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Fulgores de Dios
                             Jo Ann Davidson




Capítulo 4


Dios, el Legislador


P
       robemos un juego de palabras. Cerca de la hora del mediodía,
       ¿qué clases de emociones surgen si alguien menciona la palabra
       almuerzo? Probablemente despierte una reacción positiva. ¿Qué
pasaría si alguien menciona la palabra ley? Si está conduciendo un
vehículo y ve un patrullero, la primera reacción podría ser mirar el ve-
locímetro. Aunque pensar en las leyes no produce generalmente los
mismos sentimientos positivos que pensar en un buen almuerzo, la
mayor parte de la gente está contenta de que existan leyes. Producen
una semblanza de civilidad en un mundo pecaminoso. Excepto los
abogados, sin embargo, la mayor parte de la gente no pasa mucho
tiempo pensando acerca de la ley o alabando las leyes del país.
    El documento legal destacado en la Escritura es el Decálogo. Pen-
sar en él tampoco produce generalmente un sentimiento de exaltación
específico. Se ha escrito mucho acerca de su contenido conciso y am-
plio. Sin embargo, entre los cristianos continúa un gran debate acerca
de lo que le ocurrió a la Ley cuando Jesús murió en la cruz. Algunos
creen que se la eliminó, y se trajo una era de gracia. Para los que así la
consideran, las restricciones de la Ley ya no nos "encadenan" más. No
obstante, esta suposición colapsa si a una persona le han robado algo o
le han mentido. Estos mandamientos del Decálogo se reafirman de in-
mediato: los mandamientos contra la mentira y el robo (y aun el adul-
terio) son necesarios para limitar la conducta humana. De hecho, los
antropólogos han encontrado que muchos preceptos del Decálogo act-
úan universalmente. Por ejemplo, siempre ha estado mal que un hom-
bre robe la esposa de otro hombre, en todas las culturas o grupos de
pueblos.

                        © Recursos Escuela Sabática
Otros cristianos están convencidos de que la Ley dada sobre el
monte Sinaí, en medio de rayos y truenos, era para el beneficio del
pueblo judío. Fueron los primeros receptores (y hasta exclusivos) de
las "Diez Palabras", como a menudo llaman al Decálogo (los mandatos
son mucho más breves en el idioma original). 1
     La proclamación de los Diez Mandamientos en el monte Sinaí fue
una ocasión abrumadora y aterradora. Moisés mismo tembló y se es-
pantó (Hebreos 12:18-21). El cuadro en Éxodo es dramático:
     "Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido
sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo
el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba au-
mentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz
tronante" (Éxodo 19:18, 19).
     El monte Sinaí arde con fuego y temblores, rodeado con gran oscu-
ridad, un viento poderoso, el sonido de una trompeta y la voz de Dios,
"la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más". "Y tan te-
rrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblan-
do" (Hebreos 12:19, 21).
     En la cumbre del monte Sinaí, relámpagos, truenos, humo, viento
violento y terremoto, todo indicaba la presencia de Dios mismo (Éxodo
19:18). Por causa del drama de este evento, muchos creen que los Diez
Mandamientos –o Decálogo– fueron dados inicialmente en esta oca-
sión. Sin embargo, numerosos indicios en el libro del Génesis sugieren
que los mandamientos dados en el Sinaí en medio de relámpagos y
truenos no eran tanto una nueva ley como una presentación majestuo-
sa y dotada de autoridad de principios ya existentes. Por ejemplo:
     * Génesis 1 y 2 describen la perfecta creación de Dios. Una lectura
cuidadosa de los dos capítulos sugiere que, aun antes de la caída,
Adán y Eva, en su perfección recién creada, tenían instrucciones acerca
del bien y del mal. Dios les da un mandato de no comer de un cierto
árbol: un mandato divino antes de la caída:
     "Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huer-
to podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no co-
merás"(Génesis 2:16, 17; el énfasis fue añadido).
     Aunque expresado en forma negativa, el mandato, sin discusión,
es protector. Literalmente, leer "No comerás" se parece a las palabras
iniciales de ocho mandamientos del Decálogo. Desde el mismo princi-
pio, las leyes han manifestado una cualidad protectora. Había pecado
en el universo aun antes de que Adán y Eva creyeran las mentiras de la

                        © Recursos Escuela Sabática
serpiente. Con el "primer mandato" en el Jardín, Dios procura proteger
a la nueva pareja humana del peligro extremo de su archienemigo.
   * Génesis 4 es un triste informe de la rápida invasión del pecado en
la naturaleza humana. La narración se abre con dos hermanos, Caín y
Abel, que adoran fuera del Jardín del Edén. El capítulo previo registra
la caída de Adán y Eva. En Génesis 4, viene el primer asesinato, y de la
peor clase: un hermano mata a su hermano. Aun antes de que el man-
damiento contra el homicidio se proclamara en el monte Sinaí, encon-
tramos el horror del fratricidio.
     Después del homicidio, Dios confrontó a Caín como fiscal, pronun-
ciando una acusación seria. Caín es culpable de derramar sangre. En
forma significativa, Caín mismo se da cuenta de que ha hecho mal, aun
cuando comete su homicidio mucho antes del monte Sinaí. No alega
inocencia por causa de ignorancia. Además de cometer un homicidio,
miente en su respuesta a la pregunta de Dios acerca de dónde estaba
Abel: "No sé. ¿Soy acaso guarda de mi hermano?" (Ver el versículo 9).
     Más tarde en el mismo capítulo, encontramos a Lamec, que se jacta
de que él ha sido un homicida: "Maté á un hombre por haberme heri-
do, y a un muchacho por golpearme" (Génesis 4:23, NVI).
     Después de la caída, se desarrolla un horrendo informe de la natu-
raleza del pecado. Las narraciones, o historias, se cuentan con cuidado,
detallando cómo la maldición del pecado rápidamente cierra su garra
sobre la raza humana. La naturaleza perversa y la maldición mortal del
pecado se ilustran vívidamente. Los poderosos tentáculos del pecado
atrapan a la raza humana. El Génesis continúa con un realismo atroz.
   * "Lamec tomó para sí dos mujeres" (Génesis 4:19), desviándose
deliberadamente del ideal divino para el matrimonio de un hombre
con una mujer, registrado en Génesis 2:24. El octavo Mandamiento,
que prohíbe el adulterio, y se pronunció mucho más tarde, también
implica esta visión sagrada del matrimonio.
   * En la Escritura, aun el nombre de Dios es reconocido como santo.
Por ejemplo: "Jehová reina; temblarán los pueblos. Él está sentado so-
bre los querubines, se conmoverá la tierra. Jehová en Sión es grande, y
exaltado sobre todos los pueblos. Alaben tu nombre grande y temible; él es
santo" (Salmo 99:1-3; el énfasis fue añadido).
     El tercer Mandamiento protege el nombre de Dios. Mucho antes
del monte Sinaí, la gente invocaba este nombre divino (Génesis 4:26).
     * Dios mismo denunció específicamente el asesinato en el pacto
que estableció con Noé después del diluvio. Declara: "El que derrama-

