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NUEVAALIANZA MINOR
13
DIETRICH BONHOEFFER
VIDA EN
COMUNIDAD
NOVENA EDICIÓN
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- O.
Bonhoeffer,
Resistencia y
sumisión (PO
18)
- O.
Bonhoeffer, El
precio de la
gracia (VeI 95)
- A. Cencini,
La vida
fraterna (NA
148)
- A. Cencini,
Vida en
comunidad:
reto y
maravilla (NA
159)
- L. Schenke,
La comunidad
primitiva (BEB
88)
- B. Forte, La
Iglesia, icono
de la Trinidad
(VeIm 4)
- Gandhi,
Todos los
hombres son
hermanos (PO
32)
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03
8 Contenido
La oración
personal.....................
.......................... La
intercesión ................
...................................
..... Presencia de la
comunidad
cristiana ....................
.
7
7
1
CONTENIDO
1. La comunidad ..................................................
La vida en común ..................................................
La comunidad cristiana .........................................
La fraternidad cristiana .........................................
La gratitud .............................................................
La espiritualidad de la comunidad cristiana .........
La comunidad forma parte de la Iglesia cristiana .
La unión con Jesucristo .........................................
Cubierta diseñada por Christian Hugo Martin
Tradujo Francisco Tejeda
sobre el original alemán Gemeinsames Leben
2. El día en común ....................................................
El culto de la mañana ............................................
La lectura de los salmos ........................................
La lectura bíblica ...................................................
Cantar en común ...................................................
Orar en común ......................................................
La comunidad de mesa .........................................
El trabajo ...............................................................
La comida del mediodía ........................................
La oración de la noche ................................................
~ Chr. Kaiser Verlag, München 1979
~ Ediciones Sígueme S.A.U., 1982
CI García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca I España Tel.
(34) 923 218 203 - Fax: (34) 923 270 563
e-mail: ediciones@sigueme.es
www.slgueme.es
ISBN: 84-301-0893-9
Depósito legal: S. 36-2003 Fotocomposición Rico
Adrados S.L., Burgos Impreso en España I VE
Imprime: Gráficas Varona, S.A.
Polígono El Montalvo, Salamanca 2003
3. El día en soledad ...................................................
Saber estar solo .................................................................
Saber vivir en comunidad .....................................
Escuchar a Dios ....................................................
La meditación diaria ...................................................
9
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58
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64
65
69
69
70
72
74
La c
4. El
servicio ........
......................
......................
.........
Las tareas de la
comunidad ...
......................
.......... No
juzgar ...........
......................
......................
........ La
función del
creyente ........
......................
........... Servir
a los
otros .............
......................
................ No
ser
altivos ..........
......................
......................
.. Escuchar a
los
otros .............
......................
...........
Ayudarse ......
......................
......................
..............
Aceptar al
prójimo ........
......................
..................
El pecado del
prójimo ........
......................
............. La
palabra de
Dios ..............
......................
............
Servir a
Dios ..............
......................
......................
....
5. Confesión y
santa
cena ..............
......................
.
El
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«¡Qué dulce y
agradable es para los
hermanos vivir
juntos y en armonía!»
(Sal 133, 1).
Vamos a examinar a
continuación algunas
enseñanzas y reglas de la
Escritura sobre nuestra
vida en común bajo la
palabra de Dios.
Contrariamente a lo
q ser edificado en medio
de tus enemigos. Quien
rechaza esto renuncia a
formar parte de este
reino, y prefiere vivir
rodeado de amigos,
entre rosas y lirios,
lejos de los malvados,
en un círculo de gente
piadosa. ¿No veis que
así blasfemáis y
traicionáis a Cristo? Si
Jesús hubiera actuado
como vosotros, ¿quién
habría podido salvar-
se?» (Lutero).
10 Vida en comunidad La comunidad 11
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12
Vida en comunidad La comunidad 13
tor, Dios Padre, Hijo y Espíritu santo. El prisionero, el
enfermo, el cristiano aislado reconocen en el hermano
que les visita un signo visible y misericordioso de la
presencia de Dios trino. Es la presencia real de Cristo lo
que ellos experimentan cuando se ven, y su encuentro es
un encuentro gozoso. La bendición que mutuamente se
dan es la del mismo Jesucristo. Ahora bien, si el mero
encuentro entre dos creyentes produce tanto gozo, ¡qué
inefable felicidad no sentirán aquellos a los que Dios
permite vivir continuamente en comunidad con otros
creyentes! Sin embargo, esta gracia de la comunidad,
que el aislado considera como un privilegio inaudito,
con frecuencia es desdeñada y pisoteada por aquellos
que la reciben diariamente. Olvidamos fácilmente que la
vida entre cristianos es un don del reino de Dios que nos
puede ser arrebatado en cualquier momento y que, en un
instante también, podemos ser abandonados a la más
completa soledad. Por eso, a quien le haya sido conce-
dido experimentar esta gracia extraordinaria de la vida
comunitaria ¡que alabe a Dios con todo su corazón; que,
arrodillado, le dé gracias y confiese que es una gracia,
sólo gracia!
La medida en que Dios concede el don de la
comunión visible varía. Una visita, una oración, un
gesto de bendición, una simple carta, es suficiente
para dar al cristiano aislado la certeza de que nunca
está solo. El saludo que el apóstol Pablo escribía
personalmente en sus cartas ciertamente era un signo
de comunión visible. Algunos experimentan la gracia
de la comunidad en el culto dominical; otros, en el
seno de una familia creyente. Los estudiantes de
teología gozan durante sus estudios de una vida
comunitaria más o menos intensa. Y actualmente los
cristianos más sinceros sienten necesi-
dad de participar en «retiros» para convivir con otros
creyentes bajo la palabra de Dios. Los cristianos de hoy
descubren nuevamente que la vida comunitaria es ver-
daderamente la gracia que siempre fue, algo extraordi-
nario, «el momento de descanso entre los lirios y las ro-
sas» al que se refería Lutero.
La comunidad cristiana
Comunidad cristiana significa comunión en Jesucris-
to y por Jesucristo. Ninguna comunidad cristiana podrá
ser más ni menos que eso. Y esto es válido para todas las
formas de comunidad que puedan formar los creyentes,
desde la que nace de un breve encuentro hasta la que re-
sulta de una larga convivencia diaria. Si podemos ser
hermanos es únicamente por Jesucristo y en Jesucristo.
Esto significa, en primer lugar, que Jesucristo es el
que fundamenta la necesidad que los creyentes tienen
unos de otros; en segundo lugar, que sólo Jesucristo hace
posible su comunión y, finalmente, que Jesucristo nos ha
elegido desde toda la eternidad para que nos acojamos
durante nuestra vida y nos mantengamos unidos
siempre.
