1. DESARROLLO DE LA SEGUNDA PONENCIA
“SENTIDO Y RETOS DE LA PROPUESTA FRANCISCANA Y BERNARDINA
EN
UN MUNDO GLOBALIZADO”
1. “DE LAS DESHUMANIZANTES PROPUESTAS DE LA
POSTMODERNIDAD Y LA GLOBALIZACIÓN A LAS DIGNIFICADORAS
PROPUESTAS DEL EVANGELIO Y DEL FRANCISCANISMO”
Quisiera proponerles unos puntos que desde la vida actual hemos de vivir, para
que nuestra existencia, sea una contra - respuesta a las deshumanizantes
visiones de la vida, pues frente a las subculturas o egoístas concepciones del
mundo actual, me parece importante sugerirles un tema que se acerca a los
anteriores y que, nos aterriza en el hoy de nuestras vivencias y es ¿Cómo
desde nuestra misión franciscana proponemos nuevas alternativas al hombre
de hoy sumergido en la globalización?
Hoy vivimos un momento histórico que coincide indiscutiblemente con la hora
de los balances, en la cual todos estamos haciendo balance de nuestra vida,
de nuestro que hacer y de lo que no hemos hecho. Vivimos además en un
naufragio cultural en el cual sólo a partir de una renovada visión del hombre,
que nuestra sociedad y nosotros, muchas veces hemos negado y rechazado.
Vamos a analizar una serie de comportamientos que en nada se asemejan a
los valores del Evangelio y que son formulados por el franciscanismo como
alternativa radical de cambio ante esta sociedad deshumanizada y
deshumanizante.
DE LA SUBCULTURA DE LA EXCLUSION A LA CULTURA FRANCISCANA
DE LA INCLUSION.
En primer lugar, vivimos inmersos en una desconcertante subcultura de la
exclusión con la cual yo diría se inicia el naufragio cultural por el cual
atravesamos y que crea los innumerables excluidos de las sociedades y
considerados excluidos, porque se salen de los parámetros establecidos o
porque piensan y obran diferente a la norma y a los senderos sociales.
Pero los excluidos no son única o exclusivamente los desplazados o los
llamados inexistentes o desechables, son también excluidos o marginados
esas personas a quienes por prevención de cualquier índole, ignoramos sin
ninguna consideración, colocando las barreras, elaboradas por las escuelas de
la exclusión.
2. Pienso que para un auténtico educador y educadora, todas las personas son y
deben ser, al igual que las culturas, interlocutores válidos, aunque su visión del
mundo sea diametralmente opuesta a la nuestra pues lo que cuenta es que
seamos capaces de sentarnos a dialogar con ellas, pues es indiscutible que el
futuro de la cultura de la inclusión dependerá en alto grado de la participación
que le ofrezcamos al otro en los proyectos y en nuestra acción pastoral.
Un auténtico educador y educadora, formador y formadora de hoy inmerso en
el mundo de la globalización ha de crear por su parte, lo que yo llamaría, la
escuela de la inclusión frente a las múltiples, generalizadas y crecientes
escuelas de la exclusión. Con la creación de las escuelas de la inclusión,
recuperamos la persona para la comunidad mediante una pedagogía
personalizante y humanizadora como formadora del hombre y de una
pedagogía que tiene sus raíces en el respeto por la persona.
Se trata de recuperar la persona para la comunidad, pues la intencionalidad de
toda vida franciscana es el respeto a la persona y nadie puede ni debe negar o
renegar de su propia dignidad, esta es la principal vocación de todo y de
cualquier hombre, luchar por su propia dignidad.
En esta escuela de la inclusión estamos luchando contra las exclusiones
ideadas por alguien que manda y para quien los otros no existen, o existen
únicamente en la medida en que obedecen, de lo contrario los excluimos del
proyecto común.
El comportamiento humanizador de la inclusión, ha de ser entendido como el
respeto a las diferencias; ha de ser entendido como encuentro y como
reconciliación de dichas diferencias, por eso, no tendremos más alternativa que
optar por todo lo que signifique comportamientos incluyentes, rechazando el
comportamiento despersonalizante, que todos hemos vivido y experimentado y
que siempre generan una reacción violenta, pues toda exclusión es una
injusticia y toda injusticia genera violencia.
El que siembra exclusión, cosechará violencia y quien siembra injusticia, fruto
de la exclusión, cosechará crecientes exclusiones.
