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--- IV ---
BIBLIOTECA NACIONAL
Director: G. Martínez Zuviria
M A T E R I A
M É D I C A M I S I O N E R A
por el
HERMANO PEDRO DE MONTENEGRO
Noticia preliminar de Raúl Quintana
BUENOS AIRES
Imprenta de la Biblioteca Nacional
1945
--- V ---
Noticia preliminar *
La preocupación por las plantas es tan vieja como el
hombre. De ellas se ha servido para su propio sustento y en
ellas ha buscado a través de los siglos, muchos de los
remedios para sus males.
La tradición muestra que en China, veintitrés siglos antes
de la era cristiana. Yu dictaba las primeras
reglamentaciones sobre el cultivo de las plantas en las
tierras conquistadas del Asia Central.
Más tarde, en los tiempos de Chun y Yao, existió una
dirección de cultivos, con la misión específica de coordinar
los trabajos agrícolas; porque en aquellas lejanas épocas el
cultivo estaba dirigido por la autoridad superior, de acuerdo
a un plan preconcebido, a las necesidades del pueblo y de
la economía de la nación y no sujeto al azar o al capricho,
muchas veces inconsciente del agricultor.
Los egipcios fueron, también, grandes conocedores de
las plantas. Sin descuidar su cultivo, buscaron otras
* En el presente trabajo sólo se mencionan los nombres de los españoles o americanos que han
contribuido al mejor conocimiento de la botánica del continente.
--- VI ---
formas de utilidad. La historia descubre la existencia de
bellos y espléndidos jardines; la arquitectura y la pintura,
muestran la influencia de las plantas en el arte y la historia
de la medicina, su sabia aplicación en la terapéutica.
Los griegos practicaron más la medicina que la
agricultura. Desde los tiempos de Empédocles hasta
Cratevas, filósofo y botánico, a quien Galeno comparó, más
tarde, con Dioscórides
1
, caben muchos nombres famosos
en la Historia, como los de Diocles, Epicuro y Metrodoro y
resplandecen los de Aristóteles, el gran naturalista de la
antigüedad y Teofrasto, su discípulo, que trescientos años
antes de Cristo, escribió su Historia de las plantas.
A la ciencia griega y especialmente a los trabajos de
Teofrasto, fino observador, se deben los primeros ensayos
sobre organografía vegetal, sobre clasificación de las
plantas y algunas interesantes observaciones sobre la
fecundación de las palmeras.
Con la civilización romana la botánica vuelve al cauce
agrícola. Columela y Catón. Musa, célebre médico de
Augusto, y Celso, escribieron sendos tratados de agricultura
y de botánica. En las obras de Teofrasto y
1 Este célebre médico naturista griego es conocido indistintamente por los nombres de Pedacio o
Pedanio Dioscórides; y por atribuírsele como lugar de su nacimiento Anazerbo (Sicilia), Andrés de
Laguna lo llama Dioscórides Anazerbo y el hermano Montenegro, en la página 8, Dioscórides,
Anacarbeo
--- VII ---
Cratevas se inspiraron también, los romanos Plinio el viejo,
al escribir su Historia natural, y Pedacio Dioscórides
Anazabeo, al redactar su famosa Materia médica, que
habría de ser el libro clásico, la fuente obligada de consulta
desde su aparición, ocurrida en el siglo I de nuestra era,
hasta principios del siglo XVI.
Dioscórides fue asimismo la fuente de los botánicos
árabes que enriquecieron considerablemente con su ciencia
el acervo dejado por el predecesor. Durante su dominación
en España, recogieron la herencia de griegos y romanos,
para imprimirle un sello propio y convertir sus estudios
botánicos en un capítulo brillante de la ciencia. Los nombres
de Abul-Abbas-en-Nebaty, Iban-el-He-Djadj, Abdallah-ben-
Saleh y particularmente Averroes, cordobés nacido en 1126
e Ibn-el-Beithar, que escribió el Tratado de los simples, han
quedado gravados con justicia en los anales de la botánica y
de la medicina.
Teofrasto describió en sus libros unas cuatrocientas
plantas y Dioscórides Anazarbeo llegó a hacerlo con
seiscientas. De ellas muy pocas pudieron ser
posteriormente identificasas a causa de que las
descripciones resultaron deficientes. Se hizo indispensable
interpretar a Dioscórides y aparecieron, entonces, las
ediciones comentadas de Pedro Andrés Mattioli y del
español Andrés de Laguna.
--- VIII ---
El descubrimiento del Nuevo Mundo dio en el siglo XV
renovado impulso a las investigaciones y trabajos sobre
plantas. Los bosques vírgenes de las nuevas tierras
proporcionaban a los estudiosos inmenso material para sus
investigaciones, y en las crónicas, en las relaciones, en los
diarios y comentarios de los viajeros, hay siempre un lugar
destacado para ellas, aunque en muchos casos, lo verídico
se junte con lo fabuloso. Una larga serie de nombres, desde
Cristóbal Colón que suministró las primeras noticias y el
maestre Alonso tripulante de la Santa María y primer médico
que holló tierra americana, hasta Tadeo Haenke. Humboldt
y Bonpland, pasando por Diego Álvarez Chanca, Amérigo
Vespucio, Ulrico Schimidl, Pedro Mártir de Anglería,
Fernández Enciso, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernán
Cortés, Cienza de León, Agustín de Zárate, Alonso de
Ercilla, Pero de Oña, Álvarez de Toledo, Monteagudo,
Castellanos y Barco Centenera, comentaron en prosa o
verso, con diverso mérito y suerte diversa, el inagotable
tema de la flora del Nuevo Mundo.
De ese torrente caudaloso perduran algunos trabajos de
mérito auténtico, por el rigor científico o la versación de sus
autores. El rastro de esa inmensa labor ha quedado
indeleble en la serie de libros y herbarios que hasta el
presente se conocen y cuyos orígenes parecen remontarse
a un antiguo modelo griego perdido, que ha servido de base
a los trabajos sucesivos.
--- IX ---
Igualmente la filiación de los herbarios americanos –
como obra iniciada por europeos – debería buscarse en la
Historia de las plantas de Teofrasto y en los trabajos del
botánico Cratevas.
Grande es, como veremos a lo largo de una rápida
sucesión de nombres, el aporte de España y América a los
estudios de la botánica en el Nuevo Mundo.
El primero que se ocupó con seriedad y exactitud en la
información, de las cosas de América, fue el historiador
madrileño Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, (1478 -
1557). En sus libros Semanario de la natural y general
historia de las Indias y en la Primera parte de la Historia
natural y general de las Indias, proporciona toda la
información recogida en el curso de sus viajes por el nuevo
continente, que efectuó en su carácter de Veedor de las
fundiciones de oro de tierra firme y suministra las primeras
noticias relacionadas con la botánica americana. Entre las
plantas que observó registra el guayacán, el ucurú, el
cacahuate, el árbol de la tinta, el tabaco y el uso que de él
hacían los naturales de Santo Domingo.
El historiador sevillano Pedro de Cienza de León fue
quien hizo el primer ensayo de geografía americana en su
Chronica del Perú, cuya primera parte apareció en Serilla en
1555 y más tarde en sendas traducciones al italiano, por
Agustín Cravaliz y al inglés por C. R. Markham.
--- X ---
Sevilla era por aquellos tiempos lugar de tránsito para los
viajeros de Indias y, por consiguiente, receptáculo de sus
crónicas y narraciones. A mediados del siglo XVI vivía allí un
médico sabio y estudioso. Se llamaba Nicolás Monardes y
un poco por su profesión y un mucho por su natural
curiosidad, habíase vinculado con aventureros y
conquistadores, de cuyos labios oyó relatos apasionantes y
fabulosos. Se interesó vivamente por las cosas de América
y, en particular, por su flora, y sin haber visitado nunca el
continente, la estudió con método científico y llegó a reunir
una gran colección de plantas y drogas que, según Arata,
era ya importante en 1554. Publicó en 1569, en esa misma
ciudad una Historia medicinal de las cosas que se traen de
nuestras Indias occidentales, que sirven en medicina, obra
de la que aparecieron numerosas ediciones y traducciones
entre los siglos XVI y XVII.
Por espacio de veintidós años, algunos de ellos en Santa
Fe de Bogotá, vivió en América el capitán don Bernardo de
Vargas Machuca. A su regreso a Europa se radicó en
Madrid y allí publicó varios libros, uno de ellos, con el título
de Milicia y descripción de las Indias, que entre muchas
otras cosas trata de las plantas y sus vinculaciones con la
medicina. En el libro segundo del tomo primero, se refiere a
la Prevención de medicinas y aplicación de ellas, y al uso
--- XI ---
de muchas plantas americanas como el mechoacán, el
aceite de higuerilla, el tabaco, el bálsamo, la raíz de
cordoncillo, el arrayán, la yuca brava, etc. En la Descripción
breve de todas las Indias occidentales, del tomo segundo,
Vargas Machuca, al tratar de los árboles americanos
describe y registra gran número de ellos.
Los relatos de los viajeros, matizados de fantasía y las
numerosas referencias y escritos sobre plantas del Nuevo
Mundo, despertaron el interés de gobernantes y estudiosos.
Felipe II, que había hecho instalar un Jardín Botánico en
Aranjuez, con ejemplares recogidos de las zonas
meridionales de España, se interesó tan vivamente por las
que crecían en las Indias, que envió al doctor Francisco
Hernández, su protomédico, uno de los nombres más
conspicuos que registra la Historia de la botánica en
América, para que las estudiase y «escribiese la historia
natural, antigua y política de Nueva España y la corografía
de su territorio»
2
Este médico llegó a Méjico en setiembre de 1570,
acompañado de un hijo suyo y del cosmógrafo Francisco
Domínguez, como colaboradores. Permaneció siete largos
años en América y durante ese tiempo recorrió casi todo el
territorio de la Nueva España, merced a continuos y
peligrosos viajes de reconocimiento, en uno
2
Dominguez, Juan A.: Contribuciones a la Materia Médica Argentina. Buenos Aires (Peuser), 1928,
p. 15 (corregido del original por error de año de publicación)
--- XII ---
de los cuales, estuvo a punto de perder la vida intoxicado
con el latex del chupire. Fruto de sus largos y penosos
estudios fueron los dieciséis tomos que compuso, seis de
texto, con la descripción de las plantas, animales, minerales
y antigüedades de México y los diez restantes, con dibujos
complementarios, muchos de ellos en colores. Regresó a
España, envejecido y enfermo, pero con la gran esperanza
de ver publicada su obra. Felipe II, inexplicablemente,
dispuso que los manuscritos de Hernández fuesen
archivados en la Biblioteca del Escorial. Era más de lo que
podía resistir la gastada entereza del sabio, que desde
entonces, renunció a todo esfuerzo y a toda ilusión; poco
después moría, un 28 de enero de 1587. Las circunstancias
de su muerte y sus causas tuvieron la virtud de valorizar la
obra de Hernández y entonces el rey ordenó a su médico de
cámara, el doctor Nardo Antonio Recchi, que hiciera un
compendio de aquella obra, con todo lo que se relacionase
con la medicina. Recchi murió dejando los originales de su
compendio en poder de un sobrino suyo, llamado Petilio,
abogado de profesión. Años más tarde, en 1606, el príncipe
Federico Cesi, fundaba la que fue célebre Academia de
Lincei y enterado de que Petilio poseía los valiosos
manuscritos dejados por Rechi, los adquirió para su
publicación. Ésta se hizo, bajo patrocinio académico, en
1628, con el título de Re-
--- XIII ---
rum medicarum Norae Hispaniae thesaurus seu plantarum,
animalium, mineralium mexicanorum historia ex Francisci
Hernandez nuovi orbis medici primarii relationibus in ipsa
mexicana urbe conscriptis a Nardo Antonio Recho. Romae
(Mascardi), 1651
3
.
Mientras tanto, en México, fray Francisco Ximénez,
utilizando una copia del manuscrito de Recchi, revisado y
traducido al castellano por el doctor Francisco Valle,
publicaba en el año 1615, en la imprenta de López Dávalos,
la obra de Hernández, con el título de Quatro libros de la
naturaleza y virtudes de las plantas, y animales que están
recevidos en uso de medicina en la Nueva España, y la
methodo, y correcion, y preparacion, que para administrallas
se requiere. El Padre Juan Eugenio Nieremberg, S.J., en su
libro Historia naturae, marinae peregrinae (Antuerpiae,
1635), publicó un resumen de la obra de Hernández, usando
para ello los originales del autor, «que se dice tuvo a la
vista». En esta publicación aparecen algunos grabados que
no figuran en la obra de Recchi. No termina aquí el
desgraciado sino que pesaba sobre los manuscritos
originales de Francisco Hernández, ya que en 1671, el
incendio que estalló en la Biblioteca del Escorial donde
habían
3
En realidad esta obra se terminó de imprimir en 1628, pero a causa de la muerte del principe Cesi,
ocurrida en 1630, no fue publicada hasta el año 1651, señalado en su pie de imprenta. Por esta
circunstancia algunos investigadores creyeron en la existencia de dos ediciones: una en 1628 y otra
en 1651. Proja puso de manifiesto el error y demostró la existencia de una sola.
--- XIV ---
sido prácticamente sepultados por disposición real, los
redujo a cenizas. Recién entonces, frente a tan desgraciado
suceso y advertidos por las severas críticas de Linneo y
Tournefort, se aquilató en todo su valor la obra del sabio
médico de Felipe II. Por suerte, la pérdida no fue irreparable.
El erudito Juan B. Muñoz encontró una copia de la obra con
anotaciones del propio Hernández, en la Biblioteca del
Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid, que Carlos III
mandó imprimir más tarde, por consejo de su ministro de
Indias José Gálvez y bajo la vigilancia del botánico Casimiro
Gómez y Ortega. La edición apareció, después de muerto el
rey, bajo la protección del sucesor, Carlos IV, con el título de
Opera, cum edita, tum inedita, ad autographi fiden el
integritatem expressa. Matriti (Ibarra); 1790. Además,
Hernández había formado y trasladado a España, un
herbario con las plantas por él descriptas y una gran
cantidad de «semillas y ejemplares vivos para adornar los
jardines reales»
4
Los nombres de algunos americanos están íntimamente
asociados a los estudios de la botánica de Indias. Entre
ellos brilla la sugestiva estampa de Garcilaso de la Vega, el
Inca, hijo del bravo conquistador del mismo nombre, de
rancio origen hispánico y de Chimpu Occllo
5
,
4
Domínguez, Juan. A.: Contribuciones, etc., cit., p. 16.
5
Chimpu Occllo recibió bautismo cristiano con el nombre de Isabel Suárez (Xuárez según
documento de la época). Esto ilustra sobre la presencia de este apellido en el nombre de Gómez
Suárez de Figueroa que usó Garcilaso en sus primeros años. El de Figueroa perteneció a su tía
Beatriz.
--- XV ---
princesa de pura sangre incaica, prima de Huascar y
Atahualpa. La madre, segura ya del descalabro del imperio y
sintiendo que toda tradición desaparecía para siempre, hizo
prometer al hijo que escribiría la historia de su patria. El
joven Garcilaso se trasladó a España cuando apenas
contaba veinte años de edad, con la delicada misión de
defender a su padre acusado por otros conquistadores. Ya
en la península ingresó a la milicia conquistando el grado de
capitán, que no tardó en abandonar, para consagrarse de
lleno al estudio y a la investigación histórica. Adquirió un
dominio completo del castellano y, también, de la lengua
italiana y en posesión de tales instrumentos y de una cultura
vastísima, dedicó el resto de su vida a escribir, el largo y
fecundo esfuerzo, sus célebres Comentarios Reales de los
Incas. En esta obra, clásica en la historiografía del Perú, el
autor estudia la organización política y social del imperio,
«las tradiciones, ritos y costumbres de los indígenas, sus
alimentos y bebidas, la medicina que alcanzaron y las
plantas utilizadas con fines curativos u otras, los animales y
minerales, su metalurgia
6
, etc.» Registra, como plantas
medicinales, el mulli, la chilca, el sayrí, la coca, el manguey
y muchas otras. El Inca Garcilaso de la Vega, indo-europeo
y primer historiador de su Imperio, dejó, con sus famosos
Comentarios, plenamente cumplida la
6
Domínguez, Juan. A.: Contribuciones, etc., cit., p. 23.
--- XVI ---
añeja promesa que hiciera a su madre y murió, cargado de
gloria y de nostalgias, a los setenta y siete años de edad, en
la ciudad española de Córdoba, el 23 de abril de 1616.
Los jesuitas Cristóbal de Acuña, de Burgos y Bernabé
Cobo (1572 - 1659), oriundo de Lópera (Jaén), estudiaron
también la flora americana. El primero fue comisionado por
el Virrey del Perú, Luis Gerónimo Fernández de Cabrera
Bobadilla y Mendoza, para que en compañía de otros
viajeros explorara la cuenca de los grandes ríos. Partió de
Quito y reconociendo el Amazonas, llegó hasta Pará. Hizo
observaciones y estudios interesantes que publicó en 1641,
en Madrid, en un libro que tituló Nuevo descubrimiento del
gran Río de las Amazonas. El segundo recorrió México y el
Perú y por espacio de cuarenta y cinco años, vivió dedicado
a estudiar los habitantes, la geografía, los animales, las
plantas y minerales de esos reinos. Se sabe que en 1650
residía en el Perú y años después, en México, donde en
1653, puso término a una Historia del Nuevo Mundo, obra
que permaneció inédita durante casi tres centurias, hasta
que entre los años 1890 y 1893, la publicó en Sevilla, el
erudito bibliófilo andaluz Marcos Jiménez de la Espada. En
los cuatro volúmenes de que consta la edición, Bernabé
Cobo describe trescientas diez y nueve plantas, con
numerosas observaciones sobre su uso y propiedades.
--- XVII ---
Alrededor del año 1643 arrobó a América el religioso
franciscano Matías Ruiz Blanco, con la misión de llegar a
Piritú, en Nueva Granada. Los libros que escribió sobre
temas americanos ofrecen alto valor histórico y, en
particular, filológico, pues tratan muchos de ellos sobre
lenguas vernáculas. En su Conversion de Piritú, de indios
cumanagotos, palenques, y otros, hace referencia de
numerosas plantas de Indias, entre ellas, del árbol del
aceite, del jengibre, del guamache, etc.
El padre Pedro Lozano, S.J., en la Descripcion
chorographica, el maestre Francisco Salcedo y Ordoñez, en
su relación titulada Los Chipas y el padre José Guevara, en
la Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y
Tucumán, ilustran con datos y referencias relativas a la
fauna y flora de estas regiones. Las obras de Lozano y
Guevara, adquieren notable importancia si se las considera
como fuente de información histórica, aunque este último
haya seguido demasiado fielmente la huella trazada por el
primero.
En 1571 llegó al Perú el religioso jesuita José de Acosta,
escritor de gran ingenio y sólida cultura, teólogo y maestro
eminente de las ciencias. Acosta, que se supone nacido en
1539, ingresó en edad temprana – no había cumplido aún
los 14 años –, a la Compañía
--- XVIII ---
de Jesús. Llegó a ser, con el correr de los años y su propio
mérito y sabiduría, rector de Valladolid, de Aragón y
Andalucía. Fue amigo personal de Felipe II, quien lo
comisionó para que realizara una serie de estudios
relacionados con las ciencias naturales en América. A poco
de llegar al continente, fue designado segundo provincial del
Perú. En 1587 volvió a España y asistió en Roma, por
especial dispensa, a la Quinta Congregación de su Religión,
durante el pasado de Clemente VIII. Murió a la edad de
sesenta años, el día 15 de febrero de 1600, cuando
desempeñaba el cargo de rector de Salamanca. El padre
Acosta escribió varios libros, la mayoría en latín, que
versaron, principalmente, sobre ciencias y teología. Su obra
científica fundamental es la De natura novi orbis livri dvo.,
cuya primera edición apareció en Salamanca, en 1589,
dividida en siete libros, de los cuales los dos primeros los
escribió en latín, estando en el Perú y que, más tarde
tradujo al castellano; los otros cinco los escribió
directamente en este último idioma, ya de vuelta en España.
La obra del padre Acosta fue una de las más célebres y
leídas de su tiempo. Prueba de ello, son las numerosas
ediciones en que apareció. Ya hemos dicho que la primera
lo hizo en 1589, por el taller de Guillermo Foquel, con la
aprobación del insigne fray Luis de León, quien expresó que
«en lo que toca a la
--- XIX ---
doctrina de la fe, es católica, y en lo demás digna de las
muchas letras y prudencia del autor, y de que todos la lean
para que alaben a Dios, que tan maravilloso es en sus
obras». Imprimiéronse además, otras ediciones posteriores,
ya en castellano: una en Sevilla, en casa de Juan de León,
en 1590, que reapareció al año siguiente revisada y
corregida; otra en Barcelona, en ese mismo año. Fue
traducida al latín, por Teodoro Brii y después por Juan Hugo
de Linschot; al italiano, por Juan Pablo Gallucci (1596); al
alemán (Francfort, 1617); al francés, por Roberto Regnault,
al flamenco y al inglés. El libro trata de las «cosas notables
del cielo, elementos, metales, plantas y animales» de las
Indias y de «los ritos, ceremonias, leyes, gobierno y guerras
de los indios». El relato de todas estas cosas está hecho en
estilo claro y elegante, forma pura, y sencillez grata y, a
veces, candorosa. Porque Acosta es maestro de la lengua,
reconocido por la Real Academia Española, que le tiene
como autoridad para la formación de su Diccionario. El
ilustre padre Feijóo, al referirse a este autor dice: «Inglaterra
y Francia, ya por la aplicación de sus Academias, ya por la
curiosidad de sus viajeros, han hecho de algún tiempo a
esta parte, no leves progresos en la Historia Natural; pero
no nos mostrarán obra alguna, trabajo de un hombre solo,
que sea comparable a la Historia Natural de la América,
--- XX ---
compuesta por el padre Joseph de Acosta, y celebrada por
los eruditos de todas las naciones... El padre Acosta es
original en su género, y se le pudiera llamar el Plinio del
Nuevo Mundo. En cierto modo más hizo que Plinio, pues
éste se valió de las especies de muchos Escritores que le
precedieron, como el mismo confiesa. El padre Acosta no
halló de quién transcribir cosa alguna. Añadiré a favor del
Historiador Español, el tiento en creer y la circunspección en
escribir, que faltó al Romano»
7
.
Es en el libro cuarto de esta obra que el padre Acosta
trata de los tres reinos, mineral, animal y vegetal. Al hablar
sobre este último, historia minuciosa y verazmente, el origen
de las plantas, sus características, virtudes y usos más
frecuentes. Del maíz
8
dice que «nace
7
FEIJÓO y MONTENEGRO: Theatro critico universal. Madrid, 1740; t. IV, p. 384
8
El maíz, llamado «zara» en el Perú, fue una de las plantas que los conquistadores importaron de
América a Europa. Las primeras muestras de este cereal se recogieron cuando Colón arribó a la isla
de Cuba en su primer viaje. Allí se encontraron extensos labrantíos de maíz cuidadosamente
cultivados por los indios. El maíz es sin duda originario de América y constituyó uno de los
principales alimentos de los primitivos pobladores del continente. Cuenta Garcilaso que en el Perú se
conocían principalmente dos tipos de maíz, uno duro, llamado «muruchu» y otro tierno que
denominaban «capia». Las noticias más lejanas de su existencia se remontan a la civilización
preincaica. En efecto, en el interior de tumbas de aquellas épocas, se han encontrado mazorcas de
maíz perfectamente conservadas. También se le ha identificado como elemento decorativo en la
alfarería preincaica. Su origen es todavía un misterio, pues no se le ha encontrado jamás en estado
silvestre. «Sobre la base de recientes y conocidas investigaciones morfológicas y citológicas – dice
Thomas H. Goodspeed, en su Historia de la Botánica –, Mangelsdorff y Reeves han formulado en
1939, una teoría del origen del maíz, que suponen empezó con una forma antecesora perteneciente
a las andropogóneas. Creen que el tipo moderno de maíz es una variedad cultivada de zea mays
silvestre que descendió con el tripsacum, pero por distinto camino, de aquel remoto antepasado
común. Mangelsdorff y Reeves se inclinan a creer que euchlaena (especie silvestre viviente más
--- XXI ---
en cañas, y cada una lleva una o dos mazorcas, donde está
pegado el grano: y con ser granos gruesos tienen muchos, y
en algunos contamos setecientos granos». Y más adelante:
«No les sirve a los Indios el maíz solo de pan, sino también
de vino, porque de él hacen sus bebidas, con que se
embriagan harto más presto que con el vino de ubas. El vino
de maíz, que llaman en Perú azua, y por vocablo de Indias
comun chicha, se hace en diversos modos. El mas fuerte a
modo de cerveza, humedeciendo primero el grano de maíz,
hasta que comienza á brotar, y despues cociendolo con
cierto órden, sale tan recio, que á pocos lances derriba: éste
llaman en el Perú sora, y es prohibido por ley, por los graves
daños que trae emborrachando bravamente; mas la ley sirve
de poco, que así como así lo usan, y se están baylando y
bebiendo noches y días enteros. Este modo de hacer
brebage con que emborracharse, de granos mojados, y
despues cocidos, refiere Plinio haberse usado antiguamente
en España y Francia, y en otras provincias, como hoy día en
Flandes se usa la cerveza hecha de granos de cebada. Otro
modo de hacer el azua, ó
afín con el maíz), por ser una planta de origen reciente, no tuvo parte alguna en la génesis del maíz.
