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INDICACIONES PARA EL COMENTARIO DEL TEXTO DE LECTURA
Para realizar un comentario de texto hay que seguir las siguientes
pautas:
1.- Realizar una lectura atenta y a su vez subrayar aquellas palabras
claves para poder realizar el tema y la estructura.
2.- Anunciar el tema principal del texto. Para que resulte más sencillo
a la hora de escribir, se escoge un sustantivo o adjetivo con el cual al
anunciar el tema este sustantivo o adjetivo debe ser nombrado.
3.- Después, realizaremos la estructuradel texto. Para elaborar la
estructura primero debemos mencionar de cuantas partes está
formado el texto.
Seguidamente empezaremosa enumerarlas e indicar por cuantos
párrafos, en caso de que el texto sea narrativo, o estrofas o versos, en
caso de que sea poesía, está formada cada parte y con esto dar una
argumentación de porque se ha dividido de tal forma.
4.- Tras enunciar el tema y estructurar, realizaremos un resumen del
texto que hemos leído.
5.- Finalmente para terminar realizaremos un comentario crítico en el
cual debemosindicar la tesis que el autor defiende ya partir de ahí
argumentar a favor y en contra de lo que el autor expone en el texto.
Para poderrealizar el comentario crítico tenemos que conocer
Leer, los cuatro textos de lectura y realizar un comentario escrito de 500 a 600
palabras sobre las apreciaciones de la lectura seleccionada, teniendo en
cuenta las indicaciones anteriores.
TEXTOS (Ministerio de Educación)
MATERIAL DE LECTURA: CONCURSO INTERNO DE DEPORTES
“LEYENDO LA JUGADA”
1Cuando me gustaba el fútbol Autor Raúl Pérez Torres
2. Viejo con árbol Autor Roberto Fontanarrosa
3. Memorias de un wing derecho Autor Roberto Fontanarrosa
4. La bici rosa Autor Anika Jiménez Título:
Cuando me gustaba el fútbol
Autor: Raúl Pérez Torres Enlace:
http://www.flacsoandes.edu.ec/libros/104661-opac
Yo bajaba con Oswaldo por la Avenida América, rodando la pelota con pases
largos de vereda a vereda, cuando mamá salió a la ventana de la casay me llamó
a gritos. Me paré en seco mirando cómo la pelota se iba solita, sin nadie que la
detuviera, que la acariciara, como lo hacía yo con mis zapatos de caucho
ennegrecidos y rotos. Oswaldo estupefacto por un momento, corrió luego tras
ella y yo regresé donde mamá, limpiándome las manos en el pantalón.
Mi vieja, enfadada y marchita, llena de grandes surcos sus mejillas, me habló
de la misma manera que hablan todas las madres pobres, me recriminó mi
suciedad, mi vagancia y ese juego maldito que destruíamis zapatos y dejaba mi
ropa "hecho sendales".
Luego llevándome al comedor me dijo "desclava ese cuadro de la pared y
límpialo porque debes ir a empeñarlo".
Me dediqué porentero a esta labor y Oswaldo me ayudaba, tratando de sacarle
el mejor brillo con el trapo que utilizaba mamá para limpiar los cubiertos (que
casisiempre estaban limpios). Era un cuadro plateado de la Divina Cena tallado
a mano. Despreciaba ese cuadro, siempre lo habíamirado desdemi silla conesa
muerta benevolencia que no servía para nada, con el tipo de barbas largas
sentado en la mitad de una mesa enorme y los doce más mirando nuestro
almuerzo de caras macilentas y sopadefideo. Oswaldo me dijo: "hay que jalarle
las barbas a éste" y yo me reí buscando en su actitud esa sombra protectora de
la amistad, pero luego me puse triste y con ganas de decir puta madre, porque
me daba pena ver cómo poco a poco nos íbamos quedando sin nada, primero el
radio, luego la vajilla que le regalaron a Micaela cuando se casó, el despertador
de Julia, el abrigo que Manolo heredó de papá, el prendedorque le regaló el tío
Alonso a mamá cuando regresó de España, los libros de medicina de cuando el
ñaño estudiaba y así todo, ytambién estaba eso de que podíaverme Gabriela en
el momento de entrar a la casa de empeño de don Carlos, como ya me había
visto otras veces. Por eso y por mucho más estaba triste. Pero Oswaldo me dijo
que me acompañaríay además recordéque el cuadro no me gustaba y que ahora
podríacomerenpaz, mirando las paredes vacías y las telas de araña que siempre
me produjeron una extraña fascinación.
