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Revista literaria y de cultura en cualquier manifestación
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La Esfera Cultural                                                     www.LaEsferaCultural.com




                                                                                 Lágrimas
                                                                                 en la lluvia




                                                                                 Rosa Montero
                                                                                                  Entrevista




9 774459 917431   32

                                                                                          Entra en
                                                                                          La Esfera

           Selección de textos literarios - Ilustraciones - Crítica - Entrevistas...
Temores insustanciales
                                      (Isabel Martínez Barquero)




Leo y me quedo
colgada de una línea,
danzo en su trazado,
hago una pausa en
sus comas y me
detengo en sus puntos.
Hace tiempo que estoy aquí, en mi
dulce cautiverio, amparada por la
tinta que me nombra. No quiero
regresar a la existencia cotidiana.
Dentro de estos párrafos, he
encontrado abrigo y gozo. Afuera,
hace frío. Lo peor será cuando me
entre hambre, porque no sé si el
papel alimentará.
¿Quién me mandó meterme entre
las páginas de una novela?
Aunque lo deseara, ya no
encontraría el camino de regreso
al mundo real. Pero no estoy muy
segura de que forme parte de ese
mundo. El autor me trata siempre
como a un personaje, como a un
ser de ficción, y me temo que yo
misma he decidido serlo: su trama
me resulta más sugestiva que mi
monótona realidad.
No me preocuparé por cuestiones
minúsculas: mi destino ahora no
se guía por la batuta que
dirige a los seres
comunes. Creo que las
heroínas de historias
singulares no necesitan
nutrirse, a ellas les
basta con la
imaginación de quien las
sustenta.
PORTADA 5




  Foto portada:
  Francisco Concepción Álvarez,
  Título: “Las ideas están servidas”



    Ilustración de Ada Ortega para La
    Esfera Cultural, ilustrando el texto:
    “Roturas de la Crisis” .




             La Esfera Cultural
           www.laesferacultural.com
         programalaesfera@gmail.com
            Apartado de correos, 62.
             38080 S/C de Tenerife


  Dirige y edita:
                                                                                                                        formas
  Francisco Concepción Álvarez
                                                                                            nca ni negra, no tiene
                                                             La realidad no es bla                          í es tal y como la
  Codirección: Ana Joyanes Romo                                                  utables. Al menos, as
                                                   definidas ni reglas inm
                                                                                es.
  Comité Editorial:                                percibimos los escritor                namos la realidad, ex
                                                                                                                   ponemos lo
  Amando Carabias
                                                   Es nu   estro trabajo: diseccio                                za puede ser
  Dácil Martín                                                                          scubrimos que una pin
  Marcos Alonso Hernández                           qu e guardamos dentro, de                                s el mundo patas
                                                                                 í, un cuchillo. Ponemo
  Inmaculada Vinuesa
                                                    un tenedor y un bistur
  Anabel Consejo                                                                    os.
  José Francisco Diaz-Salado                        arriba y ordenamos el ca                    tas visiones del mundo
                                                                                                                            como
  Miguel Ángel Brito
                                                     Desde La     Esfera te ofrecemos tan             .
                                                                                  nuestras páginas
                                                     escritores escriben en                                  tando en aguas
                                                                                 ídolos de plata flo
  Entrevistas:
  Antonio Guerrero Ruiz                              Po  drás encontrar                                         sayuno familiar.
                                                                                    arillas aguardando el de
                                                     subterráneas, hojas am                                      de palabras, el
  Ilustradores:
                                                                                      cesidad de la tejedora
  Seguismundo Rey                                     Sentirás la dolorosa ne                              so envenenado de la
                                                                                       r de zapatos, el be
  Laura Hernández
                                                      amor a la altura de un pa
  Sara Lew                                                                           jer.
                                                      actriz con ínfulas de mu                                nista de ideas y en
                                                                                   s líquidos del coleccio
  Camino Roque
  Cristina Tabares                                    Te perderás en los ojo                                  .
  Francisco Olivas                                                                  iografía de un instante
  Juan Luis López Anaya                                el brillo estéril de la rad          os en canal, emplatam
                                                                                                                       os nuestro
                                                                                     abrim
  Paula Plaza                                          En este número nos                                  rlos.
                                                                                      ien quiera degusta
                                                       cerebro y tripas para qu
  Inma Vinuesa
  Alicia Güemes
  Mª José Fernández                                     ¿Te atreves a senta     rte a nuestra mesa?
  Elizabet Bertolín                                                                                                Ana   Joyanes Romo
  Ana Luis Ravelo                                                                                                          Codirectora
  Laura Baute
  Marian Alefes Silva
  Cristina Tabarez

  Maquetación y diseño: FranCo

  Impresión: Producciones Gráficas


                                                                                                    Rosa Montero
El silencio                                                                                                                    Entrevista

ante                                        84, Charing Cross Road
                                            de Helene Hanff
la
obra maestra
Cuando llegamos era tarde.
      Noticias                Ya había partido el pequeño camión
    que no llegan             naranja que, lleno de sobres y
                              encomiendas, nos alegraba la vida cuando
                                                                                         (Francisco Concepción)
    (María Magdalena Padón)   traía noticias de lejos, plenas de esperanza
                              y amores entrelazados en la distancia.
                              Ese día no apareció la carta que esperaba.
                                                                               Brillo estéril
                              Otro día más de espera y anhelo
                              agazapado en mi pecho hasta el próximo
                              paso del camioncito que nos dejaba llenos
                              de polvo del camino y con las pestañas
                              marchitas. Volaron alto las hojas secas de
                              los laureles de la plaza, mezclando las finas
                              gotas con el aire caliente pegado en la piel
                              de la espera...

                                                                               Las estrellas se me antojaban muy
                                                                               lejos y zarandeé el cielo. Cayeron
                                                                               como hojas de otoño. Nunca tuve
                                                                               ninguna duda, sabía que acabaría
                        El amor a la altura de                                 mal. No necesitaba una razón.

                                                                               —¡Niño!, ¿qué hiciste?—Me
                          un par de zapatos                                    riñeron, no podía ser de otra forma.
                                                                               ¡Bárrelas!,- me ordenaron.
                                     (Ana Crespo Tudela)
                                                                               —No están tan lejos— susurré. Su
                                                                               no contestación caníbal devoró mi
                                                                               respuesta.

                                                                               Las barrí sin que me dieran escoba,
                                     Mientras en la radio sonaba               metiéndolas bajo la alfombra. No
                                     Camarón cantando "Te voy a hacer          necesitaba para ello una razón.
                                     unos zapatitos del ala de mi
                                     sombrero", ella buscaba el amor,          —Las estrellas están muy lejos,
                                     aunque durara un suspiro, en esas         pertenecen al cielo, son intocables,
                                     calles estrechas, enmarcadas por los      sus puntas pican y son
                                     cielos de sus balcones. Y se topó con     inaccesibles—me sugestionaban.
                                     él de frente. Ahí estaba, tras el         Esa era su razón.
                                     cristal, esperándola. Cinco minutos
                                                                               Bajo este cielo, viven invidentes,
                                     de presentaciones, lo justo para
                                                                               que rezan por el mal-pensé- Saben
                                      saber que era la horma de su pie y
                                                                               mi nombre, pero yo no sé el mío.
                                      convertirse en su dueña bajo pago.
                                                                               Les adelanto para abrirles el
                                       El color y la suavidad de su piel
                                                                               camino.
                                        aterciopelada prometían un largo
                                         futuro. Su altura la ayudaría a
                                                                               Metí las estrellas bajo la alfombra,
                                          caminar con paso firme o             sabía que todo acabaría mal. Y
                                            levitando a 10 centímetros del     ahora tengo mi razón. Quiero oler y
                                             suelo. Y en los instantes de      masturbar mi interior. Regalar lo
                                              pasión sería el complemento      que siento. Estar fuera de control.
                                               perfecto y sensual de su        ¡Quiero hacerles ver!
                                                 desnudez. Una fantasía de
                                                  100 euros en monedas,
                                                   de color nazareno y
                                                    grana. Un par listo para
                                                     dar el estoque, al
                                                                                        Sumisión
                                                                                          (Lucía Díaz)
                                                      bravo que se cruce
                                                       por nuestro camino.     –¡Desnúdate! –ordenó
                                                                                                        el hombre.
                                                                               La mujer se quitó con
                                                                                                     lentitud la
                                                                               ropa, luego la piel.

4
Rumiando
                                                                           (Miguel Ángel Brito)

R
        aúl quería ser poeta. Con esa vocación había alimentado de
        goces su cuerpo. Placeres contables e incontables. Viajó por el
        mundo con actitud camaleónica, mezclado entre sus gentes sin
        ser visto. Leyó clásicos, los más, y entró en el alma de los
poetas hasta alcanzar a ver sus vísceras abiertas. Vio, tocó, olió,
bebió fascinado en la fuente de la vida antes de tomar la
decisión de escribir y contárselo a todo el mundo.
Se sentó a escribir una tarde de mayo. Lo primero que dibujó
fueron trazos breves y frases inconexas. Poco fluidas. Nada
reveladoras de sus sentimientos. Rompió una y otra vez
papeles garabateados de absurdos. Observaba con
impotencia cómo sus pensamientos
se desvanecían al asomar por la punta de los dedos.
Raúl dejó entonces de escribir y se sentó en el sofá del
salón para revolcarse en él con sus sentimientos. Amor y
odio. Desprecio y fascinación. Deseos incontenibles y
ascos infectos. Mezclando palabras y sentimientos elaboró
platos a veces placenteros y a veces difíciles de digerir.
Tortuosos. Rumió toda aquella comida verbal, la única que
comió durante días, y por fin encontró un hilo al que
agarrarse y empezó a tirar de él para escribir. Llenó hojas y
hojas de poemas que describían al mundo, al hombre, la vida
y la muerte, y tanto escribió que acabó después de varios días
extenuado, solo y vacío. Llamaron a la puerta con insistencia e
intentó hablar, pero ya se había olvidado de hacerlo. Solo sabía
escribir y leer lo que escribía. Tuvo hambre otra vez y decidió
volver a sentarse a la mesa y comerse de nuevo las palabras que
había vaciado sobre el papel. Platos cocinados, ya fríos, listos para
volver a ser comidos y vomitados de nuevo en un círculo infinito y
vicioso de bulimia literaria.
El hedor que provenía de la casa de Raúl llegó hasta la oficina de los
Servicios Sociales. Decidieron, al ver su caso, que lo mejor sería
sacarlo de allí. Le prohibieron escribir. Escondieron lápices y papeles
mutilando sus manos. Se quedó cocinando entonces platos en su
cabeza. Platos hechos de palabras caleidoscópicas. Impronunciables.
Rumiando recuerdos.




      Hojas amarillas
                   (Sara Lew)

   El viento se lleva las hojas muertas y los
   manuscritos olvidados. Las palabras
   amarillas flotan levemente antes de caer,
   rendidas, sobre el camino de la infancia.
   El anciano las va recogiendo y apilando
   mientras ellas hablan de recuerdos
   ajados por el tiempo, aunque tan vivos
   como tenues destellos de luz entre las
   nubes de otoño. Recuerdos errantes que
   se lleva el viento, junto a las hojas
   muertas.


                                                                                                  5
(Ángeles Jiménez)
                                                                sermones del tío, qué hastío, todos iguales, incluidos
                                                                los que le colocaba en las sobremesas sobre las
                                                                virtudes de las almas cándidas y entregadas como la
         C    uando Mario llegó al pueblo tres años atrás, a
    Blanca se le llenó el bajo vientre de grillos con solo
                                                                suya, tan inmaculada, impoluta. Porque su amor por
                                                                ella era pura pureza fraternal, Dios era testigo,
                                                                voluptuosos tocamientos a la niña-virgen sin pecado
    imaginar de lo que aquellos labios bembones serían          concebida. Tan eterna que iba a ser su vida en el
    capaces si ella pudiera ponerlos a su servicio. Pero        paraíso ese que se le antojaba cada vez más aburrido.
    cómo podía calentarse los pensamientos, y el bajo           Y ella con lo interesante del demonio Mario metido
    vientre, si para todos los efectos era como si estuviese    dentro, bien adentro. Y el tío divagando alelado en sus
    casada. Casada con Dios y con la Santa Madre Iglesia.       delirios místicos que empieza a inquietarse. Y el jardín
    Y con su tío el párroco, que se ocupó tan                   que no avanza. Y Blanca que no se confiesa.
    amorosamente de ella cuando sus padres                      Y el maridocuratio celoso que la espía hasta dar en el
    desaparecieron. Desaparecieron de la casa, del pueblo       blanco... bueno, en la diana. Una de aquellas tardes
    y de la faz de la tierra, porque no volvieron a dar         que Blanca y Mario tienen bien organizadas, el tío
    señales de vida ni de muerte de un día para otro.           vuelve al poco de salir al oficio y entra sigiloso por la
    Puede que en algún momento cuente también esa               puerta de la cocina. A los amantes les había faltado
    historia, pero hoy no quiero divagar, que me disperso.      tiempo para estar ya el uno metido dentro de la otra en
    Pues eso, que el tío cura la acogió generosamente en        el lecho vicario, más amplio para dar cabida a sus
    su casa. Incluso puede que no fuera necesario tanto         irrefrenables pasiones recientes. Y al pobre hombre de
    acogimiento, pensaba a veces Blanca desde que               Dios que lo abandonan sus credos de repente y se
    le despuntaron los grillos por primera vez cuando se        desmaya en silencio, sin perder del todo la
    embelesó en la contemplación del cuerpo desnudo de          consciencia, sin perderse detalle. El detalle de Mario
    Plácido, el hijo del panadero, bañándose descuidado         en Blanca, de Blanca gritona, de Mario negro, de ojos
    en el pris. Porque lo que tenía claro desde hacía           en blanco, de sudores que brillan las pieles al trasluz,
    mucho es que el cuerpo del tío no le encendía los           de olores mezclados entre tenues polvos atardecidos y
    calambres, desde luego que no, ni de lejos, si acaso        sabores adivinados a especias saladas.
    algo de ardor en la boca del estómago, pero eran            Y el religioso que se ahoga en la explosión de vida
    ardores bastante distintos, también internos, pero de       que inunda el cuarto, el suyo, que se le cuela por
    más arriba.                                                 debajo de la sotana negra, de siempre más
    Bueno, a lo que iba, que el negro Mario, porque Mario       complaciente con la muerte que comprometida con los
    era bien negro además de labiudo, casi la electrocuta       vivos, hasta rasgarla en jirones como de flecos
    de puro deseo reprimido. Casi la abrasa en sus propios      gastados y desvaídos. El pelo blanco escaso que se le
    calores de no ser porque le pusieron remedio a tiempo       desmelena al viento sin aire de la habitación a media
    una tarde mientras la misa de ocho tenía ocupado al         luz. Exudación caliente, luego fría, palidez exangüe de
    tiocuramarido y ellos consiguieron un ratito para           sangre redistribuida en lugares resecos. Y el corazón
    dedicarlo a retocarse. Sí, eso, a tocarse y retocarse por   que no le puede seguir latiendo dividido.
    dentro y por fuera aprovechando la poda concienzuda         Blanca y Mario encontraron el cuerpo amontonado en
    a la que Mario estaba sometiendo el jardín parroquial       el pasillo con una sonrisa extática dibujada en las
    desde hacía semanas, muchas para lo chico que era.          comisuras, se culpabilizaron pensando que quizá
    Pero claro, luego a Blanca dejaron de interesarle los       muriera rezándoles los pecados.


