El documento presenta una cronología detallada de la vida y obra misionera de San Francisco Javier. Resume que nació en España en 1506, se unió a la Compañía de Jesús en 1534 y fue ordenado sacerdote en 1537. Viajó a la India portuguesa en 1541 para predicar el cristianismo, y en 1549 fue el primer europeo en llegar a Japón, donde convirtió a muchos japoneses al catolicismo. Murió en 1552 mientras intentaba ingresar a China para continuar su labor misionera.
El 15 de agosto de 1549 llega a Kagosima, al sur de Japón. El primer Europeo SAN FRANCISCO JAVIER 1506-1552
1. El 15 de agosto de 1549 llega a Kagosima, al sur de Japón.
El primer Europeo SAN FRANCISCO JAVIER 1506-1552
Hace 25 años pase por una calle cercana a mi casa en Nishin Japón y vi una pequeña iglesia catolica
me conmovio ve escrito en español y japones Francisco Javier, desconocia quien fue la verdad en
aquel momento hoy me gustaria crear este documento de hace seis años. Francisco Barberá 5 julio
2011en Nagoya Japon, abajo tienen una cronologia de San Francisco Javier.
2. http://www.zonafandom.com/entrevistas/espanoles-en-japon-javier-serrano-parte-1
ITINERARIO DE FRANCISCO JAVIER
Francisco, el pequeño de los cinco hijos de Juan de Jaso y María de
Azpilcueta, nace en el castillo de Javier el 7 de abril de 1506. Su
padre, doctor en Leyes por la Universidad de Bolonia, es presidente
del Consejo Real del pequeño reino de Navarra y embajador.
Tras su infancia en Navarra, a los 19 años viaja a París para realizar
sus estudios en la Universidad de La Sorbona. Se instala en el
Colegio de Santa Bárbara (que aún se conserva, en la rue de
Chiens, Barrio Latino) el 1 de octubre de 1525. Gran deportista,
destaca como saltador en los juegos de la isla de Nôtre Dame. En
octubre de 1526 supera su primer examen y pasa a los estudios de
Filosofía de Aristóteles. En enero de 1529 supera e! título de
Bachiller e ingresa en el colegio de Santa Bárbara para comenzar
los estudios de Filosofía. Tras superar el solemne examen de
Licenciatura, la Universidad de París le recibe en el cuerpo de
Maestros, el 15 de marzo de 1530. En otoño del mismo año firma un
contrato como profesor de Filosofía en el colegio de Beauvais,
cercano al Colegio de Navarra.
Ignacio de Loyola, que había llegado a París en 1528 para
completar sus estudios, toma habitación en el colegio de Santa
Bárbara en otoño de 1529. Es su profesor el maestro Peña que
comparte habitación con Pedro Fabro y Francisco de Javier. Ignacio
tiene que compartir aposento con ellos y, a pesar de la diferencia de
edad (Ignacio tiene 38 años cuando Javier 24) y de la jerarquía
académica (Peña, Fabro y Javier eran ya maestros en 1530), su
relación, al principio tensa, fue estrechándose hasta que, el 15 de
agosto de 1534, los miembros del grupo, reunidos en la capilla de
los Mártires de Montmartre, hacen votos de vivir en pobreza,
castidad, peregrinar a Tierra Santa y, si regresan, obedecer al Papa
3. en cualquier misión. Son siete: Iñigo, Fabro, Laínez, Salmerón,
Rodríguez, Bobadilla y Javier. Está naciendo la Compañía de Jesús.
El 25 de marzo de 1537 son recibidos por el Papa en el castillo de
Santángelo. El 24 de junio de 1537, Javier es ordenado sacerdote.
Predica en Bolonia con gran éxito, hasta que se convierte en
secretario de la naciente Compañía de Jesús, que será aprobada
definitivamente por una bula del papa Paulo III (27 de septiembre de
1540).
El rey de Portugal Joao III pide al Papa algunos de los llamados
«Maestros de París» para ser enviados a Indias. Francisco va a
Portugal en 1540, se gana el afecto de los reyes quienes le piden
que permanezca en su país. El 7 de abril de 1541 parte Javier de
Portugal nombrado «Nuncio Apostólico para todas las tierras
situadas al este del cabo de Buena Esperanza». Va acompañado
por Pablo, sacerdote seglar y Mansilhas, alumno de la Universidad
de París.
El trayecto de Javier hacia las Indias es largo y accidentado. En
Guinea, las naves quedan bloqueadas durante cierto tiempo en
aquellas costas por falta de brisa para navegar. Los calores
estivales y las circunstancias climatológicas favorecen la aparición
de escorbuto entre los miembros de la tripulación. Javier se dedica
en cuerpo y alma a la atención y cuidado de los enfermos. Incluso
emplea su camarote como hospital para los más graves. Cuarenta
días después el barco puede navegar. Cuando pasan el cabo de las
Tormentas sufren durante dos días un violento temporal. A final de
agosto arriban a Mozambique, donde permanecen seis meses a
causa del monzón. Javier se dedica fundamentalmente a cuidar
enfermos.
En febrero de 1542 embarca de nuevo hacia su destino en la India.
y Sotocora y el 6 de mayo llega a Goa, trece meses después de
Lisboa.
Una vez en Goa, Javier se presenta al obispo Juan de
Alburquerque. Indumentaria sencilla y cómoda (una «loba» de
algodón, sin mangas, teñida de negro, sin cinturón) y una
campanilla de latón, lleva su ministerio por hospitales, cárceles y
leproserías, cuida de los enfermos más graves, sale por las calles
de la ciudad a catequizar, ganándose el cariño de las gentes por su
amabilidad y simpatía, igual con los humildes que con los
poderosos.
Es enviado a la costa de la Pesquería (1542-43), en el extremo sur
después de doblar el cabo Comorín, frente a Ceilán. Sus habitantes,
los pescadores de perlas, hablan la lengua tamil. Llega a Tuticorín
4. donde tiene problemas de entendimiento con el idioma. Tras cuatro
meses de estancia, comienza sus catequesis y enseñanzas en
tamil. Pasa por Perumanel, Talle, Manapar, Alendale,
Virandapatanam, Trichendur, Comboture, Punicale, Tricalur, Palaya,
Kayak, Tuticorín, Vaipar y Bembar. Ante la ausencia de sacerdotes,
Javier crea un sistema de «canacapolas» o catequiatas, vigente
durante siglos.
