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Fecha de catalogación 16/09/2013
Diseño de tapa: Patricio Diblasi patriciorey_1@hotmail.com
Fotografía solapa: Magalí Martín
Impreso en Formato
Queda hecho el depósito que prevé la ley 11.723
ISBN 978-987-33-3848-9
Impreso en Argentina
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta,
puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna
ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico,
de grabación o de fotocopia, sin el previo permiso escrito del
editor.
Fain, Héctor Adrián
El camino del cuerpo : crónicas de esclavitud sexual : juicios
por el delito de trata de personas en la provincia de Misiones . -
1ra ed. - Posadas : el autor, 2013.
180 p. ; 15x21 cm.
ISBN 978-987-33-3848-9
1. Crónicas Periodísticas. I. Título
CDD 070.4b
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A todo aquel que sufre, oculto, las mordazas de la
esclavitud.
A todos a quienes vulneraron sus derechos, algunos sin
tener conciencia de ello, y sueñan un futuro mejor.
A todos los que obligaron al silencio
A todas las personas que luchan, día a día, por evitar la
existencia de las anteriores.
Especialmente a Mora y Laura, mis amores.
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Historias del
cuerpo: Crónicas de
esclavitud sexual
Juicios por el delito de Trata de Personas, en
su modalidad sexual, en la provincia de Misiones
Por Héctor Adrián Fain
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Historias del
cuerpo: crónicas de
esclavitud sexual
Auspiciado por el Ministerio de Derechos
Humanos de la provincia de Misiones.
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INDICE
-Presentación: por el ministro de Derechos Humanos
de la Provincia de Misiones, mgter. Edmundo R.
Soria Vieta ------------------------------------------pág.13
-Introducción por la subsecretaria de Igualdad de
Oportunidades del Ministerio de Derechos Humanos
de Misiones, prof. Norma Sawicz,--------------pág. 15
-Prólogo del autor---------------------------------pág. 17
-“¡No mamá!, no dejes que me lleve------------pág. 23
-Y la Fonola siguió sonando…------------------pág. 55
-Historias de frontera-----------------------------pág. 67
-“14 días de terror”--------------------------------pág. 75
-Un burdel llamado “Piedritas” ---------------- pág. 93
-El camino a la fama---------------------------- pág. 103
-En busca de chicas bonitas y “pícaras” ----- pág. 109
-De tareferas a mozas de un lujoso restaurante---------
------------------------------------------------------pág. 125
-Anexo: Volver a empezar: libres ------------ pág. 155
-Trata en fotos ---------------------------------- pág. 165
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13
PRESENTACION
La esclavitud aún existe y se manifiesta de forma
brutal a través de la Trata de Personas con fines de
Explotación Sexual, cuya víctima básicamente es la mujer
que sufre el ultraje de sus derechos humanos
fundamentales.
Delito complejo que de la mano del narcotráfico,
contrabando de armas, lavado de dinero, ha logrado el
mote de esclavitud del siglo XXI.
Desnuda de dignidad a la mujer sometiéndola con
engaños, violencia física y psicológica, obligándola a
consumir drogas, violándola, arrebatando todo derecho
inherente a la persona provocando un daño, muchas
veces irreversible.
En nuestra Provincia de Misiones vamos logrando
firmes batallas al desnaturalizar el delito de trata con
fines de explotación sexual, se trabaja incansablemente
en la sensibilización de los grupos más vulnerables, la
capacitación es permanente destinada a todos los
protagonistas que se suman para combatir el delito.
La recuperación y posterior contención y
tratamiento de las víctimas es hoy la preocupación diaria,
así lo imponen las casi 200 vidas recuperadas en 3 años a
partir de la primera ley que posibilita luchar.
Este libro escrito por un joven preocupado por su
contexto social y el impacto de este delito, se apoyó en la
ficción que se estimula por una realidad que a veces
supera la aguda imaginación.
Todo enfoque o acción que colabore a correr los
velos de tabúes y prejuicios paralizantes, y que al
14
contrario movilice los cambios culturales resaltando la
ética social y el respeto por los Derechos Humanos,
deben aplaudirse con el fervor que impone la dignidad de
la vida.
Gracias por el esfuerzo
mgter. Edmundo R.Soria Vieta
ministro de Derechos Humanos
provincia de Misiones
15
INTRODUCCIÓN
Son muchos los mitos construidos alrededor de
la trata de personas, los mismos que a veces terminan
contribuyendo a la impunidad de las y los tratantes y
explotadores, o peor a la invisibilización de las
víctimas.
El rol indelegable del Estado: protección y
asistencia a las víctimas es lo que venimos
trabajando, hemos logrado profundizar la
cooperación a través de una agenda común de trabajo
desde los distintos estamentos.
En este marco de actividades proponemos estas
ocho historias ficcionadas que nos acercan a la
realidad de algunas de las mujeres misioneras, a
veces niñas o adolescentes que han atravesado
alguna instancia del proceso de asistencia y
contención que brindamos desde la subsecretaría de
Igualdad de Oportunidades del Ministerio de
Derechos Humanos.
Con este libro se pretende presentar al flagelo
de la Trata de Personas a partir de la representación
de quienes han vivido la explotación sexual.
Esta problemática sigue preocupando a la
provincia y por eso decidimos seguir trabajando
desde un Estado presente con políticas que permitan
no sólo detenerla, sino erradicarla de nuestra región,
16
para el bien de todos los actores que habitan el suelo
misionero.
prof. Norma Raquel Sawicz
subsecretaria de Igualdad de Oportunidades
ministerio de Derechos Humanos
17
PROLOGO DEL AUTOR
“Historias del cuerpo: crónicas de esclavitud
sexual” se compone de narraciones reales, vividas y
sufridas por sus protagonistas. Fueron escritas en
base a la reconstrucción de los ocho casos que
llegaron a juicio en la provincia de Misiones por el
delito que propugna la Ley Nacional 26.364/08, y su
modificatoria 26.842/12, de “Prevención y Sanción
de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas”.
En el texto se modificaron las identidades para
proteger a las damnificadas, testigos y allegados.
Aunque sí se mantuvieron los nombres de quienes
fueron encontrados culpables por el Tribunal Oral en
lo Criminal Federal, que analizó sus situaciones
procesales, valoró las pruebas y aplicó las normas en
la independencia que les otorga su función.
Otra particularidad del texto consistió en
ficcionar parcialmente los contextos en los que
ocurrieron los casos abordados, para dotar de mayor
vuelo literario a las composiciones, aunque con el
cuidado debido para no alterar el factor de realidad
de cada uno de los hechos. Amén de esta licencia
literaria, se presentan aquí las herramientas de
captación, seducción, engaño y demás artilugios
utilizados para arrancar a las víctimas de su entorno
y llevarlas, forzada o engañosamente, a sitios donde
son luego vulnerarlas, con un fin de lucro comercial.
Con “Historias del cuerpo…”, no sólo se
refleja la pérdida de identidad, protección y derechos
propios de un ser humano, sino que se va más allá.
18
Es un testimonio real y desgarrador del quebranto de
los sentimientos, ilusiones, sueños; la pérdida del
gobierno individual sobre el cuerpo, los gustos, los
placeres. Se describe, simplemente, la manera en que
una persona, precedida de su historia, pasa a
convertirse en un objeto de utilidad ajena, carente de
toda decisión y voluntad. Y no sólo por aquel, que ha
sido definido con el mote de “cliente”, sino también,
y sobre todo, del que lucra con la esclavitud. Es la
descripción de cómo desaparecen las cadenas, como
freno de cualquier pretensión defensiva; y aparecen
herramientas más efectivas: la violencia física,
verbal, el saqueo de todos los recuerdos del “ser” y
“cómo ser”.
El capítulo “¡No mamá!, no dejes que me
lleve”, narra la manera en que una madre entrega a
su propia hija al infierno de los abusos y adicciones;
al terror más grande que puede vivir un hijo. Abusos,
violencia, traición, excesos, son sinónimos de la vida
de esta familia que nunca podrá olvidar lo que les
tocó transitar. Más aun cuando se gesta la dicotomía
entre el odio y el amor por una vida inocente que
llega en el momento menos pensado.
Casi irreverente, “Y la fonola siguió sonando”
convierte en simbología del abuso a aquella caja de
reproducir música, que sirve para tapar una realidad
de esclavitud y amenazas que viven tres jóvenes del
Norte misionero. Esa música, que envalentona el
consumo de alcohol de los clientes del burdel,
acompaña el desfile de los “hombres” desde el salón
a precarias casillas de madera, preparadas para
satisfacer sus deseos sexuales. Todo, mientras el
19
sonido rebota, incansablemente, por cada rincón del
lupanar.
“En busca de chicas bonitas y ‘pícaras’”
recorre la metodología de captación de los
reclutadores. De la misma manera, entroniza la
valentía de una mujer que se anima a denunciarlo y
permite que las fuerzas de seguridad monten un
operativo para detener el incipiente armado de un
“burdel exclusivo”, destinado a despedidas de
solteros y el viejo rito del padre que lleva a su hijo a
“debutar”.
“El camino a la fama”, en tanto, resume aquel
ideal, sueño y anhelo que lleva, a muchas jóvenes
argentinas, a perder todo uso de razón para ir tras un
horizonte tan incierto como oscuro, muchas veces
desoyendo las voces, internas y externas, que alertan
sobre un eventual peligro.
El apartado “14 días de terror” muestra a una
madre desesperada en procurar el sustento para su
hijo, que la empuja hacia Formosa para buscar un
mejor futuro como cuidadora doméstica. El señuelo
es un aviso en un matutino. Con el anzuelo en la
boca, entiende que su cuerpo será vendido como
carnada a un burdel de Córdoba. Pero la ecuación se
invierte gracias a un “cliente arrepentido”, que la
contiene, acompaña y propicia la huída. También
ingresa en escena una misionera, en una situación
similar, que no corre la misma suerte.
Las “Historias de frontera” son reales. Tan
negadas como la esclavitud sexual. Muchas veces
tienen aristas en funcionarios corrompidos o,
simplemente, engañados con diferentes artilugios
20
para posibilitar el tráfico de personas. Las voces
suenan como el río que golpea la piedra,
incesantemente, incansablemente, sólo hay que
detenerse a escucharlas.
“De tareferas a mozas de un lujoso
restaurante” es el retrato de las cosecheras de la
yerba mate que, cansadas de sacrificios y malas
pagas, deciden buscar nuevos rumbos. Engañadas,
recalan en un restaurante, como lo profesan los
carteles de la fachada donde se emplaza, pero que no
tiene ollas, ni cubiertos, ni hornos. Su negocio es
otro: niñas y jóvenes que son sometidas física y
sexualmente. Perdieron la libertad que poseían en la
extensión del yerbal, en la selva misionera, para
pasar a una vida de deudas crecientes. Ven una
esperanza en la huida de dos nuevas jóvenes que
fueron reclutadas. Una historia en la que también se
entremezclan las dádivas a funcionarios que deberían
velar por su seguridad.
Las protagonistas, sin siquiera saberlo, se
transcriben en ejemplos vivos de los caminos a evitar
por tantas jóvenes que buscan escapar de diversos
problemas económicos, sociales, familiares,
afectivos o, simplemente, encandiladas con las
ilusorias promesas de “fama fácil” que se
promocionan desde los medios de comunicación.
Tienen el mérito de tornarse más poderosas, cada vez
que logran ingresar al universo cognoscitivo de más
personas que las adoptan como experiencia y
autoprotección ante estos engaños.
Pero hay otros protagonistas que merecen su
reconocimiento por luchar, día a día, para salvarlas:
21
que deambulan, incansablemente, detrás de una pista,
un detalle, un lugar, para arrancarlas de la
servidumbre sexual y darles otra oportunidad real de
vida. Hablamos de hombres y mujeres partícipes de
los operativos, investigaciones, allanamientos;
aquellos, o aquellas, que arriesgan sus vidas como
testigos, agentes encubiertos, profesionales, que
rechazan la tentación de “llenarse los bolsillos”
negando a las víctimas. Todos ellos son parte
fundamental de cada línea de este libro.
Por último, con este material se pretende
concientizar. Evitar que nuevas vidas caigan en las
inescrupulosas manos de una de las peores
expresiones de la sociedad actual. Si podemos
aportar, aunque sea mínimamente a ello, habremos
cumplido la misión.
Héctor Adrián Fain
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23
“¡NO MAMÁ!, NO DEJES QUE ME LLEVE”
El amanecer fue imponente en el oriente de
aquella mañana del 3 de octubre de 2008. Esos
primeros destellos de luz la encontraron huyendo por
las calles de Puerto Iguazú. Su ser estaba enajenado
en cada latido del corazón. En su conciencia no había
rumbo, pero su inconsciente no le permitía detenerse.
Era terror lo que recorría su rostro como gotas frías.
Miró sobre su hombro izquierdo y temió que, aquella
figura que se acercaba lentamente en la esquina,
fuera él: su respiración exasperada, los golpes de sus
manos, sus palabras agresivas salpicadas de su
aliento etílico. Se detuvo. Congeló cada movimiento
de su cuerpo y aguardó que aquel desconocido
desapareciera del alcance de sus ojos. Sus piernas
volvieron a moverse.
Cuando llegó a casa, encontró a su padre.
Impávida, lo observó colocar la yerba mientras
mantenía su atención en la temperatura del agua
contenida en la pava con la que comenzaría a cebar
el primer mate de la mañana. Avanzó unos pasos
hasta que ambos se miraron a los ojos. No aguantó
más, comenzó a llorar y casi a los gritos soltó aquella
confesión que guardaba hace tiempo: "Me violaron,
golpearon y ahora van a hacer lo mismo con tus otras
hijas".
24
Problemas económicos, peleas constantes,
mantención de tres niñas en plena adolescencia y
objetivos diferentes desgastaron el matrimonio de
Estela y Emilio. Más cuando las frustraciones del
padre de familia fueron la excusa perfecta para
volver a beber y, consiguientemente, detentar
actitudes violentas contra la mujer de sus hijas;
agresiones que había logrado desterrar tras el primer
año de convivencia juntos pero que ahora volvían a
aflorar. Ante ello, su pareja encontró contención en
los brazos de otro hombre, Mario, que había
aparecido en su vida con promesas de futuros
promisorios. Aunque sólo ella sabía en su interior
ambas razones y no tuvo el valor para compartirlo
con el resto de la familia. Simplemente se alejó, en
un caluroso mediodía de febrero, con rumbo a la gran
ciudad de Buenos Aires. Sólo les explicó que iría allí
a trabajar y que se comunicaría ni bien estuviera
instalada.
María Fernanda, la más grande de sus hijas,
tenía 16 años. Aunque las peleas con su madre eran
constantes, la apreciaba y sufrió su partida. Pena que
compartió con su novio, dos años más grande, en
quien encontró un poco de calma aunque se percató
del alivio que él sintió por deshacerse del principal
obstáculo que tenían para continuar con esa relación.
Mientras descansaba en esos brazos, sabía que debía
sobreponerse para poder ayudar a su padre en la
crianza de Cintia (14) y Mara (11), sus hermanas.
Estaba convencida que podía hacer mucho por ellas.
25
La familia estaba unida, pero el dinero no
alcanzaba. Como padre de familia, Emilio hacía lo
posible con lo que recibía por realizar diferentes
tareas de mantenimiento en hoteles de la ciudad
turística de Iguazú. Su especialidad era el
mantenimiento eléctrico, aunque no había
conseguido estabilizarse en un solo lugar. Siempre
preferían tomar a gente joven para tenerlos efectivos,
mientras que a él lo requerían por trabajos puntuales
que, muchas veces, era arreglar las soluciones
ideadas por quienes ejercían el puesto que tanto
pretendió. Tampoco se negaba a realizar trabajos de
albañilería cuando alguien lo solicitaba. Con su
carácter introvertido, era impensado que tuviera la
fuerza para exteriorizar sus sentimientos. Por eso,
cuando su esposa se marchó, sólo la miró sin emitir
sonido alguno, y continúo con algunos trabajos que
había llevado a la casa. Misma reacción se había
permitido cuando se enteró que, en realidad, ella se
fue para estar con otro hombre. Era su silencio y la
ingesta de bebidas lo que lo excluía de la realidad. Se
había propuesto nunca levantar su mano contra
ninguna de sus niñas.
Desde aquella separación, y partida, los días
pasaron para convertirse en meses. Las
comunicaciones fueron pocas, aunque la llegada de
dinero, enviado por Estela desde Buenos Aires, fue
constante. Las tres jóvenes se permitieron varios
gustos y soñaban con seguir el rumbo de su madre
que, en cada historia telefónica, les sumaba detalles
de un futuro lleno de posibilidades. Mara compartía
esos relatos con sus amigas del barrio que, en
26
silencio y atención, daban entidad a las narraciones
construidas por su amiga: en la mayoría de las veces,
formaban parte de un mundo imaginario posible que
se ilusionaba con construir.
En el mes de agosto sonó el celular de María
Fernanda. Lo atendió Cintia tras leer el rótulo de
“mamá” que describía la pequeña pantalla. No dudó
en saludarla y detallar todo lo que su memoria
graficó como recuerdo de los últimos días. Del otro
lado la escucharon en silencio, hasta que requirieron
hablar con la dueña del aparato telefónico. Más que
desilusión, hubo un sabor amargo en la joven que,
lentamente, pasó la comunicación a su hermana que
ya aguardaba a su lado.
Tras una larga conversación, anunció la noticia
a sus hermanas: “Me voy a Buenos Aires a trabajar
de niñera con una familia que me va a pagar muy
bien”. El festejo fue al unísono. Todas sabían que era
una buena noticia y lo que todas esperaban. Cuando
volvió, también compartió la noticia con su padre
que preguntó si estaba segura con tomar esa decisión,
a lo que obtuvo un “sí” como respuesta. En realidad
no lo estaba. Pero quería salir de la pobreza,
comprarse ropa, comida y comenzar a mejorar su
calidad de vida. Y fue lo que le explicó a su novio,
que no terminó de entender y se lo cuestionó. Pero la
decisión estaba tomada, aunque ambos sabían que
eso implicaría terminar esa relación.
Preparó su ropa en un bolso esa misma noche.
Debía aguardar un mensaje de texto con las
indicaciones del lugar donde debería retirar su pasaje
de ida a la ciudad de Buenos Aires. Fue paciente,
27
aunque la ansiedad la llevó a imaginar cómo sería.
Sintió que podría ser feliz y, cuando comenzara a
ganar bien, podría llevar al resto de su familia a vivir
a la gran ciudad de la que sólo tenía referencias por
lo que había visto a través de la televisión.
Tras dos días de espera, llegó el mensaje
esperado. Partiría esa misma tarde. Igual ya tenía
todo listo, pero intentó hablar con Iván una vez más.
Explicar que era por el bien de todos, que seguiría
queriéndolo. Incluso pensó en buscar un trabajo para
que pudiera acompañarla y que también él pudiera
cumplir con su sueño de ser corredor de autos, como
lo expresaba cada vez que veían alguna carrera
juntos. No contestó los mensajes. Tampoco quiso
recibirla cuando fue a buscarlo a su casa.
El pasaje lo pagaron desde destino. Sólo fue y
lo retiró de la boletería. Era la primera vez que
realizaba un viaje tan largo. Estaba algo nerviosa
cuando subió al colectivo, pero se tranquilizó cuando
comenzó el recorrido. Fueron más de doce horas
hasta que ingresó en “la gran ciudad”. Miraba con
admiración los edificios, la autopista y el
movimiento vehicular. Cuando llegó a Retiro, bajó
del micro, miró a su alrededor nerviosa, sin saber
hacia dónde debía dirigirse. Hizo algunos pasos y
volvió a detenerse. Cientos de rostros desconocidos
entrecruzaban su desconcierto. No sabía a quién
consultar, ni tampoco tenía crédito para llamar a su
madre, que debería haberla esperado. Agotada, sólo
28
se desplomó en uno de los asientos de madera que
encontró libre en el andén 16 y aguardó mejor suerte.
Había perdido la noción del tiempo que estuvo
sentada. Pero la continuidad en el movimiento de los
viajeros la mantuvo alerta. Casi por instinto, giró su
cabeza hacia su flanco derecho y la encontró:
caminaba hacia ella junto a una joven. Le generó
curiosidad el aspecto que tenía: labios pintados,
sombra en los ojos, una pollera corta ajustada, botas
altas y una blusa de colores llamativos que ajustaban
su cuerpo. Nunca la había visto así. Creyó que no era
ella. Pero cuando una sonrisa comenzó a ganar su
rostro, supo que allí estaba. No había forma de
confundirla. Ese gesto siempre aparecía tras un
regaño, un golpe o, simplemente, alguna muestra de
sarcasmo en sus palabras.
-¡Acá estamos! ¿tu colectivo parece que llegó
antes no?, ella es Jessica- expresó la mujer mientras
atinó a señalar a su acompañante.
-No mamá, llegó puntual.
-No te preocupes, ya vas a ver lo bien que te va
a ir con nosotras –continuó Estela que volvió a mirar
a su compañera con un gesto cómplice.
-¿Te gusta el nombre Lara?, preguntó la mujer
a su hija
-Sí, es lindo
-Bueno recordalo, porque ahora va a ser tu
nombre artístico –expresó para pasarle luego la mano
y comenzar a caminar.
29
Salieron de la Terminal casi sin hablar con
María Fernanda. Sólo se hacían chistes entre ellas y
compartían anécdotas. Caminaron por un extenso
pasillo. Miles de personas las cruzaban enajenadas en
sus problemas, situaciones, viajes. Había pequeños
puestos plagados de revistas. Sitios para tomar café
donde también la gente hablaba sin tener noción de
lo que pasaba a su alrededor. Otros pasillos que se
conectaban a nuevos andenes. Escaleras mecánicas
que llevaban hacia un subsuelo o las que se dirigían a
otro piso arriba. No había estado nunca allí, pero
tanto movimiento la aturdía.
En el estacionamiento, encontraron un vehículo
con su conductor apoyado sobre la puerta. Era de tez
morena, abundantes arrugas en su rostro, pelo corto
de color negro que se confundía con el abundante
blanco que comenzaba a poblar su cabeza desde las
patillas. Vestía formal, con camisa, jean y zapatos.
“Ella es mi hija”, dijo Estela tras tomarla por los
hombros y colocarse detrás de la joven. “Es muy
linda”, aseveró el hombre que se presentó como
Mario y procedió a darle un beso en la mejilla.
Subieron al auto y su madre le indicó que ingresara
con un movimiento de cabeza. Días después, sabría
que fue llevada a Pablo Podestá (Partido Tres de
Febrero en la zona noroeste del Gran Buenos Aires).
El viaje en auto también fue silencioso para
María Fernanda, a quien no le dirigieron la palabra.
Sin embargo notaba que el hombre la observaba por
el espejo retrovisor. Había algo que la inquietaba. Su
30
mamá, en cambio, hablaba, se reía e intentaba caerle
bien. En varias oportunidades apoyó su mano a la del
conductor y no obtuvo rechazo. Pero tampoco el
gesto agradó. En cambio, el hombre, parecía
concentrado en la nueva chica que había llegado
desde Misiones. La cuarta ocupante del vehículo sólo
atinaba a reír cuando las charlas la interpelaban, pero
luego se recluía en observar el paisaje. Tenía la
mirada perdida, un sesgo de intranquilidad y
resignación ante algo que inquietaba su persona.
Llegaron y se detuvieron frente a una casa con
una puerta grande desde donde salieron dos hombres
riendo y, uno de ellos, saludó a Mario con un abrazo.
La placa de la dirección decía “Avda. Pérez Galdós
9672”. Ingresaron los cuatro y fueron recibidos por
otra mujer, de nombre Viviana. La saludaron e,
inmediatamente, Estela llevó a su hija a una de las
habitaciones y le indicó que se duchara. El agua era
tibia. Reconfortante. Habían sido muchas horas de
viaje. Se miró en el espejo para peinar su cabello
largo. Luego lo acomodó y recordó las caricias de
Iván. Lo extrañaba. Habían pasado muchos
momentos felices juntos. Todo a pesar de las trabas
que siempre tuvieron de su madre. Intentó olvidarlo
para no llorar y salió del baño.
La habitación era chica, no tenía ningún
cuadro. Sólo había una mesita de luz con un velador
que daba una tenue iluminación. Abrió el cajón y
encontró cremas junto a muchos envoltorios de
condones. La inquietó, pero el sueño la desbordaba.
