La finalidad última de la catequesis es formar personas y comunidades maduras en la fe. A nivel individual, la catequesis busca formar personas equilibradas, con un fuerte encuentro con Jesucristo, un sentido de pertenencia a la Iglesia y un compromiso con la sociedad. A nivel comunitario, la catequesis promueve comunidades que vivan la fraternidad, estén en comunión con la Iglesia, compartan responsabilidades ministeriales y se comprometan con la evangelización y la justicia social.
1. LA FINALIDAD Y LAS TAREAS DE LA CATEQUESIS
Después de haber reflexionado sobre la identidad de la Catequesis, ahora nos preguntaremos
cuál es la finalidad última de la acción catequística y cuáles son sus principales tareas.
I. LA FINALIDAD DE LA CATEQUESIS: FORMAR PERSONAS Y COMUNIDADES
MADURAS EN LA FE.
Al hablar de la finalidad de la Catequesis nos estamos refiriendo al punto de llegada, al
horizonte ideal o a la meto general o última hacia la cual tiende la acción catequizadora. Los
documentos oficia les de la Iglesia, cuando abordan este tema, usan expresiones y categorías
diferentes:
Unos señalan la madurez de la fe: “El fin de la Catequesis -como se ha dicho- consiste en
llevar a la madurez de la fe a los cristianos como individuos y como comunidades” (DGC
38).
La Catequesis es tan necesaria para la madurez de la fe de los cristianos como para su
testimonio en el mundo: ella quiere conducir a los cristianos “en la unidad de la fe y en el
conocimiento del Hijo de Dios y a formar al hombre perfecto, maduro, que realice la plenitud
de Cristo” (Ef 4,13) (CT 25).
Otros, la confesión de la fe: “la Catequesis tiene su origen en la confesión de la fe y conduce
a la confesión de la fe” (MPD 8).
Otros destacan el desarrollo de una fe explícita y activa: “(la instrucción catequética) cuyo
fin es que la fe, ilustrada por la doctrina, se torne viva, explícita y activa tanto a los niños y
adolescentes como a los jóvenes y también a los adultos” (CD 1 4).
Otros hablan de “nutrir y guiar la mentalidad de fe” y de integrar la fe y la vida.
Otros subrayan la comunión con Cristo: “El fin definitivo de la Catequesis es poner a uno no
sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo (CT 5).
Otros, en fin, acentúan varias dimensiones:
Formar hombres comprometidos personalmente con Cristo (finalidad cristológica), capaces
de participación y comunión en el seno de la Iglesia (dimensión eclesial) y entregados al
servicio salvífico del mundo (dimensión diaconal) (DP 1000).
La finalidad de la Catequesis es la confesión de la fe, esto es, la entrega confiada del hombre
a Dios (dimensión teologal), realizada en la Iglesia (dimensión eclesial), para el servicio al
mundo (dimensión diaconal).
Las anteriores descripciones, y otras más que podrían analizarse, apuntan hacia aspectos
diversos y, a la vez, complementarios. La mayoría de ellas ponen en el (Cf. DCG 21 y 38)
2. centro la fe cristiana entendida como un dinamismo de crecimiento hacia la maduración
plena. Por eso, podemos decir que la finalidad última de la Catequesis es la maduración de
la fe, tanto de las personas como de las comunidades.
Para precisar más esa finalidad, podemos distinguir en ella dos niveles: el individual (formar
personas maduras en la fe) y el comunitario-eclesial (formar comunidades maduras en la fe).
Expliquemos, a continuación, estos dos niveles.
1. Nivel individual: perfil del creyente maduro.
La Catequesis, en primer lugar, busca formar mujeres y hombres maduros en la fe, es decir,
personas que humanamente sean equilibradas, que tengan un encuentro vital y profundo con
Jesucristo, que adquieran un fuerte sentido eclesial y que vivan permanentemente en una
actitud de servicio a sus hermanos y a la sociedad en que viven.
