientras lloraba tendido en el suelo, de un
cajón de su escritorio sacó una carpeta negra, la
colocó al lado de mi historia clínica y la abrió, me
miró fijamente y con voz ausente preguntó. “Si no
tiene nada que perder, ¿estaría usted dispuesto a
ser parte de una serie de pruebas científicas? Que
de lograr los resultados esperados, revolucionarán
el concepto de la vida, tal como lo conocemos hoy”
Luego de esperar un par de segundos y mirarme
con esa sonrisa maliciosa que por primera vez
dejaba ver su dentadura, blanca y perfecta,
Sara
David Ricardo García
Ilustraciones de Juan Diego Gómez Vélez
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
atrayente, pronunció mi nombre esperando
respuesta, “Dante…”
“¿De qué se trata?” Respondí, y de esta manera
abrí la puerta a mi destino.
Luego de una serie de explicaciones y retahíla
científica que poco entendí, de múltiples exámenes
y reuniones clandestinas, de visitas a laboratorios y
de pruebas dolorosas, firmé sin leer el contrato e
ingresé al programa secreto de experimentos con
seres humanos G.F.E o “Genetics For Eternity”,
cuyo principal objetivo era la manipulación
genética para lograr la inmortalidad.
Todo había comenzado con el descubrimiento
del mapa genético pocos años antes y, como era de
esperarse, su consecuente aplicación comercial por
parte de grandes multinacionales de la belleza y de
la farmacéutica, interesadas en encontrar un
tratamiento que fuese la fuente de la juventud, y a
su vez, la fuente de las mayores riquezas, porque
¿quién no sería capaz de pagar el precio que fuese
necesario para no envejecer?, ¿para no morir?
En esa época, el consumo exagerado de
cosméticos y tratamientos para el
rejuvenecimiento, otorgaba a estas compañías
multimillonarios recursos para pagar los mejores
científicos y equipos de alta tecnología para este
programa, no sólo secreto, sino también
clandestino, ya que en ese entonces la
experimentación con seres humanos era ilegal.
Los fármacos eran muy fuertes, en muchas
ocasiones sentí que moría, nunca supe realmente
los pormenores de lo que me hacían, no me
importaba, siempre hice mis oídos sordos a las
precauciones y a las alertas médicas, fui el
conejillo de indias perfecto.
Luego de cinco años y cansado de experimentos
con inyecciones, radiaciones, terapias con esos
malditos fármacos e inexplicables procedimientos,
decidí retirarme del programa. Si iba a morir,
prefería hacerlo decentemente, en una playa
mirando al mar y con una botella de licor a mi
lado, pero no en aquel antiséptico ambiente
controlado.
De mi familia ya no sabía desde mi ingreso al
programa. Por fuentes externas supe que ellos me
daban por muerto, gracias a un dictamen
sicológico que me mostraba como un loco que
inevitablemente atentaría contra su propia vida.
Luego de mi desaparición, buscaron mi cuerpo en
todos los ríos cercanos y lejanos que frecuentaba,
en las morgues, en los periódicos y en internet,
nunca aparecí. Rápidamente se dio por cerrado el
episodio de Dante, el perfecto suicida que no dejó
rastro alguno ni carta de despedida.
Jamás habrían imaginado que me encontraba en
el centro de un gigantesco bunker construido por
las multinacionales de la belleza, financiado por el
dinero de inversionistas de grandes corporaciones
que creían en el potencial a futuro de esta
investigación. Este bunker, al que llamaban
confidencialmente Paraíso, se encontraba
construido bajo tierra, con fuertes medidas de
seguridad y tecnológicamente invulnerable.
Parecía más una sofisticada prisión, que fuera su
destino inicial, pero que había sido abandonado
por una nueva política que se gestaba al interior de
la clase gobernante, en busca de disminuir la
población carcelaria en áreas urbanas, enviando
grandes contingentes de presos a las selvas para
trabajos forzados, en lo que conocimos como
industria de combustibles hidro-biológicos.
Increíble lograr producir combustible a partir de
las moléculas del agua. Primero fue vendida a
cada hogar en las grandes urbes, mas tarde en
botellitas, luego, los ríos y mares fueron vendidos
como la tierra, le llamaban propiedades
complementarias, sus dueños se hicieron ricos al
vender agua no sólo en botellitas, sino en
diferentes presentaciones para usos doméstico,
higiénico, humano y animal.
Luego vino la venta de oxígeno, se utilizaron
las antiguas tuberías de gas natural para ello. Si las
familias deseaban oxígeno puro en su casa debían
pagar mensualmente por él a las grandes
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
corporaciones de servicios públicos. La energía
nuclear era económica, pero el oxígeno se
convirtió con los años en un artículo de lujo,
principalmente la clase alta podía tenerlo. Y es que
no era fácil la explotación de este recurso, después
de la tragedia ambiental del 2025 que eliminó la
tercera parte de la población mundial, el oxígeno
puro sólo se encontraba en pocos lugares de difícil
acceso, y con grandes costos a nivel tecnológico.
A veces pienso que morir en el siglo antepasado
hubiese sido preferible que intentar escapar del
Paraíso esa madrugada del 2032, veinte años
después que me negaran mi retiro voluntario,
argumentando que el contrato firmado tenía una
cláusula de confidencialidad permanente mientras
durara el programa o mi vida, y ninguna de las dos
hasta entonces acababa.
Ya se contaban por cientos los muertos durante
la ejecución de los experimentos, al parecer yo era
quien más resultados positivos había logrado en
materia de anti envejecimiento, pues veinticinco
años después, mi cuerpo tan solo registraba el paso
de cinco años. Así, mi mente configuraba el
recuerdo de cincuenta y siete años de edad, pero
me veía como un hombre de treinta y siete.
Desesperado por el encierro y por las ya
monótonas fantasías virtuales que satisfacían mis
deseos humanos de variedad alimentaria, de
recorridos turísticos, de sexualidad y pasión, decidí
escapar sin importar el costo, igual, llevaba
veinticinco años preparando mi escape, físicamente
y emocionalmente estaba listo para huir, sin saber
qué me esperaba afuera.
Seis horas después de emprender mi fuga,
regresaba encadenado y bajo custodia de dos
robots vigilantes. No lo había logrado, por lo tanto
mi castigo fue cruel: nada de fantasías virtuales por
un año. Extrañé los vuelos en transbordador
espacial a otros planetas y la visita a las capitales
de los países de la Organización Mundial Única,
O.M.U, el organismo que controlaba la totalidad
del comercio y relaciones humanas a nivel mundial.
Extrañaba también las playas frescas y el sexo
matutino con Amanda, mi creación virtual de
pareja perfecta, a quien encontraba en aquella
máquina de sensores y bajo el efecto de la
anestesia que sólo dejaba recibir a mi cerebro los
estímulos sensuales programados.
¡Cuánta falta me hacía Amanda!, los recorridos
por los mejores restaurantes, las comidas y sabores
exóticos que compartíamos, como bailábamos y
disfrutábamos del teatro y del cine, las caminatas
al aire libre, los juegos y la complicidad… se
parecían tanto. Aunque sería justo admitir una
diferencia crucial, y esta es, que Amanda jamás
desaparecería en un taxi, de hecho, jamás tomamos
uno, en mi mundo virtual no existían, tampoco
fulanos, ni sicólogas.
De los dos mil ejemplares de libros que había
en la biblioteca ya había repasado por tercera vez
sus contenidos. Podía recitar de memoria las
hermosas líneas de Homero, de Borges, de
Saramago, de García Márquez, de Verne, de
Dickens, de Stevenson, de la Biblia, de Freud, de
Nietzche, de Pombo, de Alighieri, de Orwell, y de
muchos más.
No intenté volver a escapar, los años pasaron,
así como también pasaron generaciones de
científicos, quienes llegaban jóvenes y salían
viejos. Cada vez que alguno nuevo llegaba y traía
noticias del exterior, le rodeábamos durante horas
escuchándole e imaginando los cambios sociales,
climáticos y científicos.
Nunca podré olvidar el día que mi amigo Rafael
llegó al Paraíso, que si mal no recuerdo fue en
2105, consigo trajo videogramas holográficos, que
había logrado ingresar al esconder los nanochips
de última generación en su equipaje, esto sin ser
detectado por los varios anillos de seguridad que el
protocolo de tantos años había definido. Quién lo
iba a imaginar, resultaba más fácil camuflar en el
equipaje estos dispositivos, en una era, donde se
llevaban incrustados en la retina y debajo de la
piel, en cualquiera de las falanges.
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Gracias a Rafael vi la desaparición del ochenta
por ciento de la forestación, del agua, de las
ciudades y de la humanidad, debida a las guerras
hídricas, al hambre, a los virus y al fenómeno
climático.
Nuestra amistad duró hasta el 2155, cuando
víctima de un ataque al corazón, mi amigo
sucumbió ante la muerte. Paradójico final a quien
busca con ansias la eternidad, en el Paraíso.
También con los años y las décadas vi pasar a
empresarios delegados y encargados del programa
G.F.E. Abuelos, padres, hijos y nietos, todos tenían
la esperanza de ser quienes recogieran el fruto
económico de tanto trabajo, pero esto fue absurdo,
la muerte visitaba sus casas y se perdía de nuevo
esta guerra.
La última mujer que había visto era mi sicóloga,
quien se suicidó poco años después de mi ingreso,
al no poder superar la tortura en su conciencia de
haber entregado para experimentos científicos a
quien fuera su esposo. Él, al no haber resistido el
primer tratamiento con fármacos, había muerto
lenta y dolorosamente, bajo la angustiada
supervisión sicológica de su esposa.
No había visto una mujer real en casi ciento
ochenta años, cuando la volví a ver, a mis
doscientos treinta años cumplidos. Esa tarde de
2187 nos reunieron a los pocos que aún
sobrevivíamos, juntos por primera vez hombres y
mujeres, totalmente desnudos. Es increíble como
luego de tanto tiempo logras acostumbrarte a la
sensación de la exposición, sin temor, sin pudor y
sin reacción.
Cuando ella entró a aquel cuarto, era la última
de las siete sobrevivientes femeninas, mi última
imagen de ella era sentada en aquel taxi, de
espaldas, dejando ver su cabello castaño,
alejándose indiferente, cruel y sin dar muestras de
misericordia.
No existían para mí los otros doce habitantes
del cuarto, mis ojos no podían abstenerse de
mirarla, no lograba creer que fuera cierto, aún
recordaba su nombre pero el temblor de mi cuerpo
no me permitía pronunciarlo, una lágrima salió de
mi ojo izquierdo, quise correr hacia ella pero en
ese momento se apagaron las luces y se encendió
el monitor por donde siempre recibíamos
instrucciones.
Mientras la buscaba en la oscuridad, tratando de
verla y confirmar que no estaba alucinando,
escuchaba las palabras que nos dirigía aquel rostro
nuevo, con fisonomía que me era familiar, pues
quien recuerda bien el rostro de un padre,
reconocerá sin mayor dificultad a un hijo: “¡Como
nuevo encargado y absoluto dueño del programa
G.F.E, tengo el placer de informarles, que después
del esfuerzo de todos nuestros antecesores y de
inimaginables recursos invertidos en este
revolucionario programa, hemos logrado lo
propuesto!”
Un frío intenso recorrió mi cuerpo, todos los
reportes anteriores nos animaban y motivaban a no
perder la fe en el programa, a creer que pronto
llegaría nuestra redención y a ser reconocidos
como héroes pioneros de la inmortalidad. Miré
hacia el monitor y puse atención mientras
continuaba su discurso: “¡Hemos descifrado la
muerte, tengo el honor de presentarles la fuente de
la juventud!, ¡y ustedes serán los primeros
beneficiados por su valioso aporte en esta
investigación! pronto serán informados, gracias
por su sacrifico y labor.”
Al apagarse el monitor y encenderse la luz
artificial de la habitación, un fuerte terremoto
sacudió todo el lugar, las estructuras empezaron a
colapsar y todo fue caos y angustia. Corrí
buscándola para preguntarle si aún pensaba en mí,
pero la perdí de vista en medio de la confusión, de
la misma manera en que perdí el conocimiento,
cuando sobre mí cayó un pesado desván donde
guardaban frascos y material de investigación.
Luego la oscuridad.
Al despertar, noté inmediatamente la diferencia
entre el aire que por casi dos siglos respiré y el
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
que ahora entraba a mis pulmones, aunque
contaminado y pesado, era aire natural. Eché un
vistazo al lugar donde me encontraba, alrededor,
hombres y mujeres se alegraban que recuperara el
conocimiento, pero ella no estaba.
Me dijeron que había sido el movimiento
telúrico más fuerte desde el terremoto de 2100, y
que a pesar de las alarmas de prevención y
evacuación, aquella placa tectónica se sacudió de
tal manera, que no quedaron edificaciones en pie y
el número de muertes había hecho prácticamente
del continente, un lugar deshabitado.
Pasaron veinte años más de búsqueda incesante,
todo estaba irreconocible. De aquellas hermosas
ciudades costeras no quedaba sino el recuerdo, el
aumento en el nivel del mar causado por el
deshielo de los polos fue fatídico para millones de
personas. Nadie pudo detener la avaricia y la
obsesión con el poder y el dinero de los grandes
emporios económicos e industriales, que
contaminaron hasta más no poder el planeta, nunca
reconocieron su responsabilidad directa en la
autodestrucción. Tampoco los gobiernos lograron
ponerse de acuerdo, y cuando ya era tarde, toda la
atención se dirigió hacia el programa G.F.E.
Como los consumidores estaban muriendo, ya
no había a quien venderle y la economía se
desaceleraba a pasos gigantescos, cada vez menos
personas compraban alimento, ropa, finca raíz,
productos para la salud, medicinas, lujos, naves de
transportación, viajes espaciales, vacaciones,
entretenimiento y religión; había que encontrar la
manera de mantener los clientes actuales a como
diera lugar, ya la publicidad y las estrategias de
mercado eran obsoletas, cada vez más productos se
quedaban fabricados sin salir a la venta al público,
si todos morían … ¿a quién venderle? Ya no había
nuevos clientes que atrapar desde que
voluntariamente hombres y mujeres dejaron de
reproducirse.
El programa G.F.E logró éxito en su propósito,
pero justo cuando se preparaba la noticia de la
solución a los actuales problemas del mercado y a
la posibilidad de mantener el consumo
eternamente, el Gran Terremoto destruyó el sueño
y sepultó en escombros al Paraíso.
Durante mi búsqueda, supe que aquel día
murieron diez de catorce conejillos de indias que
estábamos bajo tierra. A todos los muertos
encontré, enterrados a la manera antigua,
incinerados o en registros de vaporización
química, pero ella no estaba entre ellos. Había
resucitado de la muerte en dos ocasiones, aquella
tarde en el Paraíso y por casi doscientos años en la
sepultura de mi mente.
Un día, mientras recorría el sendero que
conduce al último bosque, en busca del permiso
para pagar por mi dotación de agua pura para los
próximos meses, la vi, y fue justo en ese momento
cuando decidí asesinar de una vez por todas al
fulano, lo maté, lo incineré y envié sus cenizas al
olvido, para que así, nunca más interfiriera entre
nosotros. Corrí hacia ella y toqué su hombro
mientras pronunciaba su nombre, ella dio la media
vuelta que yo deseaba desde aquella dolorosa
mañana del 2004, dando fin así a tan larga,
inconclusa y aplazada espera.
“Dante, ¿Cómo es posible?” La escuché decir
mientras desesperado la abrazaba. Olía diferente
de aquellos años en que la conocí, cuando el aroma
de frutas se mezclaba con el aroma de su piel y de
su sudor, pero no importaba, era ella, seguía tan
bella como en su juventud. Los experimentos
habían opacado su vitalidad y oscurecido un poco
su color de piel, su boca seguía siendo la misma
que tantas satisfacciones me había otorgado, con
aquel sabor inolvidable que jamás me cansaría de
probar, su nariz intacta al pasar de los años y
delineada artísticamente, su cabello más largo que
de costumbre notaba ya algunas canas, en sus
manos se conservaba la delicadeza de tantas
caricias, de tantos juegos, de tantos cariños.
No le respondí su pregunta, no sabía la
respuesta, nunca me hubiera imaginado que a los
pocos meses de nuestra separación, y tras
encontrar felicidad con el fulano ya difunto en mi
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
mente, su relación acabaría por una agresiva y
rápida enfermedad terminal, ni ella con sus
cuidados, ni la medicina con sus tratamientos
equivocados e ineficaces lograron salvarlo. Luego
asistió a terapias sicológicas para superar la
pérdida de su pareja y el suicidio de su ex-pareja,
así ingresó al programa G.F.E.
Ciento treinta años después encontraron la cura,
a esta y a otras enfermedades como el cáncer, que
diezmó la población mundial a inicios del siglo
XXII, luego de décadas de honestos esfuerzos,
enredados entre deshumanizantes intereses
económicos y crueles exploraciones hacia la
eternidad.
- Han pasado más de dos siglos y ahora que
te encuentro, solo quiero estar junto a ti, recuperar
el tiempo perdido. – le dije
- No Dante, jamás recuperaremos el tiempo
perdido, todos estos años he pensado en mis
decisiones, no sé si arrepentirme o culparme,
intentar comenzar de nuevo o acabar para siempre
con todo, conocí el amor un pequeño instante de
mi vida, que vago recuerda mi mente entre las
sombras.
- Son esas mismas sombras las que me
enseñaron a odiarte, a matarte y a perdonarte, pero
has resucitado, hoy hay vida y hay posibilidad de
amarte, tal vez mañana no haya un mundo en el
cual vivir, cuando pudimos hacer algo al respecto
no lo hicimos, ahora nada podemos hacer. No
pienso perder más tiempo, déjame amarte aunque
este sea el último día de nuestra tierra, deja que
este segundo sea eterno y que los años pasados
queden en el olvido.