Debemos aprender a reconciliar nuestras diferencias y a reconciliar nuestras
visiones, pues de lo contrario, esto de la vida franciscana será una pantomima
o una obra de teatro que representamos para los demás pero que al terminar
de escuchar los aplausos, seguimos en las luchas internas y en los
permanentes comportamientos de desprecio, de indiferencia y de exclusión.
DE LA SUBCULTURA DE LA SUPOSICIÓN Y LA SOSPECHA A LA
CULTURA FRANCISCANA DEL DIALOGO.
La subcultura de la exclusión va unida a aquella tan generalizada subcultura de
la suposición que en otras palabras, es igual a la sospecha, lo que llamaríamos
en nuestro medio, vivir maliciando de los demás, todos los días y a toda hora a
causa de lo cual estamos impedidos para dialogar, manejando la realidad del
3. otro a partir de suspicacias, por eso no escucho, pues mientras me hablan
estoy buscando qué es lo que hay detrás de lo que me dicen, estoy maliciando
lo que me quieren decir, no estoy escuchando de verdad. Por eso todo diálogo
queda automáticamente bloqueado.
Esta subcultura de la suposición, nos ha incapacitado para el diálogo con todos
pero especialmente con el mundo juvenil, que tiene sus propias visiones, que
tiene sus propias razones, que tiene sus propios derechos. No es posible
seguir suponiendo el mundo de los jóvenes. Hoy los adultos no podemos
suponer su mundo, no es posible seguir sospechando el mundo de los jóvenes,
estamos obligados a valorar, escuchar y atender su visión de la vida aunque la
mayoría de las veces no la aceptemos ni la valoremos.
Personalmente creo que cuando los mayores no entramos en diálogo diáfano y
abierto con las nuevas generaciones franciscanas, vamos a quedarnos sin
identidad, vamos a quedarnos sin rostro frente a ellas y lenta pero
seguramente, nos desconectamos de la realidad y de sus realidades, hasta el
punto de no entender ni su comportamiento, ni su lenguaje.
Por todo esto los adultos frente a los jóvenes podemos ser como balsas que
flotan pero que no avanzan, pues necesitamos nuevas actitudes de inclusión y
de participación que nos permitan avanzar y llegar al puerto de los jóvenes sin
sospechas infundadas. Vean ustedes lo urgente que es redescubrir, el valor del
diálogo y del encuentro no solamente para amainar las diferencias, sino para
crear nuevas relaciones y nuevos derroteros.
Los jóvenes nos dicen que necesitan ser escuchados, que no les sigan
diciendo que son el futuro, sino que ya hacen futuro pues de lo contrario nunca
lograremos una real integración generacional.
DE LA SUBCULTURA DEL AISLAMIENTO A LA CULTURA FRANCISCANA
DE LA COMUNICACIÓN Y EL ENCUENTRO.
En segundo lugar, vivimos inmersos en el desconcertante mundo del
aislamiento y que yo denominaría, el drama de la incomunicación y de la
lejanía que se expresa en múltiples ambientes, la incomunicación y la lejanía
en las familias, en los centros educativos, en los lugares de trabajo, en las
empresas y en las calles de nuestros pueblos y ciudades y en las parroquias y
seminarios, en las casas de formación pues la pedagogía del acercamiento y la
alternativa de la comunicación, nos es cada día más lejana, extraña y escasa.
La vida que estamos llevando y que hemos asumido en estos años de la ciber
comunicación, nos conduce a encerrarnos en nuestro medio, a encerrarnos en
nuestro saber y en la visión del mundo que cada uno posee.
Ahora bien, para proteger nuestro aislamiento, cada día cerramos una ventana
más de nuestra habitación interior y cada día corremos las cortinas del alma,
para que nada del mundo exterior interfiera en nuestra soñada armonía, ni la
brisa de la amistad, ni la luz de la fraternidad, ni el calor del encuentro. Que
4. nada entre porque todo esta bien organizado en mi mundo y así estoy más que
tranquilo en mi habitación interior. Nos encerramos para que no entre a
nuestra habitación el sol del otro.
