4. Consejo Nacional de Población
LIC. CARLOS MARÍA ABASCAL CARRANZA
Secretario de Gobernación
y Presidente del Consejo Nacional de Población
DR. LUIS ERNESTO DERBEZ BAUTISTA
Secretario de Relaciones Exteriores
LIC. FRANCISCO GIL DÍAZ
Secretario de Hacienda y Crédito Público
LIC. JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA
Secretaria de Desarrollo Social
ING. JOSÉ LUIS LUEGE TAMARGO
Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales
LIC. FRANCISCO JAVIER MAYORGA CASTAÑEDA
Secretario de Agricultura, Ganadería,
Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación
DR. REYES S. TAMEZ GUERRA
Secretario de Educación Pública
DR. JULIO FRENK MORA
Secretario de Salud
ING. FRANCISCO JAVIER SALAZAR SÁENZ
Secretario del Trabajo y Previsión Social
LIC. FLORENCIO SALAZAR ADAME
Secretario de la Reforma Agraria
LIC. BENJAMÍN GONZÁLEZ ROARO
Director General del Instituto de Seguridad
y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado
LIC. FRANCISCO FLORES Y PÉREZ
Director General del Instituto Mexicano del Seguro Social
ING. LAURO LÓPEZ SÁNCHEZ ACEVEDO
Subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos
y Presidente Suplente del Consejo Nacional de Población
LIC. ELENA ZÚÑIGA HERRERA
Secretaria General del Consejo Nacional de Población
5. Secretaría General
del Consejo Nacional de Población
LIC. ELENA ZÚÑIGA HERRERA
Secretaria General
MTRO. VIRGILIO PARTIDA BUSH
Director General de Estudios
Sociodemográficos y Prospectiva
MTRO. OCTAVIO MOJARRO DÁVILA
Director General de Programas de Población
y Asuntos Internacionales
MTRO. JUAN ENRIQUE GARCÍA LÓPEZ
Director de Estudios Sociodemográficos
LIC. CARLOS ANZALDO GÓMEZ
Director de Poblamiento
y Desarrollo Regional Sustentable
MTRO. SALVADOR BERUMEN SANDOVAL
Director de Estudios Socioeconómicos
y Migración Internacional
LIC. SANDRA FLORES MORALES
Directora de Análisis Estadístico
e Informática
LIC. HÉCTOR CARRIZO BARRERA
Director de Educación
y Comunicación en Población
LIC. OLGA MINERVA DEL RIEGO DE LOS SANTOS
Directora de Coordinación Intergubernamental
LIC. HÉCTOR RAÚL LUNA REYES
Director de Administración
6. Índice
Presentación / 7
Unidad 1
La sexualidad, el contexto social y la escuela
Adolescentes y jóvenes / 11
Unidad 2
Sexualidad
Asertividad / 19
Unidad 3
Sexualidad y curso de vida
Pubertad / 29
Respuesta sexual humana y disfunciones / 33
Unidad 4
Situaciones de riesgo
¿Puede un adolescente ser adicto? / 45
Rave: delirar, desvariar, devanear, disparatar, bramar, salirse de sus casillas / 51
Mariguana, una revisión bibliográfica / 53
Una relación intensamente destructiva / 58
¿Cómo evitar el suicidio en adolescentes? / 60
Aborto / 65
Disipar los mitos / 67
Unidad 5
Biología de la sexualidad
Planificanet / 73
Envejecimiento de la población de México / 96
La salud del anciano en México y la nueva epidemiología del envejecimiento / 98
Anexo / 103
7. Reconocimientos
Coordinación ejecutiva
Octavio Mojarro Dávila
Héctor Carrizo Barrera
Compiladoras
María Isabel Morgan Mallol
Adriana Silvia García Flores
Guadalupe García Albarrán
Diseño gráfico y edición
Agustín López Delgadillo
Xóchitl Márquez Bautista
Maritza Moreno Santillán
Myrna Muñoz Del Valle
Se agradece de manera especial las aportaciones hechas
por Sandra Guevara de la Torre, Virginia Muñoz Pérez
y a María Amparo Villa Rodríguez del Consejo Nacional de Población.
Al Fondo de Población de las Naciones Unidas por su apoyo financiero
para la publicación de esta obra.
8. Presentación
A pesar de que cada uno de ellos tenga “vida propia”, los textos de esta antología han sido seleccio-
nados y ordenados para servir de apoyo, complemento y herramientas de trabajo para las actividades
de aprendizaje que se desarrollan en el Curso General de Actualización “Hablemos de sexualidad
en la escuela secundaria”.
Los participantes podrán descubrir de manera ampliada nuevos elementos, otras visiones y pers-
pectivas complementarias a las que se encuentran desarrolladas en el libro de Contenidos básicos.
Las nuevas perspectivas aportadas por estos textos, además de enriquecer los conocimientos de
los participantes, pueden suscitar en ellos reacciones e inquietudes que darán a las actividades de
aprendizaje otras dimensiones e inesperadas sorpresas.
Los participantes pueden considerar que el libro Lecturas complementarias es un miembro más del
equipo. Su presencia en los debates y en las dinámicas producirá el efecto para el que fue confeccio-
nada: acompañar, incentivar, proponer, inquirir, remover y también, por qué no, conmover.
Sabemos que la sexualidad acompaña a la persona en todos los instantes y circunstancias de la vida.
Al parecer, el límite de su conocimiento parece no tener fronteras. Esta Antología no pretende ni
agotar ni poner punto final a ningún tema tratado en el curso. Su servicio, por breve y conciso que
pudiera parecer, estará plenamente justificado si alcanza este solo objetivo: ponerse a la par de cada
uno de los participantes y acompañarlo en la aventura por descubrir la sexualidad de los adolescen-
tes y, si fuera el caso, enderezar algún sendero o encender alguna luz en las penumbras.
Mtro. Héctor Carrizo Barrera
7
12. Adolescentes y jóvenes1
María Isabel Morgan Mallol
Introducción
Quizás un punto de partida para el análisis del tema debe ser que el embarazo adolescente y los
problemas vinculados a él, no son generalizables como comúnmente se piensa. Dicho fenómeno
presenta dimensiones y características diferentes dependiendo de los distintos sectores sociales y
culturales, lo cual implica tratamientos también diversos: no es lo mismo una pareja de jóvenes de
entre 16 y 18 años en una zona campesina indígena de los altos de Chiapas, que el embarazo en
adolescentes urbanos, de capas medias, de la ciudad de México, por ejemplo; y no es lo mismo la
situación de una adolescente embarazada, que la de un adolescente que embaraza. Es decir, para
obtener un conocimiento más preciso y objetivo del problema, es necesario aplicar un enfoque so-
cioeconómico y cultural, aunque sea a grandes rasgos, lo mismo que un enfoque de género. Existe
mucha diferencia entre una chica que se embaraza y que por razones simplemente biológicas no
puede negar que es la madre del niño que la del adolescente que la embarazó, cuyo reconocimiento
o negación de la paternidad dependerá únicamente de su voluntad,2 es decir, de su compromiso y
responsabilidad.
No son los números en sí aislados, los que deben llamar la atención, sino las implicaciones que
tiene el inicio temprano de la maternidad y la paternidad, especialmente para las mujeres, y más
especialmente aún para las que se encuentran en situaciones sociales más desventajosas.
Por otro lado, es importante tener cuidado con las aseveraciones que se hacen sobre las causas que
pueden explicar este fenómeno, pues de la misma manera que existen diferencias en el número de
embarazos dependiendo del lugar de residencia o del nivel de escolaridad, igualmente pueden ser
distintas las razones que lo provocan según sea el ambiente en que los jóvenes de estos grupos de
edad viven y se desarrollan.
La población joven de México
Los y las jóvenes de 14 a 24 años constituyen un grupo de población de gran relevancia debido no
sólo a su importancia numérica, 20.2 millones en el año 2000, que representan 20.3 por ciento de la
población (10.5 entre 15 y 19 años y 9.7 millones entre 20 y 24), sino al desafío que implica para la
sociedad garantizar la satisfacción de sus necesidades y demandas, así como el pleno desarrollo de
sus potencialidades. Pero además, es relevante porque es justamente en este período, cuando tienen
lugar decisiones y transiciones que son cruciales tanto para sus propias vidas personales como para
la vida demográfica del país.
1
Ponencia presentada en el INEA, diciembre 2002. Tomada de: CONAPO, Subdirección de Educación en Población, Car-
peta de educación sexual 2001-2006, México, 2004.
2
Aunque actualmente existe la tecnología para determinar la paternidad, en la práctica estos recursos son tan inaccesi-
bles, que el reconocimiento de los hijos por parte del padre sigue sujeto a su voluntad y su conciencia.
11
13. La mortalidad y la fecundidad no sólo han determinado el crecimiento de la población, sino que
también han incidido en su composición por edades, el número de adolescentes y jóvenes, todavía
está influido por la elevada fecundidad del pasado.
Distribución de la población joven
En cuanto a su distribución en el territorio nacional, ésta es resultado de la acción conjunta del creci-
miento natural y de la movilidad espacial, movilidad que a su vez, está estrechamente vinculada con
los procesos de desarrollo socioeconómico que tienen lugar en cada una de las regiones que confor-
man el país, las cuales han seguido caminos diversos y alcanzado grados de modernización distintos.
Los jóvenes se distribuyen en el territorio nacional siguiendo un patrón similar al conjunto de la po-
blación, de tal suerte que la mitad de ellos (49.9%), se concentra en apenas siete de las treinta y dos
entidades federativas: Estado de México (13.3%), Distrito Federal (8.4%), Veracruz (7.0%), Jalisco
(6.6%), Puebla (5.1%), Guanajuato (5.1) y Michoacán (4.4%).
En cuanto a la composición por sexo, en 1997 eran 51.1 por ciento de mujeres y 48.9 de hombres
(95.7 hombres por cada 100 mujeres), aunque esta proporción no es igual en todos los estados, en
algunos existe un relativo equilibrio, y en otros predominan los hombres.
Actualmente, la población joven es predominantemente urbana. En 1970, 61.2 por ciento residía
en localidades de 2 500 y más habitantes y en 1997 esta proporción ascendió a 75.3 por ciento.
Además, cabe señalar que la población joven se concentra en las áreas urbanas en mayor proporción
que la población total (58.7 y 74% en esos años).
Estado civil
La mayoría de las y los adolescentes son solteros (74.3%) aunque cerca de cinco millones (24.5%)
ya se han casado o viven en unión libre y poco más de 242 mil tienen una unión disuelta. La edad
mediana a la primera unión se estima que se ha postergado.
Casi 10 por ciento de las y los jóvenes de 15 a 19 años se encontraba unido o casado, y en el grupo
de 20 a 24 este porcentaje aumentó a 40.6 por ciento.
En ambos grupos de edades el porcentaje de mujeres unidas supera en alrededor de 10 puntos por-
centuales al porcentaje de varones que se encuentran en situación conyugal, como resultado de la
existencia de patrones de matrimonio más temprano entre las mujeres.