La besé, hicimos el amor y durmió entre mis
brazos.
DAVID RICARDO GARCÍA
Bogotano, 28 años. Músico y amante de la
lectura y la escritura, ha participado en
proyectos para radio, cine y televisión como
creativo y libretista.
davidgarciacn@gmail.com
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Por Diego Darío López Mera
Cómic
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Cómic
DIEGO DARÍO LÓPEZ MERA
(Colombia)
Ingeniero de sistemas de la Universidad del
Valle y docente de programación de
Tecnología en sistemas de la Institución
Universitaria Antonio José Camacho.
Desarrolló el freeware Curvas, muy utilizado
en colegios y universidades en cursos de
matemáticas.
Actualmente coordina el Semillero de
Investigación en Tecnologías Multimedia,
ITmedia de la institución en la que trabaja
Su anterior novela, Los Hombres que
Aterrorizaron al Mundo obtuvo mención de
honor en la primera convocatoria del Premio
Andrómeda de Ficción Especulativa de
España en el 2004, y un cuento suyo de
ciencia-ficción fue publicado en la antología
“Sonrisas y Asteroides” (2008)
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Do androids
dream of
electric sheep?1 es
uno de los escritos
más representativos
de un movimiento
que revoluciona la
ciencia ficción en la
década de los
sesenta: la Nueva
Ola. Desde la década del 50, la ciencia ficción
norteamericana empieza un proceso de maduración
en el cual las preguntas se hacen más complejas.
A diferencia de lo que se muestra en la
adaptación cinematográfica (Blade Runner)2 , la
trama principal de ANDROIDS gira alrededor de
dos protagonistas (Rick Deckard y John Isidore).
Se narran dos historias paralelas: la de un cazador
de recompensas, que encarna la ley y la lógica, y la
del chofer de una empresa que se encarga de la
reparación de animales eléctricos, representación
de la intuición y el afecto.
Es imposible hablar de una de las obras de Dick
sin relacionarla directamente con sus otros escritos.
Varios críticos han dividido sus obras en periodos,
en los cuales se encuentra una relación de
ideologías y actividades del escritor, con sus
textos. ANDROIDS corresponde a la que Pablo
Capanna llama la Época metafísica 1962 – 1970.
En la época metafísica, Dick perfecciona un
sistema narrativo e ideológico que trabajaba desde
sus primeros escritos y que Patricia Warrick3
llama multifocal4.
Kim Robinson sostiene: “el leit-motiv de las
novelas dickianas adscriptas al realismo social, era
la destrucción de las relaciones humanas en el
mundo de los negocios y la exaltación de las
virtudes del trabajo manual frente al burocrático”
(en Capanna). Estas novelas son narradas en
tercera persona, y no hay un protagonista: dos
personajes se destacan como contrapunto entre la
clase autoritaria y la sometida. En la
multifocalidad, Dick experimenta con tramas
mucho más complejas y con una mayor cantidad
de personajes, los cuales no son sólo focos de la
narración, son referentes de clases sociales y
estructuras de poder político y económico.
Dentro de la temática propuesta en la etapa
metafísica se puede encontrar un tema recurrente
en toda la obra dickiana: desde que lee a los
presocráticos, el mayor interés del escritor es
poder separar las ilusiones del mundo real, para
poder así descubrir la verdad oculta tras las
apariencias:
“He escrito novelas para plantear la
pregunta: ¿qué cosa es real? Y he propuesto
una buena cantidad de respuestas. Pero en
realidad no se trataba de respuestas, eran más
bien intentos de investigación de la naturaleza
de la realidad.” (Dick 1978)
A veces este develar la mentira lo lleva por los
caminos del simulacro, el engaño o la supremacía
de lo irreal. Ya en la etapa metafísica, esta
Empatía/Entropía
Rodrigo Bastidas Pérez
Ilustración de Juan Diego Gómez Vélez
1. Desde ahora ANDROIDS.
2. Blade Runner. (1982) Dirigida por Ridley Scott, producida por Michael Deeley.
3. En The Labyrinth-Process of the Artificial: Philip K. Dick’s Androids and Mechanical Constructs.
4. En el modelo de narración multifocal, no existe un protagonista en torno al cual gira la narración (foco único),
sino varios personajes centrales. Junto a la trama central, en la cual se entretejen las historias focalizadas en
aquellos personajes, a menudo hay varias tramas secundarias cerradas en sí mismas.
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
preocupación tomaría otros visos con la inclusión
de la empatía y la entropía.
ANDROIDS desarrolla además dos temas
centrales: el desarraigo y los estados de conciencia.
La Tierra se presenta como un lugar en constante
desgaste, donde el polvo radiactivo obliga a usar
un protector genital de plomo y en el cual una de
las corporaciones de mayor valía es la encargada
de las basuras. Una sombra de tristeza y desilusión
ronda a los personajes humanos: una vez se quedan
en la Tierra, viven relegados. El gobierno ha
desarrollado un programa de colonización, al cual
se ha unido la mayoría de la gente: este mundo de
post-guerra se encuentra casi despoblado:
“The U.N. had made it easy to emigrate,
difficult if not
impossible to stay.
Loitering on Earth
potentially meant
finding oneself
abruptly classed as
biologically
unacceptable, a menace
to the pristine heredity of
the race. Once pegged as
special, a citizen, even if
accepting sterilization,
dropped out of history.”
(Dick 1982, 13) 5
Contrario a esto, aparece Marte,
un planeta que la publicidad presenta como ideal.
Se desarrolla propaganda estatal en pro de la
emigración, los cuales incentivan a la gente a
viajar:
“— How would you contrast your life back
in contaminated Earth, with your new life here
in a world rich with every imaginable
possibility? —I think what I and my family of
three noticed most was the dignity (...) It’s a
hard thing to explain. Having a servant you
can depend on in these troubled times… I find
it reassuring.” (Dick 1982, 15) 6
En estos dos apartes, hallamos un imaginario
(creado para los humanos e instaurado por la
publicidad) de los dos planetas: la Tierra como un
lugar donde desaparece el humano, para la
historia; y Marte, que otorga dignidad y seguridad.
Por antonomasia, Deckard e Isidore son personajes
ya no sólo marginales, sino rechazados por la
historia: Deckard es un cazador de segundo grado
e Isidore un ciudadano de segundo nivel, un
especial.
Dentro del grupo androide, hay un caso similar:
los replicantes regresan a la Tierra, aún con el
peligro que representan los cazadores de
recompensas, ya que para ellos la Tierra, como una
zona de libertad, es un buen
lugar para vivir. Marte
(contrario a lo que dice la
publicidad) resulta
abominable para los
androides.
“ ‘I—’ she [Pris]
hesitated ‘I got various
drugs from Roy —I
needed them at first
because —well, anyhow, it’s an awful place.
(…) this is nothing. You think I’m suffering
because I’m lonely. Hell, all Mars is lonely.
Much worse than this. (...) The androids’ she
said ‘are lonely, too (…) We came back,
because nobody should have to live there. It
wasn’t conceived for habitation, at least not
within the last billion years. It’s so old. You
feel it in the stones, the terrible old age’.”
5. La ONU hizo que emigrar fuera más fácil, y difícil —cuando no imposible— quedarse. Permanecer en la Tierra
significaba la posibilidad de ser calificado en cualquier momento como biológicamente inaceptable, una amenaza
contra la herencia prístina de la estirpe humana. Una vez calificado especial, un ciudadano quedaba, aunque
aceptara la esterilización, al margen de la historia. (Dick 2001, 22).
6. — ¿Cuál es la principal diferencia entre su vida en la Tierra contaminada y su nueva vida aquí, en este mundo
que da todas las posibilidades imaginables? (...) Lo que más nos ha llamado la atención a nosotros tres, me parece
Artículos
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
(Dick 1982, 132)7
Tanto Marte como la Tierra aparecen desde dos
puntos de vista: como lo ideal y como su opuesto.
En el caso de los replicantes, ellos pueden llegar a
su lugar ideal (la Tierra), pero a cambio de sus
propias vidas: ese lugar se convierte en algo
adsequible pero inalcanzable. Los replicantes
huyen de la servidumbre y de la marginación de la
humanidad: en Marte son considerados sólo como
máquinas, y personajes como Roy Baty muestran
que los androides desean equipararse a la raza
humana. Esto lleva a Deckard preguntarse si acaso
los androides sueñan (quizá con ovejas eléctricas):
“In actuality it had probably been a manual
laborer, a field hand, with aspirations for
something better. Do androids dream? Rick
asked himself. Evidently; that’s why they
occasionally kill their employers and flee here.
A better life, without servitude. Like Luba
Luft; singing Don Giovanni and Le nozze
instead of toiling across the face of barren rock-
strewn field. On a fundamentally
uninhabitable colony world.” (Dick 1982, 161)
8
Al no plantearse un lugar ideal, se habla del
topos como la idealización de un lugar externo e
intangible, en detrimento del sitio en el cual se
vive. La utopía ya no se encuentra por fuera del
individuo, sino dentro de él, en un estado superior
de conciencia. El estado superior de conciencia en
ANDROIDS, es la fusión total con el mercerismo.
Si bien el conectarse a la caja empática, para sentir
un estado supremo de convivencia con la
humanidad se convierte en una forma de utopía, la
representación del hombre que sube la montaña sin
poder alcanzar la cima lleva al mismo punto: ese
ideal se presenta como aparentemente
inalcanzable.
Cuando la persona se conecta a la caja
empática, pierde la noción de cuerpo y, a pesar de
sentir los golpes, el cuerpo que observa mientras
sube, ya no es el suyo, es el de Mercer. Este
“conectarse” hace que el ser humano pierda la
noción material de su cuerpo; en un contexto así,
la utopía es mental.
En el caso de ANDROIDS, la realidad alterna
(el Mercerismo) simboliza ese ideal externo que no
se puede alcanzar, aunque se realice a través de
una máquina: las piedras lanzadas por los
enemigos, hacen que Mercer (el ser conectado que
se identifica con Mercer) regrese siempre a un
mundo-tumba del cual nunca podrá salir
totalmente. Al terminar la novela, alcanzar la cima
de una montaña real representa para Deckard la
fusión total con Mercer y la aceptación total de la
vida. Aparentemente la utopía se convierte en
posible cuando se materializa, en el momento en
que Deckard logra una fusión total con Mercer y
piensa como el ser absolutamente empático: el
Mesías. Sin embargo, al final de su ascenso, el
encuentro de un sapo eléctrico (y no uno real)
desmitifica toda la posibilidad de acceder a esa
perfección que se busca al llegar a la cima. En
parte, esta desmitificación nos habla de una
imposibilidad de la victoria sobre el desgaste
continuo: en el mundo que se nos presenta, no
podría existir el triunfo total sobre la entropía.
Los androides intentan realizar una conexión
empática, similar a la del Mercerismo, con el uso
de drogas que los llevarían a una sensación de
comunidad; para ellos —máquinas capaces de
captar los sentimientos sólo de manera racional—
la posibilidad de llegar a un estado superior más
que difícil, es imposible.
es la dignidad. (...) Es difícil de explicar, pero tener un criado de confianza en esta época tan turbulenta,... devuelve
la seguridad. (Dick 2001, 24)
7. Yo —vaciló [Pris, una androide]—, tomaba las drogas que me daba Roy. Al principio las necesitaba porque... de
todos modos es un lugar horrible (...) Usted piensa que yo sufro porque me siento sola. Pero esto no es nada: todo
Marte es un lugar solitario. Es mucho peor. (...) Los androides también se sienten solos (...) Volvimos —continuó
ella—, porque nadie debería vivir allá. No ha sido nunca un lugar habitable, al menos durante el último billón de
años. Es tan viejo..., uno siente esa terrible vejez en las mismas piedras. (Dick 2001, 125)
Artículos
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
ANDROIDS refleja el conflictivo mundo que
vive Dick a finales de la década del sesenta. El
capitalismo produce máquinas que realizan hasta el
más mínimo trabajo por el hombre, los medios de
comunicación dicen a las personas qué pensar, la
carrera astronáutica por conquistar el espacio está a
punto de lograr uno de los más grandes sueños de
la humanidad; a esto se referirá Dick en una
entrevista:
“La idea que se aferró a mí hace veintisiete
años y que nunca me ha soltado, es ésta: toda
sociedad en la que la gente interfiere con la
vida privada de los demás no es una buena
sociedad; todo Estado en que el gobierno "sabe
más que usted", es un estado que debe ser
derribado. Ya sea una teocracia, un estado
corporativo fascista o un capitalismo
monopolista reaccionario o incluso un
socialismo centralizante”. (Dick, en Taibo)
Aparece entonces la imagen del replicante, la
cual cuestiona tanto la progresiva deshumanización
como los alcances de las máquinas en la década del
sesenta. Hobsbawm aclara:
“En su abrumadora mayoría, las nuevas
tecnologías empleaban de forma intensiva el
capital y eliminaban la mano de obra (...) o
llegaban a sustituirla. La característica
principal de la edad de oro fue que necesitaba
grandes inversiones constantes y que, en
contrapartida, no necesitaba a la gente, salvo
como consumidores”. (Hobsbawm, 269)
Los replicantes se nos presentan como los
personajes que desenvuelven la intencionalidad
final de ANDROIDS que es ¿qué significa ser
hombre? Dentro del texto, Dick maneja
constantemente la pregunta ¿Qué es real? que lleva
a la pregunta por la condición del ser humano, ya
que se encuentran personas autómatas (Phil Resch)
y androides humanitarios (Luba Luft). Es
importante observar que los androides tienen el
nombre específico de replicantes: si bien la
palabra androide nos habla de un robot humanoide,
con la palabra replicante Dick nos propone una
réplica (copia idéntica) de los humanos. Entonces,
se puede enunciar la pregunta ¿qué nos hace
humanos?, ¿qué nos diferencia de los replicantes?
La respuesta de Dick es: la empatía.
Para entender un poco mejor el concepto de
empatía, recordemos el análisis que se hace en la
novela para descubrir si un androide se hace pasar
por humano: el test Voight-Kampff. El test se basa
en la lectura de ciertas respuestas físicas, al
realizar preguntas que tienen que ver con la
destrucción o el maltrato a otro ser (sea humano o
animal). Esta reacción es llamada empatía.
“The Voight-Kampff empathy test is
probably as valid a test as there is ever going to
be--because it is testing for something beyond
intelligence, but which is still a form of
intelligence. It is sort of a higher form of
intelligence, that is, a concern for other living
beings. What the test really asks the replicant
to demonstrate is a reciprocal concern for other
life. One is concerned for the replicants and
one asks in return from the replicants a concern
for the lives of other creatures. The replicants
are entitled to this concern but only if they
themselves exhibit it”. (Dick, en Byron)
La palabra empatía la toma del caritas de San
Pablo9 , y la muestra como la única posibilidad de
poder diferenciar un mundo material (del cual se
duda) del mundo espiritual-metafísico (única
posibilidad de realidad). Esta empatía, sólo
reconocible en humanos, es el único camino que
8. Probablemente [Roy Baty] era en realidad un trabajador manual, un campesino, con aspiraciones de algo mejor.
¿Sueñan los androides?, se preguntó Rick. Era evidente: por eso de vez en cuando mataban a sus amos y venían a
la Tierra. A vivir una vida mejor, sin servidumbre. Como Luba Luft, a cantar Don Giovanni y Le Nozze en lugar de
labrar un campo árido y sembrado de rocas, en un mundo-colonia básicamente inhabitable. (Dick 2001, 150)
9. San Pablo decía que la caritas era la mayor de las virtudes: quizá la palabra moderna más adecuada para ella sea
empatía. (Dick 2000, 47)
Artículos
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Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
tienen las formas superiores para poder convivir.
Entendida así, la empatía se diferencia de la
concepción de San Pablo (en la cual hay una
negación subjetiva), al mostrarse como la
identificación que se logra, al comprender al “otro”
como “yo”. La empatía es la fuerza motora que
guía a los personajes humanos. La relación de los
personajes con los animales y la conexión a la caja
empática así lo confirman. Con las copias
eléctricas no se puede tener una relación empática,
ya que no dejan de ser réplicas; ésta es la razón por
la cual Deckard retira a los androides: para
comprar una oveja real. En ese momento Deckard
inicia una lucha interna: debe realizar una acción
contraria a la empatía (retirar los androides) para
poder acercarse a ella (comprar un animal real).
“He thought, too, about his need for a real
animal; within him an actual hatred once more
manifested itself toward his electric sheep, which
he had to tend, had to care about, as if it lived. The
tyranny of an object, he thought. It doesn’t know I
exist. Like the androids, it had no ability to
appreciate the existence of another (…) the
similarity between an electric animal and an andy.”
(Dick: 1982, 37) 10
En el caso de la caja empática, debemos hablar
del mercerismo: un rito religioso, similar al mito
de Sísifo, que introduce el personaje mesiánico y
su contraparte, el Destructor de formas, que
encarna la entropía.
Patricia Warrick es la primera que subraya la
imagen del salvador impotente como un símbolo
religioso. El culto del Mercerismo está fundado en
la empatía, Mercer es la encarnación de un
salvador superior que ha sido arrojado, por sus
enemigos, a un Mundo-tumba; desde ese momento
comienza un ascenso hacia una santidad,
simbolizada por la cima de la montaña. Mercer
representa al Mesías impotente: una especie de
dios que no puede salvar al humano, sólo puede
acompañarlo; es un principio empático en el cual
sólo el humano es capaz de salvarse a sí mismo:
“ ‘How can I save you’ the old man
[Mercer] said ‘if I can’t save myself?’ He
smiled. ‘Don’t you see? There is no
salvation’.‘Then what’s this for?’ Rick
demanded. ‘What are you for?’ ‘To show you,’
Wibur Mercer said, ‘that you aren’t alone. I
am here with you and always will be.” (Dick:
1982, 156). 11
El Mesías no se presenta entonces como una
encarnación de la empatía, es sólo una prueba del
poder humano de convivencia; entonces, la
relación Dios-héroe se caracterizaría como: “El
carácter inauténtico del deseo del héroe: para
desear, éste [el héroe] necesita de un modelo (un
Dios o un ídolo); cuya función es la de indicarle un
objeto, y un movimiento apasionado hacia éste.”