Mediante una nueva lectura de la vida franciscana, nos urge estar
respetuosamente abiertos, abiertos a todos los mundos, abiertos al mundo de
las culturas, abiertos al mundo del otro, abiertos incluso al mundo del mundo y
abiertos por supuesto al mundo de Dios, para lograr que la auténtica
comunicación regrese a nosotros, para que ella sea una realidad en donde
acojamos el mundo del otro. Pero vean cómo una manifestación de las
descritas, trae consigo otra, pues la ausencia atrae el aislamiento y este atrae
la incomunicación.
Cada día necesitamos perfeccionar nuestra comunicación no solamente verbal,
gestual o corporal sino ante todo una comunicación nacida del “aquí me tienes”
del “aquí estoy” y del “cuenta conmigo” en las buenas y en las malas.
Esta expresión “cuenta conmigo” no requiere muchas palabras en la
comunicación, ni mucho menos de la aduladora interrelación de elogios. Es el
sencillo, “aquí estoy”.
Por eso, es contradictorio un educado franciscano sin comunicación, pues la
comunicación es la que nos va conduciendo a una auténtica fraternidad, a una
auténtica participación. Se trata de construir la civilización de la comunicación
entre las personas, la cual nace de la identidad del hombre y nos conduce al
encuentro.
DE LA SUBCULTURA DE LA AUSENCIA Y LA INDIFERENCIA A LA
CULTURA FRANCISCANA DE LA PRESENCIA.
En tercer lugar, vivimos inmersos en una desconcertante civilización, si así se
le puede llamar, una civilización de la “ausencia”, fruto de la mentalidad
contemporánea contradictoriamente enredada en la desconexión.
Esta actitud de la ausencia, personal y social que estamos viviendo, se
manifiesta, mutatis mutandis, en que el hombre quizás es para el hombre, la
criatura menos importante de entre todas las criaturas del universo. Nos
interesa todo menos la persona del otro. Más aún, con este comportamiento de
la ausencia, la sociedad está formando personas que no son capaces de estar
frente a los demás, personas para quienes el sentido de la presencia no
cuenta, personas cerradas al don y a la recepción de los otros. Esta categoría
de la ausencia, expresa la tendencia sin límites al anonimato que nos aleja de
todo compromiso, de todo sentido de pertenencia y por supuesto de toda
pertinencia.
Este pensamiento, es y será una forma de vida mediante la cual el hombre está
presente para “atender” al otro, no con carácter servil, pues estar atento al otro
es salirse del ensimismamiento en que nos encerramos para estar solos, en
nuestro micro mundo. El hombre de las sociedades contemporáneas, de las
5. sociedades que no sueñan, ese hombre que nos quieren entregar, es un
hombre ensimismado en su manera de pensar y por eso cree que lo sabe todo,
es un ser ensimismado en su manera de actuar y no cuenta con nadie y
también ensimismado en su manera de vivir y por eso está ausente de todo
compromiso duradero.
A este deshumanizante comportamiento de la ausencia se une el tan
generalizado y conocido comportamiento de la indiferencia. Recuerdo una
bellísima canción de un gran cantante francés Gilbert Becaud cuando le canta
a la “indiferencia” concluyendo que ella está matando con muerte lenta el
mundo, la sociedad y las relaciones interpersonales.
Frente a este comportamiento creo que debemos comenzar a tener como
franciscanos y franciscanas una nueva reacción. Imposible continuar
desconectados de la realidad, contentos solo con escuchar lo que pasa a
nuestro alrededor, no sea que históricamente estemos ausentes de la
problemática por la que atravesamos, ensimismados en nuestros castillos de la
indiferencia, ensimismados en lo adquirido y sin alternativa de presencia.
Ensimismados en nuestros conventos y en nuestras casas religiosas o en
nuestras casas mentales y alejados de la realidad.
DE LA SUBCULTURA DE LA EVASION AL NO-PLACER A LA CULTURA
FRANCISCANA DEL ABRAZO DE LO DOLOROSO DE LA VIDA
En cuarto lugar, no quisiera olvidar un fenómeno globalizado y que ha
contribuido a la compleja construcción de una antropología de la evasión al no-
placer, acompañada de múltiples comportamientos de rechazo a todo aquello
que pueda llevarnos a la negación del placer, al no- placer, es decir, al rechazo
de lo doloroso de la vida. Y aquí me pregunto:¿Qué fue lo que Francisco
abrazó cuando abrazó al leproso? Sin duda abrazó todo aquello que su
corazón rechazaba.