Se recostó sobre el acolchado a esperar nuevas
indicaciones. Durmió.
31
Al rato, respiró profundamente y despertó.
Había perdido la cuenta del tiempo. Miró en su reloj
y ya era la medianoche. Se levantó lentamente, tomó
su rostro con las manos y volvió a suspirar. Nadie
había venido a buscarla por lo que decidió salir.
Abrió la puerta y caminó por un pasillo corto.
Cuando entró al hall, separado por otra puerta, se
encontró con una escena que no olvidaría jamás: dos
hombres sentados en un sillón con Jessica; otra
mujer, que no conocía, les servía una bebida en un
vaso y, en el otro rincón, su madre se besaba con otra
persona mientras él acariciaba sus pechos. No podía
creer lo que había visto. Confundida cerró la puerta y
corrió nuevamente a la habitación, en donde intentó
encontrar respuestas. Estela se había percatado de lo
sucedido. No le importó demasiado. Ingresó con el
cliente a otra de las habitaciones contiguas.
-Estela tu hija sabe lo que viene a hacer -
cuestionó Viviana.
-No importa, pronto lo sabrá y estoy segura que
lo va a hacer muy bien - respondió.
-No me interesan sus problemas, pero no
quiero dolores de cabeza así que hablá bien con esa
muchachita que ya la comencé a ofrecer a los clientes
que llaman. Nos va a dar muy buena plata.
Jessica escuchó la conversación. Fue cerca de
las 10 de la mañana, después de levantarse. Sintió
miedo por la joven que había llegado al burdel.
También ella hubiera querido algo mejor para su
vida, lejos de tener que ofrecer servicios sexuales
32
para poder mantenerse. Esa noche había estado con
uno de los clientes que la golpeaba. Pero no podía
quejarse porque era parte del trabajo y se lo habían
remarcado cada vez que intentó suplicar clemencia a
sus “jefas”. Preparó el mate y lo compartió con
Viviana.
-Esa chica va a trabajar acá –preguntó en un
intento por negar la realidad visible.
-Sí, la vamos a llamar Lara y vamos a decir que
tiene 19 años –remarcó.
Estela habló por teléfono con Cintia y Mara.
Les dijo que su hermana estaba “muy bien”. Que aún
dormía porque habían salido anoche a tomar un
helado en el centro de Buenos Aires. También
remarcó que a ellas les esperaba un futuro de muchos
éxitos a su lado. Cortó la llamada y se dirigió a la
habitación donde estaba Fernanda. Ingresó decidida
y la observó sentada en una punta de la cama. “Cómo
creías que me ganaba la plata, crees que es fácil”,
regañó a su hija quien no atinó a contestar. Ordenó
acompañarla y fueron juntas a la cocina, donde ya
estaba Mario presente y otro hombre desconocido.
En la mesa había una jarra con café humeante.
Algunas medialunas y pan. Fernanda se sentó y
comenzó a comer. Tenía mucha hambre ya que no
había merendado ni cenado el día anterior. Su último
bocado fue un alfajor que había guardado en el
colectivo.
33
-Te voy a explicar cómo son las cosas acá: vos
trabajas y tenés plata para comer, comprarte ropas o
lo que quieras –afirmó Viviana con la vista puesta en
la nueva integrante.
-Yo vine a trabajar de niñera –respondió la
joven que esquivó la mirada amenazante y la observó
a su mamá.
Todos explotaron en una carcajada con chistes
cargados de referencias sexuales. Hasta su madre,
quien había sido interpelada por esa mirada que
pedía auxilio, rió ante la situación.
-Mario, si tanto te gusta, enseñale vos lo que
tiene que hacer. Si total, en Iguazú siempre lo hace
con su noviecito, además noté que te gusta mucho –
pronunció Estela.
El hombre se paró. Tomó del brazo a la joven
que no ofreció resistencia alguna ante el tirón y
caminó tras él. Giró su cabeza y vio la manera en que
su madre observaba, sin atinar responder ante esa
situación de peligro inminente. Una vez dentro de la
habitación, la besó sin mediar palabras. Ella
sollozaba. Sentía la presión ejercida por esas manos
desconocidas sobre su cuerpo. La aterraba escuchar
esa respiración comparable a la de un animal. No
aguantó más y comenzó a gritar. Lo hacía con la
mayor cantidad de aire que pudiera despedir desde
sus pulmones. Estaba fuera de sí. Su captor se
detuvo. Se alejó. Reveló, en sus actitudes una mezcla
de sentimientos que lo azoraron. Dejó la habitación y
observó que los presentes lo miraban. Volvió a
34
entrar, pero esta vez la tomó del brazo y la obligó a
acompañarlo fuera del lugar. Nadie hizo nada para
detenerlos. Sólo continuaron con el desayuno, como
si la situación fuera parte natural del desarrollo de
sus vidas.
Caminaron dos cuadras por la ciudad. Ella
lloraba, aunque la gente que los cruzaba agachaba la
cabeza al verla1
. Ingresaron a otra casa. Cuando pasó
la puerta, el hombre le asestó un golpe en el rostro
que la dejó casi inconsciente. El dolor la asfixiaba y
podía sentir el tibio calor de su sangre que se
esparcía por todo el rostro y se depositaba en su
remera blanca. Se desvaneció y golpeó contra el piso.
Derrumbada, entregada. Volvió a tomarla del brazo
derecho y la arrastró hasta la habitación. Volvió a
golpearla, una y otra vez, hasta que se fundió en
intensos dolores que la hicieron olvidar lo que
pasaba. La subió a la cama. Abusó de ella.
María Fernanda quedó encerrada en la casa de
Mario ese día. Apenas logró convencerlo de que le
trajera el bolso. La alimentó y ayudó a curar las
heridas. Ella quería escapar, pero no sabía cómo.
Sintió que la sumisión sería su mejor protección.
Tampoco podía llamar a nadie, porque él tenía su
celular.
1
En el juicio varios de los testigos reconocieron el temor que
sentían hacia Arriola, a quien describieron como "un hombre
violento".
35
Ese día la soledad fue su compañía. La mayor
cantidad del tiempo lo pasó entre llantos. Cuando
escuchó el ruido de la llave que abría la puerta, el
horror la consumió y callada quedó, escondida en un
pequeño rincón del comedor. “Llegué”, dijo
alegremente y la buscó. “Ahí estabas”, expresó y le
pasó una cajita que contenía una hamburguesa. La
invitó a sentarse con él.
-¿Conocés Villa Carlos Paz? –preguntó sin
aguardar una respuesta de la joven que comía con
mucho empeño. –Es un lugar muy lindo que me
gustaría que conozcas, además ahora somos amigos.
Olvidate lo que pasó y nos vamos a llevar muy bien.
Tengo muchos planes para vos.
Esa noche durmieron en habitaciones
separadas. Cerca de las 6, él la despertó y ordenó
juntar sus cosas. Subieron al auto y partieron hacia
Carlos Paz. María Fernanda había soñado conocer
esa ciudad. Las sierras cordobesas ganaron su
atención. También la cantidad de gente que caminaba
por el centro y el frente de uno de los teatros que lo
había visto en la televisión, cuando se presentaba una
obra. Hubiera querido estar allí con Iván. Siempre
soñaron con poder viajar y conocer diferentes
destinos de la Argentina. Córdoba era uno de ellos.
Se alojaron en el hotel “Hostal de la Costa”.
No hubo tiempo para salir a recorrer o conocer algún
sitio. Mucho menos la oportunidad de gritar para
pedir ayuda. Sólo estuvieron en la habitación. La
obligó a aspirar cocaína y también le dio pastillas
que le daban extrañas sensaciones. No podía dejar de
36
toser y había escupido sangre en varias
oportunidades. Pensó que había llegado al infierno y
no podía salir de él. Aprovechó la ducha caliente
para llorar, mientras su captor dormía. Los abusos
fueron reiterados durante esa semana. Todos
acompañados de golpes, ingesta de sustancias y
amenazas. La asustaba los cambios en la
personalidad de “ese tipo”: la golpeaba y sometía
para abusarla; pero luego le compraba cosas e
intentaba demostrarle que era buena persona.
Una tarde, salieron a caminar. Recorrieron el
centro turístico. Comieron e incluso él le compró
ropa y zapatos. Encontraron un lugar donde hacían
tatuajes. Ella, tal vez aún conmovida por la ingesta
de sustancias2
, sugirió que siempre había querido
hacerse uno. Ingresaron juntos. Observaron los
motivos y ella se decidió. Se sentó y desnudó su
brazo para permitir el trabajo del tatuador. Había
elegido un tribal. Sin embargo la figura fue cambiada
por la leyenda “Mario”. Él había sobornado a aquel
joven para cambiar el mensaje.
A su vuelta a Pablo Podestá, María Fernanda
no fue llevada al burdel, sino a un bar que tenía
Mario Arriola a dos cuadras. Su trabajo pasó a
consistir en servir copas a los clientes. Allí también
se promocionaba el burdel. Los hombres recibían los
detalles de las bebidas con sus precios y, entre
2
Así lo expresó en una de las declaraciones que realizó ante la
Justicia
37
medio, la grilla de servicios sexuales, precios y
posibles mujeres a contratar. Ella no estaba en esa
lista, pero sabía que, igualmente, era parte de esa
oferta. Se recluía en las tareas de limpieza y evitaba
hablar con la gente que la rodeaba. Recordaba los
silencios de su padre, como un arma de
autoprotección. Escondida, cedía ante la droga,
porque así dejaba de sentir dolores. Nunca volvió a
recibir su celular, pero sí pudo visitar a su madre.
Cuando la veía, trataba de mostrarse bien y conforme
con lo que pasaba, porque en el fondo, sabía que su
madre lo avalaba. Sin embargo comenzó a implorar
volver a Iguazú. La razón: el anhelo de volver a ver a
sus hermanas. Todos los días se lo mencionaba,
aunque sea unas palabras. Sabía que así lograría
convencerla. Que era la única forma. Tras cortas
reuniones, donde siempre mediaba un mate, debía
volver a la casa de su captor. Aprendió a dominar sus
miedos y, en su mente, abstraerse para poder
aguantar las constantes violaciones que sufría. Había
caído en la cuenta que, mientras menos se resistía,
menos ataques sufría. Muchas veces pensó que se
moría. Aunque también muchas de esas veces,
lamentaba no haberlo logrado.
La primavera estaba cerca. Pasaron nueve días
de aquel septiembre. Las mañanas ya no eran tan
frescas y a María Fernanda le gustaba mirar al sol
cuando caminaba del bar al burdel. Sentía que estaba
viva. Un flujo de energía atravesaba su piel que se
cortaba sólo cuando la sombra de un árbol volvía a
darle oscuridad a su rostro. Esa mañana Estela no
38
tenía el mate preparado, como hacía siempre, ni
tampoco estaba sonriente. Cuando la saludó, ella
dijo: “Tenés que preparar tus cosas rápido”. Sacó de
su bolsillo algo de plata y dijo que sería lo suficiente
como para volver a Iguazú. “Vas a tomarte un
colectivo que te va a dejar a dos cuadras de la
terminal de Retiro. Ahí agarras el primer micro que
encuentres porque Mario se va a enojar cuando se
entere y seguro te va a ir a buscar”. Las palabras
fueron tajantes. No dudó un instante. La abrazó
ligeramente y corrió nuevamente hacia el bar.
Rogaba no toparse con nadie. Llegó, ingresó
sigilosamente aprovechando que nadie la observaba.
Tomó sus ropas, las acomodó en el bolso y se retiró
por la puerta principal. Nadie había notado su
ausencia.
Corrió cerca de ocho cuadras hasta llegar a la
parada indicada. Allí esperó el micro con destino a
Retiro. Se comenzó a juntar gente a su lado. Temía la
aparición repentina de Mario. Su corazón latía
acelerado. Miraba a su alrededor intranquila.
Preguntó a una joven si esa era la parada indicada,
obtuvo una respuesta positiva: “A veces tarda, pero
viene”, completó la respuesta. Fueron 20 minutos,
suficientes para perder el control del estado de
ansiedad que recorría todo su cuerpo. Temblaba.
Evitó levantar la cabeza y sólo miraba el suelo,
siempre sin descuidar el paso de su transporte.
“Tranquila, ya va a venir”, volvió a indicar la joven
que se había quedado a su lado. Le ofreció unos
dulces para que se tranquilizara.
39
Subió al colectivo. Se ubicó en el último
asiento. Trató de taparse lo más que pudo. Viajó
hasta la terminal de Retiro. Recorrió nuevamente
aquellos pasillos abrumadores, pero ya no la
aturdían. Un guarda le indicó donde podía conseguir
pasajes de empresas que viajaran hasta el norte de la
provincia de Misiones. Preguntó en todas. Hasta que
dio con una que ya estaba a punto de abordar.
Compró ese pasaje que le garantizó salir rápido de la
Capital Federal. Compró también una tarjeta de
teléfono para cargar crédito a su celular, el mismo
que le habían sacado, pero que su madre recuperó y
se lo entregó envuelto junto al dinero para poder
escapar. El primer mensaje fue para Iván: “Te amo,
te extraño, por favor necesito hablar con vos”. En el
segundo suplicó poder volver a verlo ya que se
volvía a Puerto Iguazú. La respuesta fue afirmativa.
Volvió a encontrar tranquilidad cuando abandonó esa
ciudad que, para ella, había representado el
mismísimo infierno.
Iván la esperó en la terminal de Puerto Iguazú.
La emoción que sintió expulsó todas las malas
sensaciones que la acompañaron durante el viaje.
Bajó y corrió a abrazarlo. Expresó su amor con tanta
efusividad que la gente, a su alrededor, no paraba de
mirarlos. Nadie se imaginaba lo que había tenido que
pasar esa joven. Juntos fueron a la casa de Iván,
porque María Fernanda no estaba preparada aún para
afrontar a su padre, ni sus hermanas, para explicar lo
que realmente hacía Estela. Más cuando ella la había
ayudado a huir. Se lo debía. Además, el consumo de
40
drogas al que fue sometida, le generaba ataques de
pánico repentinos. Necesitaba descansar y “ser
mimada”, como se lo expresó a su novio. Cuando
llegaron, ella se duchó y durmió casi doce horas. No
la quiso despertar, aunque sintió curiosidad por todo
lo que había pasado. Tampoco quiso cuestionar aún
el tatuaje que había encontrado en su cuerpo.
Cuando despertó, parecía que su cabeza iba a
explotar. Pero fue optimista en pensar que todo iba a
mejorar de allí en adelante. Estaba sola, sufrió otro
ataque. Lloró. Gritó. Intentó olvidar aquella noche
que la violaron. Temía que volviera por ella, que
golpeara su puerta y la volviera a arrastrar del brazo
para abusar de ella nuevamente. Iván regresó por la
noche y la encontró ensimismada. Acarició su frente
y sintió el frío del sudor que permanecía entre sus
rasgos. Temblaba. Tardó en reaccionar, mientras él la
levantaba del rincón, en donde se encontraba
sentada, tomada de sus rodillas. Se volvieron a
abrazar. Ella comenzó su relato. Parte de lo que había
vivido. Tal vez lo que menos la lastimaba recordar.
En cada detalle el enojo de su novio crecía, pero
permanecía en silencio. Hasta que reveló el
significado de ese tatuaje y lo que había vivido
durante su estadía en Carlos Paz. Iván prometió, con
euforia, que “mataría” a ese hombre si volviera a
Iguazú. Fue una escena que se repitió durante los
siguientes tres días. La comprendía, pero comenzaba
a sentir el peso de la compañía.
41
Se cumplían 14 días del mes de septiembre.
María Fernanda se había levantado temprano. Estaba
decidida a encontrarse con sus hermanas. Lo había
hablado con su pareja: tenía que juntar la fuerza para
advertirles. Caminó desde el barrio Belén hacia la
casa de su padre. Tarareaba una canción que había
escuchado esa mañana en la radio. Dobló en la
esquina y, a mitad de cuadra observó algo que la dejó
congelada: era su madre. Tras ella divisó a sus
hermanas que caminaban a un auto estacionado. El
conductor era él, Mario, con aquella sonrisa que
ponía siempre que intentaba borrar los resquicios de
los abusos. No podía moverse, gritar, ni siquiera
esconderse. El auto arrancó y se trasladó hacia la
misma esquina donde María Fernanda estaba parada.
La cruzaron pero ninguno se percató de su presencia.
Salvo Mara, que la siguió con su mirada, pero no
emitió sonido alguno porque presintió que algo
estaba mal. Se habían llevado a sus dos hermanas:
sabía que el destino era el mismo del que ella había
logrado escapar. No entendía cómo su padre había
permitido que se las llevaran, pero no tenía el valor
para buscarlo y preguntarle. Mucho menos revelar lo
que ocurría. Se dio vuelta y volvió sobre sus pasos.
Llegó y se encerró. Pasó la mayor parte del día
preguntándose qué hacer. El resto, con temor al
ingreso de Mario por la puerta principal. Fueron tres
días que pasó recluida. No quiso contarle a Iván
porque temía que le hicieran algo. Sin embargo
mintió sobre una charla con sus hermanas y que
42
estaba todo bien. Igual, él supo que eso no era
verdad.
Días después, el 17 de septiembre, salió al
almacén. Había pensado cocinar arroz con pollo. A
ambos le gustaba ese menú. La manera de prepararlo
se lo había enseñado la abuela. Caminó cerca de tres
cuadras hasta que, de repente, se topó, cara a cara,
con Mario. Otra vez el frío recorría su cuerpo. No
emitió sonido alguno aunque sintió dificultades para
respirar y comenzó a transpirar. La miró. Le sonrió
nuevamente y le extendió la mano: “Querés volver
conmigo”. Ella lo rechazó con un movimiento ligero
de su mano derecha. “Crees que no te puedo agarrar
acá mismo”, pronunció con un halo de impunidad.
Volvió a extender su mano y encontró un nuevo
rechazo. “Quiero recuperar los 10.000 pesos que
invertí en vos, lo demás no me importa, total, ya
tengo a tus hermanas”, pronunció tras agarrarle con
fuerza las manos por adelante. “Pensalo, sabés que te
voy a volver a encontrar y ahí vas a tener que
decirme que vas a querer hacer”, afirmó y giró sobre
su flanco izquierdo. Caminó unos metros y subió a su
auto. Arrancó y se marchó. Cuando volvió a pasar
por su lado emitió esa sonrisa que convenció a María
Fernanda de buscar la manera de ayudar a las chicas.
Todo el día recordó aquel encuentro. Iván no
había vuelto. No sabía a quién recurrir. Pensó en ir a
la Policía, pero no sabía qué decir. Intuía que si lo
hacía podría empeorar la situación de Cintia y Mara.
Aguardó el paso de las horas y, en la madrugada del
43
siguiente día, emprendió rumbo hacia la casa de su
padre. Tenía que llegar antes que él se fuera a
trabajar.
“Tenés que creerme”, rogó a su padre mientras
éste depositaba, lentamente, el mate arriba de la
mesa. “Mamá ahora es una prostituta y ese tal Mario
me violó”, gritó mientras lloraba sin contenerse. En
la cabeza de Emilio, no podía terminar de entender
cómo había sucedido eso: había dado cobijo a ese
desconocido que vino con Estela. Confió sus hijas.
Compartió una bebida con él y no se percató de lo
que sucedía. Además, en su conciencia resonaba lo
cambiada que había visto a su ex mujer y la
desconfianza que ello le generaba. Pidió a su hija
mayor que se calmara, no sabía qué hacer. Recordó
que había una señora, que vivía a una cuadra, que
pertenecía al “Programa luz de infancia para la
prevención y erradicación de la explotación
comercial infantil y trata de Personas”. Su nombre
era Marcelina. Cuando llegaron, la encontraron antes
de partir a su oficina. Pidieron hablar con ella.
Accedió y los invitó a pasar a su vivienda. Allí la
joven explicó todo lo que había pasado. La mujer no
dudó, supo de qué se trataba. Los calmó, habló con
ellos y los invitó a acompañarla hasta la delegación
de la Policía Federal donde tenía conocidos que
podían ayudarlos. Allí, María Fernanda volvió a
repetir su historia.
Los uniformados dieron aviso al juez Federal
de Eldorado que ordenó la investigación
44
correspondiente. Consiguientemente, y tras algunos
días de tareas de inteligencia, se procedió al
allanamiento del burdel, el bar y la casa donde estuvo
alojada María Fernanda. Se liberó a Cintia y Mara
que lograron reencontrarse con su hermana.
Quedaron detenidos Mario y Estela, la cual, no sólo
comenzó a sentir el peso de su conciencia por lo que
había realizado, sino que también cayó en la cuenta
de una sorpresiva noticia que luego le confirmarían
los test: esperaba un hijo de ese hombre que la
introdujo a la prostitución y violó a su hija mayor.
La historia recorrió los titulares de los
principales diarios de Misiones, como también de
varias provincias del país. Se utilizó el “revuelo”
mediático para capacitar y sensibilizar a la población
sobre la esclavitud sexual que significa la llamada
“trata de personas”. En ese contexto los referentes
del Ministerio de Derechos Humanos recorrieron
escuelas, instituciones públicas, como privadas y los
medios de comunicación para difundir las
particularidades de este delito. Mientras tanto, la
familia intentaba recuperarse, volver a la normalidad,
y dejar en el olvido lo ocurrido. Herida que nunca
sanó.
Pasaron más de dos años del hecho. La causa
se elevó a juicio y se fijó el 1 de julio de 2010 para el
comienzo del debate oral, que se iba a llevar a cabo
en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de la
ciudad de Posadas. No fue una transición fácil.
Durante ese periodo, la familia debió ser contenida
por los profesionales: las declaraciones en la Justicia,
45
los episodios de pánico que sufrían las hermanas, el
proceso de volver a las actividades diarias, el
capacitarse para buscar fuentes laborales que
permitan mantener la economía del hogar, la vuelta a
la escuela secundaria que realizaron las tres
hermanas. Ese fue el rol que se le asignó al equipo de
trabajo de Derechos Humanos que contuvieron a las
víctimas como lo marca el protocolo de asistencia
que es parte de lo establecido por la Ley nacional de
“Prevención y sanción de la trata de Personas y
asistencia sus víctimas”3
. Durante ese tiempo Estela
dio a luz a su cuarto hijo, lo hizo privada de su
libertad. Sus hijas mayores la visitaron y conocieron
al niño.
El día del inicio del juicio, las hermanas
llegaron temprano al Tribunal, ubicado sobre la calle
Félix de Azara de la capital misionera. Les llamó la
atención la cantidad de medios de prensa que
aguardaban en la entrada. Todos pendientes de poder
conseguir un testimonio de lo que allí iba a ocurrir,
en el inicio del cuarto juicio por trata en Misiones.
Pasaron desapercibidas porque nadie las conocía. No
así el ministro de Derechos Humanos, Edmundo
Soria Vieta y la subsecretaria de Igualdad de
Oportunidades, Norma Sawicz quienes detallaron el
caso ante las incesantes preguntas formuladas. Pero
el caos fue aún mayor cuando llegó el camión de la
3
Se trata de la ley 26.364, que fue sancionada el 9 de abril de
2008 para luego ser promulgada el 29 de ese mismo mes y
año.
46
Gendarmería que trasladó a los detenidos y, ante una
gran cantidad de efectivos de la fuerza, bajaron a los
imputados en medio del estallido de los flashes de las
cámaras y los gritos de los cronistas que intentaban
obtener alguna declaración.
Volvían a estar, frente a frente, los
protagonistas de la historia. Sólo que esta vez para
revivirla e intentar construir un relato de cómo vio
los hechos cada uno. Mario intentó cruzar miradas
con María Fernanda quien lo evitó. “Todos de pie”,
anunció la voz de la secretaría e ingresaron los
miembros del cuerpo: Manuel Moreira (presidente),
Carlos Sodá y Norma Lampugnani.
El debate fue un peregrinar de elementos que
complicaron la situación procesal de los detenidos.
Testimonios de las hermanas, su padre, los
gendarmes que participaron de los allanamientos, las
pruebas recolectadas en las propiedades de Arriola,
la intervención de los teléfonos, entre otras cosas que
fueron presentadas por el fiscal de la causa. También
aparecieron dos testigos, un amigo y una vecina del
acusado. Habían venido desde Pablo Podestá para
prestar testimonio y no hicieron más que empeorar a
los acusados. El primero intentó resumir lo ocurrido
como una historia amorosa, aunque confirmó el viaje
a Córdoba; mientras que la mujer aseguró que, en el
barrio, todos temían a la familia del encartado por
sus “andanzas” y también que, “la chusma decía por
ahí, que él tenía un burdel que ofertaba
“mujerzuelas” a quienes iban a “tomar algo” a su bar.