En las zonas urbanas predomina la población soltera tanto en la adolescencia como en la juventud
temprana. En el grupo de 15 a 19 años, la diferencia relativa entre ambos contextos es de casi 50
por ciento (8.5 y 13.0%). En el grupo de 20 a 24 años, las diferencias se acentúan mucho más, de tal
manera que en el medio rural la mitad de las personas de este grupo de edad vive en unión, contra
una de cada cuatro en las localidades urbanas.
12
14. A la edad de 15 a 19 años una de cada 5 mujeres residentes en localidades rurales está unida o ca-
sada, porcentaje que aumenta a casi seis de cada diez entre las mujeres de 20 a 24 años.
Pobreza y hogares
La condición de pobreza de los hogares a que pertenecen influye en su desarrollo y personalidad.
Al respecto, se estima que más de uno de cada tres jóvenes de 15 a 24 años (35.9% de la población)
vive en hogares en situación de pobreza y, en consecuencia, no cuentan con las condiciones ade-
cuadas para su desarrollo personal. En términos absolutos esta situación afecta a poco más de siete
millones de jóvenes.
Transiciones en el curso de vida
Entre los 15 y 24 años los individuos toman decisiones que son trascendentales para sus historias de
vida personal, las cuales dan lugar a transiciones que implican cambios importantes en sus respon-
sabilidades y papeles sociales y familiares. Entre estas transiciones destacan: dejar la escuela, incor-
porarse al mercado laboral, abandonar el hogar paterno, casarse o unirse y tener el primer hijo.
Fecundidad
En nuestro país, la fecundidad adolescente ha descendido lenta pero significativamente. La proporción
de mujeres de 15 a 19 años que procrea al menos un hijo disminuyó de poco más de una de cada
siete (14.3%) en 1975, a una de cada 12 en 1990 (8.33%), y a una de cada 14 en 2000 (7.14%).
En 1975, las adolescentes registraban una tasa de fecundidad de 130 nacimientos por cada mil mu-
jeres, valor que disminuyó a 81 por cada mil en 1995 y a 70 en el año 2000.
La fecundidad de las mujeres de 20 a 24 también ha descendido de manera importante. En 1975 era
de 275 nacimientos por cada mil mujeres, en 1992 descendió a 168 y en la actualidad es de 130
nacimientos por mil.
La proporción de mujeres de 20 a 24 años que procrea al menos un hijo disminuyó de poco más de
una de cada cuatro en 1975, a una de cada seis en 1992 y a una de cada doce en 2000.
No obstante lo anterior, la contribución de los grupos de 15 a 19 años a la tasa global de fecundidad
(TGF) ha venido creciendo al pasar de 11.1 por ciento en 1975 a 14.6 por ciento en 2000, y el grupo
de 20 a 24 años, de 23.1 por ciento a 27.
Para el 2000 se estimaban 366 mil nacimientos de mujeres de 15 a 19 años, lo que representa 17
por ciento del total de nacimientos del país.
El comportamiento reproductivo de las mujeres jóvenes presenta diferencias según se trate del me-
dio rural o urbano. La fecundidad es mayor en las áreas rurales en ambos grupos.
13
15. El ritmo de descenso de la fecundidad de las mujeres de 15 a 19 años fue más significativo en las
áreas rurales que en las urbanas durante la última década, originando una reducción de la brecha
que las separa de 69 nacimientos por cada mil en 1985 a 33 por mil en 1996.
Para el grupo 20 a 24 años el descenso fue muy pronunciado en ambas zonas, y la distancia que
separa a las zonas rurales de las urbanas en la última década se acortó de 95 nacimientos por cada
mil en 1985 a 55 por mil en 1996.
La fecundidad continúa siendo distinta según el nivel de escolaridad: en las mujeres de 15 a 19 años
sin instrucción escolar, es más del triple que la de quienes cuentan con al menos un grado aprobado
de secundaria (173 nacimientos por mil frente a 254 por mil); y en las mujeres de 20 a 24 años esta
relación es del doble (254 nacimientos por cada mil frente a 119 por mil).
El embarazo adolescente es aún preocupante, no sólo por los riesgos para la salud de la madre y del
hijo, sino por las limitaciones que puede implicar para su desarrollo personal y el futuro de sus vidas.
Un aspecto muy preocupante es el incremento de las concepciones premaritales, esta posibilidad
aumenta en la medida que son más jóvenes, y es más frecuente en el medio urbano que en el rural
(18% urbano y 14% medio rural).
Uso de métodos
La incorporación de la práctica anticonceptiva entre adolescentes unidas ha seguido una dinámica
diferente a la del total de mujeres unidas en edad fértil. Entre ellas el ritmo de uso siempre ha sido
más lento. En cambio, entre las mujeres de 20 a 24 años de edad el uso de métodos sigue una diná-
mica similar al comportamiento de las mujeres en edad fértil en su conjunto.
El lugar de residencia rural o urbano, el nivel de escolaridad y la condición de habla indígena, son
características que hacen referencia a los contextos sociales, culturales y geográficos en que vive la
población y que condicionan la demanda y uso de anticonceptivos.
Con esto se quiere decir que existen factores económicos, sociales y culturales que influyen en el
número ideal de hijos que las personas quisieran tener, pero además existen factores como las difi-
cultades de acceso al método que, independientemente de las preferencias en cuanto al número y
momento de la llegada del hijo, determinan el número real de éstos, y por lo tanto las diferencias
que se observan entre las localidades rurales y las urbanas.
En las áreas urbanas, los niveles de uso de métodos siempre han estado muy por encima de los
registrados en el medio rural. En 1997, seis de cada 10 mujeres unidas, de 15 a 24 años, residentes
en áreas urbanas usaban un método anticonceptivo, mientras que esa proporción se reduce a poco
más de 4 de cada 10 en las mujeres residentes en el medio rural.
Como ha sido señalado en múltiples estudios, la escolaridad de las mujeres está positivamente rela-
cionada con adopción del uso de métodos. En 1997, 62.5 por ciento de las mujeres unidas de 15 a
24 años con secundaria o más utilizaba algún medio para regular en fecundidad. Esta proporción se
reduce a 34.9 por ciento entre las mujeres sin escolaridad.
14
16. Las mujeres de habla indígena y las que viven en el medio rural, presentan niveles de uso muy bajos
y una diferencia de hasta 20 puntos porcentuales respecto a las que no hablan lengua indígena.
Demanda insatisfecha
La demanda insatisfecha de métodos, es decir, las mujeres expuestas a un embarazo que no hacen
uso de método anticonceptivo alguno, a pesar de su deseo expreso de querer limitar o espaciar su
descendencia, es una situación que ha disminuido en los últimos años. Entre 1987 y 1997, se redujo
de 33.8 a 26.7 por ciento en las mujeres de 15-19 años y de 31.3 a 21.2 por ciento en las de 20 a
24 años.
Conclusión
El elevado número de adolescentes y jóvenes de nuestro país constituye una fuente de riqueza in-
valuable, pero también implica grandes desafíos. Conforman un grupo heterogéneo y fragmentado,
que encierra en su interior muy distintas condiciones y experiencias de vida, así como diferentes
posibilidades de desarrollo personal y acceso a oportunidades.
A diferencia de las generaciones anteriores, los jóvenes de hoy han crecido en una época de profun-
dos cambios económicos, sociales, culturales y tecnológicos que se expresan en mayores oportuni-
dades de ingresar y avanzar en la escuela y en que están más informados sobre diferentes aspectos
de la vida y la realidad que los circunda; pero al mismo tiempo están inmersos en un mundo de ma-
yores contradicciones y desigualdades y donde no hay garantía de que a mayor nivel de escolaridad
vayan a mejorar sus condiciones de vida.
Nuestros jóvenes hoy se están socializando en un entorno que reconoce la necesidad de combatir
la desigualdad de género y de darle herramientas a las mujeres para que participen activamente
en las decisiones significativas de sus vidas y, cada vez, cuentan con más posibilidades, recursos y
medios para tomar libre y responsablemente sus propias decisiones, incluidas las de la vida sexual
y reproductiva.
No obstante lo anterior y a pesar de los avances en este sentido, el embarazo en estas edades con-
tinúa afectando la vida de muchas adolescentes, y es necesario continuar investigando sobre las
causas que lo provocan, y no satisfacernos con lo que ya sabemos: que la falta de información y de
acceso a métodos anticonceptivos, es quizás la razón principal, creemos que hay otras razones me-
nos obvias pero no por ello menos importantes, que hay que estudiar con mayor profundidad.
15
20. Asertividad1
Adriana García Flores
No todas las personas tienen la misma facilidad para establecer comunicación y poder expresar lo
que piensan y escuchar al otro lo que dice y menos cuando necesita manifestar algún desacuerdo
o un punto de vista diferente sobre algo que le afecta. Por ejemplo, cuando alguno de los papás,
profesores, jefes o pareja grita exigiendo se cumpla una orden, muchas veces la persona no es capaz
de decir que esa no es la forma de pedir algo, independientemente de que tenga la competencia o
responsabilidad de llevarla a cabo.
En cambio, existen personas que les resulta más fácil establecer una comunicación en la que puedan
expresar lo que realmente piensa. Cuando un individuo puede hacer esto con frecuencia y especial-
mente en defensa de sus intereses (respetando siempre el derecho del otro), se dice que es asertiva.
Una persona asertiva se caracteriza por decir en el momento preciso y con firmeza pero sin llegar a
ser agresiva ni violenta, lo que siente que le está perjudicando o le podría perjudicar, lo que desea o
no desea, lo que le incomoda, lo que está en desacuerdo, lo que le disgusta o le preocupa.
Existen varias definiciones acerca de lo que es asertividad, algunos la consideran como una manera
de expresarse adecuada y libre de ansiedad en una relación interpersonal; otros la definen desde una
perspectiva más humanista, en la que subyace el ejercicio de los derechos y la conceptúan como
“...la capacidad de hacer valer los derechos, expresando lo que uno cree, siente y quiere en forma
directa, honesta y de manera apropiada, respetando los derechos de la otra persona”.2
La comunicación asertiva puede emplearse en cualquier situación en donde se requiera expresar la
defensa de algún derecho, en situaciones tan sencillas como cuando una persona está formada en
la fila esperando su turno y alguien se introduce sin respetar el orden, la respuesta asertiva puede
ser pedirle a la persona que haga cola como todos o manifestar su inconformidad con la autoridad
encargada explicando la situación para que se respete la normatividad explícita o implícita existente
al respecto.
Una persona asertiva se basa en:
• La convicción de que el individuo tiene derecho a expresarse y manifestar lo que quiere
y lo que NO quiere.
• La conciencia de que elegir implica hacerlo por propia voluntad, sin presión de ningu-
na clase.
• Tomar decisiones que vayan de acuerdo a las necesidades e intereses personales.
• La responsabilidad de la propia conducta y sus consecuencias.
• El reconocimiento de que nadie tiene el derecho a tomar decisiones por otra persona.
• La conciencia de que es importante conocerse a sí mismo y asumir la responsabilidad
de hacerlo.
1
Tomado de: CONAPO, Subdirección de Educación en Población, carpeta de Educación Sexual 2001-2006, México,
2004.
2
Citado en Flores, Margarita y Rolando Díaz-Loving, Asertividad: una alternativa para el óptimo manejo de las relacio-
nes interpersonales, Universidad Autónoma de Yucatán, Miguel Ángel Porrúa Grupo Editorial, México 2002, p. 25.
