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SISTEMA EDUCATIVO FRÁNCES
MARCO SOCIO - NATURAL
“En nuestro país, el hombre y la tierra se poseen y no se abandonan; hay entre ellos un
legítimo matrimonio de por vida hasta la muerte. El Francés a desposado a Francia.”
Jules Michelet
Es difícil encontrar un pueblo más enamorado de su entorno físico, de su “hexágono”,
como cariñosamente lo denominan con la intención de expresar así la geográfica
perfección de su país. En el carácter de todo francés se encuentra la convicción de que
la geografía de Francia es algo único y privilegiado, “obra de la providencia”, como ya
decía Estrabón en la antigüedad o tierra de la armonía –“du milieu”- , como Ronsard
cantaba en la Edad Media.
Todavía hoy es frecuente encontrar, como razón profunda que explica muchos
rasgos del carácter francés y muchos logros de la historia de Francia, una alusión al suelo,
al paisaje, a la geografía. Así, puede leerse en un difundido manual escolar:
“A un cuando ocupa el 37 lugar (en el mundo) respecto a su superficie y el 13 lugar por el
número de sus habitantes…..”, Francia todavía tiene hoy un papel de primer plano en la
marcha de la civilización y de los acontecimientos mundiales. Sin hacer prueba de un
abusivo determinismo, parece justo buscar en parte las causas de esta superioridad en el
asombroso territorio en el que se ha radicado la nación francesa. Territorio notable por su
situación en el corazón de Europa occidental…, territorio emocionante por la variedad de
sus paisajes y de sus promesas”
Los colegiales franceses aprenden que su país son un combinado de sus ventajas
de los demás. Tiene altas montañas, pero el 60 por 100 de su suelo está a menos de 250
metros de altitud.
La realidad es que hoy día una lenta pero implacable tendencia a la baja
demográfica preocupa a las autoridades francesas mucho más que a las amenazas de
aumento. Como es bien sabido, se necesita una tasa mínima de 2.1 niños por mujeres en
edad de procrear para que la población pueda sencillamente irse renovando sin
aumento alguno. En Francia, dicha tasa apenas llega al 1.8 lo que significa que las
generaciones no se renuevan más allá de un 90 por 100 como medida, y que, por lo
tanto, se está camino de construir una sociedad con neto predominio de viejos y con una
escasa proporción de jóvenes menores de 20 años (inferior al 30 por 100, como en la
sufrida Francia de 1945).
Muy frecuentemente se ha hecho notar que, pese a la diversidad de las regiones
naturales que compone Francia y a la consiguiente diversidad de los pueblos que allí se
asientan, todos los franceses muestran rasgos comunes muy parecidos, hasta el punto de
que, más de bretones, normados, provenzales, etc.… sean y se sientan
fundamentalmente franceses.
Sin antes aludir a la entrañable unión del pueblo francés con la tierra, ahora debo
hace notar su no menos entrañable unión con la lengua común, el idioma francés. En
cuanto lengua de toda la comunidad nacional, el francés ha calado hondo, y desde
hace mucho tiempo, en el ánimo de todos los habitantes, hasta el punto de dar la
impresión de tratarse de un país monolingüe, sin problema lingüístico alguno. No es
exactamente así. Por debajo de la aparente uniformidad lingüística perviven otras lenguas
(brtón, vasco, catalán, occitano) cuyo uso se ha visto en realidad reducido al ámbito
familiar o a pequeñas comunidades rurales.
Es obligada una pequeña alusión, por último, a los notables recursos con que
cuenta el país, y que han hecho y hacen todavía de Francia una de las naciones con
más alto nivel de vida del mundo. Si bien ha sido la agricultura la base más firme sobre la
que ha ido paulatinamente edificándose la prosperidad francesa, debe tenerse en
cuenta el precoz y rápido avance de la industrialización en la mayoría de las regiones,
especialmente en aquellas más favorecidas o mejor comunicadas con los importantes
yacimientos de hierro, carbón y bauxita que existen en el país. La agricultura, de otro lado,
ha sabido ir progresivamente transformándose, abandonando los cultivos de pura
subsistencia a favor de otros (cereales, remolacha, frutales, viñedos) susceptibles de un
mejor aprovechamiento de la mecanización. También la ganadería ha conseguido
niveles de producción muy aceptables, y a su cría se viene dedicando aproximadamente
una tercera parte del suelo. En cuanto a la industria, huelga decir que su nivel sigue siendo
considerablemente alto casi en todas las ramas, desde la pesada hasta la textil y
alimentaria.
