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Grafismos de Waterloo
          Y otros relatos
ELBIO APARISI NIELSEN




Grafismos de Waterloo
                          Y otros relatos




       EDITORIAL DUNKEN
          Buenos Aires
             2009
Aparisi Nielsen, Elbio
     Grafismos de Waterloo: y otros relatos.
     1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2009.
     120 p. 23x16 cm.

     ISBN 978-987-02-3646-7

     1. Narrativa. I. Título
     CDD 863




Impreso por Editorial Dunken
Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal
Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300
E-mail: info@dunken.com.ar
Página web: www.dunken.com.ar

Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723
Impreso en la Argentina
© 2009 Elbio Aparisi Nielsen
e-mail: elbiomail@hotmail.com
ISBN 978-987-02-3646-7
PRÓLOGO




    Las primeras palabras de un pequeño mundo interno.
    Detrás de toda la piel se encuentra el universo sumergido,
las millones de variaciones que realizan nuestros movimientos
neuronales. Hay electricidad, siempre la hubo, traslada las ideas,
tocando todas las neuronas posibles, fusionando y corrigiendo,
creando y recordando.
    Detrás de la piel hay anatomía, hay misterios que no hemos
conocido aun, hay tanto diseño genético anterior como reseñas
de una evolución.
    Hoy me he levantado, me he duchado, me he mirado a los
ojos en un pequeño espejo manual y me he determinado borrar
el anterior prólogo, ese que intentaba explicar todo el libro con
pequeñas palabras.
                                             Noviembre de 2007
A Daniela Buffa, el amor de mi vida.
                     Julia C. Aparisi Nielsen.
              A mis padres y hermano, a Teo.
Y a los que están sonriendo en el aeropuerto,
                               Esperándome.
Kurt,   el incompleto
La portada del libro es algo arriesgada, Kurt piensa que quizá
no es lo que realmente quiere, algo en la fotografía no termina de
convencerle del todo. Días anteriores el editor le propuso dejar
de ser tan inconsistente y relajarse en alguna de las fiestas de la
editorial.
     Las novelas pueden ponerle de lo más nervioso y las críticas
aún más, le cuesta tanto esfuerzo poder encontrarse con sus his-
torias que al final el resto no son más que insoportables momen-
tos, de los cuales no quiere ser parte. Claramente es un éxito.
     (Me encantaría contarles la historia de Kurt y el viaje al interior
de Oxford, eso será historia de quienes hablen de lo que a mí me
irrita. Soy algo más que un simple escritor de escritores, puedo
ser él).

El camino al origen
    –¿Quién es el que impide un escabroso final para el persona-
je? –le cuestiona un joven periodista de traje.
    –La demagogia es unos de los puntos presentes, todos so-
mos parte y no hacemos más que mirar a un lado, ¿qué clase de
preguntas hacen aquí? –harto de las interrogaciones se levanta
golpeando el micrófono y dejando a todos los periodistas con las
manos flotando. Más de veinte preguntas restan al menos, Kurt
solo quiere irse, ya no soporta la presión injustificada de tener
que vender sus libros, nunca pensó en tener que realizar doble
esfuerzo, demasiado hace por sí mismo al escribir.
    En el bar.
14                       ELBIO APARISI NIELSEN



    –¿Qué clase de idiotas contratan en las cadenas de televisión?,
odio responder como si supiera, odio explicar, no tengo porque
contarles que es lo que siento y pienso a miles de personas fren-
te a una mierda de caja, ¡no comprendo cómo pueden depender
tanto de esa puta caja!
    –Kurt tienes que saber que es tu deber, firmas un contrato
contigo mismo, con la firma que vende tus libros, es una estupidez
lo que haces, incluso es tan estúpido que vende aun mas, ¿no
quieres aparecer y regalar tiempo?, pues deja de hacer el tonto y
contesta las preguntas y luego te recluyes donde quieras, me da
igual, eres un puto cliente para mi, está claro –dice su editor.
    –Vete a la mierda Jordi, paso de ti y de las compañías.
    –¡No pasas una mierda!, porque eso es lo que sustenta todo
el día de no hacer nada más que escribir.
    –¿Qué?, piensas que solo vivo para escribir, ¡idiota!, deja ya,
no se para que salgo de mi casa, diles a esos hijos de puta que
me hagan los juicios que quieran, no pienso volver a contestar
una pregunta más.
    Jordi acomoda su corbata, la camarera recoge los platos se-
mivacíos, ella lo mira, lo reconoce:
    –Si no le importa, ¿por qué escribe tan bien, es tan sensible y
cuando habla es tan descortés? –su sonrisa no deja de contener
una imagen de ira, pero dentro, mantiene la formalidad.
    –¿Qué?, ¡yo alucino!, perdona, ¿cuál es tu nombre? –se impo-
ne, endurece su cuello y se enrojece su rostro.
    –Mi nombre es Nuria –dice frunciendo la boca.
    –Mira Nuria tienes cojones, o ¡un coraje enorme!, de hecho, ni
yo hubiera tenido la cara de ser tan impertinente.
    –Por eso mismo –le interrumpe ella.
    Él sonríe revoloteando su cabeza hacia abajo y maldiciendo
por dentro.
    –Vale, lo sabes, eso significa que sabes que es lo que te diré.
GRAFISMOS DE WATERLOO                  15

    –¡No! –suelta ella.
    –Que te vayas a la mierda mujer.
    –Espera, no te levantes y hagas lo de siempre, deja que te
diga algo –dice Nuria levantando la mano libre.
    –Nada bonita, no tienes idea de lo cansador que es hablar con
personas desconocidas, y dar explicaciones a otra gente que ni
veo. ¡Es una locura!, entiende por favor.
    –Ya lo sé.
    –No, no lo sabes, por Dios, sabes servir copas, cafés, eso sí
sabes, ¿no? –algo arrogante deja un silencio de caras coloradas–.
Eso, vete, que no tengo ganas de soportar más estupideces, no
puedo entender que pretenden de mí, cuántas veces dije que no
quiero que me molesten, porque la gente cree que va a encontrar
a ese escritor del que se enamoraron, diles Jordi que es ilusión
interior. –Jordi lo mira indiferente–. Voy a comer algo, pero aquí
no, me voy solo porque estoy algo cansado de ti también, tú y tus
manejos. Me odiarás seguramente.
    –Tengo mi vida después de aguantarte, tengo más clientes.
    –Esa hija de puta que copia películas, o el otro inservible
que hace remakes, es que me resulta gracioso como defiendes
siempre a los mismos, ten algo de dignidad, busca talento, no
esos constantes escritores del dinero, no piensas por momen-
tos que hay alguien con talento que pierde sus esperanzas por
gente como tus clientes, que simplemente con dinero logran
estar en la primera línea. No piensas en esos talentos cortan-
do billetes, ¿no?, deberías Jordi, hay generaciones perdidas,
pero puedes cambiar eso, con dignidad Jordi, con algo de
dignidad.
    –Tus prioridades serán muy distintas a las mías, pero tampoco
tu ayudas a nadie, eres egoísta, crees que tu vida vale por millo-
nes, recuerda quien te ha dado la fama.
    –¿Tú?, es lo último que esperaba oír.
    –Kurt, déjalo, no sirve de nada, cada día es lo mismo.
16                       ELBIO APARISI NIELSEN



    –Algún día en tu vejez te preguntaras algunas de las cuestio-
nes de las cuales siempre son foco de discusión. Y no olvides
nunca que como me vuelvas a levantar la voz te dejo en la puta
calle –dice Kurt, hiriendo el orgullo de su editor.

Camino
    Suelta el libro, ¡qué mierda de portada!, piensa mientras con-
duce por la autovía directo a París. “No volveré a Villeperdue, me
agobia ese hijo de puta, no soporto el hedor, es una mierda”, ha-
bla consigo, suelta palabras libres mientras mezcla con canciones
de la radio. Le duelen los ojos, no duerme mucho, estos últimos
días fueron entrevistas, una tras otra. Coge el móvil mientras pul-
sa el botón de los altavoces.
    –Cariño, estoy de camino, cenamos luego en el “Au Pied de
Fouet”, ahora mismo hago la reserva, necesito verte –cuelga, la
contestadora del móvil guarda el mensaje, ella termina su turno
en unas horas.
    La autovía quiebra Villeperdue y sube hacia el norte Parisino,
Kurt canta mientras remonta sus manos al aire, está radiante,
sabe que hace lo que siente. Una de las curvas que rodea el aero-
puerto de Le Boulay lo ubica frente al gigante aeronáutico, llegan
y salen aviones de todos los puntos.
    Suena el móvil.
    –¿Si? –no sabe quién, no puede ver de dónde proviene el
número, justo es una curva peligrosa. Pulsa el botón de los alta-
voces.
    –Cariño, soy yo.
    –Hola, estoy en camino a París por la A-10, en unas horas
estoy por ahí. Tengo muchas ganas de llegar.
    –Ya, con lo que has hecho no me cabe ninguna duda. No tie-
nes que irte de las conferencias de esa manera, no vayas si no
quieres, así levantas mas polvareda que un infante, ahora todos
GRAFISMOS DE WATERLOO                   17

hablan de ti, en los programas de la tarde, repiten una y otra vez
los videos de tu conferencia, te transformas Kurt, no puede ser
–ella es así, es tan natural por dentro y por fuera, no guarda pala-
bras para los errores.
     –Es que no aguanto a esos pesados, siempre preguntando
estupideces, ya no me quedan ganas de hacer esto.
     –Lo que sucede es que “esto” es nuestro sustento, o prefieres
comer mierda nuevamente, ya no creo que quieras estar detrás de
la línea, bien que te gusta beber sentado sin que nadie te ofusque.
Tienes que citar al editor y hablar sobre lo que viene, así orde-
nan un poco la agenda. Ahora vienes aquí, te quedas unos días
y luego a promocionar, tendrás que sumar programas de tarde y
noche, eso me hace mucha gracia e ilusión, mis compañeras del
hospital te leen siempre y me tienen harta contigo –sonríe telefó-
nicamente.
     –Soy así, un amor, bueno haré lo que me pides pero tienes
que estar en punto en el Au Pied de Fouet, quiero cenar en paz
y fraternidad.
     –No puedo cariño, justo hoy no puedo, deberías de avisar
con tiempo, hoy tenemos una operación muy importante, un niño
alemán necesita nuestra atención, está muy delicado, ha tenido
un accidente con sus padres en la A-8 y ellos han muerto en el
acto.
     –Pobre niño, no me lo creo, que pena, nada cariño, tranquila
luego te llamo.
     –Deja que te llame yo, termino y hablamos, te quiero con el
alma.
     –Y yo –concluye Kurt.
     La carretera vuelve a ser un poco más sinuosa que antes, solo
un poco, pero él no tiene la capacidad de conducir a un mil por
cien, es muy volátil. Solo piensa en el rostro de aquel niño que no
conoce, lo construye y lo deshace intentando posar su resignación
en la tristeza de ese crio, solo y con la muerte a su lado.
18                        ELBIO APARISI NIELSEN



    Pasa fugaz la imagen de un infante arrodillado sobre su cama
posando su quijada sobre sus manos y el alfeizar de la ventana
de su habitación, mirando la calle, la gente y el sol de la tarde.
Fue en la casa de sus padres donde compuso su primer libro,
solo tenía ocho años. Obviamente con historias recompuestas de
películas antes vistas.
    La sensación del calor del verano lo redujo a un escaso metro
de altura, el arrabal era toda su recreación, sus colegas eran sus
adeptos más fieles. Era un barrio del suburbio francés.
    Otra curva lo trae al móvil y este a pulsar el botón nuevamente.
    –¿Qué quieres Jordi? –alcanza ver el nombre y la foto.
    –¿Qué quiero?, me cago en Dios tío, eres único, seguro estas
en la carretera, no viajas en avión porque eres un cobarde.
    –¿Yo?, nada de eso idiota, es para relajar mi viaje en coche,
me gusta conducir.
    –Claro, y a Lisboa has ido en jet, ¿no?, anda no me fastidies,
mira me han llamado por eso te llamo, por mí puedes estar en el
Congo Belga o donde quieras, pues no quiero ver tu puta cara de
reno sin cuernos. ¿O los tienes?
    –Vete a la mierda.
    –No tienes más palabras, ¿no?, pero se te da bien esto de es-
cribir, yo no entiendo a la gente, como puede leer las chorradas
que escribes, eres tan vulgar.
    –Sí, lo soy. Soy algo más que eso, soy el que vende los libros,
y tú el que gana mucho menos por promocionarlos.
    –Deja ya de ser tan pedante, mañana por la noche tienes que
cenar con los directivos y no hay un no, está hecha la reserva y
como no puedes viajar en avión, estas jodido, no dormirás.
    –No quiero.
    –Querrás, sino tus contratos se harán humo, y eso es perder
mucho dinero que ya has gastado, no lo olvides, conozco todo lo
que haces.
GRAFISMOS DE WATERLOO                     19

    –Me aburres Jordi. Lo hago porque no quiero escuchar a mi
mujer volviéndome un crío mal hecho, solo por eso, no quiero
problemas. Te llamare mañana por la mañana, me dices donde
y cuando.
    –Muy bien –cuelga con las palabras en la boca.
    –Te odio –suelta sus gracias al viento, cierra fuerte la ventanilla
y vuelve a la música.
    Tiene que llamar a su padre, lo acaba de recordar, decide
frenar y aparcar el coche a un lado de la carretera.
    –¿Papá? –habla un poco más agudo.
    –¡Hijo!, llevas tiempo sin llamar, estamos preocupados por ti,
hemos visto con tu madre la conferencia de hoy, no nos gusta la
forma en que le hablas a esa gente.
    –Pero...
    –Hijo esa gente hace su trabajo y tú deberías hacer el tuyo,
mucha gente habla de ti, no tienes porqué ser tan descortés.
    –No conoces a esa “gente”, miran, hablan distinto, me acosan,
hablan de mí sin leer nada de mis obras, no puedo hablarle bien
a esa gente.
    –¿Te encuentras bien Kurt? –pregunta su madre.
    –Hola, si mamá estoy bien, solo que algo cansado de la pro-
moción del libro, quédate tranquila que bebo el té que me enviaste
por correo urgente.
    –Descansa unos días y retoma tus tareas, porque siempre te
digo lo mismo, lo que cuesta ahora es mantenerse.
    –Ya lo sé, bueno debo continuar que restan algunas horas.
    –Dile a tu preciosa mujer que nos llame.
    –Está muy ocupada, hasta yo le veo poco, está ahora mismo
operando a un pobre niño huérfano.
    –Qué gran labor hace, se merece que le acompañes compor-
tándote como debes, pero no olvides eres nuestro tesoro.
20                        ELBIO APARISI NIELSEN



    Kurt cuelga mirando la grava, mira sus pies, sus zapatos tie-
nen algunas manchas, eso le inquieta. “Claro que es un titulo de
mierda, no hay dudas, tengo que escribir”, piensa mientras sube
al coche y da las primeras marchas.
    París se presenta ante Kurt como algo triste y sombría, por
momentos le deslumbra en bella y por otros en oscura y vacía. Mi-
les de turistas deambulan cuasi perdidos, con gorros y mochilas.
Kurt adora el Sena al atardecer y los Jardines de Luxemburgo por
la mañana, no hay nada que no pueda describir y que el resto del
mundo no conozca, es París, la ciudad más visitada del mundo.
    Las palabras de su padre se sostienen durante todo el viaje
de regreso, su rostro se dibuja, esos gestos de bondad, hasta las
posturas que solía poner al hablar de cultura y política. Nunca
pudo decirle todo lo que le agradecía haber sido tan comprensivo
con él, haberlo dejado experimentar tantas disciplinas sin haber
negado ninguna, agradece que el tiempo lo separe de su linaje y
no la muerte. Eso se lo debe, a él y a su madre. Imagina, durante
muchos silencios cerebrales al escribir, lo grandioso de tener una
extensión de sí mismo en la perpetuidad de la evolución, de la
cadena única y humana, es un deseo que no completa, por su
vocación y obstinación.
    Llega a casa, siente estar de nuevo, aunque su casa no es
ningún lugar, la identidad de hogar solo la siente en su habitación,
en la habitación de las palabras. Solo quiere ducharse, está muy
cansado, enciende el televisor y lo primero que suena mientras
suelta la camisa en la cama es su voz, se reconoce pero no le
gusta, siempre es lo mismo, odia ser Kurt, ese Kurt que todos co-
nocen, uno de los tantos que usa en la vida. Es la imagen repetida
de la que hablaba en el coche María, solo que no le dijo nada de
las opiniones tertulianas y malignas de los panelistas obligados
de la noche. Entre canal 6 y el 5, elige el 6, se sienta en el final
de su lecho matrimonial y desata sus zapatos negros que nunca
deja de usar por cómodos.
    Es una mujer entrada en los cincuenta años, sostiene un
bolígrafo en la mano izquierda y lo mece con toda su rabia hasta
marear al bolígrafo indefenso y a los televidentes.
GRAFISMOS DE WATERLOO                     21

     –Este holgazán no tiene nada que hacer con sus libros, habla
de la vida como si supiese todo, es muy soberbio y tiene una
falta de talento enorme, no sé cómo pueden leerlo –la mujer mira
a la cámara de frente–. Kurt si estás viendo el programa quiero
que sepas que no tienes nada que hacer con tus libros. Eres un
impresentable, seguramente te han ayudado tus amigos de dine-
ro, porque en verdad no tienen gancho tus libros, los dejo en el
prologo.
     Es un momento único, esos que no se repiten, Kurt mirando
un programa de contenido cero, un hito a la pérdida de tiempo.
Kurt se para y busca su espejo de las mañanas, lo coge con su
mano derecha, se mira y observa el color de sus ojos, intenta ver
si hay algo dentro de sí que sirva, que pueda usar.
     –Esta tía se va a enterar –en la parte inferior de la pantalla
figuran los teléfonos de producción, no duda un instante, es más
fuerte que él, es Kurt el que ve en la televisión, algo enfadado–.
Sí, sí pásame al plató en directo, si, no me importa, pásame ya,
mierda, ¡pásame!, ¿que no entiendes mi francés?, mira pequeño,
pásame con el director... ¡bien!, comprendo, bueno ahora que
te he oído puedes pasarme al plató en directo, ya, ¡ya!, vale, no
quiero dinero, estoy seguro, bien, espero.
     Los bolígrafos danzan por todo el plató, cada panelista habla
de la literatura inglesa, de los clásicos, únicamente lo que han
leído momentos antes de entrar en la lista, nombres que figuran
en el guión del programa.
     –Me dice el director... por favor no hablen que no se oye nada...
un momento, ¡es el director del programa!, están en vivo. Dice que
Kurt está en directo, ha llamado y quiere opinar –la presentadora
tiene un rostro entre pánico y “haz lo que te decimos”.
     –Estamos en línea con el escritor más polémico del momento,
Kurt buenas noches te saluda Nicole...
     –Nada, nada, solo llamo porque no soporto la estupidez, ha-
blan de mí como si supiese quien soy, solo escribo libros, que
22                       ELBIO APARISI NIELSEN



son historias que se me ocurren sin ninguna razón, es decir, que
lo hago porque es mi manera de encontrar una explicación de
mí mismo, y lo comparto. Como creo en la democracia y creo
en todos los que murieron por la democracia quiero que uno de
vosotros expliquéis de que va mi novela. Así justifico mis formas
al hablar.
    –Mira Kurt, tus obras son incompletas, no cuentas nada, tus
finales los apagas tan rápido que es imposible comprender el
mensaje –tiene gafas de marco negro simulando ser un falso di-
rector de cine.
    –Eso es verdad, pero es mi maldita forma de escribir.
    –Deja ya de hablar que sólo hablas gritando, eso no es ser un
escritor.
    –Perdona soy un escritor porque tengo los cojones de sen-
tarme y crear un mundo y que lo lean y sientan como yo, eso si
me perdonas es ser un escritor -la gente aplaude, apoya a Kurt-.
Quiero que dejen de pasar una y otra vez el video, tengo dere-
cho de imagen y no he vendido ni permitido que se emita esta
conferencia de la mañana. No los soporto, ni aguanto sus opi-
niones porque debaten la nada contra la nada, que si operaron
a esta o quitaron esto al muerto, son lo último si de peldaños de
evolución hablase, el final del análisis.
    –Kurt nuestro trabajo es hablar de las personas, de aquellas
personas que tienen como profesión estar en los medios de co-
municación. Y tú estás en uno y tienes que respetar las opiniones
ajenas, de hecho la conferencia de la mañana ya estaba firmada
y pagada. Respeta a tu público al menos.
    –Yo respeto la intimidad de las personas, porque no me impor-
ta en lo más mínimo saber de nadie. Sus debates son ciclos, bu-
cles de palabras que no llevan a ningún lado. Solo digo que para
hablar de mí tienen que leer mis libros, luego hacerme entrevistas
que no pienso dar. ¡Intoxican a la gente con esta mierda!
    –Qué falta de respeto, Kurt, te crees listo, eres un impresen-
table, con el perdón del público, no puedo contenerme –suda de
GRAFISMOS DE WATERLOO                  23

los nervios, todo el plató esta revolucionado, el sonido ambiente
ha crecido enormemente, el director da un corte a publicidad.
Pantalla en negro y anuncios durante minutos.
    Mientras.
    –¡Es un subnormal! Cómo puede hacer lo que hizo, yo no
entiendo, nunca he visto un escritor tener el temperamento que
tiene este –quita sus gafas de marco negro simulando ser un falso
director de cine y se levanta a por un vaso de agua.
    Kurt queda de lo más tranquilo en su cama, extiende sus bra-
zos y piernas mirando el techo y suspira expeliendo todo el aire
de sus pulmones
    –¡Que les den cabrones! –cierra los ojos y lo envuelve una
tranquilidad de tarde de verano con ventanas abiertas y brisa en
las cortinas blancas. Suena el teléfono fijo, el sonido estridente
lo contrae, no quiere contestar, seguro es el director cual sea su
nombre.
    –¿Sí? –un sí muy ambiguo.
    –Cariño ya hemos terminado la operación, ha salido todo per-
fecto, el niño está en una habitación fuera de peligro, le espera
una larga recuperación. ¿Qué has hecho? –algo trae entre letras.
    –Me alegro mucho por ese niño, pensé mucho en él luego de
colgar contigo, recordé mi niñez y llamé a mi padre para ver cómo
estaba, hablamos un largo rato, estuvo bien.
    –Le has mandado mis recuerdos, imagino.
    –¡Sí!, nunca lo olvido -miente.
    –Ahora me cuentas qué has hecho.
    –Nada, acabo de quitarme la camisa y los zapatos –suena el
móvil, salvado por la campana.
    –Luego te llamo, ¿sí?, te quiero.
    –Hola.
    –Hola, mira Kurt, soy el director del programa de hace unos
minutos, queremos que mañana vengas al plató, sólo unas pre-
guntas, serán cuatro, sólo queremos la exclusiva contigo.
24                        ELBIO APARISI NIELSEN



     –¿Qué? ¿Pretendéis pagarme para que rellene tiempo como
los inútiles que tienen sentados frente a la cámara? Perdona, sé
que es tu trabajo y comprendo que tienes que alimentar unos
hijos, pero no.
     Camina por la casa, ya que es amplia recorre cada centímetro
buscando un lugar que le conforte para escribir con su portátil,
siente algo de inspiración, hay una idea inicial sobre un soldado,
lo tiene casi terminado pero no sabe en qué situación enfrentarlo.
Darle una guerra del Medioevo sería tan cansador y apocalíptico
como dejarlo en un encuentro entre clanes italianos del 40 en
pleno New York, quiere darle un toque personal como siempre,
un aire de conocimiento, alguien de ojos abiertos, sin perder lo es-
pecial del aventurero. Pero no tiene porque difuminar una vida en
segundos solo por el hecho de que no es como espera, entonces
tiene que dejar fluir sus dedos para que se componga Berg el an-
tónimo. Pero ninguna novela se construye con un solo personaje
sin que se enfrente a un ser contrario a él. Berg está solo, en una
silla contra una pared blanca, muy blanca, siendo en este caso el
antónimo del personaje del pozo y el péndulo de Poe.
     Kurt solo puede ver a Berg en blanco, contra la pared sin nada
más que su espalda. Le pregunta: “¿Quién eres?”, sin estupor,
sabiendo que le pregunta a su mente, pero no se condiciona y lo
hace decidido. Titila el cursor del editor de Windows esperando
respuesta. “Quiero que me quites, no quiero ser tu personaje, no
me gusta quién eres hoy, déjame”.
     Está claro que algo sucede con Berg, primero tuvo nombre y
ahora contesta.
     -Cómo puede ser que pueda hablar contigo si eres mi perso-
naje, no existe esto.
     –Claro que existe, yo soy Berg, hace tiempo que esperaba
aquí, antes era algo más oscuro el sitio pero has agregado mi
antagonismo universal y ahora solo soy blanco, sin historia, pero
me sucede algo extraño, siento estar en el exterior, haber vivido
GRAFISMOS DE WATERLOO                  25

algo como tú, pero sin ser tú, exactamente. Cuéntame quién es
ella, sólo se su nombre.
    –Pues... María es mi mujer, es cirujana en el Hospital de Mes-
sine Santé, llevamos quince años de casados, es el amor de mi
vida. No hay más –cierra el portátil, Kurt pierde los nervios.
    –No tiene diferencias, ninguna diferencia entre él y Kafka, y
menos con Artaud. ¿Por qué siempre se me ocurren historias que
existen? –se pregunta indignado–. Toda la vida intentando crear la
mejor justificación, el minuto exacto de completitud, pero no hay
números naturales que dejen lleno el hueco en la teoría, soy el
escritor de mi propio final.