19
21. La comunicación asertiva parte de la consideración de que todas las personas poseen ciertos dere-
chos humanos básicos como es el derecho y la responsabilidad a controlar y dirigir la propia vida.
Una persona asertiva puede establecer con mayor claridad la frontera entre uno mismo y la de los
otros, promueve la idea de que cada quien es autor de su propio camino, que se respeta y respeta
a los demás.
La capacidad de expresar ante otros lo que uno quiere y siente, propicia una expresión congruente
entre los propios pensamientos, deseos y sentimientos, con las necesidades, decisiones y compor-
tamientos; al mismo tiempo, ayuda a actuar responsablemente de acuerdo a la vivencia personal y
única, respetando la vivencia de los demás.
Lograr una comunicación asertiva requiere de muchas otras habilidades como es el conocerse a
sí mismo, esto significa saber qué me gusta, qué deseo, qué me interesa y qué no. Si tengo más o
menos claro qué quiero hacer y cómo quiero que sea mi vida, puedo actuar en consecuencia, es
decir, pensando y midiendo qué me conviene hacer para lograr mis propósitos. Esto permite ser uno
mismo, actuar y expresar sentimientos y emociones, previendo riesgos y procurando lo mejor. Esta
forma de ser permite establecer relaciones más saludables y satisfactorias.
Las relaciones interpersonales pueden llegar a ser muy complicadas, como las de noviazgo, de
pareja, familiares o laborales, cuyos lazos de parentesco, afectivos o de autoridad, junto con las
experiencias íntimas, el apego y los sentimientos que se tenga a la persona, pueden limitar la obje-
tividad para valorar las intenciones y consecuencias de los actos. En estos casos la gente siente el
compromiso con la otra persona y le resulta difícil negarse a una petición que no desea por temor al
rechazo, desaprobación, pérdida o hasta ser sujeto de violencia.
Las personas pueden ser asertivas, medianamente asertivas o poco asertivas. El nivel de asertividad
que se posea depende de la persona con quien se establece la comunicación y de las circunstan-
cias. En la asertividad intervienen la ubicación jerárquica y la situación de poder en que se encuen-
tra la persona, por ejemplo, se ha observado que se dificulta más ser asertivo con una persona que
ocupa una posición jerárquico más elevada que con una persona que se encuentra en igualdad de
situación.
Ser o no ser asertivo, depende de circunstancias intrínsecas o extrínsecas, relacionadas las primeras
con la seguridad personal y la segunda con formas de aprendizaje social en la familia y en el medio
en que el individuo se desenvuelve. Además, hay ocasiones en que se logra decir lo que se quiere y
lo que no se quiere pero no de forma serena sino en una confrontación más o menos agresiva.
Una persona que no ha desarrollado esta habilidad se puede ubicar en dos formas de comporta-
mientos opuestas:
No asertivo:
• muestra inseguridad y pocas veces expresa sus sentimientos,
• le causa temor enfrentarse al conflicto,
• actúa con una postura de autoderrota y se da por vencido en bien de todos,
• evita los enfrentamientos aunque se vean afectados sus intereses,
20
22. • paradójicamente, acepta y a veces propicia que sean violentados sus derechos, al cen-
trarse en exceso en los derechos y necesidades de los otros,
• da justificaciones y disculpas aunque no se las pidan,
• propicia relaciones inequitativas en donde siempre hay un ganador y un perdedor.
Esto se relaciona con la incapacidad o dificultad para expresar los propios sentimientos, ideas, de-
seos, frustraciones, éxitos, necesidades. Muchas veces a la persona que se le dificulta ser asertiva,
cree o espera que los demás sepan o adivinen lo que desea o que accedan a sus deseos sin que los
haya hecho explícitos y equivocadamente cree que, con esa actitud y forma de ser, será más fácil-
mente aceptado y aprobado por los demás. Las personas poco o medianamente asertivas, pueden
lograr serlo a veces, en determinadas circunstancias, con algunas personas o cuando lo logran es en
forma de enojo y de confrontación un tanto agresiva.
La persona que reacciona de manera agresiva o enojándose, revela su incapacidad de ser plenamen-
te asertiva y decir lo que no le parece con tranquilidad.
Agresivo:
• establece una comunicación desigual en perjuicio de los demás,
• hay una insensibilidad para reconocer las necesidades de los otros,
• sus actos son hostiles y violentos ya sea física o verbal, utiliza palabras que ofenden y
socialmente son reprobables,
• se invaden los límites y la frontera de las personas,
• culpa a otros, se burla, tiene actitudes de superioridad,
• mantiene una postura corporal rígida,
• son manipuladores.3
En este tipo de respuesta la persona puede llegar a grados extremos y asumir una actitud de dominio
y manipulación hasta el grado de lograr humillar a los demás. Su poder radica en la debilidad de
su víctima, podrá lograr sus propósitos pero no tendrá el respeto y consideración de la gente que la
rodea, y tenderá a alejarse de ella; en general, no mantiene buenas relaciones interpersonales.
La seguridad o inseguridad de las personas se deriva en gran medida de su historia personal y expe-
riencia en su familia desde los primeros momentos de vida. También influye de manera relevante
que en algunas familias se educa con la idea implícita de que se debe complacer siempre a los
demás, así se aprende sólo a luchar por los derechos de terceros y no por los propios, incluso hay
quienes consideran que es de poca educación pedir o exigir los derechos propios.
A continuación se describen algunas situaciones que se pueden presentar en este tipo de relaciones
y las posibles respuestas, para que elijas la que tú consideres que está más de acuerdo con tu propia
forma de actuar y de pensar.
3
Casares Arrangoiz, David y Siliceo Aguilar Alfonso, Planeación de vida y carrera, México, Limusa, 2000, p. 101.
21
23. Respuesta
Situación
Asertiva No asertiva Agresiva
Tus padres no te dan per- Les explicas la importancia Te resignas y no vas aunque Te peleas, les recuerdas
miso para salir a hacer un de participar en grupo y el eso te perjudique en las todos los errores que han
trabajo de la escuela. peso que tiene en la cali- calificaciones. cometido y los amenazas.
ficación, planteas alguna
negociación.
Tu novio quiere “la prueba Le dices claramente que Aceptas para mantener la re- Te das por ofendida y lo
de amor” y tú no deseas aunque lo quieres mucho lación y demostrarle que lo terminas.
aún iniciar relaciones aún no deseas tener relacio- quieres.
sexuales. nes sexuales.
Tu pareja desea tener rela- No las tienes si no usan Aceptas con tal de ser com- Condenas su petición, te
ciones sexuales sin protec- condón y le explicas por placiente, aun sabiendo las peleas y puedes llegar a
ción. qué. Evitas los contactos posibles consecuencias. terminar la relación.
sexuales riesgosos.
Tu pareja se burla pública- En ese mismo instante le Te aguantas y callas aunque Adoptas la misma actitud,
mente de tu físico. expresas claramente que te moleste mucho la burla, o te burlas de tu pareja y le
no te gusta que haga esos te ríes para hacer notar que dices que está peor, comen-
tipos de comentarios, que no te importa. tas asuntos íntimos para
mereces el mismo respeto y ponerla en ridículo.
lealtad que tú le brindas.
Cuando tu jefe intenta algún Le dices inmediatamente Haces como que no te das Lo insultas, lo agredes o
acercamiento físico sin que que tú no deseas eso y si cuenta por temor a que te armas un escándalo para
tú lo desees insiste pones una queja. corran del trabajo y pre- exhibirlo.
fieres esconderte del jefe
o te sientes comprometida
a soportar esa situación y
obligada a aceptarla.
A veces las personas se enfrentan a situaciones difíciles relacionadas con el sexo, donde actuar con
asertividad requiere mucho más cuidado, mayor reflexión y sentido de la prevención. No basta con
ser asertivo y expresarse claramente para obtener lo que se desea. En esta interacción interviene la
otra persona en su totalidad: su forma de ser, sus intereses y sus valores, de ahí que sea importante
conocer al otro, percibir señales de alerta, así como identificar los riesgos que se corren y las opcio-
nes y posibilidades.
En el cuadro siguiente se presentan algunas características de lo que se podría considerar una per-
sona asertiva y se plantean preguntas de reflexión que ayudarán a evaluar si se posee algunas de
ellas:
22
24. Características de una persona asertiva Preguntas para evaluarme
1. Comunica, puede expresar ideas ¿Puedo decir que me siento presionada y ne-
y emociones. garme a tener que hacer algo que no deseo
porque siento que me perjudica?
Sí [ ] No [ ]
2. Tiene conocimiento de sí misma. ¿Reconozco cuáles son mis capacidades y li-
mitaciones?
Sí [ ] No [ ]
3. Demuestra seguridad, firmeza y com- ¿Digo las cosas porque estoy convencida de
prensión. que sé lo que quiero y puedo entender la si-
tuación o posición de la otra persona?
Sí [ ] No [ ]
4. Se plantea acciones que debe seguir ¿Tengo más o menos claro cuales son mis de-
para lograr una meta. seos y metas en la vida y qué pasos tengo que
seguir para lograrlos?
Sí [ ] No [ ]
5. Prefiere la negociación en lugar de la ¿Si me limitan para hacer algo que pienso que
confrontación. puede ser una gran oportunidad, expongo
opciones para tratar de llegar a un acuerdo?
Sí [ ] No [ ]
6. Prefiere la confrontación en lugar de ¿Si soy víctima de hostigamiento sexual lo
aceptar la violación a un derecho. enfrento de manera directa y si es necesario
lo denuncio?
Sí [ ] No [ ]
7. En ocasiones puede ser hostil si se ve ¿Puedo defenderme aun usando la fuerza físi-
amenazada en sus derechos. ca para evitar un daño a mi persona?
Sí [ ] No [ ]
8. Sabe actuar respetando y siendo con- ¿Tomo mis propias decisiones y acepto que
gruente con lo que piensa, pero respetan- los otros decidan por ellos mismos?
do también lo que los otros deciden para Sí [ ] No [ ]
sí mismo.
9. Es honesta, se responsabiliza y tiene ¿Soy tolerante a las opiniones diferentes a las
cuidado de los sentimientos ajenos. mías y puedo reconocer si fallé en algo?
Sí [ ] No [ ]
23
25. La asertividad es una habilidad que contribuye al crecimiento personal, a la autovaloración positiva
y la realización plena de la persona, porque permite una interacción humana más sana, justa, satis-
factoria, productiva y feliz, además de que es una habilidad que es factible aprender.
En la familia se dan las bases para el aprendizaje de la asertividad, pero se observa que existen fami-
lias en las que no se propicia un espacio para tratar asuntos personales, para expresar sentimientos,
preocupaciones, opiniones diferentes, deseos, proyectos o inconformidades, en pocas palabras no
se aprende a mantener una comunicación abierta y directa. Aún más, existen familias en donde la
principal forma de relación es la agresividad, se premia el competir y ganar, se hace justicia por la
propia mano, no hay puntos de negociación ni mucho menos acuerdos, se ejerce el autoritarismo
por los jefes de hogar o cualquier otro miembro que tenga una situación de poder dentro de la fami-
lia, se propicia la rivalidad, el revanchismo, el abuso y la violencia.