                        © Recursos Escuela Sabática
re sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque
a imagen de Dios es hecho el hombre" (Génesis 9:6). Esta divina decla-
ración sostiene lo sagrada que es la vida, y anuncia graves consecuen-
cias por destruirla. Esta orden contra matar seres humanos, hechos a la
imagen de Dios, implica el supremo valor de la vida conferido en la
creación (Génesis 1:26, 27). La imagen divina en los seres humanos no
ha sido borrada a pesar del pecado. Esta afirmación de Dios en Génesis
9 ocurre antes de que el pueblo de Israel existiera.
     Dios ejecuta el castigo por destruir la vida de otro ser humano. El
asesinato es una ofensa contra el Creador. En solo dos versículos, se
menciona dos veces que Dios demandará un castigo por el asesinato
(Génesis 9:5, 6). La justicia retributiva no comienza en el pacto de
Moisés. Se encuentra aquí, en el pacto divino con Noé, y antes que eso,
en Génesis 4.
    * Noé y sus hijos están involucrados en una irregularidad sexual
relacionada con la ebriedad (Génesis 9:20-27). La palabra hebrea (ra'ah)
significa "mirar inquisitivamente", 2 algo que no es inocente o acciden-
tal. La mirada intencional de Cam estaba mal, como insiste más tarde
Habacuc: "¡Ay de aquel que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti, que le
acercas tu hiel, y le embriagas para mirar su desnudez! Te has llenado
de deshonra más que de honra" (Habacuc 2:15,16).
     Existe una discusión entre los eruditos con respecto al sentido
exacto del acto de Cam, pero todos concuerdan en que es aparente una
perversión sexual. Su acto pecaminoso se describe con concisa breve-
dad, mientras la prudente respuesta de los dos hermanos, Sem y Jafet,
se detalla con cuidado. Dos veces se dice que caminaron "hacia atrás" y
que lo cubrieron, y "no vieron la desnudez de su padre". El quinto
Mandamiento, de honrar a los padres, actúa mucho antes de su decla-
ración en el Decálogo del monte Sinaí. Se implica también la norma de
pureza sexual del séptimo Mandamiento.
    * "Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas pa-
labras. Y aconteció que cuando salieron de oriente [...] se dijeron unos a
otros [...] hagámonos un nombre (Génesis 11:1-4; el énfasis fue añadido).
El motivo de los constructores de Babel era alcanzar el poder en forma
independiente de Dios, implicando una directa desconsideración por
él. Aunque creados a su imagen, querían ignorar el hecho.
     El deseo humano de ser autónomo es antiguo. Los edificadores de
Babel tuvieron éxito en hacerse un nombre, un nombre despectivo. El


                        © Recursos Escuela Sabática
término Babel todavía es sinónimo de confusión. Aquí está involucrado
el tercer Mandamiento, de honrar el nombre de Dios.
    * La falta de brújula moral es muy evidente en la vida de Lot y de
sus hijas, que exhiben una chocante perversión sexual (Génesis 19:1-
38). La horrenda profundidad del vicio intergeneracional en Sodoma
está indicada por el hecho de que "desde el más joven hasta el más vie-
jo" llegaron a la casa de Lot. La hospitalidad de Lot por sus huéspedes
es desafiada por los sodomitas. Lot no protege a sus hijas, sino que las
ofrece a los hombres furiosos. Su pensamiento es depravado. Más tar-
de, sus hijas se abusarán sexualmente de su padre. El cuadro final de
Lot involucra el incesto. Se manifiesta el cometer adulterio de la peor
clase, y no honraron a su padre.
    * En forma impresionante, los principios del Decálogo también ac-
túan fuera de la línea del Pacto. En un viaje a Egipto, Abraham le pide
a Sara que mienta acerca de la relación que tienen ambos. Cuando el
Faraón se da cuenta del engaño, confronta a Abraham (Génesis 12:10-
20). Más tarde en Gerar, Abraham otra vez le pide a Sara que mienta
acerca de su relación conyugal. El rey Abimelec, otro gobernante paga-
no, exhibe una posición moral superior a la de Abraham. Cuando le
llega a Abimelec palabra de Dios revelando el engaño, el Rey presenta
su inocencia ante Dios -alegando que no sabía de la relación marital en-
tre Abraham y Sara- y está abierto a la instrucción divina. Esto es una
sensibilidad ética notable en un rey Cananeo (Génesis 20:1-7).
     Más tarde, Isaac se encuentra en una situación similar, y también
miente acerca de su relación marital. El Rey reconoce la prevaricación
de Isaac e insiste: "Ella es de cierto tu mujer". Cuando lo confrontó con
su mentira, Isaac admitió que tuvo miedo de que lo mataran por causa
de Rebeca (ver Génesis 26). Como su padre, Isaac da un "falso testimo-
nio", que es el noveno mandamiento del Decálogo que se presentará en
el futuro. Tanto él como Abraham pusieron a sus esposas en situación
de cometer adulterio.
     Abimelec administra una bien merecida reprensión a Isaac: "Por
poco [...] hubieras traído sobre nosotros el pecado" (Génesis 26:10). No-
tablemente, Abimelec comprende que el adulterio es pecado. Aun los
que están fuera de la "línea del Pacto" son sensibles a los preceptos del
Decálogo dados más tarde en el Sinaí.
      * A pedido de Rebeca, Jacob engaña a su padre y a su hermano so-
bre la primogenitura, produciendo una división prolongada en la fami-
lia (Génesis 27:5-29).

                        © Recursos Escuela Sabática
*   La violación de Dina (Génesis 34): Siquem no permitirá que nada
lo detenga de su deseo ilícito por Dina, codiciando lo que no es de él.
Toma los asuntos en sus manos y secuestra a Dina. La familia de Dina
está furiosa. La palabra para el acto de Siquem (nebaláh) es una expre-
sión de la clase más seria de depravación sexual. 3 La acusación de que
"no se debía haber hecho" implica que existían normas inviolables. 4
Los hermanos de Dina están furiosos con razón, porque Siquem come-
tió un acto lleno de desgracia (nebaláh) contra su hermana.
     Ni Hamor, el padre, ni Siquem, admitieron haber hecho algo malo,
y esperaban que un pago en dinero suavizaría los sentimientos levan-
tados. Sin embargo, Simeón y Leví ("los hermanos de Dina", versículo
25), furiosos por la desgracia sexual de su hermana, ofrecieron una
propuesta alternativa, añadiendo engaño (el noveno mandamiento del
Decálogo) a la compleja situación. Luego cometieron homicidio (que-
brantando el sexto Mandamiento). Cuando defendieron sus acciones
ante Jacob, Simeón y Leví argumentaron: "¿Había él de tratar a nuestra
hermana como a una ramera?" (versículo 31).
     La última palabra de este incidente viene más tarde, de Jacob en su
lecho de muerte [hablando de Simeón y Leví]: "Maldito su furor"
(Génesis 49:7). Este sórdido informe también indica el vínculo explícito
entre la ira y el asesinato, que se da mucho más tarde en el Sermón del
Monte, en el Nuevo Testamento. Génesis 34 pinta un sombrío cuadro
de violencia, codicia, mentira y asesinatos.
    * Raquel hurtó los dioses familiares de la casa de su padre cuando
Jacob decide dejar su empleo con Labán (Génesis 31:19). Cuando Labán
alcanza a la familia que huye, le pregunta a Jacob: "¿Por qué me hurtas-
te mis dioses?" (versículo 30; el énfasis fue añadido). El narrador tam-
bién menciona que "Jacob no sabía que Raquel los había hurtado"
(versículo 32; el énfasis fue añadido). Jacob defendió su inocencia ante
Labán, implicando que él sabía que robar o hurtar está mal.
    * Cuando Jacob oye el llamado de Dios de regresar a Bet-el, esti-
mula un reavivamiento en su casa (Génesis 35:1-4), rogando a su fami-
lia que pusiera a un lado sus ídolos. No obstante, la prohibición contra
la adoración de ídolos en el Decálogo dado en el monte Sinaí todavía
era futura.
    * El séptimo de los Diez Mandamientos (adulterio) era parte de la
moralidad de José en Egipto mucho antes del Éxodo de los hijos de Is-
rael. La triple respuesta de José a la seducción de la esposa de Potifar es
impresionante: 1) traicionar la amplia confianza que Potifar, su amo, le

                         © Recursos Escuela Sabática
había otorgado está mal; 2) también enfatiza que ella le está vedada por
ser la esposa de Potifar; 3) lo más importante, tal acto sería un "grande
mal" y un "pecado contra Dios", aun cuando el mandamiento contra el
adulterio todavía no había sido proclamado en el monte Sinaí (Génesis
39).
     El triple argumento de José también implica que la esposa de Poti-
far podía y debía comprenderlo. Sin embargo, ninguna de las razones
de José la detienen. Ni su seducción fue única. Día tras día lo atrae
hacia ella y es tan persistente que José toma la precaución de evitar es-
tar cerca de ella.
     En ese encuentro, José aparentemente se da cuenta de que su situa-
ción demanda una acción drástica. Dejando su ropa, huye afuera. 5 Pa-
ra desviar las sospechas de sobre sí misma, la esposa de Potifar protes-
ta a grandes voces su "inocencia" a los demás siervos. Su pasión inmo-
ral por José es rápidamente reemplazada con mentiras. La ropa que ella
tiene consigo provee una "evidencia" importante, pues José dejó su
manto en manos de ella cuando huyó afuera. Ella grita pidiendo ayuda
y describe a José, que dejó su manto, poniendo a José bajo una luz tan
denigrante como le fue posible.
   * A la luz de tantos indicadores, en el Génesis, que exhiben la mo-
ralidad del Decálogo, la felicitación a Abraham que Dios le dio a Isaac
es especialmente impresionante:
     "Estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré
todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu
padre. [...] Por cuanto Abraham oyó mi voz y guardó mi precepto, mis
mandamientos, mis estatutos y mis leyes" (Génesis 26:3-5; el énfasis fue
añadido).
     Dios pudo haber meramente declarado a Isaac que Abraham había
obedecido a Dios. En cambio, llega a ser muy preciso, mencionando
específicamente a qué había sido obediente Abraham. Esta declaración
explícita de Dios testifica de la existencia de la Ley en la historia ante-
rior al Sinaí. Génesis no revela cómo los seres humanos recibieron las
leyes de Dios, sus mandamientos y sus estatutos. No obstante, se los
menciona específicamente aquí, implicando su existencia.
      * Más allá del Génesis, el testimonio personal de moralidad de Job
también involucra principios del Decálogo. Su lenguaje es claro:
     "Hice pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar a una vir-
gen? Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, y qué heredad el
Omnipotente desde las alturas? [...] ¿No ve él mis caminos, y cuenta