   Ha llegado al origen.
Sigue allí, mirándonos, siendo esa energía única, ese cosmos
de conocimiento y altruismo.
ARMÓNICO Y DESALMADO




              Dejas de serlo, dejas los cálidos.
      Tu piel tuvo bondades principales, quizás brillos
                        anudados.
     La rosa quemó tu palma y la rehízo nueva, por los
       tiempos de novenas, quizás vientos verbales.

     Adiós, te diría, te saludaría con algo más que dolor,
        pero siempre puedo decirte adiós, ¿verdad?

   Fuera sabemos que es indistinto, armonioso, universal.
       Y de que me sirve saberlo, si miro solo tus ojos
      cerrar la vida... anúdate en mis parpados, te llevo
    lejos, donde los recuerdos te animan, te despiertan...

    ...nos fuimos lejos y cerca porque quisiste vernos antes,
el mismo día de la vida (del cosmos) en que murieron algunos
                              grandes.
   Tan mínimo y ensimismado, tu mundo fue mundo hasta el
            instante aislado, donde todo fue oscuridad.

     Nos sabemos juntos, solo porque así yo lo quisiera.
28                         ELBIO APARISI NIELSEN



        ¿Y mi hermana?, te va a doler cada día de esos que
                            deseabas.
                   Siempre allí, pensándote.

        No sabemos qué vida tenias, tu universo lo llevas al
                   caos mismo, al equilibrio único.
                              Tal que...
        ...nunca podremos dejar de soñarte, de ver la última
         imagen, tus últimos respiros, tus adioses unidos, tu
          salud dejándote en la vida, dejándote en tu mente
                          junto a la muerte.

         Es tangible, es tan poco acuosa la muerte, no la
         toques, no la llames, no recuerdes tus silencios.

     Te estamos tomando de la mano derecha, esa que no tuvo
         heridas, ni sondas, estamos porque lo deseamos.
Grafismos de Waterloo
Si todo termina bien significa que he llegado al destino co-
rrecto, a la ventana derecha de la esquina de Alameda Urquijo y
Díaz de Haro.
     Me gustaría contarles que es lo que aconteció esa noche
luego de fabricar centenares de copas y elegir la borrachera del
día.
     Como es habitual al finalizar la noche rescato a algún mal
herido y lo dejo frente a su portal, solo que la noche anterior al
eclipse hubo algo que me detuvo durante algunos minutos en
trance. El portal es el numero 44 de la calle Autonomía, en él, hay
numerosos cuadros de algún artista fallecido, deducción lógica
por la calidad y estado de las pinturas. El dañado en cuestión no
tarda más que un minuto y medio en recomponerse, coger las lla-
ves y entrar de lo más apurado al ascensor. Quien sabe la mujer
que espera dentro. Mi asombro comienza en este instante.
     El portal entre oro y hierro esconde detalles únicos, que datan
de mas años que las obras pictóricas de la entrada, eso comen-
zó a alimentar mi curiosidad, solo que de una manera más bien
romántica, solo por el mero hecho de conocer algo mas en una
ciudad aburrida. Pues sí, Bilbao resulta de lo más aburrida en
plena noche de invierno.
     Sin recabar más imágenes en mi consciente concluyo mar-
char a paso lento, mis manos dentro del saco intentan buscar
algo de calor, está claro que no hay un alma en la calle, que las
luces iluminan a la perfección el orden que impera en la ciudad,
solo se oye la pequeña furgoneta robot que limpia las aceras y
ordena los cubos de basura. Comienzo a recordar Buenos Aires,
32                        ELBIO APARISI NIELSEN



solo para pasar el rato y consigo limpiar una imagen de la avenida
Corrientes, los teatros, la cantidad de organismos vivos que com-
parten el orgullo y la desgracia de ser argentinos, pero eso no es
lo que realmente recordé, sino la sensación de arte que recorre
esa avenida.
    El de los ojos separados me retrotrae a una Francia imagina-
ria donde escribía pasajes a lo desconocido y es cuando vuelvo
a mirar el frente, me detengo ante el rojo del semáforo y miro el
paso de cebra impoluto, solo falta brillo, porque olor tiene. Focali-
zo en las aristas entre lo blanco y el asfalto y noto la imperfección
lógica, veo los puntos que son piedra mezclada y recuerdo la al-
tura del obelisco y lo pequeños que somos al pasar junto a él. Me
pregunto qué hago tan lejos, luego me respondo lo que siento en
el día y me formulo un futuro prometedor, para mis novelas, para
mis películas que todavía no están hechas, comprendo que hay
momentos para todo.
    Hay tantas nubes como puede haber, todas vienen del Can-
tábrico, con una brisa acogedora de frio polar, comienza a caer
un rocío constante, en Bilbao eso tiene nombre. Sigo quieto y
concentrado, mis manos continúan en el saco y el semáforo sigue
funcionando. Podría ser un policial negro donde el crimen se ha
resuelto de una pista insignificante pero antes con toda la sangre
que se pueda derramar, eso no puede faltar. No fumo y ni bebo lo
que beben, bueno algo sí.
    Alguien viene detrás puedo sentirlo.
    Choca contra mi espalda, siento romperme en pedazos,
suenan algunos huesos, ese alguien ha puesto un paquete en
mi brazo izquierdo, pero mis manos siguen en el saco, como si
llevara el periódico matinal un domingo cualquiera.
    Pienso primero en correr y preguntar qué sucede, pero me
invade una sensación muy dolorosa y prefiero quedarme quieto
y con el paquete. Pasan algunos minutos más, todavía compren-
do muy poco lo que acaba de suceder. Miro lo que me rodea,
GRAFISMOS DE WATERLOO                   33

la boca del metro está muy cerca, no sé si moverme, seguir
quieto.
    ¿Quién cree tener la audacia para hacer lo que hizo este indi-
viduo?, o lo que sea. La boca del metro es un sitio justo.
    En mis pensamientos comienza una cuenta regresiva, algo
me dice que puede ser peligroso, pero que es en realidad, si ni
siquiera lo vi, no sé cuánto pesa porque está integrado a mi cuer-
po. Debo tocarlo con las manos sentir qué puede ser y ver qué
puede decir. Los minutos apremian porque mis pensamientos me
contradicen, algunas imágenes del mar intentan relajarme pero
no puedo, esto es algo más que una simple caja.
    Giro solo mi mirada, dejando los detalles del paso de cebra
e inicio el trayecto hacia la boca del metro, hay luz pero no hay
gente, tengo que saber que hay dentro.
    Leo el letrero de los horarios, resta algún tiempo para las 6 de
la mañana, el nombre de la estación está en rojo y blanco como
todo en el botxo.
    La caja sigue integrada en mi, algo de temor me dice que siga
donde esta, otra parte de incertidumbre pide una sentencia, y yo
mismo que es un yo fraccionado dice que todavía no intente nada,
bastaría para mover la caja de forma abrupta para que suceda
algo que no queremos, quiero.
    Los horarios siguen ahí, la luz también, y me detengo en un
tiempo mental a desempolvar la vida de Buenos Aires, las noti-
cias internacionales de tanto en tanto apuntaban a la porción más
independentista de España, como toda información de trayecto
amplio llegaba deformada a gusto de quien la poseía, nunca com-
prendí la real intención. Nunca en esos instantes hubiese pensado
llegar a tierras de compromiso y autodeterminación, no me creía
capaz de transitar la inseguridad, y como todo fragmento de los
recuerdos inconclusos recogí la sensación de paranoia e inse-
guridad que tenía en ese entonces. La clave para retrotraer todo
es una de las veintena de robos en las que estuve presente, otra
la manera en como mira la gente a el resto, donde nadie queda
34                       ELBIO APARISI NIELSEN



exento de ser sospechoso de alguna barbaridad. Poder caminar
inalterablemente por la noche es una satisfacción para quienes
somos, deambulantes nocturnos, involuntarios.
    La maldita lluvia no cesa y me siento algo solo esperando ver
que es lo que cargo en mi, creo que la soledad igualmente no es
lo que me desespera sino la pérdida de camino y recorrido que
pierdo hoy.
    Suena mi móvil, hace tiempo que no me llama el móvil, o
la gente que está del otro lado, en otro móvil, o con otro móvil
en el.
    –¿Hola? -mi brazo derecho se moviliza en toda la tarea, el
izquierdo igual que antes, esperando instrucciones.
    –No intentes nada –es más que un consejo, y su voz me
resulta algo familiar pero no en la noche, es una hora en que
distingo solo las luces y la oscuridad, tendría más facultades de
no ser por las pastillas que me traen en andas sin remedio por
la ciudad.
    –Pero, ¿qué dices? -contesto despreocupado, algo imperativo.
    La llamada ha sido finalizada. Han sido cuarenta y cuatro se-
gundos en el aire, no puedo precisar nada, y esto me deja con la
intención de saber quien ha dado conmigo. Miro el móvil, ingreso
a menú principal y busco el número de origen. Suena el teléfono a
un metro de distancia. Miro a un lado asustado, continúa sonando,
se despertarán todos si dejo que continúe, me verán aquí en el
metro cerrado, bajo la luz, con un paquete, no quiero problemas.
Atiendo.
    Cojo el teléfono verde de la gran compañía verde y se oye
sonido de aire, viento.
    –Suelta el móvil ahora mismo –es otra voz y no me es nada
familiar.
    –No puedo, tengo mis manos ocupadas.
    –Suelta el móvil cabrón, apáñatelas –creo que habla muy se-
riamente, no quiero disgustos.
GRAFISMOS DE WATERLOO                   35

     Apoyo el oído derecho en el tubo y continúo oyendo el sonido
ambiente, mientras que cojo el móvil, me quedo inmóvil sin saber
qué hacer realmente con él, es caro, es muy bonito.
     –Suelta el móvil ahora, hijo de puta, ¿qué crees?, comienza a
temer, no hay nada que puedas hacer, hazlo ya.
     ¿Me ve?, veo todas las ventanas y hay unas pocas encendi-
das y relampagueantes de esas que tienen la televisión encendida
y ellos durmiendo.
     –Que lo sueltes ya, ¡coño!
     –Vale, vale, ya está hecho –mientras digo esto lo piso con
fuerza para que no responda más, veo como queda totalmente
destruido. Me apena verlo así.
     No hay más nada detrás, quedo nuevamente solo, sin comu-
nicación, con preguntas y con mucho miedo. Algo no tan nuevo
en mí.
     Me estarán jugando una broma de esas jodidas, o algún
tipo de programa enfermizo de Holanda o por allí, pienso. En un
cuento que creé en mis primeros años de literatura el personaje
principal sufrió algunos imprevistos programados para detonar su
ira, la resultante de todo, era que al fin confiese el cruel asesinato
que había cometido tiempo antes.
     No soy eso, mi gato me raya toda la cara y lo dejo para que
no pierda su gen felino y salvaje, aunque ya no lo sea. No podría
ser yo objeto de alguna imprudencia, ya que soy alguien limpio
en culpa.
     Las teorías de conspiración pueden ser un tema apasionante,
pero igual de paranoico y peligroso que caminar por una favela
brasilera. Nada del tamaño de una caja puede hacer daño, o
puede hacer mucho daño y no comprendo que contengo aquí.
Prefiero no pensar, siempre fui así, dar vueltas a todo, querer
comprender lo inexplicable solo para poder así satisfacer la ne-
cesidad de saber porque realmente me mantengo vivo.
     Pero no quiero morir, no debería morir ahora, tengo mucho
miedo a la muerte, siempre que siento en el estomago esa sen-
sación de correr mucho, de encogerse, y luego ¿qué?, dejar los
36                        ELBIO APARISI NIELSEN



pensamientos, dejar de ser, apagarse como un ordenador, en este
caso orgánico, y dejar de existir, de modificar y comprender.
    ¿Tendrá algún explosivo? Es Bilbao, vengo de fuera y soy hijo
de un español, es otro lugar muy distinto y realmente no sé si las
fuerzas vuelven en mi contra, explotar, es solo un instante.
    Apoyo la distinción de ser distintos y querer conducir distinto
un país dentro de otro. Pero no quiero explotar sin conocer nada
de la lucha verdadera de miles que desean ser vascos sin matar,
sin dañar la integridad. Pero fuera quieren que esto siga en pie,
solo para justificar el robo directo que sufre el País.
    Quizá esté equivocado, soy joven y puedo permitirme pensar
cualquier cosa, tengo derecho a la revocación de lo que no quiero,
puedo elegir dónde y cómo quiero mi vida.
    ¿Y la caja? Decide por mí.
    Estoy harto de contener la rabia, no quiero cargar con esto,
tengo que deshacerme de esto cuanto antes, es la única salida
que encuentro. No pienso mientras camino hacia la esquina si-
guiente, la opuesta al semáforo donde me encontré con toda esta
culpa insostenible que me abate. Tengo frio y estoy algo mojado,
no quiero tener que dejar mi vida en esto. Igual es una mera co-
incidencia del destino, una parte inconsciente del mundo, donde
todo sucede, por eso es de noche.
    Camino solo, claro está, porque nadie camina a estas horas,
y mi teoría del inconsciente mundial se borra, pero la rabia nue-
vamente aborda mi ser, ahora estoy aún mas mojado y a escasos
metros de la esquina. Alguien chista de lejos, detengo mi andar
y siento un leve cosquilleo en la nuca, esos que al apagar la luz
en un pasillo nos toca el alma de cerca y corremos a encender
otra solo para sentir paz o tranquilidad, que no es lo mismo pero
se parecen.
    Cual liebre en un monte muy verde me escondo de lo que
no conozco, medito un instante si hay algún tipo de centinela
incansable, pienso en una película en blanco y negro y me da
miedo, odio el terror, pero lo siento, estoy horrorizado con la idea
de que alguien vigile mi caja. Me he apropiado de algo que no me
GRAFISMOS DE WATERLOO                  37

pertenece, solo la idea, que es la parte inmaterial del asunto, lo
inteligible, un formato de algo.
     La idea de que la caja fuese algo peligroso me altera pero
me da energía para mantener el miedo y la permanencia de mis
movimientos involuntarios.
     Ya intuyo que todo tiene una mecánica, pero quien creería
algo así en medio de la noche con una caja sin contenido real,
porque lo que tiene no es más que mis pensamientos en constan-
te conflicto, queriendo complicar aun mas mi situación mental, tie-
ne que ser algo especial, no tendría sentido alguno su existencia
en el caso de estar solo en mi brazo izquierdo por una casualidad
estúpida.
     Comenzar a andar por la ciudad puede ser una clave para que
todo tenga claros en el agua donde ver que es lo que hay detrás
de la fachada aparente.
     Se puede oír a lo lejos el agua del parque de los patos, ahí
todas las tardes dejaba una parte de mi para desinteresarme por
el tiempo y las variaciones inexorables en mi vida y la de mis
congéneres, es la naturaleza integrada de una forma humana y
animal, con cientos de especies vivas en pleno desarrollo y en
coexistencia con nuestra especie, la humana, o lo que seamos
según otros en un parque. Sigue siendo oscuro recordar solo
por sonidos, pero es así, el hedor mismo de las papeleras viaja
e inunda la ciudad con un olor tan particular que sería imposible
no asociar eso como una característica propia del lugar, es algo
así como el río Támesis en Londres o la esfinge de tabique nasal
de boxeador o drogadicto, algo más que corroída en alguna parte
del Egipto antiguo.
     De solo abrir la boca expelo un humo de calor, un vapor que
intenta ser nube pero se esfuma en el frio repelente. Instantánea-
mente repaso en mi transito neuronal una secuencia de palabras
inconexas, pueden ser intenciones básicas de mi cerebro de co-
menzar a encontrar lógica matemática, pues todo es algo caótico
dentro, se necesita un orden que contemple una teoría. No tengo
38                        ELBIO APARISI NIELSEN



más que sentarme en la acera y coger con mi mano derecha la
bendita caja color madera. Miro al cielo solo para pedir una ayuda
extra persona, solo por si todo sale de una manera que no está
planeada, por mi, claro.
     Hay una etiqueta blanca en el centro de la cara frontal, es un
paquete pequeño del tamaño de mis dos manos juntas, es un rec-
tángulo casi cuadrado y su espesor es la mitad de mi mano más
un dedo. Pesa algo más que un kilo y puede contener miles de
posibles objetos, ya me resulta algo novedoso la idea de imaginar
que es lo que hay viendo la constitución de la caja. Cierro los ojos
para imaginar porque realmente me sucede esto y veo en mis
visiones un cubo de basura, unas palabras con mi voz dicen que
arroje la caja y todo lo que contiene, me pregunto qué hacer, abro
los ojos y desisto, hay alguien frente a mí, mirándome fijamente.
     –Estoy harto de ti, siempre es lo mismo –me habla directamen-
te a los ojos y noto una peculiar coincidencia con la voz anterior
en el móvil, pero no lo puedo reconocer, en su rostro no hay luz
franca.
     –¿De qué hablas?, no sé qué hago con esto y no entiendo por-
qué me hacen esto –no deseo hablar con él cómo alguien a quien
conozco, pero mi instinto inicial es ser franco y directo, mi rostro
entre estupor y lagrimas dice lo que resta de mi interpretación.
     –No hay tiempo para explicaciones, los grafismos tienen que
estar a primera hora donde siempre. Todo depende de su asisten-
cia, podrías enterarte algo mas, pero siempre pasa esto, es válido
asombrarse, pero hoy no es un día más, hoy termina el ciclo y
deben estar en su sitio a la hora convenida, tu sabes quién debe
morir y quien debe contener, se inteligente y todo seguirá siendo
una vida normal, seguir mañana dependerá de ti, Solo de ti –impa-
sible con la frialdad de un medico en urgencias y la contemplación
de un filosofo griego termina y se desplaza en la oscuridad de
la calle Rodríguez Arias, en la fuente desaparece y ya no puedo
mantenerme sentado, no debo perder tiempo, lo ha dicho, pero
no comprendo que es lo que tengo que hacer.
GRAFISMOS DE WATERLOO                     39

Uno
    Al tiempo lo vemos, lo palpamos con nuestros deseos y lo ha-
cemos muy útil para evolucionar, lo contenemos en una fragmen-
tada memoria colectiva. El tiempo lo destruye todo, todo, incluso
se autodestruye a sí mismo.
    Me puedo sentir cazador y cazado, tengo que escapar y mi
coche está lejos, no hay autobús ni metro hasta entrada la prime-
ra hora del día, no quiero decidir por nadie, la vida es lo más frágil
y único que existe.
    Recuerdo leer a Cortázar por las tardes, en un invierno de hu-
medad y lazos destruidos, para fortalecer eso que había perdido,
pero fortalecer lo que no tenia, saber que ya era un hombre solo
en una tierra derruida por la ambición.
    En unos de los cuentos Julio viajaba sobre una isla en un
avión de turbina, observando cómo aquello se convertía en una
obra de teatro viva, y podía verse como todo se volvía contra él,
el saber la clave lo hizo desaparecer, solo y olvidado en algún
rincón de Francia.
    La muerte, el dejar la existencia, los pensamientos, la com-
plejidad del azar y los rostros de todos quienes quieren mirarme
es algo que no podría soportar, obviamente estando vivo. De solo
pensar que todo acaba en lo mismo me atormenta. De niño solía
dormir llorando por mis padres, mis hermanos, siempre los imagi-
naba morir y lloraba por ellos, luego reivindicaba sus existencias
en mí y reía en la mañana como un niño, pues lo era.
    Buenos Aires y Borges, Borges, los espejos abominables y
la calle Maipú, donde pudo escribir algo de lo que luego, fue un
punto espacial donde todo lo podía ver y contemplar. Algo me trae
sus palabras y puedo sentir la brisa del Rio de la Plata, deambular
la reserva ecológica y sentir que esa tierra no es mía.
    La terminal tiene que ser el único sitio para escapar de la
ciudad, tengo algo de dinero en metálico, solo eso. Quizá en Irún
40                        ELBIO APARISI NIELSEN



pueda estar unos días hasta poder ir a Toulouse donde tengo algo
más que mis anhelos, mi primer novela.
    Olvidando un poco mi encuentro reciente puedo recordarme a
mí mismo que sigo siendo un escritor y que todo puede nutrirme
para lograr otra novela. Seguramente tendré algún tiempo para
volver a sentar mi cuerpo y hacer algo más bien interesante. Es
tan duro ser joven, escribir y describir que nos es solo una mera
afición sino un modo de vida, una manera suave de pasar el
tiempo siendo algo útil para quienes necesitan esclarecer en la
lectura una parte de sí mismos, o nada, pasar los minutos en la
creatividad de la mente y los conceptos, ajenos y propios.