(Pouliquen 1985, 22)
En la contraparte se encuentra la entropía, la
encarnación en un ser que Dick llama el
Destructor de Formas y que en cierto momento de
la obra se personifica en Deckard.
“On the stage Luba Luft sang, and he
found himself surprised at the quality of her
voice; it rated with that of the best, even that of
notables in his collection of historical tapes
(…) and again he perceived himself sub
especie aeternatis, the form-destroyer called
forth by what he heard and saw here. Perhaps
the better she functions, the better a singer she
is, the more I am needed.” (Dick 1982, 86)12
10. Pensó también en su necesidad de un animal verdadero. Una vez más se manifestaba el odio que le inspiraba su
oveja eléctrica, que debía cuidar y atender como si estuviera viva. La tiranía de los objetos, pensó. Ella no sabe que
yo existo. Como los androides, carece de la capacidad de apreciar la existencia de otro ser. (Dick 2001, 41)
11. “¿Y cómo podré salvarte si no puedo salvarme? —sonrió [Mercer]— ¿Ves? No hay salvación”. “Entonces,
¿para qué sirve todo? ¿Para qué estás tú?” “Para demostrarte que no estás solo —respondió Wilbur Mercer— Estoy
aquí, contigo, y aquí estaré siempre.” (Dick 2001, 146)
Artículos
35
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Por el paso del tiempo, el mundo se encuentra
sujeto a un proceso de corrupción y degradación
constante de los materiales, esta descomposición se
llama entropía y Dick la contrapone a la empatía.
La entropía está presente en todos los actos del ser
humano, la única posibilidad de luchar contra ella
es combatir el polvo y el desgaste. Dick llama
Kippel toda la basura y el desorden que la entropía
produce día a día:
“ ‘Kipple is useless objects, like junk mail
or match folders after you use the last match or
gum wrappers or yesterday’s homeopape.
When nobody’s around, kipple reproduces
itself. For instance, if you go to bed leaving
any kipple around your apartment, when you
wake up the next morning there’s twice as
much of it. It always gets more and more (…)
There’s the first law of kipple’ he said ‘kipple
drives out non-kipple’.” (Dick 1982, 57)13
El universo tiende al kippel, personificado
como una entidad que se reproduce. Esta
personificación llevaría a Dick a dar una cara a la
entropía, como entidad del mal, este rostro se
llamará Destructor de formas:
“Silence. It flashed from the woodwork
and the walls; it smote him with an awful, total
power, as if generated by a vast mill. (...) It
managed in fact to emerge from every object
within his range of vision, as if it —the
silence—meant to supplant all things tangible
(...) he experienced the silence as visible and,
in its own way, alive. Alive!.” (Dick 1982,
16)14
Según Dick, este principio destructor del
universo (impulso tanático), sólo puede ser
detenido por medio del develamiento de un mundo
bueno y real (por medio de la empatía), con lo que
se dejaría de creer en un mundo del mal (material):
ilusorio e irreal. Finalmente, la esencia del ser
humano no puede entrar en corrupción, sólo el
mundo material es susceptible de desgaste: por lo
tanto sólo el caritas puede luchar contra la
entropía.
En ANDROIDS el Destructor de formas en un
principio está representado por Deckard, pero ya
cuando el caza-recompensas siente consternación
al retirar replicantes, y entra en la empatía del
mercerismo, aparece Buster Friendly quien al
revelar la falsedad de Mercer, intenta destruir la
única posibilidad de sustentar la empatía y dejarla
en el campo especulativo de la fe.
“But something about Buster Friendly
irritated John Isidore, one specific thing. In
subtle, almost inconpicuous ways, Buster
ridiculed the empathy boxes (…) Why did
Buster Friendly always chip away at
Mercerism? No one else seemed bothered by it
(…) he [Buster Friendly] and Wilbur Mercer
are in competition. But for what? Our minds,
Isidore decided. They’re fighting for control
of our psychic selves; the empathy box on one
hand, Buster’s guffaws and off-the-cuff jibes
on the other.” (Dick:1982, 66). 15
12. Luba Luft cantaba, y a Rick le asombró la calidad de su voz. Estaba a la altura de las mejores de su colección
de antiguos registros (...) y una vez más se vio a sí mismo sub especie aeternatis como un destructor de formas
obligado a actuar por lo que allí oía y veía. Tal vez soy tanto más necesario cuanto mejor cantante sea, se dijo,
cuanto mejor funcione. (Dick 2001, 85)
13. Kippel son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de las cerillas después de que se ha gastado la
última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente, el kippel se reproduce. Por ejemplo, si se
va usted a la cama y deja un poco de kippel en la casa, cuando se despierta a la mañana siguiente hay dos veces
más. Cada vez hay más (...) Esa es la primera ley de Kippel —dijo él [Isidore]—. El Kippel expulsa al no-kippel.
(Dick 2001, 59).
14. Un silencio que emanaba del suelo y de las paredes y que parecía generado por una vasta usina (…) surgía de
todos los objetos que tenía a la vista, como si él –el silencio- se pusiera a reemplazar todos los objetos tangibles (…)
sentía el silencio como algo visible y, a su modo, vivo. ¡Vivo! (Dick 2001, 25).
Artículos
36
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
Aún en este caso, la empatía es más fuerte que
la razón. Deckard sigue creyendo a pesar de que
todos los objetos y las pruebas que sostienen esa
creencia son falsas. Si para Rick la única prueba
de la veracidad de la realidad es Mercer, cuando
Buster Friendly aparece como el demonio tentador
que revela la falsedad, la realidad completa aparece
como un engaño: la verdad aparece por intermedio
de una falsificación.
Después de observar algunas de las propuestas
de Dick en ANDROIDS, podemos volver al
concepto de replicante. El replicante es un
simulacro de hombre que no posee la capacidad de
empatía, es decir, de afecto. La cualidad de
androide ya no está sujeta a una fabricación, o al
concepto de máquina: existen seres humanos que
en realidad son replicantes y si se produjera un
aparato con empatía, sería un humano.
Mientras Buster Friendly desenmascara a
Mercer, los replicantes arrancan una a una las patas
de la que podría ser la última araña de la tierra.
Los androides desmiembran al animal por una
razón sustentada en la literalidad: “tiene
demasiadas patas”, la falta de empatía impide que
puedan sentir piedad por el animal y respeto por la
vida. Por otro lado se encuentra Isidore, quien
abatido ahoga a la araña para evitar que siga
sufriendo. Después de este hecho nos encontramos
con una de las más interesantes escenas del libro:
Isidore se encuentra en un mundo totalmente
entrópico, el Destructor de formas ha tomado todo
y destruye lo que se encuentra a su paso. Isidore,
totalmente desilusionado y conocedor del
inevitable fin del universo, se conecta a su caja
empática y habla con un Mercer que acepta su
falsedad, pero que da a entender la empatía como
la única salida posible para no entrar en la
constante degradación del universo. En un mundo
decadente, el humano aún tiene posibilidad de
salvarse, y la salvación se encuentra dentro de sí,
en su cualidad de individuo y en la empatía.
El desplazamiento del lugar ideal hacia un
estado de conciencia, nos hace ver cómo el
planteamiento de un topos se diluye, haciendo
imposible la organización social y las leyes. La
pregunta de Dick por la destrucción del concepto
de humano, que conlleva a cuestionar la realidad y
las creencias, reelabora al individuo como
partícipe de una realidad ideal que se forma en un
lugar inasible.
Bibliografía:
Byron Cover, Arthur. (entr). “Vertex Interviews:
Philip K. Dick.” Vertex, Vol. 1, no. 6, Febrero
1974. En:
www.philipkdick.com/media_vertex.html
Capanna, Pablo. Idios Kosmos: Claves para
Philip K. Dick. Granada: Grupo AJEC, 2005.
Dick, Philip K. Do Androids Dream of Electric
Sheep? New York: Ballantine Books, 1982.
Dick, Philip K. Los Clanes de la Luna Alfana.
Barcelona: Ediciones Minotauro, 2000.
Dick, Philip K. ¿Sueñan los androides con
ovejas eléctricas? Barcelona: Pocket Edhasa,
2001.
Dick, Philip K. “Cómo construir un universo
que no se derrumbe dos días después.” 1978. En:
15. Pero había algo de Buster que irritaba a Isidore, una cosa muy particular. De un modo sutil, casi imperceptible,
ridiculizaba a las cajas de empatía (...) ¿Porqué el Amigo Buster siempre atacaba al mercerismo? A nadie más
parecía molestarle (...) Wilbur Mercer y él [Buster] competían. Pero, ¿por qué competían? Por nuestras mentes, se
respondió Isidore. Luchan por el control de nuestro yo psíquico; por una parte la caja de empatía y por otra las
burlas y risotadas del Amigo Buster. (Dick 2001, 66)
Artículos
37
Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010
www.hotelkafka.com/blogs/PhillipKDick/2006/08/
como-construir-un-universo-que-no-se.html
Hobsbawm, Eric. Historia del Siglo XX: 1914-
1991. Barcelona: Editorial Mondadorri, 1995.
Pouliquen, Hélène. “El concepto de visión de
mundo como instrumento para el análisis literario,
hoy.” En Para una Poética Sociológica.
Cuadernos de trabajo N° 12. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia, 1992.
Taibo, Paco Ignacio. “Philip K. Dick un Juego
de Palabras contra la Droga y la Locura.” En:
www.pkd.cienciaficcion.net/com.htm
Warrick, Patricia. The Labyrinthian Process of
the Artificial: Philip K. Dick’s Androids and
Mechanical Constructs. [Versión Online].
RODRIGO BASTIDAS PÉREZ
(Colombia)
Nacido en Pasto. Magíster en Estudios
Literarios de la Universidad Nacional de
Colombia. Docente universitario y Co-
fundador del grupo “Cienciaficcionarios”.
www.totopteca.blogspot.com
Una versión aumentada del texto forma parte
del trabajo “Idealismos sociales e infiernos
personales: de la literatura utópica a la
ciencia ficción.”.
Artículos
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Revista cosmocapsula numero 1

  • 1. CosmocápsulaRevista Colombiana de Ciencia-Ficción NNoovv.. 22000099 -- EEnn.. 22001100 NNºº 11 www.cosmocapsula.com ISSN 2145-3640 René Rebetez Décimo aniversario
  • 2. Fundadores/Editores: Antonio Mora Vélez, Dixon Acosta, David Pérez. Comité editorial para este número: Tamara Gutiérrez, Antonio Mora Vélez, Dixon Acosta, Juan Diego Gómez Vélez, David Pérez Marulanda. Agradecimientos especiales: Corporación Universitaria del Caribe CECAR Diseño y diagramación: David Pérez Marulanda. Ilustración de portada: "René Rebetez: Aún hay más." por Dixon Acosta CosmocápsulaRevista Colombiana de Ciencia-Ficción NNoovv.. 22000099 -- EEnn.. 22001100 NNºº 11 www. cosmocapsula.com Colombia. 2009 Nota importante: COSMOCÁPSULA no se responsabiliza de las opiniones emitidas en esta publicación. Lo expresado en cada texto o imagen es responsabilidad única de su respectivo autor. El logotipo de Cosmocápsula es de © David Pérez. Se permite la redistribución de esta revista siempre y cuando se haga de forma íntegra y sin modificar su contenido, y no se obtenga beneficio económico alguno. ISSN 2145-3640
  • 3. Editorial "El Legado de Rebetez" Antonio Mora Vélez René Rebetez, el hijo del relojero Dixon Acosta Fea Costumbre Arturo Poveda Becerra En Torno al Fuego Juan Ignacio Muñoz Zapata Dentro de la lluvia, la granizada de Bogotá Fernando Galindo Gordillo Sara David Ricardo García Caliwood Park Diego Darío López Mera Empatía/Entropía Rodrigo Bastidas Pérez Fragmentos del Futuro Tito Contreras La Agonía de Dios Mario D. Martín Abducción de una Venus Desorientada Aymer Waldir Zuluaga La Voz de Quaremyr Laura Ponce Néstor Darío Figueiras 4 6 8 11 15 20 26 30 32 41 43 44 Índice Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir El Espíritu Humano va más allá de sus Errores Julián David Cortés Sánchez La Ciudad J. Javier Arnau Moreno El Factor Samsa Juan Manuel Valitutti El Elegido Carlos Enrique Saldívar Vocación César Mauricio Heredia Quecan Reseña: Cosmocápsula no. 0 Robert Corpus Sanzo Reseña: "Las Ucronías" Antonio Mora Vélez Ocho apuntes desordenados tras leer el número cero de Cosmocápsula Campo Ricardo Burgos Reseña: Calien David Pérez Marulanda Novedades Editoriales 49 52 55 57 62 67 70 71 74 78 Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir Ir
  • 4. 4 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 René Rebetez nació en Bogotá en 1933 y murió en Isla Providencia el 30 de diciembre de 1999, a pocas horas de iniciarse el siglo XXI. Pocos días antes de morir le había confesado a su compañera sentimental Luisa Canencia Britton: “Sólo me falta terminar un libro de ajedrez, dar unas conferencias en España y luego prepararme para morir, porque no tengo más nada que hacer en este mundo”. Pero no le alcanzó el tiempo ni para el libro ni para las conferencias ni para los nuevos proyectos cinematográficos que empezó a acariciar desde su isla paradisíaca. Su mente prodigiosa produjo cuentos, poemas, ensayos, crónicas, artículos, guiones cinematográficos como La magia, documental sobre las culturas mágicas de América, y al menos una antología, la mayoría de los cuales en la línea de la ciencia-ficción de la cual fue uno de los precursores en Colombia, el primero en ser considerado como escritor del género por su variada producción y el primero en haber merecido figurar en una antología internacional. Libros de cuentos como Los ojos de la clepsidra, La nueva prehistoria y Ellos lo llaman amanecer y otros relatos y densos ensayos como Ciencia-ficción: la cuarta dimensión de la literatura y El mito de la ciencia-ficción, lo consagran, sin duda, como uno de los grandes escritores y pensadores de la ciencia- ficción colombiana. Pero no fue sólo un narrador de ficciones fantásticas fue también un filósofo. Su obra cumbre en este campo, La odisea de la Luz, trata de la relación entre la filosofía sufi con las ciencias modernas. Para él: “este encuentro entre la sabiduría de ayer y la ciencia de hoy constituye el acontecimiento crucial de nuestra era porque de él se desprenden las posibilidades del mañana”. En este libro, que trata obviamente de la Luz, Rebetez afirma, del mismo modo que Giordano Bruno frente a Galileo Galilei en la taberna veneciana de Andrea Morozini, que “Dios es el universo y la energía en estado puro”. El libro es, en lo esencial, una reflexión sobre la naturaleza humana y una propuesta basada en los criterios sufíes, encaminada a lograr el perfecto equilibrio entre la inteligencia, la emoción y el cuerpo físico humanos. Los escritores colombianos de ciencia-ficción le debemos el haber desbrozado el camino con sus obras y haber sido el autor de la primera antología colombiana del género, la que tituló con el bello nombre de Contemporáneos del porvenir, que tomó de un ensayo del escritor Carlos Monsiváis aparecido en la revista mejicana Crononauta, fundada por él durante su exilio en tierras aztecas, y de una frase de R.H. Moreno Durán en su obra De la barbarie a la imaginación y en la que este autor “registra como característica propia de la utopía de los narradores hispanoamericanos el sueño de los poetas alemanes de llegar a ser “contemporáneos del porvenir”. En el prólogo de esta obra, René afirma: “La ciencia-ficción no es más que la búsqueda de respuestas a las preguntas perennes ¿por qué? ¿dónde? ¿cómo? A pesar de su nombre es la menos precisa de todas las literaturas”. La ciencia en ella –dice-- a menudo “queda reducida a un simple pretexto para desarrollar el eterno drama humano” reafirmando de ese modo que el objetivo de esta fascinante literatura es, en últimas, el hombre con sus problemas, sus temores y sus esperanzas. En ese mismo prólogo sostiene una tesis discutible: “Es conveniente subrayar que actualmente no existe diferencia alguna posible entre la literatura fantástica y la Ciencia Ficción, que es en sí misma la literatura fantástica contemporánea”. Tesis que sostuvo en ensayos, foros, conferencias, entrevistas y en las reuniones de los jurados de El Legado de Rebetez Antonio Mora Vélez Editorial
  • 5. 5 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 concursos de los cuales hizo parte. Para él la ciencia-ficción no se inició con el Frankenstein de Mary Schelley ni con Verne ni con Wells. Su origen está mucho más atrás en el tiempo. El Ramayana, el Mahabarata, Luciano de Samosata, el Ezequiel de la Biblia, Plutarco, Kepler y Voltaire, son algunos de los nombres que mencionó en sus escritos para sustentar la afirmación. Hoy, cuando falta poco para cumplir diez años de su reintegración a la energía del universo, le rendimos este sencillo pero justo homenaje a su legado y a su memoria. Con él murió no sólo el escritor de ciencia-ficción sino uno de los grandes pensadores de su generación, alguien que será valorado mejor en el futuro, cuando los jóvenes de la sociedad cibernética lean con asombro esas ideas e historias suyas que florecieron en un medio tan estéril y hostil. Cosmocápsula, consecuente con el legado del maestro, ofrece en este número algunos relatos en donde no es fácil advertir la diferencia entre las literaturas fantásticas y de ciencia-ficción, pero que reflejan todos ellos, según lo quería Rebetez y lo dejó como testamento en el prólogo citado, el desarrollo de una nueva literatura que le suelta alas al conocimiento y a la imaginación, tan importante para los colombianos de hoy que necesitan aprender que es posible un futuro diferente. Antonio Mora Vélez Montería, noviembre de 2009. Editorial ANTONIO MORA VÉLEZ (1942) Escritor colombiano de ciencia-ficción. Autor de los libros de cuentos Glitza, El juicio de los dioses y Lorna es una mujer; de los poemarios Los caminantes del cielo, El fuego de los dioses y Los jinetes del recuerdo; de la novela Los nuevos iniciados y de los libros de ensayos y artículos de Ciencia Ficción: el humanismo de hoy y La estrategia de la solidaridad. Ha sido incluido en varias antologías nacionales e internacionales. Sus cuentos, artículos, ensayos y poemas se publican en varias revistas de Colombia y del exterior. Es considerado uno de los pioneros de la ciencia-ficción colombiana. Reside en Montería y es actualmente miembro de la Junta Directiva de la Corporación Universitaria del Caribe (CECAR).