6
Infidelidad
       (Mar Horno García)


     E     n Baeza se enamoró Elisa de un
fantasma. Era lógico y posible teniendo
en cuenta la alta población de espíritus
que purga sus penas en los palacios e
iglesias de la ciudad. Sus maneras
exquisitas, su jubón carmesí y su gran
lechuguilla le fundieron los huesos
cuando atravesó sin querer aquel cuerpo
de hombre translúcido mientras hacía una
visita turística a la catedral. Fue amor a
primera vista.
Desde entonces ella lo lavaba todas las
mañanas con detergente para ropa
delicada y lo colgaba bien estirado sobre
una silla cerca de la estufa para que se
secara. Cuando llegaba la noche hacían
el amor hasta la extenuación y él
quedaba arrugado como una pasa tras
penetrar sin descanso la carnalidad de su
enamorada.
Fueron felices, entre amaneceres
perfumados de suavizante floral y
madrugadas de lujuria hidalga, hasta que
un día el caballero fantasma, tras esperar
impaciente su baño diario, descubrió a
Elisa gimiendo mientras dormía, con el
cubrecama enrollado libidinosamente
sobre el cuerpo desnudo. De nada
sirvieron las explicaciones de la
sorprendida amada. El hidalgo retó en
duelo mortal a la traidora sábana blanca
que resultó ser el espectro de Iñigo de
Mora y Villegas, conocido mancillador de
honras ajenas.




La espera                          (Mª Isabel Machín García)

                                             Nada más existió para ella desde aquel día, ni los niños que jugaban a su
                                             alrededor escondiéndose tras ella como si solo se tratara de una parte más
                                             del mobiliario urbano de la estación, ni aquel caballero que, quitándose el
                                             sombrero, se hizo a un lado amablemente al percibir en su mirada el
                                             desgarrador vacío de tan infructuosa espera, ni el flash del fotógrafo que
                                             una vez más captaba su desolación. Se habían derramado ríos de tinta
                                             sobre su caso: “La novia loca que aún espera todos los días al soldado
                                             Javier Olmedo en el tren de las seis; nunca aceptó el fatídico día de su
                                             regreso en aquél oscuro cajón, cubierto por una bandera, que los soldados
                                             bajaron con solemnidad del vagón de carga”. Tampoco supo nunca en qué
                                             momento dejó de sentir dolor para convertirse en la estatua de bronce que
                                             hoy adornaba la estación.
                                             Al terminar su artículo Mauricio Contreras se acercó a contemplarla de
                                             nuevo y como siempre le embargó la ternura, le parecía tan real su
                                             desamparo que en un impulso irracional se quitó la chaqueta y cubrió con
                                             ella sus hombros desnudos.

                                                                                                                           7
La espalda sin pared
            (Carlos Díaz González)

    Tiene ojeras en los brazos y un
    horizonte sin ojos. Y una espalda
    sin pared.
    Ayer logró entender todo el
    mundo, cabalgó sobre él y lo
    arrodilló usando su radiante
    poder al servicio de la eternidad.
    Hoy sólo le queda el humo en la
    garganta del fuego de ayer, las
    sombras en la piel y el peso de la
    soledad. Hoy no entiende ni
    siquiera a sus manos
    temblorosas, a los que pasan de
    largo, al silencio de la papelina
    vacía.
    No sabe si tiene los ojos
    cerrados o si ya ha vuelto a
    morir otro rato.

8
Se busca
                                                                                       (Miguel Ángel Díaz Fuentes)

                  Los hombrecillos
                                  (Marcos Alonso)



Dicen que los grandes seres que             una especie de jugo verdoso muy
gobiernan el mundo, a veces, se             espeso con babosas flemas
reúnen en secreto en algún lugar del        ensangrentadas.
espeso bosque. Llegan desconfiados y        El lugar se vuelve fangoso e
temerosos de que los descubran,             irrespirable. Es entonces cuando,
recelando de los otros, mostrándose         precipitadamente, salen exhaustos y
hostiles y agresivos, como si tuvieran      jadeantes de allí, con sus estómagos
miedo. Cuando rebasan la puerta
principal, se quitan sus pieles y se
descubren, para luego salir del interior                                            Es inútil. La he perdido. Por más que
de sus titánicos cuerpos unos                                                       quiera que vuelva, tengo la
miserables hombrecillos desnudos,                                                   sensación de que se ha ido y dudo
temblorosos y asustadizos, de grandes                                               mucho que algún día me deje volver
ojos que sobresalen de sus pálidos                                                  a disfrutar de su compañía.
rostros enfermizos.                                                                 Habíamos llegado a un estado de
Ya en el interior de la humilde casita de                                           entendimiento total: estaba cuando
madera, bajan por una larga rampa,                                                  la necesitaba, o al menos la mayoría
moviéndose torpemente, chocando                                                     de las veces, discreta con mi
unos contra los otros y emitiendo                                                   mediocridad y comprensiva con mis
pequeños gruñidos, como si fueran                                                   errores. Destacaba mucho más
una manada de ratas desorientadas.          vacíos, y, tras ponerse sus enormes     durante mis largos periodos de
En la oscuridad, el silencio parece         disfraces, se mueven entre ellos        silencio, poseyendo la extraña virtud
adormecerlos hasta que se oye la débil      violentamente, como si estuviesen       de aparecer en el momento más
voz de uno de ellos, que inicia una         bailando una danza guerrera, mientras   inesperado, aunque con frecuencia
especie de plegaria que repiten los         que, a modo de lamentos emiten,         lo hacía de noche, cuando la casa
demás intermitentemente, provocando         abriendo exageradamente sus fauces      se apagaba y el mundo a mi
un murmullo que se vuelve                   voraces, unos rugidos atronadores       alrededor dormía. Era entonces
ensordecedor a medida que rezan             que se extiende por todo el planeta,    cuando le gustaba susurrar en mi
cada vez más rápido, casi gritando, a la    tras lo cual comienzan a correr en      oído, alterando mis pensamientos
vez que despiden un olor nauseabundo        todas las direcciones, dispuestos a     con el simple roce de sus palabras.
que ilumina todo el espacio, hasta que,     devorar el mundo y saciar nuevamente    Han pasado unas cuantas semanas
casi al unísono, comienzan a vomitar        su codicia desmedida.                   y sigo sin tener noticias de ella. Me
                                                                                    consta que tiene mucho trabajo,
                                                                                    pero yo siempre soñé con poseerla
                                                                                    para mí solo. Ahora comprendo lo

                                                                 24      H. de,
                                                                                    ingenuo que he sido, intentando
                                                                                    retener agua que se me filtraba entre
                                                                                    los dedos…
                                                    música, literatura y palabra
                                                                                    Se ha ido. La inspiración para
                                                                                    escribir se me ha escapado y ni tan
                                                                                    siquiera ha dejado una nota de
                                                                                    despedida; me quedan sus poco
                                                                                    agraciadas hermanas gemelas, Falta
                                                                                    de ideas y Ausencia de imaginación,
                                                                                    como únicas acompañantes en esta
                                                                                    nueva etapa que ahora comienza.
                                                                                    Trataré de buscarla y, cuando la
                                                                                    encuentre de nuevo, prometo que
                                                                                    todos se enterarán de su vuelta.
                                              www.laesferacultural.com              Porque siento que nunca tendría que
                                                                                    haberse escapado.


                                                                                                                        9
Erótica II
                                                    (Isolda Wagner)

Él leía sin demasiado interés. Ella, con   profundo, con calma, como solían,
las piernas cruzadas en el otro            paladeando cada milímetro de sus
extremo del sofá, le daba una última       bocas impregnadas de sí mismos, no
vuelta al crucigrama, aún a sabiendas      habría vuelta atrás. Y si algo
de que no lo terminaría. Tal era su        apreciaban, era la lentitud de
complicidad, que aunque nada parecía       movimientos para alargar el placer
alterar el ambiente, como por arte de      tanto como fuera posible. El deseo iba
magia, de pronto les                                           creciendo en
inundaba el deseo. Tan sólo                                    proporción a las
era preciso un ligero                                          caricias que se
movimiento de uno de los                                       regalaban. Se
dos. En este caso, fue ella                                    servían de algo tan
quien se subió levemente la                                    delicado como la
camisola, lo suficiente para                                   lengua para
dejar al descubierto la ropa
interior sin quitarle la mirada
de encima, directa a sus ojos.
                                                               degustar sabores y
                                                               t e x t u r a s
                                                                                          Reflejos
                                                               inundando todo de          (Enrique Trenado Pardo)
No tenía más que dejar caer                                    saliva y sorbiendo
la mano sobre el pubis, como                                   cuanto emanase
con descuido, para que él se               de ambos, hasta sentirse ebrios de         Hace ya un tiempo que empecé a
encendiera al instante. Le encantaba       tanto efluvio. A estas alturas, rodando    anotar todo lo que Clareta decía
mirarla en esa actitud y ella deseaba      ya sobre la alfombra, sabían cercana       mientras dormía. Nunca se lo dije,
que él actuara de igual manera. Así        la explosión final, pero conocían con      porque no quería que sintiera
hacían y, mientras peleaban con            precisión el instante en el que bajar de   violentados y vulnerados su
ambas prendas hasta deshacerse de          ese estado de excitación sublime.          intimidad y su descanso. Pero,
ellas, las manos se confundían y           Después de tantas delicias, él sugirió,    después de escucharla varios días
alternaban entre el propio sexo y el       -¿Te parece que preparemos la cena?        conversar con su propio
contrario. Los labios se acercaban, sin    -Nos vendrá bien reponer fuerzas.          subconsciente, se me ocurrió, para
encontrarse. Este juego siempre les        Lo mejor estaba por venir, la noche        combatir el molesto hecho de no
atrajo. Si llegaran a besarse en lo más    prometía ser larga.                        poder dormir durante la noche,
                                                                                      volverme su cronista silencioso,
                                                                                      sin otro fin que la curiosidad sana
                                                                                      y quemar el tiempo ocioso.
                                                                                      Hablaba de todo y de nada a la
                                                                                      vez. A veces simplemente tomaba
                                                                                      retazos sueltos de ideas difusas
     Instante                              El corazón calé martilla
                                                                                      que no parecían conducir a
                                                                                      ninguna parte. A veces,
                                                                                      simplemente, no parecían de ella.
     (Miguel Ángel Brito)                  su pecho de amante                         Como si alguien las hubiera
                                           mancillado tras acabar                     soltado ahí y su propia mente las
                                           en un instante, de dos                     rechazara y las expulsara.
                                                                                      Un día, cuando la costumbre me
                                           zarpazos ciegos, con la                    permitió discernir mejor, descubrí
                                           amistad traicionada y el                   que Clareta recitaba casi a la
                                           amor sentido. Ahora en                     perfección uno de mis sueños, que
                                           su cabeza solo queda un                    ese día pude recordar, para variar,
                                           grito sordo y el vacío                     con claridad.
                                                                                      Descubrí que Clareta, mientras yo
                                           eterno teñido de carmín.                   dormía durante el día, anotaba mis
                                                                                      sueños, y ya no supe ni he sabido
                                                                                      distinguir, en adelante, cuáles son
                                                                                      míos y cuáles son de ella.


10
Cansancio y soledad                      que se fuga. Se cruzarán vestidos,           Las amo. Son mías
                                          perfumados, pero su paladar no sabrá                 (Francisco Concepción)
          (Amando Carabias)               a beso, sino a café y tostada, y no
                                          tendrán caricias como salvoconducto            — ¡Que llueva, que llueva…!
Llegó desnudo al lecho, después de        para el día, sino el vuelo indolente de        Jajaja… Así crié a la primera. Así
haber cenado su cansancio, envuelto       un balón y el llanto indescifrable de la
en ensalada y en tortilla, acaso          infancia. Durante varias horas, el lugar       edifiqué su mundo. No existía
distraído por el vuelo de un balón        será trono de olvido, almacén de               otro.
indolente y caprichoso. Llegó             silencios compartidos. De nuevo él             — ¡Tengo miedo! ¡¡Ahhhh!!… De
desnuda al lecho, después de haber        llegará desnudo al lecho después de            esa forma me suplicaba, lloraba.
cenado soledad envuelta en ensalada       haber cenado su cansancio envuelto             Así me comporté con la segunda.
y en tortilla, acaso distraída por el     en un puré y en pescadilla, acaso              Así tinté su existencia. Así esbocé
llanto de la angustia infantil            distraído por la historia de un crimen         el mundo que le inventé. Su
incomprensible. Y el lecho compartido     imposible y farragoso. De nuevo ella           universo, para ella tampoco
fue, como cada noche, dos murallas        entrará desnuda al lecho, después de           existía otro.
de pieles silenciosas tejidas de          haber cenado soledad envuelta en un
cansancio y soledad, dos murallas         puré y en pescadilla, acaso distraída          Las quería de igual manera, de
ajenas y enfrentadas, dos murallas        por el sueño de la infancia feliz e            forma infinita. Pero la vida tiene un
dispuestas a olvidar que un día fueron    incomprensible. Y como cada noche              componente de suerte. A una le
único castillo donde la madrugada era     será el lecho dos murallas de pieles           tocó el blanco y a la otra el negro.
una fiesta de luces y caricias                                                           Lo siento mis niñas, mis
                                          silenciosas tejidas de cansancio y
                                                                                         amores…Es la vida, yo no tengo la
estruendosas, como mil carcajadas         soledad, dos murallas ajenas y
                                                                                         culpa.
en la piel. Cuando al amanecer,           enfrentadas, dos murallas dispuestas
regresen los vigías a la almena, y las    a olvidar que un día fueron único              Cuando ambas supieron de la
pupilas alcen sus portones, él se         castillo donde la madrugada era una            existencia una de la otra, todo se
levantará cansado y triste, a ella la     fiesta de luces y caricias                     desmoronó. Ser un Dios
soledad le cubrirá los pasos              estruendosas, como mil carcajadas en           irresponsable hace que te derrumbes
presurosos, engarzados al tiempo          la piel.                                       cuando dejas de serlo. ¿Por qué les
                                                                                         tocó a ustedes? ¿Y a mí?




 La cena                                 S e ampara en el camuflaje que
                                 presta una noche de luna nueva, sigiloso…,
                                                                                días y el compinche de tonalidades
                                                                                llamativas observa aquel felpudo rabo
                                 envanecido a pulmón lleno, entra a la granja   puntiagudo ya inmóvil y, con su garra, le
         (Garla Kat)             pasando obstáculos con añadida destreza.       requiere al otro: “Anda tú y chequea que ya
                                 Consigue, entre el fosco ramaje, llegar        esté frío”. El minino de color negro, disiente
                                 cerca del granero y husmea lo que puede.       asustado con la cabeza “que él no irá”.
                                 Untado en la confianza del descuido,           Entonces, el de las coquetas coberteras se
                                 prueba el tóxico alimento que el granjero      aproxima en un revoloteo y aterriza sobre el
                                 había regado temprano en el lugar y, al        inerte moteado de dos metros de longitud, y
                                 rebasar el tejadillo, involuntariamente        emprende a picotear esa tibia y lustrosa
                                 comienza a restregarse violentamente           masa manchada de rosetas. Con su
                                 contra el verde césped y en esa oscuridad      inocente canto nocturno, llama a su
                                 detrás de la verja del granero; cuatro ojos    compañero al festín: “¡Acércate a la cena…,
                                 impacientes prestan atención a esas            gato cobarde!”.
                                 convulsiones; ¡cómo se revuelca ese
                                 cuerpo sobre el suelo!… su alma
                                 mansamente pierde el vuelo para
                                 perecer en la tierra. Los
                                 dos especímenes
                                 escondidos saborean
                                 lo que podría ser un
                                 banquete de varios




                                                                                                                                 11
Ídolos de plata
                   (Patricia Nasello)

Está bajo el sol de la tarde, pisando con sus zapatos
gastados la misma arena que en otras épocas estuvo
bajo treinta metros de agua. Enciende un cigarrillo y
trata de concentrar la mirada en ese círculo de llamas
pequeño para no ver el otro, el que brilla enorme en el
cielo, el que lo sofoca de calor y le hace doler la
cabeza y ya lo tiene harto. Maldice el lago que no está,
el arroyo al que ha quedado reducido, la sequía.
De pronto una sombra lo cubre.
Observa por encima de su hombro y ve que a sus
espaldas, en absoluto silencio, acaba de encallar un
barco de vela, muy antiguo, sin tripulantes.
Siente que su corazón se desplaza generando otros
corazones que laten en las sienes, en la garganta, en
las piernas. Siente que el corazón de las piernas le
está fallando, teme caer sobre la arena ardiente.
Desesperado por encontrar un punto de apoyo gira,             pero es una belleza agresiva, que lo descoloca y logra
recuesta la frente sobre el cuerpo del barco que huele        que ahora él se adivine más feo que hace un rato
a sal. El olor lo descompone, lo ofende, porque es olor       cuando el intruso no estaba, logra que se sepa más
a mar, porque esa arena resquebrajada que está                imbécil. Continúa mirándolo fijo, quizá se trate de un
pisando con sus zapatos gastados, jamás conoció el            galeón español, quizá aún conserve su carga de ídolos
mar. Y él tampoco. Ni le importa. Recuerda que cuando         de plata robados.
aquel profesor maniático de historia hablaba de las           Un hilo de baba se escurre por sus labios, agua salada
grandes batallas marinas o de los ciclones que hacían         que apenas toca el suelo, desaparece.
naufragar las naves, él jamás atendió.                        —Si un animal mediocre se enfrenta al fantasma de un
—¿Por qué no estudia?                                         animal espléndido, ¿quién ganaría la pelea? —se
—Porque el mar está lejos, es de otra gente.                  pregunta en voz alta.
El barco trae a su memoria desavenencias que había            Desde el centro de su vientre, donde siente latir al más
olvidado.                                                     alocado de sus corazones, saca la fuerza que necesita
Retrocede algunos pasos, lo mira como se mira a un            y con un movimiento torpe, arroja su cigarrillo aún
ser peligroso. Reconoce que sus líneas tienen belleza         encendido contra el velamen del fantasma.