Parecería que solo quisiéramos ver y compartir y abrazar lo que hoy
denominan la “gente linda”, cuerpos hermosos, gente para quien el cerebro es
un músculo, gente super bien, gente atractiva, gente que asume únicamente lo
placentero.
No es que vaya a plantear que lo ideal en la vida, sea precisamente lo
doloroso, lo feo y lo aburrido, de ninguna manera quisiera que esto sea tomado
con este enfoque.
Lo que quiero es hacer ver que la civilización en que nos está tocando vivir,
vuelve de alguna manera al rechazo radical de todo lo que no sea explicable (la
muerte) de todo lo que no sea positivo (los fracasos), de todo lo que no sea
placentero y no tenga que ver con el buen vivir (la enfermedad entre otros)
Todos queremos alejarnos de lo absurdo y de lo repugnante de la vida y
también de lo aburrido de los otros, pero tendrá que llegar el momento en el
que asumamos sin evadirnos.
6. Todos queremos alejarnos de lo que naturalmente rechazamos, pues solo
sabiendo acoger el dolor y los dolores de la vida, es decir, lo negativo de la vida
y lo irreconciliable de ella, nos transformaremos y nos liberaremos.
Y tomando el camino evangélico, no es posible llegar a la Transfiguración, sin
ascender primero la montaña, como tampoco es posible llegar a la
Resurrección sin abrazar la Cruz.
DE LA SUBCULTURA DE LO SUPERFICIAL A LA FRANCISCANA
CULTURA DE LO PERMANENTE
Estamos viviendo una época dramáticamente pobre de fidelidad. Nada es
permanente ni hay fidelidad en ninguna de nuestras acciones.
Todo es por un día, por un tiempo. No hay casi nada duradero sino siempre
superficial, no hay cómo ser fieles a los compromisos, a las personas, a los
propósitos y a las decisiones.
DE LA SUBCULTURA DEL MAL HUMOR A LA FRANCISCANA CULTURA
DE LA ALEGRIA.
Quisiera detenerme, en cuarto lugar, en un comportamiento generalizado en
nuestra sociedad, incluyendo nuestras parroquias y centros de cultos, así como
nuestras casas de formación y es el tema del mal humor que infecta las
relaciones inter personales y reina en muchos ambientes de nuestro entorno.
Es un mal humor que se expresa desde la dureza en el trato intelectual y verbal
con los demás, hasta la agresión física. Un mal humor que puede infectar hasta
nuestra misma acción pastoral.
Siendo hombres y mujeres que por naturaleza tendríamos que vivir la
dimensión del celebrar la vida, se nos está metiendo en el alma el
comportamiento de las sociedades envejecidas a fuerza de perder los sueños.
Parecería que definitivamente no entendiésemos que el humor, es el sentido de
la objetividad.
Que a la lógica de la incomunicación le construyamos la lógica del
acercamiento, que a la lógica de la ausencia le siga la lógica de la autentica
presencia. Que a la lógica de la marginación, le siga la locura lógica de la
inclusión y a la equivocada lógica del mal humor, le siga la incomparable lógica
de la espontaneidad, de la alegre acogida y de la tolerancia.
Nos han enseñado permanentemente a competir contra los demás para
sacarlos de nuestro camino y así poder instalarnos nosotros. No hay campo
para la verdadera convivencia en el respeto y la tolerancia
7. DE LA SUBCULTURA CON UNA FE EN UN DIOS LEJANO, AUSENTE E
INCOMUNICADO A LA CULTURA FRANCISCANA CON UNA FE
CENTRADA EN EL DIOS DE JESUCRISTO, AMOROSO, TIERNO,
DIALOGANTE Y CERCANO
En último lugar, no podría olvidar que la ausencia de una nueva idea de Dios
en el hombre actual, también ha hecho parte del naufragio cultural en el cual
estamos metidos hoy y que ya ha sido descrito. Estamos llamados a crear un
nuevo rostro de Dios. Un Dios con dimensiones humanas de tal forma que, a
partir y solo a partir una nueva forma de ver al hombre y de identificarlo,
rehagamos la nueva idea de Dios.
Y lo que hemos venido profundizando sobre la inclusión, sobre la
comunicación, sobre la presencia, la cercanía, sobre la participación, tendrá
que ir volviéndose parte de nuestra vida pues debemos tener una nueva idea
de Dios, de un Dios cercano, de un Dios que se comunica, de un Dios que está
aquí, que no nos lanzó al mundo dejándonos a nuestra propia suerte. A partir
de una nueva idea del hombre, rehagamos la idea de Dios.
