Tema 10. Dinámica y funciones de la Atmosfera 2024
Notas de Elena | Lección 9 | Palabras de verdad | Escuela Sabática
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I Trimestre de 2015
Proverbios
Notas de Elena G. de White
Lección 9
28 de febrero 2015
Palabras de verdad:
Sábado 21 de febrero
Somos responsables tan solo por la luz que brilla sobre nosotros. Los
mandamientos de Dios y el testimonio de Jesús nos están probando. Si so-
mos fieles y obedientes. Dios se deleitará en nosotros, y nos bendecirá co-
mo su pueblo escogido y peculiar. Cuando la fe y el amor perfectos y la
obediencia abunden y obren en el corazón de los que siguen a Cristo, éstos
ejercerán una poderosa influencia. Difundirán una luz que disipará las ti-
nieblas circundantes, retinará y elevará a todos los que caigan dentro de la
esfera de su influencia, e impartirá un conocimiento de la verdad a todos los
que estén dispuestos a ser iluminados y a seguir en la humilde senda de la
obediencia (Joyas de ¡os testimonios, t. 1, p. 285).
Insto a todos los que pretenden creer la verdad presente que practiquen
esa verdad. Si lo hacen tendrán una influencia más fuerte y poderosa para el
bien. El mundo verá que el amor expresado por los creyentes es el principio
central y controlador en los seguidores de Cristo. Un amor como el de Cris-
to une corazón con corazón. La verdad atrae a los hombres entre si. Intro-
duce armonía y unidad en todos los que tienen una fe ferviente y viva en el
Salvador. Es el plan de Cristo que aquellos que creen en él se desarrollen y
lleguen a ser fuertes al unirse el uno con el otro. Todos los que trabajan
abnegadamente en el servicio del Maestro llevan al mundo credenciales que
atestiguan que Dios envió a su Hijo a esta tierra (Alza tus ojos, p. 102).
Domingo 22 de febrero: El conocimiento de la verdad
... No hay nada tan ennoblecedor y vigorizador como un estudio de los
grandes temas que conciernen a nuestra vida eterna. Procuren los jóvenes
comprender estas verdades dadas por Dios, y su mente se expandirá y se
fortalecerá con el esfuerzo. Pondrá a todo alumno que sea hacedor de la
Palabra en un campo más amplio de pensamiento, y le asegurará una rique-
za imperecedera de conocimiento.
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La ignorancia que ahora aflige al mundo acerca de los requerimientos de
la ley de Dios, es el resultado de haber descuidado el estudio de las Escritu-
ras. Es plan estudiado de Satanás absorber y engolfar la mente de tal mane-
ra que el gran Libro guía de Dios no sea considerado como el Libro de los
libros, y que el pecador no sea desviado de la senda de la transgresión a la
de la obediencia (Consejos para los maestros, p. 427).
Es nuestro privilegio elevarnos más y más en busca de revelaciones más
claras del carácter de Dios. Cuando Moisés oró diciendo: "Ruégote que me
muestres tu gloria", el Señor no le desatendió, sino que le concedió lo que
le pedía. Dios declaró a su siervo: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu
rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti" (Éxodo 33:18,19).
El pecado entenebrece nuestras mentes y ofusca nuestras percepciones.
Cuando el pecado es eliminado de nuestro corazón, la luz del conocimiento
de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, que ilumina su Palabra y es re-
flejada por la naturaleza, declarará en forma más y más cabal que Dios es
"misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y ver-
dad" (Éxodo 34:6).
En su luz veremos luz, hasta que la mente, el corazón y el alma estén
transformados a la imagen de su santidad.
Para quienes así se afirman en las divinas seguridades de la Palabra de
Dios, hay maravillosas posibilidades. Ante ellos se extienden vastos cam-
pos de verdad, vastos recursos de poder. Cosas gloriosas serán reveladas.
Se les manifestarán privilegios y deberes que no sospechaban en la Biblia.
