1. ANAXIMANDRO DE MILETO Y LA CIENCIA MODERNA
Juan Jacobo Ibarra S.
En la Antigua Grecia presocrática, vivió una de las cabezas en cuya aguda intuición se
albergaron atisbos de algunas ideas científicas contemporáneas, se trata de Anaximandro de
Mileto.
Vivió entre los siglos VI y V, antes de nuestra época y, como su maestro Tales, dedico sus
esfuerzos a hacer definitiva la ruptura con el pensamiento mítico-religioso desde el cuál se
había interpretado el mundo previamente. Su concepción del mundo fue, en la mejor
tradición de los naturalistas presocráticos, eminentemente materialista y significó un paso
adelante en el proceso de racionalización del mundo. Escribió un tratado, el primero en
prosa de la historia, llamado “Sobre la Naturaleza”, del cual no ha llegado hasta nosotros
sino un fragmento. También fue un reconocido astrónomo y llegó a predecir un eclipse y un
terremoto, datos transmitidos hasta nosotros por medio de los registros anecdóticos y
doxográficos contenidos en los escritos de los historiadores antiguos como Herodoto y
Diógenes Laercio, entre otros; textos que además exponen las ideas básicas del
pensamiento filosófico y científico de Anaximandro.
Las intuiciones espontáneas de Anaximandro resultan ingenuas y primitivas si las
comparamos con las ideas científicas proporcionadas hoy por la termodinámica, la
Cuántica, la Bioquímica, la genética, etc. pero tampoco existe un abismo infranqueable
entre las formas de dichos sistemas para ver el mundo, ya que el conocimiento consiste,
ante todo, en un proceso progresivo y continuamente aproximativo de la humanidad a la
verdad, en el que cada paso dado por cada individuo que conoce significa un nuevo eslabón
hacia la objetividad, aunque cada momento de ese conocimiento sea necesariamente
limitado e infinitamente susceptible de ser modificado. Como veremos, existe un espacio de
intersección entre las intuiciones de Anaximandro y algunas de las más sólidas ideas
científicas modernas, aunque la distancia que separe a ambas sea de más de un par de miles
de años en el tiempo. Es más que seguro que en la cabeza de Anaximandro jamás se
pudieran gestar teorías como las de hoy; las condiciones materiales de su periodo histórico
no lo permitían, ni el método científico se había desarrollado, ni se contaba con tecnologías
para una observación detallada de los determinados segmentos de la realidad que se
estudian, en fin. Pero la lejanísima distancia que separa a ambos pensamientos no sugiere
tampoco una inconmensurabilidad absoluta y tajante; así como la diferencia entre las
intuiciones de Anaximandro y el acervo científico moderno es evidente, también es
necesario reconocer ciertas relaciones de semejanza. A mi juicio, y si estas semejanzas
resultan tener un sustento lógico y no simplemente imaginativo, sugieren que el
conocimiento es, en últimas un solo proceso cuyo desarrollo se da en las sucesivas
generaciones de la humanidad que ocupan los diversos periodos de la historia. Un solo
2. proceso, porque es uno sólo el Universo que la Humanidad ha tratado de desentrañar desde
hace miles de años y que seguirá desentrañando en ese progreso prácticamente infinito.
A diferencia de Tales de Mileto, que identificó el principio constitutivo de todas las cosas o
arché con una sustancia en particular, el agua; Anaximandro usó lo ápeiron para designar lo
indefinido, lo indeterminado o lo infinito. To áperirón, servía para designar la causa
constitutiva y generadora de todo lo existente, una causa, creadora pero increada, que existe
en sí misma y que se extiende hacia lo múltiple a través del cíclico movimiento de sus
transformaciones perpetuas. Lo ápeirón ha existido perpetuamente y existirá perpetuamente
aunque en medio de dicho proceso se encuentren sucedidas infinitud de muertes y
nacimientos interrelacionados.
El concepto de lo apeirón sirve para no caer en la simplificación del universo como algo
compuesto por unos “últimos ladrillos”, o como por una sustancia primigenia como el falaz
átomo indivisible. La existencia del universo que se manifiesta en un infinito espectro de
formas, de las cuales nuestra galaxia, sistema solar, y planeta son sólo particularidades, no
puede reducirse, por tanto a ninguna manifestación particular de su existencia, aunque sólo
a través de dicha multiplicidad de formas sea. No obstante lo abstracto y oscuro de éste
término, es posible identificar en él el afán del pensamiento por crear una categoría para
abarcar todo lo existente sin reducirse a ninguna de sus manifestaciones particulares, ni
mucho menos individuales.
La incursión de la ciencia en la estructura subatómica de la materia da razón de que no
podemos adjudicarle sino un carácter inherentemente inagotable. Cuando éste tipo de
investigaciones y descubrimientos dieron al traste con la concepción de que el átomo era
indivisible, muchos científicos optaron por sacar la simple conclusión idealista de que la
materia había desaparecido. Pero no podemos adjudicar el concepto de materia a una de sus
teorías, sino a lo que Lenin llamó “una categoría filosófica para designar la realidad
objetiva dada al hombre en sus sensaciones, calcada, fotografiada y reflejada en nuestras
sensaciones y existente independientemente de ellas1
”. Así como el ápeiron servía en las
intuiciones de Anaximandro como elemento conceptual para designar lo infinito e
indeterminado; lo que no es agua, tierra, aire ni fuego pero que es su fundamento; el
concepto moderno de materia abarca todo sin caer en el reduccionismo de identificar ésta
categoría con una sustancia o una teoría determinada sobre la estructura de la materia.