1.1. Una personalidad equilibrada y armónica
El ministerio de la Catequesis está ante todo, al servicio de los catequizandos en cuanto
personas. Convencida de que la madurez de la fe se construye desde una base humana, la
Catequesis se interesa por el desarrollo humano integral y armónico de cada hombre y de
cada mujer que participa en los encuentros y procesos catequísticos.
Por eso, la acción catequizadora pretende formar personas maduras en el aspecto humano.
Personas que tengan sed de superación personal, autoestima alta, equilibrio afectivo y
emocional, mentalidad positiva, sentido crítico,
pensamiento constructivo, serenidad de lucio, fuerza de voluntad, relación positiva con los
demás, sentido social, valores éticos, etc.
La Catequesis es portadora di Evangelio, es decir, de la Buena Nueva. Y Buena Nueva es
ayudar a las personas a que sean más personas y a que crezcan en humildad. Buena Noticia
es ayudar al catequizando a que se conozca, que se valore, que se tenga con fianza, que
maneje positivamente sus emociones y sentimientos, que conviva cordial y armónicamente
con los demás, que crezca en autonomía personal, que desarrolle sus potencialidades
humanas, etc. Sin esta base humana será sumamente difícil construir la identidad y la
madurez cristiana.
1.2 Una persona que asume el estilo de vida y la causa de Jesucristo
En el centro de todo proceso catequístico está la persona y el mensaje de Jesucristo como
principio unificador y totalizante de la personalidad del catequizando. De ahí que la
preocupación máxima de la Catequesis sea el propiciar una fuerte vinculación de las personas
con Jesucristo. Esta vinculación ese1 centro de la vida cristiana y, consecuentemente, de la
acción catequística (cf. DGC 98).
La Catequesis, por lo tanto, está orientada a formar personas:
3. • Que tengan un encuentro profundo con Jesús;
• Que se entusiasmen por su persona y su mensaje;
• Que experimenten un cambio
• (conversión) en sus relaciones con Dios y con los demás;
• Que manifiesten una transformación verdadera en sus vidas;
• Que opten por Jesús, tomándolo como criterio y norma de vida, haciendo suyas las
actitudes fundamentales del Maestro, asumiendo su estilo de vida y comprometiéndose a
continuar, hoy aquí, lo que fue su causa y el amor apasionado de su vida: el reinado de Dios.
Si la Catequesis busca la comunión profunda con Jesucristo, entonces ha de suscitar y
privilegiar aquellos momentos y elementos catequísticos que faciliten la vinculación con él,
como la lectura y meditación de los evangelios, la oración, la celebración de su presencia en
los sacramentos, la comunión fraterna, la solidaridad con los pobres, etc.
De ahí que el creyente maduro, que surgirá de la Catequesis, sea también una persona...
• Que constantemente lea, escuche y medite la Palabra de Dios;
• Que tenga vida de oración (y no únicamente momentos esporádicos de diálogo con Dios);
• Que frecuente con convicción y participe activamente en los sacramentos de la Eucaristía
y de la Reconciliación;
• Que viva la fraternidad con los demás;
• Y que dé testimonio de solidaridad con las personas más marginadas y pobres.
1.3 Una persona con sentido eclesial
La comunión con Jesucristo nos vincula a la Iglesia, Pueblo de Dios y Sacramento del Reino
(cf. DGC 81). Por eso, la Catequesis pretende formar mujeres y hombres con sentido eclesial,
es decir, personas con una fuerte y clara identidad eclesial. Concretamente, la acción
catequizadora busca formar personas:
• Que tengan “sentido de pertenencia eclesial”: que se sientan miembros de la Iglesia y que
estén convencidos de que forman parte de ella.
• Que tengan “sentido de compromiso y corresponsabilidad eclesial”; que descubran que en
4. la Iglesia tienen un lugar y un compromiso determinado; que son miembros activos de ella y
que son corresponsables en las tareas y servicios pastorales de su comunidad eclesial.
