2. Cada vez que César Pompeyo se
portaba mal, su mamá le daba un
par de azotes en el culete
regordete.
3. Y cada vez que César Pompeyo desobedecía a su mamá,
su mamá le daba un par de azotes en el culete regordete.
4. Y cada vez que su mamá decía:
-¡Me tienes harta!
Ya era seguro que le iba a dar un par de azotes en el
culete regordete.
5. Hasta que, un día, el culete le dijo a César Pompeyo:
-Pórtate bien, César Pompeyo, que siempre me toca a mí
recibir los azotes.
Pero César Pompeyo siguió portándose mal.
6. ¿Y qué hizo su mamá?
Pues le dio un par de azotes en el culete regordete
7. Así que aquella noche,
cuando ya estaban todos en
la cama, el culete le dijo a
César Pompeyo:
-¡Basta ya!
Como he visto que no vas a
ser bueno, he decidido
marcharme y dejarte solo.
8. Se bajó de la cama y se fue.
Y César Pompeyo se quedó sin culete.
-No me importa. No me hacía ninguna falta- pensó.
9. Pero a la mañana siguiente
cuando fue a desayunar, no
pudo sentarse, porque no
tenía culete.
Y cuando sus amigos se
sentaron en el columpio, él no
pudo.
¿Sabéis por qué?
Porque no tenía culete.
10. Y tampoco pudo montar en la bici, ni en los
caballitos; ni tirarse por el tobogán en el parque.