Cuantos anden por el sendero de la humilde obediencia, cumpliendo el pro-
pósito de Dios, sabrán más y más de los oráculos divinos.
Tome el estudiante la Biblia por su guía, permanezca firme en los prin-
cipios, y entonces podrá aspirar a alcanzar cualquier altura. Todas las filo-
sofías de la naturaleza humana han venido a parar en confusión y vergüen-
za, siempre que no han reconocido a Dios como el todo en todo. Pero la
preciosa fe inspirada por Dios comunica fuerza y nobleza de carácter. Al
espaciarse en su bondad, su misericordia y su amor, la percepción de la
verdad será cada vez más clara; el deseo de la pureza de corazón y de la
claridad de pensamiento será también más elevado y santo. Al morar el
alma en la atmósfera pura del pensamiento santo, se transforma por su co-
munión con Dios mediante el estudio de su Palabra. La verdad es tan am-
plia, de tanto alcance, tan profunda y tan ancha, que el hombre se anonada.
El corazón se enternece y se rinde a la humildad, la bondad y el amor.
Las facultades naturales también se amplían como resultado de la santa
obediencia. Por el estudio de la Palabra de vida los que a él se dedican ve-
rán sus mentes dilatarse, elevarse y ennoblecerse. Si, a semejanza de Da-
niel, son oidores y hacedores de la Palabra de Dios, adelantarán como él
adelantó en todos los ramos del saber. Siendo de limpio entendimiento,
llegarán a ser hombres de vigorosa inteligencia. Todas las facultades inte-
lectuales se avivarán. Podrán educarse y disciplinarse de tal manera, que
cuantos entren en la esfera de su influencia verán lo que puede ser y hacer
el hombre cuando se relaciona con el Dios de sabiduría y poder (El ministe-
rio de curación, pp. 370, 371).
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Lunes 23 de febrero: Robar al pobre
Todo despilfarro debe ser suprimido de nuestra vida; porque el tiempo
que tenemos para trabajar es corto. En derredor nuestro, vemos necesidades
y padecimientos. Hay familias que necesitan alimentos, pequeñuelos que
lloran por pan. Las casas de los pobres carecen de los debidos muebles y
ropa de cama. Muchos de ellos viven en tugurios, casi completamente pri-
vados de las cosas necesarias. El clamor de los pobres llega al cielo. Dios
ve y oye. Pero muchos se glorifican a sí mismos. Mientras que sus seme-
jan¬tes pasan hambre y miseria, gastan mucho en sus mesas y comen más
de lo necesario. ¡Qué cuenta tendrán que dar pronto los hom¬bres por el
uso egoísta del dinero de Dios! Los que desprecian las medidas que Dios
dispuso para los pobres, encontrarán que no solo robaron a sus semejantes,
sino también a Dios y malversaron sus bienes (Joyas de los testimonios, t.
3, p. 36; Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 385).
No cabe la menor duda acerca de los pobres del Señor. Se les debe ayu-
dar en todos los casos en que ello sea para su beneficio.
Dios quiere que su pueblo revele a un mundo pecaminoso que no lo ha
dejado perecer. Debemos esmerarnos en ayudar a aquellos que por causa de
la verdad son expulsados de sus casas y obligados a sufrir. Cada vez más,
habrá necesidad de corazones grandes y generosos, que, llenos de abnega-
ción, se encarguen de esas personas a quienes el Señor ama. Los pobres que
haya entre el pueblo de Dios no deben ser dejados sin que sus necesidades
sean suplidas. Debe hallarse alguna manera por la cual puedan ganarse la
vida. A algunos será necesario enseñarles a trabajar. Otros que trabajan
arduamente y se ven recargados hasta lo sumo para sostener sus familias,
necesitarán auxilio especial. Debemos interesarnos en esos casos, y ayudar-
les a conseguir empleo. Debe haber un fondo para ayudar a estas familias
pobres dignas, que aman a Dios y guardan sus mandamientos.