Cualquiera que sea su origen, esta planta pasó por un largo periodo de cultivo y selección por parte
de los indios de América hasta que en el curso de los siglos fueron desarrolladas variedades
adaptadas a diversos terrenos y condiciones climatológicas. Este notable progreso botánico llevado
a cabo por una raza que no había salido de la edad de piedra cuando ya había realizado tal labor, no
puede menos que impresionar nuestro ánimo.»
--- XXII ---
chicha, es mascando el maíz y haciendo levadura de lo que
así se masca, y después cocido: y aun es opinión de Indios,
que para hacer buena levadura, se ha de mascar por viejas
podridas, que aun oírlo pone asco, y ellos no lo tienen de
beber aquel vino»
9
En diversos capítulos Acosta se refiere a otras plantas
de Indias, al plátano, al ají, la pimienta, el cacao, la tuna, el
añil, el algodón, los mameyes, guayabos, paltos, como
asimismo los grandes árboles de esas regiones: seibos,
cedros, pinos, robles, caobas, ébanos, etc. La coca, de uso
proscrito para los plebeyos en tiempo de los Incas, despierta
su interés. Su uso – dice – «es traerla en la boca, y
mascarla chupandola: no la tragan: dicen que les da gran
esfuerzo, y es singular regalo para ellos. Muchos hombres
graves lo tienen por supersticion, y cosa de pura
imaginacion. Yo, por decir verdad, no me persuado que sea
pura imaginacion; antes entiendo, que en efecto obra
fuerzas y aliento en los Indios, porque se ve en efectos que
no se puede atribuír á imaginacion, como es con un puño de
coca caminar doblando jornadas, sin comer á veces otra
cosa, y otras semejantes obras»
10
. Este particular uso de la
coca no solamente se mantiene hasta hoy como
«entretenimiento» popular, en ciertas regiones de América,
sino que ha conquistado
9
ACOSTA, José: Historia natural de Indias. Madrid. 1792; t. I, pp. 227-28
10
Ibidem, p. 243
--- XXIII ---
otros círculos más selectos. El autor dedica algunos
capítulos a las virtudes medicinales de las plantas y, aunque
todo es medicinal en ellas, «bien sabido y bien aplicado;
pero algunas cosas hay, que notoriamente muestran
haberse ordenado de su Ciador para medicina y salud de
los hombres, como son los licores, aceytes, gomas, ó
resinas, que echan diversas plantas, que con fácil
experiencia dicen luego para qué son buenas. Estre éstas,
el bálsamo es celebrado con razon por su excelente olor, y
mucho mas extremado efecto de sanar heridas y otros
diversos remedios para enfermedades, que en él se
experimentan»
11
.
Los siglos XVII y XVIII han sido generosos con el
progreso de la botánica. Muchos fueron los estudiosos que,
enviados por los gobiernos o instituciones científicas de
Europa, o por propia iniciativa, llegaron al Nuevo Mundo
atraídos por el inagotable material que para sus trabajos les
ofrecían sus plantas. Toda oportunidad era aprovechada y
en casi todos los navíos que se dirigían a América, viajaban
hombres de ciencia con propósitos de estudio.
Por esto, no debe extrañar que en una expedición de
carácter militar, enviada por Holanda en contra del Brasil, al
mando del príncipe Juan Mauricio de Nassau, viniese el
naturalista Guillermo Pisón. Desembarcó éste
11
Ibidem, p. 253
--- XXIV ---
en Recife, el 23 de enero de 1637 y recorrió, en compañía
de otro naturalista, el alemán Jorge Marcgray, las provincias
de Río Grande del Norte, Parahyba, Pernambuco, Alagoas,
Sergipe, Bahía y la isla Marañón.
En sus libros, publicados en Amsterdam, Historia
naturalis Brasiliae (1648) y De Indiae utriusquere naturali et
medica (1658), expuso sus estudios y observaciones sobre
la historia natural del Brasil, ilustrándolos con una notable
colección de láminas de animales y plantas.
Pisón, que había nacido en Holanda, era médico,
profesión que ejerció en las ciudades de Amsterdam y
Leiden.
Nuestro propósito, en el presente trabajo, era referirnos
exclusivamente a los españoles o americanos que de una u
otra manera, trataron el tema de la botánica. Si hemos
hecho una excepción con el naturalista holandés, se debe a
la particular circunstancia de que sus libros, especialmente
las láminas que los adornan, tienen estrecha relación, como
veremos más adelante, con los trabajos del hermano
Montenegro, médico de las Misiones.
--- XXV ---
Desde los primeros tiempos de su permanencia en
América, los jesuitas de las misiones dedicaron una gran
parte de su vasta y fecunda labor, al estudio y recolección
de plantas vernáculas y a establecer sus vinculaciones con
la medicina.
Debe tenerse en cuenta que la obra de estos religiosos
responde a influencias históricas distintas. Su penetración
en América se hizo bajo el signo de la Cruz, con el alto
propósito de conquistar almas para la fe cristiana y si
realizaron una gran obra científica, no fue éste su principal
objetivo; a pesar de ello sus trabajos no desmerecen frente
a los de otros naturalistas. Por eso les es tan propia y
resulta tan meritoria su labor.
Son muchos y muy ilustres los religiosos de esta orden
que inscribieron su nombre en la historia de la botánica
americana. Los PP. Ventura Suárez, Bernardo Nusdorffer,
Pedro Lozano, José Guevara, Martín Dobrizhoffer,
Segismundo Asperger, entre otros, hicieron valiosos aportes
al conocimiento histórico o científico de la flora del
continente.
Famosos por las referencias de los viajeros, cronistas e
historiadores y, en ciento modo, por el secreto que de ellos
se guardaba, fueron los Herbarios de las plantas
medicinales de las misiones, que en distintas épocas habían
reunido y escrito los jesuitas y cuyo origen, como ya hemos
dicho, deberá buscarse en la Historia de las
--- XXVI ---
plantas, de Teofrasto. Algunas noticias se fueron
conociendo con el tiempo y muchos estudiosos llegaron a
descubrir copias de estos herbarios, existentes en diversas
partes. Así, el P. Lozano da como autor de uno de ellos al
hermano Montenegro; Azara menciona los escritos del
padre Segismundo Asperger; Demersay ubica un
manuscrito del mismo Montenegro en poder de Pedro Ferré,
en el Paso del Uruguay, hace referencia a otro herbario de
un padre Sigismundi
12
y a un Arbol de la Vida, manuscrito
de plantas, fechado en 1735, propiedad de E. de Sylva
Maia, de Río de Janeiro. Martín Spuch nos habla de un
códice titulado Libro compuesto por el hermano Montenegro,
de la Compañía de Jesús. Año 1711. En las misiones del
Paraguay, existente en la biblioteca del duque de Osuna, en
Madrid.
Por todas estas referencias y por muchas otras, se
creyó, equivocadamente por cierto, en la existencia de
distintos herbarios misioneros. Este criterio subsistió hasta
que Pedro N. Arata, en un notable estudio publicado en La
Biblioteca
13
estableció la existencia de uno solo y que las
diversas copias conocidas, algunas notablemente
aumentadas o transformadas, tenían un origen común.
12
Según Arata, Sigismundi no pudo ser outro que el padre Segismundo Asperger.
13
ARATA, Pedro N. Botánica médica americana. Los herbarios de las misiones del Paraguay, en
«La Biblioteca». Año 1898; ts VII Y VIII
--- XXVII ---
Para arribar a estas conclusiones, Arata confrontó cuatro
manuscritos distintos: uno anónimo, fechado en el pueblo de
San Ángel
14
, el 3 de mayo de 1790; otro, cuyo autor es el
padre Asperger, en una copia hecha en 1872, sobre el que
poseía Juan María Gutiérrez; un tercer manuscrito que
perteneció a Juan José Montes de Oca, titulado Plantas de
Misiones, también de autor anónimo y, por último, el del
hermano Pedro de Montenegro, que se reproduce en la
presente edición y que se conserva en la Biblioteca Nacional
de Buenos Aires y era el único publicado hasta entonces.
De su confrontación, cuidadosamente efectuada por
Arata y expuesta en el citado trabajo, surge con evidencia
que el manuscrito anónimo, fechado en San Ángel, el del
padre Asperger y el titulado Plantas de Misiones, son copia
más o menos servil del códice del hermano Montenegro.
Establecida la importancia de esta obra, como fuente de
otras que le sucedieron, Arata formula esta oportuna
pregunta: «¿ha sido el padre o hermano Montenegro su
autor primitivo entero y verdadero?» La respuesta cree
encontrarla, él mismo, en Guevara, cronista de la orden,
quien al referirse en su Historia de la conquista, a una serie
de plantas que le fueron comunicadas por el padre Bernardo
Nusdorffer, dice que «su autor es el P. Ventura Suárez».
14
Pueblo de las misiones jesuíticas de la provincia del Paraguay, situado a orillas del río Yui.
--- XXVIII ---
De ello deduce que fue este jesuita el primero que realizó
estudios sobre plantas en las misiones.
Sea justificada o no esta reivindicación histórica que
coloca al P. Suárez como precursor en esta clase de
trabajos, el hecho es que el mérito del hermano Montenegro
no disminuye. Está sostenido por un prestigio científico bien
logrado, por su obra misma y porque fue en su tiempo, para
los que le vieron trabajar y actuar, como el P. Lozano lo
expresa «eminente cirujano y herbolario de esta nuestra
provincia del Paraguay y tuvo increíble azierto en la
medicina...»
15
.
Desgraciadamente la biografía del hermano Montenegro
es casi desconocida. Muy escasos son los rastros que han
quedado de su seguramente larga e intensa actividad de
médico y estudioso. Sabemos que era hijo de la dulce tierra
de Galicia, donde había nacido en 1663; que se dedicó a la
medicina ejerciéndola en el hospital general de Madrid y
que, en 1679 o en 1693, se trasladó a América, para
radicarse en la provincia del Paraguay, en calidad de
enfermero de las misiones.
La primera noticia de su presencia en estas tierras la
registra Lozano en su obra Descripción corográfica
15
ARATA, Pedro N. Botánica médica, etc. cit., p. 436.
--- XXIX ---
del gran Chaco Gualumba y en 1705 volvemos a tener
noticias de él; esta vez en un certificado extendido por el
capitán de coraceros Andrés Gómez de la Quintana, en
ocasión del sitio de la Colonia del Sacramento, para cuya
empresa los jesuitas armaron y condujeron un ejército de
4.000 indios guaraníes, donde venía, «como cirujano para
curar heridos»
16
, junto con otros religiosos, el hermano
Montenegro.
Una o dos veces más vuelve a brillar fugazmente su
nombre y después ya nada sabemos de su vida y de su
muerte. Ha quedado sí, como una impronta magnífica e
indeleble, para apreciar su personalidad científica, el
precioso códice que por iniciativa del Director de la
Biblioteca Nacional, doctor Gustavo Martínez Zuviría, se dio
por primera vez en forma completa – textos y dibujos – en
nuestra revista
17
y que ahora ofrecemos, en volumen
aparte, con la presente edición. Se conserva en la Biblioteca
Nacional de Buenos Aires – Sección Reservados – bajo el
número 94 y forma un volumen, encuadernado en
pergamino, de 460 páginas, las primeras 44 sin numerar,
entre las que se incluye la hoja con el retrato de la
Serenísima Reina de los Siete Dolores, a quien está
dedicada la obra. El manuscrito, que
16
BAUZÁ, Francisco. Historia de la dominación española en el Uruguay. Montevideo, 1895; t. 1, p.
551
17
Revista de la Biblioteca Nacional. Buenos Aires. Años 1942-44; ts. VI-XI
--- XXX ---
está hecho sobre papel de algodón, sin marca, no es
original de letra de Montenegro. Se trata de una copia
posterior, como lo denuncian sus características y muy bien
lo advierte Arata, al señalar el comentario de propia cosecha
que intercala el copista en la página 123. Los 136
18
dibujos
de plantas que lo embellecen no son en su mayoría
originales y están tomados de las obras de Pisón,
especialmente de la comentada por Bonti, De Indiae
utriusque re naturali el medica, como el mismo Montenegro
lo revela, cuando dice haberlas consultado comprobando
que «trahen varias plantas con los nombres de estas tierras,
de las cuales he traducido, y trasladado algunas, las que
reconozco de mayores virtudes...»
19
. El manuscrito carece
de título; el de Materia médica misionera, que conservamos
en esta edición por considerarlo acertadísimo, le fue dado
por Manuel Ricardo Trelles, cuando lo publicó por primera
vez, aunque en forma incompleta, en los tomos I y II, año
1888, de la Revista patriótica del pasado argentino,
18
Todos los que hasta la fecha han estudiado el manuscrito del hermano Montenegro existente en
la Biblioteca Nacional, le asignan 148 dibujos de plantas, basándose, sin duda, en el error que
cometiera Manuel Ricardo Trelles en el Prólogo de presentación, cuando lo publicó en la Revista
patriótica del pasado argentino. En honor a la verdad los dibujos son exactamente 136 y nada induce
a pensar que hayan desaparecido los 12 supuestos por Trelles, ya que el manuscrito está en
perfecto estado de conservación y la secuencia de las páginas, que comprende correlativamente
texto y dibujos, no está alterada. Esta última circunstancia descarta toda duda.
19
MONTENEGRO, Pedro de: Materia médica misionera. Biblioteca Nacional. Manuscrito, p. [5]
--- XXXI ---
que dirigía. Se desconocen, asimismo, las puntuales
circunstancias en que Montenegro escribió su libro. Por
propia declaración sabemos que sus fuentes principales
fueron las obras de Dioscórides, Mattioli, Laguna, Plinio,
Huerta, Monardes, Pisón, Bonti, Sirena, León y Bauhin «que
son – dice –, los que hasta hoy he podiso leér sus obras,
que con particular vocación los inclinó el Todo-Poderoso al
descubrimiento de los simples y arte medicinal»
20
.
Si exceptuamos los trabajos del español Félix de Azara –
importantes desde el punto de vista de la zoología, ya que
sus referencias a la botánica son muy escasas – , no
encontraremos hasta las postrimerías del reinado de Carlos
III, sucesos excepcionales dignos de un comentario especial
en esta noticia. Algunos hay sin embargo de orden corriente,
que pueden señalarse. A ellos pertenece la Chronica de la
privincia de San Francisco de Zacatecas (México, 1737), de
fray José Arlegui; El Orinoco ilustrado, y defendido, historia
natural, civil y geographica de este gran río y sus
caudalosas vertientes (Madrid, 1744), del jesuita español
José Gumilla, con descripciones de plantas medicinales y
tóxicas, aromáticas, comestibles, tintóricas, venenos
utilizados por los indios, etc.; La Descripcion historica y
geografica de la ciudad de San Juan de Vera de las
20
Ibidem, p. [4]
--- XXXII ---
siete corrientes, escrita en 1760 por Bernardino López,
maestre de campo, con noticias sobre yerbas medicinales:
cepa de caballo, manzanilla, llantén, yerba de pollo, oreja de
gato, y otras; la Descripcion exacta de la provincia de
Benezuela, publicada en Valencia, en 1764, por su autor, el
venezolano José Luis de Cisneros, en que se estudian los
animales y plantas existentes en las provincias de
Maracaibo y Santa Marta, parte del reino de Santa Fe, la
cuenca del Orinoco y algunas regiones de las posesiones
holandesas; la Storia antica del Messico cacata d’migliori
storici spaynuaoli... (Cecena, 1780-81), del jesuita Francisco
Saveiro Clavigero, donde se encuentran descripciones de
resinas, gomas, aceites, añil, campeche, etcétera; la Razón
sobre el estado y gobernacion politica y militar de la
jurisdiccion de Quito, escrita por el gobernador de esta
provincia, Juan Pío de Montufar y Frasco, publicada en el
Semanario erudito, en 1790
21
; el Saggio sulla storia
naturale del Chili, del jesuita chileno José Ignacio Molina,
dividido en cuatro libros que se refieren sucesivamente al
clima, a los minerales, vegetales y animales, seguidos de un
apéndice titulado Flora selecta regni chilensis juxta systema
Linneum; la obra del capitán Antonio de Córdoba y otras que
ofrecen referencias de diversa importancia y mérito, sobre la
historia natural americana.
21
Semanario erudito. Madrid, 1787-1791; t. 28, pp. 3-53
--- XXXIII ---
Fernando VI, con el propósito de enriquecer el Jardín
Botánico que fundara en los aledaños de Madrid, hizo venir
a Pedro Loëfling, de Suecia, para que acompañado de
algunos jóvenes españoles, visitara y estudiara la flora de
Canadá y del Orinoco. La muerte del sabio malogró en
principio la empresa científica y en la Relación del viaje,
reconstruida con los apuntes que dejó a su muerte el viajero
y que Linneo, su maestro publicó en Estocolmo, se ponen
de manifiesto las grandes ventajas y la singular importancia
de estas empresas
22
.
Fue en los últimos años del reinado de Carlos III que los
estudios de la botánica alcanzaron su nivel más alto.
Numerosos hombres de ciencia, por su iniciativa, se
diseminaron por las anchas comarcas del Nuevo Mundo.
Así, este rey dispuso que José Celestino Mutis recorriese el
Nuevo Reino de Granada; que Juan Cuéllar visitase las Islas
Filipinas; Martín Sessé, las regiones de Nueva España; que
Vicente Cervantes estableciese un Jardín y enseñase la
botánica en México; que Alejandro Malespina, Antonio
Pineda, Luis Neë y Tadeo Haenke, diesen la vuelta al
mundo con propósitos de investigación científica y que
Hipólito Ruiz reconociese los reinos de Chile y del Perú. A
esta empresa científica, que tenía por finalidad el estudio
integral de la flora americana, se conoce en la historia con el
nombre de Gran Expedición.
22
RUIZ, Hipólito y José PAVÓN. Florae Peruvianae et Chilensis. Prodromus. Madrid (Sancha),
1794; prefacio, p. V
--- XXXIV ---
Con la de Hipólito Ruiz, proponíase Carlos III enriquecer
las colecciones del Jardín Botánico de Madrid, y estimular
entre sus súbditos el estudio de esta ciencia, «cuyos
beneficios para el sustento de la vida, para la curacion de
las enfermedades, y para la perfeccion de las artes conocía
en toda su extension»
23
.
Requerido el asesoramiento del botánico Casimiro
Gómez de Ortega, éste indicó a varios de sus discípulos
como aptos para emprender compromiso de tanta
responsabilidad y, de esa manera, se alistó la expedición en
la que formaron los botánicos de la Real Academia Médica
de Madrid, Hipólito Ruis y José Pavón, José Dombey,
médico y botánico del rey de Francia y los dibujantes José
Brunete e Isidoro Gálvez. A ellos se les reunieron, años
después y ya en América, en un lugar denominado la
Hacienda de Mocora, cerca de Huámuco, Juan Tafalla y
Francisco del Pulgar, botánico el primero y dibujante el
segundo.
La expedición se embarcó en El Peruano que se hizo a
la vela, el 4 de noviembre de 1777, para arribar al Callao el
8 de abril del año siguiente, es decir, después de cinco
largos meses de riesgosa y sufrida navegación. Los
expedicionarios recorrieron los reinos
23
Ibidem, p. IX
--- XXXV ---
del Perú y Chile por espacio de once años. En el primero,
reconocieron los alrededores de Lima, la Provincia de
Chancay, «notable por la copia de plantas monadelfas y
diadelfas, sus cerros arenosos, vestidos de yerbas y
azotados de las olas del mar, y sus campos sembrados de
Caña dulce, con que fabrican azucar nada inferior al de los
Olandeses»
24
; visitaron la provincia de Tarma, las comarcas
de Chenchin, Palca, los cerros y quebradas de Tarma y
Xauxa, poblados de orquídeas, laurel de Indias o canelo del
Perú, el valle de Huámuco y muchas otras regiones. En
Chile exploraron Talcahuano, Concepción, Itata, Rere,
Arauco y las provincias de Puchacay, Maule, San Fernando,
Rancagua, Santiago y Quillota y parte de la cordillera de los
Andes.
El relato de estas andanzas hecho con naturalidad y
sencillez, ofrece algunos aspectos conmovedores, y
siempre, marcado interés científico o histórico. Enternece,
realmente, el episodio en que los sabios narran la pérdida
de gran parte del material reunido en largos años de
trabajos y sufrimientos; primero, en el naufragio de San
Pedro de Alcántara, ocurrido en los escollos de Peniche y,
más tarde, en el desgraciado incendio del Macora; grande
fue el dolor y fugaz el desaliento por la pérdida de lo que era
el fruto de sus afanes y el motivo de sus esperanzas. Poco
tiempo después em-
24
Ibidem, p. XI
--- XXXVI ---
prendían con renovada energía la inmensa tarea de rehacer
la obra destruida. En tan largo peregrinar por las selvas
vírgenes del Nuevo Mundo sufrieron un nuevo golpe, el de
la muerte del dibujante Brunete. Al fin la tarea quedó
cumplida y la expedición se embarcó de regreso en El
Dragón y arribó a Cádiz el 12 de septiembre de 1788.
Fruto de esta azarosa empresa científica, que duró diez
años, es la espléndida obra titulada Florae peruvianae, et
chilensis, para cuya costosa publicación se solicitó el apoyo
popular y privado. Los vasallos de América contribuyeron
con más de cincuenta mil ducados y gracias a esa pecunia,
en el año 1794, la obra vio la luz en cuatro volúmenes
impresos en gran folio y compuesto de un Prodromo, con los
nuevos géneros descubiertos, que apareció en el citado
año, impreso por orden del rey, en la imprenta de Sancha y
de los tomos I, II y III, editados en 1798, 1799 y 1802,
respectivamente, en el mismo taller. Para esta hermosa
obra los autores habían preparado dos mil cuatrocientas
descripciones de especies y mil ochocientas figuras. De
estas últimas, solamente se utilizaron trescientas sesenta y
dos, para los cuatro tomos mencionados y cien más, que se
tiraron para un tomo que no llegó a aparecer. En la
Biblioteca Nacional de Buenos Aires se conserva un
ejemplar de esta valiosa obra, que fue donado por el
arzobispo de los Charcas, Benito María de Moxo.
--- XXXVII ---
Desgraciada por sus resultados fue la expedición
científica que, bajo la dirección del doctor Martín Sessé y
Lacasta, llegó a Nueva España, con Juan Diego del Castillo,
José Longinos Martínez, el dibujante Juan Cerda, como
colaboradores y Vicente Cervantes, que traía el compromiso
de dirigir el Jardín de plantas a fundarse en México y
enseñar la botánica. Ya en dicha ciudad se incorporaron a la
expedición, Mariano Mociño, José Maldonado, el pintor
Atanasio Echeverría y Jaime Serséve.
Durante diez y seis años se hicieron estudios y
reconocimientos en las regiones del centro de México,
California, costa del Pacífico, parte de Guatemala, Yucatán,
Campeche, costas de Tabasco, Tarahumara, Jorullo,
Guadalajara y San Andrés Tuxala. En el lapsus de tan
largas exploraciones en que los naturalistas sufrieron toda
clase de privaciones y padecimientos, murieron Castillo y
Longinos, el primero en México en 1793 y este último, en
Campeche, en 1803.
Terminada la empresa, Sessé y Mociño regresaron a
España llevando resumidos en tres volúmenes manuscritos
y en una colección de 1.440 dibujos en color, obra de los
pintores Cerda y Echeverría, los resultados de sus estudios
y observaciones botánicas. Doscientas setenta y dos
sumaron las nuevas especies de plantas descubiertas.
--- XXXVIII ---
No encontraron en España los naturalistas estímulo ni
apoyo para la publicación de esta obra y el gobierno, a
quien recurrieron, los trató con indiferencia. Sessé murió en
1809 y Mociño diez años después. Hoy en día se desconoce
el paradero de los manuscritos y dibujos de la desgraciada
expedición a México. Sólo se supo, que a la muerte de este
último, quedaron en poder del médico que lo atendió.
Impulsado por una irresistible vocación científica llegó a
América José Celestino Mutis, oriundo de Cádiz, donde
había nacido un día domingo 6 de abril de 1732. Se graduó
de bachiller y cursó cuatro años de medicina en la
Universidad de Sevilla y obtuvo allí varios concursos; volvió
a Cadiz y ejerció la medicina bajo la dirección de Pedro
Fernández de Castilla. El 2 de mayo de 1775, recibió en
aquella Universidad, el título de bachiller en medicina. Fue
médico del Tribunal del Real Proto-Medicato de Madrid y
sustituyó al profesor Araujo, en la cátedra de anatomía en el
hospital general de esta ciudad. Sacerdote y teólogo diestro,
matemático, físico y astrónomo eminente, mineralogista de
nota, su vocación estaba, sin embargo, por las ciencias
naturales y entre éstas, sentía un vivo amor por la botánica.
