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Retórica ambiental vs. realidad ambiental. La permanencia
de un conflicto para abordar los problemas ambientales
Índice
I. Introducción
II. Conceptos claves en la temática ambiental
III. El reconocimiento de la cuestión ambiental como problema
ambiental
III.1 Los problemas ambientales son nuestros problemas
IV. Verdaderamente, ¿somos conscientes del problema? La realidad
nos exige explicaciones
IV.1 Dos casos de contaminación ambiental en el partido de Avellaneda
IV.2 Riachuelo: 200 años de una contaminación no resuelta
IV.3 Humedales en emergencia frente al Cambio de Uso de los suelos
V. La antinomia no resuelta entre conservación y/o producción
V.1 Ley de Bosques: cómo proteger el ambiente sin morir en el intento
V.2 La expansión de la frontera agropecuaria
VI. La participación social: una importante herramienta también
cuestionada
VII. Conclusiones
I. Introducción
Los impactos negativos sobre el ambiente que venimos produciendo en
forma sostenida y progresiva desde el comienzo de la era industrial, nos
están enfrentando a una realidad que, actualmente, deviene con
características de crisis ambiental. Desde entonces, en nombre del
crecimiento y desarrollo, muchas de las actividades que hemos llevado a
cabo no han hecho más que jugar a favor de ella. De este modo, nuestro
papel en la historia ha sufrido un cambio trascendental, hemos pasado de ser
observadores poco menos que pasivos frente a los fenómenos naturales, a
actores protagonistas potenciadores de los mismos y con consecuencias que
están a la vista de todos. Entonces, dado que somos los únicos y verdaderos
responsables “privilegiados” de lo que hemos originado, también nos exige
serlo de las acciones que debemos realizar para solucionarlo.
El propósito de este ensayo, es enfatizar las razones que tornan imperioso el
abordaje de la problemática ambiental a la que nos vemos expuesto en forma
cotidiana, a partir de una modificación en el abordaje de la gestión ambiental,
a la que suponemos retórica y discursiva, por otra basada en objetivos y
acciones enfocados en la solución real de las causas que originan dicha
problemática.
Una primera visión sobre la temática planteada podrá tal vez sorprender a un
lector desprevenido, al que diariamente se lo informa sobre iniciativas
tendientes a resolver o mitigar los efectos no deseados derivados de las
actividades humanas; sin embargo, los hechos, para quienes estamos más
imbuidos del tema, nos indican que no es así. Por este motivo, para lograr
que el lector comprenda mejor nuestra postura y, con la intención de
involucrarlo en el desafío que implica enfrentar la temática ambiental, hemos
decidido desarrollar esta discusión de la manera que expondremos a
continuación.
En primer lugar, partiremos proponiendo y explicando los tres conceptos que
consideramos necesarios para la cumplimentación de nuestro objetivo, esto
es, qué es un problema ambiental, qué es una gestión ambiental y cuál es el
significado de la palabra ambiente. En segundo lugar, a partir de algunos
señalamientos históricos, continuaremos con una exposición en la que
explicaremos por qué reconocemos a la cuestión ambiental como un
problema ambiental y daremos ejemplos de problemas ambientales. Luego,
en la tercera parte, presentaremos algunos casos visibles de problemas
ambientales no resueltos propuestos por diferentes autores y, finalmente, nos
enfocaremos en la disyuntiva que se presenta entre conservación y
producción y su impacto en la problemática ambiental.
Definitivamente, lo que intentamos mostrar a partir de todo lo desarrollado, es
el motivo central de nuestra discusión que es el divorcio existente entre lo
que es el aspecto discursivo y la una realidad que no se vincula el mismo; por
el contrario, pareciera que las distancias entre uno y otro son cada vez
mayores.
Por lo tanto, la principal duda que nos planteamos y a partir de la cual surgen
todos nuestros cuestionamientos es que tal vez no exista, a nivel institucional
y pese a que se pretenda mostrar lo contrario, una real toma de conciencia
de lo que significan los problemas ambientales, lo cual, en tal caso, serviría
de explicación para lo que consideramos una gestión ambiental displicente y
permisiva o, lo que sería peor, que esa toma de conciencia exista, entonces,
en este caso, se trataría de un proceder a todas luces irresponsable.
II. Conceptos claves en la temática ambiental
Sin lugar a dudas, todos conocemos el significado de la palabra “problema”.
Los más, hemos tenido varios a lo largo de nuestra existencia y, con lo
primero que los asociamos, es con dificultades que se nos presentan para la
consecución de uno o varios objetivos y que requieren de su resolución.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando hablamos de problemas ambientales?
¿podemos resumirlo en términos tan simples? Pues no, es un poco más
dificultoso el tema por lo que, para entender de qué se trata, creemos muy
útil explicarla desde lo que nos propone Francisco González Ladrón de
Guevara (1993), que dice lo siguiente:
Se podrían definir los problemas ambientales como determinado tipo de
interacciones pautadas entre las poblaciones humanas y el sistema biofísico
de referencia, que interrumpen o alteran procesos de flujo de materia y
energía o alteran la disposición funcional de los elementos en un
sistema complejo generando cambios impredecibles que muchas veces
implican la transformación total del mismo. (p.42)
Dicho en términos más simples, un problema ambiental es todo lo que
ocasiona un impacto negativo sobre los sistemas naturales de nuestro
planeta, de modo que su alcance puede ser tanto local como global. Así,
como podemos ver, los problemas ambientales son abarcativos e incluyen al
ser humano, al medio, a sus interacciones y a las consecuencias emanadas
de las mismas.
No obstante, al igual que lo que sucede con los problemas que atañen a
nuestra vida cotidiana, los problemas ambientales también requieren ser
solucionados solo que, en este caso y por ser ellos de naturaleza compleja,
debemos realizar un tipo de acción diferencial que se denomina gestión
ambiental, otro término de singular importancia.
En efecto, definiciones sobre gestión ambiental hay muchas, sin embargo,
vamos a resaltar los aspectos de la misma que consideramos significativos y
que sirven para comprender el porqué de su rasgo diferencial. La gestión
ambiental engloba acciones, las que deben ser realizadas necesariamente
por todos los actores sociales públicos y privados, además, implica una
dinámica de proceso de carácter permanente y tiene por finalidad, modificar o
transformar una situación dada real indeseable en otra de características
deseadas; por otra parte, una gestión ambiental puede ser desarrollada con
éxito a diferentes escalas territoriales, locales, regionales o nacionales.
Queda claro que el propósito primordial de la gestión ambiental es el de
mejorar las condiciones de vida, pero, para que tenga éxito, como dijimos,
necesita del compromiso de todos nosotros independientemente del ámbito
en el que nos desempeñemos y asumiendo que sus beneficios son de
disfrute colectivo (Becerra, R. y Espinoza, G., 2002). La gestión ambiental es
condición necesaria, aunque no suficiente, para resolver los problemas
ambientales.
El tercer concepto relevante que nos ocupa es el de ambiente. Pero ¿qué es
el ambiente, el medio ambiente o la dimensión ambiental? Gómez Orea
(1999), nos dice que ambiente:
…es el entorno vital: el sistema constituido por los elementos físicos,
biológicos, económicos, sociales, culturales y estéticos que interactúan entre
sí, con el individuo y con la comunidad en que vive, determinando la forma, el
carácter, el comportamiento y la supervivencia de ambos. (p.37)
Siguiendo el razonamiento del autor mencionado, la dimensión ambiental
abarca tanto al ser humano, como a la flora, a la fauna, al suelo, al aire, al
agua, al paisaje, a los bienes materiales, al patrimonio cultural y a las
interacciones que entre ellos se establecen.
En efecto, el concepto de ambiente está muy ligado al de sistema o mejor
dicho al de ecosistema, de manera que su significado adquiere una
consideración holística que involucra múltiples propiedades, por lo que el
éxito de una gestión ambiental compromete el manejo adecuado de, si no
todas, al menos la mayor cantidad de variables posibles que lo componen.
En este sentido, Gómez Orea también les asigna a los ecosistemas un papel
central en la gestión ambiental, toda vez que son considerados como unidad
de referencia para la toma de decisiones, todo lo cual puede realizarse a
diferentes escalas territoriales. Así, estos ecosistemas o unidades
ambientales desde el punto de vista operativo, tienen una serie de atributos
que permiten identificar las actividades razonables que se pueden llevar a
cabo de manera de distribuirlas racionalmente; de este modo, es posible
convertir al ecosistema en una unidad racional de la gestión ambiental. Sin
embargo, debido a las limitaciones existentes en el campo del conocimiento y
a las consecuencias muchas veces irreversibles del aprovechamiento de los
recursos, se originan conflictos, los que se potencian según se produzcan
ventajas o desventajas y de quienes sean los actores involucrados. Lo
anterior les otorga a los recursos un carácter social, por lo que en las
decisiones de políticas públicas se mezclan diversos aspectos de índole
social, económico, cultural, jurídico, técnico y político, cada uno de ellos con
diferente peso y que hacen más difícil la objetivación (Gómez Orea, 1999).
Cabe destacar que, a pesar de todo lo señalado, la problemática ambiental
aún no ha conseguido insertarse de manera dinámica e integradora en todos
los sectores productivos, de modo de hacer la gestión ambiental más eficaz y
eficiente en términos institucionales (Becerra, R. y Espinoza, G., 2002). Esta
paradoja la podremos apreciar a continuación ya que, por un lado, daría la
sensación de que existe una cabal y creciente preocupación por la
degradación del ambiente ocasionada por las diferentes actividades que
llevamos a cabo, cuyo origen data de mucho tiempo atrás y que debería
tener su correlato en acciones específicas para contrarrestarla, pero, por otro
lado, hay innumerables ejemplos que nos estarían demostrando todo lo
contrario.
III. El reconocimiento de la cuestión ambiental como problema
ambiental
La preocupación acerca de los efectos negativos producidos por las
actividades antrópicas sobre el entorno ambiental, no es un tema que haya
salido a la luz en el siglo XXI. En efecto, ya desde los inicios del siglo pasado
comienzan a plantearse interrogantes, los cuales se expresan con mayor
fuerza en determinados momentos históricos y pasan a constituirse como
hitos fundamentales de la cuestión ambiental.
Sin lugar a dudas, uno de ellos fue el libro publicado por Rachel Carson, en
1962, llamado “La Primavera Silenciosa”. En él, la autora advierte acerca de
los efectos perjudiciales sobre el medio ambiente ocasionados por la
utilización de plaguicidas. Otro, de suma importancia, fue el Informe de Club
de Roma[1], publicado en 1972, en el que se plantea como problema central
en términos ambientales la capacidad de nuestro planeta para hacer frente a
las demandas de una población en continuo crecimiento. De manera
análoga, la Conferencia de Estocolmo, también realizada en 1972, que tuvo
como eje central la atención internacional en temas medio ambientales,
especialmente los relacionados con la degradación ambiental y la
contaminación transfronteriza. Este evento, además, se instituyó como la
primera gran conferencia organizada para abordar las cuestiones
medioambientales y marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la política
internacional en la materia. Posteriormente, la publicación del Informe
Brundtland, en 1987, que se erigió como un hecho histórico debido a que es
cuando se registra por primera vez el concepto de desarrollo sostenible[2],
otorgando de esta manera visibilidad a la problemática económica, social y
medioambiental a la que el mundo se venía enfrentando desde hacía
décadas. Finalmente, para cerrar el siglo, la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en Río de Janeiro,
en 1992, la cual sienta las bases de una nueva relación entre el desarrollo
socioeconómico y la protección ambiental. En éste cónclave, se consolidó el
concepto de desarrollo sostenible con arreglo a 27 principios establecidos en
la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Asimismo; se
estableció, asimismo, el Programa 21, un programa de acción para alcanzar
el desarrollo sostenible; otro de los puntos destacados fue la apertura para la
firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático y el Convenio sobre la Diversidad Biológica[3] y, de suma
relevancia, la aprobación de la Declaración de Principios no vinculante para
un consenso mundial respecto de la ordenación, la conservación y el
desarrollo sostenible de los bosques de todo tipo (los principios relativos a los
bosques), que incluye recomendaciones en esta área. Además, la
Conferencia de 1992 contribuyó a crear la Comisión sobre el Desarrollo
Sostenible, que funciona como una comisión del Consejo Económico y Social
de las Naciones Unidas encargada de asegurar el seguimiento eficaz de los
acuerdos alcanzados en dicha Conferencia.
Por supuesto, los hechos antes mencionados sentaron las bases para una
mayor profundización en la materia ya que, luego de 1992 y hasta el
presente, no dejan de sucederse acontecimientos que posicionan a la
cuestión ambiental en el centro de la escena social, política, tecnológica,
económica y cultural.
Así, en 1997, por ejemplo, se firmó el Protocolo de Kyoto, el cual
compromete a los países industrializados a limitar y reducir las emisiones de
gases de efecto invernadero, de modo que adopten las medidas necesarias
para su mitigación. Con ese objetivo, en él se establecen distintos
mecanismos de mercado basados en el comercio de permisos de emisión
tales como el Comercio Internacional de Emisiones, los Mecanismos de
Desarrollo Limpio y la Acción Conjunta. En otro orden, podemos mencionar la
adopción, por parte de la Asamblea de las Naciones Unidas, en 2015, de la
Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, compuesta por 19 principios que
abarcan las esferas social, económica y ambiental y, de manera análoga, el
Acuerdo de París, firmado en 2016, cuyo objetivo central es intensificar los
esfuerzos a escala mundial ante la amenaza que supone el cambio climático.
Por su parte, a nivel local, la sanción de muchas leyes derivadas de la ley
25.675, Ley General del Ambiente de 2002, que, a su vez, es una
consecuencia de lo establecido en el artículo 41 de la reformada constitución
de 1994 referido al derecho a un ambiente sano para los habitantes.
Naturalmente, podríamos continuar, sin embargo, lo que queremos resaltar
aquí es el hecho de que existe una preocupación y toma de conciencia cada
vez mayor y más diversificada por todos los aspectos que conforman la
problemática ambiental.