                         © Recursos Escuela Sabática
todos mis pasos? Si anduve con mentira, y si mi pie se apresuró a en-
gaño, péseme Dios en balanzas de justicia y conocerá mi integridad.
[...] Si fue mi corazón engañado acerca de mujer, y si estuve acechando
a la puerta de mi prójimo [...] Si puse en el oro mi esperanza, y dije al
oro: Mi confianza eres tú; [...] y mi corazón se engañó en secreto [...] es-
to también sería maldad juzgada; porque habría negado al Dios sobe-
rano. [...] si encubrí como hombre mis transgresiones, escondiendo en
mi seno mi iniquidad, porque tuve temor de la gran multitud. [...] si mi
tierra clama contra mí, y lloran todos sus surcos; si comí su sustancia
sin dinero, o afligí el alma de sus dueños" (Job 31).
      Si este es el libro más antiguo de la Biblia (y los detalles del texto
mismo parecen corroborarlo), 6 entonces los principios por los cuales
actúa la conciencia de Job reflejan una profunda comprensión del
Decálogo, que fue dado mucho más tarde en el monte Sinaí. Y Job no
es de la línea del Pacto.
     * Después de liberar a Israel de la esclavitud de Egipto, Dios mila-
grosamente les proveyó él maná, para comer en el desierto. Comen-
zando antes de que los hijos de Israel llegaran al monte Sinaí, esto duró
cuarenta años. Cuando Dios le dijo por primera vez a Israel acerca de
la comida que le daría, lo instruye sobre cómo juntarlo: el doble los
viernes, de modo que no tuvieran que trabajar en sábado. Y, no obstan-
te, algunos salieron para recoger maná el sábado de mañana, por lo
cual Dios les dice en forma aguda: "¿Hasta cuándo no querréis guardar
mis mandamientos y mis leyes?" (Éxodo 16:28). Otra vez habla especí-
ficamente de sus mandamientos y sus leyes (como lo hizo antes con
Isaac [Génesis 26:5]), pero los israelitas no habían llegado todavía al
monte Sinaí.
      Algo sensacional sucedió cuando se dio la Ley en el monte Sinaí,
pero el Decálogo, obviamente, ¡no era información nueva! Sus princi-
pios habían estado actuando desde el comienzo de la historia humana.
      En el Nuevo Testamento, Jesús mismo habla regularmente de la
Ley de Dios, cumpliendo la promesa del Mesías que presenta el Anti-
guo
      Testamento: "Jehová se complació por amor de su justicia en mag-
nificar la ley y engrandecerla" (Isaías 42:21). También le dice al joven
rico: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mateo
19:17). Justo antes de su crucifixión, les recuerda a sus discípulos: "Y sé
que su mandamiento es vida eterna" (Juan 12:50). En sus discursos de
despedida, Jesús repetidamente señala la importancia de sus manda-

                         © Recursos Escuela Sabática
mientos. Los que los guardan muestran su amor a Jesús (Juan 14:15, 24;
15:10). Entre sus últimas instrucciones, los anima a enseñar "todas las
cosas que os he mandado" (Mateo 28:20).
     La crucifixión de Cristo y su muerte en otro monte, el monte Cal-
vario, produjo resultados dramáticos, tales como un terremoto, relám-
pagos y truenos, 7 como había ocurrido antes en el monte Sinaí, pero la
revocación de la Ley no fue una de sus consecuencias. Si sucedió algo,
la Ley fue sostenida con aún mayor magnitud:
     "Si hubiese sido posible que la Ley fuera cambiada o abrogada,
Cristo no habría necesitado morir. [...] Porque la Ley era inmutable,
porque el hombre podía ser salvo únicamente por la obediencia a sus
preceptos, fue levantado Jesús en la cruz. Sin embargo, Satanás pre-
sentó como destructor de la Ley a aquel mismo medio por el cual Cris-
to la estableció. Alrededor de esto girará el último conflicto de la gran
lucha entre Cristo y Satanás". 8 La Escritura termina con una vivida
descripción de la culminación de la historia de la Tierra y del gran
dragón, que hace guerra contra los que "guardan los mandamientos de
Dios" (Apocalipsis 12:17).
     Ambos Testamentos sostienen la Ley de Dios. El profeta Isaías es
una de las muchas voces que registra lo que Dios dice: "Así ha dicho
Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que
te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes
seguir. ¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces
tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar" (Isaías 48:17,
18).
     Sin embargo, lo que captó mi atención fue la exclamación del sal-
mista: "Bienaventurado el varón [...] que en la ley de Jehová está su de-
licia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado
junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no
cae; y todo lo que hace, prosperará".
     "¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación"
(Salmos 1:2, 3; 119:97).
     Me sacudió porque aprecio la Ley de Dios, y estoy contenta por sus
claras declaraciones, y creo que es eterna; pero de repente me di cuenta
de que nunca antes había sentido un fuerte afecto por la Ley de Dios tal
como lo expresa el salmista. Es cierto, estoy agradecida por ella, pero
¿amo la Ley? ¿Cómo puede alguien amar alguna ley? La idea me sacu-
dió: ¿Podía estar satisfecha con conceptos intelectuales con respecto a
la Ley y perderme la bendición real?

                        © Recursos Escuela Sabática
El gran amor del salmista por la Ley lo impele a meditar en ella
hora tras hora, todo el día. Mientras meditaba en su testimonio, me
convencí de mis pobres reflexiones sobre la Ley de Dios, y me di cuen-
ta de que debo haberme perdido algo maravilloso. Siento la necesidad
de tomar un tiempo para contemplar el Decálogo y aprender a regoci-
jarme en su gloriosa naturaleza. Escucha a Moisés mientras trata de
inspirar a los hijos de Israel:
     "Esta es la bendición con la cual bendijo Moisés el varón de Dios a
los hijos de Israel, antes que muriese. Dijo: Jehová vino de Sinaí [...]
resplandeció desde el monte de Parán, y vino de entre diez millares de
santos, con la ley de fuego a su mano derecha. Aun amó a su pueblo"
(Deuteronomio 33:1-3; el énfasis fue añadido).
     Tal vez si aprendemos a amar la Ley, como lo hizo el salmista,
podríamos amar aún más al que dio la Ley. El capítulo más largo de la
Biblia, el Salmo 119, es un himno que entona alabanzas a Dios por su
Ley. Aún más, ¡cada año el pueblo judío todavía celebra la entrega de
la Ley!
     Nunca ha habido un día como aquel en el que la presencia abru-
madora de Dios descendió sobre el monte Sinaí. Sucedió algo sin pre-
cedentes. Dios mismo anunció la Ley en su sobresaliente majestad. Él
no es una divinidad menor, no el dios de la guerra o de la fertilidad, o
alguna divinidad local como Dagón, el dios de los filisteos. Este es el
Dios del cielo y de la Tierra:
     "El alba doraba las oscuras cumbres de las montañas, y los áureos
rayos solares que herían los profundos desfiladeros parecieron a aque-
llos cansados viajeros como rayos de gracia enviados desde el Trono de
Dios. Por todas partes, inmensas y escabrosas alturas, en su solitaria
grandeza, parecían hablarles de la perpetuidad y la majestad eternas.
Todos quedaron embargados por un sentimiento de solemnidad y san-
to respeto. Fueron constreñidos a reconocer su propia ignorancia y de-
bilidad en presencia de aquel que 'pesó los montes con balanza, y con
pesas los collados' (Isaías 40:12). Allí el Señor reunió a su pueblo para
hacerle presente la santidad de sus exigencias, para anunciar con su
propia voz su santa Ley".
     "En medio de truenos y relámpagos, Dios habló su Ley en oídos de
la vasta multitud. Dios dio a la ocasión de la proclamación de la Ley un
esplendor grandioso. Deseaba que el pueblo comprendiera el exaltado
carácter de su Ley. [...]