Esas palabras fueron tomadas en cuenta a la hora de
la decisión final.
47
Cuando llegó el turno a Mario Arriola, de dar
su versión de los hechos, las miradas de todos los
presentes se posaron en él. Se notaba su nerviosismo.
La dureza de su rostro se había transformado. La
seguridad de sus palabras se quebraba al momento de
comenzar con la alocución. Había silencio en la sala,
que sólo se corrompía con el sonido de los vehículos
que ingresaba desde la calle. “Quise sacar de la
pobreza a Estela, darle una oportunidad”, aseguró
alzando ambas manos. Él, con un fin altruista, había
destinado fondos de su bar para poder pagar a esa
mujer, que venía sin nada desde Misiones. Para que
pueda mantener a sus hijas. Aseguró que soñaba con
poder buscar a esas chicas para que vivan con su
madre una vida “más digna”.
En referencia a María Fernanda, su misión
consistió en sacarla de la adicción a las drogas. Negó
ser el iniciador de ese hábito. “Es verdad, dormimos
juntos en la misma cama, pero los dos con la ropa
puesta”, aclaró y generó murmullos en las últimas
filas que, en una ocasión, el presidente del cuerpo
tuvo que intervenir para obligarlos al silencio. Mario
dijo amar a la joven de 16 años. Para él las cosas
habían cambiado. Necesitaba tenerla cerca, por eso le
ofreció trabajar en su negocio en la atención de los
clientes y en tareas domésticas. Le pagaba cincuenta
pesos por día, más la comida. Y hasta la suma de 200
pesos, por mes, para cubrir lo que gastaba en celular:
“Nunca se lo saqué, ella lo tenía y hablaba con quien
quería”. Cuando ella volvió a Puerto Iguazú, se sintió
desilusionado e intentó recuperarla. Viajó a
buscarla. “Ella no quiso volver. Le insistí, pero
48
nunca la amenacé. Nunca lo haría”, parafraseó en el
final de su discurso. Un sesgo de esperanza volvió a
brillar en su mirada que, lentamente, abandonó el
rostro de los magistrados para recorrer la sala.
Miraba a todos los presentes. Buscaba algo. Tras
recorrer el salón, agachó su cabeza y volvió a la
posición que mantuvo durante todo el debate.
En el análisis del Tribunal, en relación a la
participación Arriola, quedó remarcado que él mismo
realizaba negocios turbios que combinaban
actividades ilícitas y, donde la principal, giraba en
torno a la prostitución: “Surge claramente que él
mismo sostenía un negocio clandestino de la
prostitución que consistía en instalar una fachada
mediante un pequeño bar donde se contrataba el
servicio que se prestaba en un edificio cercano”.
Ante ello, afirman que no había razón para que se
admita sólo hombres, excluya a mujeres y hasta a las
parejas: “La única razón visible era la de concertar
las citas y obtener información sobre las mujeres
disponibles”.
Además se deja claro que, detrás de esa
estructura, se escondía la servidumbre sexual,
mujeres esclavizadas y sometidas a un trabajo que no
sólo consiste en vender los favores sexuales, sino en
hacerlo en forma de explotación para lo que se
requiere una tarea psicológica que también registra
una variedad de métodos consistentes en la selección,
reclutamiento, traslado, alojamiento, disciplina,
corrupción, prácticas de la prostitución,
49
sometimiento y esclavitud. “Y esta secuencia
perversa, que se dirige contra una persona,
generalmente indefensa, en situación de
vulnerabilidad, se realiza de una manera metódica y
utilizando todas las herramientas necesarias para
inhabilitar los mecanismos de inhibición, autoestima
como dignidad”.
Se detienen también en el viaje a Córdoba:
“Cabe examinar esta situación, no como un episodio
accidental de un hombre mayor atrapado en un
apasionamiento al estilo del protagonista de la
célebre novela ‘lolita’ de Nabokov4
, sino como una
etapa más dentro de la cadena de tráfico y
explotación sexual. Ante la resistencia de su víctima,
la lleva a su casa e inicia su labor de seducción y
disciplinamiento. En este caso mediante una oferta
de ventajas, placeres y promesas, vacaciones en un
lugar turístico, fotografías, tatuajes, etc. Todo ello
compone este cuadro de seducción el acceso a las
drogas y la violencia episódica de la violación
sorpresiva de la menor. Pero la reticencia posterior
como pasos graduales destinados a ‘ablandar’ la
resistencia inhibitoria”. El análisis también menciona
4
Lolita es la novela más conocida del escritor ruso Vladimir
Nabokov publicada por primera vez en 1955. Contiene
diferentes niveles de lecturas, desde el relato romántico y
erótico hasta el retrato de una sociedad autocomplaciente, así
como temas sobre la moral y la perversión psicopatológica. Fue
publicada por una editorial erótica francesa, por lo que fue
tachada de pornografía. Sin embargo logró que el director de
cine Stanley Kubrick la llevara al cine, con un guión del propio
Nabokov (fuente Wikipedia, la enciclopedia libre)
50
un hecho particular de la declaración de María
Fernanda en Cámara Gesell5
: “Sobre el tatuaje es
importante destacar que la menor, espontáneamente,
se bajó la manga de la remera para mostrar en su
brazo grabado, ya modificado por otro tatuaje
superpuesto, que prueba disconformidad y rechazo”.
La joven víctima brindó un testimonio
consiente y creíble, según lo estipularon los peritos,
donde no hay indicadores que permitan inferir
características imaginativas o fantasiosas. También,
ese mismo informe, reveló los sentimientos de culpa
que sintió, por la fuerte ambivalencia en relación a
sus afectos y, particularmente, hacia la figura
materna: “La vulnerabilidad surge de la ambivalencia
de los factores que operan en producirla como fue el
del caso, padre alcohólico, madre prostituida,
violencia familiar, luego abuso y reclutamiento para
terminar con el traslado de las hermanas menores que
despiertan su necesidad de denunciar lo sucedido”.
“La prueba en su favor es la prestada por
amigos casuales e íntimos quienes indican que es una
buena persona, aunque aportando patéticas
descripciones de su conducta”, se afirma también en
5
La Cámara de Gesell, es una herramienta que tiene la Justicia
para tomar declaraciones a los menores de edad. Está
conformada por dos ambientes separados por un vidrio de
visión unilateral, los cuales cuentan con equipos de audio y de
video para poder grabar. Fue concebida por el psicólogo y
pediatra estadounidense Arnold Gesell para observar la
conducta en niños sin ser perturbados o que la presencia de
una persona extraña cause alteraciones.
51
el fallo que terminó de destruir así la coartada usada
por Arriola para demostrar que era una “buena
persona preocupada por ayudar al prójimo”.
Estela también tuvo su oportunidad de hablar.
No tuvo la seguridad que había demostrado Mario.
Tal vez porque afectaba sus sentimientos el tener que
explicar que nunca quiso dañar a sus hijas. Se sumió
en los recuerdos de las golpizas que sufrió de parte
de su ex esposo, Emilio, quién bebía en exceso y no
tenía problemas en darle una “paliza” delante de
quien fuera. También apuntó a los problemas
económicos que la desesperaban, “el no poder darle a
mis hijas lo que necesitaban”. Vivía un infierno. Más
aún, las veces que intentó denunciarlo y se encontró
con la falta de respuestas por parte de la policía.
Volteó su cabeza, miró a María Fernanda y negó
haber sabido que la violaron. Todos entendieron que
esa mirada buscó el consentimiento de su hija que,
sólo agachó su cabeza. Tras ello, tomó revancha y
afirmó que su hija era adicta a las drogas desde antes
de viajar a Buenos Aires. “Nunca se la entregué a
Mario”, fustigó ante las anteriores declaraciones que
describieron esa actitud.
Cuando el Tribunal analizó su participación en
el delito afirmó que “no caben dudas que ella
interviene en el hecho como una asociada al negocio
en la medida en que no vacila en comprometer a su
propia hija, quien viaja engañada para ejercer el
trabajo de niñera”. Sustentan esa afirmación también
en las declaraciones de testigos más Emilio: todos
confirmaron que Martínez le había hecho esa
52
promesa para que se traslade a Buenos Aires.
“Tampoco hace nada para evitar el abuso y la
violación de su hija, dejándola a su suerte,
consintiendo el viaje a Córdoba para luego regresar a
Iguazú a buscar al resto de sus hijas”.
En cuanto a la responsabilidad, la indicaron
como subordinada ya que no posee los medios
económicos, control del negocio ni tampoco las
actividades de soborno que llevaba adelante
(constatadas en la intervención de las llamadas de
Arriola). “Pero esta subordinación no la exime de
responsabilidad en el evento, teniendo en cuenta que
la misma reclutó a sus propias hijas, menores de edad
a quienes colocó en una situación de sometimiento
sexual y explotación”.
Otro dato causó revuelo en el debate oral.
Todos quedaron atónitos cuando se reveló que, antes
del allanamiento, se ofrecía a la joven de 14, y a su
hermana de 11, a los clientes que llamaban para
solicitar servicios sexuales. Eso también fue
constatado a través de la intervención de la línea
telefónica. Esa información no hizo más que
demostrar que también las iban a someter a la
servidumbre sexual. El murmullo dejaba claro la
condena social que ejercían los oyentes del debate.
El 26 de julio se fijó la fecha para la lectura de
lo resuelto por el Tribunal. Ese día también hubo
guardia periodística, tratamiento informativo en los
canales, radios y medios escritos a la espera de la
decisión. La figura delictiva volvía a ser un tema de
53
debate, de las columnas de opinión que retrataban los
vestigios de esta forma de esclavitud. El contexto era
extraordinario. Y otra vez la mirada de todos, los
flashes de las cámaras y las preguntas al aire; se
sucedieron para acompañar el ingreso de los
detenidos a la sala. Volvía a repetirse el ritual de
cada uno de los debates: se acomodaban los
imputados, testigos, oyentes; aparecían los
murmullos y miradas; ingresaban los miembros del
Tribunal y “todos de pie”; la secretaria leía los
detalles del encuentro; todo para llegar al momento
más esperado del litigio: la lectura de lo resuelto.
“Se resuelve condenar a Estela Martínez a la
pena de diez años de prisión, accesorias legales y
costas como autora penalmente responsable”, se
escuchó en la sala mientras la acusada se insumía en
el silencio de la resignación. Aunque también sintió
algo de calma cuando, en el segundo punto, se
anuncia el cumplimiento de la pena en la modalidad
de prisión domiciliaria para poder hacerse cargo del
cuidado de su pequeño hijo. Tras ello, llegó el turno
de quien la había ingresado al delito: “Condenar a
Mario Francisco Arriola a la pena de doce años de
prisión, accesorias legales y costas”. Mientras
escuchaba la lectura, no dejó de mirar al orador. No
hubo sorpresas, sabía que eso pasaría. En la sala
hubo festejos, abrazos y alguien dijo “ya pasó lo
peor, ahora hay que comenzar a vivir de nuevo”.
En medio de gritos y flases, ambos acusados
abandonaron el Tribunal, ya con la condena puesta y
en lo profundo de sus mentes: imaginando cómo
sería la continuidad de su estadía en la cárcel; sólo
54
que para Estela pasaría a ser en su domicilio. Aunque
presa, volvería a tener la oportunidad de rehacer su
vida con sus hijos.
55
Y LA FONOLA SIGUIO SONANDO…
El 16 de febrero de 2011, los miembros del
Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Posadas:
Norma Lampugnani de Arce Mielnik (presidente),
Manuel Alberto Jesús Moreira y Carlos Adolfo Sodá
condenaron, en un juicio abreviado, a Magdalena
Medeiro Da Rocha (Chiqui) a cuatro años de prisión
como autora, penalmente responsable, del delito de
Trata de Personas en su modalidad de captación,
traslado, acogimiento y recepción de personas
mayores de 18 años agravado; condena compartida
por Mauro Krolow; y a Miguel Da Cuña (Tato) a dos
años, como partícipe secundario.
Todo comenzó cuando testigos anónimos se
acercaron al Escuadrón 10 “Eldorado” de
Gendarmería Nacional, el miércoles 24 de
septiembre de 2008. Denunciaron que en Colonia
Wanda existían cuatro locales comerciales,
habilitados como “bar-pool”, en los que se ejercía la
explotación sexual por las noches. Se logró consignar
la ubicación exacta pero la investigación arrojó
resultados negativos. Sin embargo alguien habló.
Reveló datos de otro prostíbulo que estaba ubicado
en San Pedro, a 152 kilómetros. Las dudas se
convertían en certezas.
El viernes 11 de septiembre, efectivos del
Centro de Reunión de Información de Misiones
56
(CRIMIS) de Gendarmería Nacional, determinaron la
presencia de mujeres en un sitio de expendio de
bebidas al público. Su función consistía en
acompañar a los clientes y, eventualmente, eran
obligadas a mantener relaciones sexuales. Les
pagaban 50 pesos por pase6
. Se informó al Juzgado
Federal que, a su vez, se comunicó con los referentes
del departamento de Trata y Tráfico de Personas,
dependiente de la subsecretaría de Igualdad de
Oportunidades del Ministerio de Derechos Humanos,
para preparar el operativo de contención7
.
El 19 de septiembre, se montó el plan de
ingreso. Había gendarmes, vestidos de civil, que
permanecían dentro. Mientras tomaban una bebida, y
simulaban una charla “de amigos”, aguardaban la
presencia de clientes para dar la señal. El resto,
escondidos, atentos al aviso para irrumpir y rescatar
a las víctimas.
Cuando todos los elementos legales e
investigativos consignaron el momento justo para el
6
Con "pase" se refiere al ingreso a una habitación donde se
concreta el acto sexual.
7
Las funciones del departamento de Trata de Personas,
dependiente del Ministerio de Derechos Humanos de
Misiones, son: la participación en los allanamientos;
alojamiento de las víctimas en albergues o la casa refugio;
asistencia y contención psicológica in situ; acompañamiento a
los controles médicos; elaboración de informes psicológicos y
socioambientales cuando lo solicitan los Juzgados;
acompañamiento en las entrevistas para testimoniales;
acompañamiento en la restitución a sus familias y/o lugares de
origen; seguimiento en las causas judiciales; articulación del
seguimiento psicológico y asistencia social con los municipios
57
allanamiento, se ingresó al comercio que pertenecía a
"Chiqui" Medeiro Da Rocha. El escenario estaba
compuesto por heladeras exhibidoras, barra para
venta de bebidas “al copeo” y sonaba la “fonola” con
música ocasional. Era la antesala. Los efectivos
avanzaron. Encontraron habitaciones precarias.
Construidas con madera. Dotadas de camas de dos
plazas. Había preservativos, usados y sin usar,
diseminados por doquier. Los baños estaban sucios.
En las camas donde dormían, las obligaban a ofrecer
servicios sexuales. La sospecha tomó cuerpo en la
escena. Fueron rescatadas tres víctimas, resguardadas
por los profesionales que acompañaron el
procedimiento. Pero faltaban piezas para completar
la búsqueda: la posterior detención de Mauro y Tato.
Se supo que, de día, el “Bar de la Chiqui”
ofrecía bebidas al “copeo”. Pero de noche, los
clientes buscaban la compañía de las bellas y
atractivas mujeres que allí se alojaban, a quienes
debían pagar un monto de dinero por compartir el
momento. Pero no todo terminaba en charlas.
También podían solicitar servicios sexuales, siempre
por dinero, el que debían informar y abonar “en la
caja”, del que una “mínima” parte era retribuida a las
“jóvenes explotadas”.
Dos tenían 18 años, la otra 21. Eran oriundas
de San Antonio y El Soberbio. Las tres fueron
captadas por Medeiro Da Rocha después de
reiteradas visitas. Las invitó a trasladarse a San
Pedro, donde tendrían alojamiento y comida. La
propuesta consistía en obtener ayuda para atender a
los clientes. En la causa, figura que ninguna imaginó
58
que las obligarían a mantener relaciones sexuales.
Menos aún que sería en provecho de “sus captores”.
La “chiqui” les pagó el viaje, dinero que luego
debían devolver y que se sumaba a las crecientes
obligaciones que debían afrontar por el consumo de
luz, agua, gas, comida, “multas”, ropa; “situación,
claramente injusta, que denota abuso y la explotación
a la que fueron sometidas”.
“Cuando llegué a la tardecita me recibió el
marido de Chiqui, que se llama Mauro, y ahí me
presentó a las demás chicas (…). Me mostraron mi
pieza, fui al salón y me reuní con los dos dueños que
me explicaron cómo era el trabajo: me levantaba a
las 2 o 3 de la tarde y ordenaba mis cosas. Me
bañaba y me iba a comer. Como no cocinaba, iba a
un restaurant y gastaba 22 pesos. Volvía al bar. De
ahí nos quedábamos con las chicas y a la noche
seguía la joda. La bebida cobraba veinticinco la
compartida de tres cuartos y la de litro treinta. El
‘pase’ depende: treinta, sesenta a veces, y todo se
pagaba en la caja. Los servicios los hacíamos en la
misma pieza donde dormíamos, trabajábamos hasta
la una de la madrugada que cerraba el boliche.
Cuando quería plata pedía y anotaban abajo en
gastos. Nunca llegaron a cerrar mi cuenta, a pagar
todo lo que me debían. Yo no llevaba anotación, sólo
la que ellos llevaban. Comencé en el bar 3 semanas
antes de que nos encontraran. Antes de esto trabajaba
como empleada doméstica en El Soberbio y ganaba
180 en una casa y en la otra 170”; figura en la causa
como uno de los testimonios de las víctimas, los
demás revisten similitud.
59
El informe de la psicóloga, mgter. Victoria
Pizarro, quien es jefa del departamento de Trata y
Tráfico de Personas, aportó una descripción
pormenorizada de los perfiles de las víctimas.
Afirmó que, una de ellas, “en reiteradas ocasiones
menciona la incomodidad y la angustia que sentía al
tener que trabajar con los clientes, a su vez también
manifiesta el gran sentimiento de bronca que le
genera la situación por la que está atravesando. (…).
Por momento menciona que tiene mucho miedo de
tener un infarto o desmayarse, se podría pensar que
se encuentra bajo mucho stress y posible trauma por
la circunstancia que se encuentra atravesando. Se
considera importante mencionar que presenta
conciencia plena de los riesgos físicos y psíquicos a
los que estuvo expuesta en el burdel, así como por la
situación que se encuentra atravesando en estos
momentos”. Fue la más lúcida.
En cuanto a la segunda víctima, el informe
psicológico determinó que “en relación a la
personalidad, se podría decir que es altamente
vulnerable, influenciable y frágil. Las condiciones
situacionales y familiares en las cuales creció dan
cuenta de la vulnerabilidad anteriormente
mencionada. Reiterados indicadores denotan que la
entrevistada se encuentra con ‘conciencia parcial o
nula’ de la situación por la que está atravesando y
por la que atravesó. No es totalmente consciente de
la situación de riesgo físico y psíquico a la que fue
sometida en el burdel. Se podría pensar que con el
tiempo podrá comprender la situación y el contexto
60
en el cual se encontraba. A lo largo de la entrevista
se observó ausencia de respuesta emocional”
En la tercera, las evaluaciones psico-
diagnósticas determinaron que “manifiesta profunda
angustia, que se refleja a lo largo de las pruebas, así
como en su comportamiento retraído y asilado. En
relación al criterio de realidad se podría decir que la
entrevistada presenta una buena capacidad en lo que
concierne a la adecuación a la realidad, se podría
decir que cuenta con un “yo” diferenciado del
exterior e internamente, es decir una adecuada
delimitación de las fronteras “yo” – “no yo”. Se
relaciona con el exterior por sentido común y por
influencias externas. Es importante mencionar el
elevado grado de vulnerabilidad que manifiesta. De
acuerdo a las observaciones y a las dificultades que
manifiesta en la comprensión de las consignas así
como en las preguntas, se podría pensar que estamos
frente a una persona analfabeta, sin poder siquiera
escribir correctamente su nombre”.
La noche que fueron rescatadas, las tres
evitaban hablar con los profesionales del Ministerio
de Derechos Humanos. En parte por las dificultades
para comunicarse que presentaban por la mezcla del
dialecto español y portugués8
; pero también por las
8
En las comunidades fronterizas de la provincia de Misiones se
da la particularidad de encontrar familias que utilizan más el
portugués que el español para comunicarse por su cercanía
con el Brasil. Más aún, muchos de ellos, entremezclan ambos
dialectos y conforman lo que, popularmente se conoce, como
“portuñol”.
61
constantes amenazas a las que eran sometidas por “la
chiqui”. La tarea de lograr un testimonio fue costosa.
Las tres coincidieron que tenían mucho miedo
porque, su captora, conocía donde vivían y temían
que pueda tomar represalias contra sus familiares.
Además, se quedaron en el lugar porque, pese a los
sufrimientos diarios, era la posibilidad de enviar el
poco dinero que ganaban, para ayudar a sus
familiares. Una de ellas expresó que, lo que ganaba
un día lo usaba para comer, mientras que los ingresos
del siguiente día lo guardaba para enviarlo a su
familia. Sin embargo, en varias oportunidades, sufrió
el robo de esa suma.
Los informes psicológicos, llevaron a los
miembros del Tribunal a reflexionar que “no cabe
ninguna duda del infame aprovechamiento de la
extrema debilidad e inferioridad de las víctimas, para
lucrar en ese negocio vil y perverso. Poniendo en
juego no sólo la salud física y psíquica de las
víctimas, sino hasta exponiéndolas a toda clase de
riesgos, atento a la diversidad de clientes –hombres
de toda índole- que son quienes frecuentan las mal
llamadas ‘casas de tolerancia’, que no pasan de ser
lupanares donde fluyen los bajos instintos”. Además
enfatizan en que las expresiones, de las víctimas, dan
cuenta del sojuzgamiento al que fueron sometidas:
“Cuando llegamos, esa misma noche nos explicó de
los pases. Me pareció muy barato, cobraban
cincuenta y dos pesos, pero cuarenta quedaban para
nosotros; aunque todo quedaba en la caja”.
62
Otro de los puntos destaca el hecho puntual del
robo en el bar: ingresaron pero sólo se llevaron las
ropas y los documentos de dos de las chicas.
Ninguna se percató que, en realidad, se trataba de un
intento de evitar que huyeran y esa es la razón de la
composición del botín que les sacaron. Tal como
expresa el informe de la psicóloga: “Curso de
pensamiento: lento. Conducta expresiva: apática.
Actividad motora: lenta: no le alcanzó para advertir
lo llamativo de que el presunto ladrón ingresara sólo
a su pieza y no a las otras, y le sustrajera justamente
toda su ropa y los papeles, vale decir, elementos
imprescindibles para escapar de esa situación”.
Era “Chiqui” quien captaba a las jóvenes “para
lo cual se valía de la mayor persuasión hasta lograr
que accedieran a trasladarse a San Pedro –tomando a
su cargo los gastos del traslado, para descontarlos
luego- donde tenía montado su negocio, habilitado a
su nombre como “bar-pool”, siendo también titular
de la locación del inmueble; y donde se proveía a los
clientes de música, tragos y “chicas”, obviamente por
dinero”. “Mauro” era quien “administraba los
ingresos, quedando el grueso para beneficio del
burdel, y dando una mínima parte a las generadoras
de ese lucro vil y perverso. Intervenía también
“Tato” que “se desempeñaba como empleado de los
nombrados, colaborando con los mismos en tareas de
control, reemplazo momentáneo en caso de ausencia,
vigilancia y otras propias del rubro; pero hay una
diferencia: no era titular ni socio, ni había aportado al
negocio valores algunos que pudieran generarle
alguna expectativa en cuanto a compartir ganancias”.
63
El fallo utiliza y cita una definición de
vulnerabilidad de Jorge Buompadre: “Vulnerar es
aquél que por una adversidad o circunstancia
especial se encuentra con menores posibilidades
defensivas que el común de las personas, por lo que
se presenta como blanco más fácil para que lo dañe o
lo perjudique. Este supuesto hace referencia a una
especial situación de debilidad que coloca a la
persona en una condición de inferioridad que el autor
y que le reporta una mayor dificultad o imposibilidad
para oponerse a los designios del autor”.