               La edad de los árboles
                                (Manuel Espada)


     D
             icen que se puede conocer la edad de un árbol contando las anillas
             concéntricas del tronco. El árbol que había sobre la tumba de mi
             padre tenía mi edad. Mi madre lo plantó cuando yo vine al mundo,
     justo el mismo año en el que mi padre murió en un accidente de tráfico. La
     visión de aquel manzano en la finca me perturbaba. Era como contemplar
     un árbol genealógico a la inversa, como una esquela de hojas caducas.
     Cuando cumplí los dieciocho años cogí el hacha y lo talé en finas láminas
     redondas como vinilos. Coloqué una al azar en el tocadiscos. Para mi
     sorpresa, el tronco tenía diecinueve anillas concéntricas. En el primer
     surco pude escuchar las promesas de mi padre y los llantos de mi madre.
     Cuando la aguja saltó al segundo surco escuché un sonido seco, como de
     crujir de huesos. Un leve quejido y el sonido de una azada removiendo la
     tierra. En el resto de anillas se escuchaba el sonido de los grillos y las
     plegarias de mi madre. Dicen que se puede conocer la edad de un árbol
     contando las anillas concéntricas del tronco, aunque para poder verlas,
     hay que cortarlo.



12
S
       egún me acerco al pozo hago           asegurarme el éxito. Unos instantes
       tintinear la bolsa del dinero, para   después la cuerda se tensa y comienzo
       advertirles de mi presencia. Ellos    el ascenso, tirando suavemente de la
se revuelven inquietos y comienzan a         soga. La polea chirría y hace tambalear
chapotear ansiosos. Con un movimiento        el recipiente metálico, pero no derramo
ágil retiro la losa que cubre el agujero y   una gota. La intensa luz dorada que
lanzo a las profundidades un par de          mana del cubo me indica que he
piezas de oro. La violenta lucha             atrapado un buen ejemplar, así que tapo
subacuática que se produce a                 la abertura rápidamente con un trozo de
continuación me indica que son muchos        madera para evitar su fuga. Sin tiempo
ahí abajo por lo que no tendré problemas     que perder me dirijo de nuevo al lecho de
en atrapar alguno. No obstante, antes de     mi padre moribundo, transportando a mi
bajar el cubo, introduzco una moneda en      presa con sumo cuidado; fuera del agua
su interior a modo de cebo, para             los deseos no son tan fáciles de atrapar.


                                                                                         13
Eterno souvenir
                                                                                     (Ángeles Sánchez Portero)




     Treinta y tres caricias
                     (Teresa Giráldez)
     No abriría los ojos.
     No. No los abriría. No quería sentir la fría luz sobre


                                                              S
     su cama. No permitiría que el reflejo verde la                  alí de la pirámide de Keops, y volví a encontrarme
     invadiera.                                                      con aquel misterioso vendedor que continuaba
     Con los ojos cerrados, veía el mar azul en el paseo             asido a su camello.
     de San Telmo. El sol limpiaba la blanca pared de
     su terraza, mientras el aire fresco de El Puerto         Tras el lúgubre velo, que la oscuridad había colocado en
     acariciaba su piel, con olor a geranio y a canela.       mis ojos, pude adivinar su presencia. Había algo de
     El dolor la hizo volver. Pero no abriría los ojos, no.   enigma en el contorno de su mirada, como si aquellas
     Había evitado ese lugar durante noventa y seis
     maravillosos años. No podía verse así, en una            líneas de kohol negro separaran dos épocas remotas e
     cama que no era su cama, en ese aséptico cuarto          irreconciliables. Sumida en una especie de magnetismo,
     que no era su casa.                                      me dirigí hacia su puesto, seducida como una serpiente
     Y fue entonces, entre su ira oscura, cuando la           bien amaestrada. Le ofrecí todo lo que llevaba, unas
     sintió: una caricia en su mano, suave, cálida,           pocas piastras que iba a llevarme como recuerdo del
     cariñosa. ¿Cuál de ellos sería? Cinco hijos y sus        viaje a Egipto. A cambio me ofreció una esfinge, algo
     esposos, ya sus hijos también, nueve nietos,que          cuarteada pero igualmente impasible. Al llegar al hotel, la
     se habían hecho dieciocho, y sus ocho
                                                              coloqué en la maleta, mientras me reprochaba su compra
     queridísimos biznietos... Abrió los ojos.¿Quién
     estaba ahí? No veía bien.                                y decidía que, dada su condición de tullida, tendría que
     —¿Quién eres? —preguntó.                                 quedármela para mí y colocarla en la estantería de
     —Somos todos, abuela —oyó, y lo sintió fuerte en         artilugios desencantados.
     su mano—, todos.
     La ira había desaparecido. Cerró lentamente los          Ya en casa, deshice la maleta y la saqué de su envoltorio,
     ojos, y una tímida sonrisa venció al miedo y al          no sin cierto desagrado. La coloqué en el lugar menos
     dolor. Oía el mar en El Puerto y las risas de sus        visible de la estantería, y traté de olvidarme de ella, de
     niños bañándose en el espolón del muelle...              sus grietas, de su halo de eterna déspota, de su altivez
     guardó la caricia en su corazón, mientras sentía         mutilada. Pero no lo conseguí. Día tras día y por más que
     que su alma se dividía en treinta y tres partes que
                                                              barriera y barriera, mis pies iban dejando un reguero de
     volaban para instalarse en los que se quedaban,
     alojándose en lo mas profundo, donde las lágrimas        huellas en la arena del salón de mi casa.
     no pudieran alcanzar.


14
confuso, casi críptico, como
         Arcoiris                                forzándome a no claudicar, a
                                                 continuar mirando hacia arriba, hacia
           (Ángeles Jiménez)                     el cielo, a la luz blanda de un nuevo
                                                 día rebosante.
El arcoiris se desplegó doble justo              Volví a mirar en el momento justo en
enfrente de mi ventana, pretendiendo             que el cielo estalló en calambres que   ¿Te gusta escribir?
colorear un día definitivamente gris             aliviaron la pesadez de un chaparrón
a m a ti s ta , c l a v a d o e n e l m a r      contenido. Agua escandalosa que
amoratado engañosamente malva,                   chapoteaba los cristales, las
falsamente calmo en la oscuridad                 hortensias, los rosales, las uvas del
desdibujada que no acababa de                    parral. Que corría sobrada a
consentir la mañana. Se me antojó                desaguarse pendiente abajo.
una visión descarada, burlona de mis             Bulliciosa, exuberante, sabrosa.
tristes angustias que habían                     Agua sobre agua para mojar lo ya
despuntado el día recargadas. Una                empapado.
ironía de colores fanfarrones. Pero              La energía desatada al viento se me
consiguió clavarme a contemplarlo en             ovilló al cuerpo para sacudirme de
su quehacer magnético, hasta                     dentro a afuera. Me zarandeó los
profético. Me obcequé en leer entre              pensamientos hasta que pude
líneas, entre tonos y matices. No                reubicarlos. Cortó el círculo viscoso
entendí nada, no conocía su lenguaje,            de gris en gris para que del negro se
no sabía leer entre colores. El gris me          fueran destilando colores
empastaba el alma.                               inexistentes por no nombrados.
Cerré la ventana para ocuparme sola              Tonos irisados de matices nunca
en coser mis roturas, pero la cortina            antes pronunciados, completamente
trasparentaba y adivinaba los arcos              imprevistos, maravillosamente
multicolores del otro lado, como si              improvisados. Y amaneció, que no
quisieran mostrarme algo para mí                 fue poco.




               Servicio de limpieza
                                    (Ana Joyanes)

                                              Me obligo a limpiar la sangre.
                                              Cristales, paredes, las rendijas del
                                              entarimado, las salpicaduras en la
                                              tapicería. Desecho cualquier
                                              adorno que haya quedado
                                              contaminado, me deshago de
                                              cepillos, estropajos y baldes,
                                              refresco la habitación con
                                              ambientadores caros. Soy
                                              cuidadoso, no debe quedar rastro
                                              de mi tarea, pero mentiría si dijera
                                              que no confío en nadie: con los                www.laesferacultural.com
                                              honorarios que cargo bien podría
                                              encargar la limpieza a especialistas
                                              que saben hacer su trabajo y
                                              mantener la boca cerrada. En
                                              cambio, limpio sus restos y borro
                                              así su recuerdo, sus miradas
                                              sorprendidas o espantadas, el olor
                                              de su miedo. Me ayuda a recordar
                                              que un día puede ser mi sangre la
                                              que otro limpie.



                                                                                                                        15
Desperté                (José Francisco Díaz-Salado)


               Abrí lentamente los ojos. En la penumbra, aún
                somnoliento, comencé a pensar. Tirabuzones
                 entrelazados que mi mente iba deshaciendo fluían con
                   una claridad increíble.
                     Pude ver en un instante tantas cosas claras, que
                       llegué a creer que ese día algo había pasado en
                          mi interior. ¿Dónde exactamente? ¿En mi
                           cerebro? ¿En mi corazón? ¿En mis
                             entrañas?
                              A modo de fotogramas pasaron ante mí
                               muchos años de mi vida. Años en los que
                               todos y cada uno de mis actos, de mis
                               decisiones, fueron aceptadas por mí
                               como lógicas, como acertadas.
                               Ahora no sé por qué motivo no lo entendía
                               así. Comprendí que puse un parche a
                               cada pinchazo en mi piel por el que se me
                               escapaba la razón, el sentido común y la
                                                                                 Minifalda
                               credibilidad.                                   (Alberto García Salido)
                              En mí mismo no cabía todo lo hecho, todo
                              lo decidido, todo lo realizado.              La gente no sabe que sin piernas
                              Entonces… serenamente… con infinita y        no hay minifalda. Y María camina,
                              dolorosa claridad lo sentí profunda e        todas las estaciones del año, con
                             intensamente…                                 las piernas desnudas como una
                            ¡Había despertado mi conciencia!               amenaza. No importa, no hay
                                                                           vergüenza. Sacrifica estética y
                                                                           sacrifica salud. María sacrifica,
                                                                           con esas dos palabras ya tienes
                                                                           su lema. Disputa las baldosas
                                                                           con cada paso. No hay pie a su
     Radiografía                            (Yolanda Nava Miguélez)
                                                                           lado que le haga competencia. En
                                                                           el barrio la oyen venir y los viejos,
              de un instante                                               los aburridos, los tenderos y
                                                                           hasta las mujeres bajo las gafas
                                      Te observo así: con la
          )                                                                de sol la miran pasar. Ahí va
                                      clandestinidad como aliada.
                                                                           María con su minifalda en verano.
                                      Tus manos escarban la tierra
                                                                           Ahí va con su falda de menos de
                                      del jardín mientras tu boca
                                                                           cuarenta centímetros, atrapada
                                      tararea una canción. Apartas un
                                                                           entre copos de nieve que le
                                      mechón de pelo que cae -
                                                                           hacen adorno. La gente abre la
                                      rebelde-, sobre tu frente. Lo
                                                                           boca, una "O" mayúscula entre
                                      apartas con un gesto mil veces
                                                                           labios, los hombres sacuden las
                                      repetido y mil veces fascinante
                                                                           manos como para que la sangre
                                      y nuevo, para mí. Tu feminidad
                                                                           no se agote toda en el mismo
                                      aflora en ese vuelo fugaz de tus
                                                                           sitio. Ella, como una pantera, va
                                      dedos a tu pelo y se queda
                                                                           calle arriba y calle abajo haciendo
                                      prendida en mi embeleso.
                                                                           una jaula de envidias alrededor.
                                      Tus manos -rugosas y
                                                                           María no tirita de frío ni siente que
                                      delgadas-, aún atesoran la
                                                                           llueve cuando las gotas protestan
                                      suavidad conque todo lo han
                                                                           sobre el paraguas. A ella le da
                                      tocado; tus ojos, ahora más
                                                                           igual y abre el armario todas las
                                      apagados y acuosos, cuando
                                                                           mañanas para rescatar otro
                                      me sorprenden mirándote
                                                                           pedazo de tela, casi un cinturón,
                                      –como ahora, furtivo- se
                                                                           que le cubra los muslos hasta
                                      iluminan y ríen juguetones,
                                                                           donde tiene los cortes. Se peina,
                                      llenándome de rubor, como el
                                                                           se pinta y coge los bártulos. Las
                                      primer día que te vi.
                                                                           piernas le rozan un poco antes de
                                                                           entrar en el muñón.
16
Corrígeme si me equivoco
             (Inma Vinuesa)



 S     alí del zaguán, la luz del sol me
       daba directamente en los ojos,
       dejaba atrás un reguero de
 incertidumbre, intentaba averiguar la
 razón de tu desprecio.
 Mis pasos marcaban el ritmo de la
 angustia, sabía que no iba a volver a
 ver esos labios sensuales dibujando
 susurros en mi memoria.
 Intuir una explicación que borrara ese
 portazo, el sonido más afilado de
 aquellos momentos.
 Frenesí, con furia y sin lógica. Terca
 locura. Delirios de pasión.
 Primero desenfreno en tus mordidas,
 dedos que clavaban excitación en mi
                                                                  La actriz
 carne, inquietante danza de deseos,
 indescriptible contorno en tus curvas, el
                                                            con ínfulas de mujer
 recuerdo del ardor que nos unía.                                      (Fernando Villena Barba)
 Después el dolor, el desgarro de                         Ella simulaba sus enfados para que él se preocupara.
 perderte, la ansiedad de tu indiferencia.                Él no se preocupaba porque sabía que los simulaba.
 Esa duda despojó tu sombra de mi                         Él se enfadaba de verdad porque no le gustaba que
 cuerpo, consiguió arrancar violencia de
                                                          ella le engañara con falsos enfados.
 mi alma, desvaneciendo el único aliento
                                                          Ella se enfadaba de verdad porque todo le había
 que nos ligaba.
                                                          salido mal.