                        © Recursos Escuela Sabática
"El Señor Jesucristo estaba allí en persona. Pronunció la Ley, y dio
los Mandamientos, que son de carácter inalterable, inmutable y eter-
no". 9 Dios tiernamente describe que los hijos de Israel fueron llevados
a él "sobre alas de águilas":
     "Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, dicien-
do: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Voso-
tros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de
águilas, y os he traído a mí" (Éxodo 19:3, 4). "Porque la porción de Je-
hová es su pueblo. [...] Le halló en tierra de desierto, y en yermo de
horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la
niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre
sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas"
(Deuteronomio 32:9-11).
     El Redentor se compara con un águila que excita su nidada y revo-
lotea sobre ella al cuidar a sus pollos. La gran águila extiende sus alas
sobre el nido, e instruye a sus polluelos sobre cómo volar. En vez de
ser una "camisa de fuerza", ¡Dios quiere que sus leyes nos traigan liber-
tad! La Ley de Dios tiene el propósito de liberarnos de las mortales
adicciones al pecado. El conocimiento del Decálogo define qué es la li-
bertad humana.
     La memorización de los Diez Mandamientos comienza general-
mente con "No tendrás dioses ajenos delante de mí". Pero esas no son
las primeras palabras del Decálogo. Realmente comienza con: "Y habló
Dios todas estas palabras diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de
la tierra de Egipto" (Éxodo 20:1, 2, el énfasis fue añadido). Este prólogo,
lamentablemente, es omitido generalmente cuando se memorizan los
Diez Mandamientos, y no aparece en los cuadros que se cuelgan en las
paredes. Pero, cuando se los incluye apropiadamente, pone un sabor
totalmente diferente a los mandamientos que siguen. El Dios del cielo
y de la Tierra no es como los gobernantes paganos despóticos de la
época, que imponían respeto sobre sus vasallos bajo pena de muerte.
En su declaración inicial, se presenta como ¡el Redentor que ya ha libe-
rado a Israel de la esclavitud! El Decálogo no puede ser correctamente
comprendido sin esta declaración primera.
     Al glorioso prólogo le siguen diez mandamientos que el seguidor
de Dios debe guardar. Pero, estos son mandatos de Dios el Libertador,
que quiere que su pueblo permanezca libre. "El Señor ha dado sus san-
tos mandamientos para que sean una muralla de protección en torno
de sus seres creados". 10 Primero ocurre el éxodo a la libertad, luego la

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proclamación de la Ley. ¡Este es un orden importante! El prólogo no es
una aguda advertencia de cuán estricta es la Ley, sino que insiste en
que el Autor es un Redentor amante que se preocupa por mantener a
sus liberados de volver a la esclavitud. Aun la formulación de los
Mandamientos subraya el aspecto de relación que Dios ansia tener. No
se los declara en forma abstracta: "Está prohibido". Cada vez, se usa un
pronombre personal (implícito en el verbo castellano).
     El Decálogo no es de "elección múltiple", o de un buen sentido
común o sabiduría popular acumulada. No es un conjunto de prohibi-
ciones legales estáticas. Los Mandamientos no demandan obediencia a
fin de que podamos ser salvos, ni es un pesado yugo que llevar. Mani-
fiestan el camino de la vida, ¡pues Dios quiere dar nueva forma a sus
hijos ya redimidos en los caminos de la libertad! El tono no puede ser
"esto es lo que debes hacer o, si no...", pues no se añaden castigos. Más
bien, Dios insiste, en el prólogo, que ya ha realizado nuestra salvación
de la esclavitud, y ahora promete una vida de libertad.
     Los Diez Mandamientos presentan la naturaleza de la gracia de
Dios, donde el deseo de obedecer es un deseo sentido en el corazón pa-
ra responder a un Dios tan amante y misericordioso que nos libra de la
ilegalidad y el pecado. El mismo significado de la Ley está basado en el
evangelio de su gracia salvadora, donde se demuestra como un pode-
roso y amante Redentor.
     Los Diez Mandamientos: Harás, No harás, son diez promesas.
     "Los diez santos preceptos enunciados por Cristo en el monte Sinaí
fueron la revelación del carácter de Dios, e hicieron conocer al mundo
el hecho de que él tenía potestad sobre toda la heredad humana. Esa ley
de los diez preceptos del amor más grande que pueda ser presentado al hombre
es la voz de Dios del cielo que habla al alma la promesa: 'Haz esto, y no
quedarás bajo el control de Satanás'. No hay nada negativo en aquella ley,
aunque parezca así. Es HAZ, y Vivirás". 11
     La fuerte formulación de los Diez Mandamientos recuerda que so-
mos pecadores inclinados a la transgresión. La Ley provee un espejo
para mostrarnos cómo somos realmente. Dios ordena: "No matarás"
porque sabe que nuestros corazones pecaminosos son capaces de ase-
sinar. Dios manda: "No cometerás adulterio" porque sabe que nuestros
corazones pecaminosos cometen adulterio. Jesús más tarde, sobria-
mente, recuerda en el Sermón del Monte lo que ya se enseñaba en el
Antiguo Testamento, que estos mandamientos de Dios son quebranta-


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dos primero en nuestros corazones y mentes mucho antes de que se
realice cualquier acción exterior.
    Es absolutamente necesario reconocer esta función de la Ley que
desenmascara, porque solo entonces podemos ser liberados de todo
prejuicio y justicia propia, haciéndonos ansiar el perdón y la limpieza
de Dios. Si tenemos solamente pensamientos triviales acerca del peca-
do, nunca podremos tener pensamientos grandes acerca de Dios. No
obstante, ¿cómo pueden los Diez Mandamientos hacernos cantar como
lo hizo el salmista: "Oh, cuánto amo tu ley"? Elena de White comenta
de manera intrigante:
    "En la palabra de Dios está la energía creadora que llamó los mun-
dos a la existencia. Esta palabra imparte poder; engendra vida. Cada
orden es una promesa; aceptada por la voluntad, recibida en el alma,
trae consigo vida del Ser infinito. Transforma la naturaleza y vuelve a
crear el alma a imagen de Dios". 12
    Cada uno de los Mandamientos nos recuerda que somos pecadores
que necesitan ser salvados, pero también que el Legislador es nuestro
Salvador. Él promete que al habitar en la libertad de su amor, no ten-
dremos ningún otro dios delante de él, no tomaremos su nombre en
vano, no asesinaremos, no cometeremos adulterio, no hurtaremos, no
daremos falso testimonio, no codiciaremos.
    Cada mandato del Decálogo muestra nuestra verdadera condición,
pero también incluye la promesa divina de la salvación. El Legislador
promete esto vez tras vez: "Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu
nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de pie-
dra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi
Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos" (Ezequiel 36:26, 27; el énfasis
fue añadido). No es extraño que los profetas, los poetas y los salmistas
hayan compuesto himnos que alaban la Ley. Mencionar la palabra Ley
a un israelita produciría una reacción aún más positiva que la palabra
almuerzo.
    Cada mandato es una promesa de que Dios restaurará su imagen
en nuestras vidas pecaminosas. Cada acto de fidelidad es una señal de
que el poder del Legislador está tomando posesión de nosotros y nos
otorga la verdadera libertad del pecado. Nosotros también seremos
impulsados a cantar con el salmista: "¡Oh, cuánto amo yo tu ley!"