En nuestra sociedad, aún es frecuente observar que en particular a las mujeres se las educa desde niñas
a tomar una actitud pasiva, de resignación, dependencia, subordinación y exclusión; se les restringe a
participar y opinar sobre diversos temas, situaciones o problemas; y no se fomenta la capacidad para
tomar decisiones sobre sus propias vidas y menos la habilidad de la comunicación asertiva.
Se da por hecho que existen características que son propias de las mujeres limitando la posibili-
dad de reflexionar si son benéficas o perjudiciales para ellas y no perciben la consideración de un
cambio, en estas circunstancias se crecerá con la idea que es “normal” ser sujeto de restricciones,
maltratos físicos o verbales y por consiguiente, en estas circunstancias muy difícilmente podrán de-
sarrollar la habilidad de la asertividad.
En contraposición, los hombres regularmente son educados a creer que deben ser los proveedores,
tener iniciativa, ser conocedores de la vida y expertos en el desempeño sexual, ser fuertes y hasta
violentos, que deben dominar, mandar e imponer sus ideas, e incluso ser indiferentes a los afectos,
con esta visión, las interacciones que establece con las personas tienden a ser hostiles y agresivas y
por lo tanto tampoco ellos desarrollarán fácilmente la asertividad.
Es importante subrayar que la asertividad es eficaz no sólo para establecer mejores relaciones entre
los géneros, sino además, favorece la salud sexual y reproductiva de las personas, porque, cuando la
persona percibe que tiene el derecho a comunicar sus expectativas sobre sus relaciones sexuales con
todo lo que ello implica, desde decidir si se quiere tenerlas o no, cómo tenerlas, el usar algún método
anticonceptivo, el prevenir alguna infección de transmisión sexual o evitar comportamientos sexuales
coercitivos o violentos, está en la posibilidad de tomar decisiones evitando riesgos a su integridad.
La asertividad es una estrategia de comunicación que puede contribuir al establecimiento de re-
laciones interpersonales basadas en la confianza, el respeto, la honestidad y el reconocimiento; a
tener mayor seguridad; a ser justo empezando con uno mismo; tener mayor claridad en los propios
deseos, necesidades e intereses; a alcanzar metas personales, de pareja, familiares, laborales y socia-
les; a integrarse mejor a sus grupos y en general llevar una vida más satisfactoria.
24
26. Bibliografía
Casares Arrangoiz, David y Siliceo Aguilar Alfonso, Planeación de vida y carrera, México, Limusa,
2000, pp. 97-105.
Morokoff, Patricia et al., “Sexual assertiveness scale (SAS) for women: development and validation”
en Journal of Personality and Social Psychology, 1997, Vol. 73, No. 4, pp. 790-804.
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ge, 1991.
Robles, Montijo, Silvia, Evaluación de conocimientos y prácticas sexuales relacionadas con el VIH/
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Vaughn I. Rickert, Rupal Sanghvi y Constance M. Wiemann. “Is lack of sexual assertiveness among
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Zimmerman, Rick et al., “Adolescents’ perceived ability to say “no” to unwanted sex” en Journal of
Adolescent Research, July 1995, Vol. 10, No. 3, pp. 383-399.
25
30. Pubertad1
María Isabel Morgan, Silvia Funkel Aguilera
Los juegos, bromas, chistes y hasta preguntas con cierto carácter sexual que los niños puedan hacer
no incomodan mucho a los adultos. Sin embargo, para sorpresa de todos, este estado de despreocu-
pación o relativa indiferencia, empieza a cambiar a partir de que los niños cumplen 11 ó 12 años.
Por ejemplo, aquellas frases de que “Juanito es mi novio”, o “le di un beso a Lupita”, antes provoca-
doras de risas y bromas, de pronto, y sin más explicación de que “ya estás grande para esas cosas”,
se transforman en motivo de regaño.
Esta diferencia de actitud se debe a que los cambios en el cuerpo de los muchachos están avisando
que el periodo de madurez reproductiva se está aproximando, y que estos cambios traen consigo el
inicio de actividades consideradas auténticamente sexuales. Como resultado, las reglas del juego se
modifican y se presentan cambios en las reacciones de los adultos.
Generalmente la familia observa con desconfianza las actitudes y comportamientos del púber y
considera que debe ser más estrechamente vigilado por los peligros a que lo expone el nuevo fun-
cionamiento de su cuerpo.
Los chicos viven situaciones desconocidas provocadas por su nueva apariencia corporal, por ejem-
plo, una chica de 12 ó 13 años, con senos desarrollados puede resultar súbitamente asediada por los
muchachos, y recibir piropos en la calle o en la escuela.
Tradicionalmente ha sido frecuente asociar senos grandes con atractivo sexual, es decir, una chica
con estos atributos es calificada de “sexy”, aunque sea muy probable que ella, y los muchachos de
su misma edad, no tengan una clara idea del significado de tal palabra.
Los muchachos, por su parte, empiezan a ser considerados sexualmente atractivos cuando su porte
y musculatura se hacen más “masculinos”. Ambos, chicos y chicas, pueden ser presionados o inci-
tados por adolescentes mayores, o incluso adultos, a realizar prácticas sexuales para las que todavía
no están preparados.
Los cambios corporales que ocurren en la pubertad provocan una enorme gama de respuestas so-
ciales, y el gran dilema es, que nada en el mundo supuestamente asexual del prepúber lo preparó
eficazmente con su nuevo mundo sexual.
Cuando los cuerpos de los niños empiezan a presentar cambios que indican que se están transfor-
mando de niño a hombre y de niña a mujer, se puede asegurar que la pubertad se ha iniciado.
1
Tomado de: CONAPO, Subdirección de Educación en Población, carpeta de educación sexual 2001-2006, México,
2004.
29
31. La pubertad se caracteriza por importantes cambios en el organismo que culminan con la plena ma-
duración biológica sexual y constituye el componente biológico de la adolescencia; por lo tanto, se
puede afirmar que la adolescencia tiene un principio biológico que es la pubertad y un final que no
se puede delimitar por ser eminentemente psicológico y social.
La edad de inicio de la pubertad presenta un margen más o menos amplio que transcurre de los 9 a
los 13 años en las niñas y de los 11 a los 15 en los varones.
Cada muchacho y cada muchacha tiene su propio periodo de cambios y la gama de diferencias in-
dividuales es amplia. De ahí que se pueda encontrar niñas o niños de la misma edad con estaturas
y características físicas distintas. Estas diferencias pueden deberse a factores hereditarios, nutriciona-
les, estado general de salud y medio ambiente en general.
En términos generales se puede afirmar que el desarrollo de las niñas se inicia antes que el de los va-
rones y ocurre de manera más rápida. Por ejemplo, los muchachos de 12 años, frecuentemente son
de menor estatura que las chicas de su misma edad, y su aspecto físico no presenta aún los rasgos de
maduración sexual que poseen las niñas. Por otra parte, la mayoría de las niñas alcanzan su estatura
completa alrededor de los 16 años, mientras que los muchachos continúan creciendo hasta los 18,
20 o incluso más años de edad.
Para poder entender fenómenos tales como la pubertad o el crecimiento, consideramos necesaria
cierta familiaridad con la naturaleza y función de las hormonas.
Existen en el organismo ciertas glándulas llamadas endocrinas que secretan unas substancias quími-
cas denominadas hormonas.
Las glándulas endocrinas incluyen estructuras como las siguientes: hipófisis, tiroides, paratiroides,
suprarrenales, páncreas, ovarios y testículos. Sin embargo, para nuestros propósitos, nos limitamos a
la hipófisis y a las glándulas sexuales: ovarios y testículos.
La hipófisis, glándula situada en la base del cerebro, es llamada “glándula maestra” porque controla
y regula las secreciones de este complejo sistema endocrino.
En un momento específico de la vida de cada individuo, que oscila entre los 9 y los 15 años de edad,
una estructura cerebral llamada hipotálamo, emite señales para que la hipófisis empiece a producir
unas hormonas llamadas gonadotrofinas. El hipotálamo, a su vez, está influenciado por la corteza
cerebral y ésta por todo el medio ambiente: frío, calor, luz, y sobre todo, por las emociones, además
de otros factores como estado de salud, nutrición, herencia.
Las gonadotrofinas son la hormona estimulante del folículo (HEF) y la hormona luteinizante (HL), las
cuales estimulan a los testículos y a los ovarios, tanto para la maduración y liberación de óvulos y
espermatozoides como para la producción de las hormonas sexuales.
Las hormonas sexuales femeninas, estrógenos y progesterona, y la masculina, testosterona son las
responsables de la mayor parte de los cambios físicos que ocurren durante la pubertad, siendo los
más notorios la aparición de las características sexuales secundarias.
30
32. Las características sexuales pueden catalogarse en primarias y secundarias. Las primarias son las que
están presentes desde el nacimiento y las secundarias, las que se desarrollan durante la pubertad.
Independientemente de la edad en que se inicie la pubertad los cambios que se producen sufren un
cierto orden relativamente común. Quizá lo primero que se observa en los niños es un rápido creci-
miento del esqueleto, debido a la hormona del crecimiento secretada por la hipófisis; en general, la
cabeza, las manos y los pies cambian primero, luego los brazos y las piernas.
De pronto los zapatos quedan chicos más a menudo, y antes de darnos cuenta las mangas quedan a
medio brazo y los calcetines se tornan completamente visibles entre los zapatos y los pantalones.
Cambios puberales femeninos: la primera evidencia de la pubertad en las mujeres la constituye el
crecimiento del tejido mamario, el área pigmentada que rodea los pezones se eleva y las mamas
empiezan a aumentar su volumen.
Mientras continúa el crecimiento mamario, el contorno femenino va redondeándose gradualmente
debido al ensanchamiento de la pelvis y a la distribución de tejido adiposo en las caderas y glúteos.
Simultáneamente aparece vello suave en el pubis y labios mayores, que luego engruesa, se hace más
oscuro y crece hacia abajo formando el triángulo invertido peculiar en las mujeres: también aparece
el vello axilar. El crecimiento del vello púbico y axilar se debe en parte a los estrógenos y en parte
a otras hormonas.
Aproximadamente dos años después de que los senos empiezan a crecer, aparece la menarquia o
primera menstruación, cuya aparición no garantiza la capacidad inmediata de la reproducción, pues-
to que los ovarios no necesariamente liberan óvulos a partir de ese momento, esto puede ocurrir en
el transcurso de un año a partir de la primera menstruación.
Al mismo tiempo que van apareciendo los caracteres sexuales secundarios, los estrógenos dan lugar
a un mayor crecimiento de los órganos genitales externos y el clítoris desarrolla su red de vasos
sanguíneos.
Junto a la serie de cambios externos que acabamos de mencionar, todos los órganos que intervienen
en la reproducción alcanzan su forma, consistencia y dimensiones adultas, así como su plena capa-
cidad de funcionamiento.
La secreción de hormonas sexuales no sólo provoca los cambios físicos externos e internos en la
mujer, sino que también produce un patrón cíclico de fenómenos, de los cuales, el más evidente es
el menstrual.