Así planteado, no nos quedaría ninguna duda de que todas las acciones
emergentes relacionadas con la temática ambiental, irían en el sentido de
buscar soluciones frente a este verdadero desafío planetario que puede
llegar a afectar la supervivencia misma de la especie humana. Sin embargo y
en consonancia con el tema central de nuestra discusión, nos surgen algunos
interrogantes, como ser ¿esta preocupación, adquiere la misma dimensión en
países desarrollados que los subdesarrollados? Asimismo ¿dentro de un país
como el nuestro, es homogénea en las diferentes regiones? ¿o es más o
menos laxa depende quién o qué se vea afectado? ¿cómo se lleva a cabo la
gestión ambiental en las diferentes regiones de nuestro país? ¿existe
coherencia entre lo que se dice y lo que en realidad se hace? ¿cómo se
compatibilizan los objetivos políticos y económicos con las necesidades en
materia ambiental? ¿qué papel juega la educación ambiental en este
sentido? ¿cumple la participación social el rol preponderante que debería
asignársele frente a los problemas ambientales?
De hecho, estas son algunas reflexiones que nos caben hacer frente a lo que
nos propone la realidad y, sobre la cual, presentaremos algunos ejemplos
que no hacen más que confirmar nuestras inquietudes. Pero antes, haremos
una breve enumeración de cuáles son los problemas ambientales a que
hacemos referencia.
III.1 Los problemas ambientales son nuestros problemas
Definitivamente, para enfrentar un problema ambiental y revertir, evitar o
mitigar sus consecuencias, debemos saber cuáles son esos problemas los
que, dada la interrelación existente, decidimos titularlos como nuestros
problemas. Información y sensibilización, son aspectos que también hacen a
la gestión ambiental.
Bordehore (s.f.) y Di Pace (1992), coinciden en calificar como problemas
ambientales a:
§ La deforestación[4] o eliminación de la cubierta vegetal, con impactos
diferenciales según se trate de bosques de zona tropical o templada.
§ La desertificación, que es la disminución o eliminación irreversible de la
cobertura
§ vegetal por el uso inadecuado de los suelos.
§ La erosión de los suelos, que es el arrastre de partículas de suelo por
acción del viento o la lluvia. Deforestación, desertificación y erosión están
íntimamente relacionados.
§ La pérdida de biodiversidad, que se refiere a diversidad específica y a la
diversidad genética.
§ El cambio climático[5] y el efecto invernadero, que es ocasionado por la
emisión de gases debido a determinadas actividades antrópicas, los cuales
producen un incremento de la radiación terrestre y, en consecuencia, de la
temperatura global.
§ La contaminación del agua, del aire y de los suelos, las cuales están
interrelacionadas y son provocadas por el vertido de todo tipo de productos,
efluentes o sustancias tóxicas.
§ La destrucción de la capa de ozono, un gas presente en la atmósfera y que,
sin él, la vida sería imposible. Existen compuestos derivados de la agricultura
intensiva y de materiales producto de actividades industriales que producen
una disminución de su concentración.
§ La pérdida de fertilidad de los suelos, es decir, la deficiencia en nutrientes
producto de una agricultura cada vez más intensiva y menos diversificada.
§ Las inundaciones provocadas por fenómenos naturales y por actividades
humanas potenciadoras de esos mismos fenómenos.
§ La salinización de los suelos, que puede llevar a la pérdida total de áreas
para cultivo y que se debe a procesos que favorecen la elevación de las
napas freáticas, dificultad en las redes de drenaje y el riego en agricultura.
§ Los problemas derivados de las cuencas compartidas y de los recursos
bióticos transfronterizos, los cuales tornan imprescindible un manejo
compartido por todos los países involucrados para lograr una gestión
ambiental inteligente y exitosa.
Ciertamente, los problemas ambientales no se agotan en este listado, aun
habiendo sido exhaustivo. No obstante, consideramos que son suficientes
para comprender la dimensión de la temática y para penetrar de lleno en lo
que abordaremos a continuación.
IV. Verdaderamente, ¿somos conscientes del problema? La
realidad nos exige explicaciones
Entonces, cuando nos disponemos a correlacionar lo que se expresa en la
teoría con los resultados que observamos en la práctica, ahí es donde
aparecen las distorsiones que nos llevan a preguntarnos acerca de si
realmente todo se trata solo de una retórica que tiene como objetivo actuar
como bálsamo reparador para nuestra conciencia o, por el contrario, se trata
de una realidad que esconde una manifiesta desaprensión por el modo en
que nos interrelacionamos con nuestro ambiente y que, en su esencia,
esconde intereses totalmente contrapuestos. La gravedad de esta disyuntiva
se patentiza en diferentes situaciones.
IV.1 Dos casos de contaminación ambiental en el partido de Avellaneda
Un caso interesante para señalar es este que nos expone Ursino (2012), en
el que se conjugan un sinnúmero de factores que determinan el padecimiento
ambiental de los pobladores del barrio de Dock Sud, partido de Avellaneda.
Si bien el objetivo del estudio refiere a la espacialidad como categoría
analítica de estudio para observar y analizar las distintas prácticas sociales
de vinculación y apropiación que en ellas se producen de los problemas
ambientales, sirve como ejemplo para mostrar los riesgos químicos a que
están sometidos sus habitantes, la marginalidad, la pobreza y un proceso de
adaptación y de naturalización de la contaminación ambiental. Este espacio
se presenta como abandonado a su suerte, cuyas transformaciones son
producto de “prácticas espaciales” realizadas que “refieren a las formas en
las que han generado, utilizado y percibido el espacio”.
Así, como resultado de ello, se ponen en evidencia las condiciones precarias
de vida de la población, la que se ve expuesta en forma constante a
inundaciones, contaminación cloacal, falta de agua potable o, si la hay, de
difícil acceso; en fin, todas circunstancias frente a las cuales “cada vez que
los vecinos reclaman a las autoridades locales y empresas de servicios, se
encuentran con que “ponen todas las trabas” y terminan estando “todos
enganchados”. En síntesis, un lugar entregado a la expansión de un polo
petroquímico responsable de la contaminación del agua, de la tierra, del aire
y del suelo con todas las implicancias que ello supone para el ambiente y
para la calidad de vida de quienes lo habitan.
Otro caso para señalar, analizado por Auyero y Swistun (2008), es el de Villa
Inflamable, adyacente al Polo Petroquímico Dock Sud y también
perteneciente al partido de Avellaneda. Un lugar que, según lo confirmado
por expertos, es un área industrial no apta para ser ocupada por población
humana. Un área que es utilizada irresponsablemente como basurero a cielo
abierto por contratistas privados y en donde la escasísima acción del Estado
no parece ser tomada muy en serio. Lo peor, es que los residentes pagan por
la descarga ilegal de deshechos porque son los que les sirven como relleno
para elevar las tierras, ya que se trata de una zona originalmente ocupada
por bañados. La ausencia de control produce que en el vertido de deshechos
también se incluyan todo tipo de elementos tóxicos que luego se mezclan con
el agua de bebida y una contaminación ambiental que produce olores
nauseabundos con los que se convive cotidianamente y cuyos componentes
tóxicos son inhalados; con su correlato en la salud de los pobladores. No
obstante, a pesar de elevada contaminación del lugar, la percepción general
de los residentes es la de vivir con una seguridad absoluta en términos de
contaminación; lo cual es producto del propio marketing empresarial, por otro
lado, indemostrable.
Lo cierto, en definitiva, es que Villa Inflamable padece una degradación
ambiental que se viene sucediendo de manera ininterrumpida, ya que ha
pasado de ser un lugar con playas urbanas en el que la gente podía bañarse
y de quintas en las que se producían hortalizas, a lo que es hoy, un lugar
inhabitable en el cual se conjuga el lobby empresarial y la inacción del
Estado, pese a que nuestro país adhiere a múltiples iniciativas
internacionales en favor del medio ambiente y del desarrollo sostenible.
IV.2 Riachuelo: 200 años de una contaminación no resuelta
Antonio Brailovsky (2010), nos habla del abandono al que ha sido objeto la
Cuenca Matanza-Riachuelo y cuyo resultado ha sido el colapso desde todo
punto de vista, sanitario, urbano y ambiental. En esta área, viven
aproximadamente unos 5 millones de personas, lo que la convierte en el
mayor conglomerado urbano del país. Naturalmente, aunque otros lugares
afectados por problemas ambientales y en los que residen poblaciones
sensiblemente menores también requieren atención, es de destacar el hecho
de que, a pesar de lo que representa por su magnitud, la Cuenca Matanza-
Riachuelo es la muestra más acabada de la ausencia de gestión del Estado
en términos ambientales. Un área transversal a tres Estados, el Nacional, el
Provincial y el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en la que, pese a
reiterados anuncios y a que cuenta con un Organismo específico, la
persistencia de los problemas da cuenta de la escasa relevancia con que se
los trata. A esta área le urge un plan que contenga sólidas metas
ambientales, un consenso generalizado entre todos los actores y un
compromiso político para sanear los cursos de agua superficiales y
subterráneos, la remediación de los suelos altamente contaminados, la
eliminación de los basurales a cielo abierto, la potabilización del agua y el
acceso a la misma por parte de los pobladores, la instalación de una red
cloacal en los vastos sectores en los que se carece de ella, el mejoramiento
generalizado de la calidad de vida y, tal vez, uno de los aspectos de mayor
relevancia por ser el sector que posee una gran parte de responsabilidad por
las condiciones que enfrenta la zona, un fuerte proceso de transformación
industrial orientado hacia el empleo de producciones limpias.
El estado actual en el que se encuentra la Cuenca, no parece demostrar que
existan objetivos temporales de corto, mediano o de largo plazo.
Seguramente, exista un diagnóstico certero y exhausto de su situación y de
las actividades que deberían llevarse a cabo para ir encauzando la
problemática, pero, de nuevo, la realidad demuestra ser más dura y
contundente que las palabras. Una muestra de ello, es que aún se carece de
datos que se consideran imprescindibles para afrontar efectivamente la
contaminación provocada por las industrias, como, por ejemplo, cuántos
establecimientos hay, qué producen, la ubicación de todos ellos y qué tipo y
cantidad de emisiones, efluentes y descargas realizan al ambiente, todos
conocimientos indispensables para comenzar un proceso de restauración.
IV.3 Humedales en emergencia frente al Cambio de Uso de los suelos
Sofía Astelarra (2017), en este caso con una investigación centrada en la
urbanización sobre humedales[6], nos brinda otro testimonio que refleja la
contradicción entre lo que importa desde un punto de vista socio-económico y
lo que es verdaderamente importante desde la óptica ambiental.
Ciertamente, los humedales son ecosistemas de alto valor ecológico por la
multiplicidad de servicios ambientales que proporcionan. Uno de ellos, el
Delta del Paraná se caracteriza, además, por poseer una ubicación
marcadamente estratégica dada su cercanía a la zona conocida como AMBA
(Área Metropolitana de la Provincia de Buenos Aires).
Esta zona viene sufriendo un ininterrumpido proceso de reconfiguración
territorial desde hace décadas, ocasionando profundas transformaciones
sociales, económicos, culturales y, lo que es peor, ambientales. Sin lugar a
dudas, lo que ha tenido mayor peso en estas modificaciones ha sido la
expansión de urbanizaciones a todo nivel, a saber, emprendimientos
particulares, desarrollos turísticos y construcciones en barrios privados o
cerrados, todos ellos producto de un modelo económico que tuvo sus
orígenes en los años 90 del siglo pasado y cuyo leitmotiv era vivir en contacto
con la naturaleza.
Cabe destacar que los humedales, además de todos los servicios
ambientales que nos brindan, cumplen una función amortiguadora ambiental
muy importante y poseen una dinámica particular, todos aspectos que los
hacen únicos y que, frente al avance urbano poblacional corren serios
riesgos de que todo su funcionamiento se vea severamente perjudicado
afectando, al mismo tiempo, las formas de vida y de producción tradicionales.
El Delta ha sido considerado el “territorio elegido”, utilizando los mismos
términos que Sofía Astelarra, para llevar a cabo un fantástico negocio
inmobiliario cuyo slogan era el de mejorar la calidad de vida a partir del
estrecho contacto con la naturaleza que ofrece este lugar. En realidad, una
original excusa para poder llevar adelante ese negocio sin culpas o para
evitar otro tipo de explicaciones más comprometedoras, sean estas
institucionales o privadas.
Conviene destacar que el trabajo de la autora está relacionado con un
conflicto que se produjo sobre un emprendimiento conocido como “Colony
Park” y en el que, en virtud de la presión ejercida por la comunidad local sus
obras fueron paralizadas, lo cual vale como ejemplo para reafirmar nuestra
hipótesis de trabajo ya que en sus comienzos, los grupos desarrolladores
expulsaron a los pobladores locales en pos de lograr sus objetivos de lucro
económico sin que, aparentemente, mediara ningún impedimento desde los
estamentos estaduales.
En suma, estamos en un todo de acuerdo con la autora cuando dice: “Por lo
tanto, Colony Park nos muestra el problema de la avanzada del urbanismo
privado sobre humedales y la relación de mecanismos propios al
extractivismo inmobiliario como también las injusticias espaciales y
ambientales en la cual el rol de los actores sociales revela los entramados del
poder y la necesidad de la participación de la población ante situaciones
como esta”.
Todo lo antedicho adquiere mucha mayor relevancia por cuanto toda la zona
del humedal del Delta ha sido declarada Reserva de la Biósfera, es decir, un
espacio de interés internacional a todo nivel, científico, cultural, ecológico y
biológico en el cual las actividades que se desarrollen deben realizarse en
función de mantener la sostenibilidad, de manera de permitir la conservación
y el mantenimiento del ecosistema lo más parecido a sus condiciones
originales.
V. La antinomia no resuelta entre conservación y/o producción
Saliendo del plano urbano, más localizado, por cierto, pasaremos a mostrar
algunos casos de alcance más regional pero que, a nuestro juicio, muestran
las mismas contradicciones en cuanto a lo que se dice en palabras o se
refrenda en papeles y lo que realmente sucede en la práctica.
V.1 Ley de Bosques: cómo proteger el ambiente sin morir en el intento
La Ley de Bosques nace como proyecto en el 2006 y es sancionada a fines
del 2007, no sin antes haber pasado por todo un engorroso proceso de
marchas y contramarchas a causa de intereses e interpretaciones
contrapuestos por parte de los representantes de las provincias que se verían
particularmente afectadas, en contraposición, por supuesto, al manifiesto
desinterés demostrado por los representantes del principal sector productivo
del país centrado en la región pampeana (Langbehn, 2016). Es importante
destacar este punto ya que pone en evidencia como las interpretaciones o el
apoyo a iniciativas a favor del ambiente, son defendidas o rechazadas o
ignoradas según quién sea el destinatario de las mismas.