  • 6. 6 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 René Rebetez Cortéz podría ser conocido como el hijo del relojero, así como Gabriel García Márquez es llamado el hijo del telegrafista, pero a diferencia del universal caribeño, no muchos colombianos conocen al escritor nacido en Subachoque, en inmediaciones de Bogotá en 1933 y muerto en la Isla de Providencia en el año 1999, a pocos días del inicio del nuevo milenio, del futuro que alcanzó a vislumbrar en sus relatos de ciencia-ficción. A diez años de la desaparición del escritor colombiano más desconocido a pesar de su trascendencia en diversos campos, sea el momento oportuno para destacar su desarrollo vital. A pesar de algunos esfuerzos por divulgar la vida y obra de René Rebetez, la ignorancia sobre este autor, no sólo es masiva sino “ilustrada”, revela la poca importancia que en el mundo de la literatura, se le confiere al género de ciencia-ficción, a pesar que iniciativas como esta revista virtual, demuestra que son muchos más los lectores y escritores de ciencia- ficción de lo que suele suponerse. Con motivo del próximo décimo aniversario del fallecimiento de René Rebetez, sea el pretexto para recordar nuevamente su destacada existencia. Como se menciona al comienzo, Rebetez resultó hijo de un relojero suizo, para mayor precisión. Quizás esta connotación biográfica signó al futuro escritor, estableciendo una relación estrecha con la dimensión temporal. A la muerte temprana del padre, René Rebetez se radicó con su madre pintora en casa de su abuelo materno, el escultor Dionisio Cortéz Mesa en Bogotá, en donde sería testigo de sucesos como el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el consecuente “bogotazo”, la violencia política y el nacimiento de los grupos subversivos. En medio de esta vorágine de sucesos, conoció a figuras claves como el sacerdote Camilo Torres Restrepo. Viajó a Suiza en donde estudió economía, aunque disfrutó mucho más la vida bohemia en París, ciudad en la cual despertó su inquietud como escritor, contagiado por un sitio pleno de artistas y literatos, pues “escribir era parte del viaje”. Al regreso a Colombia, estuvo oscilando entre lo institucional y lo subversivo, llegó a ser gerente de las influyentes revistas “Visión” y “Semana”, relacionándose con lo más exclusivo de la élite política, social y cultural de Bogotá. Sin embargo, por influencia del padre Camilo Torres, se inclinaría por las revoluciones políticas, llegando a Cuba, en donde se vinculó de manera comprometida con la revolución castrista, conoció al Che Guevara y tuvo su primer contacto con la santería, interesándose por este tipo de prácticas cognitivas alternativas de lo científico. Para algunos críticos, la obra literaria de Rebetez en materia de ciencia-ficción, lo acercaría más a fenómenos como la magia que a las ciencias exactas. Luego llegaría la experiencia mexicana, que marcó su destino. En México comenzó su labor como escritor y divulgador de la ciencia-ficción, rodeándose de autores y artistas de vanguardia, como el franco-chileno Alejandro Jodorowsky, con quien editó la primera revista de ciencia-ficción en América Latina, “Crononauta” (1965-1967), publicaría obras como “Los ojos de la Clepsidra”, además de su incursión en el cine, como actor en la película de corte fantástico “Fando y Lis” (1967) dirigida por Jodorowsky, participó en otras cintas mexicanas como “Los amigos” y “La muerte es puntual”, así como dirigió la cinta “La Magia” (1971), un documental de corte antropológico que se filmó en varios países de América Latina, buscando las experiencias de grupos étnicos frente René Rebetez, el Hijo del Relojero Dixon Acosta Artículos
  • 7. 7 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 a la adivinación, las medicinas alternativas, la cosmogonía. Una de las anécdotas más interesantes de Rebetez en México, fue su participación en un programa de televisión dedicado a la ciencia- ficción que dirigió el poeta y novelista Álvaro Mutis, en donde compartió con Theodore Sturgeon, Italo Calvino y Jack Vance, allí René Rebetez expuso su idea que la ciencia-ficción era mucho más que un género literario, textualmente manifestó que no era un género literario, pues consideraba que debía ser una posición filosófica, una praxis frente a la vida misma, un pensamiento que revelara al presente y se convirtiera en profecía del futuro. En la historia literaria colombiana, luego de algunos antecedentes esporádicos, René Rebetez aparece como el primer escritor colombiano de ciencia-ficción, además de ser uno de los autores latinoamericanos de este género, más reconocidos en el mundo, gracias a obras como: “La Nueva Prehistoria”, “Ellos lo Llaman Amanecer y otros Relatos”, “Cuentos de Amor, Terror y Otros Misterios”, entre otros. Los lectores más jóvenes, quizás lo conozcan por ser el compilador de “Contemporáneos del Porvenir: Primera Antología Colombiana de Ciencia Ficción”, editada en el año 2000. En la introducción de esta obra, Rebetez consignó su personal definición del género que nos ocupa: “La Ciencia Ficción no es más que la búsqueda de respuesta a las preguntas perennes: ¿por qué?, ¿dónde? ¿cómo? A pesar de su nombre, es la menos precisa de todas las literaturas. Su destino es errar de una pregunta a otra y a veces, dar con la respuesta. Para acercarse a ella se requiere la certeza de que un poema oscuro dice mucho más que un discurso claro”. Personalmente me queda una inquietud que sólo podría resolverla una ucronía o quizás Cronos, dios juguetón del tiempo. ¿Qué habría pasado si Rebetez no se hubiera inclinado por lo revolucionario, consolidándose en el “establecimiento”? ¿Habría sido escritor de ciencia- ficción? ¿Si eso hubiera pasado y con el apoyo institucional, hoy la ciencia-ficción en Colombia, sería un género respetado y no estaría tratando de salir a la superficie desde el espacio subterráneo, en donde la han condenado? No es posible saberlo, por el momento aceptemos la historia como nos ha tocado o no los la han contado. René Rebetez, el escritor colombiano de ciencia-ficción más conocido en el mundo, más desconocido en su propia patria, no sólo fue el hijo del relojero, fue hijo de su tiempo, fiel exponente de una época de revoluciones y también de frustraciones. Dixon Acosta Bogotá, septiembre de 2009 DIXON ACOSTA (1967) Bogotano, felizmente casado con Patricia. Fragmento de Ingeniero Forestal (cuatro semestres que sirvieron para hacer un poema), Sociólogo (Universidad Nacional de Colombia) y Diplomático de Carrera (Academia Diplomática de San Carlos). Integrante del Taller de Escritores de la Universidad Central (TEUC), Bogotá, en 1993. Finalista en varios concursos de poesía, cuento y ensayo. Participante I Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua. Artículos, ensayos, poesías y cuentos publicados en libros, periódicos y revistas. Colaborador de las publicaciones especializadas en ciencia-ficción, Quinta Dimensión (Argentina), Alfa Eridiani y El Sitio (España). Publicaciones en libros colectivos: Cuentos breves en “Cuentogotas” (2003), poemas incluidos en “Letras Derramadas” (2002) y “Entresiglos” (2003). Artículos
  • 8. 8 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 “Vas por la selva, y continuamente te preguntas cosas.” LUIS BRITTO GARCÍA, Cacería El meteorito había acabado de golpear la nave. La compuerta estaba realmente averiada y la parte del casco alrededor de ella presentaba graves fisuras. El golpe nos había dejado aturdidos por varios minutos y la disminución de oxígeno en la nave a causa de las grietas, incrementaba aún más la sensación de desorientación. Fue un esfuerzo sobrehumano llegar hasta los trajes espaciales y otro divino, meterse en ellos. Luego de estar un poco más calmados y con los niveles de oxígeno restablecidos, empezamos a evaluar los daños sufridos por Cityani, nombre con que se había bautizado la nave. No fue difícil sopesar lo deteriorado que se hallaba nuestro vehículo pero fue avasalladora nuestra angustia cuando descubrimos la fragilidad en la que se encontraban nuestras vidas. -Debemos arreglar inmediatamente los tanques de oxígeno –ordenó con voz serena el Capitán Hermes mientras miraba la pantalla donde aparecía la alerta de daño que informaba sobre el escape del gas. –No podremos llegar ni siquiera a la próxima estación en esta condición: los trajes no están cargados con tanto oxígeno como para sobrevivir. -De nada servirá arreglar los tanques si la compuerta no se compone también –respondió Aldiss, otro de los tripulantes –y por lo que muestra la computadora, prácticamente tendremos que reconstruirla. Viajar así significaría una muerte segura. El tiempo se acababa y parecía acortarse más, consumido por la aflicción que seguro causaría la decisión que nos aproximábamos a tomar. Al fin hablé para dar una idea de la que me arrepentiría pronto, y sólo para mí, por mucho tiempo. Las palabras que pronuncié salieron de mí como inspiradas por el Ordenador del Universo, un Ordenador en el que yo no podía creer pero que mis compañeros intuían desde sus nacimientos. -Uno de nosotros tendrá que salir y cubrir las grietas –dije. -Pero no podrá volver a entrar –sentenció Fobo, el último de los tripulantes que faltaba por hablar. Todos enmudecimos todavía más, personalmente lo hice hasta asegurarme de que mi propio corazón tampoco hablaba. Sin embargo, ante tal revelación no había sorpresa. Era tal el daño y tan poco el tiempo, que lo máximo que podíamos hacer era sellar la puerta desde afuera con una gran placa de reparación de las que siempre llevábamos en caso de choques. La maldición recaía en que nunca se pensó posible un accidente semejante y en que para colisiones en la puerta, nunca se formularon soluciones efectivas. Quien hiciera el trabajo debería quedar encerrado en el universo, mientras los otros, libres en el trasbordador. No había más opciones. Varados como estábamos, sólo existía una manera de conjurar la condenación. Algo que debí haber previsto pero mi ingenuidad no me lo permitió. -No creo que ninguno de nosotros se pelee el título de mártir, ¿verdad? –interrogó maliciosamente Fobo. –Eso sólo nos deja con el designio de la mala suerte-. Y como si todo hubiera sido parte del protocolo de emergencia: Aquí –dijo alzando el brazo –hay cuatro varitas. Una de ellas tiene el extremo oculto en mi puño, pintado de rojo. Quien la saque, sale. Fea Costumbre Arturo Poveda Becerra Ilustración de Juan Diego Gómez Vélez Cápsulas Literarias
  • 9. 9 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Un juego milenario según los datos recopilados por los historiadores de la Tierra. Milenario y vulgar que cuesta creer que sobreviviera a tantos cambios como si hubiese sido planeado para cumplir un rol importante en la historia de la humanidad. Un juego liberador. Luego de unos segundos trastornadores, interrumpió el Capitán: -Si no hay voluntarios, deberá hacerse así. Debemos actuar ahora mismo y esta charla ya es lo suficientemente dañina pues nos está haciendo perder tiempo y oxígeno. Con la autorización de nuestro líder, Fobo estiró la mano ofreciéndome el destino primero a mí. La vara entre mis dedos parecía no existir y aún así mis ojos me decían que la estaba tocando. El guante del traje me castraba cualquier posibilidad de percibirla como cualquier humano en tierra sí podría hacerlo, y en medio de la angustiosa situación me preguntaba si acaso la vara no era como la vida artificial que me había tocado vivir: inasible y sesgada hasta el último momento por barreras externas a mi entendimiento. Extraje la vara lentamente mientras la mirada de quien la sostenía se posaba en mí. Sentí que me quería decir algo pero sólo vi sus terribles y humanos ojos acechándome. Luego el rojo apareció ante ambos. Nos miramos unos a los otros pero era Fobo el único que revelaba satisfacción. Mis otros dos compañeros seguían tan alterados como yo. -En realidad –dijo él satisfecho –sólo quería que el destino hiciera justicia también. Al principio ninguno entendió estas palabras. -Sé que mis compañeros no se han dado cuenta pues andan muy ocupados con los asuntos de la nave –continuó Fobo –pero como Oficial de recursos y asuntos internos, me he percatado que la comida no nos ha faltado nunca y de hecho a veces nos sobra. De no haber sido por la fuga que tenemos en este momento de oxígeno, llegaríamos a Plutón con reservas de ese gas aun cuando la carga estaba precisamente calculada para cuatro personas. Tú, amigo y salvador mío, no eres como nosotros. ¿Hace cuánto te escapaste de tu fábrica de producción? Para Hermes al fin tomó sentido lo que decía su subalterno. Inmediatamente llevó la mano a su cinturón donde estaba enfundada su pistola de iones. Obviamente yo no iba a responder. ¿Para qué hacerlo? Si aprendí algo directamente de los humanos fue la resignación con que asumen lo inevitable: un desamor, una pérdida, una muerte, un crimen. ¿Que por qué no opuse resistencia? La diferencia entre ellos y yo no estaba en la fuerza. Lo único extraordinario sobre mí es que puedo vivir más que los humanos y que no consumo ningún tipo de recurso renovable o no renovable. Así que no podía ni iba a pelear contra ellos. Eran tres y esos eran suficientes para inmovilizarme. Sólo di media vuelta y salí de la nave. Esperé a que mis ex compañeros me alcanzaran todas las herramientas para reparar el daño y bajé mi visor antirradiación… Una costumbre humana, a mí las estrellas no pueden hacerme daño con su luz. Mientras soldaba la placa a la coraza de la nave pude darme cuenta de que no importó cuánto me alejara del lugar donde me crearon y me Cápsulas Literarias
  • 10. 10 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 instruyeron… otra frase humana, quiero decir, donde me programaron. Siempre terminé cumpliendo esas leyes de antaño formuladas para “gente” como yo, o debería decir “cosas”. Alguien tenía que hacérmelas cumplir por designio del destino. Definitivamente no soy mejor que ellos pues de lo contrario usaría al menos un dispositivo especial de mi cuerpo para evitar quedarme estancado en medio del espacio, en medio de la nada. Pero a lo largo de todo este tiempo ya me había convencido que tampoco era peor. La nave bramó ensordecedoramente junto a mí y emprendió su camino, al fin reparada. Recuerdo, antes de salir de ella, haber visto en las manos de Fobo las otras tres varitas igualmente escarlatas en la punta. Habría sido estúpido pelear pero… ¿para qué hacer ese maldito juego cuando con su sola declaración me habría podido mandar a retirar? La crueldad acompañada de la pasión por vivir, supongo. Otra costumbre humana. ARTURO POVEDA BECERRA Nacido en Bogotá, Colombia. Tengo 27 años y soy licenciado en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. arturopovedab@hotmail.com Cápsulas Literarias JUAN DIEGO GÓMEZ VÉLEZ (1965) Contrariando los planes de sus padres, nació en Bogotá un mes antes de lo previsto. Casi toda su vida la ha pasado en Medellín, donde se suponía nacería. Además tiene genes paisas y cartageneros, por lo que se define simplemente como colombiano. Asiduo lector de ciencia ficción desde que tuvo uso de razón, apenas a principios de 2009 decidió compartir por escrito su pasión. También ha sido dibujante y animador y en un futuro, a lo mejor, escritor. Su alter ego es ingeniero electricista con especialización en organización industrial y regulación económica y, de momento, se gana la vida como director de proyectos. Blog personal: www.cienciaficcion- sciencefiction.blogspot.com
  • 11. 11 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Una sonrisa adornó la cara de Willy el vaquero. Según él, el potro ya había terminado de dorar. El que tenía más hambre era como siempre el gordo Geo. Hacía girar con paciencia y devoción las barras que atravesaban el animal de punta a punta. Lucy, sentada en un tronco, limpiaba las patatas y se preguntaba si habría bastantes para todo el mundo. “En el mundo de la Kókora solo corren libres los caballos ciegos, acechan los mini-lobos, vuelan las palomas mutantes, y crecen tubérculos putrefactos”, dijo Jeremy a Justina, como si esta última no lo supiera. Claro que lo sabía: si desde hacía “eternos quince años” (solía referirse así a su edad), vivía en ese desierto cavernoso que no sabía quién había bautizado como “el mundo de la Kókora”. Jeremy es un tonto, solía repetir en su mente. El que sí creía en Jeremy era el pequeño Tony. El niño admiraba a aquel hombre porque conocía las respuestas a un sinnúmero de interrogantes: “Jeremy, ¿por qué los caballos nacen ciegos?... Jeremy, ¿por qué hace frío todo el tiempo?... ¿por qué no podemos dejar apagar este fuego?... Jeremy, dime, ¿qué hay más allá del negro cielo?” Jeremy se levantó y comenzó a caminar en círculos, acariciándose el vientre: “más allá del negro cielo, que es más bien una densa nube negra, digámoslo así, se encuentran apuntando hacia nuestras cabezas las cimas de las montañas de Maurice”. Willy el vaquero y el gordo Geo soltaron una carcajada dividida en silbidos. Justina, indignada, se levantó a su turno elevando un hueso de potro: “¿Cómo lo que está a unos cuantos caminares y dormires de aquí, puede estar por encima de nosotros?... Es como si pudieras arrojar este hueso desde allí para que caiga en la cabeza de Lucy”. Lucy le lanzó una mirada cargada de odio. Las dos no eran muy buenas amigas. Ambas pretendían el amor de Luke, el ahuyentador de mini-lobos, quien ya roncaba con la barriga llena y soñaba con una especie de dinosaurio volador. Jeremy respondió que sólo había que tener la fuerza suficiente para lanzar el hueso para que cayera en la cabeza de Lucy o en la arena que estaba debajo de su bota. El mundo de la Kókora, prosiguió, es como el interior de una bola hueca de piedra cuyo núcleo es una reunión de gases y diminutas partículas luminosas que se dejan ver de vez en cuando. Justina, hastiada de la pedantería de Jeremy, de que se creyera el único ser humano dotado de iluminación, se acercó peligrosamente al fuego y exigió al predicador que demostrara que era cierto lo del hueso, lo de la piedra redonda y su teoría de la nube negra. La sombra de la mujer huyó entre las rocas como un reptil. La comunidad guardaba silencio, esperando la réplica de Jeremy. El hombre se sintió desposeído de argumentos. Era una humillación eminente, sobre todo ante los ojos inmensos del pequeño Tony. No encontraba En Torno al Fuego Luis Ignacio Muñoz Zapata Ilustraciones de Juan Diego Gómez Vélez Cápsulas Literarias
