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Deu ía
NFT. Piezas de
coleccionista en digital
E
l mundo digital va recorrien-
do su camino a gran veloci-
dad, pero en muchas oca-
siones se parece más de lo
que pensamos al analógico. Sin
embargo, hasta que no hacemos
las analogías o puentes entre am-
bos, nos cuesta comprenderlo. Ese
es el caso de una de las últimas
tecnologías de moda: los tokens
no fungibles o NFT por sus siglas
en inglés. Si os digo que son acti-
vos criptográficos basados en bloc-
kchain con códigos de identifica-
ción y metadatos únicos que los
distinguen entre sí, me imagino la
cara de muchas personas al leer-
me. Pero si os hablo del cuadro
más caro vendido de la historia, se-
guro que es más fácil entender una
de sus aplicaciones. Salvator Mun-
di es una pintura de Cristo como
salvador del mundo de Leonardo
da Vinci, datada en torno al año
1500. La pintura fue vendida en
una subasta en Christie’s el 15 de
noviembre de 2017, por el módi-
co precio de 450 millones de dó-
lares. Hay muchas copias del cua-
dro, pero solo el original tiene ese
valor. Pues esto mismo se ha im-
plementado con los NFT, pero aho-
ra aplicado a ficheros digitales. Por
ejemplo, el artista Mike Winkel-
mann, conocido como Beeple, ha
vendido también en la misma casa
de subastas por 57 millones de dó-
lares su obra Everydays – The First
5000 Days (5.000 imágenes digita-
les creadas durante 13 años en un
único «lienzo» de 21.069 x 21.069
píxeles). Por supuesto, en Internet
puedes encontrar muchísimas co-
pias, pero solo el fichero original
sellado con lo que se conoce ya
como su pasaporte digital, tiene
ese valor. De hecho, se ha conver-
tido en la obra digital más cara de
todos los tiempos y la tercera más
costosa jamás subastada en Chris-
tie’s de un artista aún vivo. También
ha provocado que un público joven
se haya acercado a una casa de su-
bastas por vez primera, dotando de
valor a un bien digital al igual que
hasta ahora se lo hemos dado a
cualquier bien físico que considera-
mos que es único.
Esto mismo se ha empezado a apli-
car a otros contenidos. Por ejem-
plo, el primer tuit de la historia lan-
zado por Jack Dorsey, el CEO de
Twitter, el 21 de marzo de 2006, se
ha vendido por 2,9 millones de dó-
lares, convirtiéndose en uno de los
«activos» digitales más importantes
de la era de las redes sociales.
Otro ejemplo curioso es el del
meme de la «niña desastre», la fa-
mosa imagen de Zoë Roth, una niña
de cinco años frente a una casa en
llamas con un ya característico gesto
de malicia. La fotografía que tomó
su padre y subió a las redes socia-
les se volvió viral y se ha mantenido
en el tiempo como algo ya icónico.
Esta joven, que ahora ya cuenta con
21 años, la ha vendido por 500.000
dólares usando NFT y costeándo-
se con ello sus estudios universita-
rios. El meme se puede seguir com-
partiendo, pero el original está en
manos de alguien como si fuera un
sello de coleccionista. Esa es preci-
samente la clave que arrastramos
del mundo analógico: el acuerdo so-
cial de que esa es una pieza, objeto
o bien intangible que tiene un valor
diferencial y exclusivo. Y para ello se
usa la tecnología blockchain, en la
que se basan las criptomonedas, y
que permite hacer una trazabilidad
de la obra y comprobar que es única
e intransferible.
¿Será esta tecnología la nueva revo-
lución digital o una burbuja más a
pinchar? El tiempo lo dirá.
Lorena Fernández Álvarez
www.loretahur.net