Cuando vuelve a Goa, le anuncian la elección de Ignacio de Loyola
como General de la Compañía y le comunican que sus compañeros
han pronunciado sus votos solemnes. Francisco pronuncia sus
votos ante el obispo y envía el original de su profesión a Roma.
En 1544 vive la guerra entre los reinos locales, conoce el
ensañamiento de los pueblos badagas contra los paravas. Socorre a
los atribulados cristianos indígenas. Entre 1544 y 1545 predica entre
los macuas y en Ceilán. En Cochín se rebela indignado contra los
abusos de los portugueses. En mayo de 1545 llega a Malipur, donde
está la tumba del apóstol Tomás.
En septiembre de 1545 llega a Malaca, con gran éxito para su
acción catequética. En enero de 1546 se dirige a Amboino, a más
de 3.500 kilómetro de distancia. El viaje dura mes y medio de
tormentas y oleajes. En el trayecto a la isla de Ceram se
desencadena un fuerte temporal; siguiendo la costumbre de la
marinería, Javier sumerge en el agua el crucifijo que cuelga de su
cuello, mientras pide a Dios que les libre del peligro, y el crucifijo
desaparece entre las aguas; al día siguiente, caminando por la
playa un cangrejo se lo trae entre sus pinzas.
A mediados de junio de 1546 parte hacia Ternate y en septiembre
hacia las del Moro. Regresa a Ternate en enero de 1547, en abril a
Amboino y, a finales de junio, a Malaca, tras año y medio de
ausencia. Estando Francisco en una boda, a finales de la primera
semana de diciembre de 1547, un capitán de barco amigo suyo,
Jorge Alvares, entra en la iglesia con un extranjero. Se llama Anjiro,
tiene unos 35 años, entiende algo el portugués. Viene de un país del
que los europeos habían oído hablar a Marco Polo con el nombre de
Cipango, un país legendario, desconocido en Occidente, formado
por un grupo de islas muy grandes que los portugueses acaban de
descubrir hace cinco años, sin que nadie se haya atrevido a
aventurarse en su interior.
De Malaca, Francisco se dirige a Cochín, desembarca el 13 de
enero de 1548, y encarga traducir el catecismo a la lengua tamil. El
20 de enero llega Anjiro; comienza a informar sobre la realidad
desconocida de su tierra, Japón, y le van instruyendo en el idioma
5. portugués y la religión cristiana: él traduce la doctrina cristiana a la
lengua japonesa y elabora una explicación detallada de los artículos
de la fe y de la historia de la Encarnación de Cristo.
A comienzos de marzo Javier vuelve a Goa, abre y vigila centros y
colegios dirigidos a los indígenas. El 24 de junio de 1549 parte de
Cochín rumbo a Japón, en el junco del pirata Aván que va a hacer lo
posible por alargar el viaje y con el que Francisco tendrá que
enfrentarse enérgicamente para alcanzar su destino. Le acompañan
otros dos jesuitas, Cosme Torres y Juan Fernández, así como Anjiro
y sus dos criados japoneses, Joane y Antonio.
El 15 de agosto de 1549 llega a Kagosima, al sur de Japón. Son
bien acogidos por los gobernantes. Traducen la doctrina al japonés
y comienzan su recorrido por calles y caminos. Nunca antes un
europeo se ha adentrado en territorio japonés. A finales de
septiembre de 1549 se dirige a Hirado, oye hablar del poderoso
príncipe de Yamaguchi y emprende el camino para visitarlo en un
duro invierno que le hace sufrir numerosas penalidades. En la
ciudad permanece dos meses sin tener éxito ni con el daimio o
señor local ni con el pueblo.
Se dirige a la capital del imperio, Miyako o Kyoto. Viaja por tierra
entre frío y guerras. Se embarcan con destino a Sakay a donde
llegan en noviembre de 1549. Al principio nadie los quiere albergar,
finalmente los recoge un comerciante que los introduce en la
caravana de un noble que viaja a Miyako. El 13 de enero de 1551
llegan a Meaco o Miyaco, actual Kyoto, les acoge un señor local,
amigo del comerciante de Sakay. Solicitan audiencia al emperador
de Japón sin conseguir ser recibidos.
Regresan a Hirado y deciden dirigirse al poderoso señor de
Yamaguchi, Ouchi Yoshitaka. En primavera de 1551 Francisco
Javier se presenta ante él vestido con todo lujo y con valiosos
regalos (entre ellos, un clavicordio, un reloj de maquinaria con caja
de música, del que los japoneses comentan con asombro que
funciona sin que nadie lo toque, un arcabuz, ropas, vino.., y unas
lentes que le permiten mejorar su vista). Yoshitaka, uno de los
hombres con más poder de Japón que llega a controlar veinte
provincias, queda fascinado y quiere pagar a Javier con oro, pero
éste sólo le pide un decreto para poder predicar libremente. Más
tarde el daimio les da el solar del monasterio de Daidiji para
construir una casa y una iglesia. Javier le corresponde con una
Biblia. La predicación de Javier, protegido por Yoshitaka y
perseguido por otros, alcanza enorme popularidad entre los
ciudadanos.
6. Tras cinco meses en Yamaguchi, en septiembre de 1551, un
mensajero llama a Javier al principado de Bungo. Durante su viaje,
Yamaguchi es asolada por la guerra y el daimio tiene que huir
suicidándose y matando a sus hijos. Le sucede un hermano del
daimio de Bungo que restaura la paz y protege a los sacerdotes
cristianos.
