Cp06 la agresión de la otan y el nuevo intervencionismo. isabel monal
1. 6 6 La agresión
de la Otan
y el nuevo
intervencionismo
Isabel Monal*
* Profesora del Departamento de Filosofía, Universidad de La Habana, Cuba
2.
3. A tres años de distancia de los bombardeos de la Organización del Tra- [ 107 ]
tado del Atlántico Norte, Otan, a Yugoslavia y Kosovo resulta no sólo sano
sino hasta cierto punto imprescindible que las izquierdas, y los marxistas en
particular, continuemos e insistamos en el análisis y comprensión del verda-
dero significado de la agresión no autorizada de la Otan, porque este he-
cho, contrariamente a lo que algunos puedan imaginar, no constituye el fin
de un proceso sino que inaugura un acontecimiento (junto con la Guerra del
Golfo y la intervención en Somalia) que sienta las bases y abre una nueva
época y estilo de agresiones hegemónicas imperialistas. Las fuerzas de iz-
quierda y progresistas del mundo no pueden ignorar todas las graves
implicaciones del hecho que se proyecta claramente como una línea estra-
tégica del imperio, al menos para el futuro inmediato y también con pro-
yecciones estratégicas de más largo alcance. Y todo ello obviamente nos
obliga a tener en cuenta el verdadero significado de la nueva línea estable-
cida, y que la táctica y la estrategia de lucha revolucionaria no puede igno-
rar. Es, pues, imprescindible mantener vivos nuestros análisis como uno de
los elementos para comprender que, si bien la agresión y la intervención
militar es un hecho de larga historia y consustancial al imperialismo mis-
mo, nos enfrentamos ahora a un fenómeno que presenta a su vez nuevos
e inéditos rasgos y circunstancias. Y no sólo las fuerzas de izquierda están
llamadas en esta cruzada, sino que los estados más pequeños y débiles
deben con razón inquietarse del peligro y nefasto augurio que este prece-
dente agresivo de la Otan acaba de instaurar con arrogancia y, sobre todo,
con absoluta impunidad.
Precisamente porque no tenemos derecho a la ingenuidad ni a la ig-
norancia, el verdadero significado de las manipulaciones políticas y
mediáticas de la Otan y de su agresión despiertan un justificado temor sobre
las perspectivas futuras que la decisión de la Otan de actuar por fuera del
marco de las Naciones Unidas concita. Lo que ha ocurrido, unido a los an-
tecedentes de Irak y Somalia (este último aunque fracasó no dejó, sin
embargo, de ser un intento dentro de la misma estrategia) abre una nue-
va etapa del proceso (neocolonial) imperialista –nunca realmente dete-
nido– en las nuevas condiciones del desplome de la URSS y de la
mundialización capitalista neoliberal. El nuevo mundo unipolar, con su
único y autoproclamado gendarme internacional, avanza, cada vez con
menos trabas, en la expansión e incremento de su control y poder, arras-
trando tras de sí a sus aliados europeos.
Existe, claro está, una relación entre las nuevas configuraciones
intervencionistas y los cambios que se han producido en el imperialismo. Los
especialistas se refieren a esta última situación con una terminología diversa,
Isabel Monal
La agresión de la Otan y el nuevo intervencionismo
4. [ 108 ] ya sea “nuevo imperialismo” (Ellen Meiksins Wood)1 o nueva fase del impe-
rialismo (Jonhnstone)2, pero lo fundamental, para el tema que nos ocupa, es
el reconocimiento de que algún cambio significativo se ha producido que hace
que el imperialismo, sin que haya modificado su naturaleza esencial, haya
sufrido algunos cambios cualitativos importantes con la internacionalización
del capital y las formas múltiples de mundialización de ese capital que le acom-
pañan, y con las cuales se imbrican de manera más o menos estrecha.