Un antecedente frecuente de la pubertad masculina puede ser el mayor depósito de grasa en los
tejidos o “período de adiposidad” así como la ginecomastia, fenómeno transitorio que consiste en el
crecimiento de las mamas. A esta edad tan temprana son frecuentes las erecciones espontáneas del
pene debidas a diferentes estímulos, no siempre de naturaleza erótica o sexual.
31
33. Los primeros cambios observables en el varón son el crecimiento del pene y los testículos así como
la aparición del vello en la base del pene. Posteriormente el vello se engruesa, obscurece y distribu-
ye hacia el escroto y pubis, ascendiendo sobre la línea media del abdomen.
Al desarrollo del vello púbico, le sigue el crecimiento del vello axilar y la aparición de un fino vello
sobre el labio superior llamado bozo. El desarrollo del vello facial y torácico continúa, a veces, hasta
después de los 20 años.
Junto a estos caracteres ocurre el cambio de voz hacia tonos más graves, debido al desarrollo general
de la laringe, el cual se hace notorio a través de la llamada manzana de Adán.
El crecimiento global, tanto en peso como en estatura, es notable en este período. La estructura ge-
neral de cuerpo se modifica, los hombres adquieren una amplitud mayor entre los hombros que la
cadera y se presenta un mayor desarrollo muscular.
Simultáneamente a la aparición de los caracteres sexuales secundarios las estructuras internas crecen
y van alcanzando gradualmente su plena capacidad de funcionamiento.
Unos dos años después del inicio de la pubertad el niño es capaz de eyacular, y se presentan los
llamados “sueños húmedos” o emisiones nocturnas de semen.
Un fenómeno transitorio, común en ambos sexos, es la aparición de acné en la cara, el tórax
y la espalda.
Todos los cambios físicos anteriormente descritos perturban la relativa tranquilidad de vida de los
preadolescentes, y son el inicio de una nueva forma de relacionarse con el mundo, y de nuevas
formas de pensar y de sentir
Bibliografía
Katchadourian, H. A., Donald, T., “Las bases de la sexualidad humana” Capítulo 4, Hormonas sexua-
les y período reproductor, C.E.C.S.A., México, 1983, pp. 37-67.
Enciclopedia de la sexualidad, Océano, Barcelona 1993, Tomo I, pp. 64-80.
Enciclopedia de la sexualidad, dirijida por Francisco Labrador, Espasa/Siglo XXI, España, 2002, pp.
27-68.
32
34. Respuesta sexual humana y disfunciones1
María Isabel Morgan Mallol
A la serie de cambios que ocurren en el organismo, como producto de los estímulos sexuales efec-
tivos,2 se le conoce como respuesta sexual humana.
La capacidad de responder a una estimulación sexual es una característica universal, en el sentido
de que en todos los seres humanos —hombres o mujeres—, ocurre una respuesta neurofisiológica
del organismo frente a un estímulo sexual efectivo. En este sentido se dice que la respuesta es bio-
lógica, sin embargo es esencial tener presente, que en los seres humanos, para que el estímulo pro-
duzca respuesta, deben conjugarse situaciones y elementos emocionales y sociales que favorecen
su aparición.
Ahora bien, cuando de sexualidad se trata, para que el estímulo sea capaz de producir una respues-
ta, se necesita que sea efectivo, y esto depende de innumerables factores que son en su mayoría
subjetivos.
Por ejemplo, una mirada, unas palabras o un imprevisto rozón de manos pueden ser percibidos
con indiferencia, provocar una cierta emoción, desencadenar una serie de pensamientos sexuales y
hasta una intensa excitación.
El hecho de que cualquiera de los ejemplos mencionados funcione como estímulo sexual efectivo,
depende de factores personales, en los que juega un papel fundamental el aprendizaje de género y
la historia social y cultural de la persona.
De ahí que no se pueda hablar de estímulos sexuales en términos absolutos o aislados, porque no
existe ningún hecho o fenómeno por “sexual” que parezca, que por sí solo esté determinado a pro-
vocar una respuesta sexual.
En este sentido se pueden mencionar muchos ejemplos: la visión de un desnudo o de imágenes eró-
ticas, que en ciertas circunstancias son capaces de desencadenar una respuesta sexual, en situacio-
nes distintas pueden provocar indiferencia, aburrimiento o desagrado; las caricias y las palabras que
un día produjeron excitación, otro día sólo pueden causar malestar o incomodidad, o un mismo es-
tímulo aplicado a dos individuos distintos puede ser efectivo en un caso, pero no serlo en el otro.
La diversidad de respuestas frente a un estímulo significa que su efectividad está condicionada por
situaciones tales como el estado de ánimo, experiencias previas, desconocimiento de las preferen-
cias del compañero y antecedentes culturales, religiosos o morales.
1
Tomado de: CONAPO, Subdirección de Educación en Población, Carpeta de educación sexual 2001-2006, México,
2004.
2
Son aquéllos capaces de producir excitación.
33
35. La creencia de que un estímulo sexual automáticamente debe producir una respuesta se basa en el
desconocimiento de los diferentes elementos que intervienen en la efectividad de un estímulo, de
ahí la necesidad de insistir en la vinculación que existe entre los aspectos físicos y emocionales.
Se sabe que los estímulos sexuales, como muchos otros, son percibidos a través de los sentidos, y
también mediante otros mecanismos que utiliza el cerebro como la memoria, la imaginación y la
fantasía, y que de alguna manera en la excitación sexual intervienen todos.
El tacto es el modo predominante de estimulación erótica; sin embargo, la aplicación de un estímulo
en una zona de mayor sensibilidad no garantiza por sí misma su efectividad, debido a que la inter-
pretación última que hace el cerebro de dicho estímulo, se encuentra profundamente afectada por
el condicionamiento psicosocial previo. De esta manera, cualquier zona o parte del cuerpo puede
volverse sensible o insensible, en el sentido erótico, mediante la experiencia, el aprendizaje y las
asociaciones mentales.
El buen amante tratará de aprender el mapa erótico único de su pareja, el cual será resultado, tanto
de las dotes biológicas como de los contextos en que esas partes sean acariciadas y de los significa-
dos culturales y morales que se atribuyen a tales caricias. Estos mismos principios deben aplicarse a
otros medios no táctiles de estimulación erótica y en los cuales los aspectos culturales o de aprendi-
zaje son mucho menos evidentes.
En la vida se aprende a percibir ciertas sensaciones sonoras o visuales como eróticas, neutrales o, in-
clusive, repulsivas, lo cual significa que ciertas imágenes, aromas o sonidos pueden ser sexualmente
estimulantes si se ha sido condicionado a asociarlos con el sexo.
Dentro de este mismo orden de ideas se deben analizar las diferencias observadas entre los sexos
frente a estímulos sexuales. Los primeros estudios realizados sobre estos aspectos mostraron que,
frente a material visual, por ejemplo desnudos, genitales o escenas eróticas, un número mayor de
hombres que de mujeres reaccionaban sexualmente, mientras que las mujeres superaban a los hom-
bres frente a imágenes románticas o afectivas.
Asimismo, es común la idea de que los hombres responden con más rapidez a la estimulación sexual,
y que son capaces de alcanzar el orgasmo antes que las mujeres. Incluso, las publicaciones referentes
a las técnicas sexuales aconsejan estimular a las mujeres durante períodos más prolongados.
La manera de reaccionar frente a algunos estímulos sexuales, así como el mayor tiempo para excitar-
se que se atribuye a las mujeres, son creencias que se sustentan en hechos reales, en el sentido de
que ocurren, pero tales diferencias no tienen base fisiológica conocida, más bien parecen deberse a
la fuerza de los aspectos culturales y normativos.
En este sentido, estudios realizados en los últimos años mostraron que las diferencias en las formas
de reaccionar de cada sexo han ido disminuyendo, debido a los cambios en la forma de ver y con-
cebir la sexualidad.
Las mujeres y los hombres hoy en día tienen mucho más información sobre asuntos sexuales, saben,
por ejemplo, que es completamente natural que tantos unos como otras tengan deseo sexual y que el
ciclo de la respuesta se dé en ellas de igual manera que en ellos. Esta información ha sido de impor-
34
36. tancia trascendental, porque contrarresta aquella que prevaleció durante siglos de que las mujeres por
naturaleza no deben ser sexuales y las que lo son no son buenas mujeres o no son decentes.
Muy probablemente la difusión de estos conocimientos ha influido en los cambios que se observan
en los estudios. Se ha comprobado que una estimulación sexual efectiva en el contexto adecuado,
produce excitación sexual en la mujer, prácticamente en el mismo tiempo que en el hombre.
Todo lo explicado anteriormente confirma dos cosas: la influencia poderosa de la normatividad in-
teriorizada y la importancia de que el estímulo sexual sea efectivo. Con la información que hoy se
tiene, se sabe que la comunicación entre la pareja, la sensibilidad frente al otro, el contexto social
y psicoafectivo y la parte mecánica del estímulo, son los requisitos para que un estímulo sexual
produzca los cambios fisiológicos que caracterizan la respuesta sexual humana. Se considera como
estímulo sexual efectivo aquel que es capaz de producir erección del pene en el hombre y lubrica-
ción vaginal en la mujer y que permite llegar al clímax de la respuesta que es el orgasmo.
La respuesta fisiológica humana al estimulo sexual efectivo es una reacción variable que implica una
participación total, tanto física como mental del organismo y que culmina con la sensación subjeti-
va del orgasmo. Las maneras más comunes de alcanzar la respuesta es a través de la masturbación,
juegos sexuales o caricias mutuas y el coito.
Para dar una idea de las reacciones fisiológicas que ocurren durante el ciclo de la respuesta sexual,
algunos estudiosos del tema la han dividido en etapas, siendo las más conocidas la de los doctores
Masters y Johnson y la de la Doctora Kaplan.
De acuerdo con Masters y Johnson el ciclo de la respuesta sexual humana se divide en cuatro etapas:
excitación, meseta, orgasmo y resolución. La doctora Kaplan, por su parte, la divide en tres, la de
deseo, excitación y orgasmo.
La primera, o fase de deseo, ella la describe como “la vivencia de sensaciones específicas que mue-
ven al individuo a buscar experiencias sexuales o a mostrarse receptivo a ellas”.
Esta fase de deseo es el resultado de la activación de áreas cerebrales específicas que no están total-
mente estudiadas, y que al ser estimuladas producen sensaciones vagas de excitación que pueden
estar localizadas en el área genital, pudiendo manifestarse como un estado de inquietud o un au-
mento en el interés por tener una experiencia sexual.
De acuerdo con la Doctora Kaplan, al deseo le sucede la excitación, que va de leve hasta alcanzar
el máximo de intensidad y la liberación brusca de la tensión alcanzada que está constituida por la
fase tercera u orgasmo.
La descripción de las etapas según Masters y Johnson es la siguiente:
1. Fase de excitación: Se desarrolla a partir de estímulos físicos y psicológicos. Si la esti-
mulación es adecuada el organismo empieza a responder como un todo hasta lograr la
erección del pene que es la muestra patente de excitación en el hombre, y la lubricación
vaginal en la mujer, que es la respuesta no sólo más perceptible sino la que va a permitir,
en caso de coito, una penetración agradable y deseable. Si la estimulación continúa con
35
37. efectividad se avanza hacia la siguiente etapa, en caso contrario, si la estimulación es
objetable, la excitación se estanca y se interrumpe.