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Referencias
1 Por ejemplo, "No matarás", como en hebreo, tiene solo dos palabras; "no cometerás

adulterio", en hebreo, son solo dos palabras también.
2   Por ejemplo, Cantares 1:6; 6:11.
3Otros usos en el Antiguo Testamento (Jueces 19:23 y siguientes, 20:6; cf. Éxodo 22:2)
revelan que esta clase de actos involucra un sacrilegio profanador delante de Dios.
4   Ver también 2 Samuel 13:12.
5Esta es la segunda vez que José pierde una pieza de su ropa, y ambas ocasiones lo po-
nen en una situación muy difícil.
6   Ver el Diccionario bíblico adventista, artículo "Job", p. 647.
7   Mateo 27:51; El Deseado de todas las gentes, pp. 704, 705.
8   El Deseado de todas las gentes, p. 711.
9   Patriarcas y profetas, pp. 309, 311; Ellen G. White: 1888 Materials, tomo 2, p.781.
10   "Comentarios de Elena G. de White", Comentario bíblico adventista, tomo l, p. 1119.
11   Ibíd.
12   La educación, p. 126.




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2012 01-04 complementario

  • 1. Fulgores de Dios Jo Ann Davidson Capítulo 4 Dios, el Legislador P robemos un juego de palabras. Cerca de la hora del mediodía, ¿qué clases de emociones surgen si alguien menciona la palabra almuerzo? Probablemente despierte una reacción positiva. ¿Qué pasaría si alguien menciona la palabra ley? Si está conduciendo un vehículo y ve un patrullero, la primera reacción podría ser mirar el ve- locímetro. Aunque pensar en las leyes no produce generalmente los mismos sentimientos positivos que pensar en un buen almuerzo, la mayor parte de la gente está contenta de que existan leyes. Producen una semblanza de civilidad en un mundo pecaminoso. Excepto los abogados, sin embargo, la mayor parte de la gente no pasa mucho tiempo pensando acerca de la ley o alabando las leyes del país. El documento legal destacado en la Escritura es el Decálogo. Pen- sar en él tampoco produce generalmente un sentimiento de exaltación específico. Se ha escrito mucho acerca de su contenido conciso y am- plio. Sin embargo, entre los cristianos continúa un gran debate acerca de lo que le ocurrió a la Ley cuando Jesús murió en la cruz. Algunos creen que se la eliminó, y se trajo una era de gracia. Para los que así la consideran, las restricciones de la Ley ya no nos "encadenan" más. No obstante, esta suposición colapsa si a una persona le han robado algo o le han mentido. Estos mandamientos del Decálogo se reafirman de in- mediato: los mandamientos contra la mentira y el robo (y aun el adul- terio) son necesarios para limitar la conducta humana. De hecho, los antropólogos han encontrado que muchos preceptos del Decálogo act- úan universalmente. Por ejemplo, siempre ha estado mal que un hom- bre robe la esposa de otro hombre, en todas las culturas o grupos de pueblos. © Recursos Escuela Sabática
  • 2. Otros cristianos están convencidos de que la Ley dada sobre el monte Sinaí, en medio de rayos y truenos, era para el beneficio del pueblo judío. Fueron los primeros receptores (y hasta exclusivos) de las "Diez Palabras", como a menudo llaman al Decálogo (los mandatos son mucho más breves en el idioma original). 1 La proclamación de los Diez Mandamientos en el monte Sinaí fue una ocasión abrumadora y aterradora. Moisés mismo tembló y se es- pantó (Hebreos 12:18-21). El cuadro en Éxodo es dramático: "Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba au- mentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante" (Éxodo 19:18, 19). El monte Sinaí arde con fuego y temblores, rodeado con gran oscu- ridad, un viento poderoso, el sonido de una trompeta y la voz de Dios, "la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más". "Y tan te- rrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblan- do" (Hebreos 12:19, 21). En la cumbre del monte Sinaí, relámpagos, truenos, humo, viento violento y terremoto, todo indicaba la presencia de Dios mismo (Éxodo 19:18). Por causa del drama de este evento, muchos creen que los Diez Mandamientos –o Decálogo– fueron dados inicialmente en esta oca- sión. Sin embargo, numerosos indicios en el libro del Génesis sugieren que los mandamientos dados en el Sinaí en medio de relámpagos y truenos no eran tanto una nueva ley como una presentación majestuo- sa y dotada de autoridad de principios ya existentes. Por ejemplo: * Génesis 1 y 2 describen la perfecta creación de Dios. Una lectura cuidadosa de los dos capítulos sugiere que, aun antes de la caída, Adán y Eva, en su perfección recién creada, tenían instrucciones acerca del bien y del mal. Dios les da un mandato de no comer de un cierto árbol: un mandato divino antes de la caída: "Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huer- to podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no co- merás"(Génesis 2:16, 17; el énfasis fue añadido). Aunque expresado en forma negativa, el mandato, sin discusión, es protector. Literalmente, leer "No comerás" se parece a las palabras iniciales de ocho mandamientos del Decálogo. Desde el mismo princi- pio, las leyes han manifestado una cualidad protectora. Había pecado en el universo aun antes de que Adán y Eva creyeran las mentiras de la © Recursos Escuela Sabática
  • 3. serpiente. Con el "primer mandato" en el Jardín, Dios procura proteger a la nueva pareja humana del peligro extremo de su archienemigo. * Génesis 4 es un triste informe de la rápida invasión del pecado en la naturaleza humana. La narración se abre con dos hermanos, Caín y Abel, que adoran fuera del Jardín del Edén. El capítulo previo registra la caída de Adán y Eva. En Génesis 4, viene el primer asesinato, y de la peor clase: un hermano mata a su hermano. Aun antes de que el man- damiento contra el homicidio se proclamara en el monte Sinaí, encon- tramos el horror del fratricidio. Después del homicidio, Dios confrontó a Caín como fiscal, pronun- ciando una acusación seria. Caín es culpable de derramar sangre. En forma significativa, Caín mismo se da cuenta de que ha hecho mal, aun cuando comete su homicidio mucho antes del monte Sinaí. No alega inocencia por causa de ignorancia. Además de cometer un homicidio, miente en su respuesta a la pregunta de Dios acerca de dónde estaba Abel: "No sé. ¿Soy acaso guarda de mi hermano?" (Ver el versículo 9). Más tarde en el mismo capítulo, encontramos a Lamec, que se jacta de que él ha sido un homicida: "Maté á un hombre por haberme heri- do, y a un muchacho por golpearme" (Génesis 4:23, NVI). Después de la caída, se desarrolla un horrendo informe de la natu- raleza del pecado. Las narraciones, o historias, se cuentan con cuidado, detallando cómo la maldición del pecado rápidamente cierra su garra sobre la raza humana. La naturaleza perversa y la maldición mortal del pecado se ilustran vívidamente. Los poderosos tentáculos del pecado atrapan a la raza humana. El Génesis continúa con un realismo atroz. * "Lamec tomó para sí dos mujeres" (Génesis 4:19), desviándose deliberadamente del ideal divino para el matrimonio de un hombre con una mujer, registrado en Génesis 2:24. El octavo Mandamiento, que prohíbe el adulterio, y se pronunció mucho más tarde, también implica esta visión sagrada del matrimonio. * En la Escritura, aun el nombre de Dios es reconocido como santo. Por ejemplo: "Jehová reina; temblarán los pueblos. Él está sentado so- bre los querubines, se conmoverá la tierra. Jehová en Sión es grande, y exaltado sobre todos los pueblos. Alaben tu nombre grande y temible; él es santo" (Salmo 99:1-3; el énfasis fue añadido). El tercer Mandamiento protege el nombre de Dios. Mucho antes del monte Sinaí, la gente invocaba este nombre divino (Génesis 4:26). * Dios mismo denunció específicamente el asesinato en el pacto que estableció con Noé después del diluvio. Declara: "El que derrama- © Recursos Escuela Sabática