Ya no se trata para el imperialismo de un control militar o colonial di-
recto sino, sobre todo, del control y manipulación de los mercados; el interés
no se orienta a controlar directamente territorios particulares o específicos sino
a controlar la economía mundial y los mercados globales. Necesita, más que
nunca, liberarse de las trabas que le impiden ejercer sus designios sin fronte-
ras y a escala planetaria. El uso de la fuerza sigue siendo tan central como antes,
pero, en las nuevas circunstancias, ello demanda mayor flexibilidad y que se
puedan llevar a cabo lo más rápidamente posible y sin impedimentos por parte
de las formas complementarias de la globalización económica (esto es, la
internacionalización del capital), las cuales la promueven y sostienen, y sin las
cuales esta mundialización económica no puede continuar su ampliación y
crecimiento. Las mundializaciones múltiples incluyen las figuras políticas, esen-
ciales a todo el proceso. Y para el caso de la expansión y reforzamiento impe-
rialista resultan necesarias, se entiende, por las exigencias de la propia
naturaleza del capitalismo y el imperialismo a expandirse internacionalmente.
La intervención militar en Kosovo buscaba y logró diversos objetivos,
como es apenas evidente. Pero hay que destacar entre estos objetivos, por su
significado estratégico más amplio y de largo alcance, aquéllos que derivan
en el afianzamiento de la hegemonía de los Estados Unidos y de sus intere-
ses, y en el designio de convertir una institución militar como la Otan en un
instrumento de la política imperial en las nuevas circunstancias, donde, ade-
más, siguiendo una línea ya ensayada, aparece actuando de conjunto con otros
países y no solo. Es decir, se reclama el derecho de esta organización (alianza)
militar a intervenir en prácticamente cualquier latitud del planeta, interna-
cionalizando con ello el derecho a la intervención sin necesidad de someterse
a la previa aprobación o aval de las Naciones Unidas, o más específicamente
de su Consejo de Seguridad. Éstas, dicho sea de paso, debían quedar margi-
nadas porque, a diferencia del inicio de la Guerra del Golfo, se habían con-
vertido en un obstáculo para el designio intervencionista que busca implantar
el nuevo orden internacional del nuevo imperialismo.
Se trataba, asimismo, de instaurar a la Otan como agente privilegia-
do del nuevo intervencionismo y de erigirla en gendarme internacional, esto
es, el derecho que se arrogan los miembros de la Otan de utilizarla según
5. los intereses predominantes de los Estados Unidos y sus aliados. La crítica y [ 109 ]
el rechazo de esta autoproclamada misión y la búsqueda de la conforma-
ción de un orden internacional multipolar no debe, sin embargo, concitar
confusiones ni tergiversaciones. No se trata en lo absoluto de agregar al
actual gendarme otro más (aunque éste sea de menor categoría, tal y como
serían los europeos), como algún dirigente político de la izquierda francesa
dio a entender durante los ataques de la Otan; la cuestión no es evitar que
haya un solo gendarme, sino, precisamente, que no haya ninguno. Y me-
nos aún que los gendarmes actúen en contubernio. El equilibrio que se ne-
cesita, y que incluye obviamente a Europa, no es el de convertir a Europa
en otro gendarme. No es cuestión de amenazar y avasallar con un segun-
do gendarme. El mundo justo de que tan necesitado está el planeta no
puede ser instaurado sobre la base de las imposiciones y agresiones de los
más fuertes sobre los pobres y los débiles. Porque de eso se trata: de eri-
gir en derecho el que ciertos poderosos, cuando convenga a sus intereses,
puedan ejercer la función de gendarme. Ningún nuevo derecho interna-
cional intervencionista podrá ser implantado en lugar del “viejo” –y supues-
tamente obsoleto–, sobre la base de la ignorancia y el avasallamiento del
derecho de los pueblos, y en primer lugar del derecho a la autodetermina-
ción. Pero todo intervencionismo busca legitimarse, y el de nuevo tipo no
es una excepción. Además, la necesita para convencer a la opinión pública
de los propios países intervencionistas.