La estudió en España primero, al lado de
--- XXXIX ---
Miguel Barnadez, director del Jardín del Soto de Migas
Calientes, y más tarde en América, donde ya maestro, la
enseñó, también, siguiendo la huella profunda trazada por
Linneo. De la primera aventura científica del célebre
gaditano nos ha quedado una Relación del viaje que realizó
con el propósito de herborizar en varias regiones, como lo
hizo, en los montes de Toledo, en Yébenes, Alcudia, Sierra
Morena, Andalucía, Córdoba, Écija, Marchena, Paradas,
Ararchal, Utrera y Cádiz. El 7 de setiembre de 1760, a poco
de haber terminado sus exploraciones por los bosques
españoles, se embarcó en el navío de guerra Castilla rumbo
a Cartagena, en compañía del marqués de la Vega de
Armijo, don Pedro Mesía de la Cerda y Cárcamo, nombrado
virrey de Nueva Granada. Desechó, por este viaje, la
oportunidad que le ofrecía el rey de trasladarse a París,
Leiden y Bolonia, y perfeccionar sus conocimientos en
dichos centros de cultura, en compañía de otros jóvenes
españoles. Abrigaba la esperanza de encontrar en las
selvas vírgenes del Nuevo Mundo, abundante manobra para
una Historia Natural de toda la América, libro con que
soñaba. El 29 de setiembre de 1760, llegó a Cartagena y el
24 de febrero del año siguiente, a Santa Fe de Bogotá,
capital de Nueva Granada. Mutis fue uno de los sabios que
más trabajó por el conocimiento y estudio de la botánica
americana y sobre todo, por la difusión
--- XL ---
del uso de la quina. Las virtudes de ésta eran conocidas en
el Perú, desde el año 1616, cuando gobernaba el virrey
Francisco de Borja, príncipe de Esquilache. Con la infusión
de su corteza curó las tercianas que sufría la esposa de otro
virrey, el conde de Chinchón. Los jesuítas, más tarde,
llevaron a Europa gran cantidad de corteza de quina y con
ellas cortaron maravillosamente tercianas y calenturas. El
inglés Tallot, en 1679, difundió su uso en Francia, pero
mantuvo el secreto de su nombre y origen, hasta que Luis
XIV, comprándolo a precio de oro, lo rescató para bien de la
humanidad.
El astrónomo Carlos María de la Condamine, en 1738,
descubrió en la Academia de Ciencias de París, el árbol de
la quina, reconocido por él en la provincia de Loja, lugar
célebre porque allí se constató por primera vez su poder
febrífugo. Linneo, en 1757, hizo otra descripción de este
vegetal denominándolo, en recuerdo del virrey peruano,
Chinchona officinalis. En el año 1764, Mutis envió a Linneo
muestras de quina de Loja, que le había suministrado
Miguel Sautisteban y el célebre sabio sueco le agradeció en
estos términos: «Recibí a su tiempo, hace ocho días, tu
carta dada el 24 de setiembre de 1764, y por ella fui
conmovido y regocijado en gran manera, pues contenía un
bellísimo dibujo de la corteza de quina, juntamente con
hojas y flores, cuyas flores, nunca vistas por mí
--- XLI ---
antes de ahora, me dieron verdadera idea de su género
rarísimo, y muy diversa de la que adquirí por las figuras de
Mr. Condamine...»
25
.
Una de las nobles preocupaciones científicas del sabio
Mutis era la de encontrar en los bosques de Nueva
Granada, el preciado árbol de la quina; y por fin, después de
sufridos viajes y pacientes búsquedas, un día del mes de
octubre de 1772, en circunstancias en que regresaba de uno
de estos frecuentes viajes, en compañía de su amigo Pedro
Ugarte, hizo el valioso descubrimiento en los montes de
Tena, jurisdicción de Ibagué. Mutis usó y enseñó, también,
la aplicación medicinal de la raíz de la ipecacuana y del
bálsamo de Tolú, descubrió el té de Bogotá, cultivó el árbol
de la canela americana; escribió monografías sobre el uso
medicinal de diversas hierbas y plantas y unas instrucciones
para el tratamiento y cura por inoculación de la viruela.
Dirigió desde 1783 hasta 1789, año en que lo substituyó su
discípulo Francisco Antonio Zea, la importante expedición
botánica llamada de Nueva Granada que efectuó
reconocimientos científicos y estudios por espacio de más
de veinticinco años y que estaba integrada por los doctores
Eloy Valenzuela y Bruno Landote, el geógrafo José
Camblor, el dibujante Antonio García y, además de Zea, los
naturalistas americanos Francisco
25
GREDILLA, Federico. Biografía de José Celestino Mutis. Madrid, 1911, p, 103
--- XLII ---
José de Caldas, Jorge Tadeo Lozano, Salvador Rizo y
Sinforoso Mutis.
Los archivos de esta expedición, con sus colecciones,
escritos, álbumnes y sus 6.849 dibujos de plantas, donde
está gran parte de la labor del sabio, fueron trasladados a
España. Mutis no tuvo la dicha de ver publicada su obra
capital La flora de Bogotá, suceso que no ha ocurrido
todavía, porque sus originales duermen un injusto olvido en
los archivos del Jardín de Plantas de Madrid. Mutis murió el
2 de setiembre de 1808.
Sus luminosas enseñanzas formaron escuela científica
en América y al morir dejó numerosos discípulos. Los
nombres de Francisco Zea y Francisco José de Caldas, se
destacan entre todos con características excepcionales.
Zea, como hombre de ciencia sucedió a Mutis en la
jefatura de la expedición de Nueva Granada, publicó
numerosos trabajos sobre la materia, fue primer profesor y
director del Jardín Botánico en Madrid; como político, sufrió
cárcel, formó parte de la Junta de Bayona, en 1808,
acompañó a Bolívar, en su expedición libertadora, con el
cargo de Intendente General de Hacienda, ocupó la
presidencia del primer Congreso Constituyente de
Venezuela, y más tarde, realizada la unión con Colombia, la
vicepresidencia de la flamante República. Murió en
Inglaterra, el 28 de noviembre de 1822, mientras
desempeñaba una misión diplomática y financiera.
--- XLIII ---
Ejemplar fue también la vida de Francisco José de
Caldas, nacido en Popayán, en 1741, y eminente su
actuación. Discípulo predilecto de Mutis, compañero de
Bonpland y de Humbolt en sus excursiones al Chimborazo y
al Pichincha, director del Observatorio Astronómico de
Bogotá, abrazó la causa de la revolución emancipadora
americana. Cuando los españoles ocuparon aquella ciudad,
en 1816, fue hecho prisionero y condenado a muerte.
Notificado de la terrible sentencia conservó calma perfecta
y, como última gracia, pidió que se le concediera el tiempo
indispensable para ordenar y poner en claro sus escritos
científicos. Caldas fue fusilado por la espalda el 24 de
octubre de 1816.
Otras obras interesantes registra la bibliografía de la
botánica americana. Entre ellas anotamos las del religioso y
naturalista brasileño José Mariano de la Concepción
Velloso, tutuladas Quinographia portuguesa (Lisboa, 1799) y
Alographia dos alkalis fixos, vegetal ou potassa, mineral ou
soda (Lisboa, 1798); la Dissertaçao sobre as plantas do
Brazil (Río de Janeiro, 1810), del médico de la misma
nacionalidad, Manuel Arruda Cámara y los trabajos sobre la
quina del colombiano José Triana.
Y ya en tiempos más próximos encontramos una serie
de naturalistas, en su mayoría europeos, que se ocuparon
de la flora argentina y enseñaron las ciencias
--- XLIV ---
naturales en institutos y universidades. Los más prestigiosos
fueron Pablo G. Lorentz, Jorge Hieronymus, Federico Kurtz,
Carlos Berg y Carlos Spegazzini y entre sus discípulos, ya
argentinos, sobresalieron con rasgos propios, Eduardo
Ladislao Holmberg, Miguel Ignacio Lillo, Cristóbal M. Hicken
y Ángel Gallardo.
La personalidad de Eduardo Ladislao Holmberg (1852 -
1937) llena toda una época en los estudios científicos de
nuestro país. Por la robustez de su talento, por la
persistencia en el esfuerzo y por la notable influencia de sus
enseñanzas y de su obra, constituye uno de los más ilustres
representantes de la ciencia argentina. Realizó numerosos
viajes de estudio por el país, recorriéndolo en diversas
épocas y oportunidades. Su labor escrita es considerable y
única por la variedad de géneros que abarca, desde la
novela y la poesía hasta los trabajos de pura especulación
científica. Publicó en 1898, entre otros, la Flora de la
República Argentina, y en 1905, las Amarilidáceas
argentinas indígenas y exóticas cultivadas.
El nombre de Miguel Ignacio Lillo (1862 - 1931),
ornitólogo y botánico, es universalmente conocido y su
prestigio no ha de morir. Reunió todas las virtudes del
apóstol de la ciencia: la abnegación, el desinterés, la
perseverancia, el talento vigoroso y la cultura vastísima. Fue
nuestro botánico más eminente y quien mejor
--- XLV ---
conoció y estudió la flora argentina. Especie de cartujo de la
ciencia, trabajó lejos del mundo y no aceptó jamás
homenaje alguno a su persona; renunció, igualmente, a las
recompensas materiales con que se le premió. Publicó,
entre muchos otros trabajos de su especialidad, varios sobre
la Flora de la provincia de Tucumán, una Segunda
contribución al conocimiento de los árboles de la Argentina,
etcétera.
Lillo declaró heredera de todos sus bienes a la
Universidad Nacional de Tucumán. Con ese legado se fundó
el Instituto Lillo, modelo en su género y motivo de legítimo
orgullo para la ciencia argentina. Allí se edita la revista
Lilloa, que es una de las mejores del mundo en su
especialidad y se ha emprendido la publicación de la magna
obra, Genera et species plantarum argentinarum, cuyo
primer tomo, en gran folio, con preciosas ilustraciones
policromadas, apareció en 1943 bajo la dirección del D.
Horacio R. Descole y con el con el patrocinio del entonces
ministro de Justicia e Instrucción Pública, Dr. Gustavo
Martínez Zuviría.
La aparición de esta monumental flora argentina, cuyo
tercer tomo se halla en prensa, constituye sin disputa un
acontecimiento científico de repercusión universal.
Otra figura prestigiosa de la botánica argentina fue la de
Cristóbal M. Hicken, discípulo de Holmberg.
--- XLVI ---
Nació este naturalista en Buenos Aires, en 1875 y desde
muy joven se dedicó al estudio de las disciplinas, que
después enseñó, por espacio de más de treinta años, en
escuelas, colegios, institutos y en la Universidad. Viajó por
todo el país y por América, estudiando su flora y recogiendo
material para sus colecciones. Fundó el instituto
«Darwinion» para intensificar los estudios de la botánica y la
revista Darwiniona, para difundirlos. Sus trabajos científicos
suman alrededor de setenta publicaciones, entre ellas una
de carácter histórico, que se refiere a Los estudios botánicos
en la República Argentina. Fue hombre metódico y
estudioso y su biblioteca, con sus diez mil volúmenes, llegó
a ser una de las más completas de América, en la materia.
El ilustre Ángel Gallardo – aunque su especialidad fue la
zoología – está asociado a los estudios botánicos de
nuestro país. Porteño de pura cepa, nació en 1867 y sus
primeros años corrieron en la apacible ciudad colonial, de
calles desiertas y casas vetustas; en sus patios llenos de sol
y en sus huertas arboladas y umbrosas, despertó, tal vez, su
vocación por el estudio de la naturaleza, que dio más tarde
brillo a su nombre.
Cursó el Colegio Nacional Central y la Facultad de
Ciencias, donde se graduó de ingeniero civil. Sucedió, en
1903, a su maestro Carlos Berg, en la cátedra universitaria
de zoología. Sus contribuciones a la botánica
--- XLVII ---
son valiosas y figuran publicadas en revistas argentinas y
extranjeras. Hizo universalmente célebre su nombre con sus
famosos trabajos sobre la reproducción celular y sobre todo
con su magistral teoría del proceso mecánico de la
carioquinesis. Fue ministro de Estado y, en los últimos años
de su vida, la Academia Argentina de Letras lo recibió en su
seno, y le adjudicó el sitial que lleva el nombre de Francisco
Javier Muñiz.
Estos son los principales hechos históricos que jalonan
casi cinco siglos dedicados al estudio de la botánica en el
Nuevo Mundo. Como se ve, los sacrificios han sido
cuantiosos, las desilusiones frecuentes, efímero el
entusiasmo de los gobiernos y muy laboriosas las
conquistas. Muchos han sido los naturalistas españoles y
americanos que, sin desaliento y a costa de grandes
esfuerzos, lograron conquistas definitivas para la ciencia.
Sus vidas constituyen, para quienes quieran verlo, un alto
ejemplo y una permanente enseñanza.
No busque el lector originalidad en estas notas. Nuestro
pequeño trabajo – como sin esfuerzo de perspicacia se
advierte –, no está dirigido a los estudiosos que conocen la
materia y que ninguna novedad encontrarán en él. Lleva
propósitos más modestos; como el de entregar al lector
corriente, los hilos indispensables para ahondar, si así lo
desea, el estudio de estas interesantes cuestiones.
--- XLVIII ---
Y por último, sería injusto que, hablando de los estudios
de la botánica en América, no recordásemos los nombres de
otros dos ilustres argentinos: los de Pedro N. Arata y Juan
A. Domínguez, que dedicaron gran parte de sus energías al
estudio paciente de este particular aspecto de la ciencia. De
sus trabajos nos hemos servido a cada instante en el
transcurso del nuestro. Sea para ellos el homenaje de
nuestra gratitud.
Raúl Quintana
Buenos Aires, julio de 1945
- 2 -
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/DEDICADO A LA SERENISIMA REINA
DE LOS SIETE DOLORES.
Soberana Señora, Reina del Cielo, y de todo lo criado: á
cuyo cargo corre el alivio y socorro del genero humano, pues el
Todo-Poderoso, y Sempiterno Dios, entre millares desde
Abeterno os escojió para remedio de los hijos de vuestro gran
Padre Adán, sin ser mancillada de la culpa suya, en que
incurrimos todos sus decendientes, librando solo á Vos, como á
Madre de su Unigenito Hijo Jesu-Cristo Redentor, y remediador
nuestro, quien como Todo-Poderoso, segun sentir de muchos
Santos, y graves Expósitores, tiene determinado el no conceder
á ninguna Criatura gracia, alguna, que no sea por medio y
mano vuestra, que como Arca en que estuvo el Tesoro del
Eterno Padre para rescate del genero humano, ós dejó Señora
todas las gracias y prerrogativas, que por toda la eternidad
habia de repartir á todas las Criaturas, y asi sois sola Vos la
concebida sin pecado: Hija del Eterno Padre, y Madre de su
Unigenito Hijo, Esposa del Espiritu Santo, Templo y Sagrario de
las Tres Divinas Personas: Reina de los Angeles y Arcangeles,
Querubines y Serafines, Tronos y Dominaciones con todas sus
Potestades, y iluminaciones, á quien todos postrados adoran,
despues de su Criador, despues de estas tan grandes
prerrogativas os hizo Reina de este universo globo de la Tierra:
Madre Universal de todas sus Criaturas, q.e ciegos caminamos
por las descarriadas sendas de los sentidos cargados de
pecados y miserias, sin tener mas luz, que las de vuestras
Divinas Misericordias, por lo cual para ir al Cielo Vos sois la
escala, para ver á Dios Vos sois la puerta, para
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ser limpios de culpas Vos sois el mar de las aguas cristalinas á
donde todos debemos acudir para ser sanos.
Vos sois la medicina y remedio para todas las
enfermedades, y pues sois Madre de Dolores, Divina Señora,
que sabeis por experiencia la miseria humana á que quedamos
sujetos por nuestras culpas: humilde pongo á vuestras
Sacratisimas plantas la proteccion de este mi pobre y corto
trabajo, suplicando á vuestra Divina Magestad tome á su cargo
el dirigir y gobernar mis yerros, permitiendo, que si en él lo
huviere cosa agena de la verdad, haiga quien /quien lo
enmiende y corrija, que aunque la intencion es cual vuestra
Divina Magestad, bien sabe, que como indigno y miserable hijo
de entrada en vuestra casa, en el dia de vuestros dolores,
aunque indigno de tan gran beneficio, solo gran Señora por
vuestra gran misericordia y patrocinio de que estoy muy cierto,
como así de la asistencia vuestra en mis aflicciones y trabajos,
de que os doy las devidas gracias: á Vos gran Reyna dedico
como á verdadera Madre este pequeño y corto obsequio, para
que gobernado de vuestra proteccion consiga salud en lo
adelante vuestros amados hijos en sus dolencias, que si quiera
Señora ser poderoso para por vuestro amor poder hacer más
por la salud de mis amados hermanos, asistiendolos en sus
dolencias por toda la eternidad. Pero Señora, con vuestra
gracia y patrocinio espero hacer cuanto en mi fuere, para
cumplir con el cargo y oficio que me habeis dado, en lo yo
pudiere con vuestra divina gracia y luz, dando á vuestra Divina
Magestad las gracias y honras de todo como á Reina y
Gobernadora de todo lo bueno por todos los siglos de los siglos.
Amen Jesus Maria y Jose.
De vuestra Serenisima y Divina Magestad indigno Siervo.
Pedro Montenegro.
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/PROLOGO AL LECTOR.
Tienese por cosa cierta, asi entre los Autores Griegos, como
entre los Latinos, q.e el inventor de la medicina fué solo Dios
Inmortal, y cierto va fundada en tal razon la tal averiguacion,
porque se deja ver, y parece cosa imposible que un hombrecillo
bosal, y formando de un poco de lodo, el cual á penas vé lo que
tiene delante de los ojos pueda de si mismo comprender, ó
alcanzar tantos y tan sublimados misterios, cuantos contiene en
si el arte medicinal, si el que le dió vida y ser no se los declara,
por donde todos nos debemos persuadir y creer, que aquel
sumo arquitecto nuestro, y fabricador de Cielos y tierra luego
que formó al hombre conociendo su flaqueza y enfermedades,
á las cuales habia de estar sujeto, como Padre piadoso nos
enseño, y cada dia nos enseña los remedios para ellas. En
primer lugar las enseñó á nuestros primeros Padres, y de mano
en mano vino á parar á nosotros sus sucesores: sabemos
tambien, que despues que sobre la tierra solo quedó Noé con
su familia sola, habiendose perdido lo mejor de ella, tuvo
paternal providencia por medio de Angeles, y hombres
ilustrados de su Divina Providencia, y asi mismo por medio de
animales terrestres, volatiles y acuaticos de hasta el dia de hoy
irnos comunicando esta ciencia, y prolongando este continuado
favor y consuelo en este destierro y Valle de lagrimas, como
Padre amorosisimo á tan miserables y pobres criaturas suyas,
para que de los nuebos beneficios, como de nuebo presente y
regalo le seamos cada dia mas agradecidos.
A Salomon dió la virtud de la saviduria, con lo cual vió y
entendió cuantas plantas, animales, metales, y piedras que
encierra la redondez del orbe y sus cualidades y virtudes,
escribiolas, y por usar la ingratitud humana
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- 6 -
mal de ellas, sin agradecimiento á su Criador, segun sentir de
hombres doctos, y graves autores, permitió se arruinasen tales
libros, para por medio de otras criaturas suyas poco á poco irlas
comunicando, como se vé á las claras, que hasta el dia de hoy
nos continua poco á poco este favor, aunque como á ingratos, y
porque no nos ensorbebezcamos como /como nuestros
antecesores nos las dá clara, escasamente, criando y sacando
del ser de la nada, hombres con particular inclinacion al
descubrimiento y averiguacion de las plantas, y otros de los
metales, otros de las piedras; y otros al modo de usarlas y
preparadas, cual á un Dios Corides; un Mathiolo Senense, un
Andres de Laguna, y otros varios, que dejo en esta facultad
eminentes y peregrinos como Plinio, Huerta, Menardes, Pisón,
Bonti, Sirena, Leon, y Bauthin, que son los que hasta hoy he
podido leér sus obras, que con particular vocacion los inclinó el
Todo-Poderoso al descubrimiento de los simples, y arte
medicinal. Esto digo amigo lector porque no pienses, que esto
es acaso, ó paja como suelen decir algunos, por genios de
naturaleza, que ciegos quieren obscurecer, y borrar la grandeza
de la Divina Providencia para con sus criaturas: puedote decir
como cosa cierta, que desde que acuerdo tener uso de razon
me siento inclinado al de conocer y saber la virtud de las
plantas, y el curar con ellas, á mi, y á mis projimos, y á ellas
debo la vida por tres veces, que de varias enfermedades, y
heridas mortales de necesidad, segun varios Autores afirman
no ser curables: y sino me quieres creér te puedo enseñar dos
cicatrices en partes bien peligrosas, y muy penetrantes con
nervios contusos y descubiertos, y no solo á mi, sino tambien á
varios en casos muy apretados, que no refiero en la obra por no
parecer alabanzas propias. Esta inclinacion de la Divina bondad
á mi dada, por sola su gran misericordia desde niño, como dejo
dicho, me
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ha siempre como costreñido y violentado á meterme por
bosques, Sierras muy encumbradas, y de no pequeños
peligros, aún despues que estoy en religion, atropellando varias
incomodidades y trabajos, á fin de salir con mi intento, cierto,
que muchas veces me elaba de frio, y otras de calor, y todo ello
lo doy por bien empleado, por el servicio que en ello juzgo
haber hecho á la Divina bondad, como tan amante de sus
amados hijuelos, y Criaturas de la tierra. Lo que te puedo
asegurar es, que las plantas que aqui te doy pintadas son
verdaderas medicinas para lo que te prometen curar, que por
espacio de treinta y un años que há que comenzé á curar en el
hospital general de Madrid, algunas de ellas he reconocido sus
virtudes, y mayormente de 12 años /años acá, que por hallarme
en estas tierras de la America sin Botica, ni Boticarios, me ha
forzado á que con ellas hacerme autor de Botica,
confecionanando [sic] unas con otras, cual se puede ver en sus
tratados: por lo cual te pido, que si en algo reconocieres yerro,
me disculpes en parte, porque no siendo de mi estado el
escribir libros con nuebo modo de composiciones, y
descubrimientos de estraños y peregrinos simples en estas
partes, puedes estar cierto, me muebe mas la caridad de haser
bien á mis hermanos, que la ambicion de Autor de un libro: y si
quisieres ver por tus ojos la verdad que en ello se halla, llegate
donde yo asisto, y traheme el simple que quisieres, ó que
dudares ser verdadera su virtud, y verás que aplicado en la
forma que digo, y con las circunstancias que pide la medicina si
es verdadero, ó no lo que digo, como quien lo ha
experimentado, esto es con la practica, en el tiempo dicho, que
algunos de los tales simples bá, para 18 años que estoy
averiguando sus cualidades, segun su graduacion de calor,
frialdad, humedad, y sequedad, reconociendo las
destemplanzas de los cuerpos, de los vientos, y las
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causas de las enfermedades, que si esto no conoce bien el que
ha de curar, mas seguro es no meterse á tal oficio.
No me he atrevido á dár por escrito sus virtudes hasta
constarme su experiencia, esto es, lo que de por acá
nuebamente he descubierto: lo que pongo de Dios Coride,
Anacarbeo, y dos otros de Mathiolo Senense, es porque en
estas tierras desdicen en figura de su original; pero son ellos
como los he probado por la experiencia y partes. Ahora á lo
último de esta obra llegó á mis manos las obras de Guillermo
Pisón, y Jacobo Bonti, que escribieron en el Brasil, trahen
varias plantas con los nombres de estas tierras, de las cuales
he traducido, y trasladado algunas, las que reconozco de
mayores virtudes, y que por acá se pueden halar, por ser muy
semejantes éstas á la del Brasil, de las cuales he descubierto
yá algunas, las cuales pongo con sus nombres en Tupi, y
Guaranî, y asimismo las virtudes q.e dichos autores recitan de
ellas, que no dudo serán ciertas, para que si /si con el tiempo se
descubrieren sepan usar de ellas.
Otro si: no pretendí en este mi afán el dár por estampa las
que he descubierto de Mathiolo y Dios Corides, y asi las pongo
como descubiertas al fin, solo por escrito con algunas de sus
mas escojidas virtudes, y si mis ocupaciones y salud diere lugar
pretendo sacar á luz otras nuebas plantas que boy haciendo su
inquisicion y algunos animales, pajaros, y aves de partes
medicinales, de que tengo yá algunos apuntamientos no de
poca importancia; pero porque en estas partes y en estas
tierras he hallado poca fidelidad en algunos dichos de
Curanderos y Curanderas de ningun fundamento, me veo
obligado á primero que salga de mi pluma el certificarme, y á
veces no se ofrecen los casos en algunos años, ó ser tal la
pobreza y desabrigo de estos pobres Indios, y su poco
resguardo y cautela, que no se puede en buena conciencia
hacerles
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remedios mayores, porque es despacharlos con mayor
brevedad á la eternidad.