El autor nos habla también de la legitimidad social de la que disponía esta
iniciativa, en gran parte debida a la preocupación por el cambio de uso de los
suelos que había generado el proceso de deforestación, sobre todo en
ámbitos ambientalistas. En efecto, los bosques son poseedores y
proveedores privilegiados de múltiples servicios ambientales[7] como la
conservación de la biodiversidad, el secuestro de carbono, la regulación de
ciclos hídricos y el control de la erosión, entre otros tantos, razones por
demás justificadas para respaldar la premisa del desarrollo sustentable
“como proceso de fortalecimiento mutuo entre conservación de la naturaleza
y desarrollo económico y social”.
Langbehn también atribuye el sostenido proceso de deforestación, al afán
desmedido de lucro económico por parte de particulares y empresas y,
también, a una actitud de connivencia por parte de los diferentes gobiernos
provinciales. En definitiva, como vemos, hay dos posturas, una que asume a
la deforestación como un problema ambiental y que, por lo tanto, debe ser
una actividad regulada y otra marcadamente productivista para la cual la
deforestación es vista como un modelo de desarrollo económico que no debe
sufrir impedimentos.
Entonces, si bien la puesta en vigencia de la Ley propició algún modo de
control de la actividad forestal, aún mantiene un número considerable de
intersticios en los cuales los intereses y entramados políticos y económicos
tienen mucho que ver a pesar de que algunas empresas del sector buscan
mostrarse como comprometidas con la temática medioambiental.
En su texto, Langbehn cita a Hajer (1995), con su concepto de “luchas
discursivas”, el que nos parece importante rescatar como argumento para
validar nuestra hipótesis. Hajer describe a estas luchas como situaciones
frente a un problema en las que se producen interpretaciones,
posicionamientos e intereses diferentes dependiendo de quienes sean los
actores intervinientes y de propuestas de resolución que también los
afectarán de manera diferencial. En este sentido, no considera a la política
“como un medio diseñado para satisfacer un fin preciso, sino como el
resultado de un proceso controvertido en el cual el sentido del problema
regulado por la política se encuentra sujeto a reinterpretaciones”.
V.2 La expansión de la frontera agropecuaria
El proceso de expansión de la frontera agropecuaria o “pampeanización”
(Pengue, 2005), citado por Pengue y Rodríguez (2018), está muy
emparentado con lo desarrollado en el ítem anterior. Reboratti (2010), hace
mención a ello cuando dice que “los suelos del Umbral, vírgenes de
agricultura, para ser productivos debían ser deforestados y, ese fue,
evidentemente, el impacto ambiental más notable de la expansión” y pone
como ejemplo de “interrelación perversa” entre productores y gobiernos
“dispuestos a promover la actividad económica a cualquier costo”, el caso de
la Reserva Forestal Pizarro[8] en la provincia de Salta, a la que le
desafectaron una cantidad considerable de superficie para poner a
disposición de productores sojeros. Esta situación se repite en todas las
provincias del norte del país con vastas superficies ocupadas por monte
nativo.
El impacto que ha tenido la deforestación se lo puede observar en distintos
aspectos. Por el lado socio-económico, se han desplazado poblaciones
aborígenes y campesinas a las ciudades -la mayoría de ellas han pasado a
constituir el sector más empobrecido de las mismas- o se las ha privado de
sus medios tradicionales de sustento y el mercado de trabajo que también ha
sido afectado. Por otra parte, en lo ambiental, no solo la pérdida de servicios
ecosistémicos -la biodiversidad puede mencionarse como uno de los más
perjudicados debido al monocultivo de soja-, sino también la contaminación
del aire, del suelo y de las aguas subterráneas como consecuencia de la
aplicación de un nuevo paquete tecnológico que Pengue y Rodríguez (2018),
citando a Pengue (2005, 2015) llaman “Agricultura Industrial”, que se
caracteriza por ser insumo dependiente y de alta demanda de energía y
materiales.
Esta nueva lógica productiva, fundamentada en un “sistema agropecuario
escasamente regulado” (Pengue, W y Rodríguez, A; 2018) no respondía,
naturalmente, a otra lógica basada en premisas de desarrollo sostenible sino
a intereses estrictamente económico-comerciales. De este modo, las
consecuencias ambientales, sociales y sobre la salud que ocasionaba este
nuevo modelo productivo, no eran aspectos que habían sido tenidos en
cuenta. Así, las consecuencias ambientales de esta nueva agriculturización,
se vieron reflejadas en la alteración de los ciclos biogeoquímicos y en la
intensificación, como ya dijéramos, de procesos de contaminación.
Esta sobreexplotación de los recursos naturales ha sido catalogada como
tragedia ambiental, por parte de la CEPAL –por el enorme costo ambiental y
social que representa y por el irracional cambio de uso que está operando
sobre las tierras-, poniendo de relieve el fracaso de las políticas ambientales
y productivas desarrolladas en América Latina. Una muestra de ello es la
recurrente promoción de exportaciones basadas en productos primarios sin
una contraparte que tenga en cuenta la producción sostenible y, por lo tanto,
en desmedro del capital natural (Pengue, 2021).
Reboratti (2010), hace un aporte interesante con relación a las
contradicciones que venimos mencionando desde el principio. Él sugiere que
existe un retraso entre la producción de información y de conocimiento sobre
el impacto de la agricultura sobre el ambiente y que, cuando se cuenta con
ellos, se demora en ponerlos a disposición del público y de los organismos
vinculados con el tema. Por otra parte, también le adjudica a la ciencia una
incapacidad para ubicarse en una posición de objetividad, racionalidad y
neutralidad ideológica. Todos estos factores, aunados, no hacen más que
favorecer los debates públicos basados en datos aislados, sensaciones y
opiniones carentes de sustento en los que la política y la ideología pesan
más que las ideas y el conocimiento con sustento científico.
De este modo, se promueve el antagonismo entre dos posturas, la del sector
productivo, cuyos criterios de valoración son predominantemente
cuantitativos y eficientistas en contra de cualquier tipo de regulación y la del
sector crítico de la anterior, que se opone a todo, que carece de datos
confiables y que no ofrece alternativas viables.
Este antagonismo también se traslada al campo científico ya que se produce
un desencuentro entre aquellos investigadores que avalan la agricultura
intensiva, reconociendo solapadamente algunos efectos negativos sobre el
ambiente y otros, más vinculados al ambientalismo, que se dedican a la
investigación buscando deliberadamente donde y como se producen esos
efectos nocivos.
Al mismo tiempo, a nivel gubernamental también se observan discrepancias y
una actitud ambivalente ya que, por una parte, se toman medidas en contra
del monocultivo y, por la otra, se impulsan o se favorecen prácticas con
evidentes impactos desfavorables sobre el medio ambiente.
En suma, todo lo expuesto torna aún más difícil la posibilidad de obtener
algún consenso a favor de una gestión ambiental responsable para evitar la
aparición de problemas ambientales, mucho más cuando quienes están del
otro lado son productores cuyo objetivo es puramente un afán rentístico y que
poco les importa el manejo sustentable de los recursos naturales y, además,
instituciones del Estado Nacional, Provincial o Municipal que no acompañan -
o lo hacen deficientemente-, como debiera ser, en virtud de las exigencias
que plantean las actuales circunstancias de la problemática ambiental.
VI. La participación social: una importante herramienta también
cuestionada
Dice Gudynas (2001, p. 7): “Las organizaciones vecinales y locales,
organizaciones eclesiales de base, grupos de mujeres, grupos de pequeños
productores rurales, cooperativas de consumo volcadas a productos
orgánicos, y otros agrupamientos similares, se pueden convertir en actores
destacados bajo ciertas circunstancias”. No son los únicos actores ya que
también podemos incluir a los partidos políticos, a los científicos, a los
sindicatos y a los grupos empresarios, no obstante, creemos que son los que
menos responden a intereses sectoriales y, por ende, los que mayor presión
social pueden ejercer sobre las instituciones del Estado.
Ahora bien, ¿por qué nos interesa incorporar este tema a la discusión?
Porque el diseño e implementación de políticas públicas, planes y programas
de gestión ambiental, requiere de diferentes componentes para convalidarlas,
legitimarlas y hacerlas eficaces y, uno de ellos, es la participación ciudadana.
Un componente central y con una multiplicidad de aspectos positivos, puesto
que les permite abandonar su rol pasivo característico y transformarla en
partícipe necesaria en las decisiones y en el logro de los objetivos
propuestos. Así, a nivel formal, existen lo que se llaman “mecanismos de
participación ciudadana”, los cuales se diferencian de acuerdo a un nivel de
participación previamente definido por las autoridades.
En consonancia con los mecanismos de participación ciudadana, existe una
metodología denominada Mapeo de Actores Claves (MAC) que es de enorme
utilidad ya que, según argumenta Tapella (2007, p.2), “Esta herramienta
descansa sobre el supuesto de que la realidad social se puede ver como si
estuviera conformada por relaciones sociales donde participan actores
sociales e instituciones sociales de diverso tipo”. De este modo, el MAC
permite acceder rápidamente a la trama de relaciones en una zona
determinada. Así, mientras los actores sociales son cualesquiera de los que
mencionamos al principio, los actores claves son importantes porque pueden
ejercer influencia sobre el resto y, continúa Tapella (2007., p. 3, citando a EC-
FAO, 2006) “Usualmente son considerados actores aquellos individuos,
grupos o instituciones que son afectados o afectan el desarrollo de
determinadas actividades, aquellos que poseen información, recursos,
experiencia y alguna forma de poder para influenciar la acción de otros”.
Es conveniente destacar que, para elaborar un plan o programa de gestión
ambiental comprender la percepción, el valor y el uso que los diferentes
actores tienen sobre los servicios ecosistémicos, no es tarea fácil. Sin
embargo, poder representar la realidad social que es afectada por
determinados problemas ambientales derivados de un proyecto, permite
comprender la complejidad del problema y diseñar estrategias de
intervención más acertadas.
Nuevamente, tal como venimos planteando las cosas, el tema de la
participación ciudadana se presenta como un aspecto de importancia
trascendental; del que se valen o, mejor dicho, “del que se deberían valer” las
instituciones como complemento sustancial para definir sus acciones en pos
de resolver los conflictos y problemas ambientales. Sin embargo, al igual que
pudo verse en acápites anteriores referidos a otros aspectos de la cuestión
ambiental, en esto también observamos una distancia considerable entre el
decir de la teoría y el hacer en los hechos.
Como bien lo señala Monteleone (2021), en su análisis particular sobre lo
que sucede en las audiencias públicas -una etapa importante en el proceso
de Evaluación de Impacto Ambiental-, él sustenta que las mismas se
caracterizan por una escasa o nula concurrencia de público y que mucho
tiene que ver en eso el poco esfuerzo a nivel Institucional para lograr lo
contrario. Además, en los casos que existe concurrencia, los argumentos
vertidos por los participantes están más fundados en convicciones
personales que en un conocimiento fundado de la temática ambiental.
Definitivamente, esto último pone en evidencia el bajo nivel de educación
ambiental exhibido por la sociedad en general y que, por otra parte, es
responsabilidad del Estado fomentarla y establecer todos los mecanismos
institucionales para lograrla. Esta circunstancia, asimismo, manifiesta el
autor, es funcional a los objetivos políticos y económicos -tanto del sector
público como del privado- para la consecución de los mismos y le resta
seriedad y validez a esta inapreciable herramienta de gestión ambiental.
En efecto, el proceso de participación ciudadana en materia ambiental
permite predecir, identificar y evaluar los impactos beneficiosos y
perjudiciales que afectan la calidad de vida de la población, lo cual colabora
para una mejor comprensión de las interrelaciones existentes entre lo
cultural, lo social, lo político y lo económico con lo ecológico. Por otra parte,
la participación social también facilita la elección de alternativas, la adopción
de medidas de mitigación y un mejor abordaje del sistema de decisiones
públicas en general.
Gudynas (2001) también hace referencia a las dificultades y limitaciones que
se presentan para alcanzar la sintonía entre los actores públicos, la sociedad
civil y el mercado, representado por el sector privado, para la construcción de
políticas ambientales.
En definitiva, no caben dudas de la importancia de la participación ciudadana,
la cual, bien aplicada, se convierte en una formidable herramienta de presión
social para la consumación de objetivos ambientales. Pero, tampoco caben
dudas, acerca de la maniquea utilización que se hace de ella, así como
también de los obstáculos que se presentan para incorporarla efectivamente
en las decisiones de política y gestión ambiental.
VII. Conclusiones
Tal como ha sido expuesto desde el inicio, quisimos que quedara en claro
que, en primer lugar y para nosotros, un abordaje claro, sistemático, efectivo
y eficiente de cualquier aspecto relacionado con la cuestión ambiental en
general, se asienta sobre tres pilares básicos cuyo acabado conocimiento es
requisito fundamental para su entendimiento, ellos son el conocimiento y
valoración de los problemas ambientales en toda su dimensión, de la gestión
ambiental como factor indisoluble para una aproximación a la resolución de
los mismos y de la magnitud e intensidad del significado de la palabra
ambiente como premisa indispensable en todo lo que tenga que ver con esta
temática.
En segundo lugar, mostramos como la humanidad ha expresado de
diferentes maneras un reconocimiento y una preocupación por aspectos
vinculados con el medio ambiente. Lo ha hecho a partir de manifestaciones
en términos individuales o a través de declaraciones y exposiciones de
manera colectiva en foros diversos y, seguidamente, hemos realizado una
enumeración de múltiples aspectos para entender por qué debemos asumir
que cuando hablamos de algo que afecta negativamente al ambiente
estamos haciéndolo, al mismo tiempo, de algo que nos impacta directamente
a nosotros mismos por ser parte integrante de ese todo totalizador que se
llama biosfera y que, por tal motivo, requiere de nuestro incondicional
compromiso e involucramiento si nuestra pretensión es mantener la calidad
de vida, al menos, tal como la venimos disfrutando hasta el presente.
Lo anterior, sin duda, nos ha servido para introducirnos de lleno en el tema
central de nuestra discusión cual es el de que, a pesar de lo que se dice en
los estrados estamentarios más elevados de nuestra vida institucional,
pareciera que existe una marcada contradicción con lo que ocurre en la
realidad. En verdad, ejemplos que sirven para apuntalar nuestra hipótesis
hay por montones, sin embargo, consideramos que con solo presentar
algunos -que por otro lado asumimos como de los más conocidos por la
sociedad en general- sería más que suficiente; para nosotros, al menos, lo
es. No nos caben dudas que hoy, aún a sabiendas de los perjuicios en
muchos casos irreparables sobre el medio ambiente, seguimos haciendo las
cosas como si nuestro papel fuera el de observadores de la realidad y no el
de sus principales protagonistas.