En noviembre de 1551 regresa Francisco a la India, convencido de
que hace falta mayor presencia misionera en Japón y de que es
preciso entrar en China. En Malaca recibe carta de Ignacio de
Loyola que le nombra Provincial de 1ª Compañía en la India. Llega a
Cochín el 24 de enero de 1552 y en febrero a Goa, donde
permanece hasta conseguir el permiso del virrey de Goa para enviar
una embajada portuguesa al emperador de la China, única forma
legal de entrar al país.
La embajada parte el 17 de abril con numerosos presentes. Sufren
un tormenta en Malaca, se declara después una grave epidemia que
les obliga a permanecer en la isla para atender a los enfermos.
Estalla una disputa entre autoridades de la isla por el título de
embajador ante China, lo que hace fracasar el proyecto.
Javier, por su cuenta, consigue que un barco le lleve a la isla de
Sanción, cerca de Cantón, desde donde espera que un mercader
chino, bien pagado, le lleve secretamente a las costas de Cantón.
Mientras espera, sufre una grave pulmonía. El día 21 de noviembre
se desvanece mientras celebra misa. Durante unos días padece
fiebres muy altas, gran debilidad y delirios. Apenas come y en la
madrugada del 3 de diciembre de 1552, acompañado únicamente
de su criado Antonio, fallece.
El 27 de febrero de 1553 es desenterrado para llevarlo a la India y
encuentran su cuerpo incorrupto. El 22 de marzo de 1553 llega a
Malaca donde es expuesto públicamente durante unos días. Se le
entierra, según la costumbre local, sin caja, con una almohada bajo
la cabeza. En diciembre es desenterrado de nuevo y conducido
definitivamente a Goa, a donde llega el 16 de marzo de 1554.
Enterrado en la iglesia de San Pablo sigue venerado actualmente,
habiéndose convertido en un importante centro de peregrinación, no
sólo para cristianos, sino también para hindúes, mahometanos y
parsis.
Hasta 1554 no se recibe en Europa la noticia de la muerte de
Francisco Javier. En 1622 es canonizado junto a Santa Teresa de
Jesús, San Ignacio de Loyola, San Isidro Labrador y San Felipe
Neri, por el papa Gregorio XV. El mismo año es proclamado patrón
de Navarra. El papa Pío XI le nombra patrono de las misiones en
7. 1927.
Siguiendo con la realidad de que los itinerarios culturales permiten
una lectura plural y por tanto más realista y justa de la Historia, hay
que recordar que el 20 de febrero de 1582 salió hacia Europa,
preparada por los frailes jesuitas sucesores de Francisco, una
embajada japonesa formada por cuatro hijos de la nobleza con el
objeto de visitar al Papa de Roma.
Llevaban cartas para el Soberano Pontífice y para los príncipes de
la cristiandad. Pasaron por Macao, Malaca y Cochín (India),
llegando a Lisboa en febrero de 1584. Ya en Europa, pasaron por la
Universidad de Alcalá, por Murcia, Liborno y Siena y por fin los
recibe el papa Gregorio XIII en el castillo de Santángelo,
experimentando con ellos, como dice lleno de emoción, la mayor
alegría de su pontificado.
Venecia y Mantua les honran a finales de junio. Génova y Barcelona
les dedican hermosas fiestas en agosto. Son la fascinación de una
Europa que ve en ellos la realidad de otro mundo civilizado y lejano.
El 15 de abril de 1586 salen de Lisboa para llegar a Nagasaki el 21
de junio de 1590, ocho años después de su salida.
Siguiendo una ruta que había abierto Francisco de Javier, Japón se
presenta en el escenario de Occidente por primera vez en la
historia. Es la ruta que durante cuatrocientos años, hasta la apertura
del canal de Suez y el nacimiento de la aviación comercial, han
seguido miles de europeos y asiáticos como vía preferente de tráfico
comercial y de fecundo intercambio cultural. Gracias a estos
primeros viajeros, el mundo cristiano se abre al conocimiento de
otras costumbres, otras fórmulas sociales, conoce la descripción de
otras distintas religiones.
Dos mundos dispares se interrogan, llenos ambos de curiosidad, por
la realidad del mundo en el que viven.
Dado que los itinerarios culturales han de apoyarse necesariamente
en elementos tangibles que representen el testimonio y la
confirmación física de su existencia, la Ruta de San Francisco
promoverá el respeto y la puesta en valor de aquellos vestigios del
paso de Javier que, en su estado original, o adecuados a la realidad
sociocultural del momento presente, señalen de una forma
determinante las etapas que componen de manera completa el
itinerario cultural que se propone.
Este es un aspecto más de los caracteres diagnósticos que este
itinerario posee, ya que tiene un sentido global de forma que el valor
de sus partes reside en el interés conjunto y compartido, con un
8. valor simbólico abierto a la comprensión de los pueblos.
Finalmente, la protección del itinerario cultural conlleva la protección
simultánea de las culturas étnicas, regionales o locales actualmente
vigentes.
VALORACIÓN
La aprobación de una candidatura como la que se propone
supondría la creación de una normativa que protegiera tanto los
bienes muebles e inmuebles concernidos en el itinerario, como el
Patrimonio Intangible del mismo.
Las repercusiones de una iniciativa de este tipo abarcan a todos los
campos, pero es en los ámbitos sociales, culturales y turísticos, es
decir, en los intercambios humanos, donde más se dejarán sentir las
influencias tanto de Europa en África y Asia como en sentido
contrario, haciendo más fluida la corriente cultural de los países
orientales implicados en Occidente.
La importancia cultural de esta candidatura queda reflejada en los
intercambios de ideas que ya se dan en lugares como la
Universidad Sofía de Tokio.
Pero además supone la necesidad de establecer fórmulas de
intercambio para la protección del Patrimonio Monumental y el
Intangible, fórmulas que apoyándose en el sincretismo litúrgico
religioso contemplan la diversidad de usos y costumbres locales o
zonales. Buen ejemplo de este hecho son los Jardines Ibéricos de
Goa.
Las diferentes situaciones socio-económicas de los distintos países
afectados por este proyecto harán necesario que se abran nuevos
canales que establezcan vías de colaboración y ayuda, no
solamente en cuanto a los intercambios culturales sino también a
los comerciales y económicos.
