1. NAVIDAD, SIGNO DE ESPERANZA
EN UN MUNDO DESESPERANZADO
Por Hna. Bárbara Bucker m.c.
La Navidad despierta en todos nosotros, cristianos, hermosos recuerdos de nuestra infancia. Conforme vamos llegando a la
juventud y vamos entrando en el “mundo de los adultos” se van borrando los recuerdos navideños. ¿No será porque nuestro espíritu se
va envejeciendo?
Cuando Jesús nos dice que hay que ser “como niños” para entrar en el Reino, nos está dando una clave muy importante de
sabiduría evangélica. La niñez y la juventud no son etapas que van pasando en la vida, sino modos de vivirla. Hay una forma muy adulta
de conservar la inocencia y sencillez de los niños. La vocación de los jóvenes de
hoy es seguir manteniendo el “ser como niños para entrar en el Reino” hasta los
momentos de la ancianidad. Por regla general, los jóvenes miran con desprecio
a los niños, porque ya no quieren identificarse más con ellos, pero al hacerlo
mezclan aspectos de la vida que sí hay que dejar, y otros que hay que mantener
y transformar en nuevas vivencias.
La Navidad es el recuerdo de la Encarnación: el Hijo de Dios es un ser
humano como nosotros, “hijo de mujer”, María. Es la imagen visible del gesto
invisible que dice Juan 3, 16: “Tanto amó Dios al mundo que le regaló su Hijo
para salvarlo”. Los regalos de navidad han ocultado el Regalo que el Padre hace
el mundo; que no es una “cosa” sino una “persona”. Papá y mamá se regalan
mutuamente cuando nace un niño o una niña. Los regalos vivos duran toda la vida, y son los que menos agradecemos y cuidamos.
La Navidad nos cuenta cómo María presentó el Niño en primer lugar a José y como entre los dos se comprometieron a
cuidarlo por toda su vida. También los pastores fueron invitados al gran
Regalo, eran gente pobre, sencilla pero fueron convidados antes que
nadie. Pero también los sabios reyes de Oriente llegaron a saludarlo y
darle sus regalos humanos. Ellos supieron ver las señales de las estrellas
más claro que los propios sacerdotes y escribas en sus libros sagrados.
Pero el regalo del Hijo dado por el Padre exigió también opciones
y sacrificios. El Niño antes de “hacer”, ha “dado mucho que hacer” a María
y José: defenderlo ante la persecución de los poderosos que castigan con
la muerte a los que amenazan recortar sus ambiciosos privilegios.
¿Cómo un joven, hoy, puede vivir la Navidad? La proximidad a la niñez le trae recuerdos y vivencias de sencillez, de
transparencia, por otro lado, el estar próximo a la vida adulta le “contagia” del mundo competitivo, donde hay que luchar para hacerse
2. un lugar, un “puesto”.
Pero la juventud es el mejor momento para darse a si mismo “como regalo” para la vida de los demás. Vivir en un mundo
competitivo, le hace buscar la seguridad entre el grupo de las minorías vencedoras y escapar de las mayorías vencidas. Pero el corazón
del joven todavía no se ha esclerosado ni endurecido por el egoísmo. Por el contrario, en el corazón juvenil tienen lugar todos los sueños
de justicia, equidad, dedicación y amistad a los demás. Tiene la compasión natural de los niños hacia quienes sufren; por eso se llevan
tan bien con los ancianos, porque los comprenden mejor en sus limitaciones.
El regalo que el niño recibe de pequeño va transformándose en el regalo que el joven tiene que dar al mundo. No es una “cosa”,
sino su propio ser, su alegría, su mirada limpia al futuro, deseos de que el Bien triunfe siempre sobre el Mal. Por eso las películas
antiguas siempre terminaban con la victoria “de los buenos”. El quebrar esas ilusiones con “fines menos felices” es cosa de adultos, para
resignarse: “así es la vida real”…
Cuando Jesús abraza a los niños y mira al joven con simpatía es porque ve en ellos “sus futuros”; lo que ellos pueden ser y
hacer de bien y desea alentar esos deseos.
¿Qué significarán estas navidades para todos los jóvenes del mundo? Son ocasiones de donde pueden nacer opciones de bien y
de mal. Los jóvenes son cada vez más conscientes de que su futuro y el futuro del mundo irán juntos: por eso trabajan por el medio
ambiente, por la ayuda a los pobres y marginados, por el “voluntariado” que para muchos está asociado con “jóvenes voluntarios”. Si los
deseos de paz y seguridad futura no los cierran en sí mismos, serán promotores de esa paz y seguridad para todos, sobre todo de los más
inseguros y los aplastados por la maldad del uso pérfido del saber, tener y poder. Exactamente los que no tienen motivos de esperanza
son los que confían en jóvenes constructores de esperanza.
La juventud es algo más que una etapa de la vida, es una vocación, una tarea, una misión: llevar al mundo lo que tienen en si
mismos: el deseo de un mundo nuevo que es posible.