                                                                                 Sagrada geometría
Aguardando                                   Le pesaban tanto los años              de la suerte
  (Xavier Blanco)                   que había olvidado su edad. Se                    (Ana Joyanes Romo)
                                    miraba en el espejo: su cara              No miraba a los ojos de sus
                                    marcada, estampada de                     contrincantes. No le interesaban.
                                    penalidades, su piel tatuada de           Solo sus manos, las cartas que
                                    arrugas. Esos ojos tristes, afligidos,    lanzaban sobre el tapete. Nada en
                                    dolientes. No se reconocía. Sólo un       sus miradas podía competir con la
                                    ser humano decrépito, envejecido,         magia de los números que bailaban
                                    apolillado, carcomido por el paso del     en los naipes, ni sus gestos
                                    tiempo, por los años, por las penas,      contenidos e impenetrables, ni sus
                                    por la supervivencia.                     miradas de admiración o de respeto,
                                    Intentó dibujar una sonrisa en ese        ni las de frustración cada vez que
                                    espejo enmohecido, pero el reflejo        dominaba la partida.
                                    no se dejó engañar. Una línea             Acariciaba las cartas con unción, las
                                    cóncava, tenue, dispersa, adornó su       barajaba como quien recita un
                                    fisonomía. Sólo un nuevo día en el        mantra. Secretas reglas del azar, aún
                                    calendario. Hacía semanas que             por descubrir, historias de guerra y
                                    esperaba, siempre tuvo un sexto           amor, siempre cambiantes; fichas
                                    sentido para las cosas de la vida.        como oro, desparramadas ante sí, su
                                    Se dejó caer en la silla,                 vida arrojada en los cúmulos de
                                    descorazonada, abatida. El cielo era      naipes descartados.
                                    azul, la brisa de la mañana               Había dejado que todo se le
                                    agasajaba su rostro.                      escurriera entre lances de cartas,
                                    Cerró los ojos, obstruyó su mente,        atrapado por la sagrada geometría de
                                    disponiéndose para el aguardo. La         la suerte.
                                    muerte es así de caprichosa, nunca        Tal vez era posible otra vida. Tal vez.
                                    viene cuando se le espera.                La reina de picas se deslizó entre sus
                                                                              dedos, la magia se materializó. De
                                                                              nuevo.


                                                                                                                        17
Una vez al año
                                (Ana Joyanes Romo)
                                                                    Correo
A
      l fin llegó el momento que llevaban esperando todo
      el año.
                                                                       (Inma Lía)
Ya anochecía y los niños se sentían más y más excitados
por lo que iban a vivir esa noche.
—¡Para quieto, que no me dejas extenderte bien el
maquillaje!

                                                               M
                                                                        anuel ha recibido una carta de Ana desde
—¡Pero si ya está bien! —protestaba el pequeño— ¡Yo
                                                                        México. Ha sonreído mientras intentaba abrir el
quiero salir ya!
                                                                        correo electrónico como si se tratara de un sobre.
—Mami, ¿tengo bastantes ojeras? ¿Me pongo más verde
                                                               No se acostumbra al frío de los emails, no sentir el tacto
aquí, para que parezca pus? —interrumpía el otro.
                                                               de la comunicación, el papel deslizándose sobre los
La madre lo miró de reojo y asintió, mientras añadía un
                                                               dedos, el olor casi imperceptible de la persona que te
poco más de blanco a la cara espectral del otro niño.
                                                               escribe. Los emails le parecen pequeñas cubiteras que
—Un perfecto muerto viviente —aseveró—. Ya te puedes
                                                               retienen las palabras de forma aséptica, como si éstas
poner los harapos. ¿Vais a buscar a vuestra amiga Lina?
                                                               estuvieran envasadas al vacío. Ha abierto la carta y leído
Seguro que os lo pasáis muy bien… Coge la bolsa para
                                                               su contenido como si lo hubieran escrito con tinta de
las chucherías, que tu hermano ya casi está… Y cuidado
                                                               bolígrafo, lentamente la sonrisa ha ido huyendo de su
dónde os metéis. No seáis impertinentes y no os separéis
                                                               rostro, difuminada casi por completo bajo coordenadas de
y…
                                                               melancolía y sal. Hacía años que no sabía nada de Ana y
—¡Que sí, mamá! —exclamaron, al unísono.
                                                               su pequeña bolsita de sueños-esmeralda, demasiados
Cuando llegaron al punto de reunión, tuvieron que
                                                               años, y ella aún le hablaba de aquel océano cansado y
esforzarse por reconocerla entre tanto vampiro, fantasma,
                                                               del viejo faro al que solía acudir cuando notaba el tirón de
hombre lobo y descabezado como había. La puerta del
                                                               la ausencia. Al finalizar ha doblado la carta sobre la
cementerio bullía con los seres que se apiñaban, como
                                                               pantalla, cuatro dobleces de papel, dos de sobre y una en
cada año, inquietos y ávidos por salir de sus confines.
                                                               el corazón.
Una mano palidísima los saludó entre la multitud. Los
niños se acercaron apretando el paso, empujando a un
par de zombies y a un gigante deforme que se
interponían en su camino.
—¡Lina! ¡Draculina! —gritó Adalberto— ¡Vamos, que se
nos hace tarde!
                                                                         Atormentado
                                                                              (Nicolás Jarque Alegre)
La niña llegó hasta ellos y se giró con un revoleo de capa,
negra y carmesí. Al sonreír mostró su perfecta dentadura


                                                               L
                                                                     e perseguían mortificando su existencia. Cualquier
de vampiro.
                                                                     intento por huir había resultado un fracaso. El
—¿Cómo estoy? Me gusta ponerme mi ropa, aunque sea
                                                                     cambio en el número de teléfono, de amigos, de
una vez al año.
                                                                     residencia, de nombre y de sexo de nada había
—Estás muy guapa —afirmó Juan—, pero también lo
                                                               servido. Desesperado intentó en alguna ocasión
estás vestida de “normal”.
                                                               traspasar el otro lado, dejarse llevar. Naufragar en el
 Un esqueleto pasó junto a ellos, con entrechocar de
                                                               océano, volar o dormir plácidamente, sin éxito. Intentos
huesos; un zombie agitó con una mano el brazo que se le
                                                                                             en vano. Siempre volvían.
había desprendido, a guisa de bandera, y gritó:
—¡Fiesta!
                                                                                            Me confiesa que ahora tiene
Los monstruos se apiñaron detrás de él, atravesaron el
                                                                                            un plan: ha conseguido un
arco que separaba el camposanto de la tierra de los vivos
                                                                                            billete de polizón en una
y lo siguieron, camino de la ciudad, entre risas y gruñidos.
                                                                                            nave espacial de la NASA,
Adalberto, Juan y Draculina se alejaron en otra dirección,
                                                                                            con el propósito de
correteando por las calles oscuras. Aporrearon los timbres
                                                                                            abandonarla una vez esté en
de cuantas casas encontraba, mostrando las bolsas al
                                                                                            orbita y arribar a la Luna. Si
grito de “¿Truco o trato?”.
                                                                                            aún así le encuentran,
Draculina reía y daba saltos y compartía sus regalos y
                                                                                            promete quemarse, esta vez
abrazos con Juan y Adalberto.
                                                                                            por fuera. Yo le escucho,
Ser una niña vampiro a veces es muy aburrido, teniendo
                                                                                            nada le digo, sólo tacho su
que aparentar que eres una humana pálida y enfermiza
                                                                                            nombre de mi lista de
que no puede salir a la calle.
                                                                                            pacientes. Él no sabe, no
Menos mal que hasta los monstruos tienen la suerte de
                                                                                            quiere entender, que sus
hacer amigos. Menos mal que una vez al año llega la
                                                                                            problemas siempre viajarán
noche de Halloween.
                                                                                            con él.


18
Sin mi
                                                                               (Isabel Mª González Verdugo)


                                                   Como tantas veces había hecho de niño, me escondí.
                                                   ¡Dani! Entonces lo hacía en aquel baúl de ropas viejas

     La tejedora                                   que conservaba el molde de mi cuerpecillo desde la
                                                   última vez. Desde allí oía mi nombre a gritos, ¡Daniel!, la
                                                   ira en los pasos que se acercaban al lugar de siempre,
                                                   los latidos de mi corazón que se había ido haciendo un
     de palabras                                   sitio en mi garganta, ¡Daniel Fernández!, mi llanto estéril
                                                   que nunca había podido evitar que él me arrancase de
                                                   allí entre gritos y golpes, como siempre. Luego llegaba el
             (Miguel Ángel Brito)                  alivio, cuando por fín acababa, y se iba, y me dejaba allí
                                                   en el suelo, abandonado entre el desorden de los trapos

E
       lla, la Tejedora de palabras, desenreda
       madejas de pensamientos. Sus                manchados de sangre, un feto encogido que nunca debió
       pensamientos son de colores. Colores        nacer para vivir así. Aquella mezcla pastosa de olores, a
desconocidos, inventados. Colores que se           naftalina, sangre, semen y alcohol; aquel sabor salado de
mezclan y superponen con transiciones y sin        mis mocos y mis lágrimas, tan inútiles como yo, nunca he
brusquedades, llenos de matices claros y           dejado de sentirlos incluso en situaciones como la de
oscuros que enriquecen las tramas, y regala a      hoy, sigo escondido con ellos en aquel baúl, cada vez
nuestros ojos bellas prendas que nos cobijan       más encogido, un feto grande al que apenas le queda un
en invierno y refrescan en verano.                 resquicio para empuñar un bolígrafo y sostener un
Muchas veces, al ver sus trazos, me pregunto       cuaderno entre sus manos de viejo.
                                                   — ¡Daniel Fernández!— salgo finalmente a recoger el
de dónde saca sus patrones de confección.
Cómo acierta con esos trajes de palabras           premio.
hechos a medida. Cómo sabe siempre                 Todos me miran y me aplauden, creyendo que estoy
escuchar la voz de los silencios y fijarse, a un   aquí, pero yo tampoco me quiero.
tiempo, en el matiz esencial de los ruidos del
hombre. Aún sigo sin saberlo... A buen seguro,
sus virtudes provengan de la divinidad de sus
pensamientos que ella maneja a su antojo,
acercándolos para ser tocados por unos pocos
elegidos para luego volverlos al refugio donde
crecen y engordan de las vivencias que los
alimentan.
Me siento afortunado de haber podido tocar
sus pensamientos y de conocerla. De conocer
a la Tejedora de palabras. De ver sus hábiles
manos ejecutoras de ideas y de oir su risa
abierta y envolvente. De sentir su mano amiga.
De verme en su mirada franca y de dejarme
mecer por el embrujo de frases hilvanadas por
el hilo de su voz.
Teje, amiga. Sigue tejiendo. Nunca dejes de
hacerlo.
¡Abríganos con tus palabras!



                                                                                                                 19
El coleccionista                 compartimentalizado. Las ideas
                                      deben mantenerse claras, frescas,
                                                                                  El coleccionista es riguroso.
                                                                                  El coleccionista de ideas saca su
        de ideas                      íntegras. Ante el peligro de una
                                      mezcla explosiva, que podría ser
                                                                                  libreta, que siempre lleva a mano.
                                                                                  Abre el abanico en su mente y
          (Teresa Giráldez)
                                      letal, el coleccionista se mueve            elige una idea, la más dulce, la
                                      despacio, habla poco y mira                 más preciada. Con cuidado, con

E       l coleccionista de ideas
        siempre está despierto,
        atento al paso efímero de
un pensamiento. No es impaciente.
No es caprichoso.
                                      intensamente. Hay quienes le                cariño, la transforma con su letra
                                                                                  impecable y la enreda en el papel
                                                                                  con la fuerza de un texto. Lo lee.
                                                                                  Lo pule. Lo deja descansar un día.
                                                                                  Es concienzudo.
El coleccionista de ideas no                                                      No puede esperar a ese momento,
desperdicia nada. Escudriña su                                                    ya cercano, en el que se reunirá
alrededor y, en cuanto la ve, no la                                               con sus amigos, otros
deja escapar. Puede surgir de                                                     coleccionistas de ideas. En
cualquier parte: alguien que pasa                                                 cualquier tasca, en torno a un
corriendo, un viejo enfadado, un                                                  buen vino, comparten sus libretas,
anuncio en la televisión, una                                                     con corazón y pensamiento.
noticia, una voz en la ventana.       toman por loco.                             El coleccionista de ideas mira al
Alcanza esa idea, la anuda con su     A menudo repasa, selecciona y               cielo y sonríe. Es, ante todo, un
imaginación desbordante y la          elimina las ideas que, ya por               romántico, y piensa que tiene
guarda con cuidado.                   viejas, ya por pobres, deben ser            suerte de vivir en este mundo. Un
El cerebro del coleccionista de       desechadas para hacer sitio a               mundo lleno, fundamentalmente,
ideas esta rigurosamente              otras nuevas. Es un proceso lento.          de ideas.




                                                                            Cuando despierte
     (Xavier Blanco)                                                             seguiré allí

                                              H        ace días que no escribo, borroneo pero no intuyo. Lo intento
                                                       sin desmayo. Miro, indago, pero no encuentro nada. No
                                                       soporto este pulso infame, esta lucha fratricida. ¿He
                                              perdido la imaginación en el sendero de las sombras? ¿Me habré
                                              enemistado con la fantasía? ¿Se expatriaron las quimeras? Me
                                              siento extraño, en otro cuerpo, en otra existencia. ¿Dónde están los
                                              delirios, las princesas, dónde los unicornios alados? Es tan difícil
                                              entender que han desaparecido las palabras, que han abdicado los
                                              fonemas, que las imágenes se han velado. Me percibo acorralado
                                              por mi propio espejismo, convertido en solitario náufrago de mis
                                              deseos. Los sueños ya no me sobrevuelan, no gorjean en mi nido,
                                              sólo resuenan graznidos que profetizan noches imperecederas. Tal
                                              vez ya no queden historias por fabular, ni cuentos que contar, quizás
                                              la ficción y la realidad son la misma cosa. Ahí fuera llueve nada,
                                              llueve miedo, llueve sangre. Transitar por el alambre, funambulista
                                              en el precipicio del fracaso, hecho trizas de ponerme a prueba, de
                                              este examen perpetuo, de perseguir descalzo, exhausto, el hedor
                                              del éxito, el olor de la suerte. Subsistir en el vórtice del desconcierto
                                              convertido en un ermitaño de ilusiones, desnudo, auscultando la
                                              luna gris garabateando la intemperie. Los ojos obstruidos y el
                                              abismo de la mirada indagando la línea del horizonte, que se escapa
                                              como un reloj que avanza desbocado. Tal vez ser el problema o sólo
                                              parte de la solución. Colegir que la vida algunas veces tiene razón:
                                              se derretirán las nieves, alboreará un nuevo día, se encenderán las
                                              pupilas apagadas, sanarán los sueños malheridos, regresarán las
                                              historias, las leyendas y los cuentos. Volver a ser un gigante.
                                              Cuando despierte seguiré allí.


20
Ojos líquidosdel náufrago
                                                  La botella(Ángeles Jiménez)
                                                                                          (Sandro Centurión)



   ¡La memoria
  de mis manos!
           (Corina Iglesias)




                                                                  Ojos líquidos de insondable mirar, de centelleos acuosos
                                                                  que invitan a explorar oscuridades ignotas. Ojos misteriosos
                                                                  que imantan voluntades atrayéndolas a sus profundidades
                                                                  abisales para sumergirse hipnóticas a buscar más abajo,
                                                                  más adentro. Ojos solitarios anhelantes de ser examinados,
                                                                  deseosos de iluminar y ser iluminados, ignorantes de su
                                                                  poder silencioso. Mirada fina, a veces afilada y otras
                                                                  sombría cuando se debate en las incertidumbres del

H
        abía logrado una buena
       marcha, y pasó él, en su                                   claroscuro. La luz que penetra todavía solo a medias por
       bicicleta de doble asiento. Hizo                           temor a que alumbre rincones en tinieblas, sin sospechar
unas piruetas de palomo enamorado y                               que la claridad volatilizará los miedos espectrales adheridos
se ofreció a llevarme.                                            al fondo de la caverna que empieza a agrietarse.
                                                                  Hacia arriba y hacia afuera el día resplandece exuberante,
-¿Hasta dónde?- Le pregunté                                       pletórico y fecundo, sobrado de la vida. La tentación es
                                                                  bidireccional: la mirada líquida pulsa por derramarse
                                                                  atravesando los muros represivos de la contención,
-Hasta el final- me respondió.
                                                                  incontenibles, ingobernables, descontrolados,
                                                                  desbordantes, exultantes.
Cierto día, sin más, me sacó la bicicleta
                                                                  Y la luz lo invadió todo, y no quedaron vampiros en el reino
y me dejó pedaleando en el aire.
                                                                  de los mortales, ni fantasmas diurnos, ni deseos reprimidos,
                                                                  ni príncipes ni princesas.
-¿Qué pasó?- pregunté                                             Ojos, miradas, amores líquidos, lo humano también es
                                                                  líquido, no sólido, sino líquido.
Nadie respondió.