Guardamos la pelota en la red que Micaela tejió cuando estaba en cinta y
bajamos a lo de don Carlos.
Quedabaen el primer piso de la casade Gabriela, había que atravesar un zaguán
largo y embaldosado. Yo procurabano topar las baldosas negras y caminaba en
puntillas. Siempre que no tocaba las baldosas negras don Carlos me recibía
afectuosamente y decía: "veamos, veamos, qué me traes ahora condenado" .Al
final habían dos puertas cerradas y despintadas, con mucha mugre, y manoseo,
con el timbre a un lado (todas las veces que tocaba ese timbre me daban ganas
de orinar), se abría sigilosamente una puerta corrediza pequeña y unos ojos
chiquitos sin luz, escudriñaban a los lados de mi rostro, sin fijarse en mí, hasta
que finalmente me miraba y decíacon voz gangosa: "veamos, veamos, qué me
traes ahora condenado".
Estiré el paquete y don Carlos preguntó:"¿qué es esto?", a la vez que abría el
envoltorio con sus manos amarillas y temblorosas. Me desentendí del asunto y
me puse a mirar tras suyo todo lo que mis ojos podían ver: medallones
empolvados, chalinas de diferentes colores, radios, libros, máquinas de cosery
de escribir, dos o tres biblias de enorme tamaño, un cofre de hueso, cobijas, un
estuche decuero, una espada, untítulo de abogado conmarco demadera tallado,
ternos de hombre, abrigos, todo ordenado ypegado conunpapelito blanco. Pero
el cuarto lleno de humo no me dejaba ver más allá, dondeuna bruma espesa se
extendía como borrándolo, como debe ser la entrada al infierno, hasta que su
voz ronca sonó en mi oído como cuerno y dijo; "esto no sirve, es pura lata"
.Volví mi cabeza desamparada hacia Oswaldo que estaba escondido inclinado
tras la puerta y él me hizo una seña impaciente frunciendo las cejas y agitando
las manos, indicándome que insista, entonces yo mientras bailoteaba
desesperadamente en mi puesto, frotándome las piernas, le dije: "es nuevo, el
tío nos trajo de Roma".
Don Carlos pasaba el dedo por los apóstoles y mascullaba algo entre dientes,
luego prendió un foco y se iluminó el cuarto con miles de reflejos dorados que
por simple coincidencia venían a estrellarse contra mis ojos, al rato dijo:
"cuánto", yo respondí:"cien, mamá lo sacará a fin de mes". Don Carlos lanzó
una risotada y gritó: "ni comprado, ni que estuvieran vivos". Tragué saliva y
respondí:"cuánto ofrece" y me sentí como esas mujeres que vendían verduras
en el mercado del barrio. Don Carlos fue a su escritorio y sacó dos billetes de a
veinte, diciéndome: "toma esto condenado para que no te vayas con las manos
vacías, firma aquí" y me señaló el libro azul con la pasta rota. Firmé y recogí
los dos papeles y sentí un profundo resentimiento conmamá, conOswaldo, con
don Carlos y con esos viejos plateados de la Divina Cena. Cuando me retiraba,
don Carlos me gritó: "espera la contraseña" y me lanzó un recibo que lo doblé
y guardé en el bolsillo de la camisa junto con los billetes, pensando en que ya
teníamos para otro día de comida.
Antes de salir pedí a Oswaldo que saliera primero y me avisara si Gabriela
estaba en la ventana. Oswaldo salió alegre, pateando la pelota y luego me hizo
unas señas que yo no entendí bien. Cuando salí, la voz inconfundible de
Gabriela me gritó: ''Chino", pero yo acalambrado hasta los talones me lancé
contra Oswaldo, le quité la pelota y corrí con todas mis fuerzas. En la esquina
de la Panamá cambié un billete y compré un helado y dos delicados. Allí le
esperé a Oswaldo, pero no apareció; entonces empecé a subir a la casapateando
las piedras y aplastando las pepitas de capulí que encontraba en la calle, ese
sonido me producíaunadulce satisfacción en las plantas delos pies y en el oído.
Cerca de la casa me encontré con la jorga del flaco Daría, todos estaban en
rueda, tecniqueando con una cáscara de naranja. Me quedé viéndoles hasta que
se acercó el Chivolo Sáenz y me dijo: "Chino, juguemos un partidito", yo me
iba a negar pensando en que mamá me estaría esperando para tomar café y
comprar la leche de la mamadera del hijo de Micaela, pero el flaco vino por
atrás y me hizo soltar la pelota, así que decidí irme con ellos diciéndome: "qué
carajo, que esperen".
