Este poema celebra la manzana por su pureza y frescura, comparándola favorablemente con otros frutos que son más difíciles o menos puros. Al morder una manzana, el poeta siente que vuelve a ser una criatura recién creada, todavía con algo de manzana en sí mismo. Su deseo es ver un mundo abundante de manzanas, con una civilización entera unida en el simple acto de morder una manzana.