Dos
    La espera tiene que ser compartida, en la eternidad de la in-
condicionalidad física puede resultar incómodo ser algo más que
una unión orgánica de átomos.
    Bajo el reloj de pared enorme y las paredes rojas y blancas
que caracterizan a Bilbao, espero que la salida a Irún sea pronto.
Pasaran unos minutos para saber cuánto falta, no puedo decir a
qué hora es, ya que el tiempo no es más que pensamientos den-
tro mío. Estoy en la terminal de autobuses, junto a la universidad
de Ingeniería.
    Suena el teléfono verde que esta frente a mí, es algo pequeño
cuadrado y apoyado en una mesa alta blanca, donde se puede
escribir o mirar los billetes, leer revistas o solo apoyarse para es-
perar. Suena y pienso igual que antes, la gente se despertará, ya
que aquí muchos errantes sueñan todos los días con vivir dentro
y no fuera. Hace frio y un poco de movimiento no me hará daño.
    –¿Qué quieren? –ya sé que es para mí, y quienes pueden ser,
no hay rodeos.
    –No puedes escapar, mira a tu alrededor, todos conocemos
quien eres, no puedes disgregarte, tienes que aceptar, la caja
tiene que seguir su curso, siempre ha sido así, hoy te ha tocado
GRAFISMOS DE WATERLOO                   41

y el cobarde que te ha hecho cargar con todo esto, obviamente
está muerto y sin opciones –continúa siendo duro y eso me hace
estremecer, por dentro prefiero morir que a seguir con esto, pero
algo me mantiene despierto y atento, algo más que las pastillas,
no puedo determinarlo.
    –Tengo todo lo que quieren, puedo abandonarlo en mi asiento
y viajar sin necesidad de que todo pueda peligrar –solo doy un aire
de opciones, solo es intentarlo.
    –No ha lugar, no cabe en las condiciones que sueltes la caja,
eres el cofre, sin el mueres, no puedes soltarlo y cederlo inclu-
so a tu lado, esperando. No puedes, porque eres todo eso que
contiene –es tan claro, tiene una seguridad en su voz, es como si
supiera todo lo que hago en el instante.
    –No puede ser, es una mentira, no tiene lógica –desmitifico sus
justificaciones.
    –Claro que la tiene. ¿Cómo explicas todo?, ¿las sensaciones
de conexión?, miras arriba por algo, no son simples apariencias,
es una realidad, eres lo que sostienes, quien te ha puesto terrible
reto ha muerto de causas naturales, tú has sentido como ha de-
jado de existir, aunque no lo has visto siquiera, eso te ha rodeado
–es verdad, sentí como sus huesos explotaron en mí, pero solo
fue por dentro, nunca pude ver a nadie concretamente, creí ver,
pero, pues no lo sé.
    –No quiero ser preso, ya me duele ser quien soy, es una
carga muy grande. Quieres hacerme responsable de un acto
que va contra mis principios, quieres que deje mi moral por mis
miedos y convierta así tu causa en algo justo, porque yo soy
un jugador casual en tu estrategia, manejas las variables mejor
que nadie, tú y los que están contigo –puedo sentir fuerza, es
magnífico expresarme-. Has dado en muchos de los puntos,
y mi condición existencial se halla en un punto problemático,
soy el último respiro para tus logros, tendrás que negociar
conmigo.
42                        ELBIO APARISI NIELSEN



    –No existe negociar, somos mucho más de lo que piensas, el
contenido eres tú mismo, créelo o no, morirás si dejas tu respon-
sabilidad de lado –cuelga sin más preámbulos, fue claro, y no sé
como continuar, me fio de mi y dejo todo, me fio de él o ellos y
pierdo mi libertad por el resto de la noche, sin saber qué es lo que
realmente sucederá luego de entregar la caja.
    Un vagabundo despierta del letargo, viene directamente a mí,
lleva su bolsa marrón oscura en un hombro, tiene mucha barbilla y
su cabello es más bien un cabello. Está más abrigado que yo, es-
pero sentado nuevamente bajo el cronómetro gigante de pared.
    Se paraliza frente a mí, lo miro firmemente, se coloca a unos
centímetros de mi talante inconmovible, perdura en su recono-
cimiento largo rato, inmóvil con la bolsa marrón en su hombro
derecho, ahora mismo lo noto. Estamos detenidos en un tiempo
real, dentro nuestro estamos sintiendo mucho miedo y descon-
cierto, podría ser él quien me dé la ayuda que necesito y las
respuestas que me pide mi consiente. Sigue ahí, derivado de un
animal cuadrúpedo al igual que yo, es algo más oscuro en todos
los sentidos.
    Llueve con más intensidad y el sonido de las gotas se traslada
por toda la terminal, los que duermen pueden hacerlo aun mas
confortados, esto puede ser un comportamiento ancestral, de
haber dormido en las cavernas y sentir el eco de los sonidos del
agua en todas sus extensiones. El reloj continúa su recorrido y
nosotros el nuestro, inmutados en el aire fresco y la brisa demo-
ledora de escasos grados centígrados.
    Mi novela tuvo mucha humedad, cuando la termine sufrió
muchas lluvias y relámpagos, aun así sobrevivió a todos los pro-
nósticos y viajo a la ciudad del sur de una Francia abatida por la
guerra y el hambre. Aun tintinean dentro de mí las bombas que
imaginé rozar en la casa que habitaban mis personajes tan que-
ridos, Santiago, Lupho y Carla.
    Cierro los ojos, como si el vagabundo me lo sentenciara, veo
mucho fuego y un animal suelto en un bosque en llamas, siento
GRAFISMOS DE WATERLOO                   43

querer salvarlo pero me es imposible. Caigo en una fosa natural
de agua y tierra y floto sin moverme. Veo un aire gris y algunos
rayos golpear fuertemente sobre el resto de mi campo visual,
siento olor, no puedo saber qué tipo de olor, son tantos que pa-
recen uno.
     El primer ojo en abrirse es el derecho, ya no hay nadie más,
el teléfono sigue ahí en la mesa alta blanca. La lluvia no cesa y
tengo mucho más frio que antes, siento muchas ganas de beber
agua y llorar. Respiro por la boca, abro los ojos mucho más que
antes y siento como el frio entra en mis retinas, en los parpados
puedo contener aun mas helada, hago fuerza hacia adentro con
mi nariz, tiro del aire nocturno hacia adentro para que nada salga
hacia fuera, en otro momento de mi vida estaría deseando estar
en mi sillón, plácido, mirando algún documental en la cadena de
los animales.
     Ayer, al levantarme tuve una sensación de preocupación,
no fue más de lo que puede ser un día normal, pero me resulta
alarmante que lo sienta identificado ahora mismo, como si todo
esto fuese el ensoñamiento posterior al sueño. Sé que mis últimos
meses fueron algo raros, desde que todo sucedió no he vuelto a
conocer a nadie más, Iñaki siempre lo decía.
     –Tío, tienes que dejar de escribir tanto, vamos a la casa del
Bandido a por unas copas, solo para que relajes colega –siempre
me pedía lo mismo, incluso en los mensajes en el móvil.
     Las letras y la soledad, pueden ser dos títulos de alguna pe-
lícula melancólica sobre los albores insufribles de la vida, nacer,
reproducirse y morir, algo que no me gusta seguir en orden. Mi
apartamento es un lugar simple y acogedor, al entrar hay un gran
espejo que da como bienvenida la imagen de quien entra, junto al
reflejo un guardarropa y un cuadro pintado por mí, en una adoles-
cencia de búsqueda artística. El salón es lo primero que se puede
disfrutar, un gran sillón con su gran escaparate electrónico, ese
que vemos todos para estar sedados y dejar de lado nuestros
pensamientos. La ventana puerta da a un balcón inútil, con una
44                       ELBIO APARISI NIELSEN



vista al gran monte de Artxanda, no tienen porque saber donde
resido exactamente. Luego mi habitación, mi estudio, nuestro, mi
cocina, mi baño y mi contra balcón que da a la ciudad. No hay
ninguna mascota, nadie que me dé algo de amor incondicional,
nadie que me haga difícil algo, nadie que escuche mis escritos
cotidianos.
     Alguien me falta pero no lo recuerdo.
     Vuelvo a mí, donde me han dejado, quieto y helado. Noto que
ya no hay nadie en la terminal, cierro la boca y utilizo nuevamen-
te mi nariz para respirar, aunque me duela un poco y casi no lo
aguante respirare así, me hace sentir más hombre y menos idiota.
¡La caja!, lo recuerdo todo extranjeramente, un poco español otro
poco argentino. Algo me dice dentro que la caja está contenta,
por estar cuidada por mí. Miro mi mano izquierda y sigue ahí su
color y tamaño, su etiqueta blanca. Siento tranquilidad, como al
ver a un hijo luego de estar perdido en la playa. Suelto una leve
sonrisa, mas para mi mismo que para el exterior. Me rio de lo que
está escrito, no dependo de ningún escritor para poder conocer
lo que me depara, soy mi propio novelista, tengo el poder de co-
nocer el futuro sin entender que es lo que sucede exactamente,
no pienso quedarme en las dudas laterales de mis pensamientos,
solo quiero saber qué es lo que tengo que comprender.
     La niebla tapa mis tobillos y continúa ascendiendo rápidamen-
te, corro lo más rápido que puedo, el sol tiene todas las intencio-
nes de salir nuevamente y abrir muchos ojos. Cien metros, cien
más unos metros, las distancias comienzan a acortarse. Ya no me
importa si mis palabras, letras tienen sentido, solo sé que quiero
correr lo más rápido que pueda a la esquina de Urquijo y Díaz de
Haro, algo me espera. Quizás tenga todos mis hijos esperándome
en una gran celebración de congratulación o sea una estafa letal
para ayudar a unos hijos de puta a realizar una masacre solo por
justificar algunos puntos morales de ellos y otros aun más hijos
de puta, no es eso, estoy seguro. Me enojo conmigo mismo por
creer que todo tiene explicación, me pregunto porque todo esto
GRAFISMOS DE WATERLOO                    45

me pasa a mí y no a otro ser inoportuno, sigo corriendo y sudan-
do. Miro el cielo y solo veo el color gris pleno, algo me lleva hacia
delante, a querer llegar al destino. No puedo comprender que ella
lo dejó todo en esa habitación, podría haberla dejado explicarme,
pero no pude. Siempre fue más fuerte mi odio, quiero desapare-
cer. Quiero correr mucho más rápido, estoy agitado, muy agitado
y sigo queriendo ser aire, volar y olvidar todo esto. Me duelen los
pies, estoy por cruzar la última esquina y puedo ver como el aire
se renueva y el sol sale con tantas ganas solo para iluminarme,
pienso. Veo alguien frente a mí, me falta tan poco, esa espalda me
dice que la choque y deje de correr insuficiente. Puedo dejar todo
aquí mismo. Es un hombre y tiene un tapado negro muy largo, sé
que puedo chocarlo, algo me dice que sí, lo elijo. Recuerdo las
palabras de quien me hablaba por el tubo verde e intuyo poder
evadirlo, esquivar sus ideas y dejar que el resto haga lo suficiente.
Puedo vivir o... puedo dejar de... soy dueño de mí, soy mi propio
literato, mi ensayista por naturaleza y hago lo que me apetece,
nadie podrá decirme que crear.
     Estoy tan cerca de su espalda como de la esquina, cierro
los ojos, veo todas esas llamas nuevamente, veo esos animales
ahora, miles de ellos ardiendo en esa perpetuidad brutal, creo
encontrar algo de tranquilidad aquí, siento el aire en mis mejillas
y cuello, es algo de frio. Reaparecen Lupho, Santiago y Carla, sus
rostros siguen siendo mi invento, sus personalidades incuestiona-
bles, mi novela sigue siendo toda una vida, una grilla de historias
incontables en un mundo alterno, eso que nunca edité, que na-
die pudo leer, pero que disfruté a cada instante mental, en una
Francia aniquilada. Esbozo entonces una leve sonrisa, mas para
mi mismo que para el exterior, porque el exterior sigue siendo
absurdo, como mis acciones, o las últimas. Me río de lo que está
escrito, aunque no sea yo mi propio cuentista.
     Sigo en velocidad ascendente corriendo cuan pantera negra
en caza, y lentamente extiendo mis brazos hacia el sol que me
enfrenta, lo más alto posible, mis axilas duelen y se resquebrajan
mis huesos de la fuerza, sigo corriendo aun más rápido que antes,
46                       ELBIO APARISI NIELSEN



mis pies se desprenden juntos del suelo, pienso en lo que resta
de tiempo y puedo ser muchos más que hoy, puedo vivir más vi-
das y elegir este último instante, sé que es lo correcto, tengo esa
certeza que tanto imploré...
    Suelto la caja con mucha fuerza y creo saber el final de los
grafismos de Waterloo.
    Han pasado doscientos años.
La puerta
“El hombre es nadería conscien-
                                 te de sí misma”
                                                    JULIUS BAHNSEN

     No para de recordar cuanto le cuestan los títulos, es que tiene
en su diccionario mental 100 formas de auto negarse a situarlos.
No es solo eso, es que sus errores de tiempos verbales son aun
más problemáticos, tiene el vicio de corregir mientras escribe,
sabe que eso lo detiene a un tiempo menos productivo pero lo
hace igual, no corre como los otros, no le interesa vender más, le
alcanza para vivir en North Ford. Junto al mar, el mar junto a las
rocas y sus baños constantes, es el sonido que le apetece cuando
recuerda las vacaciones de niño en Gloucester, muy cerca del sur
de su gran anhelada ciudad adoptiva.
     No puede consigo y lucha con las correcciones en rojo que le
impone una y otra vez el editor de texto, acaba de beber un café
colombiano mezclado con otros mas, es el café del País Vasco,
el que todos beben porque es el mejor, tiene crema. Harto cual
cazador en su espera deja el ordenador encendido con la pan-
talla a punto de estallar en rojos malintencionados y se recuesta
en la cama de 4 metros cuadrados, cierra los ojos, suspira con la
pereza única de querer dormirse. Pasan algunos minutos en imá-
genes vagas de algunos tiempos, recorre calles del pasado mira
objetos que antes no miraba al caminar, deja que comiencen sus
pensamientos, tiene una teoría sobre este estado. Según él, todos
nosotros en estos momentos estamos usando parte de nuestros
músculos, moviéndolos, incluso un dedo del pie, estamos siendo
influidos por el ambiente de ruido y calma, pero influidos al fin,
50                         ELBIO APARISI NIELSEN



y no podemos tener estos pensamientos de los que él si puede
gozar en estos momentos, es decir, navegar la mente, y conseguir
las respuestas acertadas de sus ideas más grotescas ya que su
cuerpo en estos momentos no tiene más que el uso único de su
mente, y algunos movimientos, pero pocos, como puede ser el
movimiento de sus ojos al imaginar. Sostiene que todos los es-
critores tienen que pasar por varias etapas y esta es una, la de
encontrar la idea entre las ideas, algo que debe recordar al abrir
los ojos, aunque le cueste. Casi todo lo que teoriza se encuentra
fuera del terreno de la experiencia y lo hace un inútil de la verdad,
porque la verdad se funda desde la realidad y la realidad desde
uno, y uno es una nefasta coincidencia entre milagro y maldi-
ción.
     Ya no es el que era, no puede dejar fluir lo que acontece y
escribir, tiene el tiempo detrás, y los profesionales que estudian si
sus libros tienen el factor X del éxito. Tiene una técnica interesan-
te este en cuestión, lo que hace es leer algunos clásicos (típico),
revisar la lista de últimos best sellers (patético) y la de los últimos
Nobeles de literatura, medicina y física (imitador). De ello hace un
esqueleto de la historia y trabaja los personajes (una foto mental),
forma el carácter del principal y de algunos secundarios, toma
unas copas en un bar céntrico (se harta de beber copas) y acude
a bibliotecas a charlar con lectores asiduos (u oírlos charlar), luego
se sienta en un bar de moda con su portátil y cual esponja huma-
na escupe letras durante tres meses, como todos. Consecuencia,
una novela para la editorial. No le resulta tan fácil, por lo general
es así, una teoría estúpida y sin sentido, pero efectiva.
     Paralelamente.
     Camina y deambula la calle, la playa y los bares de borrachos,
solo para escuchar según el orden anterior, el sonido del artificio,
el del mar y las voces de quienes todo lo perdieron o están por
perder. Normalmente le cuesta mucho mas escribir sobre lo que
oye, porque tiene su reloj, su tiempo espiritual o su pensamiento
lateral para poder descartarlo de sí y darlo al colectivo lector. Sus
GRAFISMOS DE WATERLOO                   51

tiempos muertos son lo que más le agobian, eso y su sensación
de pérdida al imaginar, al volverse ansioso.
     Hay gente que lo llama todos los días, según suena el teléfono
sabe que es para él, porque es el único que existe en esa super-
ficie o cueva lineal, antes existían mas.
     Suena la puerta, lo despiertan de sus pensamientos únicos
que ya no recordará y que tanto ha disfrutado estos minutos. Da
pasos insonoros, sigiloso se acerca, tiene saliva acumulada y
no quiere tragar. Suavemente se apoya contra la puerta marrón
oscura y se mantiene en la postura intentando oír algo. Un jadeo
constante le sugiere cansancio.
     –¿Si? –no mira nunca por la mirilla de la puerta de madera
oscura.
     –Hola, me llamo Crystal, he dado con su dirección y quiero
hablar con usted, solo unos minutos –su voz es algo temblorosa,
denota una edad avanzada.
     –Sabe si lee mis libros, ¡los paralelos!, que no hablo con des-
conocidos, ni con periodistas a menos que yo me acerque, ¿Por
qué se le ocurre que seré distinto con usted? –dice él mordiéndose
el labio inferior.
     –Porque... –su voz algo mas quebradiza–, porque estoy mu-
riéndome, y solo quiero hablar con usted unos minutos, vengo de
lejos y no sé si llegaré a volver.
     –Cómo puede hablar así, cree que porque diga eso me some-
teré a dar mi tiempo a alguien que no conozco, olvídelo, no es la
única persona que ha intentado que abra la puerta, la gente ha
hecho muchas tonterías. Lo siento.
     Gira sobre sí mismo apuntalando su espalda contra la puerta,
mira en alto negando con su talento mientras obstruye su boca
con la mano derecha. Odia los silencios, le dan vergüenza ajena,
y es lo que siente por esta extraña.
     –No, no lo siente. No sabe ni siquiera si mi nombre real es
Crystal –deshecha de sentimientos.
52                       ELBIO APARISI NIELSEN



    –¿No lo es? –pregunta curioso.
    –Eso no importa –contesta Crystal algo enfadada.
    –Ni a mí, sólo es curiosidad, una estúpida curiosidad que tuve
siempre. Por eso creo que soy escritor.
    –Ya me cuenta algo, es increíble –sonríe mientras habla.
    –No, no lo hago –mira sus manos sudando, inquietas se juntan.
    –Sí, lo hace –dice desenfadada, algo más tranquila.
    –¿Cuántos años tienes Crystal? –no tiene porqué pero pregun-
ta algo insustancial, que no le interesa realmente, no sabe en qué
terminará.
    –Soy joven, pero mi edad se ha deteriorado por mi enferme-
dad, tengo el aspecto de una anciana, pero soy fresca y radiante
por dentro –habla de memoria, estudiada.
    –Qué maneras de hablar tienes, eso es lo de menos, yo por mi
aspecto poco hago, y la naturaleza poco hizo, quizás por eso es-
cribo también. Son incógnitas que tuve siempre, el porqué comen-
cé a escribir. Hace unos minutos en unos de mis pensamientos
abstractos pude ver que de todos los escritores que conozco entre
clásicos muertos y contemporáneos vivos, ninguno es bien agra-
ciado. Me resulta verdadera la cuestión de quienes escriben.
    –Eso no es real.
    –Nunca dije que lo fuera, hablo por mí y lo que veo entre dor-
mido.
    –Quizás nunca has leído a escritores guapos por envidia, eso
surge siempre, es algo nuestro de todos los días. En algún lado
escuche que cuando un escritor envidia a otro y a su obra, signi-
fica que va por el camino acertado.
    –Pero eso no tiene sentido tampoco ya que autor y obra van
por separado, también conozco autores clásicos y contemporá-
neos que eran pésimas personas, unos ineptos y fascistas, pero
sus obras genialidades únicas que traspasan sus pobres e insig-
nificantes existencias.
GRAFISMOS DE WATERLOO                     53

    –Ese quisieras ser, ¿verdad? –Crystal se sienta algo quejosa,
le duele al apoyar sobre el piso duro y frío. Por la rendija de la
puerta corre algo de viento.
    –¿Qué le duele?
    –La vida.
    –Eso es imposible, no puede contestarme así, no tiene porqué.
Amo despertar, aunque por momentos cuando camino y me de-
tengo no comprenda exactamente qué significa existir, y mucho
menos qué es la realidad. ¡Pero me gusta no comprender, porque
existo al hacerlo!
    –¡Es fantasía! –exclama ella.
    –Es mi mente –calla él.
    –Es fantasía –propone Crystal.
    –Son mis ideas –concluye el autor.
    –No lo creo.
    –¿Ha leído algún libro mío?
    –No, no me interesan sus libros, he visto una foto en la contra-
portada y sus ojos me inspiraron algo que no puedo explicar.
    –Es su mente, es fantasía –sonríe.
    –No, ¡no lo es! –grita Crystal encolerizada.
    –Entonces, ¡lo mío tampoco!
    –Bien, muy bien, estamos de acuerdo, pero me deja terminar.
Supe entonces luego de ver sus ojos que tenía que conocerlo
antes de que me vaya, no me pregunte el porqué pero estoy aquí,
fue algo difícil poder lograr tener su dirección y luego viajar, hasta
reunir el dinero fue tarea complicada, es que soy muy pobre.
    –Es una historia muy barata, de esas que vienen en las edicio-
nes pequeñas de bolsillo o en los supermercados.
    –Puede ser, pero es mi historia y no lo pienso de esa manera,
lo vivo y ya –dice con suficiencia.
    –Bien, muy bien.
    –Bien –dice terminando el juego.
54                        ELBIO APARISI NIELSEN



    El silencio lo absorbe todo y hace que el pequeño sonido de la
rendija y el viento sean protagonistas por unos instantes. Crystal
se acomoda, su piel la tiene dormida de estar en la misma posi-
ción, ahora apoya su mejilla derecha contra la puerta marrón os-
cura. Alguien abre otra puerta marrón y echa a andar, se percata
de que Crystal existe.
    –¿Necesita ayuda? –pregunta algo pasmada la colindante.
    –No, muchas gracias, estoy descansando, tranquila estoy muy
bien. ¡Y tutéame que no soy tan vieja! –dice mientras acomoda su
pelo.
    –Bueno, me iré que llevo el tiempo detrás mío, ¡me esperan
mis hijos en el colegio!
    –Bueno, ¡hasta luego!
    Él, oye todo desde el otro punto, siente que a ella le duele que
no la tutee y comienza a hacerlo.
    –Si no te importa, ¿cuántos años tienes?
    –Cuarenta y tres.
    –¡No lo aparentas!
    –¡Ni tú! –echa a reír a carcajadas.
    –Bueno ahora te ríes de mí sin tapujos.
    –Claro, tengo mucho frío –frota sus manos.
    –¡Si quieres que abra la puerta estas muy equivocada!, no le
abro a nadie desconocido –contesta desconfiado.
    –Pero ya no soy una desconocida.
    –Lo eras hace un rato, igual pensándolo bien no le abro a na-
die hace años, eso es algo triste, ¿no?
    –¡Sí!, es tan triste como ser una infortunada mujer enferma.
    –¡Eso es trágico!
    –Es que, ¡lo es realmente! Créelo, es muy difícil sostener las
ganas de caminar, de levantarme por las mañanas y creer que
hay algo más que esto.
GRAFISMOS DE WATERLOO                   55

      –No creo que haya nada, pero es bonito pensarlo, lo veo como
la literatura, nos enamoramos de las ideas y las hacemos un mun-
do. Y un grano no es una playa.
      –Es muy real lo que dices –tose fuerte mientras termina.
      –¿Crystal te encuentras bien?
      Ella tose todavía más fuerte.
      –¡Sí! algo mareada, pero bien. Cuéntame algo, así puedo
tranquilizarme, suele pasar durante unos minutos.
      –Hace unos instantes transitaba mientras pensaba en la cama,
que caminaba por las calles de mi ciudad natal, seguramente no
lo sabes pero soy de otro país, vivo hace años aquí pero sigo sien-
do de allí, aunque mi descendencia sea directamente celta, igual
eso no es importante. Pero en esos momentos mientras caminaba
recordaba lo que soñaba cuando era un adolescente soberbio,
pensaba en comerme el mundo de un mordisco y ser un Borges
mejorado, pensaba que el éxito me daría mucho dinero y que sería
feliz. Mis padres al verme tan aficionado a Borges me regalaron
la colección completa y la leí casi toda, memorizaba momentos y
repensaba lo que planteaba en sus libros, luego escribía copiando
el estilo y me encerraba días pensando en el Aleph. Pienso hoy
en día que era genial ser ignorante, ser tan puro e inocente. Me
gustaba enamorarme de mis ideas.
      –Eso es muy profundo, algo profundo, ¿crees haber perdido
todo eso?
      –Sí, sin dudas perdí el amor a los sueños, a pensar vidas y no
vivirlas, simplemente soñarlas. Quería ser escritor y hoy lo soy,
pero no como quería y me siento totalmente fracasado. Estoy lejos
de todo lo que quise algún día, incluso comencé a escribir libros
simples, para que todos me entiendan, para poder ganar dinero,
y me va de maravillas porque logro lo que me propongo, pero no
me llena para nada. Me llaman todos los días personas que quie-
ren hablar conmigo sobre mi obra, sobre mi vida e historia y no
puedo con todo eso, no quiero. Pero parece que eso alimenta aun
más mi popularidad ya que se imaginan mil personas distintas a
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mí. Hay días que cojo el teléfono, y me quedo mirándolo minutos
pensando en hablar, pero no puedo, aquí estoy genial, solo con
mis libros y la playa.
     –Eso no tiene sentido, yo no leí tus libros, ni pienso hacerlo,
pero se como llenas a tus lectores, como les das horas de olvi-
do. Hoy no es el día de las confesiones extraordinarias, soy una
persona simple que no lee ni tiene nada en la vida, pero puedo
decirte que alguien que fue muy importante en mi vida sentía que
tú le dabas vida al leerte. Llenas a los demás, pero tú, ¿qué?
     –¿Yo? Nada Crystal, creo que ya no quiero hablar de esto.
     –Eso es muy malo, dime qué piensas.
     –Nada, déjalo.
     –Por favor dime.
     –No te pongas pesada por favor que no quiero hablar. Cuén-
tame que decía esa persona al leer mis libros.
     –Sonreía, hablábamos por horas de lo que pensaba, siempre
me decía que quería escribir, pero no podía dejar de leer para
hacerlo, era un hombre único, con un mundo interior exquisito, de
inacabable cultura. ¡Y tú eras su Borges!
     –No lo creo, eso es un comentario para llenar el vacío, o para
sentir complicidad o amistad y cercanía conmigo.
     –Duele lo que dices.
     –A mi me duele más la mentira. ¿Cómo se llama?
     –Se llamaba Jon, y se murió soñando ser un mundo en un
papel.
     –Qué raro, yo soy un mundo de papel dentro, tengo tantas
biblias dentro como Alejandría. Crystal, ¿me perdonas?
     –Claro, siempre perdono, tienes que reconocer que la insegu-
ridad es una muestra de dolor acorazado, ¿Por qué lo tienes tú?
     –Porque la vida me los puso y no quiero estar desnudo, así
dentro de estos metros cuadrados puedo contener mi rabia y de-
jarla en el papel, para que otros se llenen de mí. Como tú dices.
GRAFISMOS DE WATERLOO                     57