Había una canchita frente a la Escuela Espejo. Allí jugaba yo siempre al salir
de la escuela, en el tiempo en que asistía, pero desdequemurió papáya no volví
porque mamá me dijo que era preciso que la acompañara, que se sentía muy
sola y triste y que yo era suúnico halago, pero ahora sé que no fue por eso, sino
que necesitaba a alguien a quien insultar, a quien mandar a los empeños, a quien
enviar a la tienda a fiar el pan de la tarde. Pero en la canchame olvidaba detodo
y le dabaa la pelota más que ninguno, tal vez sólo poreso gozabade un pequeñí
simo respeto, como ahora en que el flaco me decía: "Chino, haz vos el partido"
y yo meditaba , me daba aires, miraba a todos, uno por uno, y decíaserio: "vos
Chivolo acá, vos Patitas allá".
Ellos metieron el primer gol. Nos sacamos las camisetas y entonces sí se
distinguía más. Yo me entendía bien conPerico pero más conOswaldo, lástima
que Oswaldo no estuviera porque sino era goleada. De todas maneras ganamos
un partido y suspendimos el otro porque casiya no se veía y decidimos pararlo
para continuar al otro día.
Cuando fui a ponerme la camisa, ésta había desaparecido. Comencé a buscarla
primero con una risa nerviosa, luego angustiado y luego con lágrimas en los
ojos, pero la camisa nada. Todos empezaron a abandonarme. Se me abrió un
abismo oscuro, largo, de dondesalía mamá, Micaela, su hijo, Oswaldo, papá, el
profesor, los zapatos de caucho, don Carlos, Gabriela, los apóstoles.
Seguí buscando porhoras, debajo de las piedras con las que señalábamos elgol,
tras de los árboles, bajo las yerbas, fui a la tienda y rogué que me prestaran una
esperma y seguí buscando, con el dorso desnudo, empapado en lágrimas, tras
de las matas de chilca, en el tapial, al otro lado de la cancha.
Ya muy entrada la noche, desolado y vencido, lleno de frío y miedo me dije:
"bueno, Chino, que mierda" y me llené de tristeza. De la misma tristeza que
tenía mamá cuando perdió a papá.
Ahora estoy en la estación esperando que pase Oswaldo y el negro Bejarano a
ver si nos vamos a Guayaquil para embarcarnos.
Título: Viejo con árbol
Autor: Roberto Fontanarrosa Enlace:
https://yantorno01.files.wordpress.com/2011/06/cuento-1-iniciacic3b3n.pdf
A un costado dela cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril.
Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras
dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solíaubicarse el
viejo.
Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato,
consu gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello
y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer
los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la
Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer
sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada
propia. Porque el viejo bien podíair a ver los otros dos partidos que se jugaban
a la misma hora en las canchas deal lado, pero se quedabaahí, debajo delárbol,
siguiéndolos a ellos.
Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos;
el hijo de Norberto, los dos deGaona, el sobrino delMosca, quedesembarcaban
en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas
bajaban de los autos.
—Ojo con la vía —alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.
—No pasan trenes, casi —tranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno
cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.
—¿No vino la hinchada? —ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al
viejo— ¿No vino la barra brava?
Y se reían. Pero el viejo no faltaba desdehacíavarios sábados, firme debajo del
árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano
derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo
de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.
—La vieja no lo debesoportaren la casa y lo manda para acá —bromeó alguno.
—Porahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabíanqueel viejo hinchaba para
ellos dealguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par
de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.
Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a
Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era
verano y ese horario para jugar era una locura. Casilas tres de la tarde y el viejo
ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha
-casi a desgano, aprovechando para desperezarse- cuando levantó el brazo
pidiéndole permiso al referí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y
quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado
jamás una palabra con nadie del equipo.
El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito,
bastante alto, pulcro y consombrade barba. Escuchaba la radio con un auricular
y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.
—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda
cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado enel piso. El viejo giró para
mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.
—No y sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el
partido, que estaba áspero y empatado. Música y dijo después, mirándolo de
nuevo.
Algún tanguito? —probó el Soda.
—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.
El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los
muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para
continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta
pararse al lado del viejo.
—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo.
El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la
pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.
—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó
después
—. Muy emparentado.
El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.
—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que
estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de
la camiseta cubierto de tierra— . La continuidad de la nariz con la frente. La
expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales -se
quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él
le mostraba-. Bueno... Eso, eso es la escultura...
El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando
dubitativo.
