Este documento presenta un resumen de un paseo guiado por Madrid que describe la vida y obras de las "Las Sin Sombrero", un grupo de mujeres intelectuales y artistas pioneras de la Generación del 27 que rompieron barreras de género. El paseo visita lugares importantes como el Lyceum Club Femenino, donde estas mujeres se reunían, y ofrece detalles sobre las contribuciones y experiencias de figuras clave como María Zambrano, Zenobia Camprubí, María Teresa León y otras. El documento también explica el origen del nombre "
Las sin sombrero. Un episodio de la emancipación de la Mujer en españa
1. LAS SIN SOMBRERO
A primeros de marzo, concretamente el día 8, solía hacer desde estas
páginas un reconocimiento a las "mujeres". Pero diversos
acontecimientos me han provocado faltar durante algunos años al
periódico homenaje. Quiero nuevamente recuperar mi deber con las
féminas, con todas ellas; las que se sienten más comprometidas y las
que se consideren menos vehementes. Y, aunque con un poco de
retraso, lo quiero realizar trasladando mi admiración hacia aquellas
que durante el tiempo de la segunda república (y antes), destacaron
en variadas artes, formando de "facto" parte de la Generación de 27
junto con sus compañeros masculinos. Pero que, por el simple hecho
de ser mujeres, no fueron consideradas en sus diversas facetas
artísticas, siendo reputadas por su arrojo y contumacia como Las
Sin Sombrero.
Son el grupo formado por Maruja Mallo, Margarita Manso, Concha
Méndez, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, María Zambrano, María
Blanchard, María Teresa León, Ernestina de Champourcín, Ángeles
Santos, Carmen Conde, Remedios Varo, Marga Gil Roësset, Zenobia
Campubrí o Rosa García Ascot, entre otras.
2. El sobrenombre de “Las Sin Sombrero” les viene por lo acontecido
un día de finales de la década de los años veinte del pasado siglo, al
pasear por la madrileña Puerta del Sol el grupo formado por Maruja
Mallo, Margarita Manso, Federico García Lorca y Salvador Dalí.
Llevaban sombrero, ya que todo el mundo por aquella época lo
usaba, pues era signo de elegancia y distinción. Pero estos cuatro
amigos, geniales "surrealistas", decidieron quitárselo transgrediendo
la norma, lo que causó el consiguiente escándalo y algarada entre los
transeúntes presentes, que de primeras comenzaron a insultarlos al
grito de ¡maricones! e incluso apedrearlos, pues veían en esta acción
tan libertina un desacato a las pautas establecidas…… una
obscenidad. Desde aquella anécdota, ir sin sombrero pasó a
entenderse como un acto de modernidad y transgresión. Y para el
resto de las mujeres, romper la norma de tener el papel de
complaciente esposa, madre, ama de casa o incluso de musa. Con
este acto de rebeldía, decidieron convertirse en protagonistas de su
propia vida, en seres libres, participando sin complejos en la vida
intelectual y artística de la España que pudo y no fue,....... rota por la
sublevación armada de los militares contrarios a la legalidad
republicana.
Transcribo a continuación el artículo elaborado por Susana
Albarrán y publicado en la revista "El Salto" de marzo de este año.
En el que se narra una de las visitas guiadas por Madrid, recorriendo
los lugares frecuentados por estas mujeres "Sin Sombrero"
Un paseo con Las Sin Sombrero por Madrid
Domingo, un grupo de mujeres recorre las calles de Madrid
siguiendo el rastro de aquellas que cambiaron la historia.
3. Domingo de febrero, fresco pero despejado, me apunto al paseo de
“Las Sin Sombrero” que organiza la historiadora Julia Soria. Voy con
puntualidad madrileña, o sea, tarde. Corro hasta llegar a la Plaza del
Rey y, por fin, veo al grupo. Después de unos minutos comienza el
paseo justo al costado del edificio que hoy alberga oficinas del
ministerio de Cultura y Deporte. Aquí se puede ver, escrito en una
placa: “Esta fue la sede del Lyceum Club Femenino (1926-1939)".