Cita también la “Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación
contra la mujer”9
donde define la violencia: “Se
entenderá que violencia contra la mujer incluye la
violencia física, sexual y psicológica: a) que tenga
lugar dentro de la familia, o unidad doméstica, o en
cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el
agresor comparta o haya compartido el mismo
domicilio que la mujer, y que comprende entre otros,
violación, maltrato y abuso sexual. b) que tenga lugar
en la comunidad y sea perpetrada por cualquier
persona, y que comprende, entre otros, violación,
acoso sexual, tortura, trata de personas, prostitución
sexual, secuestro y acoso sexual en el lugar de
trabajo, así como instituciones educativas,
establecimientos de salud o en cualquier otro lugar, y
c) que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus
agentes, donde quiera que ocurra”.
9
Asamblea General de las Naciones Unidas del 18 de
diciembre de 1979, ratificada por la República Argentina el 17
de julio de 1985
64
El Cuerpo de Magistrados dijo que “la más
comprometida resultó ser la llamada ‘Chiqui’, titular
del prostíbulo y de la locación del inmueble. La que
más aportó a la perpetración del ilícito porque,
además de proporcionar el lugar, el mobiliario, y en
general el giro del negocio, era la que se encargaba
de reclutar las víctimas, convencerlas de
conchabarse10
como alternadoras, haciéndose cargo
de los gastos del traslado. Una vez en el burdel, ella
y su socio Krolow eran quienes enseñaban a las
víctimas cuál sería específicamente su ‘trabajo’,
obligándolas a prostituirse. O sea que además de
captarlas y trasladarlas, las recibió y las acogió,
dándoles albergue o alojamiento, y lucrando con la
actividad sexual que ellas desplegaban, ya que –
además de percibir el pago de los ‘pases’- se
enriquecían con la venta de bebidas al copeo, a los
parroquianos que frecuentaban el lugar, contando
para ello con la amable compañía de las jóvenes,
aleccionadas para ello”.
Además explicó que no quedan dudas, en base
a los elementos del caso, que los explotadores tenían
conciencia de lo que hacían, con dominio de los
hechos y pudiendo decidir acerca de la producción, o
no, del delito: “Que en el esquema de Jakobs ha dado
en llamarse ‘sinalagma de libertad de
comportamiento y responsabilidad por las
consecuencias’, y en carácter de autor, con pleno
dominio final del hecho, pudiendo decidir
10
Ponerse de acuerdo, dos o más personas, para hacer una
cosa, especialmente un ilícito.
65
definitivamente acerca de la producción o no
producción de la realización del tipo11
.
El texto hace hincapié en los roles cumplidos
por Krolow y por Da Cuña, los cuales eran similares,
aunque con diferente grado de compromiso con el
delito: “Mauro era quien regenteaba el negocio, hacía
los arreglos con las ‘chicas’ y con los clientes,
cobraba las bebidas y los ‘pases’, llevando la
contabilidad doméstica, tomando razón de los
números en anotaciones precarias que fueron
asentadas en cuadernos, los que fueron secuestrados
en ocasión de los allanamientos”.
“En cambio Tato no pasaba de ser un
dependiente, un empleado, un subordinado que
recibía órdenes pero no disponía, por lo que su
imputación también ha de ser menor, en calidad de
partícipe secundario, cada vez que no cumplía una
labor trascendente, sin la cual el delito no se hubiera
cometido, sino que colaboraba secundariamente con
el mismo”, deja sentado el fallo antes de articular las
condenas, disposiciones e informes correspondientes.
Las tres mujeres fueron alojadas, durante el proceso,
en una de las casas que tiene el Ministerio de
Derechos Humanos. Recibieron comida, ropa,
asistencia médica, psicológica y jurídica. Allí les
explicaron los riesgos que sufrieron, como así
también cuáles son los derechos que las amparan por
ser víctimas de un delito que no conocían: la trata de
personas. Después del proceso judicial, fueron
11
cfr autor citado, ‘Injerencia y dominio del hecho’,
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2004, pág 67
66
regresadas junto a su familia pero con capacitación,
beneficios sociales y las herramientas para que
puedan trabajar sin tener que, nuevamente, caer en
manos de “abusadores” que las exploten
nuevamente.
Años después de la condena, las jóvenes
víctimas fueron buscadas por el Estado para ser
beneficiarias de una beca de inclusión por la que
recibirían dinero y capacitación. Sin embargo nunca
fueron encontradas.
67
HISTORIAS DE FRONTERA
Era el 28 de marzo de 2007. Una joven, de
nacionalidad paraguaya, ingresó al Consulado de su
país, ubicado en la calle San Lorenzo de la ciudad de
Posadas. Estaba nerviosa. Había intentado cruzar el
puente San Roque González de Santa Cruz para
llegar a Encarnación (República del Paraguay) con el
objetivo de regresar con su madre, que vivía en
Ciudad del Este; pero fue detectada por los controles
migratorios. Dieron aviso a las autoridades
consulares que intervinieron en el caso debido a que
se trataba de una menor. Aún nadie conocía detalles
de la odisea que había vivido. Menos aún del temor
que marcaba su huida, silenciada en una mirada
tímida.
Tenía miedo. Sabía que la podría encontrar.
También sabía que estaba en problemas por no
contar con ninguna documentación. Le quedaba poco
dinero. Ante tal situación, decidió relatar los hechos
al Cónsul y su caso fue, rápidamente, a parar al
Juzgado Federal argentino que intervino ante una
posible “red de trata de personas”.
Para su contención, el juez solicitó la
intervención del ministerio de Derechos Humanos.
Fue llevada a la “Casa Refugio”12
que tiene el
12
Objetivos de la casa refugio: albergar transitoriamente a las
víctimas del delito de Trata de Personas, el seguimiento y
control de las altas, debiendo a tal efecto, instrumentar
mecanismos de registración de datos y de evolución que
detecten los profesionales responsables, así como el
68
organismo. Allí se encontró con otras mujeres que
también habían pasado por lo mismo. Después del
escape, tuvo la oportunidad de comer y descansar en
un lugar limpio; resguardado por policías vestidos de
civil.
En el refugio, una de las acciones que
desarrolló el Gobierno misionero en la lucha contra
la trata, recibió tratamiento médico, psicológico y
jurídico que le sirvió para estar preparada al
momento de enfrentar al juez.
En la declaración testimonial, la menor relató
las circunstancias por las que se trasladó desde
Ciudad del Este, hasta Pergamino (provincia de
Buenos Aires). Había partido con sueños de una vida
mejor. Por lo menos así se lo había prometido
Rolando Aquino, el sujeto que pasó a ser el principal
sospechoso. Según la narración, él la había
acompañado, junto a otras catorce mujeres, a cruzar
el viaducto, hecho en el que utilizó una serie de
artilugios para burlar los controles migratorios. El
seguimiento jurídico, psicológico y social de cada una de ellas;
Favorecer la toma de conciencia individual y colectiva con el fin
de promover la autonomía de las mujeres y la apropiación de
sus derechos. Paralelamente, apoyar el inicio de un proceso de
toma de decisiones y dotar de los instrumentos necesarios
para construir una vida libre de violencia y sometimiento por
parte de otros; ofrecer atención integral en las áreas de
necesidades básicas; Apoyo Emocional, Salud y Protección
Legal, Social, Productiva yReproductiva.
69
recorrido posterior incluyó Gobernador Virasoro
(provincia de Corrientes), la ciudad de Santa Fe y de
allí el destino final: el club nocturno “Spartakus”,
que se iba a inaugurar en Pergamino.
Tras la testimonial, el juez de Instrucción
Federal, Claudio Ramón Chávez, decidió restituir a
la joven a su madre y ordenó iniciar la investigación
encubierta a través de la Gendarmería Nacional. Se
designó a los efectivos de la Unidad Especial de
Procedimientos “Campo de Mayo” y la “Unidad
Especial Buenos Aires”. El 3 de abril de 2007 se
decidió allanar el club nocturno que estaba ubicado
en ruta 8 y José Hernández donde se detectó la
presencia de quince mujeres de nacionalidad
paraguaya.
Según luego diera a conocer el semanario “El
Tiempo”13
, el local allanado había sido pensado
como confitería bailable pero su autorización no
había llegado a ser aprobada cuando sus dueños
decidieron rehacer los trámites para cambiar de
rubro: pasaría a ser "cabaret". “Ya habían lanzado
una campaña publicitaria, en un medio local, y
distribuyeron tarjetas de invitación personal que
promovía espectáculos ‘muy hot’ para la ciudad”,
afirma la publicación del 9 de mayo de 2012.
Además revela que la actuación de los gendarmes
llevó a los vecinos a tomar conciencia de una
supuesta red criminal formada por reclutadores,
paseras, falsificadores, cajeras, guardias de seguridad
13
Cita del portal informativo “Minuto Uno Arrecifes”
http://minutoarrecifes.com.ar/2012/05/pergamino-el-jueves-
comenzara-el-juicio-por-spartacus/
70
y otras personas pertenecientes a una red de tráfico
ilegal de personas para proveer mujeres, mayores y
menores, “a los fines de la esclavitud sexual”. Según
el recorte periodístico, a la semana del allanamiento,
se quemó el inmueble “para evitar la aparición de
pruebas sustanciales”.
Rolando Aquino quedó procesado como
miembro de la red de trata de personas en la
provincia de Buenos Aires; pero también se lo acusó
como autor del delito de “Promoción y facilitación
de ingreso ilegal de personas agravado por la
habitualidad con fines de explotación sexual”, por lo
que debió comparecer en Posadas a un juicio
abreviado. La otra causa siguió su curso.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal,
compuesto por los jueces de Cámara Manuel Alberto
Jesús Moreira (presidente), Norma Lampugnani de
Arce Mielnik y Carlos Adolfo Sodá; evaluaron la
existencia del hecho y votaron aseverar su realidad
material. Es que los testimonios de las testigos
fueron contundentes en describir que, el acusado, les
ofrecía trabajar en Argentina en el boliche
“Spartakus”: “Una vez aceptado el acuerdo, cruzaban
acompañadas por él a nuestro país, sin
documentación ni registro alguno, por el puente San
Roque González de Santa Cruz, o bien las aguardaba
en la frontera”.
Se evaluó también la “participación del
imputado”. Se aludió a la ampliación de la
declaratoria donde él mismo describió que vino “con
las chicas desde Paraguay porque vivían en la calle,
todas sucias, sin comida ni ropa. Vendían cosas y
71
cuando volvían a la casa sus padres les sacaban todo.
Vivían en el centro de Ciudad del Este, yo ya estaba
trabajando en Buenos Aires y me contaron la historia
como era y me ofrecí a ayudarles”.
El doctor Moreira señaló al acusado como “el
eslabón inicial para obtener el reclutamiento y el
engaño, el ingreso ilegal, el traslado en territorio
argentino y finalmente la explotación sexual.
Comienza con una relación donde el consentimiento
formal de las víctimas inicia el laberinto de engaños
porque en realidad se trata de una captación
fraudulenta de servicios y promesas que alientan a
estas, a participar del proyecto que luego adquiere el
marco de una esclavitud que aumenta por la
condición de ilegalidad”.
En la continuidad de su análisis, afirmó que
casi todas las víctimas coincidieron en explicar que
su ingreso a territorio argentino fue ilegal, burlando
los controles migratorios y a través de los
procedimientos que el acusado utilizaba: “De ello
surge que el encartado tuvo participación en el
ingreso al país, por el puente internacional Trancredo
Neves u otros pasos fronterizos de doce mujeres de
nacionalidad paraguaya en diferentes momentos, con
habitualidad de modo ilegal y en algunos casos
valiéndose de promesas laborales y engañosas con el
fin de explotación sexual. Y así lo voto”.
Para establecer la calificación legal, el cuerpo
determinó tres formas típicas. La promoción y
facilitación del ingreso ilegal de personas con fin de
72
obtener un beneficio14
, agravado por la
habitualidad15
y los fines de explotación sexual16
.
14
Art 116, primer párrafo de la ley 25.871 “Ley de Migraciones
de Argentina”: Será reprimido con prisión o reclusión de uno
(1) a seis (6) años el que realizare, promoviere o facilitare el
tráfico ilegal de personas desde, en tránsito o con destino a la
República Argentina. Se entenderá por tráfico ilegal de
personas, la acción de realizar, promover o facilitar el cruce
ilegal de personas, por los límites fronterizos nacionales con el
fin de obtener directa o indirectamente un beneficio.
15
Art 120 inc a, de la ley 25871: Las penas descriptas en el
presente capítulo se agravarán de tres (3) a diez (10) años
cuando se verifiquen algunas de las siguientes circunstancias:
a) Si se hiciere de ello una actividad habitual
16
(art 10 inc 3: El que captare, transportare o trasladare,
dentro del país o desde o hacia el exterior, acogiere o recibiere
personas mayores de dieciocho años de edad, cuando mediare
engaño, fraude, violencia, amenaza o cualquier otro medio de
intimidación o coerción, abuso de autoridad o de una situación
de vulnerabilidad, concesión o recepción de pagos o beneficios
para obtener el consentimiento de una persona que tenga
autoridad sobre la víctima, con fines de explotación, será
reprimido con prisión de (…) (4) a DIEZ (10) años de prisión
cuando: 3. Las víctimas fueren tres (3) o más. 11 primer
párrafo: El que ofreciere, captare, transportare o trasladare,
dentro del país o desde o hacia el exterior, acogiere o recibiere
personas menores de dieciocho (18) años de edad, con fines de
explotación, será reprimido con prisión de cuatro (4) a diez
(10) años. y 16 primer párrafo de la ley 26.364 “Prevención y
sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas: Las
penas establecidas en el presente capítulo se agravarán de
cinco (5) a quince (15) años cuando se hubiere puesto en
peligro la vida, la salud o la integridad de los migrantes o
cuando la víctima sea menor de edad; y de ocho (8) a veinte
(20) años cuando el tráfico de personas se hubiere efectuado
73
“De tal forma que el propósito final, luego
verificado en las declaraciones de las víctimas
compone un itinerario delictivo que dispone de un
proceso donde aparece el reclutamiento como origen,
el consenso engañoso, el ingreso ilegal, el traslado y
por último el sometimiento a una actividad laboral
con servicios sexuales que culminan en un orden
coactivo de supresión de la libertad para convertir a
la víctima en un objeto de la explotación
prostibular”, describe el fallo.
En cuanto al beneficio que recibía de Aquino,
votaron que no se pudo distinguir claramente ya que
el mismo no era el dueño del local; a pesar de las
declaraciones que lo señalaban como beneficiario de
las ganancias como porcentaje del negocio y de su
actividad de reclutador, transportador y proveedor.
Ahora bien, no se pudo incluir el agravante de haber
operado con menores de edad, debido a las
incertidumbres que arrojó el proceso de Instrucción
Judicial en donde varias de las víctimas no tenían
documentación.
Se resolvió la pena de cinco años y once meses
de prisión, accesorias legales y costas como coautor
del delito de promoción y facilitación de ingreso
ilegal de personas, agravado por la habitualidad con
fines de explotación (quince hechos), todos en
concurso real. Pero también quedó procesado como
miembro de la red de trata, proceso judicial que se
llevó adelante en Pergamino.
con el objeto de cometer actos de terrorismo, actividades de
narcotráfico o lavado de dinero)
74
75
“14 DÍAS DE TERROR”
El 26 de mayo de 2009, Magdalena llegó a la
comisaría de la mujer de la ciudad de Eldorado. Se
notaban rastros de lágrimas derramadas que surcaron
su rostro. La desesperación, en el temblor de sus
manos y boca. Conmovía su mirada. Pidió ayuda. Su
hija había desaparecido en la búsqueda de un mejor
futuro. Ahora no sabía siquiera… dónde estaba.
Marilín no era de comprar diarios. La situación
económica no permitía ese lujo. Más cuando había
tantos gastos que cubrir con la mantención de las dos
niñas. Sin embargo, ese día consiguió un
“Territorio”17
y fue a la sección de empleos
ofrecidos. Necesitaba encontrar algo estable, con
buen sueldo y posibilidades de progreso. Ya se había
cansado de la poca paga que estigmatiza a las
empleadas domésticas. Descubrió un aviso llamativo
que prometía “grandes ingresos”: pero la entrevista
laboral tendría lugar en la ciudad de Puerto Rico, a
70 kilómetros de donde vivía18
. Era la primera vez
17
Diario el territorio es uno de los más grandes diarios
impresos de la provincia de Misiones, fundado el 2 de junio de
1925
18
La subsecretaría de Igualdad de Oportunidades, a cargo de
Norma Sawicz, lleva adelante charlas en las escuelas
misioneras para capacitar a los jóvenes acerca de los peligros
existentes en los avisos que ofrecen trabajo y aparecen, tanto
76
que saldría de su ciudad, ni siquiera había estado en
Posadas (capital de la provincia).
Comprometió a Magdalena, su mamá, el
cuidado de las niñas. Estaba nerviosa por el viaje
pero lo afrontó y partió. Se presentó en la entrevista.
Era el 15 de mayo de 2009 y ella se encontraba en la
terminal de Puerto Rico. Cuando ingresó al bar,
había sólo dos mujeres sentadas alrededor de una
mesa. Se acercó y mencionó estar allí por la
entrevista laboral. Sonrieron. Invitaron a que se
sintiera cómoda. Una de ellas dijo llamarse “Silvana”
y presentó a su compañera: “Graciela”. Sacó del
bolso fotografías de una casa quinta, ubicada en
cercanías de la ciudad de Formosa, en la que
trabajaría si aceptaba la propuesta. Era hermosa. Con
pileta y grandes dimensiones de espacios verdes. Allí
viviría y recibiría 2.500 pesos mensuales, más otros
beneficios que la ayudarían a mantener a su familia.
Lo mejor de todo es que podría llevar a sus hijas, si
demostraba buenas aptitudes en el trabajo. Salió de la
reunión con una mezcla de felicidad y ansiedad. No
quería perder tiempo en cumplir lo que soñaba: la
posibilidad de vivir mejor con las nenas.
en diarios, como en cualquier medio de comunicación masiva.
En estas charlas se apunta a formarlos para poder dirimir los
peligros que puedan acecharlos. Además, se llevaron adelante
concursos que incentivaron, a los estudiantes secundarios, a
investigar sobre “Trata de Personas” y así surgió el
cortometraje “El Chat” donde los ganadores relataron una
historia que contiene todos los elementos propios de la
práctica. El mismo, en la actualidad, es llevado a todas las
sensibilizaciones que realiza el Ministerio.
77
Cuando regresó a Eldorado, ese mismo día:
relató a su madre todo lo que había pasado. Se
encargó de brindar cada uno de los detalles de la casa
quinta en la que iría a vivir. Las características de la
edificación. La pileta: en una ciudad donde el calor
agobia. Los espacios verdes donde las chicas, si
quedaba, podrían correr y jugar como tanto les
gustaba hacerlo en su casa materna. Pero también
comenzó los preparativos para tener todo listo para el
viaje: un bolso con la suficiente ropa para vivir ese
primer mes, poder cobrar y regresar a visitar a la
familia. Si todo iba bien llevaría el resto. Quizás
también ya a sus hijas. Luego las abrazó, no quiso
derramar lágrima alguna porque estaba segura que la
separación sería cosa de días nada más. Confiaba en
que pronto estaría con ellas nuevamente, pero ya con
una propuesta de mejor pasar económico.
El 21 de mayo recorrió 207 kilómetros hasta
Posadas, para presentarse en la terminal de la capital
misionera tal cual habían acordado. Había gastado el
poco dinero que tenía entre los viajes que debió
hacer en los últimos días. La esperaba Silvana. El
micro salía a las 18.30, por lo que aprovecharon para
comer algo y tomar una gaseosa que corrió por
cuenta de su nueva amiga: “Dejá nomás, pago yo y
después vos me devolves con todo el dinero que vas
a comenzar a ganar”. Marilín aún no comprendía los
puntos que cubrían esas palabras que acababa de
escuchar. Subieron al micro y comenzaron el viaje.
“Estoy bien, cómo están las nenas”, preguntó a su
madre por mensaje de texto. Mientras, observaba los
carteles y la gran cantidad de vehículos que
78
circulaban por la ruta nacional 12 a esa hora de la
tarde.
Magdalena se encargó de cuidar a las niñas.
Que se alimentaran, asearan, hicieran los deberes y
sean buenas. Jugaba con ellas y les leía los pocos
mensajes que llegaban de su madre. Les repetía el
amor que tenía por ellas. Las comunicaciones fueron
cada vez menores, hasta que desaparecieron a los dos
días de su partida. Dejó de saber del paradero de
Marilín, pero confiaba en que estaba bien. Todo a
pesar de no tener respuestas a sus preguntas. Mucho
menos a las llamadas, que denotaban que el celular
estaba apagado. Su instinto maternal estaba en alerta,
pero no podía mostrar angustia ante sus nietas.
El 26 de mayo recibió una llamada. Era de un
número privado. Dudó en atender. Dejó que sonara
hasta que juntó el coraje para pulsar la tecla verde y
contestar. Era su hija, hundida en el llanto de la
súplica por ayuda. Se desvaneció en el asiento
mientras escuchaba el relato de su niña. No
terminaba de comprender lo que pasaba: “Mamá no
estoy bien, nosé siquiera dónde estoy”.
Inmediatamente mencionó que había otra chica de
Oberá (Misiones) pero que ella desapareció. La
historia tomaba dramatismo en cada frase que
lograba pronunciar entre sollozos. “Me sacaron el
celular y toda la plata, quiero volver pero nosé cómo
ni tampoco puedo pedir ayuda. Hasta el documento
79
me sacaron”19
, explicó a su madre. Fueron las pocas
frases que culminaron en “me tengo que ir, si se
enteran que te llamé me van a matar. Buscá ayuda
por favor, me quiero volver”.
Tenía el celular en la mano. La desesperación
la había congelado. Temía lo peor, aunque su
imaginación no le permitía dimensionar lo que
pasaba. Se paró, tomó las llaves de su casa y caminó
hacia la comisaría de La Mujer.
Sentada tras un escritorio explicó lo ocurrido.
El aviso en el periódico, la entrevista en Puerto Rico,
las promesas del acuerdo, el viaje a Posadas, la casa
quinta en Formosa y la llamada telefónica con el
llanto de su hija. Pedía ayuda, pero no sabía por
dónde se debía comenzar a buscar. El personal llamó
al jefe de la Unidad Regional que, a su vez, puso en
conocimiento al juez Federal. No había mucho para
hacer porque la información era escueta. Indicaron a
Magdalena que regresara a su casa y aguardara una
nueva comunicación en donde debía calmar a su hija
y solicitarle detalles del lugar donde estaba para
lograr hallar su paradero.
Aguardar el llamado parecía una tarea eterna.
La mirada atenta al celular. Chequear que estaba
prendido. Que tuviera sonido. Y finalmente sonó: era
el 27 de mayo, por la tarde, casi a la misma hora de
19
Ante lo habitual del robo y destrucción del documento de
identidad de las víctimas de trata, el Ministerio de Derechos
Humanos cuenta con un programa específico por el que se
acompaña, tramita, traslada y se paga los aranceles de la
obtención de partidas de nacimiento como también de dicha
documentación identificatoria.
80
la anterior comunicación. “Mamita te vamos a
rescatar, pero tenés que decirme dónde estás”,
mencionó mordiendo cualquier atisbo de expresión
desesperada en su voz. Debía demostrar calma.
Mientras escuchaba los detalles, hacía un esfuerzo
para anotarlos en una hoja en blanco que había
seleccionado para la ocasión. No dejó de darle
esperanzas: “Te vamos a buscar y te vamos a traer,
quedate tranquila”; mientras, del otro lado, el llanto
ahogaba cualquier tipo de expresión. Cuando
cortaron, se desgarró en súplicas divinas que
conmocionó a las dos niñas debía cuidar. Las abrazó
fuerte, como si en ese esfuerzo podría traer de vuelta
a su hija. Fue nuevamente a la comisaría y realizó la
ampliación de su denuncia. Las charlas se sucedieron
el 28, el 31 y finalmente el 1 de junio.