Ahora, sólo lo encuentro en mis
recuerdos más gratos, pero mi razón,        La enferma                        (Isabel Martínez Barquero)
cargando la vergüenza de haber sido
seducida y abandonada en la
banquina, prefiere pensar que se trató                                                    Estaba tan enferma que acabó con toda
de una ilusión óptica.                                                                    su familia.
Yo sé que el cuerpo tiene su propia                                                       Uno a uno, cayeron todos en sus
memoria, por eso puedo tipear sin                                                         desvelos por cuidarla. Las largas noches
pensar el teclado, por eso pude andar                                                     de hospital y la atención constante a las
en su bicicleta después de casi 20 años                                                   súplicas de la impedida fulminaron
de no usar una, y por eso, algunas                                                        aquellas naturalezas fuertes.
                                                                                          Desolada, recuperó la salud para no
noches, antes de dormirme, mis                                                            marchitarse ante la vigilancia lánguida de
manos hacen una extraña danza,                                                            quienes, por sus oficios, no vibraban con
dibujando la silueta de otras manos                                                       el apasionamiento necesario que
invisibles.                                                                               requería su postración.
                                            La niña enferma, de Edvard Munc



                                                                                                                                       21
El raro                  (Miguel Ángel Díaz Fuentes)
                                                                                                                Ilustración: Paula Plaza

     Me cruzaba con él casi todas las mañanas, camino                 acostumbrado a ser humillado que impregnaba cada
     del trabajo, al atravesar apresurado la calle 41, su             uno de sus actos. Tan sólo contemplé en su cara una
     territorio de influencia y hábitat particular. Absorto en        cierta satisfacción cuando decidí compensar mi
     sus pensamientos, siempre con la cabeza gacha y la               atropello, invitándole a un café y un bocadillo en el
     mirada perdida, como si el suelo fuera un abismo                 bar ante el que se había producido el incidente.
     insondable. Rumiaba frases y su discurso dejaba                  Y así, entre mordiscos a un sándwich de jamón y
     escapar de vez en cuando una                                                         queso y sorbos de café, fue
     sonrisa inocente que delataba el                                                     desgranando su vida ante mí con
     anhelo de una felicidad que                                                          lentitud, orgulloso de tener por fin
     nunca pudo alcanzar. A simple                                                        delante a un interlocutor que no
     vista, con aspecto andrajoso,                                                        miraba su aspecto con desprecio.
     barba descuidada y kilos de sobra                                                    Descubrí al ser humano escondido
     para repartir por el barrio, se                                                      tras esa imagen descuidada; el
     trataba de un personaje más de                                                       que disfrutaba coleccionando
     los que pueblan el espectro de los                                                   bolsas de plástico de diferentes
     marginados sin techo de                                                              colores y tamaños; el que acudía a
     cualquier ciudad. Nadie en su                                                        la estación de tren cada tarde para
     sano juicio hubiera apostado un                                                      respirar ese olor metálico tan
     céntimo por la suerte de un                                                          característico y agradable a su
     individuo tan prescindible, cuya                                                     sentido olfativo; el que se tumbaba
     trayectoria en la vida se                                                            boca arriba en el césped del
     presentaba a todas luces corta y                                                     parque con la única intención de
     anodina.                                                                             ver pasar las nubes… Un
     El destino quiso que nuestros                                                        personaje cercano y convencional,
     caminos se entrecruzaran en una                                                      con el que la vida no tuvo
     fría mañana de otoño. La                                                             compasión y condenó desde muy
     urgencia y las prisas por no llegar                                                  joven a la oscura prisión de la
     tarde a mi trabajo se dieron de                                                      marginalidad.
     bruces con su despiste e
     introspección, provocando un encontronazo entre                  Hace una semana me abofeteó la noticia y su foto en
     ambos en plena acera, del cual salió bastante más                un periódico local: lo encontraron colgado en un solar
     perjudicado él que yo: tumbado en el suelo tras                  abandonado. Se había quitado la vida fabricando una
     tropezar con mi torpeza, con un vaso de papel vacío a            soga con fragmentos de ropa y trapos viejos; ni
     su lado y los restos del que supuestamente iba a ser             siquiera tuvo la ocasión de acabar con sus días en
     su líquido desayuno, desparramados por los                       condiciones, sino rodeado de escombros y con una
     adoquines. Aceptó mis disculpas a regañadientes, con             cuerda miserable e improvisada. Fiel reflejo de su
     un talante huidizo y esa sensación de animal                     existencia…




               (Dácil Martín)
                                                                 Su a-roma me llevó a buscarlo a la terraza, había servido

      A-roma                                                     la mesa con bollos y fruta. Su voz matinal sonaba ronca,
                                                                 resultaba graciosa oírla alentándome a tomar un
                                                                 descafeinado. Lo compré para ti, me confesó. Relvolví la
                                                                 leche manchada de aquel polvo hasta disolverlo. Y
                                                                 desapareció dejándome sola unos instantes para luego
                                                                 volver con un libro de poemas. Leímos uno que le gustaba
                                                                 sobre un café y una pareja que se acaba. No, no es un
                                                                 presagio, me dije. Terminamos el desayuno asomados al
                                                                 balcón compartiendo muy juntos un cigarrillo, mirábamos
                                                                 a la gente pasar y a las nubes en aquel azul intenso espejo
                                                                 de nuestro a-roma.