En este sentido, y aunque actualmente la relación mas permeable
se ha establecido con Japón, no es descartable que en un futuro
próximo se abran nuevas posibilidades con Molucas y China.
Con Japón se puede hablar ya de una realidad que se vería hoy
explicitada en: Parque de España en Shima (Japón), parque
temático que reproduce a tamaño natural el castillo de Javier;
parque Yamaguchi en Pamplona; presencia en aumento de
visitantes japoneses al castillo de Javier; aumento de visitantes
navarros y españoles en general a Japón, especialmente a los
lugares ligados a la vida de Francisco de Javier; hermanamiento de
9. la ciudad de Yamaguchi con la de Pamplona; viajes institucionales
frecuentes; participación del Gobierno de Navarra con pabellón
propio en la Expo Yamaguchi Kirara, Siglo XXI.
Con el resto de países incluidos en el itinerario la situación no es la
misma, aunque en los últimos años se han iniciado viajes y
contactos culturales y comerciales por parte de escritores,
intelectuales, periodistas y pensadores navarros, así como
comerciantes y empresarios.
Actualmente hay relación con Goa y se han iniciado contactos con
Sanción donde, a pesar de las dificultades en materia religiosa
impuestas por China, se ha establecido un protocolo de cooperación
entre la Comunidad Foral de Navarra y el gobierno de la provincia
de Siangmen (capital Taishan) para la restauración del templo de
Javier, del sepulcro donde fue enterrado y del «parque sagrado»
que lo acoge, restauración que se pudo llevar a cabo con la ayuda
económica de Navarra.
Dentro de la decidida política de la Comunidad Foral de Ayuda y
Cooperación para el Desarrollo, varios países de la Ruta de Javier
son sujetos de convenios y proyectos que se están desarrollando en
la actualidad. Así en Etiopía, al lado de Socotora, cuatro proyectos
que suponen unos 60.000.000 de ptas. En Kenia, un proyecto de
24.000.000 de ptas. En Mozambique, doce proyectos de unos
80.000.000 de ptas. En Tanzania, tres proyectos, de unos
105.000.000 de pesetas. Asimismo, se han realizado diversas
restauraciones en India, Japón y China.
No es osado por tanto pensar en un futuro alentador para este
Itinerario Cultural de Javier, y en este sentido no hay más que
recordar iniciativas recientes como el «Periplo de Javier», viaje
marítimo a vela, que recorrería la ruta seguida por Francisco, y que
hasta el momento no ha tenido el desarrollo y la atención que una
idea como esta merece, o la exposición sobre el 450 aniversario de
la llegada de San Francisco Javier a Japón celebrada en 1999 en el
Tobu Museum of Art de Tokio y realizada conjuntamente por las
administraciones japonesa y portuguesa.
http://www.corazones.org/santos/francisco_javier.htmhttp://ww
w.icomos-ciic.org/CIIC/pamplona/JAVIER_corpas.htm
SAN FRANCISCO JAVIER1506-1552Sacerdote
misionero Jesuita en el lejano Oriente Fiesta: 3 de diciembre
10. En breve:Nació en el castillo de Javier (Navarra) el año 1506.
Cuando estudiaba en París, se unió al grupo de san Ignacio. Fue
ordenado sacerdote en Roma el año 1537, y se dedicó a obras de
caridad. El año 1541 marchó al Oriente. Evangelizó
incansablemente la India y el Japón durante diez años, y convirtió
muchos a la fe. Murió el año 1552 en la isla de Sanchón Sancián, a
las puertas de China.
¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio! De sus cartas a san Ignacio
Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para
responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los
confines de la tierra. San Francisco Javier es uno de esos. Con
razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las
misiones" y el Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones
extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de
la fe. La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has
querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la
verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco
Javier". El famoso historiador Sir Walter Scott comentó: "El
protestante más rígido y el filósofo más indiferente no pueden
negar que supo reunir el valor y la paciencia de un mártir con el
buen sentido, la decisión, la agilidad mental y la habilidad del mejor
negociador que haya ido nunca en embajada alguna".
Francisco nació en 1506, en el castillo de Javier en Navarra, cerca
de Pamplona, España. Era el benjamín de la familia. A los dieciocho
años fue a estudiar a la Universidad de París, en el colegio de Santa
Bárbara, donde en 1528, obtuvo el grado de licenciado. Dios estaba
preparando grandes cosas, por lo que dispuso que Francisco Javier
tuviese como compañero de la pensión a Pedro Favre, que sería
como él jesuita y luego beato, también providencialmente conoció a
un extraño estudiante llamado Ignacio de Loyola, ya bastante
mayor que sus compañeros. Al principio Francisco rehusó la
influencia de Ignacio el cual le repetía la frase de Jesucristo: "¿De
qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde
a sí mismo?". Este pensamiento al principio le parecía fastidioso y
contrario a sus aspiraciones, pero poco a poco fue calando y
retando su orgullo y vanidad. Por fin San Ignacio logró que
Francisco se apartara un tiempo para hacer un retiro especial que el
mismo Ignacio había desarrollado basado en su propia lucha por la
11. santidad. Se trata de los "Ejercicios Espirituales". Francisco fue
guiado por Ignacio en aquellos días de profundo combate espiritual
y quedó profundamente transformado por la gracia de Dios.
Comprendió las palabras que Ignacio: "Un corazón tan grande y un
alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros honores
terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que dura eternamente".
Llegó a ser uno de los siete primeros seguidores de San Ignacio,
fundador de los jesuitas, consagrándose al servicio de Dios en
Montmatre, en 1534. Hicieron voto de absoluta pobreza, y
resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra
misionera, poniéndose en todo caso a la total dependencia del
Papa. Junto con ellos recibió la ordenación sacerdotal en Venecia,
tres años más tarde, y con ellos compartió las vicisitudes de la
naciente Compañía. Abandonado el proyecto de la Tierra Santa,
emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con
Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de
Jesús. Bien dice el Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen
amigo es como encontrarse un gran tesoro".