No temo amado lector tanto la calunia de las mordaces y
golosas murmuraciones, de aquellas livianas lenguas, que
hasta en los muy descarnados huesos hallan que lamer, cuanto
en que estos simples han de llegar á manos de quien los use
muy al contrario de lo que dejo de ellos escrito, por que como
con mucha verdad exclama el Dor. Laguna en su prologo
diciendo: que muchas veces no surten efecto las medicinas, no
por falta propia suya, sino del que las aplica, ó por tomar una
yerba por otra su semejante en figura, ó por no aplicarla á
tiempo que se debe, ó por el modo y cantidad de su uso, ó por
ignorar el que cura la causa del mal y su complicacion, todos
puntos de concideracion medica, esto exclamaba dicho autor en
tierras á donde solo curan hombres capaces, y medicos y
cirujanos aprobados, y que han pasado por claces de Theorica,
y por maestros en practica, ó por hospitales en ambas materias,
que en 21 años que há que entré en ella, solo un Medico y
Cirujano he visto, todos los demas Medicos Curanderos y
Curanderas; mas les cuadra el nombre de matasano, que el de
Cirujano, y el de carnicero que el de medico, ó curandero, y son
tantos y tantas los dados á esta secta de locos, que entre tal
gana /ganado poco ó nada hay que escojer, y cierto es, que á
ellos les fuera mejor arar para sustentarse, y á ellas hilar la
rueca, que ciegos y cargados de ignorancia, sin advertir el
peligro de sus conciencias; ni los homicidios que hasen en los
pobres enfermos, que como nesecitados admiten el socorro,
que estas sabandijas, ó casta de locos les ofrece, no con
pequeño riesgo de sus vidas, como yo lo he visto y remediado
mas de cuatro, y á otros no hubo mas remedio que la muerte, y
bien acelerada, y rabiosa de dolores, que aseguro ¡me tegrima
[sic] el
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pensarlo! y aseguro con toda verdad, y segun leyes naturales,
que los tales deben ser castigados como á enemigos de la
Republica; ó puestos en prision como locos; ó tratados y
tenidos por simples, tontos, y necios, segun se lee de los
Griegos y Romanos en el tiempo que florecieron: y al ver en
estas tierras semejantes charlatanes, y charlatanas me tenia
amedrentado el no tratar de simple alguno, por el peligro en que
lo concideraba, porque si oyen que tal yerba cura la retencion
de orina, y la doy de docis dos dragmas, estos tales echaran
dos onzas de su sustancia en una bebida, con que al que no
podia orinar ni una gota, no solo le hasen de un golpe, y
violentamente orinar; sino que por toda la vida le dejan
orinando, y quiera Dios no sea sangre. Cata aqui amigo lector el
riesgo de la ignorancia, que es tan peligroso, y mas que el de la
heregía. Y asi te pido, que si quisieres curarte, ó curar á otros,
no te salgas de las cantidades señaladas por el riesgo grave
que tiene lo contrario, por ser esta torrida zona en que estamos
muy caliente y humeda, y el calor natural que hade regular
auxilios de las medicinas muy debil y flaco, por salirse por los
poros, á fuerza de la grande apersion de ellos, acordandote del
dicho de Galeno: "esto de curar consiste en cierta cualidad,
cierta cantidad, y cierto modo de aplicacion:" que en tres
razones como filosofo, y Principe de la medicina lo encierra
todo.
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/MODO DE RECOJER LAS PLANTAS,
A QUE TIEMPO, Y CIRCUNSTANCIAS
para su conservacion y duracion, sacado de las obras de Pedro
Andres Mathiolo, hechas sobre lo escrito de Dios Corides.
Advertencias necesarias.
1ª Conviene que cada cosa se recoja y guarde á su tiempo, en su
propia sazon, y con las circunstancias que se dirá, porque
segun esto se hiciere serán las medicinas provechosas, ó
dañosas, y vanas: quiero decir, serán eficaces en su obrar, ó de
ningun alivio, y asi por consecuencia.
2ª Pueden ser dañosas, ó á lo menos sin efecto. Se han de recojer
en tiempo sereno, que ba mucho en recojerlas en tiempo seco ó
humedo, y que la huna esté menguante, en el último cuarto.
3ª Son de mucha mas virtud las de Serranias y tierras
encumbradas, que la de los llanos ó campañas, ó partes
sombrias y montuosas, ó lugares acüosos, porque las de
Serranias son criadas y combatidas de vientos frios y secos,
con los cuales tienen sus virtudes unidas, sin que el calor se las
haga ebaporar, y asi mismo son menores, y tienen la virtud mas
unida.
4ª Conviene saber, que segun la propiedad del lugar y templanza
del año, unas veces suelen ser mas tempranas, y otras mas
tardias en salir, florecer, y perfeccionarse las plantas, entre las
cuales por su naturaleza hay algunas q.e salen, se crían, y
florecen, y se perfeccionan por el invierno, otras florecen y dán
sus frutos dos veces al año.
5ª Conviene para usarlas con acierto en las medicinas, que el que
las ha de recojer para usarlas, ó vender-
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las las vea, y comple cuando nacen y cuando florecen, y están
en su fuerza, y cuando perfeccionan sus semillas, que es
cuando declinan, porque el que las viere solamente al nacer, ó
al estar en su fuerza, ó al declinar, no las conocerá
perfectamente en los otros tiempos, porque mudan de figura, y
esta es la causa porque muchos se engañan recojiendo unas
por otras, de muy opuestas cualidades, aunque en algo
parecidas, y asi mismo es la causa de que muchos han
predescripto, y dibujadonos unas yerbas por otras, poniendo
tallo á los que no /no lo tienen, y dejando de ponerlo á las que á
sus tiempos por su naturaleza lo posehen.
6ª Las yerbas que extienden ramos por tierra para guardarse para
el año deben recojerse cuando están cargadas de flores, como
es el Bledo menor, la acetosa mayor, el Poleo, el Hisopo, y
agedrea, y otras á este modo.
Las demas que crecen en alto se recojerán cuando estén
llenas de sus cimientes, ántes que de si mismas se caigan, y
sus frutos ó semillas cuando estén sazonados ántes de caer á
tierra: excepto los frutos de las cosas astringentes, que se
deben recojer ántes de sazonar, como son la semilla de
Arrayán, las baulautrias, las Guayabas, y otros á este modo.
7ª Los palos leñosos se recojerán por el Invierno en menguante de
Luna.
8ª Al recojer dichas yerbas para guardarlas, las deben limpiar muy
bien del polvo ó tierra, que al secarse hubieren adquirido, y
sequense á la sombra, y cuando están yá secas para
guardarlas las pongan ántes dos horas al Sol, porque de llevar
alguna humedad se corrompen: revuelvanse en papel muy bien,
y metanse en cajon le palo, ó caja bien tapadas.
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9ª Las flores en estas tierras tengo experiencia, que las secadas á
la sombra presto se corrompen de polilla, ó humedad,
principalmente la rosa: por tanto digo, que la sequen al Sol,
porque asi se guardan indegnes, y duran mas de un año con su
olor y virtud, y de otra suerte no. Y aúnque algunos dirán es
bueno que este pobre ignorante quiera ir contra las reglas de un
Dios Corides, Mathiolo, y Laguna, y otros muchos q.e en esta
facultad han escrito, como es asi; pero esta experiencia no es
solamente mia, sin que primero me haya alumbrado el
peritisimo Fr. Francisco Sirena, religioso de San Agustin,
excelente boticario moderno en su farmacopéa, que cierto que
Messue viera tuviera en qué aprender á corregir y hacer
composiciones, ó por mejor decir inventar las mas seguras y
sanas.
10ª Las raices se hande sacar para guardar cuando las plantas se
ban despajando [sic] de sus ojas, despues de haber dado sus
semillas, ó fru /frutos: ahora sean las raices leñosas de que
solo pretendemos sus cortezas, ahora sean las que
pretendemos sacar lagrimas, ó gomas porque entonces están
yá purificados del humor de la tierra, y de su propio humor: es
bien se sequen á la sombra en los principios, y á lo último al
Sol, como son el mechoacán, la Jalápa, la aristoloquia, y otros.
11ª Lagrimas ó gomas se recojen cuando el arbol está en todo su
vigor, que es cuando se bá vistiendo de ojas y flores, sajando
sus cortezas, ó hiriendo su tronco, aunque hay algunos que por
el Otoño lo destilan de suyo, como es el Pino de estas tierras, el
Anguáí, y el Durazno como lo he visto.
12ª Las simientes por la mayor parte, en pasando un año se
enrancian, y sirben para el uso de medicina, porque adquicren
no sé qué calor estraño á la inmutacion, y asi digo, que de
aquellos granos, ó semillas que se pretende sacar aceites, ó
licores, se saquen luego que se recojen, á lo menos dentro de
seis meses, como es las Almendras, el mani, la semilla de
linaza, la de ajongoli, (ó quino blanco,) y asi misno de las
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aceitunas, bayas de laurel, semilla de lentisco, y del recino, ó
amambai miri, y las del Tarumá, q.e es una especie de Olivo
Americano.
El guardar todas estas cosas en estas tierras ha de ser en
basijas q.e no sean porosas, porque en ollas de barro sin vidriar
se pierden, y siempre que se pudieren envolver en papel se
envuelban, ó se guarden en calabazos gruesos, y duros de
corteza, secandolos primero muy bien al Sol, los cuales cuanto
mas usados son mejores.
EXPLICASE LA VIRTUD Y MODO DE CONOCER
las plantas y graduar sus cualidades: sacado de las obras de
Dios Corides, Mathiolo, y Laguna.
Cuatro son las cualidades: calor, frialdad, humedad, y
sequedad: en cada uno de estas se cuentan cuatro grados, y
los simples de que se trata en este libro tiene de estas
cualidades y sus grados en ellas, calientes, humedos, frios y
secos, y rara vez se hallará simple de sola una cualidad, si de
ordinario complicadas, dos, y á veces tres cualidades en
algunos, porque en la su /superficie posehe en partes frias, en
el medio humedas, y en el centro ó parte solida, y terre [sic]
caliente: y por el contrario hay otras que la parte de calor la
posehe en la superficie, la fria, la humeda en el medio, y la seca
en el centro, y á este modo vemos que un simple tomado de
diverso modo tiene distintos efectos, y cura accidentes de
diversas cau-
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sas, como v.g. el ruibarbo dado su infusion purga solo la colera
y la melancolia: tostado y dado en sustancia no solo no purga
sino detiene la purgacion, infuso humedece y relaja los cuerpos,
cocido los deseca y fortifica, y á este modo hay otros muchos,
que guisandolos de diversos modos tienen diversos efectos.
1ª Calor. En primer grado decimos ser caliente aquella
medicina, que aplicada, ó bebida vemos que calienta muy
lentamente, y que presto se apaga su calor.
2ª En segundo grado dicese ser caliente la medicina, que
tomada ó aplicada calienta senciblemente á las claras; pero
con cierta moderacion y templanza, de suerte que no llega
á encender ó calentar, de suerte q.
e
imute el temperamento
de las partes á donde se aplica.
3ª En tercero grado dicese ser caliente la medicina que calienta
con gran ardor sencible; pero de suerte que sea tolerable,
como es el ajî silvestre ó campecino, que de suerte calienta
y enciende, que es tolerable y no es extremo.
4ª En el cuarto grado se dice ser caliente la medicina que
despues de aplicada de tal suerte calienta y abraza, que
ápenas es sufrible, y que levanta ampollas á la parte
ádonde se aplicó.
1ª Frio. En primer grado fria se dice lo que enfria poco y
oscuramente.
2ª En segundo grado lo que á las claras enfria; pero
templadamente.
3ª En tercero grado lo que introduce frialdad vehemente; pero
no extrema.
4ª En cuarto grado, lo que de tal suerte enfria, que quita el
sentido á los miembros.
- 16 -
1ª Humedo. En primer grado, es lo que con un suave, benigno,
y casi espiritual lentor humedece el cuero, ó el cuerpo, ó
parte á donde se aplica.
2ª En segundo grado, lo que mas notablemente humedece.
/3ª En tercero grado lo que de tal suerte humedece la carne,
que se introduce en todos sus poros.
4ª En cuarto grado, los que con su exceciba humedad relajan,
rompen y hasen caer las carnes, ó partes á donde se
aplicaron, ó q.
e
las recivieron.
1ª Sequedad. En el primer grado son secas aquellas medicinas
que livianamente desecan.
2ª Las que con notable moderacion desecan el humor
embebido en los poros.
3ª En el tercero grado, las que demaciadamente tienen fuerza
de enjugar y de secar.
4ª Las que desecando con violencia chupan el humedo radical
de los gruesos.
Cada grado de estos tiene mucha latitud, segun la cual
diremos que son calientes ó frias, secas ó humedas, en p [r]
incipio del cuarto, del tercero, ó del primero. A demas de esto
se debe notar, que algunas cosas se dicen calientes
actualmente, otras potencialmente ser calientes ó frias, y segun
esta diferencia una misma cosa suele calentar y resfriar en
tiempos diversos, como el vino, que cuando lo bebemos frio
resfria, y despues de alterado en el estomago con su potencia y
facultad nos calienta. El agua caliente por el contrario, si se
laban con ella, ó la beben por entonces caliente; pero despues
con su natura virtud y fuerza resfria. De la misma suerte las
aguas saladas, y sulfuerzas (de azufre y alumbre), dado que al
parecer al presente parezcan humedas por su facultad y virtud,
evidentemente desecan.
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- 17 -
Las cualidades actuales de calor, humedad, frialdad ó
sequedad, se diciernen y conocen por el tacto, cuyo principal
instrumento es el cuerecito interior de los dedos, siendo en
medio de todos los excesos constituido, para lo que al tacto
pareciese calido, humedo, seco, ó frio se tubiese por tal,
aunque para juzgar esto perfectamente, es necesario que el
tacto se acompañe con la razon, porque como el tacto juzgue
por las apariencias todo lo duro por seco, y lo blando por
humedo, suele ordinariamente engañarse, como el cobre
derretido, que la fuerza del fuego derritió, y el agua elada por la
estrema frialdad que la congeló: aqui la discreta razon pone
distincion en las cosas, no confesando absolu /solutamente,
que lo duro sea siempre seco, ni humedo haya de ser siempre
blando, salvo cuando lo uno y lo otro persevera en su ser
natural, y retiene un calor moderado, la cual distincion excluye
todas las cosas, que con el demaciado calor se ablandaron, y
las que con el excecivo frio se endurecieron.
Las cualidades potenciales se conocen por los efectos que
con el tiempo introducen en el cuerpo humano, y tambien por
las trasmutaciones que vemos hacerse de unas en otras, por lo
cual juzgamos que el aceite y todas las otras cosas crasas,
aunque tocando refrezquen potencia( [a] )lmente, son un poco
de fuego atento, que echadas sobre el fuego luego se
convierten en llama, y asi no usamos darlas á los febricitantes,
por temor de que no se enciendan en las venas
semejantemente.
Conocense tambien las virtudes potenciales de las
medicinas, ó simples por los sabores que dejan al gusto, los
cuales por una mezcla de las cuatro cualidades primas son
engendrados de donde nace, que á los elementos puros, y
simplicisimos se halló ningun sabor, por no constar cada uno de
ellos sino de dos cualidades.
[Materia Médica Misionera 2]
[p. 13]
- 18 -
Los sabores, pues que nos alteran la lengua y paladar, son
el acerbo, el austero, el amargo, el salado, el agudo ó picante,
el agrio, el acedo, el dulce, y finalmente el insulso ó insipido, y
muy desagraciado.
Llamamos sabor acerbo al aspero, al que nos aprieta luego
la boca, y nos dán dentera, cual es el que se siente en la
cascara de la granada. Del acerbo difiere el austero solamente
en ser mas blando, y no apretar y fruncir la boca con tanta
vehemencia, de modo que dirémos ser austero al membrillo.
Sabor salado dirémos á aquel que algun tanto aprieta, rae, y
mundifica la lengua. Llamase comunmente amargo el que
muerde y pica notablemente la lengua, comunicando luego el
sabor al paladar, y fauces, y que ya en corroher, yá en
mundificar es molesto, y si esto hase con calor excecibo debe
llamarse agudo, como es el de la yerba hisopo, como asi mismo
llamamos agudo frio al agrio de cidra, y al de la acetosa mayor.
El que ablanda y halaga el paladar irritado, si lo hase dando
contento y deleite se llama dulce, ó dulce craso si empalaga.
Por sabor insulso, ó incipido entendemos el sabor desabrido, y
ingrato á la naturaleza, cual /cual se siente luego en la cabeza
y estomago, sin pasar adentro del tragadero, de solo ponerlo en
la boca, cual es el de las ojas de adormidera, y veleño.
Por el sabor se puede colegir el modo de poner la
graduacion á las yerbas, ó simples: advirtiendo, que en cada
sabor de los dichos hay de ordinario complicacion de otros,
como se dá á entender en las reglas, ó anotaciones arriba
dichas: como v. g. El sabor dulce: hay dulce que empalaga,
como es la azucar y miel: hay dulce que no empalaga, como es
el del melon: hay asi mismo dulce misto con agrio, como es el
de la piña, limas y naranjas agridulces, que no solo no
empalagan, sino que levantan el apetito postrado, y en fin, hay
dulce misto con astricción
[p. 14]
- 19 -
lebe, cual es el de la raiz del Orozús, y aunque en un mismo
sabor hay gran diversidad en el misto como se verá, y nos lo
muestra la experiencia, por que la azucar, el dulce que
empalaga, como asi mismo la miel de abejas, el uno y otro muy
templado en calor, como lo es la azucar: la miel de abejas
caliente en el segundo grado, aperitiva y mundificativa:
reparese en su gusto sea agudo algun tanto austero, y cuanto
mas de estas dos partes dichas tubiere tendrá de graduacion de
calor, como yo lo he visto, y probado en estas tierras, que lleva
al fin del tercero grado: de suerte, que encendiendo el
estomago y entrañas causa grave dolor, y atolondramiento al
estomago y cabeza.
Segundo ejemplo: la piña de estas tierras es agridulce, con
agudeza en su agrio, por que no solo no es caliente en su
dulzor, sino fria en el principio del tercero grado, dado que su
corteza tiene partes calientes mistas, y es muy templada, y á
este modo en todos los sabores se debe admitir su mistion,
para poder con seguridad darles la graduacion adecüada á la
causa del accidente, que pretendemos curar.
Todas las medicinas estiticas debajo de cualquier nombre se
compreenden en las acerbas y austeros, y comunmente son
terrestres, y frias.
Las saladas sin calentar ni enfriar demaciado, desecan
brevemente /te y aprietan, por lo cual preserban de corrupcion.
Las amargas son de natura terrestres, aunque tienen partes
calientes y muy sutiles.
Las agudas son excecivamente, y calientes tanto, que se
comparan al fuego.
Las agrias y acedas son frias de sutiles partes, y por esta
causa comodamente abren los opilados poros, y adelgazan los
gruesos humores en especial, sino son demaciadamente frias.
[p. 15]
- 20 -
Son calientes los dulces; pero no tanto que inflamen, ó
enciendan, los cuales con su moderado calor digieren, y relajan
blandamente.
Todas las untuosas y crasas, naturalmente son ahereas, y
aquosas, y asi humedecen, resuelven, y ablandan.
Las incipidas, y que del todo son desabridas constan de
partes frias y aquosas, por donde encrasan, aprietan, y
engendran cierto estupor, ó entorpecimiento en los miembros
tocados de ellas.
Hallanse plantas asi de arboles como de yerbas, y minerales
con gran simpatia á la naturaleza humana: otras con antepatia
[sic], y enemistad grave á ella. Las simpaticas, son aquellas que
de tal suerte se agregan á nuestra naturaleza, que tomadas, ó
trahidas consigo nos ayudan, sin jamás hacer daño alguno, cual
es el azogue, el palo santo &c. Las antepacticas, son las que no
solo usadas por remedio; pero aún de tenerlas en la mano, o
cerca de si, son mortiferas y dañosas, y asi por ser esta materia
de la averiguacion de tales simples, larga y dificil en su
conocimiento, como por no convenir el que la sepan todos, me
parece conveniente el no tratar de ella; por el daño que se ha
experimentando en la malicia humana, en los tiempos pasados,
que ha obligado á muchos Siervos del Señor el comprar tales
tratados para echarlos al fuego. &c.
No han faltado algunos, que por el olor han querido juzgar
de la complesion y virtud de las yerbas; pero á la verdad se
engañan, porque no todo lo que bien huele es caliente, como ni
todo lo hediondo /do lo es: menos es frio todo lo que huele mal,
ni todo lo frio huele mal, porque vemos asi cosas frias, como
calientes hay muchas que huelen mal, y por lo contrario, hay
muchas que huelen bien, asi frias como calientes.
[p. 16]
- 21 -
Como tambien se excluyen los que por los colores quieren
juzgar de las facultades de los simples, y asi la señal del sabor
es la mas segura y cierta: dado, que á veces es peligrosa, como
á mi me sucedió dos veces, que por probarlos me abrazaron la
boca, de suerte, que á no acudir presto á apagar su ardor me
hubieran hecho grave daño; pero hicieron mudar el cutiz de la
lengua y paladar, con haber acudido á tiempo á refrenar su
hervor y agudeza.
Ayudado pues de estas reglas universales podrá sin
dificultad conocer, en llegando la medicina á la boca, de que
cualidad, ó virtud es dotada, y esto sin la particular calidad, que
en confirmacion de ello propone Dios Corides, y Mathiolo de los
simples y yerbas.
Los cuales encargan con sumo aprieto el conocimiento
escientifico, y que no tomen unas por otras, con grave daño, por
la semejanza que suelen tener unas calientes con frias, y
cordeales con venenosas, cuyos ejemplos pone Pedro Andres
Mathiolo, y yo dejo por evitar su latitud.
Parecióme ser conveniente el dár noticia en esta obra del
modo de conocer las cualidades y virtudes de las yerbas, y
poder graduar sus auxilios y potencias, por dos razones: la
primera, para que el q.e fuere de genio, ó inclinacion natural,
inclinado á la indagacion suya, tenga luz por donde pueda con
seguridad gobernarse, y adelantar el descubrimiento de muchas
mas, y mejores, que yo he averiguado, por esta America mas
fertil, y abundante de ellas, que ninguna de las otras tres partes
del mundo, y estoy en que ella sola posehe tanta variedad de
plantas, que juzgo iguala á las otras tres juntas, por su gran
cantidad y abundancia de calor y humedad.
La segunda causa es, para que leyendo la luz con que me
he gobernado no duden de su seguridad en la graduacion, y
puedo asegurar, /rar, que lo que aqui pongo es lo que yo he
practicado con sumo cuidado, y es solo
[p. 17]
- 22 -
lo muy breve, y compendioso, que se puede decir, dejando
dilaciones en la pluma, asi por no ser molesto al lector, como
por no referir los que otros mas lacta, y eruditamente han
escrito de esta materia, que es mucho y muy bien fundado en la
parte Tholisica, que pertenece en la filosofia á lo vejetable; y
como nunca faltan censores de libros (á veces sin estar
diputados para ello, de los magistrados ó monarquias,) y
sucede que sin leerlo con la atencion devida, por un solo punto
en que su corto ingenio ó estudio no alcanza la razon lo arrojan
de la mano, y comienza á cargarle de censuras; y esto es
ordinaria flaqueza de aquellos poco amigos de ver libros de
genios inquietos y bulliciosos, á modo de ciertos peces de las
aguas, que su genio es ponerse en las corrientes y turbulencias
suyas para dár sobre sus compañeros con gran velocidad,
tragando al pequeño, que su maliciosa boca puede tragar;
tirando á este la tarascada, al otro el gienchonazo, y en fin
turbando la caridad, y quietud de sus hermanos, y lo que mas
es, impidiendo su aumento y multiplico, por que quitan su
sosiego. ¡Ordinaria causa de abortos y destruccion de toda
generación, y Monarquia!!!
ADVERTENCIAS PARA EL USO DE LAS PLANTAS.
Porque muchos que no son péritos, ó exercitados en el uso
de las plantas se hallan congojados en no hallando en todas las
recetas las cantidades y proporciones, asi de la materia de las
yerbas, ó palos, como de la cantidad de agua, ó licor en que se
cuesen ó mezclan. Digo, que reparen la graduacion suya, y su
propiedad, que en cada una se dice, y viendo la primera receta,
que de ordinario tiene señaladas cantidades puede gobernarse
rata por cantidad, segun el sujeto que la hade recibir, con
proporcionar y regular su docis. Cuando se dice en /en infu-[p. 18]
- 23 -
sion se echa doble cantidad de la materia, que cuando se dice
en sustancia.
Infusion: es infundir en algun licor caliente, como agua,
vino, ó aceite alguna cosa, y es en dos maneras. La primera es:
estando el licor hirviendo echar la materia y apartando del fuego
taparlo muy bien, hasta que se enfrie, ó el tiempo que pide cada
cosa. El segundo modo es: estando el licor caliente, y apartado
del fuego echar la materia, y puesto sobre ceniza caliente por
algunas horas, removiendolo de cuando en cuando, sacar sin
ebullicion alguna su sustancia, á fin de ser muy sutil y
evaporarse.
Hay algunos simples que piden leve cocimiento, cual es el
Sén, la Borraja, el Culantrillo, la lengua servina, el Mechoacán,
y otros de semejantes cualidades; porque de darles mucho
cocimiento, no solo surten efecto; pero hasen lo opuesto por
sacar partes terreas, ó viscosas, que embotan y cierran la
puerta á sus virtudes primarias, por haberse evaporado por el
vapor de la ebullicion las partes sútiles. Las cosas leñosas y
densas, no solo piden cocimiento, sino que piden estar de
remojo ántes 24 horas, ó á lo menos 12, y cocimiento de
consumption de la mitad del licor. Las flores y yerbas de partes
muy sútiles, solo piden remojo de agua caliente, como el
Canchalagüa, Toro-caá, y Poleo. &c.