Por todo esto, hemos hecho nuestro análisis haciendo explícito lo que sucede
en casos que están ligados a la contaminación urbana del suelo, del aire y
del agua, como son los de Dock Sud, Villa Inflamable y Riachuelo, otros en
los que intervienen proyectos de urbanización que impactan directamente y
fuertemente sobre sistemas ecológicos de alta fragilidad como son los
humedales en el citado caso de “Colony Park” en el Delta, del mismo modo,
nos hemos referido a procesos productivos también de muy alto impacto
ambiental, como es el que se presenta con la denominada expansión de la
frontera agropecuaria sobre los sistemas de bosques nativos de nuestro país,
producto de una controversia que lejos está por definirse entre la
conservación y protección ambiental y el crecimiento y desarrollo económicos
y, finalmente, presentar lo que sucede con un aspecto de fundamental
relevancia en la definición de políticas y estrategias de gestión ambiental.
Admitamos por un momento que hubiera quienes pudieran decir que se trata
de casos aislados, sin embargo, como dijimos, estos son solo algunos
sucesos de la realidad en los que observamos nítidamente que nuestra
hipótesis principal se ve harto comprobada, pero de ningún modo aislados,
por el contrario, si así fuera, si hubiera una verdadera correlación entre un
discurso que pretende mostrarse altamente preocupado por la sostenibilidad
de nuestro ambiente y unas actividades orientadas en ese sentido, no
estaríamos hablando todos los días de los impactos negativos del cambio
climático, de cómo detener o disminuir la emisión de gases de efecto
invernadero, de los múltiples efectos perjudiciales que produce la
deforestación o de las consecuencias ambientales de la minería a cielo
abierto, por nombrar solo algunos de los problemas a los que nos vemos
expuestos a diario y sin solución de continuidad.
Quizás también, haya quienes manifiesten que la ciencia y la tecnología
están trabajando afanosamente para descubrir alternativas de menor impacto
ambiental y, a fuer de ser sinceros, sería necio de nuestra parte negar que
eso es así, pero, nuevamente, la realidad nos devuelve con crudeza que el
balance entre los debe y los haber continúa a favor de los primeros, es decir,
¿nos estamos ocupando del problema?, sí, ¿alcanza?, parecería ser que no.
Es que, para solucionar un problema hay que atacarlo en todas sus aristas,
las convenientes y las que nos molestan o no son tan convenientes; y los
acontecimientos nos demuestran que, aun reconociendo el lío en el que
estamos metidos, existe una fuerte resistencia a enfrentar los segundos.
¿Podemos echarle la culpa del padecimiento ambiental al capitalismo? No lo
sabemos y tampoco es el punto de nuestro análisis, pero, de los que sí
estamos seguros es de que los intereses económicos -no solo de los grandes
grupos ya que la desidia por el cuidado de nuestro ambiente se expresa a
todo nivel- ejercen una formidable influencia.
Finalmente, podemos asegurar que nuestro propósito principal creemos que
ha sido claramente cumplido, de modo tal que debemos tomar real
conciencia de la importancia de cuidar el ambiente en el que vivimos,
involucrándonos y demostrando en los hechos que las acciones que
hacemos a tales efectos están en consonancia con lo que plasmamos con
nuestra palabra en discursos o escribimos en los papeles. Sin embargo, no
es nuestra intención que quede una sensación negativa o una visión
catastrófica frente a las circunstancias que hemos expuesto, de ninguna
manera, nuestra pretensión es contar lo que pasa y actuar en consecuencia
para revertirlo. Entonces, como esto es posible, citaremos un texto de un
autor que consideramos marcadamente optimista frente a los desafíos que
nos propone la cuestión ambiental, que es Kamal Tolba (1982) quién, para
remarcar esa actitud, hace referencia a la Declaración de Cocoyoc adoptada
en la
Conferencia conjunta del PNUMA/Naciones Unidas sobre Comercio y
Desarrollo, Simposio sobre Modelos de Utilización de los Recursos y
Estrategias de Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en México en octubre
de 1974, que expresa:
El camino ante nosotros no le pertenece ni al pesimismo catastrofista ni al
fácil optimismo de los éxitos tecnológicos, sino a una valoración cuidadosa y
desapasionada de los “límites externos”, a través de una búsqueda conjunta
de las vías que permitan alcanzar los “límites internos” de los derechos
humanos fundamentales y a través de un trabajo paciente que tienda a
diseñar las técnicas y los estilos de desarrollo que potencien y preserven
nuestra herencia planetaria. (p.17)
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en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5487/pr.5487.p
df
[1] En 1968, en Roma, 35 personalidades de 30 países entre los que se
cuentan académicos, científicos, investigadores y políticos, compartiendo una
creciente preocupación por las modificaciones del entorno ambiental que
están afectando a la sociedad dan los primeros pasos para la fundación del
grupo que se conocerá como el Club de Roma. Su objetivo será investigar,
alentar métodos e interesar a funcionarios y grupos influyentes de los
principales países sobre las perspectivas de la crisis en progreso que está
afectando el medio ambiente. El Club se formalizará dos años más tarde
como asociación bajo la legislación suiza. La problemática ambiental bajo
análisis contempla la interdependencia entre distintos aspectos políticos con
aspectos energéticos, alimentarios y demográficos entre otros, proyectada
hacia escenarios posibles con horizontes que se extienden hacia los
próximos 50 años.
[2] Se define «el desarrollo sostenible como la satisfacción de «las
necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades». (Informe
titulado «Nuestro futuro común» de 1987, Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo), el desarrollo sostenible ha emergido como el
principio rector para el desarrollo mundial a largo plazo. Consta de tres
pilares, el desarrollo sostenible trata de lograr, de manera equilibrada, el
desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente.
[3] La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
entró en vigor el 21 de marzo de 1994. Hoy en día, tiene una membresía casi
universal. Los 197 países que han ratificado la Convención se denominan
Partes en la Convención.
La CMNUCC es una "Convención de Río", una de las dos abiertas a la firma
en la "Cumbre de la Tierra de Río" en 1992. Las otras dos convenciones que
salieron de Río son el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad
Biológica y la Convención de Lucha contra la Desertificación. Los tres están
intrínsecamente vinculados. En este contexto se creó el Grupo de Enlace
Mixto para impulsar la cooperación entre las tres Convenciones, con el
objetivo último de desarrollar sinergias en sus actividades sobre cuestiones
de interés mutuo. Ahora también incorpora la Convención de Ramsar sobre
los Humedales.
La prevención de la interferencia humana "peligrosa" en el sistema climático
es el objetivo final de la CMNUCC.
[4] Los últimos reportes indican que desde 1990 a 2015 se produjo a nivel
global una pérdida neta de unos 129 millones de ha de bosque (natural y
plantado), que representa una tasa anual de -0,13 % y una superficie total del
tamaño aproximado de Sudáfrica (FAO, 2015). Es sabido que la reducción de
superficie boscosa ocurrió, principalmente, en las áreas tropicales,
especialmente en los continentes sudamericano y africano. En este contexto,
Argentina representa, en la actualidad, uno de los países que ha comunicado
las mayores reducciones anuales en el área de bosque, con una pérdida del
1 % del área de bosque para el 2010 (FAO, 2015). En el reporte de la World
Wildlife Fundation (WWF, 2015) se destaca la importante reducción de las
áreas forestales en el ámbito de los Bosques Atlánticos y del Gran Chaco.
Pero es en este último que la transformación se ha producido con valores
elevados. Sostiene la WWF que: En estudios recientes, la dinámica de la
deforestación en el bioma (Gran Chaco) ha sido en torno a los 11,7 millones
de hectáreas, de las cuales 7,9 ha corresponden a Argentina, 3,3 millones de
ha a Paraguay y 0,5 millones de ha a Bolivia. (2015, p. 21)
[5] La necesidad urgente de abordar el cambio climático se ha hecho aún
más patente con la publicación de un importante informe en octubre de 2018
a cargo del principal organismo internacional para la evaluación del cambio
climático, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC). En él, el IPCC advierte de que, si queremos evitar las
consecuencias catastróficas del calentamiento global no debemos alcanzar el
aumento de la temperatura de 1,5 °C con respecto a los niveles
preindustriales, o al menos no superarlo. El informe presenta las
considerables diferencias existentes entre las situaciones hipotéticas de que
se produzcan aumentos de 1,5 °C o de 2 °C
[6] Los humedales son zonas donde el agua es el principal factor controlador
del medio y la vida vegetal y animal asociada a él. Los humedales se dan
donde la capa freática se halla en la superficie terrestre o cerca de ella o
donde la tierra está cubierta por aguas. La Convención de Ramsar aplica un
criterio amplio a la hora de determinar qué humedales quedan sujetos a sus
disposiciones. Con arreglo al texto de la Convención (Artículo 1.1), se
entiende por humedales: “las extensiones de marismas, pantanos y turberas,
o superficies cubiertas de aguas, sean éstas de régimen natural o artificial,
permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o
saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad en
marea baja no exceda de seis metros”.
[7] Los servicios ecosistémicos o ambientales son aquellos que la naturaleza
o los procesos ecológicos proveen a los seres vivos y al planeta. Para la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), son el motor del medio ambiente. Son esenciales para la vida, por lo
que la tierra, el agua, el aire, el clima y los recursos genéticos se deben
utilizar de forma responsable para las presentes y futuras generaciones. Son
cuatro tipos de servicios, los de abastecimiento: son los beneficios materiales
que las personas obtienen de los ecosistemas como agua, alimentos,
medicinas y materias primas. Para muchas poblaciones estos servicios
representan su forma de subsistencia, por lo que su valor es mayor que si los
comercializaran; los de regulación: entre estos servicios están el clima y la
calidad del aire, el secuestro y almacenamiento de carbono, la moderación
de fenómenos naturales, el tratamiento de aguas residuales, la prevención de
la erosión y conservación de la fertilidad de suelos, el control de plagas, la
polinización y regulación de los flujos del agua. Para muchas personas son
invisibles y se dan por sentados; sin embargo, cuando se ven afectados,
como la calidad del aire o el suelo, las consecuencias son importantes y en
algunos casos resulta difícil de reparar; los de apoyo: los ecosistemas
proporcionan espacios vitales para la flora y la fauna. También conservan
una diversidad de plantas y animales de complejos procesos que sustentan
los demás servicios ecosistémicos. Algunos hábitats cuentan con un número
excepcionalmente elevado de especies que los hace más diversos que otros
desde el punto de vista genético; y los culturales: son los beneficios no
materiales que las personas obtienen de los ecosistemas. Comprenden la
inspiración estética, la identidad cultural, el sentimiento de apego al terruño y
la experiencia espiritual relacionada con el entorno natural. En este grupo se
incluyen las actividades recreativas y para el turismo. Tomado de Servicios
ambientales o ecosistémicos, esenciales para la vida, disponible en
https://www.gob.mx/semarnat/es/articulos/servicios-ambientales-o-
ecosistemicos-esenciales-para-la-vida?idiom=es
[8] La Reserva Provincial de Pizarro fue creada a fines de 1995 con el
objetivo de preservar una diversidad de ambientes del norte argentino. Sin
embargo, en febrero de 2004 una ley provincial desafectó a la reserva de su
condición de área protegida, con el objetivo de dividirla en lotes y destinarla a
distintas actividades agropecuarias. El caso fue repudiado por la Universidad
Nacional de Salta, los habitantes de la reserva y múltiples organizaciones
ambientalistas. El conflicto llegó a su pico de tensión cuando algunos
compradores de la reserva se dispusieron a desmontar la zona. En ese
momento la Administración de Parques Nacionales (APN) manifestó su
interés en incorporar a Pizarro a su jurisdicción

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  • 1. Retórica ambiental vs. realidad ambiental. La permanencia de un conflicto para abordar los problemas ambientales Índice I. Introducción II. Conceptos claves en la temática ambiental III. El reconocimiento de la cuestión ambiental como problema ambiental III.1 Los problemas ambientales son nuestros problemas IV. Verdaderamente, ¿somos conscientes del problema? La realidad nos exige explicaciones IV.1 Dos casos de contaminación ambiental en el partido de Avellaneda IV.2 Riachuelo: 200 años de una contaminación no resuelta IV.3 Humedales en emergencia frente al Cambio de Uso de los suelos V. La antinomia no resuelta entre conservación y/o producción V.1 Ley de Bosques: cómo proteger el ambiente sin morir en el intento V.2 La expansión de la frontera agropecuaria VI. La participación social: una importante herramienta también cuestionada VII. Conclusiones I. Introducción
  • 2. Los impactos negativos sobre el ambiente que venimos produciendo en forma sostenida y progresiva desde el comienzo de la era industrial, nos están enfrentando a una realidad que, actualmente, deviene con características de crisis ambiental. Desde entonces, en nombre del crecimiento y desarrollo, muchas de las actividades que hemos llevado a cabo no han hecho más que jugar a favor de ella. De este modo, nuestro papel en la historia ha sufrido un cambio trascendental, hemos pasado de ser observadores poco menos que pasivos frente a los fenómenos naturales, a actores protagonistas potenciadores de los mismos y con consecuencias que están a la vista de todos. Entonces, dado que somos los únicos y verdaderos responsables “privilegiados” de lo que hemos originado, también nos exige serlo de las acciones que debemos realizar para solucionarlo. El propósito de este ensayo, es enfatizar las razones que tornan imperioso el abordaje de la problemática ambiental a la que nos vemos expuesto en forma cotidiana, a partir de una modificación en el abordaje de la gestión ambiental, a la que suponemos retórica y discursiva, por otra basada en objetivos y acciones enfocados en la solución real de las causas que originan dicha problemática. Una primera visión sobre la temática planteada podrá tal vez sorprender a un lector desprevenido, al que diariamente se lo informa sobre iniciativas tendientes a resolver o mitigar los efectos no deseados derivados de las actividades humanas; sin embargo, los hechos, para quienes estamos más imbuidos del tema, nos indican que no es así. Por este motivo, para lograr que el lector comprenda mejor nuestra postura y, con la intención de involucrarlo en el desafío que implica enfrentar la temática ambiental, hemos decidido desarrollar esta discusión de la manera que expondremos a continuación. En primer lugar, partiremos proponiendo y explicando los tres conceptos que consideramos necesarios para la cumplimentación de nuestro objetivo, esto es, qué es un problema ambiental, qué es una gestión ambiental y cuál es el significado de la palabra ambiente. En segundo lugar, a partir de algunos
  • 3. señalamientos históricos, continuaremos con una exposición en la que explicaremos por qué reconocemos a la cuestión ambiental como un problema ambiental y daremos ejemplos de problemas ambientales. Luego, en la tercera parte, presentaremos algunos casos visibles de problemas ambientales no resueltos propuestos por diferentes autores y, finalmente, nos enfocaremos en la disyuntiva que se presenta entre conservación y producción y su impacto en la problemática ambiental. Definitivamente, lo que intentamos mostrar a partir de todo lo desarrollado, es el motivo central de nuestra discusión que es el divorcio existente entre lo que es el aspecto discursivo y la una realidad que no se vincula el mismo; por el contrario, pareciera que las distancias entre uno y otro son cada vez mayores. Por lo tanto, la principal duda que nos planteamos y a partir de la cual surgen todos nuestros cuestionamientos es que tal vez no exista, a nivel institucional y pese a que se pretenda mostrar lo contrario, una real toma de conciencia de lo que significan los problemas ambientales, lo cual, en tal caso, serviría de explicación para lo que consideramos una gestión ambiental displicente y permisiva o, lo que sería peor, que esa toma de conciencia exista, entonces, en este caso, se trataría de un proceder a todas luces irresponsable. II. Conceptos claves en la temática ambiental Sin lugar a dudas, todos conocemos el significado de la palabra “problema”. Los más, hemos tenido varios a lo largo de nuestra existencia y, con lo primero que los asociamos, es con dificultades que se nos presentan para la consecución de uno o varios objetivos y que requieren de su resolución. Ahora bien, ¿qué sucede cuando hablamos de problemas ambientales? ¿podemos resumirlo en términos tan simples? Pues no, es un poco más dificultoso el tema por lo que, para entender de qué se trata, creemos muy útil explicarla desde lo que nos propone Francisco González Ladrón de Guevara (1993), que dice lo siguiente:
  • 4. Se podrían definir los problemas ambientales como determinado tipo de interacciones pautadas entre las poblaciones humanas y el sistema biofísico de referencia, que interrumpen o alteran procesos de flujo de materia y energía o alteran la disposición funcional de los elementos en un sistema complejo generando cambios impredecibles que muchas veces implican la transformación total del mismo. (p.42) Dicho en términos más simples, un problema ambiental es todo lo que ocasiona un impacto negativo sobre los sistemas naturales de nuestro planeta, de modo que su alcance puede ser tanto local como global. Así, como podemos ver, los problemas ambientales son abarcativos e incluyen al ser humano, al medio, a sus interacciones y a las consecuencias emanadas de las mismas. No obstante, al igual que lo que sucede con los problemas que atañen a nuestra vida cotidiana, los problemas ambientales también requieren ser solucionados solo que, en este caso y por ser ellos de naturaleza compleja, debemos realizar un tipo de acción diferencial que se denomina gestión ambiental, otro término de singular importancia. En efecto, definiciones sobre gestión ambiental hay muchas, sin embargo, vamos a resaltar los aspectos de la misma que consideramos significativos y que sirven para comprender el porqué de su rasgo diferencial. La gestión ambiental engloba acciones, las que deben ser realizadas necesariamente por todos los actores sociales públicos y privados, además, implica una dinámica de proceso de carácter permanente y tiene por finalidad, modificar o transformar una situación dada real indeseable en otra de características deseadas; por otra parte, una gestión ambiental puede ser desarrollada con éxito a diferentes escalas territoriales, locales, regionales o nacionales. Queda claro que el propósito primordial de la gestión ambiental es el de mejorar las condiciones de vida, pero, para que tenga éxito, como dijimos, necesita del compromiso de todos nosotros independientemente del ámbito en el que nos desempeñemos y asumiendo que sus beneficios son de disfrute colectivo (Becerra, R. y Espinoza, G., 2002). La gestión ambiental es condición necesaria, aunque no suficiente, para resolver los problemas ambientales.