Sin embargo, está claro que desde hace tiempo que la crisis energética era solo
una pequeña parte de la crisis económica; que esta última tenía raíces mucho más
profundas. Y que en el fondo la crisis económica era parte a su vez de una crisis social,
cultural y moral de mayor amplitud.
MARCO SOCIO – POLÍTICO
La imagen de la Revolución Francesa ha surgido en muchas mentes la idea de
una Francia sustancialmente díscola y conflictiva, cargada de tensiones que, en uno u
otro momento, no pueden si no aflorar. Frente a esa idea, que ha sido sin duda
alimentada también por los abundantes conflictos sociales padecidos a lo largo del
pasado siglo, se nos aparece hoy una sociedad notablemente estabilizada desde el final
de la última contienda mundial. Una sociedad que, evidentemente, encierra dentro
desigualdades, resquemores y conflictos, pero que también viene dando claras pruebas
de equilibrio y serán voluntad de convivencia. Y pese al fracaso considerable de los
últimos años, se halla todavía en una situación muy aceptable. Los salarios son altos,
perfectamente homologables a los de los países de mayor desarrollo. Todo esto hace
que, pese a que economistas y políticos advirtieran con frecuencia a los franceses que la
era de la prosperidad esta ya lejos.
Puesto que la jubilación acontece, por lo común, a los sesenta años y que la
escolaridad ocupa a una gran proporción de jóvenes hasta los dieciocho años por lo
menos, los últimos descendientes han conocido un permanente descenso de la poblaron
activa, que construye hoy poco más del 10 al 100 de la población total de todos modos,
el descenso ha sido notablemente frenado por la participación cada vez mayor de la
mujer en la vida laboral. De cada cien francesas, cuarenta trabajan fuera del hogar la
proporción tiende a subir todavía. Esto ocasiona, por un lado una fuerte demanda de
plazas y para niños pequeños en guarderías y párvulos, además de contribuir
poderosamente a que el índice de fatalidad permanezca bajo. Es difícil hacerse una
idea coherente acerca de la familia francesa actual y de la política familiar en curso. Por
un lado, las ayudas concedidas a las familias por cada hijo son relativamente sustánciales.
Las autoridades no temen tanto el crecimiento alunas ya considerablemente
grandes ciudades como temen el continuo acrecentamiento de Paris y de sus
alrededores (la llamada región parisiense). Paris es, desde hace ya años, una de las
mayores metrópolis del mundo, ala que influye sin cesar millares y millares no solo de
franceses, sino también de extranjeros, se hace todo lo posible por desaminar a la gente a
residir en París, permitiendo mejor que lo hagan en algunas de las otras ciudades que
sobrepasan el millón de habitantes.
Al hablar de la sociedad francesa se debe tomar en cuenta, que pese a
mantener un sabor eminentemente provinciano, ha provocado siempre sobre la sociedad
parisiense, el gran escaparate, vanguardia, y motor del entero país.
Atendiendo ahora al encuentro laboral de la población en su conjunto, son ya
relativamente pocas las personas trabajan en la agricultura y actividades afines
(ganadería, bosques, pesca, minas,) sobre todo si se tiene en cuenta que, hasta no hace
mucho Francia seguía siendo un país fundamentalmente agrícola. Todavía lo es, si se le
compara con otros de occidente y si se toma en cuenta la fuerte personalidad rural de la
buena parte de la población.
En todos los aspectos de la vida francesa existe una división masónica entre los
iniciados y los no iniciados, desde los clientes favoritos del restaurante, para los cuales el
propietario reserva sus mejores vinos, hasta los “recomendándoos” que reciben un traro
diferente en las oficinas del gobierno, de la actitud de las personas se trasformó
inmediatamente y pasa a una indiferencia malhumorada a una cordialidad salpicada de
conspiración.
Al hablar de la sociedad francesa, es habitual referirse también a dos rasgos
bastantes característicos de la población, en premier lugar, el individualismo, en segundo,
la sobre valoración de la propiedad privada y, más concretamente del dinero.