    –Esto no existe.
    –Sí existe, Crystal, todo tiene sentido.
    Ahora tiene una silla con su respaldo contra la puerta, mira el
techo suspirando, ella sigue inmóvil y dolorida, cree sentir algo nue-
vo, una sensación que recupera luego de mucho tiempo, sonríe.
    –¿Sabes? Creo entenderte, pero no comprendo por qué sigo
tirada aquí.
    –Porque sabes que no puedes entrar, no lo permitiría.
    –Estás mal, no ganas nada siendo así, tus historias son mucho
más interesantes, no entiendo como alguien que escribe tan bien
pueda ser como tú.
    –Suena como si hubieses leído mis libros, ¿acaso esa persona
cercana eras tú?
    –No, pero sé de lo que hablo.
    –Es que no entiendes que mi vida dista años luz de mis obras,
no asocio vivir con escribir, es otro mundo al que no puedo sumar
a mi realidad, eso es lo que me duele más. Los elogios son una
mierda, perdona la expresión pero no son más que palabras y a
mí me alimenta sentir el frio del viento junto al mar. La perpetuidad
de mis obras y lo que generan no es mi problema, no sé porque
hablo contigo si no me entiendes.
    –Claro que entiendo lo que dices, estoy muriéndome y la
sensación de tiempo es lo que más me tiene ocupada, todo se
viste de algo que no es una realidad, se que el tiempo ya no es
una variable perdurable, mi tiempo se fracciona a miles de horas,
no miles de días, eso da un carácter muy distinto a mi realidad.
Yo no sé que es morir, ni quiero pensarlo, pero la sensación de
abandonar mis pensamientos, mis recuerdos para que sean lue-
go energía dispersa e inútil me hace sentirme nada en mi aquí y
ahora. Se me anuda el estomago de pensarlo. Cuando escribes
seguro tu tiempo es distinto, ¿verdad?
    –Es una apreciación vaga del tiempo, pero es real. ¡Sí! Dejo
mi vida en ello y no lo comparo con nada. Bueno, sí, lo podemos
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comparar con una película, pero solo por momentos, cuando rela-
to, luego cuando los personajes hablan se convierten en personas
vivas que se expresan y es cuando los escucho y me olvido de
mis dedos, solo los escucho como hablan. En ese caso seríamos
en estos momentos personajes de alguien que nos escucha y no
piensa en sus dedos. Me encantaría pensar que todo puede ser
así, un hombre de unos treinta años o menos, escribiendo con su
portátil en un bar vacio, vestido de negro y escuchando música,
bebiendo Coca-Cola, sintiendo que es distinto creando este mun-
do, no me lo creo.
     –Cree en que me duele mucho el cuerpo.
     –¿Aún más?
     –Creo que sí, siento mis huesos, como se rozan y se astillan.
     –No es posible sentir eso.
     –Es la sensación. ¿Tienes algún calmante?
     –Sí, tengo lo que bebo cuando me duelen los oídos, es un lí-
quido fuerte y amargo pero te hará olvidar un poco que tienes un
cuerpo además de tu talento.
     –Por favor, si quieres no abres la puerta, por debajo pasa per-
fecto sin necesidad de abrir.
     –Bien, sólo tardaré unos minutos.
     Pasan los minutos, es decir, pasaron mientras él buscó en su
cajón de medicamentos.
     –Toma –deja deslizar por debajo de la puerta una pequeña am-
polla de cristal–. Ten cuidado al romper la punta. Mejor, cubre tus
dedos con la ropa que tengas, así no te cortas, es lo que menos
quiero que pase.
     –Tranquilo, no es la primera vez que bebo una de estas.
     –Bueno, mejor así.
     Siente cómo quiebra el cristal, suena distinto a un cristal nor-
mal, estos tienen algo que lo hacen menos ruidoso y peligroso,
pero igual cortan.
GRAFISMOS DE WATERLOO                   59

     –¿Y, Crystal?
     –¡Ya está!, a ver cuándo me hace efecto, igual es curioso, me
siento más animada, siempre que bebo algo me animo al instan-
te, como si mi dolor supiese que bebo esto, eso me hace pensar
que deposito mi mente en esta receta mágica, yo que sé, lo de
siempre, de los cuentos que me leían de niña.
     –Siento que ya podemos dejar esto, estoy algo aburrido.
     –¿Por qué lo dices?, solo me dolía algo y me diste lo que me
quita el pesar.
     –Es que ya no quiero hablar más, estoy algo aburrido, y no
tiene mucho sentido seguir con esto. No hay escritor detrás de
esto, ni nada, somos nosotros dos sintiendo que es especial tener
una conversación rara y sin sentido.
     –Para mí tiene mucho sentido, fui yo quien le dio el sentido a
esto.
     –Estás equivocada, hablamos porque yo quise comenzar a
hablar y no tiene que ver con que seas Crystal, ni siquiera sé si tu
nombre verdadero es Crystal o María; pero eso me da igual, no
me aporta nada.
     –Eres muy egoísta.
     –No, es que quieres que abra la puerta y no lo haré, por nada.
No quiero que me veas.
     –¿Qué traes? Ropa interior de mujer, seguramente.
     –Soy muy masculino.
     –Seguramente, te acuestas con todas las mujeres que entran
al piso, significa entonces que con ninguna.
     –Eso duele.
     –Es la idea, pero no me mal interpretes, no sé nada de ti, más
que lo poco que escriben en revistas y libros.
     –Cree lo mínimo, básicamente no hay diferencias entre un
periodista y yo, mienten más que hablan e inventan más que sue-
ñan, ven cosas que no existen y las cuentan. Pienso a menudo en
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juzgar ante juez y tribunal a esos malditos, pero paso de todo, no
quiero hacer mas mediática mi vida, porque sin aparecer lo soy,
imagino que hablando será peor. No hay nada más humano que
la curiosidad y el misterio.
    –Somos humanos, muy humanos, de hecho me duele el cuer-
po, un poco menos que antes. Tienes razón en no querer hablar,
yo juzgaría eso, el derecho a la privacidad es único y no se puede
corromper.
    –¿Por qué mueres?
    –Eso no importa, puedes saber que envejezco más que tú, por
eso hablaba del tiempo y mi percepción, es que vivo como en las
películas prefiero evitarme las partes aburridas.
    –Pero hablas conmigo y te das el lujo de derrochar tu tiempo
con silencios.
    –Es verdad, pero lo vales –caen sus lágrimas de dolor.
    –No lo creo –cierra sus ojos avergonzado.
    –Créelo, tienes que valorar algo mas lo que regalas, permítete
regalarte algo nuevo –se limpia mientras.
    –Han pasado los días de regalos.
    –Al igual que a mí, pienso que mi último regalo es esto –cruza
los brazos haciendo mucha fuerza.
    –Eres algo trágica.
    –No, soy algo realista, se que después comprenderás lo que te
queda y que seré un musa inspiradora para tu nueva creatividad,
seguramente viviré en alguna novela que publiques, siendo un
personaje viviendo otras cosas.
    –¿Serías feliz así? –pregunta sonriendo.
    –Más que ahora, luchando con querer conocer a un inspira-
dor, a una fe viva. Creo que así transgrediré el tiempo de todos y
compartiré un asiento en algún autobús de ida a la universidad o
la arena cálida de una playa, siendo esas letras quietas y negras
que todos leerán, porque tus libros seguirán siendo obras únicas
y tu un ser inseguro, arrogante y vital.
GRAFISMOS DE WATERLOO                   61

     –No sé que seré –bosteza amargado, como si recordase toda
su vida en un Aleph, punto cósmico que adora y le recuerda sus
principios, antes de todo el dolor.
     El silencio nuevamente acaba con las palabras.
     Añora la lectura en tren a la universidad, era su metrópolis
la literatura, era aire y olvido. Borges lo elevaba al cosmos sos-
teniéndolo con la mano libre de bastones, era su mejor amigo,
un padre, un guía único. Se pregunta porque no volvió a leer sus
libros, esos que lo hacían creer en un futuro duplicado, junto al
mismo por dos.
     Se funden los pensamientos, se confunden las almas, las dos
almas que se sostienen sobre una puerta color marrón oscuro.
     Continúa el silencio sepulcral.
     –¿Crystal? –se extraña, siente que le duele el estómago, siente
nauseas, saliva mucho y caliente–. Voy al baño y vuelvo –vomita
sintiendo esa presión horrible en la nuca y el estómago al con-
traerse. Lloran sus ojos porque le duele la cabeza y el estómago
aún más, arquea con espasmos. Su mano izquierda se apoya
sobre el inodoro, tose fuerte vomitando la sopa de verduras, se
mancha la mano derecha y llora de dolor.
     –¡Ay, Dios! –exclama sobre lo bajo. Termina por expeler unas
verduras mas, suelta la cadena, el agua lo acarrea casi todo. Re-
coge el resto de restos con un trapo sucio del piso.
     Vuelve algo más entero.
     –¿Crystal? –nadie contesta, mira por la mirilla que nunca mira
y no ve más que la escalera y el ascensor. Sujeta su abdomen,
no se ha recuperado tan bien
     –Querrás que abra la puerta para verme –lo piensa fríamente,
abre lentamente, ya no le importa.
     Yace sobre el suelo blanco, inerte, no respira. Sus ojos están
abiertos intentando ver. Es mucho más bella de lo que pensaba,
le gusta su nariz y su pelo, se arrodilla sosteniendo la palma de su
mano en la boca, tapándola entera, sostiene su aliento, acaricia
su frente, recuerda el color de sus primaveras sin ella.
62                       ELBIO APARISI NIELSEN



    Recuerda su voz y el momento en que vomitaba pensando en
Dios por lo bajo, siente vergüenza de si mismo, mira el piso blan-
co impoluto, recuerda las palabras de Crystal e instantáneamente
resume una vida en un punto de Aleph mental, nunca imaginó ver
una mujer tan bella muerta en su puerta.




“El Horizonte se ha tendido como un grito a lo largo de la tarde”
                                                     NORAH LANGE
Sonríe, hay más letras
                       Berg

              Der Anco, cura
BERG




     Toma la copa en plena oscuridad, se que Berg aún me mira
fijamente, el cuarto está oscuro, sabemos que hay, a nuestra iz-
quierda, un mueble del siglo XVII, de Inglaterra con detalles muy
finos, dos cajones con algo dentro que nos olvidamos.
     Frente a nosotros, el sillón versión italiana de uno inglés del
siglo XVIII, junto a él y continuando al frente nuestro un piano
vertical, con la tapa abierta y el do central pulsado al igual que el
pedal izquierdo tercero.
     Nuestro piano es negro del siglo XX, el piso es de madera bri-
llante por la cera, la ventana está cerrada pero sabemos que da a
San Pedro dentro de la gran plaza central. La estufa de hierro nos
mantiene a temperatura, es el único ambiente que nos interesa.
     Berg continúa mirando fijo, ahora se levanta, no sabemos qué
hacer, él es muy alto y tiene mucha fuerza, lo sabemos porque to-
dos los días lo vemos frente al piano pulsando todas esas teclas,
58 de ellas, y nos quedamos en vez de hacer el trabajo admirados
por tanto talento. Berg se viene encima nuestro y solo vemos el
mueble hermoso con sus dos cajones y de pronto sabemos que
contiene, hacemos un paso lateral pro impulso y lo tomamos
sin permiso, él solo está por llegar con su rostro desfigurado en
odio.
     Nosotros solo cerramos el puño, apretamos bien con las dos
manos eso y esperamos que llegue.
DER ANCO, CURA




    Avier espera sentando en el banco de madera oscura, sos-
tiene sus gafas mirándolas, queriendo descubrir cómo ver las
hormigas con el aumento de los cristales.
    Aura llega y se sienta junto a él.
    –¿Qué ha pasado? –agrietando las ultimas vocales.
    -Lo he dejado tirado en el contenedor, no creo que pueda vivir,
no pude hacer nada, lo he dejado casi sin aliento.
    -Pero has hecho todo lo posible, ¿verdad? –Avier coloca sus
gafas en sus ojos, donde siempre.
    -Claro, siempre doy todo lo que puedo de mí, no sé si ha sido
suficiente –Aura parece no interesarse en lo sucedido.
    -Dame un beso. Hace tiempo que no nos veíamos –él quiere
mirarla de cerca.
    -No, no quiero, hay muchas personas y tengo mucho calor,
estoy muy cansada como para dar energía, no te enojes pero
quiero compartirme conmigo misma.
    -Nada, déjalo, no es nada.
    –¿Cómo va tu libro?
    –Bien, hoy pude poner algunas trabas, siempre intento derrotar
al principal, pero siempre elude lo que impongo, y se hace más
y más largo el libro, como si no quisiese morir, o dejar de tener
nuevas experiencias, yo sé que en un momento terminará, muerto
o a punto de morir, y el final de la novela será pronto, tengo mucho
cariño por él, por eso lo dejo que sueñe con posponer lo inevita-
ble, al menos mi personaje es feliz avanzando.
GRAFISMOS DE WATERLOO                     67

     –Tienes que matarlo, la editorial espera y siempre haces lo
mismo, al final se leen menos tus obras, son muy largas.
     –Eso me mantiene vivo, queriendo ser un escritor desarrolla-
do, longevo –Avier toma su sobretodo y comienza a caminar, ella
lo imita. El mar tiene un oleaje dantesco, el cielo se hace gris y
más negro que antes, el viento se enfurece. Se detienen justo en
medio del camino a la estación de autobús, es un paseo dotado
de hermosura–. Están buscándote, sabes que tienes que irte –la
sujeta con fuerza del antebrazo izquierdo–. Están detrás de ti y no
puedes eludir tu destino, ellos saben quién eres.
     –Todo lo hago por mis propios medios, nadie me ayuda y tú y
esos maderos insulsos pueden irse a la mierda.
     –No sabes lo que haces, has deshecho la vida a tu antojo y no
sientes nada más que odio
     –Aura, lleva este sobre y viaja lejos donde ni yo pueda verte,
no quiero más.
     –Tú y tu libro pueden descansar en paz, ya no quiero tus
sermones diarios, mi causa tiene un efecto en el tiempo, todo
irá comportándose como lo deseo, tengo claro mis principios, ¿y
tú?
     –Aura, no puedes comportarte así, todos te han dado su vida
para que puedas rehacer la causa, pero de una manera más jus-
ta, la sangre nos ha enseñado a no cometer más estupideces, y
lo primero que haces es matar, dejar morir, como prefieras.
     Alguien vigila detrás de la vegetación, tiene el disparo certero,
solo espera la señal. Se oye un estruendo presuntuoso, podría ser
cualquier cosa. Han dado en su frente y la sangre ha pintado el
rostro de Avier, sus gafas miran el suelo, las sostiene como antes
comprobando el aumento, ella está muerta y las hormigas hacen
su camino al mar.
     –¿Te encuentras bien? –el uniformado presiona su brazo com-
probando si está en su sitio.
     –Muy bien, acabo de comprender la muerte.
EL




    Concurren estos a mí como si nada hubiese pasado,
    Rompen los vidrios del apartamento, me corren, me atan.
    Me dejan dormido,
    No sueño y no me importa mucho abrir los ojos.
    Alguien cae por el hueco del ascensor, un nene me grita en
el oído.
    Explota un globo que suelta por temor.
    La madre me toma de la mano para que reviva,
    El humo toma toda la habitación,
    Es un desierto muy duro,
    Y dormido aún más.
    Me ahogo porque es normal ahogarse con humo, este tiene
olor a plástico.
    Toso pero no abro ningún ojo.
    Llora la madre, el padre aparece heroico,
    –Tienes que ayudar al hombre mi amor.
    –No hermosa no puedo tenemos que salvarnos déjalo, ya está
muerto.
    -¡Sí! estoy muerto váyanse no me molesten más con esto de
salvarme.
    El nene llora y se aleja el llanto.
    Escucho entonces una voz femenina que tose.
    –¿Tú también te haces el muerto?
    –Sí –respondo.
GRAFISMOS DE WATERLOO                 69

    –Bueno, un gusto conocerte.
    –¡El placer fue mío señora!
    Arde el apartamento, ella arde primero, la escucho morir, una
llama toca mi pelo.
    Supongo que nadie tendrá ganas de molestarse.
“JE SUIS ET CERF”




    –Tócame la parte donde todo cae, ciervo, mira mis patas como
sudan.
    Y las hormigas quieren hacer su trabajo, no es más que un
dique insostenible de lava.
    Cae la estrella cerca.
    –Toca mi golpe certero a tu amor.
    –Dije enamora mis dolores, golpéalos más que solo quieren
sobrevivir.
    El estruendo llega desde lejos, un golpe expansivo, fue algo
fuerte, su rostro acompaña a la sangre que quiere escapar de su
envase.
    –Ahora que nos dejan solos, por favor solo hazlo ahora.
    Pican las aves mis órganos, porque podría ser Prometeo y la
caja abierta de...
    La estrella gira y recorre la tierra, mientras ilumina, solo le
queda eso... ¡Un artista del hambre!
    –Mátalo entonces maldito, tus patas serán tus raíces, no me
dejas mas opción...
    Llueven nueve copos de nieve sobre su mano, la deja inerte
sobre un tronco húmedo repleto de hormigas.
    Toca mis partes ciervo o ¿no piensas morir?
El último vértice
INERME




    Soy primitivo como el anaquel de la casa en Distrito Federal, o
como la madera blanda pero longeva de mi bastón. Pues, tengo aun
más ejemplos, como el violín de mi hermana o la viga principal del
caserío de Amurrio en el monte que limita con La Rioja alavesa.
    Paco estaba muy acertado aquel día en el campo de Benavi-
dez, sentenció mi futuro como un brujo alquimista del medioevo.
No dudó un instante en decirme que sería un contador de menti-
ras agraciado por la vida. Recuerdo enojarme y dejar la comida
que nos unía, él era mi tío, uno de los hermanos de mi padre.
    –¿Pero no sabes que ser escritor es ser un solitario, uno solo
en la vida? –otra sentencia innegable venida de otro familiar, algo
incauto.
    –Primero tienes que leer, leer a los clásicos, aprender cómo
cuentan sus historias, luego vivir mucho, palpar la vida y si eres
algo bueno, escribir –un primo vendedor de algo. –¡Ah!, y córtate
un brazo, como Cervantes.
    –Eres bueno con el dibujo, eres un arquitecto nato, puedes
dedicarte como una afición secundaria, piensa que hoy en día no
da dinero la literatura, es un mundo muy difícil y hay que luchar
mucho –ese era mi padre enamorado de mi posible profesión.
Nunca me habría dicho que era pésimo escribiendo, incluso vién-
dome chocar con la realidad fuera de mi habitación.
    –No tengo ningún problema en firmar mis libros, ni de hablar
de mis ideas, prefiero cambiar de charla, porque sería muy profun-
do hablar de mí –algo soberbio, con una pisca de hormonas–. Ya
leerán lo que hago y podrán criticar, pero es el camino que deseo,
y no digo que también quiero ser director de cine, me sacrifican
el alma de solo decirlo.
74                       ELBIO APARISI NIELSEN



    –No es así, eres joven y sabrás lo que quieres, no hagas una
discusión absurda, te queremos y queremos lo mejor para ti, igual-
mente tienes razón, míranos, trabajar en la industria textil no es
mejor, ni echarte media vida en una empresa, ¿sólo por dinero?
Nos vendemos por tiempo, seria genial vendernos al mejor postor
en lo que somos útiles.
    –Soy parte de otra generación, aunque no me acompañen
confío en que la cultura me de vida, al menos –dije.
    –Es muy idealista, algo comunista y sabes que tu familia es
un pequeño partido político no oficial. Todas las ideas, tienen algo
comunista, no se puede evitar.
    Era verdad, otra vez, era un crio y podía sentir que mis ideas
valían más que el tiempo y las alegorías filosóficas de aquel gran-
de vislumbrado. ¿Qué puedo decir?, si mis dedos aquí mismo
me duelen por la artrosis avanzada que me aqueja, ¿qué puedo
sentir?, si mi alma fue castigada por lo mejor.
    –Corre, dame la mano que me caigo, ¡amor esto es único! –es
ella, echo de menos su juventud, y la mía, en esos momentos.
Estábamos en la montaña en algún lugar remoto de Escocia, el
mar inquieto nos unía fríos de cuerpos.
    –¿Puede ser algo tan hermoso? –me miraba siempre igual,
al borde del estrabismo–. No tengo palabras para ti, siempre me
sucede lo mismo –solía ponerme muy nervioso–. Lo escribes
luego, quiero más palabras, no me alcanzan –le gustaba mucho
sinceramente, y más le gustaba como le escribía, simple, directo,
sin los preámbulos verbales de quien quiere ser buen autor.
    Ya no escucho Jazz, y al piano lo tengo frente al ventanal del
salón, solo y abrigado por la manta que me regalo ella.
    La doméstica prepara una buena comida, quizás emulando
lo anterior, por mi sugerencia al contratarla, cuando aun podía
ver y reflexionar sobre lo que iba a decir, me cuesta la vejez, aun-
que en las letras todos somos iguales, seres de mentes, nuevas
mentes y mundos que dependen de cuántos libros se abran. No
quiero relacionar el futuro con el tiempo que resta, no pretendo
escribir tan bien como lo hacía, ni mucho menos ser quien intente
GRAFISMOS DE WATERLOO                   75

ser toda mi vida. Leer algunas horas de un desconocido es algo
atrevido y peligroso, al menos para mí. Nunca fui capaz de leer
una novela porque me la recomendaron, siempre mis libros fueron
apareciendo en mis manos, y supe dentro de mí, cual leer y en
qué tiempo leerlo. Era oler sus páginas y mirar las hojas, leer el
prologo y enamorarme poco a poco del autor, de su vida. Nunca
pude conocer esos clásicos interminables, incluso durante con-
venciones he pasado muchos momentos eternos de vergüenza
porque no conocía un libro popular, nunca fui popular, bueno solo
con Borges, sus tigres, espejos y puntos cosmogónicos.
     –En el análisis de la batalla de Waterloo... –me hablaban siem-
pre de lo mismo, hacían análisis de textos en el aire, como si yo
tuviese que recordarlo todo.
     Solía beber mas vino de lo normal en mis presentaciones para
aliviar la pena de enfrentarme al exámen a cielo abierto que era
cada una de las preguntas formuladas por expertos de la materia.
Odiaba decir cosas interesantes, tener que satisfacer la necesidad
de escuchar con atención cada idiotez que se me ocurría de la nada.
Era una novela nueva en cada respuesta, lo sabía, pero luego no lo
recordaba. Solía entretenerme con las miradas de las primeras filas,
ver que pretendían, a que aspiraban, y sonreír. Bebía mucha agua
para atenuar las variaciones que dan el alcohol y los taninos.
     –Agradezco el premio a mi novela en principal, sin ella yo
no sería nada, y mi existencia se deshacería en este escena-
rio. Luego reconocer a quienes me soportan día a día, en esos
encuentros con la locura que solo aguanta mi mujer, al abrigar-
me mientras escribo en las frías noches de otoño y hacerme
caricias cuando dejo todo por estar más en la ficción que en la
realidad. Los oyentes casi siempre se reían porque esperaban
algo nuevo e impresionante al agradecer, pero siempre me re-
ducía a lo mismo, recordar a todos que en mi casa está el rotor
principal de mis motores diarios. El que hoy ya no me acompaña
y nada suple.
     Es triste hablar de uno mismo, reconociendo que pueden ser
las últimas páginas de un autor casi extinto. Debo reconocer que
76                       ELBIO APARISI NIELSEN



mis árboles me dan energía cuando se mecen por sí solos que-
riéndome animar en esas tardes de infusiones constantes, senta-
do frente al ventanal enorme que da a mi campo de flores y pinos.
Me recuerda cuando los abuelos de un homónimo abrazaban
por última vez sus árboles agradeciéndoles todo lo que le dieron
durante sus vidas. Puedo decir que la vida me ha recompensado
al darme la naturaleza que me rodea, y puedo rebozar de vida
por momentos al sentir que algo existe más allá de mis piernas
rotas, por marchitarse mi cuerpo. Quizás hay más que dinero en
mi cuenta, hay horas de esperanzas por seguir existiendo.
    Una vez leyendo el libro autobiográfico de un americano rico
supe que él era un ganador en la vida, porque había logrado fu-
sionar la estructura narrativa clásica junto a un halo de misterio
único, pero muy diluido. Supe que no tenía que complicar mi exis-
tencia intentando decirlo todo de una manera inextricable, sino ser
amigo de los lectores y ofrecer el momento de exploración que
han perdido, estando tan estables de casa al trabajo y del trabajo
casi todos los días a casa. Obviamente tuve que comprender que
todo el mundo no escribía, y que merecían leer algo interesante y
anecdótico para poder trasladar esos nuevos pensamientos a sus
congéneres y así ampliar mi campo de traslación de pensamien-
tos, junto con los suyos al transformar mis palabras en su pensar
unilateral. Así avanzamos siempre, una idea por arriba de otra
nueva idea, perfeccionándonos, es algo extraño poder nacer en
la época de la inflexión humana, ya que ver la naturaleza es el pri-
vilegio para unos pocos, todo es un simulacro de lo real. Vuelvo a
mis ideas iniciales, es hermoso poder acariciar las hojas del árbol
que me detiene en el tiempo, siempre que la cocinera me saque a
pasear unos minutos esos días que hay sol por unas horas.
    Me pregunto qué harás tú en estos momentos, pensándome
como un anciano en una silla de ruedas, soñando con el pasado,
difuminando ideas del pasado.
    Si continuas, significa que eres honesto contigo y conmigo,
ya que no me gustaría contar parte de mi alma a cualquier ser. Es
cuando me siento nuevamente joven, aunque duelan mis dedos.
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Grafismos De Waterloo