  • 5. El tercer concepto relevante que nos ocupa es el de ambiente. Pero ¿qué es el ambiente, el medio ambiente o la dimensión ambiental? Gómez Orea (1999), nos dice que ambiente: …es el entorno vital: el sistema constituido por los elementos físicos, biológicos, económicos, sociales, culturales y estéticos que interactúan entre sí, con el individuo y con la comunidad en que vive, determinando la forma, el carácter, el comportamiento y la supervivencia de ambos. (p.37) Siguiendo el razonamiento del autor mencionado, la dimensión ambiental abarca tanto al ser humano, como a la flora, a la fauna, al suelo, al aire, al agua, al paisaje, a los bienes materiales, al patrimonio cultural y a las interacciones que entre ellos se establecen. En efecto, el concepto de ambiente está muy ligado al de sistema o mejor dicho al de ecosistema, de manera que su significado adquiere una consideración holística que involucra múltiples propiedades, por lo que el éxito de una gestión ambiental compromete el manejo adecuado de, si no todas, al menos la mayor cantidad de variables posibles que lo componen. En este sentido, Gómez Orea también les asigna a los ecosistemas un papel central en la gestión ambiental, toda vez que son considerados como unidad de referencia para la toma de decisiones, todo lo cual puede realizarse a diferentes escalas territoriales. Así, estos ecosistemas o unidades ambientales desde el punto de vista operativo, tienen una serie de atributos que permiten identificar las actividades razonables que se pueden llevar a cabo de manera de distribuirlas racionalmente; de este modo, es posible convertir al ecosistema en una unidad racional de la gestión ambiental. Sin embargo, debido a las limitaciones existentes en el campo del conocimiento y a las consecuencias muchas veces irreversibles del aprovechamiento de los recursos, se originan conflictos, los que se potencian según se produzcan ventajas o desventajas y de quienes sean los actores involucrados. Lo anterior les otorga a los recursos un carácter social, por lo que en las decisiones de políticas públicas se mezclan diversos aspectos de índole
  • 6. social, económico, cultural, jurídico, técnico y político, cada uno de ellos con diferente peso y que hacen más difícil la objetivación (Gómez Orea, 1999). Cabe destacar que, a pesar de todo lo señalado, la problemática ambiental aún no ha conseguido insertarse de manera dinámica e integradora en todos los sectores productivos, de modo de hacer la gestión ambiental más eficaz y eficiente en términos institucionales (Becerra, R. y Espinoza, G., 2002). Esta paradoja la podremos apreciar a continuación ya que, por un lado, daría la sensación de que existe una cabal y creciente preocupación por la degradación del ambiente ocasionada por las diferentes actividades que llevamos a cabo, cuyo origen data de mucho tiempo atrás y que debería tener su correlato en acciones específicas para contrarrestarla, pero, por otro lado, hay innumerables ejemplos que nos estarían demostrando todo lo contrario. III. El reconocimiento de la cuestión ambiental como problema ambiental La preocupación acerca de los efectos negativos producidos por las actividades antrópicas sobre el entorno ambiental, no es un tema que haya salido a la luz en el siglo XXI. En efecto, ya desde los inicios del siglo pasado comienzan a plantearse interrogantes, los cuales se expresan con mayor fuerza en determinados momentos históricos y pasan a constituirse como hitos fundamentales de la cuestión ambiental. Sin lugar a dudas, uno de ellos fue el libro publicado por Rachel Carson, en 1962, llamado “La Primavera Silenciosa”. En él, la autora advierte acerca de los efectos perjudiciales sobre el medio ambiente ocasionados por la utilización de plaguicidas. Otro, de suma importancia, fue el Informe de Club de Roma[1], publicado en 1972, en el que se plantea como problema central en términos ambientales la capacidad de nuestro planeta para hacer frente a las demandas de una población en continuo crecimiento. De manera análoga, la Conferencia de Estocolmo, también realizada en 1972, que tuvo como eje central la atención internacional en temas medio ambientales, especialmente los relacionados con la degradación ambiental y la
  • 7. contaminación transfronteriza. Este evento, además, se instituyó como la primera gran conferencia organizada para abordar las cuestiones medioambientales y marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la política internacional en la materia. Posteriormente, la publicación del Informe Brundtland, en 1987, que se erigió como un hecho histórico debido a que es cuando se registra por primera vez el concepto de desarrollo sostenible[2], otorgando de esta manera visibilidad a la problemática económica, social y medioambiental a la que el mundo se venía enfrentando desde hacía décadas. Finalmente, para cerrar el siglo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en Río de Janeiro, en 1992, la cual sienta las bases de una nueva relación entre el desarrollo socioeconómico y la protección ambiental. En éste cónclave, se consolidó el concepto de desarrollo sostenible con arreglo a 27 principios establecidos en la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Asimismo; se estableció, asimismo, el Programa 21, un programa de acción para alcanzar el desarrollo sostenible; otro de los puntos destacados fue la apertura para la firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Convenio sobre la Diversidad Biológica[3] y, de suma relevancia, la aprobación de la Declaración de Principios no vinculante para un consenso mundial respecto de la ordenación, la conservación y el desarrollo sostenible de los bosques de todo tipo (los principios relativos a los bosques), que incluye recomendaciones en esta área. Además, la Conferencia de 1992 contribuyó a crear la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible, que funciona como una comisión del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas encargada de asegurar el seguimiento eficaz de los acuerdos alcanzados en dicha Conferencia. Por supuesto, los hechos antes mencionados sentaron las bases para una mayor profundización en la materia ya que, luego de 1992 y hasta el presente, no dejan de sucederse acontecimientos que posicionan a la cuestión ambiental en el centro de la escena social, política, tecnológica, económica y cultural. Así, en 1997, por ejemplo, se firmó el Protocolo de Kyoto, el cual compromete a los países industrializados a limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, de modo que adopten las medidas necesarias para su mitigación. Con ese objetivo, en él se establecen distintos
  • 8. mecanismos de mercado basados en el comercio de permisos de emisión tales como el Comercio Internacional de Emisiones, los Mecanismos de Desarrollo Limpio y la Acción Conjunta. En otro orden, podemos mencionar la adopción, por parte de la Asamblea de las Naciones Unidas, en 2015, de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, compuesta por 19 principios que abarcan las esferas social, económica y ambiental y, de manera análoga, el Acuerdo de París, firmado en 2016, cuyo objetivo central es intensificar los esfuerzos a escala mundial ante la amenaza que supone el cambio climático. Por su parte, a nivel local, la sanción de muchas leyes derivadas de la ley 25.675, Ley General del Ambiente de 2002, que, a su vez, es una consecuencia de lo establecido en el artículo 41 de la reformada constitución de 1994 referido al derecho a un ambiente sano para los habitantes. Naturalmente, podríamos continuar, sin embargo, lo que queremos resaltar aquí es el hecho de que existe una preocupación y toma de conciencia cada vez mayor y más diversificada por todos los aspectos que conforman la problemática ambiental. Así planteado, no nos quedaría ninguna duda de que todas las acciones emergentes relacionadas con la temática ambiental, irían en el sentido de buscar soluciones frente a este verdadero desafío planetario que puede llegar a afectar la supervivencia misma de la especie humana. Sin embargo y en consonancia con el tema central de nuestra discusión, nos surgen algunos interrogantes, como ser ¿esta preocupación, adquiere la misma dimensión en países desarrollados que los subdesarrollados? Asimismo ¿dentro de un país como el nuestro, es homogénea en las diferentes regiones? ¿o es más o menos laxa depende quién o qué se vea afectado? ¿cómo se lleva a cabo la gestión ambiental en las diferentes regiones de nuestro país? ¿existe coherencia entre lo que se dice y lo que en realidad se hace? ¿cómo se compatibilizan los objetivos políticos y económicos con las necesidades en materia ambiental? ¿qué papel juega la educación ambiental en este sentido? ¿cumple la participación social el rol preponderante que debería asignársele frente a los problemas ambientales? De hecho, estas son algunas reflexiones que nos caben hacer frente a lo que nos propone la realidad y, sobre la cual, presentaremos algunos ejemplos
  • 9. que no hacen más que confirmar nuestras inquietudes. Pero antes, haremos una breve enumeración de cuáles son los problemas ambientales a que hacemos referencia. III.1 Los problemas ambientales son nuestros problemas Definitivamente, para enfrentar un problema ambiental y revertir, evitar o mitigar sus consecuencias, debemos saber cuáles son esos problemas los que, dada la interrelación existente, decidimos titularlos como nuestros problemas. Información y sensibilización, son aspectos que también hacen a la gestión ambiental. Bordehore (s.f.) y Di Pace (1992), coinciden en calificar como problemas ambientales a: § La deforestación[4] o eliminación de la cubierta vegetal, con impactos diferenciales según se trate de bosques de zona tropical o templada. § La desertificación, que es la disminución o eliminación irreversible de la cobertura § vegetal por el uso inadecuado de los suelos. § La erosión de los suelos, que es el arrastre de partículas de suelo por acción del viento o la lluvia. Deforestación, desertificación y erosión están íntimamente relacionados. § La pérdida de biodiversidad, que se refiere a diversidad específica y a la diversidad genética. § El cambio climático[5] y el efecto invernadero, que es ocasionado por la emisión de gases debido a determinadas actividades antrópicas, los cuales producen un incremento de la radiación terrestre y, en consecuencia, de la temperatura global. § La contaminación del agua, del aire y de los suelos, las cuales están interrelacionadas y son provocadas por el vertido de todo tipo de productos, efluentes o sustancias tóxicas. § La destrucción de la capa de ozono, un gas presente en la atmósfera y que, sin él, la vida sería imposible. Existen compuestos derivados de la agricultura
  • 10. intensiva y de materiales producto de actividades industriales que producen una disminución de su concentración. § La pérdida de fertilidad de los suelos, es decir, la deficiencia en nutrientes producto de una agricultura cada vez más intensiva y menos diversificada. § Las inundaciones provocadas por fenómenos naturales y por actividades humanas potenciadoras de esos mismos fenómenos. § La salinización de los suelos, que puede llevar a la pérdida total de áreas para cultivo y que se debe a procesos que favorecen la elevación de las napas freáticas, dificultad en las redes de drenaje y el riego en agricultura. § Los problemas derivados de las cuencas compartidas y de los recursos bióticos transfronterizos, los cuales tornan imprescindible un manejo compartido por todos los países involucrados para lograr una gestión ambiental inteligente y exitosa. Ciertamente, los problemas ambientales no se agotan en este listado, aun habiendo sido exhaustivo. No obstante, consideramos que son suficientes para comprender la dimensión de la temática y para penetrar de lleno en lo que abordaremos a continuación. IV. Verdaderamente, ¿somos conscientes del problema? La realidad nos exige explicaciones Entonces, cuando nos disponemos a correlacionar lo que se expresa en la teoría con los resultados que observamos en la práctica, ahí es donde aparecen las distorsiones que nos llevan a preguntarnos acerca de si realmente todo se trata solo de una retórica que tiene como objetivo actuar como bálsamo reparador para nuestra conciencia o, por el contrario, se trata de una realidad que esconde una manifiesta desaprensión por el modo en que nos interrelacionamos con nuestro ambiente y que, en su esencia, esconde intereses totalmente contrapuestos. La gravedad de esta disyuntiva se patentiza en diferentes situaciones.