• Que tengan “sentido de comunión eclesial”: que aprecien la tradición viva que viene de los
apóstoles; que sean fieles al Magisterio; que estén unidos y en constante diálogo y
comunicación con los que presiden el servicio pastoral de su comunidad (Obispo,
Presbíteros...); que oren y apoyen a la propia comunidad eclesial y a las otras comunidades
cristianas.
• Que tengan un espíritu comunitario: que celebren, compartan y vivan su fe en comunidad.
1.4 Un agente de cambio social
La comunión con Jesucristo, centro unificador de los procesos catequísticos, nos vinculo
también con los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro
tiempo (cf. GS 1) y nos exige y apremia a estar presentes y comprometidos en la sociedad.
Por eso, la Catequesis tiende a formar personas:
• Que conozcan críticamente la realidad socio-cultural en que viven y que la interpreten
cristianamente.
• Que manifiesten su fe en el corazón del mundo: en la familia, en el trabajo, en las escuelas
y universidades, en el tiempo libre y en las diversiones, en la defensa de los derechos
humanos, en el compromiso socio-político.
• Que con la fuerza de Evangelio se comprometan en la transformación de las estructuras de
pecado que hay en la sociedad,
• Que sean sensibles con los que más sufren y solidarios con los más pobres y débiles.
2. Nivel comunitario-eclesial: rasgos fundamentales de una comunidad cristiana
madura
En las últimas décadas se ha dado en la Iglesia una proliferación de grupos, movimientos y
pequeñas comunidades de creyentes que buscan vivir y celebrar su fe comunitariamente. Este
fenómeno comunitario es uno de los signos teológicos y pastorales más característicos de la
Iglesia de nuestros días. Según C. Floristán, dicho fenómeno se debe a cuatro exigencias:
1) Vivir la fe en grupo (no en masa),
2) Compartir servicios y ministerios (la Iglesia no se reduce a los curas),
3) Transformar espacios concretos de la sociedad (lucha a favor de la justicia) y
5. 4) Testimoniar una esperanza de vida y de resurrección (frente a todo germen de muerte)”.
La Catequesis, además de formar creyentes maduros, busca también crear y promover
comunidades maduras en la fe, es decir, comunidades en las cuales se viva profundamente la
fraternidad, se comparta la fe en Jesucristo, se celebre festiva y libremente la vida y la fe, se
viva en comunión eclesial, se ejercite la corresponsabilidad ministerial, se adquiera el
compromiso evangelizador y se realice una praxis liberadora en el corazón de la sociedad.
Estos son los rasgos básicos de una comunidad cristiana madura, que el ministerio de la
Catequesis se propone construir.
En los siguientes párrafos explicaremos brevemente estas características que definen e
identifican a las comunidades eclesiales maduras.
2.1 Vida fraterna
Para que exista una comunidad eclesial madura es necesario, ante todo, que exista una
comunidad realmente “humana”, es decir, de “calidad humana”. De ahí que la comunidad
madura en la Fe sea aquella que promueve entre sus miembros una vida fraternal, fomentando
las relaciones interpersonales profundas, la relación cordial y cálida de todos con todos, la
ayuda mutua, la solidaridad y la corrección fraterna. En una comunidad de “talla humana”
las personas se valoran parlo que son y no por lo que tienen, saben o pueden hacer. Todos se
consideran y se tratan como amigos y hermanos. Todos comparten espontáneamente lo que
son, piensan, sienten y viven.
2.2 Comunión eclesial
La comunidad madura en la fe es aquella que se siente afectiva y efectivamente integrada a
la comunidad parroquial o diocesana y vive en comunión y diálogo permanente con los que
presiden el servicio pastoral de esas comunidades cristianas (Obispo, Presbíteros, Religiosos,
Diáconos...). Por tanto, no son
eclesiales ni son maduros aquellos grupos autosuficientes, cerrados, con espíritu de secta o
“ghetto”, que viven aislados, desinteresados y sin comunicación alguna con su comunidad
eclesial inmediata (parroquia) o referencial (Iglesia diocesana, Iglesia Universal) (cf. DGC
263; EN 58; DP 155, 641; RM 51; DSD 61).