  • 12. 12 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 fuerzas para responder a pesar de haber pasado buena parte de su vida haciendo cálculos para determinar cuál era la perpendicular del sitio en donde se hallaban. Siempre tomó como punto de referencia la gran fogata en donde comían y el recuerdo de su primera visita a las montañas de Maurice. Cuando tenía la edad del pequeño Tony, Jeremy viajó allí con su padre. El camino terminaba en una especie de domo en el que una barra gigante apuntaba hacia el cielo. Su padre lo invitó a observar por un agujero. Al principio, creyó que era una especie de llama encerrada en el aparato. Pero luego comenzó a comprender lo que le quería decir su padre: “ése es el fuego donde comemos, ésa es nuestra casa”. Jeremy creció, enterró a su padre, quiso que fueran verdad sus palabras. Viajó varias veces al domo, observó la estrella difusa alrededor de la cual debían estar reunidos sus amigos, su familia. De regreso, se ponía a dibujar con un guijarro afilado sobre las rocas. Enviaba palomas a dar la vuelta al mundo. Algunas lo hacían. Pero las palomas mutantes no eran siempre fiables, y Jeremy se hizo viejo. Comenzó a tener problemas digestivos, como lo que le ocurría en esos momentos. El potro no tenía un buen punto de cocción. Willy el vaquero y el gordo Geo se habían apresurado a sacar la carne antes de tiempo. La marea estomacal le impedía reflexionar. Lucy quiso equilibrar la situación, desmoronar el pedestal moral en el que se hallaba en aquel momento Justina, dándole una mano a su aliado de turno: “¿estás loca?... ¿Cómo vas a exigir una prueba?... Jeremy no puede demostrarte que Dios existe… y sin embargo, existe, ¿no?... es el Padre de nuestros ancestros… Nuestros ancestros no pudieron haberse equivocado… Hay estatuas y ruinas de templos, cruces y libros con dibujos… Dios existe y eso es todo. Si Jeremy habla de una nube negra en el centro del mundo es porque allí debe estar el escondite de Dios o algo así…” Justina soltó el hueso que le servía de bastón, se acercó a Lucy, infló el pecho en señal de combate y, señalando hacia arriba con su índice derecho, pronunció: “sólo tiene que lanzar un hueso desde los montañas de Maurice para que caiga aquí…”. Esto último lo ilustró bajando el índice y colocándolo en la cabeza de Lucy. Los otros echaron a reír. Sintiéndose ridícula, Lucy dio unos cuantos pasos atrás. Miró a Jeremy, quien parecía ausente, y luego al pequeño Tony. En los ojos del niño se reflejaban ruinas de templos y la soledad en la que Dios había dejado a sus nietos. La oscuridad que reina, murmuró una voz en el interior de Lucy, la oscuridad no dejará ver el hueso que cae. Con mayor alivio, se dirigió a Justina y al grupo: “un hueso nunca será una prueba. En la oscuridad lo único que alumbra es el fuego… necesitamos ver”. Willy el vaquero y el gordo Geo se miraron. Sabían de algo que podría funcionar. Hacía unos cuantos días, habían descubierto unas cajas en un viejo edificio del otro lado del valle, en la cuidad antigua. Eran cajas de cilindros de cartón atados a varillas de madera. Los dedos torpes de Geo dejaron caer la antorcha sobre unos cuantos de ellos. La tierra se movió. Geo y Willy bailaron sin saber por qué. El recinto se iluminó y una cadena de estallidos se extendió en las alturas. Echaron a correr, no sin antes haber cogido algunos de aquellos artefactos que todavía no habían entrado en contacto con el fuego. Los ocultaron como si se tratara del más preciado tesoro. Geo estiró sus brazos, como preparándose para hablar. Willy sopesaba la posibilidad de revelar a la comunidad su secreto. Poco le importaba si la Cápsulas Literarias
  • 13. 13 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 teoría de Jeremy resultaba cierta o no. Era difícil encontrar artefactos provenientes de los ancestros que todavía funcionaran y desperdiciarlos en una tonta discusión en torno al fuego era algo que el vaquero no soportaría. El gordo le dirigió una mirada inquieta. La tensión entre Lucy y Justina aumentaba, y Jeremy parecía sumirse en un estado agónico. Luke abrió sus ojos anaranjados. Había escuchado la última parte de la discusión. Todavía tenía marcado en las retinas el dinosaurio volador de su siesta, una mancha luminosa que se anchaba como una paloma en las nubes y ponía fin al imperio de la noche. Más que un sueño, era la deformación de un recuerdo vago. Tenía el cuello tenso por la posición que había elegido para dormir. Giró su cabeza y en su periferia alcanzó a ver los gestos delatores del vaquero y el gordo. Conocía muy bien al par de bribones. En su memoria se dibujó de repente aquella ciénaga de titileos amarillos y rojos en el horizonte que lo había distraído de su rutina de patrullaje contra los mini-lobos, pero que le había permitido divisar, desde la colina donde se encontraba, a Willy y Geo correr y reír como locos. Llevaban algo en las manos, algo que permanecía oscuro tanto en aquel momento como en su recuerdo, pero que había que sacar a la luz. Se levantó y juzgó rápidamente la situación. Fue a separar a las chicas y a darle una palmada en la espalda a Jeremy. “Creo que podremos ver si tu teoría es cierta o no, dijo Luke, el vaquero y el gordo tienen algo que nos ayudará”. El vaquero saltó con rapidez varios troncos y rocas que se interponían en su camino. Geo se limitó a girar lentamente en su órbita, sin saber qué hacer. Todos exigieron ver aquellas máquinas de luz voladora. Willy se montó en su bestia y huyó. Un caballo ciego es un buen guía en las tinieblas, pero ese cobarde del vaquero regresará muerto de hambre y frío, o huyendo de una jauría de mini- lobos, tal era el consenso. El gordo indicó en dónde estaban los artefactos que darían brillo momentáneo al cielo. Después de mucho discutir, se convino que Luke debería partir con Justina y Lucy a las montañas de Maurice para lanzarlos. Una supervisaría a la otra, mientras que el chico, siendo el único capaz de controlarlas, calmaría cualquier litigio. Jeremy dio las instrucciones de cómo llegar al domo. Junto al pequeño Tony y el resto de la comunidad, se quedaría esperando que el fuego apareciera en el firmamento. El niño preguntó a Jeremy por qué no había dicho nada cuando Justina lo atacaba. El hombre, que ya se encontraba liberado de su malestar intestinal, le dio una respuesta que lo dejó asombrado. Era posible que, al fin y al cabo, Justina tuviera razón. No se podría probar la teoría. Aquellos cohetes se perderían en la espesura de la negra nube, como ocurriría igualmente con Luke y las dos chicas dentro de las numerosas galerías de las montañas de Maurice. Se extraviarían en las entrañas infinitas del mundo subterráneo, reposo de los ancestros y de las palabras de su padre. Cápsulas Literarias
  • 14. 14 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 JUAN IGNACIO MUÑOZ ZAPATA Nació en Pereira en 1979 y reside en Canadá desde 1999. Acaba de terminar una tesis de doctorado sobre el cyberpunk latinoamericano y comienza un proyecto de postdoctorado sobre la historia alternativa. Ha publicado relatos de ficción en las revistas Axxón, Crónicas de la Forja, Alfa Eridiani y Revista digital miNatura. Igualmente mantiene esporádicamente un blog (http://tatama-mecha- system.blogspot.com/) y, como lo anuncia desde hace un buen rato, prepara un ciclo novelesco de ciencia ficción. Cápsulas Literarias
  • 15. 15 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Estaba de nuevo en Colombia aunque a decir verdad nunca se había ido del país. Concerté la entrevista con Raúl Tasca, el dueño del famoso circo cerca del estadio, con tigres, osos, payasos, quizá pericos y uno que otro sapo sin duda. Ya tenía los temas programados y las preguntas no resultaban difíciles de sortear. Y así fue. Tasca me contó del circo y de las nuevas atracciones, de su especial cuidado con los animales y de su propósito de recorrer el país programando funciones día y tarde. El acento mexicano, no tardé en advertir, había desaparecido del todo. En los últimos años hemos sufrido varias bajas. ¿Si ve el nombre del circo? Sólo existe un hermano Tasca, yo. Las viejas atracciones son cosa del pasado, la gente de las motocicletas envejeció rápido y llevar elefantes y tigres en trailer no es tan fácil como la gente piensa. Y ¿qué me dice usted de los payasos? El humor es otro, señor Galindo, las películas de terror trocaron el payaso en un psicópata que lanza cuchilladas. Ya nadie se asombra viendo un oso montando cicla. Y los niños, nuestro verdadero público e inspiración, solo ríen cuando los trapecistas fallan. Al detener la grabadora, Tasca me comentó sobre los animales muertos esta última temporada, la peor de todas a su parecer. Otros sentimientos prevalecieron frente a mi curiosidad. No quise preguntarle por la alimentación de los elefantes o de los osos, me preguntaba y ustedes también se preguntarán, cómo aplacar el hambre de un tigre cuando no hay dinero, qué diablos hacer con un canguro moribundo… Tasca advirtió mi inquietud. Dispuso su voz para referir la vieja anécdota del cirquero quebrado, del leopardo flaco entre los barrotes. Estábamos detrás de la gran carpa. De repente la temperatura bajó. La lluvia comenzó a precipitarse en cortes de navaja; las gotas, gruesas y rápidas anegaron el césped. En el horizonte los relámpagos. Luego, el granizo. Sobre el aluminio de las jaulas se reventaban las perlas produciendo un ruido ensordecedor. Raúl Tasca desapareció de mi lado, el dueño del circo que tenía en su trailer fotografías con tucanes, lobos y pericos, se convirtió en un almirante dispuesto a luchar con arrojo y valentía. Yo alcanzaba a oír las órdenes entrecortadas por el ritmo de la tormenta. El aullido de los animales parecía provenir de muy lejos. En un trailer la escuadra de perros amaestrados se organizó debajo del escritorio. Los caballos en el establo semejaban esculturas de piedra, una detrás de otra, sin relinchar. Ya imaginaba a los acróbatas ensayando en sus delgados trajes, a los domadores mirando el reloj, a los payasos sin maquillaje cubriéndose la cara ante el espejo. Otra función pérdida: ayuno para el canguro boxeador y en la peor de las situaciones para los tigres. La niña de la taquilla, lo supe después, no abrió. Tasca estaba emparamado. Se acercó a mí con un paraguas, tuvo que gritarme al oído: necesitaba mi ayuda, necesitaba mi auto, debíamos irnos. Caminar así parecería un suicidio, pero llegamos a mi auto con vida. El número de los elefantes había pasado a la historia, sin embargo todavía era fundamental para el circo. El trailer que los llevaba se había varado en el centro. Tasca me dio las indicaciones para ir a cerciorarnos de que los animales estuvieran bien. “Hay mucho en juego, usted no sabe señor Galindo lo que cuesta uno de esos animales, usted no sabe lo que cuesta entrenarlos, ¿puede creer que hace uno años los tres que teníamos murieron? Son animales muy nerviosos y no sé…” Íbamos por la treinta y por sus indicaciones íbamos bien. Dentro de la lluvia, la granizada en Bogotá Fernando Galindo Gordillo Ilustraciones de Juan Diego Gómez Vélez Cápsulas Literarias
  • 16. 16 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Siempre he sido un conductor diestro y todo aficionado de los autos gusta de los retos y si no hay safari al menos están las congestiones y, en ocasiones, el granizo. El alcantarillado no dio abasto. A lado y lado de la calle los trozos de hielo formaron barricadas, que gracias a las olas producidas por los carros rebozaron al andén. El césped quedó completamente cubierto. Debajo de los puentes divisamos las tropas de motociclistas arrinconados en las esquinas, arropados con los chalecos, atrapando entre los dedos un cigarrillo, cubiertos por el humo y el vaho. Mi concentración al volante la envidiaría el jugador de ajedrez. Estábamos en una rara competencia por la supervivencia, pasábamos a los varados con cierta alegría y al tiempo con temor. El “río” que pasa por la treinta corría a una altura inverosímil. Allí dentro habría personas escondidas dentro de los túneles, atrapados entre el frío, sofocados por el agua. Cerca de los árboles estaban regadas por el suelo varias hojas. Por doquier había personas escampando en los puentes peatonales, al frente de la portería de los edificios, debajo de la entrada de las casas, mirando llover desde la cafetería, o envueltas en plástico sobre la acera junto a un mueble lleno de colombinas y mentas. Llegar allí, indicó Tasca, sería imposible. El trailer estaba varado en la Caracas con 26. Después de lidiar durante años con la congestión vehicular, el escenario ante mis ojos no era extraño para mi profesión de periodista. Los del gremio sabemos sortear las situaciones extrañas no tanto para resolverlas como para registrar la noticia. Tomé todos los atajos posibles y después de superar kilómetros de carros estacionados uno después del otro, llegamos a un punto alentador. La lluvia había pasado. El granizo sacudió la capital a las malas, esculcando cada una de sus esquinas hasta limpiarla por completo. Pero ocurrió lo que siempre pasa con las purgas, las auditorias y la limpieza: la mugre mudó de puesto, las aguas negras rebozaron y el alcantarillado sencillamente no sirvió. Los niños ya estaban ensamblando sus muñequitos de “nieve” con granizo criollo. Estamos en Colombia me dije, aquí celebramos cualquier cosa, el 1 a 1, el 0 a 0… Ahora, la tormenta. Unos tomaban fotos, otros conversaban con los vecinos sacando el agua a baldazos; la mayoría, arropados con bufandas, jugaban en los parques, arrojándose al suelo, lanzándose granizo. Después de estacionar el auto, tardamos veinte minutos en llegar. A ras de suelo flotaba una delgada neblina. Sobre la baranda del centro internacional estaban apiladas decenas de personas, no se alcanzaba a divisar qué ocurría en la intersección con la Caracas, debajo. Tasca se diluyó entre la multitud; yo sentí en mis bolsillos el frío de las llaves, y no, no era momento para fumar. La tormenta inundó la avenida. Cada vez que llueve en la Candelaria, el fuerte caudal trae de la montaña palos y piedras que viajan de la carrera segunda a la carrera décima en menos de un minuto. La inclinación llevó el agua y el granizo al punto más bajo de la carrera 26 formando un lago glacial. Las carrocerías de los autos horadaban los inmensos bloques de hielo, el agua entró dentro de los colectivos atrapando a la tripulación, dejando inerme a un capitán que sólo manejaba carros. Todo resbalaba lentamente. Desde la Caracas las personas se las arreglaron para enviar sogas: subieron niñas disfrazadas, madres con carteras, hombres emparamados. Abajo, el caudal desorganizaba los autos y los arrojaba unos encima de otros. Desde donde estaba era imposible divisar el trailer. Traté de bajar un poco para advertir en qué situación había quedado. Me estrellé con un remolino de personas imposible de franquear: no alcancé a ver nada, sólo oía las perlas del granizo removidas por los zapatos. Un largo oh y ahh me dio una idea de lo que estaba ocurriendo. La marea que me impedía ver volvió sobre sus pasos: el pánico y el miedo; los miembros entumecidos y un ruido inconfundible: Cápsulas Literarias
  • 17. 17 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 el barrito del elefante. Los tres animales escaparon. No vi a Tasca, tampoco el trailer. Son africanos, lo sé porque las orejas de los elefantes africanos tienen una rara similitud con el mapa de África. Y no lo va creer usted, que me parece escéptico, las orejas del elefante de la india tienen la forma de la india, en triángulo. Son animales pacíficos, pero nerviosos… Aunque nadie ha visto un elefante matar por comer, su dieta no nos incluye, son comunes los accidentes por la fuerza que tienen. Vi por televisión que crecen toda la vida. Si ve como pegan las orejas a la cabeza, las pegan como un seña inequívoca de que están de mal genio y van atacar. Bien lo dijo uno de mis maestros, en la catástrofe el excéntrico se vuelve locutor. El viejo era la única voz que oía, en una de sus manos noté la explicación: llevaba una Biblia en un estuche negro. Cuando derribaron el trailer, lo comentó con cuidado, preguntando por la suerte del conductor; cuando uno de los tres elefantes, el más grande, sentó sus patas delanteras sobre uno de los vehículos, añadió una editorial: qué vano es el hombre, qué débil frente a la naturaleza, qué pobre frente al Señor. De los primeros gritos al silencio, del silencio al comentario de “por favor señor no moleste” a “deje de hacerlo, nadie quiere su opinión”, ¿sí oye? Los bomberos. Y a lo lejos las sirenas, los carros, el equipo de rescate. Nadie se perdía la función de los elefantes en la 26. El desconcierto de los socorristas y los bomberos era comprensible. Una de las pocas voces que se oían era la del conductor del trailer y la de su patrón, Raúl Tasca. Hubieran estado calmados o perplejos, el escenario hubiese sido un espectáculo excepcional, pero los animales se mostraban agresivos y no permitían que las personas familiares se les acercaran. Algo ocurría. Tenían un mirada penetrante, como si los ojos estuvieran a punto de desprenderse de las órbitas, disparar fuego y derretir el hielo a su alrededor. La granizada y la tormenta, que había despeñado piedras y bloques de hielo a la 26, sin duda quedarían registradas como un evento singular, pero al parecer junto a los elefantes y al desdichado de Tasca el ambiente encerraba un misterio. Sin lluvia, comenzaron a pasar escuadras de palomas y aves; volaban muy bajo; eran decenas, cientos, miles; oscurecieron el cielo. Los perros empezaron a aullar. Todos nos mirábamos sin saber qué hacer, me detuve en el pastor que atrapaba su Biblia sin musitar palabra o hacer seña. Tropas de perros inundaron las calles, como si estuvieran llamados a dirigirse de manera inexorable a un lugar. De cerca, un poco temeroso, advertí que estaban recorriendo y marcando el perímetro. Estaban todas las razas: french poodle, beagles, labradores chocolates, pastores alemanes, gozques negros, gozques amarillos… En ese instante algo me dijo que los elefantes no serían doblegados. Presa también del pánico, me costó trabajo divisar qué hacían los demás. ¡Oía los ladridos, veía los perros, sentía las Cápsulas Literarias
