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Educar con los dos cerebros
1. Educar con los dos cerebros
"Para educar bien, hay que tomar en cuenta los dos hemisferios y que no hacerlo
sería como intentar nadar con un solo brazo".
Neva Milicic, Psicóloga PUC
Sabemos que el cerebro está compuesto de dos hemisferios que cumplen funciones
diferentes. El izquierdo, que se rige por las leyes de la lógica, es lineal,
predominantemente verbal y asume la información en forma literal. El hemisferio
derecho es sensible a las emociones y es más intuitivo y no verbal. Procesa la
información de manera global. La mayoría de las veces que interactuamos con los hijos
lo hacemos desde y hacia el hemisferio izquierdo.
El concepto educar con los dos cerebros es utilizado por Daniel J. Siegel y Tyna Payne
B. en su libro "El cerebro del niño". Ellos plantean que: "No somos esclavos a lo largo
de toda nuestra vida de la manera que nuestro cerebro actúa ahora: podemos
realmente reconfigurarlo para ser más sanos y felices. Esto es aplicable no solo
a los niños y adolescentes, sino a todos nosotros en cada una de las etapas de
nuestra vida". Esta afirmación es muy verdadera, al estimular a un niño vamos
desarrollando las diferentes áreas de su cerebro y, por supuesto, las nuestras. Cuánta
capacidad de conexión empática es necesaria desarrollar para vincularse con los hijos
cuando son pequeñitos y, a veces, la vamos perdiendo a medida que el niño crece.
Educar no es, según los autores, sobrevivir a las exigencias cotidianas, sino ayudarlos
a progresar, entregándoles experiencias emocionales que los ayuden a
convertirse en mejores personas. Y en el proceso de educarlos también nosotros
como padres tenemos la posibilidad de convertirnos en personas que crecen
emocionalmente en el desafío de ser cuidadores competentes. Los autores plantean
que para educar bien, hay que tomar en cuenta los dos hemisferios y que no hacerlo
sería como intentar nadar con un solo brazo. Por ejemplo, intentar razonar cuando
un niño está ofuscado solo conducirá a que el niño se enoje más, a que el padre
se frustre y la situación se convierta en una escalada de agresiones mutuas y una
irrigación en las regiones de las emociones negativas, tanto de los padres como
del niño. Si los padres hacen un esfuerzo de autorregulación y se conectan con lo que
el niño siente, ambos tendrán no solo una mayor vinculación, sino que sus cerebros
tendrán una mayor irrigación en la zona de las emociones positivas. Y para ello es
necesario conectarse desde y con los afectos.