El documento habla sobre las deficiencias de la municipalización de la educación en Chile. Argumenta que los municipios no tienen interés en proveer una educación de calidad y en cambio usan los recursos de educación para fines políticos como premiar a quienes los apoyaron y castigar a los que no. Concluye diciendo que para mejorar la educación pública es necesario que la gente amplíe su mirada más allá del gobierno central y vea cómo la educación realmente se está jugando su calidad y existencia a nivel comunal.
1. El silencio de los gritos
Juan Gajardo Quintana
Junto con el inicio de las actividades lectivas, se desarrolló la primera marcha
de los estudiantes en demanda de mejoras en la educación.
No debemos de olvidar que en el conjunto de exigencias, estaba en un lugar
privilegiado la necesidad de terminar con la municipalización y devolverle al
Ministerio la responsabilidad de esta materia fundamental para el desarrollo del
país.
Después de un desfile de ministros que entraban y salían, los alcaldes, en
general, se olvidaron de sus quejas respecto de la carga que significaba
atender la educación comunal, y convenientemente actuaron para que este
“ítem” siguiera en sus manos. ¿Por su alto espíritu de servicio? No, señor, por
las ingentes cantidades de recursos que significa el negocio de la educación.
Los así llamados “servicios incorporados”, salud y educación, permiten a las
municipalidades disponer de grandes cantidades de dinero con el cual pueden
administrar un sinfín de herramientas de control e influencia, en vistas de
afianzar el poder de los ediles de turno.
Lo que Ud. debe tener claro, estimado lector y elector, es que la evidencia
demuestra que los municipios no tienen interés en prestar un servicio
educativo de calidad (tal vez existan honrosas excepciones). Los programas
especiales orientados a favorecer a los estudiantes, tienen su origen en el
gobierno central, en el Ministerio de Educación y, en última instancia, en el
presidente de la República. La mayoría de las iniciativas en pro de los niños y
2. jóvenes vulnerables, fueron creadas ya hace varios lustros en el contexto de
las grandes transformaciones a nivel nacional.
Lo que hacen los ediles, sobre todo en esta época en que están asumiendo las
nuevas administraciones, es utilizar los recursos a su disposición para premiar
a quienes trabajaron en sus campañas, castigar a los que no se han mostrado
serviles a sus intereses y perseguir y fustigar a todos aquellos que muestren
alguna decencia en el desarrollo de su cometido. Los traslados, las
disminuciones de horario, las reasignaciones, no obedecen a ningún criterio
pedagógico. Tampoco los nombramientos. Y esto lo saben bien aquellos
flamantes directores que estrenan la poltrona de la oficina principal de los
establecimientos educativos. Por eso es que en las reuniones “técnicas” a las
cuales son citados, se cuidan mucho de emitir alguna opinión, no vaya a ser
cosa que se les comience a mover el sillón. Así, guardan un “prudente” silencio
frente a las aberraciones en que a menudo incurren los ”administradores” de la
educación.
No se engañe, señor apoderado. Las transformaciones en el plano
educacional deben empezar en el aquí y ahora. Desde la sala de clases hacia
arriba. Pero lo que acontece en el aula está extremadamente condicionado por
la situación laboral del docente y la forma cómo se gestiona desde la
administración, el quehacer de la unidad educativa: la escuela o el liceo.
En un ambiente donde las necesidades logísticas de la educación son, antes
que todo, una oportunidad para los negocios, con proveedores a los que se
les paga tres o cuatro veces más que al comercio establecido; para el
clientelismo, instalando en los puestos a quienes puedan sostener la campaña
3. política y para la manipulación y el revanchismo contra los pocos que se
atreven a hablar de Educación con mayúscula.
Los estudiantes y la población en general, deben ampliar la mirada y dejar de
enfocarla solo en las altas esferas de gobierno. La educación pública se está
jugando, no solo su calidad, sino también su existencia, frente a nuestras
narices, en la comuna.