El individualismo francés favorece grandemente la originalidad y la creatividad,
estimula aun cierto espíritu de superación que hay porque enfocar en sentido negativo,
es en buena medida, el responsable de ese esprit, intraducible vocablo, que refleja tan
adecuadamente lo que cualquier francés desea encarnar.
En cuanto ala avaricia, es cierto que los franceses están acostumbrados desde
hace mucho tiempo a considerarla una virtud. Tanto el “Harpagón de Moliere”, como el
“Pere Grandet de Balzat” no son personajes malvados, si no verdaderos héroes, su
avaricia se considera, todo el mas, como un defectillo sin importancia, hasta simpático,
generador de virtudes y de humanidad.
Aunque se recibe ala gente con cortesía, “Onnedonnepas la clef de samaison”
(uno no da la llave de su casa) como dice un conocido y repetido refrán; El apego hacia
el dinero hace también de los franceses grandes ahorradores, lo que no deja de ser una
buena predisposición natural contra el consumismo que entre gran medida que azota hoy
alas sociedades occidentales.
Entre los problemas que afectan ala sociedad francesa de hoy se puede dejar de
aludirse ala creciente confiabilidad laboral .se traduce esta , de modo especialmente
grave , en la situación de desempleo en que se encuentra un alto porcentaje de la
población activa francesa y dentro de ella muchos jóvenes , a veces con situación
universitaria incluso. Hay que consignar igualmente un aumento de las “huelgas salvajes”
a pesar de la actitud que contra las mismas hayan podido a veces adoptar los sindicatos
más simpatizantes del gobierno. Esas huelgas han llegado a afectar, incluso, al sector
educativo.
Autoritarismo y centralismo han sido, en verdad pautas casi constantes de la vida
política francesa, la famosa consigna de liberte, egalite,fraternite, que ha servido de
ideario y de inspiración a tantos pueblos y tantos caudillos, nunca encontró en su propia
cuna un cumplimiento que se ajustara en verdad al cabal significativo de las palabras, en
nombre de las tres se han cometido en Francia muchos encadenamientos, desigualdades
y odios, fratricidas. La revolución de 1789 trajo de la mano no el entendimiento y el
dialogo democrático, sino una serie de constituciones o dictaduras grupales o personales
que acabarían casi naturalmente por desembocar en la dictadura napeolonica.
Pero no adelantemos acontecimientos. La base legar en la que se apoyó la
Francia política de hoy es la del V república. La constitución de 1958. Que acusa
claramente la convicción centralista y la tendencia autoritaria de su promotor el general
de Gaulle. Se trata de un texto constitucional no demasiado grande que en un artículo
establece que “Francia es una república indivisible, laica, democrática, y social” asegura
la igualdad de la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, raza, o religión.
Respeta todas las creencias. Lejos de ser una meramente representativa y ceremonial.”El
presidente de la republica vela por el respeto de la constitución.
Un correcto funcionamiento democrático del país, por más que a mentalidades
anglosajonas resulte siempre un tipo de democracia particular. De hecho, la acción del
gobierno es controlada por el parlamento. Que cuenta con dos cámaras:la asamblea
nacional de 557 diputados pertenecientes a os mayores partidos del país y el senado con
3004 miembros, más representativos de lo que podría denominarse la Francia tradicional y
rural.El sistema electoral francés posibilita el acceso al parlamento solo de los grandes
partidos y agrupaciones.
“Existe la creencia de que Francia se bambolea de izquierda a derecha, cuando
en realidad la mayoría de los Gobiernos se ha apoyado en el centro, en la mesa del
francés medio, al que horrorizan los extremismos. Los auténticos regímenes de izquierda,
como la Commune y el Frente Popular, nunca han podido durar. Y en la historia de la
Francia moderna no ha habido ni un solo régimen de derechas propiamente dicho. Los
gobernantes que han podido mantenerse, como Napoleón III y Charles De Gaulle, han
soslayado la dicotomía y han tomado de la derecha y de la izquierda lo que más les ha
convenido”.
El ordenamiento político de Francia reposa, por tanto, sobre un establecimiento
tradicional, hiperdesarrollado y complejo, que costara mucho hacer desaparecer, en el
supuesto de que alguna vez hubiera verdadera voluntad de hacerlo.
Es más bien un estado que, haciendo de sus prerrogativas un uso contenido y
moderado, sepa conservar su salud y su “línea”. ¿Qué cuál es el secreto de esta “forma”,
de esta autoridad? Ante todo, que el poder renuncie a sus pretensiones hegemónicas.
MARCO SOCIO – CULTURAL
Ha sido la cultura la que sabiamente ha utilizado a la geografía en beneficio de
una Francia solidaria y única. Hasta tal punto es asa, que algunos autores consideran
como uno de los más firmes puntos d anclaje de la conciencia nacional francesa lo que
ellos llaman una “geo-ideología”.
En la caracterización de la Francia de hoy y de siempre suele comenzarse por
hacer alusión l racionalismo como rasgo cultural preeminente. Su impronta se ve ya, en
efecto, mucho antes de que Descartes colocara al pensar humano como centro y quicio
de la entera realidad. Primero el pensamiento; después las cosas.
El mundo clásico y, más que nada, el pensamiento griego engendro ciertas
tendencias racionalistas, pero también otras de signo bastante distinto. Tan clásico fue el
logos griego como lo fueron, por ejemplo, la “Pietas” y la “Virtus” romanas. En cualquier
caso, está claro que los romanos se comportaron de modo menos racionalista que sus
descendientes galos. No parece justo, por tanto, achacarles el tema en exclusiva.
En el nacimiento mismo de la idea de Francia se encuentran personajes de hondo
significado religioso, como Juana de Arco o el rey Luis IX, ambos canonizados por la
iglesia. La escuela de Chartres, las enseñanzas del filósofo Abelardo, el gran prestigio de la
primitiva y ya entonces cosmopolita Universidad de Paris, los afanes promotores de cultura
de la SainteChapelle o de Notre Dame, el Palais des Papes de Avignon y otra abundantes
realizaciones de diferente tipo prueban sobradamente que, desde la edad media, cultura
francesa y religión católica han sido realidades bastante inseparables. Y en gran parte,
pese al avance secularizador de nuestro tiempo, lo siguen siendo.
Ambas tendencias, la católica y la laica, perviven y conviven en la sociedad
francesa de hoy y, si se me apura, incluso en cada individuo aislado. Alguien ha dicho
que todo francés es, al mismo tiempo, algo católico y algo librepensador. De hecho, pese
a que la gran mayoría de la población ha sido bautizada en la fe católica, son más bien
pocos los que la conocen y practican.
El nacionalismo francés incluye, una buena dosis, una conciencia de grandeza, de
superioridad: “La francenepeutetre la France” “Sans la grandeur”, decía el General De
Gaulle (1954:97). La mayoría de los franceses comparte una visión providencialista con
respecto a su patria, a su suelo, a la historia, el destino de sus habitantes.
Tanto desde las letra como desde la política, numerosas voces recuerdan al
pueblo que la vocación fundamental de Francia es de orden culturalizador y civilizador, y
que el declive o la desaparición de la presencia de Francia en el mundo constituirla el
más claro signo de decadencia, importante papel ha correspondido en esto a la lengua
francesa, a la que Voltaire llamaba “la lengua de Europa”. No son pocos los que hoy
afirman que el destino de Francia correrá pareja suerte con el destino de la lengua
francesa.
“Existe en Francia una tradición tan fuerte de identificación del Estado y de la
Nación que nunca ha sido imaginable que el estado no asuma directamente, por medio
de su administración centralizada, la gestión de esos bienes, la garantía de esos valores y
la conservación de esas tradiciones (…). En Francia todo conduce al estado. Napoleón se
instituye protector de la comedia francesa y le da, desde Moscú, un estatutosiempre en
vigor.
Un centralismo y estatalismo culturales que, como no podía ser
menos, se ha traducido a la vez en uniformismo cultural. La cultura
francesa es fundamentalmente una e indivisible, y en ella quedan
galvanizadas las abundantes subculturas regionales. Cuando en junio de
1789 nace la Asamblea Nacional, encuentran definitiva sepultura las
identidades culturales de pueblos y regiones, al menos en todo aquello
que suponga un añadido o, mucho más, un desafío a la sagrada cultura
de Francia. Una vez más, la lengua francesa fue en esto el gran
instrumento uniformizador. Ulich acierta cuando nos descubre en la
AcadémieFrançaise un símbolo de uniformismo literario. Sin el cual hubiera
sido más difícil, sin duda, el uniformismo cultural.

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  • 1. SISTEMA EDUCATIVO FRÁNCES MARCO SOCIO - NATURAL “En nuestro país, el hombre y la tierra se poseen y no se abandonan; hay entre ellos un legítimo matrimonio de por vida hasta la muerte. El Francés a desposado a Francia.” Jules Michelet Es difícil encontrar un pueblo más enamorado de su entorno físico, de su “hexágono”, como cariñosamente lo denominan con la intención de expresar así la geográfica perfección de su país. En el carácter de todo francés se encuentra la convicción de que la geografía de Francia es algo único y privilegiado, “obra de la providencia”, como ya decía Estrabón en la antigüedad o tierra de la armonía –“du milieu”- , como Ronsard cantaba en la Edad Media. Todavía hoy es frecuente encontrar, como razón profunda que explica muchos rasgos del carácter francés y muchos logros de la historia de Francia, una alusión al suelo, al paisaje, a la geografía. Así, puede leerse en un difundido manual escolar: “A un cuando ocupa el 37 lugar (en el mundo) respecto a su superficie y el 13 lugar por el número de sus habitantes…..”, Francia todavía tiene hoy un papel de primer plano en la marcha de la civilización y de los acontecimientos mundiales. Sin hacer prueba de un abusivo determinismo, parece justo buscar en parte las causas de esta superioridad en el asombroso territorio en el que se ha radicado la nación francesa. Territorio notable por su situación en el corazón de Europa occidental…, territorio emocionante por la variedad de sus paisajes y de sus promesas” Los colegiales franceses aprenden que su país son un combinado de sus ventajas de los demás. Tiene altas montañas, pero el 60 por 100 de su suelo está a menos de 250 metros de altitud. La realidad es que hoy día una lenta pero implacable tendencia a la baja demográfica preocupa a las autoridades francesas mucho más que a las amenazas de aumento. Como es bien sabido, se necesita una tasa mínima de 2.1 niños por mujeres en edad de procrear para que la población pueda sencillamente irse renovando sin
  • 2. aumento alguno. En Francia, dicha tasa apenas llega al 1.8 lo que significa que las generaciones no se renuevan más allá de un 90 por 100 como medida, y que, por lo tanto, se está camino de construir una sociedad con neto predominio de viejos y con una escasa proporción de jóvenes menores de 20 años (inferior al 30 por 100, como en la sufrida Francia de 1945). Muy frecuentemente se ha hecho notar que, pese a la diversidad de las regiones naturales que compone Francia y a la consiguiente diversidad de los pueblos que allí se asientan, todos los franceses muestran rasgos comunes muy parecidos, hasta el punto de que, más de bretones, normados, provenzales, etc.… sean y se sientan fundamentalmente franceses. Sin antes aludir a la entrañable unión del pueblo francés con la tierra, ahora debo hace notar su no menos entrañable unión con la lengua común, el idioma francés. En cuanto lengua de toda la comunidad nacional, el francés ha calado hondo, y desde hace mucho tiempo, en el ánimo de todos los habitantes, hasta el punto de dar la impresión de tratarse de un país monolingüe, sin problema lingüístico alguno. No es exactamente así. Por debajo de la aparente uniformidad lingüística perviven otras lenguas (brtón, vasco, catalán, occitano) cuyo uso se ha visto en realidad reducido al ámbito familiar o a pequeñas comunidades rurales. Es obligada una pequeña alusión, por último, a los notables recursos con que cuenta el país, y que han hecho y hacen todavía de Francia una de las naciones con más alto nivel de vida del mundo. Si bien ha sido la agricultura la base más firme sobre la que ha ido paulatinamente edificándose la prosperidad francesa, debe tenerse en cuenta el precoz y rápido avance de la industrialización en la mayoría de las regiones, especialmente en aquellas más favorecidas o mejor comunicadas con los importantes yacimientos de hierro, carbón y bauxita que existen en el país. La agricultura, de otro lado, ha sabido ir progresivamente transformándose, abandonando los cultivos de pura subsistencia a favor de otros (cereales, remolacha, frutales, viñedos) susceptibles de un mejor aprovechamiento de la mecanización. También la ganadería ha conseguido niveles de producción muy aceptables, y a su cría se viene dedicando aproximadamente una tercera parte del suelo. En cuanto a la industria, huelga decir que su nivel sigue siendo considerablemente alto casi en todas las ramas, desde la pesada hasta la textil y alimentaria. Sin embargo, está claro que desde hace tiempo que la crisis energética era solo una pequeña parte de la crisis económica; que esta última tenía raíces mucho más
  • 3. profundas. Y que en el fondo la crisis económica era parte a su vez de una crisis social, cultural y moral de mayor amplitud. MARCO SOCIO – POLÍTICO La imagen de la Revolución Francesa ha surgido en muchas mentes la idea de una Francia sustancialmente díscola y conflictiva, cargada de tensiones que, en uno u otro momento, no pueden si no aflorar. Frente a esa idea, que ha sido sin duda alimentada también por los abundantes conflictos sociales padecidos a lo largo del pasado siglo, se nos aparece hoy una sociedad notablemente estabilizada desde el final de la última contienda mundial. Una sociedad que, evidentemente, encierra dentro desigualdades, resquemores y conflictos, pero que también viene dando claras pruebas de equilibrio y serán voluntad de convivencia. Y pese al fracaso considerable de los últimos años, se halla todavía en una situación muy aceptable. Los salarios son altos, perfectamente homologables a los de los países de mayor desarrollo. Todo esto hace que, pese a que economistas y políticos advirtieran con frecuencia a los franceses que la era de la prosperidad esta ya lejos. Puesto que la jubilación acontece, por lo común, a los sesenta años y que la escolaridad ocupa a una gran proporción de jóvenes hasta los dieciocho años por lo menos, los últimos descendientes han conocido un permanente descenso de la poblaron activa, que construye hoy poco más del 10 al 100 de la población total de todos modos, el descenso ha sido notablemente frenado por la participación cada vez mayor de la mujer en la vida laboral. De cada cien francesas, cuarenta trabajan fuera del hogar la proporción tiende a subir todavía. Esto ocasiona, por un lado una fuerte demanda de plazas y para niños pequeños en guarderías y párvulos, además de contribuir poderosamente a que el índice de fatalidad permanezca bajo. Es difícil hacerse una idea coherente acerca de la familia francesa actual y de la política familiar en curso. Por un lado, las ayudas concedidas a las familias por cada hijo son relativamente sustánciales. Las autoridades no temen tanto el crecimiento alunas ya considerablemente grandes ciudades como temen el continuo acrecentamiento de Paris y de sus alrededores (la llamada región parisiense). Paris es, desde hace ya años, una de las mayores metrópolis del mundo, ala que influye sin cesar millares y millares no solo de franceses, sino también de extranjeros, se hace todo lo posible por desaminar a la gente a
  • 4. residir en París, permitiendo mejor que lo hagan en algunas de las otras ciudades que sobrepasan el millón de habitantes. Al hablar de la sociedad francesa se debe tomar en cuenta, que pese a mantener un sabor eminentemente provinciano, ha provocado siempre sobre la sociedad parisiense, el gran escaparate, vanguardia, y motor del entero país. Atendiendo ahora al encuentro laboral de la población en su conjunto, son ya relativamente pocas las personas trabajan en la agricultura y actividades afines (ganadería, bosques, pesca, minas,) sobre todo si se tiene en cuenta que, hasta no hace mucho Francia seguía siendo un país fundamentalmente agrícola. Todavía lo es, si se le compara con otros de occidente y si se toma en cuenta la fuerte personalidad rural de la buena parte de la población. En todos los aspectos de la vida francesa existe una división masónica entre los iniciados y los no iniciados, desde los clientes favoritos del restaurante, para los cuales el propietario reserva sus mejores vinos, hasta los “recomendándoos” que reciben un traro diferente en las oficinas del gobierno, de la actitud de las personas se trasformó inmediatamente y pasa a una indiferencia malhumorada a una cordialidad salpicada de conspiración. Al hablar de la sociedad francesa, es habitual referirse también a dos rasgos bastantes característicos de la población, en premier lugar, el individualismo, en segundo, la sobre valoración de la propiedad privada y, más concretamente del dinero. El individualismo francés favorece grandemente la originalidad y la creatividad, estimula aun cierto espíritu de superación que hay porque enfocar en sentido negativo, es en buena medida, el responsable de ese esprit, intraducible vocablo, que refleja tan adecuadamente lo que cualquier francés desea encarnar. En cuanto ala avaricia, es cierto que los franceses están acostumbrados desde hace mucho tiempo a considerarla una virtud. Tanto el “Harpagón de Moliere”, como el “Pere Grandet de Balzat” no son personajes malvados, si no verdaderos héroes, su avaricia se considera, todo el mas, como un defectillo sin importancia, hasta simpático, generador de virtudes y de humanidad. Aunque se recibe ala gente con cortesía, “Onnedonnepas la clef de samaison” (uno no da la llave de su casa) como dice un conocido y repetido refrán; El apego hacia
  • 5. el dinero hace también de los franceses grandes ahorradores, lo que no deja de ser una buena predisposición natural contra el consumismo que entre gran medida que azota hoy alas sociedades occidentales. Entre los problemas que afectan ala sociedad francesa de hoy se puede dejar de aludirse ala creciente confiabilidad laboral .se traduce esta , de modo especialmente grave , en la situación de desempleo en que se encuentra un alto porcentaje de la población activa francesa y dentro de ella muchos jóvenes , a veces con situación universitaria incluso. Hay que consignar igualmente un aumento de las “huelgas salvajes” a pesar de la actitud que contra las mismas hayan podido a veces adoptar los sindicatos más simpatizantes del gobierno. Esas huelgas han llegado a afectar, incluso, al sector educativo. Autoritarismo y centralismo han sido, en verdad pautas casi constantes de la vida política francesa, la famosa consigna de liberte, egalite,fraternite, que ha servido de ideario y de inspiración a tantos pueblos y tantos caudillos, nunca encontró en su propia cuna un cumplimiento que se ajustara en verdad al cabal significativo de las palabras, en nombre de las tres se han cometido en Francia muchos encadenamientos, desigualdades y odios, fratricidas. La revolución de 1789 trajo de la mano no el entendimiento y el dialogo democrático, sino una serie de constituciones o dictaduras grupales o personales que acabarían casi naturalmente por desembocar en la dictadura napeolonica. Pero no adelantemos acontecimientos. La base legar en la que se apoyó la Francia política de hoy es la del V república. La constitución de 1958. Que acusa claramente la convicción centralista y la tendencia autoritaria de su promotor el general de Gaulle. Se trata de un texto constitucional no demasiado grande que en un artículo establece que “Francia es una república indivisible, laica, democrática, y social” asegura la igualdad de la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, raza, o religión. Respeta todas las creencias. Lejos de ser una meramente representativa y ceremonial.”El presidente de la republica vela por el respeto de la constitución. Un correcto funcionamiento democrático del país, por más que a mentalidades anglosajonas resulte siempre un tipo de democracia particular. De hecho, la acción del gobierno es controlada por el parlamento. Que cuenta con dos cámaras:la asamblea nacional de 557 diputados pertenecientes a os mayores partidos del país y el senado con 3004 miembros, más representativos de lo que podría denominarse la Francia tradicional y
  • 6. rural.El sistema electoral francés posibilita el acceso al parlamento solo de los grandes partidos y agrupaciones. “Existe la creencia de que Francia se bambolea de izquierda a derecha, cuando en realidad la mayoría de los Gobiernos se ha apoyado en el centro, en la mesa del francés medio, al que horrorizan los extremismos. Los auténticos regímenes de izquierda, como la Commune y el Frente Popular, nunca han podido durar. Y en la historia de la Francia moderna no ha habido ni un solo régimen de derechas propiamente dicho. Los gobernantes que han podido mantenerse, como Napoleón III y Charles De Gaulle, han soslayado la dicotomía y han tomado de la derecha y de la izquierda lo que más les ha convenido”. El ordenamiento político de Francia reposa, por tanto, sobre un establecimiento tradicional, hiperdesarrollado y complejo, que costara mucho hacer desaparecer, en el supuesto de que alguna vez hubiera verdadera voluntad de hacerlo. Es más bien un estado que, haciendo de sus prerrogativas un uso contenido y moderado, sepa conservar su salud y su “línea”. ¿Qué cuál es el secreto de esta “forma”, de esta autoridad? Ante todo, que el poder renuncie a sus pretensiones hegemónicas. MARCO SOCIO – CULTURAL Ha sido la cultura la que sabiamente ha utilizado a la geografía en beneficio de una Francia solidaria y única. Hasta tal punto es asa, que algunos autores consideran como uno de los más firmes puntos d anclaje de la conciencia nacional francesa lo que ellos llaman una “geo-ideología”. En la caracterización de la Francia de hoy y de siempre suele comenzarse por hacer alusión l racionalismo como rasgo cultural preeminente. Su impronta se ve ya, en efecto, mucho antes de que Descartes colocara al pensar humano como centro y quicio de la entera realidad. Primero el pensamiento; después las cosas. El mundo clásico y, más que nada, el pensamiento griego engendro ciertas tendencias racionalistas, pero también otras de signo bastante distinto. Tan clásico fue el logos griego como lo fueron, por ejemplo, la “Pietas” y la “Virtus” romanas. En cualquier caso, está claro que los romanos se comportaron de modo menos racionalista que sus descendientes galos. No parece justo, por tanto, achacarles el tema en exclusiva.
  • 7. En el nacimiento mismo de la idea de Francia se encuentran personajes de hondo significado religioso, como Juana de Arco o el rey Luis IX, ambos canonizados por la iglesia. La escuela de Chartres, las enseñanzas del filósofo Abelardo, el gran prestigio de la primitiva y ya entonces cosmopolita Universidad de Paris, los afanes promotores de cultura de la SainteChapelle o de Notre Dame, el Palais des Papes de Avignon y otra abundantes realizaciones de diferente tipo prueban sobradamente que, desde la edad media, cultura francesa y religión católica han sido realidades bastante inseparables. Y en gran parte, pese al avance secularizador de nuestro tiempo, lo siguen siendo. Ambas tendencias, la católica y la laica, perviven y conviven en la sociedad francesa de hoy y, si se me apura, incluso en cada individuo aislado. Alguien ha dicho que todo francés es, al mismo tiempo, algo católico y algo librepensador. De hecho, pese a que la gran mayoría de la población ha sido bautizada en la fe católica, son más bien pocos los que la conocen y practican. El nacionalismo francés incluye, una buena dosis, una conciencia de grandeza, de superioridad: “La francenepeutetre la France” “Sans la grandeur”, decía el General De Gaulle (1954:97). La mayoría de los franceses comparte una visión providencialista con respecto a su patria, a su suelo, a la historia, el destino de sus habitantes. Tanto desde las letra como desde la política, numerosas voces recuerdan al pueblo que la vocación fundamental de Francia es de orden culturalizador y civilizador, y que el declive o la desaparición de la presencia de Francia en el mundo constituirla el más claro signo de decadencia, importante papel ha correspondido en esto a la lengua francesa, a la que Voltaire llamaba “la lengua de Europa”. No son pocos los que hoy afirman que el destino de Francia correrá pareja suerte con el destino de la lengua francesa. “Existe en Francia una tradición tan fuerte de identificación del Estado y de la Nación que nunca ha sido imaginable que el estado no asuma directamente, por medio de su administración centralizada, la gestión de esos bienes, la garantía de esos valores y la conservación de esas tradiciones (…). En Francia todo conduce al estado. Napoleón se instituye protector de la comedia francesa y le da, desde Moscú, un estatutosiempre en vigor. Un centralismo y estatalismo culturales que, como no podía ser menos, se ha traducido a la vez en uniformismo cultural. La cultura
  • 8. francesa es fundamentalmente una e indivisible, y en ella quedan galvanizadas las abundantes subculturas regionales. Cuando en junio de 1789 nace la Asamblea Nacional, encuentran definitiva sepultura las identidades culturales de pueblos y regiones, al menos en todo aquello que suponga un añadido o, mucho más, un desafío a la sagrada cultura de Francia. Una vez más, la lengua francesa fue en esto el gran instrumento uniformizador. Ulich acierta cuando nos descubre en la AcadémieFrançaise un símbolo de uniformismo literario. Sin el cual hubiera sido más difícil, sin duda, el uniformismo cultural.