1. LA DIMENSIÓN DESCONOCIDA DE LA SANTIDAD
¿Hay que ser perfecto para ser santo?
Con el tema de la santidad existe, aunque cueste creerlo, una gran falta de entendimiento de
profundidad y amplitud.
Aunque paezca increible, muchos creyentes no tienen idea de lo que es la santidad y muy pocos
se han tomado el trabajo de profundizar en el tema para tener una idea equilibrada.
A lo largo de los años los creyentes han tomado una variedad de ideas de todo tipo acerca de lo
que es la santidad.
Una de las ideas más comunes es que la santidad significa “ser diferente del mundo”. Esto llevó
a la Iglesia a vestirse diferente, cortarse el pelo de una manera diferente e inventar una moda
diferente para asistir a la iglesia. Generalmente los varones iban con saco y corbata y las mujeres
con el pelo recogido y faldas largas. La idea era parecer diferente a la gente del mundo, por eso
la gente cuando los veía asi vestidos los domingos ya sabían quiene eran. Por años se pensó que
eso era dar testimonio ¡pero el problema era que aún esos mismos creyentes cuando estaban
fuera de la iglesia no utilizaban ese tipo de vestimenta!
Tambien, la santidad para ellos significó tambien sonar o hacer un sonido diferente. No se si
usted recuerda que hace muchos años atras el unico instrumento que se permitia en la iglesia era
el piano o el armonio u órgano. Recuerdo por los años setenta cuando yo fui el baterista de un
equipo evangelistico que recorría las ciudades predicando el Evangelio. Cada vez que nos veían
entrar con una bateria a la iglesia, muchos pensaban “¡el mundo nos está invadiendo!”. Hoy por
cierto, nadie se escandaliza por alabar y adorar a Dios con todo tipo de instrumentos.
Tambien se crearon conceptos sobre cuáles actividades un cristiano no debía hacer. Algunos no
practicaban deportes porque decían que era mundano, se prohibía ir al cine a ver una película,
etc. Todo esto se pensó que era santidad pero en realidad creo un concepto legalista donde todo
se basaba en “no se puede hacer o sí está permitido hacer”. Se enfatizó tanto el marco exterior
que se perdió de vista la genuina santidad de Dios.
Quizás hoy las cosas han cambiado un poco, pero existe otra tendencia en la Iglesia y es que
pensamos que santidad significa “ser bueno”. Ellos creen que si uno vive una vida recta, honesta,
con buena ética moral, han alcanzado la santidad.
Todas estas cosas por cierto son importantes en su contexto, pero el hecho de vivir estas cosas no
es lo que nos hace santos.
Pensemos por un instante a lo que Dios llama santo. Cuando Dios llamó a Moisés en medio de la
zarza, llamó a ese lugar “santo” (Exodo 3:1-5), pero eso no significaba que esa zarza era “más
santa” que las demás. Tambien Dios llamó santo al Monte Sinaí (Exodo 19:23) pero eso no
significaba que hubiera sido ese monte más moral que las otras montañas.
La santidad no es cuestión de ser bueno y tener una buena moralidad. La santidad es una
dimensión totalmente diferente.
2. Ahora bien, ¿Qué es la santidad? La santidad no significa “libre de pecado” sino que la santidad
significa ser “distinto, distinguido, apartado de lo ordinario o elevado sobre la norma común”. La
mejor definición de “santo” es la palabra “especial”. Tratar algo como santo o especial lo hace
digno de honor.
Esto es lo que vemos en el primer capítulo de Génesis. La primera vez que Dios llamó a algo
“santo” fue en Génesis 2:3 cuando el bendijo el séptimo día y lo santificó o declaró santo. Eso no
significaba que los demas días eran mundamos, pecaminosos o impuros.
Los primeros seis días eran buenos días, en realidad Dios dijo en Génesis 1:31 que todo era
“bueno en gran manera” o muy bueno, pero no eran santos sino días comunes, ordinarios. Para
Dios el séptimo día era un día especial.
En Levítico capítulo diez Dios le dio a Aarón instrucciones para servír en el tabernáculo y le
advirtió claramente la diferencia entre lo santo y lo común u ordinario. Dios les estaba diciendo:
- ¡No tomen lo que es especial para mí como algo común u ordinario!-
Si Aarón hubiera traído su ropa sucia al Tabernáculo y la hubiera lavado en el lavacro y luego
colgado en el Arca del Pacto para secarse, el hubiera violado la santidad del Tabernáculo. El
hubiera tomado algo que especial para Dios y lo había tratado como algo ordinario o común.
Ser santo significa “ser distinto, distinguido, apartado de lo ordinario o elevado sobre la norma
común”. Caminar en santidad no es ser bueno o diferente, sino mostrar honor. Es tratar lo que es
especial para Dios de una manera especial y honrarlo.