Marilín había sido llevada a Río Cuarto
(Córdoba) aunque ella siempre creyó que estaba en
Formosa. Por lo menos hasta que encontró a José, un
cliente ocasional del burdel “Molino Rojo” que se
había conmovido con su historia. Él había entregado
su celular a aquella mujer que no dejaba de llorar en
una de las habitaciones del lugar. Ese hombre había
pagado para mantener relaciones sexuales pero se
conformó con escucharla, calmarla y entregar su
crédito para que pudiera hablar con sus seres
queridos. Había algo extraño en aquel sujeto que,
regresaba todos los días en busca de la misma mujer;
pero que, a pesar de posibilitar las comunicaciones y
dar datos para que pudiera brindar a los
81
investigadores: nunca se atrevió a solicitar ayuda a
nadie por esa chica. Aunque siempre, al salir de la
habitación, expresaba la satisfacción obtenida con
esa mujer a quien le cobraba los servicios en la barra.
También ella encontró en él algo especial: fue al
único que se atrevió a relatar el infierno que vivía.
Con los demás clientes, sólo guardaba silencio y
sufría sin derramar lágrima alguna. No podía. Sentía
que iba a morir.
A Molino Rojo sólo iba a “trabajar”. Ella,
como también otras mujeres, vivía en una pensión
junto con sus captoras. Cada mañana, debían
primero ir al centro de atención médica para
realizarse los controles sanitarios y luego eran
llevadas hacia el prostíbulo donde las esperaban los
clientes para pagar por sus servicios sexuales.
“Graciela” era la encargada de controlar las
consumiciones y entregar las pulseras de “los pases”.
Su mirada era profunda y desafiante. Una vez
concluida la tarea, regresaban a la pensión donde
vivían con sus captoras.
Tenía miedo. Lo sentía en los huesos. No
dejaba de pensar en la joven que la había contenido
los primeros días y que, había desaparecido sin que
nadie le ofreciera ninguna respuesta ante sus
incisivas preguntas. “No preguntes porque Graciela
te va a pegar”, le decían entre susurros. Todas tenían
historias de golpizas. A ello debía sumar sus
crecientes deudas por el hospedaje, comida y
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  • 1. 1
  • 2. 2
  • 3. 3 Fecha de catalogación 16/09/2013 Diseño de tapa: Patricio Diblasi patriciorey_1@hotmail.com Fotografía solapa: Magalí Martín Impreso en Formato Queda hecho el depósito que prevé la ley 11.723 ISBN 978-987-33-3848-9 Impreso en Argentina Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el previo permiso escrito del editor. Fain, Héctor Adrián El camino del cuerpo : crónicas de esclavitud sexual : juicios por el delito de trata de personas en la provincia de Misiones . - 1ra ed. - Posadas : el autor, 2013. 180 p. ; 15x21 cm. ISBN 978-987-33-3848-9 1. Crónicas Periodísticas. I. Título CDD 070.4b
  • 4. 4
  • 5. 5 A todo aquel que sufre, oculto, las mordazas de la esclavitud. A todos a quienes vulneraron sus derechos, algunos sin tener conciencia de ello, y sueñan un futuro mejor. A todos los que obligaron al silencio A todas las personas que luchan, día a día, por evitar la existencia de las anteriores. Especialmente a Mora y Laura, mis amores.
  • 6. 6
  • 7. 7 Historias del cuerpo: Crónicas de esclavitud sexual Juicios por el delito de Trata de Personas, en su modalidad sexual, en la provincia de Misiones Por Héctor Adrián Fain
  • 8. 8
  • 9. 9 Historias del cuerpo: crónicas de esclavitud sexual Auspiciado por el Ministerio de Derechos Humanos de la provincia de Misiones.
  • 10. 10
  • 11. 11 INDICE -Presentación: por el ministro de Derechos Humanos de la Provincia de Misiones, mgter. Edmundo R. Soria Vieta ------------------------------------------pág.13 -Introducción por la subsecretaria de Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Derechos Humanos de Misiones, prof. Norma Sawicz,--------------pág. 15 -Prólogo del autor---------------------------------pág. 17 -“¡No mamá!, no dejes que me lleve------------pág. 23 -Y la Fonola siguió sonando…------------------pág. 55 -Historias de frontera-----------------------------pág. 67 -“14 días de terror”--------------------------------pág. 75 -Un burdel llamado “Piedritas” ---------------- pág. 93 -El camino a la fama---------------------------- pág. 103 -En busca de chicas bonitas y “pícaras” ----- pág. 109 -De tareferas a mozas de un lujoso restaurante--------- ------------------------------------------------------pág. 125 -Anexo: Volver a empezar: libres ------------ pág. 155 -Trata en fotos ---------------------------------- pág. 165
  • 12. 12
  • 13. 13 PRESENTACION La esclavitud aún existe y se manifiesta de forma brutal a través de la Trata de Personas con fines de Explotación Sexual, cuya víctima básicamente es la mujer que sufre el ultraje de sus derechos humanos fundamentales. Delito complejo que de la mano del narcotráfico, contrabando de armas, lavado de dinero, ha logrado el mote de esclavitud del siglo XXI. Desnuda de dignidad a la mujer sometiéndola con engaños, violencia física y psicológica, obligándola a consumir drogas, violándola, arrebatando todo derecho inherente a la persona provocando un daño, muchas veces irreversible. En nuestra Provincia de Misiones vamos logrando firmes batallas al desnaturalizar el delito de trata con fines de explotación sexual, se trabaja incansablemente en la sensibilización de los grupos más vulnerables, la capacitación es permanente destinada a todos los protagonistas que se suman para combatir el delito. La recuperación y posterior contención y tratamiento de las víctimas es hoy la preocupación diaria, así lo imponen las casi 200 vidas recuperadas en 3 años a partir de la primera ley que posibilita luchar. Este libro escrito por un joven preocupado por su contexto social y el impacto de este delito, se apoyó en la ficción que se estimula por una realidad que a veces supera la aguda imaginación. Todo enfoque o acción que colabore a correr los velos de tabúes y prejuicios paralizantes, y que al
  • 14. 14 contrario movilice los cambios culturales resaltando la ética social y el respeto por los Derechos Humanos, deben aplaudirse con el fervor que impone la dignidad de la vida. Gracias por el esfuerzo mgter. Edmundo R.Soria Vieta ministro de Derechos Humanos provincia de Misiones
  • 15. 15 INTRODUCCIÓN Son muchos los mitos construidos alrededor de la trata de personas, los mismos que a veces terminan contribuyendo a la impunidad de las y los tratantes y explotadores, o peor a la invisibilización de las víctimas. El rol indelegable del Estado: protección y asistencia a las víctimas es lo que venimos trabajando, hemos logrado profundizar la cooperación a través de una agenda común de trabajo desde los distintos estamentos. En este marco de actividades proponemos estas ocho historias ficcionadas que nos acercan a la realidad de algunas de las mujeres misioneras, a veces niñas o adolescentes que han atravesado alguna instancia del proceso de asistencia y contención que brindamos desde la subsecretaría de Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Derechos Humanos. Con este libro se pretende presentar al flagelo de la Trata de Personas a partir de la representación de quienes han vivido la explotación sexual. Esta problemática sigue preocupando a la provincia y por eso decidimos seguir trabajando desde un Estado presente con políticas que permitan no sólo detenerla, sino erradicarla de nuestra región,
  • 16. 16 para el bien de todos los actores que habitan el suelo misionero. prof. Norma Raquel Sawicz subsecretaria de Igualdad de Oportunidades ministerio de Derechos Humanos
  • 17. 17 PROLOGO DEL AUTOR “Historias del cuerpo: crónicas de esclavitud sexual” se compone de narraciones reales, vividas y sufridas por sus protagonistas. Fueron escritas en base a la reconstrucción de los ocho casos que llegaron a juicio en la provincia de Misiones por el delito que propugna la Ley Nacional 26.364/08, y su modificatoria 26.842/12, de “Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas”. En el texto se modificaron las identidades para proteger a las damnificadas, testigos y allegados. Aunque sí se mantuvieron los nombres de quienes fueron encontrados culpables por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal, que analizó sus situaciones procesales, valoró las pruebas y aplicó las normas en la independencia que les otorga su función. Otra particularidad del texto consistió en ficcionar parcialmente los contextos en los que ocurrieron los casos abordados, para dotar de mayor vuelo literario a las composiciones, aunque con el cuidado debido para no alterar el factor de realidad de cada uno de los hechos. Amén de esta licencia literaria, se presentan aquí las herramientas de captación, seducción, engaño y demás artilugios utilizados para arrancar a las víctimas de su entorno y llevarlas, forzada o engañosamente, a sitios donde son luego vulnerarlas, con un fin de lucro comercial. Con “Historias del cuerpo…”, no sólo se refleja la pérdida de identidad, protección y derechos propios de un ser humano, sino que se va más allá.
  • 18. 18 Es un testimonio real y desgarrador del quebranto de los sentimientos, ilusiones, sueños; la pérdida del gobierno individual sobre el cuerpo, los gustos, los placeres. Se describe, simplemente, la manera en que una persona, precedida de su historia, pasa a convertirse en un objeto de utilidad ajena, carente de toda decisión y voluntad. Y no sólo por aquel, que ha sido definido con el mote de “cliente”, sino también, y sobre todo, del que lucra con la esclavitud. Es la descripción de cómo desaparecen las cadenas, como freno de cualquier pretensión defensiva; y aparecen herramientas más efectivas: la violencia física, verbal, el saqueo de todos los recuerdos del “ser” y “cómo ser”. El capítulo “¡No mamá!, no dejes que me lleve”, narra la manera en que una madre entrega a su propia hija al infierno de los abusos y adicciones; al terror más grande que puede vivir un hijo. Abusos, violencia, traición, excesos, son sinónimos de la vida de esta familia que nunca podrá olvidar lo que les tocó transitar. Más aun cuando se gesta la dicotomía entre el odio y el amor por una vida inocente que llega en el momento menos pensado. Casi irreverente, “Y la fonola siguió sonando” convierte en simbología del abuso a aquella caja de reproducir música, que sirve para tapar una realidad de esclavitud y amenazas que viven tres jóvenes del Norte misionero. Esa música, que envalentona el consumo de alcohol de los clientes del burdel, acompaña el desfile de los “hombres” desde el salón a precarias casillas de madera, preparadas para satisfacer sus deseos sexuales. Todo, mientras el
  • 19. 19 sonido rebota, incansablemente, por cada rincón del lupanar. “En busca de chicas bonitas y ‘pícaras’” recorre la metodología de captación de los reclutadores. De la misma manera, entroniza la valentía de una mujer que se anima a denunciarlo y permite que las fuerzas de seguridad monten un operativo para detener el incipiente armado de un “burdel exclusivo”, destinado a despedidas de solteros y el viejo rito del padre que lleva a su hijo a “debutar”. “El camino a la fama”, en tanto, resume aquel ideal, sueño y anhelo que lleva, a muchas jóvenes argentinas, a perder todo uso de razón para ir tras un horizonte tan incierto como oscuro, muchas veces desoyendo las voces, internas y externas, que alertan sobre un eventual peligro. El apartado “14 días de terror” muestra a una madre desesperada en procurar el sustento para su hijo, que la empuja hacia Formosa para buscar un mejor futuro como cuidadora doméstica. El señuelo es un aviso en un matutino. Con el anzuelo en la boca, entiende que su cuerpo será vendido como carnada a un burdel de Córdoba. Pero la ecuación se invierte gracias a un “cliente arrepentido”, que la contiene, acompaña y propicia la huída. También ingresa en escena una misionera, en una situación similar, que no corre la misma suerte. Las “Historias de frontera” son reales. Tan negadas como la esclavitud sexual. Muchas veces tienen aristas en funcionarios corrompidos o, simplemente, engañados con diferentes artilugios
  • 20. 20 para posibilitar el tráfico de personas. Las voces suenan como el río que golpea la piedra, incesantemente, incansablemente, sólo hay que detenerse a escucharlas. “De tareferas a mozas de un lujoso restaurante” es el retrato de las cosecheras de la yerba mate que, cansadas de sacrificios y malas pagas, deciden buscar nuevos rumbos. Engañadas, recalan en un restaurante, como lo profesan los carteles de la fachada donde se emplaza, pero que no tiene ollas, ni cubiertos, ni hornos. Su negocio es otro: niñas y jóvenes que son sometidas física y sexualmente. Perdieron la libertad que poseían en la extensión del yerbal, en la selva misionera, para pasar a una vida de deudas crecientes. Ven una esperanza en la huida de dos nuevas jóvenes que fueron reclutadas. Una historia en la que también se entremezclan las dádivas a funcionarios que deberían velar por su seguridad. Las protagonistas, sin siquiera saberlo, se transcriben en ejemplos vivos de los caminos a evitar por tantas jóvenes que buscan escapar de diversos problemas económicos, sociales, familiares, afectivos o, simplemente, encandiladas con las ilusorias promesas de “fama fácil” que se promocionan desde los medios de comunicación. Tienen el mérito de tornarse más poderosas, cada vez que logran ingresar al universo cognoscitivo de más personas que las adoptan como experiencia y autoprotección ante estos engaños. Pero hay otros protagonistas que merecen su reconocimiento por luchar, día a día, para salvarlas:
  • 21. 21 que deambulan, incansablemente, detrás de una pista, un detalle, un lugar, para arrancarlas de la servidumbre sexual y darles otra oportunidad real de vida. Hablamos de hombres y mujeres partícipes de los operativos, investigaciones, allanamientos; aquellos, o aquellas, que arriesgan sus vidas como testigos, agentes encubiertos, profesionales, que rechazan la tentación de “llenarse los bolsillos” negando a las víctimas. Todos ellos son parte fundamental de cada línea de este libro. Por último, con este material se pretende concientizar. Evitar que nuevas vidas caigan en las inescrupulosas manos de una de las peores expresiones de la sociedad actual. Si podemos aportar, aunque sea mínimamente a ello, habremos cumplido la misión. Héctor Adrián Fain
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  • 23. 23 “¡NO MAMÁ!, NO DEJES QUE ME LLEVE” El amanecer fue imponente en el oriente de aquella mañana del 3 de octubre de 2008. Esos primeros destellos de luz la encontraron huyendo por las calles de Puerto Iguazú. Su ser estaba enajenado en cada latido del corazón. En su conciencia no había rumbo, pero su inconsciente no le permitía detenerse. Era terror lo que recorría su rostro como gotas frías. Miró sobre su hombro izquierdo y temió que, aquella figura que se acercaba lentamente en la esquina, fuera él: su respiración exasperada, los golpes de sus manos, sus palabras agresivas salpicadas de su aliento etílico. Se detuvo. Congeló cada movimiento de su cuerpo y aguardó que aquel desconocido desapareciera del alcance de sus ojos. Sus piernas volvieron a moverse. Cuando llegó a casa, encontró a su padre. Impávida, lo observó colocar la yerba mientras mantenía su atención en la temperatura del agua contenida en la pava con la que comenzaría a cebar el primer mate de la mañana. Avanzó unos pasos hasta que ambos se miraron a los ojos. No aguantó más, comenzó a llorar y casi a los gritos soltó aquella confesión que guardaba hace tiempo: "Me violaron, golpearon y ahora van a hacer lo mismo con tus otras hijas".
  • 24. 24 Problemas económicos, peleas constantes, mantención de tres niñas en plena adolescencia y objetivos diferentes desgastaron el matrimonio de Estela y Emilio. Más cuando las frustraciones del padre de familia fueron la excusa perfecta para volver a beber y, consiguientemente, detentar actitudes violentas contra la mujer de sus hijas; agresiones que había logrado desterrar tras el primer año de convivencia juntos pero que ahora volvían a aflorar. Ante ello, su pareja encontró contención en los brazos de otro hombre, Mario, que había aparecido en su vida con promesas de futuros promisorios. Aunque sólo ella sabía en su interior ambas razones y no tuvo el valor para compartirlo con el resto de la familia. Simplemente se alejó, en un caluroso mediodía de febrero, con rumbo a la gran ciudad de Buenos Aires. Sólo les explicó que iría allí a trabajar y que se comunicaría ni bien estuviera instalada. María Fernanda, la más grande de sus hijas, tenía 16 años. Aunque las peleas con su madre eran constantes, la apreciaba y sufrió su partida. Pena que compartió con su novio, dos años más grande, en quien encontró un poco de calma aunque se percató del alivio que él sintió por deshacerse del principal obstáculo que tenían para continuar con esa relación. Mientras descansaba en esos brazos, sabía que debía sobreponerse para poder ayudar a su padre en la crianza de Cintia (14) y Mara (11), sus hermanas. Estaba convencida que podía hacer mucho por ellas.
  • 25. 25 La familia estaba unida, pero el dinero no alcanzaba. Como padre de familia, Emilio hacía lo posible con lo que recibía por realizar diferentes tareas de mantenimiento en hoteles de la ciudad turística de Iguazú. Su especialidad era el mantenimiento eléctrico, aunque no había conseguido estabilizarse en un solo lugar. Siempre preferían tomar a gente joven para tenerlos efectivos, mientras que a él lo requerían por trabajos puntuales que, muchas veces, era arreglar las soluciones ideadas por quienes ejercían el puesto que tanto pretendió. Tampoco se negaba a realizar trabajos de albañilería cuando alguien lo solicitaba. Con su carácter introvertido, era impensado que tuviera la fuerza para exteriorizar sus sentimientos. Por eso, cuando su esposa se marchó, sólo la miró sin emitir sonido alguno, y continúo con algunos trabajos que había llevado a la casa. Misma reacción se había permitido cuando se enteró que, en realidad, ella se fue para estar con otro hombre. Era su silencio y la ingesta de bebidas lo que lo excluía de la realidad. Se había propuesto nunca levantar su mano contra ninguna de sus niñas. Desde aquella separación, y partida, los días pasaron para convertirse en meses. Las comunicaciones fueron pocas, aunque la llegada de dinero, enviado por Estela desde Buenos Aires, fue constante. Las tres jóvenes se permitieron varios gustos y soñaban con seguir el rumbo de su madre que, en cada historia telefónica, les sumaba detalles de un futuro lleno de posibilidades. Mara compartía esos relatos con sus amigas del barrio que, en
  • 26. 26 silencio y atención, daban entidad a las narraciones construidas por su amiga: en la mayoría de las veces, formaban parte de un mundo imaginario posible que se ilusionaba con construir. En el mes de agosto sonó el celular de María Fernanda. Lo atendió Cintia tras leer el rótulo de “mamá” que describía la pequeña pantalla. No dudó en saludarla y detallar todo lo que su memoria graficó como recuerdo de los últimos días. Del otro lado la escucharon en silencio, hasta que requirieron hablar con la dueña del aparato telefónico. Más que desilusión, hubo un sabor amargo en la joven que, lentamente, pasó la comunicación a su hermana que ya aguardaba a su lado. Tras una larga conversación, anunció la noticia a sus hermanas: “Me voy a Buenos Aires a trabajar de niñera con una familia que me va a pagar muy bien”. El festejo fue al unísono. Todas sabían que era una buena noticia y lo que todas esperaban. Cuando volvió, también compartió la noticia con su padre que preguntó si estaba segura con tomar esa decisión, a lo que obtuvo un “sí” como respuesta. En realidad no lo estaba. Pero quería salir de la pobreza, comprarse ropa, comida y comenzar a mejorar su calidad de vida. Y fue lo que le explicó a su novio, que no terminó de entender y se lo cuestionó. Pero la decisión estaba tomada, aunque ambos sabían que eso implicaría terminar esa relación. Preparó su ropa en un bolso esa misma noche. Debía aguardar un mensaje de texto con las indicaciones del lugar donde debería retirar su pasaje de ida a la ciudad de Buenos Aires. Fue paciente,
  • 27. 27 aunque la ansiedad la llevó a imaginar cómo sería. Sintió que podría ser feliz y, cuando comenzara a ganar bien, podría llevar al resto de su familia a vivir a la gran ciudad de la que sólo tenía referencias por lo que había visto a través de la televisión. Tras dos días de espera, llegó el mensaje esperado. Partiría esa misma tarde. Igual ya tenía todo listo, pero intentó hablar con Iván una vez más. Explicar que era por el bien de todos, que seguiría queriéndolo. Incluso pensó en buscar un trabajo para que pudiera acompañarla y que también él pudiera cumplir con su sueño de ser corredor de autos, como lo expresaba cada vez que veían alguna carrera juntos. No contestó los mensajes. Tampoco quiso recibirla cuando fue a buscarlo a su casa. El pasaje lo pagaron desde destino. Sólo fue y lo retiró de la boletería. Era la primera vez que realizaba un viaje tan largo. Estaba algo nerviosa cuando subió al colectivo, pero se tranquilizó cuando comenzó el recorrido. Fueron más de doce horas hasta que ingresó en “la gran ciudad”. Miraba con admiración los edificios, la autopista y el movimiento vehicular. Cuando llegó a Retiro, bajó del micro, miró a su alrededor nerviosa, sin saber hacia dónde debía dirigirse. Hizo algunos pasos y volvió a detenerse. Cientos de rostros desconocidos entrecruzaban su desconcierto. No sabía a quién consultar, ni tampoco tenía crédito para llamar a su madre, que debería haberla esperado. Agotada, sólo
  • 28. 28 se desplomó en uno de los asientos de madera que encontró libre en el andén 16 y aguardó mejor suerte. Había perdido la noción del tiempo que estuvo sentada. Pero la continuidad en el movimiento de los viajeros la mantuvo alerta. Casi por instinto, giró su cabeza hacia su flanco derecho y la encontró: caminaba hacia ella junto a una joven. Le generó curiosidad el aspecto que tenía: labios pintados, sombra en los ojos, una pollera corta ajustada, botas altas y una blusa de colores llamativos que ajustaban su cuerpo. Nunca la había visto así. Creyó que no era ella. Pero cuando una sonrisa comenzó a ganar su rostro, supo que allí estaba. No había forma de confundirla. Ese gesto siempre aparecía tras un regaño, un golpe o, simplemente, alguna muestra de sarcasmo en sus palabras. -¡Acá estamos! ¿tu colectivo parece que llegó antes no?, ella es Jessica- expresó la mujer mientras atinó a señalar a su acompañante. -No mamá, llegó puntual. -No te preocupes, ya vas a ver lo bien que te va a ir con nosotras –continuó Estela que volvió a mirar a su compañera con un gesto cómplice. -¿Te gusta el nombre Lara?, preguntó la mujer a su hija -Sí, es lindo -Bueno recordalo, porque ahora va a ser tu nombre artístico –expresó para pasarle luego la mano y comenzar a caminar.
  • 29. 29 Salieron de la Terminal casi sin hablar con María Fernanda. Sólo se hacían chistes entre ellas y compartían anécdotas. Caminaron por un extenso pasillo. Miles de personas las cruzaban enajenadas en sus problemas, situaciones, viajes. Había pequeños puestos plagados de revistas. Sitios para tomar café donde también la gente hablaba sin tener noción de lo que pasaba a su alrededor. Otros pasillos que se conectaban a nuevos andenes. Escaleras mecánicas que llevaban hacia un subsuelo o las que se dirigían a otro piso arriba. No había estado nunca allí, pero tanto movimiento la aturdía. En el estacionamiento, encontraron un vehículo con su conductor apoyado sobre la puerta. Era de tez morena, abundantes arrugas en su rostro, pelo corto de color negro que se confundía con el abundante blanco que comenzaba a poblar su cabeza desde las patillas. Vestía formal, con camisa, jean y zapatos. “Ella es mi hija”, dijo Estela tras tomarla por los hombros y colocarse detrás de la joven. “Es muy linda”, aseveró el hombre que se presentó como Mario y procedió a darle un beso en la mejilla. Subieron al auto y su madre le indicó que ingresara con un movimiento de cabeza. Días después, sabría que fue llevada a Pablo Podestá (Partido Tres de Febrero en la zona noroeste del Gran Buenos Aires). El viaje en auto también fue silencioso para María Fernanda, a quien no le dirigieron la palabra. Sin embargo notaba que el hombre la observaba por el espejo retrovisor. Había algo que la inquietaba. Su
  • 30. 30 mamá, en cambio, hablaba, se reía e intentaba caerle bien. En varias oportunidades apoyó su mano a la del conductor y no obtuvo rechazo. Pero tampoco el gesto agradó. En cambio, el hombre, parecía concentrado en la nueva chica que había llegado desde Misiones. La cuarta ocupante del vehículo sólo atinaba a reír cuando las charlas la interpelaban, pero luego se recluía en observar el paisaje. Tenía la mirada perdida, un sesgo de intranquilidad y resignación ante algo que inquietaba su persona. Llegaron y se detuvieron frente a una casa con una puerta grande desde donde salieron dos hombres riendo y, uno de ellos, saludó a Mario con un abrazo. La placa de la dirección decía “Avda. Pérez Galdós 9672”. Ingresaron los cuatro y fueron recibidos por otra mujer, de nombre Viviana. La saludaron e, inmediatamente, Estela llevó a su hija a una de las habitaciones y le indicó que se duchara. El agua era tibia. Reconfortante. Habían sido muchas horas de viaje. Se miró en el espejo para peinar su cabello largo. Luego lo acomodó y recordó las caricias de Iván. Lo extrañaba. Habían pasado muchos momentos felices juntos. Todo a pesar de las trabas que siempre tuvieron de su madre. Intentó olvidarlo para no llorar y salió del baño. La habitación era chica, no tenía ningún cuadro. Sólo había una mesita de luz con un velador que daba una tenue iluminación. Abrió el cajón y encontró cremas junto a muchos envoltorios de condones. La inquietó, pero el sueño la desbordaba. Se recostó sobre el acolchado a esperar nuevas indicaciones. Durmió.