  • 4. re sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre" (Génesis 9:6). Esta divina decla- ración sostiene lo sagrada que es la vida, y anuncia graves consecuen- cias por destruirla. Esta orden contra matar seres humanos, hechos a la imagen de Dios, implica el supremo valor de la vida conferido en la creación (Génesis 1:26, 27). La imagen divina en los seres humanos no ha sido borrada a pesar del pecado. Esta afirmación de Dios en Génesis 9 ocurre antes de que el pueblo de Israel existiera. Dios ejecuta el castigo por destruir la vida de otro ser humano. El asesinato es una ofensa contra el Creador. En solo dos versículos, se menciona dos veces que Dios demandará un castigo por el asesinato (Génesis 9:5, 6). La justicia retributiva no comienza en el pacto de Moisés. Se encuentra aquí, en el pacto divino con Noé, y antes que eso, en Génesis 4. * Noé y sus hijos están involucrados en una irregularidad sexual relacionada con la ebriedad (Génesis 9:20-27). La palabra hebrea (ra'ah) significa "mirar inquisitivamente", 2 algo que no es inocente o acciden- tal. La mirada intencional de Cam estaba mal, como insiste más tarde Habacuc: "¡Ay de aquel que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti, que le acercas tu hiel, y le embriagas para mirar su desnudez! Te has llenado de deshonra más que de honra" (Habacuc 2:15,16). Existe una discusión entre los eruditos con respecto al sentido exacto del acto de Cam, pero todos concuerdan en que es aparente una perversión sexual. Su acto pecaminoso se describe con concisa breve- dad, mientras la prudente respuesta de los dos hermanos, Sem y Jafet, se detalla con cuidado. Dos veces se dice que caminaron "hacia atrás" y que lo cubrieron, y "no vieron la desnudez de su padre". El quinto Mandamiento, de honrar a los padres, actúa mucho antes de su decla- ración en el Decálogo del monte Sinaí. Se implica también la norma de pureza sexual del séptimo Mandamiento. * "Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas pa- labras. Y aconteció que cuando salieron de oriente [...] se dijeron unos a otros [...] hagámonos un nombre (Génesis 11:1-4; el énfasis fue añadido). El motivo de los constructores de Babel era alcanzar el poder en forma independiente de Dios, implicando una directa desconsideración por él. Aunque creados a su imagen, querían ignorar el hecho. El deseo humano de ser autónomo es antiguo. Los edificadores de Babel tuvieron éxito en hacerse un nombre, un nombre despectivo. El © Recursos Escuela Sabática
  • 5. término Babel todavía es sinónimo de confusión. Aquí está involucrado el tercer Mandamiento, de honrar el nombre de Dios. * La falta de brújula moral es muy evidente en la vida de Lot y de sus hijas, que exhiben una chocante perversión sexual (Génesis 19:1- 38). La horrenda profundidad del vicio intergeneracional en Sodoma está indicada por el hecho de que "desde el más joven hasta el más vie- jo" llegaron a la casa de Lot. La hospitalidad de Lot por sus huéspedes es desafiada por los sodomitas. Lot no protege a sus hijas, sino que las ofrece a los hombres furiosos. Su pensamiento es depravado. Más tar- de, sus hijas se abusarán sexualmente de su padre. El cuadro final de Lot involucra el incesto. Se manifiesta el cometer adulterio de la peor clase, y no honraron a su padre. * En forma impresionante, los principios del Decálogo también ac- túan fuera de la línea del Pacto. En un viaje a Egipto, Abraham le pide a Sara que mienta acerca de la relación que tienen ambos. Cuando el Faraón se da cuenta del engaño, confronta a Abraham (Génesis 12:10- 20). Más tarde en Gerar, Abraham otra vez le pide a Sara que mienta acerca de su relación conyugal. El rey Abimelec, otro gobernante paga- no, exhibe una posición moral superior a la de Abraham. Cuando le llega a Abimelec palabra de Dios revelando el engaño, el Rey presenta su inocencia ante Dios -alegando que no sabía de la relación marital en- tre Abraham y Sara- y está abierto a la instrucción divina. Esto es una sensibilidad ética notable en un rey Cananeo (Génesis 20:1-7). Más tarde, Isaac se encuentra en una situación similar, y también miente acerca de su relación marital. El Rey reconoce la prevaricación de Isaac e insiste: "Ella es de cierto tu mujer". Cuando lo confrontó con su mentira, Isaac admitió que tuvo miedo de que lo mataran por causa de Rebeca (ver Génesis 26). Como su padre, Isaac da un "falso testimo- nio", que es el noveno mandamiento del Decálogo que se presentará en el futuro. Tanto él como Abraham pusieron a sus esposas en situación de cometer adulterio. Abimelec administra una bien merecida reprensión a Isaac: "Por poco [...] hubieras traído sobre nosotros el pecado" (Génesis 26:10). No- tablemente, Abimelec comprende que el adulterio es pecado. Aun los que están fuera de la "línea del Pacto" son sensibles a los preceptos del Decálogo dados más tarde en el Sinaí. * A pedido de Rebeca, Jacob engaña a su padre y a su hermano so- bre la primogenitura, produciendo una división prolongada en la fami- lia (Génesis 27:5-29). © Recursos Escuela Sabática
  • 6. * La violación de Dina (Génesis 34): Siquem no permitirá que nada lo detenga de su deseo ilícito por Dina, codiciando lo que no es de él. Toma los asuntos en sus manos y secuestra a Dina. La familia de Dina está furiosa. La palabra para el acto de Siquem (nebaláh) es una expre- sión de la clase más seria de depravación sexual. 3 La acusación de que "no se debía haber hecho" implica que existían normas inviolables. 4 Los hermanos de Dina están furiosos con razón, porque Siquem come- tió un acto lleno de desgracia (nebaláh) contra su hermana. Ni Hamor, el padre, ni Siquem, admitieron haber hecho algo malo, y esperaban que un pago en dinero suavizaría los sentimientos levan- tados. Sin embargo, Simeón y Leví ("los hermanos de Dina", versículo 25), furiosos por la desgracia sexual de su hermana, ofrecieron una propuesta alternativa, añadiendo engaño (el noveno mandamiento del Decálogo) a la compleja situación. Luego cometieron homicidio (que- brantando el sexto Mandamiento). Cuando defendieron sus acciones ante Jacob, Simeón y Leví argumentaron: "¿Había él de tratar a nuestra hermana como a una ramera?" (versículo 31). La última palabra de este incidente viene más tarde, de Jacob en su lecho de muerte [hablando de Simeón y Leví]: "Maldito su furor" (Génesis 49:7). Este sórdido informe también indica el vínculo explícito entre la ira y el asesinato, que se da mucho más tarde en el Sermón del Monte, en el Nuevo Testamento. Génesis 34 pinta un sombrío cuadro de violencia, codicia, mentira y asesinatos. * Raquel hurtó los dioses familiares de la casa de su padre cuando Jacob decide dejar su empleo con Labán (Génesis 31:19). Cuando Labán alcanza a la familia que huye, le pregunta a Jacob: "¿Por qué me hurtas- te mis dioses?" (versículo 30; el énfasis fue añadido). El narrador tam- bién menciona que "Jacob no sabía que Raquel los había hurtado" (versículo 32; el énfasis fue añadido). Jacob defendió su inocencia ante Labán, implicando que él sabía que robar o hurtar está mal. * Cuando Jacob oye el llamado de Dios de regresar a Bet-el, esti- mula un reavivamiento en su casa (Génesis 35:1-4), rogando a su fami- lia que pusiera a un lado sus ídolos. No obstante, la prohibición contra la adoración de ídolos en el Decálogo dado en el monte Sinaí todavía era futura. * El séptimo de los Diez Mandamientos (adulterio) era parte de la moralidad de José en Egipto mucho antes del Éxodo de los hijos de Is- rael. La triple respuesta de José a la seducción de la esposa de Potifar es impresionante: 1) traicionar la amplia confianza que Potifar, su amo, le © Recursos Escuela Sabática
