Despedida de Londres
- 1.
DESPEDIDA DE LONDRES
Personas que hablan en ella:
ANA LETICIA Vivas, joven reina, esposa del rey de Europa
HONORIO, filósofo de la corte del reino del Dorado
BALIN, lacayo de Honorio.
LUCINDA, criada de Ana Leticia
LUGAR: Aeropuerto Heathrow
ACTO ÚNICO
[En el aeropuerto Heathrow, Londres]
Sale Honorio
HONORIO: Heme aquí, ser desdichado,
en estas de Londres las puertas
después de aquí haber hallado
la vida que mi alma, antes muerta
buscaba ya sin buscar
soñaba ya sin creer cierta.
¡Qué sea la vida tan cruel,
una suerte, una ruleta…
Sale Balín
BALÍN: ¡más cruel es mi vida, señor,
cargándote las maletas!
HONORIO: No es nada ese peso, Balín,
comparado con mi dolor:
saber que en Londres se queda
Ana Leticia, mi amor,
y que no volveré a sentir
en mi boca su sabor
ni en mi alma el verde del mar
que en esos sus ojos hallara
ni en dentro de estas mi manos
ese par de…
- 2. BALÍN: ¡señor, para,
que ya las manos me sudan
y si vuestra merced repara
hombre soy de imaginación
y voy a tirar las maletas
mojado de vuestra pasión!
El punto está entendido
no debéis decir más vos
¡agradezco el peso que cargo
y del vuestro me libre Dios!
HONORIO: Gracias lacayo y amigo
que acompañándome a Londres
de tanto has sido testigo.
tú viste cuando encargado
del rey del Dorado, conmigo
llegaste al magno palacio
del gran rey de toda la Europa
donde la ciencia que hago
vine a mostrar como copa
ganada tras gran esfuerzo
que aunque sea pobre la ropa
esto es, sabes, lo que pienso
el saber y el actuar del hombre
no han de faltar, pues que el lienzo
se acaba y el lujo en el aire
se esfuma como el incienso
mas dura por siempre el alma
con cuanto haya cosechado
BALÍN: alabo ese vuestro juicio
que al rey tenía admirado
y luego a su joven esposa
que tan pronto había llegado
en vos puso atención sin par
y vos en ella, señor
creyendo disimular
pusisteis más atención
que un santo varón a un altar
HONORIO: ¿qué maravilla ha de ser
Balín, amigo querido,
si ese fue el parecer
de mi alma desde un inicio,
idolatrar a esta mujer?
Ana Leticia, ¿por qué
- 3. te había de hallar casada
para así encontrar también
mi mortal encrucijada?
¡Perdóname, yo te pido
si al ver el riesgo acechando
de poderoso marido
me dio por mejor hacer
mentir como te he mentido!
BALÍN: Señor, que apuraros debo
y en vuestro delirio me cuelo
pues ha anunciado el parlante
que pronto está nuestro vuelo.
HONORIO: Hasta siempre, amada, y perdona
una vez más, si he abierto
en tu pecho una herida profunda
confesando lo que no es cierto:
que esposa ha de hallarme, esperando
allá en mi querido Dorado
¿no véis que tragedia y sangre
con ello os he evitado?
pues herida aun más profunda
habríais vos recibido:
¡la del acero terrible
de vuestro señor marido!
Antes, entonces, que él sepa
la pasión que abrasa nuestra alma
apagándola con vuestro odio
tormenta he trocado en calma
aunque ello me implique perder
mi ilusión más grande y querida
con tal que con vida, mi amor,
sigáis!
Salen Ana Leticia y Lucinda
ANA LETICIA: ¿A esto llamas “vida”?
¡vil, embustero, canalla!
HONORIO: ¡Señora! ¿Qué hacéis vos aquí?
BALÍN: ¡Señor, nuestro vuelo…
ANA LETICIA Y HONORIO (a Balín): ¡Calla!
BALÍN (aparte): no vuelvo a decir palabra
¡allá que estos dos se maten!
- 4. ANA LETICIA (a Honorio): ¡Responded! ¿puede acaso haber vida
en un corazón que late?
¡No, si no encuentra un sentido!