  • 18. 18 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 alas, pensaba en los elefantes! …El tiempo demoraba cada minuto. Corrí con una destreza insuperable, y cuidándome de no resbalar entré a una librería que por descuido dejó las puertas abiertas. No sentí calor, tenía el cuerpo comprimido, enjuto, me pasaba la lengua por los dientes. Por entre las ventanas el espectáculo extrañamente no despertaba mi atención. La habilidad y la destreza la compartíamos todas las personas, incluso los viejos. Los perros envolvían los autos, salían de las esquinas, mordían las piernas. Yo sentí las palabras; sin embargo, olvidé hablar. Estaba ante un panorama insólito y descarnado, cuya sola vista estremecería al más temerario de los hombres. Recuerdo que mis movimientos eran intempestivos, miraba a los demás con cierta rareza, como si estuviera acostumbrado a observarlos pero nunca a presenciarlos de esa forma. La ropa me incomodaba, me picaban los pies, los zapatos y las medias estaban emparamados y pesaban. El ambiente familiar de la librería me resultó extraño e inhóspito, estaba intranquilo y molesto. He vivido momentos dramáticos, catástrofes de toda índole, he visto el dolor, el sufrimiento, las personas huyendo restañando sus heridas con las manos. Esto era diferente. La manera de razonar y guardar los recuerdos estaba cambiando, lo que me parecía simple lo veía como único y nuevo. Temía a las personas, me extrañaba de los libros, me asustaba mi reflejo. Los perros y las palomas y los caballos y los elefantes no despertaron mi atención. Me inquietaba, por el contrario, lo simple: el sonido de los teléfonos, la luz de las bombillas, la humedad de mi ropa. Han pasado ya varios meses del incidente y con el propósito de corroborar los datos, decidí visitar la librería. No pudieron ofrecerme una respuesta a lo que ocurrió después. Nunca sabré si alguien abrió la ventana o la librería ya estaba llena de insectos o en algún lugar del edificio, esto es más común de lo que parece, un panal de abejas estaba colgado en una esquina. Algunos libreros me aseguraron que entraron por una ventana y aparte de las palomas y los perros, las moscas, las abejas y los zancudos estaban revoloteando por todas partes, estrellándose como bolas de goma contra las ventanas… El caso: hubo una fisura y por esa fisura entraron. Las puertas del recinto estaban cerradas. Uno de los libreros improvisó una antorcha. Ante el fuego, quienes habíamos huido de la tropa de perros y la bandada de palomas entramos en pánico y escapamos. Mis recuerdos y los recuerdos de los demás rinden versiones distintas. Coincidimos en una cosa: la lluvia empezó de nuevo. Cuando me llevé las cortadas de la mano a la boca volví a hablar. “Algunos especulan, señor Galindo. Y no le voy a decir que yo no, que las mías, que las observaciones de este trajinado magín son puras e intachables. Le voy a decir lo que pienso, es probable que nunca sepamos a ciencia cierta qué ocurrió, pero pide usted la opinión de un erudito, la tiene: quizá nuestra información genética no sólo fije qué altura o el color de iris que tendremos, quizá conservemos el miedo de nuestros antepasados, su comportamiento y del mismo modo que custodiamos un legado, estemos formando otro. Acaso lo mismo le sucede a los demás animales… Ya estoy entrando al reino de la fantasía… ¿Qué ocurrió, me pregunta? Recibimos un estímulo inusual y respondimos. Pero en otras partes del mundo hay invierno y granizadas, es cierto; pero yo le voy a pedir un favor: piense un poco. Mis temores se repartían entre el circo y el trailer. Los elefantes son costosos, y yo ¿ya le conté cuánto nos cuesta mantenerlos y entrenarlos? Son animalitos agradecidos porque si uno los trata con cuidado viven mucho y se enferman poco. Como le decía, por un lado me preocupaban ellos; por otro, el circo. Cuando regresamos recibí el reporte. No pasó nada. La escuadra canina de acróbatas regresó al cabo de unas cuantas horas. Más allá de los daños esto es publicidad. Yo tengo fe en el mundo del circo. Recuerde: reanudamos labores el martes. Venga por la tarde, es a mitad de precio, anímese.” Cápsulas Literarias
  • 19. 19 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 “¿Usted por acá? ¡Qué maravilla! Las vueltas que da el mundo. Ya está confirmado: los elefantes son africanos ¿recuerda las orejas? Conmigo vinieron los de la parroquia... Despreocúpese, nosotros lo acompañamos. Estamos en un circo, y en la iglesia y en el circo uno hace hermanos.” FERNANDO GALINDO Colombiano. Tengo 31 años, trabajé dictando un taller de escritura de ciencia ficción en la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente dicto conferencias sobre literatura y escribo reseñas en una revista. Cápsulas Literarias
  • 20. 20 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 La última vez que la vi, antes de mi ingreso, fue esa dolorosa mañana en 2004, al bajar del taxi con el corazón destrozado y sin una lágrima mas para derramar, todas las había vertido suplicante desde la noche anterior hasta verla partir indiferente y decidida, cuando después de tantos años de entrega incondicional y de apasionada compañía, decidió reemplazarme por un fulano del que hoy, doscientos veintitrés años después, sólo un lejano recuerdo sobrevive. Recuerdo que con alguna frecuencia sale de las sombras y emerge a mis pensamientos, uno en un millón, porque a mis doscientos cincuenta y tres años, he vivido incontables experiencias. Siempre me pregunté lo mismo y nunca he podido encontrar una respuesta, ¿Qué hubiera pasado con mi vida de no haberse entrometido en la felicidad que nos unía? Pero la especulación no da lugar a la calma. Al preguntarlo, inmediatamente sugiero que fue mi culpa, que no fui lo suficientemente hombre para satisfacerla, que fue culpa del fulano por ser más encantador de lo que yo alcanzaba a ser, que ella fue la más culpable de todos por permitirse llevar más allá un gusto pasajero. En últimas, pienso que todos fuimos culpables, de una y de otra manera todos nos metimos en la vida de los demás, lo buscamos, lo arruinamos, lo asumimos, pero yo nunca lo pude superar. Sin sentido y sin razón para vivir, frustrado y deprimido, decidí asistir por presión de mi familia a terapias sicológicas, pues luego de tres años, en 2007, nada me salía bien, no duraba en mis empleos, me había convertido en una persona irritable, conflictiva e insoportable, el alcohol era mi mejor amigo y me encerraba a martirizarme con el recuerdo de la felicidad junto a ella, la gritaba, la deseaba, la extrañaba. Fue durante la segunda terapia que decidí no continuar con mi vida. Aún recuerdo los ojos de mirada demente de la sicóloga que me atendía, se levantó de su silla y se acercó para quitar el cuchillo que yo sostenía con ambas manos haciendo presión sobre mi cuello. Luego que ella lo alejara suavemente controlando la situación, lloré como nunca en esos últimos años. Mientras lloraba tendido en el suelo, de un cajón de su escritorio sacó una carpeta negra, la colocó al lado de mi historia clínica y la abrió, me miró fijamente y con voz ausente preguntó. “Si no tiene nada que perder, ¿estaría usted dispuesto a ser parte de una serie de pruebas científicas? Que de lograr los resultados esperados, revolucionarán el concepto de la vida, tal como lo conocemos hoy” Luego de esperar un par de segundos y mirarme con esa sonrisa maliciosa que por primera vez dejaba ver su dentadura, blanca y perfecta, Sara David Ricardo García Ilustraciones de Juan Diego Gómez Vélez Cápsulas Literarias
  • 21. 21 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 atrayente, pronunció mi nombre esperando respuesta, “Dante…” “¿De qué se trata?” Respondí, y de esta manera abrí la puerta a mi destino. Luego de una serie de explicaciones y retahíla científica que poco entendí, de múltiples exámenes y reuniones clandestinas, de visitas a laboratorios y de pruebas dolorosas, firmé sin leer el contrato e ingresé al programa secreto de experimentos con seres humanos G.F.E o “Genetics For Eternity”, cuyo principal objetivo era la manipulación genética para lograr la inmortalidad. Todo había comenzado con el descubrimiento del mapa genético pocos años antes y, como era de esperarse, su consecuente aplicación comercial por parte de grandes multinacionales de la belleza y de la farmacéutica, interesadas en encontrar un tratamiento que fuese la fuente de la juventud, y a su vez, la fuente de las mayores riquezas, porque ¿quién no sería capaz de pagar el precio que fuese necesario para no envejecer?, ¿para no morir? En esa época, el consumo exagerado de cosméticos y tratamientos para el rejuvenecimiento, otorgaba a estas compañías multimillonarios recursos para pagar los mejores científicos y equipos de alta tecnología para este programa, no sólo secreto, sino también clandestino, ya que en ese entonces la experimentación con seres humanos era ilegal. Los fármacos eran muy fuertes, en muchas ocasiones sentí que moría, nunca supe realmente los pormenores de lo que me hacían, no me importaba, siempre hice mis oídos sordos a las precauciones y a las alertas médicas, fui el conejillo de indias perfecto. Luego de cinco años y cansado de experimentos con inyecciones, radiaciones, terapias con esos malditos fármacos e inexplicables procedimientos, decidí retirarme del programa. Si iba a morir, prefería hacerlo decentemente, en una playa mirando al mar y con una botella de licor a mi lado, pero no en aquel antiséptico ambiente controlado. De mi familia ya no sabía desde mi ingreso al programa. Por fuentes externas supe que ellos me daban por muerto, gracias a un dictamen sicológico que me mostraba como un loco que inevitablemente atentaría contra su propia vida. Luego de mi desaparición, buscaron mi cuerpo en todos los ríos cercanos y lejanos que frecuentaba, en las morgues, en los periódicos y en internet, nunca aparecí. Rápidamente se dio por cerrado el episodio de Dante, el perfecto suicida que no dejó rastro alguno ni carta de despedida. Jamás habrían imaginado que me encontraba en el centro de un gigantesco bunker construido por las multinacionales de la belleza, financiado por el dinero de inversionistas de grandes corporaciones que creían en el potencial a futuro de esta investigación. Este bunker, al que llamaban confidencialmente Paraíso, se encontraba construido bajo tierra, con fuertes medidas de seguridad y tecnológicamente invulnerable. Parecía más una sofisticada prisión, que fuera su destino inicial, pero que había sido abandonado por una nueva política que se gestaba al interior de la clase gobernante, en busca de disminuir la población carcelaria en áreas urbanas, enviando grandes contingentes de presos a las selvas para trabajos forzados, en lo que conocimos como industria de combustibles hidro-biológicos. Increíble lograr producir combustible a partir de las moléculas del agua. Primero fue vendida a cada hogar en las grandes urbes, mas tarde en botellitas, luego, los ríos y mares fueron vendidos como la tierra, le llamaban propiedades complementarias, sus dueños se hicieron ricos al vender agua no sólo en botellitas, sino en diferentes presentaciones para usos doméstico, higiénico, humano y animal. Luego vino la venta de oxígeno, se utilizaron las antiguas tuberías de gas natural para ello. Si las familias deseaban oxígeno puro en su casa debían pagar mensualmente por él a las grandes Cápsulas Literarias
  • 22. 22 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 corporaciones de servicios públicos. La energía nuclear era económica, pero el oxígeno se convirtió con los años en un artículo de lujo, principalmente la clase alta podía tenerlo. Y es que no era fácil la explotación de este recurso, después de la tragedia ambiental del 2025 que eliminó la tercera parte de la población mundial, el oxígeno puro sólo se encontraba en pocos lugares de difícil acceso, y con grandes costos a nivel tecnológico. A veces pienso que morir en el siglo antepasado hubiese sido preferible que intentar escapar del Paraíso esa madrugada del 2032, veinte años después que me negaran mi retiro voluntario, argumentando que el contrato firmado tenía una cláusula de confidencialidad permanente mientras durara el programa o mi vida, y ninguna de las dos hasta entonces acababa. Ya se contaban por cientos los muertos durante la ejecución de los experimentos, al parecer yo era quien más resultados positivos había logrado en materia de anti envejecimiento, pues veinticinco años después, mi cuerpo tan solo registraba el paso de cinco años. Así, mi mente configuraba el recuerdo de cincuenta y siete años de edad, pero me veía como un hombre de treinta y siete. Desesperado por el encierro y por las ya monótonas fantasías virtuales que satisfacían mis deseos humanos de variedad alimentaria, de recorridos turísticos, de sexualidad y pasión, decidí escapar sin importar el costo, igual, llevaba veinticinco años preparando mi escape, físicamente y emocionalmente estaba listo para huir, sin saber qué me esperaba afuera. Seis horas después de emprender mi fuga, regresaba encadenado y bajo custodia de dos robots vigilantes. No lo había logrado, por lo tanto mi castigo fue cruel: nada de fantasías virtuales por un año. Extrañé los vuelos en transbordador espacial a otros planetas y la visita a las capitales de los países de la Organización Mundial Única, O.M.U, el organismo que controlaba la totalidad del comercio y relaciones humanas a nivel mundial. Extrañaba también las playas frescas y el sexo matutino con Amanda, mi creación virtual de pareja perfecta, a quien encontraba en aquella máquina de sensores y bajo el efecto de la anestesia que sólo dejaba recibir a mi cerebro los estímulos sensuales programados. ¡Cuánta falta me hacía Amanda!, los recorridos por los mejores restaurantes, las comidas y sabores exóticos que compartíamos, como bailábamos y disfrutábamos del teatro y del cine, las caminatas al aire libre, los juegos y la complicidad… se parecían tanto. Aunque sería justo admitir una diferencia crucial, y esta es, que Amanda jamás desaparecería en un taxi, de hecho, jamás tomamos uno, en mi mundo virtual no existían, tampoco fulanos, ni sicólogas. De los dos mil ejemplares de libros que había en la biblioteca ya había repasado por tercera vez sus contenidos. Podía recitar de memoria las hermosas líneas de Homero, de Borges, de Saramago, de García Márquez, de Verne, de Dickens, de Stevenson, de la Biblia, de Freud, de Nietzche, de Pombo, de Alighieri, de Orwell, y de muchos más. No intenté volver a escapar, los años pasaron, así como también pasaron generaciones de científicos, quienes llegaban jóvenes y salían viejos. Cada vez que alguno nuevo llegaba y traía noticias del exterior, le rodeábamos durante horas escuchándole e imaginando los cambios sociales, climáticos y científicos. Nunca podré olvidar el día que mi amigo Rafael llegó al Paraíso, que si mal no recuerdo fue en 2105, consigo trajo videogramas holográficos, que había logrado ingresar al esconder los nanochips de última generación en su equipaje, esto sin ser detectado por los varios anillos de seguridad que el protocolo de tantos años había definido. Quién lo iba a imaginar, resultaba más fácil camuflar en el equipaje estos dispositivos, en una era, donde se llevaban incrustados en la retina y debajo de la piel, en cualquiera de las falanges. Cápsulas Literarias