Comunidad de creyentes. El cristiano es el hombre
que ya no busca su salvación, su libertad y su justicia en
sí mismo, sino únicamente en Jesucristo. Sabe que la
palabra de Dios en Jesucristo lo declara culpable aunque
él no tenga conciencia de su culpabilidad, y que esta
misma palabra lo absuelve y justifica aun cuando no
tenga conciencia de su propia justicia. El cristiano ya
no vive por sí mismo, de su autoacusación y su autojus-
tificación, sino de la acusación y justificación que pro
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Al amanecer, con alabanza; con
plegarias al atardecer, nuestra
pobre voz, Señor, te glorifica
eternamente.
(LUTERO, según Ambrosio)
El culto de la mañana
«La palabra de Cristo habite en vosotros abundante-
mente» (Col 3, 16). En el Antiguo Testamento, el día co-
mienza al anochecer y termina con la puesta del sol. Es el
tiempo de la espera. Para la comunidad del Nuevo Tes-
tamento, el día comienza al rayar el alba y termina con la
aurora del día siguiente. Es el tiempo del cumplimiento,
de la resurrección del Señor. Cristo nació de noche: una
luz en las tinieblas, y en el momento de su muerte en la
cruz, el sol se oscureció; sin embargo, con el amanecer
del día de pascua, surge victorioso de la tumba:
Al amanecer, cuando sale el sol,
resucita Cristo, mi salvador,
se desvanece la noche del pecado:
regresan la luz, la vida y la salvación. Aleluya.
Así cantaba la Iglesia de la Reforma. Cristo es «el sol
de justicia» que se ha levantado sobre la comunidad
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-66 Vida en comunidad El día en común 67
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:68 Vida en comunidad
Aunque nuestros ojos
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corazones. Que tu
diestra, oh Dios, nos
proteja y nos libre del
maligno (Lutero).
3
El día en
soledad
Nuestra jornada desde la
mañana a la noche está bajo la
palabra del salmista: «Tuyo es el
día, tuya es la noche» (Sal 74,
16).
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«El silencio, oh Dios, es tu
alabanza en Sión» (Sal 65,2)'.
Muchos buscan la comunidad por
miedo a la soledad. Su
incapacidad de soledad les
empuja hacia los otros. También
ciertos cristianos, que no
soportan estar solos por
experiencias negativas consigo
mismos, esperan recibir ayuda en
compañía de otros seres
humanos. La mayoría de
las veces se ven
defraudados y entonces
reprochan a la comunidad
lo que deberían
reprocharse a sí mismos.
La comunidad cristiana no
es un sanatorio espiritual.
Refugiarse en ella
huyendo de sí mismo es
convertirla en lugar de
parloteo y distracción,
incluso bajo la apariencia
de una elevada
espiritualidad. Porque en
realidad no se busca la
comunidad sino la embria
guez que permita olvidar
por un buen tiempo la
propia soledad y que, por
lo mismo, sumerge al
hombre en una soledad
todavía más mortal. Tales
tentativas tienen co
resultado la anulación de
la palabra de Dios y de to
da experiencia auténtica, y
provocan la resignación y
la muerte espiritual.
1. La traducción habitual: «A ti,
¡oh Dios!, se debe la alabanza en
Sión>.
70
Vida en comunidad El día en soledad 71
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74 Vida en comunidad
El día en soledad
75
palabra de Dios, razón por la cual se ha refugiado en el silencio. Pero este
encuentro es un don. Ningún cristiano debe poner condiciones a cómo ha de
producirse este encuentro; ha de aceptarlo como se produzca y, así, su re-
cogimiento silencioso tendrá amplia recompensa.
Existen tres cosas para las que el cristiano necesita de un tiempo aparte a lo
largo de la jornada: la reflexión bíblica, la oración y la intercesión. Las tres
constituyen lo que se conoce por meditación diaria. Esta expresión no debe
asustamos pues es un término antiguo tomado del lenguaje de la Iglesia y de la
Reforma.
La meditación diaria
Podría preguntarse por qué se necesita para ella un tiempo especial, siendo así
que todos sus elementos están incluidos ya en el culto común. Intentaremos
explicarlo. El tiempo de la meditación diaria debe estar dedicado exclusivamente
a la reflexión bíblica personal, a la oración personal y a nuestra intercesión
personal. Los experimentos espirituales no tienen cabida aquí. Pero debemos dar
a esas tres cosas el tiempo necesario ya que Dios mismo nos lo exige. Aunque
durante largo tiempo la meditación no fuese otra cosa que un rendir cuentas de la
pobreza de nuestro culto, ya sería suficiente.
Este tiempo de meditación personal no es un salto en el vacío sin fondo de la
soledad, sino una ocasión de encontramos a solas con la palabra de Dios. Se nos
ofrece así una base sólida sobre la que afirmamos y una pauta segura para el
camino.
Mientras que en el culto comunitario leemos de forma continuada un texto
largo, aquí nos contentamos con
un texto breve, seleccionado, y que puede ser el mismo a lo largo de toda la
semana. Si la lectura en común nos lleva a conocer la sagrada Escritura en toda
su totalidad y amplitud, aquí descendemos a la profundidad insondable de cada
frase «para que podáis comprender, en unión de todos los santos, cuál es la
anchura, la longitud, la profundidad y la altura» (Ef 3, 18).
En la lectura del texto de nuestra meditación diaria contamos con la
promesa de que tiene algo muy personal que decimos hoy para nuestra vida
cristiana, y de que es palabra de Dios no solamente para la comunidad sino
también para cada uno de nosotros. Nos exponemos a la frase o a la palabra
que leemos hasta que nos llega al corazón. Con esto no hacemos sino lo que
hace a diario el cristiano más sencillo y menos instruido: leer la palabra de
Dios como palabra de Dios para nosotros. Así no nos preguntamos qué puede
decir tal texto a otras personas, qué uso podemos hacer de él en la predicación
o en la enseñanza, sino qué nos dice personalmente a nosotros. Es cierto que
antes debemos haberlo comprendido en su contexto, pero no se trata de hacer
aquí exégesis o un estudio bíblico, ni una preparación para la predicación, sino
de conocer lo que la palabra de Dios quiere decimos. Este intento no es una
esperanza vacía, se funda en una promesa clara de Dios. Sin embargo, a veces
estamos tan invadidos y desbordados de pensamientos, imágenes y
preocupaciones, que ha de pasar un tiempo hasta que la palabra de Dios logre
abrirse paso hasta nuestro corazón. Pero su llegada es tan cierta como lo fue y
sigue siéndolo la de Dios entre los hombres. Por eso debemos comenzar
nuestra meditación diaria pidiendo a Dios que nos envíe su santo Espíritu para
que nos revele la Escritura y nos ilumine.