  • 11. IV.1 Dos casos de contaminación ambiental en el partido de Avellaneda Un caso interesante para señalar es este que nos expone Ursino (2012), en el que se conjugan un sinnúmero de factores que determinan el padecimiento ambiental de los pobladores del barrio de Dock Sud, partido de Avellaneda. Si bien el objetivo del estudio refiere a la espacialidad como categoría analítica de estudio para observar y analizar las distintas prácticas sociales de vinculación y apropiación que en ellas se producen de los problemas ambientales, sirve como ejemplo para mostrar los riesgos químicos a que están sometidos sus habitantes, la marginalidad, la pobreza y un proceso de adaptación y de naturalización de la contaminación ambiental. Este espacio se presenta como abandonado a su suerte, cuyas transformaciones son producto de “prácticas espaciales” realizadas que “refieren a las formas en las que han generado, utilizado y percibido el espacio”. Así, como resultado de ello, se ponen en evidencia las condiciones precarias de vida de la población, la que se ve expuesta en forma constante a inundaciones, contaminación cloacal, falta de agua potable o, si la hay, de difícil acceso; en fin, todas circunstancias frente a las cuales “cada vez que los vecinos reclaman a las autoridades locales y empresas de servicios, se encuentran con que “ponen todas las trabas” y terminan estando “todos enganchados”. En síntesis, un lugar entregado a la expansión de un polo petroquímico responsable de la contaminación del agua, de la tierra, del aire y del suelo con todas las implicancias que ello supone para el ambiente y para la calidad de vida de quienes lo habitan. Otro caso para señalar, analizado por Auyero y Swistun (2008), es el de Villa Inflamable, adyacente al Polo Petroquímico Dock Sud y también perteneciente al partido de Avellaneda. Un lugar que, según lo confirmado por expertos, es un área industrial no apta para ser ocupada por población humana. Un área que es utilizada irresponsablemente como basurero a cielo abierto por contratistas privados y en donde la escasísima acción del Estado no parece ser tomada muy en serio. Lo peor, es que los residentes pagan por la descarga ilegal de deshechos porque son los que les sirven como relleno para elevar las tierras, ya que se trata de una zona originalmente ocupada por bañados. La ausencia de control produce que en el vertido de deshechos
  • 12. también se incluyan todo tipo de elementos tóxicos que luego se mezclan con el agua de bebida y una contaminación ambiental que produce olores nauseabundos con los que se convive cotidianamente y cuyos componentes tóxicos son inhalados; con su correlato en la salud de los pobladores. No obstante, a pesar de elevada contaminación del lugar, la percepción general de los residentes es la de vivir con una seguridad absoluta en términos de contaminación; lo cual es producto del propio marketing empresarial, por otro lado, indemostrable. Lo cierto, en definitiva, es que Villa Inflamable padece una degradación ambiental que se viene sucediendo de manera ininterrumpida, ya que ha pasado de ser un lugar con playas urbanas en el que la gente podía bañarse y de quintas en las que se producían hortalizas, a lo que es hoy, un lugar inhabitable en el cual se conjuga el lobby empresarial y la inacción del Estado, pese a que nuestro país adhiere a múltiples iniciativas internacionales en favor del medio ambiente y del desarrollo sostenible. IV.2 Riachuelo: 200 años de una contaminación no resuelta Antonio Brailovsky (2010), nos habla del abandono al que ha sido objeto la Cuenca Matanza-Riachuelo y cuyo resultado ha sido el colapso desde todo punto de vista, sanitario, urbano y ambiental. En esta área, viven aproximadamente unos 5 millones de personas, lo que la convierte en el mayor conglomerado urbano del país. Naturalmente, aunque otros lugares afectados por problemas ambientales y en los que residen poblaciones sensiblemente menores también requieren atención, es de destacar el hecho de que, a pesar de lo que representa por su magnitud, la Cuenca Matanza- Riachuelo es la muestra más acabada de la ausencia de gestión del Estado en términos ambientales. Un área transversal a tres Estados, el Nacional, el Provincial y el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en la que, pese a reiterados anuncios y a que cuenta con un Organismo específico, la persistencia de los problemas da cuenta de la escasa relevancia con que se los trata. A esta área le urge un plan que contenga sólidas metas ambientales, un consenso generalizado entre todos los actores y un compromiso político para sanear los cursos de agua superficiales y subterráneos, la remediación de los suelos altamente contaminados, la
  • 13. eliminación de los basurales a cielo abierto, la potabilización del agua y el acceso a la misma por parte de los pobladores, la instalación de una red cloacal en los vastos sectores en los que se carece de ella, el mejoramiento generalizado de la calidad de vida y, tal vez, uno de los aspectos de mayor relevancia por ser el sector que posee una gran parte de responsabilidad por las condiciones que enfrenta la zona, un fuerte proceso de transformación industrial orientado hacia el empleo de producciones limpias. El estado actual en el que se encuentra la Cuenca, no parece demostrar que existan objetivos temporales de corto, mediano o de largo plazo. Seguramente, exista un diagnóstico certero y exhausto de su situación y de las actividades que deberían llevarse a cabo para ir encauzando la problemática, pero, de nuevo, la realidad demuestra ser más dura y contundente que las palabras. Una muestra de ello, es que aún se carece de datos que se consideran imprescindibles para afrontar efectivamente la contaminación provocada por las industrias, como, por ejemplo, cuántos establecimientos hay, qué producen, la ubicación de todos ellos y qué tipo y cantidad de emisiones, efluentes y descargas realizan al ambiente, todos conocimientos indispensables para comenzar un proceso de restauración. IV.3 Humedales en emergencia frente al Cambio de Uso de los suelos Sofía Astelarra (2017), en este caso con una investigación centrada en la urbanización sobre humedales[6], nos brinda otro testimonio que refleja la contradicción entre lo que importa desde un punto de vista socio-económico y lo que es verdaderamente importante desde la óptica ambiental. Ciertamente, los humedales son ecosistemas de alto valor ecológico por la multiplicidad de servicios ambientales que proporcionan. Uno de ellos, el Delta del Paraná se caracteriza, además, por poseer una ubicación marcadamente estratégica dada su cercanía a la zona conocida como AMBA (Área Metropolitana de la Provincia de Buenos Aires).
  • 14. Esta zona viene sufriendo un ininterrumpido proceso de reconfiguración territorial desde hace décadas, ocasionando profundas transformaciones sociales, económicos, culturales y, lo que es peor, ambientales. Sin lugar a dudas, lo que ha tenido mayor peso en estas modificaciones ha sido la expansión de urbanizaciones a todo nivel, a saber, emprendimientos particulares, desarrollos turísticos y construcciones en barrios privados o cerrados, todos ellos producto de un modelo económico que tuvo sus orígenes en los años 90 del siglo pasado y cuyo leitmotiv era vivir en contacto con la naturaleza. Cabe destacar que los humedales, además de todos los servicios ambientales que nos brindan, cumplen una función amortiguadora ambiental muy importante y poseen una dinámica particular, todos aspectos que los hacen únicos y que, frente al avance urbano poblacional corren serios riesgos de que todo su funcionamiento se vea severamente perjudicado afectando, al mismo tiempo, las formas de vida y de producción tradicionales. El Delta ha sido considerado el “territorio elegido”, utilizando los mismos términos que Sofía Astelarra, para llevar a cabo un fantástico negocio inmobiliario cuyo slogan era el de mejorar la calidad de vida a partir del estrecho contacto con la naturaleza que ofrece este lugar. En realidad, una original excusa para poder llevar adelante ese negocio sin culpas o para evitar otro tipo de explicaciones más comprometedoras, sean estas institucionales o privadas. Conviene destacar que el trabajo de la autora está relacionado con un conflicto que se produjo sobre un emprendimiento conocido como “Colony Park” y en el que, en virtud de la presión ejercida por la comunidad local sus obras fueron paralizadas, lo cual vale como ejemplo para reafirmar nuestra hipótesis de trabajo ya que en sus comienzos, los grupos desarrolladores expulsaron a los pobladores locales en pos de lograr sus objetivos de lucro económico sin que, aparentemente, mediara ningún impedimento desde los estamentos estaduales.
  • 15. En suma, estamos en un todo de acuerdo con la autora cuando dice: “Por lo tanto, Colony Park nos muestra el problema de la avanzada del urbanismo privado sobre humedales y la relación de mecanismos propios al extractivismo inmobiliario como también las injusticias espaciales y ambientales en la cual el rol de los actores sociales revela los entramados del poder y la necesidad de la participación de la población ante situaciones como esta”. Todo lo antedicho adquiere mucha mayor relevancia por cuanto toda la zona del humedal del Delta ha sido declarada Reserva de la Biósfera, es decir, un espacio de interés internacional a todo nivel, científico, cultural, ecológico y biológico en el cual las actividades que se desarrollen deben realizarse en función de mantener la sostenibilidad, de manera de permitir la conservación y el mantenimiento del ecosistema lo más parecido a sus condiciones originales. V. La antinomia no resuelta entre conservación y/o producción Saliendo del plano urbano, más localizado, por cierto, pasaremos a mostrar algunos casos de alcance más regional pero que, a nuestro juicio, muestran las mismas contradicciones en cuanto a lo que se dice en palabras o se refrenda en papeles y lo que realmente sucede en la práctica. V.1 Ley de Bosques: cómo proteger el ambiente sin morir en el intento La Ley de Bosques nace como proyecto en el 2006 y es sancionada a fines del 2007, no sin antes haber pasado por todo un engorroso proceso de marchas y contramarchas a causa de intereses e interpretaciones contrapuestos por parte de los representantes de las provincias que se verían particularmente afectadas, en contraposición, por supuesto, al manifiesto desinterés demostrado por los representantes del principal sector productivo del país centrado en la región pampeana (Langbehn, 2016). Es importante destacar este punto ya que pone en evidencia como las interpretaciones o el
  • 16. apoyo a iniciativas a favor del ambiente, son defendidas o rechazadas o ignoradas según quién sea el destinatario de las mismas. El autor nos habla también de la legitimidad social de la que disponía esta iniciativa, en gran parte debida a la preocupación por el cambio de uso de los suelos que había generado el proceso de deforestación, sobre todo en ámbitos ambientalistas. En efecto, los bosques son poseedores y proveedores privilegiados de múltiples servicios ambientales[7] como la conservación de la biodiversidad, el secuestro de carbono, la regulación de ciclos hídricos y el control de la erosión, entre otros tantos, razones por demás justificadas para respaldar la premisa del desarrollo sustentable “como proceso de fortalecimiento mutuo entre conservación de la naturaleza y desarrollo económico y social”. Langbehn también atribuye el sostenido proceso de deforestación, al afán desmedido de lucro económico por parte de particulares y empresas y, también, a una actitud de connivencia por parte de los diferentes gobiernos provinciales. En definitiva, como vemos, hay dos posturas, una que asume a la deforestación como un problema ambiental y que, por lo tanto, debe ser una actividad regulada y otra marcadamente productivista para la cual la deforestación es vista como un modelo de desarrollo económico que no debe sufrir impedimentos. Entonces, si bien la puesta en vigencia de la Ley propició algún modo de control de la actividad forestal, aún mantiene un número considerable de intersticios en los cuales los intereses y entramados políticos y económicos tienen mucho que ver a pesar de que algunas empresas del sector buscan mostrarse como comprometidas con la temática medioambiental. En su texto, Langbehn cita a Hajer (1995), con su concepto de “luchas discursivas”, el que nos parece importante rescatar como argumento para validar nuestra hipótesis. Hajer describe a estas luchas como situaciones frente a un problema en las que se producen interpretaciones, posicionamientos e intereses diferentes dependiendo de quienes sean los actores intervinientes y de propuestas de resolución que también los afectarán de manera diferencial. En este sentido, no considera a la política
  • 17. “como un medio diseñado para satisfacer un fin preciso, sino como el resultado de un proceso controvertido en el cual el sentido del problema regulado por la política se encuentra sujeto a reinterpretaciones”. V.2 La expansión de la frontera agropecuaria El proceso de expansión de la frontera agropecuaria o “pampeanización” (Pengue, 2005), citado por Pengue y Rodríguez (2018), está muy emparentado con lo desarrollado en el ítem anterior. Reboratti (2010), hace mención a ello cuando dice que “los suelos del Umbral, vírgenes de agricultura, para ser productivos debían ser deforestados y, ese fue, evidentemente, el impacto ambiental más notable de la expansión” y pone como ejemplo de “interrelación perversa” entre productores y gobiernos “dispuestos a promover la actividad económica a cualquier costo”, el caso de la Reserva Forestal Pizarro[8] en la provincia de Salta, a la que le desafectaron una cantidad considerable de superficie para poner a disposición de productores sojeros. Esta situación se repite en todas las provincias del norte del país con vastas superficies ocupadas por monte nativo. El impacto que ha tenido la deforestación se lo puede observar en distintos aspectos. Por el lado socio-económico, se han desplazado poblaciones aborígenes y campesinas a las ciudades -la mayoría de ellas han pasado a constituir el sector más empobrecido de las mismas- o se las ha privado de sus medios tradicionales de sustento y el mercado de trabajo que también ha sido afectado. Por otra parte, en lo ambiental, no solo la pérdida de servicios ecosistémicos -la biodiversidad puede mencionarse como uno de los más perjudicados debido al monocultivo de soja-, sino también la contaminación del aire, del suelo y de las aguas subterráneas como consecuencia de la aplicación de un nuevo paquete tecnológico que Pengue y Rodríguez (2018), citando a Pengue (2005, 2015) llaman “Agricultura Industrial”, que se caracteriza por ser insumo dependiente y de alta demanda de energía y materiales.
