El documento presenta 5 estrategias para prevenir la violencia de género en la adolescencia y la juventud desde la escuela y la familia: 1) Un proyecto de coeducación basado en la formación de valores. 2) Una justa distribución de tareas sin distinciones de sexo. 3) Establecer los mismos límites y oportunidades para niños y niñas. 4) Enseñar a criticar y autocriticarse. 5) Ser ejemplo a través de relaciones de igualdad y respeto.
1. LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA ADOLESCENCIA –
JUVENTUD: 5 ESTRATEGIAS PARA PREVENIR Y ACTUAR DESDE
LA ESCUELA Y LA FAMILIA
Desde RedEmprendizajes iniciamos nuevas líneas de reflexión y
formación acerca del emprendimiento como actitud ética, y una de
estas líneas está en sintonía con una de las prioridades educativas en la
nueva LOMCE: la prevención de la Violencia de Género en los centros
educativos.
No podemos hablar de luchar contra la violencia de género, sin volver
nuestra mirada a la educación. A los cimientos desde los que se empieza
a construir una sociedad justa formada por hombres y mujeres que,
desde el respeto a las diferencias, aprenden a construir un proyecto
común.
Valores como la igualdad, la tolerancia, la empatía…. no surgen de modo
espontáneo a lo largo de la vida si no hemos sido capaces, familia y
escuela, de conseguir que nuestros hijos/as y alumnos/as los interioricen
en la infancia y adolescencia.
Una gran parte de las actitudes y comportamientos de los que cada día
oímos hablar asociados a la violencia de género, tienen mucho que ver
con actitudes y comportamientos que ya estaban presentes, de uno u
otro modo, en la infancia y adolescencia de los maltratadores.
Aunque en muchas ocasiones sigue siendo la gran olvidada, la educación
es, sin lugar a dudas, la primera “herramienta” a la que debemos mirar
y recurrir si queremos erradicar definitivamente, la violencia de género.
El por qué, no es en esta ocasión la pregunta más importante que
debemos hacernos, sino el cómo: ¿Cómo hacer de la educación la clave
para luchar contra esta lacra social?
Y hablando de claves, estas son algunas que la educación puede y debe
aportarnos:
1. Un proyecto de coeducación fuertemente cimentado en la
formación en valores.
Familia y escuela son los dos principales agentes educativos, sobre los
que debe edificarse la educación de nuestros hijos. Cuando familia y
escuela educan en la misma dirección todo aquello que transmitimos a
nuestros hijos y alumnos tiene mucha más fuerza. Para aprender a
encontrar la propia felicidad buscando la de los demás, es imprescindible
2. empezar por los cimientos de la formación en valores.
En la “balanza” de la educación es imprescindible saber encontrar el
equilibrio entre la formación en competencias técnico – intelectuales y la
formación en competencias ético – emocionales. Es la escuela la que
debe asumir mayor protagonismo en el primer caso, tal y como ocurre
con la familia en la parte ética/emocional, pero siempre desde un
proyecto compartido. Desde un modo de entender la educación donde
no se concibe la formación de buenos profesionales si previamente, no
hemos sido capaces de formar mejores personas.
2. Una justa distribución de tareas (responsabilidades).
Para que un “todo”, como es una familia, funcione, es necesario que
cada parte aporte un poco de sí. Y esa parte que cada uno/a aporta, no
debe responder nunca a un criterio de elección/selección por sexos, sino
a aquello que el conjunto considera que es necesario aportar en cada
momento y en función de las particularidades propias de cada familia.
Una distribución de tareas que, obviamente, debe hacerse extensible a
los centros escolares, donde uno de los objetivos prioritarios debe ser
enseñar a nuestros alumnos/as que es la suma de distintas
potencialidades lo que realmente nos da fuerza como grupo. En un
proyecto compartido como es la familia, la escuela, el mundo laboral….
no se trata de hacer todos lo mismo sino de saber compartir con los
demás, independientemente de nuestro sexo, aquello que cada uno
hacemos mejor.
3. No “penalizar”. Los mismos límites, las mismas oportunidades.
Los límites son absolutamente necesarios en educación, como también lo
es la igualdad de oportunidades. Y por eso, como padres, nunca
podemos dejarnos llevar por el miedo, para “penalizar” a nuestras hijas.
Nuestra obligación es educar y velar por la seguridad de nuestros
hijos/as, pero no estableciendo diferencias entre ellos, sino ajustándonos
a la realidad de cada uno/a y actuando en consecuencia. La lógica
búsqueda de la seguridad no debe llevarnos a planteamientos tan
escuchados como: tu hermano si, tú no…
Como tampoco podemos, tanto padres como educadores, generar en la
familia y en la escuela, diferencias en el reparto de oportunidades en
base a falsos a prioris sobre las distintas capacidades, potencialidades,
de niños y niñas. Desde nuestra responsabilidad de educadores, las
potencialidades no pueden ir asociadas a un determinado sexo, sino a
ser capaces de descubrirlas, en nuestros hijos/as, alumnos/as y
ayudarles a desarrollarlas. El talento no conoce de distinciones por
3. sexos.
4. Enseñarles a criticar y autocriticarse.
Enseñarles a criticar y discernir qué parte de todos los contenidos que
cada día reciben, por distintos medios, les aporta algo positivo y que
parte les “resta” en la construcción de un modo positivo de ser y estar
en el mundo.
Cada día más, otros agentes educativos llaman a las puertas de la
educación de nuestros hijos/as con la pretensión de educarlos. Agentes
de socialización cuyos objetivos no son siempre los más deseables y que
aprovechan la fuerza de las nuevas tecnologías para generar corrientes
de opinión donde lo importante no es siempre el qué estoy
transmitiendo, sino el para qué....
Es necesario que padres y escuela le enseñen, desde los primeros años,
a ser críticos con la realidad que se les presenta en múltiples formatos.
Enseñarles a aprovechar las miles de oportunidades que las nuevas
tecnologías ofrecen y a saber eliminar de sus vidas todo aquello que es
rechazable.
Y ninguna capacidad crítica puede construirse sino es desde la capacidad
para mirar en su propio interior y aprender a autocriticarse. Para
aprender que muchos de sus comportamientos y actitudes con sus
amigos/as, parejas, hermanas/os…. no responden siempre a lo que
creen es un “buen fin”. Aprender, por ejemplo, que los celos no son una
forma de demostrar cariño, sino todo lo contrario, una forma de mostrar
desconfianza. Y es imposible querer a alguien en quien no confías.
5. Ejemplaridad.
No podía faltar, al final de este recorrido, la ejemplaridad. Nuestros hijos
y alumnos aprenden de lo que les decimos y sobre todo de lo que ven
que hacemos. De lo que hacen sus adultos de referencia y no sirve de
nada el abrumarles con grandes “charlas” sobre la tolerancia y la
igualdad…. si nuestras relaciones de pareja, nuestras relaciones de
adultos en la escuela, lo que muestran es desprecio y desigualdad, si lo
que viven día a día es: violencia de género.
Si como decía unas líneas más arriba, queremos acabar con la violencia
de género, es absolutamente imprescindible volver nuestra mirada a la
educación.
Madrid a 1 de Diciembre de 2012