2. Fase de meseta: Consiste en la excitación continuada que se va intensificando y se man-
tiene si la estimulación persiste, para dar paso a la siguiente fase. Pero, si el estímulo
no es adecuado o es interrumpido, el individuo no llega al orgasmo, pasa a una fase de
resolución prolongada, que puede llegar a causar malestar en algunos casos.
3. Fase de orgasmo: Es el momento culminante de la respuesta, dura escasos segundos,
durante los cuales la congestión y las contracciones musculares desarrolladas por el
estímulo sexual se descargan en forma explosiva. Esta situación involuntaria se alcanza
en un nivel que representa la liberación del máximo de tensión sexual alcanzada.
4. Fase de resolución: Es la fase posterior al orgasmo, que lleva al individuo a un estado de
inexcitabilidad.
Orgasmo femenino: Es un fenómeno subjetivo cuya interpretación personal, está sujeta a condicio-
namientos psicológicos, sociales y culturales. Fisiológicamente constituye un breve proceso de la
liberación física del aflujo y del tono muscular, en el que interviene todo el organismo, y que a nivel
genital se manifiesta en contracciones en la vagina y en la vulva percibidas subjetivamente como
palpitaciones. El orgasmo femenino, a diferencia del masculino ha sido mucho menos estudiado.
Orgasmo masculino: La expresión fisiológica de la experiencia orgásmica masculina es la eyacu-
lación o expulsión del semen por la uretra desde los órganos genitales internos. A nivel genital se
observan contracciones regulares del esfínter de la uretra y de los músculos de la región y también
del recto; estas contracciones empujan el líquido seminal hacia afuera, siendo expulsado con gran
presión, y disminuyen progresivamente en frecuencia e intensidad después de la eyaculación. Sub-
jetivamente se describe como el máximo de placer y de la liberación de la tensión.
La eyaculación es una reacción masculina. No obstante, existen mujeres que refieren haber tenido
expulsión de líquido.
Es importante tener presente que la respuesta sexual, como respuesta del organismo completo, varía
de una persona a otra, y en la misma persona de una ocasión a otra.
Disfunciones sexuales
A lo largo de la historia las relaciones sexuales han sido valoradas en formas muy diferentes, de
acuerdo a la cultura y al grupo social del que se trate. En algunas sociedades han sido consideradas
objeto de veneración, en cambio, en otras, han sido condenadas y reprimidas. Y las formas de ca-
lificarlas y valorarlas presentan diferencias considerables según se trate de hombres o de mujeres.
Aún en nuestros días encontramos frente a las relaciones sexuales actitudes muy diversas, así como
también diversos grados de satisfacción o insatisfacción sexual a niveles personales.
La variación de la actividad sexual en el ser humano es tan amplia que se dificulta poder establecer
normas rígidas que determinen cuándo las cosas no están funcionando bien, es decir, cuándo hay
una disfunción sexual.
36
38. Podemos definir una disfunción sexual como la alteración de uno o todos los eventos que forman
parte de la respuesta sexual humana, que se presentan en forma recurrente y producen insatisfac-
ción a la persona y a su pareja. Una de las formas de clasificar las disfunciones es en primarias y
secundarias y en selectivas y situacionales.
Disfunción primaria es cuando alguno de estos eventos nunca se ha llevada a cabo en la vida de un
individuo a pesar de existir estímulos suficientes para lograrlo. Por ejemplo, un hombre que nunca
en su vida ha tenido una erección, o una mujer que nunca ha tenido un orgasmo. Y disfunción se-
cundaria, cuando en algún momento de la vida de la persona hubo un buen funcionamiento, pero
en otro ya no lo hay y se presenta de forma recurrente.
Las disfunciones selectivas o situacionales, se refieren a cuando no se logra la excitación ni el orgas-
mo con una persona ahora, pero antes sí se lograba, o cuando sólo se presentan en circunstancias
determinadas, por ejemplo, después de una fiesta o de una reunión social, pero no en un día normal
y rutinario, sí logra excitarse con una persona determinada en su casa, pero no puede si lo intenta
en otro lugar.
En cuanto a las causas que las originan, se dividen en orgánicas si la causa está en el cuerpo, y psi-
cológicas y culturales si se localiza en la mente. La magnitud de estos padecimientos no se conoce
con certeza, pero sí se sabe que cada vez son más los hombres y las mujeres que exteriorizan estos
padecimientos, lo que hace suponer que el incremento en las cifras pudiera deberse más bien a
que ahora se sabe más de su existencia, a stress, a que la publicidad plantea una exigencia social
de buen funcionamiento que puede causar angustia, a que ahora se reconoce la existencia de estos
padecimientos en las mujeres como algo real y existente, cosa que antes no sucedía.
Como los problemas que ocasionan las disfunciones sexuales difieren de los producidos por algunas
enfermedades como la diabetes, el cáncer u otras (no se sabe de nadie que se haya quedado ciego
por no tener orgasmos o de alguien que se haya muerto por no tener erección), no se considera
necesario pedir ayuda y acudir con un especialista, aunque todavía hay pocos, existen sexólogos,
psicólogos, psiquiatras, quienes pueden ayudar a resolver estos problemas.
Sin embargo, producen grandes sufrimientos en las personas. Existen muchos matrimonios o parejas
que son infelices, muchos hombres (y no digamos adolescentes) quienes se consideran impotentes
por no estar enterados de que su padecimiento puede ser fácil de solucionar, y muchas mujeres que
viven cada relación como la cruz del matrimonio que deben aguantar, o como algo que no resulta
tan desagradable porque quieren a la pareja y les agrada satisfacerlo, pero no como algo que le pro-
duce gratificación a ella misma.
Durante muchos años las causas de las disfunciones sexuales se atribuyeron mayoritariamente a
problemas físicos u orgánicos, actualmente se sabe que en la mayor parte de los casos son de origen
psicológico y cultural.
La mayoría de las disfunciones son resultado del condicionamiento temprano dentro o fuera del
hogar, en el que juega un papel central la normatividad sexual existente, es decir, lo que se dice
y piensa que es bueno o malo en cuestiones sexuales. Se debe también a la ignorancia sobre los
temas sexuales que tienen las personas independientemente de si son hombres o mujeres, o a un
aprendizaje erróneo, equivocado, donde al desconocimiento de la sexualidad en general, se suman
37
39. los prejuicios y creencias, donde se ignora las necesidades que presenta cada género, especialmente
el femenino por la doble moral que impera en esta materia.
Otro aspecto de gran trascendencia para el funcionamiento sexual lo constituyen las relaciones in-
terpersonales difíciles, esto quiere decir que si en la pareja hay problemas, la comunicación no es
clara o es deficiente, existen agresiones o rencores, puede llegar a ser imposible tener una respuesta
sexual satisfactoria.
El diagnóstico de una disfunción es un asunto de dos, no individual, y es necesario tomar en cuenta
las diferencias psicológicas y culturales entre hombres y mujeres, porque pueden tener un peso de-
terminante en el funcionamiento sexual de la pareja.
Actualmente se sabe que la respuesta sexual humana está constituida por fases distintas, que aunque
se encuentran estrechamente relacionadas, pueden verse perturbadas en forma específica, de tal ma-
nera que se pueden analizar por separado. De ahí que de acuerdo con la fase de la respuesta sexual
en que se localice la perturbación se puede establecer la siguiente clasificación de las disfunciones
sexuales:
Trastornos de la fase de deseo
• Deseo sexual inhibido
• Evitación sexual
• Hipoactividad sexual
Existe un tipo de conexión entre la actividad sexual y los centros encargados de registrar e interpretar
las experiencias que causan agrado, desagrado, daño o beneficio, de tal manera que si la actividad
sexual se relaciona o se identifica como nociva, desagradable o peligrosa para la integridad de
la persona (hombre o mujer), esto será motivo suficiente para que la persona suprima de manera
inconsciente sus deseos, para que haya inhibición del deseo sexual, apatía, evitar tener relaciones
sexuales o tenerlas con poca frecuencia, lo cual se puede interpretar como falta de interés y hasta
hostilidad hacia la pareja.
Las causas pueden ser:
• La relación misma de la pareja, porque si la relación está mal, fácilmente deriva en cual-
quiera de estas disfunciones. No debe confundirse con un disgusto de ocasión porque
sus repercusiones son del momento, no recurrentes y persistentes.
• Una experiencia de coito anterior, incómoda o dolorosa porque la vagina se encontraba
seca y contraída, es causa suficiente para negar consciente o inconscientemente el de-
seo.
• La presencia de sentimientos de temor y angustia por no haber podido tener o mantener
una erección en alguna experiencia anterior, niega la posibilidad de deseo.
• Sentirse presionada por la pareja a tener relaciones sexuales cuando no se desea por
cansancio, malestar físico, preocupaciones o por el motivo que sea, puede producir en
una siguiente ocasión inhibición o falta de interés por tener actividad sexual.
38
40. Trastornos de la fase de excitación
Tanto en los hombres como en las mujeres los signos fisiológicos de la excitación sexual obedecen
a la vasodilatación refleja de los vasos sanguíneos de los órganos genitales. De ahí que cuando hay
excitación haya erección de pene y lubricación vaginal. Cuando existen problemas o trastornos en
esta fase, los más frecuentes son los siguientes:
• Disfunción eréctil (dificultad en lograr la erección, mantenerla o ser muy débil).
• Disfunción lubricativa o hipolubricación (falta de humedecimiento en la vagina).
En el hombre estos problemas pueden deberse a:
• El temor a una mala competencia sexual, al rechazo y descalificación por parte de la
pareja.
• Una angustia más profunda aunque no tenga relación con el acto sexual puede producir,
en muchos casos, disfunción eréctil.
• Experiencias negativas o traumáticas.
• El uso de algunos fármacos que actúan disminuyendo o inhibiendo el deseo sexual
como la morfina, codeína, las anfetaminas, los estrógenos en los hombres, algunos in-
secticidas, entre otros.
• Entre las causa orgánicas se pueden mencionar los trastornos del sistema nervioso cen-
tral, algunos trastornos hepáticos y renales.
En la mujer generalmente se deben a:
• Una simple cuestión mecánica que se produce porque el compañero sexual desconoce
que la mujer necesita ser efectivamente estimulada, es decir, ser estimulada en el sitio
adecuado y durante el tiempo necesario.
• El desconocimiento de la propia mujer de su cuerpo y sus posibilidades eróticas para
lograr la excitación.
• Falta de sensibilidad o conocimientos de las necesidades femeninas, la mujer, general-
mente requiere de un ambiente afectivo que le dé seguridad, el hombre, por su parte, es
más temeroso que la mujer en cuanto a ser incompetente.
• Cuestiones más profundas asociadas a la negación cultural de la sexualidad de la mu-
jer, a la calificación negativa que flota en el ambiente de las mujeres que se expresan
sexualmente.
• Experiencias negativas o traumáticas: cualquier forma de abuso y agresión sexual.
• Problemas orgánicos.