2.3 Corresponsabilidad ministerial
La comunidad eclesial madura está convencida de que el Espíritu Santo los enriquece con
una variedad de ministerios y dones que redundan en beneficio de todos. Por eso, en su
interior se promueven y organizan los diferentes ministerios, carismas y servicios, a través
de los cuales sus miembros participan, de forma consciente y responsable, en todas las áreas
de la praxis pastoral (Palabra, celebración, compromiso liberador y dirección para la
comunión) y con- tribuyen, de esta manera, a la edificación de la comunidad cristiana y al
servicio liberador y transformador de la sociedad. En una comunidad madura en la fe, los
ministerios se realizan en armonía y colaboración con el ministerio ordenado, el cual es
valorado debidamente por sus tareas de animación, coordinación y guía autorizada de la
comunidad.
6. 2.4 Compromiso evangelizador-misionero
La comunidad eclesial madura es aquella que ha sido evangelizada y se convierte en
evangelizadora. Sus integrantes llegan a una “convicción misionera” ya un fuerte
compromiso de compartir y difundir la Buena Noticia que ha llegado a sus vidas,
de anunciar el Evangelio a los que no creen o a los que están alejados de su fe, de anunciar
a Jesucristo en todos los ámbitos antropológicos y culturales (familia, escuela, trabajo,
recreación, el área de la comunicación, de la economía, de la política, de las relaciones
internacionales, de la investigación científica...) (cf. DGC 211; E Am 70-72)
2.5 Praxis liberadora en la sociedad
Por último, la comunidad eclesial madura es aquella que, desde la fe cristiana, tiene una
presencia activa, crítica, liberadora y transformadora en el mundo. Ha descubierto en la
praxis liberadora de Jesús su misión de anunciar y hacer presente el reinado de Dios en la
sociedad; es sensible y solidaria con los
problemas de la humanidad, especialmente con las necesidades de los marginados y de los
excluidos de la mesa de la vida; tiene una conciencia crítica ante las situaciones y problemas
sociales; denuncia proféticamente lo que se opone al Evangelio; y, en fin; orienta a sus
miembros al compromiso social en los diferentes campos y ambientes de la sociedad. Una
comunidad realmente madura en la fe es aquella que tiene conciencia de su vocación histórica
y se convierte en signo de la presencia liberadora de Dios en la historia.
II. LA TAREAS FUNDAMENTALES DE LA CATEQUESIS
La finalidad de la Catequesis, que hemos visualizado en las páginas anteriores, se logra por
medio de tareas diversas y, a la vez complementarias. Las tareas son los objetivos específicos
a través de los cuales se alcanza o consigue el fin último de la acción catequizadora.
Los documentos oficiales del Magisterio de la Iglesia coinciden en algunas de esas tareas
básicas de la acción catequística. Veamos, a continuación, las formulaciones que nos
presentan al respecto.
El Vaticano II describe cuatro tareas: La instrucción catequética,
- Que ilumina y robustece la fe,
- Nutre la vida con el espíritu de Cristo,
- Conduce a una consciente y activa participación del misterio litúrgico
- Y mueve a la acción apostólica (GE 4).
El Código de Derecho Canónico menciona también cuatro tareas para la formación
7. catecumenal: Por la enseñanza y el aprendizaje de la vida cristiana, los catecúmenos han de
ser convenientemente iniciados en el misterio de la salvación, e introducidos a la vida de la
Fe, de la liturgia y de la caridad del pueblo de Dios, y del apostolado (CIC 788,2).