A las Misiones
En 1540, San Ignacio envió a Francisco Javier y a Simón Rodríguez
a la India en la primera expedición misional de la Compañía de
Jesús. Para embarcarse, Francisco Javier llegó a Lisboa hacia fines
de junio. Inmediatamente, fue a reunirse con el P. Rodríguez,
quien se ocupaba de asistir e instruir a los enfermos en el hospital
donde vivía. Javier se hospedó también ahí y ambos solían salir a
instruir y catequizar en la ciudad. Pasaban los domingos oyendo
confesiones en la corte, pues el rey Juan III los tenía en gran
estima. Esa fue la razón por la que el P. Rodríguez tuvo que
quedarse en Lisboa. También San Francisco Javier se vio obligado a
permanecer ahí ocho meses y, fue por entonces cuando escribió a
San Ignacio: "El rey no está todavía decidido a enviarnos a la
India, porque piensa que aquí podremos servir al Señor tan
eficazmente como allí". Pero Dios tenía otros planes y Francisco
Javier partió hacia las misiones el 7 de abril de 1541, cuando tenía
35 años, el rey le entregó un breve por el que el Papa le nombraba
nuncio apostólico en el oriente. El monarca no pudo conseguir que
aceptase más que un poco de ropa y algunos libros. Tampoco quiso
Javier llevar consigo a ningún criado, alegando que "la mejor
manera de alcanzar la verdadera dignidad es lavar los propios
vestidos sin que nadie lo sepa". Con él partieron a la India el P.
12. Pablo de Camerino, que era italiano, y Francisco Mansilhas, un
portugués que aún no había recibido las órdenes sagradas. En una
afectuosa carta de despedida que el santo escribió a San Ignacio, le
decía a propósito de este último, que poseía "un bagaje de celo,
virtud y sencillez, más que de ciencia extraordinaria".
Otros cuatro navíos completaban la flota. En el barco viajaba el
gobernador de la India, Don Martín Alfonso Sousa y, además de la
tripulación, había pasajeros, soldados, esclavos y convictos. Entre
la tripulación y entre los pasajeros había gente de toda clase, de
suerte que Javier tuvo que mediar en reyertas, combatir la
blasfemia, el juego y otros desórdenes. Francisco se encargó de
catequizar a todos. Los domingos predicaba al pie del palo mayor
de la nave. Convirtió su camarote en enfermería y se dedicó a
cuidar a todos los enfermos, a pesar de que, al principio del viaje,
los mareos le hicieron sufrir mucho a él también. Pronto se desató
a bordo una epidemia de escorbuto y sólo los misioneros se
encargaban del cuidado de los enfermos. La expedición navegó
meses para alcanzar el Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur
del continente africano y llegar a la isla de Mozambique, donde se
detuvo durante el invierno; después siguió por la costa este del
Afrecha oriental y se detuvo en Malindi y en Socotra. Por fin, la
expedición llegó a Goa, el 6 de mayo de 1542 tardándoles el doble
de lo normal. San Francisco Javier se estableció en el hospital
hasta que llegaron sus compañeros, cuyo navío se había retrasado.
La Pérdida de la fe entre los Cristianos de las Colonias
Goa era colonia portuguesa desde 1510. Había ahí un
número considerable de cristianos, con obispo, clero y varias
iglesias. Desgraciadamente, muchos de los portugueses se
habían dejado arrastrar por la ambición, la usura y los vicios,
hasta el extremo de que muchos abandonaban la fe. Los
sacramentos habían caído en desuso; se usaba el rosario
para contar el número de azotes que mandaban dar a sus
esclavos. La escandalosa conducta los cristianos alejaba de
la fe a los infieles. Esto fue un reto para San Francisco
Javier. Además, fuera de Goa había a lo más, cuatro
predicadores y ninguno de ellos era sacerdote. El misionero
comenzó por instruir a los portugueses en los principios de la
religión y a formar a los jóvenes en la práctica de la virtud.
Después de pasar la mañana en asistir y consolar a los
enfermos y a los presos, en hospitales y prisiones
13. miserables, recorría las calles tocando una campanita para
llamar a los niños y a los esclavos al catecismo. Estos
acudían en gran cantidad y el santo les enseñaba el Credo,
las oraciones y la practica de la vida cristiana. Todos los
domingos celebraba la misa a los leprosos, predicaba a los
cristianos y a los hindúes y visitaba las casas. Su amabilidad
y su caridad con el prójimo le ganaron muchas almas. Uno
de los pecados más comunes era el concubinato de los
portugueses de todas las clases sociales con las mujeres del
país, dado que había en Goa muy pocas portuguesas.
Tursellini, el autor de la primera biografía de San Francisco
Javier, que fue publicada en 1594, describe con viveza los
métodos que empleó el santo para combatir aquella vida de
pecado. Por ellos, puede verse el tacto con que supo Javier
predicar la moralidad cristiana, demostrando que no
contradecía ni al sentido común, ni a los instintos
verdaderamente humanos. Para instruir a los pequeños y a
los ignorantes, el santo solía adaptar las verdades del
cristianismo a la música popular, un método que tuvo tal
éxito que, poco después, se cantaban las canciones que él
había compuesto, lo mismo en las calles que en las casa, en
los campos que en los talleres.
Misionero con los Paravas
Cinco meses más tarde, se enteró Javier de que en las
costas de la Pesquería, que se extienden frente a Ceilán
desde el Cabo de Comorín hasta la isla de Manar, habitaba la
tribu de los paravas. Estos habían aceptado el bautismo
para obtener la protección de los portugueses contra los
árabes y otros enemigos; pero, por falta de instrucción,
conservaban aún las supersticiones del paganismo y
practicaban sus errores1.. Javier partió en auxilio de esa
tribu que "sólo sabía que era cristiana y nada más". El santo
hizo trece veces aquel viaje tan peligroso, bajo el tórrido
calor del sur de Asia. A pesar de la dificultad, aprendió el
idioma nativo y se dedicó a instruir y confirmar a los ya
bautizados. Particular atención consagró a la enseñanza del
catecismo a los niños. Los paravas, que hasta entonces no
conocían siquiera el nombre de Cristo, recibieron el bautismo
en grandes multitudes. A este propósito, Javier informaba a
14. sus hermanos de Europa que, algunas veces, tenía los
brazos tan fatigados por administrar el bautismo, que apenas
podía moverlos. Los generosos paravas, que eran
considerados de casta baja, extendieron a San Francisco
Javier una acogida calurosa, en tanto que los brahamanes,
de clase alta, recibieron al santo con gran frialdad, y su éxito
con ellos fue tan reducido que, al cabo de doce meses, sólo
había logrado convertir a un brahamán. Según parece, en
aquella época Dios obró varias curaciones milagrosas por
medio de Javier.