  • 31. 31 Al rato, respiró profundamente y despertó. Había perdido la cuenta del tiempo. Miró en su reloj y ya era la medianoche. Se levantó lentamente, tomó su rostro con las manos y volvió a suspirar. Nadie había venido a buscarla por lo que decidió salir. Abrió la puerta y caminó por un pasillo corto. Cuando entró al hall, separado por otra puerta, se encontró con una escena que no olvidaría jamás: dos hombres sentados en un sillón con Jessica; otra mujer, que no conocía, les servía una bebida en un vaso y, en el otro rincón, su madre se besaba con otra persona mientras él acariciaba sus pechos. No podía creer lo que había visto. Confundida cerró la puerta y corrió nuevamente a la habitación, en donde intentó encontrar respuestas. Estela se había percatado de lo sucedido. No le importó demasiado. Ingresó con el cliente a otra de las habitaciones contiguas. -Estela tu hija sabe lo que viene a hacer - cuestionó Viviana. -No importa, pronto lo sabrá y estoy segura que lo va a hacer muy bien - respondió. -No me interesan sus problemas, pero no quiero dolores de cabeza así que hablá bien con esa muchachita que ya la comencé a ofrecer a los clientes que llaman. Nos va a dar muy buena plata. Jessica escuchó la conversación. Fue cerca de las 10 de la mañana, después de levantarse. Sintió miedo por la joven que había llegado al burdel. También ella hubiera querido algo mejor para su vida, lejos de tener que ofrecer servicios sexuales
  • 32. 32 para poder mantenerse. Esa noche había estado con uno de los clientes que la golpeaba. Pero no podía quejarse porque era parte del trabajo y se lo habían remarcado cada vez que intentó suplicar clemencia a sus “jefas”. Preparó el mate y lo compartió con Viviana. -Esa chica va a trabajar acá –preguntó en un intento por negar la realidad visible. -Sí, la vamos a llamar Lara y vamos a decir que tiene 19 años –remarcó. Estela habló por teléfono con Cintia y Mara. Les dijo que su hermana estaba “muy bien”. Que aún dormía porque habían salido anoche a tomar un helado en el centro de Buenos Aires. También remarcó que a ellas les esperaba un futuro de muchos éxitos a su lado. Cortó la llamada y se dirigió a la habitación donde estaba Fernanda. Ingresó decidida y la observó sentada en una punta de la cama. “Cómo creías que me ganaba la plata, crees que es fácil”, regañó a su hija quien no atinó a contestar. Ordenó acompañarla y fueron juntas a la cocina, donde ya estaba Mario presente y otro hombre desconocido. En la mesa había una jarra con café humeante. Algunas medialunas y pan. Fernanda se sentó y comenzó a comer. Tenía mucha hambre ya que no había merendado ni cenado el día anterior. Su último bocado fue un alfajor que había guardado en el colectivo.
  • 33. 33 -Te voy a explicar cómo son las cosas acá: vos trabajas y tenés plata para comer, comprarte ropas o lo que quieras –afirmó Viviana con la vista puesta en la nueva integrante. -Yo vine a trabajar de niñera –respondió la joven que esquivó la mirada amenazante y la observó a su mamá. Todos explotaron en una carcajada con chistes cargados de referencias sexuales. Hasta su madre, quien había sido interpelada por esa mirada que pedía auxilio, rió ante la situación. -Mario, si tanto te gusta, enseñale vos lo que tiene que hacer. Si total, en Iguazú siempre lo hace con su noviecito, además noté que te gusta mucho – pronunció Estela. El hombre se paró. Tomó del brazo a la joven que no ofreció resistencia alguna ante el tirón y caminó tras él. Giró su cabeza y vio la manera en que su madre observaba, sin atinar responder ante esa situación de peligro inminente. Una vez dentro de la habitación, la besó sin mediar palabras. Ella sollozaba. Sentía la presión ejercida por esas manos desconocidas sobre su cuerpo. La aterraba escuchar esa respiración comparable a la de un animal. No aguantó más y comenzó a gritar. Lo hacía con la mayor cantidad de aire que pudiera despedir desde sus pulmones. Estaba fuera de sí. Su captor se detuvo. Se alejó. Reveló, en sus actitudes una mezcla de sentimientos que lo azoraron. Dejó la habitación y observó que los presentes lo miraban. Volvió a
  • 34. 34 entrar, pero esta vez la tomó del brazo y la obligó a acompañarlo fuera del lugar. Nadie hizo nada para detenerlos. Sólo continuaron con el desayuno, como si la situación fuera parte natural del desarrollo de sus vidas. Caminaron dos cuadras por la ciudad. Ella lloraba, aunque la gente que los cruzaba agachaba la cabeza al verla1 . Ingresaron a otra casa. Cuando pasó la puerta, el hombre le asestó un golpe en el rostro que la dejó casi inconsciente. El dolor la asfixiaba y podía sentir el tibio calor de su sangre que se esparcía por todo el rostro y se depositaba en su remera blanca. Se desvaneció y golpeó contra el piso. Derrumbada, entregada. Volvió a tomarla del brazo derecho y la arrastró hasta la habitación. Volvió a golpearla, una y otra vez, hasta que se fundió en intensos dolores que la hicieron olvidar lo que pasaba. La subió a la cama. Abusó de ella. María Fernanda quedó encerrada en la casa de Mario ese día. Apenas logró convencerlo de que le trajera el bolso. La alimentó y ayudó a curar las heridas. Ella quería escapar, pero no sabía cómo. Sintió que la sumisión sería su mejor protección. Tampoco podía llamar a nadie, porque él tenía su celular. 1 En el juicio varios de los testigos reconocieron el temor que sentían hacia Arriola, a quien describieron como "un hombre violento".
  • 35. 35 Ese día la soledad fue su compañía. La mayor cantidad del tiempo lo pasó entre llantos. Cuando escuchó el ruido de la llave que abría la puerta, el horror la consumió y callada quedó, escondida en un pequeño rincón del comedor. “Llegué”, dijo alegremente y la buscó. “Ahí estabas”, expresó y le pasó una cajita que contenía una hamburguesa. La invitó a sentarse con él. -¿Conocés Villa Carlos Paz? –preguntó sin aguardar una respuesta de la joven que comía con mucho empeño. –Es un lugar muy lindo que me gustaría que conozcas, además ahora somos amigos. Olvidate lo que pasó y nos vamos a llevar muy bien. Tengo muchos planes para vos. Esa noche durmieron en habitaciones separadas. Cerca de las 6, él la despertó y ordenó juntar sus cosas. Subieron al auto y partieron hacia Carlos Paz. María Fernanda había soñado conocer esa ciudad. Las sierras cordobesas ganaron su atención. También la cantidad de gente que caminaba por el centro y el frente de uno de los teatros que lo había visto en la televisión, cuando se presentaba una obra. Hubiera querido estar allí con Iván. Siempre soñaron con poder viajar y conocer diferentes destinos de la Argentina. Córdoba era uno de ellos. Se alojaron en el hotel “Hostal de la Costa”. No hubo tiempo para salir a recorrer o conocer algún sitio. Mucho menos la oportunidad de gritar para pedir ayuda. Sólo estuvieron en la habitación. La obligó a aspirar cocaína y también le dio pastillas que le daban extrañas sensaciones. No podía dejar de
  • 36. 36 toser y había escupido sangre en varias oportunidades. Pensó que había llegado al infierno y no podía salir de él. Aprovechó la ducha caliente para llorar, mientras su captor dormía. Los abusos fueron reiterados durante esa semana. Todos acompañados de golpes, ingesta de sustancias y amenazas. La asustaba los cambios en la personalidad de “ese tipo”: la golpeaba y sometía para abusarla; pero luego le compraba cosas e intentaba demostrarle que era buena persona. Una tarde, salieron a caminar. Recorrieron el centro turístico. Comieron e incluso él le compró ropa y zapatos. Encontraron un lugar donde hacían tatuajes. Ella, tal vez aún conmovida por la ingesta de sustancias2 , sugirió que siempre había querido hacerse uno. Ingresaron juntos. Observaron los motivos y ella se decidió. Se sentó y desnudó su brazo para permitir el trabajo del tatuador. Había elegido un tribal. Sin embargo la figura fue cambiada por la leyenda “Mario”. Él había sobornado a aquel joven para cambiar el mensaje. A su vuelta a Pablo Podestá, María Fernanda no fue llevada al burdel, sino a un bar que tenía Mario Arriola a dos cuadras. Su trabajo pasó a consistir en servir copas a los clientes. Allí también se promocionaba el burdel. Los hombres recibían los detalles de las bebidas con sus precios y, entre 2 Así lo expresó en una de las declaraciones que realizó ante la Justicia
  • 37. 37 medio, la grilla de servicios sexuales, precios y posibles mujeres a contratar. Ella no estaba en esa lista, pero sabía que, igualmente, era parte de esa oferta. Se recluía en las tareas de limpieza y evitaba hablar con la gente que la rodeaba. Recordaba los silencios de su padre, como un arma de autoprotección. Escondida, cedía ante la droga, porque así dejaba de sentir dolores. Nunca volvió a recibir su celular, pero sí pudo visitar a su madre. Cuando la veía, trataba de mostrarse bien y conforme con lo que pasaba, porque en el fondo, sabía que su madre lo avalaba. Sin embargo comenzó a implorar volver a Iguazú. La razón: el anhelo de volver a ver a sus hermanas. Todos los días se lo mencionaba, aunque sea unas palabras. Sabía que así lograría convencerla. Que era la única forma. Tras cortas reuniones, donde siempre mediaba un mate, debía volver a la casa de su captor. Aprendió a dominar sus miedos y, en su mente, abstraerse para poder aguantar las constantes violaciones que sufría. Había caído en la cuenta que, mientras menos se resistía, menos ataques sufría. Muchas veces pensó que se moría. Aunque también muchas de esas veces, lamentaba no haberlo logrado. La primavera estaba cerca. Pasaron nueve días de aquel septiembre. Las mañanas ya no eran tan frescas y a María Fernanda le gustaba mirar al sol cuando caminaba del bar al burdel. Sentía que estaba viva. Un flujo de energía atravesaba su piel que se cortaba sólo cuando la sombra de un árbol volvía a darle oscuridad a su rostro. Esa mañana Estela no
  • 38. 38 tenía el mate preparado, como hacía siempre, ni tampoco estaba sonriente. Cuando la saludó, ella dijo: “Tenés que preparar tus cosas rápido”. Sacó de su bolsillo algo de plata y dijo que sería lo suficiente como para volver a Iguazú. “Vas a tomarte un colectivo que te va a dejar a dos cuadras de la terminal de Retiro. Ahí agarras el primer micro que encuentres porque Mario se va a enojar cuando se entere y seguro te va a ir a buscar”. Las palabras fueron tajantes. No dudó un instante. La abrazó ligeramente y corrió nuevamente hacia el bar. Rogaba no toparse con nadie. Llegó, ingresó sigilosamente aprovechando que nadie la observaba. Tomó sus ropas, las acomodó en el bolso y se retiró por la puerta principal. Nadie había notado su ausencia. Corrió cerca de ocho cuadras hasta llegar a la parada indicada. Allí esperó el micro con destino a Retiro. Se comenzó a juntar gente a su lado. Temía la aparición repentina de Mario. Su corazón latía acelerado. Miraba a su alrededor intranquila. Preguntó a una joven si esa era la parada indicada, obtuvo una respuesta positiva: “A veces tarda, pero viene”, completó la respuesta. Fueron 20 minutos, suficientes para perder el control del estado de ansiedad que recorría todo su cuerpo. Temblaba. Evitó levantar la cabeza y sólo miraba el suelo, siempre sin descuidar el paso de su transporte. “Tranquila, ya va a venir”, volvió a indicar la joven que se había quedado a su lado. Le ofreció unos dulces para que se tranquilizara.
  • 39. 39 Subió al colectivo. Se ubicó en el último asiento. Trató de taparse lo más que pudo. Viajó hasta la terminal de Retiro. Recorrió nuevamente aquellos pasillos abrumadores, pero ya no la aturdían. Un guarda le indicó donde podía conseguir pasajes de empresas que viajaran hasta el norte de la provincia de Misiones. Preguntó en todas. Hasta que dio con una que ya estaba a punto de abordar. Compró ese pasaje que le garantizó salir rápido de la Capital Federal. Compró también una tarjeta de teléfono para cargar crédito a su celular, el mismo que le habían sacado, pero que su madre recuperó y se lo entregó envuelto junto al dinero para poder escapar. El primer mensaje fue para Iván: “Te amo, te extraño, por favor necesito hablar con vos”. En el segundo suplicó poder volver a verlo ya que se volvía a Puerto Iguazú. La respuesta fue afirmativa. Volvió a encontrar tranquilidad cuando abandonó esa ciudad que, para ella, había representado el mismísimo infierno. Iván la esperó en la terminal de Puerto Iguazú. La emoción que sintió expulsó todas las malas sensaciones que la acompañaron durante el viaje. Bajó y corrió a abrazarlo. Expresó su amor con tanta efusividad que la gente, a su alrededor, no paraba de mirarlos. Nadie se imaginaba lo que había tenido que pasar esa joven. Juntos fueron a la casa de Iván, porque María Fernanda no estaba preparada aún para afrontar a su padre, ni sus hermanas, para explicar lo que realmente hacía Estela. Más cuando ella la había ayudado a huir. Se lo debía. Además, el consumo de
  • 40. 40 drogas al que fue sometida, le generaba ataques de pánico repentinos. Necesitaba descansar y “ser mimada”, como se lo expresó a su novio. Cuando llegaron, ella se duchó y durmió casi doce horas. No la quiso despertar, aunque sintió curiosidad por todo lo que había pasado. Tampoco quiso cuestionar aún el tatuaje que había encontrado en su cuerpo. Cuando despertó, parecía que su cabeza iba a explotar. Pero fue optimista en pensar que todo iba a mejorar de allí en adelante. Estaba sola, sufrió otro ataque. Lloró. Gritó. Intentó olvidar aquella noche que la violaron. Temía que volviera por ella, que golpeara su puerta y la volviera a arrastrar del brazo para abusar de ella nuevamente. Iván regresó por la noche y la encontró ensimismada. Acarició su frente y sintió el frío del sudor que permanecía entre sus rasgos. Temblaba. Tardó en reaccionar, mientras él la levantaba del rincón, en donde se encontraba sentada, tomada de sus rodillas. Se volvieron a abrazar. Ella comenzó su relato. Parte de lo que había vivido. Tal vez lo que menos la lastimaba recordar. En cada detalle el enojo de su novio crecía, pero permanecía en silencio. Hasta que reveló el significado de ese tatuaje y lo que había vivido durante su estadía en Carlos Paz. Iván prometió, con euforia, que “mataría” a ese hombre si volviera a Iguazú. Fue una escena que se repitió durante los siguientes tres días. La comprendía, pero comenzaba a sentir el peso de la compañía.
  • 41. 41 Se cumplían 14 días del mes de septiembre. María Fernanda se había levantado temprano. Estaba decidida a encontrarse con sus hermanas. Lo había hablado con su pareja: tenía que juntar la fuerza para advertirles. Caminó desde el barrio Belén hacia la casa de su padre. Tarareaba una canción que había escuchado esa mañana en la radio. Dobló en la esquina y, a mitad de cuadra observó algo que la dejó congelada: era su madre. Tras ella divisó a sus hermanas que caminaban a un auto estacionado. El conductor era él, Mario, con aquella sonrisa que ponía siempre que intentaba borrar los resquicios de los abusos. No podía moverse, gritar, ni siquiera esconderse. El auto arrancó y se trasladó hacia la misma esquina donde María Fernanda estaba parada. La cruzaron pero ninguno se percató de su presencia. Salvo Mara, que la siguió con su mirada, pero no emitió sonido alguno porque presintió que algo estaba mal. Se habían llevado a sus dos hermanas: sabía que el destino era el mismo del que ella había logrado escapar. No entendía cómo su padre había permitido que se las llevaran, pero no tenía el valor para buscarlo y preguntarle. Mucho menos revelar lo que ocurría. Se dio vuelta y volvió sobre sus pasos. Llegó y se encerró. Pasó la mayor parte del día preguntándose qué hacer. El resto, con temor al ingreso de Mario por la puerta principal. Fueron tres días que pasó recluida. No quiso contarle a Iván porque temía que le hicieran algo. Sin embargo mintió sobre una charla con sus hermanas y que
  • 42. 42 estaba todo bien. Igual, él supo que eso no era verdad. Días después, el 17 de septiembre, salió al almacén. Había pensado cocinar arroz con pollo. A ambos le gustaba ese menú. La manera de prepararlo se lo había enseñado la abuela. Caminó cerca de tres cuadras hasta que, de repente, se topó, cara a cara, con Mario. Otra vez el frío recorría su cuerpo. No emitió sonido alguno aunque sintió dificultades para respirar y comenzó a transpirar. La miró. Le sonrió nuevamente y le extendió la mano: “Querés volver conmigo”. Ella lo rechazó con un movimiento ligero de su mano derecha. “Crees que no te puedo agarrar acá mismo”, pronunció con un halo de impunidad. Volvió a extender su mano y encontró un nuevo rechazo. “Quiero recuperar los 10.000 pesos que invertí en vos, lo demás no me importa, total, ya tengo a tus hermanas”, pronunció tras agarrarle con fuerza las manos por adelante. “Pensalo, sabés que te voy a volver a encontrar y ahí vas a tener que decirme que vas a querer hacer”, afirmó y giró sobre su flanco izquierdo. Caminó unos metros y subió a su auto. Arrancó y se marchó. Cuando volvió a pasar por su lado emitió esa sonrisa que convenció a María Fernanda de buscar la manera de ayudar a las chicas. Todo el día recordó aquel encuentro. Iván no había vuelto. No sabía a quién recurrir. Pensó en ir a la Policía, pero no sabía qué decir. Intuía que si lo hacía podría empeorar la situación de Cintia y Mara. Aguardó el paso de las horas y, en la madrugada del
  • 43. 43 siguiente día, emprendió rumbo hacia la casa de su padre. Tenía que llegar antes que él se fuera a trabajar. “Tenés que creerme”, rogó a su padre mientras éste depositaba, lentamente, el mate arriba de la mesa. “Mamá ahora es una prostituta y ese tal Mario me violó”, gritó mientras lloraba sin contenerse. En la cabeza de Emilio, no podía terminar de entender cómo había sucedido eso: había dado cobijo a ese desconocido que vino con Estela. Confió sus hijas. Compartió una bebida con él y no se percató de lo que sucedía. Además, en su conciencia resonaba lo cambiada que había visto a su ex mujer y la desconfianza que ello le generaba. Pidió a su hija mayor que se calmara, no sabía qué hacer. Recordó que había una señora, que vivía a una cuadra, que pertenecía al “Programa luz de infancia para la prevención y erradicación de la explotación comercial infantil y trata de Personas”. Su nombre era Marcelina. Cuando llegaron, la encontraron antes de partir a su oficina. Pidieron hablar con ella. Accedió y los invitó a pasar a su vivienda. Allí la joven explicó todo lo que había pasado. La mujer no dudó, supo de qué se trataba. Los calmó, habló con ellos y los invitó a acompañarla hasta la delegación de la Policía Federal donde tenía conocidos que podían ayudarlos. Allí, María Fernanda volvió a repetir su historia. Los uniformados dieron aviso al juez Federal de Eldorado que ordenó la investigación
  • 44. 44 correspondiente. Consiguientemente, y tras algunos días de tareas de inteligencia, se procedió al allanamiento del burdel, el bar y la casa donde estuvo alojada María Fernanda. Se liberó a Cintia y Mara que lograron reencontrarse con su hermana. Quedaron detenidos Mario y Estela, la cual, no sólo comenzó a sentir el peso de su conciencia por lo que había realizado, sino que también cayó en la cuenta de una sorpresiva noticia que luego le confirmarían los test: esperaba un hijo de ese hombre que la introdujo a la prostitución y violó a su hija mayor. La historia recorrió los titulares de los principales diarios de Misiones, como también de varias provincias del país. Se utilizó el “revuelo” mediático para capacitar y sensibilizar a la población sobre la esclavitud sexual que significa la llamada “trata de personas”. En ese contexto los referentes del Ministerio de Derechos Humanos recorrieron escuelas, instituciones públicas, como privadas y los medios de comunicación para difundir las particularidades de este delito. Mientras tanto, la familia intentaba recuperarse, volver a la normalidad, y dejar en el olvido lo ocurrido. Herida que nunca sanó. Pasaron más de dos años del hecho. La causa se elevó a juicio y se fijó el 1 de julio de 2010 para el comienzo del debate oral, que se iba a llevar a cabo en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de la ciudad de Posadas. No fue una transición fácil. Durante ese periodo, la familia debió ser contenida por los profesionales: las declaraciones en la Justicia,
  • 45. 45 los episodios de pánico que sufrían las hermanas, el proceso de volver a las actividades diarias, el capacitarse para buscar fuentes laborales que permitan mantener la economía del hogar, la vuelta a la escuela secundaria que realizaron las tres hermanas. Ese fue el rol que se le asignó al equipo de trabajo de Derechos Humanos que contuvieron a las víctimas como lo marca el protocolo de asistencia que es parte de lo establecido por la Ley nacional de “Prevención y sanción de la trata de Personas y asistencia sus víctimas”3 . Durante ese tiempo Estela dio a luz a su cuarto hijo, lo hizo privada de su libertad. Sus hijas mayores la visitaron y conocieron al niño. El día del inicio del juicio, las hermanas llegaron temprano al Tribunal, ubicado sobre la calle Félix de Azara de la capital misionera. Les llamó la atención la cantidad de medios de prensa que aguardaban en la entrada. Todos pendientes de poder conseguir un testimonio de lo que allí iba a ocurrir, en el inicio del cuarto juicio por trata en Misiones. Pasaron desapercibidas porque nadie las conocía. No así el ministro de Derechos Humanos, Edmundo Soria Vieta y la subsecretaria de Igualdad de Oportunidades, Norma Sawicz quienes detallaron el caso ante las incesantes preguntas formuladas. Pero el caos fue aún mayor cuando llegó el camión de la 3 Se trata de la ley 26.364, que fue sancionada el 9 de abril de 2008 para luego ser promulgada el 29 de ese mismo mes y año.
  • 46. 46 Gendarmería que trasladó a los detenidos y, ante una gran cantidad de efectivos de la fuerza, bajaron a los imputados en medio del estallido de los flashes de las cámaras y los gritos de los cronistas que intentaban obtener alguna declaración. Volvían a estar, frente a frente, los protagonistas de la historia. Sólo que esta vez para revivirla e intentar construir un relato de cómo vio los hechos cada uno. Mario intentó cruzar miradas con María Fernanda quien lo evitó. “Todos de pie”, anunció la voz de la secretaría e ingresaron los miembros del cuerpo: Manuel Moreira (presidente), Carlos Sodá y Norma Lampugnani. El debate fue un peregrinar de elementos que complicaron la situación procesal de los detenidos. Testimonios de las hermanas, su padre, los gendarmes que participaron de los allanamientos, las pruebas recolectadas en las propiedades de Arriola, la intervención de los teléfonos, entre otras cosas que fueron presentadas por el fiscal de la causa. También aparecieron dos testigos, un amigo y una vecina del acusado. Habían venido desde Pablo Podestá para prestar testimonio y no hicieron más que empeorar a los acusados. El primero intentó resumir lo ocurrido como una historia amorosa, aunque confirmó el viaje a Córdoba; mientras que la mujer aseguró que, en el barrio, todos temían a la familia del encartado por sus “andanzas” y también que, “la chusma decía por ahí, que él tenía un burdel que ofertaba “mujerzuelas” a quienes iban a “tomar algo” a su bar. Esas palabras fueron tomadas en cuenta a la hora de la decisión final.