  • 18. Esta nueva lógica productiva, fundamentada en un “sistema agropecuario escasamente regulado” (Pengue, W y Rodríguez, A; 2018) no respondía, naturalmente, a otra lógica basada en premisas de desarrollo sostenible sino a intereses estrictamente económico-comerciales. De este modo, las consecuencias ambientales, sociales y sobre la salud que ocasionaba este nuevo modelo productivo, no eran aspectos que habían sido tenidos en cuenta. Así, las consecuencias ambientales de esta nueva agriculturización, se vieron reflejadas en la alteración de los ciclos biogeoquímicos y en la intensificación, como ya dijéramos, de procesos de contaminación. Esta sobreexplotación de los recursos naturales ha sido catalogada como tragedia ambiental, por parte de la CEPAL –por el enorme costo ambiental y social que representa y por el irracional cambio de uso que está operando sobre las tierras-, poniendo de relieve el fracaso de las políticas ambientales y productivas desarrolladas en América Latina. Una muestra de ello es la recurrente promoción de exportaciones basadas en productos primarios sin una contraparte que tenga en cuenta la producción sostenible y, por lo tanto, en desmedro del capital natural (Pengue, 2021). Reboratti (2010), hace un aporte interesante con relación a las contradicciones que venimos mencionando desde el principio. Él sugiere que existe un retraso entre la producción de información y de conocimiento sobre el impacto de la agricultura sobre el ambiente y que, cuando se cuenta con ellos, se demora en ponerlos a disposición del público y de los organismos vinculados con el tema. Por otra parte, también le adjudica a la ciencia una incapacidad para ubicarse en una posición de objetividad, racionalidad y neutralidad ideológica. Todos estos factores, aunados, no hacen más que favorecer los debates públicos basados en datos aislados, sensaciones y opiniones carentes de sustento en los que la política y la ideología pesan más que las ideas y el conocimiento con sustento científico. De este modo, se promueve el antagonismo entre dos posturas, la del sector productivo, cuyos criterios de valoración son predominantemente cuantitativos y eficientistas en contra de cualquier tipo de regulación y la del sector crítico de la anterior, que se opone a todo, que carece de datos confiables y que no ofrece alternativas viables.
  • 19. Este antagonismo también se traslada al campo científico ya que se produce un desencuentro entre aquellos investigadores que avalan la agricultura intensiva, reconociendo solapadamente algunos efectos negativos sobre el ambiente y otros, más vinculados al ambientalismo, que se dedican a la investigación buscando deliberadamente donde y como se producen esos efectos nocivos. Al mismo tiempo, a nivel gubernamental también se observan discrepancias y una actitud ambivalente ya que, por una parte, se toman medidas en contra del monocultivo y, por la otra, se impulsan o se favorecen prácticas con evidentes impactos desfavorables sobre el medio ambiente. En suma, todo lo expuesto torna aún más difícil la posibilidad de obtener algún consenso a favor de una gestión ambiental responsable para evitar la aparición de problemas ambientales, mucho más cuando quienes están del otro lado son productores cuyo objetivo es puramente un afán rentístico y que poco les importa el manejo sustentable de los recursos naturales y, además, instituciones del Estado Nacional, Provincial o Municipal que no acompañan - o lo hacen deficientemente-, como debiera ser, en virtud de las exigencias que plantean las actuales circunstancias de la problemática ambiental. VI. La participación social: una importante herramienta también cuestionada Dice Gudynas (2001, p. 7): “Las organizaciones vecinales y locales, organizaciones eclesiales de base, grupos de mujeres, grupos de pequeños productores rurales, cooperativas de consumo volcadas a productos orgánicos, y otros agrupamientos similares, se pueden convertir en actores destacados bajo ciertas circunstancias”. No son los únicos actores ya que también podemos incluir a los partidos políticos, a los científicos, a los sindicatos y a los grupos empresarios, no obstante, creemos que son los que menos responden a intereses sectoriales y, por ende, los que mayor presión social pueden ejercer sobre las instituciones del Estado.
  • 20. Ahora bien, ¿por qué nos interesa incorporar este tema a la discusión? Porque el diseño e implementación de políticas públicas, planes y programas de gestión ambiental, requiere de diferentes componentes para convalidarlas, legitimarlas y hacerlas eficaces y, uno de ellos, es la participación ciudadana. Un componente central y con una multiplicidad de aspectos positivos, puesto que les permite abandonar su rol pasivo característico y transformarla en partícipe necesaria en las decisiones y en el logro de los objetivos propuestos. Así, a nivel formal, existen lo que se llaman “mecanismos de participación ciudadana”, los cuales se diferencian de acuerdo a un nivel de participación previamente definido por las autoridades. En consonancia con los mecanismos de participación ciudadana, existe una metodología denominada Mapeo de Actores Claves (MAC) que es de enorme utilidad ya que, según argumenta Tapella (2007, p.2), “Esta herramienta descansa sobre el supuesto de que la realidad social se puede ver como si estuviera conformada por relaciones sociales donde participan actores sociales e instituciones sociales de diverso tipo”. De este modo, el MAC permite acceder rápidamente a la trama de relaciones en una zona determinada. Así, mientras los actores sociales son cualesquiera de los que mencionamos al principio, los actores claves son importantes porque pueden ejercer influencia sobre el resto y, continúa Tapella (2007., p. 3, citando a EC- FAO, 2006) “Usualmente son considerados actores aquellos individuos, grupos o instituciones que son afectados o afectan el desarrollo de determinadas actividades, aquellos que poseen información, recursos, experiencia y alguna forma de poder para influenciar la acción de otros”. Es conveniente destacar que, para elaborar un plan o programa de gestión ambiental comprender la percepción, el valor y el uso que los diferentes actores tienen sobre los servicios ecosistémicos, no es tarea fácil. Sin embargo, poder representar la realidad social que es afectada por determinados problemas ambientales derivados de un proyecto, permite comprender la complejidad del problema y diseñar estrategias de intervención más acertadas.
  • 21. Nuevamente, tal como venimos planteando las cosas, el tema de la participación ciudadana se presenta como un aspecto de importancia trascendental; del que se valen o, mejor dicho, “del que se deberían valer” las instituciones como complemento sustancial para definir sus acciones en pos de resolver los conflictos y problemas ambientales. Sin embargo, al igual que pudo verse en acápites anteriores referidos a otros aspectos de la cuestión ambiental, en esto también observamos una distancia considerable entre el decir de la teoría y el hacer en los hechos. Como bien lo señala Monteleone (2021), en su análisis particular sobre lo que sucede en las audiencias públicas -una etapa importante en el proceso de Evaluación de Impacto Ambiental-, él sustenta que las mismas se caracterizan por una escasa o nula concurrencia de público y que mucho tiene que ver en eso el poco esfuerzo a nivel Institucional para lograr lo contrario. Además, en los casos que existe concurrencia, los argumentos vertidos por los participantes están más fundados en convicciones personales que en un conocimiento fundado de la temática ambiental. Definitivamente, esto último pone en evidencia el bajo nivel de educación ambiental exhibido por la sociedad en general y que, por otra parte, es responsabilidad del Estado fomentarla y establecer todos los mecanismos institucionales para lograrla. Esta circunstancia, asimismo, manifiesta el autor, es funcional a los objetivos políticos y económicos -tanto del sector público como del privado- para la consecución de los mismos y le resta seriedad y validez a esta inapreciable herramienta de gestión ambiental. En efecto, el proceso de participación ciudadana en materia ambiental permite predecir, identificar y evaluar los impactos beneficiosos y perjudiciales que afectan la calidad de vida de la población, lo cual colabora para una mejor comprensión de las interrelaciones existentes entre lo cultural, lo social, lo político y lo económico con lo ecológico. Por otra parte, la participación social también facilita la elección de alternativas, la adopción de medidas de mitigación y un mejor abordaje del sistema de decisiones públicas en general. Gudynas (2001) también hace referencia a las dificultades y limitaciones que se presentan para alcanzar la sintonía entre los actores públicos, la sociedad
  • 22. civil y el mercado, representado por el sector privado, para la construcción de políticas ambientales. En definitiva, no caben dudas de la importancia de la participación ciudadana, la cual, bien aplicada, se convierte en una formidable herramienta de presión social para la consumación de objetivos ambientales. Pero, tampoco caben dudas, acerca de la maniquea utilización que se hace de ella, así como también de los obstáculos que se presentan para incorporarla efectivamente en las decisiones de política y gestión ambiental. VII. Conclusiones Tal como ha sido expuesto desde el inicio, quisimos que quedara en claro que, en primer lugar y para nosotros, un abordaje claro, sistemático, efectivo y eficiente de cualquier aspecto relacionado con la cuestión ambiental en general, se asienta sobre tres pilares básicos cuyo acabado conocimiento es requisito fundamental para su entendimiento, ellos son el conocimiento y valoración de los problemas ambientales en toda su dimensión, de la gestión ambiental como factor indisoluble para una aproximación a la resolución de los mismos y de la magnitud e intensidad del significado de la palabra ambiente como premisa indispensable en todo lo que tenga que ver con esta temática. En segundo lugar, mostramos como la humanidad ha expresado de diferentes maneras un reconocimiento y una preocupación por aspectos vinculados con el medio ambiente. Lo ha hecho a partir de manifestaciones en términos individuales o a través de declaraciones y exposiciones de manera colectiva en foros diversos y, seguidamente, hemos realizado una enumeración de múltiples aspectos para entender por qué debemos asumir que cuando hablamos de algo que afecta negativamente al ambiente estamos haciéndolo, al mismo tiempo, de algo que nos impacta directamente a nosotros mismos por ser parte integrante de ese todo totalizador que se llama biosfera y que, por tal motivo, requiere de nuestro incondicional compromiso e involucramiento si nuestra pretensión es mantener la calidad de vida, al menos, tal como la venimos disfrutando hasta el presente.
  • 23. Lo anterior, sin duda, nos ha servido para introducirnos de lleno en el tema central de nuestra discusión cual es el de que, a pesar de lo que se dice en los estrados estamentarios más elevados de nuestra vida institucional, pareciera que existe una marcada contradicción con lo que ocurre en la realidad. En verdad, ejemplos que sirven para apuntalar nuestra hipótesis hay por montones, sin embargo, consideramos que con solo presentar algunos -que por otro lado asumimos como de los más conocidos por la sociedad en general- sería más que suficiente; para nosotros, al menos, lo es. No nos caben dudas que hoy, aún a sabiendas de los perjuicios en muchos casos irreparables sobre el medio ambiente, seguimos haciendo las cosas como si nuestro papel fuera el de observadores de la realidad y no el de sus principales protagonistas. Por todo esto, hemos hecho nuestro análisis haciendo explícito lo que sucede en casos que están ligados a la contaminación urbana del suelo, del aire y del agua, como son los de Dock Sud, Villa Inflamable y Riachuelo, otros en los que intervienen proyectos de urbanización que impactan directamente y fuertemente sobre sistemas ecológicos de alta fragilidad como son los humedales en el citado caso de “Colony Park” en el Delta, del mismo modo, nos hemos referido a procesos productivos también de muy alto impacto ambiental, como es el que se presenta con la denominada expansión de la frontera agropecuaria sobre los sistemas de bosques nativos de nuestro país, producto de una controversia que lejos está por definirse entre la conservación y protección ambiental y el crecimiento y desarrollo económicos y, finalmente, presentar lo que sucede con un aspecto de fundamental relevancia en la definición de políticas y estrategias de gestión ambiental. Admitamos por un momento que hubiera quienes pudieran decir que se trata de casos aislados, sin embargo, como dijimos, estos son solo algunos sucesos de la realidad en los que observamos nítidamente que nuestra hipótesis principal se ve harto comprobada, pero de ningún modo aislados, por el contrario, si así fuera, si hubiera una verdadera correlación entre un discurso que pretende mostrarse altamente preocupado por la sostenibilidad de nuestro ambiente y unas actividades orientadas en ese sentido, no estaríamos hablando todos los días de los impactos negativos del cambio climático, de cómo detener o disminuir la emisión de gases de efecto
  • 24. invernadero, de los múltiples efectos perjudiciales que produce la deforestación o de las consecuencias ambientales de la minería a cielo abierto, por nombrar solo algunos de los problemas a los que nos vemos expuestos a diario y sin solución de continuidad. Quizás también, haya quienes manifiesten que la ciencia y la tecnología están trabajando afanosamente para descubrir alternativas de menor impacto ambiental y, a fuer de ser sinceros, sería necio de nuestra parte negar que eso es así, pero, nuevamente, la realidad nos devuelve con crudeza que el balance entre los debe y los haber continúa a favor de los primeros, es decir, ¿nos estamos ocupando del problema?, sí, ¿alcanza?, parecería ser que no. Es que, para solucionar un problema hay que atacarlo en todas sus aristas, las convenientes y las que nos molestan o no son tan convenientes; y los acontecimientos nos demuestran que, aun reconociendo el lío en el que estamos metidos, existe una fuerte resistencia a enfrentar los segundos. ¿Podemos echarle la culpa del padecimiento ambiental al capitalismo? No lo sabemos y tampoco es el punto de nuestro análisis, pero, de los que sí estamos seguros es de que los intereses económicos -no solo de los grandes grupos ya que la desidia por el cuidado de nuestro ambiente se expresa a todo nivel- ejercen una formidable influencia. Finalmente, podemos asegurar que nuestro propósito principal creemos que ha sido claramente cumplido, de modo tal que debemos tomar real conciencia de la importancia de cuidar el ambiente en el que vivimos, involucrándonos y demostrando en los hechos que las acciones que hacemos a tales efectos están en consonancia con lo que plasmamos con nuestra palabra en discursos o escribimos en los papeles. Sin embargo, no es nuestra intención que quede una sensación negativa o una visión catastrófica frente a las circunstancias que hemos expuesto, de ninguna manera, nuestra pretensión es contar lo que pasa y actuar en consecuencia para revertirlo. Entonces, como esto es posible, citaremos un texto de un autor que consideramos marcadamente optimista frente a los desafíos que nos propone la cuestión ambiental, que es Kamal Tolba (1982) quién, para remarcar esa actitud, hace referencia a la Declaración de Cocoyoc adoptada en la
