Y como Moisés levantó a la serpiente en el desierto así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él la vida eterna.
1. ELAMORDE DIOSPARAEL MUNDO
Juan 3, 14-21
Y como Moisés levantó a la serpiente en el desierto así tiene
que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que
crea tenga por él la vida eterna. Porque tanto amó al Dios al
mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en
él no perezca sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha
enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para
que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es
juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de
Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo y los
hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la
luz y no va a la luz para que no sean censuradas sus obras.
Pero el que obra la verdad, va a la luz para que quede de
manifiesto que sus obras están hechas según Dios
2.
3. “Como Moisés levantó la
serpiente en el desierto, así
tiene que ser levantado el Hijo
del hombre para que todo el que
crea tenga por Él la vida eterna”.
Se alude con toda claridad al
texto de los Núm. 21, 4-9 donde
se nos descubre un hecho
conocido por todos los israelitas,
pues el pueblo se dedicó a
murmurar contra las
disposiciones de Dios y a
quejarse de todo lo que sucedía
y en castigo Dios permitió que
les llegara una plaga de
serpientes sumamente
venenosas que causaron la
muerte a muchísimos de ellos.
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5.
6. El pasaje era bien popular entre todo el pueblo
de Israel, pero tardó mucho tiempo en que se
viese en él un sentido mesiánico. Será el
mismo Cristo el que, sin dejar ninguna duda, se
aplica a si mismo este pasaje. Aquella
serpiente levantada en alto sobre un mástil, era
el verdadero símbolo del Mesías que un día
sería también levantado en alto sobre una cruz,
y desde allí daría la salvación a todos aquellos
que lo contemplasen con fe sincera, creyesen
en toda su fuerza redentora y se entregasen a
él con un corazón arrepentido. A ellos se les
concedería participar en la vida eterna que Él
mismo poseía
7. Debemos mirar, con-
templar una y mil veces
esa cruz de Cristo
Redentor con toda fe,
confianza y amor, para
tener la certeza total de
nuestra salvación, de
recibir todas las gracias
de la redención de
Cristo.
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9. Pero en Daniel 7,13 ss. Esta expresión
significa “hombre”, pero se refiere a un
hombre sobrenatural que viene del cielo y a
quien se le l entregan todos los poderes.
Desde entonces, queda consagrado el
nombre del “Hijo del hombre”, en el sentido
del profeta Daniel, como un título mesiánico.
Jesucristo durante su vida apostólica, no
hace una revelación del todo clara y directa
de su persona como el verdadero Mesías,
Hijo de Dios. Sabía que el pueblo lo
entendería en un sentido mesiánico terrenal,
político y sociológico.
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11. Revelación del amor del Padre y del HIJO
Es tan sublime el amor que se nos describe del
Padre, que resulta difícil de entender al hombre.
El hombre miserable, alejado de Dios por su
pecado voluntario, en continua ofensa a su Divina
Majestad, en desprecio de sus mandamientos y
en rebeldía continua a su voluntad, debería
provocar necesariamente la cólera, la justicia y el
castigo de Dios; y sin embargo, lo que se nos
revela es la infinita compasión de Dios que le
lleva a mirar el hombre con un profundísimo amor,
que le lleva al extremo de enviar a su hijo
unigénito al mundo para salvar, redimir a todos
los hombres.
12. Y ese envío del Hijo
supone su sacrificio
cruento en la cruz.
En su infinito amor,
el Padre acepta el
sacrificio de su Hijo
para liberar al
hombre del castigo
y de la condenación
eterna que merecía.
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15.
16. Lo que nos quiere
enseñar Juan es que
solamente depende de
nosotros el juicio
definitivo con que se
nos ha de juzgar.
Dando al verbo Juzgar
el significado de
condenar. En el
rechazo del amor de
Dios, fe y aceptación
del amor de Dios.
17. LA MAYOR GRACIA QUE PODEMOS PEDIR
ES LA DE PERMANECER EN LA FE Y EN EL
AMOR DEL SEÑOR HASTA LA HORA DE
NUESTRA MUERTE Y ADEMÁS EN ESA
GRACIA TENDREMOS NUESTRA PAZ
INTERIOR Y FELICIDAD.
Presentamos nuestra fe en una invitación al
amor y a la vida. La cruz es un símbolo de
muerte desde que Dios paso por ella es signo
de vida y esperanza. Dios es capaz de morir
por nosotros para que nosotros tengamos vida.
Él muere por nosotros para convertirse en vida
nuestra.
18. La plenitud de la vida es la vida misma de Dios, su
muerte es nuestra vida. Él quiere para nosotros
una vida que nunca muera y eso lo logramos
participando en al vida de Dios. Para que el grano
de trigo de fruto es necesario que muera, nuestra
muerte física es la puerta que nos abre la vida
eterna. Dios tiene que morir para hacernos
partícipes de su propia vida.
19.
20. Jesús nos ha dicho: “Cuando yo sea levantado (en
la cruz) atraeré a todos hacia mí. Todos los que
estamos necesitados de gracias, de socorros y de
perdón, levantamos suplicantes las miradas hacia
aquel que fue levantado en la cruz, para que cure
nuestras morales enfermedades del alma y lo
obtenemos.