  • 47. 47 Cuando llegó el turno a Mario Arriola, de dar su versión de los hechos, las miradas de todos los presentes se posaron en él. Se notaba su nerviosismo. La dureza de su rostro se había transformado. La seguridad de sus palabras se quebraba al momento de comenzar con la alocución. Había silencio en la sala, que sólo se corrompía con el sonido de los vehículos que ingresaba desde la calle. “Quise sacar de la pobreza a Estela, darle una oportunidad”, aseguró alzando ambas manos. Él, con un fin altruista, había destinado fondos de su bar para poder pagar a esa mujer, que venía sin nada desde Misiones. Para que pueda mantener a sus hijas. Aseguró que soñaba con poder buscar a esas chicas para que vivan con su madre una vida “más digna”. En referencia a María Fernanda, su misión consistió en sacarla de la adicción a las drogas. Negó ser el iniciador de ese hábito. “Es verdad, dormimos juntos en la misma cama, pero los dos con la ropa puesta”, aclaró y generó murmullos en las últimas filas que, en una ocasión, el presidente del cuerpo tuvo que intervenir para obligarlos al silencio. Mario dijo amar a la joven de 16 años. Para él las cosas habían cambiado. Necesitaba tenerla cerca, por eso le ofreció trabajar en su negocio en la atención de los clientes y en tareas domésticas. Le pagaba cincuenta pesos por día, más la comida. Y hasta la suma de 200 pesos, por mes, para cubrir lo que gastaba en celular: “Nunca se lo saqué, ella lo tenía y hablaba con quien quería”. Cuando ella volvió a Puerto Iguazú, se sintió desilusionado e intentó recuperarla. Viajó a buscarla. “Ella no quiso volver. Le insistí, pero
  • 48. 48 nunca la amenacé. Nunca lo haría”, parafraseó en el final de su discurso. Un sesgo de esperanza volvió a brillar en su mirada que, lentamente, abandonó el rostro de los magistrados para recorrer la sala. Miraba a todos los presentes. Buscaba algo. Tras recorrer el salón, agachó su cabeza y volvió a la posición que mantuvo durante todo el debate. En el análisis del Tribunal, en relación a la participación Arriola, quedó remarcado que él mismo realizaba negocios turbios que combinaban actividades ilícitas y, donde la principal, giraba en torno a la prostitución: “Surge claramente que él mismo sostenía un negocio clandestino de la prostitución que consistía en instalar una fachada mediante un pequeño bar donde se contrataba el servicio que se prestaba en un edificio cercano”. Ante ello, afirman que no había razón para que se admita sólo hombres, excluya a mujeres y hasta a las parejas: “La única razón visible era la de concertar las citas y obtener información sobre las mujeres disponibles”. Además se deja claro que, detrás de esa estructura, se escondía la servidumbre sexual, mujeres esclavizadas y sometidas a un trabajo que no sólo consiste en vender los favores sexuales, sino en hacerlo en forma de explotación para lo que se requiere una tarea psicológica que también registra una variedad de métodos consistentes en la selección, reclutamiento, traslado, alojamiento, disciplina, corrupción, prácticas de la prostitución,
  • 49. 49 sometimiento y esclavitud. “Y esta secuencia perversa, que se dirige contra una persona, generalmente indefensa, en situación de vulnerabilidad, se realiza de una manera metódica y utilizando todas las herramientas necesarias para inhabilitar los mecanismos de inhibición, autoestima como dignidad”. Se detienen también en el viaje a Córdoba: “Cabe examinar esta situación, no como un episodio accidental de un hombre mayor atrapado en un apasionamiento al estilo del protagonista de la célebre novela ‘lolita’ de Nabokov4 , sino como una etapa más dentro de la cadena de tráfico y explotación sexual. Ante la resistencia de su víctima, la lleva a su casa e inicia su labor de seducción y disciplinamiento. En este caso mediante una oferta de ventajas, placeres y promesas, vacaciones en un lugar turístico, fotografías, tatuajes, etc. Todo ello compone este cuadro de seducción el acceso a las drogas y la violencia episódica de la violación sorpresiva de la menor. Pero la reticencia posterior como pasos graduales destinados a ‘ablandar’ la resistencia inhibitoria”. El análisis también menciona 4 Lolita es la novela más conocida del escritor ruso Vladimir Nabokov publicada por primera vez en 1955. Contiene diferentes niveles de lecturas, desde el relato romántico y erótico hasta el retrato de una sociedad autocomplaciente, así como temas sobre la moral y la perversión psicopatológica. Fue publicada por una editorial erótica francesa, por lo que fue tachada de pornografía. Sin embargo logró que el director de cine Stanley Kubrick la llevara al cine, con un guión del propio Nabokov (fuente Wikipedia, la enciclopedia libre)
  • 50. 50 un hecho particular de la declaración de María Fernanda en Cámara Gesell5 : “Sobre el tatuaje es importante destacar que la menor, espontáneamente, se bajó la manga de la remera para mostrar en su brazo grabado, ya modificado por otro tatuaje superpuesto, que prueba disconformidad y rechazo”. La joven víctima brindó un testimonio consiente y creíble, según lo estipularon los peritos, donde no hay indicadores que permitan inferir características imaginativas o fantasiosas. También, ese mismo informe, reveló los sentimientos de culpa que sintió, por la fuerte ambivalencia en relación a sus afectos y, particularmente, hacia la figura materna: “La vulnerabilidad surge de la ambivalencia de los factores que operan en producirla como fue el del caso, padre alcohólico, madre prostituida, violencia familiar, luego abuso y reclutamiento para terminar con el traslado de las hermanas menores que despiertan su necesidad de denunciar lo sucedido”. “La prueba en su favor es la prestada por amigos casuales e íntimos quienes indican que es una buena persona, aunque aportando patéticas descripciones de su conducta”, se afirma también en 5 La Cámara de Gesell, es una herramienta que tiene la Justicia para tomar declaraciones a los menores de edad. Está conformada por dos ambientes separados por un vidrio de visión unilateral, los cuales cuentan con equipos de audio y de video para poder grabar. Fue concebida por el psicólogo y pediatra estadounidense Arnold Gesell para observar la conducta en niños sin ser perturbados o que la presencia de una persona extraña cause alteraciones.
  • 51. 51 el fallo que terminó de destruir así la coartada usada por Arriola para demostrar que era una “buena persona preocupada por ayudar al prójimo”. Estela también tuvo su oportunidad de hablar. No tuvo la seguridad que había demostrado Mario. Tal vez porque afectaba sus sentimientos el tener que explicar que nunca quiso dañar a sus hijas. Se sumió en los recuerdos de las golpizas que sufrió de parte de su ex esposo, Emilio, quién bebía en exceso y no tenía problemas en darle una “paliza” delante de quien fuera. También apuntó a los problemas económicos que la desesperaban, “el no poder darle a mis hijas lo que necesitaban”. Vivía un infierno. Más aún, las veces que intentó denunciarlo y se encontró con la falta de respuestas por parte de la policía. Volteó su cabeza, miró a María Fernanda y negó haber sabido que la violaron. Todos entendieron que esa mirada buscó el consentimiento de su hija que, sólo agachó su cabeza. Tras ello, tomó revancha y afirmó que su hija era adicta a las drogas desde antes de viajar a Buenos Aires. “Nunca se la entregué a Mario”, fustigó ante las anteriores declaraciones que describieron esa actitud. Cuando el Tribunal analizó su participación en el delito afirmó que “no caben dudas que ella interviene en el hecho como una asociada al negocio en la medida en que no vacila en comprometer a su propia hija, quien viaja engañada para ejercer el trabajo de niñera”. Sustentan esa afirmación también en las declaraciones de testigos más Emilio: todos confirmaron que Martínez le había hecho esa
  • 52. 52 promesa para que se traslade a Buenos Aires. “Tampoco hace nada para evitar el abuso y la violación de su hija, dejándola a su suerte, consintiendo el viaje a Córdoba para luego regresar a Iguazú a buscar al resto de sus hijas”. En cuanto a la responsabilidad, la indicaron como subordinada ya que no posee los medios económicos, control del negocio ni tampoco las actividades de soborno que llevaba adelante (constatadas en la intervención de las llamadas de Arriola). “Pero esta subordinación no la exime de responsabilidad en el evento, teniendo en cuenta que la misma reclutó a sus propias hijas, menores de edad a quienes colocó en una situación de sometimiento sexual y explotación”. Otro dato causó revuelo en el debate oral. Todos quedaron atónitos cuando se reveló que, antes del allanamiento, se ofrecía a la joven de 14, y a su hermana de 11, a los clientes que llamaban para solicitar servicios sexuales. Eso también fue constatado a través de la intervención de la línea telefónica. Esa información no hizo más que demostrar que también las iban a someter a la servidumbre sexual. El murmullo dejaba claro la condena social que ejercían los oyentes del debate. El 26 de julio se fijó la fecha para la lectura de lo resuelto por el Tribunal. Ese día también hubo guardia periodística, tratamiento informativo en los canales, radios y medios escritos a la espera de la decisión. La figura delictiva volvía a ser un tema de
  • 53. 53 debate, de las columnas de opinión que retrataban los vestigios de esta forma de esclavitud. El contexto era extraordinario. Y otra vez la mirada de todos, los flashes de las cámaras y las preguntas al aire; se sucedieron para acompañar el ingreso de los detenidos a la sala. Volvía a repetirse el ritual de cada uno de los debates: se acomodaban los imputados, testigos, oyentes; aparecían los murmullos y miradas; ingresaban los miembros del Tribunal y “todos de pie”; la secretaria leía los detalles del encuentro; todo para llegar al momento más esperado del litigio: la lectura de lo resuelto. “Se resuelve condenar a Estela Martínez a la pena de diez años de prisión, accesorias legales y costas como autora penalmente responsable”, se escuchó en la sala mientras la acusada se insumía en el silencio de la resignación. Aunque también sintió algo de calma cuando, en el segundo punto, se anuncia el cumplimiento de la pena en la modalidad de prisión domiciliaria para poder hacerse cargo del cuidado de su pequeño hijo. Tras ello, llegó el turno de quien la había ingresado al delito: “Condenar a Mario Francisco Arriola a la pena de doce años de prisión, accesorias legales y costas”. Mientras escuchaba la lectura, no dejó de mirar al orador. No hubo sorpresas, sabía que eso pasaría. En la sala hubo festejos, abrazos y alguien dijo “ya pasó lo peor, ahora hay que comenzar a vivir de nuevo”. En medio de gritos y flases, ambos acusados abandonaron el Tribunal, ya con la condena puesta y en lo profundo de sus mentes: imaginando cómo sería la continuidad de su estadía en la cárcel; sólo
  • 54. 54 que para Estela pasaría a ser en su domicilio. Aunque presa, volvería a tener la oportunidad de rehacer su vida con sus hijos.
  • 55. 55 Y LA FONOLA SIGUIO SONANDO… El 16 de febrero de 2011, los miembros del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Posadas: Norma Lampugnani de Arce Mielnik (presidente), Manuel Alberto Jesús Moreira y Carlos Adolfo Sodá condenaron, en un juicio abreviado, a Magdalena Medeiro Da Rocha (Chiqui) a cuatro años de prisión como autora, penalmente responsable, del delito de Trata de Personas en su modalidad de captación, traslado, acogimiento y recepción de personas mayores de 18 años agravado; condena compartida por Mauro Krolow; y a Miguel Da Cuña (Tato) a dos años, como partícipe secundario. Todo comenzó cuando testigos anónimos se acercaron al Escuadrón 10 “Eldorado” de Gendarmería Nacional, el miércoles 24 de septiembre de 2008. Denunciaron que en Colonia Wanda existían cuatro locales comerciales, habilitados como “bar-pool”, en los que se ejercía la explotación sexual por las noches. Se logró consignar la ubicación exacta pero la investigación arrojó resultados negativos. Sin embargo alguien habló. Reveló datos de otro prostíbulo que estaba ubicado en San Pedro, a 152 kilómetros. Las dudas se convertían en certezas. El viernes 11 de septiembre, efectivos del Centro de Reunión de Información de Misiones
  • 56. 56 (CRIMIS) de Gendarmería Nacional, determinaron la presencia de mujeres en un sitio de expendio de bebidas al público. Su función consistía en acompañar a los clientes y, eventualmente, eran obligadas a mantener relaciones sexuales. Les pagaban 50 pesos por pase6 . Se informó al Juzgado Federal que, a su vez, se comunicó con los referentes del departamento de Trata y Tráfico de Personas, dependiente de la subsecretaría de Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Derechos Humanos, para preparar el operativo de contención7 . El 19 de septiembre, se montó el plan de ingreso. Había gendarmes, vestidos de civil, que permanecían dentro. Mientras tomaban una bebida, y simulaban una charla “de amigos”, aguardaban la presencia de clientes para dar la señal. El resto, escondidos, atentos al aviso para irrumpir y rescatar a las víctimas. Cuando todos los elementos legales e investigativos consignaron el momento justo para el 6 Con "pase" se refiere al ingreso a una habitación donde se concreta el acto sexual. 7 Las funciones del departamento de Trata de Personas, dependiente del Ministerio de Derechos Humanos de Misiones, son: la participación en los allanamientos; alojamiento de las víctimas en albergues o la casa refugio; asistencia y contención psicológica in situ; acompañamiento a los controles médicos; elaboración de informes psicológicos y socioambientales cuando lo solicitan los Juzgados; acompañamiento en las entrevistas para testimoniales; acompañamiento en la restitución a sus familias y/o lugares de origen; seguimiento en las causas judiciales; articulación del seguimiento psicológico y asistencia social con los municipios
  • 57. 57 allanamiento, se ingresó al comercio que pertenecía a "Chiqui" Medeiro Da Rocha. El escenario estaba compuesto por heladeras exhibidoras, barra para venta de bebidas “al copeo” y sonaba la “fonola” con música ocasional. Era la antesala. Los efectivos avanzaron. Encontraron habitaciones precarias. Construidas con madera. Dotadas de camas de dos plazas. Había preservativos, usados y sin usar, diseminados por doquier. Los baños estaban sucios. En las camas donde dormían, las obligaban a ofrecer servicios sexuales. La sospecha tomó cuerpo en la escena. Fueron rescatadas tres víctimas, resguardadas por los profesionales que acompañaron el procedimiento. Pero faltaban piezas para completar la búsqueda: la posterior detención de Mauro y Tato. Se supo que, de día, el “Bar de la Chiqui” ofrecía bebidas al “copeo”. Pero de noche, los clientes buscaban la compañía de las bellas y atractivas mujeres que allí se alojaban, a quienes debían pagar un monto de dinero por compartir el momento. Pero no todo terminaba en charlas. También podían solicitar servicios sexuales, siempre por dinero, el que debían informar y abonar “en la caja”, del que una “mínima” parte era retribuida a las “jóvenes explotadas”. Dos tenían 18 años, la otra 21. Eran oriundas de San Antonio y El Soberbio. Las tres fueron captadas por Medeiro Da Rocha después de reiteradas visitas. Las invitó a trasladarse a San Pedro, donde tendrían alojamiento y comida. La propuesta consistía en obtener ayuda para atender a los clientes. En la causa, figura que ninguna imaginó
  • 58. 58 que las obligarían a mantener relaciones sexuales. Menos aún que sería en provecho de “sus captores”. La “chiqui” les pagó el viaje, dinero que luego debían devolver y que se sumaba a las crecientes obligaciones que debían afrontar por el consumo de luz, agua, gas, comida, “multas”, ropa; “situación, claramente injusta, que denota abuso y la explotación a la que fueron sometidas”. “Cuando llegué a la tardecita me recibió el marido de Chiqui, que se llama Mauro, y ahí me presentó a las demás chicas (…). Me mostraron mi pieza, fui al salón y me reuní con los dos dueños que me explicaron cómo era el trabajo: me levantaba a las 2 o 3 de la tarde y ordenaba mis cosas. Me bañaba y me iba a comer. Como no cocinaba, iba a un restaurant y gastaba 22 pesos. Volvía al bar. De ahí nos quedábamos con las chicas y a la noche seguía la joda. La bebida cobraba veinticinco la compartida de tres cuartos y la de litro treinta. El ‘pase’ depende: treinta, sesenta a veces, y todo se pagaba en la caja. Los servicios los hacíamos en la misma pieza donde dormíamos, trabajábamos hasta la una de la madrugada que cerraba el boliche. Cuando quería plata pedía y anotaban abajo en gastos. Nunca llegaron a cerrar mi cuenta, a pagar todo lo que me debían. Yo no llevaba anotación, sólo la que ellos llevaban. Comencé en el bar 3 semanas antes de que nos encontraran. Antes de esto trabajaba como empleada doméstica en El Soberbio y ganaba 180 en una casa y en la otra 170”; figura en la causa como uno de los testimonios de las víctimas, los demás revisten similitud.
  • 59. 59 El informe de la psicóloga, mgter. Victoria Pizarro, quien es jefa del departamento de Trata y Tráfico de Personas, aportó una descripción pormenorizada de los perfiles de las víctimas. Afirmó que, una de ellas, “en reiteradas ocasiones menciona la incomodidad y la angustia que sentía al tener que trabajar con los clientes, a su vez también manifiesta el gran sentimiento de bronca que le genera la situación por la que está atravesando. (…). Por momento menciona que tiene mucho miedo de tener un infarto o desmayarse, se podría pensar que se encuentra bajo mucho stress y posible trauma por la circunstancia que se encuentra atravesando. Se considera importante mencionar que presenta conciencia plena de los riesgos físicos y psíquicos a los que estuvo expuesta en el burdel, así como por la situación que se encuentra atravesando en estos momentos”. Fue la más lúcida. En cuanto a la segunda víctima, el informe psicológico determinó que “en relación a la personalidad, se podría decir que es altamente vulnerable, influenciable y frágil. Las condiciones situacionales y familiares en las cuales creció dan cuenta de la vulnerabilidad anteriormente mencionada. Reiterados indicadores denotan que la entrevistada se encuentra con ‘conciencia parcial o nula’ de la situación por la que está atravesando y por la que atravesó. No es totalmente consciente de la situación de riesgo físico y psíquico a la que fue sometida en el burdel. Se podría pensar que con el tiempo podrá comprender la situación y el contexto
  • 60. 60 en el cual se encontraba. A lo largo de la entrevista se observó ausencia de respuesta emocional” En la tercera, las evaluaciones psico- diagnósticas determinaron que “manifiesta profunda angustia, que se refleja a lo largo de las pruebas, así como en su comportamiento retraído y asilado. En relación al criterio de realidad se podría decir que la entrevistada presenta una buena capacidad en lo que concierne a la adecuación a la realidad, se podría decir que cuenta con un “yo” diferenciado del exterior e internamente, es decir una adecuada delimitación de las fronteras “yo” – “no yo”. Se relaciona con el exterior por sentido común y por influencias externas. Es importante mencionar el elevado grado de vulnerabilidad que manifiesta. De acuerdo a las observaciones y a las dificultades que manifiesta en la comprensión de las consignas así como en las preguntas, se podría pensar que estamos frente a una persona analfabeta, sin poder siquiera escribir correctamente su nombre”. La noche que fueron rescatadas, las tres evitaban hablar con los profesionales del Ministerio de Derechos Humanos. En parte por las dificultades para comunicarse que presentaban por la mezcla del dialecto español y portugués8 ; pero también por las 8 En las comunidades fronterizas de la provincia de Misiones se da la particularidad de encontrar familias que utilizan más el portugués que el español para comunicarse por su cercanía con el Brasil. Más aún, muchos de ellos, entremezclan ambos dialectos y conforman lo que, popularmente se conoce, como “portuñol”.
  • 61. 61 constantes amenazas a las que eran sometidas por “la chiqui”. La tarea de lograr un testimonio fue costosa. Las tres coincidieron que tenían mucho miedo porque, su captora, conocía donde vivían y temían que pueda tomar represalias contra sus familiares. Además, se quedaron en el lugar porque, pese a los sufrimientos diarios, era la posibilidad de enviar el poco dinero que ganaban, para ayudar a sus familiares. Una de ellas expresó que, lo que ganaba un día lo usaba para comer, mientras que los ingresos del siguiente día lo guardaba para enviarlo a su familia. Sin embargo, en varias oportunidades, sufrió el robo de esa suma. Los informes psicológicos, llevaron a los miembros del Tribunal a reflexionar que “no cabe ninguna duda del infame aprovechamiento de la extrema debilidad e inferioridad de las víctimas, para lucrar en ese negocio vil y perverso. Poniendo en juego no sólo la salud física y psíquica de las víctimas, sino hasta exponiéndolas a toda clase de riesgos, atento a la diversidad de clientes –hombres de toda índole- que son quienes frecuentan las mal llamadas ‘casas de tolerancia’, que no pasan de ser lupanares donde fluyen los bajos instintos”. Además enfatizan en que las expresiones, de las víctimas, dan cuenta del sojuzgamiento al que fueron sometidas: “Cuando llegamos, esa misma noche nos explicó de los pases. Me pareció muy barato, cobraban cincuenta y dos pesos, pero cuarenta quedaban para nosotros; aunque todo quedaba en la caja”.
  • 62. 62 Otro de los puntos destaca el hecho puntual del robo en el bar: ingresaron pero sólo se llevaron las ropas y los documentos de dos de las chicas. Ninguna se percató que, en realidad, se trataba de un intento de evitar que huyeran y esa es la razón de la composición del botín que les sacaron. Tal como expresa el informe de la psicóloga: “Curso de pensamiento: lento. Conducta expresiva: apática. Actividad motora: lenta: no le alcanzó para advertir lo llamativo de que el presunto ladrón ingresara sólo a su pieza y no a las otras, y le sustrajera justamente toda su ropa y los papeles, vale decir, elementos imprescindibles para escapar de esa situación”. Era “Chiqui” quien captaba a las jóvenes “para lo cual se valía de la mayor persuasión hasta lograr que accedieran a trasladarse a San Pedro –tomando a su cargo los gastos del traslado, para descontarlos luego- donde tenía montado su negocio, habilitado a su nombre como “bar-pool”, siendo también titular de la locación del inmueble; y donde se proveía a los clientes de música, tragos y “chicas”, obviamente por dinero”. “Mauro” era quien “administraba los ingresos, quedando el grueso para beneficio del burdel, y dando una mínima parte a las generadoras de ese lucro vil y perverso. Intervenía también “Tato” que “se desempeñaba como empleado de los nombrados, colaborando con los mismos en tareas de control, reemplazo momentáneo en caso de ausencia, vigilancia y otras propias del rubro; pero hay una diferencia: no era titular ni socio, ni había aportado al negocio valores algunos que pudieran generarle alguna expectativa en cuanto a compartir ganancias”.