Trastornos de la fase orgásmica
En el hombre:
• Eyaculación precoz
• Eyaculación retardada
• Anorgasmia
39
41. Eyaculación precoz, es la disfunción más común en los hombres, consiste en pasar rápidamente de
un nivel de excitación bajo a la intensa sensación de excitación que precede al orgasmo y eyacular
sin darle tiempo a su compañera, además que él mismo lo vive con displacer. En este caso el hombre
no ha aprendido a controlar la eyaculación. La superación de este problema puede ser fácil con una
orientación adecuada, generalmente es cuestión de aprender a controlarse.
Eyaculación retardada, consiste en la prolongación anormal de la fase de excitación con retraso en
la aparición del orgasmo; generalmente no se puede eyacular dentro de la vagina. Mientras que al-
gunos hombres que la padecen temen al fracaso sexual, otros temen al éxito, pero en ambos casos
la ansiedad generada por el temor es lo que produce esta disfunción.
La anorgasmia, en el hombre es producida por la angustia y los miedos. Al igual que los eyacula-
dores precoces, también experimentan angustia al llegar a niveles altos de excitación, las causas de
esta angustia son muy variables.
Algunos autores reportan otro tipo de patología extremadamente rara en el hombre, la eyaculación
retrógrada, en la que por defectos anatómicos congénitos o adquiridos el semen es vaciado hacia
la vejiga.
En la mujer:
• Anorgasmia
Una de las causas más comunes de la falta de orgasmo en la mujer es producto de una estimulación
inadecuada y de un contexto también inadecuado. No es posible tener un orgasmo sin una estimula-
ción lo suficientemente intensa como para desencadenar los reflejos que lo producen. Y es muy difí-
cil tener un orgasmo sí no existe un ambiente seguro en términos emocionales, sociales y físicos.
La anorgasmia femenina puede deberse también al miedo a perder el control, pudiendo influir en
esto factores culturales y psicológicos que evitan inconscientemente el placer. Al miedo de no alcan-
zarlo con la rapidez suficiente y no tener el éxito que espera su pareja.
Pero las causas principales de anorgasmia en la mujer se deben al condicionamiento social, moral y
emocional que éstas sufren desde su infancia, en el sentido de que la expresión del erotismo feme-
nino ha sido negado y descalificado, de que si hay expresividad es frecuente escuchar comentarios
negativos o de asombro, por parte del compañero sexual que la inhiben; además, de que si la reputa-
ción de una mujer está ligada a su conducta sexual, resulta obvio que por espíritu de sobreviviencia,
inconsciente o conscientemente se niegue al placer.
Existe otra disfunción sexual frecuente llamada dispareunia, que se considera universal porque pue-
de presentarse en cualesquiera de las fases de la respuesta. Consiste en dolor durante el coito, puede
presentarse tanto en mujeres como en hombres y las causas que la originan pueden ser sociocul-
turales y una educación de la sexualidad asociada a la represión y a la culpa. Pero también existen
causas biológicas como malformaciones física de los órganos sexuales o alguna enfermedad de
transmisión sexual.
40
42. La información disponible acerca de la respuesta sexual humana y de las disfunciones sexuales es
todavía escasa, pero suficiente para ayudar a muchas personas a superarlas y tener una vida sexual
más plena.
41
46. ¿Puede un adolescente ser adicto?1
Sara Luz Moreno de Quiroz
No puedo ser alcohólico, soy demasiado joven.
Juan, 16 años
No es alcohólico, el problema son esos amigos con los que se junta.
Padres de Juan
Detección temprana o del cómo darnos cuenta
El presente artículo revisa la importancia del conocimiento del adolescente en relación a la educa-
ción y apoyo que los padres, educadores y profesionales de la salud necesitan ofrecer a los jóvenes.
El conocer y comprender lo que es un adolescente ayudará a que este apoyo sea adecuado y pro-
mueva un desarrollo sano.
La detección temprana de un problema de alcoholismo o adicción a otras drogas es la clave para
ofrecer al adolescente la oportunidad de aceptar ayuda y evitar que se vea envuelto en una espiral
de deterioro personal y familiar como consecuencia de una enfermedad crónica, progresiva y mortal
(Asociación Médica Americana), como lo es la adicción al alcohol o a cualquier otra sustancia psico-
activa. Mencionaremos algunos signos que pueden indicar el que un adolescente esté utilizando o
abusando de una droga. Sin embargo, éstos únicamente pueden indicar la existencia de una depen-
dencia, mas no son prueba de que el adolescente haya desarrollado una adicción.
Primer paso
Es necesaria la ayuda de un especialista, ya que no corresponde a la familia, los padres o educadores
diagnosticar. La evaluación le atañe a un profesional de la salud especializado. Detectar la existencia
de una dependencia en sus inicios puede ayudar a prevenir que la progresividad de la enfermedad
continúe. La detección temprana ofrece la posibilidad de tratamiento antes de que el grado de adic-
ción aumente con daños mayores e irreversibles.
Segundo paso
Para ayudar al adolescente es necesario conocerlo. El conocimiento de lo que esta etapa del desarro-
llo envuelve puede facilitar la comprensión de la conducta de los jóvenes y evitar el riesgo de poner
etiquetas a los adolescentes, quienes buscan responder preguntas como: ¿quién soy?, ¿quién quiero
ser?, ¿qué puedo hacer conmigo?
1
Tomado de: SEP, “Orígenes y efectos de las adicciones”, Antología de la revista Addictus, Biblioteca para la actualización
del maestro, México, 1997, pp. 15-22.
45
47. El profesional de la salud que se interesa en ayudar al adolescente requiere de un profundo cono-
cimiento acerca del desarrollo del ser humano, y de las etapas del ciclo vital del núcleo donde se
desarrolla: la familia.
Al evaluar la conducta, es importante hacerla tomando en cuenta el espacio, el tiempo, la situación
y la persona de que se trata. Un mismo comportamiento puede responder a motivaciones diferentes
y tener significados distintos en cada persona, momento o situación.
Los adolescentes viven algo en común: una crisis de desarrollo, pero existen diferencias individuales,
dependiendo de la edad, del grado de maduración y sexo. Hasta hace relativamente poco se ignora-
ban los significados reales y profundos de la etapa adolescente. Sin embargo, el conocer y compren-
der qué sucede interna y externamente en el joven que atraviesa por esta etapa, y cómo es su sistema
familiar, tiene implicaciones sociales y de salud para el individuo, su comunidad y la sociedad.
Tercer paso
No se puede considerar al adolescente aislado de su familia y de la sociedad, como tampoco pro-
cede etiquetarlo como el rebelde problema. El adolescente no está únicamente en contacto con un
núcleo familiar cerrado, él necesita encontrar modelos de identificación, valores, hábitos y satisfac-
tores, y los busca en la sociedad en la que se encuentra inmerso. Si la sociedad vive inseguridad,
confusión y manipulación de valores, esto se refleja en el joven.
Es también importante considerar que la conducta adolescente necesita entenderse en un continuo
ya que existe una gran diferencia entre la fase inicial o pubertad, la adolescencia media y el final de
la adolescencia. Este continuo encierra alrededor de 10 años (12 a 22 años), durante los cuales se
presenta una evolución y cambios, constantes a nivel físico, emocional, mental y conductual.
María de Castillo2 nos dice que las características del adolescente de siempre son en cuanto a su
esencia. Nosotros partimos de esta idea para ubicarlo en su tiempo y situación y así considerar que
aunque pueden existir comportamientos típicos de cada época histórica, el adolescente no cambia,
es la sociedad en que vive la que cambia. Y esto se refleja en la forma en que los jóvenes enfrentan
y atraviesan por una crisis de adolescencia de siempre.
Por esto, en ocasiones, muchos padres se preguntan por qué su hijo se convierte en vago, adicto o
alcohólico, si después de todo le ofrecieron los elementos y apoyo necesarios para su crecimiento.
Entender las adicciones para actuar
El alcoholismo, como la dependencia a cualquier otra droga, es una enfermedad que se desarrolla
a través del uso de una sustancia adictiva (alcohol, mariguana, cocaína, fármacos, tabaco, etcétera).
Esta enfermedad, que se caracteriza principalmente por un aumento de tolerancia en el uso de la
sustancia, pérdida de control e incapacidad para abstenerse, no respeta razas, religión, posición
social, edad ni sexo.
2
María de Castillo, Elia de Maqueo y Tesha Martínez Báez, Quiero ser libre, México, Kerygma, 1989.
46
48. En el caso de un adolescente que proviene de una familia disfuncional —o sea que no funciona
como familia— y que acarrea carencias o excesos significativos en su educación y formación, la
dificultad de la familia al diagnóstico de una dependencia está motivada entre otros factores por la
culpa, quizá la misma adicción de uno de los padres o por mitos y desconocimiento acerca de la
enfermedad. Los padres generalmente se preguntan ¿qué hice mal?, ¿no le di lo suficiente? o ¿le di
demasiado? Estas dudas encierran un sentimiento de culpa equivocado, frustración y enojo.
Estos sentimientos, aunque reales, se basan en un desconocimiento, como ya mencionamos, acerca de
la naturaleza, de la enfermedad y de la misma crisis adolescente por la que atraviesa su hijo o hija.
Distinguir los primeros síntomas
La detección temprana de un problema de adicción muchas veces se dificulta debido a que suelen
confundirse conductas típicas de la adolescencia con aspectos patológicos o, por el contrario, se
pueden pasar por alto conductas que son signos de una dependencia (aun en etapas iniciales de la
enfermedad) aludiendo a que éstas son las normales de la etapa adolescente.
La adolescencia es ante todo un periodo de crecimiento especial que hace posible el paso de la
infancia a la edad adulta. Este periodo de transición envuelve en sí inseguridad, búsqueda, miedo,
contradicción e incongruencia. El sentido de identidad aún no se establece y el adolescente no tiene
internalizado un criterio propio y estable. Su mundo interno sufre modificaciones prácticamente a
diario y, además, este mundo toma formas confusas, absurdas e inestables. En el adolescente predo-
mina un sentimiento de encontrarse perdido, de no encontrar el rumbo. Esta desorientación, debida
a los cambios que está experimentando física, mental y emocionalmente, se agrava y se complica
aún más cuando el joven desarrolla una adicción.
Las consecuencias evidentes
La dependencia a una droga destruye y desintegra su autoimagen y sentido de sí mismo. Además
paraliza el crecimiento emocional y le impide continuar su proceso hacia la madurez.
En un adolescente que ha desarrollado una adición, se suman a su inestabilidad interna un senti-
miento de culpa y una sensación de pérdida que dificultan y agravan la crisis de la adolescencia.
Un adolescente adicto se convierte en una bomba de tiempo que mientras se aísla y se retrae, se
deprime y alimenta su sentimiento de soledad y baja autoestima para eventualmente explotar, en
muchas ocasiones, por ejemplo, presentando un intento de suicidio, un accidente mortal, una agre-
sión física hacia algún familiar o amigo, o incurriendo en conductas delictivas y, por qué no, hasta
en un embarazo no deseado.
Los signos de dependencia de un hijo adolescente también se reflejan en los familiares. La conducta
del adolescente adicto tiene un impacto en su familia. La dinámica familiar se ve afectada y todos
buscan adaptarse o mal adaptarse a las actitudes y formas de reaccionar del enfermo. Los padres y
hermanos experimentan enojo y perciben amenazada la imagen y estima familiar. Si este coraje no
se atiende y se elabora, las expresiones de enojo se presentan indirectamente en forma de agresión
pasiva. Algunas de éstas son: descalificación, rechazo, críticas, obstaculización, expresiones verba-
47
49. les agresivas, reclamos y falta de tolerancia con excesiva irritabilidad. Las relaciones familiares se
empobrecen y los miembros se retraen y se aíslan emocionalmente.