Debe ejercerse cautela para que los recursos que se necesitan para esta
obra no sean desviados hacia otros fines. Auxiliar a los pobres que, por
observar los mandamientos de Dios, se ven reducidos a padecer necesidad,
es cosa muy diferente de lo que sería dejarlos en el abandono para ayudar a
personas blasfemas que pisoteen los mandamientos de Dios. Y Dios ve la
diferencia. Los observadores del sábado no deben pasar por alto a los do-
lientes y menesterosos del Señor, para asumir la carga de sostener a aque-
llos que continúan transgrediendo la ley de Dios, a aquellos que se han
acostumbrado a esperar ayuda de cualquiera que los quiera sostener. Esta
no es la debida clase de obra misionera. No está en armonía con el plan de
Dios.
Donde quiera que se establezca una iglesia, sus miembros deben hacer
una obra fiel por los creyentes menesterosos. Pero no deben cesar con esto.
Deben ayudar también a otros, sin tener en cuenta su fe. Como resultado de
un esfuerzo tal, algunos de éstos recibirán las verdades especiales para este
tiempo (Joyas de los testimonios, t. 2, pp. 507, 508; Testimonios para la
iglesia, t. 6, p. 272).
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Martes 24 de febrero: Celosos de los impíos
... Cuando el pródigo vino al hogar, "su hijo el mayor estaba en el cam-
po; el cual como vino, y llegó cerca de casa, oyó la sinfonía y las danzas; y
llamando a uno de los criados, preguntóle qué era aquello. Y él le dijo: Tu
hermano ha venido; y tu padre ha muerto el becerro grueso, por haberle
recibido salvo. Entonces se enojó, y no quería entrar". Este hermano mayor
no había compartido la ansiedad y los desvelos de su padre por el que esta-
ba perdido. No participa, por lo tanto, del gozo del padre por el regreso del
extraviado. Los cantos de regocijo no encienden ninguna alegría en su co-
razón. Inquiere de uno de los siervos la razón de la fiesta, y la respuesta
excita sus celos. No irá a dar la bienvenida a sus hermano perdido. Consi-
dera como un insulto a su persona el favor mostrado al pródigo. Cuando el
padre sale a reconvenirlo, se revelan el orgullo y la malignidad de su natu-
raleza. Presenta su propia vida en la casa de sus padre como una rutina de
servicio no recompensado, y coloca entonces en mezquino contraste el fa-
vor manifestado al hijo recién llegado. Aclara el hecho de que su propio
servicio ha sido el de un siervo más bien que el de un hijo. Cuando hubiera
debido hallar gozo perdurable en la presencia de su padre, su mente descan-
saba en el provecho que provendría de su vida prudente. Sus palabras reve-
lan que por esto él se ha privado de los placeres del pecado. Ahora si este
hermano ha de compartir los dones de su padre, el hijo mayor se considera
agraviado. Envidia el favor mostrado a su hermano. Demuestra claramente
que si él hubiese estado en lugar de su padre, no hubiera recibido al pródi-
go. Ni aun lo reconoce como a un hermano, sino que habla fríamente de él
como "tu hijo".
No obstante, el padre arguye tiernamente con él. "Hijo -dice- tú siempre
estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas". A través de todos estos años
de la vida perdida de tu hermano, ¿no has tenido el privilegio de gozar de
mi compañía?
Todas las cosas que podían contribuir a la felicidad de sus hijos estaban
a su entera disposición. El hijo no necesitaba preocuparse de dones o re-
compensas. "Todas mis cosas son tuyas". Necesitas solamente creer en mi
amor, y tomar los dones que se te otorgan liberalmente.