  • 7. había otorgado está mal; 2) también enfatiza que ella le está vedada por ser la esposa de Potifar; 3) lo más importante, tal acto sería un "grande mal" y un "pecado contra Dios", aun cuando el mandamiento contra el adulterio todavía no había sido proclamado en el monte Sinaí (Génesis 39). El triple argumento de José también implica que la esposa de Poti- far podía y debía comprenderlo. Sin embargo, ninguna de las razones de José la detienen. Ni su seducción fue única. Día tras día lo atrae hacia ella y es tan persistente que José toma la precaución de evitar es- tar cerca de ella. En ese encuentro, José aparentemente se da cuenta de que su situa- ción demanda una acción drástica. Dejando su ropa, huye afuera. 5 Pa- ra desviar las sospechas de sobre sí misma, la esposa de Potifar protes- ta a grandes voces su "inocencia" a los demás siervos. Su pasión inmo- ral por José es rápidamente reemplazada con mentiras. La ropa que ella tiene consigo provee una "evidencia" importante, pues José dejó su manto en manos de ella cuando huyó afuera. Ella grita pidiendo ayuda y describe a José, que dejó su manto, poniendo a José bajo una luz tan denigrante como le fue posible. * A la luz de tantos indicadores, en el Génesis, que exhiben la mo- ralidad del Decálogo, la felicitación a Abraham que Dios le dio a Isaac es especialmente impresionante: "Estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. [...] Por cuanto Abraham oyó mi voz y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes" (Génesis 26:3-5; el énfasis fue añadido). Dios pudo haber meramente declarado a Isaac que Abraham había obedecido a Dios. En cambio, llega a ser muy preciso, mencionando específicamente a qué había sido obediente Abraham. Esta declaración explícita de Dios testifica de la existencia de la Ley en la historia ante- rior al Sinaí. Génesis no revela cómo los seres humanos recibieron las leyes de Dios, sus mandamientos y sus estatutos. No obstante, se los menciona específicamente aquí, implicando su existencia. * Más allá del Génesis, el testimonio personal de moralidad de Job también involucra principios del Decálogo. Su lenguaje es claro: "Hice pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, había yo de mirar a una vir- gen? Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, y qué heredad el Omnipotente desde las alturas? [...] ¿No ve él mis caminos, y cuenta © Recursos Escuela Sabática
  • 8. todos mis pasos? Si anduve con mentira, y si mi pie se apresuró a en- gaño, péseme Dios en balanzas de justicia y conocerá mi integridad. [...] Si fue mi corazón engañado acerca de mujer, y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo [...] Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres tú; [...] y mi corazón se engañó en secreto [...] es- to también sería maldad juzgada; porque habría negado al Dios sobe- rano. [...] si encubrí como hombre mis transgresiones, escondiendo en mi seno mi iniquidad, porque tuve temor de la gran multitud. [...] si mi tierra clama contra mí, y lloran todos sus surcos; si comí su sustancia sin dinero, o afligí el alma de sus dueños" (Job 31). Si este es el libro más antiguo de la Biblia (y los detalles del texto mismo parecen corroborarlo), 6 entonces los principios por los cuales actúa la conciencia de Job reflejan una profunda comprensión del Decálogo, que fue dado mucho más tarde en el monte Sinaí. Y Job no es de la línea del Pacto. * Después de liberar a Israel de la esclavitud de Egipto, Dios mila- grosamente les proveyó él maná, para comer en el desierto. Comen- zando antes de que los hijos de Israel llegaran al monte Sinaí, esto duró cuarenta años. Cuando Dios le dijo por primera vez a Israel acerca de la comida que le daría, lo instruye sobre cómo juntarlo: el doble los viernes, de modo que no tuvieran que trabajar en sábado. Y, no obstan- te, algunos salieron para recoger maná el sábado de mañana, por lo cual Dios les dice en forma aguda: "¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes?" (Éxodo 16:28). Otra vez habla especí- ficamente de sus mandamientos y sus leyes (como lo hizo antes con Isaac [Génesis 26:5]), pero los israelitas no habían llegado todavía al monte Sinaí. Algo sensacional sucedió cuando se dio la Ley en el monte Sinaí, pero el Decálogo, obviamente, ¡no era información nueva! Sus princi- pios habían estado actuando desde el comienzo de la historia humana. En el Nuevo Testamento, Jesús mismo habla regularmente de la Ley de Dios, cumpliendo la promesa del Mesías que presenta el Anti- guo Testamento: "Jehová se complació por amor de su justicia en mag- nificar la ley y engrandecerla" (Isaías 42:21). También le dice al joven rico: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mateo 19:17). Justo antes de su crucifixión, les recuerda a sus discípulos: "Y sé que su mandamiento es vida eterna" (Juan 12:50). En sus discursos de despedida, Jesús repetidamente señala la importancia de sus manda- © Recursos Escuela Sabática
  • 9. mientos. Los que los guardan muestran su amor a Jesús (Juan 14:15, 24; 15:10). Entre sus últimas instrucciones, los anima a enseñar "todas las cosas que os he mandado" (Mateo 28:20). La crucifixión de Cristo y su muerte en otro monte, el monte Cal- vario, produjo resultados dramáticos, tales como un terremoto, relám- pagos y truenos, 7 como había ocurrido antes en el monte Sinaí, pero la revocación de la Ley no fue una de sus consecuencias. Si sucedió algo, la Ley fue sostenida con aún mayor magnitud: "Si hubiese sido posible que la Ley fuera cambiada o abrogada, Cristo no habría necesitado morir. [...] Porque la Ley era inmutable, porque el hombre podía ser salvo únicamente por la obediencia a sus preceptos, fue levantado Jesús en la cruz. Sin embargo, Satanás pre- sentó como destructor de la Ley a aquel mismo medio por el cual Cris- to la estableció. Alrededor de esto girará el último conflicto de la gran lucha entre Cristo y Satanás". 8 La Escritura termina con una vivida descripción de la culminación de la historia de la Tierra y del gran dragón, que hace guerra contra los que "guardan los mandamientos de Dios" (Apocalipsis 12:17). Ambos Testamentos sostienen la Ley de Dios. El profeta Isaías es una de las muchas voces que registra lo que Dios dice: "Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir. ¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar" (Isaías 48:17, 18). Sin embargo, lo que captó mi atención fue la exclamación del sal- mista: "Bienaventurado el varón [...] que en la ley de Jehová está su de- licia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará". "¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación" (Salmos 1:2, 3; 119:97). Me sacudió porque aprecio la Ley de Dios, y estoy contenta por sus claras declaraciones, y creo que es eterna; pero de repente me di cuenta de que nunca antes había sentido un fuerte afecto por la Ley de Dios tal como lo expresa el salmista. Es cierto, estoy agradecida por ella, pero ¿amo la Ley? ¿Cómo puede alguien amar alguna ley? La idea me sacu- dió: ¿Podía estar satisfecha con conceptos intelectuales con respecto a la Ley y perderme la bendición real? © Recursos Escuela Sabática
  • 10. El gran amor del salmista por la Ley lo impele a meditar en ella hora tras hora, todo el día. Mientras meditaba en su testimonio, me convencí de mis pobres reflexiones sobre la Ley de Dios, y me di cuen- ta de que debo haberme perdido algo maravilloso. Siento la necesidad de tomar un tiempo para contemplar el Decálogo y aprender a regoci- jarme en su gloriosa naturaleza. Escucha a Moisés mientras trata de inspirar a los hijos de Israel: "Esta es la bendición con la cual bendijo Moisés el varón de Dios a los hijos de Israel, antes que muriese. Dijo: Jehová vino de Sinaí [...] resplandeció desde el monte de Parán, y vino de entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha. Aun amó a su pueblo" (Deuteronomio 33:1-3; el énfasis fue añadido). Tal vez si aprendemos a amar la Ley, como lo hizo el salmista, podríamos amar aún más al que dio la Ley. El capítulo más largo de la Biblia, el Salmo 119, es un himno que entona alabanzas a Dios por su Ley. Aún más, ¡cada año el pueblo judío todavía celebra la entrega de la Ley! Nunca ha habido un día como aquel en el que la presencia abru- madora de Dios descendió sobre el monte Sinaí. Sucedió algo sin pre- cedentes. Dios mismo anunció la Ley en su sobresaliente majestad. Él no es una divinidad menor, no el dios de la guerra o de la fertilidad, o alguna divinidad local como Dagón, el dios de los filisteos. Este es el Dios del cielo y de la Tierra: "El alba doraba las oscuras cumbres de las montañas, y los áureos rayos solares que herían los profundos desfiladeros parecieron a aque- llos cansados viajeros como rayos de gracia enviados desde el Trono de Dios. Por todas partes, inmensas y escabrosas alturas, en su solitaria grandeza, parecían hablarles de la perpetuidad y la majestad eternas. Todos quedaron embargados por un sentimiento de solemnidad y san- to respeto. Fueron constreñidos a reconocer su propia ignorancia y de- bilidad en presencia de aquel que 'pesó los montes con balanza, y con pesas los collados' (Isaías 40:12). Allí el Señor reunió a su pueblo para hacerle presente la santidad de sus exigencias, para anunciar con su propia voz su santa Ley". "En medio de truenos y relámpagos, Dios habló su Ley en oídos de la vasta multitud. Dios dio a la ocasión de la proclamación de la Ley un esplendor grandioso. Deseaba que el pueblo comprendiera el exaltado carácter de su Ley. [...] © Recursos Escuela Sabática
