1. Conquistada por el español Hernando de Santana, la ciudad fue llamada originalmente
como la Ciudad de los Santos Reyes del Valle del Cacique Upar, título que aún conserva
y que se sintetiza bajo el nombre de Valledupar. Se localiza en la margen suroccidental
del río Guatapurí o "Agua Fría" según los chimilas que gobernaron la región hasta la
Conquista. Las calles de la ciudad, pequeña y organizada, son un baúl de nostalgias y
recuerdos y un compilado de arquitectura colonial. Valledupar es el recinto de los
artesanos de versos que como Santander Durán Escalona, alegran siempre a sus amigos
con la melodía de una guitarra y la perfecta rima de su inspiración.
LUGARES PARA VISITAR
Plaza Alfonso López. Tan famosa y tan nombrada, símbolo de los valduparenses como
un recinto sagrado. A su alrededor se enfilan varios lugares representativos de la ciudad
como la casa de Hernando Molina, la de los Maestre Pavajeau, la iglesia de La
Concepción y el Callejón de la Estrella. Mientras que en medio de la plaza se encuentra
un enorme palo de mango, el monumento "La revolución en marcha" del maestro
Rodrigo Arenas Betancourt y la célebre tarima "Francisco el hombre", escenario, hasta
hace unos años, del Festival de la Leyenda Vallenata.
Parque de la Leyenda Vallenata "Consuelo Araújo Noguera". En un espacio de 23
hectáreas, las autoridades de Valledupar, con el respaldo del Gobierno Nacional,
decidieron concentrar muchos aspectos de las tradiciones, la historia y la cultura
vallenata. En el interior del parque está el coliseo Cacique Upar y la tarima "Colacho
Mendoza", donde tiene lugar el Festival Vallenato desde el año 2004.
Festival de la Leyenda Vallenata. Se lleva a cabo desde 1968 los últimos días del mes
de abril. En el 2007 se realiza la versión 40 del Festival con el denominado concurso Rey
de Reyes en el que participan los acordeonistas ganadores desde 1998, incluido el del año
pasado, el bogotano Alberto Jamaica Larrota. La idea de llevar a cabo un concurso de
músicos en el marco de la conmemoración de la Leyenda Vallenata se gestó en 1967
cuando varios personajes como Gabriel García Márquez, Consuelo Araújo Noguera,
Rafael Escalona y Alfonso López Michelsen, entre otros, se reunieron en la histórica
casona de Hernando Molina y concretaron el proyecto que contó con el respaldo de
firmas como la Hohner de Alemania.
Los monumentos. Se destacan Los poporos, un homena je del maestro Jorge Maestre a
las tres etnias que aún habitan en la Sierra Nevada de Santa Marta: arhuacos, koguis y
arzarios; El pedazo de acordeón, obra de Gabriel Beltrán en memoria del maestro
Alejandro Durán Díaz. Los gallos de pelea, que representa la estrecha relación entre la
música vallenata y las contiendas gallísticas; Conjunto típico, representación de los tres
instrumentos básicos del vallenato.
2. Balneario Hurtado. Punto de encuentro de cesarenses y turistas que se forma en uno de
los pozos del río Guatapurí, que desciende de la Sierra Nevada. Además de un baño en el
río, los visitantes disfrutan de la gastronomía de la región. Allí se encuentra la escultura
de La sirena vallenata y su historia habla de una nativa que se convirtió en sirena un
viernes santo que fue a bañarse, cuando las creencias lo prohibían.
Academia Andrés 'Turco' Gil. Conozca cómo se forman los grandes acordeoneros bajo
la batuta de Andrés "Turco" Gil, experimentado maestro con más de 20 años en la
formación artística, ética y moral de infantes que sueñan con emular a los juglares del
vallenato. Hasta aquí llegan muchachos de todo el país y de otras partes del mundo para
formarse en el arte musical, como el niño Juan David Atencia y el joven Johannes
Dezutter, quien viajó desde su natal Bélgica en busca de las fascinantes notas de un
acordeón vallenato. En esta academia surgieron Los Niños del Vallenato, célebres por sus
presentaciones en la Casa Blanca ante el presidente Bill Clinton.
Fundación Escuela Ambiental del Cesar 'Fernando Matiz'. Muy cerca al Balneario
Hurtado y alimentado por las aguas del río Guatapurí, en este lugar, ornamentado
creativamente con material reciclado, se promueve la protección ambiental y el amor por
la naturaleza a través de juegos y caminatas ecológicás.