Por su parte, Javier se adaptaba plenamente al pueblo con el
que vivía. Con los pobres comía arroz y dormía en el suelo
de una pobre choza. Dios le concedió maravillosas
consolaciones interiores. Con frecuencia, decía Javier de sí
mismo: "Oigo exclamar a este pobre hombre que trabaja en
la viña de Dios: 'Señor no me des tantos consuelos en esta
vida; pero, si tu misericordia ha decidido dármelos, llévame
entonces todo entero a gozar plenamente de Ti '". Javier
regresó a Goa en busca de otros misioneros y volvió a la
tierra de los paravas con dos sacerdotes y un catequista
indígena y con Francisco Mansilhas a quienes dejó en
diferentes puntos del país. El santo escribió a Mansilhas una
serie de cartas que constituyen uno de los documentos más
importantes para comprender el espíritu de Javier y conocer
las dificultades con que se enfrentó.
El Escándalo de los Malos Cristianos: Espina en el
Corazón
Nada podía desanimar a Francisco. "Si no encuentro una
barca- dijo en una ocasión- iré nadando". Al ver la apatía de
los cristianos ante la necesidad de evangelizar comentó: "Si
en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se
precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar".
Deseaba contagiar a todos con su celo evangelizador.
El sufrimiento de los nativos a manos de los paganos y de
los portugueses se convirtió en lo que él describía como "una
espina que llevo constantemente en el corazón". En cierta
ocasión, fue raptado un esclavo indio y el santo escribió:
"¿Les gustaría a los portugueses que uno de los indios se
15. llevase por la fuerza a un portugués al interior del país?. Los
indios tienen idénticos sentimientos que los portugueses".
Poco tiempo después, San Francisco Javier extendió sus
actividades a Travancore. Algunos autores han exagerado el
éxito que tuvo ahí, pero es cierto que fue acogido con gran
regocijo en todas las poblaciones y que bautizó a muchos de
los habitantes. En seguida, escribió al P. Mansilhas que
fuese a organizar la Iglesia entre los nuevos convertidos. En
su tarea solía valerse el santo de los niños, a quienes
seguramente divertía mucho repetir a otros lo que acababan
de aprender de labios del misionero. Los badagas del norte
cayeron sobre los cristianos de Comoín y Tuticorín,
destrozaron las poblaciones, asesinaron a varios y se
llevaron a otros muchos como esclavos. Ello entorpeció la
obra misional del santo. Según se cuenta, en cierta ocasión,
salió solo Javier al encuentro del enemigo, con el crucifijo en
la mano, y le obligó a detenerse. Por otra parte, también los
portugueses entorpecían la evangelización; así, por ejemplo,
el comandante de la región estaba en tratos secretos con los
badagas. A pesar de ello, cuando el propio comandante tuvo
que salir huyendo, perseguido por los badagas, San
Francisco Javier escribió inmediatamente al P. Mansilhas:
"Os suplico, por el amor de Dios, que vayáis a prestarle
auxilio sin demora". De no haber sido por los esfuerzos
infatigables del santo, el enemigo hubiese exterminado a los
paravas. Y hay que decir, en honor de esa tribu, que su
firmeza en la fe católica resistió a todos los embates.
El reyezuelo de Jaffna (Ceilán del norte), al enterarse de los
progresos que había hecho el cristianismo en Manar, mandó
asesinar ahí a 600 cristianos. El gobernador, Martín de
Sousa, organizó una expedición punitiva que debía partir de
Negatapam. San Francisco Javier se dirigió a ese sitio; pero
la expedición no llegó a partir, de suerte que el santo decidió
emprender una peregrinación, a pie, al santuario del Apóstol
Santo Tomás en Milapur, donde había una reducida colonia
portuguesa a la que podía prestar sus servicios. Se cuentan
muchas maravillas de los viajes de San Francisco
Javier. Además de la conversión de numerosos pecadores
públicos europeos, a los que se ganaba con su exquisita
cortesía, se le atribuyen también otros milagros.
16. Carta de Protesta al Rey
En 1545, el santo escribió desde Cochín al rey de Portugal,
en la que le daba cuenta del estado de la misión. En ella
habla del peligro en que estaban los neófitos de volver al
paganismo, "escandalizados y desalentados por las
injusticias y vejaciones que les imponen los propios oficiales
de Vuestra Majestad . . . Cuando nuestro Señor llame a
Vuestra Majestad a juicio, oirá tal vez Vuestra Majestad las
palabras airadas del Señor: '¿Por qué no castigaste a
aquellos de tus súbitos sobre los que tenías autoridad y que
me hicieron la guerra en la India? ' ". El santo habla muy
elogiosamente del vicario general en las Indias, Don Miguel
Vaz, y ruega al rey que le envíe nuevamente con plenos
poderes, una vez que éste haya rendido su informe en
Lisboa. "Como espero morir en estas partes de la tierra y no
volveré a ver a Vuestra Majestad en este mundo, ruégole
que me ayude con sus oraciones para que nos encontremos
en el otro, ciertamente estaremos más descansados que en
éste". San Francisco Javier repite sus alabanzas sobre el
vicario general en una carta al P. Simón Rodríguez, en donde
habla todavía con mayor franqueza acerca de los europeos:
"No titubean en hacer el mal, porque piensan que no puede
ser malo lo que se hace sin dificultad y para su
beneficio. Estoy aterrado ante el número de inflexiones
nuevas que se dan aquí a la conjugación del verbo 'robar'"
Malaca y el Gozo de Servir al Señor
En la primavera de 1545, San Francisco Javier partió para
Malaca, donde pasó cuatro meses. Malaca era entonces una
ciudad grande y próspera. Albuquerque la había conquistado
para la corona portuguesa en 1511 y, desde entonces, se
había convertido en un centro de costumbres
licenciosas. Anticipándose a la moda que se introduciría
varios siglos más tarde, las jóvenes se paseaban en
pantalones, sin tener siquiera la excusa de que trabajaban
como los hombres. El santo fue acogido en la ciudad con
gran reverencia y cordialidad, y tuvo cierto éxito en sus
esfuerzos de reforma.