Se trata de transformar la idea que tenemos de Dios pues las nuevas
generaciones no resistirán el Dios que les hemos entregado, y por eso reitero,
sólo a partir de una nueva imagen que tengamos del hombre, elaboraremos la
nueva imagen que tengamos de Dios. Del nuevo rostro que desde el
humanismo cristiano tracemos del hombre, nos resultará el nuevo rostro de
Dios.
Lo queremos lejano, lo queremos ausente, lo queremos cósmico y no
quisiéramos re - descubrir que la única morada de Dios está en nosotros. Y nos
ponemos a buscarlo en los templos y en las basílicas y hasta en las sacristías.
Y le hemos dado dueños a ese Dios con jerarquías y sacerdotes y sacristanes.
Y se nos olvidó que necesitamos sentir un Dios cercano, y un Dios que no
huye, y un Dios que se descubre y que escucha y que está abierto a nuestras
realidades, en una palabra un Dios que se refleja en Jesucristo, ese hombre
que se fue volviendo Dios, y que fue manifestando y sacando de su corazón
esa nueva realidad de Dios, como lo afirmara Dietrich Bonhöeffer.
Necesitamos re - descubrir para todos, y en especial para los jóvenes, un Dios
cercano y presente, un Dios que no se aparte de nuestra problemática, un Dios
que se descubre ante nosotros, en fin, un Dios que nos escuche.
Y las nuevas generaciones se alejaron del cielo de los teólogos en busca de
algo más atractivo en la tierra, presentando un Dios vital, acogedor y liberador.
2. "NUEVOS CAMINOS Y ALTERNATIVAS CRISTIANAS PARA LA
FORMACIÓN DE NUESTRAS ESTUDIANTES HOY"
8. Y puesto que vivimos en una sociedad con más espacios de ruptura y de
fractura, que de encuentro y de unidad, necesitamos educadores y educadoras
que den cabida en nuestros centros educativos a toda opción dialogante, una
opción que muestre y demuestre un perfil cercano a la persona, recuperándola
para nuestra difícil y compleja tarea formativa. Es la persona la que tenemos
que formar.
Y para que nuestra tarea educativa no se nos convierta en un libreto aburrido,
repetitivo y pasivo que no haga vibrar a nadie y mucho menos a nuestros
jóvenes, necesitamos ser profetas de la libertad y no profetas de la
normatividad, olvidando la formación ética y estética.
Para muchos jóvenes, el colegio se está convirtiendo más en un club para
encontrarse con los amigos, en un lugar para hacer deporte y planear sus
fiestas, que en un espacio para formarse integralmente, pues el ambiente de la
Institución se les ha vuelto irrespirable y por esto, de muchas formas nos dicen
que, aquello que estamos haciendo, ya no funciona para ellos.
Es urgente, educadoras y educadores católicos y de espíritu franciscano,
pensar la fe con ellos, pero una fe desde nuestra cultura, desde nuestro lugar
cultural, pues estoy convencido de que una fe que no se hace cultura, es una fe
infielmente vivida, en otras palabras, una fe que no tiene sus raíces en nuestra
visión colombiana del mundo, es una fe que nada le dirá nada a la juventud,
aburrida del cielo de los teólogos.
Si los jóvenes no ven compromiso en nosotros, no se comprometen. Si los
jóvenes no ven que sus maestros se interesan por ellos, nunca se interesarán
por ser testigos.
Nos corresponde actuar de acuerdo con los valores con los cuales hoy se
identifican las culturas juveniles e infantiles pues ellos están buscando construir
una nueva manera de relacionarse con nosotros y entre todos hemos de
prepararnos para reforzar la integridad, el respeto, la tolerancia, la solidaridad y
el compromiso, frente a una sociedad en permanente de – construcción.
Hemos de estar convencidos de que nuestra labor no depende de la cantidad
de saberes que les entreguemos en los diversos niveles del sistema educativo,
sino de la integralidad educativa que compartamos con ellos.
La educación es sin duda un camino privilegiado para que el mensaje de Cristo
penetre las culturas a pesar de los diversos modelos educativos y actuales
orientaciones de la educación.