Tomado del libro Guía de Rutas por Colombia, Puntos Suspensivos Editores, 2007
por Pilar Lozano (1990)
Para los "cachacos", Valledupar es sinónimo de música vallenata, pero para los habitantes
de esta hermosa ciudad es sinónimo de pujanza y progreso. Valledupar -dicen ellos,
comiéndose las letras como lo hacen todos los costeños- "es la ciudad más próspera del
norte colombiano". Y para que no se piense que es puro regionalismo piadoso, respaldan
sus afirmaciones con hechos: no hay ciudad en la región que tenga mejores servicios
públicos. Por ejemplo, ni siquiera en los barrios más pobres la gente está obligada a hacer
cola frente a los carrotanques que reparten a cuentagotas el precioso líquido. No hay
tampoco una ciudad que haya crecido más ordenadamente, ni a la sombra de tantos
árboles, ni que tenga tantas y tan hermosas avenidas.
Valledupar está enmarcada por altas montañas. Por desgracia, la bruma las desdibuja
permanentemente. AI occidente, cortando el horizonte, está la sierra nevada más cercana
al mar en todo el mundo: la de Santa Marta. Al oriente se levanta imponente la serranía
del Perijá. "Tenemos una gran ciudad con todo tipo de comodidades, pero a la vez no
hemos perdido nuestras costumbres de pueblo", dicen con orgullo los vaIlenatos. Y una
de estas costumbres es la de tener en la casa un gran patio sembrado de árboles frutales.
Y es tanto el amor por la sombra que dan los árboles, que no se planifica una avenida sin
3. antes pensar qué tipo de vegetal se sembrará a lado y lado. "En cuatro años tendremos
cuatro kilómetros de cauchos y dos de mangos", dicen pensando en los retoños que se
acaban de plantar a lo largo de dos nuevas avenidas.
Otra costumbre de pueblo es sentarse, al atardecer, en las preciosas mecedoras hechas de
madera y mimbre -iguales a las que los viejos trajeron de Curazao hace muchos años por
la vía de Riohacha-, para contarse las historias del día. Entonces se habla del agite de la
ciudad, de las enfermedades del ganado o de la cosecha de algodón. Desgraciadamente,
en los últimos meses un tema se ha vuelto común en estas charlas, que comienzan cuando
el calor abrasador abandona la ciudad: el de los secuestros. "Pero ni aun por esta
situación hemos perdido la costumbre de abrir nuestra casa a los extraños, ni de llamar
amigo al que saludamos por primera vez en la calle", dicen.
Valledupar no es una ciudad de vida nocturna. Se decepcionan un poco los forasteros que
llegan en busca de la parranda vallenata. Sólo en abril, en los días del Festival de la
Leyenda Vallenata, se escucha el rumor de acordeones en todas las esquinas.
"Antes no era así -cuenta, con un poco de nostalgia, Emiliano Oviedo, rey vallenato sin
corona-. En los patios de las casas y en los jeeps se escuchaba todo el día el sonar de
acordeones, guacharacas y cajas. Los grandes parranderos ya han muerto, o están tan
viejos que no pueden tomarse ni un ron", añade este hombre, que fue el primero en decir
que en un conjunto vallenato el acordeonero y el cantante no deben ser obligatoriamen te
la misma persona. "Descubridor, _adiós!". "Hola, vendaval de notas", lo saludan todos en
la calle. Es que en Valledupar no hay personaje más querido y admirado que el músico.
"Nos quieren mucho, siempre nos están ofreciendo regalos", dice con orgullo de artista
Emiliano Oviedo.
LA VIEJA VALLEDUPAR
Valledupar fue llamada inicial mente, por los españoles, Ciudad de los Santos Reyes del
Valle de Upar. La bautizaron así en honor de los recios caciques caribes que impidieron,
por más de veinte años, la penetración del imperio español en su valle. Fue fundada dos
veces: en 1544 y luego en 1550.
"La ciudad se fundó por orden perentoria del rey de España para contrarrestar la
innumerable cantidad de palenques que se habían instalado en el Valle de Upar y cuyos
ocupantes convivían con los indios chimilas", cuenta Tomás Darío Gutiérrez, abogado de
profesión y antropólogo de corazón, y quien durante quince años ha dedicado sus ratos
libres a recorrer, grabadora en mano, el inmenso valle para conocer su historia, sus
costumbres, su música.
El Valle de Upar era considerado por los españoles como un mar de pastos naturales. Por
eso pensaron, desde un comienzo, organizar allí un hato ganadero capaz de abastecer las
necesidades de la Colonia. Y por eso también la primera expedición que penetró en la
zona traía consigo treinta y cinco vacas con sus toros. "Llegó a existir tanto ganado en la
región -dice Tomás Darío Gutiérrez- que a finales del siglo pasado el ganado se cazaba
con armas de fuego". Hoy, Valledupar es la capital de uno de los departamentos agrícolas
y ganaderos más ricos de Colombia.
4. "Viejo Valledupar, si te volviera a ver
como fuiste ayer
típico y colonial
casitas de baharegue
con sus palmas caladas
otras de calicanto
y sus tejas coloradas ".
