1. AMOR VERDADERO
La felicidad son como los dulces. Una vez cuando era niño, leí un cuento sobre un
niño y una niña que se extraviaron en el bosque, que caminaron duro hasta
encontrar una cosa completamente hecha de dulce.
La puerta era de chocolate, las ventanas de riquísimo azúcar blanca y el techo
formado por tejas de caramelo. Ojo en forma de diamantes.
Me imaginaba a menudo a aquellos dos niños desprendiendo piezas de techo y
ventanas comiéndoselas y como el dulce sabor llenaba sus bocas y fluía por todo
su cuerpo.
Me encantaban los dulces grandes o pequeños cuadrados e irregulares. Los
dulces mi madre los guardaba en un frasco de cristal en un alto anaquel de la
cocina que no podía alcanzar ni subiéndome en una banca tan alta.
Hice muchos sacrificios para conseguir algunos dulces, como limpiaba la casa, no
me ensuciaba la ropa me comía toda la sopa con verduras que no mama me
servía.
Tenía yo unos once años de edad y mi abuelita llego de visita:
Un día me llevo departe y me recordó en voz baja, que era el cumpleaños de mi
madre. Yo quería comprarle algo hermoso, pero no tenía dinero, solo existía una
manera de conseguirlo después de clases iría a trabajar a las chacras vecinas y
cobraría por eso.
Casi al anochecer acabe de trabajar pero como yo era muy niño y no trabajaba
mucho solamente me dieron poca propina ya que había llegado demasiado tarde
para trabajar, ya que primero tuve que ir a la escuela, luego a mi casa a almorzar y
recién ahí dirigirme a la chacra a ayudar.
Al caer la tarde supuse que tenía suficiente dinero me dirigí a la tienda más
cercana y saque mi puñado de monedas. El poco dinero que me dieron apenas
me alcanzaba para una tarjeta de cumpleaños e incluso algo más.
Mis ojos se fijaron en un paquete de chocolate me quedaba el dinero suficiente
para comprárselo a mama. Guarde el regalo en un bolsillo del pantalón, escondí
la tarjeta bajo el polo y corrí a casa.
Ya estaba oscureciendo cuando llegue cerca a mi casa. Vi a mama que andaba
buscándome.
2. Adivine que estaba preocupada y enojado, ¿Dónde has estado? ¿te estuve
buscando por toda las partes?
Me asuste y comencé a llorar.
¿Dónde estás? Me volvió a gritar apenas pude a explicarle.
Fui a juntar botellas para conseguir dinero y comprarte un regalo de cumpleaños.
Metí la mano en el bolsillo de mi polo y la di la tarjeta sin firmar. Mis manos sucias
dejaron una mancha donde debía estar mi nombre. Luego saque el paquete de
chocolate casi se había derretido en mi bolsillo.
- También te traje esto.
Se enojó, se esfumo como por encanto. Mientras me estrechaba con fuerza y
ocultaba su rostro oí que sollozaba.
Aquella noche, varios vecinos nuestros fueron a visitarnos y uno de ellos pregunto
por qué había un paquete de chocolate derretido en la ventana.
- Mi hijo me lo dio como regalo – contesto mama orgullosa y con los ojos
llenos de lágrimas.
Hoy en día: cuando la vida me aparece amarga y conservo la fe en su aspecto
más luminoso porque mi primera impresión del mundo fue de grata dulzura,
asimismo me acuerdo de mi madre cariñándome y sollozando en su cumpleaños y
esto me dio mucha fuerza para salir adelante por mas situaciones adversas que
tuviera .
3. NUNCA DIGAS ADIOS
Me encanta recordar los atardeceres de mi niñez. Es lo más valioso que no queda
de una cosa cuya vida se desenvolvía alrededor de una gran estufa negra en la
que ardían leños de árboles viejos.
Tendría yo unos ocho años de edad cuando me entere que teníamos que
mudarnos del único hogar que había conocido.