- 24 -
EXPLICACION DE LOS VOCABLOS DE ESTA OBRA
por el orden de A. B. C., que por escusar circunloquios
explicandólos, se ponen al principio de ella lo que significan, y
asi topandolas en el cuerpo se vengan á este Indice para saber
lo que significan.
A.
Achoras: Tiña humeda, 1ª especie de lepra.
Acerbo: se dice lo muy aspero al gusto.
Acetabulo: medida pequeña, como salcerita, dado que significa
otras cosas.
Acrimonio: la agudeza.
Astriccion: el acto de apretar y cerrar los poros.
Agil: por lo ligero.
Agres /Agreste: por lo salvaje.
Alopecia: espalambrera que viene con postillas.
Aluminoso: lo que posehe natura de alumbre.
Albarazos: son manchas blancas, ó pardiscas en la piel.
Amuzca: la borra á héz del aceite, y lo que queda de las
aceitunas despues de exprimidas.
Antidoto: es medicina contra veneno.
Apoxima: Xarave sútil y claro.
Argema: nuve de los ojos.
Aromatico: lo que de sí dá buen olor.
Austero: lo aspero al gusto medio cremente.
B.
Balaustria: por las flores y frutos tiernos, ántes de apartarse
Barbarismo: por la toz camanera [sic] de hablar.
Bulboso: todo lo que tiene raiz cebollada.
[p. 19]
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  • 1. --- IV --- BIBLIOTECA NACIONAL Director: G. Martínez Zuviria M A T E R I A M É D I C A M I S I O N E R A por el HERMANO PEDRO DE MONTENEGRO Noticia preliminar de Raúl Quintana BUENOS AIRES Imprenta de la Biblioteca Nacional 1945
  • 2. --- V --- Noticia preliminar * La preocupación por las plantas es tan vieja como el hombre. De ellas se ha servido para su propio sustento y en ellas ha buscado a través de los siglos, muchos de los remedios para sus males. La tradición muestra que en China, veintitrés siglos antes de la era cristiana. Yu dictaba las primeras reglamentaciones sobre el cultivo de las plantas en las tierras conquistadas del Asia Central. Más tarde, en los tiempos de Chun y Yao, existió una dirección de cultivos, con la misión específica de coordinar los trabajos agrícolas; porque en aquellas lejanas épocas el cultivo estaba dirigido por la autoridad superior, de acuerdo a un plan preconcebido, a las necesidades del pueblo y de la economía de la nación y no sujeto al azar o al capricho, muchas veces inconsciente del agricultor. Los egipcios fueron, también, grandes conocedores de las plantas. Sin descuidar su cultivo, buscaron otras * En el presente trabajo sólo se mencionan los nombres de los españoles o americanos que han contribuido al mejor conocimiento de la botánica del continente.
  • 3. --- VI --- formas de utilidad. La historia descubre la existencia de bellos y espléndidos jardines; la arquitectura y la pintura, muestran la influencia de las plantas en el arte y la historia de la medicina, su sabia aplicación en la terapéutica. Los griegos practicaron más la medicina que la agricultura. Desde los tiempos de Empédocles hasta Cratevas, filósofo y botánico, a quien Galeno comparó, más tarde, con Dioscórides 1 , caben muchos nombres famosos en la Historia, como los de Diocles, Epicuro y Metrodoro y resplandecen los de Aristóteles, el gran naturalista de la antigüedad y Teofrasto, su discípulo, que trescientos años antes de Cristo, escribió su Historia de las plantas. A la ciencia griega y especialmente a los trabajos de Teofrasto, fino observador, se deben los primeros ensayos sobre organografía vegetal, sobre clasificación de las plantas y algunas interesantes observaciones sobre la fecundación de las palmeras. Con la civilización romana la botánica vuelve al cauce agrícola. Columela y Catón. Musa, célebre médico de Augusto, y Celso, escribieron sendos tratados de agricultura y de botánica. En las obras de Teofrasto y 1 Este célebre médico naturista griego es conocido indistintamente por los nombres de Pedacio o Pedanio Dioscórides; y por atribuírsele como lugar de su nacimiento Anazerbo (Sicilia), Andrés de Laguna lo llama Dioscórides Anazerbo y el hermano Montenegro, en la página 8, Dioscórides, Anacarbeo
  • 4. --- VII --- Cratevas se inspiraron también, los romanos Plinio el viejo, al escribir su Historia natural, y Pedacio Dioscórides Anazabeo, al redactar su famosa Materia médica, que habría de ser el libro clásico, la fuente obligada de consulta desde su aparición, ocurrida en el siglo I de nuestra era, hasta principios del siglo XVI. Dioscórides fue asimismo la fuente de los botánicos árabes que enriquecieron considerablemente con su ciencia el acervo dejado por el predecesor. Durante su dominación en España, recogieron la herencia de griegos y romanos, para imprimirle un sello propio y convertir sus estudios botánicos en un capítulo brillante de la ciencia. Los nombres de Abul-Abbas-en-Nebaty, Iban-el-He-Djadj, Abdallah-ben- Saleh y particularmente Averroes, cordobés nacido en 1126 e Ibn-el-Beithar, que escribió el Tratado de los simples, han quedado gravados con justicia en los anales de la botánica y de la medicina. Teofrasto describió en sus libros unas cuatrocientas plantas y Dioscórides Anazarbeo llegó a hacerlo con seiscientas. De ellas muy pocas pudieron ser posteriormente identificasas a causa de que las descripciones resultaron deficientes. Se hizo indispensable interpretar a Dioscórides y aparecieron, entonces, las ediciones comentadas de Pedro Andrés Mattioli y del español Andrés de Laguna.
  • 5. --- VIII --- El descubrimiento del Nuevo Mundo dio en el siglo XV renovado impulso a las investigaciones y trabajos sobre plantas. Los bosques vírgenes de las nuevas tierras proporcionaban a los estudiosos inmenso material para sus investigaciones, y en las crónicas, en las relaciones, en los diarios y comentarios de los viajeros, hay siempre un lugar destacado para ellas, aunque en muchos casos, lo verídico se junte con lo fabuloso. Una larga serie de nombres, desde Cristóbal Colón que suministró las primeras noticias y el maestre Alonso tripulante de la Santa María y primer médico que holló tierra americana, hasta Tadeo Haenke. Humboldt y Bonpland, pasando por Diego Álvarez Chanca, Amérigo Vespucio, Ulrico Schimidl, Pedro Mártir de Anglería, Fernández Enciso, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernán Cortés, Cienza de León, Agustín de Zárate, Alonso de Ercilla, Pero de Oña, Álvarez de Toledo, Monteagudo, Castellanos y Barco Centenera, comentaron en prosa o verso, con diverso mérito y suerte diversa, el inagotable tema de la flora del Nuevo Mundo. De ese torrente caudaloso perduran algunos trabajos de mérito auténtico, por el rigor científico o la versación de sus autores. El rastro de esa inmensa labor ha quedado indeleble en la serie de libros y herbarios que hasta el presente se conocen y cuyos orígenes parecen remontarse a un antiguo modelo griego perdido, que ha servido de base a los trabajos sucesivos.
  • 6. --- IX --- Igualmente la filiación de los herbarios americanos – como obra iniciada por europeos – debería buscarse en la Historia de las plantas de Teofrasto y en los trabajos del botánico Cratevas. Grande es, como veremos a lo largo de una rápida sucesión de nombres, el aporte de España y América a los estudios de la botánica en el Nuevo Mundo. El primero que se ocupó con seriedad y exactitud en la información, de las cosas de América, fue el historiador madrileño Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, (1478 - 1557). En sus libros Semanario de la natural y general historia de las Indias y en la Primera parte de la Historia natural y general de las Indias, proporciona toda la información recogida en el curso de sus viajes por el nuevo continente, que efectuó en su carácter de Veedor de las fundiciones de oro de tierra firme y suministra las primeras noticias relacionadas con la botánica americana. Entre las plantas que observó registra el guayacán, el ucurú, el cacahuate, el árbol de la tinta, el tabaco y el uso que de él hacían los naturales de Santo Domingo. El historiador sevillano Pedro de Cienza de León fue quien hizo el primer ensayo de geografía americana en su Chronica del Perú, cuya primera parte apareció en Serilla en 1555 y más tarde en sendas traducciones al italiano, por Agustín Cravaliz y al inglés por C. R. Markham.
  • 7. --- X --- Sevilla era por aquellos tiempos lugar de tránsito para los viajeros de Indias y, por consiguiente, receptáculo de sus crónicas y narraciones. A mediados del siglo XVI vivía allí un médico sabio y estudioso. Se llamaba Nicolás Monardes y un poco por su profesión y un mucho por su natural curiosidad, habíase vinculado con aventureros y conquistadores, de cuyos labios oyó relatos apasionantes y fabulosos. Se interesó vivamente por las cosas de América y, en particular, por su flora, y sin haber visitado nunca el continente, la estudió con método científico y llegó a reunir una gran colección de plantas y drogas que, según Arata, era ya importante en 1554. Publicó en 1569, en esa misma ciudad una Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias occidentales, que sirven en medicina, obra de la que aparecieron numerosas ediciones y traducciones entre los siglos XVI y XVII. Por espacio de veintidós años, algunos de ellos en Santa Fe de Bogotá, vivió en América el capitán don Bernardo de Vargas Machuca. A su regreso a Europa se radicó en Madrid y allí publicó varios libros, uno de ellos, con el título de Milicia y descripción de las Indias, que entre muchas otras cosas trata de las plantas y sus vinculaciones con la medicina. En el libro segundo del tomo primero, se refiere a la Prevención de medicinas y aplicación de ellas, y al uso
  • 8. --- XI --- de muchas plantas americanas como el mechoacán, el aceite de higuerilla, el tabaco, el bálsamo, la raíz de cordoncillo, el arrayán, la yuca brava, etc. En la Descripción breve de todas las Indias occidentales, del tomo segundo, Vargas Machuca, al tratar de los árboles americanos describe y registra gran número de ellos. Los relatos de los viajeros, matizados de fantasía y las numerosas referencias y escritos sobre plantas del Nuevo Mundo, despertaron el interés de gobernantes y estudiosos. Felipe II, que había hecho instalar un Jardín Botánico en Aranjuez, con ejemplares recogidos de las zonas meridionales de España, se interesó tan vivamente por las que crecían en las Indias, que envió al doctor Francisco Hernández, su protomédico, uno de los nombres más conspicuos que registra la Historia de la botánica en América, para que las estudiase y «escribiese la historia natural, antigua y política de Nueva España y la corografía de su territorio» 2 Este médico llegó a Méjico en setiembre de 1570, acompañado de un hijo suyo y del cosmógrafo Francisco Domínguez, como colaboradores. Permaneció siete largos años en América y durante ese tiempo recorrió casi todo el territorio de la Nueva España, merced a continuos y peligrosos viajes de reconocimiento, en uno 2 Dominguez, Juan A.: Contribuciones a la Materia Médica Argentina. Buenos Aires (Peuser), 1928, p. 15 (corregido del original por error de año de publicación)
  • 9. --- XII --- de los cuales, estuvo a punto de perder la vida intoxicado con el latex del chupire. Fruto de sus largos y penosos estudios fueron los dieciséis tomos que compuso, seis de texto, con la descripción de las plantas, animales, minerales y antigüedades de México y los diez restantes, con dibujos complementarios, muchos de ellos en colores. Regresó a España, envejecido y enfermo, pero con la gran esperanza de ver publicada su obra. Felipe II, inexplicablemente, dispuso que los manuscritos de Hernández fuesen archivados en la Biblioteca del Escorial. Era más de lo que podía resistir la gastada entereza del sabio, que desde entonces, renunció a todo esfuerzo y a toda ilusión; poco después moría, un 28 de enero de 1587. Las circunstancias de su muerte y sus causas tuvieron la virtud de valorizar la obra de Hernández y entonces el rey ordenó a su médico de cámara, el doctor Nardo Antonio Recchi, que hiciera un compendio de aquella obra, con todo lo que se relacionase con la medicina. Recchi murió dejando los originales de su compendio en poder de un sobrino suyo, llamado Petilio, abogado de profesión. Años más tarde, en 1606, el príncipe Federico Cesi, fundaba la que fue célebre Academia de Lincei y enterado de que Petilio poseía los valiosos manuscritos dejados por Rechi, los adquirió para su publicación. Ésta se hizo, bajo patrocinio académico, en 1628, con el título de Re-
  • 10. --- XIII --- rum medicarum Norae Hispaniae thesaurus seu plantarum, animalium, mineralium mexicanorum historia ex Francisci Hernandez nuovi orbis medici primarii relationibus in ipsa mexicana urbe conscriptis a Nardo Antonio Recho. Romae (Mascardi), 1651 3 . Mientras tanto, en México, fray Francisco Ximénez, utilizando una copia del manuscrito de Recchi, revisado y traducido al castellano por el doctor Francisco Valle, publicaba en el año 1615, en la imprenta de López Dávalos, la obra de Hernández, con el título de Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas, y animales que están recevidos en uso de medicina en la Nueva España, y la methodo, y correcion, y preparacion, que para administrallas se requiere. El Padre Juan Eugenio Nieremberg, S.J., en su libro Historia naturae, marinae peregrinae (Antuerpiae, 1635), publicó un resumen de la obra de Hernández, usando para ello los originales del autor, «que se dice tuvo a la vista». En esta publicación aparecen algunos grabados que no figuran en la obra de Recchi. No termina aquí el desgraciado sino que pesaba sobre los manuscritos originales de Francisco Hernández, ya que en 1671, el incendio que estalló en la Biblioteca del Escorial donde habían 3 En realidad esta obra se terminó de imprimir en 1628, pero a causa de la muerte del principe Cesi, ocurrida en 1630, no fue publicada hasta el año 1651, señalado en su pie de imprenta. Por esta circunstancia algunos investigadores creyeron en la existencia de dos ediciones: una en 1628 y otra en 1651. Proja puso de manifiesto el error y demostró la existencia de una sola.
  • 11. --- XIV --- sido prácticamente sepultados por disposición real, los redujo a cenizas. Recién entonces, frente a tan desgraciado suceso y advertidos por las severas críticas de Linneo y Tournefort, se aquilató en todo su valor la obra del sabio médico de Felipe II. Por suerte, la pérdida no fue irreparable. El erudito Juan B. Muñoz encontró una copia de la obra con anotaciones del propio Hernández, en la Biblioteca del Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid, que Carlos III mandó imprimir más tarde, por consejo de su ministro de Indias José Gálvez y bajo la vigilancia del botánico Casimiro Gómez y Ortega. La edición apareció, después de muerto el rey, bajo la protección del sucesor, Carlos IV, con el título de Opera, cum edita, tum inedita, ad autographi fiden el integritatem expressa. Matriti (Ibarra); 1790. Además, Hernández había formado y trasladado a España, un herbario con las plantas por él descriptas y una gran cantidad de «semillas y ejemplares vivos para adornar los jardines reales» 4 Los nombres de algunos americanos están íntimamente asociados a los estudios de la botánica de Indias. Entre ellos brilla la sugestiva estampa de Garcilaso de la Vega, el Inca, hijo del bravo conquistador del mismo nombre, de rancio origen hispánico y de Chimpu Occllo 5 , 4 Domínguez, Juan. A.: Contribuciones, etc., cit., p. 16. 5 Chimpu Occllo recibió bautismo cristiano con el nombre de Isabel Suárez (Xuárez según documento de la época). Esto ilustra sobre la presencia de este apellido en el nombre de Gómez Suárez de Figueroa que usó Garcilaso en sus primeros años. El de Figueroa perteneció a su tía Beatriz.
  • 12. --- XV --- princesa de pura sangre incaica, prima de Huascar y Atahualpa. La madre, segura ya del descalabro del imperio y sintiendo que toda tradición desaparecía para siempre, hizo prometer al hijo que escribiría la historia de su patria. El joven Garcilaso se trasladó a España cuando apenas contaba veinte años de edad, con la delicada misión de defender a su padre acusado por otros conquistadores. Ya en la península ingresó a la milicia conquistando el grado de capitán, que no tardó en abandonar, para consagrarse de lleno al estudio y a la investigación histórica. Adquirió un dominio completo del castellano y, también, de la lengua italiana y en posesión de tales instrumentos y de una cultura vastísima, dedicó el resto de su vida a escribir, el largo y fecundo esfuerzo, sus célebres Comentarios Reales de los Incas. En esta obra, clásica en la historiografía del Perú, el autor estudia la organización política y social del imperio, «las tradiciones, ritos y costumbres de los indígenas, sus alimentos y bebidas, la medicina que alcanzaron y las plantas utilizadas con fines curativos u otras, los animales y minerales, su metalurgia 6 , etc.» Registra, como plantas medicinales, el mulli, la chilca, el sayrí, la coca, el manguey y muchas otras. El Inca Garcilaso de la Vega, indo-europeo y primer historiador de su Imperio, dejó, con sus famosos Comentarios, plenamente cumplida la 6 Domínguez, Juan. A.: Contribuciones, etc., cit., p. 23.
  • 13. --- XVI --- añeja promesa que hiciera a su madre y murió, cargado de gloria y de nostalgias, a los setenta y siete años de edad, en la ciudad española de Córdoba, el 23 de abril de 1616. Los jesuitas Cristóbal de Acuña, de Burgos y Bernabé Cobo (1572 - 1659), oriundo de Lópera (Jaén), estudiaron también la flora americana. El primero fue comisionado por el Virrey del Perú, Luis Gerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, para que en compañía de otros viajeros explorara la cuenca de los grandes ríos. Partió de Quito y reconociendo el Amazonas, llegó hasta Pará. Hizo observaciones y estudios interesantes que publicó en 1641, en Madrid, en un libro que tituló Nuevo descubrimiento del gran Río de las Amazonas. El segundo recorrió México y el Perú y por espacio de cuarenta y cinco años, vivió dedicado a estudiar los habitantes, la geografía, los animales, las plantas y minerales de esos reinos. Se sabe que en 1650 residía en el Perú y años después, en México, donde en 1653, puso término a una Historia del Nuevo Mundo, obra que permaneció inédita durante casi tres centurias, hasta que entre los años 1890 y 1893, la publicó en Sevilla, el erudito bibliófilo andaluz Marcos Jiménez de la Espada. En los cuatro volúmenes de que consta la edición, Bernabé Cobo describe trescientas diez y nueve plantas, con numerosas observaciones sobre su uso y propiedades.
  • 14. --- XVII --- Alrededor del año 1643 arrobó a América el religioso franciscano Matías Ruiz Blanco, con la misión de llegar a Piritú, en Nueva Granada. Los libros que escribió sobre temas americanos ofrecen alto valor histórico y, en particular, filológico, pues tratan muchos de ellos sobre lenguas vernáculas. En su Conversion de Piritú, de indios cumanagotos, palenques, y otros, hace referencia de numerosas plantas de Indias, entre ellas, del árbol del aceite, del jengibre, del guamache, etc. El padre Pedro Lozano, S.J., en la Descripcion chorographica, el maestre Francisco Salcedo y Ordoñez, en su relación titulada Los Chipas y el padre José Guevara, en la Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, ilustran con datos y referencias relativas a la fauna y flora de estas regiones. Las obras de Lozano y Guevara, adquieren notable importancia si se las considera como fuente de información histórica, aunque este último haya seguido demasiado fielmente la huella trazada por el primero. En 1571 llegó al Perú el religioso jesuita José de Acosta, escritor de gran ingenio y sólida cultura, teólogo y maestro eminente de las ciencias. Acosta, que se supone nacido en 1539, ingresó en edad temprana – no había cumplido aún los 14 años –, a la Compañía
  • 15. --- XVIII --- de Jesús. Llegó a ser, con el correr de los años y su propio mérito y sabiduría, rector de Valladolid, de Aragón y Andalucía. Fue amigo personal de Felipe II, quien lo comisionó para que realizara una serie de estudios relacionados con las ciencias naturales en América. A poco de llegar al continente, fue designado segundo provincial del Perú. En 1587 volvió a España y asistió en Roma, por especial dispensa, a la Quinta Congregación de su Religión, durante el pasado de Clemente VIII. Murió a la edad de sesenta años, el día 15 de febrero de 1600, cuando desempeñaba el cargo de rector de Salamanca. El padre Acosta escribió varios libros, la mayoría en latín, que versaron, principalmente, sobre ciencias y teología. Su obra científica fundamental es la De natura novi orbis livri dvo., cuya primera edición apareció en Salamanca, en 1589, dividida en siete libros, de los cuales los dos primeros los escribió en latín, estando en el Perú y que, más tarde tradujo al castellano; los otros cinco los escribió directamente en este último idioma, ya de vuelta en España. La obra del padre Acosta fue una de las más célebres y leídas de su tiempo. Prueba de ello, son las numerosas ediciones en que apareció. Ya hemos dicho que la primera lo hizo en 1589, por el taller de Guillermo Foquel, con la aprobación del insigne fray Luis de León, quien expresó que «en lo que toca a la
  • 16. --- XIX --- doctrina de la fe, es católica, y en lo demás digna de las muchas letras y prudencia del autor, y de que todos la lean para que alaben a Dios, que tan maravilloso es en sus obras». Imprimiéronse además, otras ediciones posteriores, ya en castellano: una en Sevilla, en casa de Juan de León, en 1590, que reapareció al año siguiente revisada y corregida; otra en Barcelona, en ese mismo año. Fue traducida al latín, por Teodoro Brii y después por Juan Hugo de Linschot; al italiano, por Juan Pablo Gallucci (1596); al alemán (Francfort, 1617); al francés, por Roberto Regnault, al flamenco y al inglés. El libro trata de las «cosas notables del cielo, elementos, metales, plantas y animales» de las Indias y de «los ritos, ceremonias, leyes, gobierno y guerras de los indios». El relato de todas estas cosas está hecho en estilo claro y elegante, forma pura, y sencillez grata y, a veces, candorosa. Porque Acosta es maestro de la lengua, reconocido por la Real Academia Española, que le tiene como autoridad para la formación de su Diccionario. El ilustre padre Feijóo, al referirse a este autor dice: «Inglaterra y Francia, ya por la aplicación de sus Academias, ya por la curiosidad de sus viajeros, han hecho de algún tiempo a esta parte, no leves progresos en la Historia Natural; pero no nos mostrarán obra alguna, trabajo de un hombre solo, que sea comparable a la Historia Natural de la América,
  • 17. --- XX --- compuesta por el padre Joseph de Acosta, y celebrada por los eruditos de todas las naciones... El padre Acosta es original en su género, y se le pudiera llamar el Plinio del Nuevo Mundo. En cierto modo más hizo que Plinio, pues éste se valió de las especies de muchos Escritores que le precedieron, como el mismo confiesa. El padre Acosta no halló de quién transcribir cosa alguna. Añadiré a favor del Historiador Español, el tiento en creer y la circunspección en escribir, que faltó al Romano» 7 . Es en el libro cuarto de esta obra que el padre Acosta trata de los tres reinos, mineral, animal y vegetal. Al hablar sobre este último, historia minuciosa y verazmente, el origen de las plantas, sus características, virtudes y usos más frecuentes. Del maíz 8 dice que «nace 7 FEIJÓO y MONTENEGRO: Theatro critico universal. Madrid, 1740; t. IV, p. 384 8 El maíz, llamado «zara» en el Perú, fue una de las plantas que los conquistadores importaron de América a Europa. Las primeras muestras de este cereal se recogieron cuando Colón arribó a la isla de Cuba en su primer viaje. Allí se encontraron extensos labrantíos de maíz cuidadosamente cultivados por los indios. El maíz es sin duda originario de América y constituyó uno de los principales alimentos de los primitivos pobladores del continente. Cuenta Garcilaso que en el Perú se conocían principalmente dos tipos de maíz, uno duro, llamado «muruchu» y otro tierno que denominaban «capia». Las noticias más lejanas de su existencia se remontan a la civilización preincaica. En efecto, en el interior de tumbas de aquellas épocas, se han encontrado mazorcas de maíz perfectamente conservadas. También se le ha identificado como elemento decorativo en la alfarería preincaica. Su origen es todavía un misterio, pues no se le ha encontrado jamás en estado silvestre. «Sobre la base de recientes y conocidas investigaciones morfológicas y citológicas – dice Thomas H. Goodspeed, en su Historia de la Botánica –, Mangelsdorff y Reeves han formulado en 1939, una teoría del origen del maíz, que suponen empezó con una forma antecesora perteneciente a las andropogóneas. Creen que el tipo moderno de maíz es una variedad cultivada de zea mays silvestre que descendió con el tripsacum, pero por distinto camino, de aquel remoto antepasado común. Mangelsdorff y Reeves se inclinan a creer que euchlaena (especie silvestre viviente más
  • 18. --- XXI --- en cañas, y cada una lleva una o dos mazorcas, donde está pegado el grano: y con ser granos gruesos tienen muchos, y en algunos contamos setecientos granos». Y más adelante: «No les sirve a los Indios el maíz solo de pan, sino también de vino, porque de él hacen sus bebidas, con que se embriagan harto más presto que con el vino de ubas. El vino de maíz, que llaman en Perú azua, y por vocablo de Indias comun chicha, se hace en diversos modos. El mas fuerte a modo de cerveza, humedeciendo primero el grano de maíz, hasta que comienza á brotar, y despues cociendolo con cierto órden, sale tan recio, que á pocos lances derriba: éste llaman en el Perú sora, y es prohibido por ley, por los graves daños que trae emborrachando bravamente; mas la ley sirve de poco, que así como así lo usan, y se están baylando y bebiendo noches y días enteros. Este modo de hacer brebage con que emborracharse, de granos mojados, y despues cocidos, refiere Plinio haberse usado antiguamente en España y Francia, y en otras provincias, como hoy día en Flandes se usa la cerveza hecha de granos de cebada. Otro modo de hacer el azua, ó afín con el maíz), por ser una planta de origen reciente, no tuvo parte alguna en la génesis del maíz. Cualquiera que sea su origen, esta planta pasó por un largo periodo de cultivo y selección por parte de los indios de América hasta que en el curso de los siglos fueron desarrolladas variedades adaptadas a diversos terrenos y condiciones climatológicas. Este notable progreso botánico llevado a cabo por una raza que no había salido de la edad de piedra cuando ya había realizado tal labor, no puede menos que impresionar nuestro ánimo.»