Puesto que estamos en el tiempo de la nueva evangelización, vemos que el
misterio de la encarnación en la perspectiva dialógica entre Dios y la
humanidad, significa una nueva forma de entrar en relación con la cultura
escolar y con las culturas de desarrollo creativo y afectivo.
A partir del diálogo se llega a una nueva síntesis con la fe, pero para esto es
urgente saber por dónde y para dónde va nuestra misión educativa pues es
9. necesario profundizar la concepción actual de la mencionada labor para no
convertirnos en espectadores pasivos.
La cultura infantil y juvenil emergente, propende por sus propios derechos y
aprecia la formación en valores. Se percibe en el desarrollo de dichas culturas,
que hay un gran interés por la formación para la justicia, la paz y la
salvaguardia de la creación, así como la formación para la tolerancia, la
convivencia y no sólo para la competencia, sin olvidar una formación al servicio
de la equidad de género para superar así la atención dedicada a la formación
centrada en el género.
A nuestros niños y jóvenes tenemos que mostrarles desde la óptica
evangelizadora que la vida es una oportunidad para crecer y no solo para
aprender cosas; que la vida en el colegio es una oportunidad para entender
limitaciones y grandezas, pues también el colegio y la escuela son una
oportunidad para descubrir a Dios en el corazón de los demás.
Necesitamos que nuestras instituciones sean lugares de salvación y no de
condenación mostrando en todos sus procesos, las alternativas que desde el
humanismo cristiano poseemos. Por eso como educadores católicos estamos
llamados a acompañar en el camino, estamos llamados a enseñar a vivir
juntos, llamados a evangelizar desde nuestra tarea pedagógica.
Pero nosotros mismos, podemos convertir nuestros colegios y escuelas en
lugares de condenación si olvidamos que nuestra razón de ser, es la de
evangelizar educando.
Por otra parte, nuestra labor pastoral no está centrada en que los estudiantes
desde un principio adhieran a la fe, lo que tenemos que hacer es ayudarles a
buscarla para que lleguen, con nuestro apoyo, por lo menos al umbral de la fe,
por eso el educador católico, la educadora católica no se contentan con decir
“sigue por ahí”. El educador católico “ayuda a definir caminos” pues solo
aquello que hagamos desde el lenguaje del corazón será convincente, con -
movedor y verdadero.
Desde nuestra misión formativa y educativa podemos ayudar a descubrir en el
corazón de los jóvenes, que la fraternidad es el nuevo rostro de la paz
aprendiendo a respetarse desde las diferencias, pues no podemos todavía
creer que la fraternidad es un ejercicio ascético, la fraternidad es un encuentro
y una comunión, no un reclutamiento.
La mundialización nos ha domesticado en el sistema de la no - alternativa y
nosotros como educadores, no solamente estamos llamados a crear una
comunidad de vida en ambiente educativo, sino un modelo pedagógico
alternativo que responda a las propuestas deshumanizantes que no muestran
senderos nuevos para nuestro proceso formativo.
El Papa Juan Pablo II nos invita en su Exhortación Apostólica “La Iglesia en
América”, a ayudarle a los jóvenes a encontrar su lugar en la Iglesia y en el
10. mundo mediante una atención apropiada a su sensibilidad como parte
fundamental de la tarea evangelizadora en los colegios católicos”.
Desde nuestra misión educativa tenemos que ser capaces de revisar lo vivido
para mejorarlo, pues aparece la imperiosa urgencia de formar niños y jóvenes
cristianos que sepan asumir con firmeza pero con serenidad los conflictos que
hoy vivimos; adolescentes y jóvenes con nuevas actitudes ante la vida, con
nueva visión del mundo y con nuevas relaciones antes los continuos cambios
ideológicos, económicos y religiosos. Niños y jóvenes que aprendan desde
ahora que la trampa y la copia en los exámenes y trabajos, la mentira en el
cumplimiento de sus deberes, las permanentes disculpas para vivir sus propias
responsabilidades, son el principio de las futuras corrupciones y corruptelas
sociales.
Tenemos la grave responsabilidad de educar para la paz fundamentalmente
desde el corazón pues si las guerras nacen en el corazón, es en el corazón en
donde hay que construir la defensa de la paz. Pero para entender y desarrollar
este principio, será necesario vivir en permanente formación pues de no ser así
seremos incapaces de captar las dimensiones profundas de los
acontecimientos.