  • 11. "El Señor Jesucristo estaba allí en persona. Pronunció la Ley, y dio los Mandamientos, que son de carácter inalterable, inmutable y eter- no". 9 Dios tiernamente describe que los hijos de Israel fueron llevados a él "sobre alas de águilas": "Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, dicien- do: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Voso- tros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí" (Éxodo 19:3, 4). "Porque la porción de Je- hová es su pueblo. [...] Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas" (Deuteronomio 32:9-11). El Redentor se compara con un águila que excita su nidada y revo- lotea sobre ella al cuidar a sus pollos. La gran águila extiende sus alas sobre el nido, e instruye a sus polluelos sobre cómo volar. En vez de ser una "camisa de fuerza", ¡Dios quiere que sus leyes nos traigan liber- tad! La Ley de Dios tiene el propósito de liberarnos de las mortales adicciones al pecado. El conocimiento del Decálogo define qué es la li- bertad humana. La memorización de los Diez Mandamientos comienza general- mente con "No tendrás dioses ajenos delante de mí". Pero esas no son las primeras palabras del Decálogo. Realmente comienza con: "Y habló Dios todas estas palabras diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto" (Éxodo 20:1, 2, el énfasis fue añadido). Este prólogo, lamentablemente, es omitido generalmente cuando se memorizan los Diez Mandamientos, y no aparece en los cuadros que se cuelgan en las paredes. Pero, cuando se los incluye apropiadamente, pone un sabor totalmente diferente a los mandamientos que siguen. El Dios del cielo y de la Tierra no es como los gobernantes paganos despóticos de la época, que imponían respeto sobre sus vasallos bajo pena de muerte. En su declaración inicial, se presenta como ¡el Redentor que ya ha libe- rado a Israel de la esclavitud! El Decálogo no puede ser correctamente comprendido sin esta declaración primera. Al glorioso prólogo le siguen diez mandamientos que el seguidor de Dios debe guardar. Pero, estos son mandatos de Dios el Libertador, que quiere que su pueblo permanezca libre. "El Señor ha dado sus san- tos mandamientos para que sean una muralla de protección en torno de sus seres creados". 10 Primero ocurre el éxodo a la libertad, luego la © Recursos Escuela Sabática
  • 12. proclamación de la Ley. ¡Este es un orden importante! El prólogo no es una aguda advertencia de cuán estricta es la Ley, sino que insiste en que el Autor es un Redentor amante que se preocupa por mantener a sus liberados de volver a la esclavitud. Aun la formulación de los Mandamientos subraya el aspecto de relación que Dios ansia tener. No se los declara en forma abstracta: "Está prohibido". Cada vez, se usa un pronombre personal (implícito en el verbo castellano). El Decálogo no es de "elección múltiple", o de un buen sentido común o sabiduría popular acumulada. No es un conjunto de prohibi- ciones legales estáticas. Los Mandamientos no demandan obediencia a fin de que podamos ser salvos, ni es un pesado yugo que llevar. Mani- fiestan el camino de la vida, ¡pues Dios quiere dar nueva forma a sus hijos ya redimidos en los caminos de la libertad! El tono no puede ser "esto es lo que debes hacer o, si no...", pues no se añaden castigos. Más bien, Dios insiste, en el prólogo, que ya ha realizado nuestra salvación de la esclavitud, y ahora promete una vida de libertad. Los Diez Mandamientos presentan la naturaleza de la gracia de Dios, donde el deseo de obedecer es un deseo sentido en el corazón pa- ra responder a un Dios tan amante y misericordioso que nos libra de la ilegalidad y el pecado. El mismo significado de la Ley está basado en el evangelio de su gracia salvadora, donde se demuestra como un pode- roso y amante Redentor. Los Diez Mandamientos: Harás, No harás, son diez promesas. "Los diez santos preceptos enunciados por Cristo en el monte Sinaí fueron la revelación del carácter de Dios, e hicieron conocer al mundo el hecho de que él tenía potestad sobre toda la heredad humana. Esa ley de los diez preceptos del amor más grande que pueda ser presentado al hombre es la voz de Dios del cielo que habla al alma la promesa: 'Haz esto, y no quedarás bajo el control de Satanás'. No hay nada negativo en aquella ley, aunque parezca así. Es HAZ, y Vivirás". 11 La fuerte formulación de los Diez Mandamientos recuerda que so- mos pecadores inclinados a la transgresión. La Ley provee un espejo para mostrarnos cómo somos realmente. Dios ordena: "No matarás" porque sabe que nuestros corazones pecaminosos son capaces de ase- sinar. Dios manda: "No cometerás adulterio" porque sabe que nuestros corazones pecaminosos cometen adulterio. Jesús más tarde, sobria- mente, recuerda en el Sermón del Monte lo que ya se enseñaba en el Antiguo Testamento, que estos mandamientos de Dios son quebranta- © Recursos Escuela Sabática
  • 13. dos primero en nuestros corazones y mentes mucho antes de que se realice cualquier acción exterior. Es absolutamente necesario reconocer esta función de la Ley que desenmascara, porque solo entonces podemos ser liberados de todo prejuicio y justicia propia, haciéndonos ansiar el perdón y la limpieza de Dios. Si tenemos solamente pensamientos triviales acerca del peca- do, nunca podremos tener pensamientos grandes acerca de Dios. No obstante, ¿cómo pueden los Diez Mandamientos hacernos cantar como lo hizo el salmista: "Oh, cuánto amo tu ley"? Elena de White comenta de manera intrigante: "En la palabra de Dios está la energía creadora que llamó los mun- dos a la existencia. Esta palabra imparte poder; engendra vida. Cada orden es una promesa; aceptada por la voluntad, recibida en el alma, trae consigo vida del Ser infinito. Transforma la naturaleza y vuelve a crear el alma a imagen de Dios". 12 Cada uno de los Mandamientos nos recuerda que somos pecadores que necesitan ser salvados, pero también que el Legislador es nuestro Salvador. Él promete que al habitar en la libertad de su amor, no ten- dremos ningún otro dios delante de él, no tomaremos su nombre en vano, no asesinaremos, no cometeremos adulterio, no hurtaremos, no daremos falso testimonio, no codiciaremos. Cada mandato del Decálogo muestra nuestra verdadera condición, pero también incluye la promesa divina de la salvación. El Legislador promete esto vez tras vez: "Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de pie- dra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos" (Ezequiel 36:26, 27; el énfasis fue añadido). No es extraño que los profetas, los poetas y los salmistas hayan compuesto himnos que alaban la Ley. Mencionar la palabra Ley a un israelita produciría una reacción aún más positiva que la palabra almuerzo. Cada mandato es una promesa de que Dios restaurará su imagen en nuestras vidas pecaminosas. Cada acto de fidelidad es una señal de que el poder del Legislador está tomando posesión de nosotros y nos otorga la verdadera libertad del pecado. Nosotros también seremos impulsados a cantar con el salmista: "¡Oh, cuánto amo yo tu ley!" © Recursos Escuela Sabática
  • 14. Referencias 1 Por ejemplo, "No matarás", como en hebreo, tiene solo dos palabras; "no cometerás adulterio", en hebreo, son solo dos palabras también. 2 Por ejemplo, Cantares 1:6; 6:11. 3Otros usos en el Antiguo Testamento (Jueces 19:23 y siguientes, 20:6; cf. Éxodo 22:2) revelan que esta clase de actos involucra un sacrilegio profanador delante de Dios. 4 Ver también 2 Samuel 13:12. 5Esta es la segunda vez que José pierde una pieza de su ropa, y ambas ocasiones lo po- nen en una situación muy difícil. 6 Ver el Diccionario bíblico adventista, artículo "Job", p. 647. 7 Mateo 27:51; El Deseado de todas las gentes, pp. 704, 705. 8 El Deseado de todas las gentes, p. 711. 9 Patriarcas y profetas, pp. 309, 311; Ellen G. White: 1888 Materials, tomo 2, p.781. 10 "Comentarios de Elena G. de White", Comentario bíblico adventista, tomo l, p. 1119. 11 Ibíd. 12 La educación, p. 126. Material provisto por RECURSOS ESCUELA SABATICA © http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática © Recursos Escuela Sabática