—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por
llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo
cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia
de las camisetas rivales, el casivioleta cardenalicio que asume también ese azul
por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas
ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon.
Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura.
Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.
—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el
cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el
braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza...
El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se
venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por
De León.
—Y escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una
mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio
y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la
percusión grave de la pelota cuando botacontra el piso, el chasquido dela suela
de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro
desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y
el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...
El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les
contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les
quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave
oscura e implacable. —Y vea usted a ese delantero... —señaló ahora el viejo,
casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—... ese delantero de ellos que
se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose
exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de
dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro.
El Soda se tomó la cabeza.
—¿Qué cobró? —balbuceó indignado.
—¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente,
metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás?—gritó después, desaforado—
. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?
El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado
repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El
viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda
tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.
—¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, seña señalándolo.
—Y eso... —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra
—...Eso es el fútbol.
Título: Memorias de un wing derecho
Autor: Roberto Fontanarrosa Enlace:
https://melhorliteratura.files.wordpress.com/2014/12/memorias-de-un-wing-
derecho.pdf
Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya.
Abriendo la cancha. Y eso no me enseño nadie. Soncosas queuno ya sabe solo.
Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me
vengan con eso de wing “ventilador” o wing “mentiroso” o las pelotas. Arriba
y contra la raya.
Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada
de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador
de punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de
punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías
nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la “holandesa” o la brasileña y
otras estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me saca de la formación clásica: el
arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega
por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo al
arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero. Después
una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres.
Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles.
De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como 6.800. Yo solo... ¡Después me
dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien yo
hago en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club
como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles
porsemana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso para
no hablar del centrofoward nuestro, debellevar más de 12.000 goles pordebajo
de las patas... Y...¡el tipo está ahí! donde deben estar los centrofoward. En la
boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡Pum! adentro. A cobrar. Y
ojo, que el nueve de los de Boca no es maño tampoco. Es el mismo estilo que
el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha
amargado más deun partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero
escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco.
Le da conun fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames.
Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como 12.000 goles. ¡Si le
habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me acuerdo el día del
debut. Le estoy hablando de hace 25 años, 25 años, un cuarto de siglo. Sacaron
la lona que cubría la cancha y le juro que nos encegueció la luz. Un solazo
bárbaro. Yo casi no podíaver por el resplandor en las camisetas, especialmente
en las nuestras. Claro, porel blanco. Las bandas rojas parecíanfuego. No como
ahora, que está saltando todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde
ya no quedacasinada. ¡Cómo estáésta cancha! ¡Qué lástima! Quépoco cuidada
está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable. Era domingo al mediodía y se ve
que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca
en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en
el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se
encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol.
Yo había escuchado desdeabajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche
cuando los socios sejuntaban en la sedesociala comentar los partidos o tomarse
un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron el metegol
al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro.
¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es
pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo
destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre
20 y 25 personas viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud. Y
había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni
miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía.
Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba.
¡Qué cosainolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el
tipo que nos manejaba seve que sabía. Yo apenas sentí que se movía, dije: “Hoy
vamos a andar bien”, porque también es importante el tipo que a uno le toque
para manejarlo. Usted podrátener condiciones, es más, podráser un fenómeno,
pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con
experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doycuenta si conoce
o no. Es una cuestión de experiencia, nada más. No es que uno sea sabio.
Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega
al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve
que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque
está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted
trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un
patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los
escucha gritar: “¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!”. Hay que
aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es
importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son
estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo
como 30.000 clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el
pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece
mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos
mucho. Pero aquél díatuvimos suerte, porlo menos los deadelante. De la mitad
de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. “Tachola”, me
acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban
permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al
club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida.
Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y
cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un
chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer
pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la
gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manejaba a los tres
era un salame. Un paspado. Pero con los de adelante bastaba.
No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera.
¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos, tres pepas hice ese día. Y
las otras tres se las serví al nueve, al morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa
es que algún mocoso selos pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un
gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el corner y se me vino. Ibamos
perdiendo uno a cero, porque¡ojo!habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada
bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la
traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once
también, para abrirme un buco. Yo la masé y un par deveces amagué el puntazo,
pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento
que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz le sacudo. A mí no me vengan
con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo
agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un
derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y
cuando el rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de
revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla ché, le puso
semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que
fue eso! Yo lo había escuchado al negro, lo había escuchado. Cuando yo me
abrí parala derecha y ví que la defensase venía conmigo. Y lo escuché alNegro,
que me grita: “¡Ah!”. Y se la toqué. Lo mató al Negro. Lo mató. La hacemos
siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Quépartido fue ése! Y para esta noche
tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir
que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué
es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos
raros, unas cosas como “pluic” “plinc”, “clun” y unas sacudidas. Unas luces.
Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina,
algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De
ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el
fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas!Son
modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El
fútbol. La única verdad.
Por favor!
Título: La bici rosa
Autora: Anika Jiménez
Enlace: http://vueltalasultana.blogspot.com/ Rosa y con cesta.
Así quería Estrellita su bici, toda rosa, con lacitos en el manillar y una cesta
delantera donde ir guardando sus tesoros en bolsitas de plástico. Ya se
imaginaba ella pedaleando por el camino del cementerio, el más arreglado del
pueblo, tocando su timbre para apartar a los gatos curiosos, saludando a sus
amigas, conla sonrisa del triunfo reflejada en su carita de niña buena, que diría:
“ésta bici es mía, sólo mía “. Pero todos pensaban que no merecía la pena y la
bici nunca llegó.
Hasta hoy.
Quince años después. Estrella Dorado Luna, primera mujer medallista en
velocidad pasea su bici rosa por las pistas de los estadios. No tiene cesta, ni
timbre, pero sí un lacito, rosatambién, el que adorna conun bonito trenzado su
pierna ortopédica.
Cabezona , “la estrellita”.

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Cuentos

  • 1. INDICACIONES PARA EL COMENTARIO DEL TEXTO DE LECTURA Para realizar un comentario de texto hay que seguir las siguientes pautas: 1.- Realizar una lectura atenta y a su vez subrayar aquellas palabras claves para poder realizar el tema y la estructura. 2.- Anunciar el tema principal del texto. Para que resulte más sencillo a la hora de escribir, se escoge un sustantivo o adjetivo con el cual al anunciar el tema este sustantivo o adjetivo debe ser nombrado. 3.- Después, realizaremos la estructuradel texto. Para elaborar la estructura primero debemos mencionar de cuantas partes está formado el texto. Seguidamente empezaremosa enumerarlas e indicar por cuantos párrafos, en caso de que el texto sea narrativo, o estrofas o versos, en caso de que sea poesía, está formada cada parte y con esto dar una argumentación de porque se ha dividido de tal forma. 4.- Tras enunciar el tema y estructurar, realizaremos un resumen del texto que hemos leído. 5.- Finalmente para terminar realizaremos un comentario crítico en el cual debemosindicar la tesis que el autor defiende ya partir de ahí argumentar a favor y en contra de lo que el autor expone en el texto. Para poderrealizar el comentario crítico tenemos que conocer Leer, los cuatro textos de lectura y realizar un comentario escrito de 500 a 600 palabras sobre las apreciaciones de la lectura seleccionada, teniendo en cuenta las indicaciones anteriores.
  • 2. TEXTOS (Ministerio de Educación) MATERIAL DE LECTURA: CONCURSO INTERNO DE DEPORTES “LEYENDO LA JUGADA” 1Cuando me gustaba el fútbol Autor Raúl Pérez Torres 2. Viejo con árbol Autor Roberto Fontanarrosa 3. Memorias de un wing derecho Autor Roberto Fontanarrosa 4. La bici rosa Autor Anika Jiménez Título: Cuando me gustaba el fútbol Autor: Raúl Pérez Torres Enlace: http://www.flacsoandes.edu.ec/libros/104661-opac Yo bajaba con Oswaldo por la Avenida América, rodando la pelota con pases largos de vereda a vereda, cuando mamá salió a la ventana de la casay me llamó a gritos. Me paré en seco mirando cómo la pelota se iba solita, sin nadie que la detuviera, que la acariciara, como lo hacía yo con mis zapatos de caucho ennegrecidos y rotos. Oswaldo estupefacto por un momento, corrió luego tras ella y yo regresé donde mamá, limpiándome las manos en el pantalón. Mi vieja, enfadada y marchita, llena de grandes surcos sus mejillas, me habló de la misma manera que hablan todas las madres pobres, me recriminó mi suciedad, mi vagancia y ese juego maldito que destruíamis zapatos y dejaba mi ropa "hecho sendales". Luego llevándome al comedor me dijo "desclava ese cuadro de la pared y límpialo porque debes ir a empeñarlo".