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La Esfera nº5

  • 1. Revista literaria y de cultura en cualquier manifestación Número: 5 La Esfera Cultural www.LaEsferaCultural.com Lágrimas en la lluvia Rosa Montero Entrevista 9 774459 917431 32 Entra en La Esfera Selección de textos literarios - Ilustraciones - Crítica - Entrevistas...
  • 2. Temores insustanciales (Isabel Martínez Barquero) Leo y me quedo colgada de una línea, danzo en su trazado, hago una pausa en sus comas y me detengo en sus puntos. Hace tiempo que estoy aquí, en mi dulce cautiverio, amparada por la tinta que me nombra. No quiero regresar a la existencia cotidiana. Dentro de estos párrafos, he encontrado abrigo y gozo. Afuera, hace frío. Lo peor será cuando me entre hambre, porque no sé si el papel alimentará. ¿Quién me mandó meterme entre las páginas de una novela? Aunque lo deseara, ya no encontraría el camino de regreso al mundo real. Pero no estoy muy segura de que forme parte de ese mundo. El autor me trata siempre como a un personaje, como a un ser de ficción, y me temo que yo misma he decidido serlo: su trama me resulta más sugestiva que mi monótona realidad. No me preocuparé por cuestiones minúsculas: mi destino ahora no se guía por la batuta que dirige a los seres comunes. Creo que las heroínas de historias singulares no necesitan nutrirse, a ellas les basta con la imaginación de quien las sustenta.
  • 3. PORTADA 5 Foto portada: Francisco Concepción Álvarez, Título: “Las ideas están servidas” Ilustración de Ada Ortega para La Esfera Cultural, ilustrando el texto: “Roturas de la Crisis” . La Esfera Cultural www.laesferacultural.com programalaesfera@gmail.com Apartado de correos, 62. 38080 S/C de Tenerife Dirige y edita: formas Francisco Concepción Álvarez nca ni negra, no tiene La realidad no es bla í es tal y como la Codirección: Ana Joyanes Romo utables. Al menos, as definidas ni reglas inm es. Comité Editorial: percibimos los escritor namos la realidad, ex ponemos lo Amando Carabias Es nu estro trabajo: diseccio za puede ser Dácil Martín scubrimos que una pin Marcos Alonso Hernández qu e guardamos dentro, de s el mundo patas í, un cuchillo. Ponemo Inmaculada Vinuesa un tenedor y un bistur Anabel Consejo os. José Francisco Diaz-Salado arriba y ordenamos el ca tas visiones del mundo como Miguel Ángel Brito Desde La Esfera te ofrecemos tan . nuestras páginas escritores escriben en tando en aguas ídolos de plata flo Entrevistas: Antonio Guerrero Ruiz Po drás encontrar sayuno familiar. arillas aguardando el de subterráneas, hojas am de palabras, el Ilustradores: cesidad de la tejedora Seguismundo Rey Sentirás la dolorosa ne so envenenado de la r de zapatos, el be Laura Hernández amor a la altura de un pa Sara Lew jer. actriz con ínfulas de mu nista de ideas y en s líquidos del coleccio Camino Roque Cristina Tabares Te perderás en los ojo . Francisco Olivas iografía de un instante Juan Luis López Anaya el brillo estéril de la rad os en canal, emplatam os nuestro abrim Paula Plaza En este número nos rlos. ien quiera degusta cerebro y tripas para qu Inma Vinuesa Alicia Güemes Mª José Fernández ¿Te atreves a senta rte a nuestra mesa? Elizabet Bertolín Ana Joyanes Romo Ana Luis Ravelo Codirectora Laura Baute Marian Alefes Silva Cristina Tabarez Maquetación y diseño: FranCo Impresión: Producciones Gráficas Rosa Montero El silencio Entrevista ante 84, Charing Cross Road de Helene Hanff la obra maestra
  • 4. Cuando llegamos era tarde. Noticias Ya había partido el pequeño camión que no llegan naranja que, lleno de sobres y encomiendas, nos alegraba la vida cuando (Francisco Concepción) (María Magdalena Padón) traía noticias de lejos, plenas de esperanza y amores entrelazados en la distancia. Ese día no apareció la carta que esperaba. Brillo estéril Otro día más de espera y anhelo agazapado en mi pecho hasta el próximo paso del camioncito que nos dejaba llenos de polvo del camino y con las pestañas marchitas. Volaron alto las hojas secas de los laureles de la plaza, mezclando las finas gotas con el aire caliente pegado en la piel de la espera... Las estrellas se me antojaban muy lejos y zarandeé el cielo. Cayeron como hojas de otoño. Nunca tuve ninguna duda, sabía que acabaría El amor a la altura de mal. No necesitaba una razón. —¡Niño!, ¿qué hiciste?—Me un par de zapatos riñeron, no podía ser de otra forma. ¡Bárrelas!,- me ordenaron. (Ana Crespo Tudela) —No están tan lejos— susurré. Su no contestación caníbal devoró mi respuesta. Las barrí sin que me dieran escoba, Mientras en la radio sonaba metiéndolas bajo la alfombra. No Camarón cantando "Te voy a hacer necesitaba para ello una razón. unos zapatitos del ala de mi sombrero", ella buscaba el amor, —Las estrellas están muy lejos, aunque durara un suspiro, en esas pertenecen al cielo, son intocables, calles estrechas, enmarcadas por los sus puntas pican y son cielos de sus balcones. Y se topó con inaccesibles—me sugestionaban. él de frente. Ahí estaba, tras el Esa era su razón. cristal, esperándola. Cinco minutos Bajo este cielo, viven invidentes, de presentaciones, lo justo para que rezan por el mal-pensé- Saben saber que era la horma de su pie y mi nombre, pero yo no sé el mío. convertirse en su dueña bajo pago. Les adelanto para abrirles el El color y la suavidad de su piel camino. aterciopelada prometían un largo futuro. Su altura la ayudaría a Metí las estrellas bajo la alfombra, caminar con paso firme o sabía que todo acabaría mal. Y levitando a 10 centímetros del ahora tengo mi razón. Quiero oler y suelo. Y en los instantes de masturbar mi interior. Regalar lo pasión sería el complemento que siento. Estar fuera de control. perfecto y sensual de su ¡Quiero hacerles ver! desnudez. Una fantasía de 100 euros en monedas, de color nazareno y grana. Un par listo para dar el estoque, al Sumisión (Lucía Díaz) bravo que se cruce por nuestro camino. –¡Desnúdate! –ordenó el hombre. La mujer se quitó con lentitud la ropa, luego la piel. 4
  • 5. Rumiando (Miguel Ángel Brito) R aúl quería ser poeta. Con esa vocación había alimentado de goces su cuerpo. Placeres contables e incontables. Viajó por el mundo con actitud camaleónica, mezclado entre sus gentes sin ser visto. Leyó clásicos, los más, y entró en el alma de los poetas hasta alcanzar a ver sus vísceras abiertas. Vio, tocó, olió, bebió fascinado en la fuente de la vida antes de tomar la decisión de escribir y contárselo a todo el mundo. Se sentó a escribir una tarde de mayo. Lo primero que dibujó fueron trazos breves y frases inconexas. Poco fluidas. Nada reveladoras de sus sentimientos. Rompió una y otra vez papeles garabateados de absurdos. Observaba con impotencia cómo sus pensamientos se desvanecían al asomar por la punta de los dedos. Raúl dejó entonces de escribir y se sentó en el sofá del salón para revolcarse en él con sus sentimientos. Amor y odio. Desprecio y fascinación. Deseos incontenibles y ascos infectos. Mezclando palabras y sentimientos elaboró platos a veces placenteros y a veces difíciles de digerir. Tortuosos. Rumió toda aquella comida verbal, la única que comió durante días, y por fin encontró un hilo al que agarrarse y empezó a tirar de él para escribir. Llenó hojas y hojas de poemas que describían al mundo, al hombre, la vida y la muerte, y tanto escribió que acabó después de varios días extenuado, solo y vacío. Llamaron a la puerta con insistencia e intentó hablar, pero ya se había olvidado de hacerlo. Solo sabía escribir y leer lo que escribía. Tuvo hambre otra vez y decidió volver a sentarse a la mesa y comerse de nuevo las palabras que había vaciado sobre el papel. Platos cocinados, ya fríos, listos para volver a ser comidos y vomitados de nuevo en un círculo infinito y vicioso de bulimia literaria. El hedor que provenía de la casa de Raúl llegó hasta la oficina de los Servicios Sociales. Decidieron, al ver su caso, que lo mejor sería sacarlo de allí. Le prohibieron escribir. Escondieron lápices y papeles mutilando sus manos. Se quedó cocinando entonces platos en su cabeza. Platos hechos de palabras caleidoscópicas. Impronunciables. Rumiando recuerdos. Hojas amarillas (Sara Lew) El viento se lleva las hojas muertas y los manuscritos olvidados. Las palabras amarillas flotan levemente antes de caer, rendidas, sobre el camino de la infancia. El anciano las va recogiendo y apilando mientras ellas hablan de recuerdos ajados por el tiempo, aunque tan vivos como tenues destellos de luz entre las nubes de otoño. Recuerdos errantes que se lleva el viento, junto a las hojas muertas. 5
  • 6. (Ángeles Jiménez) sermones del tío, qué hastío, todos iguales, incluidos los que le colocaba en las sobremesas sobre las virtudes de las almas cándidas y entregadas como la C uando Mario llegó al pueblo tres años atrás, a Blanca se le llenó el bajo vientre de grillos con solo suya, tan inmaculada, impoluta. Porque su amor por ella era pura pureza fraternal, Dios era testigo, voluptuosos tocamientos a la niña-virgen sin pecado imaginar de lo que aquellos labios bembones serían concebida. Tan eterna que iba a ser su vida en el capaces si ella pudiera ponerlos a su servicio. Pero paraíso ese que se le antojaba cada vez más aburrido. cómo podía calentarse los pensamientos, y el bajo Y ella con lo interesante del demonio Mario metido vientre, si para todos los efectos era como si estuviese dentro, bien adentro. Y el tío divagando alelado en sus casada. Casada con Dios y con la Santa Madre Iglesia. delirios místicos que empieza a inquietarse. Y el jardín Y con su tío el párroco, que se ocupó tan que no avanza. Y Blanca que no se confiesa. amorosamente de ella cuando sus padres Y el maridocuratio celoso que la espía hasta dar en el desaparecieron. Desaparecieron de la casa, del pueblo blanco... bueno, en la diana. Una de aquellas tardes y de la faz de la tierra, porque no volvieron a dar que Blanca y Mario tienen bien organizadas, el tío señales de vida ni de muerte de un día para otro. vuelve al poco de salir al oficio y entra sigiloso por la Puede que en algún momento cuente también esa puerta de la cocina. A los amantes les había faltado historia, pero hoy no quiero divagar, que me disperso. tiempo para estar ya el uno metido dentro de la otra en Pues eso, que el tío cura la acogió generosamente en el lecho vicario, más amplio para dar cabida a sus su casa. Incluso puede que no fuera necesario tanto irrefrenables pasiones recientes. Y al pobre hombre de acogimiento, pensaba a veces Blanca desde que Dios que lo abandonan sus credos de repente y se le despuntaron los grillos por primera vez cuando se desmaya en silencio, sin perder del todo la embelesó en la contemplación del cuerpo desnudo de consciencia, sin perderse detalle. El detalle de Mario Plácido, el hijo del panadero, bañándose descuidado en Blanca, de Blanca gritona, de Mario negro, de ojos en el pris. Porque lo que tenía claro desde hacía en blanco, de sudores que brillan las pieles al trasluz, mucho es que el cuerpo del tío no le encendía los de olores mezclados entre tenues polvos atardecidos y calambres, desde luego que no, ni de lejos, si acaso sabores adivinados a especias saladas. algo de ardor en la boca del estómago, pero eran Y el religioso que se ahoga en la explosión de vida ardores bastante distintos, también internos, pero de que inunda el cuarto, el suyo, que se le cuela por más arriba. debajo de la sotana negra, de siempre más Bueno, a lo que iba, que el negro Mario, porque Mario complaciente con la muerte que comprometida con los era bien negro además de labiudo, casi la electrocuta vivos, hasta rasgarla en jirones como de flecos de puro deseo reprimido. Casi la abrasa en sus propios gastados y desvaídos. El pelo blanco escaso que se le calores de no ser porque le pusieron remedio a tiempo desmelena al viento sin aire de la habitación a media una tarde mientras la misa de ocho tenía ocupado al luz. Exudación caliente, luego fría, palidez exangüe de tiocuramarido y ellos consiguieron un ratito para sangre redistribuida en lugares resecos. Y el corazón dedicarlo a retocarse. Sí, eso, a tocarse y retocarse por que no le puede seguir latiendo dividido. dentro y por fuera aprovechando la poda concienzuda Blanca y Mario encontraron el cuerpo amontonado en a la que Mario estaba sometiendo el jardín parroquial el pasillo con una sonrisa extática dibujada en las desde hacía semanas, muchas para lo chico que era. comisuras, se culpabilizaron pensando que quizá Pero claro, luego a Blanca dejaron de interesarle los muriera rezándoles los pecados. 6
  • 7. Infidelidad (Mar Horno García) E n Baeza se enamoró Elisa de un fantasma. Era lógico y posible teniendo en cuenta la alta población de espíritus que purga sus penas en los palacios e iglesias de la ciudad. Sus maneras exquisitas, su jubón carmesí y su gran lechuguilla le fundieron los huesos cuando atravesó sin querer aquel cuerpo de hombre translúcido mientras hacía una visita turística a la catedral. Fue amor a primera vista. Desde entonces ella lo lavaba todas las mañanas con detergente para ropa delicada y lo colgaba bien estirado sobre una silla cerca de la estufa para que se secara. Cuando llegaba la noche hacían el amor hasta la extenuación y él quedaba arrugado como una pasa tras penetrar sin descanso la carnalidad de su enamorada. Fueron felices, entre amaneceres perfumados de suavizante floral y madrugadas de lujuria hidalga, hasta que un día el caballero fantasma, tras esperar impaciente su baño diario, descubrió a Elisa gimiendo mientras dormía, con el cubrecama enrollado libidinosamente sobre el cuerpo desnudo. De nada sirvieron las explicaciones de la sorprendida amada. El hidalgo retó en duelo mortal a la traidora sábana blanca que resultó ser el espectro de Iñigo de Mora y Villegas, conocido mancillador de honras ajenas. La espera (Mª Isabel Machín García) Nada más existió para ella desde aquel día, ni los niños que jugaban a su alrededor escondiéndose tras ella como si solo se tratara de una parte más del mobiliario urbano de la estación, ni aquel caballero que, quitándose el sombrero, se hizo a un lado amablemente al percibir en su mirada el desgarrador vacío de tan infructuosa espera, ni el flash del fotógrafo que una vez más captaba su desolación. Se habían derramado ríos de tinta sobre su caso: “La novia loca que aún espera todos los días al soldado Javier Olmedo en el tren de las seis; nunca aceptó el fatídico día de su regreso en aquél oscuro cajón, cubierto por una bandera, que los soldados bajaron con solemnidad del vagón de carga”. Tampoco supo nunca en qué momento dejó de sentir dolor para convertirse en la estatua de bronce que hoy adornaba la estación. Al terminar su artículo Mauricio Contreras se acercó a contemplarla de nuevo y como siempre le embargó la ternura, le parecía tan real su desamparo que en un impulso irracional se quitó la chaqueta y cubrió con ella sus hombros desnudos. 7
  • 8. La espalda sin pared (Carlos Díaz González) Tiene ojeras en los brazos y un horizonte sin ojos. Y una espalda sin pared. Ayer logró entender todo el mundo, cabalgó sobre él y lo arrodilló usando su radiante poder al servicio de la eternidad. Hoy sólo le queda el humo en la garganta del fuego de ayer, las sombras en la piel y el peso de la soledad. Hoy no entiende ni siquiera a sus manos temblorosas, a los que pasan de largo, al silencio de la papelina vacía. No sabe si tiene los ojos cerrados o si ya ha vuelto a morir otro rato. 8
  • 9. Se busca (Miguel Ángel Díaz Fuentes) Los hombrecillos (Marcos Alonso) Dicen que los grandes seres que una especie de jugo verdoso muy gobiernan el mundo, a veces, se espeso con babosas flemas reúnen en secreto en algún lugar del ensangrentadas. espeso bosque. Llegan desconfiados y El lugar se vuelve fangoso e temerosos de que los descubran, irrespirable. Es entonces cuando, recelando de los otros, mostrándose precipitadamente, salen exhaustos y hostiles y agresivos, como si tuvieran jadeantes de allí, con sus estómagos miedo. Cuando rebasan la puerta principal, se quitan sus pieles y se descubren, para luego salir del interior Es inútil. La he perdido. Por más que de sus titánicos cuerpos unos quiera que vuelva, tengo la miserables hombrecillos desnudos, sensación de que se ha ido y dudo temblorosos y asustadizos, de grandes mucho que algún día me deje volver ojos que sobresalen de sus pálidos a disfrutar de su compañía. rostros enfermizos. Habíamos llegado a un estado de Ya en el interior de la humilde casita de entendimiento total: estaba cuando madera, bajan por una larga rampa, la necesitaba, o al menos la mayoría moviéndose torpemente, chocando de las veces, discreta con mi unos contra los otros y emitiendo mediocridad y comprensiva con mis pequeños gruñidos, como si fueran errores. Destacaba mucho más una manada de ratas desorientadas. vacíos, y, tras ponerse sus enormes durante mis largos periodos de En la oscuridad, el silencio parece disfraces, se mueven entre ellos silencio, poseyendo la extraña virtud adormecerlos hasta que se oye la débil violentamente, como si estuviesen de aparecer en el momento más voz de uno de ellos, que inicia una bailando una danza guerrera, mientras inesperado, aunque con frecuencia especie de plegaria que repiten los que, a modo de lamentos emiten, lo hacía de noche, cuando la casa demás intermitentemente, provocando abriendo exageradamente sus fauces se apagaba y el mundo a mi un murmullo que se vuelve voraces, unos rugidos atronadores alrededor dormía. Era entonces ensordecedor a medida que rezan que se extiende por todo el planeta, cuando le gustaba susurrar en mi cada vez más rápido, casi gritando, a la tras lo cual comienzan a correr en oído, alterando mis pensamientos vez que despiden un olor nauseabundo todas las direcciones, dispuestos a con el simple roce de sus palabras. que ilumina todo el espacio, hasta que, devorar el mundo y saciar nuevamente Han pasado unas cuantas semanas casi al unísono, comienzan a vomitar su codicia desmedida. y sigo sin tener noticias de ella. Me consta que tiene mucho trabajo, pero yo siempre soñé con poseerla para mí solo. Ahora comprendo lo 24 H. de, ingenuo que he sido, intentando retener agua que se me filtraba entre los dedos… música, literatura y palabra Se ha ido. La inspiración para escribir se me ha escapado y ni tan siquiera ha dejado una nota de despedida; me quedan sus poco agraciadas hermanas gemelas, Falta de ideas y Ausencia de imaginación, como únicas acompañantes en esta nueva etapa que ahora comienza. Trataré de buscarla y, cuando la encuentre de nuevo, prometo que todos se enterarán de su vuelta. www.laesferacultural.com Porque siento que nunca tendría que haberse escapado. 9
