1. Los amigos me miran con lástima, como a ser inútil. Como miran a los eclesiásticos...<br />“Hay instantes en que quisiera haber muerto; pero, compréndeme, quisiera haber muerto, y si me ofrecieran diez mil años de vida, los aceptaría. Mejor dicho, la vida fenoménica es un mal, un sufrimiento, pero es una posibilidad. Una vez muertos, hay una liquidación y tenemos definitivamente la cantidad de conciencia adquirida; ya no existimos sino que somos. Aceptaría, agrego, mientras la hija del congresista abre la ventana, diez mil años de experimentación, para aumentar mi conciencia”.<br />Por eso, mis novelas no acaban; en ellas, la gente no se casa; a veces se muere, así como mueren los seres reales, porque estaban viejos o enfermos.<br />El hombre es un porvenir: porque todos se desprecian en el instante presente. Recorramos las situaciones en que puede estar un hombre: tiene esta hacienda, y quiere poseer la otra. Sabe una cosa, y no admira sino al que sabe dos. Lo ama una mujer, y sólo le gustan las demás. Todos los santos se han creído malos.<br />El hombre asciende en virtud del remordimiento: despreciamos al ser actual y actuante que somos, porque la inteligencia nos muestra seres que obran mejor y deseamos ser como ellos. De allí que nuestros actos nos remuerdan.<br />Así, no hay premios ni castigos. El cielo consiste en el estado de conciencia adquirido a tiempo de morir. Lo mismo, el infierno. Es un estado-resumen de la conciencia. Al morir, cesa la posibilidad que se llama tiempo y espacio, posibilidad de ascender. Cesa la apariencia; no existimos después de la muerte, sino que somos. La inteligencia liberta al hombre por medio del siguiente mecanismo: conocimiento (ideal); remordimiento (desprecio del instante presente); arrepentimiento, tentación, etc. Fenómenos morales.<br />es la persona que deseo llegar a ser, y cambia cada semana.<br />Obrar, meditar, arrepentirse, anhelar: ahí me tenéis la vida del hombre. El fin es irnos libertando de nosotros mismos. La vejez, teóricamente y contemplada en Sócrates, es mejor que la juventud.<br />Tenemos el derecho de cumplir los instintos, para llegar a odiarnos en virtud del remordimiento y llegar a ser otros en virtud del arrepentimiento<br />Tenemos el derecho de gozar de todos los instintos, para sentir el dolor que causa el goce y llegar así, poco a poco, a la beatitud. Ésta consiste en estado de conciencia no sujeto al tiempo ni al espacio.<br />Esto que ayer decía a don Benjamín, es verdadero: la virtud, la esencia de la virtud, reside en la lucha. Virtud habituada es vicio, es manera de ser, forma normal y fácil de manifestar la personalidad. Es la línea de menor resistencia.<br />y si muchas veces he obrado feamente, ha sido por estar prisionero.<br />