  • 23. 23 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Gracias a Rafael vi la desaparición del ochenta por ciento de la forestación, del agua, de las ciudades y de la humanidad, debida a las guerras hídricas, al hambre, a los virus y al fenómeno climático. Nuestra amistad duró hasta el 2155, cuando víctima de un ataque al corazón, mi amigo sucumbió ante la muerte. Paradójico final a quien busca con ansias la eternidad, en el Paraíso. También con los años y las décadas vi pasar a empresarios delegados y encargados del programa G.F.E. Abuelos, padres, hijos y nietos, todos tenían la esperanza de ser quienes recogieran el fruto económico de tanto trabajo, pero esto fue absurdo, la muerte visitaba sus casas y se perdía de nuevo esta guerra. La última mujer que había visto era mi sicóloga, quien se suicidó poco años después de mi ingreso, al no poder superar la tortura en su conciencia de haber entregado para experimentos científicos a quien fuera su esposo. Él, al no haber resistido el primer tratamiento con fármacos, había muerto lenta y dolorosamente, bajo la angustiada supervisión sicológica de su esposa. No había visto una mujer real en casi ciento ochenta años, cuando la volví a ver, a mis doscientos treinta años cumplidos. Esa tarde de 2187 nos reunieron a los pocos que aún sobrevivíamos, juntos por primera vez hombres y mujeres, totalmente desnudos. Es increíble como luego de tanto tiempo logras acostumbrarte a la sensación de la exposición, sin temor, sin pudor y sin reacción. Cuando ella entró a aquel cuarto, era la última de las siete sobrevivientes femeninas, mi última imagen de ella era sentada en aquel taxi, de espaldas, dejando ver su cabello castaño, alejándose indiferente, cruel y sin dar muestras de misericordia. No existían para mí los otros doce habitantes del cuarto, mis ojos no podían abstenerse de mirarla, no lograba creer que fuera cierto, aún recordaba su nombre pero el temblor de mi cuerpo no me permitía pronunciarlo, una lágrima salió de mi ojo izquierdo, quise correr hacia ella pero en ese momento se apagaron las luces y se encendió el monitor por donde siempre recibíamos instrucciones. Mientras la buscaba en la oscuridad, tratando de verla y confirmar que no estaba alucinando, escuchaba las palabras que nos dirigía aquel rostro nuevo, con fisonomía que me era familiar, pues quien recuerda bien el rostro de un padre, reconocerá sin mayor dificultad a un hijo: “¡Como nuevo encargado y absoluto dueño del programa G.F.E, tengo el placer de informarles, que después del esfuerzo de todos nuestros antecesores y de inimaginables recursos invertidos en este revolucionario programa, hemos logrado lo propuesto!” Un frío intenso recorrió mi cuerpo, todos los reportes anteriores nos animaban y motivaban a no perder la fe en el programa, a creer que pronto llegaría nuestra redención y a ser reconocidos como héroes pioneros de la inmortalidad. Miré hacia el monitor y puse atención mientras continuaba su discurso: “¡Hemos descifrado la muerte, tengo el honor de presentarles la fuente de la juventud!, ¡y ustedes serán los primeros beneficiados por su valioso aporte en esta investigación! pronto serán informados, gracias por su sacrifico y labor.” Al apagarse el monitor y encenderse la luz artificial de la habitación, un fuerte terremoto sacudió todo el lugar, las estructuras empezaron a colapsar y todo fue caos y angustia. Corrí buscándola para preguntarle si aún pensaba en mí, pero la perdí de vista en medio de la confusión, de la misma manera en que perdí el conocimiento, cuando sobre mí cayó un pesado desván donde guardaban frascos y material de investigación. Luego la oscuridad. Al despertar, noté inmediatamente la diferencia entre el aire que por casi dos siglos respiré y el Cápsulas Literarias
  • 24. 24 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 que ahora entraba a mis pulmones, aunque contaminado y pesado, era aire natural. Eché un vistazo al lugar donde me encontraba, alrededor, hombres y mujeres se alegraban que recuperara el conocimiento, pero ella no estaba. Me dijeron que había sido el movimiento telúrico más fuerte desde el terremoto de 2100, y que a pesar de las alarmas de prevención y evacuación, aquella placa tectónica se sacudió de tal manera, que no quedaron edificaciones en pie y el número de muertes había hecho prácticamente del continente, un lugar deshabitado. Pasaron veinte años más de búsqueda incesante, todo estaba irreconocible. De aquellas hermosas ciudades costeras no quedaba sino el recuerdo, el aumento en el nivel del mar causado por el deshielo de los polos fue fatídico para millones de personas. Nadie pudo detener la avaricia y la obsesión con el poder y el dinero de los grandes emporios económicos e industriales, que contaminaron hasta más no poder el planeta, nunca reconocieron su responsabilidad directa en la autodestrucción. Tampoco los gobiernos lograron ponerse de acuerdo, y cuando ya era tarde, toda la atención se dirigió hacia el programa G.F.E. Como los consumidores estaban muriendo, ya no había a quien venderle y la economía se desaceleraba a pasos gigantescos, cada vez menos personas compraban alimento, ropa, finca raíz, productos para la salud, medicinas, lujos, naves de transportación, viajes espaciales, vacaciones, entretenimiento y religión; había que encontrar la manera de mantener los clientes actuales a como diera lugar, ya la publicidad y las estrategias de mercado eran obsoletas, cada vez más productos se quedaban fabricados sin salir a la venta al público, si todos morían … ¿a quién venderle? Ya no había nuevos clientes que atrapar desde que voluntariamente hombres y mujeres dejaron de reproducirse. El programa G.F.E logró éxito en su propósito, pero justo cuando se preparaba la noticia de la solución a los actuales problemas del mercado y a la posibilidad de mantener el consumo eternamente, el Gran Terremoto destruyó el sueño y sepultó en escombros al Paraíso. Durante mi búsqueda, supe que aquel día murieron diez de catorce conejillos de indias que estábamos bajo tierra. A todos los muertos encontré, enterrados a la manera antigua, incinerados o en registros de vaporización química, pero ella no estaba entre ellos. Había resucitado de la muerte en dos ocasiones, aquella tarde en el Paraíso y por casi doscientos años en la sepultura de mi mente. Un día, mientras recorría el sendero que conduce al último bosque, en busca del permiso para pagar por mi dotación de agua pura para los próximos meses, la vi, y fue justo en ese momento cuando decidí asesinar de una vez por todas al fulano, lo maté, lo incineré y envié sus cenizas al olvido, para que así, nunca más interfiriera entre nosotros. Corrí hacia ella y toqué su hombro mientras pronunciaba su nombre, ella dio la media vuelta que yo deseaba desde aquella dolorosa mañana del 2004, dando fin así a tan larga, inconclusa y aplazada espera. “Dante, ¿Cómo es posible?” La escuché decir mientras desesperado la abrazaba. Olía diferente de aquellos años en que la conocí, cuando el aroma de frutas se mezclaba con el aroma de su piel y de su sudor, pero no importaba, era ella, seguía tan bella como en su juventud. Los experimentos habían opacado su vitalidad y oscurecido un poco su color de piel, su boca seguía siendo la misma que tantas satisfacciones me había otorgado, con aquel sabor inolvidable que jamás me cansaría de probar, su nariz intacta al pasar de los años y delineada artísticamente, su cabello más largo que de costumbre notaba ya algunas canas, en sus manos se conservaba la delicadeza de tantas caricias, de tantos juegos, de tantos cariños. No le respondí su pregunta, no sabía la respuesta, nunca me hubiera imaginado que a los pocos meses de nuestra separación, y tras encontrar felicidad con el fulano ya difunto en mi Cápsulas Literarias
  • 25. 25 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 mente, su relación acabaría por una agresiva y rápida enfermedad terminal, ni ella con sus cuidados, ni la medicina con sus tratamientos equivocados e ineficaces lograron salvarlo. Luego asistió a terapias sicológicas para superar la pérdida de su pareja y el suicidio de su ex-pareja, así ingresó al programa G.F.E. Ciento treinta años después encontraron la cura, a esta y a otras enfermedades como el cáncer, que diezmó la población mundial a inicios del siglo XXII, luego de décadas de honestos esfuerzos, enredados entre deshumanizantes intereses económicos y crueles exploraciones hacia la eternidad. - Han pasado más de dos siglos y ahora que te encuentro, solo quiero estar junto a ti, recuperar el tiempo perdido. – le dije - No Dante, jamás recuperaremos el tiempo perdido, todos estos años he pensado en mis decisiones, no sé si arrepentirme o culparme, intentar comenzar de nuevo o acabar para siempre con todo, conocí el amor un pequeño instante de mi vida, que vago recuerda mi mente entre las sombras. - Son esas mismas sombras las que me enseñaron a odiarte, a matarte y a perdonarte, pero has resucitado, hoy hay vida y hay posibilidad de amarte, tal vez mañana no haya un mundo en el cual vivir, cuando pudimos hacer algo al respecto no lo hicimos, ahora nada podemos hacer. No pienso perder más tiempo, déjame amarte aunque este sea el último día de nuestra tierra, deja que este segundo sea eterno y que los años pasados queden en el olvido. La besé, hicimos el amor y durmió entre mis brazos. DAVID RICARDO GARCÍA Bogotano, 28 años. Músico y amante de la lectura y la escritura, ha participado en proyectos para radio, cine y televisión como creativo y libretista. davidgarciacn@gmail.com Cápsulas Literarias
  • 26. 26 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Por Diego Darío López Mera Cómic
  • 27. 27 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Cómic
  • 28. 28 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Cómic
  • 29. 29 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Cómic DIEGO DARÍO LÓPEZ MERA (Colombia) Ingeniero de sistemas de la Universidad del Valle y docente de programación de Tecnología en sistemas de la Institución Universitaria Antonio José Camacho. Desarrolló el freeware Curvas, muy utilizado en colegios y universidades en cursos de matemáticas. Actualmente coordina el Semillero de Investigación en Tecnologías Multimedia, ITmedia de la institución en la que trabaja Su anterior novela, Los Hombres que Aterrorizaron al Mundo obtuvo mención de honor en la primera convocatoria del Premio Andrómeda de Ficción Especulativa de España en el 2004, y un cuento suyo de ciencia-ficción fue publicado en la antología “Sonrisas y Asteroides” (2008)
  • 30. 30 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Do androids dream of electric sheep?1 es uno de los escritos más representativos de un movimiento que revoluciona la ciencia ficción en la década de los sesenta: la Nueva Ola. Desde la década del 50, la ciencia ficción norteamericana empieza un proceso de maduración en el cual las preguntas se hacen más complejas. A diferencia de lo que se muestra en la adaptación cinematográfica (Blade Runner)2 , la trama principal de ANDROIDS gira alrededor de dos protagonistas (Rick Deckard y John Isidore). Se narran dos historias paralelas: la de un cazador de recompensas, que encarna la ley y la lógica, y la del chofer de una empresa que se encarga de la reparación de animales eléctricos, representación de la intuición y el afecto. Es imposible hablar de una de las obras de Dick sin relacionarla directamente con sus otros escritos. Varios críticos han dividido sus obras en periodos, en los cuales se encuentra una relación de ideologías y actividades del escritor, con sus textos. ANDROIDS corresponde a la que Pablo Capanna llama la Época metafísica 1962 – 1970. En la época metafísica, Dick perfecciona un sistema narrativo e ideológico que trabajaba desde sus primeros escritos y que Patricia Warrick3 llama multifocal4. Kim Robinson sostiene: “el leit-motiv de las novelas dickianas adscriptas al realismo social, era la destrucción de las relaciones humanas en el mundo de los negocios y la exaltación de las virtudes del trabajo manual frente al burocrático” (en Capanna). Estas novelas son narradas en tercera persona, y no hay un protagonista: dos personajes se destacan como contrapunto entre la clase autoritaria y la sometida. En la multifocalidad, Dick experimenta con tramas mucho más complejas y con una mayor cantidad de personajes, los cuales no son sólo focos de la narración, son referentes de clases sociales y estructuras de poder político y económico. Dentro de la temática propuesta en la etapa metafísica se puede encontrar un tema recurrente en toda la obra dickiana: desde que lee a los presocráticos, el mayor interés del escritor es poder separar las ilusiones del mundo real, para poder así descubrir la verdad oculta tras las apariencias: “He escrito novelas para plantear la pregunta: ¿qué cosa es real? Y he propuesto una buena cantidad de respuestas. Pero en realidad no se trataba de respuestas, eran más bien intentos de investigación de la naturaleza de la realidad.” (Dick 1978) A veces este develar la mentira lo lleva por los caminos del simulacro, el engaño o la supremacía de lo irreal. Ya en la etapa metafísica, esta Empatía/Entropía Rodrigo Bastidas Pérez Ilustración de Juan Diego Gómez Vélez 1. Desde ahora ANDROIDS. 2. Blade Runner. (1982) Dirigida por Ridley Scott, producida por Michael Deeley. 3. En The Labyrinth-Process of the Artificial: Philip K. Dick’s Androids and Mechanical Constructs. 4. En el modelo de narración multifocal, no existe un protagonista en torno al cual gira la narración (foco único), sino varios personajes centrales. Junto a la trama central, en la cual se entretejen las historias focalizadas en aquellos personajes, a menudo hay varias tramas secundarias cerradas en sí mismas. Artículos
  • 31. 31 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 preocupación tomaría otros visos con la inclusión de la empatía y la entropía. ANDROIDS desarrolla además dos temas centrales: el desarraigo y los estados de conciencia. La Tierra se presenta como un lugar en constante desgaste, donde el polvo radiactivo obliga a usar un protector genital de plomo y en el cual una de las corporaciones de mayor valía es la encargada de las basuras. Una sombra de tristeza y desilusión ronda a los personajes humanos: una vez se quedan en la Tierra, viven relegados. El gobierno ha desarrollado un programa de colonización, al cual se ha unido la mayoría de la gente: este mundo de post-guerra se encuentra casi despoblado: “The U.N. had made it easy to emigrate, difficult if not impossible to stay. Loitering on Earth potentially meant finding oneself abruptly classed as biologically unacceptable, a menace to the pristine heredity of the race. Once pegged as special, a citizen, even if accepting sterilization, dropped out of history.” (Dick 1982, 13) 5 Contrario a esto, aparece Marte, un planeta que la publicidad presenta como ideal. Se desarrolla propaganda estatal en pro de la emigración, los cuales incentivan a la gente a viajar: “— How would you contrast your life back in contaminated Earth, with your new life here in a world rich with every imaginable possibility? —I think what I and my family of three noticed most was the dignity (...) It’s a hard thing to explain. Having a servant you can depend on in these troubled times… I find it reassuring.” (Dick 1982, 15) 6 En estos dos apartes, hallamos un imaginario (creado para los humanos e instaurado por la publicidad) de los dos planetas: la Tierra como un lugar donde desaparece el humano, para la historia; y Marte, que otorga dignidad y seguridad. Por antonomasia, Deckard e Isidore son personajes ya no sólo marginales, sino rechazados por la historia: Deckard es un cazador de segundo grado e Isidore un ciudadano de segundo nivel, un especial. Dentro del grupo androide, hay un caso similar: los replicantes regresan a la Tierra, aún con el peligro que representan los cazadores de recompensas, ya que para ellos la Tierra, como una zona de libertad, es un buen lugar para vivir. Marte (contrario a lo que dice la publicidad) resulta abominable para los androides. “ ‘I—’ she [Pris] hesitated ‘I got various drugs from Roy —I needed them at first because —well, anyhow, it’s an awful place. (…) this is nothing. You think I’m suffering because I’m lonely. Hell, all Mars is lonely. Much worse than this. (...) The androids’ she said ‘are lonely, too (…) We came back, because nobody should have to live there. It wasn’t conceived for habitation, at least not within the last billion years. It’s so old. You feel it in the stones, the terrible old age’.” 5. La ONU hizo que emigrar fuera más fácil, y difícil —cuando no imposible— quedarse. Permanecer en la Tierra significaba la posibilidad de ser calificado en cualquier momento como biológicamente inaceptable, una amenaza contra la herencia prístina de la estirpe humana. Una vez calificado especial, un ciudadano quedaba, aunque aceptara la esterilización, al margen de la historia. (Dick 2001, 22). 6. — ¿Cuál es la principal diferencia entre su vida en la Tierra contaminada y su nueva vida aquí, en este mundo que da todas las posibilidades imaginables? (...) Lo que más nos ha llamado la atención a nosotros tres, me parece Artículos
  • 32. 32 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 (Dick 1982, 132)7 Tanto Marte como la Tierra aparecen desde dos puntos de vista: como lo ideal y como su opuesto. En el caso de los replicantes, ellos pueden llegar a su lugar ideal (la Tierra), pero a cambio de sus propias vidas: ese lugar se convierte en algo adsequible pero inalcanzable. Los replicantes huyen de la servidumbre y de la marginación de la humanidad: en Marte son considerados sólo como máquinas, y personajes como Roy Baty muestran que los androides desean equipararse a la raza humana. Esto lleva a Deckard preguntarse si acaso los androides sueñan (quizá con ovejas eléctricas): “In actuality it had probably been a manual laborer, a field hand, with aspirations for something better. Do androids dream? Rick asked himself. Evidently; that’s why they occasionally kill their employers and flee here. A better life, without servitude. Like Luba Luft; singing Don Giovanni and Le nozze instead of toiling across the face of barren rock- strewn field. On a fundamentally uninhabitable colony world.” (Dick 1982, 161) 8 Al no plantearse un lugar ideal, se habla del topos como la idealización de un lugar externo e intangible, en detrimento del sitio en el cual se vive. La utopía ya no se encuentra por fuera del individuo, sino dentro de él, en un estado superior de conciencia. El estado superior de conciencia en ANDROIDS, es la fusión total con el mercerismo. Si bien el conectarse a la caja empática, para sentir un estado supremo de convivencia con la humanidad se convierte en una forma de utopía, la representación del hombre que sube la montaña sin poder alcanzar la cima lleva al mismo punto: ese ideal se presenta como aparentemente inalcanzable. Cuando la persona se conecta a la caja empática, pierde la noción de cuerpo y, a pesar de sentir los golpes, el cuerpo que observa mientras sube, ya no es el suyo, es el de Mercer. Este “conectarse” hace que el ser humano pierda la noción material de su cuerpo; en un contexto así, la utopía es mental. En el caso de ANDROIDS, la realidad alterna (el Mercerismo) simboliza ese ideal externo que no se puede alcanzar, aunque se realice a través de una máquina: las piedras lanzadas por los enemigos, hacen que Mercer (el ser conectado que se identifica con Mercer) regrese siempre a un mundo-tumba del cual nunca podrá salir totalmente. Al terminar la novela, alcanzar la cima de una montaña real representa para Deckard la fusión total con Mercer y la aceptación total de la vida. Aparentemente la utopía se convierte en posible cuando se materializa, en el momento en que Deckard logra una fusión total con Mercer y piensa como el ser absolutamente empático: el Mesías. Sin embargo, al final de su ascenso, el encuentro de un sapo eléctrico (y no uno real) desmitifica toda la posibilidad de acceder a esa perfección que se busca al llegar a la cima. En parte, esta desmitificación nos habla de una imposibilidad de la victoria sobre el desgaste continuo: en el mundo que se nos presenta, no podría existir el triunfo total sobre la entropía. Los androides intentan realizar una conexión empática, similar a la del Mercerismo, con el uso de drogas que los llevarían a una sensación de comunidad; para ellos —máquinas capaces de captar los sentimientos sólo de manera racional— la posibilidad de llegar a un estado superior más que difícil, es imposible. es la dignidad. (...) Es difícil de explicar, pero tener un criado de confianza en esta época tan turbulenta,... devuelve la seguridad. (Dick 2001, 24) 7. Yo —vaciló [Pris, una androide]—, tomaba las drogas que me daba Roy. Al principio las necesitaba porque... de todos modos es un lugar horrible (...) Usted piensa que yo sufro porque me siento sola. Pero esto no es nada: todo Marte es un lugar solitario. Es mucho peor. (...) Los androides también se sienten solos (...) Volvimos —continuó ella—, porque nadie debería vivir allá. No ha sido nunca un lugar habitable, al menos durante el último billón de años. Es tan viejo..., uno siente esa terrible vejez en las mismas piedras. (Dick 2001, 125) Artículos