Y así dejábais el mío
mintiendo que habías mentido
haciéndome creer que era falsa
mi más sagrada verdad:
la del amor que soñé,
desde muy temprana edad
y que en tus brazos, segura
estuve de al fin encontrar.
¡Cobarde, eso creo yo
que fuiste al “salvar” mi vida!
¿quizás queréis disfrazar
con palabras tan floridas
el miedo a perder la vuestra?
HONORIO: Duras palabras, señora,
de vuestros labios me llegan
Demostrarte es menester
que vuestras razones niegan
lo que vuestro corazón
dispuesto está a creer:
que os amo con tanta pasión
que si a eso estáis vos dispuesta
se vaya al diablo mi avión
¡mi vida y mi muerte son vuestras!
BALÍN (aparte): ¡Dios mío, es capaz mi amo
de tan grandes cantaletas…
¡No fuera tal si tuviera
que cargar él sus maletas!
HONORIO: ¿Qué decís vos, siervo infiel?
BALÍN: ¿Yo? Nada, me preguntaba:
(dirigiéndose a Ana Lucrecia)
permitiendo Su Majestad
¿cómo supisteis, señora
que no te decía verdad
mi señor?
HONORIO: ¡yo necedad
no encuentro en esta pregunta,
pues solo el saber de mi engaño
os pudo traer hasta aquí!
¿podéis responder, oh señora,
lo que os pregunta Balín?
- 5. ANA LETICIA: Pues puedo, mas creo yo
que hay alguien más indicado
¡Lucinda, venid aquí!
contad lo que me has contado
LUCINDA: (se acerca tímidamente)
¿Será menester, señora?
ANA LETICIA: No te expondría, si no,
que en irse este hombre ahora (dirigiéndose a Balín)
también contra ti hay afrenta
HONORIO: ¿Qué tiene que ver Balín?
ANA LETICIA: Qué tiene, Lucinda, ¡cuenta!
LUCINDA: (dirigiéndose a Honorio)
Pues señor, que ha sido él
quien la verdad me ha contado...
HONORIO: ¿Él te contó de mis planes?
(a Balín)
¡Rufián, después que he confiado
en ti como en un hermano!
BALÍN: ¡Señor, os juro que yo
ni una palabra he soltado!
HONORIO: ¿Decís que ella miente, entonces?
BALÍN: La conclusión tú la has dado…
ANA LETICIA: No tan rápido, bribones,
explicación hay mejor
(dirigiéndose a Lucinda)
¡Mujer, dila ya por fin!
LUCINDA: (a Balín)
Hablas dormido, señor...
HONORIO: ¿Dormido te contó todo?
¿Es decir que él en tu cama…?
ANA LETICIA: En detalles no hemos de entrar
cuando el honor de una dama
se encuentra súbito en juego
¡y más aun cuando un hijo
podría venir de aquel fuego!
HONORIO: (a Balín)
¿Y así aceptaste sin más
venir conmigo, bribón?
BALÍN: Señor, fue todo tan pronto...
ANA LETICIA:
¿Y ahora con qué atribución
ve tronco en el ojo ajeno
quien abandonó a su amor?
- 6. HONORIO: (tomando la mano de Ana Leticia y arrodillándose)
¡Tenéis razón, oh señora,
perdóname, por favor,
y acaba ya de una vez
tu vocación de reclamo
sabiendo cuánto te amo
jamás te abandonaré!
ANA LETICIA: (tomando la mano de Honorio entre las suyas)
Te perdono, amor de mi vida
si esa promesa que has hecho
has de cumplir sin temores
HONORIO: El corazón que en mi pecho
solo por ti vive y late
te lo promete, mi amor
(se levanta y besa largamente a Ana Leticia)
BALÍN: (aclarando su garganta)
jm jm… Señora… Señor…
HONORIO: ¿Y ahora qué queréis vos?
BALÍN: Yo solo vivir, nada más,
lo cual si seguimos aquí
será solo un sueño fugaz
pues he comenzado a advertir
que los pocos que vienen a esta hora
reconocen de a poco a su reina
con la luz de la nueva aurora
y con ojos de asombro absoluto
os han visto besarla, señor
ANA LETICIA: (cubriéndose la cabeza con un pañuelo y poniéndose gafas oscuras)
¡Agradezco tu aviso, Balín!