Un hijo se había ido por algún tiempo de la casa, no discerniendo el
amor del padre. Pero ahora ha vuelto, y una corriente de gozo hace desapa-
recer todo pensamiento de desasosiego. "Este tu hermano muerto era, y ha
revivido; habíase perdido, y es hallado". ¿Se logró que el hermano mayor
viera su propio espíritu vil y desagradecido? ¿Llegó a ver que aunque su
hermano había obrado perversamente, era todavía su hermano? ¿Se arrepin-
tió el hermano mayor de sus celos y de la dureza de sus corazón? Concer-
niente a esto. Cristo guardó silencio. Porque la parábola todavía se estaba
desarrollando, y a sus oyentes les tocaba determinar cuál seria el resultado.
El hijo mayor representaba a los impenitentes judíos del tiempo de Cris-
to, y también a los fariseos de todas las épocas que miran con desprecio a
los que consideran como publícanos y pecadores. Por cuanto ellos mismos
no han ido a los grandes excesos en el vicio, están llenos de justicia propia.
Cristo hizo frente a esos hombres cavilosos en su propio terreno. Como el
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hijo mayor de la parábola, tenían privilegios especiales otorgados por Dios.
Decían ser hijos en la casa de Dios, pero tenían el espíritu del mercenario.
Trabajaban no por amor, sino por la esperanza de la recompensa. A su jui-
cio. Dios era un patrón exigente. Veían que Cristo invitaba a los publícanos
y pecadores a recibir libremente el don de su gracia -el don que los rabinos
esperaban conseguir solo mediante obra laboriosa y penitencia- y se ofen-
dían. El regreso del pródigo, que llenaba de gozo el corazón del Padre, so-
lamente los incitaba a los celos (Palabras de vida del Gran Maestro, pp.
163-165).
Miércoles 25 de febrero: Lo que ponemos en nuestra boca
Le ruego que vea este asunto tal como es realmente. Cuando usted se
una con aquellos que desprecian a Dios para beber cerveza, vino o bebidas
más fuertes, imagine que Jesús está frente a usted padeciendo de hambre
intensa para poder deshacer el poder de Satanás y hacer posible que el
hombre venza mediante él. Cuando esté usted levantando en alto el vaso de
cerveza espumante en compañía de los infieles que rechazan la verdad y
rehusan la salvación, recuerde que Jesús está allí, el mismo Jesús que usted
dice que es su Salvador, en quien está centrada su esperanza de vida eterna.
¡Oh, cómo puede, cómo puede usted ser tan débil en su percepción moral
que no ve la influencia que ejerce todo esto sobre usted y sobre los demás!
¡No cumple su cometido más solemne, y luego se queja de que lo persi-
guen! (Testimonios para la iglesia; t. 5, p. 481).
... Hay que mantener una conexión viva con el cielo, buscando tan a me-
nudo como lo hacía Daniel -tres veces al día- la gracia divina para resistir al
apetito y la pasión. Luchar contra el apetito y la pasión sin la ayuda del
poder divino será un fracaso; pero haga de Cristo su fortaleza y el lenguaje
de su alma será: "En todas estas cosas somos más que vencedores por me-
dio de aquel que nos amó". Dijo el apóstol Pablo: "Golpeo mi cuerpo, y lo
pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo
mismo venga a ser eliminado".
Que ninguno crea que puede vencer sin la ayuda de Dios. Usted debe te-
ner la energía, la fortaleza y el poder de una vida desarrollada en su interior.
Entonces llevará fruto para santidad y aborrecerá el vicio intensamente.
Usted necesita ejercer un constante esfuerzo para separarse de la mundana-
lidad, de la conversación barata, de todo lo sensual y elevarse a la nobleza
del alma y a un carácter puro y sin mancha. Su nombre puede guardarse tan
puro que llegue a estar desligado de cualquier cosa deshonesta o injusta,
que se le respete por todo lo bueno y lo puro, de tal forma que pueda estar
inscrito en el libro de la vida del Cordero, para ser inmortalizado entre los
santos ángeles (El ministerio médico, p. 188).