El itinerario es uno de los 16 que ofrece Julia, experta en Memoria
Histórica y Guerra Civil Española, a través de “Experimenta
Madrid”, con la idea de descubrir la ciudad con otra mirada. Una
que, lejos de la opulencia y la exuberancia del típico Madrid de Los
Austrias, recupera las historias de resistencia que también se
fraguaron en sus céntricas calles.
No son los edificios los importantes, es la historia de los personajes
olvidados que también ocuparon ese espacio, los acontecimientos
que no relacionarías con un monumento o un punto de la ciudad,
sino a través de estudio y mucha vocación, como la de Julia. “El
cómo cuento la historia de Madrid parte de mi abuela, que murió
hace tres meses con 105 años, con una memoria prodigiosa. Ver la
guerra como la contaba mi abuela, una mujer del barrio de Lavapiés,
eso te obliga a enseñar Madrid de otra manera”, dice la historiadora.
Pero, sobre todo, quería hablar de las mujeres, y para ello, había que
hablar de “Las Sin Sombrero”. Cuenta Soria que lo que hicieron fue
coger “el relevo” en las calles, de los libros y el documental de Tania
Balló.
4. Hasta que vio la luz el documental de “Las Sin Sombrero” (RTVE,
2015) y el libro de Balló (Planeta, 2016) del mismo título, los
nombres de María de Maeztu, María Teresa León, Clara
Campoamor, Vitoria Kent, Zenobia Camprubi, Maruja Mallo, María
Zambrano y Marga Gil no gozaban de un certero lugar en la historia
y, por tanto, no se podía comprender a la Generación del 27 en toda
su amplitud. Porque ellas también estuvieron allí, no solo los
señores cuyos nombres y biografías memorizamos en la escuela.
Junto a ellos —ahora lo sabemos—, mujeres inteligentes e
intelectuales, artistas, disidentes políticas y LGTBIQ, académicas y
autodidactas. Ellas desafiaron no solo los convencionalismos de la
época sino al régimen franquista: a algunas les costó el exilio.
Compartieron tiempos en los que acceder a la Universidad dependía
de la recomendación del decano. Se les imponía ir a las clases
acompañadas de un bedel, y todo para obtener solo el título de
oyente.
El recorrido del paseo nace estrictamente en la casa de las siete
chimeneas, porque fue allí donde empezaron a juntarse diversas
mujeres “conocedoras tanto de su condición de mujeres, como de su
condición de intelectuales”, destaca Soria. María de Maeztu fue su
fundadora y presidenta. Ella, tras conocer el Lyceum de Londres,
trajo la idea a Madrid. Allí coincidieron mujeres extraordinarias,
cuenta la historiadora, “señoras potentísimas que vivieron en aquel
caldo de cultivo de 1926, a punto de terminar la dictadura de Miguel
Primo de Rivera, y después la explosión del Lyceum en 1931 con la
proclamación de la segunda República”.
5. Las “Sin Sombrero” también coincidieron con sus compañeros
intelectuales, ya que no estaba prohibida la entrada de hombres a su
club. Podían usar la biblioteca, los salones, el laboratorio, pero no
pertenecer a la junta directiva. Así, Federico García Lorca estrenó en
el Lyceum Poeta en Nueva York y Marie Curie ofreció una
conferencia sobre ciencia, ese era el prestigio que el liceo se había
forjado.
Todo ese auge se truncaría en unos años. No tardaría en llegar el
golpe que iniciaría la guerra civil y luego la larga dictadura de
Franco. Con esta, la conversión de ese espacio de mujeres libres en la
sede central de la Sección Femenina. La antítesis de un lugar en el
que nunca existió ninguna bandera, ni signo religioso. “Fue el
primer lugar en toda España en el que hombres y mujeres empiezan
a hablar libremente de su orientación sexual”, afirma Julia sin
titubeos.