  • 10. Erótica II (Isolda Wagner) Él leía sin demasiado interés. Ella, con profundo, con calma, como solían, las piernas cruzadas en el otro paladeando cada milímetro de sus extremo del sofá, le daba una última bocas impregnadas de sí mismos, no vuelta al crucigrama, aún a sabiendas habría vuelta atrás. Y si algo de que no lo terminaría. Tal era su apreciaban, era la lentitud de complicidad, que aunque nada parecía movimientos para alargar el placer alterar el ambiente, como por arte de tanto como fuera posible. El deseo iba magia, de pronto les creciendo en inundaba el deseo. Tan sólo proporción a las era preciso un ligero caricias que se movimiento de uno de los regalaban. Se dos. En este caso, fue ella servían de algo tan quien se subió levemente la delicado como la camisola, lo suficiente para lengua para dejar al descubierto la ropa interior sin quitarle la mirada de encima, directa a sus ojos. degustar sabores y t e x t u r a s Reflejos inundando todo de (Enrique Trenado Pardo) No tenía más que dejar caer saliva y sorbiendo la mano sobre el pubis, como cuanto emanase con descuido, para que él se de ambos, hasta sentirse ebrios de Hace ya un tiempo que empecé a encendiera al instante. Le encantaba tanto efluvio. A estas alturas, rodando anotar todo lo que Clareta decía mirarla en esa actitud y ella deseaba ya sobre la alfombra, sabían cercana mientras dormía. Nunca se lo dije, que él actuara de igual manera. Así la explosión final, pero conocían con porque no quería que sintiera hacían y, mientras peleaban con precisión el instante en el que bajar de violentados y vulnerados su ambas prendas hasta deshacerse de ese estado de excitación sublime. intimidad y su descanso. Pero, ellas, las manos se confundían y Después de tantas delicias, él sugirió, después de escucharla varios días alternaban entre el propio sexo y el -¿Te parece que preparemos la cena? conversar con su propio contrario. Los labios se acercaban, sin -Nos vendrá bien reponer fuerzas. subconsciente, se me ocurrió, para encontrarse. Este juego siempre les Lo mejor estaba por venir, la noche combatir el molesto hecho de no atrajo. Si llegaran a besarse en lo más prometía ser larga. poder dormir durante la noche, volverme su cronista silencioso, sin otro fin que la curiosidad sana y quemar el tiempo ocioso. Hablaba de todo y de nada a la vez. A veces simplemente tomaba retazos sueltos de ideas difusas Instante El corazón calé martilla que no parecían conducir a ninguna parte. A veces, simplemente, no parecían de ella. (Miguel Ángel Brito) su pecho de amante Como si alguien las hubiera mancillado tras acabar soltado ahí y su propia mente las en un instante, de dos rechazara y las expulsara. Un día, cuando la costumbre me zarpazos ciegos, con la permitió discernir mejor, descubrí amistad traicionada y el que Clareta recitaba casi a la amor sentido. Ahora en perfección uno de mis sueños, que su cabeza solo queda un ese día pude recordar, para variar, grito sordo y el vacío con claridad. Descubrí que Clareta, mientras yo eterno teñido de carmín. dormía durante el día, anotaba mis sueños, y ya no supe ni he sabido distinguir, en adelante, cuáles son míos y cuáles son de ella. 10
  • 11. Cansancio y soledad que se fuga. Se cruzarán vestidos, Las amo. Son mías perfumados, pero su paladar no sabrá (Francisco Concepción) (Amando Carabias) a beso, sino a café y tostada, y no tendrán caricias como salvoconducto — ¡Que llueva, que llueva…! Llegó desnudo al lecho, después de para el día, sino el vuelo indolente de Jajaja… Así crié a la primera. Así haber cenado su cansancio, envuelto un balón y el llanto indescifrable de la en ensalada y en tortilla, acaso infancia. Durante varias horas, el lugar edifiqué su mundo. No existía distraído por el vuelo de un balón será trono de olvido, almacén de otro. indolente y caprichoso. Llegó silencios compartidos. De nuevo él — ¡Tengo miedo! ¡¡Ahhhh!!… De desnuda al lecho, después de haber llegará desnudo al lecho después de esa forma me suplicaba, lloraba. cenado soledad envuelta en ensalada haber cenado su cansancio envuelto Así me comporté con la segunda. y en tortilla, acaso distraída por el en un puré y en pescadilla, acaso Así tinté su existencia. Así esbocé llanto de la angustia infantil distraído por la historia de un crimen el mundo que le inventé. Su incomprensible. Y el lecho compartido imposible y farragoso. De nuevo ella universo, para ella tampoco fue, como cada noche, dos murallas entrará desnuda al lecho, después de existía otro. de pieles silenciosas tejidas de haber cenado soledad envuelta en un cansancio y soledad, dos murallas puré y en pescadilla, acaso distraída Las quería de igual manera, de ajenas y enfrentadas, dos murallas por el sueño de la infancia feliz e forma infinita. Pero la vida tiene un dispuestas a olvidar que un día fueron incomprensible. Y como cada noche componente de suerte. A una le único castillo donde la madrugada era será el lecho dos murallas de pieles tocó el blanco y a la otra el negro. una fiesta de luces y caricias Lo siento mis niñas, mis silenciosas tejidas de cansancio y amores…Es la vida, yo no tengo la estruendosas, como mil carcajadas soledad, dos murallas ajenas y culpa. en la piel. Cuando al amanecer, enfrentadas, dos murallas dispuestas regresen los vigías a la almena, y las a olvidar que un día fueron único Cuando ambas supieron de la pupilas alcen sus portones, él se castillo donde la madrugada era una existencia una de la otra, todo se levantará cansado y triste, a ella la fiesta de luces y caricias desmoronó. Ser un Dios soledad le cubrirá los pasos estruendosas, como mil carcajadas en irresponsable hace que te derrumbes presurosos, engarzados al tiempo la piel. cuando dejas de serlo. ¿Por qué les tocó a ustedes? ¿Y a mí? La cena S e ampara en el camuflaje que presta una noche de luna nueva, sigiloso…, días y el compinche de tonalidades llamativas observa aquel felpudo rabo envanecido a pulmón lleno, entra a la granja puntiagudo ya inmóvil y, con su garra, le (Garla Kat) pasando obstáculos con añadida destreza. requiere al otro: “Anda tú y chequea que ya Consigue, entre el fosco ramaje, llegar esté frío”. El minino de color negro, disiente cerca del granero y husmea lo que puede. asustado con la cabeza “que él no irá”. Untado en la confianza del descuido, Entonces, el de las coquetas coberteras se prueba el tóxico alimento que el granjero aproxima en un revoloteo y aterriza sobre el había regado temprano en el lugar y, al inerte moteado de dos metros de longitud, y rebasar el tejadillo, involuntariamente emprende a picotear esa tibia y lustrosa comienza a restregarse violentamente masa manchada de rosetas. Con su contra el verde césped y en esa oscuridad inocente canto nocturno, llama a su detrás de la verja del granero; cuatro ojos compañero al festín: “¡Acércate a la cena…, impacientes prestan atención a esas gato cobarde!”. convulsiones; ¡cómo se revuelca ese cuerpo sobre el suelo!… su alma mansamente pierde el vuelo para perecer en la tierra. Los dos especímenes escondidos saborean lo que podría ser un banquete de varios 11
  • 12. Ídolos de plata (Patricia Nasello) Está bajo el sol de la tarde, pisando con sus zapatos gastados la misma arena que en otras épocas estuvo bajo treinta metros de agua. Enciende un cigarrillo y trata de concentrar la mirada en ese círculo de llamas pequeño para no ver el otro, el que brilla enorme en el cielo, el que lo sofoca de calor y le hace doler la cabeza y ya lo tiene harto. Maldice el lago que no está, el arroyo al que ha quedado reducido, la sequía. De pronto una sombra lo cubre. Observa por encima de su hombro y ve que a sus espaldas, en absoluto silencio, acaba de encallar un barco de vela, muy antiguo, sin tripulantes. Siente que su corazón se desplaza generando otros corazones que laten en las sienes, en la garganta, en las piernas. Siente que el corazón de las piernas le está fallando, teme caer sobre la arena ardiente. Desesperado por encontrar un punto de apoyo gira, pero es una belleza agresiva, que lo descoloca y logra recuesta la frente sobre el cuerpo del barco que huele que ahora él se adivine más feo que hace un rato a sal. El olor lo descompone, lo ofende, porque es olor cuando el intruso no estaba, logra que se sepa más a mar, porque esa arena resquebrajada que está imbécil. Continúa mirándolo fijo, quizá se trate de un pisando con sus zapatos gastados, jamás conoció el galeón español, quizá aún conserve su carga de ídolos mar. Y él tampoco. Ni le importa. Recuerda que cuando de plata robados. aquel profesor maniático de historia hablaba de las Un hilo de baba se escurre por sus labios, agua salada grandes batallas marinas o de los ciclones que hacían que apenas toca el suelo, desaparece. naufragar las naves, él jamás atendió. —Si un animal mediocre se enfrenta al fantasma de un —¿Por qué no estudia? animal espléndido, ¿quién ganaría la pelea? —se —Porque el mar está lejos, es de otra gente. pregunta en voz alta. El barco trae a su memoria desavenencias que había Desde el centro de su vientre, donde siente latir al más olvidado. alocado de sus corazones, saca la fuerza que necesita Retrocede algunos pasos, lo mira como se mira a un y con un movimiento torpe, arroja su cigarrillo aún ser peligroso. Reconoce que sus líneas tienen belleza encendido contra el velamen del fantasma. La edad de los árboles (Manuel Espada) D icen que se puede conocer la edad de un árbol contando las anillas concéntricas del tronco. El árbol que había sobre la tumba de mi padre tenía mi edad. Mi madre lo plantó cuando yo vine al mundo, justo el mismo año en el que mi padre murió en un accidente de tráfico. La visión de aquel manzano en la finca me perturbaba. Era como contemplar un árbol genealógico a la inversa, como una esquela de hojas caducas. Cuando cumplí los dieciocho años cogí el hacha y lo talé en finas láminas redondas como vinilos. Coloqué una al azar en el tocadiscos. Para mi sorpresa, el tronco tenía diecinueve anillas concéntricas. En el primer surco pude escuchar las promesas de mi padre y los llantos de mi madre. Cuando la aguja saltó al segundo surco escuché un sonido seco, como de crujir de huesos. Un leve quejido y el sonido de una azada removiendo la tierra. En el resto de anillas se escuchaba el sonido de los grillos y las plegarias de mi madre. Dicen que se puede conocer la edad de un árbol contando las anillas concéntricas del tronco, aunque para poder verlas, hay que cortarlo. 12
  • 13. S egún me acerco al pozo hago asegurarme el éxito. Unos instantes tintinear la bolsa del dinero, para después la cuerda se tensa y comienzo advertirles de mi presencia. Ellos el ascenso, tirando suavemente de la se revuelven inquietos y comienzan a soga. La polea chirría y hace tambalear chapotear ansiosos. Con un movimiento el recipiente metálico, pero no derramo ágil retiro la losa que cubre el agujero y una gota. La intensa luz dorada que lanzo a las profundidades un par de mana del cubo me indica que he piezas de oro. La violenta lucha atrapado un buen ejemplar, así que tapo subacuática que se produce a la abertura rápidamente con un trozo de continuación me indica que son muchos madera para evitar su fuga. Sin tiempo ahí abajo por lo que no tendré problemas que perder me dirijo de nuevo al lecho de en atrapar alguno. No obstante, antes de mi padre moribundo, transportando a mi bajar el cubo, introduzco una moneda en presa con sumo cuidado; fuera del agua su interior a modo de cebo, para los deseos no son tan fáciles de atrapar. 13
  • 14. Eterno souvenir (Ángeles Sánchez Portero) Treinta y tres caricias (Teresa Giráldez) No abriría los ojos. No. No los abriría. No quería sentir la fría luz sobre S su cama. No permitiría que el reflejo verde la alí de la pirámide de Keops, y volví a encontrarme invadiera. con aquel misterioso vendedor que continuaba Con los ojos cerrados, veía el mar azul en el paseo asido a su camello. de San Telmo. El sol limpiaba la blanca pared de su terraza, mientras el aire fresco de El Puerto Tras el lúgubre velo, que la oscuridad había colocado en acariciaba su piel, con olor a geranio y a canela. mis ojos, pude adivinar su presencia. Había algo de El dolor la hizo volver. Pero no abriría los ojos, no. enigma en el contorno de su mirada, como si aquellas Había evitado ese lugar durante noventa y seis maravillosos años. No podía verse así, en una líneas de kohol negro separaran dos épocas remotas e cama que no era su cama, en ese aséptico cuarto irreconciliables. Sumida en una especie de magnetismo, que no era su casa. me dirigí hacia su puesto, seducida como una serpiente Y fue entonces, entre su ira oscura, cuando la bien amaestrada. Le ofrecí todo lo que llevaba, unas sintió: una caricia en su mano, suave, cálida, pocas piastras que iba a llevarme como recuerdo del cariñosa. ¿Cuál de ellos sería? Cinco hijos y sus viaje a Egipto. A cambio me ofreció una esfinge, algo esposos, ya sus hijos también, nueve nietos,que cuarteada pero igualmente impasible. Al llegar al hotel, la se habían hecho dieciocho, y sus ocho coloqué en la maleta, mientras me reprochaba su compra queridísimos biznietos... Abrió los ojos.¿Quién estaba ahí? No veía bien. y decidía que, dada su condición de tullida, tendría que —¿Quién eres? —preguntó. quedármela para mí y colocarla en la estantería de —Somos todos, abuela —oyó, y lo sintió fuerte en artilugios desencantados. su mano—, todos. La ira había desaparecido. Cerró lentamente los Ya en casa, deshice la maleta y la saqué de su envoltorio, ojos, y una tímida sonrisa venció al miedo y al no sin cierto desagrado. La coloqué en el lugar menos dolor. Oía el mar en El Puerto y las risas de sus visible de la estantería, y traté de olvidarme de ella, de niños bañándose en el espolón del muelle... sus grietas, de su halo de eterna déspota, de su altivez guardó la caricia en su corazón, mientras sentía mutilada. Pero no lo conseguí. Día tras día y por más que que su alma se dividía en treinta y tres partes que barriera y barriera, mis pies iban dejando un reguero de volaban para instalarse en los que se quedaban, alojándose en lo mas profundo, donde las lágrimas huellas en la arena del salón de mi casa. no pudieran alcanzar. 14
  • 15. confuso, casi críptico, como Arcoiris forzándome a no claudicar, a continuar mirando hacia arriba, hacia (Ángeles Jiménez) el cielo, a la luz blanda de un nuevo día rebosante. El arcoiris se desplegó doble justo Volví a mirar en el momento justo en enfrente de mi ventana, pretendiendo que el cielo estalló en calambres que ¿Te gusta escribir? colorear un día definitivamente gris aliviaron la pesadez de un chaparrón a m a ti s ta , c l a v a d o e n e l m a r contenido. Agua escandalosa que amoratado engañosamente malva, chapoteaba los cristales, las falsamente calmo en la oscuridad hortensias, los rosales, las uvas del desdibujada que no acababa de parral. Que corría sobrada a consentir la mañana. Se me antojó desaguarse pendiente abajo. una visión descarada, burlona de mis Bulliciosa, exuberante, sabrosa. tristes angustias que habían Agua sobre agua para mojar lo ya despuntado el día recargadas. Una empapado. ironía de colores fanfarrones. Pero La energía desatada al viento se me consiguió clavarme a contemplarlo en ovilló al cuerpo para sacudirme de su quehacer magnético, hasta dentro a afuera. Me zarandeó los profético. Me obcequé en leer entre pensamientos hasta que pude líneas, entre tonos y matices. No reubicarlos. Cortó el círculo viscoso entendí nada, no conocía su lenguaje, de gris en gris para que del negro se no sabía leer entre colores. El gris me fueran destilando colores empastaba el alma. inexistentes por no nombrados. Cerré la ventana para ocuparme sola Tonos irisados de matices nunca en coser mis roturas, pero la cortina antes pronunciados, completamente trasparentaba y adivinaba los arcos imprevistos, maravillosamente multicolores del otro lado, como si improvisados. Y amaneció, que no quisieran mostrarme algo para mí fue poco. Servicio de limpieza (Ana Joyanes) Me obligo a limpiar la sangre. Cristales, paredes, las rendijas del entarimado, las salpicaduras en la tapicería. Desecho cualquier adorno que haya quedado contaminado, me deshago de cepillos, estropajos y baldes, refresco la habitación con ambientadores caros. Soy cuidadoso, no debe quedar rastro de mi tarea, pero mentiría si dijera que no confío en nadie: con los www.laesferacultural.com honorarios que cargo bien podría encargar la limpieza a especialistas que saben hacer su trabajo y mantener la boca cerrada. En cambio, limpio sus restos y borro así su recuerdo, sus miradas sorprendidas o espantadas, el olor de su miedo. Me ayuda a recordar que un día puede ser mi sangre la que otro limpie. 15
  • 16. Desperté (José Francisco Díaz-Salado) Abrí lentamente los ojos. En la penumbra, aún somnoliento, comencé a pensar. Tirabuzones entrelazados que mi mente iba deshaciendo fluían con una claridad increíble. Pude ver en un instante tantas cosas claras, que llegué a creer que ese día algo había pasado en mi interior. ¿Dónde exactamente? ¿En mi cerebro? ¿En mi corazón? ¿En mis entrañas? A modo de fotogramas pasaron ante mí muchos años de mi vida. Años en los que todos y cada uno de mis actos, de mis decisiones, fueron aceptadas por mí como lógicas, como acertadas. Ahora no sé por qué motivo no lo entendía así. Comprendí que puse un parche a cada pinchazo en mi piel por el que se me escapaba la razón, el sentido común y la Minifalda credibilidad. (Alberto García Salido) En mí mismo no cabía todo lo hecho, todo lo decidido, todo lo realizado. La gente no sabe que sin piernas Entonces… serenamente… con infinita y no hay minifalda. Y María camina, dolorosa claridad lo sentí profunda e todas las estaciones del año, con intensamente… las piernas desnudas como una ¡Había despertado mi conciencia! amenaza. No importa, no hay vergüenza. Sacrifica estética y sacrifica salud. María sacrifica, con esas dos palabras ya tienes su lema. Disputa las baldosas con cada paso. No hay pie a su Radiografía (Yolanda Nava Miguélez) lado que le haga competencia. En el barrio la oyen venir y los viejos, de un instante los aburridos, los tenderos y hasta las mujeres bajo las gafas Te observo así: con la ) de sol la miran pasar. Ahí va clandestinidad como aliada. María con su minifalda en verano. Tus manos escarban la tierra Ahí va con su falda de menos de del jardín mientras tu boca cuarenta centímetros, atrapada tararea una canción. Apartas un entre copos de nieve que le mechón de pelo que cae - hacen adorno. La gente abre la rebelde-, sobre tu frente. Lo boca, una "O" mayúscula entre apartas con un gesto mil veces labios, los hombres sacuden las repetido y mil veces fascinante manos como para que la sangre y nuevo, para mí. Tu feminidad no se agote toda en el mismo aflora en ese vuelo fugaz de tus sitio. Ella, como una pantera, va dedos a tu pelo y se queda calle arriba y calle abajo haciendo prendida en mi embeleso. una jaula de envidias alrededor. Tus manos -rugosas y María no tirita de frío ni siente que delgadas-, aún atesoran la llueve cuando las gotas protestan suavidad conque todo lo han sobre el paraguas. A ella le da tocado; tus ojos, ahora más igual y abre el armario todas las apagados y acuosos, cuando mañanas para rescatar otro me sorprenden mirándote pedazo de tela, casi un cinturón, –como ahora, furtivo- se que le cubra los muslos hasta iluminan y ríen juguetones, donde tiene los cortes. Se peina, llenándome de rubor, como el se pinta y coge los bártulos. Las primer día que te vi. piernas le rozan un poco antes de entrar en el muñón. 16
