Este documento presenta dos historias cortas que demuestran la importancia de la puntuación al interpretar un texto. En la primera historia, tres hermanas deben puntuar una respuesta ambigua sobre cuál de ellas es la elegida por su amor. En la segunda historia, varias personas reclaman una herencia basándose en diferentes puntuaciones del testamento escrito de forma ambigua. Ambas historias muestran cómo la falta de puntuación puede dar lugar a diferentes interpretaciones de un mensaje.
2. Signos de puntuación
El profesor escribió y pidió a los alumnos
colocar los signos de puntuación:
Yo un hombre feliz no necesito una mujer
Pero hubo dos soluciones correctas:
3. Yo, un hombre feliz, no necesito una mujer.
Que escribieron los varones.
4. ¿Yo? Un hombre feliz no, necesito una
mujer.
Y la escribieron las mujeres, claro.
5. Colocar los signos de puntuación es
sumamente importante, pues de ello
depende la correcta comprensión de un
escrito.
6. Lee las siguientes historias y descubrirás
cuan importante es la puntuación en un texto.
7. Las tres hermanas
Tres hermanas se enamoraron de un joven.
Éstas un día le presentan un ultimátum: debe
decidir por una. El joven, al que no le
gustaba que lo presionen, les contesta con
un escrito que les da al día siguiente. Y les
dice que debe irse de viaje y no ha podido
puntuar la respuesta, les encarga que
coloquen ellas los correspondientes signos.
Se marcha y las mozas, con esperanza, leen:
8. Me piden que diga cuál es
la que prefiere mi amor
Si obedecer es rigor
digo pues que amo a Teresa
no a Leonor
no aspira mi amor a Juana
que no es poca su belleza
9. Teresa lo vio claro, ella era la elegida. La
puntuación obligada era:
Si obedecer es rigor,
digo, pues, que amo a Teresa.
No a Leonor.
No aspira mi amor a Juana,
que no es poca su belleza.
10. Mas Leonor le respondió que faltaban más
signos de interrogación:
Si obedecer es rigor,
¿digo, pues, que amo a Teresa?
No, a Leonor.
No aspira mi amor a Juana,
que no es poca su belleza.
11. Entonces Juana, alertada por las
interrogaciones introducidas por Leonor,
discurrió que era ella la elegida y que el
versillo debía de puntuarse así:
Si obedecer es rigor,
¿digo, pues, que amo a Teresa?
No. ¿A Leonor?
No. Aspira mi amor a Juana,
que no es poca su belleza.
12. Con lo que el enigma no se aclaraba.
Hubieron de esperar al regreso del joven,
que demostró no tener delicadeza. La
puntuación correcta era ésta:
13. Si obedecer es rigor,
¿digo, pues, que amo a Teresa?
No. ¿A Leonor?
No. ¿Aspira mi amor a Juana?
¡Que no! Es poca su belleza.
14. La herencia
Un señor por ignorancia, ¿o tal vez por mala
intención?, dejó al morir el siguiente
testamento escrito:
Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi
hermano Luís tampoco jamás se pagará la
cuenta del sastre nunca de ningún modo
para los Jesuitas todo lo dicho es mi deseo
Facundo.
15. Cuando se leyó el testamento, las personas
aludidas se atribuían la preferencia, empezó
entonces una disputa entre el sobrino Juan,
el hermano Luís, el sastre y los padres
jesuitas.
Con el fin de resolver las dudas, acordaron
que cada uno se llevara el escrito y le
colocara la puntuación respectiva.
16. El sobrino Juan lo presentó de la siguiente
forma:
Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi
hermano Luís. Tampoco, jamás se pagará la
cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo
para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.
17. El hermano Luís presentó su reclamo de esta
manera:
¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? ¡No! A
mi hermano Luís. Tampoco, jamás se pagará
la cuenta del sastre. Nunca, de ningún modo
para los Jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Facundo.
18. El sastre justificó su derecho como sigue:
¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A
mi hermano Luís? Tampoco, jamás. Se
pagará la cuenta del sastre. Nunca, de
ningún modo para los Jesuitas. Todo lo dicho
es mi deseo. Facundo.
19. Los Jesuitas consideraron que el documento
debería interpretarse de la siguiente manera:
¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A
mi hermano Luís? Tampoco, jamás. ¿Se
pagará la cuenta del sastre? Nunca, de
ningún modo. Para los Jesuitas todo. Lo
dicho es mi deseo. Facundo.
20. Para poner orden, se acudió a la autoridad
que, después de examinar el escrito, dijo en
tono severo: “Señores, aquí se está tratando
de cometer un fraude; la herencia pertenece
al Estado”:
21. ¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A
mi hermano Luís? Tampoco. Jamás se
pagará la cuenta del sastre. Nunca, de
ningún modo, para los Jesuitas. Todo lo
dicho es mi deseo. Facundo.
22. En tal virtud, y no resultando herederos para
esta herencia, queda incautada en nombre
del Estado, y se da por terminado este
asunto.
23. Jugando con las palabras
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Perú - 2009
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