1. Primera Lectura: del profeta Jeremías (18,1-6):
Salmo Responsorial: Sal 145
R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
Evangelio: san Mateo (13, 47-53)
Parábola de la red
Tiempo Ordinario. Que
nuestra red se encuentre
llena de buenas obras. Eso
depende de cada uno.
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
2. Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías (18,1-6):
Palabra del Señor que recibió Jeremías: «Levántate y
baja al taller del alfarero, y allí te comunicaré mi
palabra.»
Bajé al taller del alfarero, que estaba trabajando en el
torno. A veces, le salía mal una vasija de barro que
estaba haciendo, y volvía a hacer otra vasija, según le
parecía al alfarero.
Entonces me vino la palabra del Señor: «¿Y no podré
yo trataros a vosotros, casa de Israel, como este
alfarero? – oráculo del Señor –. Mirad: como está el
barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi
mano, casa de Israel.»
¡Es palabra de Dios! ¡Te alabamos Señor !
3. Salmo 145
R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista. R/.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes. R/.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él. R/.
4. Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,47-53):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los
cielos se parece también a la red que echan en el mar y
recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran
a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los
malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo:
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y
los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el
rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de
los cielos es como un padre de familia que va sacando del
arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
¡Es palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
5. Oración
Dios mío, creo en tu poder. Sé que Tú eres el Señor de la
historia. Gracias por recordarme que al final sólo contará lo
que haya hecho por amor a Ti y a mis hermanos. Ilumina
mi oración, te la ofrezco junto con mi vida, toma el control
para que sepa pedirte aquello que me conviene.
Petición
Jesús, con frecuencia me olvido de ponerte en el primer
lugar, ayúdame a crecer en el amor para que Tú seas
siempre el centro de mi vida.
6. Meditación
Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza. Sólo Dios puede
crear justicia.
Y la fe nos da esta certeza: Él lo hace. La imagen del Juicio final
no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de
esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la
esperanza. ¿Pero no es quizás también una imagen que da pavor?
Yo diría: es una imagen que exige la responsabilidad. Una
imagen, por lo tanto, de ese pavor al que se refiere san Hilario
cuando dice que todo nuestro miedo está relacionado con el amor.
Dios es justicia y crea justicia. Éste es nuestro consuelo y nuestra
esperanza. Pero en su justicia está también la gracia.
Esto lo descubrimos dirigiendo la mirada hacia el Cristo crucificado
y resucitado. Ambas -justicia y gracia- han de ser vistas en su
justa relación interior.
La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en
derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se
ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual
valor.(Benedicto XVI, encíclica Spe salvi, n. 44.)
7. Reflexión
Ni es bueno ser un rancio anquilosado en lo antiguo, ni ser una
veleta que se deja llevar por la última moda. Como el dueño de la
casa, de quien Cristo nos habla, debemos sacar de las arcas lo
nuevo y lo viejo. Para ello se requiere la virtud humana y cristiana
del discernimiento. Es decir, la persona sabia es la que, de lo
antiguo, sabe quedarse con lo bueno y, de lo actual, escoge nada
más aquello que es bueno.
Dos pasos se deben dar. Si es antiguo o si es nuevo no es el
criterio de elección, sino el distinguir lo bueno de lo malo, como el
pescador que distingue el buen pescado de aquel que no reúne las
cualidades para ser vendido. Pero no es suficiente hacer la
distinción. Una vez que se sabe qué es lo bueno debemos optar
por ello desechando lo malo. Como el pescador que habiendo
diferenciado los peces, separa los malos de los buenos para que
estos no queden contagiados por aquellos.
Por otro lado, nuestra mayor garantía es saber que Jesucristo es
un pescador experimentado. Y por ello, cuando nos presentemos
ante Él, sabrá valorar nuestras buenas obras e invitarnos a su
Reino. Pero también puede ocurrir lo contrario... Eso depende de
cada uno.
8. Propósito
Hacer diariamente un examen de conciencia para pedir
perdón por las injusticias cometidas, y la gracia de no
volver a caer.
Diálogo con Cristo
Padre, Tú nunca te equivocas y permites que todo lo que
suceda en mi entorno sea ocasión para crecer en amor.
Nada es casualidad, todo tiene un propósito, por ello
necesito estar alerta, para saber discernir el porqué y, sobre
todo, el para qué de lo que sucede. Gracias por recordarme
en esta oración que debo permanecer siempre en esa
actitud de vigilancia, porque no quiero fallar en el amor.