Tema 10. Dinámica y funciones de la Atmosfera 2024
La crisis de la lectura
1. La crisis de la lectura... hacia una educación sin libros?
- Estamos en diciembre, se acerca el período de las evaluaciones y el sistema
universitario entra en DEFCOM 3. Se van definiendo temas ("Qué entra en el
examen?"), bibliografías obligatorias ("Qué hay que leer?") y formas de evaluación
("Son preguntas abiertas o tipo test?").
Todos los profesores tenemos alguna anécdota como la que sigue:
- Profesor: Tienen que leer estos dos libros para poder hacer el práctico (o el
examen).
- Alumno(s): Leeerrrr????
- Profesor: Sí, leer dos libros.
- Alumno(s): Libroooossss????
Los libros se están convirtiendo en un objeto totalmente extraño para las nuevas
generaciones. Y no estamos hablando de cualquier joven: estamos hablando de
estudiantes universitarios. El rechazo no está dirigido tanto al libro en sí mismo, sino
a la acción de concentrarse durante un período de tiempo en la lectura de un texto
escrito. Esos mismos jóvenes pueden pasarse horas chateando, videojugando o
viviendo en Second Life, disfrutando o sufriendo experiencias on-line donde los
procesos interpretativos y cognitivos funcionan a pleno ritmo, pero de entrar en un
mundo virtual hecho de palabras sobre papel, ni hablar.
Los desafíos que genera este rechazo son inconmensurables para un sistema
educativo que durante casi dos milenios giró alrededor del libro (primero manuscrito,
después impreso). Nadie se salva de esta crisis, desde las editoriales hasta los
profesores (¿cómo activamos formas de reflexión crítica y profundas sin una base
textual escrita?). Esta pregunta apasiona a nuestro digitalista honoris causa
Alejandro Piscitelli, quien ha reflexionado varias veces sobre el tema.
Lo repito, no se trata de un problema de formato sino de lecturas: distribuir on-line
los mismos contenidos -por ejemplo el libro la "Galaxia Internet" de Manuel Castells
en formato PDF- no cambiaría absolutamente nada. Cualquier propuesta de lectura
que supere las cuatro (cinco? tres?) páginas es demasiado para la gran mayoría de
nuestros jóvenes nativos digitales. El esfuerzo cognitivo que implica "leer un libro"
se equipara a escalar el Everest con la Britannica (versión impresa, obvio) en la
mochila.
No me gusta hacer futurología, pero algunas tendencias ya son el presente:
- se incrementa la cultura de la fotocopia o la impresión láser, la "summa xerox" de
breves textos extraídos de obras mayores. Este proceso comenzó en los años '80 con
la difusión de las fotocopiadoras en las universidades y estalla en los '90 con el
formato PDF. Se trata de textos efímeros, cuya vida útil acaba cuando el alumno
aprueba la asignatura.
- se redefine el rol del profesor, quien ahora -entre muchas otras cosas- se debe
encargar de "leer libros" y retraducirlos a sus alumnos de manera oral (a veces
acompañado por un Power Point) o extraer las partes fotocopiables. El profesor, en
otras palabras, se convierte en un post-productor textual, que en cierta forma
continúa el trabajo de pre-producción realizado por el autor y el editor.
- se redefine el rol de las editoriales, las cuales deben urgentemente buscar otro
"business model" en el campo de libro científico. Ninguna editorial puede sobrevivir
vendiendo libros sólo a un puñado de profesores.
Hay que modificar los productos y los procesos editoriales y educativos. Los libros
"teóricos" deberían incorporar formas de visualización de la información del mundo
periodístico o de otros géneros (como las guías de turismo) que complementen el
texto escrito. Si el diseño de la prensa o de las revistas ha cambiado en el último
siglo, por qué los textos de las ciencias sociales siguen anclados en un modelo
decimonónico? En las ciencias duras -pienso en los libros de anatomía o biología- se
ha avanzado mucho en este campo.
Por el lado del proceso editorial, alguna salida a esta situación podría venir por la
impresión on-demand flexible, como el sistema Lulu, se trataría de libros a medida,
recopilaciones específicas y just-in-time para cada cátedra y con tiradas exactas que
2. eliminen los costos de depósito. Una editorial podría tener una base de textos y cada
cátedra podría disponer de "su" libro en tiradas pequeñas. Un simple sistema
estadístico le permitiría a la editorial saber en tiempo real cuáles son los textos y
autores más trabajados en las clases y, en el caso de ediciones tradicionales, apostar
por lo seguro.
También se debería dar mayor importancia a los textos producidos por los alumnos.
Ya que existen sistemas como Lulu, ¿por qué no recopilar los trabajos producidos por
los alumnos a lo largo del curso lectivo en un libro? Ya que aparentemente no les
interesa leer libros, podemos comenzar convirtiéndolos en autores de libros y
familiarizarlos con el formato impreso... Finalmente, para redescubrir el placer de la
lectura -el cual no es incompatible con los videojuegos o los chats- hay que comenzar
desde pequeños, en las casas y en las escuelas. En las universidades españolas
llegan a la universidad alumnos que nunca han leido una novela o un texto con más
de 100 páginas (habra sido culpa exclusiva de sus maestros? O de hogares donde
SOLO se mira la televisión 100 horas por semana?).
Los libros no van a morir, de la misma forma que el cine no mató al teatro ni la
televisión al cine... sólo que el teatro y el cine se transformaron para sobrevivir en un
nuevo ecosistema mediático. Y para sobrevivir las especies biológicas aprovechan las
mejores mutaciones (evolución) y establecen nuevas relaciones con los otros
habitantes del ecosistema (coevoluciones).