La memoria de un exilio
Caminamos hacia la segunda parada, muy cerca. El actual Instituto
Cervantes, un antiguo banco de monumental fachada en la esquina
que forman las calles Barquillo y Alcalá, es pretexto para hablar de la
filósofa María Zambrano. La primera mujer reconocida con el
premio Cervantes, en 1988, tuvo una vida intensa, cruzada por dos
6. guerras. Participó en las Misiones Pedagógicas de la II República, es
decir, “un carromato, y dos burros, lleno de libros” —describe
nuestra guía— que llevaron cultura y educación a zonas recónditas
de España. Amigas y amigos de Zambrano eran parte del
profesorado: Antonio y Manuel Machado, María Lejárraga, Elena
Fortún, Miguel Hernández y García Lorca. En el 36, junto a su
esposo el historiador Alonso Rodríguez Aldave, vino el primero de
varios exilios y destierros entre América Latina y Europa. Ejerció de
profesora de filosofía, dando conferencias y publicando artículos y
ensayos. El reconocimiento tardío de su obra en los ochenta la
hicieron volver a España. A pesar de su frágil físico, siguió
trabajando y su lucidez la acompaño hasta el final.
Nos alejamos en dirección a Cibeles y tomamos la mediana del Paseo
del Prado hasta llegar a la glorieta de Neptuno. Desde allí se pueden
ver los hoteles Ritz y Palace, un poco más lejos el Museo del Prado.
Tres vértices de un amplio triangulo en las que otras Sin Sombrero
dejaron huella: Zenobia Camprubí, y María Teresa León.
De acomodado origen pero espíritu libre, Zenobia viajo por todo el
mundo antes de instalarse con su madre en Madrid. Con amplios
conocimientos de idiomas y literatura, fue también escritora,
maestra y periodista. Seria conocida también por sus generosos
actos. Abrió dos tiendas de Nuevo Arte Español, una en la calle
Serrano,
7. y la otra en la Quinta Avenida de Nueva York, donde vendía
artesanía hecha por mujeres del ámbito rural, a quienes devolvía
íntegramente lo obtenido en las ventas. Su compromiso con el bando
republicano en la guerra civil le llevo a organizar —primero en
Lavapiés y Vallecas— una red de formación de enfermeras para
atender a los heridos, especialmente en el Palace y el Ritz,
convertidos en hospitales de sangre durante el conflicto. El poeta
Juan Ramón Jiménez se convirtió en su esposo, con el compartió su
vida profesional y personal, y juntos marcharon al exilio. Enferma de
cáncer, Camprubí murió unos días después de atender la llamada
que le anunciaba el premio Nobel para Juan Ramón.
María Teresa León, escritora y amante del arte en todas sus formas,
fue secretaria de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional.
Asediada Madrid por el bando nacional en la guerra civil coordino
con determinación, paciencia y cuidado, los trabajos que salvarían lo
más preciado del tesoro cultural del Museo de Prado del expolio y de
las bombas, ayudando incluso con sus propias manos.
Su vida corrió peligro bajo el régimen franquista, como la de muchas
de sus compañeras de liceo, y también partió al exilio.
Dos amigas
Frente al Congreso de los diputados, nuestra guía narra la historia
de dos grandísimas amigas también asiduas al Lyceum, las abogadas
Clara Campoamor y Victoria Kent. Compartían su amor por el
derecho y la justicia. Su trabajo conjunto trajo la conquista de
derechos fundamentales para las mujeres.
8. “La mujer debe sumisión al hombre, y el hombre respeto a la mujer”,
decía el artículo 18 del código civil. Fueron Kent y Campoamor
quienes lo reformularon en la redacción que conocemos hoy: “El
hombre y la mujer se deben respeto mutuo”.
Fueron ellas también quienes llevaron el artículo 238 del código civil
—que penaba con destierro de 15 kilómetros al hombre que mataba a
una mujer en situación de adulterio— al código penal, convirtiendo
directamente las condenas en cárcel.
El resto es historia. En octubre de 1931, su confrontación en torno al
reconocimiento al sufragio efectivo de las mujeres españolas en el
pleno del Congreso, separo sus caminos para siempre, pero para la
historia de las mujeres significo un antes y después.