76 Vida en comunidad El día en soledad 77
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-82 Vida en comunidad
do lo que haga durante las horas
que está solo influye en la vida de
la comunidad. En su soledad
puede desgarrarla y mancillarla, o
fortalecerla y santificarla. Toda
autodisciplina del cristiano es un
servicio que presta a la
comunidad. Y, por otro lado, no
existe pecado -por personal y
secreto que sea- de pensamiento,
palabra y obra, que no dañe a la
comunidad. Un germen infeccio-
so penetra en el organismo, no se
sabe de dónde procede ni en qué
miembro está escondido, sin
embargo todo el cuerpo está
contaminado. De esta manera, por
ser miembros de un solo cuerpo
somos para él -no sólo cuando lo
deseamos, sino siempre-
instrumento de santidad o de
perdición. Esta afirmación no es
mera teoría; se apoya sobre una
realidad espiritual que puede
comprobarse perfectamente en
los momentos de turbación o de
alegría, en la vida de la
comunidad cristiana.
El que, después de la jornada
de trabajo, regresa a la
comunidad trae consigo la
bendición que ha recibido en los
momentos que ha pasado solo,
pero, al mismo tiempo, recibe la
bendición que procede de la
comunidad. Dichoso aquel que es
capaz de estar solo gracias a la
fuerza que recibe de la
comunidad, y dichoso el que es
capaz de mantener la unión con la
comunidad por la fuerza de la
soledad. Esta fuerza no es otra
que la de la palabra de Dios
dirigida al individuo integrado
en la comunidad.
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«Entonces,
comenzaron a discutir
sobre quién sería el mayor
de ellos» (Lc 9,46).
Sabemos quién propaga
este pensamiento en la
comunidad cristiana,
pero tal vez no
reflexionamos
suficientemente sobre el
hecho de que ninguna
comunidad cristiana
puede formarse sin que
ese pensamiento surja
inmediatamente como
semilla de división. No
bien se reúnen los
hombres, cuando ya
comienzan a observarse,
a juzgarse, a
clasificarse. Con ello se
entabla desde el mismo
nacimiento de la co-
munidad, una terrible
lucha invisible y, a
veces, inconsciente, que
pone en juego su misma
existencia. «Entonces
comenzaron a
disputar.. .», esto basta
para destruir la
comunidad. Por esta
razón es vital para toda
comunidad cristiana
que, desde el primer
momento, desenmascare
a ese enemigo que la
amenaza, y acabe con él.
No hay tiempo que
perder, porque desde el
primer instante de su
encuentro el hombre
busca una posición
estratégicamente
ventajosa frente al otro.
He aquí a fuertes y a
débiles juntos. Si no se
es de los primeros, se
hará valer
inmediatamente el derecho de los
débiles, simples y complicados,
piadosos y tibios, sociables y retraídos:
¿no intentan todos asegurar de en
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84 Vida en comunidad El servicio 85
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86 Vida en comunidad El servicio 87
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5 Confesión y santa cena
El prójimo. medio de la gracia
«Confesaos mutuamente vuestros pecados» (Sant 5,
16). Quedarse a solas con el propio mal es quedarse completamente solo. Y puede ser que, a pesar del
culto en común, la oración en común y la comunión en el servicio, haya cristianos que permanezcan
solos, sin llegar a formar realmente comunidad. ¿Por qué? Porque si bien están dispuestos a formar
parte de una comunidad de creyentes, de gente piadosa, no lo están para formar una comunidad de
impíos y pecadores. La comunidad piadosa, en efecto, no permite a nadie ser pecador. Por esta razón
cada uno se ve obligado a ocultar su pecado a sí mismo y a la comunidad. No nos está permitido ser
pecadores, y muchos cristianos se horrorizarían si de pronto descubriesen entre ellos un auténtico
pecador. Por eso optamos por quedamos solos con nuestro pecado, a costa de vivir en mentira e
hipocresía; porque, aunque nos cueste reconocerlo, somos efectivamente pecadores.
Sin embargo, he aquí que la gracia del evangelio -aunque sea difícil de comprender por el piadoso- nos coloca ante la verdad y nos dice: tú eres un pecador, un pecador incurable, sin embargo,
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106 Vida en comunidad
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,
c
o
m
o
D
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os mismo,
el secreto
de nuestra
confesión.
Por eso
cuando me
dirijo a mi
hermano
para
confesarme
, me dirijo
al mismo
Dios.
La
invitación a
confesarse
con el
hermano y
a recibir el
perdón
fraternal en
el seno de
la
comunidad
cristiana es
una
invitación a
aceptar la
gracia de
Dios en la
Iglesia.
La confesión
La
confesión
hace
posible el
acceso a la
comunidad.
El pecado
quiere estar
a solas
con el
hombre
. Lo
separa
de la
comuni
dad.
Cuanto
más
solo
está el
hombre
, tanto
más
destruc
tor es
el
poder
que el
pecado
ejerce
sobre
él;
tanto
más
asfixia
ntes
sus
redes,
tanto
más
desespe
rada la
soledad
. El
pecado
quiere
pasar
desaper
cibido;
rehuye
la luz. Se
encuentra a
gusto en la
penumbra de
las cosas
secretas,
donde
envenena
todo el ser.
En este sen-
tido, una
comunidad
simplemente
piadosa está
lejos de ser
invulnerable.
En la
confesión, en
cambio, la luz
del evangelio
irrumpe en
las tinieblas y
en el
hermetismo
del corazón.
El pecado es
puesto a la
luz. Lo
callado es
revelado,
confesado.
Todo lo
oculto es
puesto a la
luz del día.
La lucha
es dura
hasta que
el pecado
sube a la
superfici
e. «Pero
Dios
quebrant
a puertas
de
bronce y
cerrojos
de
hierro»
(Sal 107,
16).
Se puede
decir que
en la
confesión
el pecado
pierde
definitiva
mente
todo
resto de
autojustif
icación.
El pe-
cador se
libera,
abandona
todo lo
que hay
en él de
ma
-
L
108 Vida en comunidad Confesión y santa cena 109
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112 Vida en comunidad Confesión y santa cena 113
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mejor
que
ocurra
ahora,
entre
mi
herman
o y yo,
no en
el
último
día en
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clarida
d del
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final.
La
gracia
de
poder
confes
ar
nuestro
s
pecado
s al
herman
o nos
evita
los
terrore
s del
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final.
Por el
herma
no
puedo
estar
seguro
ya en
este
mund
o de
la
realid
ad de
Dios,
de su
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y su
perdó
n. y
así
como
la
prese
ncia
del
herm
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garan
tiza
la
aute
n-
ticida
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sión
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y
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sabía
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qué
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necesi
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ón;
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nos
permitirá
recibir el
perdón
de
pecados
muy
concretos
que
hemos
cometido
y, al
mismo
tiempo,
el perdón
de todos
nuestros
pecados,
conocido
s o no.
¿Sign
ifica todo
esto que
la
confesión
es una
ley im-
puesta
por Dios?
No,
constituy
e
simpleme
nte un
medio
del que
Dios se
vale para
ofrecer
su ayuda
al
pecador.