Así dice la letra de un paseo vallenato de Rodolfo Bolaños.
"A los que conocimos el viejo Valledupar, esta canción nos pone sentimentales", confiesa
María Uhía de Meza. Esta mujer de cabellera blanca es la directora de la Casa de la
Cultura. Desde hace 25 años se dedica a comprar guacas a campesinos e indígenas, y por
eso sabe tanto de las culturas antiguas que poblaron el lugar. Su casa es un pequeño
museo repleto de urnas funerarias, pilones y vasijas arhuacas y zenúes. "Aquí fue
entrando la civilización y empezaron a tumbar las viejas casonas. Cuando nos dimos
cuenta del error, era demasiado tarde", explica ella con su hablar de matrona costeña. Lo
que más le duele a esta mujer es que hayan tumbado el convento de Santo Domingo. "En
su lugar construyeron una iglesia moderna. Sólo nos dejaron, para consolarnos, la vieja
torre".
En el marco de la plaza Alfonso López, donde se construyó, en hierro y concreto, la
polémica tarima que sirve de escenario en el Festival de la Leyenda Vallenata, están las
grandes casonas coloniales que aún quedan. Está la casa donde, en 1813, se creó el
cabildo de Valledupar y se declaró la independencia de la Corona Española. Está también
la casa de hermoso balcón en donde vivió el secretario de Simón Bolívar; y aquella, de
inmenso zaguán, que sirvió de vivienda al primer gobernador de la Provincia hace más de
dos siglos. Todas tienen inmensos patios sombreados, corredores umbríos y techos rojos.
En la plaza también está la iglesia Guadalupe, pequeña, de torre blanca, donde se guarda
la figura del Ecce Homo, patrón de la ciudad.
Cuando llega el atardecer, manchando de rosado y fucsia el cielo, lo mejor es remedar a
los vallenatos: sentarse a disfrutar "del fresco" en una mecedora, en la puerta de una casa
o en un hermoso patio. María Uhía lo hace todos los días. Hasta el patio de su casa-
museo llegan familiares, vecinos, amigos. A todos les gusta escuchar las historias, las
leyendas, los cuentos, los dicharachos y los refranes que a María le refirieron, cuando era
niña, los hombres que vivían en el campo. Ella cuenta, por ejemplo, la leyenda de la
sirena que dio origen a una escultura que hace poco tiempo se colocó a orillas del río
Guatapurí, en una de las inmensas piedras que enmarcan el Pozo Hurtado, sitio obligado
de los vallenatos el día domingo. "Ocurrió que una niña, un Viernes Santo, en la época en
que todo era pecado, de sobedeció a sus padres y se fue a bañar a Hurtado. En castigo
quedó convertida en sirena".
María recuerda también a Simoncito, "un pájaro muy grande que llevaba un sombrero
5. inmenso y se la pasaba volando y silbando sobre la ciudad"; y la época en que era
cotidiano hablar de brujas, tanto, que a quien se hallara despistado en el trabajo o en el
estudio, se le preguntaba: "_Es que estuviste volando anoche?".
Pero la más famosa de todas es la leyenda de Francisco el Hombre, el acordeonero que
enfrentó al diablo y lo derrotó con su música. Dicen que este es el origen del vallenato.
Pero Tomás Darío Gutiérrez refuta esta teoría. "El vallenato surge en el momento en que
el negro se mezcla musicalmente con el indígena. El vallenato es zambo", dice. Todos los
hechos que lo llevan a hacer esta afirmación los está condensando en un libro que
próximamente será publicado.
Este afiebrado de la historia asegura que el conjunto vallenato lo tenían ya los indígenas
de Upar. "Un tamborcito de cuero, a lado y lado, que evolucionó y cambió de la
percusión con palitos a la percusión africana. Al tambor lo acompañaba la guacharaca,
que era de casi 1,30 m de largo y se tocaba con costilla de venado, y una flauta de cinco
huecos, que es la gaita". Agrega que cuando el acordeón llegó aquí, a finales del siglo
pasado, ingresó al conjunto autóctono secular de la región y se adaptó a él; es decir, no
inventó nada.
Y al escuchar a Tomás Darío y a María Uhía, no le queda al forastero la menor duda de
que, como decíamos al principio, Valledupar no sólo es sinónimo de música de acordeón,
guacharaca y caja; sino que es también sinónimo de leyenda.
Tomado de la Revista Diners No.244, julio de 1990
El Festival Vallenato
La ciudad celebra anualmente el Festival vallenato con invitados y entusiastas de todo
colombia. En el se elige el Rey Vallenato.
Entre los reyes vallenatos anteriores a 1976 se cuentan: Alejandro Durán, Nicolas Elías
Mendoza, Calixto Ochoa, Alberto Pacheco, Miguel López, Luis Enrique Martinez,
Alfredo Gutiérrez, y Julio de La Ossa