Lenin sugería que : <<la “esencia” de las cosas o la “sustancia” también son relativas; no
expresan más que la profundización del conocimiento que el ser humano tiene de los
objetos, y si ésta profundización no fue ayer más allá del átomo o del electrón, el
materialismo dialéctico insiste en el carácter temporal, relativo, aproximado, de todos esos
jalones del conocimiento de la naturaleza por la ciencia humana en progreso. El electrón
1
Lenin, V.I., Materialismo y Empiriocriticismo.
3. es tan inagotable como el átomo, la naturaleza es infinita2
”>> Y, efectivamente, hoy se han
descubierto muchas más partículas subatómicas; hace menos de dos añosel bosón de Higgs,
cuya realidad había sido sólo hipotética por décadas, fue descubierto como una partícula
para comprender el funcionamiento de la realidad. La mecánica cuántica es, hace décadas
un instrumento probabilístico muy importante para la comprensión del universo micro-nivel
además de que constituye un importante núcleo de aplicaciones prácticas. Se descubren
sistemas planetarios, galaxias y se vislumbran posibilidades de existencia orgánica en
fronteras más allá de la vía láctea, así como agujeros negros y caóticos procesos de
violencia cósmica ante lo que nuestro entendimiento suele quedar perplejo. Sin embargo,
por infinita que sea la diversidad de formas de ser del Universo, todas están cobijadas por la
condición de ser realidades materiales concretas y objetivas, que existen por fuera e
independientemente de toda conciencia individual y colectiva.
Aunque pueda resultar ser una analogía, el concepto de ápeiron cumple la función lógica de
sintetizar la totalidad de formas existentes, siendo en sí misma una realidad indeterminada
que sirve a la vez para referirse a todas las realidades determinadas.
Por otro lado, si volvemos a las raíces etimológicas á/peirón, tenemos que significan, sin
perímetro, es decir, sin límite; un principio sin límite ni hacia el pasado, ni hacia el futuro.
“Anaximandro... dijo que el principio de las cosas es el ápeiron, pues a partir de él se
generan todas las cosas y en él todas perecen3
”. Esto podría sugerir un carácter cíclico y
unitario del universo; el Universo como totalidad dinámica, increada, sujeta al único
principio del movimiento (de las sucesivas muertes y nacimientos), en el cual toda
existencia finita perece y se transforma para reconstruir las condiciones del orden del
Universo. La primera Ley de la Termodinámica establece la unidad material del mundo
cuando dice que la energía no se crea ni se destruye, sino que sólo se transforma, de lo cual
se desprende la naturaleza increada de las cosas y su carácter infinito en cuanto a la
totalidad pero finito con respecto a la particularidad; ambas partes hacen parte del mismo y
único proceso que, aunque en estados cualitativamente diferentes, siempre vuelve de alguna
forma sobre sí mismo.
De aquí se desprende, que según Anaximandro, el Universo no consiste en un proceso de
simple retorno hacia sí mismo sino que plantea eso como principio de conservación para
asegurar su unidad pero agrega una característica necesaria a ese universo único: el cambio,
y el infinito movimiento desde y hacia lo indeterminado. Ese subsecuente desarrollo del
Universo pasa por diferentes estadios de su desarrollo, estados cualitativos que bien podrían
ser tomados, hasta cierto punto, como universos infinitos y diferentes. “No pensó
(Anaximandro) que cada cosa naciera de una sola, como Tales del agua, sino de sus
propios principios, y creyó que los principios de las cosas singulares eran infinitos y daban
2
Íbid
3
Aecio, I, III, III
4. origen a mundos innumerables y a cuantas cosas que en ellos nacen; y sostuvo que estos
mundos, ora se disuelven, ora nacen otra vez, según la edad a la que cada uno pudo
sobrevivir”45
También al indagarse sobre el origen de la especie humana, Anaximandro intuyó una de las
ideas más poderosas del conocimiento científico de todas las épocas: el origen del hombre a
partir de otras especies menos evolucionadas. Anaximandro dice que los primeros seres
vivientes nacieron en lo húmedo, rodeados por cortezas espinosas, pero al avanzar en
edad, se trasladaron a lo más seco, y al romperse la corteza, vivieron, durante un poco
tiempo, una vida distinta6
. A Anaximandro le habría o conocer a Darwin y aunque esto sólo
sea posible a través de la literatura tampoco estamos forzando la relación que establecemos
entre ambos pues, según Plutarco, Anaximandro “Dice además que el hombre,
originariamente, surgió de animales de otras especies7
” y según Censorino (S. III)
“Anaximandro de Mileto opinaba que del agua y la tierra calientes se originaron unos
peces o animales similares a peces: en éstos los hombres crecieron retenidos en su interior,
como si fueran fetos, hasta la pubertad; sólo entonces se rompieron aquéllos y surgieron
hombres y mujeres que ya podían alimentarse”8
. Aunque las intuiciones de Anaximandro
acerca del origen y evolución de las especies estuvieran aun distantes de los conocimientos
modernos acerca del origen y evolución de la multiplicidad de formas vivientes, el hecho
de sugerir un origen humano natural y como descendencia de organismos menos complejos
ya representa un pequeñísimo grano de verdad aportado por Anaximandro de Mileto al
infinito océano del conocimiento universal.
4
Agustín
6
(D-K 12 A 30) Aecio, V, 19, 4:
7
(D-K 12 A 10) Ps. Plutarco, Strom., 2:
8
(D-K 12 A 30) Censorino, 4, 7: