Resistencia extrema al cobre por un consorcio bacteriano conformado por Sulfo...
¿Tiene la tecnología ideología?
1. internet
45Deustopía 122
ImagendeChrisIsherwood(CCby-sa)
Alo largo de la vida te sueles cruzar con
afirmaciones que, por estar muy ex-
tendidas, se asimilan ya como ciertas sin re-
flexionar apenas sobre ellas. Una de esas
que me suele poner en guardia es la de que
la tecnología es neutral. Cuando alguien me
lanza esta frase, le suelo recitar de memoria
la primera ley de Kranzberg que dice que no
es buena ni mala, pero tampoco neutral.
Sin ir más lejos, basta con analizar cómo
determinadas aplicaciones o herramientas
han cambiado nuestros comportamien-
tos. Me viene a la cabeza el efecto que el
WhatsApp ha supuesto en nuestra forma
de quedar o interactuar. De pasar a tocar-
nos los timbres por los barrios o llegar pun-
tuales a una cita, a depender de nuestro
smartphone para ello. Incluso con patolo-
gías de nueva cuña como es el caso de la
nomofobia (no mobile phone phobia), que
engloba el pánico a estar sin móvil, o bien
que nos quedemos sin batería, cobertura
o saldo. Otro ejemplo es la concepción co-
laborativa que tiene ya una wiki como he-
rramienta, sin necesidad de introducir a un
ser humano en la ecuación. Y qué decir de
la de una bomba atómica. Para verlo aún
más claro, es recomendable leer el libro La
ballena y el reactor: Una búsqueda de los
límites en la era de la alta tecnología del
politólogo Langdon Winner. En él se des-
cribe un caso real: los pasos elevados cons-
truidos durante los años veinte y treinta en
Nueva York, que conectaban la ciudad con
las zonas de recreo y playas de Long Island.
Estos pasos eran inusualmente bajos, favo-
reciendo con ello el tránsito de vehículos
particulares y obstaculizando el del trans-
porte público. ¿Qué se logró con esto? Li-
mitar la circulación de las clases más des-
favorecidas a esas localizaciones. Por tanto,
aunque los pasos eran arquitectónicamen-
te correctos y cualquier persona hubiera
podido transitar por ellos, no eran neutros.
Si centramos aún más el tiro en las redes
sociales digitales, veremos que estas pla-
taformas no son social ni ideológicamen-
te neutrales. Hay una parte de ese déficit
que viene marcada por la intencionalidad
de las personas que las concibieron, pero
también hay otra muy importante que se
escapa a estos designios. Nicholas Carr des-
cribe muy bien esos efectos que están mol-
deando una nueva sociedad en su libro Su-
perficiales. ¿Qué está haciendo Internet con
nuestras mentes? Nuestro cerebro se está
convirtiendo en una herramienta excelente
para gestionar la multitarea, al mismo tiem-
po que disminuye su capacidad de concen-
tración en una sola ocupación. También
habla de cómo estas ladronas de tiempo y
atención, que son las redes sociales, bogan
por una mayor superficialidad frente al pen-
samiento más profundo, poniendo énfasis
en la inmediatez y los mensajes cortos.
Estas plataformas también están enfren-
tando conceptos como la comodidad ver-
sus la privacidad. De hecho, muchos cree-
mos que nos encaminamos a una sociedad
más parecida a lo que anticipó Huxley en
Un mundo feliz que al Gran Hermano que
describe Orwell en 1984. Para explicar me-
jor esta cuestión, me voy a atrever a apro-
piarme del concepto de la «Ventana de
Johari», una herramienta de psicología
cognitiva. Esta teoría fue expuesta por Jo-
seph Luft y Harry Ingham, dos investiga-
dores estadounidenses, allá por 1955. Se
trata de un modelo que muestra nuestras
interrelaciones desde dos prismas: cómo
y cuánto nos exponemos a los demás y
cómo y cuánto nos conocemos nosotros
mismos. Esta ventana tiene cuatro cristales:
• Cristal abierto: lo que yo conozco de mí
misma y que además sabe el resto del
mundo. Dicho de otra manera, ese nue-
vo concepto que está tan de moda en el
mundo digital: la extimidad, aquello que
hacemos público y accesible a todos.
• Cristal oculto: lo que yo sé de mí mis-
ma pero no comparto con los demás.
Ese bien cada vez menos preciado que
es la intimidad.
• Cristal ciego: todo aquello que los de-
más ven en nosotros y nosotros no de-
tectamos (la impresión que causamos
en los demás).
• Cristal desconocido: lo que no sabemos
nosotros ni los demás (el inconsciente).
En este caso me voy a centrar en las dos
primeras áreas, que son las que más es-
tán evolucionando por el efecto de la
tecnología. Si bien el cristal abierto antes
crecía al mismo ritmo que la confianza
(es decir, contra más conocías a alguien,
más exponías de ti a esa persona), hoy
en día esa zona está canibalizando al
cristal oculto sin casi necesidad de un
contacto previo. Nos gusta mostrarnos,
hablar de nosotros mismos. Pocas cosas
quedan en ese segundo cuadrante y casi
siempre son aquellas que nos avergüen-
zan o no queremos que se sepan por el
«qué dirán».
En este punto es cuando muchas personas
saltan con aquello de que, en última ins-
tancia, tú puedes decidir qué herramien-
tas usar y cuáles no. De nuevo, otra falacia.
Porque en muchas ocasiones, tanto el ám-
bito laboral como el profesional nos em-
pujan a esas plataformas, determinando la
forma en la que socializamos e incitándo-
nos a comportarnos de una determinada
manera. Por ejemplo, si en el trabajo deci-
des no usar el correo electrónico mientras
que tu entorno sí lo utiliza, tendrás proble-
mas. O si tus amigos se comunican a tra-
vés de las redes sociales y tú no las usas,
terminarás estando aislado socialmente.
Como bien decía una compañera docente,
no debemos preocuparnos por los jóvenes
que están en las redes sociales sino por los
que no lo están.
Las tecnologías han ido transformando
las formas de pensamiento de la sociedad
(no sabemos si a mejor o a peor), pero
lo que sí es evidente es que neutrales no
son. ¿Estarán mermando nuestra libertad
como individuos y encima sin que seamos
conscientes de ello?
Lorena Fernández
loretahur@gmail.com
¿Tiene la tecnología ideología?