En los dieciocho meses siguientes, es difícil seguirle los
pasos. Fue una época muy activa y particularmente
17. interesante, pues la pasó en un mundo en gran parte
desconocido, visitando ciertas islas a las que él da el nombre
genérico de Molucas y que es difícil identificar con exactitud.
Sabemos que predicó y ejerció el ministerio sacerdotal en
Amboina, Ternate, Gilolo y otros sitios, en algunos de los
cuales había colonia de mercaderes portugueses. Aunque
sufrió mucho en aquella misión, escribió a San Ignacio: "Los
peligros a los que me encuentro expuesto y los trabajos que
emprendo por Dios, son primavera de gozo espiritual. Estas
islas son el sitio del mundo en que el hombre puede más
fácilmente perder la vista de tanto llorar; pero se trata de
lágrimas de alegría. No recuerdo haber gustado jamás
tantas delicias interiores y los consuelos no me dejan sentir
el efecto de las duras condiciones materiales y de los
obstáculos que me oponen los enemigos declarados y los
amigos aparentes". De vuelta a Malaca, el santo pasó ahí
otros cuatro meses predicando. Antes de volver a la India,
oyó hablar del Japón a unos mercaderes portugueses y
conoció personalmente a un fugitivo del Japón, llamado
Anjiro. Javier desembarcó nuevamente en la India, en enero
de 1548.
Pasó los siguientes quince meses viajando sin descanso
entre Goa, Ceilán y Cabo de Comorín, para consolidar su
obra (sobre todo el "Colegio Internacional de San Pablo" en
Goa) y preparar su partida al misterioso Japón, en el que
hasta entonces no había penetrado ningún europeo. Escribió
la última carta al rey Juan III, a propósito de un obispo
armenio y de un fraile franciscano. En ella decía: "La
experiencia me ha enseñado que Vuestra Majestad tiene
poder para arrebatar a las Indias sus riquezas y disfrutar de
ellas, pero no lo tiene para difundir la fe cristiana".
Japón
En abril de 1549, partió de la India, acompañado por otro
sacerdote de la Compañía de Jesús y un hermano coadjutor,
por Anjiro (que había tomado el nombre de Pablo) y por
otros dos japoneses que se habían convertido al
cristianismo. El día de la fiesta de la Asunción
desembarcaron en Kagoshima, Japón. En Kagoshima, los
habitantes los dejaron en paz. San Francisco Javier se
18. dedicó a aprender el japonés lo cual no era nada fácil para
el. Sin embargo logró traducir al japonés una exposición muy
sencilla de la doctrina cristiana que repetía a cuantos se
mostraban dispuestos a escucharle. Al cabo de un año de
trabajo, había logrado unas cien conversiones. Ello provocó
las sospechas de las autoridades, las cuales le prohibieron
que siguiese predicando. Entonces, el santo decidió
trasladarse a otro sitio con sus compañeros, dejando a Pablo
al cuidado de los neófitos. Antes de partir de Kagashima,
fue a visitar la fortaleza de Ichku; ahí convirtió a la esposa
del jefe de la fortaleza, al criado de ésta, a algunas personas
más y dejó la nueva cristiandad al cargo del criado. Diez
años más tarde, Luis de Almeida, médico y hermano
coadjutor de la Compañía de Jesús, encontró en pleno fervor
a esa cristiandad aislada.
San Francisco Javier se trasladó a Hirado, al norte de
Nagasaki. El gobernador de la ciudad acogió bien a los
misioneros, de suerte que en unas cuantas semanas
pudieron hacer más de lo que había hecho en Kagoshima en
un año. El santo dejó esa cristiandad a cargo del P. de
Torres y partió con el hermano Fernández y un japonés a
Yamaguchi, en Honshu. Ahí predicó en las calles y delante
del gobernador; pero no tuvo ningún éxito y las gentes de la
región se burlaron de él.
Javier quería ir a Miyako (Kioto), que era entonces la
principal ciudad del Japón. Después de trabajar un mes en
Yamaguchi, donde apenas cosechó algo más que afrentas,
prosiguió el viaje con sus dos compañeros. Como el mes de
diciembre estaba ya muy avanzado, los aguaceros, la nieve y
los abruptos caminos hicieron el viaje muy penoso. En
febrero, llegaron los misioneros a Miyako. Ahí se enteró el
santo de que para tener una entrevista con el mikado
necesitaba pagar una suma mucho mayor a la que poseía.
Por otra parte, como una guerra civil hacía estragos en la
ciudad, San Francisco Javier comprendió que, por el
momento, no podía hacer ningún bien ahí, por lo cual volvió
a Yamaguchi, quince días después. Viendo que la pobreza de
su persona se convertía en un obstáculo para llegar al
gobernador, se vistió con gran pompa y fue al gobernador
escoltado por sus compañeros, con toda la regalía de su
19. título de embajador de Portugal. Le entregó las cartas que le
habían dado para el caso las autoridades de la India y le
regaló una caja de música, un reloj y unos anteojos, entre
otras cosas. El gobernador quedó encantado con esos
regalos, dio al santo permiso de predicar y le cedió un
antiguo templo budista para que se alojase mientras
estuviese ahí. Habiendo obtenido así la protección oficial,
San Francisco Javier predicó con gran éxito y bautizó a
muchas personas.