Puede
darse el
caso -y
es una
gracia
de
Dios-
de que
alguien
acceda
a la
certeza,
a la
vida
nueva,
a la
cruz y
a la
comuni
dad sin
la
ayuda
de la
confesi
ón
fratern
a. Pue-
de
darse el
caso de
que
alguien
no
dude
nunca
de su
arrepen
timient
o y
perdón
person
al, y
-
114 Vida en comunidad Confesión y santa cena 115
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116 Vida en comunidad Confesión y santa cena 117
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L
s118 Vida en comunidad
y los hermanos, los creyentes reciben el don del cuerpo y de la sangre de Jesucristo, es decir, el
perdón, la vida nueva y la bienaventuranza eterna. Sus relaciones con Dios y con los hombres
quedan transformadas. La comunidad eucarística constituye el cumplimiento supremo de la
comunidad cristiana. El vínculo que une a los fieles comulgantes permanecerá en la eternidad. La
comunidad ha alcanzado su meta. El gozo de Cristo y su Iglesia es completo. La vida comunitaria
de los cristianos bajo la autoridad de la palabra de Dios ha encontrado en el sacramento su
plenitud.

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Vida en comunidad dietrich bonhoeffer

  • 1. NUEVAALIANZA MINOR 13 DIETRICH BONHOEFFER VIDA EN COMUNIDAD NOVENA EDICIÓN O t r a s o b r a s p u b l i c a d a s p o r E d i c i o n
  • 2. e s S í g u e m e : - O. Bonhoeffer, Resistencia y sumisión (PO 18) - O. Bonhoeffer, El precio de la gracia (VeI 95) - A. Cencini, La vida fraterna (NA 148) - A. Cencini, Vida en comunidad: reto y maravilla (NA 159) - L. Schenke, La comunidad primitiva (BEB 88) - B. Forte, La Iglesia, icono de la Trinidad (VeIm 4) - Gandhi, Todos los hombres son hermanos (PO 32) E DI CI O N E S SÍ G U E M E S A L A M A N C A 20 03
  • 3.
  • 4. 8 Contenido La oración personal..................... .......................... La intercesión ................ ................................... ..... Presencia de la comunidad cristiana .................... . 7 7 1 CONTENIDO 1. La comunidad .................................................. La vida en común .................................................. La comunidad cristiana ......................................... La fraternidad cristiana ......................................... La gratitud ............................................................. La espiritualidad de la comunidad cristiana ......... La comunidad forma parte de la Iglesia cristiana . La unión con Jesucristo ......................................... Cubierta diseñada por Christian Hugo Martin Tradujo Francisco Tejeda sobre el original alemán Gemeinsames Leben 2. El día en común .................................................... El culto de la mañana ............................................ La lectura de los salmos ........................................ La lectura bíblica ................................................... Cantar en común ................................................... Orar en común ...................................................... La comunidad de mesa ......................................... El trabajo ............................................................... La comida del mediodía ........................................ La oración de la noche ................................................ ~ Chr. Kaiser Verlag, München 1979 ~ Ediciones Sígueme S.A.U., 1982 CI García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca I España Tel. (34) 923 218 203 - Fax: (34) 923 270 563 e-mail: ediciones@sigueme.es www.slgueme.es ISBN: 84-301-0893-9 Depósito legal: S. 36-2003 Fotocomposición Rico Adrados S.L., Burgos Impreso en España I VE Imprime: Gráficas Varona, S.A. Polígono El Montalvo, Salamanca 2003 3. El día en soledad ................................................... Saber estar solo ................................................................. Saber vivir en comunidad ..................................... Escuchar a Dios .................................................... La meditación diaria ................................................... 9 9 13 18 21 22 29 30 33 33 37 43 50 54 58 62 64 65 69 69 70 72 74
  • 5. La c 4. El servicio ........ ...................... ...................... ......... Las tareas de la comunidad ... ...................... .......... No juzgar ........... ...................... ...................... ........ La función del creyente ........ ...................... ........... Servir a los otros ............. ...................... ................ No ser altivos .......... ...................... ...................... .. Escuchar a los otros ............. ...................... ........... Ayudarse ...... ...................... ...................... .............. Aceptar al prójimo ........ ...................... .................. El pecado del prójimo ........ ...................... ............. La palabra de Dios .............. ...................... ............ Servir a Dios .............. ...................... ...................... .... 5. Confesión y santa cena .............. ...................... . El 83 83 84 86 87 88 90 92 93 95 97 101 105 105 107 109 110 111 112 113 115 116 L a v i d a e n c o m ú n «¡Qué dulce y agradable es para los hermanos vivir juntos y en armonía!» (Sal 133, 1). Vamos a examinar a continuación algunas enseñanzas y reglas de la Escritura sobre nuestra vida en común bajo la palabra de Dios. Contrariamente a lo q ser edificado en medio de tus enemigos. Quien rechaza esto renuncia a formar parte de este reino, y prefiere vivir rodeado de amigos, entre rosas y lirios, lejos de los malvados, en un círculo de gente piadosa. ¿No veis que así blasfemáis y traicionáis a Cristo? Si Jesús hubiera actuado como vosotros, ¿quién habría podido salvar- se?» (Lutero).
  • 6. 10 Vida en comunidad La comunidad 11 « « h p E
  • 7. 12 Vida en comunidad La comunidad 13 tor, Dios Padre, Hijo y Espíritu santo. El prisionero, el enfermo, el cristiano aislado reconocen en el hermano que les visita un signo visible y misericordioso de la presencia de Dios trino. Es la presencia real de Cristo lo que ellos experimentan cuando se ven, y su encuentro es un encuentro gozoso. La bendición que mutuamente se dan es la del mismo Jesucristo. Ahora bien, si el mero encuentro entre dos creyentes produce tanto gozo, ¡qué inefable felicidad no sentirán aquellos a los que Dios permite vivir continuamente en comunidad con otros creyentes! Sin embargo, esta gracia de la comunidad, que el aislado considera como un privilegio inaudito, con frecuencia es desdeñada y pisoteada por aquellos que la reciben diariamente. Olvidamos fácilmente que la vida entre cristianos es un don del reino de Dios que nos puede ser arrebatado en cualquier momento y que, en un instante también, podemos ser abandonados a la más completa soledad. Por eso, a quien le haya sido conce- dido experimentar esta gracia extraordinaria de la vida comunitaria ¡que alabe a Dios con todo su corazón; que, arrodillado, le dé gracias y confiese que es una gracia, sólo gracia! La medida en que Dios concede el don de la comunión visible varía. Una visita, una oración, un gesto de bendición, una simple carta, es suficiente para dar al cristiano aislado la certeza de que nunca está solo. El saludo que el apóstol Pablo escribía personalmente en sus cartas ciertamente era un signo de comunión visible. Algunos experimentan la gracia de la comunidad en el culto dominical; otros, en el seno de una familia creyente. Los estudiantes de teología gozan durante sus estudios de una vida comunitaria más o menos intensa. Y actualmente los cristianos más sinceros sienten necesi- dad de participar en «retiros» para convivir con otros creyentes bajo la palabra de Dios. Los cristianos de hoy descubren nuevamente que la vida comunitaria es ver- daderamente la gracia que siempre fue, algo extraordi- nario, «el momento de descanso entre los lirios y las ro- sas» al que se refería Lutero. La comunidad cristiana Comunidad cristiana significa comunión en Jesucris- to y por Jesucristo. Ninguna comunidad cristiana podrá ser más ni menos que eso. Y esto es válido para todas las formas de comunidad que puedan formar los creyentes, desde la que nace de un breve encuentro hasta la que re- sulta de una larga convivencia diaria. Si podemos ser hermanos es únicamente por Jesucristo y en Jesucristo. Esto significa, en primer lugar, que Jesucristo es el que fundamenta la necesidad que los creyentes tienen unos de otros; en segundo lugar, que sólo Jesucristo hace posible su comunión y, finalmente, que Jesucristo nos ha elegido desde toda la eternidad para que nos acojamos durante nuestra vida y nos mantengamos unidos siempre. Comunidad de creyentes. El cristiano es el hombre que ya no busca su salvación, su libertad y su justicia en sí mismo, sino únicamente en Jesucristo. Sabe que la palabra de Dios en Jesucristo lo declara culpable aunque él no tenga conciencia de su culpabilidad, y que esta misma palabra lo absuelve y justifica aun cuando no tenga conciencia de su propia justicia. El cristiano ya no vive por sí mismo, de su autoacusación y su autojus- tificación, sino de la acusación y justificación que pro - .