  • 3. Me dediqué porentero a esta labor y Oswaldo me ayudaba, tratando de sacarle el mejor brillo con el trapo que utilizaba mamá para limpiar los cubiertos (que casisiempre estaban limpios). Era un cuadro plateado de la Divina Cena tallado a mano. Despreciaba ese cuadro, siempre lo habíamirado desdemi silla conesa muerta benevolencia que no servía para nada, con el tipo de barbas largas sentado en la mitad de una mesa enorme y los doce más mirando nuestro almuerzo de caras macilentas y sopadefideo. Oswaldo me dijo: "hay que jalarle las barbas a éste" y yo me reí buscando en su actitud esa sombra protectora de la amistad, pero luego me puse triste y con ganas de decir puta madre, porque me daba pena ver cómo poco a poco nos íbamos quedando sin nada, primero el radio, luego la vajilla que le regalaron a Micaela cuando se casó, el despertador de Julia, el abrigo que Manolo heredó de papá, el prendedorque le regaló el tío Alonso a mamá cuando regresó de España, los libros de medicina de cuando el ñaño estudiaba y así todo, ytambién estaba eso de que podíaverme Gabriela en el momento de entrar a la casa de empeño de don Carlos, como ya me había visto otras veces. Por eso y por mucho más estaba triste. Pero Oswaldo me dijo que me acompañaríay además recordéque el cuadro no me gustaba y que ahora podríacomerenpaz, mirando las paredes vacías y las telas de araña que siempre me produjeron una extraña fascinación. Guardamos la pelota en la red que Micaela tejió cuando estaba en cinta y bajamos a lo de don Carlos. Quedabaen el primer piso de la casade Gabriela, había que atravesar un zaguán largo y embaldosado. Yo procurabano topar las baldosas negras y caminaba en puntillas. Siempre que no tocaba las baldosas negras don Carlos me recibía afectuosamente y decía: "veamos, veamos, qué me traes ahora condenado" .Al final habían dos puertas cerradas y despintadas, con mucha mugre, y manoseo, con el timbre a un lado (todas las veces que tocaba ese timbre me daban ganas de orinar), se abría sigilosamente una puerta corrediza pequeña y unos ojos chiquitos sin luz, escudriñaban a los lados de mi rostro, sin fijarse en mí, hasta que finalmente me miraba y decíacon voz gangosa: "veamos, veamos, qué me traes ahora condenado". Estiré el paquete y don Carlos preguntó:"¿qué es esto?", a la vez que abría el envoltorio con sus manos amarillas y temblorosas. Me desentendí del asunto y me puse a mirar tras suyo todo lo que mis ojos podían ver: medallones empolvados, chalinas de diferentes colores, radios, libros, máquinas de cosery de escribir, dos o tres biblias de enorme tamaño, un cofre de hueso, cobijas, un
  • 4. estuche decuero, una espada, untítulo de abogado conmarco demadera tallado, ternos de hombre, abrigos, todo ordenado ypegado conunpapelito blanco. Pero el cuarto lleno de humo no me dejaba ver más allá, dondeuna bruma espesa se extendía como borrándolo, como debe ser la entrada al infierno, hasta que su voz ronca sonó en mi oído como cuerno y dijo; "esto no sirve, es pura lata" .Volví mi cabeza desamparada hacia Oswaldo que estaba escondido inclinado tras la puerta y él me hizo una seña impaciente frunciendo las cejas y agitando las manos, indicándome que insista, entonces yo mientras bailoteaba desesperadamente en mi puesto, frotándome las piernas, le dije: "es nuevo, el tío nos trajo de Roma". Don Carlos pasaba el dedo por los apóstoles y mascullaba algo entre dientes, luego prendió un foco y se iluminó el cuarto con miles de reflejos dorados que por simple coincidencia venían a estrellarse contra mis ojos, al rato dijo: "cuánto", yo respondí:"cien, mamá lo sacará a fin de mes". Don Carlos lanzó una risotada y gritó: "ni comprado, ni que estuvieran vivos". Tragué saliva y respondí:"cuánto ofrece" y me sentí como esas mujeres que vendían verduras en el mercado del barrio. Don Carlos fue a su escritorio y sacó dos billetes de a veinte, diciéndome: "toma esto condenado para que no te vayas con las manos vacías, firma aquí" y me señaló el libro azul con la pasta rota. Firmé y recogí los dos papeles y sentí un profundo resentimiento conmamá, conOswaldo, con don Carlos y con esos viejos plateados de la Divina Cena. Cuando me retiraba, don Carlos me gritó: "espera la contraseña" y me lanzó un recibo que lo doblé y guardé en el bolsillo de la camisa junto con los billetes, pensando en que ya teníamos para otro día de comida. Antes de salir pedí a Oswaldo que saliera primero y me avisara si Gabriela estaba en la ventana. Oswaldo salió alegre, pateando la pelota y luego me hizo unas señas que yo no entendí bien. Cuando salí, la voz inconfundible de Gabriela me gritó: ''Chino", pero yo acalambrado hasta los talones me lancé contra Oswaldo, le quité la pelota y corrí con todas mis fuerzas. En la esquina de la Panamá cambié un billete y compré un helado y dos delicados. Allí le esperé a Oswaldo, pero no apareció; entonces empecé a subir a la casapateando las piedras y aplastando las pepitas de capulí que encontraba en la calle, ese sonido me producíaunadulce satisfacción en las plantas delos pies y en el oído. Cerca de la casa me encontré con la jorga del flaco Daría, todos estaban en rueda, tecniqueando con una cáscara de naranja. Me quedé viéndoles hasta que se acercó el Chivolo Sáenz y me dijo: "Chino, juguemos un partidito", yo me