  • 19. --- XXII --- chicha, es mascando el maíz y haciendo levadura de lo que así se masca, y después cocido: y aun es opinión de Indios, que para hacer buena levadura, se ha de mascar por viejas podridas, que aun oírlo pone asco, y ellos no lo tienen de beber aquel vino» 9 En diversos capítulos Acosta se refiere a otras plantas de Indias, al plátano, al ají, la pimienta, el cacao, la tuna, el añil, el algodón, los mameyes, guayabos, paltos, como asimismo los grandes árboles de esas regiones: seibos, cedros, pinos, robles, caobas, ébanos, etc. La coca, de uso proscrito para los plebeyos en tiempo de los Incas, despierta su interés. Su uso – dice – «es traerla en la boca, y mascarla chupandola: no la tragan: dicen que les da gran esfuerzo, y es singular regalo para ellos. Muchos hombres graves lo tienen por supersticion, y cosa de pura imaginacion. Yo, por decir verdad, no me persuado que sea pura imaginacion; antes entiendo, que en efecto obra fuerzas y aliento en los Indios, porque se ve en efectos que no se puede atribuír á imaginacion, como es con un puño de coca caminar doblando jornadas, sin comer á veces otra cosa, y otras semejantes obras» 10 . Este particular uso de la coca no solamente se mantiene hasta hoy como «entretenimiento» popular, en ciertas regiones de América, sino que ha conquistado 9 ACOSTA, José: Historia natural de Indias. Madrid. 1792; t. I, pp. 227-28 10 Ibidem, p. 243
  • 20. --- XXIII --- otros círculos más selectos. El autor dedica algunos capítulos a las virtudes medicinales de las plantas y, aunque todo es medicinal en ellas, «bien sabido y bien aplicado; pero algunas cosas hay, que notoriamente muestran haberse ordenado de su Ciador para medicina y salud de los hombres, como son los licores, aceytes, gomas, ó resinas, que echan diversas plantas, que con fácil experiencia dicen luego para qué son buenas. Estre éstas, el bálsamo es celebrado con razon por su excelente olor, y mucho mas extremado efecto de sanar heridas y otros diversos remedios para enfermedades, que en él se experimentan» 11 . Los siglos XVII y XVIII han sido generosos con el progreso de la botánica. Muchos fueron los estudiosos que, enviados por los gobiernos o instituciones científicas de Europa, o por propia iniciativa, llegaron al Nuevo Mundo atraídos por el inagotable material que para sus trabajos les ofrecían sus plantas. Toda oportunidad era aprovechada y en casi todos los navíos que se dirigían a América, viajaban hombres de ciencia con propósitos de estudio. Por esto, no debe extrañar que en una expedición de carácter militar, enviada por Holanda en contra del Brasil, al mando del príncipe Juan Mauricio de Nassau, viniese el naturalista Guillermo Pisón. Desembarcó éste 11 Ibidem, p. 253
  • 21. --- XXIV --- en Recife, el 23 de enero de 1637 y recorrió, en compañía de otro naturalista, el alemán Jorge Marcgray, las provincias de Río Grande del Norte, Parahyba, Pernambuco, Alagoas, Sergipe, Bahía y la isla Marañón. En sus libros, publicados en Amsterdam, Historia naturalis Brasiliae (1648) y De Indiae utriusquere naturali et medica (1658), expuso sus estudios y observaciones sobre la historia natural del Brasil, ilustrándolos con una notable colección de láminas de animales y plantas. Pisón, que había nacido en Holanda, era médico, profesión que ejerció en las ciudades de Amsterdam y Leiden. Nuestro propósito, en el presente trabajo, era referirnos exclusivamente a los españoles o americanos que de una u otra manera, trataron el tema de la botánica. Si hemos hecho una excepción con el naturalista holandés, se debe a la particular circunstancia de que sus libros, especialmente las láminas que los adornan, tienen estrecha relación, como veremos más adelante, con los trabajos del hermano Montenegro, médico de las Misiones.
  • 22. --- XXV --- Desde los primeros tiempos de su permanencia en América, los jesuitas de las misiones dedicaron una gran parte de su vasta y fecunda labor, al estudio y recolección de plantas vernáculas y a establecer sus vinculaciones con la medicina. Debe tenerse en cuenta que la obra de estos religiosos responde a influencias históricas distintas. Su penetración en América se hizo bajo el signo de la Cruz, con el alto propósito de conquistar almas para la fe cristiana y si realizaron una gran obra científica, no fue éste su principal objetivo; a pesar de ello sus trabajos no desmerecen frente a los de otros naturalistas. Por eso les es tan propia y resulta tan meritoria su labor. Son muchos y muy ilustres los religiosos de esta orden que inscribieron su nombre en la historia de la botánica americana. Los PP. Ventura Suárez, Bernardo Nusdorffer, Pedro Lozano, José Guevara, Martín Dobrizhoffer, Segismundo Asperger, entre otros, hicieron valiosos aportes al conocimiento histórico o científico de la flora del continente. Famosos por las referencias de los viajeros, cronistas e historiadores y, en ciento modo, por el secreto que de ellos se guardaba, fueron los Herbarios de las plantas medicinales de las misiones, que en distintas épocas habían reunido y escrito los jesuitas y cuyo origen, como ya hemos dicho, deberá buscarse en la Historia de las
  • 23. --- XXVI --- plantas, de Teofrasto. Algunas noticias se fueron conociendo con el tiempo y muchos estudiosos llegaron a descubrir copias de estos herbarios, existentes en diversas partes. Así, el P. Lozano da como autor de uno de ellos al hermano Montenegro; Azara menciona los escritos del padre Segismundo Asperger; Demersay ubica un manuscrito del mismo Montenegro en poder de Pedro Ferré, en el Paso del Uruguay, hace referencia a otro herbario de un padre Sigismundi 12 y a un Arbol de la Vida, manuscrito de plantas, fechado en 1735, propiedad de E. de Sylva Maia, de Río de Janeiro. Martín Spuch nos habla de un códice titulado Libro compuesto por el hermano Montenegro, de la Compañía de Jesús. Año 1711. En las misiones del Paraguay, existente en la biblioteca del duque de Osuna, en Madrid. Por todas estas referencias y por muchas otras, se creyó, equivocadamente por cierto, en la existencia de distintos herbarios misioneros. Este criterio subsistió hasta que Pedro N. Arata, en un notable estudio publicado en La Biblioteca 13 estableció la existencia de uno solo y que las diversas copias conocidas, algunas notablemente aumentadas o transformadas, tenían un origen común. 12 Según Arata, Sigismundi no pudo ser outro que el padre Segismundo Asperger. 13 ARATA, Pedro N. Botánica médica americana. Los herbarios de las misiones del Paraguay, en «La Biblioteca». Año 1898; ts VII Y VIII
  • 24. --- XXVII --- Para arribar a estas conclusiones, Arata confrontó cuatro manuscritos distintos: uno anónimo, fechado en el pueblo de San Ángel 14 , el 3 de mayo de 1790; otro, cuyo autor es el padre Asperger, en una copia hecha en 1872, sobre el que poseía Juan María Gutiérrez; un tercer manuscrito que perteneció a Juan José Montes de Oca, titulado Plantas de Misiones, también de autor anónimo y, por último, el del hermano Pedro de Montenegro, que se reproduce en la presente edición y que se conserva en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires y era el único publicado hasta entonces. De su confrontación, cuidadosamente efectuada por Arata y expuesta en el citado trabajo, surge con evidencia que el manuscrito anónimo, fechado en San Ángel, el del padre Asperger y el titulado Plantas de Misiones, son copia más o menos servil del códice del hermano Montenegro. Establecida la importancia de esta obra, como fuente de otras que le sucedieron, Arata formula esta oportuna pregunta: «¿ha sido el padre o hermano Montenegro su autor primitivo entero y verdadero?» La respuesta cree encontrarla, él mismo, en Guevara, cronista de la orden, quien al referirse en su Historia de la conquista, a una serie de plantas que le fueron comunicadas por el padre Bernardo Nusdorffer, dice que «su autor es el P. Ventura Suárez». 14 Pueblo de las misiones jesuíticas de la provincia del Paraguay, situado a orillas del río Yui.
  • 25. --- XXVIII --- De ello deduce que fue este jesuita el primero que realizó estudios sobre plantas en las misiones. Sea justificada o no esta reivindicación histórica que coloca al P. Suárez como precursor en esta clase de trabajos, el hecho es que el mérito del hermano Montenegro no disminuye. Está sostenido por un prestigio científico bien logrado, por su obra misma y porque fue en su tiempo, para los que le vieron trabajar y actuar, como el P. Lozano lo expresa «eminente cirujano y herbolario de esta nuestra provincia del Paraguay y tuvo increíble azierto en la medicina...» 15 . Desgraciadamente la biografía del hermano Montenegro es casi desconocida. Muy escasos son los rastros que han quedado de su seguramente larga e intensa actividad de médico y estudioso. Sabemos que era hijo de la dulce tierra de Galicia, donde había nacido en 1663; que se dedicó a la medicina ejerciéndola en el hospital general de Madrid y que, en 1679 o en 1693, se trasladó a América, para radicarse en la provincia del Paraguay, en calidad de enfermero de las misiones. La primera noticia de su presencia en estas tierras la registra Lozano en su obra Descripción corográfica 15 ARATA, Pedro N. Botánica médica, etc. cit., p. 436.
  • 26. --- XXIX --- del gran Chaco Gualumba y en 1705 volvemos a tener noticias de él; esta vez en un certificado extendido por el capitán de coraceros Andrés Gómez de la Quintana, en ocasión del sitio de la Colonia del Sacramento, para cuya empresa los jesuitas armaron y condujeron un ejército de 4.000 indios guaraníes, donde venía, «como cirujano para curar heridos» 16 , junto con otros religiosos, el hermano Montenegro. Una o dos veces más vuelve a brillar fugazmente su nombre y después ya nada sabemos de su vida y de su muerte. Ha quedado sí, como una impronta magnífica e indeleble, para apreciar su personalidad científica, el precioso códice que por iniciativa del Director de la Biblioteca Nacional, doctor Gustavo Martínez Zuviría, se dio por primera vez en forma completa – textos y dibujos – en nuestra revista 17 y que ahora ofrecemos, en volumen aparte, con la presente edición. Se conserva en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires – Sección Reservados – bajo el número 94 y forma un volumen, encuadernado en pergamino, de 460 páginas, las primeras 44 sin numerar, entre las que se incluye la hoja con el retrato de la Serenísima Reina de los Siete Dolores, a quien está dedicada la obra. El manuscrito, que 16 BAUZÁ, Francisco. Historia de la dominación española en el Uruguay. Montevideo, 1895; t. 1, p. 551 17 Revista de la Biblioteca Nacional. Buenos Aires. Años 1942-44; ts. VI-XI
  • 27. --- XXX --- está hecho sobre papel de algodón, sin marca, no es original de letra de Montenegro. Se trata de una copia posterior, como lo denuncian sus características y muy bien lo advierte Arata, al señalar el comentario de propia cosecha que intercala el copista en la página 123. Los 136 18 dibujos de plantas que lo embellecen no son en su mayoría originales y están tomados de las obras de Pisón, especialmente de la comentada por Bonti, De Indiae utriusque re naturali el medica, como el mismo Montenegro lo revela, cuando dice haberlas consultado comprobando que «trahen varias plantas con los nombres de estas tierras, de las cuales he traducido, y trasladado algunas, las que reconozco de mayores virtudes...» 19 . El manuscrito carece de título; el de Materia médica misionera, que conservamos en esta edición por considerarlo acertadísimo, le fue dado por Manuel Ricardo Trelles, cuando lo publicó por primera vez, aunque en forma incompleta, en los tomos I y II, año 1888, de la Revista patriótica del pasado argentino, 18 Todos los que hasta la fecha han estudiado el manuscrito del hermano Montenegro existente en la Biblioteca Nacional, le asignan 148 dibujos de plantas, basándose, sin duda, en el error que cometiera Manuel Ricardo Trelles en el Prólogo de presentación, cuando lo publicó en la Revista patriótica del pasado argentino. En honor a la verdad los dibujos son exactamente 136 y nada induce a pensar que hayan desaparecido los 12 supuestos por Trelles, ya que el manuscrito está en perfecto estado de conservación y la secuencia de las páginas, que comprende correlativamente texto y dibujos, no está alterada. Esta última circunstancia descarta toda duda. 19 MONTENEGRO, Pedro de: Materia médica misionera. Biblioteca Nacional. Manuscrito, p. [5]
  • 28. --- XXXI --- que dirigía. Se desconocen, asimismo, las puntuales circunstancias en que Montenegro escribió su libro. Por propia declaración sabemos que sus fuentes principales fueron las obras de Dioscórides, Mattioli, Laguna, Plinio, Huerta, Monardes, Pisón, Bonti, Sirena, León y Bauhin «que son – dice –, los que hasta hoy he podiso leér sus obras, que con particular vocación los inclinó el Todo-Poderoso al descubrimiento de los simples y arte medicinal» 20 . Si exceptuamos los trabajos del español Félix de Azara – importantes desde el punto de vista de la zoología, ya que sus referencias a la botánica son muy escasas – , no encontraremos hasta las postrimerías del reinado de Carlos III, sucesos excepcionales dignos de un comentario especial en esta noticia. Algunos hay sin embargo de orden corriente, que pueden señalarse. A ellos pertenece la Chronica de la privincia de San Francisco de Zacatecas (México, 1737), de fray José Arlegui; El Orinoco ilustrado, y defendido, historia natural, civil y geographica de este gran río y sus caudalosas vertientes (Madrid, 1744), del jesuita español José Gumilla, con descripciones de plantas medicinales y tóxicas, aromáticas, comestibles, tintóricas, venenos utilizados por los indios, etc.; La Descripcion historica y geografica de la ciudad de San Juan de Vera de las 20 Ibidem, p. [4]
  • 29. --- XXXII --- siete corrientes, escrita en 1760 por Bernardino López, maestre de campo, con noticias sobre yerbas medicinales: cepa de caballo, manzanilla, llantén, yerba de pollo, oreja de gato, y otras; la Descripcion exacta de la provincia de Benezuela, publicada en Valencia, en 1764, por su autor, el venezolano José Luis de Cisneros, en que se estudian los animales y plantas existentes en las provincias de Maracaibo y Santa Marta, parte del reino de Santa Fe, la cuenca del Orinoco y algunas regiones de las posesiones holandesas; la Storia antica del Messico cacata d’migliori storici spaynuaoli... (Cecena, 1780-81), del jesuita Francisco Saveiro Clavigero, donde se encuentran descripciones de resinas, gomas, aceites, añil, campeche, etcétera; la Razón sobre el estado y gobernacion politica y militar de la jurisdiccion de Quito, escrita por el gobernador de esta provincia, Juan Pío de Montufar y Frasco, publicada en el Semanario erudito, en 1790 21 ; el Saggio sulla storia naturale del Chili, del jesuita chileno José Ignacio Molina, dividido en cuatro libros que se refieren sucesivamente al clima, a los minerales, vegetales y animales, seguidos de un apéndice titulado Flora selecta regni chilensis juxta systema Linneum; la obra del capitán Antonio de Córdoba y otras que ofrecen referencias de diversa importancia y mérito, sobre la historia natural americana. 21 Semanario erudito. Madrid, 1787-1791; t. 28, pp. 3-53
  • 30. --- XXXIII --- Fernando VI, con el propósito de enriquecer el Jardín Botánico que fundara en los aledaños de Madrid, hizo venir a Pedro Loëfling, de Suecia, para que acompañado de algunos jóvenes españoles, visitara y estudiara la flora de Canadá y del Orinoco. La muerte del sabio malogró en principio la empresa científica y en la Relación del viaje, reconstruida con los apuntes que dejó a su muerte el viajero y que Linneo, su maestro publicó en Estocolmo, se ponen de manifiesto las grandes ventajas y la singular importancia de estas empresas 22 . Fue en los últimos años del reinado de Carlos III que los estudios de la botánica alcanzaron su nivel más alto. Numerosos hombres de ciencia, por su iniciativa, se diseminaron por las anchas comarcas del Nuevo Mundo. Así, este rey dispuso que José Celestino Mutis recorriese el Nuevo Reino de Granada; que Juan Cuéllar visitase las Islas Filipinas; Martín Sessé, las regiones de Nueva España; que Vicente Cervantes estableciese un Jardín y enseñase la botánica en México; que Alejandro Malespina, Antonio Pineda, Luis Neë y Tadeo Haenke, diesen la vuelta al mundo con propósitos de investigación científica y que Hipólito Ruiz reconociese los reinos de Chile y del Perú. A esta empresa científica, que tenía por finalidad el estudio integral de la flora americana, se conoce en la historia con el nombre de Gran Expedición. 22 RUIZ, Hipólito y José PAVÓN. Florae Peruvianae et Chilensis. Prodromus. Madrid (Sancha), 1794; prefacio, p. V
  • 31. --- XXXIV --- Con la de Hipólito Ruiz, proponíase Carlos III enriquecer las colecciones del Jardín Botánico de Madrid, y estimular entre sus súbditos el estudio de esta ciencia, «cuyos beneficios para el sustento de la vida, para la curacion de las enfermedades, y para la perfeccion de las artes conocía en toda su extension» 23 . Requerido el asesoramiento del botánico Casimiro Gómez de Ortega, éste indicó a varios de sus discípulos como aptos para emprender compromiso de tanta responsabilidad y, de esa manera, se alistó la expedición en la que formaron los botánicos de la Real Academia Médica de Madrid, Hipólito Ruis y José Pavón, José Dombey, médico y botánico del rey de Francia y los dibujantes José Brunete e Isidoro Gálvez. A ellos se les reunieron, años después y ya en América, en un lugar denominado la Hacienda de Mocora, cerca de Huámuco, Juan Tafalla y Francisco del Pulgar, botánico el primero y dibujante el segundo. La expedición se embarcó en El Peruano que se hizo a la vela, el 4 de noviembre de 1777, para arribar al Callao el 8 de abril del año siguiente, es decir, después de cinco largos meses de riesgosa y sufrida navegación. Los expedicionarios recorrieron los reinos 23 Ibidem, p. IX
  • 32. --- XXXV --- del Perú y Chile por espacio de once años. En el primero, reconocieron los alrededores de Lima, la Provincia de Chancay, «notable por la copia de plantas monadelfas y diadelfas, sus cerros arenosos, vestidos de yerbas y azotados de las olas del mar, y sus campos sembrados de Caña dulce, con que fabrican azucar nada inferior al de los Olandeses» 24 ; visitaron la provincia de Tarma, las comarcas de Chenchin, Palca, los cerros y quebradas de Tarma y Xauxa, poblados de orquídeas, laurel de Indias o canelo del Perú, el valle de Huámuco y muchas otras regiones. En Chile exploraron Talcahuano, Concepción, Itata, Rere, Arauco y las provincias de Puchacay, Maule, San Fernando, Rancagua, Santiago y Quillota y parte de la cordillera de los Andes. El relato de estas andanzas hecho con naturalidad y sencillez, ofrece algunos aspectos conmovedores, y siempre, marcado interés científico o histórico. Enternece, realmente, el episodio en que los sabios narran la pérdida de gran parte del material reunido en largos años de trabajos y sufrimientos; primero, en el naufragio de San Pedro de Alcántara, ocurrido en los escollos de Peniche y, más tarde, en el desgraciado incendio del Macora; grande fue el dolor y fugaz el desaliento por la pérdida de lo que era el fruto de sus afanes y el motivo de sus esperanzas. Poco tiempo después em- 24 Ibidem, p. XI
  • 33. --- XXXVI --- prendían con renovada energía la inmensa tarea de rehacer la obra destruida. En tan largo peregrinar por las selvas vírgenes del Nuevo Mundo sufrieron un nuevo golpe, el de la muerte del dibujante Brunete. Al fin la tarea quedó cumplida y la expedición se embarcó de regreso en El Dragón y arribó a Cádiz el 12 de septiembre de 1788. Fruto de esta azarosa empresa científica, que duró diez años, es la espléndida obra titulada Florae peruvianae, et chilensis, para cuya costosa publicación se solicitó el apoyo popular y privado. Los vasallos de América contribuyeron con más de cincuenta mil ducados y gracias a esa pecunia, en el año 1794, la obra vio la luz en cuatro volúmenes impresos en gran folio y compuesto de un Prodromo, con los nuevos géneros descubiertos, que apareció en el citado año, impreso por orden del rey, en la imprenta de Sancha y de los tomos I, II y III, editados en 1798, 1799 y 1802, respectivamente, en el mismo taller. Para esta hermosa obra los autores habían preparado dos mil cuatrocientas descripciones de especies y mil ochocientas figuras. De estas últimas, solamente se utilizaron trescientas sesenta y dos, para los cuatro tomos mencionados y cien más, que se tiraron para un tomo que no llegó a aparecer. En la Biblioteca Nacional de Buenos Aires se conserva un ejemplar de esta valiosa obra, que fue donado por el arzobispo de los Charcas, Benito María de Moxo.
  • 34. --- XXXVII --- Desgraciada por sus resultados fue la expedición científica que, bajo la dirección del doctor Martín Sessé y Lacasta, llegó a Nueva España, con Juan Diego del Castillo, José Longinos Martínez, el dibujante Juan Cerda, como colaboradores y Vicente Cervantes, que traía el compromiso de dirigir el Jardín de plantas a fundarse en México y enseñar la botánica. Ya en dicha ciudad se incorporaron a la expedición, Mariano Mociño, José Maldonado, el pintor Atanasio Echeverría y Jaime Serséve. Durante diez y seis años se hicieron estudios y reconocimientos en las regiones del centro de México, California, costa del Pacífico, parte de Guatemala, Yucatán, Campeche, costas de Tabasco, Tarahumara, Jorullo, Guadalajara y San Andrés Tuxala. En el lapsus de tan largas exploraciones en que los naturalistas sufrieron toda clase de privaciones y padecimientos, murieron Castillo y Longinos, el primero en México en 1793 y este último, en Campeche, en 1803. Terminada la empresa, Sessé y Mociño regresaron a España llevando resumidos en tres volúmenes manuscritos y en una colección de 1.440 dibujos en color, obra de los pintores Cerda y Echeverría, los resultados de sus estudios y observaciones botánicas. Doscientas setenta y dos sumaron las nuevas especies de plantas descubiertas.