Cristo sabía que para poder llevar a cabo con éxito el plan de salvación,
debía comenzar la obra de redimir al hombre precisamente donde comenzó
la ruina. Adán cayó en el terreno del apetito.
Su primera prueba fue en el mismo punto donde Adán cayera. Mediante
la tentación dirigida al apetito Satanás había vencido a gran parte de la raza
humana, y su éxito le había hecho pensar que el dominio de este planeta
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caído estaba en sus manos. Pero en Cristo halló a alguien que podía resistir-
le, y dejó el campo de batalla como un enemigo vencido.
Muchos que profesan ser piadosos no investigan la razón del largo pe-
riodo de ayuno y sufrimiento de Cristo en el desierto. Su angustia no se
debió tanto a los tormentos del hambre como a su comprensión de los terri-
bles resultados, en la raza humana, de la complacencia del apetito y la pa-
sión. Sabía que el apetito sería el ídolo del hombre y lo induciría a olvidar a
Dios y que le estorbaría directamente el camino de su salvación.
Satanás fue derrotado en su intento de vencer a Cristo en el terreno del
apetito. Y allí en el desierto Cristo alcanzó una victoria en favor de la raza
humana en el terreno del apetito haciendo posible que en su nombre, en
toda ocasión futura, el hombre pudiese vencer la fuerza del apetito para su
propio provecho.
Nuestra única esperanza de recuperar el Edén es por medio de un firme
dominio propio. Si el apetito pervertido tenía un poder tan grande sobre la
humanidad, que, a fin de quebrantar su dominio, el divino Hijo de Dios
hubo de soportar un ayuno de casi seis semanas en favor del hombre, ¡qué
obra está delante del cristiano! Sin embargo, por grande que sea la lucha,
éste puede vencer. Con la ayuda del poder divino que soportó las más fieras
tentaciones que Satanás pudo inventar, él también puede ser completamente
victorioso en su guerra contra el mal, y finalmente podrá llevar la corona de
victoria en el reino de Dios (La temperancia, pp. 18, 19).
Jueves 26 de febrero: Nuestras responsabilidades
En vista de esto, ¿cuál es el deber del mensajero de la verdad? ¿Llegará
tal vez a la conclusión de que no se debe predicar la verdad, puesto que a
menudo no produce otro efecto que el de empujar a los hombres a burlar o
resistir sus exigencias? No; el hecho de que el testimonio de la Palabra de
Dios despierte oposición no le da motivo para callarlo, como no se lo dio a
los reformadores anteriores. La confesión de fe que hicieron los santos y los
mártires fue registrada para beneficio de las generaciones venideras. Los
ejemplos vivos de santidad y de perseverante integridad llegaron hasta no-
sotros para inspirar valor a los que son llamados ahora a actuar como testi-
gos de Dios. Recibieron gracia y verdad, no para sí solos, sino para que, por
intermedio de ellos, el conocimiento de Dios iluminase la tierra. ¿Ha dado
Dios luz a sus siervos en esta generación? En tal caso deben dejarla brillar
para el mundo. Antiguamente el Señor declaró a uno que hablaba en su
nombre: "La casa de Israel empero no querrá escucharte a ti, porque no
quieren escucharme a mí." Sin embargo, dijo: "Les hablarás mis palabras,
ora que oigan, ora que dejen de oír" (Ezequiel 3:7; 2:7, V.M.). Al siervo de
Dios en nuestros días se dirige la orden: "¡Eleva tu voz como trompeta!
¡declara a mi pueblo su transgresión, a la casa de Jacob sus pecados!"
En la medida de sus oportunidades, pesa sobre todo aquel que recibió la
verdad la misma solemne y terrible responsabilidad que pesara sobre el
profeta a quien el Señor dijo: "Hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya
a la casa de Israel; por tanto, oirás de mi boca la palabra, y les amonestarás
de mi parte" (Ezequiel 33:7, VM.)...