  • 8. 14 Vida en comunidad La comunidad 15 v e E
  • 9. -
  • 10. 16 Vida en comunidad La comunidad 17 L «
  • 11. -18 Vida en comunidad La comunidad 19 d L E f M
  • 12. s20 Vida en comunidad La comunidad 21 c T
  • 13. -22 Vida en comunidad La comunidad 23 b C L L
  • 14. - 24 Vida en comunidad La comunidad 25 n p T t
  • 15. e26 Vida en comunidad La comunidad 27 b E A
  • 16. 28 Vida en comunidad La comunidad 29 a P E L E P o
  • 17. -30 Vida en comunidad La comunidad 31 t L a u n i ó n c o n J e s u c r i s t o Prob able ment e no exist a ning ún cristi ano a quie n Dios no conc eda, al men os una vez en la vida, la graci a de expe rime ntar la felici dad que
  • 19. -2 El día en común Al amanecer, con alabanza; con plegarias al atardecer, nuestra pobre voz, Señor, te glorifica eternamente. (LUTERO, según Ambrosio) El culto de la mañana «La palabra de Cristo habite en vosotros abundante- mente» (Col 3, 16). En el Antiguo Testamento, el día co- mienza al anochecer y termina con la puesta del sol. Es el tiempo de la espera. Para la comunidad del Nuevo Tes- tamento, el día comienza al rayar el alba y termina con la aurora del día siguiente. Es el tiempo del cumplimiento, de la resurrección del Señor. Cristo nació de noche: una luz en las tinieblas, y en el momento de su muerte en la cruz, el sol se oscureció; sin embargo, con el amanecer del día de pascua, surge victorioso de la tumba: Al amanecer, cuando sale el sol, resucita Cristo, mi salvador, se desvanece la noche del pecado: regresan la luz, la vida y la salvación. Aleluya. Así cantaba la Iglesia de la Reforma. Cristo es «el sol de justicia» que se ha levantado sobre la comunidad
  • 21. nocturno y del amanecer.
  • 22. s 36 Vida en comunidad El día en común 37 t P
  • 23. 38 Vida en comunidad El día en común 39 d E C
  • 24. -40 Vida en comunidad El día en común 4/ t
  • 25. -42 Vida en comunidad El dia en común 43 m E C
  • 26. a44 Vida en comunidad El día en común 45 d U
  • 27. a
  • 28. 46 Vida en comunidad El día en común 47 s P s n L D e ----
  • 29. 48 Vida en comunidad El día en común 49 ¿ P L
  • 30. 50 Vida en comunidad El día en común 5/ d D C a A « ( C « « H
  • 31. a52 Vida en comunidad El día en común 53 t
  • 33. 54 Vida en comunidad El día en común 55 m a s e a p r e n d e r á a d i s c e r n i r q u é c o m p o s i c
  • 34. ipo de canto y cuále s no. Todo dogm atism o en este camp o es contr aprod ucent e. Debe decidi rse en cada caso partic ular, aunqu e tamp oco de- bemo s conve rtimo s en icono clasta s. Una comu nidad domé stica deber á esfor zarse por apren der a canta r es- pontá neam ente y de coraz ón el mayo r núme ro posib le de canto s. Logr ará este prop ósito si, adem ás del canto libre ment e escog ido, interc ala algun os versí c u l o s f ij o s q u e p u e d a n s e r c a n t a d o s e n t r e l a s l e c t u r a s . S e h a d e c a n t a r , s i n e m b a r g o , n o s o l a m e n t e c o n o c a - s i ó n d e l o s a c t o s d e c u l t o , s i n o t a m b i é n a c i e r t a s h o r a s f i j a s d e l d í a o d e l a s e m a n a . C u a n t o m á s c a n t e m o s , t a n - t o
  • 35. cuant o mayo r sea el espíri tu de comu nidad, de discip lina y de ale- gría con que cante mos tanto más rica será la bendi ción que se derra mará sobre la vida comu nitari a. E s la voz de la Iglesi a la que se hace audi ble en el canto en com ún. No soy yo el que canta sino la Igles ia, pero com o mie mbro de la Igles ia pued o parti cipar en su canto . Así, el canto en com ún debe servi r p a r a a m p li a r n u e st r o h o ri z o n t e e s p ir it u a l, p a r a ll e v a m o s a r e c o n o c e r n u e s t r a c o m u n i d a d c o m o u n e s l a b ó n d e l a g r a n c o m u n i - d a d c r i s t i a n a e x t e n d i d a p o r t o d a l a t i e r r a , y a u n i r l i b r e y g o z o s a m e n t e n u e s t r o c a n t o - d é b i l o p o t e n t e -
  • 36. q u i e r c o s a , o s s e r á c o n c e d i d a p o r m i P a d r e q cosa, os será conced ida por mi Padre que está en los cielos» (Mt 18, 19). La oración es, de todas las prác- ticas del culto comuni tario, la que nos ofrece las mayore s dificult ades, pues en ella somos nosotro s mismo s los que debem os hablar. Hemos escuch ado la palab ra de Dios y hemo s podid o unim os al canto de la Iglesi a; ahora se trata, en cambi o, de orar a Dios en comu nidad, y esta oraci ón debe ser nuest ra palab ra, nuest ra oraci ón por este día, por nuestr o trabaj o, por nuestr a comu nidad, por las miseri as y los pecad os partic ulares que pesan sobre todos, por las perso nas que nos están enco- mend adas. ¿O tal vez no deberí amos pedir nada para nosotr os? ¿Sería inadm isibl e la nece sida d de orar en com ún y con nues tras prop ias pala bras por noso tros? Sea com o fuer e, es imp osibl e que cristi anos llam ados a vivir bajo la auto rida d de la pala bra no -
  • 37. 56 Vida en comunidad El día en común 57 C P E T
  • 38. -58 Vida en comunidad El dia en común 59 d a d e r a o r a c i ó n . L a r i q u e z a d e f ó r m u l a s l i
  • 40. S g a, en prime r lugar, recon ocerlo como el dis- pensa dor de todos los dones que recibi mos, como Señor y Cread or de este mund o junto con el Padre y el Espír itu santo. «Bend ice los bienes que tú nos has dado» es la oració n de la comu nida d reuni da para come r, conf esan- do así la divin idad etern a de Jesuc risto. En segun do lugar, signif ica que todos nuest ros bien- es temp orale s nos son dados única ment e por Crist o, del mism o modo que el mund o enter o conti núa existi endo graci as a él, a su palab ra y a la predi cació n de esta pala- bra. Él es el verda dero pan de vida; él es no sola ment e el dador , sino el don mism o que hace posib le todos los otros done s terre nos. Úni cam ente por el hech o de que la pala bra de Jesu crist o debe segu ir sien do proc lam ada y creí da, y porq ue nues tra fe no es toda vía perf ecta, Dios en su paci enci a , -