El Directorio Catequético General (1 971) presenta un decálogo de “tareas específicas del
ministerio de la Catequesis”:
- Profundizar en el conocimiento vivo de Dios y de su proyecto salvífico (cf.
n.21);
- disponer la acogida de la acción del Espíritu Santo y la con- versión
profunda (cf. n.22);
- facilitar la comunión con Dios y los hermanos a través del compromiso
activo y la caridad (cf.23);
- iniciar a la lectura de ios libros sagrados y al conocimiento de la tradición
(cf. n.24);
- promover la participación consciente y activa en la liturgia y educar a la
oración individual y a la meditación de la Palabra (cf. n.25);
- iniciar a la interpretación cristiana de los acontecimientos humanos,
especialmente de los signos de los tiempos La finalidad (cf. n.26); ylas
- colaborar en el diálogo ecuménico, favoreciendo el conocimiento de las
otras confesiones (cf. n.27);
- ayudar a la comunidad a difundir el Evangelio y a dialogar con los no
cristianos (cf. n. 28);
- proyectar a las personas hacia la esperanza escatológica junto con el
compromiso de construir una sociedad mejor (cf. n.29);
- favorecer el desarrollo de la vida de fe a lo largo de toda la existencia
humana (cf. n.30).
El Documento “La Catequesis en la comunidad”, de la Comisión Episcopal de Enseñanza
y Catequesis de España, señala las siguientes tareas o dimensiones:
- Iniciación en el conocimiento del misterio de Cristo,
- iniciación en la vida evangélica,
- iniciación en la oración y en la liturgia,
- e iniciación en el compromiso (cf. nn. 85-92).
8. Por último, el Directorio General para la Catequesis (1997) menciona seis tareas:
Propiciar el conocimiento de la fe,
- la educación litúrgica,
- la formación moral,
- enseñara orar,
- la educación para la vida comunitaria,
- y la iniciación a la misión (cf. nn. 85-86)
Algunos catequetas han presentado unas formulaciones sistemáticas sobre este
tema: Entre ellos, Vicente Pedrosa, catequeta español, menciona las siguientes metas de la
acción catequística:
- La promoción del hombre en su plenitud como persona: identidad
humana.
- La creación de un nuevo tipo de persona cristiana: identidad
cristiana.
- La construcción de un modelo de Iglesia para nuestro tiempo:
identidad eclesial
La construcción de una Iglesia capaz de ofrecerse a la sociedad de hoy como un
“experimento vivo de verdadera humanidad”: identidad eclesial “sacramental- liberadora”
(cf. V. Pedrosa, la Catequesis hoy, Madrid, PPc, 1983, pp 89-103).
E. Alberich, por su parre, nos presenta un esquema enriquecedor. Para este autor, las tareas
básicas del ministerio de la Catequesis son las siguientes: - Favorecer y suscitar a
conversión,
- suscitar y hacer madurar las actitudes propias de la vida cristiana de fe,
- llevar al conocimiento pleno del mensaje cristiano e iniciar en el
compromiso cristiano:
- iniciar en la diaconía eclesial,
- iniciar en la koinonía eclesial,
- iniciar en la escucha y anuncio de la Palabra,
- iniciar en la liturgia eclesial, educar para la opción vocacional y ministerial (cf. E.
Alberich, la Catequesis en la Iglesia, op. cit. Pp.109-1 17).
9. En sintonía con la finalidad de la Catequesis que hemos descrito, es decir, con el perfil de la
persona madura en la fe y con los rasgos esenciales de la comunidad cristiana madura,
nosotros consideramos que las tareas fundamentales del ministerio catequético son:
- promover a la persona en su plenitud humana (dimensión humana),
- iniciaren el conocimiento orgánico y significativo del mensaje
evangélico (dimensión cognoscitiva de la fe),
- educar a la celebración de la fe y a la oración (dimensión litúrgica-
oracional de la fe),
- educar a los valores, actitudes y comportamientos evangélicos
(dimensión moral de la fe),
- educar a la vida comunitaria y a la corresponsabilidad eclesial
(dimensión comunitaria-eclesial d la fe),
- y educar al compromiso social liberador (dimensión social-
liberadora de la fe). Esta propuesta de formulación toma en cuenta dos aspectos
importantes: al catequizando como persona (primera tarea) y la totalidad de las dimensiones
de la fe (las otras cinco tareas). La Catequesis, de esta manera, tiene el cometido de ayudar a
los catequizandos a crecer como personas y como creyentes, en todos los aspectos y
dimensiones de la existencia humana.