La santidad es algo muy importante para Dios. En Deuteronomio 23:14 leemos: “porque Jehová
tu Dios anda en medio de tu campamento, para librarte y para entregar a tus enemigos delante de
ti; por tanto, tu campamento ha de ser santo, para que él no vea en ti cosa inmunda, y se vuelva
de en pos de ti.” Si fallamos en caminar en santidad, causaremos que Dios retire Su presencia de
nuestro medio.
La santidad es el secreto para caminar en la presencia del Espíritu Santo y experimentar su
poder.
Dios ha designado ciertas cosas como santas y el nos pide que las tratemos en forma especial.
Cuando honramos lo que santo, caminamos en santidad y Su presencia habita en nosotros. La
santidad es la llave para tener una vida sobrenatural.
En la Palabra de Dios, existen ciertas cosas consideradas santas. Al llamarlas santas, Dios nos
esta diciendo que les demos especial honor y que no las tratemos como comunes u ordinarias.
Estoy seguro con lo que le he compartido hasta el momento que usted esta siendo sacudido en su
forma de pensamiento sobre lo que es la santidad. ¡Dios nos está renovando la mente para que
podamos ver, sentir y pensar las cosas como Dios la ve, siente y piensa ¡y experimentemos de
una vez por todas la hermosura de la santidad!
Veamos algunas cosas que Dios llama “santo o santas”:
Dinero santo
¿Sabia usted que el dinero puede ser santo? Asi lo dice el Señor, cuando el designó el principio
del diezmo de nuestras entradas. Levítico 27:30-32 dice: “Y el diezmo de la tierra, así de la
simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada (en el texto
original dice “santa”) a Jehová. Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta
3. parte de su precio por ello. Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara,
el diezmo será consagrado (en el texto original dice “santo”) a Jehová.”
Cuando tenemos el concepto de honrar lo que es santo para Dios, no tenemos problemas en
apartarlo para el Señor. Se acaba toda duda o conjetura sobre si el diezmo hay que darlo o no
darlo. Tenemos dos opciones: honrar a Dios con el diezmo porque es algo santo o simplemente
lo trataremos como el resto de nuestra entrada económica. Por eso Dios le promete a los fieles
diezmadores que las ventanas de los cielos se abrirán para bendecirles (Malaquías 3:10-11).
El tiempo santo
Como ya hemos visto en Génesis 2:3 Dios designó un día de nuestro tiempo como santo. Lo
recuerda posteriormente en los Diez Mandamientos en Exodo 20:8-11 “Acuérdate del día de
reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo
para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada,
ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los
cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto,
Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó (lo declare santo).”
En cuanto al dia de reposo existe mucha confusion en el pueblo de Dios y generalmente se ha
enseñado que no debemos guardarlo.
Nuestra idea de santificar el sábado viene por lo que vemos o sabemos de aquellos judíos
religiosos, bajo el sistema exclavizante judáico, que no tienen al Mesías (Jesús) en su corazón,
pero si lo miramos bajo la óptica divina y no la religiosa nos daremos cuenta que en realidad el
guardar el sabado no tiene nada que ver con ayunar, no andar en auto, estar con cara triste, y no
comprar nada.
En realidad Isaías 58:13-14 dice lo contrario: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu
voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no
andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras,
entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer
la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado.”.
El concepto del “sabado” bajo la óptica divina tiene la idea de hacerlo deleitoso, disfrutarlo, y no
tiene nada que ver con el domingo, pero ese es otro tema.
Lugares santos
Los lugares donde Dios manifiesta su presencia son lugares santos. La zarza era algo santo; el
Monte Sinaí era santo; el Tabernáculo era un lugar santo y el templo era santo. Todos los lugares
para adorar a Dios eran santos, especiales para Dios.
Gente santa
Dios designa a muchas personas como santas, como ser: Los apóstoles y profetas (Efesios 3:5); a
nuestros hermanos y hermanas en Cristo son santos ( (1 Co. 1:2; Ef. 3:8; 4:12; Col. 1:2; nuestro
cónyuge es santo (1 Co. 7:14) entre otros. Cuando honramos lo que Dios llama santo, somos
bendecidos.
Viene a mi memoria el encuentro del profeta Elías y la viuda en 1 Reyes 17:9-16. Dios le dice al
profeta que vaya a la casa de una viuda para que lo sustente. Cuando el profeta llega, la mujer le
cuenta que está en una profunda y terrible necesidad. Ella le dijo en el v.12: “Y ella respondió:
Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja,
y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y
para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.”