La legitimización de la colonización, intervención y avasallamiento tie-
ne añejos antecedentes y raíces. Para la estudiosa de la historia de las ideas
que soy, es bien conocido el tipo de argumentos que pretendidamente sus-
tenta el propugnado “derecho a la intervención”. El colonialismo moderno
desde el siglo XVI desarrolló un amplio y enjundioso conjunto de fundamen-
tos a la acción colonialista convenientemente estructurados en torno a un ar-
senal de valores positivos como el “progreso” y la “civilización”. Desde
entonces el derecho de conquista y colonización ha estado casi siempre sus-
tentado en las supuestas deficiencias e inferioridades de los avasallados y en
la búsqueda de objetivos nobles y de progreso por parte de los victimarios. A
lo largo del siglo XX las intervenciones del imperio en América Latina estaban
avaladas por la supuesta lucha en favor de la libertad, y se fraguó la fórmula
mágica mediante la cual en nombre de la libertad se liquidaba la democracia
y se impedía la justicia. Por supuesto, las sangrientas tiranías promovidas o
1
Véase Maîtres du monde? Ou les dessous de la guerre des
Balkans. Les Temps des Creises, Pantin, 1999.
2
Ibid.
Isabel Monal
La agresión de la Otan y el nuevo intervencionismo
6. [ 110 ] apoyadas por los Estados Unidos en América Latina siempre actuaban en nom-
bre de esos valores legitimadores del imperio.
Ahora, la nueva doctrina intervencionista moderniza y actualiza los ar-
gumentos. La democracia, los derechos humanos, las razones humanitarias,
etc., vienen a llenar las nuevas exigencias movilizadoras y de legitimización.
Algunos no se esconden para reclamar el derecho de imponer los valores de
Occidente: ambigua y peligrosa arma de dominio que tiene, no obstante, el
mérito de en dejar claro que el derecho de imponer valores sólo le correspon-
de a un continente y a una cultura. Para los que pertenecemos a ese otro
mundo de los pequeños, pobres y subdesarrollados, el que estas ideas y otras
similares puedan expresarse con entera tranquilidad sin que –salvo excepcio-
nes– susciten escándalo es un índice más, entre otros muchos, de cómo las
mentalidades están siendo manipuladas en favor de las (nuevas y viejas) ideo-
logías imperialistas y neocolonialistas.
Pero la argumentación legitimadora del nuevo tipo de intervencionismo
ha desembocado en una situación hasta cierto punto inédita y muy peligrosa
en diversos sentidos. Los paladines del derecho a la intervención y la soberanía
limitada han fundado en Kosovo la llamada “guerra ética” en su cruzada
hegemónica planetaria. Un moralismo universalizado y abstracto adormece las
almas nobles puesto que realizan “guerras justas” de intervención imperial.
Jospin dijo que “era un combate por la civilización”, y Blair, el máximo sacer-
dote de la “guerra ética” nos quiere convencer de que “el Bien ha triunfado
sobre el Mal, la justicia sobre la barbarie y (que) los valores de la civilización (tam-
bién) han triunfado”. Estamos, pues, ante una legitimidad que se pretende de
acero, de un orden superior (superior a la política), sustentado por un casi im-
perativo ético kantiano que moviliza y tranquiliza al “alma bella” de la que nos
prevenía Hegel. Es una cruzada del Bien al servicio de la mundialización neoliberal
y su necesidad concomitante de ejercer la hegemonía planetaria. Se buscó, y se
logró en gran medida, diluir y hacer desvanecer la política en la moral secular. Y
con ello, de paso, se entronizaba una versión moralista y moralizante de las re-
laciones internacionales. Sin duda, el nuevo orden imperialista necesitaba para
el logro de sus designios este desvanecimiento de la política en favor del
moralismo universalista. Havel, por su parte, la llamó “guerra humanitaria”: la
hipócrita “alma bella” sigue guiando los pasos del desastre de la historia real. Y
puesto que los fundamentos universalistas todo lo justifican, la “guerra justa y
humanitaria” de un “eticismo sin apelación” se hermana de manera natural –
tanto en la práctica como conceptual y teóricamente– con el intervencionismo
sin fronteras del “humanitarismo (imperialista) sin fronteras”.