  • 1.
  • 2.
  • 3. Grafismos de Waterloo Y otros relatos
  • 4.
  • 5. ELBIO APARISI NIELSEN Grafismos de Waterloo Y otros relatos EDITORIAL DUNKEN Buenos Aires 2009
  • 6. Aparisi Nielsen, Elbio Grafismos de Waterloo: y otros relatos. 1a ed. - Buenos Aires: Dunken, 2009. 120 p. 23x16 cm. ISBN 978-987-02-3646-7 1. Narrativa. I. Título CDD 863 Impreso por Editorial Dunken Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300 E-mail: info@dunken.com.ar Página web: www.dunken.com.ar Hecho el depósito que prevé la ley 11. 723 Impreso en la Argentina © 2009 Elbio Aparisi Nielsen e-mail: elbiomail@hotmail.com ISBN 978-987-02-3646-7
  • 7. PRÓLOGO Las primeras palabras de un pequeño mundo interno. Detrás de toda la piel se encuentra el universo sumergido, las millones de variaciones que realizan nuestros movimientos neuronales. Hay electricidad, siempre la hubo, traslada las ideas, tocando todas las neuronas posibles, fusionando y corrigiendo, creando y recordando. Detrás de la piel hay anatomía, hay misterios que no hemos conocido aun, hay tanto diseño genético anterior como reseñas de una evolución. Hoy me he levantado, me he duchado, me he mirado a los ojos en un pequeño espejo manual y me he determinado borrar el anterior prólogo, ese que intentaba explicar todo el libro con pequeñas palabras. Noviembre de 2007
  • 8.
  • 9. A Daniela Buffa, el amor de mi vida. Julia C. Aparisi Nielsen. A mis padres y hermano, a Teo. Y a los que están sonriendo en el aeropuerto, Esperándome.
  • 10.
  • 11. Kurt, el incompleto
  • 12.
  • 13. La portada del libro es algo arriesgada, Kurt piensa que quizá no es lo que realmente quiere, algo en la fotografía no termina de convencerle del todo. Días anteriores el editor le propuso dejar de ser tan inconsistente y relajarse en alguna de las fiestas de la editorial. Las novelas pueden ponerle de lo más nervioso y las críticas aún más, le cuesta tanto esfuerzo poder encontrarse con sus his- torias que al final el resto no son más que insoportables momen- tos, de los cuales no quiere ser parte. Claramente es un éxito. (Me encantaría contarles la historia de Kurt y el viaje al interior de Oxford, eso será historia de quienes hablen de lo que a mí me irrita. Soy algo más que un simple escritor de escritores, puedo ser él). El camino al origen –¿Quién es el que impide un escabroso final para el persona- je? –le cuestiona un joven periodista de traje. –La demagogia es unos de los puntos presentes, todos so- mos parte y no hacemos más que mirar a un lado, ¿qué clase de preguntas hacen aquí? –harto de las interrogaciones se levanta golpeando el micrófono y dejando a todos los periodistas con las manos flotando. Más de veinte preguntas restan al menos, Kurt solo quiere irse, ya no soporta la presión injustificada de tener que vender sus libros, nunca pensó en tener que realizar doble esfuerzo, demasiado hace por sí mismo al escribir. En el bar.
  • 14. 14 ELBIO APARISI NIELSEN –¿Qué clase de idiotas contratan en las cadenas de televisión?, odio responder como si supiera, odio explicar, no tengo porque contarles que es lo que siento y pienso a miles de personas fren- te a una mierda de caja, ¡no comprendo cómo pueden depender tanto de esa puta caja! –Kurt tienes que saber que es tu deber, firmas un contrato contigo mismo, con la firma que vende tus libros, es una estupidez lo que haces, incluso es tan estúpido que vende aun mas, ¿no quieres aparecer y regalar tiempo?, pues deja de hacer el tonto y contesta las preguntas y luego te recluyes donde quieras, me da igual, eres un puto cliente para mi, está claro –dice su editor. –Vete a la mierda Jordi, paso de ti y de las compañías. –¡No pasas una mierda!, porque eso es lo que sustenta todo el día de no hacer nada más que escribir. –¿Qué?, piensas que solo vivo para escribir, ¡idiota!, deja ya, no se para que salgo de mi casa, diles a esos hijos de puta que me hagan los juicios que quieran, no pienso volver a contestar una pregunta más. Jordi acomoda su corbata, la camarera recoge los platos se- mivacíos, ella lo mira, lo reconoce: –Si no le importa, ¿por qué escribe tan bien, es tan sensible y cuando habla es tan descortés? –su sonrisa no deja de contener una imagen de ira, pero dentro, mantiene la formalidad. –¿Qué?, ¡yo alucino!, perdona, ¿cuál es tu nombre? –se impo- ne, endurece su cuello y se enrojece su rostro. –Mi nombre es Nuria –dice frunciendo la boca. –Mira Nuria tienes cojones, o ¡un coraje enorme!, de hecho, ni yo hubiera tenido la cara de ser tan impertinente. –Por eso mismo –le interrumpe ella. Él sonríe revoloteando su cabeza hacia abajo y maldiciendo por dentro. –Vale, lo sabes, eso significa que sabes que es lo que te diré.
  • 15. GRAFISMOS DE WATERLOO 15 –¡No! –suelta ella. –Que te vayas a la mierda mujer. –Espera, no te levantes y hagas lo de siempre, deja que te diga algo –dice Nuria levantando la mano libre. –Nada bonita, no tienes idea de lo cansador que es hablar con personas desconocidas, y dar explicaciones a otra gente que ni veo. ¡Es una locura!, entiende por favor. –Ya lo sé. –No, no lo sabes, por Dios, sabes servir copas, cafés, eso sí sabes, ¿no? –algo arrogante deja un silencio de caras coloradas–. Eso, vete, que no tengo ganas de soportar más estupideces, no puedo entender que pretenden de mí, cuántas veces dije que no quiero que me molesten, porque la gente cree que va a encontrar a ese escritor del que se enamoraron, diles Jordi que es ilusión interior. –Jordi lo mira indiferente–. Voy a comer algo, pero aquí no, me voy solo porque estoy algo cansado de ti también, tú y tus manejos. Me odiarás seguramente. –Tengo mi vida después de aguantarte, tengo más clientes. –Esa hija de puta que copia películas, o el otro inservible que hace remakes, es que me resulta gracioso como defiendes siempre a los mismos, ten algo de dignidad, busca talento, no esos constantes escritores del dinero, no piensas por momen- tos que hay alguien con talento que pierde sus esperanzas por gente como tus clientes, que simplemente con dinero logran estar en la primera línea. No piensas en esos talentos cortan- do billetes, ¿no?, deberías Jordi, hay generaciones perdidas, pero puedes cambiar eso, con dignidad Jordi, con algo de dignidad. –Tus prioridades serán muy distintas a las mías, pero tampoco tu ayudas a nadie, eres egoísta, crees que tu vida vale por millo- nes, recuerda quien te ha dado la fama. –¿Tú?, es lo último que esperaba oír. –Kurt, déjalo, no sirve de nada, cada día es lo mismo.
  • 16. 16 ELBIO APARISI NIELSEN –Algún día en tu vejez te preguntaras algunas de las cuestio- nes de las cuales siempre son foco de discusión. Y no olvides nunca que como me vuelvas a levantar la voz te dejo en la puta calle –dice Kurt, hiriendo el orgullo de su editor. Camino Suelta el libro, ¡qué mierda de portada!, piensa mientras con- duce por la autovía directo a París. “No volveré a Villeperdue, me agobia ese hijo de puta, no soporto el hedor, es una mierda”, ha- bla consigo, suelta palabras libres mientras mezcla con canciones de la radio. Le duelen los ojos, no duerme mucho, estos últimos días fueron entrevistas, una tras otra. Coge el móvil mientras pul- sa el botón de los altavoces. –Cariño, estoy de camino, cenamos luego en el “Au Pied de Fouet”, ahora mismo hago la reserva, necesito verte –cuelga, la contestadora del móvil guarda el mensaje, ella termina su turno en unas horas. La autovía quiebra Villeperdue y sube hacia el norte Parisino, Kurt canta mientras remonta sus manos al aire, está radiante, sabe que hace lo que siente. Una de las curvas que rodea el aero- puerto de Le Boulay lo ubica frente al gigante aeronáutico, llegan y salen aviones de todos los puntos. Suena el móvil. –¿Si? –no sabe quién, no puede ver de dónde proviene el número, justo es una curva peligrosa. Pulsa el botón de los alta- voces. –Cariño, soy yo. –Hola, estoy en camino a París por la A-10, en unas horas estoy por ahí. Tengo muchas ganas de llegar. –Ya, con lo que has hecho no me cabe ninguna duda. No tie- nes que irte de las conferencias de esa manera, no vayas si no quieres, así levantas mas polvareda que un infante, ahora todos
  • 17. GRAFISMOS DE WATERLOO 17 hablan de ti, en los programas de la tarde, repiten una y otra vez los videos de tu conferencia, te transformas Kurt, no puede ser –ella es así, es tan natural por dentro y por fuera, no guarda pala- bras para los errores. –Es que no aguanto a esos pesados, siempre preguntando estupideces, ya no me quedan ganas de hacer esto. –Lo que sucede es que “esto” es nuestro sustento, o prefieres comer mierda nuevamente, ya no creo que quieras estar detrás de la línea, bien que te gusta beber sentado sin que nadie te ofusque. Tienes que citar al editor y hablar sobre lo que viene, así orde- nan un poco la agenda. Ahora vienes aquí, te quedas unos días y luego a promocionar, tendrás que sumar programas de tarde y noche, eso me hace mucha gracia e ilusión, mis compañeras del hospital te leen siempre y me tienen harta contigo –sonríe telefó- nicamente. –Soy así, un amor, bueno haré lo que me pides pero tienes que estar en punto en el Au Pied de Fouet, quiero cenar en paz y fraternidad. –No puedo cariño, justo hoy no puedo, deberías de avisar con tiempo, hoy tenemos una operación muy importante, un niño alemán necesita nuestra atención, está muy delicado, ha tenido un accidente con sus padres en la A-8 y ellos han muerto en el acto. –Pobre niño, no me lo creo, que pena, nada cariño, tranquila luego te llamo. –Deja que te llame yo, termino y hablamos, te quiero con el alma. –Y yo –concluye Kurt. La carretera vuelve a ser un poco más sinuosa que antes, solo un poco, pero él no tiene la capacidad de conducir a un mil por cien, es muy volátil. Solo piensa en el rostro de aquel niño que no conoce, lo construye y lo deshace intentando posar su resignación en la tristeza de ese crio, solo y con la muerte a su lado.
  • 18. 18 ELBIO APARISI NIELSEN Pasa fugaz la imagen de un infante arrodillado sobre su cama posando su quijada sobre sus manos y el alfeizar de la ventana de su habitación, mirando la calle, la gente y el sol de la tarde. Fue en la casa de sus padres donde compuso su primer libro, solo tenía ocho años. Obviamente con historias recompuestas de películas antes vistas. La sensación del calor del verano lo redujo a un escaso metro de altura, el arrabal era toda su recreación, sus colegas eran sus adeptos más fieles. Era un barrio del suburbio francés. Otra curva lo trae al móvil y este a pulsar el botón nuevamente. –¿Qué quieres Jordi? –alcanza ver el nombre y la foto. –¿Qué quiero?, me cago en Dios tío, eres único, seguro estas en la carretera, no viajas en avión porque eres un cobarde. –¿Yo?, nada de eso idiota, es para relajar mi viaje en coche, me gusta conducir. –Claro, y a Lisboa has ido en jet, ¿no?, anda no me fastidies, mira me han llamado por eso te llamo, por mí puedes estar en el Congo Belga o donde quieras, pues no quiero ver tu puta cara de reno sin cuernos. ¿O los tienes? –Vete a la mierda. –No tienes más palabras, ¿no?, pero se te da bien esto de es- cribir, yo no entiendo a la gente, como puede leer las chorradas que escribes, eres tan vulgar. –Sí, lo soy. Soy algo más que eso, soy el que vende los libros, y tú el que gana mucho menos por promocionarlos. –Deja ya de ser tan pedante, mañana por la noche tienes que cenar con los directivos y no hay un no, está hecha la reserva y como no puedes viajar en avión, estas jodido, no dormirás. –No quiero. –Querrás, sino tus contratos se harán humo, y eso es perder mucho dinero que ya has gastado, no lo olvides, conozco todo lo que haces.
  • 19. GRAFISMOS DE WATERLOO 19 –Me aburres Jordi. Lo hago porque no quiero escuchar a mi mujer volviéndome un crío mal hecho, solo por eso, no quiero problemas. Te llamare mañana por la mañana, me dices donde y cuando. –Muy bien –cuelga con las palabras en la boca. –Te odio –suelta sus gracias al viento, cierra fuerte la ventanilla y vuelve a la música. Tiene que llamar a su padre, lo acaba de recordar, decide frenar y aparcar el coche a un lado de la carretera. –¿Papá? –habla un poco más agudo. –¡Hijo!, llevas tiempo sin llamar, estamos preocupados por ti, hemos visto con tu madre la conferencia de hoy, no nos gusta la forma en que le hablas a esa gente. –Pero... –Hijo esa gente hace su trabajo y tú deberías hacer el tuyo, mucha gente habla de ti, no tienes porqué ser tan descortés. –No conoces a esa “gente”, miran, hablan distinto, me acosan, hablan de mí sin leer nada de mis obras, no puedo hablarle bien a esa gente. –¿Te encuentras bien Kurt? –pregunta su madre. –Hola, si mamá estoy bien, solo que algo cansado de la pro- moción del libro, quédate tranquila que bebo el té que me enviaste por correo urgente. –Descansa unos días y retoma tus tareas, porque siempre te digo lo mismo, lo que cuesta ahora es mantenerse. –Ya lo sé, bueno debo continuar que restan algunas horas. –Dile a tu preciosa mujer que nos llame. –Está muy ocupada, hasta yo le veo poco, está ahora mismo operando a un pobre niño huérfano. –Qué gran labor hace, se merece que le acompañes compor- tándote como debes, pero no olvides eres nuestro tesoro.
  • 20. 20 ELBIO APARISI NIELSEN Kurt cuelga mirando la grava, mira sus pies, sus zapatos tie- nen algunas manchas, eso le inquieta. “Claro que es un titulo de mierda, no hay dudas, tengo que escribir”, piensa mientras sube al coche y da las primeras marchas. París se presenta ante Kurt como algo triste y sombría, por momentos le deslumbra en bella y por otros en oscura y vacía. Mi- les de turistas deambulan cuasi perdidos, con gorros y mochilas. Kurt adora el Sena al atardecer y los Jardines de Luxemburgo por la mañana, no hay nada que no pueda describir y que el resto del mundo no conozca, es París, la ciudad más visitada del mundo. Las palabras de su padre se sostienen durante todo el viaje de regreso, su rostro se dibuja, esos gestos de bondad, hasta las posturas que solía poner al hablar de cultura y política. Nunca pudo decirle todo lo que le agradecía haber sido tan comprensivo con él, haberlo dejado experimentar tantas disciplinas sin haber negado ninguna, agradece que el tiempo lo separe de su linaje y no la muerte. Eso se lo debe, a él y a su madre. Imagina, durante muchos silencios cerebrales al escribir, lo grandioso de tener una extensión de sí mismo en la perpetuidad de la evolución, de la cadena única y humana, es un deseo que no completa, por su vocación y obstinación. Llega a casa, siente estar de nuevo, aunque su casa no es ningún lugar, la identidad de hogar solo la siente en su habitación, en la habitación de las palabras. Solo quiere ducharse, está muy cansado, enciende el televisor y lo primero que suena mientras suelta la camisa en la cama es su voz, se reconoce pero no le gusta, siempre es lo mismo, odia ser Kurt, ese Kurt que todos co- nocen, uno de los tantos que usa en la vida. Es la imagen repetida de la que hablaba en el coche María, solo que no le dijo nada de las opiniones tertulianas y malignas de los panelistas obligados de la noche. Entre canal 6 y el 5, elige el 6, se sienta en el final de su lecho matrimonial y desata sus zapatos negros que nunca deja de usar por cómodos. Es una mujer entrada en los cincuenta años, sostiene un bolígrafo en la mano izquierda y lo mece con toda su rabia hasta marear al bolígrafo indefenso y a los televidentes.
  • 21. GRAFISMOS DE WATERLOO 21 –Este holgazán no tiene nada que hacer con sus libros, habla de la vida como si supiese todo, es muy soberbio y tiene una falta de talento enorme, no sé cómo pueden leerlo –la mujer mira a la cámara de frente–. Kurt si estás viendo el programa quiero que sepas que no tienes nada que hacer con tus libros. Eres un impresentable, seguramente te han ayudado tus amigos de dine- ro, porque en verdad no tienen gancho tus libros, los dejo en el prologo. Es un momento único, esos que no se repiten, Kurt mirando un programa de contenido cero, un hito a la pérdida de tiempo. Kurt se para y busca su espejo de las mañanas, lo coge con su mano derecha, se mira y observa el color de sus ojos, intenta ver si hay algo dentro de sí que sirva, que pueda usar. –Esta tía se va a enterar –en la parte inferior de la pantalla figuran los teléfonos de producción, no duda un instante, es más fuerte que él, es Kurt el que ve en la televisión, algo enfadado–. Sí, sí pásame al plató en directo, si, no me importa, pásame ya, mierda, ¡pásame!, ¿que no entiendes mi francés?, mira pequeño, pásame con el director... ¡bien!, comprendo, bueno ahora que te he oído puedes pasarme al plató en directo, ya, ¡ya!, vale, no quiero dinero, estoy seguro, bien, espero. Los bolígrafos danzan por todo el plató, cada panelista habla de la literatura inglesa, de los clásicos, únicamente lo que han leído momentos antes de entrar en la lista, nombres que figuran en el guión del programa. –Me dice el director... por favor no hablen que no se oye nada... un momento, ¡es el director del programa!, están en vivo. Dice que Kurt está en directo, ha llamado y quiere opinar –la presentadora tiene un rostro entre pánico y “haz lo que te decimos”. –Estamos en línea con el escritor más polémico del momento, Kurt buenas noches te saluda Nicole... –Nada, nada, solo llamo porque no soporto la estupidez, ha- blan de mí como si supiese quien soy, solo escribo libros, que
  • 22. 22 ELBIO APARISI NIELSEN son historias que se me ocurren sin ninguna razón, es decir, que lo hago porque es mi manera de encontrar una explicación de mí mismo, y lo comparto. Como creo en la democracia y creo en todos los que murieron por la democracia quiero que uno de vosotros expliquéis de que va mi novela. Así justifico mis formas al hablar. –Mira Kurt, tus obras son incompletas, no cuentas nada, tus finales los apagas tan rápido que es imposible comprender el mensaje –tiene gafas de marco negro simulando ser un falso di- rector de cine. –Eso es verdad, pero es mi maldita forma de escribir. –Deja ya de hablar que sólo hablas gritando, eso no es ser un escritor. –Perdona soy un escritor porque tengo los cojones de sen- tarme y crear un mundo y que lo lean y sientan como yo, eso si me perdonas es ser un escritor -la gente aplaude, apoya a Kurt-. Quiero que dejen de pasar una y otra vez el video, tengo dere- cho de imagen y no he vendido ni permitido que se emita esta conferencia de la mañana. No los soporto, ni aguanto sus opi- niones porque debaten la nada contra la nada, que si operaron a esta o quitaron esto al muerto, son lo último si de peldaños de evolución hablase, el final del análisis. –Kurt nuestro trabajo es hablar de las personas, de aquellas personas que tienen como profesión estar en los medios de co- municación. Y tú estás en uno y tienes que respetar las opiniones ajenas, de hecho la conferencia de la mañana ya estaba firmada y pagada. Respeta a tu público al menos. –Yo respeto la intimidad de las personas, porque no me impor- ta en lo más mínimo saber de nadie. Sus debates son ciclos, bu- cles de palabras que no llevan a ningún lado. Solo digo que para hablar de mí tienen que leer mis libros, luego hacerme entrevistas que no pienso dar. ¡Intoxican a la gente con esta mierda! –Qué falta de respeto, Kurt, te crees listo, eres un impresen- table, con el perdón del público, no puedo contenerme –suda de
  • 23. GRAFISMOS DE WATERLOO 23 los nervios, todo el plató esta revolucionado, el sonido ambiente ha crecido enormemente, el director da un corte a publicidad. Pantalla en negro y anuncios durante minutos. Mientras. –¡Es un subnormal! Cómo puede hacer lo que hizo, yo no entiendo, nunca he visto un escritor tener el temperamento que tiene este –quita sus gafas de marco negro simulando ser un falso director de cine y se levanta a por un vaso de agua. Kurt queda de lo más tranquilo en su cama, extiende sus bra- zos y piernas mirando el techo y suspira expeliendo todo el aire de sus pulmones –¡Que les den cabrones! –cierra los ojos y lo envuelve una tranquilidad de tarde de verano con ventanas abiertas y brisa en las cortinas blancas. Suena el teléfono fijo, el sonido estridente lo contrae, no quiere contestar, seguro es el director cual sea su nombre. –¿Sí? –un sí muy ambiguo. –Cariño ya hemos terminado la operación, ha salido todo per- fecto, el niño está en una habitación fuera de peligro, le espera una larga recuperación. ¿Qué has hecho? –algo trae entre letras. –Me alegro mucho por ese niño, pensé mucho en él luego de colgar contigo, recordé mi niñez y llamé a mi padre para ver cómo estaba, hablamos un largo rato, estuvo bien. –Le has mandado mis recuerdos, imagino. –¡Sí!, nunca lo olvido -miente. –Ahora me cuentas qué has hecho. –Nada, acabo de quitarme la camisa y los zapatos –suena el móvil, salvado por la campana. –Luego te llamo, ¿sí?, te quiero. –Hola. –Hola, mira Kurt, soy el director del programa de hace unos minutos, queremos que mañana vengas al plató, sólo unas pre- guntas, serán cuatro, sólo queremos la exclusiva contigo.
  • 24. 24 ELBIO APARISI NIELSEN –¿Qué? ¿Pretendéis pagarme para que rellene tiempo como los inútiles que tienen sentados frente a la cámara? Perdona, sé que es tu trabajo y comprendo que tienes que alimentar unos hijos, pero no. Camina por la casa, ya que es amplia recorre cada centímetro buscando un lugar que le conforte para escribir con su portátil, siente algo de inspiración, hay una idea inicial sobre un soldado, lo tiene casi terminado pero no sabe en qué situación enfrentarlo. Darle una guerra del Medioevo sería tan cansador y apocalíptico como dejarlo en un encuentro entre clanes italianos del 40 en pleno New York, quiere darle un toque personal como siempre, un aire de conocimiento, alguien de ojos abiertos, sin perder lo es- pecial del aventurero. Pero no tiene porque difuminar una vida en segundos solo por el hecho de que no es como espera, entonces tiene que dejar fluir sus dedos para que se componga Berg el an- tónimo. Pero ninguna novela se construye con un solo personaje sin que se enfrente a un ser contrario a él. Berg está solo, en una silla contra una pared blanca, muy blanca, siendo en este caso el antónimo del personaje del pozo y el péndulo de Poe. Kurt solo puede ver a Berg en blanco, contra la pared sin nada más que su espalda. Le pregunta: “¿Quién eres?”, sin estupor, sabiendo que le pregunta a su mente, pero no se condiciona y lo hace decidido. Titila el cursor del editor de Windows esperando respuesta. “Quiero que me quites, no quiero ser tu personaje, no me gusta quién eres hoy, déjame”. Está claro que algo sucede con Berg, primero tuvo nombre y ahora contesta. -Cómo puede ser que pueda hablar contigo si eres mi perso- naje, no existe esto. –Claro que existe, yo soy Berg, hace tiempo que esperaba aquí, antes era algo más oscuro el sitio pero has agregado mi antagonismo universal y ahora solo soy blanco, sin historia, pero me sucede algo extraño, siento estar en el exterior, haber vivido