  • 35. --- XXXVIII --- No encontraron en España los naturalistas estímulo ni apoyo para la publicación de esta obra y el gobierno, a quien recurrieron, los trató con indiferencia. Sessé murió en 1809 y Mociño diez años después. Hoy en día se desconoce el paradero de los manuscritos y dibujos de la desgraciada expedición a México. Sólo se supo, que a la muerte de este último, quedaron en poder del médico que lo atendió. Impulsado por una irresistible vocación científica llegó a América José Celestino Mutis, oriundo de Cádiz, donde había nacido un día domingo 6 de abril de 1732. Se graduó de bachiller y cursó cuatro años de medicina en la Universidad de Sevilla y obtuvo allí varios concursos; volvió a Cadiz y ejerció la medicina bajo la dirección de Pedro Fernández de Castilla. El 2 de mayo de 1775, recibió en aquella Universidad, el título de bachiller en medicina. Fue médico del Tribunal del Real Proto-Medicato de Madrid y sustituyó al profesor Araujo, en la cátedra de anatomía en el hospital general de esta ciudad. Sacerdote y teólogo diestro, matemático, físico y astrónomo eminente, mineralogista de nota, su vocación estaba, sin embargo, por las ciencias naturales y entre éstas, sentía un vivo amor por la botánica. La estudió en España primero, al lado de
  • 36. --- XXXIX --- Miguel Barnadez, director del Jardín del Soto de Migas Calientes, y más tarde en América, donde ya maestro, la enseñó, también, siguiendo la huella profunda trazada por Linneo. De la primera aventura científica del célebre gaditano nos ha quedado una Relación del viaje que realizó con el propósito de herborizar en varias regiones, como lo hizo, en los montes de Toledo, en Yébenes, Alcudia, Sierra Morena, Andalucía, Córdoba, Écija, Marchena, Paradas, Ararchal, Utrera y Cádiz. El 7 de setiembre de 1760, a poco de haber terminado sus exploraciones por los bosques españoles, se embarcó en el navío de guerra Castilla rumbo a Cartagena, en compañía del marqués de la Vega de Armijo, don Pedro Mesía de la Cerda y Cárcamo, nombrado virrey de Nueva Granada. Desechó, por este viaje, la oportunidad que le ofrecía el rey de trasladarse a París, Leiden y Bolonia, y perfeccionar sus conocimientos en dichos centros de cultura, en compañía de otros jóvenes españoles. Abrigaba la esperanza de encontrar en las selvas vírgenes del Nuevo Mundo, abundante manobra para una Historia Natural de toda la América, libro con que soñaba. El 29 de setiembre de 1760, llegó a Cartagena y el 24 de febrero del año siguiente, a Santa Fe de Bogotá, capital de Nueva Granada. Mutis fue uno de los sabios que más trabajó por el conocimiento y estudio de la botánica americana y sobre todo, por la difusión
  • 37. --- XL --- del uso de la quina. Las virtudes de ésta eran conocidas en el Perú, desde el año 1616, cuando gobernaba el virrey Francisco de Borja, príncipe de Esquilache. Con la infusión de su corteza curó las tercianas que sufría la esposa de otro virrey, el conde de Chinchón. Los jesuítas, más tarde, llevaron a Europa gran cantidad de corteza de quina y con ellas cortaron maravillosamente tercianas y calenturas. El inglés Tallot, en 1679, difundió su uso en Francia, pero mantuvo el secreto de su nombre y origen, hasta que Luis XIV, comprándolo a precio de oro, lo rescató para bien de la humanidad. El astrónomo Carlos María de la Condamine, en 1738, descubrió en la Academia de Ciencias de París, el árbol de la quina, reconocido por él en la provincia de Loja, lugar célebre porque allí se constató por primera vez su poder febrífugo. Linneo, en 1757, hizo otra descripción de este vegetal denominándolo, en recuerdo del virrey peruano, Chinchona officinalis. En el año 1764, Mutis envió a Linneo muestras de quina de Loja, que le había suministrado Miguel Sautisteban y el célebre sabio sueco le agradeció en estos términos: «Recibí a su tiempo, hace ocho días, tu carta dada el 24 de setiembre de 1764, y por ella fui conmovido y regocijado en gran manera, pues contenía un bellísimo dibujo de la corteza de quina, juntamente con hojas y flores, cuyas flores, nunca vistas por mí
  • 38. --- XLI --- antes de ahora, me dieron verdadera idea de su género rarísimo, y muy diversa de la que adquirí por las figuras de Mr. Condamine...» 25 . Una de las nobles preocupaciones científicas del sabio Mutis era la de encontrar en los bosques de Nueva Granada, el preciado árbol de la quina; y por fin, después de sufridos viajes y pacientes búsquedas, un día del mes de octubre de 1772, en circunstancias en que regresaba de uno de estos frecuentes viajes, en compañía de su amigo Pedro Ugarte, hizo el valioso descubrimiento en los montes de Tena, jurisdicción de Ibagué. Mutis usó y enseñó, también, la aplicación medicinal de la raíz de la ipecacuana y del bálsamo de Tolú, descubrió el té de Bogotá, cultivó el árbol de la canela americana; escribió monografías sobre el uso medicinal de diversas hierbas y plantas y unas instrucciones para el tratamiento y cura por inoculación de la viruela. Dirigió desde 1783 hasta 1789, año en que lo substituyó su discípulo Francisco Antonio Zea, la importante expedición botánica llamada de Nueva Granada que efectuó reconocimientos científicos y estudios por espacio de más de veinticinco años y que estaba integrada por los doctores Eloy Valenzuela y Bruno Landote, el geógrafo José Camblor, el dibujante Antonio García y, además de Zea, los naturalistas americanos Francisco 25 GREDILLA, Federico. Biografía de José Celestino Mutis. Madrid, 1911, p, 103
  • 39. --- XLII --- José de Caldas, Jorge Tadeo Lozano, Salvador Rizo y Sinforoso Mutis. Los archivos de esta expedición, con sus colecciones, escritos, álbumnes y sus 6.849 dibujos de plantas, donde está gran parte de la labor del sabio, fueron trasladados a España. Mutis no tuvo la dicha de ver publicada su obra capital La flora de Bogotá, suceso que no ha ocurrido todavía, porque sus originales duermen un injusto olvido en los archivos del Jardín de Plantas de Madrid. Mutis murió el 2 de setiembre de 1808. Sus luminosas enseñanzas formaron escuela científica en América y al morir dejó numerosos discípulos. Los nombres de Francisco Zea y Francisco José de Caldas, se destacan entre todos con características excepcionales. Zea, como hombre de ciencia sucedió a Mutis en la jefatura de la expedición de Nueva Granada, publicó numerosos trabajos sobre la materia, fue primer profesor y director del Jardín Botánico en Madrid; como político, sufrió cárcel, formó parte de la Junta de Bayona, en 1808, acompañó a Bolívar, en su expedición libertadora, con el cargo de Intendente General de Hacienda, ocupó la presidencia del primer Congreso Constituyente de Venezuela, y más tarde, realizada la unión con Colombia, la vicepresidencia de la flamante República. Murió en Inglaterra, el 28 de noviembre de 1822, mientras desempeñaba una misión diplomática y financiera.
  • 40. --- XLIII --- Ejemplar fue también la vida de Francisco José de Caldas, nacido en Popayán, en 1741, y eminente su actuación. Discípulo predilecto de Mutis, compañero de Bonpland y de Humbolt en sus excursiones al Chimborazo y al Pichincha, director del Observatorio Astronómico de Bogotá, abrazó la causa de la revolución emancipadora americana. Cuando los españoles ocuparon aquella ciudad, en 1816, fue hecho prisionero y condenado a muerte. Notificado de la terrible sentencia conservó calma perfecta y, como última gracia, pidió que se le concediera el tiempo indispensable para ordenar y poner en claro sus escritos científicos. Caldas fue fusilado por la espalda el 24 de octubre de 1816. Otras obras interesantes registra la bibliografía de la botánica americana. Entre ellas anotamos las del religioso y naturalista brasileño José Mariano de la Concepción Velloso, tutuladas Quinographia portuguesa (Lisboa, 1799) y Alographia dos alkalis fixos, vegetal ou potassa, mineral ou soda (Lisboa, 1798); la Dissertaçao sobre as plantas do Brazil (Río de Janeiro, 1810), del médico de la misma nacionalidad, Manuel Arruda Cámara y los trabajos sobre la quina del colombiano José Triana. Y ya en tiempos más próximos encontramos una serie de naturalistas, en su mayoría europeos, que se ocuparon de la flora argentina y enseñaron las ciencias
  • 41. --- XLIV --- naturales en institutos y universidades. Los más prestigiosos fueron Pablo G. Lorentz, Jorge Hieronymus, Federico Kurtz, Carlos Berg y Carlos Spegazzini y entre sus discípulos, ya argentinos, sobresalieron con rasgos propios, Eduardo Ladislao Holmberg, Miguel Ignacio Lillo, Cristóbal M. Hicken y Ángel Gallardo. La personalidad de Eduardo Ladislao Holmberg (1852 - 1937) llena toda una época en los estudios científicos de nuestro país. Por la robustez de su talento, por la persistencia en el esfuerzo y por la notable influencia de sus enseñanzas y de su obra, constituye uno de los más ilustres representantes de la ciencia argentina. Realizó numerosos viajes de estudio por el país, recorriéndolo en diversas épocas y oportunidades. Su labor escrita es considerable y única por la variedad de géneros que abarca, desde la novela y la poesía hasta los trabajos de pura especulación científica. Publicó en 1898, entre otros, la Flora de la República Argentina, y en 1905, las Amarilidáceas argentinas indígenas y exóticas cultivadas. El nombre de Miguel Ignacio Lillo (1862 - 1931), ornitólogo y botánico, es universalmente conocido y su prestigio no ha de morir. Reunió todas las virtudes del apóstol de la ciencia: la abnegación, el desinterés, la perseverancia, el talento vigoroso y la cultura vastísima. Fue nuestro botánico más eminente y quien mejor
  • 42. --- XLV --- conoció y estudió la flora argentina. Especie de cartujo de la ciencia, trabajó lejos del mundo y no aceptó jamás homenaje alguno a su persona; renunció, igualmente, a las recompensas materiales con que se le premió. Publicó, entre muchos otros trabajos de su especialidad, varios sobre la Flora de la provincia de Tucumán, una Segunda contribución al conocimiento de los árboles de la Argentina, etcétera. Lillo declaró heredera de todos sus bienes a la Universidad Nacional de Tucumán. Con ese legado se fundó el Instituto Lillo, modelo en su género y motivo de legítimo orgullo para la ciencia argentina. Allí se edita la revista Lilloa, que es una de las mejores del mundo en su especialidad y se ha emprendido la publicación de la magna obra, Genera et species plantarum argentinarum, cuyo primer tomo, en gran folio, con preciosas ilustraciones policromadas, apareció en 1943 bajo la dirección del D. Horacio R. Descole y con el con el patrocinio del entonces ministro de Justicia e Instrucción Pública, Dr. Gustavo Martínez Zuviría. La aparición de esta monumental flora argentina, cuyo tercer tomo se halla en prensa, constituye sin disputa un acontecimiento científico de repercusión universal. Otra figura prestigiosa de la botánica argentina fue la de Cristóbal M. Hicken, discípulo de Holmberg.
  • 43. --- XLVI --- Nació este naturalista en Buenos Aires, en 1875 y desde muy joven se dedicó al estudio de las disciplinas, que después enseñó, por espacio de más de treinta años, en escuelas, colegios, institutos y en la Universidad. Viajó por todo el país y por América, estudiando su flora y recogiendo material para sus colecciones. Fundó el instituto «Darwinion» para intensificar los estudios de la botánica y la revista Darwiniona, para difundirlos. Sus trabajos científicos suman alrededor de setenta publicaciones, entre ellas una de carácter histórico, que se refiere a Los estudios botánicos en la República Argentina. Fue hombre metódico y estudioso y su biblioteca, con sus diez mil volúmenes, llegó a ser una de las más completas de América, en la materia. El ilustre Ángel Gallardo – aunque su especialidad fue la zoología – está asociado a los estudios botánicos de nuestro país. Porteño de pura cepa, nació en 1867 y sus primeros años corrieron en la apacible ciudad colonial, de calles desiertas y casas vetustas; en sus patios llenos de sol y en sus huertas arboladas y umbrosas, despertó, tal vez, su vocación por el estudio de la naturaleza, que dio más tarde brillo a su nombre. Cursó el Colegio Nacional Central y la Facultad de Ciencias, donde se graduó de ingeniero civil. Sucedió, en 1903, a su maestro Carlos Berg, en la cátedra universitaria de zoología. Sus contribuciones a la botánica
  • 44. --- XLVII --- son valiosas y figuran publicadas en revistas argentinas y extranjeras. Hizo universalmente célebre su nombre con sus famosos trabajos sobre la reproducción celular y sobre todo con su magistral teoría del proceso mecánico de la carioquinesis. Fue ministro de Estado y, en los últimos años de su vida, la Academia Argentina de Letras lo recibió en su seno, y le adjudicó el sitial que lleva el nombre de Francisco Javier Muñiz. Estos son los principales hechos históricos que jalonan casi cinco siglos dedicados al estudio de la botánica en el Nuevo Mundo. Como se ve, los sacrificios han sido cuantiosos, las desilusiones frecuentes, efímero el entusiasmo de los gobiernos y muy laboriosas las conquistas. Muchos han sido los naturalistas españoles y americanos que, sin desaliento y a costa de grandes esfuerzos, lograron conquistas definitivas para la ciencia. Sus vidas constituyen, para quienes quieran verlo, un alto ejemplo y una permanente enseñanza. No busque el lector originalidad en estas notas. Nuestro pequeño trabajo – como sin esfuerzo de perspicacia se advierte –, no está dirigido a los estudiosos que conocen la materia y que ninguna novedad encontrarán en él. Lleva propósitos más modestos; como el de entregar al lector corriente, los hilos indispensables para ahondar, si así lo desea, el estudio de estas interesantes cuestiones.
  • 45. --- XLVIII --- Y por último, sería injusto que, hablando de los estudios de la botánica en América, no recordásemos los nombres de otros dos ilustres argentinos: los de Pedro N. Arata y Juan A. Domínguez, que dedicaron gran parte de sus energías al estudio paciente de este particular aspecto de la ciencia. De sus trabajos nos hemos servido a cada instante en el transcurso del nuestro. Sea para ellos el homenaje de nuestra gratitud. Raúl Quintana Buenos Aires, julio de 1945
  • 46. - 2 -
  • 47. - 3 - /DEDICADO A LA SERENISIMA REINA DE LOS SIETE DOLORES. Soberana Señora, Reina del Cielo, y de todo lo criado: á cuyo cargo corre el alivio y socorro del genero humano, pues el Todo-Poderoso, y Sempiterno Dios, entre millares desde Abeterno os escojió para remedio de los hijos de vuestro gran Padre Adán, sin ser mancillada de la culpa suya, en que incurrimos todos sus decendientes, librando solo á Vos, como á Madre de su Unigenito Hijo Jesu-Cristo Redentor, y remediador nuestro, quien como Todo-Poderoso, segun sentir de muchos Santos, y graves Expósitores, tiene determinado el no conceder á ninguna Criatura gracia, alguna, que no sea por medio y mano vuestra, que como Arca en que estuvo el Tesoro del Eterno Padre para rescate del genero humano, ós dejó Señora todas las gracias y prerrogativas, que por toda la eternidad habia de repartir á todas las Criaturas, y asi sois sola Vos la concebida sin pecado: Hija del Eterno Padre, y Madre de su Unigenito Hijo, Esposa del Espiritu Santo, Templo y Sagrario de las Tres Divinas Personas: Reina de los Angeles y Arcangeles, Querubines y Serafines, Tronos y Dominaciones con todas sus Potestades, y iluminaciones, á quien todos postrados adoran, despues de su Criador, despues de estas tan grandes prerrogativas os hizo Reina de este universo globo de la Tierra: Madre Universal de todas sus Criaturas, q.e ciegos caminamos por las descarriadas sendas de los sentidos cargados de pecados y miserias, sin tener mas luz, que las de vuestras Divinas Misericordias, por lo cual para ir al Cielo Vos sois la escala, para ver á Dios Vos sois la puerta, para [p. 1]
  • 48. - 4 - ser limpios de culpas Vos sois el mar de las aguas cristalinas á donde todos debemos acudir para ser sanos. Vos sois la medicina y remedio para todas las enfermedades, y pues sois Madre de Dolores, Divina Señora, que sabeis por experiencia la miseria humana á que quedamos sujetos por nuestras culpas: humilde pongo á vuestras Sacratisimas plantas la proteccion de este mi pobre y corto trabajo, suplicando á vuestra Divina Magestad tome á su cargo el dirigir y gobernar mis yerros, permitiendo, que si en él lo huviere cosa agena de la verdad, haiga quien /quien lo enmiende y corrija, que aunque la intencion es cual vuestra Divina Magestad, bien sabe, que como indigno y miserable hijo de entrada en vuestra casa, en el dia de vuestros dolores, aunque indigno de tan gran beneficio, solo gran Señora por vuestra gran misericordia y patrocinio de que estoy muy cierto, como así de la asistencia vuestra en mis aflicciones y trabajos, de que os doy las devidas gracias: á Vos gran Reyna dedico como á verdadera Madre este pequeño y corto obsequio, para que gobernado de vuestra proteccion consiga salud en lo adelante vuestros amados hijos en sus dolencias, que si quiera Señora ser poderoso para por vuestro amor poder hacer más por la salud de mis amados hermanos, asistiendolos en sus dolencias por toda la eternidad. Pero Señora, con vuestra gracia y patrocinio espero hacer cuanto en mi fuere, para cumplir con el cargo y oficio que me habeis dado, en lo yo pudiere con vuestra divina gracia y luz, dando á vuestra Divina Magestad las gracias y honras de todo como á Reina y Gobernadora de todo lo bueno por todos los siglos de los siglos. Amen Jesus Maria y Jose. De vuestra Serenisima y Divina Magestad indigno Siervo. Pedro Montenegro. [p. 2]
  • 49. - 5 - /PROLOGO AL LECTOR. Tienese por cosa cierta, asi entre los Autores Griegos, como entre los Latinos, q.e el inventor de la medicina fué solo Dios Inmortal, y cierto va fundada en tal razon la tal averiguacion, porque se deja ver, y parece cosa imposible que un hombrecillo bosal, y formando de un poco de lodo, el cual á penas vé lo que tiene delante de los ojos pueda de si mismo comprender, ó alcanzar tantos y tan sublimados misterios, cuantos contiene en si el arte medicinal, si el que le dió vida y ser no se los declara, por donde todos nos debemos persuadir y creer, que aquel sumo arquitecto nuestro, y fabricador de Cielos y tierra luego que formó al hombre conociendo su flaqueza y enfermedades, á las cuales habia de estar sujeto, como Padre piadoso nos enseño, y cada dia nos enseña los remedios para ellas. En primer lugar las enseñó á nuestros primeros Padres, y de mano en mano vino á parar á nosotros sus sucesores: sabemos tambien, que despues que sobre la tierra solo quedó Noé con su familia sola, habiendose perdido lo mejor de ella, tuvo paternal providencia por medio de Angeles, y hombres ilustrados de su Divina Providencia, y asi mismo por medio de animales terrestres, volatiles y acuaticos de hasta el dia de hoy irnos comunicando esta ciencia, y prolongando este continuado favor y consuelo en este destierro y Valle de lagrimas, como Padre amorosisimo á tan miserables y pobres criaturas suyas, para que de los nuebos beneficios, como de nuebo presente y regalo le seamos cada dia mas agradecidos. A Salomon dió la virtud de la saviduria, con lo cual vió y entendió cuantas plantas, animales, metales, y piedras que encierra la redondez del orbe y sus cualidades y virtudes, escribiolas, y por usar la ingratitud humana [p. 3]
  • 50. - 6 - mal de ellas, sin agradecimiento á su Criador, segun sentir de hombres doctos, y graves autores, permitió se arruinasen tales libros, para por medio de otras criaturas suyas poco á poco irlas comunicando, como se vé á las claras, que hasta el dia de hoy nos continua poco á poco este favor, aunque como á ingratos, y porque no nos ensorbebezcamos como /como nuestros antecesores nos las dá clara, escasamente, criando y sacando del ser de la nada, hombres con particular inclinacion al descubrimiento y averiguacion de las plantas, y otros de los metales, otros de las piedras; y otros al modo de usarlas y preparadas, cual á un Dios Corides; un Mathiolo Senense, un Andres de Laguna, y otros varios, que dejo en esta facultad eminentes y peregrinos como Plinio, Huerta, Menardes, Pisón, Bonti, Sirena, Leon, y Bauthin, que son los que hasta hoy he podido leér sus obras, que con particular vocacion los inclinó el Todo-Poderoso al descubrimiento de los simples, y arte medicinal. Esto digo amigo lector porque no pienses, que esto es acaso, ó paja como suelen decir algunos, por genios de naturaleza, que ciegos quieren obscurecer, y borrar la grandeza de la Divina Providencia para con sus criaturas: puedote decir como cosa cierta, que desde que acuerdo tener uso de razon me siento inclinado al de conocer y saber la virtud de las plantas, y el curar con ellas, á mi, y á mis projimos, y á ellas debo la vida por tres veces, que de varias enfermedades, y heridas mortales de necesidad, segun varios Autores afirman no ser curables: y sino me quieres creér te puedo enseñar dos cicatrices en partes bien peligrosas, y muy penetrantes con nervios contusos y descubiertos, y no solo á mi, sino tambien á varios en casos muy apretados, que no refiero en la obra por no parecer alabanzas propias. Esta inclinacion de la Divina bondad á mi dada, por sola su gran misericordia desde niño, como dejo dicho, me [p. 4]
  • 51. - 7 - ha siempre como costreñido y violentado á meterme por bosques, Sierras muy encumbradas, y de no pequeños peligros, aún despues que estoy en religion, atropellando varias incomodidades y trabajos, á fin de salir con mi intento, cierto, que muchas veces me elaba de frio, y otras de calor, y todo ello lo doy por bien empleado, por el servicio que en ello juzgo haber hecho á la Divina bondad, como tan amante de sus amados hijuelos, y Criaturas de la tierra. Lo que te puedo asegurar es, que las plantas que aqui te doy pintadas son verdaderas medicinas para lo que te prometen curar, que por espacio de treinta y un años que há que comenzé á curar en el hospital general de Madrid, algunas de ellas he reconocido sus virtudes, y mayormente de 12 años /años acá, que por hallarme en estas tierras de la America sin Botica, ni Boticarios, me ha forzado á que con ellas hacerme autor de Botica, confecionanando [sic] unas con otras, cual se puede ver en sus tratados: por lo cual te pido, que si en algo reconocieres yerro, me disculpes en parte, porque no siendo de mi estado el escribir libros con nuebo modo de composiciones, y descubrimientos de estraños y peregrinos simples en estas partes, puedes estar cierto, me muebe mas la caridad de haser bien á mis hermanos, que la ambicion de Autor de un libro: y si quisieres ver por tus ojos la verdad que en ello se halla, llegate donde yo asisto, y traheme el simple que quisieres, ó que dudares ser verdadera su virtud, y verás que aplicado en la forma que digo, y con las circunstancias que pide la medicina si es verdadero, ó no lo que digo, como quien lo ha experimentado, esto es con la practica, en el tiempo dicho, que algunos de los tales simples bá, para 18 años que estoy averiguando sus cualidades, segun su graduacion de calor, frialdad, humedad, y sequedad, reconociendo las destemplanzas de los cuerpos, de los vientos, y las [p. 5]
  • 52. - 8 - causas de las enfermedades, que si esto no conoce bien el que ha de curar, mas seguro es no meterse á tal oficio. No me he atrevido á dár por escrito sus virtudes hasta constarme su experiencia, esto es, lo que de por acá nuebamente he descubierto: lo que pongo de Dios Coride, Anacarbeo, y dos otros de Mathiolo Senense, es porque en estas tierras desdicen en figura de su original; pero son ellos como los he probado por la experiencia y partes. Ahora á lo último de esta obra llegó á mis manos las obras de Guillermo Pisón, y Jacobo Bonti, que escribieron en el Brasil, trahen varias plantas con los nombres de estas tierras, de las cuales he traducido, y trasladado algunas, las que reconozco de mayores virtudes, y que por acá se pueden halar, por ser muy semejantes éstas á la del Brasil, de las cuales he descubierto yá algunas, las cuales pongo con sus nombres en Tupi, y Guaranî, y asimismo las virtudes q.e dichos autores recitan de ellas, que no dudo serán ciertas, para que si /si con el tiempo se descubrieren sepan usar de ellas. Otro si: no pretendí en este mi afán el dár por estampa las que he descubierto de Mathiolo y Dios Corides, y asi las pongo como descubiertas al fin, solo por escrito con algunas de sus mas escojidas virtudes, y si mis ocupaciones y salud diere lugar pretendo sacar á luz otras nuebas plantas que boy haciendo su inquisicion y algunos animales, pajaros, y aves de partes medicinales, de que tengo yá algunos apuntamientos no de poca importancia; pero porque en estas partes y en estas tierras he hallado poca fidelidad en algunos dichos de Curanderos y Curanderas de ningun fundamento, me veo obligado á primero que salga de mi pluma el certificarme, y á veces no se ofrecen los casos en algunos años, ó ser tal la pobreza y desabrigo de estos pobres Indios, y su poco resguardo y cautela, que no se puede en buena conciencia hacerles [p. 6]
  • 53. - 9 - remedios mayores, porque es despacharlos con mayor brevedad á la eternidad. No temo amado lector tanto la calunia de las mordaces y golosas murmuraciones, de aquellas livianas lenguas, que hasta en los muy descarnados huesos hallan que lamer, cuanto en que estos simples han de llegar á manos de quien los use muy al contrario de lo que dejo de ellos escrito, por que como con mucha verdad exclama el Dor. Laguna en su prologo diciendo: que muchas veces no surten efecto las medicinas, no por falta propia suya, sino del que las aplica, ó por tomar una yerba por otra su semejante en figura, ó por no aplicarla á tiempo que se debe, ó por el modo y cantidad de su uso, ó por ignorar el que cura la causa del mal y su complicacion, todos puntos de concideracion medica, esto exclamaba dicho autor en tierras á donde solo curan hombres capaces, y medicos y cirujanos aprobados, y que han pasado por claces de Theorica, y por maestros en practica, ó por hospitales en ambas materias, que en 21 años que há que entré en ella, solo un Medico y Cirujano he visto, todos los demas Medicos Curanderos y Curanderas; mas les cuadra el nombre de matasano, que el de Cirujano, y el de carnicero que el de medico, ó curandero, y son tantos y tantas los dados á esta secta de locos, que entre tal gana /ganado poco ó nada hay que escojer, y cierto es, que á ellos les fuera mejor arar para sustentarse, y á ellas hilar la rueca, que ciegos y cargados de ignorancia, sin advertir el peligro de sus conciencias; ni los homicidios que hasen en los pobres enfermos, que como nesecitados admiten el socorro, que estas sabandijas, ó casta de locos les ofrece, no con pequeño riesgo de sus vidas, como yo lo he visto y remediado mas de cuatro, y á otros no hubo mas remedio que la muerte, y bien acelerada, y rabiosa de dolores, que aseguro ¡me tegrima [sic] el [p. 7]
  • 54. - 10 - pensarlo! y aseguro con toda verdad, y segun leyes naturales, que los tales deben ser castigados como á enemigos de la Republica; ó puestos en prision como locos; ó tratados y tenidos por simples, tontos, y necios, segun se lee de los Griegos y Romanos en el tiempo que florecieron: y al ver en estas tierras semejantes charlatanes, y charlatanas me tenia amedrentado el no tratar de simple alguno, por el peligro en que lo concideraba, porque si oyen que tal yerba cura la retencion de orina, y la doy de docis dos dragmas, estos tales echaran dos onzas de su sustancia en una bebida, con que al que no podia orinar ni una gota, no solo le hasen de un golpe, y violentamente orinar; sino que por toda la vida le dejan orinando, y quiera Dios no sea sangre. Cata aqui amigo lector el riesgo de la ignorancia, que es tan peligroso, y mas que el de la heregía. Y asi te pido, que si quisieres curarte, ó curar á otros, no te salgas de las cantidades señaladas por el riesgo grave que tiene lo contrario, por ser esta torrida zona en que estamos muy caliente y humeda, y el calor natural que hade regular auxilios de las medicinas muy debil y flaco, por salirse por los poros, á fuerza de la grande apersion de ellos, acordandote del dicho de Galeno: "esto de curar consiste en cierta cualidad, cierta cantidad, y cierto modo de aplicacion:" que en tres razones como filosofo, y Principe de la medicina lo encierra todo.