Habiéndose enterado de que un navío portugués había
atracado en Funai (Oita) de Kiushu, el santo partió para allá
y resolvió partir en ese barco a visitar sus comunidades
cristianas en la India antes de hacer el deseado viaje a
China. Los cristianos del Japón, que eran ya unos 2000
quedaron al cuidado del P. Cosme de Torres y del hermano
Fernández. A pesar de las dificultades que sufrió, San
Francisco Javier opinaba que "no hay entre los infieles
ningún pueblo más bien dotado que el japonés".
Regreso a la India y expedición a la China
La cristiandad había prosperado en la India durante la
ausencia de Javier; pero también se habían multiplicado las
dificultades y los abusos, tanto entre los misioneros como
entre las autoridades portuguesas, y todo ello necesitaba
urgentemente la atención del santo. Francisco Javier
emprendió la tarea con tanta caridad como firmeza. Cuatro
meses después, el 25 de abril de 1552, se embarcó
nuevamente, llevando por compañeros a un sacerdote y un
estudiante jesuitas, un criado indio y un joven chino que
hubiera sido su intérprete si no hubiese olvidado su lengua
natal. En Malaca, el santo fue recibido por Diego Pereira, a
quien el virrey de la India había nombrado embajador ante
la corte de China.
San Francisco tuvo que hablar en Malaca sobre dicha
embajada con Don Alvaro de Ataide, hijo de Vasco de Gama,
que era el jefe en la marina de la región. Como Alvaro de
Ataide era enemigo personal de Diego Pereira, se negó a
dejar partir Pereira y a Francisco Javier, tanto en calidad de
embajador como de comerciante. Ataide no se dejó
convencer por los argumentos de Francisco Javier, ni siquiera
20. cuando éste le mostró el breve de Paulo III por el que había
sido nombrado nuncio apostólico. Por el hecho de oponer
obstáculos a un nuncio pontificio, Ataide incurría en la
excomunión. Finalmente, Ataide permitió que Francisco
Javier partiese a la China. El santo envió al Japón al
sacerdote jesuita y sólo conservó a su lado al joven chino,
que se llamaba Antonio. Con su ayuda, esperaba poder
introducirse furtivamente en China, que hasta entonces
había sido inaccesible a los extranjeros. A fines de agosto de
1552, la expedición llegó a la isla desierta de Sancián
(Shang-Chawan) que dista unos veinte kilómetros de la
costa y está situada a cien kilómetros al sur de Hong Kong.
Muerte a las Puertas de China
Por medio de una de las naves, Francisco Javier escribió
desde ahí varias cartas. Una de ellas iba dirigida a Pereira, a
quien el santo decía: "Si hay alguien que merezca que Dios
le premie en esta empresa, sois vos. Y a vos se deberá su
éxito". En seguida, describía las medidas que había
tomado: con mucha dificultad y pagando generosamente,
había conseguido que un mercader chino se comprometiese
a desembarcar de noche en Cantón, no sin exigirle que
jurase que no revelaría su nombre a nadie. En tanto que
llegaba la ocasión de realizar el proyecto, Javier cayó
enfermo. Como sólo quedaba uno de los navíos portugueses,
el santo se encontró en la miseria. En su última carta
escribió: "Hace mucho tiempo que no tenía tan pocas ganas
de vivir como ahora". El mercader chino no volvió a
presentarse. El 21 de noviembre, el santo se vio atacado por
una fiebre y se refugió en el navío. Pero el movimiento del
mar le hizo daño, de suerte que al día siguiente pidió que le
trasportasen de nuevo a tierra. En el navío predominaban los
hombres de Don Alvaro de Ataide, los cuales, temiendo
ofender a éste, dejaron a Javier en la playa, expuesto al
terrible viento del norte. Un compasivo comerciante
portugués le condujo a su cabaña, tan maltrecha, que el
viento se colaba por las rendijas. Ahí estuvo Francisco Javier,
consumido por la fiebre. Sus amigos le hicieron algunas
sangrías, sin éxito alguno. Entre los espasmos del delirio, el
santo oraba constantemente. Poco a poco, se fue
debilitando. El sábado 3 de diciembre, según escribió
21. Antonio, "viendo que estaba moribundo, le puse en la mano
un cirio encendido. Poco después, entregó el alma a su
creador y Señor con gran paz y reposo, pronunciando el
nombre de Jesús". San Francisco Javier tenía entonces
cuarenta y seis años y había pasado once en el oriente. Fue
sepultado el domingo por la tarde. Al entierro asistieron
Antonio, un portugués y dos esclavos.2
Su cuerpo se conserva incorrupto
Uno de los tripulantes del navío había aconsejado que se
llenase de barro el féretro para poder trasladar más tarde los
restos. Diez semanas después, se procedió a abrir la
tumba. Al quitar el barro del rostro, los presentes
descubrieron que se conservaba perfectamente fresco y que
no había perdido el color; también el resto del cuerpo estaba
incorrupto y sólo olía a barro. El cuerpo fue trasladado a
Malaca, donde todos salieron a recibirlo con gran gozo,
excepto Don Alvaro de Ataide. Al fin del año, fue trasladado
a Goa, donde los médicos comprobaron que se hallaba
incorrupto. Ahí reposa todavía, en la iglesia del Buen Jesús.
Francisco Javier fue canonizado en 1622, al mismo tiempo
que Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, Felipe Neri e Isidro el
Labrador.
NOTAS
1 -El P. Coleridge, S. J.: "Probablemente todos los
misioneros que han ido a regiones en las que sus
compatriotas se hallaban ya establecidos . . . han encontrado
en ellos a los peores enemigos de su obra de
evangelización. En este sentido, las naciones católicas son
tan culpables como las protestantes. España, Francia y
Portugal son tan culpables como Inglaterra y Holanda".
2 Antonio describió los últimos días del santo, en una carta a
Manuel Teixeira, el cual la publicó en su biografía de San
Francisco Javier.
BIBLIOGRAFIAEliécer Sálesman, P. - Vidas de los Santos
Mario Sgarbossa - Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada
Día