1. LA GRANDEZA DEL PERDÓN
C. S. Lewis dijo en cierta ocasión: "Todos hablan muy bien
del perdón hasta que les llega el momento en que tienen a
alguien a quien perdonar."
Aun en los cristianos más maduros vemos a veces surgir
un espíritu no perdonador disfrazándose con la apariencia
de una actitud de santa indignación. Una actitud así no
sólo amarga la vida del creyente sino también pone en
serio peligro su salvación personal. Jesús declaró
enfáticamente que Dios no está dispuesto a perdonar a
aquellos que no quieren perdonar a los demás. Ninguna
cantidad de obras, sacrificios o lágrimas pueden
compensar dicha falta.
2. ¿Cómo puede uno echar fuera a un espíritu de rencor con toda
la amargura que le acompaña y perdonar las ofensas
recibidas? Indudablemente el ejemplo bíblico que sobresale
en este respecto es el caso de José con sus hermanos y toda
su historia en Egipto. Al ponerle a su hijo primogénito el
nombre de Manasés, que significa "perdonar" u "olvidar",
estaba demostrando que Dios le había ayudado a escalar
hasta la cumbre más elevada de su carácter. El dijo que Dios
lo había hecho olvidar todo - refiriéndose a la crueldad de sus
hermanos, la calumnia de una mujer maligna y los años,
aparentemente interminables en la prisión egipcia.
Cuando José estaba en la cárcel lo perdonó todo. Esto le
permitió vivir una vida intachable y progresiva para
bendición y preservación de aquellos que serían fundadores
de las tribus del pueblo de Israel, dejando ejemplo de fe y
lealtad para las futuras generaciones.