El documento habla sobre los peligros del silencio en las organizaciones. Explica la historia de un pez que quería ir en una dirección diferente al cardumen pero no fue escuchado. También menciona un estudio que encontró que los ejecutivos a menudo no expresan sus opiniones en las reuniones por miedo a represalias. Finalmente, argumenta que tanto líderes como subordinados deben estimular la discusión abierta y los desacuerdos, ya que esto puede ayudar a la empresa a pesar de que puede ser incómodo a corto pl
1. LECTURA 4
¿QUIÉN CALLA OTORGA?
El silencio de los no inocentes
Un pez discutía con el líder del cardumen sobre que debían tomar una dirección distinta, que conocía un lugar
donde había más comida y menos depredadores. El Líder, más experimentado, le decía que se equivocaba y que se
uniera a los demás. Pero el pez insistía, irritando al líder y al grupo. Los peces del cardumen opinaban lo mismo que el
pez discordante, pero no decían nada por temor. Finalmente, el pez discordante decidió ir en su propia dirección, pero
una corriente muy fuerte lo empujó hacia la dirección de los otros peces. Resignado, se unió al cardumen. Llegó a la
conclusión de que la dirección seguida no la fijaba la lógica ni la razón sino una corriente marina. El pez, frustrado, se
limitó a seguir la corriente que por años había guiado a sus compañeros.
Algo similar ocurre en la empresa. Generalmente los supuestos grupales son impuestos por el líder del grupo
quien, en base a sus experiencias y éxitos pasados tiene claras ideas de cómo se deben hacer las cosas. Pero, como
todo en la vida cambia, los supuestos de este líder pueden no ser vigentes y perjudicar a su equipo. No basta con que
el líder aprenda a cuestionar, su propio equipo debe evitar ser arrastrado por la corriente al seguir a ciegas al líder sin
cuestionarlo.
Leslie Perlow y Stephanie Williams publicaron recientemente una investigación en el Harvard Business Review
donde estudiaron en que medida los ejecutivos decían lo que pensaban en las reuniones. Sorprendentemente, sus
resultados comprobaron que los ejecutivos no expresan lo que piensan porque creen que es la mejor forma de
mantener buenas relaciones y su trabajo. Tienen miedo a perder su estatus y ser despedidos. Los mismos
investigadores señalan que esto produce sentimientos negativos en las personas como ansiedad, rabia y
resentimientos.
El resentimiento de las personas no es gratis, tiene un costo y le pasan la factura al líder cuando menos lo espera,
a través de sabotajes, conversaciones a sus espaldas, o simplemente no haciendo lo que se requiere. Pero lo pero es
que las opiniones de los subordinados muchas veces pueden salvar al líder y a la empresa, y según el estudio, estás
no se dan fácilmente. Como cuando los búfalos siguen ciegamente a su líder aun cuando éste toma un camino que los
lleva al precipicio de la muerte. Viendo el camino equivocado, no cuestionan y siguen adelante. ¿Qué hacer?
Como líderes debemos primero entender que la tendencia al silencio por parte de los subordinados es una realidad.
Debemos tener mucho cuidado en nuestros mensajes verbales y no verbales. El nivel de silencio en nuestro equipo
dependerá de cómo respondamos cuando un subordinado nos cuestione algo. Si somos categóricos, si no damos un
espacio para cuestionar nuestras posiciones, si no agradecemos el comentario, si respondamos con un tono de voz
alta, si hacemos muecas de desagrado o quizás mostramos ciento enfado, el mensaje será claro: “No me gustan los
cuestionamientos”. Evite caer en esta trampa y sea consciente de que de usted depende estimular los comentarios
discordantes de su personal. No creo que nadie le guste ir al dentista, pero acudimos porque es bueno. Similarmente,
recibir comentarios discordantes no es grato, pero es útil.
Por otro lado como subordinados, no nos arrastrar por la corriente de querer pertenece, de querer estatus, de
querer tener nuestras relaciones con todos. Nuestra responsabilidad es con la empresa y su bienestar. Cuestione y
exprese sus comentarios discordantes de forma asertiva, no solo se hará un favor a sí mismo evitando resentimientos
sino que, sobre todo, le estará cuidando las espaldas a su propio jefe.
Muchos ejecutivos permanecen en silencio en las reuniones y no dicen lo que piensan.
Algunos por temor a las consecuencias o a ser despedidos, otros para no mostrarse
discordantes. ¿Quién pierde? Todos, la empresa, el jefe y el subordinado