  • 41. 60 Vida en comunidad El dia en común 61 P S P
  • 42. 62 Vida en comunidad El día en común 63 E A E E v C o
  • 43. -64 Vida en comunidad El día en común 65 b L a
  • 44. L L a L La tarea, al fin, ha terminad o y todo nuestro ser se regocija. Pronto serás liberado de las miserias de la tierra y de su pesado trabajo. U L a comu nidad domés tica se reúne una vez más para la cena y la última plegar ia. «Seño r, quéda te con noso
  • 45. -66 Vida en comunidad El día en común 67 t N o L
  • 46. :68 Vida en comunidad Aunque nuestros ojos duerman, mantén despiertos nuestros corazones. Que tu diestra, oh Dios, nos proteja y nos libre del maligno (Lutero). 3 El día en soledad Nuestra jornada desde la mañana a la noche está bajo la palabra del salmista: «Tuyo es el día, tuya es la noche» (Sal 74, 16). S a b e r e s t a r s o l o «El silencio, oh Dios, es tu alabanza en Sión» (Sal 65,2)'. Muchos buscan la comunidad por miedo a la soledad. Su incapacidad de soledad les empuja hacia los otros. También ciertos cristianos, que no soportan estar solos por experiencias negativas consigo mismos, esperan recibir ayuda en
  • 47. compañía de otros seres humanos. La mayoría de las veces se ven defraudados y entonces reprochan a la comunidad lo que deberían reprocharse a sí mismos. La comunidad cristiana no es un sanatorio espiritual. Refugiarse en ella huyendo de sí mismo es convertirla en lugar de parloteo y distracción, incluso bajo la apariencia de una elevada espiritualidad. Porque en realidad no se busca la comunidad sino la embria guez que permita olvidar por un buen tiempo la propia soledad y que, por lo mismo, sumerge al hombre en una soledad todavía más mortal. Tales tentativas tienen co resultado la anulación de la palabra de Dios y de to da experiencia auténtica, y provocan la resignación y la muerte espiritual. 1. La traducción habitual: «A ti, ¡oh Dios!, se debe la alabanza en Sión>.
  • 48. 70 Vida en comunidad El día en soledad 71 E S P L m
  • 49. ,72 Vida en comunidad El día en soledad 73 e E s E C
  • 50. a 74 Vida en comunidad El día en soledad 75 palabra de Dios, razón por la cual se ha refugiado en el silencio. Pero este encuentro es un don. Ningún cristiano debe poner condiciones a cómo ha de producirse este encuentro; ha de aceptarlo como se produzca y, así, su re- cogimiento silencioso tendrá amplia recompensa. Existen tres cosas para las que el cristiano necesita de un tiempo aparte a lo largo de la jornada: la reflexión bíblica, la oración y la intercesión. Las tres constituyen lo que se conoce por meditación diaria. Esta expresión no debe asustamos pues es un término antiguo tomado del lenguaje de la Iglesia y de la Reforma. La meditación diaria Podría preguntarse por qué se necesita para ella un tiempo especial, siendo así que todos sus elementos están incluidos ya en el culto común. Intentaremos explicarlo. El tiempo de la meditación diaria debe estar dedicado exclusivamente a la reflexión bíblica personal, a la oración personal y a nuestra intercesión personal. Los experimentos espirituales no tienen cabida aquí. Pero debemos dar a esas tres cosas el tiempo necesario ya que Dios mismo nos lo exige. Aunque durante largo tiempo la meditación no fuese otra cosa que un rendir cuentas de la pobreza de nuestro culto, ya sería suficiente. Este tiempo de meditación personal no es un salto en el vacío sin fondo de la soledad, sino una ocasión de encontramos a solas con la palabra de Dios. Se nos ofrece así una base sólida sobre la que afirmamos y una pauta segura para el camino. Mientras que en el culto comunitario leemos de forma continuada un texto largo, aquí nos contentamos con un texto breve, seleccionado, y que puede ser el mismo a lo largo de toda la semana. Si la lectura en común nos lleva a conocer la sagrada Escritura en toda su totalidad y amplitud, aquí descendemos a la profundidad insondable de cada frase «para que podáis comprender, en unión de todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura» (Ef 3, 18). En la lectura del texto de nuestra meditación diaria contamos con la promesa de que tiene algo muy personal que decimos hoy para nuestra vida cristiana, y de que es palabra de Dios no solamente para la comunidad sino también para cada uno de nosotros. Nos exponemos a la frase o a la palabra que leemos hasta que nos llega al corazón. Con esto no hacemos sino lo que hace a diario el cristiano más sencillo y menos instruido: leer la palabra de Dios como palabra de Dios para nosotros. Así no nos preguntamos qué puede decir tal texto a otras personas, qué uso podemos hacer de él en la predicación o en la enseñanza, sino qué nos dice personalmente a nosotros. Es cierto que antes debemos haberlo comprendido en su contexto, pero no se trata de hacer aquí exégesis o un estudio bíblico, ni una preparación para la predicación, sino de conocer lo que la palabra de Dios quiere decimos. Este intento no es una esperanza vacía, se funda en una promesa clara de Dios. Sin embargo, a veces estamos tan invadidos y desbordados de pensamientos, imágenes y preocupaciones, que ha de pasar un tiempo hasta que la palabra de Dios logre abrirse paso hasta nuestro corazón. Pero su llegada es tan cierta como lo fue y sigue siéndolo la de Dios entre los hombres. Por eso debemos comenzar nuestra meditación diaria pidiendo a Dios que nos envíe su santo Espíritu para que nos revele la Escritura y nos ilumine.