  • 33. 33 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 ANDROIDS refleja el conflictivo mundo que vive Dick a finales de la década del sesenta. El capitalismo produce máquinas que realizan hasta el más mínimo trabajo por el hombre, los medios de comunicación dicen a las personas qué pensar, la carrera astronáutica por conquistar el espacio está a punto de lograr uno de los más grandes sueños de la humanidad; a esto se referirá Dick en una entrevista: “La idea que se aferró a mí hace veintisiete años y que nunca me ha soltado, es ésta: toda sociedad en la que la gente interfiere con la vida privada de los demás no es una buena sociedad; todo Estado en que el gobierno "sabe más que usted", es un estado que debe ser derribado. Ya sea una teocracia, un estado corporativo fascista o un capitalismo monopolista reaccionario o incluso un socialismo centralizante”. (Dick, en Taibo) Aparece entonces la imagen del replicante, la cual cuestiona tanto la progresiva deshumanización como los alcances de las máquinas en la década del sesenta. Hobsbawm aclara: “En su abrumadora mayoría, las nuevas tecnologías empleaban de forma intensiva el capital y eliminaban la mano de obra (...) o llegaban a sustituirla. La característica principal de la edad de oro fue que necesitaba grandes inversiones constantes y que, en contrapartida, no necesitaba a la gente, salvo como consumidores”. (Hobsbawm, 269) Los replicantes se nos presentan como los personajes que desenvuelven la intencionalidad final de ANDROIDS que es ¿qué significa ser hombre? Dentro del texto, Dick maneja constantemente la pregunta ¿Qué es real? que lleva a la pregunta por la condición del ser humano, ya que se encuentran personas autómatas (Phil Resch) y androides humanitarios (Luba Luft). Es importante observar que los androides tienen el nombre específico de replicantes: si bien la palabra androide nos habla de un robot humanoide, con la palabra replicante Dick nos propone una réplica (copia idéntica) de los humanos. Entonces, se puede enunciar la pregunta ¿qué nos hace humanos?, ¿qué nos diferencia de los replicantes? La respuesta de Dick es: la empatía. Para entender un poco mejor el concepto de empatía, recordemos el análisis que se hace en la novela para descubrir si un androide se hace pasar por humano: el test Voight-Kampff. El test se basa en la lectura de ciertas respuestas físicas, al realizar preguntas que tienen que ver con la destrucción o el maltrato a otro ser (sea humano o animal). Esta reacción es llamada empatía. “The Voight-Kampff empathy test is probably as valid a test as there is ever going to be--because it is testing for something beyond intelligence, but which is still a form of intelligence. It is sort of a higher form of intelligence, that is, a concern for other living beings. What the test really asks the replicant to demonstrate is a reciprocal concern for other life. One is concerned for the replicants and one asks in return from the replicants a concern for the lives of other creatures. The replicants are entitled to this concern but only if they themselves exhibit it”. (Dick, en Byron) La palabra empatía la toma del caritas de San Pablo9 , y la muestra como la única posibilidad de poder diferenciar un mundo material (del cual se duda) del mundo espiritual-metafísico (única posibilidad de realidad). Esta empatía, sólo reconocible en humanos, es el único camino que 8. Probablemente [Roy Baty] era en realidad un trabajador manual, un campesino, con aspiraciones de algo mejor. ¿Sueñan los androides?, se preguntó Rick. Era evidente: por eso de vez en cuando mataban a sus amos y venían a la Tierra. A vivir una vida mejor, sin servidumbre. Como Luba Luft, a cantar Don Giovanni y Le Nozze en lugar de labrar un campo árido y sembrado de rocas, en un mundo-colonia básicamente inhabitable. (Dick 2001, 150) 9. San Pablo decía que la caritas era la mayor de las virtudes: quizá la palabra moderna más adecuada para ella sea empatía. (Dick 2000, 47) Artículos
  • 34. 34 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 tienen las formas superiores para poder convivir. Entendida así, la empatía se diferencia de la concepción de San Pablo (en la cual hay una negación subjetiva), al mostrarse como la identificación que se logra, al comprender al “otro” como “yo”. La empatía es la fuerza motora que guía a los personajes humanos. La relación de los personajes con los animales y la conexión a la caja empática así lo confirman. Con las copias eléctricas no se puede tener una relación empática, ya que no dejan de ser réplicas; ésta es la razón por la cual Deckard retira a los androides: para comprar una oveja real. En ese momento Deckard inicia una lucha interna: debe realizar una acción contraria a la empatía (retirar los androides) para poder acercarse a ella (comprar un animal real). “He thought, too, about his need for a real animal; within him an actual hatred once more manifested itself toward his electric sheep, which he had to tend, had to care about, as if it lived. The tyranny of an object, he thought. It doesn’t know I exist. Like the androids, it had no ability to appreciate the existence of another (…) the similarity between an electric animal and an andy.” (Dick: 1982, 37) 10 En el caso de la caja empática, debemos hablar del mercerismo: un rito religioso, similar al mito de Sísifo, que introduce el personaje mesiánico y su contraparte, el Destructor de formas, que encarna la entropía. Patricia Warrick es la primera que subraya la imagen del salvador impotente como un símbolo religioso. El culto del Mercerismo está fundado en la empatía, Mercer es la encarnación de un salvador superior que ha sido arrojado, por sus enemigos, a un Mundo-tumba; desde ese momento comienza un ascenso hacia una santidad, simbolizada por la cima de la montaña. Mercer representa al Mesías impotente: una especie de dios que no puede salvar al humano, sólo puede acompañarlo; es un principio empático en el cual sólo el humano es capaz de salvarse a sí mismo: “ ‘How can I save you’ the old man [Mercer] said ‘if I can’t save myself?’ He smiled. ‘Don’t you see? There is no salvation’.‘Then what’s this for?’ Rick demanded. ‘What are you for?’ ‘To show you,’ Wibur Mercer said, ‘that you aren’t alone. I am here with you and always will be.” (Dick: 1982, 156). 11 El Mesías no se presenta entonces como una encarnación de la empatía, es sólo una prueba del poder humano de convivencia; entonces, la relación Dios-héroe se caracterizaría como: “El carácter inauténtico del deseo del héroe: para desear, éste [el héroe] necesita de un modelo (un Dios o un ídolo); cuya función es la de indicarle un objeto, y un movimiento apasionado hacia éste.” (Pouliquen 1985, 22) En la contraparte se encuentra la entropía, la encarnación en un ser que Dick llama el Destructor de Formas y que en cierto momento de la obra se personifica en Deckard. “On the stage Luba Luft sang, and he found himself surprised at the quality of her voice; it rated with that of the best, even that of notables in his collection of historical tapes (…) and again he perceived himself sub especie aeternatis, the form-destroyer called forth by what he heard and saw here. Perhaps the better she functions, the better a singer she is, the more I am needed.” (Dick 1982, 86)12 10. Pensó también en su necesidad de un animal verdadero. Una vez más se manifestaba el odio que le inspiraba su oveja eléctrica, que debía cuidar y atender como si estuviera viva. La tiranía de los objetos, pensó. Ella no sabe que yo existo. Como los androides, carece de la capacidad de apreciar la existencia de otro ser. (Dick 2001, 41) 11. “¿Y cómo podré salvarte si no puedo salvarme? —sonrió [Mercer]— ¿Ves? No hay salvación”. “Entonces, ¿para qué sirve todo? ¿Para qué estás tú?” “Para demostrarte que no estás solo —respondió Wilbur Mercer— Estoy aquí, contigo, y aquí estaré siempre.” (Dick 2001, 146) Artículos
  • 35. 35 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Por el paso del tiempo, el mundo se encuentra sujeto a un proceso de corrupción y degradación constante de los materiales, esta descomposición se llama entropía y Dick la contrapone a la empatía. La entropía está presente en todos los actos del ser humano, la única posibilidad de luchar contra ella es combatir el polvo y el desgaste. Dick llama Kippel toda la basura y el desorden que la entropía produce día a día: “ ‘Kipple is useless objects, like junk mail or match folders after you use the last match or gum wrappers or yesterday’s homeopape. When nobody’s around, kipple reproduces itself. For instance, if you go to bed leaving any kipple around your apartment, when you wake up the next morning there’s twice as much of it. It always gets more and more (…) There’s the first law of kipple’ he said ‘kipple drives out non-kipple’.” (Dick 1982, 57)13 El universo tiende al kippel, personificado como una entidad que se reproduce. Esta personificación llevaría a Dick a dar una cara a la entropía, como entidad del mal, este rostro se llamará Destructor de formas: “Silence. It flashed from the woodwork and the walls; it smote him with an awful, total power, as if generated by a vast mill. (...) It managed in fact to emerge from every object within his range of vision, as if it —the silence—meant to supplant all things tangible (...) he experienced the silence as visible and, in its own way, alive. Alive!.” (Dick 1982, 16)14 Según Dick, este principio destructor del universo (impulso tanático), sólo puede ser detenido por medio del develamiento de un mundo bueno y real (por medio de la empatía), con lo que se dejaría de creer en un mundo del mal (material): ilusorio e irreal. Finalmente, la esencia del ser humano no puede entrar en corrupción, sólo el mundo material es susceptible de desgaste: por lo tanto sólo el caritas puede luchar contra la entropía. En ANDROIDS el Destructor de formas en un principio está representado por Deckard, pero ya cuando el caza-recompensas siente consternación al retirar replicantes, y entra en la empatía del mercerismo, aparece Buster Friendly quien al revelar la falsedad de Mercer, intenta destruir la única posibilidad de sustentar la empatía y dejarla en el campo especulativo de la fe. “But something about Buster Friendly irritated John Isidore, one specific thing. In subtle, almost inconpicuous ways, Buster ridiculed the empathy boxes (…) Why did Buster Friendly always chip away at Mercerism? No one else seemed bothered by it (…) he [Buster Friendly] and Wilbur Mercer are in competition. But for what? Our minds, Isidore decided. They’re fighting for control of our psychic selves; the empathy box on one hand, Buster’s guffaws and off-the-cuff jibes on the other.” (Dick:1982, 66). 15 12. Luba Luft cantaba, y a Rick le asombró la calidad de su voz. Estaba a la altura de las mejores de su colección de antiguos registros (...) y una vez más se vio a sí mismo sub especie aeternatis como un destructor de formas obligado a actuar por lo que allí oía y veía. Tal vez soy tanto más necesario cuanto mejor cantante sea, se dijo, cuanto mejor funcione. (Dick 2001, 85) 13. Kippel son los objetos inútiles, las cartas de propaganda, las cajas de las cerillas después de que se ha gastado la última, el envoltorio del periódico del día anterior. Cuando no hay gente, el kippel se reproduce. Por ejemplo, si se va usted a la cama y deja un poco de kippel en la casa, cuando se despierta a la mañana siguiente hay dos veces más. Cada vez hay más (...) Esa es la primera ley de Kippel —dijo él [Isidore]—. El Kippel expulsa al no-kippel. (Dick 2001, 59). 14. Un silencio que emanaba del suelo y de las paredes y que parecía generado por una vasta usina (…) surgía de todos los objetos que tenía a la vista, como si él –el silencio- se pusiera a reemplazar todos los objetos tangibles (…) sentía el silencio como algo visible y, a su modo, vivo. ¡Vivo! (Dick 2001, 25). Artículos
  • 36. 36 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 Aún en este caso, la empatía es más fuerte que la razón. Deckard sigue creyendo a pesar de que todos los objetos y las pruebas que sostienen esa creencia son falsas. Si para Rick la única prueba de la veracidad de la realidad es Mercer, cuando Buster Friendly aparece como el demonio tentador que revela la falsedad, la realidad completa aparece como un engaño: la verdad aparece por intermedio de una falsificación. Después de observar algunas de las propuestas de Dick en ANDROIDS, podemos volver al concepto de replicante. El replicante es un simulacro de hombre que no posee la capacidad de empatía, es decir, de afecto. La cualidad de androide ya no está sujeta a una fabricación, o al concepto de máquina: existen seres humanos que en realidad son replicantes y si se produjera un aparato con empatía, sería un humano. Mientras Buster Friendly desenmascara a Mercer, los replicantes arrancan una a una las patas de la que podría ser la última araña de la tierra. Los androides desmiembran al animal por una razón sustentada en la literalidad: “tiene demasiadas patas”, la falta de empatía impide que puedan sentir piedad por el animal y respeto por la vida. Por otro lado se encuentra Isidore, quien abatido ahoga a la araña para evitar que siga sufriendo. Después de este hecho nos encontramos con una de las más interesantes escenas del libro: Isidore se encuentra en un mundo totalmente entrópico, el Destructor de formas ha tomado todo y destruye lo que se encuentra a su paso. Isidore, totalmente desilusionado y conocedor del inevitable fin del universo, se conecta a su caja empática y habla con un Mercer que acepta su falsedad, pero que da a entender la empatía como la única salida posible para no entrar en la constante degradación del universo. En un mundo decadente, el humano aún tiene posibilidad de salvarse, y la salvación se encuentra dentro de sí, en su cualidad de individuo y en la empatía. El desplazamiento del lugar ideal hacia un estado de conciencia, nos hace ver cómo el planteamiento de un topos se diluye, haciendo imposible la organización social y las leyes. La pregunta de Dick por la destrucción del concepto de humano, que conlleva a cuestionar la realidad y las creencias, reelabora al individuo como partícipe de una realidad ideal que se forma en un lugar inasible. Bibliografía: Byron Cover, Arthur. (entr). “Vertex Interviews: Philip K. Dick.” Vertex, Vol. 1, no. 6, Febrero 1974. En: www.philipkdick.com/media_vertex.html Capanna, Pablo. Idios Kosmos: Claves para Philip K. Dick. Granada: Grupo AJEC, 2005. Dick, Philip K. Do Androids Dream of Electric Sheep? New York: Ballantine Books, 1982. Dick, Philip K. Los Clanes de la Luna Alfana. Barcelona: Ediciones Minotauro, 2000. Dick, Philip K. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Barcelona: Pocket Edhasa, 2001. Dick, Philip K. “Cómo construir un universo que no se derrumbe dos días después.” 1978. En: 15. Pero había algo de Buster que irritaba a Isidore, una cosa muy particular. De un modo sutil, casi imperceptible, ridiculizaba a las cajas de empatía (...) ¿Porqué el Amigo Buster siempre atacaba al mercerismo? A nadie más parecía molestarle (...) Wilbur Mercer y él [Buster] competían. Pero, ¿por qué competían? Por nuestras mentes, se respondió Isidore. Luchan por el control de nuestro yo psíquico; por una parte la caja de empatía y por otra las burlas y risotadas del Amigo Buster. (Dick 2001, 66) Artículos
  • 37. 37 Cosmocápsula Número 1. Noviembre 2009 - enero 2010 www.hotelkafka.com/blogs/PhillipKDick/2006/08/ como-construir-un-universo-que-no-se.html Hobsbawm, Eric. Historia del Siglo XX: 1914- 1991. Barcelona: Editorial Mondadorri, 1995. Pouliquen, Hélène. “El concepto de visión de mundo como instrumento para el análisis literario, hoy.” En Para una Poética Sociológica. Cuadernos de trabajo N° 12. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1992. Taibo, Paco Ignacio. “Philip K. Dick un Juego de Palabras contra la Droga y la Locura.” En: www.pkd.cienciaficcion.net/com.htm Warrick, Patricia. The Labyrinthian Process of the Artificial: Philip K. Dick’s Androids and Mechanical Constructs. [Versión Online]. RODRIGO BASTIDAS PÉREZ (Colombia) Nacido en Pasto. Magíster en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Docente universitario y Co- fundador del grupo “Cienciaficcionarios”. www.totopteca.blogspot.com Una versión aumentada del texto forma parte del trabajo “Idealismos sociales e infiernos personales: de la literatura utópica a la ciencia ficción.”. Artículos