2. El cadáver de un condenado a muerte era propiedad del Estado
romano, y sus representantes podían disponer de él según su
voluntad. Así pues, Pilatos era el único que podía autorizar
que Jesús recibiera sepultura. Por otra parte, la Ley judía
ordenaba que el cadáver de un ajusticiado recibiera sepultura
el mismo día de su muerte. Era intolerable que quedara en la
cruz e insepulto. La tierra quedaría profanada: “Lo enterrarás
(a un ejecutado) el mismo día, porque un colgado es una
maldición de Dios” (Deuteronomio 21,23). El gobernador
respeta la normativa judía de no dejar sin sepultura a los
cadáveres que cuelgan de las cruces y accede a la petición de
las autoridades de Israel: previa aceleración de su muerte, los
tres crucificados del Gólgota serán retirados de las cruces y
enterrados (Juan 19, 31).
3. ¿Quién se ocupó de desclavar y enterrar a los dos criminales
crucificados con Jesús? ¿Fueron los verdugos no judíos a
sueldo de la administración romana, o tal vez los mismos
soldados que los habían crucificado? Difícilmente podían ser
judíos piadosos, pues el hecho de entrar en contacto físico con
un cadáver habría provocado que cayeran en un estado de
impureza ritual, y eso les habría impedido celebrar la cena
pascual. Más bien, pues, fue la administración romana la que se
ocupó de dar sepultura anónima a los dos hombres crucificados
con Jesús en uno de los numerosos agujeros que ofrecía la roca,
abundante en la zona del Gólgota, donde en tiempos pasados
había habido una cantera. Nótese, además, que la zona del
Gólgota se encuentra a más de 25 m de las murallas de
Jerusalén, y, por tanto, la distancia era suficiente para que,
según Ley judía (Misná, tratado Babá Batrá 2.9), se pudieran
llevar a cabo entierros.
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7. En primer lugar, si es cierta la información de Marcos 15,34,
según la cual “entra” para ver a Pilatos, eso significa que
incurre en una estado de impureza ritual, lo que le impediría
celebrar la Pascua aquella noche. Juan 19,38 se limita a decir
que “pidió a Pilatos autorización para retirar el cuerpo de
Jesús” de la cruz. Ahora bien, difícilmente una gestión tan
delicada como está se habría podido hacer exigiendo a Pilatos
que saliera de su casa y que recibiera al demandante fuera del
pretorio. También se puede suponer que José era un hombre
considerado y que tenía buenas relaciones con el gobernador,
por lo que Pilatos no lo habría obligado a transgredir la Ley
Judía.
En segundo lugar, pidiendo el cuerpo de Jesús, José se
compromete ante Pilatos como persona próxima a un hombre
que ha sido condenado como elemento peligroso para la
seguridad del imperio.
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11. Es más que probable que, cuando José va buscar la
autorización de Pilatos, éste, accediendo a la petición de las
autoridades judías, ya haya dado la orden de que, antes de la
puesta del sol, se acelere la muerte de los crucificados
rompiéndoles las piernas para que puedan ser enterrados el
mismo día (Juan 19, 31.38). En efecto, según Marcos 15, 44-45,
Pilatos no autoriza la petición de José hasta que el centurión le
informa de que Jesús está realmente muerto.
Con el permiso concedido, José de Arimatea vuelve al
Gólgota con una sábana que “había comprado”-no se dice
cuándo (Marcos 15, 46)- y que, por tanto, era nueva.
Mientras tanto, el costado de Jesús ya muerto, ha sido
atravesado por la lanzada y se ha abierto la última herida,
seguramente la más grande.
12. Desclavar el cadáver de un crucificado y bajarlo de la cruz no
es una operación simple que pueda hacer un solo hombre. Es
probable que José –un hombre de posición social acomodada-
esté acompañada de algunos criados que han traído las
herramientas necesarias para llevar a cabo dicha operación, y
que él se implique activamente. De hecho, tanto Marcos
(15,46), seguido por Mateo (27,59) y Lucas (23, 53), como
Juan (19, 38) hacen de José el responsable directo del
descendimiento de Jesús en la cruz. Según Juan 19,39,
también se presentan en el Gólgota Nicodemo –otro
personaje influyente que pertenece al grupo fariseo y que
también es simpatizante del Maestro-, con cien libras de
especies aromáticas. Nicodemo parece tomar parte, al lado
de José de Arimatea, en el descendimiento de Jesús en la
cruz.
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14. En cambio, de las mujeres, entre
las que hay, según Juan 19,25, la
madre de Jesús, no se dice que
intervengan activamente en la
operación del descendimiento
del cuerpo ni que colaboren en el
acto de darle sepultura. Según
Marcos 15,47 se limitan a
“fijarse” –contemplar de cerca- lo
que pasa. El cuerpo muerto de
Jesús es el centro de su atención
y de su compasión.
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16. Por otro lado, Jesús ha muerto crucificado, y uno que cuelga
en la cruz es, según la Ley judía, un “maldito de Dios”. Por
esta razón, hay una mezcla de pena profunda y la vergüenza
por todo lo que ha ocurrido. Los lamentos y las lágrimas
quedan ahogados ante aquella muerte terrible: sólo hay
espacio para la ternura y el silencio.
17. Cristo no se quedo en el
sepulcro sino que RESUCITO