HONORIO: Y yo. Aunque creo mejor
decidir cuanto antes qué hacer.
(Se lleva a Ana Leticia aparte)
Amor, dime ahora, sincera:
¿el reino que te vio nacer
y el trono que sobre él ostentas
a dejar estarías dispuesta?
Si así es, el Dorado, mi tierra
te hallará con los brazos abiertos:
un país empapado de vida,
selva, playa y mis Andes, despiertos.
No hay allá poderío y riqueza
como acá en tu Europa, es cierto,
no high tech militar, no conquistas
- 7. mas tampoco y quizás por lo mismo
no esquizoides y no terroristas.
ANA LETICIA: Es decir, dices tú, el paraíso…
HONORIO: Pues tampoco, mi amor, hay problemas
hay corruptos y mil ladronzuelos
hay pobreza y riqueza, extremas
pero allá aún no olvidamos del todo
el valor de las cosas pequeñas:
el calor de la gente, un abrazo,
el sonido del mar, las estrellas
ANA LETICIA: Que no crea yo en cuentos de hadas
como en este que ahora contáis
con sus miles de golpes y palos
me ha enseñado la vida demáis
¿Mas yo cómo, a vos, amor mío,
estos cuentos no habría de creer
si una noche con polvo de hadas
a la luna me hicísteis volver?
Yo os creo y os sigo, sin dudas,
¡vamos pues, a ese vuestro Dorado!
HONORIO: ¿Cierto habláis, oh, mi reina divina?
¡soy el hombre más afortunado!
¡Ea, Balín, acercaos bien presto!
BALÍN: ¡Sí, señor!
(aparte): ¡A otro cambio de planes
ya me empieza a oler todo esto!
HONORIO: Dejad ya de hablar entre dientes
y apuraos a hacer cuanto digo:
busca y compra otros más dos boletos
que la Reina se viene conmigo!
BALÍN: ¿Por qué dos? Que si no cuento mal
una reina resulta solo una
ANA LETICIA: ¿Y olvidáis a Lucinda, Balín?
BALÍN: ¿Se viene ella también, por fortuna?
ANA LETICIA: Si conmigo ella está desde siempre
fiel sirvienta y más, confidente
no iba yo aquí a dejarla, tan sola
BALÍN: ¡No está sola, hay aquí tanta gente!
HONORIO: ¡Buen amigo, ahora tendrás esposa
ya, callad, y dejad las rabietas!
BALÍN: ¿Qué habré yo de cargar con esposa?
¡Y quejábame de las maletas!
HONORIO: Pues en eso debisteis pensar
- 8. antes de pernoctar en su lecho
¡ahora vete a comprar los boletos!
BALÍN: Pues ya nada, que a lo hecho, pecho
(vase)
ANA LETICIA: Hey, Lucinda, venid, apuraos
comunícote ahora una nueva:
a vivir al Dorado nos vamos
que he entendido que incluso una cueva
mejor es que el más fastuo palacio
si el amado ha de encontrarse en ella
Decid vos, buena amiga: ¿este cambio
causa en vos desazón o querella?
LUCINDA: Mi señora, tal mal sentimiento
imposible es que aflore en mi ser
con respecto a cualquier sacrificio
que por vos yo tuviera que hacer.
Mas pregunta hay que aflora al momento:
¿no es posible que el rey del Dorado
os prohíba pisar sus dominios
al sentir de tu rey, el enfado?
ANA LETICIA :
¡Es verdad, no lo había pensado!
¿Qué decís, amor mío, de esto?
HONORIO: Pierde amada, cuidado, contesto
que aunque tenga tu EX rey, poderío
tiene fuerza y principios, el mío
y os dará en nuestra patria, entrada.
No sería, además, vez primera:
¿no es acaso en nuestra embajada
que Assange se refugia hasta ahora
de su tan poderosa redada?
BALÍN: ¡Mi señor, tengo ya los boletos!
HONORIO: Vamos pues, que el tiempo apremia
corre amor, no te importe el final
ANA LETICIA: ¡No me importa, yo iría contigo
aunque cause otra guerra mundial!
(Vanse)