  • 25. Conferencia conjunta del PNUMA/Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Simposio sobre Modelos de Utilización de los Recursos y Estrategias de Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en México en octubre de 1974, que expresa: El camino ante nosotros no le pertenece ni al pesimismo catastrofista ni al fácil optimismo de los éxitos tecnológicos, sino a una valoración cuidadosa y desapasionada de los “límites externos”, a través de una búsqueda conjunta de las vías que permitan alcanzar los “límites internos” de los derechos humanos fundamentales y a través de un trabajo paciente que tienda a diseñar las técnicas y los estilos de desarrollo que potencien y preserven nuestra herencia planetaria. (p.17) Referencias bibliográficas Astelarra, S. (2016). Disputas por la reinvención del “paraíso deltaico”: de los lugares de querencia a llegar a una isla y olvidarse de todo. El caso del conflicto del Colony Park en la primera sección de islas del Delta del Paraná. En: Cartografías del conflicto ambiental en Argentina II. 1ed. Fundación Ciccus. Pp: 81-110. Disponible: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160920011305/Cart ografias-del-conflicto-ambiental2.pdf Astelarra, S. (2017). Disputas territoriales y ambientales por la reinvención de “la isla”: El caso del conflicto “Colony Park” en la primera sección de islas del Delta del Paraná, partido de Tigre. Disponible en https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/83043 Auyero, J. y Swistum, D. 2008. Inflamable. Estudio del Sufrimiento Ambiental. Buenos Aires. Paidós. Tramas Sociales. (Cap. 1 y 2) Disponible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5001493 Bordehore, C. RUA. Repositorio Institucional de la Universidad de Alicante. PROBLEMAS AMBIENTALES, PROBLEMAS HUMANOS. Disponible en https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/2725/8/cap8.pdf
  • 26. Carson, R. (1960). Primavera silenciosa. Recuperado de https://static0planetadelibroscom.cdnstatics.com/libros_contenido_e xtra/34/33636_Primavera_silenciosa.pdf CEPAL (1994). Constitución Nacional Argentina. Disponible en https://observatoriop10.cepal.org/es/instrumentos/constitucion- nacional-argentina CEPAL. 2017. Agenda 2030 y los objetivos del Desarrollo Sostenible. Una oportunidad para América Latina y el Caribe. Santiago de Chile. Disponible en: http://www.cepal.org/es/publicaciones/40155-agenda-2030-objetivos- desarrollo-sostenible-oportunidad-america-latina-caribe Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano. Declaración de Estocolmo, 1972. Recuperado de https://www.iri.edu.ar/publicaciones_iri/anuario/A95/A2ECDOC5.html Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Recuperado de https://www.un.org/spanish/esa/sustdev/documents/declaracionrio.ht m Di Pace, M. Et al. (1992). Las utopías del medio ambiente. Desarrollo Sustentable en la Argentina. Buenos Aires. CEAL. IIED-AL. CEA- UBA – GASE. Gómez Orea, D. (1999). “Cap. 1”. Evaluación de Impacto Ambiental. Un instrumento preventivo para la gestión ambiental. Mundi Prensa y Editorial Agrícola Española SA. Madrid. Disponible: https://repositorio.uvq.edu.ar/detail/4453/ González Ladrón de Guevara, F. (1993). Algunas reflexiones alrededor de los conceptos: ecosistema, cultura y desarrollo sostenible. En: Ambiente y Desarrollo. Bogotá. Vol.01, no.1 [sep. 1993]; p. 17-43 Greenpeace (2010). Elaboración de Antonio Elio Brailovsky. Riachuelo 200 años de historia. Recuperado de http://www.greenpeace.org/argentina/es/informes/Riachuelo-200- anos-de-contaminacion1 Gudynas, E. (2001). ACTORES SOCIALES Y AMBITOS DE CONSTRUCCION DE POLITICAS AMBIENTALES. En Ambiente & Sociedade 4 (8): 5-19; 2001. NEPAM, Uicamp, Campinas, Brasil
  • 27. Kamal Tolba, M. (1982). Desarrollo sin destrucción. Evolución de las percepciones ambientales. Barcelona. Ediciones del Serbal. GONZALEZ L. DE G, F. (1993), Ambiente y Desarrollo, Ensayos. Reflexiones acerca de la relación entre los conceptos: ecosistema, cultura y desarrollo. IDEADE, Bogotá, p: 42 Langbehn, L. (2016). Arenas públicas, modelos de desarrollo y políticas de protección del ambiente: la Ley de Bosques entre “conservación” y “producción”. En: Cartografías del conflicto ambiental en Argentina II. 1ed. Fundación Ciccus. Pp: 141 – 168. Disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160920011305/Cartografias -del-conflicto-ambiental2.pdf Meadows, D.H.; Meadows, D.L.; Randers, J; Behrens, W. (1972). Reseña por Maite Zapiain Aizpuru. "Los límites del crecimiento: informe al Club de Roma sobre el predicamento de la Humanidad". Recuperado de http://habitat.aq.upm.es/gi/mve/daee/tmzapiain.pdf Monteleone, S. (2021). Evaluación de Impacto Ambiental: ¿Herramienta para la sustentabilidad o formalidad política? Validez de su aplicación en el bosque nativo Chaqueño (2009-2021). Revista Tramas. Escuela de Gobierno de Chaco ONU. (1987). Informe Brundtland. Informe de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Recuperado de https://undocs.org/es/A/42/427 PENGUE, W. (2021). Agricultura industrial y naturaleza: cada año menos país…Disponible en https://farn.org.ar/iafonline2021/wp- content/uploads/2021/04/4_IAF_2021_CAP_1_art.1.2.pdf Pengue, W. y Rodríguez, A. (2018). Introducción. Las transformaciones urbano-rurales en la Argentina. Conflictos. Consecuencias y alternativas en los albores del milenio. En: Agroecología, ambiente y salud. Escudos verdes productivos y pueblos sustentables. Área Ecología- Instituto del Conurbano- GEPAMA- Fundación Heinrich Boll Stiftung. Cono Sur. Buenos Aires y Santiago. Pp: 13-32. Disponible: https://cl.boell.org/sites/default/files/lib- escudo-verde-agroecologia-int-para_web.pdf POLITICA AMBIENTAL NACIONAL. Ley 25.675. Disponible en http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/75000- 79999/79980/norma.htm
  • 28. Reboratti, C. (2010). Impactos de la expansión agropecuaria sobre la sociedad y el ambiente. En: Agricultura, Sociedad Y Ambiente. Miradas y conflictos. Maestría en Estudios Sociales Agrarios, Bs. As., FLACSO Serie Monografías. P: 163-183. Disponible en: http://flacso.org.ar/publicaciones/agricultura-sociedad-y-ambiente- miradas-y-conflictos/ Rodríguez Becerra, M. y Espinoza, G. (2002). Gestión ambiental en América Latina y el Caribe. Evolución, tendencias y principales prácticas. Banco Interamericano de Desarrollo. Depto. Desarrollo Sostenible. División Medio Ambiente, Nueva York. Cap. 4. Disponible en: http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con2_uibd.nsf/187F3BE 994B81D1B052575B30066A2F0/$FILE/Gest.Amb.ALyCaribe.pdf Tapella, E. (2007) El mapeo de Actores Claves, documento de trabajo del proyecto Efectos de la biodiversidad funcional sobre procesos ecosistémicos, servicios ecosistémicos y sustentabilidad en las Américas: un abordaje interdisciplinario”, Universidad Nacional de Córdoba, Inter-American Institute for Global Change Research (IAI). United Nations Framework Convention on Climate Change (2021) ¿Qué es el Protocolo de Kyoto? Recuperado de https://unfccc.int/es/kyoto_protocol United Nations Framework Convention on Climate Change (2021). ¿Qué es el Acuerdo de París? Disponible en https://unfccc.int/es/process-and- meetings/the-paris-agreement/que-es-el-acuerdo-de-paris Ursino, S. 2012. La contaminación ambiental en Dock Sud: representaciones espaciales, espacios de representación y prácticas espaciales en barrios periféricos. Geograficando, año 8 (8), p: 103-119. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5487/pr.5487.p df [1] En 1968, en Roma, 35 personalidades de 30 países entre los que se cuentan académicos, científicos, investigadores y políticos, compartiendo una creciente preocupación por las modificaciones del entorno ambiental que están afectando a la sociedad dan los primeros pasos para la fundación del grupo que se conocerá como el Club de Roma. Su objetivo será investigar, alentar métodos e interesar a funcionarios y grupos influyentes de los principales países sobre las perspectivas de la crisis en progreso que está
  • 29. afectando el medio ambiente. El Club se formalizará dos años más tarde como asociación bajo la legislación suiza. La problemática ambiental bajo análisis contempla la interdependencia entre distintos aspectos políticos con aspectos energéticos, alimentarios y demográficos entre otros, proyectada hacia escenarios posibles con horizontes que se extienden hacia los próximos 50 años. [2] Se define «el desarrollo sostenible como la satisfacción de «las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades». (Informe titulado «Nuestro futuro común» de 1987, Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo), el desarrollo sostenible ha emergido como el principio rector para el desarrollo mundial a largo plazo. Consta de tres pilares, el desarrollo sostenible trata de lograr, de manera equilibrada, el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente. [3] La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático entró en vigor el 21 de marzo de 1994. Hoy en día, tiene una membresía casi universal. Los 197 países que han ratificado la Convención se denominan Partes en la Convención. La CMNUCC es una "Convención de Río", una de las dos abiertas a la firma en la "Cumbre de la Tierra de Río" en 1992. Las otras dos convenciones que salieron de Río son el Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica y la Convención de Lucha contra la Desertificación. Los tres están intrínsecamente vinculados. En este contexto se creó el Grupo de Enlace Mixto para impulsar la cooperación entre las tres Convenciones, con el objetivo último de desarrollar sinergias en sus actividades sobre cuestiones de interés mutuo. Ahora también incorpora la Convención de Ramsar sobre los Humedales. La prevención de la interferencia humana "peligrosa" en el sistema climático es el objetivo final de la CMNUCC. [4] Los últimos reportes indican que desde 1990 a 2015 se produjo a nivel global una pérdida neta de unos 129 millones de ha de bosque (natural y plantado), que representa una tasa anual de -0,13 % y una superficie total del tamaño aproximado de Sudáfrica (FAO, 2015). Es sabido que la reducción de superficie boscosa ocurrió, principalmente, en las áreas tropicales, especialmente en los continentes sudamericano y africano. En este contexto, Argentina representa, en la actualidad, uno de los países que ha comunicado las mayores reducciones anuales en el área de bosque, con una pérdida del
  • 30. 1 % del área de bosque para el 2010 (FAO, 2015). En el reporte de la World Wildlife Fundation (WWF, 2015) se destaca la importante reducción de las áreas forestales en el ámbito de los Bosques Atlánticos y del Gran Chaco. Pero es en este último que la transformación se ha producido con valores elevados. Sostiene la WWF que: En estudios recientes, la dinámica de la deforestación en el bioma (Gran Chaco) ha sido en torno a los 11,7 millones de hectáreas, de las cuales 7,9 ha corresponden a Argentina, 3,3 millones de ha a Paraguay y 0,5 millones de ha a Bolivia. (2015, p. 21) [5] La necesidad urgente de abordar el cambio climático se ha hecho aún más patente con la publicación de un importante informe en octubre de 2018 a cargo del principal organismo internacional para la evaluación del cambio climático, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En él, el IPCC advierte de que, si queremos evitar las consecuencias catastróficas del calentamiento global no debemos alcanzar el aumento de la temperatura de 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales, o al menos no superarlo. El informe presenta las considerables diferencias existentes entre las situaciones hipotéticas de que se produzcan aumentos de 1,5 °C o de 2 °C [6] Los humedales son zonas donde el agua es el principal factor controlador del medio y la vida vegetal y animal asociada a él. Los humedales se dan donde la capa freática se halla en la superficie terrestre o cerca de ella o donde la tierra está cubierta por aguas. La Convención de Ramsar aplica un criterio amplio a la hora de determinar qué humedales quedan sujetos a sus disposiciones. Con arreglo al texto de la Convención (Artículo 1.1), se entiende por humedales: “las extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de aguas, sean éstas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros”. [7] Los servicios ecosistémicos o ambientales son aquellos que la naturaleza o los procesos ecológicos proveen a los seres vivos y al planeta. Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), son el motor del medio ambiente. Son esenciales para la vida, por lo que la tierra, el agua, el aire, el clima y los recursos genéticos se deben utilizar de forma responsable para las presentes y futuras generaciones. Son cuatro tipos de servicios, los de abastecimiento: son los beneficios materiales que las personas obtienen de los ecosistemas como agua, alimentos, medicinas y materias primas. Para muchas poblaciones estos servicios
  • 31. representan su forma de subsistencia, por lo que su valor es mayor que si los comercializaran; los de regulación: entre estos servicios están el clima y la calidad del aire, el secuestro y almacenamiento de carbono, la moderación de fenómenos naturales, el tratamiento de aguas residuales, la prevención de la erosión y conservación de la fertilidad de suelos, el control de plagas, la polinización y regulación de los flujos del agua. Para muchas personas son invisibles y se dan por sentados; sin embargo, cuando se ven afectados, como la calidad del aire o el suelo, las consecuencias son importantes y en algunos casos resulta difícil de reparar; los de apoyo: los ecosistemas proporcionan espacios vitales para la flora y la fauna. También conservan una diversidad de plantas y animales de complejos procesos que sustentan los demás servicios ecosistémicos. Algunos hábitats cuentan con un número excepcionalmente elevado de especies que los hace más diversos que otros desde el punto de vista genético; y los culturales: son los beneficios no materiales que las personas obtienen de los ecosistemas. Comprenden la inspiración estética, la identidad cultural, el sentimiento de apego al terruño y la experiencia espiritual relacionada con el entorno natural. En este grupo se incluyen las actividades recreativas y para el turismo. Tomado de Servicios ambientales o ecosistémicos, esenciales para la vida, disponible en https://www.gob.mx/semarnat/es/articulos/servicios-ambientales-o- ecosistemicos-esenciales-para-la-vida?idiom=es [8] La Reserva Provincial de Pizarro fue creada a fines de 1995 con el objetivo de preservar una diversidad de ambientes del norte argentino. Sin embargo, en febrero de 2004 una ley provincial desafectó a la reserva de su condición de área protegida, con el objetivo de dividirla en lotes y destinarla a distintas actividades agropecuarias. El caso fue repudiado por la Universidad Nacional de Salta, los habitantes de la reserva y múltiples organizaciones ambientalistas. El conflicto llegó a su pico de tensión cuando algunos compradores de la reserva se dispusieron a desmontar la zona. En ese momento la Administración de Parques Nacionales (APN) manifestó su interés en incorporar a Pizarro a su jurisdicción