  • 5. iba a negar pensando en que mamá me estaría esperando para tomar café y comprar la leche de la mamadera del hijo de Micaela, pero el flaco vino por atrás y me hizo soltar la pelota, así que decidí irme con ellos diciéndome: "qué carajo, que esperen". Había una canchita frente a la Escuela Espejo. Allí jugaba yo siempre al salir de la escuela, en el tiempo en que asistía, pero desdequemurió papáya no volví porque mamá me dijo que era preciso que la acompañara, que se sentía muy sola y triste y que yo era suúnico halago, pero ahora sé que no fue por eso, sino que necesitaba a alguien a quien insultar, a quien mandar a los empeños, a quien enviar a la tienda a fiar el pan de la tarde. Pero en la canchame olvidaba detodo y le dabaa la pelota más que ninguno, tal vez sólo poreso gozabade un pequeñí simo respeto, como ahora en que el flaco me decía: "Chino, haz vos el partido" y yo meditaba , me daba aires, miraba a todos, uno por uno, y decíaserio: "vos Chivolo acá, vos Patitas allá". Ellos metieron el primer gol. Nos sacamos las camisetas y entonces sí se distinguía más. Yo me entendía bien conPerico pero más conOswaldo, lástima que Oswaldo no estuviera porque sino era goleada. De todas maneras ganamos un partido y suspendimos el otro porque casiya no se veía y decidimos pararlo para continuar al otro día. Cuando fui a ponerme la camisa, ésta había desaparecido. Comencé a buscarla primero con una risa nerviosa, luego angustiado y luego con lágrimas en los ojos, pero la camisa nada. Todos empezaron a abandonarme. Se me abrió un abismo oscuro, largo, de dondesalía mamá, Micaela, su hijo, Oswaldo, papá, el profesor, los zapatos de caucho, don Carlos, Gabriela, los apóstoles. Seguí buscando porhoras, debajo de las piedras con las que señalábamos elgol, tras de los árboles, bajo las yerbas, fui a la tienda y rogué que me prestaran una esperma y seguí buscando, con el dorso desnudo, empapado en lágrimas, tras de las matas de chilca, en el tapial, al otro lado de la cancha. Ya muy entrada la noche, desolado y vencido, lleno de frío y miedo me dije: "bueno, Chino, que mierda" y me llené de tristeza. De la misma tristeza que tenía mamá cuando perdió a papá. Ahora estoy en la estación esperando que pase Oswaldo y el negro Bejarano a ver si nos vamos a Guayaquil para embarcarnos.
  • 6. Título: Viejo con árbol Autor: Roberto Fontanarrosa Enlace: https://yantorno01.files.wordpress.com/2011/06/cuento-1-iniciacic3b3n.pdf A un costado dela cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solíaubicarse el viejo. Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, consu gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podíair a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas deal lado, pero se quedabaahí, debajo delárbol, siguiéndolos a ellos. Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos deGaona, el sobrino delMosca, quedesembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos. —Ojo con la vía —alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban. —No pasan trenes, casi —tranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido. —¿No vino la hinchada? —ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejo— ¿No vino la barra brava? Y se reían. Pero el viejo no faltaba desdehacíavarios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos. —La vieja no lo debesoportaren la casa y lo manda para acá —bromeó alguno. —Porahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabíanqueel viejo hinchaba para
  • 7. ellos dealguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors. Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casilas tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha -casi a desgano, aprovechando para desperezarse- cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo. El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y consombrade barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción. —¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado enel piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja. —No y sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatado. Música y dijo después, mirándolo de nuevo. Algún tanguito? —probó el Soda. —Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora. El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo. —Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo. El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa. —Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después —. Muy emparentado.