  • 51. 76 Vida en comunidad El día en soledad 77 N
  • 53. 78 Vida en comunidad El dia en soledad 79 I I I r U v L a N
  • 54. 80 Vida en comunidad El día en soledad 81 P F P r L
  • 55. -82 Vida en comunidad do lo que haga durante las horas que está solo influye en la vida de la comunidad. En su soledad puede desgarrarla y mancillarla, o fortalecerla y santificarla. Toda autodisciplina del cristiano es un servicio que presta a la comunidad. Y, por otro lado, no existe pecado -por personal y secreto que sea- de pensamiento, palabra y obra, que no dañe a la comunidad. Un germen infeccio- so penetra en el organismo, no se sabe de dónde procede ni en qué miembro está escondido, sin embargo todo el cuerpo está contaminado. De esta manera, por ser miembros de un solo cuerpo somos para él -no sólo cuando lo deseamos, sino siempre- instrumento de santidad o de perdición. Esta afirmación no es mera teoría; se apoya sobre una realidad espiritual que puede comprobarse perfectamente en los momentos de turbación o de alegría, en la vida de la comunidad cristiana. El que, después de la jornada de trabajo, regresa a la comunidad trae consigo la bendición que ha recibido en los momentos que ha pasado solo, pero, al mismo tiempo, recibe la bendición que procede de la comunidad. Dichoso aquel que es capaz de estar solo gracias a la fuerza que recibe de la comunidad, y dichoso el que es capaz de mantener la unión con la comunidad por la fuerza de la soledad. Esta fuerza no es otra que la de la palabra de Dios dirigida al individuo integrado en la comunidad.
  • 56. 4 E l s e r v i c i o L as ta re as d e la c o m u ni d a d «Entonces, comenzaron a discutir sobre quién sería el mayor de ellos» (Lc 9,46). Sabemos quién propaga este pensamiento en la comunidad cristiana, pero tal vez no reflexionamos suficientemente sobre el hecho de que ninguna comunidad cristiana puede formarse sin que ese pensamiento surja inmediatamente como semilla de división. No bien se reúnen los hombres, cuando ya comienzan a observarse, a juzgarse, a clasificarse. Con ello se entabla desde el mismo nacimiento de la co- munidad, una terrible lucha invisible y, a veces, inconsciente, que pone en juego su misma existencia. «Entonces comenzaron a disputar.. .», esto basta para destruir la comunidad. Por esta razón es vital para toda comunidad cristiana que, desde el primer momento, desenmascare a ese enemigo que la amenaza, y acabe con él. No hay tiempo que perder, porque desde el primer instante de su encuentro el hombre busca una posición estratégicamente ventajosa frente al otro. He aquí a fuertes y a débiles juntos. Si no se es de los primeros, se hará valer inmediatamente el derecho de los débiles, simples y complicados, piadosos y tibios, sociables y retraídos: ¿no intentan todos asegurar de en ---
  • 57. 84 Vida en comunidad El servicio 85 t E N U
  • 58. -
  • 59. 86 Vida en comunidad El servicio 87 t L E
  • 60. u88 Vida en comunidad El servicio 89 p N o T
  • 62. o90 Vida en comunidad El servicio 91 e ¿ E s E C
  • 63. e92 Vida en comunidad El servicio 93 q u i e r e h a c e m o s p a r t í c i p e s d e s u o b r a . D e b
  • 66. 94 Vida en comunidad El servicio 95 m u n i d a d c o n e l l o s . E s t a e s l a l e y d e C r i s
  • 67. que esta ley se cump lió por la muer te de Jesuc risto. E s sorpr ende nte la frecu encia con que apare ce en la Escri tura la palab ra sobre llevar , sopor tar. Y es que con esa sola palab ra se pued e expre sar toda la obra de Jes u- crist o. «Cie rtam ente fue él quie n tom ó sobr e sí nues tras enfe rme dade s y carg ó con nues tros dolo res, y noso tros le tuvi mos por casti gado y heri d o p o r D i o s y h u m i l l a - d o . . . é l s o p o r t ó e l c as ti g o q u e n os tr ae la p az » (I s. 5 3, 4- 5) . P or es ta ra z ó n, la vi d a e nt er a d el cr is ti ano es tam bién vida bajo la cruz . Así se reali za la com unid ad del cue rpo de Crist o, la com unid ad bajo la cruz , en la que nos o- tros acep tam os y lleva mos las carg as unos de otros. De lo contra rio, no somo s una comu nidad cristia na y rene- gamo s de la ley de Cristo . L o que consti tuye en prime r lugar una carga para el cristia no es la libert ad del próji mo, de la que ya hemo s habla d o . E s t a l i b e r t a d v a e n c o n t r a d e n u e s t r a t
  • 68. nuest ra imag en. Debe mos, sin emba rgo, dejar que sea Dios quien cree su imag en en él. Resp etare mos así la li- berta d de sus criatu ras mient ras lleva mos la carga que esta libert ad supo ne para nosot ros. Ente nde mos por li- bert ad del próji mo todo lo que cons tituy e su natu ralez a, sus cuali dade s, sus talen tos, incl uida s tam bién las deb i- lida des y rare zas que tant o p o n e n a p r u e b a n u e s t r a p a - c i e n c i a , t a m b i é n to d as la s fr ic ci o n es , c o nt ra st es y c h o- q u es q u e p u e d a n su rg ir e nt re él y n osot ros. Sobr ellev ar la car ga de l pr óji m o sig nif ica , po r ta nt o, so po rta r la re a- lid ad de l otr o co m o cri at ur a, ac ep tar la E -
  • 69. 96 Vida en comunidad El servicio 97 m E C
  • 70. r 98 Vida en comunidad El servicio 99 a P b L
  • 71. a100 Vida en comunidad El servicio 101 r
  • 73. n102 Vida en comunidad El servicio 103 l B
  • 74. 5 Confesión y santa cena El prójimo. medio de la gracia «Confesaos mutuamente vuestros pecados» (Sant 5, 16). Quedarse a solas con el propio mal es quedarse completamente solo. Y puede ser que, a pesar del culto en común, la oración en común y la comunión en el servicio, haya cristianos que permanezcan solos, sin llegar a formar realmente comunidad. ¿Por qué? Porque si bien están dispuestos a formar parte de una comunidad de creyentes, de gente piadosa, no lo están para formar una comunidad de impíos y pecadores. La comunidad piadosa, en efecto, no permite a nadie ser pecador. Por esta razón cada uno se ve obligado a ocultar su pecado a sí mismo y a la comunidad. No nos está permitido ser pecadores, y muchos cristianos se horrorizarían si de pronto descubriesen entre ellos un auténtico pecador. Por eso optamos por quedamos solos con nuestro pecado, a costa de vivir en mentira e hipocresía; porque, aunque nos cueste reconocerlo, somos efectivamente pecadores. Sin embargo, he aquí que la gracia del evangelio -aunque sea difícil de comprender por el piadoso- nos coloca ante la verdad y nos dice: tú eres un pecador, un pecador incurable, sin embargo, tal como eres, puede s 1