  • 63. 63 El fallo utiliza y cita una definición de vulnerabilidad de Jorge Buompadre: “Vulnerar es aquél que por una adversidad o circunstancia especial se encuentra con menores posibilidades defensivas que el común de las personas, por lo que se presenta como blanco más fácil para que lo dañe o lo perjudique. Este supuesto hace referencia a una especial situación de debilidad que coloca a la persona en una condición de inferioridad que el autor y que le reporta una mayor dificultad o imposibilidad para oponerse a los designios del autor”. Cita también la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer”9 donde define la violencia: “Se entenderá que violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica: a) que tenga lugar dentro de la familia, o unidad doméstica, o en cualquier otra relación interpersonal, ya sea que el agresor comparta o haya compartido el mismo domicilio que la mujer, y que comprende entre otros, violación, maltrato y abuso sexual. b) que tenga lugar en la comunidad y sea perpetrada por cualquier persona, y que comprende, entre otros, violación, acoso sexual, tortura, trata de personas, prostitución sexual, secuestro y acoso sexual en el lugar de trabajo, así como instituciones educativas, establecimientos de salud o en cualquier otro lugar, y c) que sea perpetrada o tolerada por el Estado o sus agentes, donde quiera que ocurra”. 9 Asamblea General de las Naciones Unidas del 18 de diciembre de 1979, ratificada por la República Argentina el 17 de julio de 1985
  • 64. 64 El Cuerpo de Magistrados dijo que “la más comprometida resultó ser la llamada ‘Chiqui’, titular del prostíbulo y de la locación del inmueble. La que más aportó a la perpetración del ilícito porque, además de proporcionar el lugar, el mobiliario, y en general el giro del negocio, era la que se encargaba de reclutar las víctimas, convencerlas de conchabarse10 como alternadoras, haciéndose cargo de los gastos del traslado. Una vez en el burdel, ella y su socio Krolow eran quienes enseñaban a las víctimas cuál sería específicamente su ‘trabajo’, obligándolas a prostituirse. O sea que además de captarlas y trasladarlas, las recibió y las acogió, dándoles albergue o alojamiento, y lucrando con la actividad sexual que ellas desplegaban, ya que – además de percibir el pago de los ‘pases’- se enriquecían con la venta de bebidas al copeo, a los parroquianos que frecuentaban el lugar, contando para ello con la amable compañía de las jóvenes, aleccionadas para ello”. Además explicó que no quedan dudas, en base a los elementos del caso, que los explotadores tenían conciencia de lo que hacían, con dominio de los hechos y pudiendo decidir acerca de la producción, o no, del delito: “Que en el esquema de Jakobs ha dado en llamarse ‘sinalagma de libertad de comportamiento y responsabilidad por las consecuencias’, y en carácter de autor, con pleno dominio final del hecho, pudiendo decidir 10 Ponerse de acuerdo, dos o más personas, para hacer una cosa, especialmente un ilícito.
  • 65. 65 definitivamente acerca de la producción o no producción de la realización del tipo11 . El texto hace hincapié en los roles cumplidos por Krolow y por Da Cuña, los cuales eran similares, aunque con diferente grado de compromiso con el delito: “Mauro era quien regenteaba el negocio, hacía los arreglos con las ‘chicas’ y con los clientes, cobraba las bebidas y los ‘pases’, llevando la contabilidad doméstica, tomando razón de los números en anotaciones precarias que fueron asentadas en cuadernos, los que fueron secuestrados en ocasión de los allanamientos”. “En cambio Tato no pasaba de ser un dependiente, un empleado, un subordinado que recibía órdenes pero no disponía, por lo que su imputación también ha de ser menor, en calidad de partícipe secundario, cada vez que no cumplía una labor trascendente, sin la cual el delito no se hubiera cometido, sino que colaboraba secundariamente con el mismo”, deja sentado el fallo antes de articular las condenas, disposiciones e informes correspondientes. Las tres mujeres fueron alojadas, durante el proceso, en una de las casas que tiene el Ministerio de Derechos Humanos. Recibieron comida, ropa, asistencia médica, psicológica y jurídica. Allí les explicaron los riesgos que sufrieron, como así también cuáles son los derechos que las amparan por ser víctimas de un delito que no conocían: la trata de personas. Después del proceso judicial, fueron 11 cfr autor citado, ‘Injerencia y dominio del hecho’, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2004, pág 67
  • 66. 66 regresadas junto a su familia pero con capacitación, beneficios sociales y las herramientas para que puedan trabajar sin tener que, nuevamente, caer en manos de “abusadores” que las exploten nuevamente. Años después de la condena, las jóvenes víctimas fueron buscadas por el Estado para ser beneficiarias de una beca de inclusión por la que recibirían dinero y capacitación. Sin embargo nunca fueron encontradas.
  • 67. 67 HISTORIAS DE FRONTERA Era el 28 de marzo de 2007. Una joven, de nacionalidad paraguaya, ingresó al Consulado de su país, ubicado en la calle San Lorenzo de la ciudad de Posadas. Estaba nerviosa. Había intentado cruzar el puente San Roque González de Santa Cruz para llegar a Encarnación (República del Paraguay) con el objetivo de regresar con su madre, que vivía en Ciudad del Este; pero fue detectada por los controles migratorios. Dieron aviso a las autoridades consulares que intervinieron en el caso debido a que se trataba de una menor. Aún nadie conocía detalles de la odisea que había vivido. Menos aún del temor que marcaba su huida, silenciada en una mirada tímida. Tenía miedo. Sabía que la podría encontrar. También sabía que estaba en problemas por no contar con ninguna documentación. Le quedaba poco dinero. Ante tal situación, decidió relatar los hechos al Cónsul y su caso fue, rápidamente, a parar al Juzgado Federal argentino que intervino ante una posible “red de trata de personas”. Para su contención, el juez solicitó la intervención del ministerio de Derechos Humanos. Fue llevada a la “Casa Refugio”12 que tiene el 12 Objetivos de la casa refugio: albergar transitoriamente a las víctimas del delito de Trata de Personas, el seguimiento y control de las altas, debiendo a tal efecto, instrumentar mecanismos de registración de datos y de evolución que detecten los profesionales responsables, así como el
  • 68. 68 organismo. Allí se encontró con otras mujeres que también habían pasado por lo mismo. Después del escape, tuvo la oportunidad de comer y descansar en un lugar limpio; resguardado por policías vestidos de civil. En el refugio, una de las acciones que desarrolló el Gobierno misionero en la lucha contra la trata, recibió tratamiento médico, psicológico y jurídico que le sirvió para estar preparada al momento de enfrentar al juez. En la declaración testimonial, la menor relató las circunstancias por las que se trasladó desde Ciudad del Este, hasta Pergamino (provincia de Buenos Aires). Había partido con sueños de una vida mejor. Por lo menos así se lo había prometido Rolando Aquino, el sujeto que pasó a ser el principal sospechoso. Según la narración, él la había acompañado, junto a otras catorce mujeres, a cruzar el viaducto, hecho en el que utilizó una serie de artilugios para burlar los controles migratorios. El seguimiento jurídico, psicológico y social de cada una de ellas; Favorecer la toma de conciencia individual y colectiva con el fin de promover la autonomía de las mujeres y la apropiación de sus derechos. Paralelamente, apoyar el inicio de un proceso de toma de decisiones y dotar de los instrumentos necesarios para construir una vida libre de violencia y sometimiento por parte de otros; ofrecer atención integral en las áreas de necesidades básicas; Apoyo Emocional, Salud y Protección Legal, Social, Productiva yReproductiva.
  • 69. 69 recorrido posterior incluyó Gobernador Virasoro (provincia de Corrientes), la ciudad de Santa Fe y de allí el destino final: el club nocturno “Spartakus”, que se iba a inaugurar en Pergamino. Tras la testimonial, el juez de Instrucción Federal, Claudio Ramón Chávez, decidió restituir a la joven a su madre y ordenó iniciar la investigación encubierta a través de la Gendarmería Nacional. Se designó a los efectivos de la Unidad Especial de Procedimientos “Campo de Mayo” y la “Unidad Especial Buenos Aires”. El 3 de abril de 2007 se decidió allanar el club nocturno que estaba ubicado en ruta 8 y José Hernández donde se detectó la presencia de quince mujeres de nacionalidad paraguaya. Según luego diera a conocer el semanario “El Tiempo”13 , el local allanado había sido pensado como confitería bailable pero su autorización no había llegado a ser aprobada cuando sus dueños decidieron rehacer los trámites para cambiar de rubro: pasaría a ser "cabaret". “Ya habían lanzado una campaña publicitaria, en un medio local, y distribuyeron tarjetas de invitación personal que promovía espectáculos ‘muy hot’ para la ciudad”, afirma la publicación del 9 de mayo de 2012. Además revela que la actuación de los gendarmes llevó a los vecinos a tomar conciencia de una supuesta red criminal formada por reclutadores, paseras, falsificadores, cajeras, guardias de seguridad 13 Cita del portal informativo “Minuto Uno Arrecifes” http://minutoarrecifes.com.ar/2012/05/pergamino-el-jueves- comenzara-el-juicio-por-spartacus/
  • 70. 70 y otras personas pertenecientes a una red de tráfico ilegal de personas para proveer mujeres, mayores y menores, “a los fines de la esclavitud sexual”. Según el recorte periodístico, a la semana del allanamiento, se quemó el inmueble “para evitar la aparición de pruebas sustanciales”. Rolando Aquino quedó procesado como miembro de la red de trata de personas en la provincia de Buenos Aires; pero también se lo acusó como autor del delito de “Promoción y facilitación de ingreso ilegal de personas agravado por la habitualidad con fines de explotación sexual”, por lo que debió comparecer en Posadas a un juicio abreviado. La otra causa siguió su curso. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal, compuesto por los jueces de Cámara Manuel Alberto Jesús Moreira (presidente), Norma Lampugnani de Arce Mielnik y Carlos Adolfo Sodá; evaluaron la existencia del hecho y votaron aseverar su realidad material. Es que los testimonios de las testigos fueron contundentes en describir que, el acusado, les ofrecía trabajar en Argentina en el boliche “Spartakus”: “Una vez aceptado el acuerdo, cruzaban acompañadas por él a nuestro país, sin documentación ni registro alguno, por el puente San Roque González de Santa Cruz, o bien las aguardaba en la frontera”. Se evaluó también la “participación del imputado”. Se aludió a la ampliación de la declaratoria donde él mismo describió que vino “con las chicas desde Paraguay porque vivían en la calle, todas sucias, sin comida ni ropa. Vendían cosas y
  • 71. 71 cuando volvían a la casa sus padres les sacaban todo. Vivían en el centro de Ciudad del Este, yo ya estaba trabajando en Buenos Aires y me contaron la historia como era y me ofrecí a ayudarles”. El doctor Moreira señaló al acusado como “el eslabón inicial para obtener el reclutamiento y el engaño, el ingreso ilegal, el traslado en territorio argentino y finalmente la explotación sexual. Comienza con una relación donde el consentimiento formal de las víctimas inicia el laberinto de engaños porque en realidad se trata de una captación fraudulenta de servicios y promesas que alientan a estas, a participar del proyecto que luego adquiere el marco de una esclavitud que aumenta por la condición de ilegalidad”. En la continuidad de su análisis, afirmó que casi todas las víctimas coincidieron en explicar que su ingreso a territorio argentino fue ilegal, burlando los controles migratorios y a través de los procedimientos que el acusado utilizaba: “De ello surge que el encartado tuvo participación en el ingreso al país, por el puente internacional Trancredo Neves u otros pasos fronterizos de doce mujeres de nacionalidad paraguaya en diferentes momentos, con habitualidad de modo ilegal y en algunos casos valiéndose de promesas laborales y engañosas con el fin de explotación sexual. Y así lo voto”. Para establecer la calificación legal, el cuerpo determinó tres formas típicas. La promoción y facilitación del ingreso ilegal de personas con fin de
  • 72. 72 obtener un beneficio14 , agravado por la habitualidad15 y los fines de explotación sexual16 . 14 Art 116, primer párrafo de la ley 25.871 “Ley de Migraciones de Argentina”: Será reprimido con prisión o reclusión de uno (1) a seis (6) años el que realizare, promoviere o facilitare el tráfico ilegal de personas desde, en tránsito o con destino a la República Argentina. Se entenderá por tráfico ilegal de personas, la acción de realizar, promover o facilitar el cruce ilegal de personas, por los límites fronterizos nacionales con el fin de obtener directa o indirectamente un beneficio. 15 Art 120 inc a, de la ley 25871: Las penas descriptas en el presente capítulo se agravarán de tres (3) a diez (10) años cuando se verifiquen algunas de las siguientes circunstancias: a) Si se hiciere de ello una actividad habitual 16 (art 10 inc 3: El que captare, transportare o trasladare, dentro del país o desde o hacia el exterior, acogiere o recibiere personas mayores de dieciocho años de edad, cuando mediare engaño, fraude, violencia, amenaza o cualquier otro medio de intimidación o coerción, abuso de autoridad o de una situación de vulnerabilidad, concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la víctima, con fines de explotación, será reprimido con prisión de (…) (4) a DIEZ (10) años de prisión cuando: 3. Las víctimas fueren tres (3) o más. 11 primer párrafo: El que ofreciere, captare, transportare o trasladare, dentro del país o desde o hacia el exterior, acogiere o recibiere personas menores de dieciocho (18) años de edad, con fines de explotación, será reprimido con prisión de cuatro (4) a diez (10) años. y 16 primer párrafo de la ley 26.364 “Prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas: Las penas establecidas en el presente capítulo se agravarán de cinco (5) a quince (15) años cuando se hubiere puesto en peligro la vida, la salud o la integridad de los migrantes o cuando la víctima sea menor de edad; y de ocho (8) a veinte (20) años cuando el tráfico de personas se hubiere efectuado
  • 73. 73 “De tal forma que el propósito final, luego verificado en las declaraciones de las víctimas compone un itinerario delictivo que dispone de un proceso donde aparece el reclutamiento como origen, el consenso engañoso, el ingreso ilegal, el traslado y por último el sometimiento a una actividad laboral con servicios sexuales que culminan en un orden coactivo de supresión de la libertad para convertir a la víctima en un objeto de la explotación prostibular”, describe el fallo. En cuanto al beneficio que recibía de Aquino, votaron que no se pudo distinguir claramente ya que el mismo no era el dueño del local; a pesar de las declaraciones que lo señalaban como beneficiario de las ganancias como porcentaje del negocio y de su actividad de reclutador, transportador y proveedor. Ahora bien, no se pudo incluir el agravante de haber operado con menores de edad, debido a las incertidumbres que arrojó el proceso de Instrucción Judicial en donde varias de las víctimas no tenían documentación. Se resolvió la pena de cinco años y once meses de prisión, accesorias legales y costas como coautor del delito de promoción y facilitación de ingreso ilegal de personas, agravado por la habitualidad con fines de explotación (quince hechos), todos en concurso real. Pero también quedó procesado como miembro de la red de trata, proceso judicial que se llevó adelante en Pergamino. con el objeto de cometer actos de terrorismo, actividades de narcotráfico o lavado de dinero)
  • 74. 74
  • 75. 75 “14 DÍAS DE TERROR” El 26 de mayo de 2009, Magdalena llegó a la comisaría de la mujer de la ciudad de Eldorado. Se notaban rastros de lágrimas derramadas que surcaron su rostro. La desesperación, en el temblor de sus manos y boca. Conmovía su mirada. Pidió ayuda. Su hija había desaparecido en la búsqueda de un mejor futuro. Ahora no sabía siquiera… dónde estaba. Marilín no era de comprar diarios. La situación económica no permitía ese lujo. Más cuando había tantos gastos que cubrir con la mantención de las dos niñas. Sin embargo, ese día consiguió un “Territorio”17 y fue a la sección de empleos ofrecidos. Necesitaba encontrar algo estable, con buen sueldo y posibilidades de progreso. Ya se había cansado de la poca paga que estigmatiza a las empleadas domésticas. Descubrió un aviso llamativo que prometía “grandes ingresos”: pero la entrevista laboral tendría lugar en la ciudad de Puerto Rico, a 70 kilómetros de donde vivía18 . Era la primera vez 17 Diario el territorio es uno de los más grandes diarios impresos de la provincia de Misiones, fundado el 2 de junio de 1925 18 La subsecretaría de Igualdad de Oportunidades, a cargo de Norma Sawicz, lleva adelante charlas en las escuelas misioneras para capacitar a los jóvenes acerca de los peligros existentes en los avisos que ofrecen trabajo y aparecen, tanto
  • 76. 76 que saldría de su ciudad, ni siquiera había estado en Posadas (capital de la provincia). Comprometió a Magdalena, su mamá, el cuidado de las niñas. Estaba nerviosa por el viaje pero lo afrontó y partió. Se presentó en la entrevista. Era el 15 de mayo de 2009 y ella se encontraba en la terminal de Puerto Rico. Cuando ingresó al bar, había sólo dos mujeres sentadas alrededor de una mesa. Se acercó y mencionó estar allí por la entrevista laboral. Sonrieron. Invitaron a que se sintiera cómoda. Una de ellas dijo llamarse “Silvana” y presentó a su compañera: “Graciela”. Sacó del bolso fotografías de una casa quinta, ubicada en cercanías de la ciudad de Formosa, en la que trabajaría si aceptaba la propuesta. Era hermosa. Con pileta y grandes dimensiones de espacios verdes. Allí viviría y recibiría 2.500 pesos mensuales, más otros beneficios que la ayudarían a mantener a su familia. Lo mejor de todo es que podría llevar a sus hijas, si demostraba buenas aptitudes en el trabajo. Salió de la reunión con una mezcla de felicidad y ansiedad. No quería perder tiempo en cumplir lo que soñaba: la posibilidad de vivir mejor con las nenas. en diarios, como en cualquier medio de comunicación masiva. En estas charlas se apunta a formarlos para poder dirimir los peligros que puedan acecharlos. Además, se llevaron adelante concursos que incentivaron, a los estudiantes secundarios, a investigar sobre “Trata de Personas” y así surgió el cortometraje “El Chat” donde los ganadores relataron una historia que contiene todos los elementos propios de la práctica. El mismo, en la actualidad, es llevado a todas las sensibilizaciones que realiza el Ministerio.
  • 77. 77 Cuando regresó a Eldorado, ese mismo día: relató a su madre todo lo que había pasado. Se encargó de brindar cada uno de los detalles de la casa quinta en la que iría a vivir. Las características de la edificación. La pileta: en una ciudad donde el calor agobia. Los espacios verdes donde las chicas, si quedaba, podrían correr y jugar como tanto les gustaba hacerlo en su casa materna. Pero también comenzó los preparativos para tener todo listo para el viaje: un bolso con la suficiente ropa para vivir ese primer mes, poder cobrar y regresar a visitar a la familia. Si todo iba bien llevaría el resto. Quizás también ya a sus hijas. Luego las abrazó, no quiso derramar lágrima alguna porque estaba segura que la separación sería cosa de días nada más. Confiaba en que pronto estaría con ellas nuevamente, pero ya con una propuesta de mejor pasar económico. El 21 de mayo recorrió 207 kilómetros hasta Posadas, para presentarse en la terminal de la capital misionera tal cual habían acordado. Había gastado el poco dinero que tenía entre los viajes que debió hacer en los últimos días. La esperaba Silvana. El micro salía a las 18.30, por lo que aprovecharon para comer algo y tomar una gaseosa que corrió por cuenta de su nueva amiga: “Dejá nomás, pago yo y después vos me devolves con todo el dinero que vas a comenzar a ganar”. Marilín aún no comprendía los puntos que cubrían esas palabras que acababa de escuchar. Subieron al micro y comenzaron el viaje. “Estoy bien, cómo están las nenas”, preguntó a su madre por mensaje de texto. Mientras, observaba los carteles y la gran cantidad de vehículos que
  • 78. 78 circulaban por la ruta nacional 12 a esa hora de la tarde. Magdalena se encargó de cuidar a las niñas. Que se alimentaran, asearan, hicieran los deberes y sean buenas. Jugaba con ellas y les leía los pocos mensajes que llegaban de su madre. Les repetía el amor que tenía por ellas. Las comunicaciones fueron cada vez menores, hasta que desaparecieron a los dos días de su partida. Dejó de saber del paradero de Marilín, pero confiaba en que estaba bien. Todo a pesar de no tener respuestas a sus preguntas. Mucho menos a las llamadas, que denotaban que el celular estaba apagado. Su instinto maternal estaba en alerta, pero no podía mostrar angustia ante sus nietas. El 26 de mayo recibió una llamada. Era de un número privado. Dudó en atender. Dejó que sonara hasta que juntó el coraje para pulsar la tecla verde y contestar. Era su hija, hundida en el llanto de la súplica por ayuda. Se desvaneció en el asiento mientras escuchaba el relato de su niña. No terminaba de comprender lo que pasaba: “Mamá no estoy bien, nosé siquiera dónde estoy”. Inmediatamente mencionó que había otra chica de Oberá (Misiones) pero que ella desapareció. La historia tomaba dramatismo en cada frase que lograba pronunciar entre sollozos. “Me sacaron el celular y toda la plata, quiero volver pero nosé cómo ni tampoco puedo pedir ayuda. Hasta el documento
  • 79. 79 me sacaron”19 , explicó a su madre. Fueron las pocas frases que culminaron en “me tengo que ir, si se enteran que te llamé me van a matar. Buscá ayuda por favor, me quiero volver”. Tenía el celular en la mano. La desesperación la había congelado. Temía lo peor, aunque su imaginación no le permitía dimensionar lo que pasaba. Se paró, tomó las llaves de su casa y caminó hacia la comisaría de La Mujer. Sentada tras un escritorio explicó lo ocurrido. El aviso en el periódico, la entrevista en Puerto Rico, las promesas del acuerdo, el viaje a Posadas, la casa quinta en Formosa y la llamada telefónica con el llanto de su hija. Pedía ayuda, pero no sabía por dónde se debía comenzar a buscar. El personal llamó al jefe de la Unidad Regional que, a su vez, puso en conocimiento al juez Federal. No había mucho para hacer porque la información era escueta. Indicaron a Magdalena que regresara a su casa y aguardara una nueva comunicación en donde debía calmar a su hija y solicitarle detalles del lugar donde estaba para lograr hallar su paradero. Aguardar el llamado parecía una tarea eterna. La mirada atenta al celular. Chequear que estaba prendido. Que tuviera sonido. Y finalmente sonó: era el 27 de mayo, por la tarde, casi a la misma hora de 19 Ante lo habitual del robo y destrucción del documento de identidad de las víctimas de trata, el Ministerio de Derechos Humanos cuenta con un programa específico por el que se acompaña, tramita, traslada y se paga los aranceles de la obtención de partidas de nacimiento como también de dicha documentación identificatoria.
  • 80. 80 la anterior comunicación. “Mamita te vamos a rescatar, pero tenés que decirme dónde estás”, mencionó mordiendo cualquier atisbo de expresión desesperada en su voz. Debía demostrar calma. Mientras escuchaba los detalles, hacía un esfuerzo para anotarlos en una hoja en blanco que había seleccionado para la ocasión. No dejó de darle esperanzas: “Te vamos a buscar y te vamos a traer, quedate tranquila”; mientras, del otro lado, el llanto ahogaba cualquier tipo de expresión. Cuando cortaron, se desgarró en súplicas divinas que conmocionó a las dos niñas debía cuidar. Las abrazó fuerte, como si en ese esfuerzo podría traer de vuelta a su hija. Fue nuevamente a la comisaría y realizó la ampliación de su denuncia. Las charlas se sucedieron el 28, el 31 y finalmente el 1 de junio. Marilín había sido llevada a Río Cuarto (Córdoba) aunque ella siempre creyó que estaba en Formosa. Por lo menos hasta que encontró a José, un cliente ocasional del burdel “Molino Rojo” que se había conmovido con su historia. Él había entregado su celular a aquella mujer que no dejaba de llorar en una de las habitaciones del lugar. Ese hombre había pagado para mantener relaciones sexuales pero se conformó con escucharla, calmarla y entregar su crédito para que pudiera hablar con sus seres queridos. Había algo extraño en aquel sujeto que, regresaba todos los días en busca de la misma mujer; pero que, a pesar de posibilitar las comunicaciones y dar datos para que pudiera brindar a los
  • 81. 81 investigadores: nunca se atrevió a solicitar ayuda a nadie por esa chica. Aunque siempre, al salir de la habitación, expresaba la satisfacción obtenida con esa mujer a quien le cobraba los servicios en la barra. También ella encontró en él algo especial: fue al único que se atrevió a relatar el infierno que vivía. Con los demás clientes, sólo guardaba silencio y sufría sin derramar lágrima alguna. No podía. Sentía que iba a morir. A Molino Rojo sólo iba a “trabajar”. Ella, como también otras mujeres, vivía en una pensión junto con sus captoras. Cada mañana, debían primero ir al centro de atención médica para realizarse los controles sanitarios y luego eran llevadas hacia el prostíbulo donde las esperaban los clientes para pagar por sus servicios sexuales. “Graciela” era la encargada de controlar las consumiciones y entregar las pulseras de “los pases”. Su mirada era profunda y desafiante. Una vez concluida la tarea, regresaban a la pensión donde vivían con sus captoras. Tenía miedo. Lo sentía en los huesos. No dejaba de pensar en la joven que la había contenido los primeros días y que, había desaparecido sin que nadie le ofreciera ninguna respuesta ante sus incisivas preguntas. “No preguntes porque Graciela te va a pegar”, le decían entre susurros. Todas tenían historias de golpizas. A ello debía sumar sus crecientes deudas por el hospedaje, comida y