Y la nueva estrategia de la Otan está encaminada a servir de instrumento
privilegiado de implantación de este nuevo intervencionismo sin fronteras y
7. sin limitaciones. Es necesario develar otra diferencia de la mayor importancia [ 111 ]
entre este intervencionismo y el que hemos sufrido a lo largo del siglo XX. Hasta
ahora se legitimaba la violación por parte de los poderosos de los principios
del derecho a la autodeterminación de los pueblos, la soberanía y la igualdad
entre los estados; lo que ahora se busca y se trata de implantar es legitimar la
liquidación oficial (por obsoleta) y a nivel planetario de esos principios, y le-
gitimar de manera permanente y no puntual (como en el caso de la violación)
el derecho a la acción intervencionista imperial por parte de un puñado de
estados poderosos encargados de ser los guardianes y de ejecutar designios
superiores.
Por el momento parecen ser tres los ejes propuestos del nuevo dere-
cho a la intervención ilimitada y sin fronteras: las llamadas intervenciones
humanitarias, las amenazas globales (droga, terrorismo, posesión de armas
de destrucción masiva, violaciones masivas de los derechos humanos) y la
antes mencionada defensa de los valores occidentales. Todo esto, claro está,
presentado fuera de la política y bien anclado en los principios morales del
alma bella.
Tan fuerte es el nuevo designio que algunos (representantes oficiales de
estados poderosos) y otros lo han proclamado abiertamente en las Naciones Unidas
y han demandado la liquidación, por anacrónica, de la actual Carta en vigor.
Tristemente iluminadora ha sido también la cumbre de Europa y Amé-
rica Latina que se reunió después de los bombardeos de la Otan a Kosovo. En
ella, de manera constante y unánime se estuvo oponiendo Europa a que se
incluyeran en la declaración final unas líneas que reafirmaban precisamente
los principios de autodeterminación, soberanía e igualdad entre los estados así
como la Carta de las Naciones Unidas. Fue necesaria la firme resistencia de
Latinoamérica (en particular de algunos países como Cuba) para que los eu-
ropeos finalmente accedieran.
Claro que no se ignora que el largo proceso de pérdidas fragmentadas
y continuas de soberanía de los estados-naciones ya está en marcha, pero ese
movimiento, impulsado por las realidades económicas y políticas, y volunta-
rio, al tenor del ritmo de la propia evolución histórica, no es el de la imposi-
ción imperial y neocolonial. En el caso de esta cumbre obviamente los europeos
no querían atarse las manos en un compromiso que al parecer no sólo a Esta-
dos Unidos incomoda.
Una pregunta esencial no puede dejar de plantearse: después de Yugos-
lavia, ¿quién será la próxima víctima? La historia nunca perdonaría a las fuer-
zas de la independencia y a los revolucionarios latinoamericanos si no viéramos
con claridad que un gran peligro acecha a Colombia con la puesta en marcha
del llamado Plan Colombia.
Isabel Monal
La agresión de la Otan y el nuevo intervencionismo
8. [ 112 ] La historia también enseña hasta la saciedad que los designios del im-
perialismo logran imponerse en la medida en que las fuerzas revolucionarias
y de oposición al mismo son débiles o no logran estructurar una adecuada
resistencia y estrategia de lucha. Podemos actuar, y es nuestro deber actuar.
El nuevo designio imperial sólo podrá implantarse plenamente si no se lucha
asimismo a nivel planetario, y si no se saben aprovechar las contradicciones
reales que el propio sistema lleva en su seno para desencadenar con inteligencia
y energía la lucha de los pueblos por su plena emancipación.