  • 25. GRAFISMOS DE WATERLOO 25 algo como tú, pero sin ser tú, exactamente. Cuéntame quién es ella, sólo se su nombre. –Pues... María es mi mujer, es cirujana en el Hospital de Mes- sine Santé, llevamos quince años de casados, es el amor de mi vida. No hay más –cierra el portátil, Kurt pierde los nervios. –No tiene diferencias, ninguna diferencia entre él y Kafka, y menos con Artaud. ¿Por qué siempre se me ocurren historias que existen? –se pregunta indignado–. Toda la vida intentando crear la mejor justificación, el minuto exacto de completitud, pero no hay números naturales que dejen lleno el hueco en la teoría, soy el escritor de mi propio final. Ha llegado al origen.
  • 26. Sigue allí, mirándonos, siendo esa energía única, ese cosmos de conocimiento y altruismo.
  • 27. ARMÓNICO Y DESALMADO Dejas de serlo, dejas los cálidos. Tu piel tuvo bondades principales, quizás brillos anudados. La rosa quemó tu palma y la rehízo nueva, por los tiempos de novenas, quizás vientos verbales. Adiós, te diría, te saludaría con algo más que dolor, pero siempre puedo decirte adiós, ¿verdad? Fuera sabemos que es indistinto, armonioso, universal. Y de que me sirve saberlo, si miro solo tus ojos cerrar la vida... anúdate en mis parpados, te llevo lejos, donde los recuerdos te animan, te despiertan... ...nos fuimos lejos y cerca porque quisiste vernos antes, el mismo día de la vida (del cosmos) en que murieron algunos grandes. Tan mínimo y ensimismado, tu mundo fue mundo hasta el instante aislado, donde todo fue oscuridad. Nos sabemos juntos, solo porque así yo lo quisiera.
  • 28. 28 ELBIO APARISI NIELSEN ¿Y mi hermana?, te va a doler cada día de esos que deseabas. Siempre allí, pensándote. No sabemos qué vida tenias, tu universo lo llevas al caos mismo, al equilibrio único. Tal que... ...nunca podremos dejar de soñarte, de ver la última imagen, tus últimos respiros, tus adioses unidos, tu salud dejándote en la vida, dejándote en tu mente junto a la muerte. Es tangible, es tan poco acuosa la muerte, no la toques, no la llames, no recuerdes tus silencios. Te estamos tomando de la mano derecha, esa que no tuvo heridas, ni sondas, estamos porque lo deseamos.
  • 30.
  • 31. Si todo termina bien significa que he llegado al destino co- rrecto, a la ventana derecha de la esquina de Alameda Urquijo y Díaz de Haro. Me gustaría contarles que es lo que aconteció esa noche luego de fabricar centenares de copas y elegir la borrachera del día. Como es habitual al finalizar la noche rescato a algún mal herido y lo dejo frente a su portal, solo que la noche anterior al eclipse hubo algo que me detuvo durante algunos minutos en trance. El portal es el numero 44 de la calle Autonomía, en él, hay numerosos cuadros de algún artista fallecido, deducción lógica por la calidad y estado de las pinturas. El dañado en cuestión no tarda más que un minuto y medio en recomponerse, coger las lla- ves y entrar de lo más apurado al ascensor. Quien sabe la mujer que espera dentro. Mi asombro comienza en este instante. El portal entre oro y hierro esconde detalles únicos, que datan de mas años que las obras pictóricas de la entrada, eso comen- zó a alimentar mi curiosidad, solo que de una manera más bien romántica, solo por el mero hecho de conocer algo mas en una ciudad aburrida. Pues sí, Bilbao resulta de lo más aburrida en plena noche de invierno. Sin recabar más imágenes en mi consciente concluyo mar- char a paso lento, mis manos dentro del saco intentan buscar algo de calor, está claro que no hay un alma en la calle, que las luces iluminan a la perfección el orden que impera en la ciudad, solo se oye la pequeña furgoneta robot que limpia las aceras y ordena los cubos de basura. Comienzo a recordar Buenos Aires,
  • 32. 32 ELBIO APARISI NIELSEN solo para pasar el rato y consigo limpiar una imagen de la avenida Corrientes, los teatros, la cantidad de organismos vivos que com- parten el orgullo y la desgracia de ser argentinos, pero eso no es lo que realmente recordé, sino la sensación de arte que recorre esa avenida. El de los ojos separados me retrotrae a una Francia imagina- ria donde escribía pasajes a lo desconocido y es cuando vuelvo a mirar el frente, me detengo ante el rojo del semáforo y miro el paso de cebra impoluto, solo falta brillo, porque olor tiene. Focali- zo en las aristas entre lo blanco y el asfalto y noto la imperfección lógica, veo los puntos que son piedra mezclada y recuerdo la al- tura del obelisco y lo pequeños que somos al pasar junto a él. Me pregunto qué hago tan lejos, luego me respondo lo que siento en el día y me formulo un futuro prometedor, para mis novelas, para mis películas que todavía no están hechas, comprendo que hay momentos para todo. Hay tantas nubes como puede haber, todas vienen del Can- tábrico, con una brisa acogedora de frio polar, comienza a caer un rocío constante, en Bilbao eso tiene nombre. Sigo quieto y concentrado, mis manos continúan en el saco y el semáforo sigue funcionando. Podría ser un policial negro donde el crimen se ha resuelto de una pista insignificante pero antes con toda la sangre que se pueda derramar, eso no puede faltar. No fumo y ni bebo lo que beben, bueno algo sí. Alguien viene detrás puedo sentirlo. Choca contra mi espalda, siento romperme en pedazos, suenan algunos huesos, ese alguien ha puesto un paquete en mi brazo izquierdo, pero mis manos siguen en el saco, como si llevara el periódico matinal un domingo cualquiera. Pienso primero en correr y preguntar qué sucede, pero me invade una sensación muy dolorosa y prefiero quedarme quieto y con el paquete. Pasan algunos minutos más, todavía compren- do muy poco lo que acaba de suceder. Miro lo que me rodea,
  • 33. GRAFISMOS DE WATERLOO 33 la boca del metro está muy cerca, no sé si moverme, seguir quieto. ¿Quién cree tener la audacia para hacer lo que hizo este indi- viduo?, o lo que sea. La boca del metro es un sitio justo. En mis pensamientos comienza una cuenta regresiva, algo me dice que puede ser peligroso, pero que es en realidad, si ni siquiera lo vi, no sé cuánto pesa porque está integrado a mi cuer- po. Debo tocarlo con las manos sentir qué puede ser y ver qué puede decir. Los minutos apremian porque mis pensamientos me contradicen, algunas imágenes del mar intentan relajarme pero no puedo, esto es algo más que una simple caja. Giro solo mi mirada, dejando los detalles del paso de cebra e inicio el trayecto hacia la boca del metro, hay luz pero no hay gente, tengo que saber que hay dentro. Leo el letrero de los horarios, resta algún tiempo para las 6 de la mañana, el nombre de la estación está en rojo y blanco como todo en el botxo. La caja sigue integrada en mi, algo de temor me dice que siga donde esta, otra parte de incertidumbre pide una sentencia, y yo mismo que es un yo fraccionado dice que todavía no intente nada, bastaría para mover la caja de forma abrupta para que suceda algo que no queremos, quiero. Los horarios siguen ahí, la luz también, y me detengo en un tiempo mental a desempolvar la vida de Buenos Aires, las noti- cias internacionales de tanto en tanto apuntaban a la porción más independentista de España, como toda información de trayecto amplio llegaba deformada a gusto de quien la poseía, nunca com- prendí la real intención. Nunca en esos instantes hubiese pensado llegar a tierras de compromiso y autodeterminación, no me creía capaz de transitar la inseguridad, y como todo fragmento de los recuerdos inconclusos recogí la sensación de paranoia e inse- guridad que tenía en ese entonces. La clave para retrotraer todo es una de las veintena de robos en las que estuve presente, otra la manera en como mira la gente a el resto, donde nadie queda
  • 34. 34 ELBIO APARISI NIELSEN exento de ser sospechoso de alguna barbaridad. Poder caminar inalterablemente por la noche es una satisfacción para quienes somos, deambulantes nocturnos, involuntarios. La maldita lluvia no cesa y me siento algo solo esperando ver que es lo que cargo en mi, creo que la soledad igualmente no es lo que me desespera sino la pérdida de camino y recorrido que pierdo hoy. Suena mi móvil, hace tiempo que no me llama el móvil, o la gente que está del otro lado, en otro móvil, o con otro móvil en el. –¿Hola? -mi brazo derecho se moviliza en toda la tarea, el izquierdo igual que antes, esperando instrucciones. –No intentes nada –es más que un consejo, y su voz me resulta algo familiar pero no en la noche, es una hora en que distingo solo las luces y la oscuridad, tendría más facultades de no ser por las pastillas que me traen en andas sin remedio por la ciudad. –Pero, ¿qué dices? -contesto despreocupado, algo imperativo. La llamada ha sido finalizada. Han sido cuarenta y cuatro se- gundos en el aire, no puedo precisar nada, y esto me deja con la intención de saber quien ha dado conmigo. Miro el móvil, ingreso a menú principal y busco el número de origen. Suena el teléfono a un metro de distancia. Miro a un lado asustado, continúa sonando, se despertarán todos si dejo que continúe, me verán aquí en el metro cerrado, bajo la luz, con un paquete, no quiero problemas. Atiendo. Cojo el teléfono verde de la gran compañía verde y se oye sonido de aire, viento. –Suelta el móvil ahora mismo –es otra voz y no me es nada familiar. –No puedo, tengo mis manos ocupadas. –Suelta el móvil cabrón, apáñatelas –creo que habla muy se- riamente, no quiero disgustos.
  • 35. GRAFISMOS DE WATERLOO 35 Apoyo el oído derecho en el tubo y continúo oyendo el sonido ambiente, mientras que cojo el móvil, me quedo inmóvil sin saber qué hacer realmente con él, es caro, es muy bonito. –Suelta el móvil ahora, hijo de puta, ¿qué crees?, comienza a temer, no hay nada que puedas hacer, hazlo ya. ¿Me ve?, veo todas las ventanas y hay unas pocas encendi- das y relampagueantes de esas que tienen la televisión encendida y ellos durmiendo. –Que lo sueltes ya, ¡coño! –Vale, vale, ya está hecho –mientras digo esto lo piso con fuerza para que no responda más, veo como queda totalmente destruido. Me apena verlo así. No hay más nada detrás, quedo nuevamente solo, sin comu- nicación, con preguntas y con mucho miedo. Algo no tan nuevo en mí. Me estarán jugando una broma de esas jodidas, o algún tipo de programa enfermizo de Holanda o por allí, pienso. En un cuento que creé en mis primeros años de literatura el personaje principal sufrió algunos imprevistos programados para detonar su ira, la resultante de todo, era que al fin confiese el cruel asesinato que había cometido tiempo antes. No soy eso, mi gato me raya toda la cara y lo dejo para que no pierda su gen felino y salvaje, aunque ya no lo sea. No podría ser yo objeto de alguna imprudencia, ya que soy alguien limpio en culpa. Las teorías de conspiración pueden ser un tema apasionante, pero igual de paranoico y peligroso que caminar por una favela brasilera. Nada del tamaño de una caja puede hacer daño, o puede hacer mucho daño y no comprendo que contengo aquí. Prefiero no pensar, siempre fui así, dar vueltas a todo, querer comprender lo inexplicable solo para poder así satisfacer la ne- cesidad de saber porque realmente me mantengo vivo. Pero no quiero morir, no debería morir ahora, tengo mucho miedo a la muerte, siempre que siento en el estomago esa sen- sación de correr mucho, de encogerse, y luego ¿qué?, dejar los
  • 36. 36 ELBIO APARISI NIELSEN pensamientos, dejar de ser, apagarse como un ordenador, en este caso orgánico, y dejar de existir, de modificar y comprender. ¿Tendrá algún explosivo? Es Bilbao, vengo de fuera y soy hijo de un español, es otro lugar muy distinto y realmente no sé si las fuerzas vuelven en mi contra, explotar, es solo un instante. Apoyo la distinción de ser distintos y querer conducir distinto un país dentro de otro. Pero no quiero explotar sin conocer nada de la lucha verdadera de miles que desean ser vascos sin matar, sin dañar la integridad. Pero fuera quieren que esto siga en pie, solo para justificar el robo directo que sufre el País. Quizá esté equivocado, soy joven y puedo permitirme pensar cualquier cosa, tengo derecho a la revocación de lo que no quiero, puedo elegir dónde y cómo quiero mi vida. ¿Y la caja? Decide por mí. Estoy harto de contener la rabia, no quiero cargar con esto, tengo que deshacerme de esto cuanto antes, es la única salida que encuentro. No pienso mientras camino hacia la esquina si- guiente, la opuesta al semáforo donde me encontré con toda esta culpa insostenible que me abate. Tengo frio y estoy algo mojado, no quiero tener que dejar mi vida en esto. Igual es una mera co- incidencia del destino, una parte inconsciente del mundo, donde todo sucede, por eso es de noche. Camino solo, claro está, porque nadie camina a estas horas, y mi teoría del inconsciente mundial se borra, pero la rabia nue- vamente aborda mi ser, ahora estoy aún mas mojado y a escasos metros de la esquina. Alguien chista de lejos, detengo mi andar y siento un leve cosquilleo en la nuca, esos que al apagar la luz en un pasillo nos toca el alma de cerca y corremos a encender otra solo para sentir paz o tranquilidad, que no es lo mismo pero se parecen. Cual liebre en un monte muy verde me escondo de lo que no conozco, medito un instante si hay algún tipo de centinela incansable, pienso en una película en blanco y negro y me da miedo, odio el terror, pero lo siento, estoy horrorizado con la idea de que alguien vigile mi caja. Me he apropiado de algo que no me
  • 37. GRAFISMOS DE WATERLOO 37 pertenece, solo la idea, que es la parte inmaterial del asunto, lo inteligible, un formato de algo. La idea de que la caja fuese algo peligroso me altera pero me da energía para mantener el miedo y la permanencia de mis movimientos involuntarios. Ya intuyo que todo tiene una mecánica, pero quien creería algo así en medio de la noche con una caja sin contenido real, porque lo que tiene no es más que mis pensamientos en constan- te conflicto, queriendo complicar aun mas mi situación mental, tie- ne que ser algo especial, no tendría sentido alguno su existencia en el caso de estar solo en mi brazo izquierdo por una casualidad estúpida. Comenzar a andar por la ciudad puede ser una clave para que todo tenga claros en el agua donde ver que es lo que hay detrás de la fachada aparente. Se puede oír a lo lejos el agua del parque de los patos, ahí todas las tardes dejaba una parte de mi para desinteresarme por el tiempo y las variaciones inexorables en mi vida y la de mis congéneres, es la naturaleza integrada de una forma humana y animal, con cientos de especies vivas en pleno desarrollo y en coexistencia con nuestra especie, la humana, o lo que seamos según otros en un parque. Sigue siendo oscuro recordar solo por sonidos, pero es así, el hedor mismo de las papeleras viaja e inunda la ciudad con un olor tan particular que sería imposible no asociar eso como una característica propia del lugar, es algo así como el río Támesis en Londres o la esfinge de tabique nasal de boxeador o drogadicto, algo más que corroída en alguna parte del Egipto antiguo. De solo abrir la boca expelo un humo de calor, un vapor que intenta ser nube pero se esfuma en el frio repelente. Instantánea- mente repaso en mi transito neuronal una secuencia de palabras inconexas, pueden ser intenciones básicas de mi cerebro de co- menzar a encontrar lógica matemática, pues todo es algo caótico dentro, se necesita un orden que contemple una teoría. No tengo
  • 38. 38 ELBIO APARISI NIELSEN más que sentarme en la acera y coger con mi mano derecha la bendita caja color madera. Miro al cielo solo para pedir una ayuda extra persona, solo por si todo sale de una manera que no está planeada, por mi, claro. Hay una etiqueta blanca en el centro de la cara frontal, es un paquete pequeño del tamaño de mis dos manos juntas, es un rec- tángulo casi cuadrado y su espesor es la mitad de mi mano más un dedo. Pesa algo más que un kilo y puede contener miles de posibles objetos, ya me resulta algo novedoso la idea de imaginar que es lo que hay viendo la constitución de la caja. Cierro los ojos para imaginar porque realmente me sucede esto y veo en mis visiones un cubo de basura, unas palabras con mi voz dicen que arroje la caja y todo lo que contiene, me pregunto qué hacer, abro los ojos y desisto, hay alguien frente a mí, mirándome fijamente. –Estoy harto de ti, siempre es lo mismo –me habla directamen- te a los ojos y noto una peculiar coincidencia con la voz anterior en el móvil, pero no lo puedo reconocer, en su rostro no hay luz franca. –¿De qué hablas?, no sé qué hago con esto y no entiendo por- qué me hacen esto –no deseo hablar con él cómo alguien a quien conozco, pero mi instinto inicial es ser franco y directo, mi rostro entre estupor y lagrimas dice lo que resta de mi interpretación. –No hay tiempo para explicaciones, los grafismos tienen que estar a primera hora donde siempre. Todo depende de su asisten- cia, podrías enterarte algo mas, pero siempre pasa esto, es válido asombrarse, pero hoy no es un día más, hoy termina el ciclo y deben estar en su sitio a la hora convenida, tu sabes quién debe morir y quien debe contener, se inteligente y todo seguirá siendo una vida normal, seguir mañana dependerá de ti, Solo de ti –impa- sible con la frialdad de un medico en urgencias y la contemplación de un filosofo griego termina y se desplaza en la oscuridad de la calle Rodríguez Arias, en la fuente desaparece y ya no puedo mantenerme sentado, no debo perder tiempo, lo ha dicho, pero no comprendo que es lo que tengo que hacer.
  • 39. GRAFISMOS DE WATERLOO 39 Uno Al tiempo lo vemos, lo palpamos con nuestros deseos y lo ha- cemos muy útil para evolucionar, lo contenemos en una fragmen- tada memoria colectiva. El tiempo lo destruye todo, todo, incluso se autodestruye a sí mismo. Me puedo sentir cazador y cazado, tengo que escapar y mi coche está lejos, no hay autobús ni metro hasta entrada la prime- ra hora del día, no quiero decidir por nadie, la vida es lo más frágil y único que existe. Recuerdo leer a Cortázar por las tardes, en un invierno de hu- medad y lazos destruidos, para fortalecer eso que había perdido, pero fortalecer lo que no tenia, saber que ya era un hombre solo en una tierra derruida por la ambición. En unos de los cuentos Julio viajaba sobre una isla en un avión de turbina, observando cómo aquello se convertía en una obra de teatro viva, y podía verse como todo se volvía contra él, el saber la clave lo hizo desaparecer, solo y olvidado en algún rincón de Francia. La muerte, el dejar la existencia, los pensamientos, la com- plejidad del azar y los rostros de todos quienes quieren mirarme es algo que no podría soportar, obviamente estando vivo. De solo pensar que todo acaba en lo mismo me atormenta. De niño solía dormir llorando por mis padres, mis hermanos, siempre los imagi- naba morir y lloraba por ellos, luego reivindicaba sus existencias en mí y reía en la mañana como un niño, pues lo era. Buenos Aires y Borges, Borges, los espejos abominables y la calle Maipú, donde pudo escribir algo de lo que luego, fue un punto espacial donde todo lo podía ver y contemplar. Algo me trae sus palabras y puedo sentir la brisa del Rio de la Plata, deambular la reserva ecológica y sentir que esa tierra no es mía. La terminal tiene que ser el único sitio para escapar de la ciudad, tengo algo de dinero en metálico, solo eso. Quizá en Irún
  • 40. 40 ELBIO APARISI NIELSEN pueda estar unos días hasta poder ir a Toulouse donde tengo algo más que mis anhelos, mi primer novela. Olvidando un poco mi encuentro reciente puedo recordarme a mí mismo que sigo siendo un escritor y que todo puede nutrirme para lograr otra novela. Seguramente tendré algún tiempo para volver a sentar mi cuerpo y hacer algo más bien interesante. Es tan duro ser joven, escribir y describir que nos es solo una mera afición sino un modo de vida, una manera suave de pasar el tiempo siendo algo útil para quienes necesitan esclarecer en la lectura una parte de sí mismos, o nada, pasar los minutos en la creatividad de la mente y los conceptos, ajenos y propios. Dos La espera tiene que ser compartida, en la eternidad de la in- condicionalidad física puede resultar incómodo ser algo más que una unión orgánica de átomos. Bajo el reloj de pared enorme y las paredes rojas y blancas que caracterizan a Bilbao, espero que la salida a Irún sea pronto. Pasaran unos minutos para saber cuánto falta, no puedo decir a qué hora es, ya que el tiempo no es más que pensamientos den- tro mío. Estoy en la terminal de autobuses, junto a la universidad de Ingeniería. Suena el teléfono verde que esta frente a mí, es algo pequeño cuadrado y apoyado en una mesa alta blanca, donde se puede escribir o mirar los billetes, leer revistas o solo apoyarse para es- perar. Suena y pienso igual que antes, la gente se despertará, ya que aquí muchos errantes sueñan todos los días con vivir dentro y no fuera. Hace frio y un poco de movimiento no me hará daño. –¿Qué quieren? –ya sé que es para mí, y quienes pueden ser, no hay rodeos. –No puedes escapar, mira a tu alrededor, todos conocemos quien eres, no puedes disgregarte, tienes que aceptar, la caja tiene que seguir su curso, siempre ha sido así, hoy te ha tocado
  • 41. GRAFISMOS DE WATERLOO 41 y el cobarde que te ha hecho cargar con todo esto, obviamente está muerto y sin opciones –continúa siendo duro y eso me hace estremecer, por dentro prefiero morir que a seguir con esto, pero algo me mantiene despierto y atento, algo más que las pastillas, no puedo determinarlo. –Tengo todo lo que quieren, puedo abandonarlo en mi asiento y viajar sin necesidad de que todo pueda peligrar –solo doy un aire de opciones, solo es intentarlo. –No ha lugar, no cabe en las condiciones que sueltes la caja, eres el cofre, sin el mueres, no puedes soltarlo y cederlo inclu- so a tu lado, esperando. No puedes, porque eres todo eso que contiene –es tan claro, tiene una seguridad en su voz, es como si supiera todo lo que hago en el instante. –No puede ser, es una mentira, no tiene lógica –desmitifico sus justificaciones. –Claro que la tiene. ¿Cómo explicas todo?, ¿las sensaciones de conexión?, miras arriba por algo, no son simples apariencias, es una realidad, eres lo que sostienes, quien te ha puesto terrible reto ha muerto de causas naturales, tú has sentido como ha de- jado de existir, aunque no lo has visto siquiera, eso te ha rodeado –es verdad, sentí como sus huesos explotaron en mí, pero solo fue por dentro, nunca pude ver a nadie concretamente, creí ver, pero, pues no lo sé. –No quiero ser preso, ya me duele ser quien soy, es una carga muy grande. Quieres hacerme responsable de un acto que va contra mis principios, quieres que deje mi moral por mis miedos y convierta así tu causa en algo justo, porque yo soy un jugador casual en tu estrategia, manejas las variables mejor que nadie, tú y los que están contigo –puedo sentir fuerza, es magnífico expresarme-. Has dado en muchos de los puntos, y mi condición existencial se halla en un punto problemático, soy el último respiro para tus logros, tendrás que negociar conmigo.