4. En medio de semejante calamidad, pues esta mujer pensaba que era su última comida antes de
morir, el profeta le dice en el v.13 “hazme a mi primero…. y después harás para ti y para tu
hijo”. ¿Puede imagninarse si esto hoy día lo hiciera algún pastor o profeta? La noticia correría
como un reguero de polvorá y todos dirían: -¡Es un falso profeta, un farsante, que solo busca
sacarle cosas a la gente y que quiere quedarse con todas las cosas de esa pobre viuda! -, pero no,
el profeta le estaba dando en realidad a esta mujer la oportunidad de entrar en una dimensión
sobrenatural de provision. No en vano la Palabra de Dios dice en Mateo 10:41: “El que recibe a
un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá”; además 2 Crónicas 20:20 dice:
“Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados.” Es
muy probable que el Espíritu Santo le haya dicho algo de esto a la mujer para que ella accediera
a honrar primero al profeta.
Cuando la mujer escogio honrar primero al profeta, Dios comenzó a multiplicar milagrosamente
sus recursos. La Palabra dice que tanto ella como su hijo y su casa disfrutaron de la provisión del
Señor en medio de la hambruna (1 Reyes 17:15).
La verdadera fuente de la santidad
Hemos hablado de personas y cosas santas, pero es muy importante que nos enfoquemos en lo
principal. Yo le pregunto: ¿Qué fue lo que hizo que la zarza fuera santa? ¿Qué fue lo que hizo
que el Monte Sinaí fuera santo? ¿Qué fue lo que hizo que el Lugar Santísimo del Tabernáculo
fuera santo? La respuesta es: La presencia de Dios. Sin la presencia de Dios no puede haber
santidad ni la manifestación genuina de la hermosura de la santidad en nuestras vidas.
Piense por un instante en lo siguiente: Cuando usted le entregó su vida a Jesucristo, nació de
nuevo (Juan 3) y se transformó en un hijo de Dios (Juan 1:12), la presencia del Espíritu Santo
comenzó a habitar en su ser. Dios le dio a usted las Arras o la primicia del Espíritu Santo (2
Corintios 1:22; 5:5). ¿Qué significa eso? Que usted ahora es santo para Dios. Usted a los ojos de
Dios es santo, no importa lo que haga. Lo que estoy diciendo no es una herejía ni una propuesta
para vivir en libertinaje y en el pecado, pero es así como Dios nos ve, hagamos lo que hagamos.
Algunos cristianos confunden la santidad con la justicia de Dios. La justicia de Dios es la que
nos permite estar limpios ante Dios (al arrepentirnos de nuestros errores, faltas y pecados,
confesarlos ante Dios y recibir su limpieza y perdón, según 1 Juan 1:9).
Por supuesto, Dios anhela que caminemos en justicia. La santidad significa ser especial, y porque
yo soy especial para Dios decido no contaminarme en el pecado sino consagrarme para
experimentar la hermosura de la santidad.
Aquí es donde muchos nos confundimos lo que es vivir en santidad, por eso caemos en el
legalismo de “hacer o no hacer algo” o si algo “es bueno o malo”. Pensamos que la santidad es
mi esfuerzo por ser una mejor persona. Anteriormente dijimos que la única manera de manifesar
la hermosura de la santidad es gracias a la presencia del Espíritu Santo. Si no fuera por el Señor,
que es santo, no hay manera de manifestar la hermosura de la santidad.
Disfrutar de la hermosura de la santidad se resume de la siguiente manera: Cuando me doy
cuenta que soy especial para Dios, decido honrarle consagrando todo lo que soy al Señor y a la
vez decido darle la espalda a todo aquello que a Dios no le agrada. Yo hago el molde exterior de
obediencia y Dios produce en mi interior la hermosura de la santidad.
5. En 1 Corintios 1:2 leemos: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo
Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:”
Si usted leyó las cartas a los Corintios se dara cuenta que en esta iglesia había muchos problemas
morales. ¡Había pecado en la congregación! Por eso Dios en vez de condenarlos y mandar fuego
del cielo, les exhorta diciendo: Iglesia de Corinto, ustedes son especiales, son míos, ¿Para qué
vivir de forma común u ordinaria como el resto de la gente que no me conoce, hundidos en el
pecado, si ustedes son santos y especiales para mí?
Quizás nosotros condenaríamos a la gente que practicaba el pecado pero Dios que es grande en
misericordia les extendía su gracia para que volvieran a ser lo que fueron llamados a ser: santos,
especiales para Dios.
Cuando uno descubre esta dimension desconocida de la santidad, uno llega a la conclusión de
que es un honor ser santo y vivir en la hermosura de la santidad porque ser santo significa ser
especial, ¡especial para Dios!