Una de las evidencias más claras de la existencia del proceso evolutivo es el registro fósil. Los fósiles son restos orgánicos que han quedado petrificados mediante procesos químicos y geológicos (Figura 1), y se pueden formar a partir de diversos tipos de material biológico: conchas, cutículas, pieles, esqueletos o incluso comportamientos pasados (huellas de pasos al caminar o deslizarse, la marca dejada al apoyarse, nidos, etc.). El proceso de fosilización es complejo y depende tanto del ser vivo como de las características del lugar donde este se deposita tras su muerte. De hecho, aunque la mayoría de seres vivos que mueren no forman fósiles, debido a la magnitud de la historia de la vida en la Tierra, con el paso del tiempo se ha ido acumulando un número muy significativo de fósiles, algunos de los cuales acaban siendo descubiertos por los paleontólogos y biólogos evolutivos. A partir de la formulación de la teoría de la evolución por Charles Darwin, los fósiles han contribuido a cambiar las disciplinas de la geología y la biología. 1. Quizá la evidencia más importante que aportan los fósiles y que apoya la teoría de la evolución es que la mayoría de especies de las cuales se conservan restos fósiles son distintas a las especies existentes en la actualidad. Sin embargo, casi todas ellas guardan algún tipo de parecido morfológico con las especies contemporáneas. Esto sugiere dos cosas: las especies han ido cambiando a lo largo del tiempo, es decir, han ido evolucionando y, además, existe una continuidad genealógica entre las especies del pasado y las especies contemporáneas, de forma tal que las últimas se derivan de las primeras en una relación de descendencia. En este sentido, los fósiles no solo aportan evidencias acerca de la evolución como hecho, sino también acerca de la evolución como camino. Gracias a los fósiles es posible trazar, aunque sea a grandes rasgos, la historia de un linaje de organismos determinado. Especialmente relevantes en este contexto son los denominados fósiles de transición. Los fósiles de transición son aquellos que poseen simultáneamente rasgos de organismos ancestrales y de organismos contemporáneos. Por ese motivo, los fósiles de transición nos indican cómo pudo haberse producido la evolución entre dos formas distintas de organismos emparentados. En la actualidad hay múltiples ejemplos de fósiles de transición. Los hay en el linaje de los cetáceos, conectando sus ancestros terrestres con las modernas ballenas y delfines (por ejemplo, Ambulocetus; en el de las aves, uniendo sus ancestros del grupo de los dinosaurios con las modernas aves con plumas y alas (por ejemplo, Archaeopteryx); o en el de los caballos, uniendo sus ancestros tridáctilos con los modernos caballos con pezuñas (por ejemplo, Merychippus). Especialmente llamativo en este sentido es el fósil de transición Tiktaalik, un pez tetrapodomorfo de hace 375 millones de años descubierto en el año 2006 y que representa un estadio intermedio entre los me