La familia y otros factores
Para detectar una dependencia en etapa temprana conviene considerar si el adolescente es hijo de
padre o madre alcohólico ya que, de ser así, las investigaciones muestran que los hijos de alcohó-
licos presentan una mayor posibilidad de desarrollar una alta tolerancia al alcohol que los que no
tienen padres alcohólicos, y tienen un mayor riesgo de desarrollar una dependencia, aunque no sea
con la misma droga necesariamente, o sea, el alcohol.
La edad no es un factor para el alcoholismo, sin embargo, para el adolescente que bebe sí lo es. Entre
más joven se empiece a usar y abusar del alcohol, la progresividad de la dependencia se acelera.
Cuando un adolescente cae repetidamente en excesos necesita la ayuda de un psicólogo y psiquia-
tra, más que para resolver problemas de su adolescencia, para recibir tratamiento por su adicción o
abuso de alcohol o droga.
Cuando se busca la causa del alcoholismo, viendo éste como un síntoma de otro problema, la detec-
ción de una dependencia como enfermedad primaria se retrasa y la adicción progresa. El sentimiento
de culpa en el adolescente aumenta y éste queda atrapado en un círculo de culpa, coraje, escape,
uso de alcohol o droga, culpa...
Un factor clave para la detección es el aumento en la tolerancia; la capacidad del organismo para
manejar excesivas cantidades de alcohol necesariamente indica un problema. Si se atiende al ado-
lescente se le puede ayudar a evitar grandes pérdidas emocionales, físicas, familiares. La detección
temprana de la adicción especialmente en un adolescente, significa más que únicamente evaluar su
bajo desempeño en la escuela o en otra área de su vida.
La adicción a una droga se inicia con una creciente tolerancia al uso de ésta. Entre los adolescentes
principalmente este aguantar mucho, tirar a todos abajo de la mesa, es un signo de estatus entre el
grupo y una forma de afirmación entre sus pares: le llaman ponerse happy.
Otro elemento clave es la progresión. El aumento en la tolerancia facilita la progresividad ya que el
adolescente puede continuar bebiendo cada vez más. Es importante ayudar al adolescente lo antes
posible y no esperar a que aparezcan problemas en las diferentes áreas de su vida.
Cuando el problema es evidente
En el caso de los adolescentes, son los padres los que generalmente pueden ayudar a la detección
temprana. Éstos se preguntan cómo pueden saber si su hijo está consumiendo drogas o alcohol y a
quién deben recurrir para recibir ayuda.
Existen centros de tratamiento y orientación, así como especialistas en el área de las adicciones.
Algunos signos en el adolescente son indicativos del posible consumo de alguna droga. Aunque
48
50. difíciles de evaluar, porque el adolescente está atravesando por una serie de cambios, cuando los
cambios son bruscos y se convierten en patrones de conducta repetitivos pueden estar indicando
que se está gestando una adicción:
• Repetidamente se levanta y llega tarde al colegio, a clase, a algún entrenamiento, et-
cétera.
• Falta a clase o se escapa del salón con frecuencia.
• Su rendimiento académico se deteriora.
• Presenta problemas de retención y de juicio.
• Inicia pleitos frecuentes con sus amigos y discute constantemente.
• Descuida su apariencia, muestra desaliño inusual.
• Es hostil con los que le rodean.
• Se aísla de la familia, tiene cambios bruscos de humor.
• Se ve involucrado en peleas, robos.
• Cambia muy seguido de amigos.
• Tiene dificultad para conciliar el sueño.
• Presenta nerviosismo, irritabilidad. Se irrita de manera descontrolada por situaciones
relativamente sencillas.
• Constante manipulación.
• Llega a casa con aliento alcohólico o masticando chicle o pastillas de menta.
• Constantemente encuentra excusas para quedarse en casa de algún amigo.
• Persiste en sentirse deprimido.
• No encuentra gusto en las diversiones y actividades propias de su edad.
• Baja de peso considerablemente.
• Falta de apetito, no le encuentra sabor a los alimentos o come en exceso, especialmente
alimentos dulces.
• Presenta problemas de falta de concentración.
• Desorientación en el tiempo, espacio o en relación a las personas.
• Deterioro general de su estado físico.
• Irregularidades en la menstruación.
• Tos crónica, fatiga, falta de vitalidad.
• Desinterés o apatía por lo que antes le entusiasmaba, como practicar algún deporte.
• Protege exageradamente su habitación y sus cosas personales o parece esconderse.
• Se niega constantemente a decir con quién va o a dónde va.
• Utiliza lentes de sol inadecuadamente, se cubre demasiado aun cuando el clima sea
caluroso.
• Continuamente solicita dinero, su mensualidad repentinamente empieza a ser insufi-
ciente sin que existan mayores gastos.
• Su lenguaje incluye el uso de la jerga relacionada con las drogas.
• Entre sus pertenencias se encuentran objetos relacionados con el uso de droga como
pipas, varas de incienso, papeles para cigarros.
• Desaparición de botellas de alcohol o disminución del contenido en las mismas.
• Incidencia de accidentes y daño a su persona.
49
51. La importancia de distinguir
Estas conductas no están necesariamente relacionadas con el uso excesivo de alcohol o uso de
otras drogas. Cuando se manifiestan aisladamente pueden indicar las aflicciones generales de la
adolescencia. Pero varias señales pueden ser una prueba positiva de que existe un problema de
adaptación, físico, familiar o de uso y abuso de alguna droga, con lo que eventualmente el adoles-
cente puede desarrollar una adicción. En la familia también se presentan signos del impacto de una
dependencia en el adolescente. Las relaciones se deterioran, se rompe la comunicación, se evita la
intimidad, se evade hablar del problema y sobre todo la ansiedad que vive la familia no se asocia a
la posibilidad de una adicción en uno de sus miembros. La familia tiende a aislarse de los amigos,
crece la hostilidad y se culpan unos a otros.
Para valorar un problema de adicción en un adolescente es necesario hacer un cuidadoso análisis,
considerando integralmente a la persona. La mayor dificultad consiste en determinar hasta qué
punto los problemas que viven el adolescente y su familia se deben a una dependencia al alcohol
u otra droga, y hasta dónde son resultado de los conflictos normales de la crisis de desarrollo de la
adolescencia.
En cualquier caso, cuando el adolescente utiliza alguna droga, ya sea que se trate de una adicción o
problema de abuso, es necesario tomar medidas para ayudar al joven a identificar las consecuencias
del alcohol o las drogas. El apoyo, ya sea que se trate de un plan para tratamiento de su adicción o
de su crisis adolescente, es decisivo en la prevención de un problema mayor y por supuesto en las
oportunidades en su vida futura.
Kettering3 expresa: “Mi interés está depositado en el futuro, porque allí he de pasar el resto de mi
vida”. El adolescente y su familia necesitan conocer que este futuro se puede ver amenazado por el
abuso de alcohol o de otras drogas.
3
En Anne Marie Krupsky, lnside the Adolescent Alcoholic, Minnesota, Hazelden Foundation, 1982.
50
52. Rave: delirar, desvariar, devanear, disparatar, bramar, salirse de sus
casillas1
La cuestión comenzó, en toda Europa, a finales de los años ochenta. En México, sin embargo, inicia-
ría un lento proceso de propagación, a partir de la capital, en 1993. Se llama rave y es lo de hoy.
El montaje que una fiesta rave requiere es alucinante: grandes espacios en ruinas, bodegas, fábricas
abandonadas, viejas salas de cine, sótanos, megapantallas para proyectar videos, decenas de luces de
colores, y ostroboscópicas, servicio de valet parking, unos ocho disc-jockeys por pachanga, etcétera.
Cada productor puede agregar o restar detalles según sus expectativas de ganancia. Sin embargo,
podría decirse que los elementos más propios del rave son tres: su carácter multitudinario (las fiestas
se organizan con unas 300 personas, no menos, y algunas de éstas han llegado a incluir alrededor
de 3 000), la música techno o industrial que en él se baila y la ingestión de dos sustancias.
La primera de éstas es el XTC, conocido como éxtasis o, más comúnmente entre sus consumidores
mexicanos, tacha. La tacha no es otra cosa que metilenedioximetanfetamina (MDMA), sustancia ais-
lada por primera vez en la segunda década del siglo. La tacha relaja, desinhibe, elimina la sensación
de cansancio y puede producir alucinaciones visuales leves cuando se ingiere en dosis menores
a los 250 miligramos. No obstante, la tacha puede ser también letal actualmente, la dosis, letal se
calcula, entre los 550 y los 600 miligramos.
Se supone que el ambiente de un rave está reñido con las drogas. Éste es precisamente uno de sus
aspectos propagandísticos más poderosos. Sin embargo, hay que decir que el XTC resucitó masiva-
mente con el rave y que su consumo es responsable, en grandísima medida, del éxito de esta moda.
Sobre todo de su éxito comercial: es de tener en cuenta que el boleto para asistir a un rave cuesta
alrededor de 200 pesos y las tachas, que se venden o contactan dentro del local, tienen un precio
que oscila entre los 80 y los 150 pesos.
La segunda sustancia inseparable del rave consiste en una infusión llamada: smart-drink (bebida in-
teligente). El smart-drink es una mezcla de jugos de frutas, aminoácidos y energetizantes ante todo,
mucha, pero mucha fenilalanina. El efecto que produce un smart-drink refuerza el de la tacha, y así
los consumidores pueden deslizarse, suavecito, hasta: el clímax.
Y clímax es justamente lo que se busca, con su posterior catarsis. Ésa es la finalidad de toda la pa-
rafernalia del rave y de las conductas que con él se asocian (la vestimenta, el bailar durante horas
y horas, su masividad, la ingestión de las drogas mencionadas, más las que puedan venir como su
consecuencia y que, aunque no entraban en la idea original del rave, forman hoy, también, innega-
blemente, parte de la fiesta, al menos en su versión mexicana).
1
“Rave: delirar, desvariar, devanear, disparatar, bramar, salirse de sus casillas”, en Addictus, año 1, núm 5, México,
marzo-abril de 1995, p. 1 (Originalmente apareció sin título como editorial). Tomado de: SEP, “Orígenes y efectos de las
adicciones”, Antología de la revista Addictus. Biblioteca para la actualización del maestro. México, 1997, pp. 87-88.
51
53. Y el mercado es noble: jóvenes de menos de 25 años de edad que pudieran o no convertirse en
adictos al éxtasis o a alguna de las puertas que abre y que requieren, al parecer, de una enajenación
superproducida como el rave para eclipsar su enajenación cotidiana.
En síntesis, la idea es bastante simple si tienes dinero suficiente puedes:, romper con todo, olvidarte
de todo —de ti, evidentemente, también—, cada ocho días. Sin dolor, sin enfrentamientos, sin trans-
formar nada, sin averiguaciones, sin cambio.
La bronca es, por supuesto, el lunes.
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