Todos mis años habían transcurrido en aquella vieja casa donde contemplábamos
la rejilla detrás de cual ardían los tizones y también los quemadores de la estufa,
donde silbaba la tetera. Había un hueco destinado al atizador contemplábamos los
árboles, el arroyo.
Toda mi vida breve, como era había transcurrido en aquella casa, impregnada de
lágrimas risas de tres generaciones.
Al llegar el último día para mudarnos corrí a mi refugio un árbol viejo a lado de un
pequeño riachuelo de agua cristalino, me senté al pie del árbol y me estremecía
mientras las lágrimas brotaban de mi corazón.
En ese sentí que una mano posaba en mi hombro, alce la vista y vi a mi abuelo.
- ¿No es fácil verdad paúl? – Me susurro al oído mientras se arrodillaba junto
a mi lado al pie de ese gran árbol
- Abuelito - le pregunte con lágrimas en los ojos - ¿Cómo puedo decirles
adiós a ti y a todos mis amigos?
Se me quedo mirándome brevemente y respondió.
- Adiós es una palabra tan triste y tan fea.
Demasiado triste para pronunciarlo entre amigos y muy dolorosa para decirlo ante
la familia.
Hay muchas maneras de decir adiós pero todas tienen algo muy doloroso la
“tristeza”
Yo le miraba el rostro. Me tomo de la mano con dulzura y me dijo:
“ven con migo amiguito”
Caminamos juntos hasta el jardín frontal donde crecía un rosal.
4. ¿Qué ves aquí paúl?
Contemple las flores sin saber que decir y luego conteste.
- Veo algo suave y bonito.
Arrodillándose a mi lado me dijo:
- No he sido que las rosas sean bellas es ese lugar tan especial en tu
corazón lo que las hace sea así.
Me miro a los ojos y dijo mucho tiempo atrás.
- Plante este rosal hace un buen tiempo lo fije en el suelo el día en que nació
mi primer hijo- mi muchacho se llamaba Paul, como tú.
Infinidad de veces lo contemple cuando jugaba con sus amigos, infinidad de veces
le contemple cuando crecía, cuando dejaba de ser un niño.
Vi lágrimas en los ojos de mi abuelito y su voz se quebró.
- Un día mi muchacho dejo de ser un niño.
- Un día hubo una terrible guerra y como tantos como otros se fue a luchar
por su país. juntos él y yo caminamos sin decir palabra alguna, en la
estación de los buces
… Poco, tiempo después llego un telegrama mi hijo había muerto en un
pequeño poblado lo único que le había dicho había sido la palabra adiós.
De repente se levantó y dijo:
- Nunca digas adiós paúl – nunca te entregues a la tristeza de esa palabra.
En cambio recuerda la alegría y la felicidad que has sentido junto a un
amigo o familiar.
Recuerda la primera vez que dijiste ¡hola! A un amigo. Toma ese saludo y
guárdelo muy dentro de ti, en ese lugar que se llama corazón.
Y cuando tú y tus amigos deban separarse y quiero que busques en tu corazón y
recuerdos aquel hola de tu ser querido o amigo.
Pocos años después mi abuelo se enfermó gravemente entonces se reunieron
todos los familiares, y yo volví a la casa de mi abuelo.
Cuando llego mi turno de despedirme de mi abuelo me di cuenta que su
respiración era lenta y penosa le cogí de la mano con la gentileza con que una voz
el había tomado la mía.
- Hola abuelito – susurre
5. Abrió los ojos lentamente
- Hola amigo – dijo y me dio una sonrisa y volvió a cerrarse los ojos y yo Salí
de la habitación y estaba yo de pie junto a su rosal cuando me avisaron que
el abuelo acababa de morir. Recordando lo que me había dicho, me di
cuenta de los sentimientos de nuestra mutua amistad.
De pronto, supe lo que había querido decir: nunca digas adiós y sobre
entregarse a la tristeza.