  • 75. 106 Vida en comunidad Confesión y santa cena 107 llega r a Dios que te ama. Te quier e tal com o eres, sin ne- cesid ad de que haga s nada o des nada , te quier e a ti per- sona lmen te, sólo a ti. «Da me, hijo mío, tu cora zón» (Pro
  • 76. e él no sirv e de nada la más cara que llev as dela nte de los ho m- bres. El quie re vert e tal com o eres para salv arte. Ya no tien es nece sida d de men tirte a ti mis mo ni a los otros como si estuvie ses sin pecado . Y da gracias a Dios de que te sea permit ido ser pecado r, porque Dios, aunqu e aborre ce el pecado , ama al pecado r. Jesucr isto se hizo nuestr o herma no en la carne para que nos uniés emos a él p o r l a f e . E n é l l l e g ó e l a m o r d e D i o s a l p e c a d o r . A n t e é l l o s h o m b r e s h a n p o d i d o m a n i - f e s t a r s e p e c a d o r e s y a s í e s c o m o h a n p o d i d o r e c i b i r a y u - d a . C r i s t o h a h e c h o d erri bar toda s las apar ienc ias. El eva ngel io de Jesu crist o ha pue sto así de man ifies to la mis eria del pec ado r y la mis eric ordi a de Dio s. De esta ver dad deb ería
  • 77. no mbr e. «A qui ene s per don éis los pec ado s, les será n per don ado s; a qui ene s se los re- ten gáis , les será n rete nid os» (Jn 20, 23). P or esta pro mesa Cristo nos ha dado la comu nidad, y con ella al herma no, como un medio de gracia . El her- mano ocupa desde enton ces el lugar de Cristo . Ya no ne- cesito , por tanto, fingir ante él. Puedo ser ante él el pe- cador que e f e c t i v a m e n t e s o y p o r q u e a q u í r e i n a n l a v e r d a d d e J e s u c r i s t o y s u m i s e r i c o r d i a . C r i s t o s e h i z o n u e s t r o h e r m a n o p a r a s o c o r r e m o s , y d e s d e e n t o n c e s , a t r a v é s d e é l , n u e s t r o h e rma no se con vier te para nos otro s en Cris to, con toda la auto rida d de su enc argo . El her- m
  • 78. o st nt o ot os o mo g o e a er a y e a ra ia e Di s. No s a o o mo y d s u h u s- a o n f e s i ó n e n l u g a r d e C r i s t o y g u a r d a , c o m o D i os mismo, el secreto de nuestra confesión. Por eso cuando me dirijo a mi hermano para confesarme , me dirijo al mismo Dios. La invitación a confesarse con el hermano y a recibir el perdón fraternal en el seno de la comunidad cristiana es una invitación a aceptar la gracia de Dios en la Iglesia. La confesión La confesión hace posible el acceso a la comunidad. El pecado quiere estar a solas con el hombre . Lo separa de la comuni dad. Cuanto más solo está el hombre , tanto más destruc tor es el poder que el pecado ejerce sobre él; tanto más asfixia ntes sus redes, tanto más desespe rada la soledad . El pecado quiere pasar desaper cibido; rehuye la luz. Se encuentra a gusto en la penumbra de las cosas secretas, donde envenena todo el ser. En este sen- tido, una comunidad simplemente piadosa está lejos de ser invulnerable. En la confesión, en cambio, la luz del evangelio irrumpe en las tinieblas y en el hermetismo del corazón. El pecado es puesto a la luz. Lo callado es revelado, confesado. Todo lo oculto es puesto a la luz del día. La lucha es dura hasta que el pecado sube a la superfici e. «Pero Dios quebrant a puertas de bronce y cerrojos de hierro» (Sal 107, 16). Se puede decir que en la confesión el pecado pierde definitiva mente todo resto de autojustif icación. El pe- cador se libera, abandona todo lo que hay en él de ma - L
  • 79. 108 Vida en comunidad Confesión y santa cena 109 l T
  • 80. -110 Vida en comunidad Confesión y santa cena 111 t L L .
  • 81.
  • 82. 112 Vida en comunidad Confesión y santa cena 113 A h o r a b i e n , e n v i s t a d e q u e s i e m p r e l l e g a r
  • 83. ir, es mejor que ocurra ahora, entre mi herman o y yo, no en el último día en la clarida d del juicio final. La gracia de poder confes ar nuestro s pecado s al herman o nos evita los terrore s del juicio final. Por el herma no puedo estar seguro ya en este mund o de la realid ad de Dios, de su juicio y su perdó n. y así como la prese ncia del herm ano garan tiza la aute n- ticida d de la confe sión de mis pecad os, así tambi én la prom esa de perdó n q u e él m e d a e n n o m br e d e D io s m e d a la ce rt ez a a bs ol ut a d e q u e so y per don ado . Dio s nos con cedi ó la gra cia de pod er con fesa mos uno s con otro s par a que estu viés em os seg uro s de su per dón . Co nfe sió n d e p e c a d o s c o n c r e t o s P e r o p a r a q u e e s t a c e rt e z a d e l p e r d ó n s e a r e a l, e s n e c e s a ri o q u e n u e st r a c
  • 84. ración para la confe sión. Sin esto, corro el peligr o de caer en la hipoc resía y queda r sin consu elo. Jesús tratab a con los pecad ores públic os, public anos y prosti tutas. Ellos sabía n para qué tenían necesi dad de ser perdo nado s, y recib ían el perd ón com o algo aplic ado a un peca do muy conc reto. Al cieg o Barti meo le preg untó: «¿Q ué quier es que te haga ?». Deb eria mos pode r resp on- d e r c l a r a m e n t e a e s t a p r e g u n t a a n t e s d e l a c o n f e s i ón; ell o nos permitirá recibir el perdón de pecados muy concretos que hemos cometido y, al mismo tiempo, el perdón de todos nuestros pecados, conocido s o no. ¿Sign ifica todo esto que la confesión es una ley im- puesta por Dios? No, constituy e simpleme nte un medio del que Dios se vale para ofrecer su ayuda al pecador. Puede darse el caso -y es una gracia de Dios- de que alguien acceda a la certeza, a la vida nueva, a la cruz y a la comuni dad sin la ayuda de la confesi ón fratern a. Pue- de darse el caso de que alguien no dude nunca de su arrepen timient o y perdón person al, y -
  • 85. 114 Vida en comunidad Confesión y santa cena 115 s N A d E ¿ l E -
  • 86. 116 Vida en comunidad Confesión y santa cena 117 b E L a A E L
  • 87. s118 Vida en comunidad
  • 88. y los hermanos, los creyentes reciben el don del cuerpo y de la sangre de Jesucristo, es decir, el perdón, la vida nueva y la bienaventuranza eterna. Sus relaciones con Dios y con los hombres quedan transformadas. La comunidad eucarística constituye el cumplimiento supremo de la comunidad cristiana. El vínculo que une a los fieles comulgantes permanecerá en la eternidad. La comunidad ha alcanzado su meta. El gozo de Cristo y su Iglesia es completo. La vida comunitaria de los cristianos bajo la autoridad de la palabra de Dios ha encontrado en el sacramento su plenitud.