Las artistas
Subiendo por la calle Fernanflor y callejeando llegamos a Alcalá
hasta apostarnos frente a la Real Academia de la Bellas Artes de San
Fernando. Julia no se detiene en contar ningún detalle del edificio
sino que entra de lleno a narrar las historias de dos artistas que
fueron ilustres alumnas de esta escuela. Marga Gil, quien a los 13
años ya ilustraba los cuentos que escribía su hermana Consuelo.
Llego también a dominar con maestría la escultura en piedra y
granito. Su corta vida no le impidió codearse con otros artistas.
Convivio largas temporadas en casa de Zenobia y Juan Ramón.
Mantuvo incluso correspondencia con Saint-Exupery, y se intuye
que fueron sus dibujos los que inspiraron a los del autor de El
Principito.
9. Maruja Mallo, pintora, vivió mucho e intensamente. Como otras de
sus amigas de liceo, estuvo comprometida con la Republica. Como
Zambrano, fue docente de las Misiones Pedagógicas.
Quitarse el sombreo en Puerta del Sol
El famoso gesto corresponde a Maruja Mallo, describe Julia. “Ella
iba cruzando la plaza acompañada de su amiga Margarita Manso, de
García Lorca y Dalí, y deciden quitarse el sombrero. Lo histórico, a
veces, no parte de quien ejerce el hecho sino de quienes asisten a ese
acto, porque al cruzar la plaza les apedrean al grito de !maricones!”.
Fue entonces, narra la historiadora ante la veintena de mujeres que
escuchamos expectantes, cuando Maruja y Margarita fueron al
Lyceum, donde contaron lo ocurrido. “En solidaridad con sus
amigas, muchas deciden ir a Puerta del Sol y repetir el gesto. Cuando
les preguntaron el porqué, respondieron: porque las ideas tienen que
ser libres y deben tener espacio para fluir”, termina el relato Julia.
“Ahora esto no nos parece un acto rompedor pero en aquel momento
si lo era, y ha trascendido hasta hoy”.
El primer paseo madrileño de las Sin Sombrero —cuenta nuestra
guía— estaba pensado para el 8 de marzo de 2017, pero como se
organizó la huelga feminista, pasaron a darlo todo la semana previa
a la movilización. Así como aparecieron segundas partes del
documental y del libro, “Las Sin Sombrero II”, se ofrece ya como un
paseo más de Experimenta Madrid.
10. “Me generaba mucha pena dejar fuera a algunas, las he estudiado
tantísimas horas que al final las coges cariño y parece que las
conoces. Esta segunda parte también empieza en el Lyceum, porque
no todo era bonito e ideal, sino porque también les pusieron muchas
trabas”, concluye Julia. Elena Fortún, María Lejarraga, Concha
Méndez o Isabel Oyarzabal y muchas más componen ese segundo
garbeo de “Las Sin Sombrero”, que pensamos darnos también por
las calles de Madrid.
Final del paseo. Con la Puerta del Sol de fondo nos hacemos la foto
de rigor — quitándonos el sombrero— que hoy día resulta una
curiosa metáfora para mostrar nuestra admiración hacia estas
mujeres que desafiaron toda una época, y nos dejaron un invaluable
legado para la historia.
Una sola cosa apena a Julia de sus paseos. A los hombres no parece
interesarles. De los más de cien recorridos que tiene a sus espaldas,
nunca vino un hombre solo, todos —apenas uno de cada diez
participantes— acudieron acompañando a una mujer. Ellas si están,
y lo disfrutan, “se crea un clima muy bonito de complicidad, al final
estas juntando a varias generaciones, desde chicas jóvenes que se
encuentran con mujeres de ochenta años que les explican que era la
sección femenina, o como no podían tener una cuenta bancaria”.
Aquí finaliza el cuarto de los artículos elaborados durante mi
reclusión, internamiento y aislamiento coronavirulesco.
PUBLICADO POR PABLO FONT
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