  • 17. Corrígeme si me equivoco (Inma Vinuesa) S alí del zaguán, la luz del sol me daba directamente en los ojos, dejaba atrás un reguero de incertidumbre, intentaba averiguar la razón de tu desprecio. Mis pasos marcaban el ritmo de la angustia, sabía que no iba a volver a ver esos labios sensuales dibujando susurros en mi memoria. Intuir una explicación que borrara ese portazo, el sonido más afilado de aquellos momentos. Frenesí, con furia y sin lógica. Terca locura. Delirios de pasión. Primero desenfreno en tus mordidas, dedos que clavaban excitación en mi La actriz carne, inquietante danza de deseos, indescriptible contorno en tus curvas, el con ínfulas de mujer recuerdo del ardor que nos unía. (Fernando Villena Barba) Después el dolor, el desgarro de Ella simulaba sus enfados para que él se preocupara. perderte, la ansiedad de tu indiferencia. Él no se preocupaba porque sabía que los simulaba. Esa duda despojó tu sombra de mi Él se enfadaba de verdad porque no le gustaba que cuerpo, consiguió arrancar violencia de ella le engañara con falsos enfados. mi alma, desvaneciendo el único aliento Ella se enfadaba de verdad porque todo le había que nos ligaba. salido mal. Sagrada geometría Aguardando Le pesaban tanto los años de la suerte (Xavier Blanco) que había olvidado su edad. Se (Ana Joyanes Romo) miraba en el espejo: su cara No miraba a los ojos de sus marcada, estampada de contrincantes. No le interesaban. penalidades, su piel tatuada de Solo sus manos, las cartas que arrugas. Esos ojos tristes, afligidos, lanzaban sobre el tapete. Nada en dolientes. No se reconocía. Sólo un sus miradas podía competir con la ser humano decrépito, envejecido, magia de los números que bailaban apolillado, carcomido por el paso del en los naipes, ni sus gestos tiempo, por los años, por las penas, contenidos e impenetrables, ni sus por la supervivencia. miradas de admiración o de respeto, Intentó dibujar una sonrisa en ese ni las de frustración cada vez que espejo enmohecido, pero el reflejo dominaba la partida. no se dejó engañar. Una línea Acariciaba las cartas con unción, las cóncava, tenue, dispersa, adornó su barajaba como quien recita un fisonomía. Sólo un nuevo día en el mantra. Secretas reglas del azar, aún calendario. Hacía semanas que por descubrir, historias de guerra y esperaba, siempre tuvo un sexto amor, siempre cambiantes; fichas sentido para las cosas de la vida. como oro, desparramadas ante sí, su Se dejó caer en la silla, vida arrojada en los cúmulos de descorazonada, abatida. El cielo era naipes descartados. azul, la brisa de la mañana Había dejado que todo se le agasajaba su rostro. escurriera entre lances de cartas, Cerró los ojos, obstruyó su mente, atrapado por la sagrada geometría de disponiéndose para el aguardo. La la suerte. muerte es así de caprichosa, nunca Tal vez era posible otra vida. Tal vez. viene cuando se le espera. La reina de picas se deslizó entre sus dedos, la magia se materializó. De nuevo. 17
  • 18. Una vez al año (Ana Joyanes Romo) Correo A l fin llegó el momento que llevaban esperando todo el año. (Inma Lía) Ya anochecía y los niños se sentían más y más excitados por lo que iban a vivir esa noche. —¡Para quieto, que no me dejas extenderte bien el maquillaje! M anuel ha recibido una carta de Ana desde —¡Pero si ya está bien! —protestaba el pequeño— ¡Yo México. Ha sonreído mientras intentaba abrir el quiero salir ya! correo electrónico como si se tratara de un sobre. —Mami, ¿tengo bastantes ojeras? ¿Me pongo más verde No se acostumbra al frío de los emails, no sentir el tacto aquí, para que parezca pus? —interrumpía el otro. de la comunicación, el papel deslizándose sobre los La madre lo miró de reojo y asintió, mientras añadía un dedos, el olor casi imperceptible de la persona que te poco más de blanco a la cara espectral del otro niño. escribe. Los emails le parecen pequeñas cubiteras que —Un perfecto muerto viviente —aseveró—. Ya te puedes retienen las palabras de forma aséptica, como si éstas poner los harapos. ¿Vais a buscar a vuestra amiga Lina? estuvieran envasadas al vacío. Ha abierto la carta y leído Seguro que os lo pasáis muy bien… Coge la bolsa para su contenido como si lo hubieran escrito con tinta de las chucherías, que tu hermano ya casi está… Y cuidado bolígrafo, lentamente la sonrisa ha ido huyendo de su dónde os metéis. No seáis impertinentes y no os separéis rostro, difuminada casi por completo bajo coordenadas de y… melancolía y sal. Hacía años que no sabía nada de Ana y —¡Que sí, mamá! —exclamaron, al unísono. su pequeña bolsita de sueños-esmeralda, demasiados Cuando llegaron al punto de reunión, tuvieron que años, y ella aún le hablaba de aquel océano cansado y esforzarse por reconocerla entre tanto vampiro, fantasma, del viejo faro al que solía acudir cuando notaba el tirón de hombre lobo y descabezado como había. La puerta del la ausencia. Al finalizar ha doblado la carta sobre la cementerio bullía con los seres que se apiñaban, como pantalla, cuatro dobleces de papel, dos de sobre y una en cada año, inquietos y ávidos por salir de sus confines. el corazón. Una mano palidísima los saludó entre la multitud. Los niños se acercaron apretando el paso, empujando a un par de zombies y a un gigante deforme que se interponían en su camino. —¡Lina! ¡Draculina! —gritó Adalberto— ¡Vamos, que se nos hace tarde! Atormentado (Nicolás Jarque Alegre) La niña llegó hasta ellos y se giró con un revoleo de capa, negra y carmesí. Al sonreír mostró su perfecta dentadura L e perseguían mortificando su existencia. Cualquier de vampiro. intento por huir había resultado un fracaso. El —¿Cómo estoy? Me gusta ponerme mi ropa, aunque sea cambio en el número de teléfono, de amigos, de una vez al año. residencia, de nombre y de sexo de nada había —Estás muy guapa —afirmó Juan—, pero también lo servido. Desesperado intentó en alguna ocasión estás vestida de “normal”. traspasar el otro lado, dejarse llevar. Naufragar en el Un esqueleto pasó junto a ellos, con entrechocar de océano, volar o dormir plácidamente, sin éxito. Intentos huesos; un zombie agitó con una mano el brazo que se le en vano. Siempre volvían. había desprendido, a guisa de bandera, y gritó: —¡Fiesta! Me confiesa que ahora tiene Los monstruos se apiñaron detrás de él, atravesaron el un plan: ha conseguido un arco que separaba el camposanto de la tierra de los vivos billete de polizón en una y lo siguieron, camino de la ciudad, entre risas y gruñidos. nave espacial de la NASA, Adalberto, Juan y Draculina se alejaron en otra dirección, con el propósito de correteando por las calles oscuras. Aporrearon los timbres abandonarla una vez esté en de cuantas casas encontraba, mostrando las bolsas al orbita y arribar a la Luna. Si grito de “¿Truco o trato?”. aún así le encuentran, Draculina reía y daba saltos y compartía sus regalos y promete quemarse, esta vez abrazos con Juan y Adalberto. por fuera. Yo le escucho, Ser una niña vampiro a veces es muy aburrido, teniendo nada le digo, sólo tacho su que aparentar que eres una humana pálida y enfermiza nombre de mi lista de que no puede salir a la calle. pacientes. Él no sabe, no Menos mal que hasta los monstruos tienen la suerte de quiere entender, que sus hacer amigos. Menos mal que una vez al año llega la problemas siempre viajarán noche de Halloween. con él. 18
  • 19. Sin mi (Isabel Mª González Verdugo) Como tantas veces había hecho de niño, me escondí. ¡Dani! Entonces lo hacía en aquel baúl de ropas viejas La tejedora que conservaba el molde de mi cuerpecillo desde la última vez. Desde allí oía mi nombre a gritos, ¡Daniel!, la ira en los pasos que se acercaban al lugar de siempre, los latidos de mi corazón que se había ido haciendo un de palabras sitio en mi garganta, ¡Daniel Fernández!, mi llanto estéril que nunca había podido evitar que él me arrancase de allí entre gritos y golpes, como siempre. Luego llegaba el (Miguel Ángel Brito) alivio, cuando por fín acababa, y se iba, y me dejaba allí en el suelo, abandonado entre el desorden de los trapos E lla, la Tejedora de palabras, desenreda madejas de pensamientos. Sus manchados de sangre, un feto encogido que nunca debió pensamientos son de colores. Colores nacer para vivir así. Aquella mezcla pastosa de olores, a desconocidos, inventados. Colores que se naftalina, sangre, semen y alcohol; aquel sabor salado de mezclan y superponen con transiciones y sin mis mocos y mis lágrimas, tan inútiles como yo, nunca he brusquedades, llenos de matices claros y dejado de sentirlos incluso en situaciones como la de oscuros que enriquecen las tramas, y regala a hoy, sigo escondido con ellos en aquel baúl, cada vez nuestros ojos bellas prendas que nos cobijan más encogido, un feto grande al que apenas le queda un en invierno y refrescan en verano. resquicio para empuñar un bolígrafo y sostener un Muchas veces, al ver sus trazos, me pregunto cuaderno entre sus manos de viejo. — ¡Daniel Fernández!— salgo finalmente a recoger el de dónde saca sus patrones de confección. Cómo acierta con esos trajes de palabras premio. hechos a medida. Cómo sabe siempre Todos me miran y me aplauden, creyendo que estoy escuchar la voz de los silencios y fijarse, a un aquí, pero yo tampoco me quiero. tiempo, en el matiz esencial de los ruidos del hombre. Aún sigo sin saberlo... A buen seguro, sus virtudes provengan de la divinidad de sus pensamientos que ella maneja a su antojo, acercándolos para ser tocados por unos pocos elegidos para luego volverlos al refugio donde crecen y engordan de las vivencias que los alimentan. Me siento afortunado de haber podido tocar sus pensamientos y de conocerla. De conocer a la Tejedora de palabras. De ver sus hábiles manos ejecutoras de ideas y de oir su risa abierta y envolvente. De sentir su mano amiga. De verme en su mirada franca y de dejarme mecer por el embrujo de frases hilvanadas por el hilo de su voz. Teje, amiga. Sigue tejiendo. Nunca dejes de hacerlo. ¡Abríganos con tus palabras! 19
  • 20. El coleccionista compartimentalizado. Las ideas deben mantenerse claras, frescas, El coleccionista es riguroso. El coleccionista de ideas saca su de ideas íntegras. Ante el peligro de una mezcla explosiva, que podría ser libreta, que siempre lleva a mano. Abre el abanico en su mente y (Teresa Giráldez) letal, el coleccionista se mueve elige una idea, la más dulce, la despacio, habla poco y mira más preciada. Con cuidado, con E l coleccionista de ideas siempre está despierto, atento al paso efímero de un pensamiento. No es impaciente. No es caprichoso. intensamente. Hay quienes le cariño, la transforma con su letra impecable y la enreda en el papel con la fuerza de un texto. Lo lee. Lo pule. Lo deja descansar un día. Es concienzudo. El coleccionista de ideas no No puede esperar a ese momento, desperdicia nada. Escudriña su ya cercano, en el que se reunirá alrededor y, en cuanto la ve, no la con sus amigos, otros deja escapar. Puede surgir de coleccionistas de ideas. En cualquier parte: alguien que pasa cualquier tasca, en torno a un corriendo, un viejo enfadado, un buen vino, comparten sus libretas, anuncio en la televisión, una con corazón y pensamiento. noticia, una voz en la ventana. toman por loco. El coleccionista de ideas mira al Alcanza esa idea, la anuda con su A menudo repasa, selecciona y cielo y sonríe. Es, ante todo, un imaginación desbordante y la elimina las ideas que, ya por romántico, y piensa que tiene guarda con cuidado. viejas, ya por pobres, deben ser suerte de vivir en este mundo. Un El cerebro del coleccionista de desechadas para hacer sitio a mundo lleno, fundamentalmente, ideas esta rigurosamente otras nuevas. Es un proceso lento. de ideas. Cuando despierte (Xavier Blanco) seguiré allí H ace días que no escribo, borroneo pero no intuyo. Lo intento sin desmayo. Miro, indago, pero no encuentro nada. No soporto este pulso infame, esta lucha fratricida. ¿He perdido la imaginación en el sendero de las sombras? ¿Me habré enemistado con la fantasía? ¿Se expatriaron las quimeras? Me siento extraño, en otro cuerpo, en otra existencia. ¿Dónde están los delirios, las princesas, dónde los unicornios alados? Es tan difícil entender que han desaparecido las palabras, que han abdicado los fonemas, que las imágenes se han velado. Me percibo acorralado por mi propio espejismo, convertido en solitario náufrago de mis deseos. Los sueños ya no me sobrevuelan, no gorjean en mi nido, sólo resuenan graznidos que profetizan noches imperecederas. Tal vez ya no queden historias por fabular, ni cuentos que contar, quizás la ficción y la realidad son la misma cosa. Ahí fuera llueve nada, llueve miedo, llueve sangre. Transitar por el alambre, funambulista en el precipicio del fracaso, hecho trizas de ponerme a prueba, de este examen perpetuo, de perseguir descalzo, exhausto, el hedor del éxito, el olor de la suerte. Subsistir en el vórtice del desconcierto convertido en un ermitaño de ilusiones, desnudo, auscultando la luna gris garabateando la intemperie. Los ojos obstruidos y el abismo de la mirada indagando la línea del horizonte, que se escapa como un reloj que avanza desbocado. Tal vez ser el problema o sólo parte de la solución. Colegir que la vida algunas veces tiene razón: se derretirán las nieves, alboreará un nuevo día, se encenderán las pupilas apagadas, sanarán los sueños malheridos, regresarán las historias, las leyendas y los cuentos. Volver a ser un gigante. Cuando despierte seguiré allí. 20
  • 21. Ojos líquidosdel náufrago La botella(Ángeles Jiménez) (Sandro Centurión) ¡La memoria de mis manos! (Corina Iglesias) Ojos líquidos de insondable mirar, de centelleos acuosos que invitan a explorar oscuridades ignotas. Ojos misteriosos que imantan voluntades atrayéndolas a sus profundidades abisales para sumergirse hipnóticas a buscar más abajo, más adentro. Ojos solitarios anhelantes de ser examinados, deseosos de iluminar y ser iluminados, ignorantes de su poder silencioso. Mirada fina, a veces afilada y otras sombría cuando se debate en las incertidumbres del H abía logrado una buena marcha, y pasó él, en su claroscuro. La luz que penetra todavía solo a medias por bicicleta de doble asiento. Hizo temor a que alumbre rincones en tinieblas, sin sospechar unas piruetas de palomo enamorado y que la claridad volatilizará los miedos espectrales adheridos se ofreció a llevarme. al fondo de la caverna que empieza a agrietarse. Hacia arriba y hacia afuera el día resplandece exuberante, -¿Hasta dónde?- Le pregunté pletórico y fecundo, sobrado de la vida. La tentación es bidireccional: la mirada líquida pulsa por derramarse atravesando los muros represivos de la contención, -Hasta el final- me respondió. incontenibles, ingobernables, descontrolados, desbordantes, exultantes. Cierto día, sin más, me sacó la bicicleta Y la luz lo invadió todo, y no quedaron vampiros en el reino y me dejó pedaleando en el aire. de los mortales, ni fantasmas diurnos, ni deseos reprimidos, ni príncipes ni princesas. -¿Qué pasó?- pregunté Ojos, miradas, amores líquidos, lo humano también es líquido, no sólido, sino líquido. Nadie respondió. Ahora, sólo lo encuentro en mis recuerdos más gratos, pero mi razón, La enferma (Isabel Martínez Barquero) cargando la vergüenza de haber sido seducida y abandonada en la banquina, prefiere pensar que se trató Estaba tan enferma que acabó con toda de una ilusión óptica. su familia. Yo sé que el cuerpo tiene su propia Uno a uno, cayeron todos en sus memoria, por eso puedo tipear sin desvelos por cuidarla. Las largas noches pensar el teclado, por eso pude andar de hospital y la atención constante a las en su bicicleta después de casi 20 años súplicas de la impedida fulminaron de no usar una, y por eso, algunas aquellas naturalezas fuertes. Desolada, recuperó la salud para no noches, antes de dormirme, mis marchitarse ante la vigilancia lánguida de manos hacen una extraña danza, quienes, por sus oficios, no vibraban con dibujando la silueta de otras manos el apasionamiento necesario que invisibles. requería su postración. La niña enferma, de Edvard Munc 21
  • 22. El raro (Miguel Ángel Díaz Fuentes) Ilustración: Paula Plaza Me cruzaba con él casi todas las mañanas, camino acostumbrado a ser humillado que impregnaba cada del trabajo, al atravesar apresurado la calle 41, su uno de sus actos. Tan sólo contemplé en su cara una territorio de influencia y hábitat particular. Absorto en cierta satisfacción cuando decidí compensar mi sus pensamientos, siempre con la cabeza gacha y la atropello, invitándole a un café y un bocadillo en el mirada perdida, como si el suelo fuera un abismo bar ante el que se había producido el incidente. insondable. Rumiaba frases y su discurso dejaba Y así, entre mordiscos a un sándwich de jamón y escapar de vez en cuando una queso y sorbos de café, fue sonrisa inocente que delataba el desgranando su vida ante mí con anhelo de una felicidad que lentitud, orgulloso de tener por fin nunca pudo alcanzar. A simple delante a un interlocutor que no vista, con aspecto andrajoso, miraba su aspecto con desprecio. barba descuidada y kilos de sobra Descubrí al ser humano escondido para repartir por el barrio, se tras esa imagen descuidada; el trataba de un personaje más de que disfrutaba coleccionando los que pueblan el espectro de los bolsas de plástico de diferentes marginados sin techo de colores y tamaños; el que acudía a cualquier ciudad. Nadie en su la estación de tren cada tarde para sano juicio hubiera apostado un respirar ese olor metálico tan céntimo por la suerte de un característico y agradable a su individuo tan prescindible, cuya sentido olfativo; el que se tumbaba trayectoria en la vida se boca arriba en el césped del presentaba a todas luces corta y parque con la única intención de anodina. ver pasar las nubes… Un El destino quiso que nuestros personaje cercano y convencional, caminos se entrecruzaran en una con el que la vida no tuvo fría mañana de otoño. La compasión y condenó desde muy urgencia y las prisas por no llegar joven a la oscura prisión de la tarde a mi trabajo se dieron de marginalidad. bruces con su despiste e introspección, provocando un encontronazo entre Hace una semana me abofeteó la noticia y su foto en ambos en plena acera, del cual salió bastante más un periódico local: lo encontraron colgado en un solar perjudicado él que yo: tumbado en el suelo tras abandonado. Se había quitado la vida fabricando una tropezar con mi torpeza, con un vaso de papel vacío a soga con fragmentos de ropa y trapos viejos; ni su lado y los restos del que supuestamente iba a ser siquiera tuvo la ocasión de acabar con sus días en su líquido desayuno, desparramados por los condiciones, sino rodeado de escombros y con una adoquines. Aceptó mis disculpas a regañadientes, con cuerda miserable e improvisada. Fiel reflejo de su un talante huidizo y esa sensación de animal existencia… (Dácil Martín) Su a-roma me llevó a buscarlo a la terraza, había servido A-roma la mesa con bollos y fruta. Su voz matinal sonaba ronca, resultaba graciosa oírla alentándome a tomar un descafeinado. Lo compré para ti, me confesó. Relvolví la leche manchada de aquel polvo hasta disolverlo. Y desapareció dejándome sola unos instantes para luego volver con un libro de poemas. Leímos uno que le gustaba sobre un café y una pareja que se acaba. No, no es un presagio, me dije. Terminamos el desayuno asomados al balcón compartiendo muy juntos un cigarrillo, mirábamos a la gente pasar y a las nubes en aquel azul intenso espejo de nuestro a-roma. 22