  • 42. 42 ELBIO APARISI NIELSEN –No existe negociar, somos mucho más de lo que piensas, el contenido eres tú mismo, créelo o no, morirás si dejas tu respon- sabilidad de lado –cuelga sin más preámbulos, fue claro, y no sé como continuar, me fio de mi y dejo todo, me fio de él o ellos y pierdo mi libertad por el resto de la noche, sin saber qué es lo que realmente sucederá luego de entregar la caja. Un vagabundo despierta del letargo, viene directamente a mí, lleva su bolsa marrón oscura en un hombro, tiene mucha barbilla y su cabello es más bien un cabello. Está más abrigado que yo, es- pero sentado nuevamente bajo el cronómetro gigante de pared. Se paraliza frente a mí, lo miro firmemente, se coloca a unos centímetros de mi talante inconmovible, perdura en su recono- cimiento largo rato, inmóvil con la bolsa marrón en su hombro derecho, ahora mismo lo noto. Estamos detenidos en un tiempo real, dentro nuestro estamos sintiendo mucho miedo y descon- cierto, podría ser él quien me dé la ayuda que necesito y las respuestas que me pide mi consiente. Sigue ahí, derivado de un animal cuadrúpedo al igual que yo, es algo más oscuro en todos los sentidos. Llueve con más intensidad y el sonido de las gotas se traslada por toda la terminal, los que duermen pueden hacerlo aun mas confortados, esto puede ser un comportamiento ancestral, de haber dormido en las cavernas y sentir el eco de los sonidos del agua en todas sus extensiones. El reloj continúa su recorrido y nosotros el nuestro, inmutados en el aire fresco y la brisa demo- ledora de escasos grados centígrados. Mi novela tuvo mucha humedad, cuando la termine sufrió muchas lluvias y relámpagos, aun así sobrevivió a todos los pro- nósticos y viajo a la ciudad del sur de una Francia abatida por la guerra y el hambre. Aun tintinean dentro de mí las bombas que imaginé rozar en la casa que habitaban mis personajes tan que- ridos, Santiago, Lupho y Carla. Cierro los ojos, como si el vagabundo me lo sentenciara, veo mucho fuego y un animal suelto en un bosque en llamas, siento
  • 43. GRAFISMOS DE WATERLOO 43 querer salvarlo pero me es imposible. Caigo en una fosa natural de agua y tierra y floto sin moverme. Veo un aire gris y algunos rayos golpear fuertemente sobre el resto de mi campo visual, siento olor, no puedo saber qué tipo de olor, son tantos que pa- recen uno. El primer ojo en abrirse es el derecho, ya no hay nadie más, el teléfono sigue ahí en la mesa alta blanca. La lluvia no cesa y tengo mucho más frio que antes, siento muchas ganas de beber agua y llorar. Respiro por la boca, abro los ojos mucho más que antes y siento como el frio entra en mis retinas, en los parpados puedo contener aun mas helada, hago fuerza hacia adentro con mi nariz, tiro del aire nocturno hacia adentro para que nada salga hacia fuera, en otro momento de mi vida estaría deseando estar en mi sillón, plácido, mirando algún documental en la cadena de los animales. Ayer, al levantarme tuve una sensación de preocupación, no fue más de lo que puede ser un día normal, pero me resulta alarmante que lo sienta identificado ahora mismo, como si todo esto fuese el ensoñamiento posterior al sueño. Sé que mis últimos meses fueron algo raros, desde que todo sucedió no he vuelto a conocer a nadie más, Iñaki siempre lo decía. –Tío, tienes que dejar de escribir tanto, vamos a la casa del Bandido a por unas copas, solo para que relajes colega –siempre me pedía lo mismo, incluso en los mensajes en el móvil. Las letras y la soledad, pueden ser dos títulos de alguna pe- lícula melancólica sobre los albores insufribles de la vida, nacer, reproducirse y morir, algo que no me gusta seguir en orden. Mi apartamento es un lugar simple y acogedor, al entrar hay un gran espejo que da como bienvenida la imagen de quien entra, junto al reflejo un guardarropa y un cuadro pintado por mí, en una adoles- cencia de búsqueda artística. El salón es lo primero que se puede disfrutar, un gran sillón con su gran escaparate electrónico, ese que vemos todos para estar sedados y dejar de lado nuestros pensamientos. La ventana puerta da a un balcón inútil, con una
  • 44. 44 ELBIO APARISI NIELSEN vista al gran monte de Artxanda, no tienen porque saber donde resido exactamente. Luego mi habitación, mi estudio, nuestro, mi cocina, mi baño y mi contra balcón que da a la ciudad. No hay ninguna mascota, nadie que me dé algo de amor incondicional, nadie que me haga difícil algo, nadie que escuche mis escritos cotidianos. Alguien me falta pero no lo recuerdo. Vuelvo a mí, donde me han dejado, quieto y helado. Noto que ya no hay nadie en la terminal, cierro la boca y utilizo nuevamen- te mi nariz para respirar, aunque me duela un poco y casi no lo aguante respirare así, me hace sentir más hombre y menos idiota. ¡La caja!, lo recuerdo todo extranjeramente, un poco español otro poco argentino. Algo me dice dentro que la caja está contenta, por estar cuidada por mí. Miro mi mano izquierda y sigue ahí su color y tamaño, su etiqueta blanca. Siento tranquilidad, como al ver a un hijo luego de estar perdido en la playa. Suelto una leve sonrisa, mas para mi mismo que para el exterior. Me rio de lo que está escrito, no dependo de ningún escritor para poder conocer lo que me depara, soy mi propio novelista, tengo el poder de co- nocer el futuro sin entender que es lo que sucede exactamente, no pienso quedarme en las dudas laterales de mis pensamientos, solo quiero saber qué es lo que tengo que comprender. La niebla tapa mis tobillos y continúa ascendiendo rápidamen- te, corro lo más rápido que puedo, el sol tiene todas las intencio- nes de salir nuevamente y abrir muchos ojos. Cien metros, cien más unos metros, las distancias comienzan a acortarse. Ya no me importa si mis palabras, letras tienen sentido, solo sé que quiero correr lo más rápido que pueda a la esquina de Urquijo y Díaz de Haro, algo me espera. Quizás tenga todos mis hijos esperándome en una gran celebración de congratulación o sea una estafa letal para ayudar a unos hijos de puta a realizar una masacre solo por justificar algunos puntos morales de ellos y otros aun más hijos de puta, no es eso, estoy seguro. Me enojo conmigo mismo por creer que todo tiene explicación, me pregunto porque todo esto
  • 45. GRAFISMOS DE WATERLOO 45 me pasa a mí y no a otro ser inoportuno, sigo corriendo y sudan- do. Miro el cielo y solo veo el color gris pleno, algo me lleva hacia delante, a querer llegar al destino. No puedo comprender que ella lo dejó todo en esa habitación, podría haberla dejado explicarme, pero no pude. Siempre fue más fuerte mi odio, quiero desapare- cer. Quiero correr mucho más rápido, estoy agitado, muy agitado y sigo queriendo ser aire, volar y olvidar todo esto. Me duelen los pies, estoy por cruzar la última esquina y puedo ver como el aire se renueva y el sol sale con tantas ganas solo para iluminarme, pienso. Veo alguien frente a mí, me falta tan poco, esa espalda me dice que la choque y deje de correr insuficiente. Puedo dejar todo aquí mismo. Es un hombre y tiene un tapado negro muy largo, sé que puedo chocarlo, algo me dice que sí, lo elijo. Recuerdo las palabras de quien me hablaba por el tubo verde e intuyo poder evadirlo, esquivar sus ideas y dejar que el resto haga lo suficiente. Puedo vivir o... puedo dejar de... soy dueño de mí, soy mi propio literato, mi ensayista por naturaleza y hago lo que me apetece, nadie podrá decirme que crear. Estoy tan cerca de su espalda como de la esquina, cierro los ojos, veo todas esas llamas nuevamente, veo esos animales ahora, miles de ellos ardiendo en esa perpetuidad brutal, creo encontrar algo de tranquilidad aquí, siento el aire en mis mejillas y cuello, es algo de frio. Reaparecen Lupho, Santiago y Carla, sus rostros siguen siendo mi invento, sus personalidades incuestiona- bles, mi novela sigue siendo toda una vida, una grilla de historias incontables en un mundo alterno, eso que nunca edité, que na- die pudo leer, pero que disfruté a cada instante mental, en una Francia aniquilada. Esbozo entonces una leve sonrisa, mas para mi mismo que para el exterior, porque el exterior sigue siendo absurdo, como mis acciones, o las últimas. Me río de lo que está escrito, aunque no sea yo mi propio cuentista. Sigo en velocidad ascendente corriendo cuan pantera negra en caza, y lentamente extiendo mis brazos hacia el sol que me enfrenta, lo más alto posible, mis axilas duelen y se resquebrajan mis huesos de la fuerza, sigo corriendo aun más rápido que antes,
  • 46. 46 ELBIO APARISI NIELSEN mis pies se desprenden juntos del suelo, pienso en lo que resta de tiempo y puedo ser muchos más que hoy, puedo vivir más vi- das y elegir este último instante, sé que es lo correcto, tengo esa certeza que tanto imploré... Suelto la caja con mucha fuerza y creo saber el final de los grafismos de Waterloo. Han pasado doscientos años.
  • 48.
  • 49. “El hombre es nadería conscien- te de sí misma” JULIUS BAHNSEN No para de recordar cuanto le cuestan los títulos, es que tiene en su diccionario mental 100 formas de auto negarse a situarlos. No es solo eso, es que sus errores de tiempos verbales son aun más problemáticos, tiene el vicio de corregir mientras escribe, sabe que eso lo detiene a un tiempo menos productivo pero lo hace igual, no corre como los otros, no le interesa vender más, le alcanza para vivir en North Ford. Junto al mar, el mar junto a las rocas y sus baños constantes, es el sonido que le apetece cuando recuerda las vacaciones de niño en Gloucester, muy cerca del sur de su gran anhelada ciudad adoptiva. No puede consigo y lucha con las correcciones en rojo que le impone una y otra vez el editor de texto, acaba de beber un café colombiano mezclado con otros mas, es el café del País Vasco, el que todos beben porque es el mejor, tiene crema. Harto cual cazador en su espera deja el ordenador encendido con la pan- talla a punto de estallar en rojos malintencionados y se recuesta en la cama de 4 metros cuadrados, cierra los ojos, suspira con la pereza única de querer dormirse. Pasan algunos minutos en imá- genes vagas de algunos tiempos, recorre calles del pasado mira objetos que antes no miraba al caminar, deja que comiencen sus pensamientos, tiene una teoría sobre este estado. Según él, todos nosotros en estos momentos estamos usando parte de nuestros músculos, moviéndolos, incluso un dedo del pie, estamos siendo influidos por el ambiente de ruido y calma, pero influidos al fin,
  • 50. 50 ELBIO APARISI NIELSEN y no podemos tener estos pensamientos de los que él si puede gozar en estos momentos, es decir, navegar la mente, y conseguir las respuestas acertadas de sus ideas más grotescas ya que su cuerpo en estos momentos no tiene más que el uso único de su mente, y algunos movimientos, pero pocos, como puede ser el movimiento de sus ojos al imaginar. Sostiene que todos los es- critores tienen que pasar por varias etapas y esta es una, la de encontrar la idea entre las ideas, algo que debe recordar al abrir los ojos, aunque le cueste. Casi todo lo que teoriza se encuentra fuera del terreno de la experiencia y lo hace un inútil de la verdad, porque la verdad se funda desde la realidad y la realidad desde uno, y uno es una nefasta coincidencia entre milagro y maldi- ción. Ya no es el que era, no puede dejar fluir lo que acontece y escribir, tiene el tiempo detrás, y los profesionales que estudian si sus libros tienen el factor X del éxito. Tiene una técnica interesan- te este en cuestión, lo que hace es leer algunos clásicos (típico), revisar la lista de últimos best sellers (patético) y la de los últimos Nobeles de literatura, medicina y física (imitador). De ello hace un esqueleto de la historia y trabaja los personajes (una foto mental), forma el carácter del principal y de algunos secundarios, toma unas copas en un bar céntrico (se harta de beber copas) y acude a bibliotecas a charlar con lectores asiduos (u oírlos charlar), luego se sienta en un bar de moda con su portátil y cual esponja huma- na escupe letras durante tres meses, como todos. Consecuencia, una novela para la editorial. No le resulta tan fácil, por lo general es así, una teoría estúpida y sin sentido, pero efectiva. Paralelamente. Camina y deambula la calle, la playa y los bares de borrachos, solo para escuchar según el orden anterior, el sonido del artificio, el del mar y las voces de quienes todo lo perdieron o están por perder. Normalmente le cuesta mucho mas escribir sobre lo que oye, porque tiene su reloj, su tiempo espiritual o su pensamiento lateral para poder descartarlo de sí y darlo al colectivo lector. Sus
  • 51. GRAFISMOS DE WATERLOO 51 tiempos muertos son lo que más le agobian, eso y su sensación de pérdida al imaginar, al volverse ansioso. Hay gente que lo llama todos los días, según suena el teléfono sabe que es para él, porque es el único que existe en esa super- ficie o cueva lineal, antes existían mas. Suena la puerta, lo despiertan de sus pensamientos únicos que ya no recordará y que tanto ha disfrutado estos minutos. Da pasos insonoros, sigiloso se acerca, tiene saliva acumulada y no quiere tragar. Suavemente se apoya contra la puerta marrón oscura y se mantiene en la postura intentando oír algo. Un jadeo constante le sugiere cansancio. –¿Si? –no mira nunca por la mirilla de la puerta de madera oscura. –Hola, me llamo Crystal, he dado con su dirección y quiero hablar con usted, solo unos minutos –su voz es algo temblorosa, denota una edad avanzada. –Sabe si lee mis libros, ¡los paralelos!, que no hablo con des- conocidos, ni con periodistas a menos que yo me acerque, ¿Por qué se le ocurre que seré distinto con usted? –dice él mordiéndose el labio inferior. –Porque... –su voz algo mas quebradiza–, porque estoy mu- riéndome, y solo quiero hablar con usted unos minutos, vengo de lejos y no sé si llegaré a volver. –Cómo puede hablar así, cree que porque diga eso me some- teré a dar mi tiempo a alguien que no conozco, olvídelo, no es la única persona que ha intentado que abra la puerta, la gente ha hecho muchas tonterías. Lo siento. Gira sobre sí mismo apuntalando su espalda contra la puerta, mira en alto negando con su talento mientras obstruye su boca con la mano derecha. Odia los silencios, le dan vergüenza ajena, y es lo que siente por esta extraña. –No, no lo siente. No sabe ni siquiera si mi nombre real es Crystal –deshecha de sentimientos.
  • 52. 52 ELBIO APARISI NIELSEN –¿No lo es? –pregunta curioso. –Eso no importa –contesta Crystal algo enfadada. –Ni a mí, sólo es curiosidad, una estúpida curiosidad que tuve siempre. Por eso creo que soy escritor. –Ya me cuenta algo, es increíble –sonríe mientras habla. –No, no lo hago –mira sus manos sudando, inquietas se juntan. –Sí, lo hace –dice desenfadada, algo más tranquila. –¿Cuántos años tienes Crystal? –no tiene porqué pero pregun- ta algo insustancial, que no le interesa realmente, no sabe en qué terminará. –Soy joven, pero mi edad se ha deteriorado por mi enferme- dad, tengo el aspecto de una anciana, pero soy fresca y radiante por dentro –habla de memoria, estudiada. –Qué maneras de hablar tienes, eso es lo de menos, yo por mi aspecto poco hago, y la naturaleza poco hizo, quizás por eso es- cribo también. Son incógnitas que tuve siempre, el porqué comen- cé a escribir. Hace unos minutos en unos de mis pensamientos abstractos pude ver que de todos los escritores que conozco entre clásicos muertos y contemporáneos vivos, ninguno es bien agra- ciado. Me resulta verdadera la cuestión de quienes escriben. –Eso no es real. –Nunca dije que lo fuera, hablo por mí y lo que veo entre dor- mido. –Quizás nunca has leído a escritores guapos por envidia, eso surge siempre, es algo nuestro de todos los días. En algún lado escuche que cuando un escritor envidia a otro y a su obra, signi- fica que va por el camino acertado. –Pero eso no tiene sentido tampoco ya que autor y obra van por separado, también conozco autores clásicos y contemporá- neos que eran pésimas personas, unos ineptos y fascistas, pero sus obras genialidades únicas que traspasan sus pobres e insig- nificantes existencias.
  • 53. GRAFISMOS DE WATERLOO 53 –Ese quisieras ser, ¿verdad? –Crystal se sienta algo quejosa, le duele al apoyar sobre el piso duro y frío. Por la rendija de la puerta corre algo de viento. –¿Qué le duele? –La vida. –Eso es imposible, no puede contestarme así, no tiene porqué. Amo despertar, aunque por momentos cuando camino y me de- tengo no comprenda exactamente qué significa existir, y mucho menos qué es la realidad. ¡Pero me gusta no comprender, porque existo al hacerlo! –¡Es fantasía! –exclama ella. –Es mi mente –calla él. –Es fantasía –propone Crystal. –Son mis ideas –concluye el autor. –No lo creo. –¿Ha leído algún libro mío? –No, no me interesan sus libros, he visto una foto en la contra- portada y sus ojos me inspiraron algo que no puedo explicar. –Es su mente, es fantasía –sonríe. –No, ¡no lo es! –grita Crystal encolerizada. –Entonces, ¡lo mío tampoco! –Bien, muy bien, estamos de acuerdo, pero me deja terminar. Supe entonces luego de ver sus ojos que tenía que conocerlo antes de que me vaya, no me pregunte el porqué pero estoy aquí, fue algo difícil poder lograr tener su dirección y luego viajar, hasta reunir el dinero fue tarea complicada, es que soy muy pobre. –Es una historia muy barata, de esas que vienen en las edicio- nes pequeñas de bolsillo o en los supermercados. –Puede ser, pero es mi historia y no lo pienso de esa manera, lo vivo y ya –dice con suficiencia. –Bien, muy bien. –Bien –dice terminando el juego.
  • 54. 54 ELBIO APARISI NIELSEN El silencio lo absorbe todo y hace que el pequeño sonido de la rendija y el viento sean protagonistas por unos instantes. Crystal se acomoda, su piel la tiene dormida de estar en la misma posi- ción, ahora apoya su mejilla derecha contra la puerta marrón os- cura. Alguien abre otra puerta marrón y echa a andar, se percata de que Crystal existe. –¿Necesita ayuda? –pregunta algo pasmada la colindante. –No, muchas gracias, estoy descansando, tranquila estoy muy bien. ¡Y tutéame que no soy tan vieja! –dice mientras acomoda su pelo. –Bueno, me iré que llevo el tiempo detrás mío, ¡me esperan mis hijos en el colegio! –Bueno, ¡hasta luego! Él, oye todo desde el otro punto, siente que a ella le duele que no la tutee y comienza a hacerlo. –Si no te importa, ¿cuántos años tienes? –Cuarenta y tres. –¡No lo aparentas! –¡Ni tú! –echa a reír a carcajadas. –Bueno ahora te ríes de mí sin tapujos. –Claro, tengo mucho frío –frota sus manos. –¡Si quieres que abra la puerta estas muy equivocada!, no le abro a nadie desconocido –contesta desconfiado. –Pero ya no soy una desconocida. –Lo eras hace un rato, igual pensándolo bien no le abro a na- die hace años, eso es algo triste, ¿no? –¡Sí!, es tan triste como ser una infortunada mujer enferma. –¡Eso es trágico! –Es que, ¡lo es realmente! Créelo, es muy difícil sostener las ganas de caminar, de levantarme por las mañanas y creer que hay algo más que esto.
  • 55. GRAFISMOS DE WATERLOO 55 –No creo que haya nada, pero es bonito pensarlo, lo veo como la literatura, nos enamoramos de las ideas y las hacemos un mun- do. Y un grano no es una playa. –Es muy real lo que dices –tose fuerte mientras termina. –¿Crystal te encuentras bien? Ella tose todavía más fuerte. –¡Sí! algo mareada, pero bien. Cuéntame algo, así puedo tranquilizarme, suele pasar durante unos minutos. –Hace unos instantes transitaba mientras pensaba en la cama, que caminaba por las calles de mi ciudad natal, seguramente no lo sabes pero soy de otro país, vivo hace años aquí pero sigo sien- do de allí, aunque mi descendencia sea directamente celta, igual eso no es importante. Pero en esos momentos mientras caminaba recordaba lo que soñaba cuando era un adolescente soberbio, pensaba en comerme el mundo de un mordisco y ser un Borges mejorado, pensaba que el éxito me daría mucho dinero y que sería feliz. Mis padres al verme tan aficionado a Borges me regalaron la colección completa y la leí casi toda, memorizaba momentos y repensaba lo que planteaba en sus libros, luego escribía copiando el estilo y me encerraba días pensando en el Aleph. Pienso hoy en día que era genial ser ignorante, ser tan puro e inocente. Me gustaba enamorarme de mis ideas. –Eso es muy profundo, algo profundo, ¿crees haber perdido todo eso? –Sí, sin dudas perdí el amor a los sueños, a pensar vidas y no vivirlas, simplemente soñarlas. Quería ser escritor y hoy lo soy, pero no como quería y me siento totalmente fracasado. Estoy lejos de todo lo que quise algún día, incluso comencé a escribir libros simples, para que todos me entiendan, para poder ganar dinero, y me va de maravillas porque logro lo que me propongo, pero no me llena para nada. Me llaman todos los días personas que quie- ren hablar conmigo sobre mi obra, sobre mi vida e historia y no puedo con todo eso, no quiero. Pero parece que eso alimenta aun más mi popularidad ya que se imaginan mil personas distintas a
  • 56. 56 ELBIO APARISI NIELSEN mí. Hay días que cojo el teléfono, y me quedo mirándolo minutos pensando en hablar, pero no puedo, aquí estoy genial, solo con mis libros y la playa. –Eso no tiene sentido, yo no leí tus libros, ni pienso hacerlo, pero se como llenas a tus lectores, como les das horas de olvi- do. Hoy no es el día de las confesiones extraordinarias, soy una persona simple que no lee ni tiene nada en la vida, pero puedo decirte que alguien que fue muy importante en mi vida sentía que tú le dabas vida al leerte. Llenas a los demás, pero tú, ¿qué? –¿Yo? Nada Crystal, creo que ya no quiero hablar de esto. –Eso es muy malo, dime qué piensas. –Nada, déjalo. –Por favor dime. –No te pongas pesada por favor que no quiero hablar. Cuén- tame que decía esa persona al leer mis libros. –Sonreía, hablábamos por horas de lo que pensaba, siempre me decía que quería escribir, pero no podía dejar de leer para hacerlo, era un hombre único, con un mundo interior exquisito, de inacabable cultura. ¡Y tú eras su Borges! –No lo creo, eso es un comentario para llenar el vacío, o para sentir complicidad o amistad y cercanía conmigo. –Duele lo que dices. –A mi me duele más la mentira. ¿Cómo se llama? –Se llamaba Jon, y se murió soñando ser un mundo en un papel. –Qué raro, yo soy un mundo de papel dentro, tengo tantas biblias dentro como Alejandría. Crystal, ¿me perdonas? –Claro, siempre perdono, tienes que reconocer que la insegu- ridad es una muestra de dolor acorazado, ¿Por qué lo tienes tú? –Porque la vida me los puso y no quiero estar desnudo, así dentro de estos metros cuadrados puedo contener mi rabia y de- jarla en el papel, para que otros se llenen de mí. Como tú dices.