  • 55. - 11 - /MODO DE RECOJER LAS PLANTAS, A QUE TIEMPO, Y CIRCUNSTANCIAS para su conservacion y duracion, sacado de las obras de Pedro Andres Mathiolo, hechas sobre lo escrito de Dios Corides. Advertencias necesarias. 1ª Conviene que cada cosa se recoja y guarde á su tiempo, en su propia sazon, y con las circunstancias que se dirá, porque segun esto se hiciere serán las medicinas provechosas, ó dañosas, y vanas: quiero decir, serán eficaces en su obrar, ó de ningun alivio, y asi por consecuencia. 2ª Pueden ser dañosas, ó á lo menos sin efecto. Se han de recojer en tiempo sereno, que ba mucho en recojerlas en tiempo seco ó humedo, y que la huna esté menguante, en el último cuarto. 3ª Son de mucha mas virtud las de Serranias y tierras encumbradas, que la de los llanos ó campañas, ó partes sombrias y montuosas, ó lugares acüosos, porque las de Serranias son criadas y combatidas de vientos frios y secos, con los cuales tienen sus virtudes unidas, sin que el calor se las haga ebaporar, y asi mismo son menores, y tienen la virtud mas unida. 4ª Conviene saber, que segun la propiedad del lugar y templanza del año, unas veces suelen ser mas tempranas, y otras mas tardias en salir, florecer, y perfeccionarse las plantas, entre las cuales por su naturaleza hay algunas q.e salen, se crían, y florecen, y se perfeccionan por el invierno, otras florecen y dán sus frutos dos veces al año. 5ª Conviene para usarlas con acierto en las medicinas, que el que las ha de recojer para usarlas, ó vender- [p. 8]
  • 56. - 12 - las las vea, y comple cuando nacen y cuando florecen, y están en su fuerza, y cuando perfeccionan sus semillas, que es cuando declinan, porque el que las viere solamente al nacer, ó al estar en su fuerza, ó al declinar, no las conocerá perfectamente en los otros tiempos, porque mudan de figura, y esta es la causa porque muchos se engañan recojiendo unas por otras, de muy opuestas cualidades, aunque en algo parecidas, y asi mismo es la causa de que muchos han predescripto, y dibujadonos unas yerbas por otras, poniendo tallo á los que no /no lo tienen, y dejando de ponerlo á las que á sus tiempos por su naturaleza lo posehen. 6ª Las yerbas que extienden ramos por tierra para guardarse para el año deben recojerse cuando están cargadas de flores, como es el Bledo menor, la acetosa mayor, el Poleo, el Hisopo, y agedrea, y otras á este modo. Las demas que crecen en alto se recojerán cuando estén llenas de sus cimientes, ántes que de si mismas se caigan, y sus frutos ó semillas cuando estén sazonados ántes de caer á tierra: excepto los frutos de las cosas astringentes, que se deben recojer ántes de sazonar, como son la semilla de Arrayán, las baulautrias, las Guayabas, y otros á este modo. 7ª Los palos leñosos se recojerán por el Invierno en menguante de Luna. 8ª Al recojer dichas yerbas para guardarlas, las deben limpiar muy bien del polvo ó tierra, que al secarse hubieren adquirido, y sequense á la sombra, y cuando están yá secas para guardarlas las pongan ántes dos horas al Sol, porque de llevar alguna humedad se corrompen: revuelvanse en papel muy bien, y metanse en cajon le palo, ó caja bien tapadas. [p. 9]
  • 57. - 13 - 9ª Las flores en estas tierras tengo experiencia, que las secadas á la sombra presto se corrompen de polilla, ó humedad, principalmente la rosa: por tanto digo, que la sequen al Sol, porque asi se guardan indegnes, y duran mas de un año con su olor y virtud, y de otra suerte no. Y aúnque algunos dirán es bueno que este pobre ignorante quiera ir contra las reglas de un Dios Corides, Mathiolo, y Laguna, y otros muchos q.e en esta facultad han escrito, como es asi; pero esta experiencia no es solamente mia, sin que primero me haya alumbrado el peritisimo Fr. Francisco Sirena, religioso de San Agustin, excelente boticario moderno en su farmacopéa, que cierto que Messue viera tuviera en qué aprender á corregir y hacer composiciones, ó por mejor decir inventar las mas seguras y sanas. 10ª Las raices se hande sacar para guardar cuando las plantas se ban despajando [sic] de sus ojas, despues de haber dado sus semillas, ó fru /frutos: ahora sean las raices leñosas de que solo pretendemos sus cortezas, ahora sean las que pretendemos sacar lagrimas, ó gomas porque entonces están yá purificados del humor de la tierra, y de su propio humor: es bien se sequen á la sombra en los principios, y á lo último al Sol, como son el mechoacán, la Jalápa, la aristoloquia, y otros. 11ª Lagrimas ó gomas se recojen cuando el arbol está en todo su vigor, que es cuando se bá vistiendo de ojas y flores, sajando sus cortezas, ó hiriendo su tronco, aunque hay algunos que por el Otoño lo destilan de suyo, como es el Pino de estas tierras, el Anguáí, y el Durazno como lo he visto. 12ª Las simientes por la mayor parte, en pasando un año se enrancian, y sirben para el uso de medicina, porque adquicren no sé qué calor estraño á la inmutacion, y asi digo, que de aquellos granos, ó semillas que se pretende sacar aceites, ó licores, se saquen luego que se recojen, á lo menos dentro de seis meses, como es las Almendras, el mani, la semilla de linaza, la de ajongoli, (ó quino blanco,) y asi misno de las [p. 10]
  • 58. - 14 - aceitunas, bayas de laurel, semilla de lentisco, y del recino, ó amambai miri, y las del Tarumá, q.e es una especie de Olivo Americano. El guardar todas estas cosas en estas tierras ha de ser en basijas q.e no sean porosas, porque en ollas de barro sin vidriar se pierden, y siempre que se pudieren envolver en papel se envuelban, ó se guarden en calabazos gruesos, y duros de corteza, secandolos primero muy bien al Sol, los cuales cuanto mas usados son mejores. EXPLICASE LA VIRTUD Y MODO DE CONOCER las plantas y graduar sus cualidades: sacado de las obras de Dios Corides, Mathiolo, y Laguna. Cuatro son las cualidades: calor, frialdad, humedad, y sequedad: en cada uno de estas se cuentan cuatro grados, y los simples de que se trata en este libro tiene de estas cualidades y sus grados en ellas, calientes, humedos, frios y secos, y rara vez se hallará simple de sola una cualidad, si de ordinario complicadas, dos, y á veces tres cualidades en algunos, porque en la su /superficie posehe en partes frias, en el medio humedas, y en el centro ó parte solida, y terre [sic] caliente: y por el contrario hay otras que la parte de calor la posehe en la superficie, la fria, la humeda en el medio, y la seca en el centro, y á este modo vemos que un simple tomado de diverso modo tiene distintos efectos, y cura accidentes de diversas cau- [p. 11]
  • 59. - 15 - sas, como v.g. el ruibarbo dado su infusion purga solo la colera y la melancolia: tostado y dado en sustancia no solo no purga sino detiene la purgacion, infuso humedece y relaja los cuerpos, cocido los deseca y fortifica, y á este modo hay otros muchos, que guisandolos de diversos modos tienen diversos efectos. 1ª Calor. En primer grado decimos ser caliente aquella medicina, que aplicada, ó bebida vemos que calienta muy lentamente, y que presto se apaga su calor. 2ª En segundo grado dicese ser caliente la medicina, que tomada ó aplicada calienta senciblemente á las claras; pero con cierta moderacion y templanza, de suerte que no llega á encender ó calentar, de suerte q. e imute el temperamento de las partes á donde se aplica. 3ª En tercero grado dicese ser caliente la medicina que calienta con gran ardor sencible; pero de suerte que sea tolerable, como es el ajî silvestre ó campecino, que de suerte calienta y enciende, que es tolerable y no es extremo. 4ª En el cuarto grado se dice ser caliente la medicina que despues de aplicada de tal suerte calienta y abraza, que ápenas es sufrible, y que levanta ampollas á la parte ádonde se aplicó. 1ª Frio. En primer grado fria se dice lo que enfria poco y oscuramente. 2ª En segundo grado lo que á las claras enfria; pero templadamente. 3ª En tercero grado lo que introduce frialdad vehemente; pero no extrema. 4ª En cuarto grado, lo que de tal suerte enfria, que quita el sentido á los miembros.
  • 60. - 16 - 1ª Humedo. En primer grado, es lo que con un suave, benigno, y casi espiritual lentor humedece el cuero, ó el cuerpo, ó parte á donde se aplica. 2ª En segundo grado, lo que mas notablemente humedece. /3ª En tercero grado lo que de tal suerte humedece la carne, que se introduce en todos sus poros. 4ª En cuarto grado, los que con su exceciba humedad relajan, rompen y hasen caer las carnes, ó partes á donde se aplicaron, ó q. e las recivieron. 1ª Sequedad. En el primer grado son secas aquellas medicinas que livianamente desecan. 2ª Las que con notable moderacion desecan el humor embebido en los poros. 3ª En el tercero grado, las que demaciadamente tienen fuerza de enjugar y de secar. 4ª Las que desecando con violencia chupan el humedo radical de los gruesos. Cada grado de estos tiene mucha latitud, segun la cual diremos que son calientes ó frias, secas ó humedas, en p [r] incipio del cuarto, del tercero, ó del primero. A demas de esto se debe notar, que algunas cosas se dicen calientes actualmente, otras potencialmente ser calientes ó frias, y segun esta diferencia una misma cosa suele calentar y resfriar en tiempos diversos, como el vino, que cuando lo bebemos frio resfria, y despues de alterado en el estomago con su potencia y facultad nos calienta. El agua caliente por el contrario, si se laban con ella, ó la beben por entonces caliente; pero despues con su natura virtud y fuerza resfria. De la misma suerte las aguas saladas, y sulfuerzas (de azufre y alumbre), dado que al parecer al presente parezcan humedas por su facultad y virtud, evidentemente desecan. [p. 12]
  • 61. - 17 - Las cualidades actuales de calor, humedad, frialdad ó sequedad, se diciernen y conocen por el tacto, cuyo principal instrumento es el cuerecito interior de los dedos, siendo en medio de todos los excesos constituido, para lo que al tacto pareciese calido, humedo, seco, ó frio se tubiese por tal, aunque para juzgar esto perfectamente, es necesario que el tacto se acompañe con la razon, porque como el tacto juzgue por las apariencias todo lo duro por seco, y lo blando por humedo, suele ordinariamente engañarse, como el cobre derretido, que la fuerza del fuego derritió, y el agua elada por la estrema frialdad que la congeló: aqui la discreta razon pone distincion en las cosas, no confesando absolu /solutamente, que lo duro sea siempre seco, ni humedo haya de ser siempre blando, salvo cuando lo uno y lo otro persevera en su ser natural, y retiene un calor moderado, la cual distincion excluye todas las cosas, que con el demaciado calor se ablandaron, y las que con el excecivo frio se endurecieron. Las cualidades potenciales se conocen por los efectos que con el tiempo introducen en el cuerpo humano, y tambien por las trasmutaciones que vemos hacerse de unas en otras, por lo cual juzgamos que el aceite y todas las otras cosas crasas, aunque tocando refrezquen potencia( [a] )lmente, son un poco de fuego atento, que echadas sobre el fuego luego se convierten en llama, y asi no usamos darlas á los febricitantes, por temor de que no se enciendan en las venas semejantemente. Conocense tambien las virtudes potenciales de las medicinas, ó simples por los sabores que dejan al gusto, los cuales por una mezcla de las cuatro cualidades primas son engendrados de donde nace, que á los elementos puros, y simplicisimos se halló ningun sabor, por no constar cada uno de ellos sino de dos cualidades. [Materia Médica Misionera 2] [p. 13]
  • 62. - 18 - Los sabores, pues que nos alteran la lengua y paladar, son el acerbo, el austero, el amargo, el salado, el agudo ó picante, el agrio, el acedo, el dulce, y finalmente el insulso ó insipido, y muy desagraciado. Llamamos sabor acerbo al aspero, al que nos aprieta luego la boca, y nos dán dentera, cual es el que se siente en la cascara de la granada. Del acerbo difiere el austero solamente en ser mas blando, y no apretar y fruncir la boca con tanta vehemencia, de modo que dirémos ser austero al membrillo. Sabor salado dirémos á aquel que algun tanto aprieta, rae, y mundifica la lengua. Llamase comunmente amargo el que muerde y pica notablemente la lengua, comunicando luego el sabor al paladar, y fauces, y que ya en corroher, yá en mundificar es molesto, y si esto hase con calor excecibo debe llamarse agudo, como es el de la yerba hisopo, como asi mismo llamamos agudo frio al agrio de cidra, y al de la acetosa mayor. El que ablanda y halaga el paladar irritado, si lo hase dando contento y deleite se llama dulce, ó dulce craso si empalaga. Por sabor insulso, ó incipido entendemos el sabor desabrido, y ingrato á la naturaleza, cual /cual se siente luego en la cabeza y estomago, sin pasar adentro del tragadero, de solo ponerlo en la boca, cual es el de las ojas de adormidera, y veleño. Por el sabor se puede colegir el modo de poner la graduacion á las yerbas, ó simples: advirtiendo, que en cada sabor de los dichos hay de ordinario complicacion de otros, como se dá á entender en las reglas, ó anotaciones arriba dichas: como v. g. El sabor dulce: hay dulce que empalaga, como es la azucar y miel: hay dulce que no empalaga, como es el del melon: hay asi mismo dulce misto con agrio, como es el de la piña, limas y naranjas agridulces, que no solo no empalagan, sino que levantan el apetito postrado, y en fin, hay dulce misto con astricción [p. 14]
  • 63. - 19 - lebe, cual es el de la raiz del Orozús, y aunque en un mismo sabor hay gran diversidad en el misto como se verá, y nos lo muestra la experiencia, por que la azucar, el dulce que empalaga, como asi mismo la miel de abejas, el uno y otro muy templado en calor, como lo es la azucar: la miel de abejas caliente en el segundo grado, aperitiva y mundificativa: reparese en su gusto sea agudo algun tanto austero, y cuanto mas de estas dos partes dichas tubiere tendrá de graduacion de calor, como yo lo he visto, y probado en estas tierras, que lleva al fin del tercero grado: de suerte, que encendiendo el estomago y entrañas causa grave dolor, y atolondramiento al estomago y cabeza. Segundo ejemplo: la piña de estas tierras es agridulce, con agudeza en su agrio, por que no solo no es caliente en su dulzor, sino fria en el principio del tercero grado, dado que su corteza tiene partes calientes mistas, y es muy templada, y á este modo en todos los sabores se debe admitir su mistion, para poder con seguridad darles la graduacion adecüada á la causa del accidente, que pretendemos curar. Todas las medicinas estiticas debajo de cualquier nombre se compreenden en las acerbas y austeros, y comunmente son terrestres, y frias. Las saladas sin calentar ni enfriar demaciado, desecan brevemente /te y aprietan, por lo cual preserban de corrupcion. Las amargas son de natura terrestres, aunque tienen partes calientes y muy sutiles. Las agudas son excecivamente, y calientes tanto, que se comparan al fuego. Las agrias y acedas son frias de sutiles partes, y por esta causa comodamente abren los opilados poros, y adelgazan los gruesos humores en especial, sino son demaciadamente frias. [p. 15]
  • 64. - 20 - Son calientes los dulces; pero no tanto que inflamen, ó enciendan, los cuales con su moderado calor digieren, y relajan blandamente. Todas las untuosas y crasas, naturalmente son ahereas, y aquosas, y asi humedecen, resuelven, y ablandan. Las incipidas, y que del todo son desabridas constan de partes frias y aquosas, por donde encrasan, aprietan, y engendran cierto estupor, ó entorpecimiento en los miembros tocados de ellas. Hallanse plantas asi de arboles como de yerbas, y minerales con gran simpatia á la naturaleza humana: otras con antepatia [sic], y enemistad grave á ella. Las simpaticas, son aquellas que de tal suerte se agregan á nuestra naturaleza, que tomadas, ó trahidas consigo nos ayudan, sin jamás hacer daño alguno, cual es el azogue, el palo santo &c. Las antepacticas, son las que no solo usadas por remedio; pero aún de tenerlas en la mano, o cerca de si, son mortiferas y dañosas, y asi por ser esta materia de la averiguacion de tales simples, larga y dificil en su conocimiento, como por no convenir el que la sepan todos, me parece conveniente el no tratar de ella; por el daño que se ha experimentando en la malicia humana, en los tiempos pasados, que ha obligado á muchos Siervos del Señor el comprar tales tratados para echarlos al fuego. &c. No han faltado algunos, que por el olor han querido juzgar de la complesion y virtud de las yerbas; pero á la verdad se engañan, porque no todo lo que bien huele es caliente, como ni todo lo hediondo /do lo es: menos es frio todo lo que huele mal, ni todo lo frio huele mal, porque vemos asi cosas frias, como calientes hay muchas que huelen mal, y por lo contrario, hay muchas que huelen bien, asi frias como calientes. [p. 16]
  • 65. - 21 - Como tambien se excluyen los que por los colores quieren juzgar de las facultades de los simples, y asi la señal del sabor es la mas segura y cierta: dado, que á veces es peligrosa, como á mi me sucedió dos veces, que por probarlos me abrazaron la boca, de suerte, que á no acudir presto á apagar su ardor me hubieran hecho grave daño; pero hicieron mudar el cutiz de la lengua y paladar, con haber acudido á tiempo á refrenar su hervor y agudeza. Ayudado pues de estas reglas universales podrá sin dificultad conocer, en llegando la medicina á la boca, de que cualidad, ó virtud es dotada, y esto sin la particular calidad, que en confirmacion de ello propone Dios Corides, y Mathiolo de los simples y yerbas. Los cuales encargan con sumo aprieto el conocimiento escientifico, y que no tomen unas por otras, con grave daño, por la semejanza que suelen tener unas calientes con frias, y cordeales con venenosas, cuyos ejemplos pone Pedro Andres Mathiolo, y yo dejo por evitar su latitud. Parecióme ser conveniente el dár noticia en esta obra del modo de conocer las cualidades y virtudes de las yerbas, y poder graduar sus auxilios y potencias, por dos razones: la primera, para que el q.e fuere de genio, ó inclinacion natural, inclinado á la indagacion suya, tenga luz por donde pueda con seguridad gobernarse, y adelantar el descubrimiento de muchas mas, y mejores, que yo he averiguado, por esta America mas fertil, y abundante de ellas, que ninguna de las otras tres partes del mundo, y estoy en que ella sola posehe tanta variedad de plantas, que juzgo iguala á las otras tres juntas, por su gran cantidad y abundancia de calor y humedad. La segunda causa es, para que leyendo la luz con que me he gobernado no duden de su seguridad en la graduacion, y puedo asegurar, /rar, que lo que aqui pongo es lo que yo he practicado con sumo cuidado, y es solo [p. 17]
  • 66. - 22 - lo muy breve, y compendioso, que se puede decir, dejando dilaciones en la pluma, asi por no ser molesto al lector, como por no referir los que otros mas lacta, y eruditamente han escrito de esta materia, que es mucho y muy bien fundado en la parte Tholisica, que pertenece en la filosofia á lo vejetable; y como nunca faltan censores de libros (á veces sin estar diputados para ello, de los magistrados ó monarquias,) y sucede que sin leerlo con la atencion devida, por un solo punto en que su corto ingenio ó estudio no alcanza la razon lo arrojan de la mano, y comienza á cargarle de censuras; y esto es ordinaria flaqueza de aquellos poco amigos de ver libros de genios inquietos y bulliciosos, á modo de ciertos peces de las aguas, que su genio es ponerse en las corrientes y turbulencias suyas para dár sobre sus compañeros con gran velocidad, tragando al pequeño, que su maliciosa boca puede tragar; tirando á este la tarascada, al otro el gienchonazo, y en fin turbando la caridad, y quietud de sus hermanos, y lo que mas es, impidiendo su aumento y multiplico, por que quitan su sosiego. ¡Ordinaria causa de abortos y destruccion de toda generación, y Monarquia!!! ADVERTENCIAS PARA EL USO DE LAS PLANTAS. Porque muchos que no son péritos, ó exercitados en el uso de las plantas se hallan congojados en no hallando en todas las recetas las cantidades y proporciones, asi de la materia de las yerbas, ó palos, como de la cantidad de agua, ó licor en que se cuesen ó mezclan. Digo, que reparen la graduacion suya, y su propiedad, que en cada una se dice, y viendo la primera receta, que de ordinario tiene señaladas cantidades puede gobernarse rata por cantidad, segun el sujeto que la hade recibir, con proporcionar y regular su docis. Cuando se dice en /en infu-[p. 18]
  • 67. - 23 - sion se echa doble cantidad de la materia, que cuando se dice en sustancia. Infusion: es infundir en algun licor caliente, como agua, vino, ó aceite alguna cosa, y es en dos maneras. La primera es: estando el licor hirviendo echar la materia y apartando del fuego taparlo muy bien, hasta que se enfrie, ó el tiempo que pide cada cosa. El segundo modo es: estando el licor caliente, y apartado del fuego echar la materia, y puesto sobre ceniza caliente por algunas horas, removiendolo de cuando en cuando, sacar sin ebullicion alguna su sustancia, á fin de ser muy sutil y evaporarse. Hay algunos simples que piden leve cocimiento, cual es el Sén, la Borraja, el Culantrillo, la lengua servina, el Mechoacán, y otros de semejantes cualidades; porque de darles mucho cocimiento, no solo surten efecto; pero hasen lo opuesto por sacar partes terreas, ó viscosas, que embotan y cierran la puerta á sus virtudes primarias, por haberse evaporado por el vapor de la ebullicion las partes sútiles. Las cosas leñosas y densas, no solo piden cocimiento, sino que piden estar de remojo ántes 24 horas, ó á lo menos 12, y cocimiento de consumption de la mitad del licor. Las flores y yerbas de partes muy sútiles, solo piden remojo de agua caliente, como el Canchalagüa, Toro-caá, y Poleo. &c.
  • 68. - 24 - EXPLICACION DE LOS VOCABLOS DE ESTA OBRA por el orden de A. B. C., que por escusar circunloquios explicandólos, se ponen al principio de ella lo que significan, y asi topandolas en el cuerpo se vengan á este Indice para saber lo que significan. A. Achoras: Tiña humeda, 1ª especie de lepra. Acerbo: se dice lo muy aspero al gusto. Acetabulo: medida pequeña, como salcerita, dado que significa otras cosas. Acrimonio: la agudeza. Astriccion: el acto de apretar y cerrar los poros. Agil: por lo ligero. Agres /Agreste: por lo salvaje. Alopecia: espalambrera que viene con postillas. Aluminoso: lo que posehe natura de alumbre. Albarazos: son manchas blancas, ó pardiscas en la piel. Amuzca: la borra á héz del aceite, y lo que queda de las aceitunas despues de exprimidas. Antidoto: es medicina contra veneno. Apoxima: Xarave sútil y claro. Argema: nuve de los ojos. Aromatico: lo que de sí dá buen olor. Austero: lo aspero al gusto medio cremente. B. Balaustria: por las flores y frutos tiernos, ántes de apartarse Barbarismo: por la toz camanera [sic] de hablar. Bulboso: todo lo que tiene raiz cebollada. [p. 19]