1. TEMA DEL MES
CUANDO LLEGA EL VERANO…….EDUCAR DESDE EL OPTIMISMO
Jerónimo García Ugarte
Equipo de Tutores Superpadres
Cuando me asomo a las páginas de los periódicos buscando alguna noticia o
artículo de opinión relacionado con el mundo de la educación, lo que encuentro, en
la mayor parte de las ocasiones, son noticias o artículos bañados de un
decepcionante tinte negativo: fracaso escolar, desmotivación, violencia,
demoledoras estadísticas sobre la temprana edad de iniciación en el mundo de las
drogas, el sexo…… Últimamente también observo que cuando los padres hablamos
sobre educación recurrimos, con demasiada frecuencia y quizás “guiados” por tanta
estadística, a la añoranza como principal herramienta de análisis: “nuestros hijos
no son cómo éramos nosotros que valorábamos el esfuerzo, la austeridad….”,”
ahora no saben lo que quieren….”.
Es un hecho indudable que nuestros hijos han cambiado y que como casi
todo cambio, este también tiene aspectos negativos y positivos y que quizás el
problema no solamente está en ellos, sino en nosotros, los adultos, que tenemos la
equivocada tendencia de querer ver siempre la botella medio vacía y de olvidarnos
que nosotros también fuimos un día niños y adolescentes llenos a partes iguales de
virtudes y de defectos, fortalezas y debilidades.
Seguro que si revisamos los periódicos de los últimos meses
encontraremos con algún texto parecido a este:
nos
“Nuestros muchachos ahora aman el lujo, tienen pésimos modales y desdeñan
la autoridad. Muestran poco respeto por los superiores y prefieren la
conversación insulsa al ejercicio. Los muchachos son ahora los tiranos y no los
que colaboran en sus hogares. Ya no se levantan cuando alguien entra en el
hogar, no respetan a sus padres, devoran la comida y tiranizan a sus
maestros”.
“Lamentablemente” para aquellos que defienden el progresivo y novedoso
deterioro de nuestros niños y adolescentes, esta cita pertenece a Sócrates que la
escribió en el año 400 A.c. y por lo que parece, ya tenía sus más y sus menos con
los muchachos de la época.
Desde mi experiencia como padre y veinte años de docencia, mi opinión es
que las estadísticas “no oficiales” y las que menos “venden”, siguen siendo
cuantitativamente favorables para los niños y adolescentes que, con sus “traspiés”,
caminan hacia un futuro del que sus padres seguro que estaremos orgullosos.
Niños y adolescentes, en pleno proceso de “construcción”, que buscan su propia
identidad en un mundo no siempre fácil de entender en continuo y en ocasiones
frenético devenir y que merecen, pese a las muchas dificultades del día a día,
2. padres que les eduquen desde el OPTIMISMO. Ese optimismo del que nos habla
Savater en “el valor de educar” (Ariel, 1997) cuando nos dice: “Y es que la
enseñanza presupone el optimismo tal como la natación exige un medio líquido
para ejercitarse”. Un optimismo que nace del cariño y del compromiso de educar
que libremente hemos elegido.
No pretendo con mis reflexiones caer en la utopía de negar la existencia de
problemas en la educación de nuestros hijos. Y hacia los padres y niños que
afrontan momentos complicados, debe ir dirigida toda nuestra comprensión
(empatía) y todos nuestros esfuerzos de ayuda y de orientación, sabiendo,
tristemente, que no en todos los casos alcanzaremos los objetivos que nos hemos
fijado. Pero de lo que sí me gustaría hablar es de la necesidad de un cambio de
estrategia a la hora de afrontar los problemas, más o menos, importantes que nos
acompañan en la realidad educativa de cada día, de cada familia. Y este cambio,
desde el optimismo, necesita que los educadores aprendamos a ver la botella
medio llena, necesita que la añoranza de un “pasado siempre mejor….” deje paso a
la aceptación de una nueva realidad presente y a la esperanza de un futuro
educativo que nos demanda un esfuerzo social compartido en el que:
Pensemos que todo aquello que, desde que son muy pequeños les decimos
y transmitimos, tiene su razón de ser; que el esfuerzo, no siempre
agradecido, merece realmente la pena y que a corto, medio o largo plazo
(cada niño/a sigue un proceso de maduración diferente) las actitudes,
competencias y valores que hoy tratamos que interioricen, encontraran su
lugar. Y por eso, en el tren de la educación no existe la posibilidad de
“bajarnos” en una estación intermedia y tenemos el deber de llegar
al final del trayecto.
Seamos fieles a nuestra identidad, a nuestra escala de valores. Una
identidad, en ocasiones a contracorriente, que tiene que ver con lo que
decimos ser y queremos ser y sobre todo con lo que desde nuestro ejemplo,
realmente somos. Cuando nuestros hijos crezcan y afronten la tarea de
educar a sus propios hijos, lo que realmente nos agradecerán no es que les
hayamos educado únicamente desde el fácil y reconfortante SI, que ahora
tanto nos “agradecen” y que evita cualquier posibilidad de conflicto, sino que
les hayamos educado en una identidad sólida, forjada también desde el
difícil y necesario NO. Con una clara jerarquía de valores donde lo que se
dice coincide con lo que se hace y desde la que puedan afrontar los muchos
obstáculos que se encontraran a lo largo de su vida.
Nos alejemos del error de etiquetarlos: “mi hijo/a es un/a…” como si no
existiese ninguna posibilidad de cambio y solamente la perfecta auto
justificación de que nuestro esfuerzo no merece la pena…. y por eso
tampoco el querer intentarlo. En educación nadie nos garantiza el éxito, pero
seguro que si partimos de la idea de que nuestra actuación resultará inútil,
lo único que conseguiremos será el que nuestras expectativas, finalmente,
se cumplan. Solo si creemos en ellos, conseguiremos que crean más en sí
mismos.
No olvidemos, como decía al principio, que nosotros también fuimos un día
niños y adolescentes que detrás de los pequeños o grandes conflictos con
nuestros padres escondíamos una parte importante de nuestro miedo a no
saber realmente quiénes éramos y hacia dónde queríamos ir. No olvidemos,
que solamente escuchando y entendiendo lo que nuestros hijos, con sus
palabras y sus silencios, quieren decirnos, seremos capaces de que ellos
entiendan lo que nosotros queremos decirles.
3. Ahora que llega el verano y el buen tiempo.... es un buen momento para
recordar que nadie educa en aquello que no es y que solamente desde el
optimismo educaremos hijos OPTIMISTAS.