  • 57. GRAFISMOS DE WATERLOO 57 –Esto no existe. –Sí existe, Crystal, todo tiene sentido. Ahora tiene una silla con su respaldo contra la puerta, mira el techo suspirando, ella sigue inmóvil y dolorida, cree sentir algo nue- vo, una sensación que recupera luego de mucho tiempo, sonríe. –¿Sabes? Creo entenderte, pero no comprendo por qué sigo tirada aquí. –Porque sabes que no puedes entrar, no lo permitiría. –Estás mal, no ganas nada siendo así, tus historias son mucho más interesantes, no entiendo como alguien que escribe tan bien pueda ser como tú. –Suena como si hubieses leído mis libros, ¿acaso esa persona cercana eras tú? –No, pero sé de lo que hablo. –Es que no entiendes que mi vida dista años luz de mis obras, no asocio vivir con escribir, es otro mundo al que no puedo sumar a mi realidad, eso es lo que me duele más. Los elogios son una mierda, perdona la expresión pero no son más que palabras y a mí me alimenta sentir el frio del viento junto al mar. La perpetuidad de mis obras y lo que generan no es mi problema, no sé porque hablo contigo si no me entiendes. –Claro que entiendo lo que dices, estoy muriéndome y la sensación de tiempo es lo que más me tiene ocupada, todo se viste de algo que no es una realidad, se que el tiempo ya no es una variable perdurable, mi tiempo se fracciona a miles de horas, no miles de días, eso da un carácter muy distinto a mi realidad. Yo no sé que es morir, ni quiero pensarlo, pero la sensación de abandonar mis pensamientos, mis recuerdos para que sean lue- go energía dispersa e inútil me hace sentirme nada en mi aquí y ahora. Se me anuda el estomago de pensarlo. Cuando escribes seguro tu tiempo es distinto, ¿verdad? –Es una apreciación vaga del tiempo, pero es real. ¡Sí! Dejo mi vida en ello y no lo comparo con nada. Bueno, sí, lo podemos
  • 58. 58 ELBIO APARISI NIELSEN comparar con una película, pero solo por momentos, cuando rela- to, luego cuando los personajes hablan se convierten en personas vivas que se expresan y es cuando los escucho y me olvido de mis dedos, solo los escucho como hablan. En ese caso seríamos en estos momentos personajes de alguien que nos escucha y no piensa en sus dedos. Me encantaría pensar que todo puede ser así, un hombre de unos treinta años o menos, escribiendo con su portátil en un bar vacio, vestido de negro y escuchando música, bebiendo Coca-Cola, sintiendo que es distinto creando este mun- do, no me lo creo. –Cree en que me duele mucho el cuerpo. –¿Aún más? –Creo que sí, siento mis huesos, como se rozan y se astillan. –No es posible sentir eso. –Es la sensación. ¿Tienes algún calmante? –Sí, tengo lo que bebo cuando me duelen los oídos, es un lí- quido fuerte y amargo pero te hará olvidar un poco que tienes un cuerpo además de tu talento. –Por favor, si quieres no abres la puerta, por debajo pasa per- fecto sin necesidad de abrir. –Bien, sólo tardaré unos minutos. Pasan los minutos, es decir, pasaron mientras él buscó en su cajón de medicamentos. –Toma –deja deslizar por debajo de la puerta una pequeña am- polla de cristal–. Ten cuidado al romper la punta. Mejor, cubre tus dedos con la ropa que tengas, así no te cortas, es lo que menos quiero que pase. –Tranquilo, no es la primera vez que bebo una de estas. –Bueno, mejor así. Siente cómo quiebra el cristal, suena distinto a un cristal nor- mal, estos tienen algo que lo hacen menos ruidoso y peligroso, pero igual cortan.
  • 59. GRAFISMOS DE WATERLOO 59 –¿Y, Crystal? –¡Ya está!, a ver cuándo me hace efecto, igual es curioso, me siento más animada, siempre que bebo algo me animo al instan- te, como si mi dolor supiese que bebo esto, eso me hace pensar que deposito mi mente en esta receta mágica, yo que sé, lo de siempre, de los cuentos que me leían de niña. –Siento que ya podemos dejar esto, estoy algo aburrido. –¿Por qué lo dices?, solo me dolía algo y me diste lo que me quita el pesar. –Es que ya no quiero hablar más, estoy algo aburrido, y no tiene mucho sentido seguir con esto. No hay escritor detrás de esto, ni nada, somos nosotros dos sintiendo que es especial tener una conversación rara y sin sentido. –Para mí tiene mucho sentido, fui yo quien le dio el sentido a esto. –Estás equivocada, hablamos porque yo quise comenzar a hablar y no tiene que ver con que seas Crystal, ni siquiera sé si tu nombre verdadero es Crystal o María; pero eso me da igual, no me aporta nada. –Eres muy egoísta. –No, es que quieres que abra la puerta y no lo haré, por nada. No quiero que me veas. –¿Qué traes? Ropa interior de mujer, seguramente. –Soy muy masculino. –Seguramente, te acuestas con todas las mujeres que entran al piso, significa entonces que con ninguna. –Eso duele. –Es la idea, pero no me mal interpretes, no sé nada de ti, más que lo poco que escriben en revistas y libros. –Cree lo mínimo, básicamente no hay diferencias entre un periodista y yo, mienten más que hablan e inventan más que sue- ñan, ven cosas que no existen y las cuentan. Pienso a menudo en
  • 60. 60 ELBIO APARISI NIELSEN juzgar ante juez y tribunal a esos malditos, pero paso de todo, no quiero hacer mas mediática mi vida, porque sin aparecer lo soy, imagino que hablando será peor. No hay nada más humano que la curiosidad y el misterio. –Somos humanos, muy humanos, de hecho me duele el cuer- po, un poco menos que antes. Tienes razón en no querer hablar, yo juzgaría eso, el derecho a la privacidad es único y no se puede corromper. –¿Por qué mueres? –Eso no importa, puedes saber que envejezco más que tú, por eso hablaba del tiempo y mi percepción, es que vivo como en las películas prefiero evitarme las partes aburridas. –Pero hablas conmigo y te das el lujo de derrochar tu tiempo con silencios. –Es verdad, pero lo vales –caen sus lágrimas de dolor. –No lo creo –cierra sus ojos avergonzado. –Créelo, tienes que valorar algo mas lo que regalas, permítete regalarte algo nuevo –se limpia mientras. –Han pasado los días de regalos. –Al igual que a mí, pienso que mi último regalo es esto –cruza los brazos haciendo mucha fuerza. –Eres algo trágica. –No, soy algo realista, se que después comprenderás lo que te queda y que seré un musa inspiradora para tu nueva creatividad, seguramente viviré en alguna novela que publiques, siendo un personaje viviendo otras cosas. –¿Serías feliz así? –pregunta sonriendo. –Más que ahora, luchando con querer conocer a un inspira- dor, a una fe viva. Creo que así transgrediré el tiempo de todos y compartiré un asiento en algún autobús de ida a la universidad o la arena cálida de una playa, siendo esas letras quietas y negras que todos leerán, porque tus libros seguirán siendo obras únicas y tu un ser inseguro, arrogante y vital.
  • 61. GRAFISMOS DE WATERLOO 61 –No sé que seré –bosteza amargado, como si recordase toda su vida en un Aleph, punto cósmico que adora y le recuerda sus principios, antes de todo el dolor. El silencio nuevamente acaba con las palabras. Añora la lectura en tren a la universidad, era su metrópolis la literatura, era aire y olvido. Borges lo elevaba al cosmos sos- teniéndolo con la mano libre de bastones, era su mejor amigo, un padre, un guía único. Se pregunta porque no volvió a leer sus libros, esos que lo hacían creer en un futuro duplicado, junto al mismo por dos. Se funden los pensamientos, se confunden las almas, las dos almas que se sostienen sobre una puerta color marrón oscuro. Continúa el silencio sepulcral. –¿Crystal? –se extraña, siente que le duele el estómago, siente nauseas, saliva mucho y caliente–. Voy al baño y vuelvo –vomita sintiendo esa presión horrible en la nuca y el estómago al con- traerse. Lloran sus ojos porque le duele la cabeza y el estómago aún más, arquea con espasmos. Su mano izquierda se apoya sobre el inodoro, tose fuerte vomitando la sopa de verduras, se mancha la mano derecha y llora de dolor. –¡Ay, Dios! –exclama sobre lo bajo. Termina por expeler unas verduras mas, suelta la cadena, el agua lo acarrea casi todo. Re- coge el resto de restos con un trapo sucio del piso. Vuelve algo más entero. –¿Crystal? –nadie contesta, mira por la mirilla que nunca mira y no ve más que la escalera y el ascensor. Sujeta su abdomen, no se ha recuperado tan bien –Querrás que abra la puerta para verme –lo piensa fríamente, abre lentamente, ya no le importa. Yace sobre el suelo blanco, inerte, no respira. Sus ojos están abiertos intentando ver. Es mucho más bella de lo que pensaba, le gusta su nariz y su pelo, se arrodilla sosteniendo la palma de su mano en la boca, tapándola entera, sostiene su aliento, acaricia su frente, recuerda el color de sus primaveras sin ella.
  • 62. 62 ELBIO APARISI NIELSEN Recuerda su voz y el momento en que vomitaba pensando en Dios por lo bajo, siente vergüenza de si mismo, mira el piso blan- co impoluto, recuerda las palabras de Crystal e instantáneamente resume una vida en un punto de Aleph mental, nunca imaginó ver una mujer tan bella muerta en su puerta. “El Horizonte se ha tendido como un grito a lo largo de la tarde” NORAH LANGE
  • 63. Sonríe, hay más letras Berg Der Anco, cura
  • 64.
  • 65. BERG Toma la copa en plena oscuridad, se que Berg aún me mira fijamente, el cuarto está oscuro, sabemos que hay, a nuestra iz- quierda, un mueble del siglo XVII, de Inglaterra con detalles muy finos, dos cajones con algo dentro que nos olvidamos. Frente a nosotros, el sillón versión italiana de uno inglés del siglo XVIII, junto a él y continuando al frente nuestro un piano vertical, con la tapa abierta y el do central pulsado al igual que el pedal izquierdo tercero. Nuestro piano es negro del siglo XX, el piso es de madera bri- llante por la cera, la ventana está cerrada pero sabemos que da a San Pedro dentro de la gran plaza central. La estufa de hierro nos mantiene a temperatura, es el único ambiente que nos interesa. Berg continúa mirando fijo, ahora se levanta, no sabemos qué hacer, él es muy alto y tiene mucha fuerza, lo sabemos porque to- dos los días lo vemos frente al piano pulsando todas esas teclas, 58 de ellas, y nos quedamos en vez de hacer el trabajo admirados por tanto talento. Berg se viene encima nuestro y solo vemos el mueble hermoso con sus dos cajones y de pronto sabemos que contiene, hacemos un paso lateral pro impulso y lo tomamos sin permiso, él solo está por llegar con su rostro desfigurado en odio. Nosotros solo cerramos el puño, apretamos bien con las dos manos eso y esperamos que llegue.
  • 66. DER ANCO, CURA Avier espera sentando en el banco de madera oscura, sos- tiene sus gafas mirándolas, queriendo descubrir cómo ver las hormigas con el aumento de los cristales. Aura llega y se sienta junto a él. –¿Qué ha pasado? –agrietando las ultimas vocales. -Lo he dejado tirado en el contenedor, no creo que pueda vivir, no pude hacer nada, lo he dejado casi sin aliento. -Pero has hecho todo lo posible, ¿verdad? –Avier coloca sus gafas en sus ojos, donde siempre. -Claro, siempre doy todo lo que puedo de mí, no sé si ha sido suficiente –Aura parece no interesarse en lo sucedido. -Dame un beso. Hace tiempo que no nos veíamos –él quiere mirarla de cerca. -No, no quiero, hay muchas personas y tengo mucho calor, estoy muy cansada como para dar energía, no te enojes pero quiero compartirme conmigo misma. -Nada, déjalo, no es nada. –¿Cómo va tu libro? –Bien, hoy pude poner algunas trabas, siempre intento derrotar al principal, pero siempre elude lo que impongo, y se hace más y más largo el libro, como si no quisiese morir, o dejar de tener nuevas experiencias, yo sé que en un momento terminará, muerto o a punto de morir, y el final de la novela será pronto, tengo mucho cariño por él, por eso lo dejo que sueñe con posponer lo inevita- ble, al menos mi personaje es feliz avanzando.
  • 67. GRAFISMOS DE WATERLOO 67 –Tienes que matarlo, la editorial espera y siempre haces lo mismo, al final se leen menos tus obras, son muy largas. –Eso me mantiene vivo, queriendo ser un escritor desarrolla- do, longevo –Avier toma su sobretodo y comienza a caminar, ella lo imita. El mar tiene un oleaje dantesco, el cielo se hace gris y más negro que antes, el viento se enfurece. Se detienen justo en medio del camino a la estación de autobús, es un paseo dotado de hermosura–. Están buscándote, sabes que tienes que irte –la sujeta con fuerza del antebrazo izquierdo–. Están detrás de ti y no puedes eludir tu destino, ellos saben quién eres. –Todo lo hago por mis propios medios, nadie me ayuda y tú y esos maderos insulsos pueden irse a la mierda. –No sabes lo que haces, has deshecho la vida a tu antojo y no sientes nada más que odio –Aura, lleva este sobre y viaja lejos donde ni yo pueda verte, no quiero más. –Tú y tu libro pueden descansar en paz, ya no quiero tus sermones diarios, mi causa tiene un efecto en el tiempo, todo irá comportándose como lo deseo, tengo claro mis principios, ¿y tú? –Aura, no puedes comportarte así, todos te han dado su vida para que puedas rehacer la causa, pero de una manera más jus- ta, la sangre nos ha enseñado a no cometer más estupideces, y lo primero que haces es matar, dejar morir, como prefieras. Alguien vigila detrás de la vegetación, tiene el disparo certero, solo espera la señal. Se oye un estruendo presuntuoso, podría ser cualquier cosa. Han dado en su frente y la sangre ha pintado el rostro de Avier, sus gafas miran el suelo, las sostiene como antes comprobando el aumento, ella está muerta y las hormigas hacen su camino al mar. –¿Te encuentras bien? –el uniformado presiona su brazo com- probando si está en su sitio. –Muy bien, acabo de comprender la muerte.
  • 68. EL Concurren estos a mí como si nada hubiese pasado, Rompen los vidrios del apartamento, me corren, me atan. Me dejan dormido, No sueño y no me importa mucho abrir los ojos. Alguien cae por el hueco del ascensor, un nene me grita en el oído. Explota un globo que suelta por temor. La madre me toma de la mano para que reviva, El humo toma toda la habitación, Es un desierto muy duro, Y dormido aún más. Me ahogo porque es normal ahogarse con humo, este tiene olor a plástico. Toso pero no abro ningún ojo. Llora la madre, el padre aparece heroico, –Tienes que ayudar al hombre mi amor. –No hermosa no puedo tenemos que salvarnos déjalo, ya está muerto. -¡Sí! estoy muerto váyanse no me molesten más con esto de salvarme. El nene llora y se aleja el llanto. Escucho entonces una voz femenina que tose. –¿Tú también te haces el muerto? –Sí –respondo.
  • 69. GRAFISMOS DE WATERLOO 69 –Bueno, un gusto conocerte. –¡El placer fue mío señora! Arde el apartamento, ella arde primero, la escucho morir, una llama toca mi pelo. Supongo que nadie tendrá ganas de molestarse.
  • 70. “JE SUIS ET CERF” –Tócame la parte donde todo cae, ciervo, mira mis patas como sudan. Y las hormigas quieren hacer su trabajo, no es más que un dique insostenible de lava. Cae la estrella cerca. –Toca mi golpe certero a tu amor. –Dije enamora mis dolores, golpéalos más que solo quieren sobrevivir. El estruendo llega desde lejos, un golpe expansivo, fue algo fuerte, su rostro acompaña a la sangre que quiere escapar de su envase. –Ahora que nos dejan solos, por favor solo hazlo ahora. Pican las aves mis órganos, porque podría ser Prometeo y la caja abierta de... La estrella gira y recorre la tierra, mientras ilumina, solo le queda eso... ¡Un artista del hambre! –Mátalo entonces maldito, tus patas serán tus raíces, no me dejas mas opción... Llueven nueve copos de nieve sobre su mano, la deja inerte sobre un tronco húmedo repleto de hormigas. Toca mis partes ciervo o ¿no piensas morir?
  • 72.
  • 73. INERME Soy primitivo como el anaquel de la casa en Distrito Federal, o como la madera blanda pero longeva de mi bastón. Pues, tengo aun más ejemplos, como el violín de mi hermana o la viga principal del caserío de Amurrio en el monte que limita con La Rioja alavesa. Paco estaba muy acertado aquel día en el campo de Benavi- dez, sentenció mi futuro como un brujo alquimista del medioevo. No dudó un instante en decirme que sería un contador de menti- ras agraciado por la vida. Recuerdo enojarme y dejar la comida que nos unía, él era mi tío, uno de los hermanos de mi padre. –¿Pero no sabes que ser escritor es ser un solitario, uno solo en la vida? –otra sentencia innegable venida de otro familiar, algo incauto. –Primero tienes que leer, leer a los clásicos, aprender cómo cuentan sus historias, luego vivir mucho, palpar la vida y si eres algo bueno, escribir –un primo vendedor de algo. –¡Ah!, y córtate un brazo, como Cervantes. –Eres bueno con el dibujo, eres un arquitecto nato, puedes dedicarte como una afición secundaria, piensa que hoy en día no da dinero la literatura, es un mundo muy difícil y hay que luchar mucho –ese era mi padre enamorado de mi posible profesión. Nunca me habría dicho que era pésimo escribiendo, incluso vién- dome chocar con la realidad fuera de mi habitación. –No tengo ningún problema en firmar mis libros, ni de hablar de mis ideas, prefiero cambiar de charla, porque sería muy profun- do hablar de mí –algo soberbio, con una pisca de hormonas–. Ya leerán lo que hago y podrán criticar, pero es el camino que deseo, y no digo que también quiero ser director de cine, me sacrifican el alma de solo decirlo.
  • 74. 74 ELBIO APARISI NIELSEN –No es así, eres joven y sabrás lo que quieres, no hagas una discusión absurda, te queremos y queremos lo mejor para ti, igual- mente tienes razón, míranos, trabajar en la industria textil no es mejor, ni echarte media vida en una empresa, ¿sólo por dinero? Nos vendemos por tiempo, seria genial vendernos al mejor postor en lo que somos útiles. –Soy parte de otra generación, aunque no me acompañen confío en que la cultura me de vida, al menos –dije. –Es muy idealista, algo comunista y sabes que tu familia es un pequeño partido político no oficial. Todas las ideas, tienen algo comunista, no se puede evitar. Era verdad, otra vez, era un crio y podía sentir que mis ideas valían más que el tiempo y las alegorías filosóficas de aquel gran- de vislumbrado. ¿Qué puedo decir?, si mis dedos aquí mismo me duelen por la artrosis avanzada que me aqueja, ¿qué puedo sentir?, si mi alma fue castigada por lo mejor. –Corre, dame la mano que me caigo, ¡amor esto es único! –es ella, echo de menos su juventud, y la mía, en esos momentos. Estábamos en la montaña en algún lugar remoto de Escocia, el mar inquieto nos unía fríos de cuerpos. –¿Puede ser algo tan hermoso? –me miraba siempre igual, al borde del estrabismo–. No tengo palabras para ti, siempre me sucede lo mismo –solía ponerme muy nervioso–. Lo escribes luego, quiero más palabras, no me alcanzan –le gustaba mucho sinceramente, y más le gustaba como le escribía, simple, directo, sin los preámbulos verbales de quien quiere ser buen autor. Ya no escucho Jazz, y al piano lo tengo frente al ventanal del salón, solo y abrigado por la manta que me regalo ella. La doméstica prepara una buena comida, quizás emulando lo anterior, por mi sugerencia al contratarla, cuando aun podía ver y reflexionar sobre lo que iba a decir, me cuesta la vejez, aun- que en las letras todos somos iguales, seres de mentes, nuevas mentes y mundos que dependen de cuántos libros se abran. No quiero relacionar el futuro con el tiempo que resta, no pretendo escribir tan bien como lo hacía, ni mucho menos ser quien intente
  • 75. GRAFISMOS DE WATERLOO 75 ser toda mi vida. Leer algunas horas de un desconocido es algo atrevido y peligroso, al menos para mí. Nunca fui capaz de leer una novela porque me la recomendaron, siempre mis libros fueron apareciendo en mis manos, y supe dentro de mí, cual leer y en qué tiempo leerlo. Era oler sus páginas y mirar las hojas, leer el prologo y enamorarme poco a poco del autor, de su vida. Nunca pude conocer esos clásicos interminables, incluso durante con- venciones he pasado muchos momentos eternos de vergüenza porque no conocía un libro popular, nunca fui popular, bueno solo con Borges, sus tigres, espejos y puntos cosmogónicos. –En el análisis de la batalla de Waterloo... –me hablaban siem- pre de lo mismo, hacían análisis de textos en el aire, como si yo tuviese que recordarlo todo. Solía beber mas vino de lo normal en mis presentaciones para aliviar la pena de enfrentarme al exámen a cielo abierto que era cada una de las preguntas formuladas por expertos de la materia. Odiaba decir cosas interesantes, tener que satisfacer la necesidad de escuchar con atención cada idiotez que se me ocurría de la nada. Era una novela nueva en cada respuesta, lo sabía, pero luego no lo recordaba. Solía entretenerme con las miradas de las primeras filas, ver que pretendían, a que aspiraban, y sonreír. Bebía mucha agua para atenuar las variaciones que dan el alcohol y los taninos. –Agradezco el premio a mi novela en principal, sin ella yo no sería nada, y mi existencia se deshacería en este escena- rio. Luego reconocer a quienes me soportan día a día, en esos encuentros con la locura que solo aguanta mi mujer, al abrigar- me mientras escribo en las frías noches de otoño y hacerme caricias cuando dejo todo por estar más en la ficción que en la realidad. Los oyentes casi siempre se reían porque esperaban algo nuevo e impresionante al agradecer, pero siempre me re- ducía a lo mismo, recordar a todos que en mi casa está el rotor principal de mis motores diarios. El que hoy ya no me acompaña y nada suple. Es triste hablar de uno mismo, reconociendo que pueden ser las últimas páginas de un autor casi extinto. Debo reconocer que
  • 76. 76 ELBIO APARISI NIELSEN mis árboles me dan energía cuando se mecen por sí solos que- riéndome animar en esas tardes de infusiones constantes, senta- do frente al ventanal enorme que da a mi campo de flores y pinos. Me recuerda cuando los abuelos de un homónimo abrazaban por última vez sus árboles agradeciéndoles todo lo que le dieron durante sus vidas. Puedo decir que la vida me ha recompensado al darme la naturaleza que me rodea, y puedo rebozar de vida por momentos al sentir que algo existe más allá de mis piernas rotas, por marchitarse mi cuerpo. Quizás hay más que dinero en mi cuenta, hay horas de esperanzas por seguir existiendo. Una vez leyendo el libro autobiográfico de un americano rico supe que él era un ganador en la vida, porque había logrado fu- sionar la estructura narrativa clásica junto a un halo de misterio único, pero muy diluido. Supe que no tenía que complicar mi exis- tencia intentando decirlo todo de una manera inextricable, sino ser amigo de los lectores y ofrecer el momento de exploración que han perdido, estando tan estables de casa al trabajo y del trabajo casi todos los días a casa. Obviamente tuve que comprender que todo el mundo no escribía, y que merecían leer algo interesante y anecdótico para poder trasladar esos nuevos pensamientos a sus congéneres y así ampliar mi campo de traslación de pensamien- tos, junto con los suyos al transformar mis palabras en su pensar unilateral. Así avanzamos siempre, una idea por arriba de otra nueva idea, perfeccionándonos, es algo extraño poder nacer en la época de la inflexión humana, ya que ver la naturaleza es el pri- vilegio para unos pocos, todo es un simulacro de lo real. Vuelvo a mis ideas iniciales, es hermoso poder acariciar las hojas del árbol que me detiene en el tiempo, siempre que la cocinera me saque a pasear unos minutos esos días que hay sol por unas horas. Me pregunto qué harás tú en estos momentos, pensándome como un anciano en una silla de ruedas, soñando con el pasado, difuminando ideas del pasado. Si continuas, significa que eres honesto contigo y conmigo, ya que no me gustaría contar parte de mi alma a cualquier ser. Es cuando me siento nuevamente joven, aunque duelan mis dedos.