  • 8. El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó. —Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra— . La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales -se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba-. Bueno... Eso, eso es la escultura... El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo. —Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casivioleta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura. Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció. —Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza... El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León. —Y escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la percusión grave de la pelota cuando botacontra el piso, el chasquido dela suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música... El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave
  • 9. oscura e implacable. —Y vea usted a ese delantero... —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—... ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro. El Soda se tomó la cabeza. —¿Qué cobró? —balbuceó indignado. —¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás?—gritó después, desaforado— . ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió? El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo. —¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, seña señalándolo. —Y eso... —vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra —...Eso es el fútbol.
  • 10. Título: Memorias de un wing derecho Autor: Roberto Fontanarrosa Enlace: https://melhorliteratura.files.wordpress.com/2014/12/memorias-de-un-wing- derecho.pdf Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseño nadie. Soncosas queuno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing “ventilador” o wing “mentiroso” o las pelotas. Arriba y contra la raya. Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador de punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la “holandesa” o la brasileña y otras estupideces. ¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me saca de la formación clásica: el arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero. Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como 6.800. Yo solo... ¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien yo hago en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles porsemana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso para no hablar del centrofoward nuestro, debellevar más de 12.000 goles pordebajo de las patas... Y...¡el tipo está ahí! donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡Pum! adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca no es maño tampoco. Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más deun partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco.
  • 11. Le da conun fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como 12.000 goles. ¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me acuerdo el día del debut. Le estoy hablando de hace 25 años, 25 años, un cuarto de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos encegueció la luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podíaver por el resplandor en las camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, porel blanco. Las bandas rojas parecíanfuego. No como ahora, que está saltando todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde ya no quedacasinada. ¡Cómo estáésta cancha! ¡Qué lástima! Quépoco cuidada está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable. Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol. Yo había escuchado desdeabajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche cuando los socios sejuntaban en la sedesociala comentar los partidos o tomarse un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro. ¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre 20 y 25 personas viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud. Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba. ¡Qué cosainolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el tipo que nos manejaba seve que sabía. Yo apenas sentí que se movía, dije: “Hoy vamos a andar bien”, porque también es importante el tipo que a uno le toque para manejarlo. Usted podrátener condiciones, es más, podráser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doycuenta si conoce o no. Es una cuestión de experiencia, nada más. No es que uno sea sabio. Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted
  • 12. trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los escucha gritar: “¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!”. Hay que aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como 30.000 clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos mucho. Pero aquél díatuvimos suerte, porlo menos los deadelante. De la mitad de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. “Tachola”, me acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manejaba a los tres era un salame. Un paspado. Pero con los de adelante bastaba. No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos, tres pepas hice ese día. Y las otras tres se las serví al nueve, al morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa es que algún mocoso selos pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el corner y se me vino. Ibamos perdiendo uno a cero, porque¡ojo!habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once también, para abrirme un buco. Yo la masé y un par deveces amagué el puntazo, pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz le sacudo. A mí no me vengan con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla ché, le puso
  • 13. semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que fue eso! Yo lo había escuchado al negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí parala derecha y ví que la defensase venía conmigo. Y lo escuché alNegro, que me grita: “¡Ah!”. Y se la toqué. Lo mató al Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Quépartido fue ése! Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como “pluic” “plinc”, “clun” y unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas!Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad. Por favor!
  • 14. Título: La bici rosa Autora: Anika Jiménez Enlace: http://vueltalasultana.blogspot.com/ Rosa y con cesta. Así quería Estrellita su bici, toda rosa, con lacitos en el manillar y una cesta delantera donde ir guardando sus tesoros en bolsitas de plástico. Ya se imaginaba ella pedaleando por el camino del cementerio, el más arreglado del pueblo, tocando su timbre para apartar a los gatos curiosos, saludando a sus amigas, conla sonrisa del triunfo reflejada en su carita de niña buena, que diría: “ésta bici es mía, sólo mía “. Pero todos pensaban que no merecía la pena y la bici nunca llegó. Hasta hoy. Quince años después. Estrella Dorado Luna, primera mujer medallista en velocidad pasea su bici rosa por las pistas de los estadios. No tiene cesta, ni timbre, pero sí un lacito, rosatambién, el que adorna conun bonito trenzado su pierna ortopédica. Cabezona , “la estrellita”.